DECIMA OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO  

 (Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


DOMINGO.. 2

a.- Is. 55, 1-3: Daos prisa y comed. 2

b.- Rm. 8, 35. 37-39: ¿Quién podrá apartaros del amor de Cristo?. 3

c.- Mt. 14,13-21: Comieron todos hasta quedar satisfechos. 3

LUNES.. 4

a.- Jr. 28,1-17: Jananías induce al pueblo a una falsa confianza. 4

b.- Mt. 14, 22-36: Jesús camina sobre las aguas. 4

MARTES.. 6

a.- Jr. 30, 1-2. 12-15. 18-22: Cambiará la suerte de las tiendas de Judá. 6

b.- Mt. 15, 1-2. 10-14: Son ciegos, guías de ciegos. 6

MIERCOLES.. 8

a.- Jr.  31, 1-7: Con amor eterno te amé. 8

b.- Mt. 15-21-28: La mujer cananea. Mujer, que grande es tu fe. 8

JUEVES.. 9

a.- Jr. 31,31-34: Haré una alianza nueva y no recordaré tus pecados. 10

b.- Mt. 16, 13-23: Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino. Primer  anuncio de la Pasión. 10

VIERNES.. 11

a.- Nah. 1,15; 2,2; 3,1-3.6-7: ¡Ay de la ciudad sangrienta¡ 11

b.- Mt. 16, 24-28: Venir a Jesús, significa negación, cruz y seguimiento. 11

SABADO.. 13

a.- Hab. 1,12-2, 4: El justo vivirá por la fe. 13

b.- Mt. 17, 14-20: El endemoniado epiléptico. 13

 

DOMINGO

a.- Is. 55, 1-3: Daos prisa y comed. 

La primera lectura, es una gran invitación desde la realidad simbólica, a la realidad  humana, a todos los hombres, no sólo a judíos y gentiles, sino a todos los  hambrientos o sedientos al gran banquete escatológico de los tiempos mesiánicos.  Lo necesario es tener sed, es decir, necesidad de Dios; es la teología de los pobres  de Yahvé, los conocidos “anawin”. El banquete en la Biblia, es sinónimo de la  comunión con Dios, de su amor infinito para con los hombres. Esta es la forma de  relacionarse de Dios con el hombre, en los momentos más importantes de la  historia de la salvación: se rubrica el trato o la alianza con un sacrificio y un  banquete, fue así en la salida de Egipto, la alianza del Sinaí, el banquete de la  Sabiduría o del Cantar de los Cantares entre Dios e Israel hasta alcanzar al  banquete y sacrificio de la Nueva Alianza y su banquete escatológico al final de los  tiempos. Las necesidades fundamentales para vivir, como comer y beber, sirven al  autor sagrado para que la comprensión humana haga suscitar en sí un deseo de  algo que no termina y conseguir así la verdadera felicidad, el diálogo de Jesús con  la samaritana, es un buen símil de cuanto decimos (cfr. Jn. 4,13-15). Yahvé pide  sólo escucharle (vv. 1. 3.), ya que la vida del creyente se encuentra en la escucha  de la Palabra de Dios. Será necesario que llegue el tiempo de la Nueva y eterna  Alianza, así como Abraham fue testigo para su pueblo, ahora será el pueblo entero  testimonio para todos las naciones. El testimonio no es a fuerza de las armas o a lo  militar, como en tiempos de David, sino el vigoroso testimonio que atrae la persona  del Santo de Israel, del pueblo que vive la Nueva Alianza, atraídos por Dios los  pueblos subirán a Sión. Este regreso de los pueblos a Sión, será un volver al  camino de Yahvé, distinto a los caminos que recorre el hombre; será una verdadera  metanoía o conversión. Será un camino de vida nueva, porque es una vida de  redimidos y reconciliados. La libertad de que gozan ahora, es signo de la liberación  de todas las esclavitudes que gozarán, incluida la del pecado. Volver a Dios es  siempre encontrar el camino de la salvación, que se manifestará en Cristo. La  Eucaristía es esa palabra de Yahvé que baja del cielo, se hace sacrificio y alimento  para los que escuchan la palabra y buscan la justicia y la verdad, la paz y el amor  de Dios. De esta forma el símbolo encierra una realidad que se despliega en la  historia de la salvación y llega también a nosotros.    

b.- Rm. 8, 35. 37-39: ¿Quién podrá apartaros del amor de Cristo? 

La epístola de Pablo, es el célebre himno al amor de Dios  con que debemos  aprender superar los obstáculos con que el mundo tratará de apartarnos del amor  infinito de Dios manifestado en Cristo Jesús (vv. 35-39). El apóstol insiste en que el  Padre nos ama en Cristo, es decir, unidos a ÉL como nuestro redentor como  miembros de su cuerpo, unidos a la Cabeza, como hermanos unidos al Primogénito.  El conjunto de términos y realidades que enumera,  viene a significar que hay todo  un mundo conjurado contra Cristo y sus discípulos, pero dejando en claro que nada  podrán contra ellos porque su amor eterno los salva. La alusión a ángeles y  potestades se puede referir a los espíritus malignos contrarios a Cristo, la altura y  la profundidad, significan las fuerzas misteriosas del cosmos, hostiles al hombre,  según la mentalidad de los antiguos (cfr. 1Cor. 15,24; Ef. 6,12; Col. 2,15). San  Pablo, tiene una palabra para el presente y para el futuro, busca inculcar al  cristiano que las persecuciones y sufrimientos no influirán para que Dios nos deje  de amar, como a veces sucede entre los seres humanos, al ver oprimido y pobre al  amigo de antes, sino que nos unirán más a Él, siendo más bien ocasión de victoria  “gracias a aquel que nos ha amado” (v. 37). Este amor de Dios y de Cristo, tan  maravillosamente cantado por San Pablo, es, no cabe duda, la raíz primera y el  fundamento inconmovible de la esperanza cristiana. Por parte de Dios nada faltará;  el fallo, si se da, será por parte nuestra.   

c.- Mt. 14,13-21: Comieron todos hasta quedar satisfechos.

Este evangelio nos presenta la primera multiplicación de los panes (cfr. Mt. 14,13- 21; 15,32-39; Mc. 6, 30-44; 8,1-10), con un duplicado, es decir, dos tradiciones,  de un único acontecimiento, una versión judía y otra de ambiente cristiano, pero de  origen pagano. Este milagro tiene un trasfondo bíblico, que no podemos olvidar que  acentúa lo realizado por Cristo por sobre lo realizado por Moisés y Eliseo: el primero  les dio maná en el desierto a su pueblo, el segundo multiplicó los panes de cebada  en Gilgal (cfr. Ex.16, 2-15; 2 Re. 4,42ss). Este prodigio es un signo de los tiempos  del Mesías que se cumple en Cristo, que atraía a las gentes por percibir la presencia de Dios en ÉL, el anhelo de bien para los suyos, la vida. Jesús responde con su compasión como lo hizo Yahvé en el pasado, la indigencia del hombre, conmueve el corazón de Cristo. La advertencia de los discípulos, abre la posibilidad de lo extraordinario, en el mandato del Mesías: “Dadle  vosotros de comer” (v.16). Jesús sabe lo que va a realizar, pero serán los discípulos los que debe aprender a crecer en el conocimiento del Maestro. Dan cuanta que hay sólo cinco panes y dos peces, de poco servirá para esa multitud; no pueden hacer los discípulos lo que les mandó Jesús (v.17). Las miradas se dirigen a Jesús, los discípulos con los pocos recursos, está con las manos prácticamente vacías. Jesús se convierte en el centro de la acción, los discípulos le rodean, manda sentarse a la gente sobre la hierba, era tiempo de la Pascua, toma los panes y los peces, eleva su mirada al cielo, pronuncia la bendición, y los da a los discípulos para que los repartan. Los discípulos lo reparten y todos comen, quedan saciados, y lo que sobró se reúne en doce cestos. Este milagro fortuito, resultado de la situación, muestra la misericordia de Dios que descendió sobre ellos, no para subyugarles sino que es la respuesta de una muchedumbre necesitada. En el desierto Yahvé los había alimentado para que no perecieran de hambre, con Jesús, Dios se hace cercano a los hombres, como en el pasado (cfr. Ex.16,13-15). Con esta narración se nos da una imagen de la Iglesia de Mateo: Jesús en el centro como el dador de todos los bienes, el pan y de la palabra de vida. La comunidad está muy cerca de ÉL y entregan sus dones, son sus manos para con el necesitado.  Jesús hace las obras que el Padre le ha encomendado (Jn.5,36). Definitivamente ya no es sólo el Mediador como Moisés, sino que es el dador de vida, así lo vive la Iglesia cuando celebra la Eucaristía, anticipo de las bodas eternas en el reino de Dios.    

Teresa de Jesús, considera que nunca la habríamos podido tener ni conocer, la Eucaristía, si el Verbo, la  segunda Persona de la Trinidad,  no se hubiera hecho hombre. “Su Majestad nos le  dio como he dicho este mantenimiento y maná de la humanidad; que le hallamos  como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de  todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento  sabor y consolación. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de  pasar si comenzamos a gustar de los suyos.” (Camino 34,2).


LUNES   

Lecturas   bíblicas

a.- Jr. 28,1-17: Jananías induce al pueblo a una falsa confianza. 

b.- Mt. 14, 22-36: Jesús camina sobre las aguas.   

Vemos a Jesús en una de sus claras manifestaciones de su divinidad, como es,  caminar sobre las aguas. Manda a sus discípulos a subir a la barca y marcharse a la  otra orilla, mientras ÉL despide a la gente y busca un lugar para orar en el monte.  Mientras Jesús ora sólo en el Monte, los discípulos atraviesan por orden del Maestro  el lago hacia la otra orilla. Es en el monte donde experimenta la cercanía de Dios, donde fluye la oración entre  Él y su Padre donde se efectúa un trueque inefable; encuentro admirable en la  quietud de la noche. Este impulso de orar, hace comprender la orden dada a los  apóstoles, quería soledad. Es el Mediador entre Dios y los hombres (cfr. 1Tim. 2,  5). De noche, con vientos de tormenta en contra, Jesús viene al encuentro de los  discípulos, solo que caminando sobre las aguas, y a los discípulos les entra el  miedo (vv. 27-31). En otro nivel, este milagro presenta a Jesús  como Dios; claramente es una teofanía, manifestación de Dios al hombre. Esos  hombres rudos, ahora experimentan su debilidad, puesto que están ante una  manifestación divina. Sólo Jesús puede decir: “Soy yo” (v. 27). Si cuando multiplica  el pan Cristo es presentado como Mesías esperado, ahora presenta su divinidad. En la Biblia la soberanía de Dios, se manifiesta en el dominio sobre la naturaleza, tal  como Jesús que calma el mar, con palabras del viejo testamento (cfr. Ex. 3,14). La  hazaña de Pedro y Jesús, escena propia de Mateo, viene a significar que si es Jesús,  se despierta el deseo de ir a ÉL, y carece de peligro el mar. Efectivamente baja de  la barca y comienza a caminar sobre el agua, como Jesús, pero al fijar en el oleaje  y la fuerza del viento, se comienza a hundir, y por segunda vez invoca a Jesús,  quien lo toma de la mano y le reprocha su falta de fe. Con Jesús desaparecen las  dudas y se acrecienta la fortaleza. Subidos a la barca, Jesús recibe una confesión  de fe de parte de los apóstoles: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (v. 33). ¿Comprendieron los apóstoles el milagro de los panes y ahora esta manifestación de  caminar sobre el agua? Han reconocido a Quien tienen ante sí más allá de  razonamientos e inteligencias, experimentan al Hijo de Dios ante ellos. Es en la  figura de Pedro donde el evangelista centra su mirada, como primer apóstol, primer  creyente y modelo para sus compañeros. Comprender el “Soy yo”, lo atrae hacia  Cristo para estar con ÉL, guiado por la confianza y el amor. Si desfallece la  confianza, el hombre experimenta la el peligro de fuera, se convierte en  presa de  las fuerzas que lo amenazan sino acude a la mano salvador de Cristo Jesús. Este  acto de fe de Pedro y los suyos, es fe y confianza en crecimiento, todavía pequeña.  Así y todo lo vivido por Pedro, lo convierte en modelo para todos los futuros  creyentes.  De esta forma está la Iglesia ante Cristo, sabe que está sustraída de  todo peligro y preservada de hundirse en la historia, si mantiene viva la fe. Sin ella,  no se puede subsistir (cfr. Is. 7,9). Si bien este pasaje se puede aplicar al antiguo  Israel, pueblo de la alianza, también se puede proponer a la Iglesia, pueblo de la  nueva alianza, sólo que Jesús está en medio de ella y puede decirle cada día: “Realmente, eres Hijo de Dios” (v. 33), mientras nos conforta cuando nos recuerda: “Animo! Soy yo! No tengáis miedo” (v. 27).      

La Santa Madre Teresa nos enseña que al recitar la oración del cristiano, pidamos el  Pan verdadero que da vida eterna. “Así que, hermanas, tenga quien quisiere  cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el  nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden  deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a  conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.”  (Camino de Perfección 34,5).


MARTES   

Lecturas  bíblicas 

a.- Jr. 30, 1-2. 12-15. 18-22: Cambiará la suerte de las tiendas de Judá. 

b.- Mt. 15, 1-2. 10-14: Son ciegos, guías de ciegos.

Este evangelio nos presenta la discusión de Jesús con los fariseos sobre lo que es puro e impuro. Costumbres que los fariseos enseñaban al pueblo, lo que Jesús piensa y enseña acerca de ellas y cómo muchas de esas tradiciones ya no respondía al sentir de la gente. La intención de Jesús, es hacer comprender el verdadero sentido de las leyes de  pureza e impureza.  La pregunta de los fariseos (vv.1-2), en el fondo, es una crítica al propio Jesús, por permitir a sus discípulos  trasgredir las leyes de pureza. Los fariseos vienen de Jerusalén a vigilar el proceder de Jesús; efectivamente los discípulos no se lavan las manos antes de comer, lo que debía tener sólo un valor higiénico, válido hasta hoy, se le daba un valor religioso. He ahí lo que Jesús combatía, como ejercicio y carga sobre las personas. La tradición de los padres o antepasados (v.2), comunicaba las normas establecidas para conseguir la pureza exigida por la Ley.  Las abluciones correspondían sólo a los sacerdotes, que los fariseos extendieron a todo el pueblo y en toda circunstancia de la vida, culto y vida doméstica (cfr. Ex. 30,17ss). Quien no cumplía con ellas no obtenía la bendición de Dios prometida a Abraham, pero podía recuperarla, para presentarse ante Dios con toda pureza. Si Dios era Santo, también su adorador (Lv.19, 2); estas leyes eran una carga insufrible (cfr. Mt. 23, 4). Muchas eran las causas de impureza: tocar un cadáver, no lavarse las manos, comer con un publicano etc. De ahí que muchas personas al contaminarse, contaminaban a otras, al tocarlas, por lo cual, vivían con miedo, desconfiaban de todos. La respuesta de Jesús les hace ver que quebrantan el mandamiento de Dios por esa tradición de los antepasados (v.3). Se rompe la unidad entre el mandamiento y “vuestra tradición”; deja de ser explicación del mandamiento, ya que termina oponiéndose a la ley de Dios. Para Jesús, el mandamiento está por sobre los preceptos de los rabinos, los que considera preceptos humanos (cfr. Mt. 15, 9). Jesús demuestra lo que dice, con el cuarto mandamiento. La obsesión farisaica sobre la pureza hacía que el sentido de los mandamientos perdiera consistencia, por ejemplo el cuarto mandamiento cuando se ofrecían los propios bienes, la herencia, y se declaraban “ofrenda sagrada” para el templo, ellos adquirían un valor sagrado, desligándose el hijo de la responsabilidad de cuidar con ellos el futuro de sus padres (vv.3-6). Voto vacío de contenido, porque generalmente la donación no se efectuaba jamás, pero que para los rabinos era válido dicho voto. Ese oferente tenía el corazón muy lejos de Dios, según las palabras del profeta (vv. 7-9; cfr. Is. 29,13), pero aparentemente cumplía con la tradición de los antepasados, olvidando el cumplimiento del cuarto mandamiento. Son preceptos humanos, que no conducen a Dios, hacen confesión de fe, pero no nacida de una obediencia de corazón a la palabra de Dios. La intuición del pueblo era que el Mesías debía enseñar otro camino para alcanzar la pureza; en Jesús se cumple dicha esperanza. De ahí que Jesús, purifique a los leprosos, expulse a los demonios de los posesos, vence a la muerte, fuente de toda impureza, tocar a Jesús sana a la mujer, come con publicanos. La liberación viene de saber que lo que sale de lo interior del hombre es lo que hace impuro al hombre y no al revés como enseñaban los fariseos (vv.10-11). Jesús eleva la discusión a un nivel ético como criterio de comportamiento de cara a Dios y la propia conciencia, con lo que declaraba puro todos los alimentos y devolvía al pueblo la alegría de servir a Dios.  Escándalo causaron las palabras de Jesús en los fariseos (vv.12-14). Toda planta que no fue plantada por el Padre, será arrancada de raíz, enseña Jesús, es decir los fariseos los implantaron los hombres en la vida del Señor y en lugar de convertirse, se escandalizan (Is. 5, 1-7), además son ciegos y guías de ciego, no ven ni conocen porque cerrados a los pensamientos de Dios, están ofuscados con sus propios pensamientos. El pueblo está cansado de servir a la ley, ¿cómo puede haber fidelidad, amor y conocimiento de Dios? Los responsables del pueblo, escribas y fariseos, son los culpables del alejamiento de sus dirigidos de los caminos de Dios. (Ez. 34,2-4; Os. 4,1; Mt. 23, 4.13). Sólo Jesús es camino hacia el Padre.

Santa Teresa de Jesús, hablando de la oración de recogimiento enseña que el corazón es la sede del trono de Dios.  “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal, como a la verdad es así, que no hay edificio de tanta hermosura como una alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras; y que en este palacio está este gran Rey, que ha tenido por bien ser vuestro Padre; y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón” (CV 28,9).


MIERCOLES   

Lecturas bíblicas   

a.- Jr.  31, 1-7: Con amor eterno te amé. 

b.- Mt. 15-21-28: La mujer cananea. Mujer, que grande es tu fe.   

Este evangelio nos menciona una de las incursiones de Jesús a territorio de Tiro y  Sidón, tierra de gentiles. La mujer cananea sale al encuentro de Jesús, con lo que  el evangelista más que hablar de su nacionalidad menciona su religión (cfr. Mc. 7,  26). La mujer aporta una invocación importante, porque conoce lo que permanece  oculto a  los hijos de Israel en un  acto de fe y humildad, lo proclama: “¡Ten piedad  de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.” (v.28). La  confesión de fe, es admirable y propia de Mateo.  Jesús se muestra indiferente ante  su suplica, es más, poco amable. Los apóstoles se molestan y ruegan al Maestro  que la despida. La mujer siguió  al grupo, lo que haga Jesús será importante para la  mujer, el grupo, la futura Iglesia. La respuesta de Jesús va dirigida primeramente a  los apóstoles: Su misión está dirigida al pueblo de Israel, mejor, “a las ovejas  perdidas de la casa de Israel” (v. 24). La respuesta va dirigida a los apóstoles,  aunque la mujer la siente como suya. Sus palabras quieren confirmar lo que  pensaban los discípulos, es decir, que Jesús no la puede ayudar, y que debe volver  a su casa, sin conseguir su propósito. Las palabras de Jesús llevará a los apóstoles  a comprender mejor todavía a su Maestro. Dios lo ha enviado, le ha señalado el  campo de actividad, es decir, limitada a Israel, de la cual las naciones deberán  participar. Como rebaño sin pastor, Israel se ha dispersado por todas partes, sólo  habrá rebaño si reunido, tiene pastor. Los que hacen de jefes, son ciegos, guías de  ciegos (cfr. Mt.15, 14; 9,3). Ya lo había anunciado Ezequiel, que Yahvé destituiría a  los falsos pastores, y el mismo ejercería de buen Pastor (cfr Ez. 34). Ahora se  cumple la palabra de Yahvé, el Mesías reunirá a su pueblo, para que no muera de  hambre ni de sed; sólo así los pueblos vendrán a adorar al único Dios verdadero. El  pan, le señala Jesús a la mujer, es para los hijos y no está bien dárselo a los  perrillos, el pan es para el rebaño de Israel, no para los extranjeros. No se dice que  no tenga efectos para el futuro, pero la mujer toma con osadía las palabras del  Maestro. Pero los perrillos también recogen de lo que cae de la mesa de los hijos;  invierte la frase con humildad y cierto humor la frase en su favor. Pero Jesús la  socorre, si bien es una extranjera consciente que nada puede recibir de un judío,  escucha las palabras que el Maestro le dirige, alaba su fe y su hija queda curada (v. 28). Las palabras de la mujer, despertaron el poder de  curación del Corazón de Jesús, que sintió la fe de la mujer y la ayudó. Esa es la  actitud que conmueve a Dios creer, tener fe de esa manera tenaz, saber que hay  Uno que puede ayudar. Su fe la convierte en esperanza para los pueblos paganos,  es el nuevo Israel, cuyo fundamento es la fe, lo mismo sucedió con el centurión  (cfr. Mt. 8, 10.13), así como Yahvé puede sacar hijos de Abraham de las piedras,  así se formará el nuevo pueblo de Dios. Encontramos los primeros atisbos de lo que  será la evangelización de los gentiles; Jesús parte el pan para su pueblo Israel. Dios  perfeccionará el progreso de la salvación hasta hoy pues todos los pueblos deben  recibir la salvación incólume y prodigiosamente. La Iglesia cumple con anunciar,  como Jesús ese Evangelio de la gracia y caridad.

La Santa Madre Teresa de Jesús tiene siempre, como hija de Dios, la palabra de la  Iglesia en cuestiones de fe, como criterio definitivo. “Tengo por muy cierto que el  demonio no engañará, ni lo permitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí  y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá  mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva,  fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia,” (Camino de  Perfección 25,12).


JUEVES   

Lecturas bíblicas   

a.- Jr. 31,31-34: Haré una alianza nueva y no recordaré tus pecados. 

b.- Mt. 16, 13-23: Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino. Primer  anuncio de la Pasión.   

Este evangelio, supone varios elementos a considerar, al momento de  comprenderlo en su conjunto. La pregunta de Jesús por su persona: “Quién es el  Hijo del Hombre?” (v.13), habla de cómo le importaba a Jesús esa respuesta de la  gente y la de los apóstoles: “Simón Pedro contesta: «Tú eres el Cristo, el Hijo de  Dios vivo.» (v.16). La pregunta hay que situarla no en un afán de encuesta, sino  más bien, en despejar falsas apreciaciones acerca de la comprensión de la persona  de Jesús. Compararlo con los antiguos profetas, habla muy bien de Jesús, ya que  Elías era muy venerado por el pueblo, se esperaba su regreso, lo mismo que  Jeremías, el Mesías ocupaba el lugar más alto, aunque ninguno lo reconoce como  tal,  a Juan el Bautista, entra dentro de los profetas (cfr. Mt.14,2; Mal.4,5; 14,5;  21,26). Todavía la gente está afuera, los discípulos deberían haberlo comprendido,  porque están dentro, más cerca de ellos (cfr. Mt. 4,11; 16,12). Pedro actúa como  voz de los demás apóstoles, es la opinión de ellos: Jesús es el Mesías. Esto es lo  decisivo, es el enviado de Dios, el último de los profetas, el auténtico interprete de  la Torá, ÉL es comienzo del final de los tiempos, la señal última de Dios para la  humanidad. El Hijo del Dios viviente, está ahí presente, es Enviado de Dios y la  respuesta de Pedro, es la pública confesión de la aceptación de ese conocimiento al  que hace partícipes el Mesías a sus discípulos y a quien quiera escuchar (cfr. Mt.11,  27). El tema del primado de Pedro, es propio de Mateo (cfr. Mc. 8, 27; Lc. 9, 18ss),  donde adquiere una relevancia especial el apóstol Pedro (vv.17-19). Estas palabras van dirigidas sólo a Pedro: El conocimiento  que acaba de profesar no viene de abajo, la carne ni la sangre, sino de lo alto, es  decir, es Dios quien lo ha inspirado. Pedro es llamado bienaventurado, porque había  dado el paso a la fe, estaba en camino de madurar esa fe hasta alcanzar su  plenitud, va conociendo lo más íntimo del Reino de Dios (cfr. Mt.13, 11-12). “Tú  eres Pedro” (v.18), viene a significar, que debe ser piedra (cfr. Sal.18, 3; 31,4; 71,3). Pedro  deberá ser roca, donde Jesús edifique su Iglesia, no con piedras sino asamblea con  hombres vivos. “Mi Iglesia” (v.18), nos habla de la nueva comunidad que hace  profesión de fe en Jesús, el Mesías y en esa confesión se mantiene unida. Esta  Iglesia es la plenitud de la antigua alianza, porque es el mismo Dios de Israel quien  la habita, Dios con nosotros (cfr. Mt.1, 23), que en su amado Hijo se hace más  cercano a su pueblo. Las puertas del Hades, no tendrán ningún poder sobre la  Iglesia, como tampoco la tiene sobre ÉL (cfr. Rm. 6,9). La muerte es consecuencia  del pecado, Jesús vencerá al pecado con su sangre en la Cruz, rescatará a todo el  género humano, para obtener el perdón de sus pecados (cfr. Mt.20, 28; 26,28; 1Cor.15, 20). Las llaves y el poder de  atar y desatar (v.19), dados a Pedro, configuran la segunda parte de la promesa.  Es Dios quien delega en un hombre semejante poder, es todo un misterio el que  hace hablar a Jesús de este modo, un nuevo orden de la salvación que confía en la  fe del hombre. Atar y desatar, proviene del lenguaje rabínico, poder para decidir si  una doctrina es verdadera o falsa y también tiene el sentido de acoger o expulsar a  alguien de la comunidad. Pedro sabrá que doctrina  es verdadera y quien puede participar en la salvación del Reino siendo recibido en  la Iglesia de Cristo. Este veredicto de Pedro, tiene desde ahora validez en el Cielo,  ante Dios, sentencia confirmada por Dios, entrada en vigor desde el momento en  que se promulgó, como si el mismo Dios la hubiera decretado. Este poder lo confiere también a los otros apóstoles, ya que  Pedro es el primero entre los demás apóstoles (cfr. Mt.18, 18), pero por ser el  primero recibe la promesa (cfr. Mt.10, 2; Ef. 2, 20). Hasta hoy la Iglesia, ejerce este servicio de evangelizar a la humanidad.

Santa Teresa de Jesús, coloca como fundamento de la vida comunitaria de sus  nuevas fundaciones a Jesucristo, hasta conseguir que cada comunidad fuese otro  colegio apostólico o colegio de Cristo.  “Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a Dios haya acuerdo  de cosas de éstas (los bandos): sería infierno; sino que la que fuere más, tome  menos a su padre en la boca; todas han de ser iguales. ¡Oh colegio de Cristo que  tenía más mando san Pedro, con ser un pescador y le quiso así el Señor, que san  Bartolomé, que era hijo de rey! Sabía Su Majestad lo que había de pasar en el  mundo sobre cuál era de mejor tierra, que no es otra cosa sino debatir si será  buena para adobes o para tapias. Válgame  Dios, qué gran trabajo traemos!  (Camino 27,6).


VIERNES   

Lecturas   bíblicas

a.- Nah. 1,15; 2,2; 3,1-3.6-7: ¡Ay de la ciudad sangrienta¡ 

b.- Mt. 16, 24-28: Venir a Jesús, significa negación, cruz y seguimiento.   

Luego de anunciarles por primera vez, la Pasión que deberá padecer en Jerusalén  (cfr. Mt.16, 21-23), y que al tercer día resucitará, Jesús les da a los apóstoles, y los  que quieran seguirle a lo largo de los siglos, las condiciones para ello. Ha llegado el  tiempo en que la salvación comienza a despuntar, y por ello, Jesús se atreve a  hacer este anuncio doloroso para ÉL, está en el orden de la salvación, tiene que  suceder, así lo ha dispuesto Dios, no hay otro camino, Dios no deja de entregar al  Hijo por la salvación del mundo. El lugar será Jerusalén, la que mata los profetas  (cfr. Mt.23, 29ss; Lc.13, 33), los ejecutores serán los ancianos, sumos sacerdotes y  los escribas, el tribunal supremo de Israel. Comienza un nuevo modo de  inteligencia, a la hora de comprender su mesianismo y filiación divina, con el horror  que significa su futuro destino, y lo que provoca en sus discípulos. Se trata de la  necedad de la cruz, la que hace protestar a Pedro (cfr. 1 Cor.1, 23). Jesús se  vuelve contra Pedro, están hablando en planos distintos, “apártate de mí vista,  Satanás” (v.23), palabras durísimas, y que si el hombre no deja espacio para las  palabras y pensamientos de Dios, sencillamente se aparte de Dios, lo mismo le  había dicho Jesús a Satanás en el desierto (Mt. 4,1). Así como esa tentación estaba  al comienzo de su ministerio, ahora el portavoz es Pedro, al inicio de la subida a  Jerusalén. Los pensamientos de Dios están por sobre los de los hombres (cfr. Is.55,  8ss). Es la nueva inteligencia de los misterios de la persona de Jesús, a los  que  gradualmente y pedagógicamente ÉL mismo nos introduce. Ahora Jesús los invita a  pasar del seguimiento exterior al seguimiento interior, dispuestos a sufrir la pasión, es el seguimiento propiamente tal, con el que consigue ser verdadero discípulo de  Jesús. “Niéguese a sí mismo” (v.24), viene a significar no centrarse en sí mismo  sino que renunciar por un bien más elevado, como Jesús que se hizo siervo,  despojándose de su categoría de Dios (cfr. Flp. 2, 6-8). Cargar con la Cruz, encierra  la disposición a morir como Jesús, desasirse de sí mismo, si es voluntad de Dios,  hasta la muerte real, renuncia de la vida corporal. Poner a salvo la vida o perderla.  Se trata de dos caminos, dos acciones, conservar o perder, cada una de ellas con  sus propias consecuencias: la vida o la muerte. Trueque cuanto más misterioso.  Quien la quiere conservar, la pierde, en cambio, quien la había perdido, la recupera.  Quien esté dispuesto a seguirle, vivirá de estas palabras de Jesús y optará por  perder la vida por ÉL camino de Jerusalén. A mayor comprensión del misterio de  Jesús, mayor exigencia y compromiso. A cambio de la vida eterna, la verdadera  vida, no hay nada que se le pueda comparar, ni precio que el hombre pueda pagar.  Dios puede asegurar la vida incluso después de la muerte, devolvérsela por su  poder y amor misericordioso. Esta vida eterna procede de Dios, revelación de su  amor; ahora si el hombre se hace indigno de ella, no la conseguirá. Nuestro anhelo debe estar dirigido a conseguir esta vida, pues si Jesús renunció a todos los reinos  del mundo, obedeció a Dios hasta la renuncia de esta vida, para recuperarla (cfr.  Mt. 4,8; Jn.10, 17). La alusión al Juicio final, es donde se sabrá quienes obtiene la  vida, y reciben la paga a sus obras, la sentencia es según como se haya vivido, en  cambio otros incurren, en perdición eterna. Lo que conduce a la vida eterna, es  renunciar a la propia vida, por amor a Jesús (cfr. Mt. 25, 31-46). Sólo el amor que tengamos a Jesucristo será la medida con que llevemos la cruz  que nos tiene reservada a cada uno de sus discípulos.

Escuchemos a Teresa de  Jesús. “Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio, por donde se entiende  cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al  amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos,  menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su  Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que  amare poco, poco. Tengo yo para mí, que la medida del poder llevar gran cruz o  pequeña, es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras  de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su  Majestad quisiere. Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e  irla a dar y rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla  Vos a guardar muy bien.” (Camino de Perfección 32,7).


SABADO   

Lecturas bíblicas  

a.- Hab. 1,12-2, 4: El justo vivirá por la fe.  

b.- Mt. 17, 14-20: El endemoniado epiléptico.   

En este evangelio contemplamos, una vez más, cómo la fe suplicante de un padre  por la salud de su hijo, que es un lunático, un endemoniado epiléptico, que como el centurión había  rogado por la salud de su criado y la cananea por la de su hija, que se lastima la  salud, por esta enfermedad (cfr. Mc. 9,14-29). Quizás el hombre, no quería  molestar a Jesús, como el centurión, de ahí que intenta lograrlo por medio de sus  discípulos, pero que no consiguieron hacerlo (vv. 14–16; cfr. Mt. 8,8). Si bien la respuesta de  Jesús es poco alentadora, finalmente acepta expulsar el demonio, y devolverle la  salud (vv.17-18). Estas palabras las podemos considerar como un desahogo de  Jesús por la falta de fe, el pueblo está ávido de milagros, pero no aceptan sus  palabras, los apóstoles han fracasado, las autoridades religiosas lo rechazan, etc.  Jesús está cansado, pero así y todo, renueva su esperanza, impulsado por la  caridad, trajeron al niño y lo sanó. Sufre por tener que soportar la incredulidad de  los hombres, son los dolores de su alma (cfr. Hb.5, 7), incluidos los apóstoles. Esta  actitud de Jesús, resulta conmovedora y consoladora. La primera nos hace testigos  de los sufrimientos  del Mesías, consoladora, porque Jesús se muestra verdadero  hombre, se conmueve, lo que nos trae todos los bienes de la salvación. Esta  curación da motivo al evangelista para centrarse en la instrucción de la fe a los  apóstoles (vv.19-21). Si Jesús dice que hace falta un “poco” de fe para obrar  milagros, ¿qué era entonces la falta de fe de los apóstoles?, sino poca fe. El grano  de mostaza, es decir, la poca fe para obrar maravillas es necesaria pero no se trata  de cantidad, sino de calidad; se trata de una fe, sin dudas, sin vacilaciones. Lo  fundamental es tener fe, es una participación en el poder de Dios, para quien nada  es imposible (cfr. Lc. 1, 37). Los discípulos tienen dificultades para creer en Cristo,  poca fe, sobre todo, cuando anuncia su Pasión y las condiciones para seguirle. En  ellos, no se trata de incredulidad, sino una fe insuficiente, no plenamente  desarrollada, que no ha llegado a la comprensión total, que de vigor a toda su  existencia del creyente. Tienen fe, pero endeble, mediocre, pusilánime. La fe no  traslada las montañas, sino a los hombres de la muerte a la vida, transformar sus  vidas, para ser trasladados a vivir en Dios. Quien deja su vida en las manos de  Dios, y cree y tiene fe, hace mucho más que trasladar montañas.   

Teresa de Jesús, a lo largo de su vida, tuvo una fe muy probada desde su juventud,  precisamente para la obra que Dios le habría de inspirar más tarde. “Pues si cuando  andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que  dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que  le pidiéremos, pues está en nuestra casa? ” (Camino 34,8).

P. Julio González C.


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