DECIMA CUARTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo C)

Fr. Julio González Carretti


Contenido

DOMINGO.. 1

LUNES.. 1

MARTES.. 2

MIERCOLES.. 2

JUEVES.. 2

VIERNES.. 3

SABADO.. 3

 


DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Is. 66, 10-14: Yo haré derivar hacia ella, como un río la paz.

Termina la lectura del libro de la Consolación de Israel (cfr. Is.40-55) y de las promesas, Jerusalén es presentada como madre solícita, llena de felicidad, que  comparte a todos sus hijos, a cuantos le lloraron en su desconsuelo y la siguen amando en su triunfo mesiánico (v.13). “Por Jerusalén seréis consolados” viene a significar que la Ciudad Santa, es la mediación privilegiada por la que la salvación alcanza a todas la humanidad. Jerusalén, ofrece su consuelo a todos, como madre generosa, que brinda sus pechos a los hijos de sus entrañas (v.14). El profeta insiste en que el actuar de Dios se caracteriza por el consuelo que brinda a su pueblo (cfr. Is. 49,19). Luego de vivir el temor constante de la guerra, ahora por primera vez sentirá la verdadera consolación, la paz, la seguridad. Sus hijos dispersos volverán a ella y como un solo niño, se sentirán tan felices, como cuando son acariciados sobre las rodillas de su madre y estrechados contra su corazón. Será Yahvé, en definitiva quien los consolará, porque aquí Jerusalén es identificada con Dios, porque con su presencia y gloria, poder y paz, la inundará, la convertirá en una atracción para todos los pueblos, reyes y gentes, será atraídos por ella. El texto devela una identidad esponsal, paternal y ahora maternal de Yahvé, revelando así el tono personal de la relación que Dios establece con su pueblo (cfr. Is. 54,2; 63,13; 66,13). Mayor será la consolación que recibirán todos aquellos que sufrieron con ella, los que soportaron toda clase de humillaciones, reverdecerán como la hierba viendo ahora la humillación de sus enemigos (v.14).  El corazón designa el hondón del ser humano  si habla que se alegra, establece la regeneración del ser humano desde lo más profundo del ser, transformación que abraza a toda la persona, simbolizada por los huesos. Es la salvación de los siervos (v.14; Ez. 37,1-14), que se contrapone al ocaso de los adversarios de Yahvé, los idólatras (cfr. Is. 66, 14-17; Jn.16,22). Dios se abaja a nosotros, se encarna en los hechos históricos, para ser comprendido por todos. No corresponde al hombre juzgar a Dios y sus actuaciones, sino aceptar su voluntad, se hace  camino y acompaña   nuestro paso.

b.- Gál. 6,14-18: Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.

El apóstol Pablo, nos ayuda a reflexionar sobre el tema de la cruz y la vida nueva que de ella germina. En la Cruz termina un modo de existencia: vivir en la carne, y germina otra, la vida en el Espíritu. Por su condición bautismal, el cristiano, acepta una nueva economía, nacida de la Cruz. La desesperanza humana, el mundo, la carne, esa situación histórica ha quedado anulada en la cruz. Ha quedado atrás la disyuntiva, circuncisión o incircuncisión, pagano o judío, ahora se trata de una criatura nueva. Lo específico del apóstol, es reproducir el padecer redentor de Cristo, este sufrir de Pablo, es reflejar en la propia carne, las marcas de Jesús, es decir, todo lo vivido en la predicación del evangelio (cfr. 2 Cor. 4, 10; 6, 4-5; 11, 23-28; Flp. 3,7). Pero más profundamente esas marcas hablan de pertenencia a Jesucristo, como un esclavo marcado por el sello de su amo. Pablo lleva el sello de Cristo Jesús (cfr. Col. 1,24). El evangelizador, pregonará la Palabra de Dios, deberá soportar en el rostro la reacción a veces violenta, de una sociedad egoísta.

c.- Lc. 10, 1-12. 17-20: Misión de los setenta y dos discípulos.

El evangelio nos presenta a los setenta y dos discípulos que Jesús convoca para la misión dirigida a Israel (vv.1-16), y el regreso de esta experiencia (vv.17-20). El número 70 hace referencia a los pueblos que componían la humanidad (cfr. Gn.10). Los Doce siguen siendo el fundamento de la Iglesia, pero la misión de Jesús sigue estando abierta; la mies es mucha y los obreros siguen siendo pocos (cfr. Lc. 9, 1-16). Los setenta y dos, número que refleja plenitud, es signo de todos los misioneros que vendrán a través del tiempo a trabajar a su viña, la Iglesia (cfr. Lc. 10, 1-12). Son enviados de dos en dos, son testigos de la acción del Señor Jesús, su testimonio tiene validez jurídica (cfr. Dt. 19,15; Mt. 18,16). “La mies es mucha” (v.2), dice Jesús y los hombres son comparados a la mies que ha de recogerse en el reino de Dios. Delante de sus ojos tiene Palestina, pero su misión, se extiende al mundo entero. Hay pocos obreros e incluso en los más generosos y llenos de fervor, hace falta la entrega total. Dios es el “Dueño de la mies (v.2). Dispone de  todo lo que se refiere a la mies, como la acogida del reino de Dios, obra de su gracia; ÉL proporciona las vocaciones para el Reino, por ello, Jesús invita a orar para que Dios suscite el espíritu de los discípulos, que con una entrega total e indivisa ayuden a ingresar en el reino de Dios (cfr. 1Cor. 3,7-10; 15,10). “Id. Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa…” (v.3-4). El evangelista nos presenta el hecho de ser enviados por Jesús, lo que implica que el poder de Dios los acompañará y armará. Son enviados como ovejas en medio de lobos, lo que viene a significar, que van indefensos, pero el pastor de Israel los salva y custodia (cfr. Mt.5,3); los envía como pobres, sin alforja, sin bolsa, ni sandalias, la pobreza es condición para ingresar en el Reino de Dios, distintivo de los que lo anuncian, puestos los ojos en la misión y no distraerse por nada (cfr. Lc.6,20; Hch.8,30). Todos estos consejos nos hablan de una entrega total en la misión de anunciar el evangelio del Reino. “Y en cualquier casa en que entréis, decid primero: Paz a vosotros”  (v.5-7). Los misioneros van de casa en casa, el saludo de la paz es saludo y don, no es sólo saludo y deseo de bienestar, sino don de la salvación de los últimos tiempos (cfr. Hch.10, 36). Se debe dar una conexión, comunión con quien Dios ha preparado para la salvación, que merece la salvación. La paz se posa sobre quien la recibe en su espíritu, como los setenta ancianos (cfr. Nm.11, 26; 2Re. 2,15); ella retorna a ellos, sino encuentra a nadie digno de este don. A este don de la paz, los evangelizados responden con la hospitalidad, casa que deben considerar como su propia casa. La misión y el mensaje es lo principal, por ello, se debe evitar estar preocupados del bienestar material, como cambiar de casa buscándolo, hacer lo contrario desvalora el anuncio de la palabra de Dios, desacredita a su huésped y a él mismo (cfr.1 Tim 5,18; 1 Cor. 9,11).  La misión también consiste en sanar a los enfermos, preparación con las obras de la llegada del Reino de Dios. Recordemos que la acción de estos apóstoles, es preparación de la venida de Jesús a ellos, es decir, del reino de Dios (cfr. Lc.11, 20; 17,21). Si no son recibidos en una ciudad, deben expresar ese rechazo sacudiendo hasta el polvo que llevan en sus sandalias de ese lugar, se rompen los lazos con el pueblo de Dios, desconocen la hora de la salvación, con lo que se atraen juicio de condenación sobre ellos. Siempre cabe la posibilidad del arrepentimiento, pero es la última oportunidad de salvación. “Regresaron los setenta y dos y dijeron a Jesús: “Señor hasta los demonios se nos someten en tu nombre” (vv.17-20).En un  segundo momento (vv.17-20), tenemos el regreso de los discípulos donde se destaca: la sanación sobre las enfermedades, los hombres acogen la palabra de Dios, pero lo más llamativo, es la sumisión de los demonios. Han experimentado el Reino de Dios con alegría; al pronunciar el nombre de Jesús, han recibido señorío sobre los demonios, han quebrantado el poder de Satanás, victoria definitiva, que obtendrá con su misterio pascual (cfr. Is. 14, 12.15; Jn. 12, 31). Confirma Jesús el haber compartido su poder sobre las enfermedades, espíritu malos, con lo que anuncia que ya no están bajo el poder de Satanás, sino bajo la soberanía de Dios (cfr. Sal.91, 13; Rm. 8, 37-39). Si el triunfo sobre el mal es motivo de gozo, mucho más profundo es el gozo es la inauguración del Reino de Dios. La suprema razón de alegrarse de los discípulos, debe ser, su elección y convocados a la vida eterna. Sus nombres están inscritos en los cielos, es decir, en el libro de la vida (cfr. Sal. 69, 29; Ex. 32,52; Is.4,3;56,5; Dn.12,1; Ap.3,5; 13,89, alcanzar la vida de comunión con Dios definitiva.     

La Santa Madre Teresa, mujer preocupada de  su fe, busca formase en la verdad en clave bíblica y eclesial. “Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo permitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones puedan imaginar  aunque viese abiertos los cielos   un punto de lo que tiene la Iglesia.” (V 25,12).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 28, 10-12: El sueño de Jacob.

b.- Mt. 9, 18-26: La niña está dormida. Jesús Señor de la vida.

Este evangelio recoge dos milagros que se intercalan en la narración, el de la hemorroísa y  la resurrección de una niña. El alto funcionario de la sinagoga se acerca a Jesús, su hija acaba de fallecer, y postrado le ruega confiadamente que la reviva, con sólo imponer las manos sobre ella (v. 18; cfr. Mc.5, 21-43; Lc. 8,40-56). Jesús lo sigue para ir prontos a su casa, da la impresión que con esa fe, no todo está perdido en Israel. Mientras tanto, una mujer hemorroísa desde hacía doce años le tocó el manto a Jesús, pues creía que con sólo esa acción, quedaría sana (v.21); Jesús se dio cuenta y acepta el homenaje de fe sencilla, silenciosa, confiada de esta mujer  que manifiesta con su gesto. “¡Ánimo hija! Tu fe te ha salvado. Y se salvó la mujer desde aquel momento” (v. 22). Mateo hace de la curación, una obra de Jesús, que por medio de su voluntad y palabra sana a la mujer. En ese sentido, la acción de Jesús la hace más espiritual y no sólo la efusión casi con ribetes mágicos de una fuerza, que salió de su cuerpo en beneficio de la mujer, considerado como un taumaturgo con poderes sobrenaturales (cfr. Mc. 5,31). Jesús resalta que la mujer ha sido sanada por su fe. La fe es el fundamento y la condición para la acción salvífica de Dios en el hombre. La fe, es un proceso que evoluciona: que parte de la fe existente, bien arraigada, hasta la fe profunda, porque vivida con radicalidad. Llegado a la casa de la niña, los llantos y el alboroto de los familiares, disgustan a Jesús, y los invita a salir, porque la niña no ha muerto, está dormida (v.24). Quiere decir que para Jesús y el poder de Dios, esta muerte es un ligero sueño, lo mismo dirá de su amigo Lázaro (cfr. Jn.11, 11). La intención de Mateo, es dejar claro, que Jesús es el Señor de la vida y de la muerte (cfr. Mt. 8, 18-22); Jesús es la vida, la resurrección, vencedor de la muerte. Mateo, nos muestra a Jesús como portador del Reino de Dios, donde la muerte no tiene la última palabra, no es el último estadio de la vida del hombre, ya que el Reino es vida. Desde esta visión, Jesús camina hacia la muerte, pero para vencerla con su resurrección. Sólo desde ella, adquieren mayor significado estos acontecimientos, y sus palabras, como en este caso de la niña, cuando afirma que está dormida. Su sentido bíblico es que los muertos duermen, esperando la resurrección, ser despertados, resucitados (cfr. Is. 57, 2; Dn. 12, 2; 1Tes. 4, 13-14). Si Jesús es vencedor de la muerte, es también vencedor de la enfermedad, la salvación de Dios afecta al hombre en su totalidad, no sólo lo interior. Una es la experiencia de la muerte que tiene el hombre y otra la de Dios, sólo si nos quedamos con el dato de la fe, la muerte pierde todo su poder. La fe, es otro dato común en ambos acontecimientos: fe del padre en el poder de Jesús y la intuición de fe de la mujer hemorroísa.  Donde hay auténtica fe, hay milagro, en el sentido que el poder sanador de Jesús se siente interpelado por ese creer, en que puede hacer algo por quien lo necesita.

La Santa Madre Teresa hace su propia lectura de este pasaje bíblico: “Pues si, cuando andaba en el mundo, de solo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéramos, pues está en nuestra casa?” (CV 34,8).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 32, 22-32: La lucha de Jacob.

b.- Mt. 9, 32-38: El sordo mudo y las ovejas sin pastor.

Estos dos breves pasajes nos presentan a Jesús, como vencedor del mal, en la vida de un hombre sordo y mudo (vv.32-34), y su compasión por las gentes que andaban, como ovejas sin pastor (vv. 35-38). Estaba anunciado que  el  Mesías haría estos milagros, hacer oír a los sordos y hablar a los mudos (cfr. Is. 29,18; 35,5). Estas obras las abría de realizar el Mesías, signos de la presencia del Reino de Dios, liberación de la enfermedad, del pecado y la muerte. En esa mentalidad, la sordera como la mudez, se atribuía al demonio, poder que lo limita y esclaviza. Jesús sana y libera. Se trae a Jesús a un endemoniado, que además es mudo, expulsado el demonio, el mudo comenzó a hablar (v. 33). La gente reacciona señalando: “Jamás se vio cosa igual en Israel” (v.33); muchas cosas maravillosas habían ocurrido, Dios se había revelado, como en tiempos de Elías y Eliseo,  pero nunca como ahora, con tantas señales y pruebas, considerando a Jesús como más grande que los profetas (cfr. Mt.16, 14-16; 12,6). Sin embargo, los fariseos no piensan igual, hacen el reproche que Jesús hace sus milagros con el poder del Príncipe de los demonios (v.34). Se abre así el abismo entre Jesús y sus adversarios, ya no se trata de una discusión sobre la Escritura o costumbres religiosas, estas posturas se hace irreconciliables. Jesús y Satanás se encontraron en el desierto, venciendo las tentaciones el primero, mientras que los fariseos están de parte del segundo (cfr. Lc.4,-11; 12, 22-37). Disonancia total, hasta los milagros de Jesús, pueden ser mal interpretados; se necesita buena voluntad, disposición para abrirse a la fe, pero señales a las que se puede contradecir. Dios no hace fuerza a creer ni siquiera con milagros, espera la respuesta del hombre en libertad y amor, pero sobre desde la fe. En un segundo momento el evangelista  nos da dos datos: recorre las ciudades y enseña en las sinagogas (v.35). Mateo quiere dejar en claro, que Jesús se sirve de la manera oficial de enseñar, es decir, de la exposición en la asamblea litúrgica. El Mesías ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel (cfr. Mt.10,6). Proclama el Evangelio y sana a los enfermos, palabra que instruye a sus oyentes, pero acciones concretas, que van en su beneficio  (cfr. Mt. 4,23; 5-7; 8,1-9,34). Jesús ve a la muchedumbre, cansados y abatidos, como ovejas sin pastor (v. 36), no tienen guía ni amparo. No hay quien les conduzca a los pastos abundantes. Yahvé se había quejado por medio de Ezequiel de los pastores de Israel, reyes y sacerdotes que no apacentaban al rebaño, sino a sí mismos (cfr. Ez.34,2). Dios mismo asumirá esa función de pastor de su pueblo (cfr. Ez. 34,11ss); lo está haciendo ahora en la persona de Jesús, de los apóstoles en el nuevo pueblo que está naciendo (cfr. 1P 5,4). “Entonces dice a sus discípulos: La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” (vv. 37-38). Jesús habla de la mies, imagen escatológica, ve los campos maduros para la siega; ÉL había sido anunciado como el que tiene el bieldo en la mano y recogerá su trigo, lo limpiará y la paja la quemará (cfr. Mt. 3,12; Is. 9, 2-3; Os. 6,11).  La llegada del Reino supone la separación, el Juicio, todo está en la respuesta que cada uno tiene frente a Jesús: hay pocos obreros. Exhorta a orar para que el Dueño de la mies envíe operarios a su mies, dejando en claro que en definitiva, es Dios quien llama y envía hombres para el servicio, como ÉL que es el Enviado por el Padre (cfr. Mt. 10,40; Is.6,8; Gál.1,15-16). Oración permanente, mientras dure el tiempo de la Iglesia, el tiempo escatológico de la cosecha, como la comunidad de Mateo, se ha de hacer hasta el final de los tiempos.

Teresa de Jesús, nos cuenta la llamada que recibió del Señor, y ella respondió con un Sí, como María Virgen. “Pensaba qué podría hacer por Dios, y que pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su Majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese” (V 32, 9).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 4, 55-57; 42,5-7.17-24: Dirigíos a José y haced lo que él os diga.

b.- Mt. 10, 1-7: Id a las ovejas descarriadas de Israel.

El texto evangélico nos presenta los nombres de los Doce Apóstoles (vv. 2-4), y luego la misión que Jesús les encomienda (vv.1.5-7). El evangelista comienza presentándonos a los apóstoles de Jesucristo, como un colegio, supone la elección de los Doce (cfr. Mc.3, 13-15; Lc. 6, 12), Jesús los  reviste de poder para expulsar demonios, y sanar toda enfermedad y dolencia (v.1), más tarde añadirá la predicación (cfr. Mt.10, 7ss). Queda claro, que los apóstoles poseen los mismos poderes de Jesús, actuarán como ÉL, confirmarán su palabra con milagros. Para Mateo, Jesús es el nuevo Moisés, que como aquél funda un nuevo pueblo de Dios. El antiguo pueblo contaba con doce tribus, éste cuenta con Doce apóstoles; el número doce, significa universalidad. Jesús, nuevo Moisés, funda la Iglesia. Lo importante de la lista de nombres que nos entrega Mateo, es que Jesús funda su Iglesia sobre aquellos que llamó Apóstoles. La lista comienza con Simón, por sobre nombre, Pedro (cfr. Mt. 16, 18), luego vienen los dos pares de hermanos considerados los primeros llamados: Pedro y Andrés, Santiago y Juan (cfr. Mt. 4,18-22). Del resto de los Doce, sólo de Mateo o Leví (cfr. Mc.2,13-14; Lc.5,27-28), y Judas Iscariote conocemos más datos (cfr. Mt. 9,9), y será Juan quien nos da noticias de Felipe, Bartolomé y Tomás (cfr. Jn.1, 43-51; 6,5-7; 14,8-10). El grupo que escoge no parece ser aplicados ni dóciles, sin embargo, a ellos se entregó para constituirlos en apóstoles, con el riesgo latente, que uno de ellos lo traicione.  “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Yendo proclamad que el Reino de los cielos está cerca” (vv. 5-7). Jesús los envía sólo a los israelitas, no a los gentiles, ni a samaritanos. Esto no quiere decir, que ellos no tengan parte en el Reino de Dios y los bienes de los tiempos mesiánicos. Jesús sólo dispone el orden, el camino que ha de seguir la salvación, primero los judíos, luego los gentiles. Así lo entendió Jesús, quizás le resulta dura esta realidad, pero actúa en obediencia al Padre, es la abnegación del Hijo, por la cual, nos vino la redención (cfr. Mt.15, 24). Mateo es el que más habla de la universalidad de la salvación, desde la llegada de los reyes magos hasta el mandato misionero de ir por el mundo entero a predicar el evangelio (cfr. Mt.2,1-12; 28,16-20). Durante su ministerio terreno  Jesús se preocupó de la casa de Israel, luego de la resurrección, la Iglesia rompió las fronteras judías y se expandió a todo el mundo conocido por mandato del propio Jesús. Estas palabras están ahí como testimonio, para que todo judío, sepa que la salvación se ofrece primero a Israel, luego al resto de las naciones. Se puede afirmar sin temor, que el Mesías y sus apóstoles han servido a Israel, exclusivamente a ellos, ahora bien, si los gentiles han encontrado la fe que buscaban en el evangelio, que ellos rechazaron, también se puede decir, que los judíos no tienen excusas para no creer en Jesús. Finalmente, los apóstoles han de predicar lo que Jesús les mandó: “El reino de Dios está cerca” (v.7). Es el tiempo de la gran cosecha, de la plena donación de Dios a su pueblo, tiempo de conversión y de penitencia, tiempo de la Iglesia que recibido estos poderes de Jesús los pone al servicio del hombre en su evangelización. La sanación busca ser del hombre integral que no le falte al hombre en lo material y espiritual para alcanzar su vocación más sublime, la comunión con Dios.  

Cuanto apreciaba Teresa de Jesús, una buena prédica, era amiga de religiosos y presbíteros bien preparados en el arte de llevar almas a Dios. “Alabe muy mucho al Señor el alma que ha llegado aquí… o le dio letras y talentos y libertad para predicar y confesar y llegar almas a Dios” (Vida 30,21). 


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 44, 18-21.23-29; 45,1-5: Yo soy José, vuestro hermano.

b.- Mt. 10, 7-15: Lo que habéis recibido, dadlo gratis. Criterios para la misión.

Los apóstoles ahora deben ahora anunciar la presencia del Reino. Palabra y obras, prodigios es todo un argumento de la verdad de cuanto anuncian: “Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (v.8). La predicación debe quedar ajena a toda apariencia de codicia. Si la entrega de dichos dones por parte de Jesús, ha sido gratis han de ser comunicados a los hombres. Otro criterio apostólico, es que el misionero no reciba remuneración, pero sea sustentado por la comunidad que evangeliza; al emprender el viaje no se preocupe de llevar dinero sino de confiar plenamente en Dios, que los alimentará y cuidará. Sobriedad y sencillez, son los criterios para asegurar la libertad del Evangelio y del propio misionero. El evangelista, se detiene en las instrucciones sobre el alojamiento (vv.11-14), como buscar una casa adecuada, permanecer en ella y desde ahí ejercer su actividad. No cambiarse de casa es un buen criterio, para evitar celos y envidias, que perjudican la labor de los misioneros. Entre los judíos desearse la paz era algo común, pero el saludo que darán los apóstoles es mucho más. Tiene la misma eficacia de la palabra de Dios, es decir, si Dios pronuncia una palabra, esta se realiza no vuelve a ÉL vacía (cfr. Is. 45, 23; 55, 11; Lc. 10,5). Se trata de entregar la paz de Dios, del Reino, la paz entre el cielo y la tierra, entre los hombre entre sí y con Dios. Es la reconciliación realizada por Cristo en su misterio pascual, de ahí que el anuncio del Reino es el anuncio de Cristo y su evangelio para el hombre que se abre a la novedad de una nueva etapa de la historia. Paz que permanecerá entre los que son dignos de ella, y que no tendrán los indignos de ella (v.13). La paz se queda entre los que la aceptan a Cristo, su rechazo es un rechazo del mensaje del evangelio. El Mesías había sido anunciado como Príncipe de la paz (cfr. Is. 9, 5). Puede suceder que toda una ciudad rechace el mensaje del Evangelio en sus misioneros no los deje entrar o no los escuche, es la experiencia del fracaso, Jesús lo vivió en Nazaret (cfr. Mt.13, 53-58; 2Cor.11, 23-33). Sacudir el polvo de las sandalias es la actitud que se tendrá con aquellos pueblos que rechacen la paz, es la exclusión y la no pertenencia al Reino de Dios. Si bien era un gesto común entre los judíos cuando volvían a Israel, para significar que los paganos no tenían participación en las promesas, en labios de Cristo el sentido es de condenación, tendrá una suerte peor que Sodoma y Gomorra en el día del Juicio por no atender el llamado de Dios. La Iglesia recibe el mandato de Cristo Resucitado y va a las naciones a cumplir su misión en todo el orbe, y llama todos sus miembros al compromiso activo con el evangelio y el prójimo. La Eucaristía, renueva el envío misionero semanalmente.

Teresa de Jesús, da lo que tiene el carisma de la oración contemplativa por los presbíteros y predicadores que dan a los fieles los dones que han recibido: la Palabra de Dios  y los sacramentos al pueblo fiel. “Todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío” (CV 1,2). 


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 46, 1-7.28-30: Jacob se encuentra con José en Egipto.

b.- Mt. 10, 16-23: Predicción de persecuciones.

En este evangelio, Jesús anuncia a sus discípulos la persecución y muerte por su causa. El anuncio, corresponde la realidad de la Iglesia del tiempo de Mateo, que ya habían conocido los cristianos, las persecuciones y cárceles, llevados a los tribunales. Los Hechos de los Apóstoles, personifica en Pablo, el odio de los judíos por los cristianos. Ya era conocido el decreto, año 70, del judaísmo por el cual se excomulgaba a los judíos de la Sinagoga a todos los que confesaran a Jesús como Mesías. La imagen del lobo y la oveja las conocemos (v.16), los falsos profetas, aparecen en el rebaño con piel de oveja (cfr. Mt. 7, 15). Jesús invierte la imagen: envía a los apóstoles como inocentes ovejas en medio de lobos, como indefensos ante su ferocidad. Paradojalmente, el Reino de Dios se testimonia desde la debilidad, tanto en Jesús, como en sus discípulos (cfr. 2Cor. 12,9). Jesús, invita a la prudencia de la serpiente y la sencillez de la paloma, frente a los hombres, es decir, a los impíos, aquellos que no creen en Dios (cfr. Gén. 3,1; Mt. 8, 27; 10, 32; 16, 23). Deben contar con el peligro serenamente, pero no buscándolo con torpeza, ni lanzarse a él con osadía insensata; se requiere prudencia, intuir lo conveniente y necesario. Ser sencillos, significa ser sinceros y sin doblez, ni simples o ingenuos, sino hombres que buscan a Dios, sin ventajas de pretensiones terrenales, los ayudará a mantenerse firmes en la tribulación y dar testimonio de Dios. Los apóstoles deberán guardarse de la gente hostil a la fe, la naturaleza y la voluntad humana rebelde, especialmente de los judíos, principales destinatarios de su misión evangelizadora. Tendrán que enfrentar los tribunales, sufrir los azotes, y vérselas con las autoridades de la sinagoga y gobernadores romanos y los reyezuelos de la familia de Herodes. Tendrán que hablar y dar testimonio de su fe en Jesucristo, por ÉL,  están ahí, incluso cuando se les acusa y condena, se les desestima y perseveran fieles. Su testimonio es admirable manifestación de la gloria de Dios en la pequeñez y debilidad humana. Si la intención es dar testimonio de la fe que profesan, será el Espíritu Santo, quien inspirará la palabra oportuna; ÉL es el Abogado, el Consolador, de los cristianos que los custodiará en todo momento. El que habita en el corazón del cristiano, el Espíritu Santo, hablará desde lo interior, con sabiduría que confunda a los jueces (cfr. Hch. 6,10). La persecución y el odio, penetrará en la propia familia, lo único que queda es la perseverancia infatigable, que será premiada con la salvación eterna (cfr. Mt.10,34-36; Miq.7,6). Estas palabras han sido admirablemente verificadas en el testimonio de los mártires de todos los tiempos. Con prudencia deberán huir de un lugar a otro si son perseguidos, como cuando no eran escuchados, no buscando el peligro, sino ser cautos. El Espíritu Santo que les ayudó en los tribunales, los consolará con su venida, será la última palabra para su vida. El Hijo del Hombre vendrá  para el día del Juicio final, pero viene también en la tribulación, cuando desaparece toda esperanza humana, viene a los suyos y salva a los suyos   

La Santa Madre Teresa de Jesús, nos invita a llevar en alto la cruz, como oficio propio de hombres y mujeres de oración. “Así, los contemplativos han de llevar levantada la bandera de la humildad y sufrir cuantos golpes les dieren sin dar ninguno; porque su oficio es padecer como Cristo, llevar en alto la cruz, no la dejar de las manos por peligros en que se vean, ni que vean en él flaqueza en padecer; para eso le dan tan honroso oficio. Mire lo que hace, porque si él deja la bandera, perderse ha la batalla; y así creo que se hace gran daño en los que no están tan adelante, si a los que tienen ya en cuento de capitanes y amigos de Dios les ven no ser su obras conformes al oficio que tienen.” (CV 18, 5).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Gn. 49, 29-33; 50, 15-24: Dios cuidará de vosotros y os sacará de esa tierra.

b.- Mt. 10, 24-33: El Maestro y el discípulo. Hablar con franqueza.

Mateo nos sigue presentando diversas enseñanzas de Jesús, para la comunidad eclesial. En un primer apartado, nos presenta el tema de las relaciones del discípulo con su Maestro (vv.24-25), en un segundo momento se nos pide hablar francamente sin temor a los hombres (vv. 26-33). Jesús toma la comparación de discípulo y maestro, esclavo y Señor. No es más el discípulo, que su Maestro, le basta ser cómo su Maestro, es decir imitarlo (v.24). Los dos, discípulo y esclavo están en dependencia de otro, reciben enseñanza y encargo de otro, de un superior que sabe más y es capaz de más. Las relaciones aluden a las relaciones entre Jesús y los apóstoles, son sus discípulos y siervos: reciben su enseñanza y reciben su misión. Esta relación permanecerá siempre, ya que constantemente será su Maestro y Señor, de ahí que el discípulo debe contentarse que le vaya como a su Maestro, no puede esperar nada más ni nada mejor. Cuanto más quiere ser el discípulo semejante a su Maestro, tanto mayor deberá ser la comunión con ÉL, y mejor le servirá.  Es la primera confesión de la fe cristiana: Jesús es el Señor. El discípulo, como el Maestro, debe hacer de su vida, un servicio al prójimo responsable, pero consciente de las incomprensiones y persecuciones que pueda sufrir por Jesús, como ÉL. Si a ÉL lo llamaron Belcebú, lo mismo, harán con su familia, es decir, sus discípulos puesto que le pertenecen. El Señor de la casa es Jesús, en su Iglesia, lo que se relaciona con la promesa hecha a Pedro: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (cfr. Mt.16,18). La casa es la Iglesia edificada sobre la fe de Pedro y la comunidad congregada por Jesús, sin olvidar que la piedra es siempre el propio Jesús. En esta casa Jesús, es Kyrios, el Señor que gobierna con autoridad; se le ha calumniado de tener pacto con Satanás, también los discípulos sufrirán difamaciones e insultos. En la segunda parte, tenemos una gran exhortación a vivir la fe sin temor a quienes pueden usar la violencia física para matarnos. Comienza Jesús enseñando que no hay que tener miedo a predicar el Evangelio (vv. 26-27), exhorta a la prudencia respecto del enemigo, conocerlo, con serenidad hacer juicio del peligro, para resistir en forma impertérrita en la tribulación. Lo oculto será dado a conocer, es decir, el Evangelio que hasta ahora ha permanecido oculto, como semilla en el surco, por no comprender todavía en su plenitud los discípulos, pero además porque no ha consumado su obra muriendo y resucitando. Los inicios de la obra de Jesús son humildes, se revelará gloriosamente, lo que ahora vive oculto y silencioso, Jesús hace su obra como profeta, como Siervo de Yahvé, para convertirse en potente esperanza de las naciones (cfr. Mt.12, 17-21). Mientras ÉL habla a los suyos en la intimidad, los apóstoles a su tiempo deberán hablar a plena luz. Lo dicho ahora al oído, como susurro deberá ser pregonado desde los tejados. Tampoco deberán tener miedo frente a los que matan el cuerpo (v.28), pero nada puede hacer respecto a la esperanza de la vida eterna que el discípulo posee, su espíritu. La muerte no se relaciona necesariamente con la perdición eterna en el infierno, la muerte del alma, pero sólo Dios tiene poder sobre ambas vidas: Dios Padre es el Señor, que ha confiado su juicio a su Hijo, y en definitiva, puede llamar a la bienaventuranza o condenar al infierno. Precisamente porque Dios es Padre Omnipotente, muestra su solicitud con todos sus hijos, su proximidad benevolente, sólo así se reconoce su poder sobre la vida y la muerte, adquiere sentido su paternidad. Pero no lo hace con aquellos que le aman y le temen, porque el amor supera el temor, es considerado uno de los dones del Espíritu Santo, una actitud cristiana (cfr. Hch. 9, 31; Rm. 11, 20; 2 Cor. 7,1; Flp. 2, 12; 1 Pe. 1,17; 2, 17). Esta actitud bien entendida desde el amor filial, cimiento de progreso en la intimidad divina. Como seres humanos, constituidos por el aliento divino e hijos de Dios, vivimos la filiación y el temor nos hace libres, porque se funda en la dependencia del Creador y reconoce la sublimidad de Dios. En cambio, el temor dirigido al hombre preocupa al alma y la llena de inseguridad angustiosa, con lo que se puede terminar la fe. El santo temor de Dios lleva a la confianza y el amor, se siente fortalecido.  El hombre vale más que muchos pajarillos, lo que viene a significar que como Padre amoroso, está pendiente de sus hijos (v.29). Quién esté en el tribunal, a causa de la fe en Jesús, también allí deberá confesarlo. La fe, se viven en todo momento, también en la aflicción, así quien se acredita así en el tribunal humano, puede estar confiado en el tribunal divino, porque Jesucristo estará como abogado y defensor ante Dios Padre. Cristo no asiste a quien le niega en esta vida delante de los hombres (cfr. Mt.7, 23). Jesús es al mismo tiempo, Señor e Hijo obediente al Padre, quien le ha transferido el juicio, con lo que queda claro que la vida eterna depende de la actitud que se adopte con ÉL y sólo con ÉL.   

Teresa de Jesús desde niña quiso ser mártir de Jesucristo a mano de los moros del sur de España, como lo narra en los primeros capítulos de Vida. Al no conseguirlo, presenta la vida cristiana en general, y la vida religiosa, en particular como un prolongado martirio. “Torno a decir que está el todo o gran parte en perder cuidado de nosotros mismos y nuestro regalo; que quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida; pues le ha dado su voluntad, ¿qué teme? Claro está que si es verdadero religioso o verdadero orador, y pretende gozar regalos de Dios, que no ha de volver las espaldas a desear morir por él y pasar martirio. Pues ¿ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen religioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es un largo martirio? Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, puédese llamar largo; mas toda es corta la vida y algunas cortísimas. Y ¿qué sabemos si seremos de tan corta, que desde una hora o momento que nos determinemos a servir del todo a Dios se acabe? Posible sería, que, en fin, todo lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello; y pensando que cada hora es la postrera, ¿quién no la trabajará? Pues creedme que pensar esto es lo más seguro.” (CV 12,2)

                                                                                                          Fr. Julio González C.  OCD


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