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Isabel de la Trinidad

4.       TODAS SUS DECISIONES LE PARECÍAN VENIR DE DIOS MISMO

Autor Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


4.1   Victorias y derrotas

Escribe en Noche Oscura San Juan de la Cruz: “Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él fuere servido” (NO 5,3). Somos muchos que a veces caemos en esta tentación y lo hacemos por esa falta de mansedumbre espiritual. Isabel, como tantos, tiene sus ansiedades, pero ella entiende que a Dios hay que tenerle paciencia y está determinada a seguir el camino de la perfección a medida que Dios se lo vaya dando.

Isabel por ahora cada noche, para comprobar si verdaderamente adelanta en el camino de la perfección, anota en una libreta que es su Diario Espiritual: “Después de tres días he podido ayunar esta mañana hurtando la vigilancia de mamá. Mes siento feliz por ofrecer a mi Jesús esta pequeña mortificación. (Isabel hacia todos los años loe Ejercicios Espirituales que los Padres Jesuitas organizaban a finales de enero) Siguiendo el consejo que nos dio el Padre Chesnay en los Ejercicios Espirituales, anoto todas las noches en un cuadernito mis victorias y fracasos. Así podré constatar si avanzo realmente en el camino de la perfección.” (Lunes 6 de febrero 1899)

4.2   Quiere por esposo a su amado y no quiere abandonar ese camino

Isabel hace la prueba de ayunar a escondidas de su madre. Al cabo de tres días la vigilante señora de Catez lo notó y la reprendió con vehemencia. Una vez más, Isabel obedeció. Dios no quiere conducirla por el camino de las grandes mortificaciones de los santos. Así lo comienza a entender. Para Isabel, Dios es su amigo. Lo mismo sucederá durante toda su permanencia en el Carmelo. La silenciosa Trinidad espera de ella otro testimonio. Escribe Isabel en su Diario el 24 de febrero de 1899; “Como apenas puedo hacer mortificaciones, tengo que convencerme de que la mortificación física y corporal solo es un medio, aunque admirable, para lograr la mortificación interior y el olvido de mí misma. Oh, Jesús, mi vida, mi amor, mi Esposo, ayudadme. Necesito absolutamente conseguir esta norma de vida, hacer siempre, en todo, lo contrario de mi voluntad.”  (Viernes 24 de febrero, Obras Completas, página 17)

No obstante, Dios no podía tardar en recompensar con las caricias secretas de su gracia los constantes esfuerzos de Isabel Catez, ella en su corazón, quiere por esposo a su amado y no pretende abandonar ese camino. El ascetismo, la moderación y la oración austera, conduce a la mística y constituye su salvaguardia necesaria. Santa Teresa de Jesús decía: “Dice en la primera regla nuestra que oremos sin cesar. Con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más importante” y más adelante sentenciaba; “porque ya sabéis que para ser la oración verdadera se ha de ayudar con esto, que regalo y oración no se compadece.” (CP 4,3)

Todo esto es muy normal. La Llama Viva de amor supone la determinación para la Subida al Carmelo y saber de sus noches oscuras, caminar por las purificaciones activas y pasivas, esas que son capaces de hacer estremecer a los más resueltos en seguir por ese camino. También se echan demasiado al olvido los largos éxtasis contemplativos del autor de los Ejercicios Espirituales en su celda de Roma, en la que san Ignacio murmuraba arrobado: “O beata Trinitas.”(No 31). Pero lo que va quedando claro, es que al llegar a la cumbre del “monte alto” todos son transfigurados en Cristo, identificados con su bienaventuranza de Crucificado.

4.3   Combate Espiritual

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice……….el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. (Ap 2,11). Este es un mundo donde en forma permanente libramos un combate espiritual que decide nuestro destino eterno. ¡Que pocos lo entienden! Una de las tácticas del enemigo es mantenernos dormidos, distraídos con mil cosas para así vencernos. El combate espiritual contra sus defectos y el triunfo sobre su naturaleza llevaron a Isabel a las primeras manifestaciones de esas gracias místicas que debían transformar su vida, primero lentamente y por toques sucesivos, como paso a paso; pronto, a partir de su profesión, por un movimiento tranquilo y continuo; finalmente, en la última fase de los seis meses de enfermería, a grandes vuelos, muy alto muy alto, hacia las más altas cimas de la unión transformadora.

Isabel no tuvo conciencia de esas primeras caricias divinas (recibidas durante un retiro en enero de 1899) sino varios meses más tarde, con la lectura de obras de santa Teresa de Jesús. Isabel lee a la santa madre Teresa desde los diecinueve años de edad, siguiendo el ejemplo de su madre, gran admiradora de la santa, que copiaba párrafos de sus escritos para su personal.

Isabel hace una declaración en su Diario y es de capital importancia en la historia de su vida espiritual. Señala su entrada en la vida mística, después de un decidido combate espiritual que duraba desde hacía más de once años y que, a decir verdad, no cesará nunca. Escribe en su diario: “Estoy leyendo estos días el Camino de Perfección, de santa Teresa. Su lectura me interesa enormemente. Me hace mucho bien. Santa Teresa dice cosas admirables de la oración y la mortificación interior, de esa mortificación interior que deseo totalmente adquirir con la gracia de Dios.” Para lograr esta mortificación interior, Isabel comienza desde su primera comunión entre su carácter y un temperamento excesivamente violento. Sigue Isabel: “Como me es imposible hacer por ahora grandes penitencias, puedo al menos inmolar constantemente mi voluntad durante el día.”

“¡La oración! ¡Cuánto me agrada Santa Teresa cuando trata de ella al hablar de la contemplación!, de ese grado de oración en que Dios lo hace todo y nosotros no hacemos nada, en que une a El mismo tan íntimamente nuestra alma que ya no somos nosotros quienes vivimos. Es el que vive en nosotros.

He conocido en estas páginas los momentos de éxtasis sublimes que el Señor se ha dignado otorgarme tan frecuentemente durante los últimos Ejercicios Espirituales e incluso después de ellos. ¿Cómo podré agradecer tantos favores?”

¡Qué difícil y laboriosa resulta la oración mental ordinaria después de esos éxtasis, de esos arrobamientos sublimes en que el alma se olvida de todo y contempla solamente a su Dios! ¡Qué esfuerzos hay que realizar para recoger todas las potencias! ¡Qué difícil es esto y cuánto cuesta!” (Diario Espiritual 20 de febrero de 1899.)

Isabel nos revela con estas palabras los primeros toques de gracias propiamente místicas que recibió en el mundo. De  hecho, ella cree reconocer en estas descripciones teresianas de la vida místicas sus estados de alma vividos bajo el influjo de la gracia extraordinaria de Dios.

4.4   Dios elevaba ya a Isabel Catez a los estados superiores de oración 

Dios elevaba ya a Isabel Catez a los estados superiores de oración. Eso se manifestaba visiblemente en el momento de orar. Se la veía, en la iglesia de su parroquia, llegar lentamente por el pasadizo del medio, y arrodillarse en su sitio. La invadía un recogimiento profundo. Largo tiempo permanecía inmóvil, como enteramente llena de Dios. Su amiga más íntima quedó siempre sorprendida del contraste súbito que se obraba en Isabel en cuanto entraba en la iglesia para orar: “No era más la misma persona.” Desde hacía algún tiempo ella misma experimentaba en el fondo de su alma fenómenos extraños que no alcanzaba a definirse. Se sentía habitada; “cuando vea a mi confesor -se decía- le hablaré de esto.” (Recuerdos, p.66, nota 1, edición de 1935.)

Fue entonces cuando vio en el Carmelo a un religioso de la Orden de santo Domingo, cuyo encuentro debía dar a su vida interior una orientación decisiva. La Madre Germana de Jesús, Priora y Maestra de novicias de sor Isabel, autora de los “Recuerdos”, se ha dado cuenta. En efecto, justamente que “ese encuentro providencial”, así lo  recuerda por sus efectos de gracia, es como el que relata santa Teresa de Jesús. (Libro Vida 18 y quinta moradas de su Castillo del alma capítulo primero). Efectivamente, así cuenta también Teresa de Jesús que un gran teólogo de la Orden de santo Domingo (el Maestro Báñez, célebre profesor de la Universidad de Salamanca) al confirmar, desde el punto de vista doctrinal, lo que había ella experimentado de la presencia divina en ella en la oración, le proporcionó, en palabras de Teresa; “Dejóme con grandísimo consuelo y contento y con que tuviese la oración con seguridad y que no dudase de que era Dios; y de lo que tuviese alguna duda, y por más seguridad, de todo diese parte al confesor y con esto viviese segura.” (Vida 30,7)

4.5   El Padre está ahí, el Hijo está ahí, el Espíritu Santo está ahí.

Mientras Isabel preguntaba tímidamente al eminente religioso sobre el sentido de los movimientos de gracia que experimentaba desde hacía algún tiempo y que le daban la impresión de que estaba habitada, el Padre Vallée, con la evocadora pujanza de palabra que lo caracterizaba, le respondió: “Pero ciertamente, hija mía, el Padre está ahí, el Hijo está ahí, el Espíritu Santo está ahí.” Y le desarrolló como teólogo contemplativo, de qué manera, por medio de la gracia bautismal, llegamos a ser ese templo espiritual de que habla san Pablo; y cómo, al mismo tiempo que el Espíritu Santo, la Trinidad entera está allí con su virtud creadora y santificadora, estableciendo en nosotros su propia morada, viniendo a habitar en lo más secreto de nuestra alma para recibir en ella, en una atmósfera de fe y caridad, el culto interior de adoración y de oración que le es debido.

A Isabel esta exposición dogmática la embelesó. Ya que la gracia la impulsaba, podía pues, con toda seguridad, abandonarse a su inclinación interior y habitar en el más profundo centro de su alma. En el transcurso de esa conversación, la invadió un recogimiento irresistible. El Padre seguía hablando siempre. Pronto pudo percatarse de que Isabel no lo escuchaba ya. “Tenía prisa porque se callase”, decía ella más tarde a su priora. Sor Isabel de la Trinidad está entera en ese rasgo; ávida de silencio bajo la gracia recibida.

Por su parte, el Padre Vallée decía de esa hora decisiva: “La he visto alejarse como una ola apenas perceptible.” Isabel Catez era de esas almas que, habiendo hallado la luz divina, no se desvían más. A partir de ese día, todo se transforma y se ilumina; ella ha encontrado su camino. En adelante la Trinidad será su vida única a través de todo.

Escribe M.M. Philipon, O.P. (La Doctrina Espiritual de sor Isabel de la Trinidad), que desde el consentimiento definitivo de su madre a su vocación religiosa (26 de marzo de 1899), las visitas al Carmelo, interrumpidas durante ocho años, se habían reanudado. Fueron el sostén de Isabel Catez durante los dos últimos años que pasó en el siglo. Volvía a encontrar como Priora, a la Madre María de Jesús que, en la tarde del día de su primera Comunión, le había dado en el locutorio una estampa con este breve pensamiento para explicarle el sentido de su nombre: “En tu bendito nombre se encierra, todo un misterio que hoy se cumplió. Tu pecho, niña, es en esta tierra “Casa de Dios”, del Dios del amor. Isabel, es decir, Casa de Dios.”

4.6   Todas sus decisiones le parecían venir de Dios mismo

La Madre María de Jesús era un alma trinitaria. Su ardiente devoción a la Santísima Trinidad había brotado súbitamente de una gracia recibida a los 14 años, un día de procesión de las Rogaciones. Mientras la joven se unía a las primeras invocaciones al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, le fue interiormente revelada esa misteriosa pero muy real presencia de las Tres Personas divinas en el alma. “Desde entonces -decía más tarde- siempre he procurado recogerme en ese fondo en que Ellas moran.” Fundadora de Paray-le-Monial, puso su hermoso monasterio bajo el vocablo de la Santísima Trinidad cuya puerta es el Corazón de Jesús. Fue la Madre María de Jesús quien dio a Isabel Catez el nombre de sor Isabel de la Trinidad, ese nombre de gracia convertido en el programa total de su vida religiosa. Isabel iba con regularidad a ver a la Madre, como el pequeño número de postulantes extramuros que revolotean en torno a las rejas del Carmelo. La Madre María de Jesús la formaba en el espíritu carmelitano, y Sor Isabel, futura novicia, le daba cuenta de sus meditaciones. Privada en parte, de dirección firme y continua, Isabel iba muy contenta a pedir a la Madre consejos y avisos necesarios para el progreso de su vida espiritual. La consultaba antes de tomar resoluciones de retiro. Todas sus decisiones le parecían venir de Dios mismo y esos coloquios le hacían mucho bien.

4.7   El Carmelo de Dijón.

Se sabe que la Venerable Madre Ana de Jesús, compañera y colaboradora de santa Teresa en la reforma del Carmelo en España, fue a Francia y pudo allí establecer el primer monasterio de París, en el barrio de Santiago, el 18 de octubre de 1604. Desde el año siguiente, en 1605, la Madre Ana de Jesús fundaba el Carmelo de Dijón que tuvo la gloria de recibir los primeros votos ofrecidos a Dios bajo la reforma establecida en Francia. Siempre lo animó el más puro espíritu de santa Teresa, hasta el momento en que las carmelitas fueron expulsadas de su monasterio por la gran revolución. Restaurado en 1854 por la Rvda. Madre María de la Trinidad, el Carmelo de Dijón recobró con ella el espíritu y las tradiciones del Carmelo de Francia. Éstas fueron mantenidas con fidelidad por las dos prioras que vinieron después: la Rvda. Madre María del Corazón de Jesús y la Rvda. Madre María de Jesús, futura fundadora del Carmelo de Paray-le-Monial.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes y Bibliografía

-        LA DOCTRINA ESPIRITUAL DE SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, M.M. PHILIPON, O.P.

-        OBRAS COMPLETAS, EDITORIAL MONTECARMELO


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