CUARTA SEMANA DE
PASCUA
(Ciclo C)
Lecturas bíblicas:
a.-
Hch. 13, 14. 43-52: Nos dedicamos a los gentiles.
Luego
de predicar en Antioquía de Pisidia, el kerigma cristiano, muchos judíos y
prosélitos, aceptaron la fe. En cambio, los judíos, al ver el éxito de Pablo y
Bernabé, soliviantaron a la gente contra los discípulos. La gente quería seguir
escuchándolos, mientras que ellos les piden que se mantengan fieles a la gracia
de Dios. Al sábado siguiente se produce la separación entre el judaísmo y el evangelio.
Pablo, con una verdadera pedagogía, les recuerda su privilegio cronológico:
ellos eran los primeros llamados en recibir la palabra de Dios, el evangelio de
la gracia, porque todo lo que ahora se anuncia ocurrió entre los judíos. Jesús,
se dirigió a los judíos, y les mandó a sus discípulos: predicar el evangelio
comenzando por Israel. El pueblo judío destinatario de todas las promesas del AT, pero debido al
rechazo del Mesías y su evangelio, el anuncio a los gentiles se hacía más que
necesario un deber. Este rechazo de los elegidos y la aceptación de los
paganos, ya lo había anunciado Jesús (cfr. Lc. 4, 14-30). El pronunciamiento de
los discípulos es radical, se vuelven a los gentiles, con la sacudida del polvo
de sus pies y con las palabras del profeta (cfr. Is. 49,6), es decir, ser luz y
salvación hasta los confines de la tierra. Si bien, estas palabras fueron
interpretadas por los judíos como el futuro esplendor de Israel, ahora se
aplica lo mismo para los gentiles destinados a la vida eterna (cfr. Lc. 2, 32).
Los gentiles se alegraron en el Señor, y la acción del Espíritu Santo en los
discípulos será fecunda, aunque tengan que marchar a otro territorio.
b.- Ap. 7, 9. 14-17: El Cordero será
su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
En
este pasaje que nos narra Juan el triunfo de los elegidos. Encontramos la
visión de una inmensa muchedumbre en el cielo, que nadie puede contar, reunión
universal de todos los pueblos, que no llevan el sello, por eso no son
contables entre los 144.000 sellados en la tierra. Esta muchedumbre está de pie
delante del Cordero, distinto de los impíos que no pueden sostenerse de pie en
el día de la cólera del Cordero (cfr. Ap. 6, 17). Visten de blanco, son los
mártires, es decir, no se contaminaron con la idolatría, y llevan la palma de
la victoria. Han triunfado sobre la Bestia, de su imagen y de la cifra de su
nombre. Son los mismos que gritaban justicia y venganza, mas ahora cantan la
salvación que es de Dios y está sentado en el trono y del Cordero (v.15; Ap.
6,9-11). La salvación que cantan los mártires, se puede interpretar, con un
término político, pues designa la paz, seguridad y el bienestar que ofrece la
Roma imperial; ahora los mártires, reconocen que esa salvación viene de Dios y
del Cordero. “Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus
vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero.” (v. 14). La gran
tribulación, puede ser la persecución llevada a cabo por Nerón, pero sobre
todo, debe entenderse como la permanente situación de opresión y persecución
que vive la Iglesia, porque no acepta las estructuras opresoras e idolátricas
en lo económico, político, social, cultural y religiosa que propone la sociedad
actual.
c.- Jn. 10, 27-30: Yo doy la vida
eterna a mis ovejas.
Juan,
evangelista nos presenta a Jesús como el Buen Pastor, la puerta del rebaño (cfr. Jn. 10,7), en
medio de la disputa que sostiene con los jefes religiosos por su origen (cfr.
Jn.10, 24-25). Era la fiesta de la Dedicación, recuerdo de la consagración del
templo; y que Jesús este ahí paseándose,
viene a indicar que ÉL es el nuevo Salomón, constructor del verdadero templo
del Señor, Él mismo es el nuevo templo, pero lejos de las instituciones judías.
Jesús es el nuevo Salomón, el buen Pastor. Siguiéndolo a ÉL, el nuevo rebaño
experimentará la verdadera vida, la verdadera comunicación con Dios, el Padre,
como fuente y raíz de todo el quehacer de Cristo Jesús. No permitirá que
ninguno de los que le ha entregado, sean arrancados de las manos de Jesús, porque
es Uno con el Padre, y por lo mismo poseedor de su misma vida. Los fariseos, no
son de sus ovejas, tampoco escuchan su voz, ni Jesús los conoce, ni lo siguen
(cfr. Jn. 10,26). Sólo quien cree en Jesús, discierne la identidad de Jesús,
esto porque ha oídos su voz, experimenta la vida eterna y sabe que viene de
parte del Padre, el buen Pastor que traspasa el poder a su Hijo. Los incrédulos
no son capaces de leer las obras del Mesías. Las ovejas oyen su voz (v.27), y
éstas lo siguen porque conocen su voz (cfr. Jn. 10, 3-4). Seguir a Jesús, habla
de conocimiento, familiaridad, conexión entre el Pastor y el rebaño. Para creer
a Jesús hay que sintonizar interiormente con ÉL: ser de arriba (cfr. Jn.8, 23);
amante de la verdad (cfr. Jn.3,17-21; 8,37); ser de
Dios (cfr. Jn.8,47), ser de su rebaño (Jn.10,14). Se subraya esa conexión que
gracias a Jesús, los creyentes, son partícipes de la vida eterna, de la
salvación, realidad permanente, definitiva. La comunidad de vida con Jesús,
tiene carácter de validez duradera, definitiva y eterna. Su fundamento último
es el Padre, que ha encomendado las ovejas al Hijo (cfr. Jn.6, 37.44). Tras el
pastoreo y la obra salvadora de Jesús, está la mano del Padre, la voluntad de
Dios, porque en ese pastoreo del Hijo se hace presente el pastoreo de Dios para
la salvación de todos los hombres, fuerza que nadie puede detener ese poder
salvador. Entre el pastoreo de Jesús, pastor mesiánico, y el pastoreo del
Padre, se da la más completa unidad. Ahora se entiende eso de: “El Padre y yo
somos una misma cosa” (v.30). Entre Jesús y Dios, entre el Hijo y el Padre hay
unidad. Se establece así que el rebaño de Jesús, es el rebaño de Dios, y que
Jesús actúa como enviado de Dios, compromiso por los suyos que lo lleva hasta
el extremo de dar la vida por ellos. Se asegura el carácter definitivo de la
salvación; dicha salvación tiene su último fundamento en la unidad del Padre y
del Hijo. Para los judíos escuchar hablar de esa unidad entre Jesús de Nazaret
y Dios, representa una provocación. El Padre y el Hijo son uno, y por lo mismo,
el Pastor tiene una capacidad vivificadora y una soberanía absoluta, atributos
divinos, recibidos del Padre (cfr. Jn. 3, 3; 6, 37). Es fundamental que seamos
conocidos por el Pastor, nos llama por nuestro nombre, la respuesta será en la
medida de nuestro conocimiento de Jesús, ser capaces de reconocer su voz, vivir
la comunión con el Padre y el Hijo, a la cual nos invita nuestra condición de
hijos de Dios, y alcanzar ya en esta vida eclesial, la vida eterna .
Santa
Teresa de Jesús, contempla la vida eterna, como destino y coronación de su vida
de fe y oración. “Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas
éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto
entre Dios y el alma. Es menester que vayáis
advertidas a esta comparación. Quizá será Dios servido pueda por ella
daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las almas y
las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que es
posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas, cuánto
más quien es tan ruin como yo; porque os será gran consuelo, cuando el Señor os
las hiciere, saber que es posible; y a quien no, para alabar su gran bondad;
que así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo y lo que
gozan los bienaventurados, antes nos alegramos y procuramos alcanzar lo que
ellos gozan, tampoco nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse
un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar una bondad tan
buena y una misericordia tan sin tasa.” (1M1,3).
LUNES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 11,1-18: Pedro explica su
conducta.
Este
pasaje de los Hechos, nos presenta la apertura de la Iglesia a los paganos, que
comienza con el bautismo de Cornelio a manos de Pedro. La reacción de la
Iglesia de Jerusalén, es pedirle una explicación. Pedro, como cabeza de la
Iglesia, no obra por capricho ni en forma independiente. La oposición le vino
de los que provenían de la circuncisión, es decir, los que privilegiaban las
tradiciones judías, y se oponían a la comunión con los gentiles (v.3; cfr. Hch.
15, 1; Gál. 2,11). Pedro narra lo que aconteció (vv.3-10), posee a su favor el
testimonio de los otros seis hermanos que lo acompañaban y recuerda la
acción del Espíritu y las de Jesús (vv.
12. 16; cfr. Lc. 1,5), que también los
paganos están llamados a la salvación. Luego de la exposición de Pedro, las
críticas desaparecieron, reconocen los hermanos la acción de Dios en los
gentiles, sin la necesidad que observen la Ley de Moisés (v.17). Con todo esto
vemos que en la comunidad primitiva de Jerusalén había dos grupos bien
definidos: los que se oponen al ingreso de paganos a la Iglesia, y el otro
segmento, reconoce que Dios implantó su voluntad a la comunidad, es decir, la
apertura a los gentiles (cfr. Hch. 10,14. 28. 47; 11, 2. 8. 17; 10,3-11-16. 22.
30; 11, 5-10; 13). De esta forma el trabajo con los gentiles quedaba
autorizado; vía abierta para su ingreso a la comunidad. Lo significativo fue
que el primer pagano fuera bautizado por Pedro, y que la Iglesia, después de un
sano discernimiento aprobó el accionar de Pedro y la asumió como suya. Fue la
Iglesia apostólica la que inició este trabajo, lo que legitima el bautismo a
los paganos. El primer convertido, es un militar romano, pero se insistirá más
en las buenas relaciones entre la Iglesia y las autoridades del momento.
b.- Jn. 10, 11-18: El buen Pastor da la vida
por sus ovejas.
En
este pasaje Juan, nos habla de las características del buen Pastor y de aquel
que no es pastor del rebaño. El verdadero Pastor entra por la puerta, el
portero le abre y es reconocido por las ovejas por el tono de su voz: las llama
por su nombre y éstas le siguen. El otro es un extraño, escala por la pared,
las ovejas no le siguen; su voz es extraña para ellas. En el trasfondo, late la
presencia de falsos profetas, con anhelos mesiánicos, con pretensiones de
salvación, que conoció Israel. Escuchar la voz del pastor, es un tema
recurrente del AT, aquí se trata de oír a Jesús, escuchar su palabra. Lo mismo
se puede decir de las palabras redil, ovejas, rebaño; aquí deja en claro que ÉL
ama a sus ovejas, entra por la puerta y las ovejas le siguen al escuchar su
voz. Otra lectura, es señalar que Jesús, no ha entrado en el redil de Israel
con violencia, pretendiendo ser el Mesías. Se puede entender que es Yahvé, el
portero del redil de Israel, que gozoso abre las puertas a Jesús el Pastor.
Entre las ovejas y el Pastor, hay una gran intimidad, transida de alegría al
escuchar su voz, ÉL no busca una paga por su trabajo, cuidar las ovejas, más bien, entrega la vida
por ellas. Descubrimos en el Pastor, al Esposo de la Nueva Alianza; ellas le
siguen, porque conocen su voz, la voz del Amado (cfr. Ct.
5, 2). A la imagen del Pastor, se agrega el de la puerta: Él es la puerta del
rebaño, puerta de las ovejas, por donde se puede entrar y salir, es decir, el
creyente se siente cómodo, no estrecho. Es el Pastor, la vida de su rebaño
(cfr. Jn. 10,10). Vemos como Jesús se ha ido declarando la luz del mundo
(Jn.8,12), el agua viva (Jn.7,37), el pan vivo bajado del cielo (Jn.6,48),
finalmente, declarará que el Camino y la Verdad y la Vida (Jn.14,6). Todas
estas declaraciones hablan de cómo Jesús conduce a las ovejas hacía sí mismo,
no sólo es vía, acceso, sino nuevo recinto, nuevo templo, donde los que creen
adquieren los bienes mesiánicos. Jesús es la puerta que conduce a la vida, al
nuevo templo. Quien encuentra a Jesús encuentra la plenitud total, la vida para
siempre.
Santa
Teresa de Jesús, siente la presencia de Jesucristo cabe sí. “A cabo de dos años
que andaba con toda esta oración mía y de otras personas para lo dicho, o que
el Señor me llevase por otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy
continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor, me acaeció esto: estando un
día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor decir, que
con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame
estaba junto cabe mi Cristo y veía ser El el que me
hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber
semejante visión, diome gran temor al principio, y no
hacía sino llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme,
quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame
andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en
qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo
muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me
recogiese un poco o no estuviese muy divertida podía ignorar que estaba cabe
mí.” (V 27,2).
MARTES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 11, 19-26: Nace la comunidad
de Antioquia.
La
dispersión que produjo el martirio de Esteban, se termina convirtiendo en una
gran bendición para la Iglesia primitiva. Algunos hombres de Chipre y Cirene,
predicaron la palabra en Antioquía (v. 20). Es posible que sean Lucio de Cirene
y Simeón llamado el Niger (cfr. Hch. 13). Es posible
que ambos, domiciliados en Antioquía, predicaran el evangelio y comandaran la
comunidad. Hay que decir, que estos fueron misioneros anónimos, que fundaron lo
mismo en Antioquía, que Éfeso, Alejandría
y Roma (cfr. Hch. 18,21; 18,24;
28,14). La iglesia madre de Jerusalén envía a Bernabé a Antioquia, quien vio el don que había hecho Dios a esa
comunidad, y los exhorta a permanecer unidos en el Señor con un propósito
firme. El mensaje de estos misioneros, no fue otro que el kerigma cristiano:
Jesús es el Señor. En la mentalidad helenista había muchos señores, la fórmula
cristiana, es presentar a Jesús como el único Señor. Los gentiles dieron el
nombre de “cristianos”, ungidos, a los seguidores de Cristo (v.26). Con esto se
quiere decir, que el cristianismo, ya no es una secta judía, sino que el
cristianismo ha adquirido personalidad y consistencia propia. Es una realidad
nueva en el mundo religioso de entonces y recordemos que según la mentalidad
judía, las cosas sin nombre, no existen. Al poco tiempo, se agrega Saulo de
Tarso a esta misión, y luego de permanecer un año allí, muchos se agregaron a
la Iglesia. Pablo estaba en Tarso, luego de su conversión, enviado por los
hermanos (cfr. Hch. 9, 30). Recordemos que fue Bernabé, quien presentó a Pablo
a los apóstoles (cfr. Hch. 9,27), pero al convertirlo Lucas en puente entre los
apóstoles y Pablo, está legitimando la misión de éste último. De este modo, se
incrementa el rebaño de Cristo,
Antioquia se convierte en la segunda Iglesia, luego de Jerusalén, puente
para el trabajo apostólico con los griegos, como la iglesia madre, lo era para
los judíos.
b.- Jn. 10, 22-30: Yo doy vida eterna
a mis ovejas.
El
evangelio tiene como contexto la visita de Jesús al templo, en la fiesta de
la Dedicación del templo de Jerusalén (cfr.1Mac.1, 41s; 1,11-13; 1,41-50;
1,60-64; 1,56-58; 1,59; Dn. 11,31s; 1Mac. 2,1-4.35; 1Mac. 4,46-51; 2Mac.10,1-4). La pregunta de los judíos es directa: “¿Hasta
cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú
eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (v. 24). Jesús ya les había respondido
con auto revelación como Buen Pastor (cfr. Jn.10, 14-18), no había nada que
esperar ya les había dicho que era el
Cristo, porque como ocurre con frecuencia, no ponían atención a sus palabras
(cfr. Jn. 4,34). Su visión sigue siendo terrena, valorando a Jesús según sus
criterios (cfr. Jn.7, 24; 8,15). La respuesta de Jesús les remite a sus obras
que ha hecho en el nombre del Padre, pero tampoco creen a ellas, porque no son
ovejas de su rebaño (v.26). Ellas dan testimonio de las palabras de Jesús y la
imagen del Buen Pastor, contesta a sus inquietudes sobre su condición de mesías
(cfr. Jn.10, 1-18). Pero ellos no escuchan, son incapaces de aceptarle como
revelación de Dios o ver la revelación de Dios en sus obras, muchos menos
podrán creer en Él, es el Mesías. En cambio, el rebaño de Dios escucha su voz,
y responde a su llamada, pero los judíos no oyen su voz. (cfr. Jn.10,3-4.14.16). Expone, luego la realidad acerca de la comunión
de vida eterna que establece con sus ovejas, que se traduce, en conocimiento
del Pastor y escuchar su voz. Estas son
las condiciones para vivir esa comunión entre el Pastor y su rebaño. Es el
propio Jesús, quien da razones para constituirse en verdadero y único Pastor
del rebaño de Dios: una razón, es que conoce sus ovejas y ellas le conocen y
siguen. Este conocimiento que crea comunión de vida, relación activa y efectiva,
amorosa y familiar, personal e íntima con el Otro. Encontramos así la
descripción del auténtico creyente que escucha a su Pastor y Maestro (cfr.
Jn.1, 41; 3,8.29; 4,42; 5,24.28; 6,45; 8,38.43; 10,3.16), es el que posee vida
eterna (cfr. Jn. 3,15.16.36; 4,14.36; 5,24.39; 6,27.40.47.54.68), porque sigue
a Jesús (cfr. Jn.1, 37.44; 8,12; 10,4-5), no perecerá jamás (cfr. Jn.3,16; 6,12.27.39; 10,10). Quiere Jesús llevar esta relación,
al mismo grado, que tiene de conocimiento mutuo con su Padre. Les da vida eterna,
por lo mismo, no perecerán jamás, porque nadie se las arrebatará de su mano.
Esta enseñanza insiste en creer en ÉL como Mesías, según sus categorías dará
vida eterna, y nadie los podrá arrebatará de su mano (vv.27-28). Es el Padre
quien se las confió, nadie se las puede arrebatar; esa vida es don del Padre.
No hay poder más grande que el de Dios, por lo que está garantizada la unión
del creyente con Dios; el Padre de Jesús es más grande que todo otro poder
(v.29). Que Israel celebre la presencia de Dios en la Dedicación del templo, y
que Jesús participe en ella, les enseña a los judíos, que desde ahora hay otro
modo de presencia de Dios entre ellos.
Es más, pueden estar seguros que están en las manos del Padre, si creen en
Jesús. Mientras los judíos celebran la nueva consagración de su templo, prueba
tangible que ellos le pertenecían a Dios y que este Dios les pertenecía, Jesús
insiste en que la fe del creyente en su palabra, lo vincula a ÉL y a su Padre
Dios. “El Padre y yo somos uno” (v.30), con lo que Jesús viene a enseñar, que
ya no hay que mirar al templo para contemplar la presencia de Dios, puesto que
Él delante de los judíos se declara, como el nuevo templo, presencia de Dios en
medio de ellos (Jn.1,14). El Resucitado abre las puertas de su rebaño para que
ingresemos en él. La esperanza que nace de su Resurrección transforma en testigos a los que lo aman, y
su voz resuena en lo interior de cada creyente.
Santa
Teresa de Jesús, destaca el conocimiento de sí mismo desde el misterio de Dios.
“Podría alguna pensar que si tanto mal es tornar atrás, que mejor será nunca
comenzarlo, sino estarse fuera del castillo. Ya os dije al principio, y el
mismo Señor lo dice, que quien anda en el peligro en él perece, y que la puerta
para entrar en este castillo es la oración. Pues pensar que hemos de entrar en
el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria
y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino. El
mismo Señor dice: Ninguno subirá a mi Padre, sino por Mí; no sé si dice así,
creo que sí; y quien me ve a Mí, ve a mi Padre. Pues si nunca le miramos ni
consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le
podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir
llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor
pueden tener? ¿Ni quién nos despertará a amar a este Señor?” (2M 1,11)
MIERCOLES
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 12, 24 - 13, 1-5: Misión de
Bernabé y Saulo.
La
lectura de Hechos, nos sitúa en Antioquia de la que va a partir la gran misión.
Los protagonistas son Bernabé y Pablo, se les une Juan Marcos, primo de
Bernabé, que vino con ellos desde Jerusalén. Buen hombre que prestó servicios a
Bernabé y Pablo (cfr. Col. 4,10; Hch. 13,5; 15,39; Col. 4,10; Flm 24; 2Tm.4,11). La comunidad de
Antioquía contaba con profetas y maestros. Estos tenían la misión de
interpretar la Escritura, sobre todo el
AT, y su cumplimiento en el Evangelio. Predicaban y posiblemente dirigían la
comunidad. Eran hombres doctos inspirados por el Espíritu Santo, el mismo que
hablaba por medio de los profetas. Se puede decir que Bernabé y Pablo, estaban
llenos del Espíritu Santo, por lo mismo eran considerados buenos profetas y
maestros. La palabra de Dios crecía y se propagaba entre los paganos. Los seleccionados por el Espíritu Santo, para la
nueva misión, son Bernabé y Pablo, son escogidos en una asamblea litúrgica y la comunidad se hace responsable de esta
misión (vv. 2- 3). La oración y el ayuno son imprescindibles para conocer la
voluntad del Señor. Lucas, quiere dejar en claro que la iniciativa viene del
Espíritu y que mueve a toda la comunidad para asumirla y planificarla. Las
palabras del Espíritu: “separadme…” es el término para indicar una consagración
como la de los levitas y de Pablo (cfr. Núm. 16,9; 1Cró 23, 13; Rm. 1,1; Gál. 1, 15). Se trata, entonces de la consagración
de Bernabé y Pablo llamados para evangelizar; la imposición de las manos viene
a significar auto identificación, trasmisión de un poder que se comparte entre
quien las impone y sobre aquellos que son impuestas. Serán misioneros en nombre
o mandados o representantes de la Iglesia de Antioquía ante los paganos,
Iglesia en la que por primera vez se les llamó cristianos a los discípulos de
Jesús.
b.- Jn. 12, 44-50: Yo, la luz, he
venido al mundo.
El evangelio
nos presenta a Jesús clamando por su identidad:
“El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el
que me ve a mí, ve a aquel que me ha
enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas” (vv. 44-46; cfr.
Jn. 1,15; 7, 28. 37; 12,44). Jesús obra en nombre de Dios no hace nada por su
propia autoridad, sino que actúa en comunión con el Padre y en total obediencia
a ÉL, de quien ha recibido la más absoluta autorización. Si vemos son varios
los pasajes en que Jesús recibe la aprobación de Juan el Bautista (cfr. Jn.
1,15; al autoproclamación en la fiesta de los Tabernáculos (cfr. Jn. 7, 28; 7,
38). Ahora ÉL sintetiza cuanto ha dicho de sí mismo: Creer en Jesús es creer en
Aquel que lo ha enviado. El Padre y Jesús, son una misma cosa; ÉL es reflejo
del Padre, acerca al hombre a Dios, lo comunica, lo presenta. Jesús, es la luz
de la salvación, portadora de luz verdadera que es vida. Vino para traer luz en
medio de las tinieblas, del paganismo, la increencia, rescatar al hombre para
que pueda creer en ÉL y ser salvo. Este
grito de Jesús es como la síntesis de todo su ministerio, de su presencia de
revelación y de juicio, él es manifestación de la gloria del Padre (Jn. 12,
43). El yo de Jesús queda subordinado al Padre, puesto que ÉL es el Enviado,
que da a conocer al Padre. ÉL es la única revelación del Padre (v.44; cfr.Jn.3,15-16; 5,36-38; 6,29.35.40; 7,38;8,19.24.42.45-46), por lo
tanto, ver a Jesús es ver a aquel que lo envió (v.45; cfr. Jn.1,4-5; 8,12;
9,5.39; 11,9-10; 12,35-36). El mundo se juzga a sí mismo si acepta o rechaza
esta luz, revelación del Padre, y por lo mismo, no es Jesús quien lo juzga.
Jesús finalmente centra su atención en la importancia crucial que tiene el
creer en su palabra (cfr.Jn.2,1-4,54). Él ha venido a
salvar al mundo, sin embargo, éste rechaza su presencia salvífica, por lo
tanto, es juzgado (v.47; Jn.3,16-17.34; 5,24;
8,15.31). Es la palabra de Jesús quien juzga a quien lo rechaza; juicio que
comienza en esta vida y se prolonga después de la vida (v.48, cfr.Jn.3,18; 5,24.29.44-45; 7,51; 8,40). Pero Jesús hasta en este
aspecto depende del Padre puesto que la palabra de Jesús no es suya, como
tampoco lo hace en virtud de su propia autoridad. ÉL habla lo que el Padre le
ha mandado decir, con lo que afirma que cuanto enseña, con toda confianza se
puede creer en ella, puesto que es portadora de vida eterna. Con total
confianza y fidelidad Jesús ha hablado la palabra del Padre (vv.49-50; cfr.
Jn.4, 34; 5,22.30.39; 6,38; 7,16-17; 8,26.28.38; 10,18). Desde el comienzo el
evangelista nos había dicho que Jesús era la única revelación del Padre, y que
la vida o la muerte, la luz o la oscuridad surgen de la aceptación o rechazo a
esta revelación. El ministerio de Jesús concluye con el mismo tema: Jesús s la
manifestación de la gloria de Dios y el mundo se juzga a sí mismo si lo acepta
o rechaza (Jn.12,44-50). Los judíos han preferido la
gloria de los hombres a la gloria de Dios (v.43), pero Jesús decidió llevar a
la perfección la labor que el Padre le había encomendado, es decir, dar a
conocer la gloria de Dios (cfr. Jn. 4,34; 5,36). Su palabra es vida,
comunicarla es su trabajo y misión como Enviado; también la nuestra si la hemos
conocido y recibido del Padre por medio de Jesús.
Santa
Teresa de Jesús, invita a las almas a seguir hasta el final en el camino de la
oración y contemplación. “También les
parecerá a algunas almas que no pueden pensar en la Pasión; pues menos podrán
en la sacratísima Virgen, ni en la vida de los Santos, que tan gran provecho y
aliento nos da su memoria. Yo no puedo pensar en qué piensan; porque, apartados
de todo lo corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre abrasados en
amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal, que es menester trate y
piense y se acompañe de los que, teniéndole, hicieron tan grandes hazañas por
Dios; cuánto más apartarse de industria de todo nuestro bien y remedio que es
la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo. Y no puedo creer que lo
hacen, sino que no se entienden, y así harán daño a sí y a los otros. Al menos
yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras; porque si pierden
la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino; harto será si se están
en las demás con seguridad. Porque el mismo Señor dice que es camino; también
dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino por El; y
"quien me ve a mí ve a mi Padre". Dirán que se da otro sentido a
estas palabras. Yo no sé es otros sentidos; con éste que siempre siente mi alma
ser verdad, me ha ido muy bien.” (6M7,6).
JUEVES
Lecturas:
a.- Hch. 13, 13-25: Pablo en Antioquia
de Pisidia.
La lectura
de Hechos nos sitúa en Antioquia de Pisidia, donde luego de la lectura de la
Ley y los profetas, Pablo y Bernabé son invitados a hacer una exhortación. Era
el primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, se sabía que conocían bien las
Escrituras. Es una constante en Pablo en el anuncio del Evangelio dirigirse
primero a la sinagoga, es decir, a los judíos, si encontraba rechazo, entonces
se dirigía a los gentiles. El servicio litúrgico fuera de Palestina era en
griego. En la exhortación los oyentes querían escuchar si había algún indicio
que hablara del cumplimiento de las promesas hechas por Dios en el AT. ¿Dios
cumplirá su palabra en este momento de la historia, finalmente? Las palabras de
Pablo, asume el protagonismo de aquí en adelante, comienza a recordar el pasado
de Israel: comienza por la conquista de la tierra prometida, el período de los
jueces y los primeros reyes de Israel, Saúl y David. “Depuso a éste y les
suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He
encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará
todo lo que yo quiera. De la descendencia de éste, Dios, según la Promesa, ha
suscitado para Israel un Salvador, Jesús” (vv. 22-23). La exhortación de Pablo,
consiste en confirmar que las promesas hechas a David se cumplen en Jesús, es
el Salvador. Pablo, quiere colocar toda su atención en David. Según la
tradición judía, Dios había prometido un rey que reinaría para siempre; pero
todavía no había llegado. La monarquía había desaparecido hacía siglos. Los
judíos llamaban Mesías y Cristo a ese rey que debía venir; de ahí la
importancia de la referencia inmediata que hace Pablo de David a Jesús. Es más
para la mentalidad judía el término Salvador decía mucho más que el de Mesías. El Bautista, dice, Pablo, precedió a la
actividad de Jesús y dio testimonio de ÉL y se consideró indigno de desatar las
sandalias de sus pies (v. 25). Juan Bautista, fue su precursor y su testigo de
Jesús, quien lo anunció y abrió caminos llanos al Salvador y redentor del mundo
en el corazón de los hombres. La mención que hace Pablo, del Bautista enmarca
la actividad de Jesús en un tiempo determinado; ser precursor y testigo de
Cristo Jesús, ayuda a comprender el rol superior que tiene el Mesías de su
precursor.
b.- Jn. 13, 16-20: El siervo no es más
que su amo.
El
evangelio nos sitúa en el contexto después del lavado de pies, mejor dicho es
su explicación. El gesto de Jesús debe servir para explicar el dicho: “No es
más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. Sabiendo esto,
dichosos si lo cumplís” (v. 16; cfr. Jn. 15, 20; Mt. 10,24; Lc. 6, 40). Este
dicho viene a significar que el siervo correrá la misma suerte que su Maestro,
es decir, las mismas persecuciones. Es probable que el dicho surgiera del mandato
que Jesús les hizo de lavarse los pies unos a otros. Este también establece una
relación nueva entre Jesús y sus discípulos, pensando que el enviado, embajador
tiene la misma dignidad del que lo envía. Así como Jesús envía a sus
discípulos, lo mismo ÉL que fue enviado por el Padre (cfr. Mt. 10, 40); honores
o maltratos que se hagan a los embajadores es como si se lo hicieran a Aquel
que los envió. Quien recibe al enviado por Jesús, recibe no sólo a Jesús, sino
también al Padre, el que ha enviado a Jesús. El lavado de pies, es una forma de
anunciar a Cristo Jesús entre los hombres, por medio del servicio al prójimo
dentro de la comunidad (cfr. Jn. 13, 14). Sólo quien ponga en práctica su
palabra alcanzará la bienaventuranza, dice Jesús (v.17), es decir, al
conocimiento, debe seguir la acción. Sólo de este modo es eficaz para quien los
posee además de dar testimonio ante el prójimo. La velada alusión a Judas, que
queda fuera de esta bendición por su actitud, aunque sabemos que Jesús lo
escogió para ser su discípulo, incluso sabiendo que lo iba a traicionar. Ahora
sabemos que fue para que se cumpliera la Escritura: “El que come mi pan ha
alzado contra mi su talón” (Sal. 41, 10). Os lo digo
ahora antes que suceda, para que, cuando
suceda creáis que Yo soy” (vv. 18-20). Estas palabras expresan
el dolor de la traición por parte de uno de sus discípulos. Jesús lo
anuncia o revela antes que suceda para que cuando haya sucedido, se confirme la
fe de sus discípulos en ÉL: “y creáis que Yo soy” (v. 19). El cristiano
comprometido debe seguir el camino de su Maestro, es decir, de servicio, de
humillación y gloria. Seguir a Jesús, en este camino de evangelio, se trata de
imitar sus actitudes: amor y servicio a los hermanos, entrega y renuncia,
obediencia y humillación. No olvidemos que el servicio y el amor tienen otra cara, que es precisamente, el sacrificio
y la renuncia. Son intrínsecos al amor ya que sin ellos éste no vale nada.
Teresa
de Jesús, el servicio a Dios y al prójimo nace del amor que se cultiva en la
oración. “Pues hablando ahora de los
que comienzan a ser siervos del amor (que no me parece otra cosa determinarnos
a seguir por este camino de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan
grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el temor servil
(2) luego va fuera, si en este primer estado vamos como hemos de ir. ¡Oh Señor
de mi alma y bien mío! ¿Por qué no quisisteis que en determinándose un alma a
amaros, con hacer lo que puede en dejarlo todo para mejor se emplear en este amor
de Dios, luego gozase de subir a tener este amor perfecto? (3) Mal he dicho:
había de decir y quejarme porque no queremos nosotros; pues toda la falta
nuestra es, en no gozar luego de tan gran dignidad, pues en llegando a tener
con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes.
Somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad
no quiere gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de
disponernos.” (V 11,1).
VIERNES
Lecturas
a.-Hch.
13, 26-33: Las promesas han sido cumplidas en los hijos.
Continuamos
en la sinagoga de Antioquía de Pisidia y Pablo sigue su exhortación: el
evangelio es la consumación de todo cuanto Yahvé había prometido a su pueblo.
Pablo, les recuerda que son raza de Abraham, hombres temerosos de Dios, a ellos
es dirigida hoy, una palabra de salvación. Los jefes del pueblo cumplieron las
Escrituras, sin saberlo, dice el apóstol, las mismas que se leen lo sábados,
cuando pidieron la muerte de Jesús. Revive la Pasión cuando les recuerda que
fue crucificado, muerto y sepultado, pero Dios lo resucitó, se apareció a sus
discípulos, convertidos hoy en sus testigos. El argumento esencial es que la
Buena Nueva, el mensaje que él les anuncia,
que todo cuanto Dios prometió a los padres, lo ha cumplido en los hijos,
es decir, en ellos sus interlocutores, al resucitar a Jesús de entre los
muertos (cfr. Sal. 2,7). Es el kerigma anunciado a los primeros destinatarios
de la promesa, los judíos, pero que desde el rechazo a Jesús y su evangelio, luego a los apóstoles, se abre a los
gentiles.
b.- Jn. 14, 1-6: Yo soy el camino, la
verdad y la vida.
El
evangelista nos introduce en el clima de una verdadera despedida de Jesús de
sus discípulos, luego del anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro
(cfr. Jn.13,26s; v.36s). Era comprensible la
consternación tras los mandatos y profecías de lo vivido por la comunidad
apostólica, lo superan con una renovación de su fe y confianza en Dios y en
Jesús (cfr. Jn.13,1-38). “No se turbe vuestro corazón.
Creéis en Dios: creed también mí” (vv.1-2). Jesús se concentra en explicar el
significado de su partida, pero antes les pide fe y confianza en Dios y en ÉL.
Jesús se dirige a la Casa del Padre, donde hay muchas moradas, espacio de Dios
destinado para que moren los discípulos. Lo ha dicho Jesús, ahora les pide que
crean a su palabra. Él se va para prepararles la posibilidad a ellos y todos
los que crean en la posteridad, de una comunión perdurable con su Padre. Jesús
va al Padre para prepararles un lugar a los suyos pero regresará en el futuro
para llevar a los discípulos donde ÉL se encuentra. Juan sabe equilibrar la
escatología tradicional, con el presente, es decir, con lo que se está
realizando. Surge la idea de un tiempo entre la partida de Jesús y su regreso,
pero subsiste la idea de una presencia continua de Jesús en la comunidad
eclesial. Este evangelio ha insistido en que llega un tiempo, ya presente, en
que los que creen en el Hijo ya tienen vida eterna (cfr. Jn.3,15.26.36;4,14.36;5,24-25;
6,27.35.47.56.63; 10,10.28; 11,25-26; 12,50). Su partida es fundamental, además
les favorece, es más, ya saben el camino para ir al Padre, porque lo conocen a
ÉL saben por dónde va Jesús (v.4). Los discípulos saben que Jesús retorna al
Padre por una experiencia de muerte (cfr. Jn.10,38;
12,27-28), que es al mismo tiempo, su camino de su glorificación y la de Dios
(cfr. Jn.11,4.40;12,23.32-34; 13,31.32). La pregunta de Tomás es la llave que
abre el misterio de la comunión y la respuesta de cómo realizarlo. “Le dice
Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice
Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”
(vv. 5-6). La pregunta de Tomás refleja quizás la poca disposición a afrontar
todas las implicancias de lo que significa seguir a Jesús hasta el final.
Aunque sepan dónde va, la pregunta justifica una nueva enseñanza sobre el
camino y que Jesús haga su auto revelación como el Camino que conduce al Padre.
El camino hacia la casa del Padre es Cristo Jesús, por lo mismo, es la Verdad y
la Vida hacia Dios; es la Verdad y la Vida para el discípulo que lo conoce y
ama. Jesús proclama su identidad, es la Verdad, pero además, proclama lo que
hace, como Camino, conduce los hombres al Padre, la única revelación salvífica de
Dios. Dios se revela en la vida y obra de Jesús, y los discípulos debe saber
que Jesús va al Padre por medio de un levantamiento y una muerte. Su camino es
de una generosa donación hasta la muerte; también éste debe ser el camino de
sus seguidores. De la exhortación a la confianza, Jesús les ha enseñado a los
discípulos cómo ha de ser también su partida, consecuencia de la propia partida
hacia la Casa del Padre. La fe y la confianza de los discípulos en Jesús ha de
ser el único camino para alcanzar la meta: la unión con el Padre.
Santa
Teresa de Jesús, defiende la Humanidad de Cristo como seguro camino hasta el
final de la vida mística. “También os parecerá que quien goza de cosas tan
altas no tendrá meditación en los misterios de la sacratísima Humanidad de
nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya toda en amor. Esto es una
cosa que escribí largo en otra parte (3), y aunque me han contradecido en ella
y dicho que no lo entiendo, porque son caminos por donde lleva nuestro Señor, y
que cuando ya han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la
divinidad y huir de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen
camino. Yo puede ser que me engañe y que digamos todos una cosa; mas vi yo que
me quería engañar el demonio por ahí, y así estoy tan escarmentada que pienso,
aunque lo haya dicho más veces (4), decíroslo otra vez aquí, porque vayáis en
esto con mucha advertencia; y mirad que oso decir que no creáis a quien os
dijere otra cosa. Y procuraré darme más a entender, que hice en otra parte;
porque por ventura si alguno lo ha escrito, como él lo dijo (5), si más se
alargara en declararlo, decía bien; y decirlo así por junto a las que no
entendemos tanto, puede hacer mucho mal.” (6M 7,5).
SABADO
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 13, 44-52: Nos dedicaremos a
los gentiles.
La
primera reunión había suscitado para el sábado siguiente un gran interés, que
había provocado la predicación de Pablo entre judíos y gentiles: querían
permanecer fieles en la gracia de Dios, es decir, escuchar el evangelio. Los
judíos organizaron la ofensiva con blasfemias contra su palabra. La reacción de
Pablo es sabia y sensata:
“Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la
Palabra de Dios; pero ya que la
rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que
nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como
la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra”
(vv. 46-47). La intención de Pablo era buena, llevar a sus propios
hermanos la fe en Jesucristo, como
cumplimiento perfecto de todo cuanto se había dicho del Mesías en las Escrituras
del AT. El mismo rechazo que recibió Cristo Jesús, no aceptaron su palabra,
serán entonces los gentiles quienes se verán beneficiados, si aceptan la fe
(vv. 48-49; cfr. Lc. 4, 14-30). Aquí se ve como la mano de Dios acompaña la
evangelización de los pueblos, en esa visión de cómo se construye la historia
de la salvación, donde el aporte del hombre de fe, es fundamental. El ataque de
los judíos, no se dejó esperar porque incitaron a hombres y mujeres piadosos contra Pablo y Bernabé hasta
expulsarlos de su territorio (vv. 50-51). Ante el rechazo los apóstoles se
vuelven hacia los gentiles inspirados en el profeta que había anunciado: serás
luz para los gentiles (Is. 49,6). Texto que los judíos habían interpretado como
el futuro de Israel, ahora son los
cristianos los herederos de dichas promesas (cfr. Lc. 2, 32). Pero lo más
importante, después del anuncio del kerigma es que desde dentro los animaba el
Espíritu de Dios: “Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo”
(v. 52). Toda evangelización necesita al Espíritu Santo que anime a los
misioneros y evangelizadores para que verdaderamente sea proclamado el kerigma,
al igual que los apóstoles Pedro, Pablo, Esteban, olvidar esto, es sembrar sin
la simiente de la fe: la unción del Espíritu.
b.- Jn. 14, 7-14: Quien me ve a mí ve
al Padre.
El
Señor Jesús habla con frecuencia de su relación con el Padre, en el evangelio
de Juan, de una unión exclusiva, de ser su Enviado. “Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mí Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto” (v.
7). Pero es Felipe quien quiere un cara a cara con Dios Padre: “Señor,
muéstranos al Padre y nos basta” (v. 8). Al Padre nadie lo había visto, no es
su costumbre o modo de presentarse así al hombre, sino a través de su Palabra.
La petición está fuera de lugar en Juan, puesto que para ver y creer hay que
conocer, el más perfecto conocimiento se obtiene, por medio del Hijo, obediente
al Padre; Jesús realiza el proyecto que su Padre le encomendó, manifestar el
amor que tiene por el hombre. Siguiendo
esta lógica, a mayor conocimiento y cercanía con Jesús, se da un mayor
conocimiento del Padre; Felipe debió descubrir la relación entre el Hijo y su
Padre. Estar en el Otro, sólo se consigue por medio del amor, por una
identificación, un mismo pensar, sentir y obrar; sólo de esta manera Jesús está
en el Padre y el Padre en Jesús. Obediencia y misión vividas en la propia vida,
hacen que Jesús se identifique en todo con su Padre; y el Padre está en Jesús,
porque por medio de ÉL, lleva cabo la obra de la salvación o redención, se da a
conocer, se comunica al creyente. Sólo desde la fe, se comprende y vislumbra
esta realidad, por eso la respuesta a Felipe comienza: “¿No crees que yo estoy
en el Padre y Padre en mí?” (v.10). Esto
es lo que los discípulos deben creer firmemente; lo mismo dígase de los
cristianos por su unión con Cristo, están más cerca del Padre. Ahora bien, si
el Padre está en los cristianos, debe obrar también en él como lo hizo con
Cristo Jesús. Puede hacer obras mayores en el tiempo de la Iglesia, porque
Jesús subió al Padre. La tarea de los creyentes será llevar la salvación a
todos los hombres, a todas las generaciones. Que importante será entonces,
dejar obrar al Padre, por medio del Espíritu de su Hijo en nuestra vida, hacer
las mismas obras que hizo el Hijo, por la salvación de los hombres hoy. La
oración deberá ser la tierra fecunda desde donde germine este conocimiento
amoroso del plan de salvación que el Padre, obra por el Hijo en el Espíritu
Santo en la vida de cada discípulo de Cristo en su Iglesia.
Teresa
de Jesús, comenta la oración que nos enseñó Jesús. "Padre nuestro que estás en los
cielos". ¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece
vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por
siempre jamás! ¿No fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande?
En comenzando, nos henchís las manos y hacéis tan gran merced que sería harto
bien henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no
pudiese hablar palabra. ¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta!
¡Oh, con cuánta razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre sí
misma (2) a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar adonde
dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas
mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después
que entendamos cuán grande es nos quedemos en la tierra” (CV 27, 1)..
Fr. Julio González C. OCD