PAGINA DEDICADA
AL BEATO FRANCISCO PALAU www.caminando-con-jesus.org Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
Francisco de Jesús María y José Quintanilla Palau
y Quero creó la "Escuela de la Virtud", un modelo de enseñanza catequista,
en Barcelona. En 1860, fundó una congregación mixta de Hermanos y Hermanas
Carmelitas Terciarios en las Islas Baleares, que posteriormente originaron
las congregaciones de Carmelitas Misioneras Teresianas y Carmelitas
Misioneras. Fue predicador de misiones populares y extendió la
devoción hacia la Virgen María, modelo perfecto de la Iglesia. La vida de Francisco Palau se unificó cuando
entendió el sentido de la iglesia católica. Lo que hasta entonces había sido
una oscilación confusa desde la soledad al servicio y de vuelta a la soledad,
cobró sentido para él cuando descubrió que la Iglesia era el misterio de Dios
y los prójimos. Murió en Tarragona el 20 de marzo de 1872, y fue
beatificado por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1988. |
Oh Dios, que por medio de tu Espíritu, enriqueciste
al Beato Francisco, presbítero, con el don insigne de la oración y de la
caridad apostólica; concédenos por su intercesión, que la amada Iglesia de
Cristo, resplandeciente con la belleza de María, |
El tiempo que
transcurre entre 1811-1872 son los años de vida de Francisco Palau y Quer.
Durante estos 61 años y con un ritmo unas veces acelerado, en otras ocasiones
mas retardado, pero siempre irreversible, se producen la serie de cambios y
transformaciones cuyos resultados son los tiempos nuevos. Francisco Palau es
testigo y producto de su tiempo. Es un testigo lúcido: conoce los hechos, los
sigue con interés y los vive con pasión. Nace en
Aytona (Lérida), España el 29 de diciembre de 1811, en el seno de una familia
rural, de recia tradición cristiana. Es bautizado el mismo día de su
nacimiento. Fue el séptimo de nueve hermanos. Ingresa en el
seminario de Lérida en 1828 hasta 1832, año en que cambia el rumbo de su
vida. Se incorpora al Carmelo Teresiano en el convento de San José de
Barcelona. El 15 de noviembre hace la profesión religiosa con la firme
convicción de que su entrega a Dios, en la Orden del Carmen, será total y
para siempre independiente de todo humano acontecimiento. El 25 de
julio de 1835 fue invadido e incendiado su convento. Arrojado violentamente
de él se dirige a su pueblo natal. Es ordenado sacerdote el 2 de abril de
1836 por el obispo de Barbastro. Comienza a ejercer las funciones de su
recién estrenado sacerdocio. Su radio de acción se extiende a toda Cataluña.
Los años 1838-40 son de intensa actividad como predicador de misiones
populares. La eficacia de su acción pastoral y la reciedumbre de su celo
apostólico hace que se le conceda el título de Misionero-apostólico. Se dirige a
Francia el 21 de julio de 1840 comenzando una larga etapa de exiliado que
durará once años. Tres facetas dominan su vida durante estos años: vida
contemplativa en la soledad, dirección espiritual de los grupos de solitarios
(hombres y mujeres) que se le unen y la defensa de la Iglesia a través de sus
escritos. Publica en 1843 su primer libro titulado: “Lucha del Alma con
Dios”, destinado a despertar la necesidad y fecundidad de la oración por la
Iglesia perseguida. Tras la firma
del Concordato España-Santa Sede en 1851 regresa a España. La vida claustral,
a la que sueña reincorporarse, está totalmente suprimida. Se pone a
disposición del Obispo de Barcelona, quien le acoge y le nombra director
espiritual del Seminario. Atento a las
señales de Dios en la historia y a las necesidades de la Iglesia en poco
tiempo programa y organiza la revolucionaria obra de la Escuela de la Virtud
que se inaugura el 16 de noviembre de 1851. Esta Escuela se convierte en un
modelo de enseñanza catequética. El impacto de la obra en los medios
culturales, religiosos, políticos y sociales se hace sentir muy pronto.
Francisco Palau ha movilizado en torno a esta actividad pastoral a todas las
fuerzas religiosas de la ciudad, incluida la prensa. La intensa actividad de
la Escuela llega a preocupar a las fuerzas revolucionarias de la ciudad. Le
implicaron injusta, pero hábilmente, en las huelgas y disturbios de marzo de
1854, consiguiendo suprimir la Escuela desterrando a Francisco a Ibiza el 4
de abril de este mismo año. Aquí permaneció hasta que, en 1860, logró la
libertad gracias a una amnistía general. En la isla
alterna la vida solitaria y la predicación popular por dicho lugar. Durante
estos años no llegan a dominarle ni el abatimiento ni el desaliento.
Recompone una vez más la trama de su hilo vocacional: de la soledad
contemplativa al servicio apostólico y viceversa. En el fondo, las
coordenadas naturales de su vocación carmelitana. Poco a poco
va a tener lugar un proceso de transformación religiosa en la Isla. Tiene
como centro de irradiación a María, a la que Francisco ha descubierto como el
Icono que encarna la ternura de Dios para con los pequeños y el verdadero
rostro de su amada la Iglesia. Siempre en
búsqueda, los últimos años de su vida los emplea en un servicio incondicional
a la Iglesia. Las experiencias eclesiales largos años remansadas irrumpen en
su espíritu, afloran a su conciencia iluminándola en lo más profundo. Durante un
ciclo de predicación en Ciudadela (Menorca), en noviembre de 1860, se le
manifiesta la realidad consoladora del misterio de la Iglesia: Dios y los
hombres. Ve cómo su vocación está inserta en esa realidad, que se ofrece como
ideal, como objeto supremo y definitivo de su amor. A la Iglesia se entrega
con decisión inquebrantable los años que le restan de vida, con una intensa
actividad apostólica que abraza campos muy variados. Alumbró una nueva
familia religiosa, el Carmelo Misionero, vinculada a la Orden del Carmen. A primeros de
marzo de 1872, se desplaza hasta Calasanz, (Huesca) para seguir empeñado con
su opción de atender a los mas postergados y desposeídos de la sociedad de su
tiempo: los contagiados por la peste. Lo hace junto a quienes han hecho
camino de vida con él. Tras breve
estancia en Barcelona, viaja a Tarragona, donde había establecido la última
fundación. Llega enfermo, muere el 20 de marzo de 1872, invocando la
presencia de su “Amada la Iglesia.” |
SU ESPIRITUALIDAD La
espiritualidad y personalidad del Padre Palau se forja en la lucha, en una
búsqueda larga y penosa que abarca casi toda su vida. Lucha por la PAZ entre
hombres que se debaten en guerras fratricidas; por la VERDAD para desterrar
la ignorancia, causa de tantos desmanes; por la LIBERTAD en una España que se
decía "liberal" y perseguía a la Iglesia. Busca soluciones a los
problemas de su tiempo y se compromete radicalmente con su vocación de
carmelita y sacerdote. La clave de
toda su vida espiritual y de su misión eclesial es el encuentro con Cristo
vivo en su Cuerpo Místico, en la Iglesia. Busca la
soledad más completa para dialogar con su "Amada". Por ella también
abandona la soledad y se lanza a la acción para servirla con los diferentes
medios que su celo le sugiere: la predicación, la catequesis organizada, los
exorcismos, la pluma como escritor y periodista. Los apostolados más variados
encuentran su unidad en el ideal que los mueve: AMAR Y SERVIR A LA IGLESIA en
los pobres, los enfermos, los niños, los jóvenes, las familias... Su mensaje
que estemos
siempre dispuestos a seguir a Cristo aunque nos cueste.
que nos
entreguemos con valentía y generosidad al servicio de los hermanos.
que la
soledad, la oración y el sacrificio sean la fuente de nuestro apostolado.
que el amor a
Cristo, a María y a la iglesia polaricen nuestra vida. |
Francisco Palau Mis relaciones Dios
escribió con su propio dedo en las tablas de mi corazón esta ley: Amarás con
todas tus fuerzas... [Dt 6,5; Mt 22,37]. Y esta voz eficaz creó en él una
pasión inmensa, la que se hizo sentir desde mi infancia y se desarrolló en mi
juventud. Yo, joven, amaba con todas mis fuerzas, porque la ley de la
naturaleza me impulsaba con ímpetu irresistible. ¿Qué amaba yo? ¿Quién era la
cosa amada? Si tu amada es una deidad y la has visto en el claustro, vete
enhorabuena al claustro y cásate con ella. 3. Separado del mundo, retirado en
el convento, pregunté por la cosa amada, la busqué. Y ¡quién tal cosa
pensara! ¡La buscaba en las austeridades de la vida religiosa, en el ayuno,
en el silencio, en la pobreza; la busqué y la encontré...! ¡Vi
a mi amada y me uní con ella en fe, en esperanza y amor! Su presencia
satisfizo mi pasión y con ella yo era feliz, su belleza me bastaba. Dios y el
prójimo, o sea, la Iglesia católica se me apareció tan bella como una
divinidad. Iba cubierta bajo el velo del misterio y sólo se dejaba mirar
entre las obscuridades de la noche, pero no eran tan espesas que no se
distinguieran las infinitas perfecciones que la embellecían y que la
presentaban infinitamente amable. Con ella encontré mi dicha y felicidad; yo
era feliz. 4. Era yo joven de veintitrés años. Vino la Revolución de 1835;
encendió mi claustro, y eran tan vivos mis deseos de ver a mi Amada sin velos
y cara a cara, que no cuidé salir de entre las llamas. Vino mi Amada, me
tendió su mano y salí ileso de debajo las ruinas de mi convento. Derruido mi
convento, incendiado mi claustro, mi Amada tomó las alas de un águila; voló,
elevóse sobre el mundo y cuanto el siglo posee, y fue a reposar en desiertos
y sitios solitarios. Yo la seguí... |
“FRANCISCO PALAU” UN HOMBRE COMPLEJO Luis J. F. Frontela El
P. Francisco Palau es un hombre pasional, y la pasión ha sido definida como
el "mal del siglo diecinueve", sentimental e idealista. La
protesta contra el mundo que le toca vivir, los valores impuestos y los
graves problemas políticos y sociales del siglo; el pesimismo ante el
presente y el miedo ante el futuro auque que, el no se resignarse a él, le
lleva a evadirse en un pasado idealizado. El individualismo; el gusto por la
soledad, el estar solo; la búsqueda del amor puro, eterno, maravilloso, le
lleva a vivir agitado y atormentado. La importancia que concede al misterio y
lo sobrenatural, "las voces del más allá", las visiones son algunas
de las características que nos encontrar en el Padre Palau. "Pasé
mi vida en busca de mi cosa amada hasta el año 1860". El P. Palau
entiende la vida, su vida, como la búsqueda de un ideal que a sus ojos
aparece inalcanzable, lo que da le lleva a que no termine por adaptarse a una
forma concreta de vida: "Yo aunque muy a oscuras te buscaba a ti, estaba
persuadido de que sólo una belleza infinita podía saciar y calmar los ardores
de mi corazón. ¡Cuán lejos estaba entonces de creer que fueses lo que eres!
La soledad, sin ti, lejos de calmar la pasión del amor, la fomentaba. Y en el
claustro ensanchó mi corazón, encendía mayor llama en el amor. Pero no
conociéndote, sino como se conoce una persona extranjera, mi tormenta era sin
comparación más cruel en la soledad del claustro que en el bullicio del
mundo. ¿No eras tú entonces la misma que ahora? ¿Cómo sufrías que mis ayes y
suspiros se perdieran sin hallar eco ni en la bóveda del templo ni en la
soledad y silencio de la celda?". Como
el mismo nos manifiesta, desde La
huida, como consecuencia de esa búsqueda, se convierte en él en una necesidad
que le lleva no hacia mundos lejanos o extraños, el mundo geográfico del
Padre Palau es un mundo muy concreto: Cataluña, el Sur Francés, Ibiza, con
algunas escapadas, a Madrid o a las otras islas mallorquinas, sino a la
interiorización de los problemas en busca de su identidad, de su puesto en el
mundo y en la sociedad: "Derruido mi convento, incendiado mi claustro,
mi amada tomó las alas de un águila; voló, se elevó sobre el mundo y cuanto
el siglo posee, y fue a reposar en desiertos y sitios solitarios. Yo la seguí".
Y la búsqueda termina en encuentro que le hace feliz: "La busqué y la
encontré... Vi a mi amada y me uní con ella en fe, en esperanza y amor. Su
presencia satisfizo mi pasión y con ella yo era feliz, su belleza me
bastaba". Las circunstancias que le toca vivir, su llamada al claustro,
su experiencia de exclaustrado, su ministerio apostólico, su vida en
"los desiertos", la llamada de Gregorio XVI a orar y trabajar por
la Iglesia, la reflexión, la meditación, la oración y la vida de penitencia,
le llevan a concentrar su ideal de la "cosa amada" en una idea
clara, la Iglesia, y a definir a ésta, a la que dedica su vida, como la unión
de Dios y los prójimos. En
esta huida juega un papel fundamental el paisaje, la naturaleza cono
participe de su estado de ánimo. La Naturaleza, que encuentra reflejada su
alma, incluso en su estado salvaje, grutas, islas solitarias, montañas y
bosques, es el espacio en el que Palau contempla la grandeza del creador y se
abre al mundo del misterio. Este gusto por la naturaleza, la soledad, la
montaña, la cueva, la noche son elementos claves en el Padre Palau, sin ellos
no podríamos entender su vida: "Para vivir en el Carmelo sólo necesitaba
de una cosa que es la vocación&, para vivir como anacoreta, solitario o
ermitaño, no necesitaba de edificios que presto iban a desplomarse; ni me
eran indispensables las montañas de España, pues creía hallar en toda la
extensión de la tierra bastantes grutas y cavernas para fijar en ella mi
morada". La
rebeldía, fruto del rico mundo interior del que es portador, le lleva a
chocar con la realidad exterior liberal-burguesa. Nunca ocultó su posición,
lo que piensa y lo que quiere ser. Para él la vocación religiosa es una forma
de existencia, de vivir en fidelidad al seguimiento de Cristo, sabiendo que con
ello va contra corriente y debe hacerse violencia a sí mismo. Seguir su
vocación de solitario es la forma que tiene de vivir el derecho a la libertad
que los estados reconocen a todos sus ciudadanos, por eso defiende que la
vida religioso, la vida solitaria, que es a la que se siente llamado es tan
digna como la de los predicadores o curas de almas: "El solitario desde
su peñasco rinde a la divinidad de la religión, sin ruidos de palabras, un
público testimonio no menos brillante que los predicadores del evangelio". Hasta
en el vestido buscó diferenciarse de sus contemporáneos. En 1848 se detiene a
sus compañeros ermitaños por la gendarmería de Caylus, la causa de su
detención era vestir el hábito religioso, y las justificación que se daba
contra el hábito religioso era el ser ridículo. Ante esta acusación el Padre
Palau protestó por que "no hay ley alguna que prohíba las ridiculeces de
la sociedad". Lo que él busca es que los otros le vean como alguien
distinto, pero como lo que él ha querido ser, un apóstol o profeta con una
misión que cumplir en la tierra, denunciar el mal y convocar una nueva
cruzada contra las fuerzas del mal. El es el Ermitaño que enarbola la bandera
en defensa del honor de Dios, ¿Quién como Dios?; el profeta incomprendido,
víctima de su misión y de su genio: "He ahí mi vida criminal que se cree
ser un abominable escándalo. Si mi género de vida es un crimen, yo quiero y
prefiero pasar por un criminal ante los ojos de los hombres, con tal que me
justifique ante el tribunal de Dios". La
libertad no es un patrimonio del liberal. El, que no es un liberal, ama la
libertad, y, aunque tenga que ir contra corriente, reivindica el derecho a
ser libre, a seguir la vocación que libremente ha descubierto, a expresarse y
manifestar sin coacción a sus opiniones, a no adaptarse a los valores
dominantes. En 1851 escribía una pequeña obra que llevaba por título La vida
solitaria, en ella defiende la vida solitaria, que es la que por entonces
llevaba él: "No toleraré que se condene y anatematice la vida solitaria
como si fuera un crimen intolerable. Y por este motivo el honor de mi estado
me impulsa a tomar su defensa". Sabe que la libertad, cuando implica ir
contra los valores dominantes, tiene un precio, un hondo sentimiento de
incomprensión, de vacío, de soledad. El
descontento, las ansias de libertad que no encuentran cauce, las grandes
ilusiones que desemboca en el desengaño, todo ello se traduce en una rebeldía
política que conlleva el exilio, y no sólo el exilio interior, que también,
sino el exilio político, el tener que cruzar la frontera, dejar su tierra, su
casa, su gente: "Siendo proscrito el estado religioso por las leyes del
gobierno español, entré en Francia el mismo año 1840 con el mismo hábito
religioso para pedir hospitalidad al gobierno francés". Otras veces la
rebeldía social le conduce al retiro ascético: "viendo que fuerzas
humanas no bastan para atajar los males gravísimos que afligen a la Iglesia,
en ciertas estaciones me retiro a un islote", o le lleva a la evocación
de tiempos pasados. La
pasión amorosa: "Yo desde niño me siento poseído y dominado por una
pasión que se llama amor", y es que, como él mismo afirma, desde joven
amó apasionadamente, "con todas mis fuerzas". En su vida y en sus
escritos nos encontramos con una fuerte presencia de lo femenino, de la
mujer, envuelto en un aire de ensueño y melancolía, y no sólo por que siempre
se vio rodeado de mujeres que, buscando su consejo y dirección, intentaron
formar comunidad en torno a él, sino por que el ideal que él siempre buscó y
tardó en revelársele, la Iglesia, adquiere la figura de mujer, a quien se ama
con delirio: "La pasión del amor que me devora hallará en ti su
patíbulo, porque eres tan bella como Dios, eres infinitamente amable. Mi
corazón fue creado para amarte, ahí le tienes, tuyo es, te ama". Ve en
la Iglesia el ideal de perfección, "Yo soy un objeto infinitamente
bello, bueno amable, deleitable", por el que se lucha, aunque no siempre
logre realizarse en el mundo: "¿Qué amaba yo? ¿Quién era la cosa
amada?". La
importancia que tiene para él lo femenino le lleva a poner sus ojos en la más
perfecta de las mujeres, la Virgen María, en quien encuentra el símbolo
máximo de la belleza espiritual. La Virgen, madre buena y tierna, la Virgen
Santa, la Señora, a la que presenta como icono de la belleza de Dios y
símbolo acabado de la hermosura de la Iglesia, Nuestras Señora de las
Virtudes es el ideal y ejemplo de las virtudes cristianas. El
sentido providencialista de la historia, la visión pesimista que tiene sobre
el momento histórico, le lleva a consideras que la sociedad es cómplices del
mal que ha disuelto o echado por tierra el orden establecido o querido por
Dios: "el vicio en triunfo y la virtud humillada", por lo cual es
digna del castigo divino, de hecho, él la condena en nombre de una ley
superior, la ley de Dios: "Vuestro pueblo con sus pecados se hizo
indigno de poseer la Religión", y vos para castigarle con el más
tremendo de los castigos, que es despojarle de sus bienes espirituales y
eternos que la Religión le producía, le entregasteis al poder de Satanás&
Señor, los demonios del infierno y las sectas son crueles y tremendo azotes
puestos en vuestras manos justicieras". Es consciente que un universo
mental, ideológico, una sociedad impregnada por la presencia de lo religioso,
lo cristiano-católico, se viene a abajo. Se dio cuenta que los valores que
habían definido a la sociedad, eran cuestionados y se intentan suprimir por
otros nacidos de las ideologías seculares, como él afirma anticristianas. El
Padre Palau, el ermitaño en la soledad de su celda, el predicador desde el
púlpito, el publicista, desde su semanario, lucha contra la adversidad y el
infortunio, y presenta a la contemplación de sus oyentes y lectores el
espectáculo del combate que sostiene contra las fuerzas del mal en defensa de
la causa de Dios. En la soledad estudiaba la Sagrada Escritura, en la que no
sólo encontraba alimento espiritual, sino también respuesta a sus problemas
personales, eclesiales y sociales. Lee y comprender la Escritura desde la actualidad
en que vive, y la actualidad en que vive desde la Escritura. Cuando se pierde
en las páginas de su semanario de El Ermitaño, da la impresión de que es el
Vidente de Patmos que contempla, en clave apocalíptica, la historia del
momento presente. |
LOS ESCRITOS DE FRANCISCO PALAU Y QUER (PDF) La Escuela de la Virtud vindicada ___________________________________________________ ENLACE:
https://www.carmiseuropa.org/es/contenido/index.asp?idsec=530 http://www.carmelitasmisioneras.org/ |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
ESTA PERMITIDO EL RE-ENVIO, SOLO DEBE INDICARSE EL AUTOR Y LAS FUENTES DE
ORIGEN |