DOMINGO DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO y NOVENA
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo C)
Contenido
DOMINGO DEL
SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 14,18-20: Melquisedec ofreció
pan y vino.
La
primera lectura, nos sitúa en la invasión de la región de Canaan
y el rescate que hace Abraham, de su sobrino Lot. De regreso pasa por Salém
(Jerusalén) y se encuentra con su rey y sacerdote Melquisedec, sacerdote del
Dios Altísimo. El autor sagrado, quiere resaltar la figura de Abraham, como
guerrero, compromiso con su familia, su generosidad a la hora de repartir el
botín. Esos bienes, no son un don de los cananeos, sino una bendición especial
de Dios. Pero lo más importante, es situar a Abraham en Jerusalén, el lugar
santo por excelencia, donde se venera a Yahvé. Es el deseo de mirar hacia
atrás, proyección de la teología davídica, donde Abraham recibió hospitalidad y
la bendición del rey sacerdote Melquisedec. Jerusalén, será capital de Israel
con David, de ahí su interés, en estos hechos precedentes. El gesto amistoso de
Melquisedec, ofrecer pan y vino, es un gesto, de hospitalidad a quien vuelve de
la batalla, Abraham y sus hombres. Abraham, como reconocimiento paga el diezmo,
con lo cual reconoce el sacerdocio de Melquisedec. Si bien esta figura es
prácticamente es desconocida el NT la recuerda por sus gestos muy
significativos (cfr. Sal.110; Heb.7, 1-17), y fundamento teológico del
sacerdocio de Cristo Jesús.
b.- 1Cor. 11,23-26: Cada vez que
coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
Pablo,
exhorta a la comunidad de Corinto, con una catequesis sobre la Cena del Señor.
ÉL había recibido una tradición que venía del Señor, y que ahora él les
comunica. No es que él la hubiera recibido del Señor, sino que va a comunicar
la catequesis que él había recibido seguramente en la comunidad de Damasco,
luego de su conversión. Esta catequesis, hace hincapié en la muerte de Cristo
en forma cruenta, es decir, romper el pan, la entrega de su cuerpo; lo mismo el
cáliz de la nueva alianza, en su Sangre (vv. 24-25). Jesús pide a los apóstoles
que ese gesto, lo repitan en memoria suya (cfr. Lc. 22,19-20); este gesto es un
claro recuerdo de la celebración de la Pascua, celebrada de generación en
generación, como memorial de su muerte y resurrección. Era toda una fiesta para
Yahvé (cfr. Ex. 12, 14). En el ritual judío de la cena pascual, había una
oración a Yahvé: que se acordara del Mesías. La petición de Jesús de hacer esto
en memoria suya, tiene su eco en este mandato a los apóstoles. La pascua judía,
recordaba la liberación del yugo egipcio, por lo mismo, la pascua cristiana,
habla de una liberación humana integral, de todas las esclavitudes a la que
está sometida la humanidad. El bautizado está incorporado a la muerte y
resurrección de Cristo, vida nueva, sin embargo, hasta que el Señor venga la
resurrección, es promesa para todo bautizado. El Sacrificio Eucarístico, es un
adelanto de esa vida nueva que tendremos en la eternidad.
c.- Lc. 9, 11-17: Comieron todos y se
saciaron.
La
multiplicación de los panes, es uno de los milagros más importantes de Jesús.
Toda una revelación de su parte en hechos y palabras, les abre a los hombres el
camino del reino de Dios y una vida nueva. La apocalíptica judía tradicional,
hablaba de la participación en el banquete en el reino de Dios, ya sea Isaías
que habla de banquete suculento en vinos y manjares exquisitos, dichoso el que
coma en el reino, se habla en una parábola, o Jesús, que come la cena hasta su
cumplimiento definitivo en el reino (cfr. Is. 25,7; Lc. 14,15; 22, 16). Es
nuevamente en el desierto, de noche, en despoblado, donde Dios renueva los
prodigios de la historia de su pueblo; en medio de ellos se encuentra Dios, en la
persona de Jesús comunicando su misterio: enseña, sana, ofrece alimento. Seguir
a Jesús, es para dejarlo todo, incluso la comida, las seguridades; convertido
en discípulo, Jesús que conoce sus necesidades, las satisface. Les dio de
comer, es decir, el banquete del reino había comenzado. El signo de los panes,
habla de una revelación escatológica: en Jesús, Dios Padre está presente, es
Aquel que también, ofrece alimento al pueblo. El poder de los apóstoles es
comunicado por Cristo, no pudieron alimentar al pueblo ellos, sólo con el pan
que Jesús les da pueden hacerlo. En un contexto de comunidad eclesial, el
milagro es anticipo, y signo de la Eucaristía: Jesús pronuncia la bendición
sobre el pan, lo parte, y lo ofrece a los hombres. De ahí que cenar juntos en
tensión escatológica, es el signo de fraternidad, memoria, sacrificio y
presencia del Resucitado en su Iglesia. Este banquete abundante de bienes nos
lleva a compartir con el prójimo para superar las injusticias; todos están
invitados a este él puesto que los bienes del reino son de todos. El hambre y
la injusticia nos hablan de una sociedad que no escucha a Jesús, porque en esa
misma sociedad, existe la abundancia de bienes, pero que no son compartidos. La
celebración de la Eucaristía, es la participación de todos los cristianos para
aprender a compartir el pan de la Palabra y el Pan de vida, principalmente, y
los bienes materiales con el necesitado. En este día muchos pueblos y ciudades,
hacen la procesión con el Santísimo Sacramento, por calles y plazas, que su
paso derribe los ídolos que esclavizan al hombre de nuestra sociedad, y a los
que se pongan en su camino les comunique vida nueva, fe y esperanza, salud del
alma y del cuerpo y un deseo ferviente de volver a la casa del Padre y sentarse
a la mesa de los hijos. ¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de todos sea amado!
Teresa
de Jesús tuvo a Jesús como compañero de vida y de caminos en sus fundaciones de
frailes y monjas, por la ancha geografía española del s. XVI. “Hele
aquí…compañero nuestro en el Santísimo Sacramento que no parece fue en su mano
apartarse un momento de nosotros” (Vida 22,6).
Lecturas bíblicas
a.- Tb. 1,3; 2,1-8: Tobías temía más a
Dios que al rey.
b.- Mc. 12,1-12: Parábola de los
viñadores homicidas.
Esta
parábola, es una expresión del amor entrañable del Padre por su pueblo. Amor
que se preocupa por la viña, para que produzca sus frutos. Pero además, expresa
la actitud de los administradores, a cuyo cuidado dejó la viña el dueño, ellos
la quieren para sí, arrebatándosela al Hijo. Matarán a todos los enviados que
vinieren a buscar la paga, el fruto. El Hijo del dueño de la viña también, es
enviado, pero los viñadores se dijeron: “Pero aquellos labradores dijeron entre
sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.
"Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el
dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a
otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que
los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido” (vv. 7-10).
Este último pasaje es una referencia al rechazo que sufre Jesús de parte de los
judíos, pero también éstos se sienten identificados con los malos
administradores de la viña, por lo que deciden matarlo. La lección, que trae a
nuestra vida, es saber administrar la salvación, que aunque sabemos es don
gratuito de Dios, también es responsabilidad de quien acepta vivir esta
historia de amor con Dios. Saber trabajarla, consistirá en ver cómo esos
criterios y actitudes de Cristo, los puedo asumir de acuerdo a las necesidades
y urgencias que percibo a la luz de su misterio. No es fácil, acertar ciento
por ciento, por la falta de conocimiento personal de nosotros mismos, falta de
comunión con Dios y el prójimo. Muy centrados en nosotros mismos, no valoramos
cuánto ha hecho el Señor por nosotros y los frutos que le debemos. La misma
responsabilidad deberíamos tener con la Iglesia, Sacramento de salvación
universal. Si viviéramos nuestro
compromiso a nivel personal y eclesial, la comunidad sería espacio abierto para
todos los que de verdad quieran trabajar en la viña del Señor, y fructificar
según la voluntad del Padre. Deberíamos sentirnos afortunados de trabajar en la
viña del Señor, que es la Iglesia, porque contribuimos en la evangelización del
mundo, y nos hacemos más responsables de cuanto nos ama Dios Trinidad.
Santa
Teresa de Jesús, amante de la Iglesia de Jesucristo, procura hacer lo posible,
vivir los consejos evangélicos con toda perfección, para mantener el alto el
ideal de la vida consagrada. “En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de
Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en
crecimiento esta desventurada secta. Dime gran
fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le
suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil
vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y
como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en
el ser servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos
enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso
poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la
perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen
lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien
por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en
mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo
contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son
defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden,
ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a
los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz
estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza.” (CV 1,2).
Lecturas bíblicas
a.- Tb. 2,9-14: Tobías ciego.
b.- Mc. 12,13-17: El tributo al César.
El
relato evangélico nos presenta a fariseos y herodianos juntos, frente a Jesús,
para consultarle acerca del tributo, que como ciudadanos debían pagar al César;
esto no podía ser sino una trampa o una pregunta capciosa. Si decía que sí,
debía pagarlo, se convertía en idólatra, porque el emperador romano, era
considerado una divinidad, además lo podían acusar de colaborador con el poder
imperial. Si su respuesta era negativa, lo podían acusar de ser un rebelde,
soliviantar al pueblo a la rebelión, y no cumplir la ley establecida por el
poder pagano. Sin embargo, hay que hacer notar que si bien, la pregunta iba
torcida, los fariseos tenían un buen concepto del Maestro de Nazaret: lo
consideran veraz y que enseña el camino de Dios (v.14). ¿Lo creían de verdad, o
habían oído hablar así de Él? No lo sabemos, pero al menos, conocemos lo que se
decía de ÉL, en esos ambientes partidistas. Si sorprende la forma en que estos
fariseos y herodianos se presentan a Jesús, más admirable, es la respuesta que
les brinda a su interrogante: “Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les
dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo
vea.» Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta
imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: «Lo
del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de
él.” (vv. 15-17). Hoy no resulta fácil equilibrar esta doble pertenencia a la
sociedad y a Dios, porque puestos a pensar un poco, pareciera que le damos más
al César, que a Dios, vivimos más para el consumismo, las cosas materiales, que
para las realidades de la fe. Lo más sano será vivir la fe, no como un deber,
sino como una respuesta integradora de la realidad, que nos toca vivir día a
día, donde tratamos de encontrar al Señor, para darle una visión de creyente a
eso que hacemos diariamente: estar con la familia, trabajar, estudiar, etc.
Para dar a Dios, tenemos que ser conscientes, de cuánto hemos recibido, hasta
percibir sus dádivas día a día. Es la respuesta a la inmensa bondad de Dios, la
mirada de fe, y trascendencia comprometida con todo lo que hemos recibido. Amor
con amor se paga. Como cristianos, vivimos en una sociedad que nos reconoce
como ciudadanos, que tienen derechos y deberes, que cumplir para sí entendernos
y vivir en forma más civilizada y justa posible. Lo contrario sería un caos.
Ahora el cristiano, desde su vida
dedicada a Dios, contempla, porque tiene una mirada propia de la
realidad, que quiere transformar desde dentro con su testimonio. Su vida de
familia, su vida profesional, lo que haga por el prójimo, será su modo como
cristiano de darle a Dios y a la sociedad lo que corresponde. Hay, sin embargo,
muchos que viven su relación con la sociedad no desde Dios, sino desde sí
mismos, y dan a la sociedad mucho más de lo que es posible ofrecerle, ya que
sin tener una opinión propia, viven al dictado de los criterios de la sociedad.
Ahí hay vaciedad, y un sin sentido, por
la propia existencia, y la de los demás. Hoy más que nunca se necesita tener
claro lo que debemos a Dios y a la sociedad: santificarse como padres, esposos
y profesionales cristianos. Ser cristiano hoy significa ser luz y sal, testigo
y profeta, poseer un sentido, un norte para la propia existencia, y la de
nuestros hermanos, en la sociedad que construimos.
Santa
Teresa de Jesús, vivió la experiencia de vivir para Dios, pero sujeta por las
vanidades del mundo. “¡Oh, válgame Dios, si hubiera de decir las ocasiones que
en estos años Dios me quitaba, y cómo me tornaba yo a meter en ellas, y de los
peligros de perder del todo el crédito que me libró! Yo a hacer obras para
descubrir la que era, y el Señor encubrir los males y descubrir alguna pequeña
virtud, si tenía, y hacerla grande en los ojos de todos, de manera que siempre
me tenían en mucho. Porque aunque
algunas veces se traslucían mis vanidades, como veían otras cosas que les
parecían buenas, no lo creían. Y era que había ya visto el Sabedor de todas las
cosas que era menester así, para que en las que después he hablado de su
servicio me diesen algún crédito, y miraba su soberana largueza, no los grandes
pecados, sino los deseos que muchas veces tenía de servirle y la pena por no
tener fortaleza en mí para ponerlo por obra. ¡Oh Señor de mi alma! ¡Cómo podré
encarecer las mercedes que en estos años me hicisteis! ¡Y cómo en el tiempo que
yo más os ofendía, en breve me disponíais con un grandísimo arrepentimiento
para que gustase de vuestros regalos y mercedes! A la verdad, tomabais, Rey
mío, el más delicado y penoso castigo por medio que para mí podía ser, como
quien bien entendía lo que me había de ser más penoso. Con regalos grandes castigábais mis delitos.” (V 7,18-19).
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 3, 1-11.16-17: La desgracia
de Sara
b.- Mc. 12, 18-27: Resurrección de los
muertos
Los
saduceos, otro partido religioso, además de los fariseos, negaban la
resurrección, cosa que sí afirmaban los fariseos, por lo tanto, cercanos a
Jesucristo en ese tema. El caso que le ponen, se basa en la ley del levirato
(cfr. Dt. 25, 5; Gn. 38, 8), según la cual la viuda, debía unirse al hermano
del difunto fallecido, para que le diera descendencia. En esta hipótesis, siete
hermanos tuvieron a la misma mujer, en la vida eterna, cuando resuciten: ¿de
quién será mujer, si todos los hermanos la tuvieron por esposa? (v.23) Jesús
establece, que en la vida eterna, hombres y mujeres, serán como ángeles, es
decir, espíritus celestiales. Para confirmar su tesis sobre la resurrección,
cita a Ex. 3, 6: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, el Dios de Jacob. No es
un Dios de muertos sino de vivos” (v. 26). Lo más importante de este pasaje, es
la noticia que en la vida eterna, seremos como ángeles, espíritus celestiales
que alaban a Dios y contemplan su Rostro, por toda la eternidad. Es un anuncio
de su propia resurrección. En una buena noticia, sobre todo cuando nos
preguntamos, cómo será esa vida eterna, a la cual estamos llamados por nuestra
vocación a la santidad. La vida eterna, es la meta de nuestro caminar, por eso,
es tan importante preparar esa vida con la escucha de la palabra de Dios, la
vida sacramental, particularmente la reconciliación y la Eucaristía, uno nos
purifica y renueva, sacramentos que nos comunican la vida del Resucitado a
nuestro espíritu. Es verdad, que la vida nos sumerge en medio de las
preocupaciones propias de nuestra sociedad, pero no olvidemos que todo este
mundo pasa, lo único verdadero, es la vida teologal, la fe, la esperanza y la
caridad. Una fe que siendo luminosa también nos oculta, hasta la vida eterna,
la plenitud de su contenido, una esperanza que nos asegura los bienes que ya
poseemos en esperanza teologal (cfr. Rm.5,1-5), y una caridad que busca la posesión de Dios y
la unión definitiva en conocimiento y amor eterno.
Santa
Teresa de Jesús, exclama: “Dadnos, Dios mío, Vos a entender qué es lo que se da
a los que pelean varonilmente en este sueño de esta miserable vida.
Alcanzadnos, oh ánimas amadoras, a entender el gozo que os da ver la eternidad
de vuestros gozos, y cómo es cosa tan deleitosa ver cierto que no se han de
acabar. ¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!, que bien lo sabemos y
creemos; sino que con la costumbre tan grande de no considerar estas verdades,
son tan extrañas ya de las almas, que ni las conocen ni las quieren conocer.
¡Oh, oh, oh, qué poco fiamos de Vos, Señor! ¡Cuántas mayores riquezas y tesoros
fiasteis Vos de nosotros, pues treinta y tres años de grandes trabajos, y
después muerte tan intolerable y lastimosa, nos disteis y a vuestro Hijo, y
tantos años antes de nuestro nacimiento! Y aun sabiendo que no os lo habíamos
de pagar, no quisisteis dejarnos de fiar tan inestimable tesoro, porque no
quedase por Vos, lo que nosotros granjeando con El podemos ganar con Vos, Padre
piadoso. ¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y
comprar heredad tan deleitosa y permaneciente con este precioso precio!,
decidnos: ¿cómo granjeabais con él bien tan sin fin? Ayudadnos, pues estáis tan
cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de sed.” (Excl.13,1ss).
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 6, 10-11; 7, 1. 9-17; 8,
4-10: Os ha traído Dios a mi casa que mi hija se case contigo.
b.- Mc. 12, 28-34: El mandamiento
principal.
La
discusión que le presenta el fariseo a Jesús, no era nueva, sino antigua entre
las diversas interpretaciones, que daban las escuelas rabínicas de Jerusalén.
La respuesta de Jesús, es la que todo buen judío debía dar, primero porque
conocía la doctrina, y segundo, porque la vivía profundamente (vv. 29-31; cfr.
Dt. 6,5; Lv. 19,18). Lo que hace Jesús, es equiparar ambos mandamientos, lo que
equivale decir, que amar a Dios es tan importante, como amar al prójimo. Es
más, sería difícil cumplir uno, sin cumplir el otro. La respuesta agradó tanto
al maestro de la ley, que dijo: “Muy bien, Maestro; tienes razón al decir
que Él es único y que no hay otro fuera
de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo:
«No estás lejos del Reino de Dios.» (v. 32-34). El
maestro comprendió, que lo que él intuía era verdad, amar a Dios vale tanto
como amar al prójimo. La tarea nuestra será, no sólo conocer la doctrina acerca
de estos mandamientos y cumplirlos, sino comprender que no puedo conformarme
con amar a Dios, sin amar al prójimo, porque de lo contrario nos engañamos a
nosotros mismos (cfr. 1Jn.4,20-21). Ambos preceptos, o
se cumplen juntos, o no se cumplen, por lo tanto, será labor nuestra revisar en
la oración personal, y en el examen de conciencia, si realmente amamos al
prójimo que es lo más concreto, con lo que podemos comprobar diariamente la
calidad de nuestro amor. En la oración ciertamente debemos pedir con constancia
al Espíritu Santo (Rm.5,5), que colme de amor divino
nuestro corazón, como lo ha hecho con los místicos, para que podamos
corresponder, a modo humano, al querer de Dios manifestado en Cristo Jesús. Hoy
son tantas las necesidades, como las
formas de ayudar a esa variedad de prójimos, que existen en nuestra sociedad
que no hacerlo sería una manifestación del olvido, fruto del egoísmo, que
hacemos de esta dimensión del mandamiento que converge en el necesitado. La
Iglesia siempre ha mantenido en mucha estima el servicio a los pobres y
menesterosos de todo tipo, porque
hombres y mujeres han dedicado su vida a servir al prójimo. Hoy podemos
invertir parte de nuestro tiempo en servir, como Jesús, al hermano y así
cumplir ambos mandamientos para hacer la voluntad de Dios en nuestra vida.
Santa
Teresa de Jesús, nos exhorta a guardar estos dos mandamientos cimiento de toda
perfección cristiana. “Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es
amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos
mandamientos, seremos más perfectas. Toda nuestra Regla y Constituciones no
sirven de otra cosa sino de medios para guardar esto con más perfección. Dejémonos
de celos indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí.”
(1M 2,17).
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 11, 5-18: Dios devuelve la
vista a Tobit, padre de Tobías.
b.- Mc. 12, 35-37: El Mesías, hijo y Señor de David.
Si
bien Jesús acepta las preguntas capciosas de los fariseos y saduceos, es ahora
ÉL, el que pregunta a los escribas del templo: “¿Cómo dicen los escribas que el
Cristo es hijo de David? David mismo
dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi
diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. El mismo David le
llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?» (vv. 35-37). Los fariseos
enseñaban que el Mesías sería hijo de David, basados en la promesa de Dios de
darle un dinastía eterna (cfr. 2Sam.7, 8). El mismo David decía que Yahvé, dijo
al Mesías: “siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies”
(Sal. 110, 1). Si David, lo llama Señor,
¿cómo puede ser hijo suyo? La respuesta es que siendo en lo humano descendiente
de David, su origen divino, lo hace superior a David. La clave está en la
resurrección de Jesús (cfr. Hch.2, 29-35). El uso litúrgico del Sal.110, hizo
comprender a los cristianos que Jesús podía ser hijo de David e hijo de Dios.
Críticamente les dice a los escribas, que si no son capaces de resolver una
disputa de la Escritura, mucho menos, podrán juzgar la identidad del Mesías,
puesto que no reconocen en ese Salmo, un texto mesiánico. A Jesús le interesa develar la imagen del
Mesías, despojarla del excesivo sentido político, con que lo esperaban las
autoridades y pueblo judío. La profecía de Natán, después del destierro
babilónico, despertó la esperanza del Mesías que restablecería el reino de
David. Jesús, escuchó muchas veces ser identificado, como el hijo de David,
aclamaciones que venían del pueblo, aunque más bien, se identificó con el “Hijo
del hombre” más acorde con el Siervo sufriente de Isaías. La mentalidad judía,
no comprendía un Mesías sufriente, sino más bien triunfante en lo político,
social y espiritual. Habrá que esperar hasta la resurrección, para comprender
esta realidad de la que el AT, ya había anunciado. Será la comunidad cristiana,
que a la luz de la experiencia pascual comprenderán el sentido de las antiguas
profecías, la espera mesiánica y el itinerario para verlas cumplidas en Cristo
Jesús. El Hijo de David, cambió toda su gloria divina, por el servicio y la
cruz para ser Señor y Cristo, para siempre (cfr. Flp. 2, 6ss). Si los
cristianos debieron comprender este itinerario del Hijo de David, de optar por
la kénosis para adquirir la gloria eterna, también
nosotros debemos hacerlo meditando el misterio de Jesucristo en su pasión, que
como enseña San Pablo, en Él están todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento (cfr. Col. 2, 2-3).
Santa
Teresa de Ávila, nos invita a considerar
la vida de Cristo como contenido fecunda de toda vida de oración. “Llamo yo
meditación a discurrir mucho con el entendimiento de esta manera: comenzamos a
pensar en la merced que no hizo Dios en darnos a su único Hijo, y no paramos
allí, sino vamos adelante a los misterios de toda su gloriosa vida; o
comenzamos en la oración del Huerto y no para el entendimiento hasta que está
puesto en la cruz; o tomamos un paso de la Pasión, digamos como el prendimiento,
y andamos en este misterio, considerando por menudo las cosas que hay que
pensar en él y que sentir, así de la traición de Judas, como de la huida de los
apóstoles y todo lo demás; y es admirable y muy meritoria oración.” (6M 7,10).
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 12,1.5-15.20: Yo soy Rafael,
uno de los siete ángeles.
b.- Mc. 12,38-44: Guardaos de la
levadura de los letrados.
Dos
textos, uno se refiere a los letrados y cómo hay que cuidarse de sus
actitudes (vv.38-39) y el otro trata del
óbolo de la viuda (vv.41-44). Las palabras de Cristo, son una advertencia, de
cómo esas actitudes son para aparentar piedad y santidad externa, que no
corresponde a las intenciones del corazón. El castigo será más severo con
ellos, por su hipocresía religiosa. El verdadero israelita, debe serlo desde lo
interior, como también, el cristiano. Si no nacen de una verdadera religión,
siempre cabe la posibilidad de caer en la hipocresía. Con frecuencia, Jesús
condena la hipocresía religiosa del tipo que sea, porque lleva al engaño, con
lo más sagrado, como es la religión referida a Dios y a los hombres. Si hay
algo que se necesita hoy, y siempre, es la autenticidad, tanto del que cree, como del que no tiene
religión, pero sigue su conciencia moral. La verdadera religión, nace del
espíritu y de la verdad. El espíritu humano, es morada de Dios y de la verdad,
revelada por Dios en Cristo a los hombres. La verdadera religión, es en
espíritu y en verdad (cfr. Jn. 4,23), como enseñó Jesús a la samaritana. Así
como Moisés dio al pueblo los Mandamientos, Jesús dio las Bienaventuranzas
(cfr. Mt. 5, 4-11; Lc. 6, 20-23), como su propia ley para el cristiano. No se
anulan los mandamientos, pero en la nueva economía de la salvación, se
perfecciona la voluntad divina para nosotros. Es el Espíritu Santo, el que
interioriza la voluntad divina, y por lo mismo, hace que el hombre, pueda
efectivamente y afectivamente, hacer la voluntad de Dios. La viuda del templo,
es la imagen de la mujer nueva del evangelio de la gracia, confianza y oración,
se unen en ella, la generosidad de quien entrega, más que una moneda, entrega
la propia vida a Dios y los hombres. Es de
alabar la mirada de Jesús, con esta viuda pobre, su capacidad de dejarse
admirar por la sencillo, lo simple, como observar el obrar de las personas
menos significativas para los grandes, o que se consideran tales. Ve cómo echa
más que nadie, frente a los ricos que echaban mucho dinero en el cepillo del
templo. La viuda echó unas monedas, dos
cuartos, una minucia si se quiere, pero Jesús lo considera mucho, porque dio lo
que tenía para vivir, mientras que los otros daban de lo que les sobraba. Ambos
textos, apuestan por la interioridad,
como fuente donde Dios se revela y el hombre le busca le puede encontrar.
Fuente de donde brotan las actitudes de cara a Dios y a los hombres. Sin
olvidar que también ahí nacen las actitudes más nobles, y también, nuestras
debilidades, que siempre habrá que vencer a fuerza de bien. Quien vive con
trasparencia su fe, es un aporte para la comunidad eclesial, para su familia,
para su profesión, etc. Quien actúa así, o mejora o retrocede, porque en el
fondo, la hipocresía se percibe con sospecha y por lo mismo, hombre o mujer no
confiable. La verdad nos hace libres, enseña Jesús, porque esa verdad es el
mismo Cristo y su mensaje de salvación.
Santa
Teresa de Jesús, mirarle a ÉL es la consigna de una cristiana que sabe lo que
enseña porque lo vivido. Dejarse mirar por ÉL,
colma de amor el propio corazón. “No os pido ahora que penséis en El ni
que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones
con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os
quita volver los ojos del alma, aunque sea de presto si no podéis más, a este
Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos
de vosotras. Haos sufrido mil cosas feas y abominaciones contra Él y no ha
bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de estas
cosas exteriores, le miréis algunas veces a Él? Mirad que no está aguardando
otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos. Como le quisiereis, le hallaréis.Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no
quedará por diligencia suya.” (CV 26,3)