CUARTA SEMANA DE PASCUA

(Ciclo C)

DOMINGO

LUNES

MARTES

MIERCOLES

JUEVES

VIERNES

SABADO


DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.-  Hch. 13, 14. 43-52: Nos dedicamos a los gentiles.

Luego de predicar en Antioquía de Pisidia, el kerigma cristiano, muchos judíos y prosélitos, aceptaron la fe. En cambio, los judíos, al ver el éxito de Pablo y Bernabé, soliviantaron a la gente contra los discípulos. La gente quería seguir escuchándolos, mientras que ellos les piden que se mantengan fieles a la gracia de Dios. Al sábado siguiente se produce la separación entre el judaísmo y el evangelio. Pablo, con una verdadera pedagogía, les recuerda su privilegio cronológico: ellos eran los primeros llamados en recibir la palabra de Dios, el evangelio de la gracia, porque todo lo que ahora se anuncia ocurrió entre los judíos. Jesús, se dirigió a los judíos, y les mandó a sus discípulos: predicar el evangelio comenzando por Israel. El pueblo judío destinatario de  todas las promesas del AT, pero debido al rechazo del Mesías y su evangelio, el anuncio a los gentiles se hacía más que necesario un deber. Este rechazo de los elegidos y la aceptación de los paganos, ya lo había anunciado Jesús (cfr. Lc. 4, 14-30). El pronunciamiento de los discípulos es radical, se vuelven a los gentiles, con la sacudida del polvo de sus pies y con las palabras del profeta (cfr. Is. 49,6), es decir, ser luz y salvación hasta los confines de la tierra. Si bien, estas palabras fueron interpretadas por los judíos como el futuro esplendor de Israel, ahora se aplica lo mismo para los gentiles destinados a la vida eterna (cfr. Lc. 2, 32). Los gentiles se alegraron en el Señor, y la acción del Espíritu Santo en los discípulos será fecunda, aunque tengan que marchar a otro territorio.     

b.- Ap. 7, 9. 14-17: El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

En este pasaje que nos narra Juan el triunfo de los elegidos. Encontramos la visión de una inmensa muchedumbre en el cielo, que nadie puede contar, reunión universal de todos los pueblos, que no llevan el sello, por eso no son contables entre los 144.000 sellados en la tierra. Esta muchedumbre está de pie delante del Cordero, distinto de los impíos que no pueden sostenerse de pie en el día de la cólera del Cordero (cfr. Ap. 6, 17). Visten de blanco, son los mártires, es decir, no se contaminaron con la idolatría, y llevan la palma de la victoria. Han triunfado sobre la Bestia, de su imagen y de la cifra de su nombre. Son los mismos que gritaban justicia y venganza, mas ahora cantan la salvación que es de Dios y está sentado en el trono y del Cordero (v.15; Ap. 6,9-11). La salvación que cantan los mártires, se puede interpretar, con un término político, pues designa la paz, seguridad y el bienestar que ofrece la Roma imperial; ahora los mártires, reconocen que esa salvación viene de Dios y del Cordero. “Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero.” (v. 14). La gran tribulación, puede ser la persecución llevada a cabo por Nerón, pero sobre todo, debe entenderse como la permanente situación de opresión y persecución que vive la Iglesia, porque no acepta las estructuras opresoras e idolátricas en lo económico, político, social, cultural y religiosa que propone la sociedad actual.

c.- Jn. 10, 27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas.

Juan, evangelista nos presenta a Jesús como el Buen Pastor,  la puerta del rebaño (cfr. Jn. 10,7), en medio de la disputa que sostiene con los jefes religiosos por su origen (cfr. Jn.10, 24-25). Era la fiesta de la Dedicación, recuerdo de la consagración del templo;  y que Jesús este ahí paseándose, viene a indicar que ÉL es el nuevo Salomón, constructor del verdadero templo del Señor, Él mismo es el nuevo templo, pero lejos de las instituciones judías. Jesús es el nuevo Salomón, el buen Pastor. Siguiéndolo a ÉL, el nuevo rebaño experimentará la verdadera vida, la verdadera comunicación con Dios, el Padre, como fuente y raíz de todo el quehacer de Cristo Jesús. No permitirá que ninguno de los que le ha entregado, sean arrancados de las manos de Jesús, porque es Uno con el Padre, y por lo mismo poseedor de su misma vida. Los fariseos, no son de sus ovejas, tampoco escuchan su voz, ni Jesús los conoce, ni lo siguen (cfr. Jn. 10,26). Sólo quien cree en Jesús, discierne la identidad de Jesús, esto porque ha oídos su voz, experimenta la vida eterna y sabe que viene de parte del Padre, el buen Pastor que traspasa el poder a su Hijo. Los incrédulos no son capaces de leer las obras del Mesías. Las ovejas oyen su voz (v.27), y éstas lo siguen porque conocen su voz (cfr. Jn. 10, 3-4). Seguir a Jesús, habla de conocimiento, familiaridad, conexión entre el Pastor y el rebaño. Para creer a Jesús hay que sintonizar interiormente con ÉL: ser de arriba (cfr. Jn.8, 23); amante de la verdad (cfr. Jn.3,17-21; 8,37); ser de Dios (cfr. Jn.8,47), ser de su rebaño (Jn.10,14). Se subraya esa conexión que gracias a Jesús, los creyentes, son partícipes de la vida eterna, de la salvación, realidad permanente, definitiva. La comunidad de vida con Jesús, tiene carácter de validez duradera, definitiva y eterna. Su fundamento último es el Padre, que ha encomendado las ovejas al Hijo (cfr. Jn.6, 37.44). Tras el pastoreo y la obra salvadora de Jesús, está la mano del Padre, la voluntad de Dios, porque en ese pastoreo del Hijo se hace presente el pastoreo de Dios para la salvación de todos los hombres, fuerza que nadie puede detener ese poder salvador. Entre el pastoreo de Jesús, pastor mesiánico, y el pastoreo del Padre, se da la más completa unidad. Ahora se entiende eso de: “El Padre y yo somos una misma cosa” (v.30). Entre Jesús y Dios, entre el Hijo y el Padre hay unidad. Se establece así que el rebaño de Jesús, es el rebaño de Dios, y que Jesús actúa como enviado de Dios, compromiso por los suyos que lo lleva hasta el extremo de dar la vida por ellos. Se asegura el carácter definitivo de la salvación; dicha salvación tiene su último fundamento en la unidad del Padre y del Hijo. Para los judíos escuchar hablar de esa unidad entre Jesús de Nazaret y Dios, representa una provocación. El Padre y el Hijo son uno, y por lo mismo, el Pastor tiene una capacidad vivificadora y una soberanía absoluta, atributos divinos, recibidos del Padre (cfr. Jn. 3, 3; 6, 37). Es fundamental que seamos conocidos por el Pastor, nos llama por nuestro nombre, la respuesta será en la medida de nuestro conocimiento de Jesús, ser capaces de reconocer su voz, vivir la comunión con el Padre y el Hijo, a la cual nos invita nuestra condición de hijos de Dios, y alcanzar ya en esta vida eclesial, la vida eterna .

Santa Teresa de Jesús, contempla la vida eterna, como destino y coronación de su vida de fe y oración. “Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho  muchas moradas, unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma. Es menester que vayáis  advertidas a esta comparación. Quizá será Dios servido pueda por ella daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las almas y las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que es posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas, cuánto más quien es tan ruin como yo; porque os será gran consuelo, cuando el Señor os las hiciere, saber que es posible; y a quien no, para alabar su gran bondad; que así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo y lo que gozan los bienaventurados, antes nos alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos gozan, tampoco nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa.” (1M1,3).

LUNES

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 11,1-18: Pedro explica su conducta.

Este pasaje de los Hechos, nos presenta la apertura de la Iglesia a los paganos, que comienza con el bautismo de Cornelio a manos de Pedro. La reacción de la Iglesia de Jerusalén, es pedirle una explicación. Pedro, como cabeza de la Iglesia, no obra por capricho ni en forma independiente. La oposición le vino de los que provenían de la circuncisión, es decir, los que privilegiaban las tradiciones judías, y se oponían a la comunión con los gentiles (v.3; cfr. Hch. 15, 1; Gál. 2,11). Pedro narra lo que aconteció (vv.3-10), posee a su favor el testimonio de los otros seis hermanos que lo acompañaban y recuerda la acción  del Espíritu y las de Jesús (vv. 12. 16; cfr. Lc. 1,5), que también  los paganos están llamados a la salvación. Luego de la exposición de Pedro, las críticas desaparecieron, reconocen los hermanos la acción de Dios en los gentiles, sin la necesidad que observen la Ley de Moisés (v.17). Con todo esto vemos que en la comunidad primitiva de Jerusalén había dos grupos bien definidos: los que se oponen al ingreso de paganos a la Iglesia, y el otro segmento, reconoce que Dios implantó su voluntad a la comunidad, es decir, la apertura a los gentiles (cfr. Hch. 10,14. 28. 47; 11, 2. 8. 17; 10,3-11-16. 22. 30; 11, 5-10; 13). De esta forma el trabajo con los gentiles quedaba autorizado; vía abierta para su ingreso a la comunidad. Lo significativo fue que el primer pagano fuera bautizado por Pedro, y que la Iglesia, después de un sano discernimiento aprobó el accionar de Pedro y la asumió como suya. Fue la Iglesia apostólica la que inició este trabajo, lo que legitima el bautismo a los paganos. El primer convertido, es un militar romano, pero se insistirá más en las buenas relaciones entre la Iglesia y las autoridades del momento.

 b.- Jn. 10, 11-18: El buen Pastor da la vida por sus ovejas.

En este pasaje Juan, nos habla de las características del buen Pastor y de aquel que no es pastor del rebaño. El verdadero Pastor entra por la puerta, el portero le abre y es reconocido por las ovejas por el tono de su voz: las llama por su nombre y éstas le siguen. El otro es un extraño, escala por la pared, las ovejas no le siguen; su voz es extraña para ellas. En el trasfondo, late la presencia de falsos profetas, con anhelos mesiánicos, con pretensiones de salvación, que conoció Israel. Escuchar la voz del pastor, es un tema recurrente del AT, aquí se trata de oír a Jesús, escuchar su palabra. Lo mismo se puede decir de las palabras redil, ovejas, rebaño; aquí deja en claro que ÉL ama a sus ovejas, entra por la puerta y las ovejas le siguen al escuchar su voz. Otra lectura, es señalar que Jesús, no ha entrado en el redil de Israel con violencia, pretendiendo ser el Mesías. Se puede entender que es Yahvé, el portero del redil de Israel, que gozoso abre las puertas a Jesús el Pastor. Entre las ovejas y el Pastor, hay una gran intimidad, transida de alegría al escuchar su voz, ÉL no busca una paga por su trabajo,  cuidar las ovejas, más bien, entrega la vida por ellas. Descubrimos en el Pastor, al Esposo de la Nueva Alianza; ellas le siguen, porque conocen su voz, la voz del Amado (cfr. Ct. 5, 2). A la imagen del Pastor, se agrega el de la puerta: Él es la puerta del rebaño, puerta de las ovejas, por donde se puede entrar y salir, es decir, el creyente se siente cómodo, no estrecho. Es el Pastor, la vida de su rebaño (cfr. Jn. 10,10). Vemos como Jesús se ha ido declarando la luz del mundo (Jn.8,12), el agua viva (Jn.7,37), el pan vivo bajado del cielo (Jn.6,48), finalmente, declarará que el Camino y la Verdad y la Vida (Jn.14,6). Todas estas declaraciones hablan de cómo Jesús conduce a las ovejas hacía sí mismo, no sólo es vía, acceso, sino nuevo recinto, nuevo templo, donde los que creen adquieren los bienes mesiánicos. Jesús es la puerta que conduce a la vida, al nuevo templo. Quien encuentra a Jesús encuentra la plenitud total, la vida para siempre.

Santa Teresa de Jesús, siente la presencia de Jesucristo cabe sí. “A cabo de dos años que andaba con toda esta oración mía y de otras personas para lo dicho, o que el Señor me llevase por otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor, me acaeció esto: estando un día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mi Cristo y veía ser El el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio, y no hacía sino llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco o no estuviese muy divertida podía ignorar que estaba cabe mí.” (V 27,2).

MARTES

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 11, 19-26: Nace la comunidad de Antioquia.

La dispersión que produjo el martirio de Esteban, se termina convirtiendo en una gran bendición para la Iglesia primitiva. Algunos hombres de Chipre y Cirene, predicaron la palabra en Antioquía (v. 20). Es posible que sean Lucio de Cirene y Simeón llamado el Niger (cfr. Hch. 13). Es posible que ambos, domiciliados en Antioquía, predicaran el evangelio y comandaran la comunidad. Hay que decir, que estos fueron misioneros anónimos, que fundaron lo mismo en Antioquía, que Éfeso, Alejandría  y  Roma (cfr. Hch. 18,21; 18,24; 28,14). La iglesia madre de Jerusalén envía a Bernabé a Antioquia,  quien vio el don que había hecho Dios a esa comunidad, y los exhorta a permanecer unidos en el Señor con un propósito firme. El mensaje de estos misioneros, no fue otro que el kerigma cristiano: Jesús es el Señor. En la mentalidad helenista había muchos señores, la fórmula cristiana, es presentar a Jesús como el único Señor. Los gentiles dieron el nombre de “cristianos”, ungidos, a los seguidores de Cristo (v.26). Con esto se quiere decir, que el cristianismo, ya no es una secta judía, sino que el cristianismo ha adquirido personalidad y consistencia propia. Es una realidad nueva en el mundo religioso de entonces y recordemos que según la mentalidad judía, las cosas sin nombre, no existen. Al poco tiempo, se agrega Saulo de Tarso a esta misión, y luego de permanecer un año allí, muchos se agregaron a la Iglesia. Pablo estaba en Tarso, luego de su conversión, enviado por los hermanos (cfr. Hch. 9, 30). Recordemos que fue Bernabé, quien presentó a Pablo a los apóstoles (cfr. Hch. 9,27), pero al convertirlo Lucas en puente entre los apóstoles y Pablo, está legitimando la misión de éste último. De este modo, se incrementa el rebaño de Cristo,  Antioquia se convierte en la segunda Iglesia, luego de Jerusalén, puente para el trabajo apostólico con los griegos, como la iglesia madre, lo era para los judíos.

b.- Jn. 10, 22-30: Yo doy vida eterna a mis ovejas.

El evangelio tiene como  contexto  la visita de Jesús al templo, en la fiesta de la Dedicación del templo de Jerusalén (cfr.1Mac.1, 41s; 1,11-13; 1,41-50; 1,60-64; 1,56-58; 1,59; Dn. 11,31s; 1Mac. 2,1-4.35; 1Mac. 4,46-51; 2Mac.10,1-4). La pregunta de los judíos es directa: “¿Hasta cuándo  vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (v. 24). Jesús ya les había respondido con auto revelación como Buen Pastor (cfr. Jn.10, 14-18), no había nada que esperar ya  les había dicho que era el Cristo, porque como ocurre con frecuencia, no ponían atención a sus palabras (cfr. Jn. 4,34). Su visión sigue siendo terrena, valorando a Jesús según sus criterios (cfr. Jn.7, 24; 8,15). La respuesta de Jesús les remite a sus obras que ha hecho en el nombre del Padre, pero tampoco creen a ellas, porque no son ovejas de su rebaño (v.26). Ellas dan testimonio de las palabras de Jesús y la imagen del Buen Pastor, contesta a sus inquietudes sobre su condición de mesías (cfr. Jn.10, 1-18). Pero ellos no escuchan, son incapaces de aceptarle como revelación de Dios o ver la revelación de Dios en sus obras, muchos menos podrán creer en Él, es el Mesías. En cambio, el rebaño de Dios escucha su voz, y responde a su llamada, pero los judíos no oyen su voz. (cfr. Jn.10,3-4.14.16). Expone, luego la realidad acerca de la comunión de vida eterna que establece con sus ovejas, que se traduce, en conocimiento del Pastor y escuchar  su voz. Estas son las condiciones para vivir esa comunión entre el Pastor y su rebaño. Es el propio Jesús, quien da razones para constituirse en verdadero y único Pastor del rebaño de Dios: una razón, es que conoce sus ovejas y ellas le conocen y siguen. Este conocimiento que crea comunión de vida, relación activa y efectiva, amorosa y familiar, personal e íntima con el Otro. Encontramos así la descripción del auténtico creyente que escucha a su Pastor y Maestro (cfr. Jn.1, 41; 3,8.29; 4,42; 5,24.28; 6,45; 8,38.43; 10,3.16), es el que posee vida eterna (cfr. Jn. 3,15.16.36; 4,14.36; 5,24.39; 6,27.40.47.54.68), porque sigue a Jesús (cfr. Jn.1, 37.44; 8,12; 10,4-5), no perecerá jamás (cfr. Jn.3,16; 6,12.27.39; 10,10). Quiere Jesús llevar esta relación, al mismo grado, que tiene de conocimiento mutuo con su Padre. Les da vida eterna, por lo mismo, no perecerán jamás, porque nadie se las arrebatará de su mano. Esta enseñanza insiste en creer en ÉL como Mesías, según sus categorías dará vida eterna, y nadie los podrá arrebatará de su mano (vv.27-28). Es el Padre quien se las confió, nadie se las puede arrebatar; esa vida es don del Padre. No hay poder más grande que el de Dios, por lo que está garantizada la unión del creyente con Dios; el Padre de Jesús es más grande que todo otro poder (v.29). Que Israel celebre la presencia de Dios en la Dedicación del templo, y que Jesús participe en ella, les enseña a los judíos, que desde ahora hay otro modo de presencia  de Dios entre ellos. Es más, pueden estar seguros que están en las manos del Padre, si creen en Jesús. Mientras los judíos celebran la nueva consagración de su templo, prueba tangible que ellos le pertenecían a Dios y que este Dios les pertenecía, Jesús insiste en que la fe del creyente en su palabra, lo vincula a ÉL y a su Padre Dios. “El Padre y yo somos uno” (v.30), con lo que Jesús viene a enseñar, que ya no hay que mirar al templo para contemplar la presencia de Dios, puesto que Él delante de los judíos se declara, como el nuevo templo, presencia de Dios en medio de ellos (Jn.1,14). El Resucitado abre las puertas de su rebaño para que ingresemos en él. La esperanza que nace de su Resurrección  transforma en testigos a los que lo aman, y su voz resuena en lo interior de cada creyente. 

Santa Teresa de Jesús, destaca el conocimiento de sí mismo desde el misterio de Dios. “Podría alguna pensar que si tanto mal es tornar atrás, que mejor será nunca comenzarlo, sino estarse fuera del castillo. Ya os dije al principio, y el mismo Señor lo dice, que quien anda en el peligro en él perece, y que la puerta para entrar en este castillo es la oración. Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino. El mismo Señor dice: Ninguno subirá a mi Padre, sino por Mí; no sé si dice así, creo que sí; y quien me ve a Mí, ve a mi Padre. Pues si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor pueden tener? ¿Ni quién nos despertará a amar a este Señor?” (2M 1,11)

MIERCOLES

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 12, 24 - 13, 1-5: Misión de Bernabé y Saulo.

La lectura de Hechos, nos sitúa en Antioquia de la que va a partir la gran misión. Los protagonistas son Bernabé y Pablo, se les une Juan Marcos, primo de Bernabé, que vino con ellos desde Jerusalén. Buen hombre que prestó servicios a Bernabé y Pablo (cfr. Col. 4,10; Hch. 13,5; 15,39; Col. 4,10; Flm 24; 2Tm.4,11). La comunidad de Antioquía contaba con profetas y maestros. Estos tenían la misión de interpretar  la Escritura, sobre todo el AT, y su cumplimiento en el Evangelio. Predicaban y posiblemente dirigían la comunidad. Eran hombres doctos inspirados por el Espíritu Santo, el mismo que hablaba por medio de los profetas. Se puede decir que Bernabé y Pablo, estaban llenos del Espíritu Santo, por lo mismo eran considerados buenos profetas y maestros. La palabra de Dios crecía y se propagaba entre los paganos. Los  seleccionados por el Espíritu Santo, para la nueva misión, son Bernabé y Pablo, son escogidos en una asamblea litúrgica  y la comunidad se hace responsable de esta misión (vv. 2- 3). La oración y el ayuno son imprescindibles para conocer la voluntad del Señor. Lucas, quiere dejar en claro que la iniciativa viene del Espíritu y que mueve a toda la comunidad para asumirla y planificarla. Las palabras del Espíritu: “separadme…” es el término para indicar una consagración como la de los levitas y de Pablo (cfr. Núm. 16,9; 1Cró 23, 13; Rm. 1,1; Gál. 1, 15). Se trata, entonces de la consagración de Bernabé y Pablo llamados para evangelizar; la imposición de las manos viene a significar auto identificación, trasmisión de un poder que se comparte entre quien las impone y sobre aquellos que son impuestas. Serán misioneros en nombre o mandados o representantes de la Iglesia de Antioquía ante los paganos, Iglesia en la que por primera vez se les llamó cristianos a los discípulos de Jesús.

b.- Jn. 12, 44-50: Yo, la luz, he venido al mundo.

El evangelio nos presenta a Jesús clamando por su identidad:  “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí,  ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí  no siga en las tinieblas” (vv. 44-46; cfr. Jn. 1,15; 7, 28. 37; 12,44). Jesús obra en nombre de Dios no hace nada por su propia autoridad, sino que actúa en comunión con el Padre y en total obediencia a ÉL, de quien ha recibido la más absoluta autorización. Si vemos son varios los pasajes en que Jesús recibe la aprobación de Juan el Bautista (cfr. Jn. 1,15; al autoproclamación en la fiesta de los Tabernáculos (cfr. Jn. 7, 28; 7, 38). Ahora ÉL sintetiza cuanto ha dicho de sí mismo: Creer en Jesús es creer en Aquel que lo ha enviado. El Padre y Jesús, son una misma cosa; ÉL es reflejo del Padre, acerca al hombre a Dios, lo comunica, lo presenta. Jesús, es la luz de la salvación, portadora de luz verdadera que es vida. Vino para traer luz en medio de las tinieblas, del paganismo, la increencia, rescatar al hombre para que pueda creer en ÉL  y ser salvo. Este grito de Jesús es como la síntesis de todo su ministerio, de su presencia de revelación y de juicio, él es manifestación de la gloria del Padre (Jn. 12, 43). El yo de Jesús queda subordinado al Padre, puesto que ÉL es el Enviado, que da a conocer al Padre. ÉL es la única revelación del Padre (v.44; cfr.Jn.3,15-16; 5,36-38; 6,29.35.40; 7,38;8,19.24.42.45-46), por lo tanto, ver a Jesús es ver a aquel que lo envió (v.45; cfr. Jn.1,4-5; 8,12; 9,5.39; 11,9-10; 12,35-36). El mundo se juzga a sí mismo si acepta o rechaza esta luz, revelación del Padre, y por lo mismo, no es Jesús quien lo juzga. Jesús finalmente centra su atención en la importancia crucial que tiene el creer en su palabra (cfr.Jn.2,1-4,54). Él ha venido a salvar al mundo, sin embargo, éste rechaza su presencia salvífica, por lo tanto, es juzgado (v.47; Jn.3,16-17.34; 5,24; 8,15.31). Es la palabra de Jesús quien juzga a quien lo rechaza; juicio que comienza en esta vida y se prolonga después de la vida (v.48, cfr.Jn.3,18; 5,24.29.44-45; 7,51; 8,40). Pero Jesús hasta en este aspecto depende del Padre puesto que la palabra de Jesús no es suya, como tampoco lo hace en virtud de su propia autoridad. ÉL habla lo que el Padre le ha mandado decir, con lo que afirma que cuanto enseña, con toda confianza se puede creer en ella, puesto que es portadora de vida eterna. Con total confianza y fidelidad Jesús ha hablado la palabra del Padre (vv.49-50; cfr. Jn.4, 34; 5,22.30.39; 6,38; 7,16-17; 8,26.28.38; 10,18). Desde el comienzo el evangelista nos había dicho que Jesús era la única revelación del Padre, y que la vida o la muerte, la luz o la oscuridad surgen de la aceptación o rechazo a esta revelación. El ministerio de Jesús concluye con el mismo tema: Jesús s la manifestación de la gloria de Dios y el mundo se juzga a sí mismo si lo acepta o rechaza (Jn.12,44-50). Los judíos han preferido la gloria de los hombres a la gloria de Dios (v.43), pero Jesús decidió llevar a la perfección la labor que el Padre le había encomendado, es decir, dar a conocer la gloria de Dios (cfr. Jn. 4,34; 5,36). Su palabra es vida, comunicarla es su trabajo y misión como Enviado; también la nuestra si la hemos conocido y recibido del Padre por medio de Jesús.  

Santa Teresa de Jesús, invita a las almas a seguir hasta el final en el camino de la oración y contemplación.  “También les parecerá a algunas almas que no pueden pensar en la Pasión; pues menos podrán en la sacratísima Virgen, ni en la vida de los Santos, que tan gran provecho y aliento nos da su memoria. Yo no puedo pensar en qué piensan; porque, apartados de todo lo corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre abrasados en amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal, que es menester trate y piense y se acompañe de los que, teniéndole, hicieron tan grandes hazañas por Dios; cuánto más apartarse de industria de todo nuestro bien y remedio que es la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo. Y no puedo creer que lo hacen, sino que no se entienden, y así harán daño a sí y a los otros. Al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras; porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino; harto será si se están en las demás con seguridad. Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino por El; y "quien me ve a mí ve a mi Padre". Dirán que se da otro sentido a estas palabras. Yo no sé es otros sentidos; con éste que siempre siente mi alma ser verdad, me ha ido muy bien.” (6M7,6).

JUEVES

Lecturas:

a.- Hch. 13, 13-25: Pablo en Antioquia de Pisidia.

La lectura de Hechos nos sitúa en Antioquia de Pisidia, donde luego de la lectura de la Ley y los profetas, Pablo y Bernabé son invitados a hacer una exhortación. Era el primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, se sabía que conocían bien las Escrituras. Es una constante en Pablo en el anuncio del Evangelio dirigirse primero a la sinagoga, es decir, a los judíos, si encontraba rechazo, entonces se dirigía a los gentiles. El servicio litúrgico fuera de Palestina era en griego. En la exhortación los oyentes querían escuchar si había algún indicio que hablara del cumplimiento de las promesas hechas por Dios en el AT. ¿Dios cumplirá su palabra en este momento de la historia, finalmente? Las palabras de Pablo, asume el protagonismo de aquí en adelante, comienza a recordar el pasado de Israel: comienza por la conquista de la tierra prometida, el período de los jueces y los primeros reyes de Israel, Saúl y David. “Depuso a éste y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera. De la descendencia de éste, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús” (vv. 22-23). La exhortación de Pablo, consiste en confirmar que las promesas hechas a David se cumplen en Jesús, es el Salvador. Pablo, quiere colocar toda su atención en David. Según la tradición judía, Dios había prometido un rey que reinaría para siempre; pero todavía no había llegado. La monarquía había desaparecido hacía siglos. Los judíos llamaban Mesías y Cristo a ese rey que debía venir; de ahí la importancia de la referencia inmediata que hace Pablo de David a Jesús. Es más para la mentalidad judía el término Salvador decía mucho más que el de Mesías.  El Bautista, dice, Pablo, precedió a la actividad de Jesús y dio testimonio de ÉL y se consideró indigno de desatar las sandalias de sus pies (v. 25). Juan Bautista, fue su precursor y su testigo de Jesús, quien lo anunció y abrió caminos llanos al Salvador y redentor del mundo en el corazón de los hombres. La mención que hace Pablo, del Bautista enmarca la actividad de Jesús en un tiempo determinado; ser precursor y testigo de Cristo Jesús, ayuda a comprender el rol superior que tiene el Mesías de su precursor.

b.- Jn. 13, 16-20: El siervo no es más que su amo.

El evangelio nos sitúa en el contexto después del lavado de pies, mejor dicho es su explicación. El gesto de Jesús debe servir para explicar el dicho: “No es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. Sabiendo esto, dichosos si lo cumplís” (v. 16; cfr. Jn. 15, 20; Mt. 10,24; Lc. 6, 40). Este dicho viene a significar que el siervo correrá la misma suerte que su Maestro, es decir, las mismas persecuciones. Es probable que el dicho surgiera del mandato que Jesús les hizo de lavarse los pies unos a otros. Este también establece una relación nueva entre Jesús y sus discípulos, pensando que el enviado, embajador tiene la misma dignidad del que lo envía. Así como Jesús envía a sus discípulos, lo mismo ÉL que fue enviado por el Padre (cfr. Mt. 10, 40); honores o maltratos que se hagan a los embajadores es como si se lo hicieran a Aquel que los envió. Quien recibe al enviado por Jesús, recibe no sólo a Jesús, sino también al Padre, el que ha enviado a Jesús. El lavado de pies, es una forma de anunciar a Cristo Jesús entre los hombres, por medio del servicio al prójimo dentro de la comunidad (cfr. Jn. 13, 14). Sólo quien ponga en práctica su palabra alcanzará la bienaventuranza, dice Jesús (v.17), es decir, al conocimiento, debe seguir la acción. Sólo de este modo es eficaz para quien los posee además de dar testimonio ante el prójimo. La velada alusión a Judas, que queda fuera de esta bendición por su actitud, aunque sabemos que Jesús lo escogió para ser su discípulo, incluso sabiendo que lo iba a traicionar. Ahora sabemos que fue para que se cumpliera la Escritura: “El que come mi pan ha alzado contra mi su talón” (Sal. 41, 10). Os lo digo ahora antes que suceda,  para que, cuando suceda creáis que Yo soy” (vv. 18-20). Estas palabras  expresan  el dolor de la traición por parte de uno de sus discípulos. Jesús lo anuncia o revela antes que suceda para que cuando haya sucedido, se confirme la fe de sus discípulos en ÉL: “y creáis que Yo soy” (v. 19). El cristiano comprometido debe seguir el camino de su Maestro, es decir, de servicio, de humillación y gloria. Seguir a Jesús, en este camino de evangelio, se trata de imitar sus actitudes: amor y servicio a los hermanos, entrega y renuncia, obediencia y humillación. No olvidemos que el servicio y el amor tienen  otra cara, que es precisamente, el sacrificio y la renuncia. Son intrínsecos al amor ya que sin ellos éste no vale nada. 

Teresa de Jesús, el servicio a Dios y al prójimo nace del amor que se cultiva en la oración.   “Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este camino de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el temor servil (2) luego va fuera, si en este primer estado vamos como hemos de ir. ¡Oh Señor de mi alma y bien mío! ¿Por qué no quisisteis que en determinándose un alma a amaros, con hacer lo que puede en dejarlo todo para mejor se emplear en este amor de Dios, luego gozase de subir a tener este amor perfecto? (3) Mal he dicho: había de decir y quejarme porque no queremos nosotros; pues toda la falta nuestra es, en no gozar luego de tan gran dignidad, pues en llegando a tener con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos.” (V 11,1).

VIERNES

Lecturas

a.-Hch. 13, 26-33: Las promesas han sido cumplidas en los hijos.

Continuamos en la sinagoga de Antioquía de Pisidia y Pablo sigue su exhortación: el evangelio es la consumación de todo cuanto Yahvé había prometido a su pueblo. Pablo, les recuerda que son raza de Abraham, hombres temerosos de Dios, a ellos es dirigida hoy, una palabra de salvación. Los jefes del pueblo cumplieron las Escrituras, sin saberlo, dice el apóstol, las mismas que se leen lo sábados, cuando pidieron la muerte de Jesús. Revive la Pasión cuando les recuerda que fue crucificado, muerto y sepultado, pero Dios lo resucitó, se apareció a sus discípulos, convertidos hoy en sus testigos. El argumento esencial es que la Buena Nueva, el mensaje que él les anuncia,  que todo cuanto Dios prometió a los padres, lo ha cumplido en los hijos, es decir, en ellos sus interlocutores, al resucitar a Jesús de entre los muertos (cfr. Sal. 2,7). Es el kerigma anunciado a los primeros destinatarios de la promesa, los judíos, pero que desde el rechazo a Jesús y su evangelio,  luego a los apóstoles, se abre a los gentiles.

b.- Jn. 14, 1-6: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

El evangelista nos introduce en el clima de una verdadera despedida de Jesús de sus discípulos, luego del anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro (cfr. Jn.13,26s; v.36s). Era comprensible la consternación tras los mandatos y profecías de lo vivido por la comunidad apostólica, lo superan con una renovación de su fe y confianza en Dios y en Jesús (cfr. Jn.13,1-38). “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también mí” (vv.1-2). Jesús se concentra en explicar el significado de su partida, pero antes les pide fe y confianza en Dios y en ÉL. Jesús se dirige a la Casa del Padre, donde hay muchas moradas, espacio de Dios destinado para que moren los discípulos. Lo ha dicho Jesús, ahora les pide que crean a su palabra. Él se va para prepararles la posibilidad a ellos y todos los que crean en la posteridad, de una comunión perdurable con su Padre. Jesús va al Padre para prepararles un lugar a los suyos pero regresará en el futuro para llevar a los discípulos donde ÉL se encuentra. Juan sabe equilibrar la escatología tradicional, con el presente, es decir, con lo que se está realizando. Surge la idea de un tiempo entre la partida de Jesús y su regreso, pero subsiste la idea de una presencia continua de Jesús en la comunidad eclesial. Este evangelio ha insistido en que llega un tiempo, ya presente, en que los que creen en el Hijo ya tienen vida eterna (cfr. Jn.3,15.26.36;4,14.36;5,24-25; 6,27.35.47.56.63; 10,10.28; 11,25-26; 12,50). Su partida es fundamental, además les favorece, es más, ya saben el camino para ir al Padre, porque lo conocen a ÉL saben por dónde va Jesús (v.4). Los discípulos saben que Jesús retorna al Padre por una experiencia de muerte (cfr. Jn.10,38; 12,27-28), que es al mismo tiempo, su camino de su glorificación y la de Dios (cfr. Jn.11,4.40;12,23.32-34; 13,31.32). La pregunta de Tomás es la llave que abre el misterio de la comunión y la respuesta de cómo realizarlo. “Le dice Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (vv. 5-6). La pregunta de Tomás refleja quizás la poca disposición a afrontar todas las implicancias de lo que significa seguir a Jesús hasta el final. Aunque sepan dónde va, la pregunta justifica una nueva enseñanza sobre el camino y que Jesús haga su auto revelación como el Camino que conduce al Padre. El camino hacia la casa del Padre es Cristo Jesús, por lo mismo, es la Verdad y la Vida hacia Dios; es la Verdad y la Vida para el discípulo que lo conoce y ama. Jesús proclama su identidad, es la Verdad, pero además, proclama lo que hace, como Camino, conduce los hombres al Padre, la única revelación salvífica de Dios. Dios se revela en la vida y obra de Jesús, y los discípulos debe saber que Jesús va al Padre por medio de un levantamiento y una muerte. Su camino es de una generosa donación hasta la muerte; también éste debe ser el camino de sus seguidores. De la exhortación a la confianza, Jesús les ha enseñado a los discípulos cómo ha de ser también su partida, consecuencia de la propia partida hacia la Casa del Padre. La fe y la confianza de los discípulos en Jesús ha de ser el único camino para alcanzar la meta: la unión con el Padre.   

Santa Teresa de Jesús, defiende la Humanidad de Cristo como seguro camino hasta el final de la vida mística. “También os parecerá que quien goza de cosas tan altas no tendrá meditación en los misterios de la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya toda en amor. Esto es una cosa que escribí largo en otra parte (3), y aunque me han contradecido en ella y dicho que no lo entiendo, porque son caminos por donde lleva nuestro Señor, y que cuando ya han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la divinidad y huir de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen camino. Yo puede ser que me engañe y que digamos todos una cosa; mas vi yo que me quería engañar el demonio por ahí, y así estoy tan escarmentada que pienso, aunque lo haya dicho más veces (4), decíroslo otra vez aquí, porque vayáis en esto con mucha advertencia; y mirad que oso decir que no creáis a quien os dijere otra cosa. Y procuraré darme más a entender, que hice en otra parte; porque por ventura si alguno lo ha escrito, como él lo dijo (5), si más se alargara en declararlo, decía bien; y decirlo así por junto a las que no entendemos tanto, puede hacer mucho mal.” (6M 7,5).

SABADO

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 13, 44-52: Nos dedicaremos a los gentiles.

La primera reunión había suscitado para el sábado siguiente un gran interés, que había provocado la predicación de Pablo entre judíos y gentiles: querían permanecer fieles en la gracia de Dios, es decir, escuchar el evangelio. Los judíos organizaron la ofensiva con blasfemias contra su palabra. La reacción de Pablo es sabia y sensata:  Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra  de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra” (vv. 46-47). La intención de Pablo era buena, llevar a sus propios hermanos  la fe en Jesucristo, como cumplimiento perfecto de todo cuanto se había dicho del Mesías en las Escrituras del AT. El mismo rechazo que recibió Cristo Jesús, no aceptaron su palabra, serán entonces los gentiles quienes se verán beneficiados, si aceptan la fe (vv. 48-49; cfr. Lc. 4, 14-30). Aquí se ve como la mano de Dios acompaña la evangelización de los pueblos, en esa visión de cómo se construye la historia de la salvación, donde el aporte del hombre de fe, es fundamental. El ataque de los judíos, no se dejó esperar porque incitaron a hombres y  mujeres piadosos contra Pablo y Bernabé hasta expulsarlos de su territorio (vv. 50-51). Ante el rechazo los apóstoles se vuelven hacia los gentiles inspirados en el profeta que había anunciado: serás luz para los gentiles (Is. 49,6). Texto que los judíos habían interpretado como el futuro de Israel, ahora  son los cristianos los herederos de dichas promesas (cfr. Lc. 2, 32). Pero lo más importante, después del anuncio del kerigma es que desde dentro los animaba el Espíritu de Dios: “Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo” (v. 52). Toda evangelización necesita al Espíritu Santo que anime a los misioneros y evangelizadores para que verdaderamente sea proclamado el kerigma, al igual que los apóstoles Pedro, Pablo, Esteban, olvidar esto, es sembrar sin la simiente de la fe: la unción del Espíritu.

b.- Jn. 14, 7-14: Quien me ve a mí ve al Padre.

El Señor Jesús habla con frecuencia de su relación con el Padre, en el evangelio de Juan, de una unión exclusiva, de ser su Enviado. “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mí Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto” (v. 7). Pero es Felipe quien quiere un cara a cara con Dios Padre: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (v. 8). Al Padre nadie lo había visto, no es su costumbre o modo de presentarse así al hombre, sino a través de su Palabra. La petición está fuera de lugar en Juan, puesto que para ver y creer hay que conocer, el más perfecto conocimiento se obtiene, por medio del Hijo, obediente al Padre; Jesús realiza el proyecto que su Padre le encomendó, manifestar el amor  que tiene por el hombre. Siguiendo esta lógica, a mayor conocimiento y cercanía con Jesús, se da un mayor conocimiento del Padre; Felipe debió descubrir la relación entre el Hijo y su Padre. Estar en el Otro, sólo se consigue por medio del amor, por una identificación, un mismo pensar, sentir y obrar; sólo de esta manera Jesús está en el Padre y el Padre en Jesús. Obediencia y misión vividas en la propia vida, hacen que Jesús se identifique en todo con su Padre; y el Padre está en Jesús, porque por medio de ÉL, lleva cabo la obra de la salvación o redención, se da a conocer, se comunica al creyente. Sólo desde la fe, se comprende y vislumbra esta realidad, por eso la respuesta a Felipe comienza: “¿No crees que yo estoy en el Padre y  Padre en mí?” (v.10). Esto es lo que los discípulos deben creer firmemente; lo mismo dígase de los cristianos por su unión con Cristo, están más cerca del Padre. Ahora bien, si el Padre está en los cristianos, debe obrar también en él como lo hizo con Cristo Jesús. Puede hacer obras mayores en el tiempo de la Iglesia, porque Jesús subió al Padre. La tarea de los creyentes será llevar la salvación a todos los hombres, a todas las generaciones. Que importante será entonces, dejar obrar al Padre, por medio del Espíritu de su Hijo en nuestra vida, hacer las mismas obras que hizo el Hijo, por la salvación de los hombres hoy. La oración deberá ser la tierra fecunda desde donde germine este conocimiento amoroso del plan de salvación que el Padre, obra por el Hijo en el Espíritu Santo en la vida de cada discípulo de Cristo en su Iglesia.

Teresa de Jesús, comenta la oración que nos enseñó Jesús.  "Padre nuestro que estás en los cielos". ¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás! ¿No fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande? En comenzando, nos henchís las manos y hacéis tan gran merced que sería harto bien henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese hablar palabra. ¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh, con cuánta razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre sí misma (2) a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar adonde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que entendamos cuán grande es nos quedemos en la tierra” (CV 27, 1)..

Fr. Julio González C.  OCD


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