CUARTA
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Par. Ciclo A)
P.
Julio González Carretti ocd
Lecturas bíblicas
a.- Sof.2, 3;3,
12-13: Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde.
La primera lectura, es una profecía en
el cual se describe el “espíritu de pobreza” en el Antiguo Testamento. Son los
“pobres de la tierra”, las personas humildes
las más abiertas a Dios, “los que
cumplen sus preceptos” (v. 3), y esperan en Él. Es de este “Resto de Israel”
que nacerá una nueva humanidad, “un pueblo sencillo y humilde que buscará
refugio en el Señor” (v. 12). “Buscad al Señor, un imperativo, todos vosotros,
pobres de la tierra” (v 3), una invitación del profeta, a un Israel sumergido
en una época de letargo político, social y religioso; toda una invitación a
caminar. Son ellos, los humildes y
sencillos, el resto de Israel, un verdadero signo de esperanza para todo el
pueblo y una expresión viva de la presencia del Señor en medio de su pueblo. No
serán los ricos y poderosos con los que cuente Yahvé, sino los pobres y
humildes de la tierra.
b.- 1Cor. 1, 26-31: Dios ha escogido
lo débil del mundo.
El apóstol continúa contraponiendo la
sabiduría cristiana, con aquella del mundo (cfr. 1 Cor.1,18-25).
Quiere dejar en claro, que la sabiduría humana no puede por sí sola, conocer a
Dios y su salvación. Prueba de ello, es su manifestación y la realización de
dicho proyecto salvífico, está fuera de los esquemas regulares de la
inteligencia humana, parece una locura.
Dios sigue en esa misma línea puesto que para hacerse presente esa
sociedad, ha escogido una comunidad humanamente pobre, y por ello, les exhorta
a mirase un poco a quiénes han sido llamados a formar parte de ella (v.26-28).
Les pide a los corintios que se dejen de tanta sabiduría humana, de la que
parecen presumir, más les valdría vivir y pensar en conformidad con sus
capacidades: ser testigos de la sabiduría de Dios, locura divina. Es mejor
optar por este camino y no vivir celosos de filosofías que ni siquiera
comprenden. Todo esto lo hizo Dios para que el hombre no tuviera de qué
gloriase ante su presencia (v.29). Ahora si ellos quieren gloriarse han de
hacerlo en Cristo Jesús, porque Dios Padre lo constituyó justicia en la que
ahora viven; santidad partícipes de la santidad de Dios; redención, que lo
libra del pecado y de la muerte eterna (v.30; cfr. Jr.9, 22-33). No hay
sabiduría humana que proporcione estos beneficios divinos, de ahí que el
consejo del apóstol, siga siendo válido hoy: es mejor vivir en Cristo y en ÉL
ser glorificado. Y esto ¿por qué? Para Pablo, Jesucristo es Sabiduría, porque
revela el misterio de Dios, pero además, porque en esa Sabiduría el hombre
puede llegar al conocimiento de Dios (v. 30; cfr. Col. 2,3; 1 Cor.1, 21.24;
Rom.1,18-22). Cristo es la revelación de Dios
invisible, primogénito de la humanidad, centro del cosmos (cfr. Col.1, 15-16).
El conocimiento que busca el cristiano acerca del cosmos y del hombre, lo
encuentra en Cristo Sabiduría del Padre. Como Pablo, el cristiano, debe
descubrir en la pobreza otro camino para descubrir la presencia de Dios que
hizo germinar su Iglesia de lo que no existía. Son los menos afortunados, los
pobres, quienes nos recuerdan que al hombre y su dignidad, lo que vale más, de
lo que les podamos ayudar (cfr.Mt.11,25). La propia
debilidad e impotencia frente al pecado, nos hablan de la causa de la elección
divina.
c.- Mt. 4, 25-5,1-12: Dichosos los
pobres de espíritu.
Las Bienaventuranzas, se abren con una
gran proclamación: “Bienaventurados los pobres en el espíritu” (v.3). La
mentalidad judía del tiempo y la nuestra, proclama la bienaventuranza de la
riqueza. La teología bíblica se refiere, no sólo al pobre sociológico sino a
este segmento de personas como lugar teológico. Es el hombre honrado, piadoso y
justo, que vive la opresión del rico injusto, que espera la recompensa de Yahvé
en esta vida. La injusticia se opone al
designio de santidad que Dios exige al hombre de fe. La verdadera pobreza ante
Dios, consiste en la sencillez de corazón, la profunda convicción interior de
la necesidad que el hombre tiene de Dios, saberse pequeño ante Dios y apertura
a los demás. “Bienaventurados los mansos…” (v. 4), es decir, los humildes,
necesitados, los que aceptan su realidad con optimismo, sin amarguras, con la
esperanza de ser retribuidos en esta vida con la vida eterna o reino de los
cielos, pero habiendo contribuido a
mejorar la vida con esfuerzo del prójimo, como Jesús, que luchó contra
lo que hacía infeliz la vida de sus hermanos: la enfermedad, el hambre, el
dolor, la muerte hasta conseguir la resurrección. “Bienaventurados los que
lloran…” (v. 5). Los que lloran serán consolados. El consuelo es un don
mesiánico, es decir el Mesías consuela y comprende todo el dolor humano que
necesita ser, valga la redundancia, consolado. ¿Cuál dolor? El dolor que
produce el pecado, la muerte y Satanás.
Hay que entenderla en perspectiva de la resurrección de Cristo, precisamente
sobre estas tres realidades esenciales para la vida del hombre. El Dios predicado
por Jesús, es el Dios del consuelo (cfr. Is. 40). “Bienaventurado los que
tienen hambre y sed de justicia…” (v.6). Esta bienaventuranza hay que
entenderla desde el deseo que tiene el hombre de Dios, de una justicia para el
hombre que sufre la opresión e injusticia del malvado. Es el deseo de los que
luchan por la justicia en el mundo, no la que recibirán en el día del Juicio,
sino hoy con la aparición del Mesías que viene a impartir el derecho sobre las
naciones, también llamado Yahvé es nuestra justicia (cfr. Is. 42,3-5; Jer. 23,
6; 33, 16; Is. 11,1-4). “Bienaventurados los misericordiosos…” (v. 7). Ante
Dios nadie tiene consistencia en sí mismo, por lo mismo, nadie puede gloriarse
ante ÉL. Quien no tiene misericordia con su prójimo, Dios tampoco la tendrá con
él. La misma formulación la encontramos en la oración del Padre nuestro:
perdonar, como somos perdonados. El misericordioso será glorificado en la media
en que, como Dios, ame, sea compasivo, perdone y comprenda a su prójimo.
“Bienaventurados los limpios de corazón…” (v. 8). Para acercarse a Dios hay que
tener un corazón puro, para entrar en su templo, como enseña el Salmo (24,4),
con manos limpias, libre de malas intenciones, pureza de vida, no sólo de
castidad, sino pureza de intenciones. Se trata de una existencia trasparente
ante los ojos de Dios y los hombres. “Bienaventurados los que trabajan por la
paz” (v. 9). Los heraldos de la paz, los que trabajan por conseguirla, son
embajadores de Dios, obran como el mismo Dios, porque ha creado la paz entre
Dios y los hombres, por medio de Jesucristo, Príncipe de la paz, es decir la
reconciliación. Servimos a un Dios de paz (cfr.Rm.15,33;16,20).
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia” (v.10). El hombre justo sufre por la maldad e
injusticia del poderoso, las instituciones; Cristo Jesús, el Maestro de
Nazaret, también sufrió la injusticia, ¿acaso no fue una injusticia todo el
proceso que padeció antes de su pasión, muerte y resurrección de parte de las
autoridades romanas, civiles y religiosas de Israel? El discípulo, no debe
extrañarse de recorrer el mismo camino, si vive el evangelio. El evangelio, termina con una exhortación a
la alegría de revivir en la esperanza, los mismos padecimientos de los profetas
y de Jesús, porque la recompensa será grande en los cielos. Era la experiencia
de la comunidad eclesial de Mateo, que vivía la persecución, como ahora y en
los tiempos venideros.
Si bien Teresa no habla de las
Bienaventuranzas proclamadas por Jesús, el término bienaventurado, es común en sus escritos:
“Bienaventurada alma que la trae el
Señor a entender verdades” (Libro de la Vida 21,1).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam. 15,13-14.30; 16,5-13:
Huyamos de Absalón.
b.- Mc. 5, 1-20: El endemoniado de Gerasa.
Este evangelio nos presenta uno de los
momentos importantes de la manifestación
de la autoridad divina de Jesucristo y de su poder sobre el demonio. Se trata
de una posesión diabólica, un hombre que ni las cadenas detienen, su morada son
las tumbas del cementerio, lugar de los espíritus inmundos, que da voces y
espanta a las gentes. Una vez sano por el poder de Jesús, lo ven totalmente
cambiado: tranquilo, sentado, vestido y en su sano juicio, que los que lo
contemplan sienten temor del poder de Jesús (v. 15). Sin olvidar los elementos folclóricos, propios de Marcos,
su intención más que histórica, es teológica al narrar este acontecimiento.
Quiere presentar a Jesús victorioso sobre el poder del demonio: en tierra de
paganos, como era Gerasa, criadores de cerdos, animal
impuro para los judíos. Vencer el poder del demonio en ese hombre, es signo de
Jesús el Salvador, poder que posee
contra las fuerzas que se oponen a la liberación del hombre. Es un claro
anuncio del reino, que con su acción comprende al hombre entero, cuerpo y espíritu,
liberación integral que le devuelve la dignidad de ser humano. Esta acción de
Jesús en tierra de paganos, anticipa la misión de la Iglesia en su tarea
evangelizadora entre todas las naciones de la tierra. El temor que engendra en
las personas, la obra de Jesús, curiosamente se convierte en rechazo a su
persona al enterarse de la suerte de los cerdos, que terminaron ahogados en el
mar. Le ruegan que se vaya de su pueblo (v.17);
sin embargo, el hombre, ahora sano le pide a Jesús poder unirse a sus discípulos.
No se lo permite, pero le manda volver a los suyos y contar lo que el Señor ha
hecho con él y cómo ha tenido compasión de él (v. 19). Lo convierte en
misionero cristiano entre los paganos, como había hecho con el leproso (v.20;
cfr.Mc.1,45); ambos se convierten en anuncio de la
Buena Noticia. Vemos que la presencia del mal dentro y fuera de nosotros, es
una realidad actual, tanto como ayer, tanto en la propia vida, en el ámbito
eclesial y en la sociedad. Son muchos los ídolos o demonios que nos atacan y
muchas veces nos vencen: el dinero, el poder, el egoísmo, la falta de amor al
prójimo, la intolerancia etc. Jesús es más fuerte que todos esos demonios, que
nuestros males, de ahí que debamos construir plataformas de liberación propia y
ajena, rompiendo las cadenas que nos esclavizan a realidades que nos dañan, nos
manchan, nos enflaquecen etc. El cristiano animado por el Espíritu será capaz
de denunciar la tiranía que ejercen estos ídolos o demonios como el consumismo,
la explotación de los pobres, los derechos humanos avasallados por regímenes
totalitaristas, etc. La batalla de la Iglesia contra las fuerzas del infierno
continúa bajo la fuerza del Espíritu Santo, el trabajo pastoral y la oración
incesante por todos los que trabajan por construir el reino de Dios entre los
hombres como lo hizo Jesús de Nazaret.
Teresa de Jesús, experimentó en forma
particular la bondad de Jesucristo. Ella lo expresa así: “¿Pensáis que es
posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas,
ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias;
todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo
porque los ame, y así ponen la vida en entender cómo le agradarán más.
¿Esconderse? ¡Oh, que el amor de Dios si
de veras es amor es imposible! Si no,
mirad un San Pablo, una Magdalena; en tres días el uno comenzó a entenderse que
estaba enfermo de amor; éste fue San Pablo” (CV 40,3).
Lecturas bíblicas
a.-2Sam.18,9-10.14.24-25-30;19,3:Hijomío
Absalón, ojalá hubiera muerto yo en vez
de ti.
b.- Mc. 5, 21-43: La hemorroísa y la
hija de Jairo.
Este evangelio, nos muestra el poder
sanador de Jesucristo, que resucita una niña y sana una mujer enferma. Tenemos
dos milagros, a dos mujeres, una joven, otra persona mayor, una sufría flujos
de sangre y la joven es resucitada. La petición del padre, jefe de la sinagoga,
Jairo, es que Jesús ponga sus manos
sobre su hija para que sane. Mientras va de camino a la casa de la niña, se
produce otro milagro, una mujer toca a
Cristo Jesús, quedó sana de su hemorragia. Mientras tanto, la hija del jefe de
la sinagoga, le avisan ha muerto, y cuando Jesús ingresa a la casa, hay
lamentos de dolor y muerte. Vemos cómo se pasa de la curación de una enfermedad
a una resurrección, lo que hace de este momento de la actividad evangelizadora
de Jesús, como dador de vida. La
expresión de Jairo: “para que se salve y viva” (v. 24), busca la salud corporal
y espiritual. Encontramos que el dar vida Jesús, se encuentra la vida perdurable, vida eterna,
si resucita a una muerta, no hace más que llevar al extremo esa primera
donación de vida. En la resurrección de esta niña, encontramos el don de vida
perdurable. La mujer del flujo, es impura ella misma y todo lo que se ponga en
contacto con ella (cfr. Lv. 15, 22ss); no le preocupa
el haber tocado a Jesús, algo prohibido, sino que la secreta fuerza que salió
de Jesús, la sanó. Si bien puede
verse una actitud mágica de parte de la
mujer, Jesús la corrige inmediatamente: es su fe la que la ha salvado (v. 34);
con ello confirma su curación. Su fe le ha proporcionado la salud, no cómo
resultado de un acto mágico, sino por la confianza creyente en Dios,
manifestación de la salvación para el hombre que la acepta. Las palabras de
Jesús a Jairo: “No temas, sólo ten fe” (v. 36); la fe no se rinde, ni siquiera
ante el poder de la muerte. Jesús, lleva a tres de sus apóstoles, anuncio de su
resurrección (cfr. Mc. 9,2; 14, 33; 9,9); el regreso a la vida de la niña se contempla con una luz nueva. El
sueño de la niña, no es una muerte aparente, sino que esta muerte es
transitoria; a la luz de la fe, la muerte es un sueño, que con el poder de Dios
puede despertar. La resurrección de la hija de Jairo, es signo, como la de
Lázaro, de la resurrección de Cristo (cfr. Jn. 11, 25). La palabra de Jesús es
soberana (v.41), todos quedan admirados de aquello que contemplan. La orden de
Jesús de que no se sepa o acontecido, parece, innecesaria, pero la intención de
Marco, es ocultar el misterio de Jesús a los incrédulos hasta que
llegue su hora: comprender el misterio del Hijo de Dios en su Resurrección.
Desde la resurrección personal de Jesús, se confirmará lo acontecido en este
relato; les revela y confirma el poder de ÉL, que vence a la muerte. A todos
nosotros también nos dice hoy: “No temas, sólo ten fe” (v. 36).
Teresa de Jesús, como Jairo fue movido
por la fe para ir a Jesucristo y pedirle por su hija; Teresa movida su fe
descubre en la oración un camino de verdades que transforman la vida del
orante. “Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo permitirá Dios,
a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que
entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este
amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre
procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros,
como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían
cuantas revelaciones puedan imaginar, aunque viese abiertos los cielos, un
punto de lo que tiene la Iglesia.” (V 25,12)
Lecturas bíblicas
a.- 2 Sam. 24,2.9-17: Soy yo el que he
pecado.
b.- Mc. 6,1-6: No desprecian a un
profeta más que en su tierra.
En este texto, cambia totalmente el
ambiente, se pasa de la admiración de fe, al repudio incrédulo de su patria de
Nazaret. Su ministerio no resulta evidente para sus contemporáneos, su misterio
personal queda velado bajo sus grandes prodigios. Muchos miran, pero no ven;
oyen pero no entienden (cfr. Mc. 4,12;
Jn. 12, 37), no se comprende la incredulidad de esas gentes, realidad que
destacan los evangelistas. En la sinagoga hace uso de un derecho: leer un
pasaje bíblico y exponer su reflexión. Aparece en su patria como Maestro. Se da
un asombro incrédulo, puesto que Jesús, habla bien e interpreta la Escritura;
se reconocen sus milagros, pero se le niega la fe a su persona (v. 3). Sus
contemporáneos lo conocen como el “hijo del carpintero, hijo de María” (v. 4),
conocen a sus parientes más cercanos, por eso se escandalizan que pueda ser
diferente a sus parientes. No puede haber nada extraordinario en Jesús, pues le
conocen, y es precisamente, ahí donde está la piedra de tropiezo, dicen
conocerle, pero no le comprenden y se alejan de ÉL. No es extraño que incluso
los más cercanos como los apóstoles, también, encontrarán en Jesús unas piedras
de tropiezo, cuando no comprenden plenamente las actitudes de Jesús, que los
desconciertan. Incluso sus discípulos se escandalizarán de ÉL en la pasión lo
dejan sólo frente a sus enemigos (cfr. Mc. 14, 27-29). “Un profeta sólo en su
patria, entre sus parientes y en su casa, carece de prestigio” (v. 4), es
precisamente en su tierra, Israel, donde los enviados de Dios, como Jeremías,
encuentran la oposición y el rechazo (cfr. Jr. 11,18-23). No será distinto el destino de Jesús, enviado
del Padre, que está por encima de todos los profetas (cfr. Jn.4, 44). Con este
relato de rechazo, el evangelista, anuncia la pasión de Cristo y el de la
propia comunidad primitiva. Lejos de sus parientes, Jesús forma su propia
familia (cfr. Mc. 3, 35), los discípulos lo dejan todo por ÉL (cfr. Mc. 10,
30). Esa incredulidad provoca que no puede hacer ningún milagro, sólo cura
algunos enfermos. No hace milagros, donde la incredulidad es obstinada. Todo
queda sometido al mandato del Padre, quien da poder para hacer milagros (cfr.
Jn. 5, 9). Los milagros llamativos, ostentosos, que los incrédulos pedían,
Jesús los rechaza, les exige una fe pura y desnuda en su poder salvífico que
devuelve al hombre su dignidad de hijo de Dios.
Teresa de Jesús enseña que si tenemos
fe todo lo podemos conseguir de Jesús, sin ella nada podemos, porque quiere
entonces significa que no lo reconocemos como enviado del Padre, Mesías, Hijo
de Dios con poder. Comulgar es entrar en comunión ÉL: “¿Qué hay que dudar que
hará milagros estando dentro de mí, si tenemos fe?” (CV 34,8).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.2,1-4.10-12:
Muerte de David.
b.- Mc. 6,7-13: Misión de los Doce.
En este evangelio, Jesús da consejos a
los discípulos para que empiecen su tarea evangelizadora; los llamó para que
estuvieran con ÉL y enviarlos a predicar, con el poder de expulsar los
demonios. No se menciona la predicación de la conversión, aunque suponga
(v.7), los envía a convivir con todo
tipo de personas, no sólo judías, si el evangelista no lo menciona al comienzo
del relato podemos pensar que quizás no estarían todavía suficientemente
preparados para predicar, les faltan mayor conocimiento de Cristo y su
misterio. Jesús enseña en Galilea, pero quiere llegar más allá, extender su
actividad. Sin embargo, Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, para que
sean sus testigos, su testimonio concorde confirma la predicación, la palabra
de Dios. Sólo podrán llevar un bastón y las sandalias, lo imprescindible para
los largos caminos. Se les invita a una gran confianza en el Padre que los
protegerá y hacer notar que lo único importante es la cercanía de Dios. Los
consejos que da Jesús mantienen su vigencia, porque lo que le interesa es que
se mantenga el espíritu de simplicidad y sobriedad. Los discípulos deben
renunciar a todo lo superfluo: a las provisiones, el dinero, el doble vestido,
etc. Los que reciban el mensaje deben sostenerlos, porque lo principal es la
predicación del evangelio a los pobres y enfermos, aunque se requiera fe y
conversión (cfr. Mt.10,10; Lc.10,7; 1 Cor.9,14). Si
son rechazados serán testigos en contra de aquellos que no quisieron oír su voz
(v.11). Si se da el rechazo a este
mensaje, ellos se convierten en mensajeros y testigos en el contra los
adversarios el día del Juicio. Son enviados con toda la fuerza de Jesús, con su
misma dignidad. La salvación está en medio de ellos, el reino de Dios ha
llegado, y los signos son evidentes. Hacen los mismos gestos que Jesús,
exigiendo la conversión y la fe inicial necesaria (cfr. Mc. 1, 15; 1, 29. 39;
6,2; 3,23-27). El evangelista, en el sumario final, nos dice que ejercieron la
función para la que fueron elegidos, han convivido con ÉL, ahora les
corresponde compartir su tarea evangelizadora y su poder. Los Doce, representan
a las tribus de Israel, porque Jesús lo quiso así y llamar a Israel a la
conversión y ofrecerles la salvación por medio de obras: expulsar demonios,
curaciones de enfermos. La unción con aceite, como imponer las manos, era una
expresión externa de la curación de los enfermos, insistiendo en la salvación
que viene de Dios. Sin saber el resultado de la misión, Marcos extiende la
mirada más allá de lo inmediato, es decir, en la misión de la Iglesia primitiva
para resaltar la fuerza del Evangelio y animar a los misioneros con esta
inicial excursión en la vida y corazón de los hombres. La salvación de Dios es
eficaz y su fuerza irresistible, sólo pide a los que aceptan la palabra de
gracia del evangelio, vivirla en
obediencia a la fe.
Teresa de Jesús, enseña que antes de
la misión, el evangelista nos ha dicho que los llamó para estar con ÉL (Mc. 3,
14), es decir, dejarse enseñar por el Maestro en lo interior de alma, abierto
el oído para escuchar. “Nunca el maestro está tan lejos del discípulo, que sea
menester dar voces” (CV 24,5).
Lecturas bíblicas
a.- Eclo. 47, 2-13: David amó a su
Creador.
b.- Mc. 6, 14-29: Es Juan a quien yo
decapité.
El evangelista nos habla de la amenaza
que se cierne sobre Jesús de parte del poder político, como era Herodes Antipas
(cfr. Mc. 3, 22). En el mismo tiempo, el evangelio se expande y gana fuerza
entre los que creen, también se organizan las fuerzas contrarias. Herodes tiene
noticias y rumores nacidos del pueblo, lo que revela la verdadera opinión que
tienen de Jesús. Creen que Juan ha resucitado y está obrando milagros más que
en vida, pero surge inmediatamente la pregunta: “¿Quién es este?” (Mc. 4,
41). Tampoco es Elías, a quien el pueblo
se encomendaba para todo, Jesús es mucho más que eso, ya que si fuera así,
sería verlo como un precursor del Mesías, donde no resuenan esperanzas
mesiánicas (cfr. Mc.15, 35; Mal. 3, 23). Esas personas no tenían a Jesús como
Mesías, lo veían como un abogado y protector, pero nada más, ni siquiera le
vale el título de alguno de los antiguos profetas (cfr. Dt. 18, 15. 18; Lc. 9,
8). Tratar de ubicar a Jesús en esas categorías, sin fe, es imposible dar con
la respuesta que Dios esperaba de los hombres al enviar a su Hijo único (cfr.
Mc. 1,1). Herodes Antípas, no creía en la
resurrección de los muertos, por lo tanto, su frase, suena irónica, aunque
había escuchado con gusto a Juan Bautista, no llegó a convertirse con su
predicación. El final del precursor de Cristo Jesús, es parecido al de Elías,
también perseguido por Acab y su mujer la reina Jazabel, persiguió
con odio mortal (cfr. 1 Re.19, 2); la diferencia es que Juan muere por las
intrigas de Herodías. El poder del mal aparentemente triunfa sobre el varón, justo
y santo, imagen del Mesías, que llevará el mismo camino. Herodes mantuvo la
palabra y el juramento hecho a Salomé: darle lo que quisiera aunque fuese la
mitad de su reino (cfr. Ester 7,2). Juan Bautista, muere por una conducta
frívola, de una mujer incrédula, y la debilidad de un rey, por no haber
escuchado la llamada a la conversión y penitencia que había hecho el precursor
del Mesías. La fiesta del rey, fiesta de la vida, puesto que celebraba su
cumpleaños, termina en una escena macabra: la muerte de un inocente. Esas
mismas tinieblas que invaden a Herodes y su corte, estarán presentes, pero más
densas, “cuando el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores”
(Mc. 14, 41). Mientras Jesús predica todavía en Galilea, ya se vislumbra el final
del Mesías, pero el detalle que los discípulos de Juan recogieran y sepultaran
su cuerpo para darle sepultura es muy significativo: el varón de Dios ha
encontrado su reposo. Anticipo glorioso: también el Crucificado será puesto en
un sepulcro del cual surgirá el anuncio de la Resurrección. Muerto Juan
Bautista, Jesús deja Galilea para venir a Jerusalén a cumplir su destino. Ambos
mueren como testigos de la verdad y del reino de Dios que anunciaban. Esa es
también nuestra tarea ser testigos del Resucitado en medio de nuestra sociedad.
Teresa de Jesús ante la falsa paz que
ofrece el mundo, contrapone una vida de santidad y de paz que vive la esposa
del Cantar de los Cantares, en la vida religiosa. Cuidado con las alabanzas que
pueden ser motivo de caída o de muerte; sólo la vivencia del Evangelio nos trae
la paz verdadera: “Acordaos cual paró el mundo a Cristo nuestro Señor, y que
ensalzado le había tenido el día de Ramos. Mirad en la estima que San Juan de la Bautista que le querían tener
por el mesías y en cuánto y por qué le descabezaron” (CAD 2,12).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.3,4-13:
Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo.
b.- Mc. 6, 30-34: Retorno de los
discípulos. Andaban como ovejas sin pastor.
Los apóstoles regresan de su misión y
narran a Jesús, lo que habían hecho y enseñado (v.30). El evangelista recalca
la tarea de enseñar que tendrá más tarde la Iglesia, comunicar la fe por medio
de la catequesis. Da la impresión que la misión fue un éxito, lo que explicaría
la muchedumbre que los recibe. Son presentados como los apóstoles, los
enviados, pero con un fuerte significado de los primeros misioneros del
Evangelio (cfr.1Cor.12, 28;15, 7.9; Ef. 2,20; 3,5; 4,11; Mc.6,30; Jn.13,16).
Enseñaban, es decir, cumplían la misma tarea de Jesús y que para la Iglesia
primitiva tendrá tanta importancia. La invitación de Jesús a descansar a un
lugar tranquilo va revelando su actitud: retirarse de Galilea porque no
encontró la fe que esperaba, se recoge en un círculo, más íntimo, de sus
discípulos. Modelo de fe para la primitiva iglesia que unirá a la acción
misionera, catequética, los tiempos de recogimiento y meditación (cfr. Mc. 6,
45; 7, 24; 8, 10). Actividad y recogimiento, son parte esencial de la vida
cristiana (cfr. Lc.10, 38-42). Se destaca la atracción que ejerce Jesús sobre
las muchedumbres, puesto que le siguen al lugar de su descanso, lo invade la
compasión, porque andaban como ovejas sin pastor (v.34). No hay aquí sólo un
sentimiento de compasión de su parte, sino una imagen bíblica con profundo
significado para los judíos. Moisés pide a Dios un pastor para su pueblo Israel
(cfr. Nm. 27, 17) y Dios le concedió a Josué, para
que la comunidad no quedase como rebaño sin pastor. Ezequiel, en su discurso a
los pastores, se queja de los que ha tenido Israel, ahora es Yahvé, quien
buscará a las ovejas perdidas y recogerá las descarriadas, sanará a las
enfermas y dará vigor a las débiles y conservara a las sanas (cfr. Ez. 34, 16).
Ahora es Jesús quien cumple con esa función de pastorear a su pueblo. Hay un
promesa para el final de los tiempos: “Yo suscitaré para ponérselo al frente un
solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su
pastor.” (Ez. 34,23). Jesús, lo vemos como el Mesías prometido, que defiende la
obra de Dios. Pero se recuerda otra profecía: “Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas” (Ez. 14, 27; Zac. 13, 7). En este pasaje se contempla
la Iglesia primitiva y de hoy, porque Jesús ha sido establecido como el único
Pastor de su pueblo. Jesús se vuelve, una y otra vez a su pueblo, la Iglesia,
la enseña y la conduce, la alimenta y conserva por la acción de su Espíritu
y sus legítimos pastores (cfr. Jn.10).
Hoy, más que descarriadas las muchedumbres, tienen otros intereses, mejores o
más rentables que los del Evangelio. La tarea de todo cristiano será invitar a
participar en la vida de la Iglesia a toda persona, con una ferviente acción
misionera constante a todos los hombres de buena voluntad a escuchar la Palabra de Dios, a nutrirse de
los Sacramentos, especialmente de la Reconciliación y Eucaristía, que hacen de
la oración un verdadero diálogo con Dios y el prójimo.
S. Teresa de Jesús, en el horizonte
místico de su vida descubre en Jesús al Buen Pastor que con voz atrae a las
almas a entrar en su castillo interior, dentro de sí: “Visto ya el gran Rey,
que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran
misericordia quiérelos tornar a sí, y, como buen pastor, con un silbo tan suave
que aun casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no
anden tan perdidos sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este
silbo del pastor que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados
y métense en el castillo.” (4M 3,2)
P. Julio González C.