La Santísima Trinidad

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

 

El domingo pasado se celebró la fiesta de Pentecostés, que concluyó el tiempo pascual. El lunes comenzó el tiempo ordinario, que se extiende por todo lo que queda del presente año litúrgico, hasta que empiece uno nuevo el próximo Adviento. En estos días, la Iglesia celebra tres solemnidades que aún tienen que ver con la Pascua y que son sus últimas manifestaciones: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús. De ellas ha dicho Benedicto XVI: «Cada una de estas celebraciones subraya una perspectiva desde la que se abarca todo el misterio de la fe cristiana; es decir, respectivamente, la realidad de Dios uno y trino, el sacramento de la Eucaristía y el centro divino-humano de la Persona de Cristo. En verdad, son aspectos del único misterio de salvación, que en cierto sentido resumen todo el itinerario de la revelación de Jesús, desde la encarnación, la muerte y la resurrección hasta la ascensión y el don del Espíritu Santo»[1].

En la liturgia bizantina, el día de Pentecostés se celebra también la Santísima Trinidad, en una única fiesta, ya que es el Espíritu Santo quien ilumina a la Iglesia para que pueda comprender la verdad completa (cf. Jn 16,13). Cuando el Hijo nos envía al Espíritu santo desde el Padre, se revela claramente que Dios es donación, entrega amorosa, comunión. En Occidente, el monje irlandés Alcuino († 804) compuso un formulario de Misa votiva en honor de la Trinidad, que tuvo gran suceso en su época. El obispo Esteban de Lieja († 920) compuso el Oficio Divino. Los Papas del momento rechazaron una fiesta en honor de la Santísima Trinidad, porque decían que todos los domingos son la fiesta de la Trinidad. A pesar de su oposición, la fiesta terminó imponiéndose como conclusión de la antigua octava de Pentecostés. Finalmente, Juan XXII la aprobó para la Iglesia universal en 1334. Las actuales lecturas de la Misa presentan la progresiva revelación del misterio de Dios en la historia y las oraciones suponen una confesión orante de la gloriosa Trinidad. De gran belleza es el prefacio, que dice: «Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adoramos tres Personas distintas de única naturaleza e iguales en su dignidad».

Pueden parecer palabras complicadas y, a veces, lo único que pensamos de la Santísima Trinidad es que es un misterio incomprensible. Y, sin embargo, la revelación de Dios Trinidad es la mejor noticia para el ser humano, ya que nos dice que Dios no es un ser solitario, sino que es comunión de personas desde toda la eternidad: El Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre. El Espíritu Santo es el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Por eso, Dios creó a los seres humanos, para admitirlos a la comunión con Él. Por eso, el Padre envió a su Hijo al mundo y el Hijo envió al Espíritu desde el Padre, para que podamos vivir en comunión con Dios. Para que podamos vivir la vida de Dios para siempre. Ahora recibimos ese amor de una manera limitada, pero Dios ensanchará nuestro corazón, para que podamos recibir su amor sin medida y para que podamos amarle sin medida. ¿Nos damos cuenta de lo que significa esto? ¿Aún no tenemos prisa de que esto suceda ya en nuestras vidas?

Benedicto XVI ha destacado en varias ocasiones que, en este día, la liturgia nos invita a poner los ojos en «Dios mismo, Amor eterno e infinito […] El Hijo, nos ha dado a conocer al Padre que está en los cielos, y nos ha donado el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo […Hoy] contemplamos el misterio del amor de Dios»[2]. Esta fiesta depende íntimamente de la Pascua, en que se celebra la entrega de Cristo y el envío del Espíritu Santo como realización del proyecto del Padre. A su luz, «los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él no es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, como dice San Agustín: Amante, Amado y Amor»[3]. El Papa dice que la fiesta que más se centra en la contemplación y adoración de Dios es también una fiesta profundamente humanizadora, porque la revelación del misterio de Dios nos ayuda a comprender el misterio del hombre y la dignidad de cada ser humano: «Si Dios es unidad dialogal, ser en relación, la criatura humana, hecha a su imagen y semejanza, refleja esa constitución. Por tanto, está llamada a realizarse en el diálogo, en el coloquio, en el encuentro. Es un ser en relación»[4].

En estas fechas, San Juan de la Cruz, que estaba privado de comulgar en la cárcel de Toledo, compuso un precioso poema trinitario y eucarístico. En negrita pongo el poema y entre paréntesis algunas explicaciones mías.

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,aunque es de noche.  (Éste es el estribillo, en el que San Juan de la Cruz dice que conoce con certeza dónde brota la fuente del agua de la vida, de la paz y del amor, aunque no la ve, porque es de noche. Es decir, que en medio de la oscuridad de la vida, conoce por la fe la fuente que puede saciar su sed más profunda, su deseo de felicidad. No la conoce porque la ve con luz humana o la puede comprender racionalmente. La conoce en la oscuridad. Pero no hay que ver el agua para llevársela a la boca y quitarse la sed. La fuente es Dios mismo, que se comunica al hombre para darle vida)

  1. Aquella eterna fuente está escondida, qué bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche. (Es decir, el misterio de Dios está por encima de nuestras capacidades “escondido”, pero, por la fe, sabemos dónde brota, donde “mana”, incluso en medio de la oscuridad)

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen de ella tiene, aunque es de noche. (No tiene origen, no tiene principio, no ha sido creado, ya que es eterno. Por el contrario, es el principio, el origen de todo, el único Creador)

3. Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de ella, aunque es de noche. (Nada hay que pueda igualar la hermosura de Dios. Él es el origen, Creador de todo, pero es también el que mantiene todo en la existencia: todo bebe de Él –cielos y tierra–. Si nos dejara de su mano, dejaríamos de existir)

4. Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede vadealla, aunque es de noche. (No tiene suelo quiere decir que no se apoya en nada fuera de sí mismo y que no tiene fondo, que no tiene límites. Nadie puede vadearlo quiere decir que nadie puede ir a un lugar donde Él no esté, porque no tiene límites. En Él vivimos, nos movemos y existimos) 

5. Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche. (Incluso en medio de la oscuridad de la vida, sabemos que la luz verdadera viene de Dios. El conocimiento de la verdad, los movimientos para hacer el bien. Todo lo bueno, lo hermoso y lo verdadero viene de Él)

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes. que infiernos, cielos riegan y las gentes, aunque es de noche. (Nada ni nadie puede vivir fuera de Él. Ni los cielos, ni la tierra ni el infierno. Es algo misterioso, pero nada podría sobrevivir si Él no lo mantuviera en la existencia. Él respeta nuestra libertad y no nos destruye cuando lo rechazamos)

7. La corriente que nace de esta fuente bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque es de noche. (El Hijo es la corriente que brota de la fuente que es el Padre. El Hijo es igual de ilimitado –capaz– y poderoso –omnipotente–. De la misma naturaleza del Padre, divino con Él)

8. El corriente que de estas dos procede sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de noche. (El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y es igual a ellos en dignidad. Ninguno le precede en gloria o poder)

9. Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche. (Dios se hace presente en la Eucaristía. Allí está presente Cristo y, en Él, la Santísima Trinidad. Dios se hace presente en la Eucaristía para darnos su misma vida)

10. Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche. (Todos están invitados a alimentarse del pan de la vida. Allí saciamos nuestra verdadera hambre y sed –de vida eterna–. Pero en la oscuridad de la fe, porque, mientras vivimos en este mundo, no podemos ver a Dios cara a cara)

11. Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo, aunque es de noche. (La Eucaristía sacia nuestros deseos más profundos y es mucho más de lo que podemos pensar o desear)

Preciosa interpretación del poema, acompañada de bellas imágenes, en esta dirección:

   http://www.youtube.com/watch?v=9d10f3cvvC8

Otra preciosa interpretación, más juvenil, aunque el canto sólo empieza en el minuto 1,20: http://www.youtube.com/watch?v=Aj5uS-c12MA&feature=related

   Y aquí la interpretación de una soprano, acompañada al piano:

http://www.youtube.com/watch?v=N0yTa9r12uE

    P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.


[1] Ángelus, 07-06-2009.

[2] Ángelus, 22-05-2005.

[3] Ángelus, 11-06-2006.

[4] Homilía, 18-05-2008.

 

 

Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-con-jesus.org