https://parroquiaicm.files.wordpress.com/2011/11/santa-isabel.jpg

Isabel de la Trinidad

5.      DIOS ENCAMINA LENTAMENTE LAS ALMAS HACIA LO ALTO DEL MONTE

Autor Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


5.1   “La Trinidad está allí.”

Santa Teresa de Jesús, al enseñar los grados de oración, nos aconseja tener un buen maestro. Dice ella; “Ha menester aviso (es necesario avisar), el que comienza para mirar en lo que aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin entenderla ni dejarla a sí misma entender; porque, como sabe que es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que le manda.” Y luego añade; “Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener experiencia quien les enseñaba, que me hacían lástima, y alguna que no sabía ya qué hacer de sí; porque, no entendiendo el espíritu, afligen alma y cuerpo y estorban el aprovechamiento.” (V 13,14) Isabel cayo en buenas manos, la Madre Germana de Jesús, fue priora de 1901 a 1906, es decir durante toda la permanencia de sor Isabel de la Trinidad en el Carmelo. A intervalos regulares, durante veinte años el Carmelo de Dijón gozó de la gracia de tenerla todavía como priora. La Madre Germana de Jesús fue una gran figura carmelitana. Alma de paz y de oración, de gran celo por la exacta observancia, fue verdaderamente la priora providencial que debía proporcionar a sor Isabel de la Trinidad el marco de vida regular en el que su alma de contemplativa podría desarrollarse libremente en una atmósfera de silencio y de recogimiento. Con toda verdad la sierva de Dios, muy consciente y agradecidísima de esta influencia maternal recibida, podía escribir en un papel íntimo encontrado después de su muerte (cuyo sobre llevaba estas palabras significativas: “secretos para nuestra reverenda Madre”): “Llevo vuestro sello.” Desde su primera alocución en la sala capitular, en presencia de toda la comunidad -y de sor Isabel de la Trinidad- la nueva priora trazaba así el programa espiritual de su gobierno: “Guardar con toda la perfección posible, en el espíritu enteramente apostólico de nuestra santa Madre, esta regla y estas constituciones que ella nos ha legado después de haberlas observado con tan gran perfección.”

Tal fue el marco de perfecta vida religiosa en el que sor Isabel de la Trinidad pudo realizar tan rápidamente su ideal de carmelita

Se ha escrito por los conocedores de la vida de Isabel, que cuando la condujeron a su celda de carmelita, se la oyó murmurar: “La Trinidad está allí.” Y desde el primer ejercicio de comunidad, en el comedor, pudo verse a la joven, una vez terminada su frugal comida, juntar las manos modestamente bajo la esclavina, luego, con los párpados bajos, entrar en un profundo movimiento de oración. La hermana encargada del servicio, que la observaba, se dijo: “Es demasiado hermoso para que dure.” Se equivocaba: el Carmelo de Dijón poseía una santa

5.2   Su estado de alma en el umbral de su vida religiosa.

El formulario llenado por sor Isabel de la Trinidad, en forma recreativa, ocho días después de su entrada en el Carmelo, nos revela su estado de alma en el umbral de su vida religiosa.

En él aparecen ya fuertemente señalados los rasgos más característicos de su fisonomía espiritual: su ideal de santidad: Vivir de amor para morir de amor, su apasionado culto de la voluntad divina, su predilección por el silencio, su devoción al alma de Cristo, la consigna de toda su vida interior: Sepultarse en lo más profundo del alma para encontrar en ella a Dios. Nada queda olvidado, ni siquiera su defecto dominante: la sensibilidad. Sólo falta el trabajo de desposeimiento, que será obra de las purificaciones pasivas del Noviciado, y la gracia suprema que transformará su vida dándole el sentido de su vocación definitiva: ser una alabanza de gloria a la Trinidad.

Le preguntan ¿Cuál es su ideal de la santidad? Y responde vivir de amor.  Le preguntan cuál es el medio más rápido para llegar a ella. Y responde que hacerse pequeñita, entregarse para siempre. 

Sobre algunas preferencias le preguntan cuál es su santo preferido y responde que el  discípulo amado que descansó sobre el corazón de su Maestro. Le preguntan qué punto de la Regla prefiere y responde que es el silencio.

Y así va declarando en el cuestionario, que el rasgo dominante de su  carácter es la sensibilidad, que su virtud predilecta es la pureza. (Bienaventurados los corazones puros porque verán a Dios), que el defecto que más le inspira es el egoísmo en general.

Isabel, ya en su juventud tiene las ideas muy claras, como una gran madurez en su fe. Sus respuestas no dejan de impresionarme, porque a la misma edad que ella responde ese formulario, hoy no encontramos jovencitas con esa claridad de lo que busca en su fe, por eso me parecen extraordinarias sus repuesta. Le preguntan que dé una definición de la oración y responde: “La unión con Aquél que Es”, que libro prefiere y dice; “El alma de Cristo; Ella me entrega todos los secretos del Padre que está en los cielos.”

Le preguntan si tiene  grandes deseos del cielo y declara; “Siento a veces su nostalgia, pero, excepto la visión, lo poseo en lo más íntimo de mi alma.”

Isabel, iluminada por la fe, mira la muerte con ojos muy distintos de los del mundo. Me parece que ella sabe lo que nos espera una vez transpuesto el umbral de la muerte, puede ésta llegar a hacerse deseable. El mismo San Pablo, enamorado del Señor, se queja "del cuerpo de pecado" pidiendo ser liberado ya de él. "Para mí la vida es Cristo y la muerte ganancia" (Fip.1:21). Le preguntan qué disposiciones quisiera tener en la hora de la muerte y responde; “Quisiera morir amando y caer así en los brazos del que amo.” Y también le preguntan si le agradaría una cierta clase de martirio y responde; “Me gustan todos, sobre todo el del amor.”

Por desgracia somos tan carnales, tan terrenales, que nos aferramos a esta vida, eso es normal, porque después de todo, es lo único que conocemos, lo único que hemos experimentado. Todos los afanes del hombre están motivados para acomodarnos en la tierra lo mejor que podamos. Sin embargo le preguntan a Isabel qué nombre quisierais tener en el cielo y ella responde; “Voluntad de Dios” luego le consultan cuál es su divisa y responde; “Dios en mí y yo en Él.”

5.3   Su ideal de Carmelita

Según su gracia propia, vive por lo más profundo su ideal de Carmelita. Va directamente a lo esencial: la soledad, la vida de oración continua, la consumación en el amor. Una carmelita, es un alma que ha mirado al Crucificado, como pide Teresa de Jesús; “no os pido más de que le miréis”. (C 26,3) Ella que lo ha visto ofreciéndose como víctima a su Padre por las almas, y recogiéndose bajo esta gran visión de la caridad de Cristo, ha comprendido la pasión de amor de su alma y ha querido, darse como Él.

En lo alto del monte, montaña del Carmelo, en el silencio, en la soledad, en una oración que no acaba nunca pues se continúa a través de todo, la Carmelita vive ya como en el cielo: “De Dios sólo”. El mismo que constituirá un día su felicidad y la saciará en la Gloria, se da ya a ella. No la abandona nunca, permanece en su alma; más aún: Los dos son sólo Uno. Por eso está ella hambrienta de silencio, a fin de escuchar siempre, de penetrar siempre más en su Ser infinito. Está identificada con el que ama. Lo encuentra en todas partes; a través de todas las cosas lo ve resplandecer y así también declara; “Esta es la vida del Carmelo: Vivir en Él. Entonces, todas las inmolaciones, todos los sacrificios quedan divinizados. El alma descubre, a través de todas las cosas, a aquel a quien ama y todo lo que lleva a Él. Se trata de un diálogo cordial ininterrumpido con El. De este modo ya tu puedes ser carmelita de espíritu.” (Carta a la señorita Germana de Gémeaux, 14 de septiembre de 1902, Obras Completas, pagina 375.)

El punto de la Regla que ella prefiere es el silencio; y, desde los primeros días, está encantada de la divisa familiar a las antiguas madres: “sola con el Solo.”

5.4   Dios encamina lentamente las almas hacia lo alto del monte

He tenido la fortuna de hablar con mucha sinceridad con muchas monjas carmelitas, tengo mucha admiración por muchas de ellas, su amor a Cristo, las hace muy sensibles. Y como sucede, algo muy especial, las primeras etapas de vida religiosa, son muy sensitivas. Es así como también las de Sor Isabel fueron identificadas por una ola de consuelos sensibles. Dios encamina lentamente las almas hacia lo alto del monte. Las conduce al Calvario por el Tabor.

Se sabe que Isabel iba  continuamente a visitar a su Priora, para decirle; “No puedo sobrellevar este peso de gracias.”. A ella, en cuanto llegaba al coro y arrodillada, la invadía un recogimiento profundo, irresistible. Su alma parecía como inmovilizada en Dios. Pasaba silenciosa y recogida por los claustros y nada podía distraerla de su Cristo. Lo encontraba en todas partes. Un día una hermana la vio mientras barría, tan embargada por la presencia divina, que no sé animó a acercarse a ella. Fuera de las horas de recreo, en las que Sor Isabel se mostraba alegre y espontánea de una gracia encantadora, hablando con cada una de sus hermanas de lo que sabía que podía agradarle, todo su exterior revelaba un alma de la que Dios se había apoderado. Este recogimiento de las potencias, como absortas en Dios, le ocasionaba, aún en el momento del oficio, olvidos involuntarios de los que se acusaba con sincera humildad. La gracia la conducía visiblemente.

De esta forma Isabel va pasando los meses del postulantado, es un tiempo de espera. Me conto una monja carmelita al preguntarle si se le ha hecho largo su período de vida en el Monasterio y me dijo que el más largo y ansioso de su llegada, fue el del postulado y el día de la toma de hábito, creyó que su corazón no iba a resistir de tanta emoción. Así llego el 8 de diciembre, fecha que tuvo lugar la ceremonia de la toma de hábito de Isabel, en la que el Padre Vallée fue a predicar. Entregada a la alegría del don total a su Maestro, sor Isabel en ese día perdió conciencia de lo que pasaba a su alrededor, abandonada a Cristo que la había arrebatado. Por la noche, cuando se encontró en su celdita, sola con su Cristo, su alma estaba llena de júbilo. De su corazón subió hacia Dios un cántico de acción de gracias. Para toda una vida de amor estaba por fin “sola con el Solo.”

5.5   “No se viene al Carmelo para soñar con las estrellas. Id a Él por la fe”

San Juan de la Cruz dice que; “Pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos adelante.” (N, Capitulo 2)

En sus primeros meses, a Isabel  la gracia divina la había colmado. Con todo, le faltaba saborear largamente su nada, sentirse miserable y capaz de todo, llegar a ser así más comprensiva de la fragilidad de sus hermanas. Teresa de Jesús nos enseña; “pues mientras estamos en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad”, (Castillo Interior 2,9). Durante un largo año iba Dios a abandonarla a sí misma, a sus impotencias, a sus desfallecimientos, a sus vacilaciones sobre su propio porvenir, aun sobre su vocación. Será preciso entonces que a la víspera de su profesión vaya un sacerdote a tranquilizarla y dictar la voluntad de Dios sobre su alma desamparada.

La facilidad en la oración desapareció, como diría Teresa de Jesús; “un alma en toda la tribulación y alboroto interior que queda dicho y oscuridad del entendimiento y sequedad” (6M 3,5). No más vuelos; tenía que sentir que su alma se arrastraba. Su naturaleza de artista permanecía inerte, su sensibilidad moría. Cuántas veces la pobre novicia volvía hacia su Madre Maestra, exponiendo fielmente sus impotencias, sus luchas, sus tentaciones, el martirio de su sensibilidad que pasaba por las terribles noches descritas por el santo padre Juan de la Cruz. Así fue como para ayudar al perfeccionamiento de la obra divina, la Madre Germana de Jesús la conducía con bondad y firmeza. Desde la entrada de sor Isabel al Carmelo, se había dado cuenta de su excesiva sensibilidad. Le agradaba a la joven postulante pasearse en la azotea por la noche, durante el gran silencio; la vista del firmamento le daba el contacto de Dios. Se dice que un día la novicia oyó estas palabras: “No se viene al Carmelo para soñar con las estrellas. Id a Él por la fe.” La Madre Germana para probarla, no despreciaba una sola ocasión de reprenderla por las más pequeñas debilidades, los más pequeños olvidos, pero la disciplinaba con ternura. Entonces sor Isabel de la Trinidad besaba humildemente el suelo y se iba.

5.6   Isabel, camina en la verdad, que es humildad

A medida que voy leyendo la vida de Isabel, me va quedando claro porque es una mujer santa. Escribe en su Diario Espiritual “Vayamos al portal de Belén y allí, ante el Dios que se ha hecho tan pequeño, aprendamos una gran lección de humildad.” Dice el Señor: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11, 29). “Si no sois semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 18, 3). “El que se ensalza será humillado; el que se abaja será exaltado” (Mt. 23, 12). Y al respecto Isabel reflexiona; “Estas son las palabras de Jesús. La puerta del cielo está escondida, es muy baja, muy pequeña. Sólo las almas humildes pueden pasar por ella. La humildad es la fuente de las gracias. A quien se cree vil, despreciable, Dios lo llena de gracias. La humildad ofrece la seguridad de que nuestras oraciones serán escuchadas. Ante el alma que ora humildemente Jesús abre su Corazón y deja salir de él todos sus dones, sus gracias, sus bendiciones. Recordad la oración del publicano. Ser humilde es ser muy amado de Jesús. A los orgullosos no los puede ni ver. Podemos comprender esto considerando la antipatía que nos inspiran las almas altaneras y satisfechas de sí mismas. El mundo no las puede soportar. Dios tampoco las puede amar...Entonces humillarse en todas las cosas, humillarse viendo sus faltas, y en lugar de enfadarse consigo mismo, reconocer su debilidad y su nada.”

Muchas veces tenemos una cierta idea errónea de concebir la humildad, pareciera que es algo como que nos rebaja, sin embargo no hay nada más arriba o elevado que estar con Dios con una actitud humilde y despojado de todo, porque ante la luz que él pone en nosotros, nos deja absolutamente desnudos pero al mismo tiempo cubiertos con su gran misericordia. Me parece, que cuando nos encontramos ante Dios, no podemos dejar de ser humildes. Así como nos enseña Teresa de Jesús, “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsome delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en Verdad” (6M 10,7). “Y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad” (V 40,3).

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes y Bibliografía

-        LA DOCTRINA ESPIRITUAL DE SOR ISABEL DE LA TRINIDAD, M.M. PHILIPON, O.P.

-        OBRAS COMPLETAS, EDITORIAL MONTECARMELO


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net