San Juan de la Cruz. Poema La Fonte

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

  

Desde principios de diciembre de 1577 a mediados de agosto de 1578 san Juan de la Cruz estuvo encarcelado en Toledo, sin posibilidad de celebrar la misa ni de comulgar. En este contexto compuso varias poesías. Entre ellas, con motivo de las fiestas de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, un precioso poema trinitario y eucarístico, en el que afirma que en la oscuridad de la fe conoce bien dónde se encuentra la fuente de la vida (Dios mismo), que por amor a nosotros sale de sí mismo y nos crea para comunicarnos su vida. Mientras caminamos en la tierra, se queda con nosotros para no dejarnos solos, permanece escondido en el pan de la Eucaristía. Lo titula: «Cantar del alma que se huelga [=que se goza, que se alegra] de conocer a Dios por fe». Primero copio la poesía entera y, a continuación, explico cada uno de sus versos.

 

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche.

1. Aquella eterna fuente está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,

aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,

aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,

aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,

aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,

aunque es de noche.

9. Bien sé que tres en sola una agua viva

residen, y una de otra se deriva,

aunque es de noche.

10. Aquesta eterna fuente está escondida
en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche.

11. Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,

porque es de noche.

12. En esta noche oscura de la vida,
qué bien se yo por fe la fonte frida,

aunque es de noche.

13. Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

 

Para entender el poema, debemos recordar numerosos pasajes del evangelio, en los que el «agua» tiene un significado simbólico. Jesús dice a Nicodemo que «hay que nacer del agua y del Espíritu» (Jn 3,5). A la samaritana le promete un «agua viva, que se convertirá en su interior en una corriente que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,14). En cierta ocasión exclamó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: de sus entrañas manarán ríos de agua viva» (Jn 7,37-38). Además, de su costado atravesado por la lanza del soldado, «salió sangre y agua» (Jn 19,34). Todos estos textos están en el trasfondo de este poema que habla del gozo que produce en el alma conocer dónde se encuentra la fuente del agua viva y beber de ella, aunque sea en un ambiente de oscuridad, de noche. Tampoco debemos olvidar que san Juan de la Cruz habla de una noche «amable más que la alborada», porque en ella se produce la unión entra la esposa (el alma) y su Amado (Cristo).

 

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche.

Este es el estribillo, en el que San Juan de la Cruz afirma que conoce con certeza dónde brota la fuente del agua de la vida, de la paz y del amor, aunque no la puede ver, porque es de noche. Es decir, que en medio de la oscuridad de la vida, conoce por fe la fuente que puede saciar su sed más profunda, su deseo de felicidad (la última estrofa habla de «esta eterna fuente que deseo»). En el estribillo ya se hacen presentes las grandes imágenes del poema: la «fuente» y la «noche». La fuente es Dios mismo, que se comunica al hombre para darle vida. Este no la puede comprender racionalmente, pero la gusta en la noche de la fe. Sabe de ella aunque no la pueda explicar. De hecho no es necesario ver el agua para llevársela a la boca. Para no morir de sed, basta con beber, aunque sea a oscuras. Lo que queda claro es que esa fuente no es un ente estático ni encerrado en sí mismo, sino que «mana y corre», es dinamismo generador de vida (lo desarrollará especialmente en las estrofas 2 a 6), que sale de sí para ir al encuentro de los otros.

La primera estrofa habla de aquella fuente misteriosa, que permanece siempre escondida para el hombre, incomprensible, a oscuras porque el exceso de su luz excede nuestras capacidades y nos deslumbra: «Para el alma, esta excesiva luz de la fe le es oscura tiniebla, porque lo más priva (y vence) lo menos, así como la luz del sol priva las otras luces (de manera que no parezcan luces cuando ella luce) y vence nuestra potencia visiva (de manera que antes la ciega y priva de la vista que se la da), por cuanto su luz es muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva. Así, la luz de la fe, por su gran exceso, oprime y vence la del entendimiento […]. Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma» (2S 3,1-4).

 

1. Aquella eterna fuente está escondida,

qué bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

Es decir, el eterno misterio de Dios se encuentra por encima de nuestras capacidades, está «escondido», pero por la fe (envueltos en la oscuridad) sabemos dónde brota, donde «mana». Conviene recordar que el Cántico Espiritual comienza con una reflexión sobre el Dios escondido: «El lugar adonde está escondido el Hijo de Dios es, como dice San Juan, en el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena de todo ojo mortal y escondida de todo humano entendimiento; que por eso Isaías, hablando con Dios, dijo: “Verdaderamente tú eres Dios escondido”. De donde es de notar que por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias de Dios que un alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios ni tiene que ver con él; porque todavía a la verdad le está al alma escondido, y por eso siempre le conviene al alma, sobre todas esas grandezas, tenerle por escondido y buscarle escondido» (C 1,3). Así pues, la fuente escondida (como la noche) hace referencia al misterio de Dios, que se encuentra siempre por encima de nuestras capacidades. Y, sin embargo, san Juan sabe dónde encontrar a Dios, dónde está su escondite: «El Verbo, Hijo de Dios, juntamente con el Padre y con el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma» (C 1,6). Como decía san Agustín, Dios es más íntimo a mi persona que yo mismo (cf. Confesiones III,6,11).

De hecho, a pesar de la oscuridad, el alma sabe dónde está la fuente porque no se encuentra fuera, sino dentro de sí misma. Lo explica con detenimiento en el Cántico Espiritual. Allí dedica las diez primeras estrofas a hablar de la esposa enamorada que pregunta por su esposo, que lo busca en diversos lugares, pero no lo encuentra. Finalmente, en la canción undécima se decide a buscarlo dentro de sí y se produce el primer encuentro, el desposorio espiritual. Esta búsqueda interior está simbolizada en la esposa que se mira en una fuente como en un espejo. Allí no se ve reflejada a sí misma, sino a su Amado, cuya imagen lleva grabada en su interior: «¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados» (C 11).

A partir de aquí explica que esta fuente maravillosa (que es Dios) no vive encerrada en sí misma ni para sí misma, sino que se desborda, comunicando su vida y su ser a las criaturas. Las siguientes estrofas cantan su obra: todo nace de ella (estrofa 2), mantiene todo en la existencia (estrofa 3), nadie puede alejarse de su influencia bienhechora (estrofa 4), es el origen de toda luz verdadera, de lo bueno, de lo hermoso y de lo verdadero (estrofa 5), todo vive en ella y por ella (estrofa 6).

 

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,

mas sé que todo origen de ella tiene,

aunque es de noche.

Dios no tiene «origen», no tiene principio, no ha sido creado, ya que es eterno. Por el contrario, es el principio, el origen, el único Creador de todo lo que ha existido, existe y existirá en el tiempo. En los Romances, compuestos también en la cárcel, dice: «Él era el mismo principio, / por eso de él carecía» (R 9-10). Más adelante presenta la creación del universo como un regalo de amor del Padre a su Hijo.

 

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben de ella,

aunque es de noche.

Nada hay que pueda igualar la hermosura de Dios («belleza» o «hermosura» es el atributo de Dios que san Juan usa más a menudo). Toda belleza natural es mera participación a la belleza eterna de Dios: «Comunicada de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos» (C 6,1). Ya ha dicho antes que Él es el origen de todo. Ahora añade que es el que mantiene todo en la existencia: todo «bebe» de Él –cielos y tierra–. Si por un momento nos dejara de su mano, dejaríamos de existir.

 

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,

y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.

«No tiene suelo» quiere decir que no se apoya en nada fuera de sí mismo, que no necesita de nadie para existir, y que no tiene fondo, que no tiene límites. «Nadie puede vadearlo» quiere decir que nadie puede ir a un lugar adonde Él no esté, porque no tiene límites y su gloria llena el universo. Nada ni nadie puede esconderse de Él. Como dice san Pablo: «En Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28). El profeta Ezequiel, hablando de las aguas vivas que brotan del costado del templo de Jerusalén y que crecen haciendo que la vida surja a su alrededor, afirmó: «era un torrente que no se podía vadear» (Ez 47,5). Esta es la experiencia de san Juan de la Cruz en la cárcel. Dios es ese torrente de agua que crece hasta llenar la tierra y que nadie puede pasar por encima o ignorar.

 

5. Su claridad nunca es oscurecida,

y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.

Incluso en medio de la oscuridad de la vida, san Juan sabe que la luz verdadera viene de Dios. De Él proviene el conocimiento de la verdad, los movimientos para hacer el bien, todo lo bueno, lo hermoso y lo verdadero («toda luz»).

 

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes,

que infiernos, cielos riegan y las gentes,

aunque es de noche.

Nada ni nadie puede vivir fuera de Él: ni los cielos, ni la tierra, ni el infierno. Es algo misterioso, pero nada podría sobrevivir si Él no lo mantuviera en la existencia, ni siquiera los que han elegido vivir de espaldas a su amor. Él respeta nuestra libertad y no nos destruye cuando lo rechazamos. Puede sorprendernos la afirmación de que la corriente caudalosa de la misericordia de Dios riega incluso los infiernos. En principio se debe recordar que estamos ante una cita de la Biblia, que sirve para afirmar que el hombre no puede huir de Dios, que Él está presente en todo el universo: «Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo [el Sheol hebreo que la vulgata traduce por infernus], allí te encuentro» (Sal 139 [138],8); «Aunque escaven hasta el abismo, de allí los cogerá mi mano; aunque suban hasta el cielo, de allí los bajaré» (Am 9,2). También debemos recordar que el credo afirma que Jesucristo «descendió a los infiernos», al lugar de la muerte y de la desesperación, para anunciar el evangelio a los que habían muerto sin posibilidad de conocerle.

Quienes quieran entrar en el blog para escuchar el poema La Fonte o para leer el comentario a las estrofas 7 a 13, pueden hacerlo aquí: el blog del padre eduardo

Feliz día a todos.


P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

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P. EDO. SANZ DE MIGUEL, OCD.

 

 

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