DECIMA CUARTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO  

 (Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido  1

DOMINGO.. 2

a.- Zac. 9, 9-10: Viene a ti, tú rey justo y victorioso. 2

b.- Rm. 8, 9. 11-13: El  Espíritu es vida. 2

c.- Mt. 11, 25-30: Soy manso y humilde de corazón. 3

LUNES.. 5

a.- 2,16-18.21-22: Me casaré contigo en matrimonio perpetuo. 6

b.- Mt. 9, 18-26: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, y vivirá. 6

MARTES.. 7

a.- Os. 8, 4-7.11-13: Siembran vientos y cosechan tempestades. 7

b.- Mt. 9, 32-38: Curación de un endemoniado mudo y compasión hacia la  muchedumbre. 7

MIERCOLES.. 8

a.- Os. 10,1-3.7-8.12: Es tiempo de consultar al Señor. 9

b.- Mt. 10, 1-7: Id a las ovejas descarriadas de Israel. 9

JUEVES.. 10

a.- Os. 11,1-2.3-4.8-9: e me revuelve el corazón. 10

b.- Mt. 10, 7-15: Misión de los Doce. 10

VIERNES.. 11

a.- Os. 14,2-10: No volveremos a llamar dios a la obra de nuestras manos. 12

b.- Mt. 10, 16-23: Predicción de persecuciones. 12

SABADO.. 13

a.- Is. 6,1-8: Yahvé purifica los labios de Isaías. 13

b.- Mt. 10, 24-33: Relación Maestro y discípulo. Confesar la fe sin  temor. 13

 

DOMINGO 

Lecturas bíblicas: 

a.- Zac. 9, 9-10: Viene a ti, tú rey justo y victorioso. 

La primera lectura, nos invita a ver al Mesías en este rey pacífico en su entrada a  Jerusalén. Ese gesto de entrar montado en un asno el Mesías, concentra una buena  cantidad de profecías, esperanzas renovadas en la liturgia año tras año, salmos que  anunciaban su llegada: saben que será justo, y en su reinado habría justicia y paz,  salvador triunfante, porque él mismo será objeto de justicia y protección divina (cfr. Gn. 49. 11; 2 Sam.7,1-15; Mi. 4,14; Is.7,14; 11,1-5; Sal.71). Pero  ¿por qué identificar a este Mesías – Rey, con los humildes y no con los poderosos? Zacarías nos presenta a este Rey- Pastor en cuatro cantos, claro paralelismo con los del Siervo de Yahvé de Isaías (cfr. Zac. 9,9-10; 11,4-14; 12,10-13,1; 13,7-9). Quizás lo contrapone, con los grandes conquistadores de  su época, para hablar de la gran victoria de Dios, en la era mesiánica (cfr. Zac. 9,9-10). El profeta, sueña con un príncipe de paz, que entra en Jerusalén y restaure el reinado de David (vv.9-10; Is.45). Mira a tu rey, alude al siervo de Isaías, pareciera que ambos, el Mesías como el Siervo, están llamados a implantar la justicia en la tierra, ambos tienen una misión universal que cumplir (vv.9-10; cfr. Is. 46,1; 42,1.4; 53). Pero su forma de llevar adelante su misión, en nada se parece a los conquistadores antiguos, destruye todo símbolo de poder militar: carros, caballos, arcos; sus armas son la paz y la justicia (cfr. Is.42,2; Is 2. 4; 9. 3; Os 2. 20; Sal 46. 10; Mi 4. 3-4; 5. 9-10). La invitación es a alegrarse por la llegada de este rey pacífico magnífico, por su forma de obrar, sobrepasa a todo ser humano, de ahí que el texto nos lleva a una realidad más profunda (cfr. Zac. 9, 1.7.12; 10,2. 6.10).  La  respuesta estará en los tiempos mesiánicos, siglos después, cuando el Nazareno  entre en Jerusalén y sólo los humildes lo reciban, pero pocos comprenden el gesto. Era el Mesías, el Siervo de Yahvé, que daba cumplimiento a los profetas. Si el Mesías  está en medio de su pueblo, habrá paz en toda la tierra, Mateo, lo idéntica con la entrada de Jesús a Jerusalén, ya que establece un reino pacífico y universal (cfr. Mt. 21,5; Jc. 5. 10; 10. 4; 12. 14; Sal.71,8).  Este es el triunfo del Mesías, teniendo como protagonistas a los  humildes de la tierra con su rey a la cabeza: Jesús de Nazaret.   

b.- Rm. 8, 9. 11-13: El  Espíritu es vida.  

El apóstol San Pablo, nos propone la vida del cristiano, que es vida en el Espíritu. Cuando Jesús muere en la cruz, el Padre hace su juicio, no contra el Hijo sino contra el pecado. De ahí que podamos escapar de la ley del pecado y de la muerte para vivir en la ley del Espíritu que da vida, lo que nos capacita para hacer el bien (cfr. Rom. 8,15; 2Cor.3,17). Podemos actuar bajo la moción del Espíritu que habita en nosotros. La justificación bien entendida viene a significar que las exigencias de la Ley, lo que norma la vida del cristiano, adquiere plena vigencia a causa de la justificación del pecador (cfr. 1Cor.7,19), puesto que el Espíritu lo capacita para hacer lo que Dios confía que hará para mayor gloria suya.  De esta forma, el Espíritu no sólo inspira la praxis cristiana, sino que es la fuerza que resucitó a Jesús de entre los muertos, y también vivificará nuestros cuerpos mortales. La muerte de Cristo ocurrida en el pasado, se hace presente por medio de su Espíritu, abre el futuro del cristiano para que con fe lo contemple y espere. Podemos concluir que es el Espíritu y no la carne la que la domina la vida del cristiano; mientras la carne, el ser del hombre lo hace ser egoísta y girar toda su vida en torna a sí mismo (cfr. Mc.8,35), el hombre  regido por el Espíritu gusta a Dios, atrae al hombre hacia ÉL, neutraliza el impulso de las pasiones, hace que hagamos lo que Dios espera de nosotros. Hace que vivamos para los demás, poder salvador, que hace surgir los signos de su presencia, vida nueva y paz (vv.9-10; cfr.Gál.5, 22-23.24). El Espíritu es fuente de vida cristiana en el presente y prenda de la vida futura. Sepultados con Cristo en el Bautismo, ahora el cristiano vive en Cristo y con el Espíritu que derrama sus dones carismáticos en sus corazones, les capacita para construir la comunidad (vv. 9-11; cfr. 1Cor.12-14; Gál.5,13-15; 1Cor.12,7). Es el Espíritu de Cristo que habita en nosotros, por ello el cuerpo de pecado, la carne está muerta, merecía la muerte eterna (v.10; cfr. Rm. 6, 6-11.23; 8,3). El hombre viejo fue crucificado con Cristo, lo que aniquiló, ya no nos obliga al mal, no tiene poder sobre nosotros. Los cristianos compartirán la resurrección de Cristo fruto del Bautismo (v.11; Rom.6; 1Cor. 6,13-14; 15, 42-44; Flp. 3, 21), anhela la liberación de este cuerpo esperando ese cuerpo espiritual, conscientes de ser hostia agradable a Dios, partes del único cuerpo de  Cristo (cfr. 1Cor.12,12-27).

c.- Mt. 11, 25-30: Soy manso y humilde de corazón.   

Este evangelio nos presenta el misterio de la filiación de Jesús, Hijo de Dios, su  relación con el Padre. Este texto se  divide en tres partes: la acción de gracias de Jesús por la revelación recibida (v. 25); el contenido de  dicha revelación y la invitación que hace Jesús a ir a ÉL (vv.26-27) y la llamada (vv.28-30). La bendición  de Jesús, es una bienaventuranza por manifestarse a los sencillos; tiene como  referencia el rechazo de la palabra de Jesús, por parte de los fariseos. El Padre no  pretendió hacerse comprender por los sabios de este mundo, sino por los sencillos.  Eran los doctos de la época, en especial los escribas, y fariseos, profesionales de la  Ley. Toda la economía de salvación predicada por Cristo, disposición eterna del  Padre, no se comprende por medio del discurso humano, sino por revelación de  Dios, que se concede a los sencillos, y que se niega a los soberbios. Cuánto más se engríen los fariseos de conocer la Ley de Moisés, menos podían comprender la  predicación de Jesús. Esta voluntad del  Padre, la economía de la salvación, no es aceptada sino por quien es consciente de  su pequeñez y humildad, vacío de sí mismo y busca a Alguien que llene y dé  sentido a su vida. La revelación de  Cristo, camino verdadero hacia el Padre, porque todo lo  puesto el Padre en sus manos desde la revelación de su Palabra hasta el misterio  de hacernos hijos suyos por medio de su misterio de muerte y resurrección (v.27). Conoceremos al Padre por lo que el Hijo nos comunique, conoceremos al Hijo  por sus palabras y obras, y a su vez, el Padre nos reconocerá en la medida en que  nos asemejemos, nos configuremos a su amado Hijo (cfr. Rm. 8, 29).  - “Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito…” (Mt. 11, 26ss). En la segunda parte, nos encontramos con el contenido de la revelación, donde  Jesús se presenta como el único Revelador del Padre. Lo hace en clave de  conocimiento y revelación; Yahvé en la mentalidad judía ser conocido sólo por quien ÉL había elegido previamente. Jesús se presenta a sí mismo,  como el revelador del Padre, plenitud de la revelación (cfr. Jn. 3,11). El conocimiento del que se habla aquí, no  es ciencia del entendimiento, ni comprensión de ideas y consecuencias. De este conocimiento participan la voluntad, los sentimientos  y la inteligencia. Dios conoce al hombre, lo penetra con su espíritu, lo ama, lo  abraza con amorosa solicitud. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre” (v. 27). Sólo el  Padre conoce al Hijo; sólo el Hijo comprende al Padre, hay un conocimiento  amoroso mutuo. Sólo hay  un ser que comprende y ama al Hijo, con un conocimiento amoroso, de tal modo  que no hay nada que saber: el Padre.  Hay una  realidad que ahora se nos da a conocer: Jesús es igual al Padre, lo conoce y ama  plenamente. Nadie tiene un conocimiento de Dios en todo el mundo como el que  tiene ÉL, Jesús es Dios. No hay otro pasaje en los Sinópticos, donde quede mejor  reflejada la filiación divina del Mesías (cfr. Mt. 11,27).  El conocimiento que posee el Hijo no es sólo para sí sino para comunicarlo, su  misión es revelar los secretos del Padre y del Reino de Dios. Todo lo que acaba de  revelar del Padre, es también obra del Hijo. Mirado desde afuera, causa escándalo que un hombre hable así, es un hijo de  carpintero; si no  pudo comprender  esa generación a Juan Bautista,  menos a Jesús. ¿Quién entonces? La gente sencilla, los humildes de corazón, no  los arrogantes, los sabios de este mundo, los entendidos (cfr. Mc. 10, 15; cfr. Mt. 19,14).  Finalmente, los cansados y sobrecargados, son  los propios judíos de su tiempo, que soportan el peso de leyes y normas con que los escribas y fariseos explicaban  la fe de Moisés a base de legalismos y casuísticas interminables. Se puede  entender la vida de sufrimiento y dolor,  enfermedad o injusticia, donde el evangelio de Jesucristo es una propuesta de  salvación. Jesús dirige su palabra a los humildes, porque ÉL les  enseña a sufrir porque es manso y humilde de corazón,  puesta toda su esperanza en Dios.  “Tomad sobre vosotros mi yugo” (v. 29). La imagen del yugo, el Maestro,  impone una enseñanza a sus discípulos, ese es su yugo; el de Cristo es más suave, que el de los  escribas y  fariseos aplicaban a la Ley de Moisés (cfr. Hch. 15, 10; Mt. 23, 4). El yugo de Cristo es suave y  ligero, si entendemos que la voluntad de Dios cuenta con la debilidad del hombre,  pero para que éste cuente con la gracia de Jesucristo, y la fuerza amorosa del  Espíritu Santo, que inculca el  espíritu de la Ley de Dios, liberando al hombre de su esclavitud; manda grabar en lo  interior dicha ley de amor y de gracia, para que así pueda cumplirla el cristiano. Jesús se presenta como manso y humilde de  corazón, es decir, viene al hombre con humildad, no con un yugo de opresión, sino  con la máxima humillación de hacerse uno de nosotros, para estar con nosotros los  hombres (Mt.21,5; Za.9,9; Is. 62,11; Flp.2,5);  quiere que asentados en la verdadera humildad, seamos grandes en la humildad y humildes en la grandeza, a la Dios  nos eleva en su unión de amor.    

La Santa Madre Teresa, mujer preocupada de  su fe, busca formase en la verdad en  clave bíblica y eclesial. “Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo  permitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que  entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la  fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a  lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho  asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones puedan  imaginar -aunque viese abiertos los cielos - un punto de lo que tiene la Iglesia.” (V  25,12).


LUNES   

Lecturas bíblicas

a.- 2,16-18.21-22: Me casaré contigo en matrimonio perpetuo. 

b.- Mt. 9, 18-26: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, y vivirá.   

El evangelista nos presenta dos milagros realizados por Jesús: la  resurrección de la hija de un magistrado, jefe de la sinagoga (cfr. Mc. 5, 21-43; Lc.  8, 40-56), y la curación de la hemorroísa. Es un padre que pide un milagro para su  hija ya muerta. El evangelista quiere hacer resaltar la fe del padre, en lo que  aparentemente es imposible. La mujer también busca en Jesús la salud para las  hemorragias que padece, y es por eso, que piensa que con sólo tocar el manto del  Maestro sanará. Será la fe de esta mujer, la que Jesús alabe y que la sana, y no el  hecho de tocar su manto. Se evita toda huella de magia, que oscurezca la eficacia  de la fe. En ambos casos, el milagro es respuesta a la fe que manifiestan el padre  de la niña y como la mujer en el poder sanador de Cristo Jesús: Tu fe te ha curado  o salvado (v. 22). La fe suplicante y el poder divino de Cristo, obran el prodigio de  sanar y devolver la vida a quien la necesita; una fe indispensable que activa ese  poder. La fe sana y salva. La actitud compasiva de Cristo Jesús con el dolor  humano, es manifestación del amor paternal de Dios por el hombre y mujer  necesitados especialmente los más débiles como puede ser preocuparse hasta que la niña coma (cfr. Mc. 5, 43). Ante el hecho de resucitar, pareciera que no tuviera importancia, pero para Jesús sí lo tenía porque así lo divino y lo humano, se unen una vez más para producir el milagro de la vida.  Esta resurrección, como la de Lázaro, y el del hijo de la viuda de Naín (cfr. Jn. 11,  13; Lc. 7, 11), son un velado anuncio de la resurrección de Jesucristo. En el caso de  esta niña, como el de Lázaro, Jesús afirma que está dormida (v. 24; Jn. 11,11), por lo mismo, para que el que tiene fe, la muerte es un sueño, para  despertar resucitado (cfr. 1 Cor.15, 18). El anuncio del reino de Dios, es anuncio de  vida nueva, vida eterna, para el hombre de fe. Labor nuestra será, como testigos  de la resurrección de Cristo,  aportar signos de esa nueva existencia, amar a Dios y  al prójimo, ya que amar es poseer y entregar la vida al estilo de Jesús de Nazaret.    

Santa Teresa de Jesús, hace su propia lectura de este evangelio: “Pues sí, cuando  andaba en el mundo, de solo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que  dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que  le pidiéramos, pues está en nuestra casa?” (Camino de Perfección 34,8).


MARTES   

Lecturas bíblicas 

a.- Os. 8, 4-7.11-13: Siembran vientos y cosechan tempestades. 

b.- Mt. 9, 32-38: Curación de un endemoniado mudo y compasión hacia la  muchedumbre.  

El evangelio nos presenta dos momentos: la sanación de un mudo endemoniado (vv.32-34), y la compasión de Jesús, por la muchedumbre que le sigue (vv.35-38). Jesús hace un  exorcismo y sana al mudo. La gente lo atribuye a la divinidad de Jesucristo, pero  los fariseos, lo atribuyen al poder del Maligno. El profeta había anunciado: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se  abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos  de júbilo.” (Is. 35, 5-6). La reacción de la gente es de admiración: “Jamás se ha  visto cosa igual en Israel” (v.33). Muchas veces se ha había manifestado Yahvé a  su pueblo con grandes prodigios, señales y pruebas de su poder, como los milagros  realizados por Elías y Eliseo. Sin embargo, hay uno, que es uno que es más grande  que el Templo (cfr. Mt. 12, 6), mayor incluso que los profetas (cfr. Mt.16, 14-16).  El contrapunto lo dan los fariseos con su crítica, con lo que asistimos al abismo que  se abre entre Jesús y sus adversarios. Aquí encontramos, más que una discusión  sobre un pasaje bíblico o sobre alguna traducción litúrgica, se trata de una  oposición irreconciliable. Con este panorama de ver enfrentados a Dios y Satanás  en el desierto, la opción de los fariseos, pareciera estar más de parte de Satanás,  que con Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret (cfr. Mt.12, 22-37). La reacción  del pueblo, es la justa valoración de la obra única y magnífica del Mesías. Luego el  evangelista, hace una síntesis de la actividad del Maestro, que enseña y sana a las  gentes (v. 35). Este dato es muy revelador, porque nos enseña que Jesús predicaba  el Reino de los Cielos en las sinagogas vecinas, con lo que sabemos, que el mensaje  se conoció en todas partes, y lo hace en un contexto litúrgico, con lo que el mensaje  adquiere mayor notoriedad. Mateo, quiere dejar en claro, que el Mesías fue enviado  a las ovejas extraviadas de Israel, sin dejar de desconocer, que también predicaba  al aire libre, como en los recintos de culto (cfr. Mt.10,6). Esto le permite  contemplar a esas personas desde otra perspectiva: “Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros  pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.» (vv. 37- 38). En el lenguaje de Jesús, encontramos estas imágenes de las ovejas y la mies,  con amplia resonancia en el AT. La situación de Israel, era la de un pueblo sin  pastor, disperso, sin unidad y lo más doloroso, sin guías espirituales. Israel había  conocido pastores, como los jueces y reyes, sacerdotes y profetas, en especial  Moisés y David. En los escritos de los profetas, Jeremías (cfr. 23, 3-6) y Ezequiel  (cfr. 34,11), se habían anunciado los tiempos del Mesías, ante el abandono del  pueblo, el propio Yahvé se convertiría en Pastor de su rebaño. En el tiempo de  Cristo Jesús, se cumplen estas profecías su preocupación compasiva por las ovejas de su rebaño, hasta dar la vida por ellas. La mirada de Jesús, le revela que las  gentes están cansadas, sin guía, ni amparo, sin pastor que las conduzca a los  pastos abundantes. Es el buen Pastor que camina a la cabeza de su pueblo, la  Iglesia hacia la vida eterna; el gran Pastor, Jefe de pastores como definirá S. Pedro  a Jesucristo (cfr.  1Pe.5, 4). Tenemos otra  imagen: la mies es abundante y la siega.  También tiene esta imagen una raíz bíblica de carácter escatológico, para anunciar  el Reino mesiánico y el Juicio de Dios. Ese tiempo final, ha llegado ya con la venida  del Reino de Dios. Recordemos que Jesús es anunciado, como el que tiene el bieldo  en la mano para separar el grano de la paja, uno para guardarlo y otro para  quemar  (cfr. Mt. 3,12). Con la venida del Reino de Dios, comienza el Juicio del  mundo, del hombre, la separación entre el buen trigo y la paja, la produce la opción  que se haga de cara a Jesús y su evangelio. Faltan segadores que inviten a los  hombres a plantearse una decisión, con lo que manifiesta Jesús la necesidad de  ser ayudado en esta misión. De ahí que Jesús exhorte a la oración al Dueño de la  mies, a Dios, para que suscite segadores en su campo. Recordemos que Jesús es el  enviado del Padre, como lo que indica que es Dios quien, en definitiva llama a  trabajar a su mies (cfr. Mt.10, 40). Esta oración habrá que hacerla hasta el Juicio  final, mientras dure el tiempo escatológico de la Iglesia, de la cosecha, tiempo final.  Así se ha hecho desde la Iglesia apostólica hasta el día de hoy.

Santa Teresa de Jesús, nos cuenta la llamada que recibió del Señor, y ella  respondió su Sí, como María Virgen. “Pensaba qué podría hacer por Dios, y que  pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su Majestad me había hecho a  religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese” (Libro de la Vida  32, 9). 


MIERCOLES   

Lecturas bíblicas 

a.- Os. 10,1-3.7-8.12: Es tiempo de consultar al Señor. 

b.- Mt. 10, 1-7: Id a las ovejas descarriadas de Israel.   

Este evangelio es de envío, da inicio Mateo, al discurso apostólico de Jesús, el  segundo, de cinco, con que el evangelista estructura su obra. Vemos que ha presentado a Jesús como un nuevo Moisés, el Legislador (cc. 5-7), el que anuncia el  Reino de Dios (cc. 8-9), ahora lo  presenta como el fundador del nuevo Israel, la  Iglesia, y con ello, les comunica la misión apostólica, lo característico de este  pueblo (c.10). Nos presenta al colegio apostólico con sus nombres, lo hace en el  inicio del discurso sobre la misión, y no en un contexto vocacional (cfr. Mc. 3,13;  Lc. 6,12). Mateo no relata la elección de los apóstoles y los presenta como un  colegio ya bien conformado. Confiarles la misión, significa también darles autoridad  para ejercerla, poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y sobre las  enfermedad y toda dolencia. Más tarde les da el encargo de predicar el evangelio  (vv. 1.7). Jesús les confía su poder, los apóstoles serán iguales a ÉL, actuarán  como ÉL, y su palabra se verá confirmada con milagros (cfr. Mt. 9,35). Los nombres de los apóstoles, son encabezados por  Simón, Pedro (cfr. Mt.16,18), luego  vienen los hermanos, los primeros llamados Pedro y Andrés, Santiago el de  Zebedeo, y Juan, y sólo de Mateo  de Judas Iscariote, da detalles de su vida. De  hombres rudos a dóciles a las mociones del Espíritu, va a pasar su buen tiempo,  hasta convertirse en columnas de la Iglesia, testigos valerosos del Reino de Dios. Que Judas fuera  uno de los apóstoles, habla de la cercanía de los límites, entre el Reino de Dios  y el  de las tinieblas. Se convierte en instrumento de Satanás, mientras Jesús entrega su  vida por sus discípulos, se arriesgaba a que uno le pueda entregar a la muerte… Al hablarles de la misión, les señala los destinatarios, y el contenido de la misión,  es decir, la misión está destinada a Israel (vv. 5-7). De destacar, el límite que pone Jesús a su misión: sólo a las ovejas perdidas de Israel, es decir, sólo a los judíos. Ellos eran los  herederos de la elección y las promesas de Dios, fueran los primeros en recibir la  propuesta de la misión evangelizadora, realizada por Cristo Jesús. Con esta determinación, no quedan fuera ni  samaritanos ni  gentiles para que todos  tengan parte del Reino de Dios y de los bienes mesiánicos. Se trata de ir de los judíos a los gentiles, porque Jesús obedece lo establecido por Dios (cfr. Mt. 15, 24).  No es el número ni las actividades a realizar lo que importa, sino que es la voluntad  de Dios,  fuente y origen de toda misión en el nuevo pueblo de Dios. Una vez que  ingresaron en la Iglesia los gentiles, estas palabras de Jesús, son un clarísimo  testimonio para el judío que la salvación se ofreció a ellos en primer lugar. El  Mesías y sus apóstoles, consagraron sus vidas y trabajos, para serviles a ellos en  forma casi exclusiva. Si los gentiles han encontrado la fe en Cristo Jesús, la que  Israel rechazó, los judíos se puede afirmar que no tienen excusa (cfr. Mt. 8,10-12).  Los discípulos han de predicar lo mismo que Jesús: “Proclamad que el Reino de los  cielos está cerca.” (v. 7). Es el tiempo de la cosecha, de la entrega generosa de  Dios a su pueblo, tiempo de conversión, y por tanto, de penitencia de lo se opone al  Reino de Dios. El poder que se les ha otorgado deberán ponerlo al servicio de los  enfermos, sanándolos, resucitando a los muertos, expulsando a los demonios, así serán semejantes a Jesús. Será en los Hechos, donde encontraremos que los  apóstoles realizaron estos milagros a favor de los hombres y mujeres necesitados,  los que acreditan su predicación evangélica (cfr. Hch. 3,1-10; 5,12-16; 9,31-43).  Este don de hacer milagros que el Señor Jesús entregó a sus discípulos se revive en  toda la historia de la Iglesia, especialmente los Santos y Santas de todos los  tiempos, y no sólo a los apóstoles.    

Cuanto apreciaba Teresa de Jesús, una buena prédica, era amiga de religiosos y  presbíteros bien preparados en el arte de llevar las almas a Dios. “Alabe muy  mucho al Señor el alma que ha llegado aquí… o le dio letras y talentos y libertad  para predicar y confesar y llegar almas  a Dios” (Vida 30,21).


JUEVES    

Lecturas bíblicas

a.- Os. 11,1-2.3-4.8-9: e me revuelve el corazón. 

b.- Mt. 10, 7-15: Misión de los Doce.    

Al mandato y al contenido esencial de la misión de los apóstoles siguen instrucciones muy concretas  de parte de Jesús (vv. 7 - 8). Los apóstoles van en nombre de Jesús, como  enviados, actuarán como ÉL, por lo mismo, tienen sus poderes y facultades, para  anunciar el Reino, sanar y expulsar demonios. Luego, las instrucciones son sobre el  talante personal del apóstol (vv. 8-15). Al mensaje debe ir unida la actitud, un  talante, un estilo de vida, acorde a lo que van anunciar. El mensaje y  el talante no  quedan al libre albedrío, sino que va señalado por Cristo que es quien envía con  autoridad. Las instrucciones, en cambio, se abren a la responsabilidad personal y  comunitaria, en lo que se refiere al comportamiento y a la pobreza, según los  tiempos y lugares, cultura y circunstancias. El único equipaje del apóstol será la  palabra y la pobreza, lo demás estorba para el camino del Reino de Dios. La  predicación debe quedar libre de toda apariencia de codicia. Es un abandono en la  Providencia de Dios, ÉL se encargará de alimentarlos. Al que sirve, predicando la  palabra, merece el sustento de parte de quienes son evangelizados, “el obrero  merece su paga” (v. 10). Por lo mismo, si ha recibido gratis, mensaje y autoridad  para sanar, lo entregará gratis; con lo cual practica el espíritu de pobreza, ya que  reconoce que todo lo ha recibido de Dios y el amor fraterno, puesto que comparte  el don de Dios. La sobriedad y la sencillez, deberá ser su mejor distintivo, en casa deberán dejar la alforja, la segunda túnica, el bastón y las sandalias. Está previsto  que en el camino recibirán todo lo necesario, incluso lo absolutamente necesario. También les enseña a cómo buscar el mejor alojamiento para los misioneros: una  casa digna, el saludo de la paz, que más que saludo de cortesía, es acoger el poder  salvador de Dios y los bienes del Reino de Dios. Pero si la casa no está dispuesta  para Dios y sus enviados, la paz vuelve a ellos; lo mismo puede suceder que sea  todo un pueblo que rechace a los misioneros, como le sucedió a Jesús. Es el fracaso  (cfr. Mt.13,53-58; 2Cor.11, 23-33). Deberán sacudir hasta el polvo de ese pueblo,  señal que ellos, y Dios, no tienen ya nada que ver con ellos. La oferta de Dios si se  ofrece y no se acepta, esa hora ya no vuelve, la decisión que se toma es única e  irrepetible. Se menciona que tendrán un castigo mayor que Sodoma y Gomorra,  ciudades perversas, castigadas por la ira de Dios, a la hora del Juicio, por no haber  atendido el llamado de Dios (V.15). Estas palabras hay que considerarlas en su justa  medida, para comprender luego, lo que Jesús sufrió más tarde. Así como Israel estaba  llamada a ser luz de las naciones, los pueblos vendrán atraídos por la gloria del  Señor (cfr. Is.60, 1-6), ahora en la nueva economía de la salvación, la Iglesia va  a  las naciones, con el mandato de Jesús Resucitado y su mensaje de la salvación.     

Teresa de Jesús, da lo que tiene el carisma de la oración contemplativa por los  presbíteros y predicadores que dan a los fieles los dones que han recibido: la  Palabra de Dios  y los sacramentos al pueblo fiel. “Todas ocupadas en oracin por  los que son defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden,  ayudásemos en lo que pudiésemos a este Seor mío” (Camino de perfeccin 1,2).


VIERNES   

Lecturas bíblicas 

a.- Os. 14,2-10: No volveremos a llamar dios a la obra de nuestras manos. 

b.- Mt. 10, 16-23: Predicción de persecuciones.   

Este evangelio, es una serie de predicciones y consejos a los apóstoles de todos los  tiempos. Este evangelista ya había usado la imagen de lobos y las ovejas, para hablar de los  falsos profetas (cfr. Mt. 7,15), que irrumpen en el rebaño, pero aquí la imagen se  invierte: son los discípulos los que van a la manada de lobos. Paradojalmente el  Reino de Dios, se atestigua en la debilidad en Jesús y sus mensajeros; su máximo  poder, se presenta en su máxima debilidad (cfr. 2Cor.12, 9). En todo este proceso, se requiere la prudencia de la serpiente, astucia y sagacidad, es decir, discernir  sobre conveniente y lo necesario (cfr. Gn.3,1). Pero además, Jesús pide ser  sencillos, es decir, sin doblez, sinceros, rectitud de intención en todo momento  evitando buscar ventajas materiales como dinero o bienes. Esa pureza de intención,  la búsqueda de Dios, les ayudará a los misioneros a mantenerse firmes en la  tribulación y poder dar clarísimo testimonio de Dios en la sociedad. En un segundo  momento, Jesús les anuncia persecuciones (vv.17-25). La idea general, es que el mensaje del  Evangelio y de los predicadores del mismo, se verán enfrentados a la voluntad  humana, que manifestará su ánimo hostil, especialmente en el ambiente judío. Los  evangelizadores, serán llevados ante los tribunales, el sanedrín y serán flagelados, las autoridades del país se las verán con ellos, como gobernadores romanos y reyes  de Israel. Deberán dar testimonio de Jesús, hablar y responder, ante las  autoridades y los paganos. Están ahí por causa de Jesús, cuando testifican, se les  acusa y condena, cuando son fieles hasta el final. Será un testimonio, lo asegura  Jesús, asombroso, donde se manifestará la gloria de Dios en la debilidad humana  (cfr. 2Cor. 4, 7). En el tribunal, están llamados a dar testimonio, no confiando sólo  en su prudencia, sino en la intervención del Espíritu Santo, que pondrá en su boca  las palabras necesarias, convenientes para que ese testimonio sea de Dios, en  labios del creyente ante los jueces. EL Espíritu, es el Abogado, que los pondrá bajo  su protección y los defenderá de sus enemigos. Es la presencia del Espíritu en el  alma del cristiano, que hablará en su corazón ante sus acusadores (cfr. Hch. 6, 10).  En un tercer momento, se habla que la persecución llegará incluso a la propia  familia, el odio separará a los parientes entre sí (cfr. Mt.10, 34-36). Esto ya lo  había anunciado el profeta para los últimos días: trastorno de los espíritus,  confusión de los corazones, que rompen los lazos familiares (cfr. Miq. 7,6), lo  mismo anuncia Jesús, juicio terrible si se tiene en cuenta, que serán odiados por  todos por su causa (v. 22). Será la perseverancia la que salve al cristiano en su  tribulación, fidelidad que no defrauda, en medio de fracasos y debilidades. Se  asegura su salvación eterna, y en muchas ocasiones se han verificado estas  palabras de Jesús. Finalmente, ante la persecución Jesús recomienda huir, si es  necesario, dejando en claro que su venida tendrá la última palabra para librarlos de  la tribulación. El Hijo del Hombre, Jesús Juez, viene a salvar a los suyos. Si su  destino terreno fue de persecución que lo llevó a la Cruz,  también será el nuestro,  somos testigos del Crucificado y Resucitado, partícipes de su Reino. Si participes de  su camino y destino, hasta el final, llegamos por la Cruz a la gloria de la  Resurrección. ÉL inicia y completa este camino de fe oscura y luminosa (cfr. Heb.  12,1). Aprender a sufrir con Cristo Jesús, he ahí el secreto de la sabiduría y camino  de vida eterna, que la fe cristiana propone a quien la acoge y comparte con sus  hermanos los hombres.   

Santa Teresa de Jesús, experimentó lo que denomina “hablas interiores”, es decir,  escuchar que Jesucristo le habla, y el alma entiende lo comunicado, no con los  sentidos corporales, sino con el entendimiento.  “Paréceme sería bien declarar  cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella siente, …Son  unas palabras muy formadas, mas con los oídos corporales no se oyen, sino  entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho  se resista, es por demás… En  esta plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que, aunque me  pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que  Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo  puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor  verdadero de nosotros.” (Camino de Perfección 25,1).


SABADO   

Lecturas bíblicas

a.- Is. 6,1-8: Yahvé purifica los labios de Isaías. 

b.- Mt. 10, 24-33: Relación Maestro y discípulo. Confesar la fe sin  temor.   

El Maestro quiere dejar claras las relaciones que deben haber entre discípulo y  quien le guía o acompaña; ambos están en relación de mutua dependencia,  subordinación y superioridad (vv. 25-26). Mientras se aprende, se es discípulo,  como el esclavo, reciben la enseñanza de alguien que sabe más os más  experimentado en aquello que enseña. Para Jesús, los apóstoles son sus discípulos,  aceptan sus enseñanzas y sus encargos, esta relación, hay que decirlo,  permanecerá para siempre, porque para ellos, Jesús siempre será el Maestro, junto  a ÉL, nunca han sabido lo suficiente. El discípulo ya se puede contentar con que le  vaya como a su Maestro, si se iguala a ÉL, entonces ya no puede esperar nada más  ni mejor. En este caso, no cuenta la  superación, porque se da el caso que la mayor  semejanza y conformidad con Cristo Jesús, se produce también la mayor intimidad  con ÉL. Cuanto más se asemeje  a su Maestro, mejor y mayor, será el servicio que  haga a su Maestro de vida. El Señor de la casa, es el mismo Jesús; su casa es la  Iglesia, los fieles reunidos en su Nombre (cfr. Mt. 16, 18). En esta, su Casa es  autoridad, es el Kyrios, el Señor, calumniado de tener pacto con Satanás, con lo  que enseña que a pesar de todo en su Casa, es el único Señor Resucitado. En un segundo apartado, Jesús nos propone confesar la fe sin temor (vv. 26-33).  Encontramos varios avisos del Señor que se refieren a tener cuidado, cuidarnos,  pero ahora nos dice que no debemos temer (cfr. Mt. 7,15; 10,17). Hay que  practicar la prudencia en el conocimiento del adversario o del peligro a que  podemos estar expuestos, y para ello es necesario hacer un juicio sereno, pero por  otra parte, la necesaria resistencia o fortaleza en la tribulación. La fe expulsa el  temor, saber que somos del Señor Jesús, infunde valor. Si bien, los comienzos del  Reino de Dios son muy humildes, sin embargo, la semilla que vive oculta en la  tierra, está llamada a manifestarse gloriosamente. Jesús, como el Siervo de Yahvé,  siembra la palabra en la vida y en los corazones de los hombres, trabaja con  sencillez, hasta convertirse en la esperanza de las naciones (cfr. Mt. 12, 17-21).  Ahora habla en la oscuridad, pero sus apóstoles lo harán a plena luz, deberán  predicar ante los hombres lo que ahora les susurra al oído. Su mensaje lo entrega  en forma velada, porque muchas veces su palabra no es comprendida por las  gentes, además ÉL no había consumado su obra de muerte y resurrección. Más  tarde, los apóstoles podrán predicar sin temor el evangelio a toda la creación. La persecución y el trato hostil, no justifican el miedo, ni la negación de Cristo. Nos  exhorta el Señor a no tener miedo,  tres veces,  menciona este tema en su discurso  (vv. 26. 28. 31), nos pide en cambio, audacia y valentía, aguante y fortaleza ante  la adversidad, la contradicción, etc.  La fuerza del evangelio es incontenible, hay que anunciarlo, es luz aún en las peores circunstancias (vv. 26-27; cfr. Mc. 16, 15).  Otra razón para no temer es la inviolabilidad de la persona humana. Los tiranos  pueden matar el cuerpo, quitar la vida, pero no pueden destruir la persona, y su  libertad interior (v. 28). El único temor que hay que guardar es a Dios, es decir, el  respeto que le debemos como hijos a nuestro Padre. Los hombres tienen un poder  limitado, nadie puede destruir la esperanza de la vida eterna. Dios tiene poder  sobre la vida física y eterna, su sentencia puede entregar al hombre al infierno, o  llamarlo, a la bienaventuranza eterna. Contemplamos así su poder soberano y su  omnipotencia sobre nuestra vida, adquiere sentido su divina paternidad sobre  nosotros. Si el temor se dirige al hombre, puede destruir la fe, en cambio, si va  dirigido a Dios, crea libertad y confianza. Se descubre la dependencia de la criatura,  respecto al Creador y reconoce la sublimidad de Dios. Finalmente, la providencia  amorosa de Dios, que se cuida de todas las criaturas, mucho más se preocupará de  los hombres (vv. 29-33). Sentirse amados por Dios causa alegría y amor  agradecido; sabemos que el amor expulsa el temor. Si nosotros confesamos a  Jesucristo en este mundo, ÉL nos avalará ante el Padre en el día del Juicio final. El  compromiso bautismal, nos exige confesar nuestra fe en todo tiempo y lugar, con la  fuerza y gracia del Espíritu Santo de Dios. No se trata de no ceder en el fuero  interno a lo contrario con el evangelio, sino que además tengamos el valor de  disentir y de confesar abiertamente su fe cristiana. Necesitamos cristianos  auténticos, que se construyen en la contemplación y la acción, por el Reino de los  cielos.   

Teresa de Jesús, desde niña quiso ser mártir de Jesucristo a mano de los moros del  sur de España como lo narra en los primeros capítulos Vida (cc.1-2). Al no  conseguirlo, presenta la vida cristiana en general y la vida religiosa en particular  como un prolongado martirio. “Torno a decir que está el todo o gran parte en  perder cuidado de nosotros mismos y nuestro regalo; que quien de verdad  comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida” (Camino de  Perfección, 12,2)

P. Julio González C.


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