Hoy empieza julio, el mes de la Virgen del Carmen. En todos los conventos
carmelitanos del mundo se celebran numerosos actos en su honor. Hace dos o
tres años tuve el gozo de celebrar las fiestas del Carmen y de San Elías en
el Monte Carmelo. Este año predicaré un triduo de preparación y el día de la
fiesta de la Virgen
en Frosinone, una ciudad cercana a Roma. A finales
de julio, si Dios quiere, volveré a visitar el Monte Carmelo, guiando una
peregrinación a Tierra Santa.
Benedicto XVI ha escrito cosas
muy hermosas sobre el Carmelo y la
Virgen del Carmen: «El Carmelo, alto promontorio que se
yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene
en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más
célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo
IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos
idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en
la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los “Carmelitas”,
familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como
Teresa de Ávila, Juan de la
Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta
de la Cruz (en
el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano
la devoción a la
Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo
de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes
y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el
culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, “llegó
felizmente a la santa montaña” (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para
siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo
deseo hoy confiar todas las comunidades de la Orden Carmelitana.
Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la
oración».
1. El Monte Carmelo, situado en la Alta Galilea, es
una cadena montañosa de 26
Km. de largo, con forma triangular. Por el Sud-Este llega a tener 7 kilómetros de
ancho y una altura de 550
metros; mientras que por el Nor-Oeste
se estrecha en un promontorio de 170 metros de altura, que se adentra en el
Mar Mediterráneo como la proa de un barco, y que los musulmanes del lugar
llaman “anf el-jebej” (la
nariz de la montaña) y los judíos “ro’sh hakkarmel” (cabeza del Carmelo). En la parte oriental,
dominando la llanura de Esdrelón (también llamada
de Yezrael), se encuentra nuestro convento del Mu-Hra-Ka (lugar del sacrificio
de Elías). En la parte occidental, sobre el promontorio, dominando la bahía
de Haifa (la antigua ciudad de Porfirio) se encuentra nuestra casa madre, el
santuario Stella Maris, en honor de la Virgen del Carmen, que es
también casa de acogida para peregrinos. Muy cerca se encuentra también el
monasterio de las Carmelitas Descalzas. La montaña se halla perforada por
varios vallecillos, a modo de gargantas o cañones, por los que discurre hacia
el mar el agua de los torrentes que se forman cuando llueve. Estos valles son
llamados “wadis”. Para nosotros el más importante
es el “wadi ‘ain es-Siah” (o “Nahal Siah”), porque allí nació la Orden carmelitana. En la
ciudad de Haifa también tenemos un convento, que es al mismo tiempo escuela y
parroquia (la más antigua parroquia latina de Tierra Santa).
A pesar de encontrarse en un país semidesértico, el Monte Carmelo se
conserva verde todo el año. El rocío proveniente del mar se posa cada noche
sobre la montaña, refrescando los pinos, algarrobos, higueras, laureles,
romeros, retamas y rosales silvestres, que crecen abundantemente. Además, el
torrente Quijón y otras fuentes permiten el cultivo
de plantaciones de olivos, almendros, viñedos y campos de cereales a sus pies
(en la antigüedad, el valle de Esdrelón era llamado
“el granero de Galilea”, así como Castilla fue denominada “el granero del
Imperio”). Hoy la fauna se reduce a algunos felinos, roedores, reptiles, aves
e insectos; pero, en tiempos pasados, había abundantes conejos, jabalíes,
gamos, osos, lobos, e incluso panteras. La presencia de fuentes y la
posibilidad de alimentarse con los frutos de la tierra y la caza de animales,
ha favorecido el establecimiento de grupos humanos en el Carmelo desde
antiguo. La montaña contiene numerosas cuevas, algunas de ellas habitadas
desde el Paleolítico.
Tradicionalmente, se ha hecho derivar la palabra “Carmelo” del hebreo
“Karem El”, que significa “jardín de Dios” o “viña
de Dios”, aunque también se puede traducir sencillamente por “huerto” o
“vergel”. La Biblia
lo describe como un paraje hermoso y rico de frutos. Las traducciones de la Biblia al griego (los
LXX) y al latín (la Vulgata),
conservan la palabra “Carmelo” en los pasajes que hablan de un lugar verde y
ameno, aunque las ediciones contemporáneas traduzcan por jardín, huerta,
vergel… según el contexto.
2. Significado religioso del Monte. Al menos desde hace 3.000 años tenemos
documentada la presencia ininterrumpida en el
Carmelo de santuarios en honor de las divinidades cananeas y fenicias. El
filósofo sirio Yamblico (Iamblichus),
del siglo IV a. C., en su libro “vida de Pitágoras” explica que éste se
retiró a vivir en la soledad del Carmelo antes de su viaje a Egipto. También
escribió que el Monte Carmelo era «el más santo de todos los montes, por lo
que el acceso está prohibido a la mayoría». En el siglo III a. C. fue un
importante centro de culto en honor de Zeus (en el convento de Stella Maris se conserva un pie de mármol de esta época, exvoto
a “Zeus Carmelus Heliopolitanus”).
Vespasiano acudió al Carmelo a consultar el oráculo de la montaña (“Oraculum Carmeli Dei”) antes de
emprender su campaña contra los judíos. Los testimonios arqueológicos y
bibliográficos sobre la persistencia de cultos paganos en distintos lugares
de la montaña son muy numerosos.
Dada la presencia multisecular de estos centros de culto pagano, no es
extraño que el profeta Elías retara allí a los profetas de los falsos dioses
y eligiera el Carmelo para afirmar la divinidad de Yahvé, el único Dios
verdadero. Una vez que el Carmelo fue purificado por la presencia de Elías,
se convirtió en un punto de referencia para el judaísmo posterior, que veía
en él un reclamo perenne a la pureza de la fe y a la práctica sincera de las
cláusulas de la Alianza.
La relación entre Elías y el Carmelo es tan fuerte, que los
habitantes del lugar llaman a la montaña “Jebel Mar Elías” (montaña de San
Elías) y numerosos lugares conservan la referencia a Elías en su nombre
(“jardín de Elías”, “cueva de Elías”, “fuente de Elías”, “lugar del
sacrificio de Elías”, etc.). Incluso unas plantas que crecen en la zona son
llamadas “barbas de Elías” y unas piedras redondeadas y huecas, con cristales
de cuarzo en su interior (las “geodas”), bastante comunes en la zona, son
llamadas “melones de Elías” o “ciruelas de Elías”, dependiendo del tamaño.
La importancia religiosa de las gestas de Elías sobre el Carmelo, hizo
que el pueblo mirara con especial simpatía todo el monte y lo asoció a significados
nuevos, siempre positivos. A esto ayudó también la abundante flora y fauna.
En una tierra tan árida, se convirtió en símbolo de la hermosura y de la
fertilidad. Su belleza sirve para piropear a la esposa en el Cantar de los
Cantares: «Tu cabeza es como el Carmelo, ¡qué hermosa eres!» (Cant 7,6-7), e incluso para cantar la belleza de la Jerusalén futura, a la
que se dará la hermosura del Carmelo (Cf. Is
35,1ss).
Con el pasar del tiempo, el Carmelo se convirtió en el arquetipo de
toda la historia de la salvación: es la imagen del jardín que Dios plantó
para el hombre, al principio de los tiempos, cargado de todo tipo de frutos
apetitosos. Mientras Adán vive en comunión con Dios, puede habitar en el
jardín y comer sus frutos. Cuando rompe la comunión, es expulsado del jardín
y sus frutos le son vedados. Si el hombre obedece a Dios, el Carmelo florece
y le regala sus frutos. Por el contrario, si el hombre desobedece, el Carmelo
se seca y se transforma en desierto. Esto se ve perfectamente en un texto del
profeta Jeremías, en el que Dios llama a juicio a su pueblo, recordándole las
gestas de su amor: lo ha sacado de la esclavitud de Egipto y lo ha conducido
a través del desierto para introducirlo en “la tierra del Carmelo”,
concretización de las promesas hechas por medio de Moisés: «Os daré una
tierra buena, tierra de torrentes y de fuentes, que produce trigo y cebada,
viñas, higueras y ganados…» (Dt 8,7ss). Pero Israel
ha traicionado a Yahvé, adorando a los dioses falsos, aliándose a los pueblos
poderosos y actuando como ellos, abandonando la Alianza, profanando el
jardín de Dios (el Carmelo), que ya no puede ofrecer sus frutos al pueblo
traidor: «Yo os traje a la tierra del Carmelo (la versión griega traduce “al
Carmelo”, sin más) y os di a comer sus frutos y sus bienes, pero vosotros
profanasteis mi tierra y la habéis convertido en un lugar aborrecible» (Jr 2,7). Por eso, los profetas anuncian en numerosas
ocasiones la devastación del Carmelo como castigo por las infidelidades de
Israel, como llamada apremiante a volver al Señor: «Oíd cómo lloran
amargamente… La tierra está de luto, el Carmelo está pelado…» (Is 33,9); «Por las maldades de su corazón… el Carmelo se
ha convertido en un desierto» (Jr 4,26); «Ruge el
Señor desde Sión; los campos de pastoreo están desolados y reseca la cumbre
del Carmelo» (Am 1,2); «El Señor se venga de sus
enemigos… El Carmelo languidece» (Nah 1,4). Si el
hombre persiste en sus pecados y pone su confianza en sus propias fuerzas y
no en Dios, el Carmelo no puede ofrecerle sus frutos ni ser para él lugar de
descanso. La devastación del Carmelo es la mejor imagen para explicar las
graves consecuencias del pecado. Por el contrario, cuando el hombre se
arrepiente de sus faltas, Dios envía su lluvia fecunda sobre el Carmelo, que
vuelve a ser lugar de bendición y de promesa de plenitud para el creyente. El
Carmelo florecido es la mejor imagen para explicar la bendición de Dios.
Los profetas anuncian el reverdecer del Carmelo, o la transformación
del desierto en un gran “Carmelo” (vergel), como imagen del perdón de Dios y
de los tiempos mesiánicos: «Dentro de muy poco tiempo el Líbano se convertirá
en Carmelo y el Carmelo será un bosque, los sordos oirán, los ciegos verán,
los humildes se alegrarán con Yahvé y los pobres serán felices…» (Is 29,17). Este Carmelo transfigurado por el poder de
Dios, donde reinará la paz y la justicia, será el gran regalo de Dios a su
pueblo, que tiene que poner la confianza sólo en Él. Los dones de la Salvación definitiva y
del Espíritu Santo también van unidos al Carmelo: «El derecho habitará en la
soledad y la justicia en el Carmelo. La paz será obra de la justicia… Mi
pueblo descansará en la hermosura de la paz y de la confianza» (Is 32,16-18). Después de cumplir su condena, los
desterrados de Israel podrán regresar a una Sión renovada y embellecida con
la gloria del Carmelo: «Se alegrará el desierto y la tierra árida, la estepa
se regocijará y florecerá como un narciso, dará gritos de alegría, porque le
darán la gloria del Líbano y la hermosura del Carmelo y del Sarón; y verán la gloria del Señor, el esplendor de
nuestro Dios...» (Is 35,1ss). El regreso de la
esclavitud desde Babilonia a la Tierra Prometida se identifica con el regreso
al Carmelo, donde se disfrutará de sus frutos: «Haré volver a Israel a su
pradera y pacerá hasta saciarse en el Carmelo» (Jr
50,19). Así, en el Carmelo se reúnen las tradiciones sobre la Creación, la Alianza, el pecado del
pueblo, el Exilio, las promesas de los profetas… hasta la llegada del Mesías.
Un apócrifo del s. IV cuenta que María fue llevada en sueños hasta la gruta
del profeta Elías en el Carmelo. Desde allí vio el mar, la montaña, las
fértiles huertas… Al contemplar la belleza del lugar, se dijo: «Estoy en el
Paraíso». Entonces, el Ángel del Señor le dijo: «No estás en el Paraíso, pero
si quieres colaborar con Dios, ofreciéndole tu vida, la tierra entera se
convertirá en el Paraíso».
3. El escapulario de la
Virgen del Carmen. Desde el s. IV después de Cristo,
numerosos ermitaños de lengua griega y de rito bizantino se retiraron a vivir
en grutas y monasterios sobre el Monte Carmelo, siguiendo el ejemplo del
profeta Elías. En el s. XII, algunos caballeros europeos, que habían
participado en las cruzadas, se dan cuenta de que con las armas no se
construye el Reino de Dios y se establecen en el Carmelo, donde se consagran
a vivir en obsequio de Jesucristo, imitando a la Virgen María. No
sabemos cómo se produce la fusión entre griegos y latinos, pero muy pronto
encontramos que S. Alberto de Jerusalén escribe una regla de vida para los
ermitaños del Carmelo, que empezarán a llamarse «Hermanos de la Bienaventurada Virgen
María del Monte Carmelo».
Ante la presión musulmana, a lo largo del siglo XIII regresan a Europa
y se establecen en Malta, Inglaterra, Francia, España..., donde se
transforman en Orden Mendicante, al estilo de los Franciscanos y Dominicos,
que surgieron por aquellos años. Los conventos se multiplican y se comienzan
a escribir las páginas de una larga y gloriosa historia, llena de Santos, que
continúa hasta nuestros días.
Los inicios no fueron fáciles. El Concilio IV de Letrán había
prohibido en 1215 la creación de nuevas Órdenes Religiosas. Numerosos obispos
no aceptaban la presencia de los Carmelitas en sus diócesis, alegando que
eran una Orden nueva y desconocida. De nada servía que los Carmelitas les
recordaran sus orígenes antiguos en el Monte Carmelo y que su Regla había
sido promulgada por el Patriarca de Jerusalén. Las persecuciones se sucedían,
llegando al encarcelamiento de los religiosos. Muchos amigos de la Orden les sugerían que
buscaran la ayuda de algún señor feudal, según las costumbres de la época,
pero ellos se negaron, afirmando siempre que la única Señora a la que servían
y que había de defenderlos era la Virgen María.
Por entonces, la gente normal no disponía de mucho ropa. Sólo tenía
una túnica, que se protegía con una especie de bata o gran delantal durante
los trabajos. A esta prenda protectora se llamaba «escapulario», porque caía
desde las «escápulas» (los hombros). Los siervos de cada señor feudal
llevaban estos escapularios de un determinado color y tamaño, con lo que se
podían distinguir en las guerras, a la hora de pagar peajes por atravesar las
tierras del señor o participar en el mercado, etc. Como los Carmelitas se
negaron a tener ningún señor que les protegiera en la tierra, adoptaron el
hábito y el escapulario de color pardo, de la lana de oveja sin teñir, que es
el que llevaban los pobres y desheredados. Mientras tanto, insistían en que
María les protegería.
Un general de la Orden,
de origen inglés y de nombre Simón Stock, especialmente devoto de la Virgen, rezaba cada día
para que acabaran las persecuciones con la siguiente oración:
Flor del Carmelo,
Viña florida,
Esplendor del cielo,
Virgen singular.
¡Oh, Madre
amable!
Mujer sin mancilla
Protege siempre
A los Carmelitas
Estrella del mar.
Entonces sucedió el prodigio. Corría el año de 1251. La Virgen María vino a
su encuentro con el escapulario marrón en sus manos, el mismo que los
religiosos habían escogido, porque no querían señores feudales que les
protegieran, ya que sabían que la
Virgen era su Señora y protectora. Y la Virgen le dijo: «Éste
escapulario es el signo de mi protección. Quien muera con él no padecerá las
penas del infierno». Desde entonces cesaron las persecuciones y el
escapulario se convirtió en signo de consagración a María y de su protección
continua.
En estos 759 años de historia son innumerables los Fieles que han
llevado el Escapulario como signo de su amor a María. También son
numerosísimos los prodigios y conversiones que la Virgen Santísima
ha realizado entre los que llevan con fe y devoción esta prenda tan humilde.
Pío XII escribió: «La devoción al Escapulario ha hecho correr sobre el mundo
un río inmenso de gracias espirituales y temporales». Y Pablo VI: «Entre las
devociones y prácticas de amor a la Virgen María recomendadas por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de
los siglos, sobresalen el Rosario mariano y el uso del Escapulario del
Carmen». Juan Pablo II lo llevaba siempre consigo y lo recomendó en muchas
ocasiones.
Que las celebraciones en honor de la Virgen del Carmen renueven nuestro amor a María
y a su Divino Hijo, sabiendo que ellos nunca nos abandonan.
Aquí podéis escuchar una hermosa versión de la salve marinera,
interpretada por Diana Navarro, sin acompañamiento de música instrumental.
http://www.youtube.com/watch?v=53qKXTeQS18&feature=related
Aquí escucharéis algo sobre
el profeta Elías y una versión en español del Flos Carmeli.
http://www.youtube.com/watch?v=Si6gYA1DzqM
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