Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

 

 

Síntesis y Comentarios al Libro

La Estructura de la Persona Humana

(Paginas 14 a la 56)

Autor: Santa Edith Stein (Santa Benedicta de la Cruz)

Biblioteca de Autores Cristianos, 1987

Autor de este trabajo: Pedro Sergio A. Donoso Brant ocds

Noviembre 2010

 

 

"El camino de la fe nos da más que el camino del pensamiento filosófico: nos da a Dios, cercano como Persona, a Dios que ama y se compadece de nosotros, y os da esa seguridad que no es propia de ningún otro conocimiento natural” "(Ser Finito y Ser Eterno).  

Síntesis del Libro La Estructura de la Persona Humana y respuesta que  es el hombre como ser humano (según este texto, paginas 14 a la 56)

El ser humano es una persona singular e irrepetible. La estructura de la persona humana, obra de Santa Edith Stein, permite confirmar que esta santa no da un paso en sus esclarecimientos temáticos sin prepararlos cuidadosamente y en el orden sistemático. De este modo, llega incluso a presentar un esbozo de los sentidos que cabe otorgar a la ciencia antropológica, en el estudio del ser humano de una forma integral, en el marco de la sociedad y cultura a las que pertenece, sus repercusiones en el estar al tanto, su coyuntura con la doctrina de la fe cristiana, el papel de la fenomenología —tal como ella la entiende— en orden al tratamiento del ser personal humano para estudiar la relación que hay entre los hechos (fenómenos) y el ámbito en que se hace presente esta realidad (la conciencia).

Estos temas filosóficos que nos presenta Edith Stein, son de provecho para comprender luego las tesis de la santa fenomenóloga sobre la estructura de la persona humana. El estudio de Edith Stein sobre la persona, se enmarca en las disciplinas de la antropología, la fenomenológica y la metafísica.  Ella es una auténtica pensadora como que no pretende un tipo de antropología meramente empírica, sino que sitúa sus estudios antropológicos en relación con el orden de lo principal. El hombre es bueno por haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza, en un sentido que las distingue de todas las demás criaturas terrenas

Para Edith Stein la configuración fundamental de la persona no equivale en modo alguno a la esencia común, universalmente manifestada de todos los individuos humanos. La determinación personal corre a cargo de la forma. Para Edith Stein la forma equivale a estructura o configuración esencial, no obstante, la estructura de la persona es ella misma individual y no en el plano de la generalidad común.  El ser humano es una persona singular e irrepetible y la ciencia filosófica que versa sobre el hombre ha de ser capaz de aferrarse de lo humano en su darse singular.

Sintetizando lo que mas puedo, sobre la estructura del hombre que la santa propone y para poder responder la pregunta sobre que es el hombre según esta obra de Santa Edith Stein, tengo que considerar lo que ella misma expresa del hombre, expresiones que además las hago en conciencia como mías por estar en completo acuerdo con lo que ella nos enseña.

El espíritu del hombre se ama a sí mismo. Para poder amarse, tiene que conocerse. El conocimiento y el amor están en  tanto una sola cosa con él, son su vida. Y sin embargo, son diferentes de el y entre sí. El conocimiento nace del espíritu y del  espíritu que conoce procede el amor. De esta manera se puede considerar al espíritu, al conocimiento y al amor como imagen del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.

El hombre es sólo por Dios y es lo que es por Dios. Conformar la propia voluntad divina: tal es el camino que conduce a la perfección del hombre en la gloria.

El hombre era originalmente bueno. No obstante, la santa, no hace recordar que el hombre era originalmente bueno. En virtud de su razón era dueño de sus instintos, y estaba libremente inclinado al bien. Pero cuando el primer hombre se apartó de Dios, la naturaleza humana cayó de ese primer estado. En efecto, el primer hombre ha transmitido por herencia esta naturaleza corrompida a todo el género humano. Con todo, aunque abandonado a sí mismo, el hombre no queda sin embargo totalmente a merced de las fuerzas oscuras: la luz de la razón no se ha apagado en él por completo, y conserva la libertad. De esta manera, todo hombre tiene la Posibilidad de luchar contra su naturaleza inferior, si bien siempre estará en peligro de ser vencido, y nunca logrará por sus propias fuerzas la victoria total.

Así pues, vemos por una parte a hombres que se agotan en la lucha, y por otra a hombres que dejan de luchar o nunca lo han hecho, esto es, que se abandonan al caos, en ocasiones basta tal punto que ya no resulta visible la unidad de la persona.

Hay hombres buenos y nobles. Es indudable que hay hombres buenos y nobles, hombres en los que la inclinación al bien inscrita en la naturaleza humana, que no se ha perdido totalmente por la caída, parece tener una fuerza especial. Estos hombres alcanzan un alto grado de armonía en un nivel meramente natural.

El hombre no tiene poder alguno sobre las fuerzas profundas, y no puede encontrar por sí solo el camino que conduce a las alturas. Con todo, hay un camino preparado para él. Dios mismo se ha hecho hombre para sanar su naturaleza y devolverle la elevación sobre lo meramente natural que le ha sido asignada desde toda la eternidad.

Con todo, durante esta vida el hombre permanece sometido a la necesidad de luchar. Debe implorar constantemente que se le conceda la vida de la gracia, y ha de procurar conservarla.

De esta manera, al cristiano se le exige una actitud crítica ante el mundo, en el cual se encuentra como hombre que despierta al espíritu, y también ante el propio yo.

En el interior del hombre habita la “verdad”. Esta es la verdad que se encuentra cuando se llega hasta el fondo en el propio interior.

Otro aspecto importante que propone Edith, es que cuando el alma se conoce a sí misma, reconoce a Dios dentro de ella.

La imagen del hombre de la psicología profunda es la del hombre caído, visto también estática y históricamente: quedan sin considerar el pasado del hombre y sus posibilidades futuras, así como el hecho de la Redención. La filosofía existencial nos muestra al hombre en la finitud y en la nada de su esencia; considera únicamente lo que el hombre no es, y por ello desvía su mirada de lo que, con todo, el hombre es positivamente, así como del Absoluto que comparece por detrás de este ser condicionado.

Los educadores humanos no son más que instrumentos en las manos de Dios. La naturaleza espiritual del hombre —razón libertad- exige asimismo espiritualidad como un acto pedagógico. Es decir, exige una colaboración del educador y del educando que siga los pasos del paulatino despertar del espíritu. Y todo ello nos recuerda que el auténtico educador es Dios. Sólo El conoce a, todo hombre en su interior más profundo, sólo El tiene a la vista con toda nitidez el fin de cada uno y sabe qué medios le conducirán a ese fin, Los educadores humanos no son más que instrumentos en las manos de Dios.

Es claro qué actitud fundamental se deriva de todo lo anterior para el educador católico. De entrada, una profunda veneración y un santo respeto ante la educación que se le confía. Han sido creados por Dios y son portadores de una misión divina. Cualquier intervención arbitraria seria una torpe manipulación en los planes de Dios. En la naturaleza humana y en la naturaleza individual de cada hombre joven está inscrita una ley de formación a la que el educador debe atenerse. Las ciencias (la psicología, la antropología, la sociología) le ayudarán a conocer la naturaleza humana, también la naturaleza juvenil. Pero sólo podrá acceder a la singularidad de cada individuo mediante un contacto espiritual vivo.

Otra condición de posibilidad de la educación es el carácter evolutivo del hombre. A diferencia de los espíritus puros, el hombre no entra terminado en el ser. Por otra parte, a diferencia de lo que sucede en los animales, su evolución no está predeterminada, sino que tiene ante sí múltiples posibilidades, así como la capacidad de decidir libremente entre esas posibilidades. Se hace así posible y necesaria la autodeterminación, pero también la dirección y el seguimiento. Necesaria, porque la comunidad de destino de los hombres es tal que cada hombre forma parte de ella como un miembro junto a otros miembros, con funciones recíprocas y en mutua responsabilidad ante Dios. Estas funciones implican por un lado la mediación natural-espiritual, pero por otro una mediación de gracia, según sea la relación que los miembros guarden en cada caso con Cristo cabeza. El logos eterno es el fundamento ontológico de la unidad de la humanidad que da sentido a la educación y la hace posible. Cuando las ideas del hombre se inspiran en él, proporcionan una sólida base a la pedagogía  y a toda labor educativa.

Qué es el hombre. Si queremos saber qué es el hombre, tenemos que ponernos del modo mas vivo posible en la situación en la que experimentarnos la existencia humana, es decir, lo que de ella experimentarnos en nosotros mismos y en nuestros encuentros con otros hombres.

Está el hombre, en él vive, dentro de él mira, en él le salen al encuentro la existencia y la condición humanas.

En su apertura hacia dentro y hacia fuera, el hombre experimenta la existencia del hombre y la condición humana en otros pero también en sí mismo. Y sobre ello todavía hemos de decir algo, por provisional que sea.

En todo lo que el hombre experimenta se percibe también a sí mismo. La experiencia que tiene de si mismo es por completo distinta de la que tiene de todo lo demás. La percepción externa del propio cuerpo no es el puente hacia la experiencia del propio yo. El cuerpo también se percibe por fuera, pero ésta no es la experiencia fundamental, y se funde con la percepción desde dentro, con la que noto la corporalidad y a mí en ella. Mediante esa percepción soy consciente de mí mismo, no meramente de la corporalidad, sino de todo el yo corporal-anímico-espiritual. La existencia del hombre está abierta hacia dentro, es una existencia abierta para sí misma, pero precisamente por eso está también abierta hacia fuera y es una existencia abierta que puede contener en sí un mundo.

Qué quiera decir todo esto —ser en sí mismo, estar abierto para si mismo y para lo distinto de si, cómo se imbrican la experiencia de sí mismo y la experiencia del ser externo, sobre todo la de otro ser humano— son otros tantos temas para investigaciones de primera magnitud.

El hombre como buscador de Dios. Finalmente la santa Edith Stein, nos refiere al hombre como buscador de Dios. Tanto en su interior como en el mundo externo, el hombre halla indicios de algo que está por encima de él y de todo lo demás, y de lo que él y todo lo demás dependen. La pregunta acerca de es ser, la búsqueda de Dios, pertenece al ser del hombre. Investigar hasta dónde puede llegar en esta búsqueda con sus medios naturales es todavía tarea de la filosofía, una tarea en la que la antropología y la teoría del conocimiento se encuentran. Su solución habrá de llevarnos a señalar los límites del conocimiento natural.

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