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SYMPOSIUM INTERNATIONALE
EDITH STEIN
Roma Teresianum
1998

EDITH STEIN CARMELITA,  AMBIENTE Y ESPIRITUALIDAD

Francisco Javier Sancho Fermín ocd

Contenido

1.      INTRODUCCION: EDITH STEIN CARMELITA DESDE LA CONVERSIÓN.. 2

2.      AMBIENTE Y VIDA.. 2

3.      SU ESPIRITUALIDAD.. 5

 

 

 

1.    INTRODUCCION: EDITH STEIN CARMELITA DESDE LA CONVERSIÓN

Después de la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de Santa Teresa de Jesús, el 14 de octubre de 1933, Edith Stein pasó la puerta de la clausura del Carmelo de Colonia-Lindenthal. Por fin se hacía realidad su gran deseo de ser carmelita: “El despido (de Münster) fue para mí una señal del cielo de que ya podía seguir el camino que desde hacía tiempo veía como el mío. Después... el pasado sábado entré en el convento de las carmelitas, convirtiéndome en una hija de Sta. Teresa. Ella fue la que me condujo a la conversión.”

De todos es sabido que, desde el encuentro casual con la autobiografía de Santa Teresa que la llevó a hacerse católica, ella se sentía inclinada a la vida contemplativa del Carmelo Teresiano. Entonces no pudo ser. Sus confesores, y ella misma, vieron que no era llegado el momento. La situación histórica que precede su ingreso en el Carmelo, el triunfo de Hitler y su partido en 1933, favorecieron finalmente su entrada en la vida religiosa. Desde su bautismo, el 1 de enero de 1922, hasta su entrada, pasaron casi 12 años. Este largo período de tiempo, sin embargo, no la alejó de su propósito de ser carmelita descalza. Ni la vida con las dominicas de Espira, ni sus contactos con Beuron y con otras religiosas, ensombrecieron su interior identificación con el carisma teresiano.

Estos doce años de espera estuvieron marcados, a parte de sus diversas actividades, por una profunda sintonía y configuración vivencial con cuanto significa el Carmelo. Es curioso observar cómo en estos años no mantuvo ningún contacto -o al menos no existe constancia de ello-, con los o las carmelitas. No obstante es evidente su identificación con el carisma. Uno puede preguntarse el cómo, y la respuesta es clara: fundamentalmente a través de la lectura de los escritos de Santa Teresa de Jesús -también de Juan de la Cruz y Santa Teresa de Lisieux-, donde su espiritualidad aparece claramente reflejada. Todos sus contemporáneos coinciden en resaltar su dedicación constante a la oración, elemento determinante de la vida del Carmelo Teresiano. Pero no sólo eso. Su sentido de la pobreza, de la obediencia al confesor, del amor a la Iglesia, etc..., se inspiran claramente en el estilo teresiano.

Por otro lado no resulta extraño su amor al Carmelo, vivo en ella durante todos estos años. En primer lugar porque fue Teresa de Jesús quien le dio el último empujón hacia la conversión. Y en segundo lugar, gracias al ambiente que se vivía entre los católicos alemanes, especialmente entre figuras intelectuales, que tenían un gran amor hacia la espiritualidad carmelitana. Es el caso de Erich Przywara y Gertrud von Le Fort, entre otros.

Nuestra atención ahora quiere dirigirse, sin embargo, a sus años en el Carmelo: desde 1933 hasta 1942. Dividimos nuestra exposición en dos partes. La primera, en la que presentaremos el ambiente y su inserción dentro de los dos conventos donde pasa estos años: Colonia y Echt. En un segundo momento resaltaremos los aspectos centrales de su espiritualidad en estos años.

2.    AMBIENTE Y VIDA

a)      El Carmelo de Colonia

En los años treinta, cuando Edith ingresa en el Carmelo de Colonia, éste está viviendo un momento muy especial. Se está preparando una fundación en Silesia, en la ciudad natal de Edith Stein (Breslau). De hecho ella es admitida con la condición de que después forme parte de la nueva comunidad. Al mismo tiempo, el interés creciente en la sociedad católica alemana por la espiritualidad teresiana les obliga a las carmelitas de Colonia a dar respuestas a estas exigencias. La ausencia del Carmelo masculino por esta región alemana les coloca a ellas en foco de atracción para los interesados en conocer de cerca la espiritualidad propia de la Orden. De esta demanda creciente se hace eco la Madre Josefa del Smo. Sacramento, priora de Colonia, en una carta al P. General de la Orden: "En los últimos años se observa un interés cada vez mayor por el Carmelo en la parte septentrional de nuestra pobre Alemania tan atribulada y probada. Parece ser que el espíritu del Carmelo duerma en muchas almas y que con fuerza quisiese hacerse camino y dichos y obras. Por todas partes vemos estos síntomas. Así sacerdotes y académicos se reúnen para consultarse y se dirigen a nosotras como guías, llevando en el corazón el Carmelo como meta de sus más profundos y ardientes deseos. Las publicaciones literarias, en parte equivocadas, aumentan y excitan el interés general."

Las carmelitas de Colonia se sienten obligadas a dar una respuesta conveniente a esta situación. Este factor explicaría su destacada actividad literaria, -aunque de escasos recursos científicos-, muy por encima del resto de los Carmelos femeninos alemanes, e incluso superior a la producción o influjo ejercido por los mismos frailes. Sin duda alguna, este ambiente va a colocar al Carmelo de Colonia en una situación privilegiada en el campo de la difusión espiritual oral y escrita. Varias de sus monjas se van a dedicar a este apostolado a través de la pluma. Ciertamente es esta una condición que favorecerá también el que Edith Stein dedique parte de su tiempo a esta actividad.

La comunidad de Colonia tratará de dar respuestas a estas exigencias espirituales. Un modo de hacerlo será a través de la creación de las diferentes cofradías y asociaciones propias de la Orden: Cofradía del Escapulario (1911), Orden Tercera (1916), Hermandad de Santa Teresita (1928) y Grupo de Oración Teresiana.

Tal como venimos afirmando, el interés por el Carmelo Teresiano y la creación de estos grupos o asociaciones, van a ejercer un influjo notable en la orientación de vida de este convento de Colonia. Las exigencias externas obligan a profundizar más en lo que de propio y carismático tiene la Orden. Entre las religiosas que se dedican a la actividad literaria, a parte de Edith Stein, tenemos las siguientes: M0 Angela del Niño Jesús (1880-1952), María de Deo (1904-1981), M0 Baptista del Espíritu Santo (1905-1980) y Teresa Renata del Espíritu Santo (1891-1961).

b)   La adaptación e inserción de Edith Stein

Cuando Edith entra en el Carmelo de Colonia era priora la M. Josefa del Santísimo Sacramento, y maestra de novicias y subpriora la M. Teresa Renata del Espíritu Santo. Además de Edith estaban en la fase de formación cuatro novicias, todas ellas mucho más jóvenes que Edith, casi 20 años menos. La Doctora Stein contaba con 42 años de edad y una formación que superaba con creces la de cualquiera de las monjas de la comunidad. Sin embargo, todo ello no fue causa de inadaptación, aunque es de suponer que en muchas ocasiones sufrió por ello.

La vida en el convento supuso un cambio radical, fundamentalmente en su actividad. Antes eran las letras las que ocupaban su tiempo. Ahora la vida regular. La mayor parte del día dedicada a la oración y al trabajo manual. La oración ciertamente no supuso para ella un cambio fuerte, pues ésta constituía, desde hacía años, el centro de su vida. Pero sin lugar a dudas muchas de las formas y ritos no sólo eran nuevos para ella, sino que en ocasiones la sobrecarga de ceremonias y rituales se hacían difíciles de asimilar al ser tantas y tan marcadas.

El postulantado (octubre 1933-abril 1934) va a ser para Edith un tiempo de profundización y radicación en los valores esenciales de la vida carmelitano-teresiana. Una confirmación de lo que en el mundo buscaba y vivía. Nunca se consideró en las cimas del camino. En estos primeros meses percibe la necesidad de lo pequeño, de lo que en otros ambientes no recibe mayor importancia y que, sin embargo, constituye un factor esencial en el crecimiento de la carmelita hacia la santidad. Y va a ser de manos de Santa Teresita que lo descubre: “En estas semanas yo también he pensado mucho en usted. Una vez en lo que hace algún tiempo usted escribió sobre el “trabajito espiritual” de Santa Teresita. En este “trabajito” se refleja una parte esencial de la vida carmelitana, y ello me parece que es un grandísimo trabajo, un silencioso trabajo de profundización que tiene la fuerza de romper las rocas. Y una vida religiosa en la que falten tiempo y descanso, me parece un camino demasiado duro y lleno de peligro. Este es una exhortación para nosotros, una exhortación que está muy en conformidad con los pioneros de la Iglesia.” El “caminito” de lo espiritual se transmite y hace realidad en lo cotidiano, en las pequeñas y humildes tareas de la casa. Todo sencillo y común para la gran mayoría de las mujeres de la época. Pero para Edith un pequeño martirio. Su fuerte nunca fueron las labores de casa y ahora tiene que implicarse directamente en ellas.

Otras exigencias o restricciones conllevaba la vida de la postulante como era el no tener visitas durante ese período. Esta norma no le tuvo que resultar muy fácil de llevar a cabo, y no tanto por ella misma, cuanto por sus alumnas o ex-alumnas que buscaban en ella consuelo y consejo. Este apostolado no podía abandonarlo y es por ello que antes de entrar pidió dispensa para poder seguir escribiendo cartas a través de las cuales poder seguir ejerciendo este servicio. Entre esas cartas no faltaba, cada semana, la carta que dirigía a su madre. Este período de tiempo, que duró seis meses, fue suficiente para que Edith se reafirmase en la vocación y en el convento elegido. Dificultades de adaptación tuvo, y fueron bastantes, pero ello no la desanimó. En ello vio la ocasión para iniciar ese “caminito” de entrega que le enseñó Santa Teresita.

Un factor, sin embargo, se encuentra en el fondo de su elección y permanencia en la comunidad de Colonia. Y es que, a pesar de la estrechez de vida del Carmelo, en éste existía la suficiente libertad de espíritu que permitía el crecimiento personal y comunitario maduro en el seguimiento de Cristo. La importancia que Edith da a este aspecto resulta evidente en su modo de aconsejar a otras personas en el momento de elegir convento.

El 15 de abril de 1934, domingo del Buen Pastor, Edith Stein tomaba el hábito e iniciaba el noviciado. El simbolismo y riqueza interior que supuso para Edith este momento lo encontramos reflejado en el nombre religioso que ella voluntariamente solicita: Teresa Benedicta de la Cruz. Su nombre es reflejo de una vida y de una vocación. Es el modo de hacer presente un camino trazado por Dios y que ella asume en toda su amplitud, incluso con lo que tiene de incomprensible. El nombre de Teresa ya lo había adoptado en el bautismo, fundamentalmente como agradecimiento a quien la llevó al encuentro definitivo con Cristo. Benedicta, en reconocimiento a San Benito y a sus hijos. Y de la Cruz. Es el misterio bajo el cual acoge y desarrolla su vocación.

Una de las principales actividades que llevará a cabo Edith Stein en el Carmelo de Colonia es la de continuar con sus escritos. Aunque tal actividad no venía contemplada como tradicional en el Carmelo femenino, si es cierto que las condiciones en que se encuentra el Carmelo de Colonia favorecen su dedicación a escribir. También, gracias a la intuición que el Provincial tuvo, de que siguiese adelante con sus investigaciones filosóficas, concretamente que preparase para la publicación el escrito Ser finito y ser eterno. Ella no escribe por obediencia, aunque sí necesitó del permiso del P. Provincial para poder dedicarse, casi exclusivamente, a esta tarea. En su interior ella estaba dispuesta a renunciar a la actividad científica, si así lo exigía la vida conventual. Pero una vez que esta posibilidad queda abierta ella se dedica con celo y busca el tiempo necesario para ello. Una renuncia total en ella sería casi impensable por el hecho de que consideraba la investigación científica como un apostolado. A pesar de la sensación que han dado algunas biografías de que Edith hubiese casi preferido no seguir trabajando científicamente, y que ello le costase mucho, en una carta inédita del Provincial a Edith Stein con fecha 10 de septiembre de 1935 y conservada en el ESA (cartas a Edith Stein), se constata cómo ella solicita la dispensa de la recreación para poder seguir escribiendo. De hecho la parte más voluminosa de sus escritos fue elaborada en el Carmelo.

Terminado el año del noviciado hace la profesión simple de los votos por un periodo de tres años, el 21 de abril de 1935. Con este nuevo paso Edith ya es carmelita descalza. Sin embargo, tal y como establecen las normas, aún debe permanecer en el noviciado hasta que llegue el momento, después de tres años, en que emita los votos perpetuos. Cuando Edith entró en el Carmelo de Colonia la intención primera era la de prepararla para que formase parte de la nueva fundación de Breslau, su ciudad natal. Y ella misma nos da testimonio en una carta. Sin embargo, tal proyecto no llegó a realizarse. Los motivos parecen ser dos: El primero que "Nuestro Rvdo. P. Provincial (Theodoro Rauch) ha desaconsejado el enviarme a Silesia, porque él quiere que me dedique al trabajo científico; y esto sería muy difícil de llevarlo a cabo allí. Además la casa no está hecha todavía.". Y el segundo, desconocido por Edith, fue la opinión de que la presencia de Edith en Breslavia sería peligrosa para la nueva fundación, fundamentalmente porque el nacionalsocialismo era muy fuerte en esa ciudad y la presencia de una "no aria" sería un obstáculo.

El encerramiento que, al menos físicamente, suponía la vida de la carmelita, no fue suficiente para aislarla de la cruda realidad que particularmente sufría su pueblo judío. Por otra parte ella siempre “estaba muy abierta a los acontecimientos de su tiempo”. A partir de 1935 la situación se vuelve cada vez más dramática. Sus cartas, su oración, su vida, todo está invadido por esta cruda situación, que se intensifica cuando afecta directamente a sus familiares: “Por favor, rece por mis familiares. Cada vez la situación es más difícil para ellos. Tres sobrinos están ya en América; otro se prepara para ir a Palestina. Sólo queda el pequeño (13 años) que será bendecido el día 23, es decir, será integrado en la comunidad como “Hijo de la Ley”.”

Mientras tanto y en medio de las dificultades, ella sigue viviendo en intensidad su vocación y consagración. Acabada su obra Endliches und Ewiges sein, se siente liberada de un gran peso que la distanciaba de la marcha normal de la comunidad. Ahora, a partir de 1937, puede dedicarse a otras cosas que le hacen sentirse más integrada en la comunidad. Se ofrece para desempeñar el oficio de enfermera. Y a partir de diciembre de 1937 le encomiendan un nuevo servicio comunitario, el de tornera.

La preocupación y el amor para con las demás monjas no se manifiesta solamente en estos servicios. Buscaba también ayudar en el crecimiento cultural de las hermanas con la finalidad de enriquecer la vivencia espiritual. Pero no siempre obtuvo el éxito pretendido. Ciertas mentalidades pesaban mucho en la comunidad y difícilmente se acogían nuevas ideas que supusieran una modernización y actualización.

Pero ya le quedaba a Edith poco tiempo para entrar a formar parte de la comunidad con voz activa y pasiva, a raíz de la profesión perpetua. Se fijó la fecha de tal celebración para el 21 de abril de 1938, y la imposición del velo negro para el 1 de mayo. Con este paso se integra totalmente a la vida de la comunidad. Una de las actividades desempeñadas por Edith en estos últimos meses consistía en instruir a las monjas externas. Pero la cruz no va a tardar en hacer sentir nuevamente el peso sobre sus espaldas. La famosa noche de “los cristales rotos” (9-10 noviembre de 1938) fue la gota que colmó el vaso. Nadie deseaba que marchase. Fue ella quien tomó la última decisión. Su primer objetivo era ir a Palestina pero no fue posible. Por otra parte, tenían muy cercano al Carmelo holandés de Echt, fundación del Carmelo de Colonia. Allí podría estar al seguro y regresar en cuanto acabase esta situación. El 31 de diciembre de 1938 abandona Edith el convento de Colonia y se transfiere a Echt.

c)      En el Carmelo holandés de Echt

El origen y la situación que vivía esta comunidad va a favorecer la buena integración de Edith. Este convento es fundación del Carmelo de Colonia. Aspecto que conviene subrayar ya que esto significa una cierta continuidad y comunión de vida y costumbres entre ambas comunidades. Cuando llega Edith la comunidad está compuesta por 13 hermanas corales y 4 conversas. A excepción de tres hermanas corales que eran holandesas, todas las demás componentes de la comunidad eran de nacionalidad alemana. Por lo que la lengua oficial seguía siendo el alemán. Situación que no va a durar mucho por varias razones. En primer lugar no se encuentran en territorio alemán y desde 1935 forman parte de la nueva provincia holandesa. A ello se añade el "nacionalismo" floreciente en esta época por toda Europa, especialmente a raíz de las invasiones hitlerianas. Además las nuevas vocaciones son de origen holandés. Concretamente en 1941 entran 5 holandesas. El provincial holandés les va a imponer que en el rezo y la recreación la lengua oficial sea el holandés.

Las exigencias apostólicas no eran aquí tan apremiantes como en Colonia. Esto implica que la vida sea más "conventual". El talante cultural interno tampoco es de gran altura por lo que en varias ocasiones Edith va a ser dedicada a dar clases de latín a las novicias y charlas espirituales a la comunidad. En 1938, antes de que llegase Edith, hizo el convento de Echt una nueva fundación en la localidad de Beek (Holanda).

La comunidad de Echt está encuadrada en un medio rural, mientras que la de Colonia estaba más en contacto con la urbe. El número de monjas en Echt es más reducido que en Colonia. Además el nivel cultural es inferior. Esto se observa claramente en el número de hermanas legas, modestamente superior al de Colonia. Este aspecto es de gran importancia en relación con la hna. Benedicta, ya que esta situación es ocasión para que la comunidad se encuentre a veces dividida como en dos clases sociales distintas.

d)   Edith y la vida de comunidad

Es el aspecto que con mayor originalidad se destaca en estos años que pasa en el Carmelo de Echt. Ciertamente el período de tiempo transcurrido aquí no va a ser muy largo, tan sólo 3 años y medio. Dada su condición de profesa y de intelectual va a desempeñar una serie de servicios en favor de la comunidad conforme a su personalidad. Esto no quiere decir que estuviese libre de otros oficios comunes, como refectorera, tornera y celadora.

Un oficio nuevo para ella y de gran valor para la comunidad, es el de maestra de las hermanas legas. En el desempeño de este oficio se van a ver claras sus convicciones personales. Su espíritu fue siempre de educadora y tenía doctrina y práctica para ello. Pero la formación de las conversas no era cosa fácil, más que nada por el hecho de que dentro de la Orden no existía ni tradición, ni manuales que señalasen el modo y los contenidos de esta formación. Sin embargo, Sor Benedicta no claudica en el seguir simplemente tirando. Ella está convencida de que una buena formación es una base necesaria para vivir más y mejor la vida con Cristo. Así que lo que no encuentra lo busca. Este párrafo de una de sus cartas nos demuestra claramente su preocupación: “Ahora tendría algo que pedirle. No sé quién de ustedes es actualmente la maestra de las hermanas legas.) Podría usted pedirle, por favor, que me escriba algo sobre la función de estas hermanas en su Orden, las normas básicas de su formación, trabajo y oración, y de su participación en la praxis comunitaria? (...) Si tuviera algo impreso, me gustaría también poder echarle una ojeada.”. No pretende crear nada nuevo, sino escribir algo que se adapte a la realidad y experiencia de otras órdenes y al propio modo de ser del Carmelo. No sólo orientarse ella, sino hacer algo que sirva de orientación para las demás. La diferencia existente entre conversas y coristas nunca ha sido participada por Edith Stein, aunque siempre se mantuvo respetuosa ante esta tradición.

Dentro de su labor de formación supo asumir otra gran necesidad de las hermanas. Además de darles contenidos, sabía estar cerca de ellas para ayudarlas espiritualmente. De hecho parte de su tiempo lo dedicaba a la dirección espiritual, sin renunciar por ello, a los otros oficios. Paralelamente da clases de latín y explica el Breviario a las novicias.

Su actividad como escritora tampoco va a encontrar descanso aquí. Es más, a los trabajos de un carácter más intelectual y científico, se suman una serie de escritos para el ámbito interno comunitario, en los que ella va a expresar con más libertad su espíritu.

Aunque durante los primeros meses está libre de la persecución nazista, no ocurre lo mismo con los familiares que han quedado en Alemania. Y no sólo sus familiares, también le preocupa la suerte del pueblo judío en general. A esta problemática se une la suya personal y la de su hermana Rosa que está como terciaria en el convento de Echt. Con la invasión de Holanda por parte de las tropas alemanas ya no están seguras aquí. Y no es sólo la falta de seguridad lo que la preocupa, sino todo lo que implica el tener que marchar a otro lugar y adaptarse a una nueva comunidad. Es la angustia del perseguido y desterrado por los suyos.

Por entonces comienza a escribir la Ciencia de la Cruz (Kreuzeswissenschaft). Su último escrito en honor de San Juan de la Cruz. Una obra que refleja su profunda configuración con el misterio de la cruz de Cristo. Un escrito, que a pesar de todas las infundadas afirmaciones ya tradicionales, es completo.

3.     SU ESPIRITUALIDAD

Son muchos los elementos que caracterizan la espiritualidad steiniana. Sin embargo en dos de ellos observamos de cerca el contenido central de su vivencia en el Carmelo: la oración y la cruz. Dos elementos que configuran su vocación al Carmelo y que en ella significan un modo de apostolado y de entrega en las manos de Dios. Fundamentalmente desde estos dos temas se comprende su vivencia carmelitana. 

a)      Oración y apostolado

La oración es el elemento esencial en la vida del Carmelo Teresiano. Y lo es también en la vida de Edith. Fue el centro de su jornada desde su conversión, y lo es ahora en el Carmelo con más razón. La oración es su vida y el camino para apoyar a su pueblo en el sufrimiento. Edith Stein sabe que la oración de la carmelita es la razón de su existencia y el modo de servir a Dios. Su importancia y centralidad surgen, además, de una realidad carismática que configura y determina la espiritualidad propia del Carmelo Teresiano. Todo lo demás gira en torno a esta realidad.

Edith Stein subraya con especial intensidad el fundamento último de la vida de oración: Cristo. Sólo en Cristo y desde Cristo tiene sentido y razón de ser la vivencia de la oración como vocación y apostolado: “toda alabanza divina se da por, con y en Cristo.” Este valor cristológico no sólo califica de auténtica la oración sino que además la “objetiviza” como oración de la Iglesia.

Para Edith Stein la oración Aes un abrirse el alma a Dios”, Aes contemplar el rostro del Eterno”. Con ello nos quiere decir que, sin olvidar que toda oración es sólo auténtica en el Espíritu, tiene que surgir en el hombre como un acto de amor, o lo que es lo mismo, como un acto libre del alma ante Dios. De aquí que una oración será más auténtica cuanto más libre sea el hombre que la realiza. Este obrar libre del hombre se caracteriza porque se abre a una relación de amor: "La oración es el trato del alma con Dios. Dios es amor, y amor es bondad que se regala a sí misma; una plenitud existencial que no se encierra en sí, sino que se derrama, que quiere regalarse y hacer feliz. A ese desbordante amor de Dios debe toda la creación su ser. (...) La oración es la hazaña más sublime de la cual es capaz el espíritu humano.

La vida de oración, en la medida en que va creciendo como acto libre y amoroso, se transforma en un camino de unión, o camino de participación en la esencia divina que es amor: “El hecho de que Dios sea acogido por el alma significa más bien que ésta se abre libremente a Él y que se da en esta unión que no es posible más que entre personas espirituales. Se trata de una unión de amor: Dios es amor y la participación del ser divino, que es la que garantiza la unión, debe ser una participación del amor. Dios es la plenitud del amor.

El amor de Dios, que es don gratuito, transforma a quien lo experimenta en don para los demás. Y no sólo eso, la misma vivencia del don se hace apostolado: A cuanto más profundamente alguien está metido en Dios, tanto más debe, en este sentido A salir de sí mismo”, es decir, adentrarse en el mundo para comunicarle la vida divina”. El amor divino rompe con el egoísmo del corazón, y hace que la voluntad del hombre se conforme con la voluntad salvífica universal de Dios. Por eso la oración se transforma en intercesión por el bien de la humanidad. Así lo comprendió Edith Stein: A Interceder con el sufrimiento voluntario y alegre en favor de los pecadores y así colaborar en la salvación de la humanidad.

La fuerza de la oración radica en su contenido íntimo, que realiza la unión de Dios con el hombre. Ello es posible gracias a la obra de reconciliación sellada con la sangre de Cristo en la Cruz. De aquí que el sentido apostólico de la oración haya que buscarlo en la cruz de Cristo. La unión con Dios se realiza mediante la participación y el seguimiento de la vida de Cristo. La oración, en cuanto participación y acogida del misterio de Cristo y de configuración con El, conlleva participación en su obra de Redención. Quien quiera unirse con Cristo tiene que recorrer su camino, dejarse crucificar con Él para resucitar con Él. Es el camino del orante. Y su oración será realmente eficaz y apostólica en la medida en que signifique comunión con el Crucificado. La oración es pues, camino de expiación y de sacrificio. Es medio de salvación para el orante y para la humanidad por la que intercede junto con Cristo: “La expiación voluntaria es lo que nos une más profundamente y de un modo real y auténtico con el Señor. Y ésa nace de una unión ya existente con Cristo... Sólo puede aspirar a la expiación quien tiene abiertos los ojos del espíritu al sentido sobrenatural de los acontecimientos del mundo; esto resulta posible sólo en los hombres en los que habita el Espíritu de Cristo, que como miembros de la Cabeza encuentran en El la vida, la fuerza, el sentido y la dirección. Por otro lado la expiación une más íntimamente con Cristo... Así como el ser-uno con Cristo es nuestra beatitud y el progresar en llegar a ser-uno con Él es nuestra felicidad en la tierra, entonces el amor por la Cruz y la gozosa filiación divina no son contradictorias. Ayudar a Cristo a cargar con la Cruz proporciona una alegría fuerte y pura, y aquellos que puedan y deban, los constructores del Reino de Dios, son los auténticos hijos de Dios.”

La eficacia apostólica de la oración, permanece después de todo, un gran misterio de la voluntad divina que se abaja y somete, en su infinito amor, a la voluntad del orante: A El hecho más maravilloso de la vida religiosa es que Dios, escuchando las oraciones, se somete a la voluntad de sus elegidos. El por qué es algo que supera toda conceptualización.”

b)   Abandono y cruz

Edith Stein vivió su vocación al Carmelo como camino de entrega, como medio a través del cual hacer algo por los suyos, por todos. Y donde más claro aparece es, precisamente, en esa ofrenda que hace de sí en holocausto por la paz. Así lo expresa a la Priora: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y El llamará aún muchos más en estos días.”

Este acto de ofrenda nos hace ver cómo Edith Stein vislumbra su vocación a la luz de la fe y de los signos de los tiempos que vive. Ella escribía que “si te decides por Cristo te puede costar la vida”. Está dispuesta a asumir esa vocación a la que Dios la llama, vocación a la más íntima unión con Cristo, ya que “el que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la Cruz”.

Bajo la Cruz ella acogió y entendió su vocación al Carmelo. Una cruz que el momento histórico le proporcionaba: “Bajo la Cruz entiendo el destino del pueblo de Dios que por entonces ya comenzaba a anunciarse. Yo pensaba que todos aquellos que comprendiesen que era la Cruz de Cristo, tenían que cargarla sobre sí en nombre de todos. Ciertamente hoy comprendo mejor lo que significa estar desposada con el Señor bajo el signo de la Cruz.”

Y esta será la dinámica de su espíritu, capaz de asumir con confianza la pesada cruz. A él ha sido llamada y ella lo ha acogido. Poco antes de que la situación comenzase a agravarse ella escribía: “Mientras estaba fuera he llevado una vida de sacrificio. Ahora todas las cargas me han sido quitadas y poseo en abundancia lo que me faltaba. Desde luego, entre nosotras hay hermanas a las que diariamente se les solicita grandes sacrificios. Y yo espero que alguna vez sentiré más que ahora mi “Vocación a la Cruz”, en la cual seré sostenida por el Señor como un niño pequeño.”

Su configuración y abandono a la cruz, no es sólo por la situación externa. La vida de cada día es un continuo vivir bajo el lema de la cruz: “Para las carmelitas, en sus condiciones de vida cotidiana, no existe otra posibilidad de responder al amor de Dios sino es cumpliendo sus obligaciones diarias, hasta las más pequeñas, con fidelidad; como un pequeño sacrificio, que exige de un espíritu vital la estructuración de los días y de toda la vida, hasta en sus detalles más pequeños, y esto llevado con alegría en el día a día y año a año; presentando al Señor todas las renuncias que exige la convivencia constante con personas totalmente distintas, con una sonrisa de amor; no dejando escapar ninguna ocasión de servir a los demás con amor. A todo ello hay que añadir, finalmente, lo que el Señor pide a cada alma como sacrificio personal.

Con el pasar de los años en el Carmelo ella fue madurando y acogiendo ese “sacrificio personal” que Dios le pedía. Una ofrenda que busca realizarse en la entrega y servicio a los demás, a todos. Pero los muros impiden esa entrega apostólica. Sin embargo, hay un camino, teológicamente apostólico para la carmelita, para la hna. Benedicta. Y ello va a estar en función del grado de su unión con Cristo, con su Cruz: “Libera tu corazón por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el caudal del amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. (...) Tú no eres médico, ni tampoco enfermera, ni puedes vendar sus heridas. Tú estás recogida en tu celda y no puedes acudir a ellos. Oyes el grito agónico de los moribundos y quisieras ser sacerdote y estar a su lado ... Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu/su sangre preciosa la que se derrama. Unida a él, eres como el omnipresente. ... pero con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción.”

Así vive ella su vocación contemplativa-apostólica. Es a través de la cruz como ella sigue creciendo y alcanzando las vetas de la unión con Dios. Sus palabras y sus gestos delatan una vida mística escondida y profunda. Ella no teoriza, habla desde la experiencia y desde la profunda convicción de que está cumpliendo su misión en función de su unión con Cristo, y en favor de los demás. Por eso su modelo será la reina Ester. Su misión no es la de morir, sino la de interceder con una disposición total por su pueblo, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Una entrega que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo y unida a Él, tiene un valor apostólico redentivo. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo: AY es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”

Y el Rey quiso tomarla para sí, dejando que su amor se expresara en el modo más grande: a través del martirio. Un texto, que ella reproduce en su Ciencia de la Cruz, nos puede dar noción de su interioridad: “Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen y atormentado de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a siervo, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y en la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigno siervo.”

Francisco Javier Sancho Fermín, ocd.

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