Las antífonas mayores, típicas de la liturgia de estos últimos días de Adviento

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

 

Según el concilio de Zaragoza (año 380), el 17 de diciembre era el día inicial del Adviento. La Iglesia romana ha conservado esta fecha para comenzar la segunda etapa del mismo, dedicada a preparar más directamente las fiestas navideñas, lo que imprime un carácter especial a las lecturas y oraciones de la liturgia. En las primeras lecturas de la Misa se proclaman las promesas mesiánicas de los profetas, que encuentran su cumplimiento en las primeras páginas de los evangelios de San Mateo y San Lucas, que se leen a continuación. Allí se presentan las escenas inmediatamente anteriores al nacimiento del Señor: anuncio a Zacarías del nacimiento de Juan, anuncio a María del nacimiento de Jesús, visitación de María a Isabel, cánticos de Zacarías (Benedictus) y de María (Magníficat), genealogía de Jesús, etc. Las lecturas patrísticas del Oficio comentan estos evangelios: San León Magno la genealogía de Cristo (el 17); San Bernardo la anunciación (el 20); San Ambrosio la visitación (el 21); San Beda el Venerable el Magníficat (el 22) y San Agustín el Benedictus (el 24).

Las oraciones presidenciales hacen continuas referencias a la cercanía de Navidad y a las actitudes necesarias para celebrarla cristianamente: «Al acercarse las fiestas de la Navidad, te rogamos, Dios eterno y todopoderoso, que tu Verbo, que se hizo carne en el seno de la Virgen María y habitó entre nosotros, nos haga sentir su amor y su misericordia». La del día de la víspera suplica directamente a Cristo (algo raro en este tipo de oraciones, normalmente dirigidas al Padre) que no retrase su venida, tan largamente deseada: «Apresúrate, Señor Jesús, no tardes ya, para que tu venida dé nuevas fuerzas y ánimo a quienes hemos puesto nuestra confianza en tu misericordia». El segundo prefacio de Adviento (propio de estos días) recoge los sentimientos de la Iglesia, que ve en Cristo la fuente de su alegría y de su paz: «En justo darte gracias, Padre, por Cristo. A quien los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza». Incluso los himnos de la liturgia de las horas se cambian, proponiéndose unos más navideños que los usados durante la primera parte del Adviento. La novena al Niño Jesús, las Posadas y otras prácticas piadosas son también propias de estos días.

De todas formas, los elementos más característicos de los últimos días de Adviento son las “antífonas mayores”, que se cantan en Vísperas, antes y después del Magníficat. Todas ellas comienzan por la exclamación admirativa “O” (en latín, en español comienzan por “Oh”) y van seguidas por los títulos divinos del Verbo encarnado. Boecio (s. V) hace una breve referencia a las antífonas mayores de Adviento, por lo que podrían remontarse a su época (al menos, en una primera redacción). Parece ser que adquieren la forma actual a lo largo del s. VII. Posteriormente, en algunos lugares se añadieron varias más, llegando hasta 10 o 12, según las zonas. La liturgia romana contemporánea conserva las 7 más primitivas. En la antigüedad, se cantaban con especial solemnidad en las catedrales y monasterios, reservando una antífona para cada una de las dignidades de la comunidad, que la entonaba solo. Después le respondía el coro, repitiéndola. Son un magnífico compendio de la cristología y, a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de la Iglesia del Nuevo.

Estas antífonas mayores son breves oraciones dirigidas a Jesucristo, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. Todas comienzan expresando la sorpresa de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre, por lo que dice con asombro: “Oh”. La colocación de esta aclamación inicial sirve para subrayar la fascinación de quien contempla algo inaudito, verdaderamente admirable. San Juan de la Cruz, al comentar una de sus poesías, que comienza de la misma manera, dice: «Para encarecer el alma el sentimiento y aprecio con que habla en estas canciones, pone en todas ellas este término: “¡oh!”, que significa encarecimiento afectuoso; y cada vez que se dice, da a entender del interior más de lo que se dice por la lengua. Y sirve el “¡oh!” para mucho desear y para mucho rogar persuadiendo, y para entrambos efectos usa el alma de él en esta canción».

Continúan las antífonas con una comprensión cada vez más profunda del misterio de Cristo, sirviéndose de títulos y expresiones de la Biblia. Jesús es aclamado como Sabiduría, como Pastor, como Sol, como Rey, como Dios-con-nosotros. Todos estos títulos son necesarios para comprender mejor la identidad del Señor Jesús, aunque todos ellos son insuficientes, ya que el misterio de Cristo nunca puede ser totalmente explicado con palabras. De ahí que la exclamación admirativa “Oh”, con la que inicia cada una de las antífonas, sea tan importante.

Después de aclamar a Cristo con títulos diversos, todas las antífonas terminan con la súplica: “ven” y una indicación de los efectos que se esperan de su venida: la liberación del pecado y de la muerte, la enseñanza de la verdad, la salvación eterna. Además de cantarse en Vísperas, se proponen, algo resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa. Dicen así:

Día 17: Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

Día 18: Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo.

Día 19: Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.

Día 20: Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

Día 21: Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

Día 22: Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la  tierra.

Día 23: Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.

En el original latino, comienzan de la siguiente manera:

O Sapientia = sabiduría, Palabra de Dios dirigida a los hombres.

O Adonai = Señor poderoso (así se nombra a Dios en el Antiguo Testamento).

O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David).

O Clavis = llave de David, que abre y cierra.

O Oriens = oriente, sol, luz.

O Rex = rey de paz.

O Emmanuel = Dios-con-nosotros.

Leídas en sentido inverso, las iniciales latinas de la primera palabra después de la “O”, forman el acróstico “ero cras”, que significa “seré mañana, vendré mañana”. Estamos, finalmente, ante la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles, que le dicen: “Ven pronto”. Esta idea, escondida en las antífonas, se formula con claridad en los textos litúrgicos del día 24 por la mañana: «Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria»; «Mañana será el día de vuestra salvación, dice el Señor de los ejércitos»; «Mañana quedará borrada la maldad de la tierra y será nuestro Rey el Salvador del mundo»; «Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra y sobre vosotros reinará el Salvador de mundo». Por la tarde, la Iglesia afirma convencida: «Cuando salga el sol, veréis al Rey de reyes, que viene del Padre, como el esposo sale de su cámara nupcial». Los anuncios de los profetas, las esperanzas de la Iglesia, finalmente, van a tener cumplimiento.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

Teresianum

Piazza San Pancrazio 5/A

00152-ROMA (Italia)

P. EDO. SANZ DE MIGUEL, OCD.

 

 

Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

www.caminando-con-jesus.org