CUARTA SEMANA DE CUARESMA
(Ciclo C)
DOMINGO
Lecturas bíblicas
a.- Jos.
4,19; 5,10-12: El pueblo de Dios celebra la Pascua al entrar en la tierra
prometida.
La
historia de la salvación está hecha de promesas de parte de Yahvé que acompañan
a la humanidad hacia nuevos horizontes y nuevas metas. Al comienzo estaba sólo
Abraham, luego hubo pueblo; en Egipto las tribus se convirtieron en pueblo
numeroso; más tarde en el Sinaí, hubo Ley y finalmente con la entrada en
Canaán, hay tierra. Pero la historia de la salvación no se detiene con la
conquista de esta tierra. Si bien esta entrada es muy importante, el autor
sagrado subraya la celebración, con el rito de la circuncisión y la celebración
de la Pascua, antes del ingreso en la nueva tierra. El no haber sido
circuncidados los israelitas era considerado como si continuaran siendo
paganos, en estado de esclavitud, como en Egipto. La circuncisión hacía miembro
del pueblo de Israel con todos los privilegios que ello llevaba consigo, como
por ejemplo, participar en la celebración de la Pascua. Esta celebración en Guilgal adquiere importancia por el significado que tiene
el ingreso del pueblo en la tierra prometida, más que la celebración de los
ritos de la circuncisión y la pascua (cfr. Ex.12-13). Ha terminado la travesía
del desierto y el maná del cielo, ahora la tierra de Canaán, asegura el
alimento necesario. Comienza la vida sedentaria del pueblo y el tiempo del reposo
de Israel, todo un nuevo estilo de vida y relaciones con los demás naciones que
les rodean. Estas fiestas celebradas en Guilgal, son las primicias de la nueva etapa que se abre en
la historia de la salvación. Son como la consagración de la nueva tierra: Dios
ha tomado posesión de ella y ha fijado su morada santificándola: en el
santuario de Guilgal. Esta entrada en la tierra
prometida, es presagio y símbolo de la patria definitiva, fruto de la acción
del Mesías que vendrá a redimir a su pueblo.
b.- 2Cor. 5, 17-21: Dios nos ha
reconciliado en Cristo.
San
Pablo, nos invita a la reconciliación con Dios, por medio de Jesucristo, que
murió por todos. Su muerte es vida para nosotros, porque adquiere su muerte
sentido en la Resurrección de Cristo. Desde ahora, el hombre se le admira, no
desde su vida carnal o mortal, sino desde su destino de hombre Resucitado; lo
mismo Jesucristo, su sacrificio tiene sentido, como vencedor de la muerte (cfr.
1Cor. 15, 14). La mística cristiana es donde lo nuevo, adquiere importancia, si
el hombre está en Cristo, es criatura nueva, de ahí que la muerte de Cristo se
considere una reconciliación entre Dios y el pecador. La reconciliación viene a
significar el reconocimiento del daño hecho, causa de la separación, pero
además, la creación de una situación totalmente nueva, donde la persona va más
allá de sus propias aspiraciones humanas. Dios en Cristo, lo ha transformado
todo. La Cruz, es señal de una luz
nueva, que marca el final del pasado, y el comienzo de lo nuevo. El ministerio
de la reconciliación, de la que los apóstoles son embajadores de Dios, exige
una situación nueva en la propia existencia; la reconciliación, se opone al
tradicionalismo, es decir, intento de fijar la historia, aquí se trata, de
crear la novedad en la propia vida desde esta luz nueva, que nace de la Cruz y
la Resurrección de Cristo.
c.- Lc. 15, 1-3. 11-32: Este hermano
tuyo estaba muerto y ha revivido.
Cada
vez que meditamos esta parábola del padre que perdona a uno y exhorta al otro, uno prodigo y otro
justo, sacamos nuevas conclusiones que nos ayudan en la vida. El protagonismo
lo tiene el padre, que le permite marcharse al menor´, sin hacerle preguntas,
ni pedirle razones válidas para ello. Luego de malgastar su vida en una vida de
pecado y pasarlo mal, regresa con hambre, pero arrepentido, el padre sale en su
búsqueda, lo abraza, los besa, se conmueve, y tampoco le reprocha ni pregunta
razones de su regreso. Evidencia que retorna, comprueba que lo ha pasado mal,
le ofrece su amor de padre y su casa, en definitiva le devuelve su dignidad de
hijo. Esta imagen del padre, quiere reflejar el amor y la fuerza del perdón de
Dios, su forma de proceder con el pecador. A los justos y santos de Israel,
escribas y fariseos, les desconcierta, que el padre perdone al pecador con tan
largueza y más aún, festeje su regreso. La reacción del hijo mayor, habla a las
claras de su falta de amor a Dios y su prójimo, a pesar de haber cumplido en
todo lo mandado por la Ley. La imagen del padre, es reflejo del modo de actuar
de Dios con el pecador, al que ofrece su gracia y amor que reconcilia y salva;
es precisamente al perdido al que busca Dios para convertirle en hijo suyo en
Cristo. En Jesucristo, el Padre, nos da el perdón por medio de su misterio
pascual, a todos los hombres, especialmente al pecador. Los justos, si lo son
de verdad, es porque aman a su prójimo, pero si son, como el de la parábola,
sirven a Dios como esclavos, no son hijos, no tienen hermanos, porque no tienen
a Dios como Padre. Precisamente lo primero que nos enseña Jesús es a reconocer
a Dios como su Padre.
Santa
Teresa de Jesús… Esta es una de esas
confesiones de Teresa de Jesús donde descubre cuantas gracias le concede Dios
para su salvación. “No soléis Vos hacer, Señor, semejantes grandezas y mercedes
a un alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabéis, Dios mío, que de toda
voluntad y corazón os lo suplico y he suplicado algunas veces, y tengo por bien
de perder el mayor bien que se posee en la tierra, porque las hagáis Vos a
quien con este bien más aproveche, porque crezca vuestra gloria. Estas otras
cosas me ha acaecido decir muchas veces. Veía después mi necedad y poca
humildad, porque bien sabe el Señor lo que conviene, y que no había fuerza en
mi alma para salvarse, si Su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.”
(Vida 18,4-5).
LUNES
Lecturas bíblicas
a.- Is. 65, 17-21: Voy a crear un
cielo nuevo y una tierra nuevos.
La
lectura está tomada del tercer Isaías, o post-exílico,
y nos habla de una nueva creación. Tema preferido de los profetas de la
restauración de Israel y de la literatura apocalíptica. La acción de Yahvé, es
vista por el profeta, como una verdadera transformación o metamorfosis: unos
cielos nuevos y una tierra nueva, lo que hoy, se podría denominar, un nuevo
orden de valores para contrarrestar los antivalores que vemos en nuestra
sociedad. Recurso común en la visión profética, es unir el destino del hombre
con la creación entera, usa ese lenguaje para hablar del destino de los
salvados, que vuelven del exilio. Cuando se dé un perfecto equilibrio entre
naturaleza y acción del hombre, desaparecerá el desorden reinante, el pecado y
todas sus consecuencias. Será una creación nueva, que por cierto, muchos
desean, pero no saben cómo canalizar, cuando se
inaugure el triunfo de Cristo, cuando todo le sea sometido, triunfo que
comienza en la Cruz. Las otras imágenes
reflejan la vida nueva, anhelos de un pueblo que tiene que reiniciar una vida,
donde poder gozar de los hogares, que
edifiquen y disfruten de las viñas, que ellos han de plantar. Es el lenguaje
muy humano y real orientado a los tiempos mesiánicos; Dios nos habla en
nuestras propias categorías mentales y de comprensión, como son las imágenes y
con sabor poético. Puerta para que las palabras y mensajes, nos permitan entrar
en la dicha que Dios tiene reservada a sus fieles que confían en ÉL.
b.- Jn. 4,43-54: Curación de un hijo
de un funcionario real.
Este
evangelio sitúa a Jesús y su actividad en Galilea. Nos presenta un resumen de
su actividad en Nazaret, su verdadera patria, donde declaró que ningún profeta
tiene estima entre sus vecinos. Luego tenemos el milagro del hijo de un
funcionario al que Jesús devuelve la salud. Este relato tiene muchas semejanzas
con el del centurión de Cafarnaún (v.46; cfr. Mt. 8,
5-13; Lc. 7, 1-10). Un padre, funcionario real pide baje a su hogar a sanar a
su hijo que está por morir. En la mentalidad judía, la enfermedad, era
mensajera de la muerte, recuperar la salud, era una real redención del reino de
la muerte. La súplica del funcionario, consiste en creer que Jesús posee un
poder dador de vida, como sólo Dios
puede tener; sólo Dios, puede superar a la muerte. La respuesta de Jesús,
que ni no ven señales, no creen (v. 48),
es un crítica al afán por estos signos, pero
puede ser una puerta abierta a la
fe. El padre lo invita a ir a su casa a sanar a su hijo, Jesús responde con
solemnidad y sencillez: “Vete, tu hijo vive” (v. 50), y los criados cuando va de camino le informan
a su señor, que efectivamente el hijo vive. En la teología de Juan, Jesús, es
por sobre todo, Vida para el hombre; ésta es la señal y el símbolo de toda esta
narración. Jesús sana con su palabra, palabra de Dios, viva y vivificadora
(v.53). Al hombre sólo le corresponde creer en la palabra de Jesús; la acoge,
la obedece, y esa vida queda tocada por el don del Espíritu Santo. Este es un
signo hecho por Jesús a distancia, ya que cuando van de camino, los criados
confirman las palabras de Jesús llenas de poder: “Tu hijo vive” (v. 51). La
confirmación cronológica es todo un acierto, la hora séptima, en que Jesús
pronunció las palabras, es otro dato, que no deja duda alguna al respecto (v.
52). El padre quedó tan conmovido que da el paso luminoso hacia la fe, él y
toda su familia creyó en Jesús (v. 53). Con este último dato nos enseña como
estos signos, el segundo que realiza Jesús (v.54), tenían ese carácter pedagógico de propagar la
fe en el Enviado y Revelador de Dios Padre a su pueblo.
Cuando
Santa Teresa de Jesús, habla de la oración de unión, describe la actitud de quién descubre las
grandezas que Dios tiene reservada para quienes se abandona con fe a la acción
sanadora de la salvación que Jesús trae consigo al hombre. “¡Oh Jesús mío!,
¡qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando Vos por
vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce la
multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el
deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los
ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se hace devota
de la Reina del cielo, para que os aplaque; aquí invoca a los Santos, que
cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el parecer
que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa;
el acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que
Dios en ello puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para
nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espántase de esto. ¿Y quién, Señor de mi alma, no se ha de
espantar de misericordia tan grande y merced tan crecida, a traición tan fea y
abominable?; que no sé cómo no se me parte el corazón cuando esto escribo,
porque soy ruin” (Vida 19,5).
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 40,1-3; 47, 1- 9.12: La fuente
del templo.
La
primera lectura posee un sabor profético pero al mismo tiempo escatológico de
la gloria de Yahvé en medio de la tierra, más concretamente en el templo, de
donde brota un caudal torrentoso de agua saludable. Es una clara alusión a una
nueva vida, y a los ríos que regaban el paraíso terrenal. Ezequiel usa la
imagen del río de Dios, antes había usado la del espíritu (cfr. Ez. 37, 14),
aguas vivificantes, que brotan del templo, como eje centrar de la toda la vida
de Israel. Este torrente caudaloso baja por el lado derecho del templo se une
al Cedrón y va regando los campos hasta llegar al Mar muerto que convertirá sus
aguas en dulces para favorecer la vida en ellas. Hasta donde llegue la
corriente habrá vida (v. 9) queriendo destacar el contraste muerte vida, estepa
y fertilidad, etc. La visión termina con el anuncio de una prosperidad nunca
antes contemplada: “A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda
clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán
todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos
servirán de alimento, y sus hojas de medicina.» (v. 12). En los tiempos
escatológicos la presencia de Yahvé será una bendición creadora y vivificante.
El agua seguirá siendo signo de vida en el NT, Jesucristo, fuente de agua viva
que salta hasta la vida eterna, como le
dirá a la samaritana (cfr. Jn. 4,14; Ap. 22, 1-2) y en la liturgia bautismal.
b.- Jn. 5, 1-3. 5-18: El enfermo de la
piscina de Siloé.
Juan
nos presenta el tercer de los signos de Jesús: la curación de un paralítico en
la piscina de Betesda.
Jesús sube a Jerusalén con sus discípulos, en ambiente de fiesta, posiblemente
la Pascua. El signo, Juan lo coloca cerca de la puerta de las ovejas, en la
piscina llamada Betzatá, muchas personas esperaban
ser sanadas por esas aguas. Ahí estaba un hombre, que hacía tiempo llevaba
enfermo, esperando un milagro;
posiblemente era tullido, ya que no lograba llegar hasta la fuente, cuando se
movía el agua, otros se le adelantaban. La iniciativa parte de Jesús: “¿Quieres
recobrar la salud?” (v. 6). Apela a su voluntad de querer ser sanado:
“Levántate, toma tu camilla, y anda” (v. 8). El signo se realiza con la
colaboración del enfermo, pero sobre todo por la fuerza y el poder de la
palabra de Jesús. El hombre una vez sano, toma su camilla y se va. Los judíos
reclaman que era sábado y el tomar la camilla constituía un trabajo, en un día
de descanso como ese (cfr. Mc. 2, 28). El hombre, ahora sano, se siente libre
de la ley, Jesús le ha ordenado volver a casa. Mientras los judíos preguntan
quién le ha dado esa orden, en el templo Jesús se dirige al hombre beneficiado
con el signo y le da una última recomendación: “Mira, has recobrado la salud;
no peques más, para que no te suceda algo peor” (v. 14). La intención de Jesús,
apunta a la salvación de Dios, lo único importante de no descuidar. El mismo
beneficiado, con el signo de Jesús comunica a los judíos Quién lo ha sanado, la
reacción no se deja esperar: hay que perseguir a Jesús porque hace estas cosas
en sábado y llama a Dios su Padre, igualándose a ÉL como si fuera Dios. La obra
de Jesús es la obra del Padre (v. 17-18). También hoy Jesús nos pregunta si
queremos ser sanados, de todas nuestras enfermedades del cuerpo y del alma.
Recorramos el camino del agua del bautismo, que nos dio nueva vida, la
filiación divina y la fraternidad eclesial. Revisemos nuestras opciones
bautismales en esta Cuaresma y sigamos subiendo hacia Jerusalén, hacia la
Pascua.
Santa
Teresa habla de quienes han escogido ingresar al castillo interior, es decir
dentro de sí, por medio de la oración. Muchas necesitan que Jesús la levante.
“Pues no hablemos con estas almas tullidas
que si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten, como al que
había treinta años que estaba en la piscina (Jn 5,5), tienen harta mala ventura
y gran peligro , sino con otras almas que, en fin, entran en el castillo;
porque, aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos y alguna
vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a Nuestro Señor y consideran
quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos de mil
negocios, el pensamiento casi de ordinario en esto, porque están tan asidos a
ellos que como a donde está su tesoro se va allá el corazón, pone por sí
algunas veces de desocuparse y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no
va bien para atinar la puerta. En fin, entran en las primeras piezas de las
bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas que ni le dejan ver la hermosura
del castillo, ni sosegar. Harto hacen en haber entrado.” (1 Moradas 1,8).
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Is. 49, 8-15: El amor de una
madre.
La
primera lectura nos narra el regreso del pueblo judío terminado el exilio
babilónico y en aumento el poder persa. Por una parte, está la visión teológica
de los profetas, como Ezequiel y el segundo Isaías, y por otra la realidad de
los judíos que aunque en el exilio, poseen bienes materiales bien trabajados,
con altos cargos políticos, con propiedades, que deberían dejar si vuelven a
Palestina, un país pobre y abandonado. Deben estos profetas elevar la esperanza
de los judíos, si quieren que regresen, de ahí que el tema central sea la
protección divina, inspiración profética que describe el regreso donde hasta la
naturaleza colabora con ellos. Dios será el Pastor que los guía a buenos pastos
y manantiales de aguas frescas y puras. Se volverán a repartir la tierra, como
en los tiempos de Josué, los presos recobrarán la libertad y verán la luz los
que vivían en mazmorras. El profeta canta la bondad de Dios que como una madre
cuida a su hijo: “¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en
gritos de alegría, pues Yahveh ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido. Pero dice
Sión: «Yahveh me ha abandonado, el Señor
me ha olvidado.» ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse
del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.” (vv. 13-15). No hay otra
expresión de un amor tan entrañable como esta en el AT, donde Dios, se presenta
como una madre amorosa y tierna para con sus hijos.
b.- Jn. 5, 17-30: El Hijo da vida a
los que quiere.
El
evangelista Juan nos presenta el discurso de Jesús con motivo de la curación
del paralítico en sábado. Las primeras afirmaciones de Jesús, nos habla de la unidad entre el Padre
y el Hijo, de donde deriva todo lo demás (vv. 10-20). Su obrar, nace de la
voluntad de Dios, de ahí que su misma autoridad nazca de esa unidad con Dios.
Autoridad y obras son el fruto de esa comunión. En Cristo Jesús, Dios está obrando esos prodigios, esos
signos, con los cuales reconoce, que le muestra lo que debe realizar a favor de
los hombres. La razón que da Jesús para ese proceder del Padre, es porque ama
al Hijo (v. 20). El signo de devolverle
al paralítico, la salud y comenzar a andar, es símbolo del nuevo éxodo de
Israel llevado a cabo por el Hijo, haciendo de él una nueva creación: lo
Resucitará. De esa íntima comunión, en el mundo Jesús representa al Padre, por
eso la devoción y el respeto que se le debe. Es el Hijo quien nos muestra el
Rostro del Padre, ya que nadie lo ha visto jamás, en cuyo ser está la vida
verdadera y la comunica a quien quiere; potestad confiada al Hijo por el Padre
y sólo a ÉL (v. 21). Quien ya posee la filiación divina, posee también la vida
eterna, luego de su muerte, a la llamada de Cristo, resucitará, y ese no
conocerá Juicio alguno. Es una doble forma de vivir una misma escatología, como
comunicación con Cristo y el Padre, en esta vida y su manifestación plena, en
el último día. En la teología de Juan, la vida eterna se vive desde el momento
en que se escucha la palabra de Jesús y se cree en el Padre, se libra así del
Juicio y de la condenación eterna. Sin Jesús el hombre conoce las tinieblas, la
esclavitud y la muerte eterna. La vida de Dios se expresa en las palabras y
obras de Jesús, si se creen en el ÉL, se posee la vida eterna. La muerte no
interrumpe esa comunión con Dios y al Juicio de que habla la Escritura, a Jesús le corresponde, la categoría de Juez supremo, poder confiado
por el Padre, porque es el Hijo de Dios e Hijo del Hombre (v. 27). A modo de
síntesis, podemos decir, que el Padre ha concedido al Hijo su propia capacidad de obrar, le ha dado la potestad de
juzgar, y se le debe respeto. Quien cree en el Hijo, posee la vida de Dios y no
conocerá el juicio final. Por último, se les dará la vida aquellos que viven
sin esperanza, pero si escuchan a Jesús y creen en su palabra, se salvarán, y
también a los que yacen en sus sepulcros que a su voz, se levantarán a gozar de
la eternidad. Se repite la idea del comienzo: Jesús no hace nada por su cuenta,
si no lo que dice el Padre: hace la voluntad del que lo envió.
Santa
Teresa de Jesús, colmada de gracias divinas, enseña en su Libro del Castillo
Interior que la vida nueva que Jesucristo le comunica, debe estar al servicio
de Dios y de prójimo. “¡Oh, cuando el alma torna ya del todo en sí! ¡Qué es la
confusión que le queda y los deseos tan grandísimos de emplearse en Dios de
todas cuantas maneras se quisiere servir de ella! Si de las oraciones pasadas
quedan tales efectos como quedan dichos, ¿qué será de una merced tan grande
como ésta? Querrían tener mil vidas para emplearlas todas en Dios y que todas
cuantas cosas hay en la tierra fuesen lenguas para alabarle por ella. Los
deseos de hacer penitencia, grandísimos; y no hace mucho en hacerla porque, con
la fuerza del amor, siente poco cuanto hace y ve claro que no hacían mucho los
mártires en los tormentos que padecían porque, con esta ayuda de parte de
nuestro Señor, es fácil; y así se quejan estas almas a Su Majestad cuando no se
les ofrece en qué padecer.” (6 M 4, 15).
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Éx. 32, 7-14: El becerro de oro.
La
primera lectura nos presenta el acto de idolatría que pueblo de Israel comete,
mientras Moisés está en el Monte Sinaí en diálogo con Yahvé. Esa fue una
verdadera violación de la alianza, por lo que Dios quiere destruirlo y comenzar
algo nuevo con Moisés (v. 10). Este responde suplicando por su pueblo que ha
pecado, pero que el mismo Yahvé ha creado, sacándolo de Egipto, el que hizo
promesas a los patriarcas. Dios finalmente acepta la súplica de Moisés por su
pueblo. Lo que en el fondo se condena es el haber representado a Dios en la
figura del toro, que tiene su origen en el culto cananeo de fertilidad. Culto
que, sin embargo, fue aceptado por el reino del norte años más tarde (cfr. 1Re.
12, 26-30). Además de descubrir su pecado el pueblo, es decir, la distancia
para con Yahvé, descubre Moisés un espacio teológico, donde Dios está abierto a
la intercesión, a la misericordia y al perdón. La tarea de mediador de Moisés
hace cambiar los designios divinos de querer crear otro pueblo, como si Israel
ya no le perteneciera. Recordar la salida de Egipto, de su pueblo, hacer las
promesas a los patriarcas, lo obliga para con sus descendientes. Si no es firme
y constante en su palabra y acción, le restaría gloria ante las naciones
paganas. Dios vuelve a llamar a Israel su pueblo (v. 14). Lo que el autor
quiere comunicar, es cómo el pueblo de Dios,
representado por un hombre, posee una vocación salvadora de la gran
familia humana. En ese pueblo de Dios, estaba el germen del auténtico pueblo
del Señor: la Iglesia.
b.- Jn. 5, 31-47: Testigos a favor de
Cristo.
Tres
son los testigos de Jesús, que avalan su autoridad ante los judíos: el Padre,
Juan Bautista y la Escritura. Se comienza con el testimonio del Padre: “Otro es
el que da testimonio de mí” (v. 32). Sigue el testimonio del Bautista:
consultado si era el Mesías, por los judíos, se confesó la voz que prepara el
camino del Señor; anuncia los tiempos escatológicos. Testigo de la Verdad. Pero
el testimonio más importante, es el que Dios Padre da de su Hijo, por medio de
las obras que realiza, y la experiencia con la que lo reviste en su interior.
Aceptar a Jesús, es entrar en comunión en esa experiencia del Padre y del Hijo,
hasta llegar a comprender por medio de la fe, que Jesús es expresión del ser
mismo del Padre. Jesús es voz, palabra y rostro del Padre, lo contempla quien
creen en ÉL (vv. 37-38). Finalmente, acude a la Escritura. Toda ella es una
profecía de Cristo. Si ellos investigan las Escrituras, entonces, ¿por qué no
descubren a Cristo en ellas? Porque en ellos no está la vida de Dios, no está
por lo tanto, el amor de Dios. Buscan la gloria de los hombres y no la de Dios,
esa gloria mundana les ciega los ojos para ver la verdad. Acepta a Jesús, quien
ama a Dios (vv. 42-44); quien acepta su palabra, tiene vida eterna, porque la
Escritura habla de ÉL. Los judíos, no aceptan ninguno de los testimonios que
ofrece Jesús, a través de sus obras, sencillamente porque están ciegos,
buscando la gloria unos de otros, falta en ellos en definitiva el amor a Dios para
caminar hacia Jesús. En esta Cuaresma revisemos nuestro andar hacia la Pascua
de Jesús y nuestra, si va acompañada de la Escritura, de las obras y del amor
de Dios y del prójimo.
Teresa
de Jesús qué bien comprendió que las obras demuestran el amor que le debemos a
Dios y al prójimo como testimonio de nuestra adhesión a Jesucristo el Señor.
“Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy
encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el
pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han
tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por
donde se alcanza la unión o piensan que allí está todo el negocio. Que no,
hermanas, no; obras quiere el Señor; y que si ves una enferma a quien puedes
dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de
ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y, si fuere menester, lo ayunes
porque ella lo coma; no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere
aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad; y que si vieres loar mucho
a una persona, te alegres más mucho que si te loasen a ti. Esto, a la verdad
fácil es; que si hay humildad, antes tendrá pena de verse loar. Mas esta
alegría de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa, y cuando
viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras y
encubrirla.” (5 Moradas 3,11).
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Sab. 2,1-12-22: Condenaremos a
muerte al justo.
Esta
primera lectura, se considera la más realista y vigorosa de toda esta obra del
libro de la Sabiduría. Reproduce los
sentimientos y actitudes perversas de
los impíos (vv. 10-20), contra el ser humano, los hombres justos y contra la
vida presente (vv. 6-9). La actitud del impío es opuesta a la sabiduría, ella
está abierta a la vida, todo se hizo para que subsistiera, la justicia es
inmortal (cfr. Sab. 1, 13-15). La actitud del impío, es quejarse de lo corta y
triste que es la vida; ante la muerte siente pavor (cfr. Sab. 2, 1), porque no
tiene fe. En otros libros sapienciales, encontramos expresiones similares, pero
con la diferencia que estos son creyentes (cfr. Job 14,1-2; Ecle.
3, 18-21). La trama de los malvados contra los justos es real, los fieles son
judíos piadosos, que viven rodeados de paganos y judíos apóstatas. Estos
últimos son los verdaderos impíos; los primeros son creyentes, los segundos son
agnósticos. Más aún, éstos aluden razones para odiar a los justos: su conducta
los condena, se glorían de conocer a Dios (cfr. Rm.
2, 17-20), su presencia es un continuo reproche, porque su vida es distinta por
los valores que la sustenta y los impíos piensan, finalmente, que los
consideran bastardos, impuros, por lo que se apartan de ellos. Vemos como los
impíos, ya no sólo maquinan contra los justos, sino que actúan contra ellos
(vv.17-20), y persiguen y dan muerte a los buenos. Esto es anuncio de la pasión
de Cristo, el Justo de los justos, objeto de ira de los pecadores (cfr. Mt.
2743; Hch. Heb.12,3). El juicio que hace el autor
sobre los impíos es claro: “Así discurren, pero se equivocan; los ciega su
maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad,
ni creen en el premio de las almas intachables. Porque Dios creó al hombre para
la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia
del diablo, entró la muerte en el mundo,
y la experimentan los que le pertenecen.” (vv. 21-24).
b.- Jn. 7, 1-2.10. 25-30: Trataban de
prender a Jesús.
Este
evangelio nos presenta los pasos de Jesús, por donde le dejan estar: si bien en
Galilea no se le comprende, es tolerado. Los galileos lo aceptan con sus
milagros, aunque no creen en ÉL, ni en su mensaje; no así en Judea, donde le
buscan para matarlo (v.1). La invitación que le hacen sus hermanos, es decir,
algunos galileos a subir a Jerusalén para presentar su mensaje, precisamente a
ese mundo de los judíos venidos de la diáspora, con motivo de la fiesta de las
Tiendas. Pero rechaza la invitación, porque no ha llegado su hora, su tiempo.
Percibe Jesús, que el mundo no puede
recibir su palabras, porque sus obras son perversas. Estos hermanos de Jesús,
galileos nacionalistas, aceptan el protagonismo de Jesús, pero no su causa, es
decir, el nuevo éxodo de Israel a que los guía el Mesías. Vemos como el evangelista
pone a Jesús, como necesario para Israel, pero eso revela el grado de
culpabilidad de todos estos estamentos: las autoridades por condenarle sin
escuchar su mensaje; otros le ven como un peligro, porque engaña al pueblo, un
grupo lo considera bueno, pero no lo defienden ante los dirigentes (vv.11-13).
Decidido, Jesús sube a Jerusalén a la fiesta y se puso a enseñar libremente, no
fue a celebrar la fiesta, ni va a hacer milagros como le pedían sus hermanos,
sino a dar a conocer su mensaje, sin
ningún alarde. Le acusan todavía de haber sanado al paralítico en
sábado, pero ellos tampoco guardan el sábado, porque permiten la circuncisión
ese día: si se sana un miembro, cuanto más al hombre entero (cfr. Jn.7, 23). La
gente queda admirada del dominio que tiene Jesús de las Escrituras, sin haber
ido a las escuelas rabínicas, sin embargo apela a que una doctrina no es suya,
si no de Aquel que lo envió. Se ve que la perciben su doctrina, como algo
sublime, hasta llegan a pensar, no será que las autoridades lo habrán
reconocido como el Mesías que tenía que venir (v. 26). Hay algo que se opone a
tal reconocimiento: a Jesús todos le conoce su origen, en cambio, el Mesías
tenía origen desconocido, según la mentalidad de los judíos (vv. 28-30). Lo que
hace Jesús, es manifestar que si bien todos conocen su origen, les quiere
mostrar, que es un enviado del Padre, es veraz, como el que lo envió. ÉL posee
un conocimiento de Dios muy superior, al que tienen sus oyentes, que viene de
la Escritura; es el único que conoce a Dios. Son precisamente las Escrituras,
las que preparan al hombre para recibir este auténtico conocimiento de Dios
(cfr. Jn. 1, 18; 7, 20-29). Esa identificación: “Yo le conozco” (v. 29), bastó
para provocar la decisión de apresarlo, pero escapó, porque todavía no había
llegado su hora. El ser de Jesús, su identidad más profunda, es ser Enviado del
Padre. Esta es la gran diferencia de Jesús con todos los profetas, lo divino en
ÉL, radica precisamente en lo humano. Acompañemos a Jesús, en todo este proceso
de revelación de su misterio en esta Cuaresma que culmina en la Cruz y
Resurrección, del Revelador del Padre.
Teresa
de Jesús, profundiza su conocimiento de la Humanidad de Cristo, precisamente en
su Pasión. “Pues, tornando a lo que decía, ponémonos
a pensar un paso de la Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la
columna. Anda el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los
dolores grandes y pena que Su majestad tendría en aquella soledad, y otras
muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá sacar de aquí; o que si
es letrado, es el modo de oración en que han de comenzar y demediar y acabar
todos, y muy excelente y seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras
cosas sobrenaturales. Digo todos, porque hay muchas almas que aprovechan más en
otras meditaciones que en la de la sagrada Pasión; que, así como hay muchas
moradas en el cielo (Jn 14, 2), hay muchos caminos… Y es admirable manera de
proceder, no dejando muchas veces la Pasión y Vida de Cristo, que es de donde
nos ha venido y viene todo el bien.” (Vida 5,13).
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- Jer. 11,18-20: Como cordero manso
llevado al matadero.
Este
texto forma parte de las confesiones de Jeremías (cfr. Jr. 11-20). Descubrimos
la pasión de Jeremías, durante el reinado de Joaquín, un impío; estas
confesiones, permiten conocer lo humano y lo divino de la vida del profeta, una
vocación sufrida y abierta a la acción del Espíritu. Es el justo, que sufre a
manos de sus enemigos, el cordero llevado al matadero, así había sido su vida,
un dejarse llevar. Acude a Dios pidiendo justicia, ya que sufre por ser profeta
de Yahvé, y por eso, además pide venganza. Mientras el profeta pide venganza,
Jesucristo desde su cruz perdonará a sus enemigos en su hora de muerte (Lc.
23,34). Ambos quisieron que viniera el Reino de Dios a los hombres, pero ¿cómo
podía venir sin venganza?, como pedía el profeta, amándolos a todos, como
enseñará Jesús.
b.- Jn. 7, 40-53: Discusiones sobre el
origen de Jesús.
Este
evangelio nos presenta las nuevas discusiones acerca del origen de Jesús (cfr.
Jn. 7, 25-30). División de opiniones en el pueblo, unidad en los dirigentes,
Nicodemo, débil voz, los guardias no obedecen las órdenes recibidas, porque
sienten la voz de su conciencia. La
revelación de Jesús avanza, lo que crea la reacción de los oyentes que lo van
identificando con figuras escatológicas: el profeta, el Mesías o Cristo. Este
es el profeta, porque acaba Jesús se prometerles para quienes crean en ÉL,
Moisés les había dado agua en el desierto, golpeando la roca, el profeta de los
últimos tiempos sería semejante a Moisés (cfr. Dt.18, 15). Otros le veían como
el iniciador de una nueva era,
cumplimiento de la profecía según la cual brotaría una fuente en el templo de
Jerusalén cuyas aguas transformarían el desierto en un vergel (cfr. Ez. 7,
37-39). Otros lo rechazan como Mesías, porque éste, no podía venir de Galilea,
sino de Belén, tierra de David. Resulta que Jesús no nació en Galilea, sino en
Belén, la ciudad de David. Aunque hubieran conocido el origen de Jesús lo
hubiesen rechazado lo mismo. Los dirigentes, sacerdotes y fariseos, les
reprochan a los guardias, que también se han dejado engañar, y que ninguno de
ellos, magistrados y fariseos ha creído en Él. Todo argumento que no entre en
sus categorías legales es condenada. El rechazo de Jesús, se hace desde el
estudio de la Escritura (v.42). Los
guardias enviados por los dirigentes religiosos, quedan admirados de la
doctrina de ese hombre, que ellos debían detener. Se confirma con ello que
Jesús, es un hombre enviado por Dios, la sabiduría que brota de sus labios
viene de lo alto (v. 46). La tiranía de la Ley que ellos, fariseos habían
impuesto, hacía malditos a todos aquellos, que no conocían la Ley, porque
estaban convencidos que sólo ellos cumplían perfectamente la voluntad de Dios
(vv.47-50). Nicodemo, pide que no se le condene sin haberlo escuchado, como
manda la Ley. El juicio que emite responde a razones humanas. De Galilea no podía venir anda bueno, es lo que
ellos creían, pero la respuesta es equivocada porque sí vino de Galilea un
profeta: Jonás, nacido cerca de Nazaret (cfr. 2 Re. 14, 25). En ninguna parte de la Ley, se enseña que
Dios no pueda elegir un profeta de Galilea. El problema era
que los judíos identificaban, Judea con el lugar de la salvación; en cambio,
Galilea para ellos, era un lugar de oscuridad, porque los judíos convivían con
los paganos. Ellos debían haber leído las Escrituras, porque de Galilea vino la
luz de la salvación, como había anunciado el profeta (cfr. Is. 8, 23 - 9,1; Mt.
4,15). Ahora la luz de salvación está en nuestra orilla, gocemos de la
salvación que nos trajo Jesús, desde su misterio personal y entrega en su
misterio pascual.
Si
hay una cosa que caracteriza a Teresa de Jesús es su realismo, es decir, su
visión de Cristo, todo humano y tan divino, lleno de trabajos y dolores; gozos
y alegrías. Su delicia es estar con los hombres. Lo mismo el hombre en camino de fe, no puede
en ese campo, sino asumir su compromiso con Cristo y vivirlo en Dios. “Esto no
es tan ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se
puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo,
porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y
trabajos, y es compañía. Y habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí,
aunque veces vendrán en que lo uno ni lo otro no se pueda. Para esto es bien lo
que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu, venga lo
que viniere; abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda
consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotros, que, para
más subir, El nos dará mejor la mano que nuestra
diligencia y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor sacar
el alma de sí, como he dicho.” (Vida 22,10).
Fr. Julio González C. OCD