DECIMA
OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Impar. Ciclo C)
Fr.
Julio González C. OCD
Contenido
Lecturas
bíblicas
a.-
Ecl. 1,2; 2, 21-23: ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?
AQUÍ
VOY
La primera lectura, nos enseña que todo lo que hace el hombre es
vaciedad o vanidad, ¿para qué se afana entonces? El término hebreo, más que
vanidad, viene a significar, decepción o desilusión, lo que correspondería al
estado psicológico y espiritual del autor del Qohelet.
Hoy lo podríamos designar con el término, sin sentido, lo absurdo. En la visión
del autor, Dios gobierna el mundo, pero el hombre, no logra descifrar los
designios divinos, por lo cual, no logra tampoco encontrar sentido de la
realidad que lo rodea. El autor se presenta como teísta, admite el gobierno del
mundo de parte de Dios, pero el hombre lo presenta como incapacitado para
descubrir los misterios del designio divino sobre la realidad. Qoelet, no sólo niega la posibilidad de encontrar el
sentido a la realidad del mundo, sino que cuestiona los valores tradicionales:
la sabiduría, la ciencia, la justicia, la piedad… no conduce a nada, y todo es
un absurdo. La vida del hombre es un absurdo, puesto que todo el afán puesto en
ella es con el fin de triunfar y alcanzar una meta, no se conseguirá (cfr. Ecl.1,2-3). Mira el mundo y su ritmo no cambia, las generaciones
se suceden unas a otras, los astros salen y se ponen, los vientos giran y se
van, los ríos van al mar y éste no se llena; todo esto le causa desesperación y
comprueba el sinsentido o absurdo de la existencia (cfr. Ecle.1,4-11). En
cuanto a inventar cosas nuevas y la curiosidad por ellas, comprueba que también
son eso es absurdo: Nada hay nuevo bajo el sol (cfr. Ecl.1, 9). El autor, para
probar esta tesis argumenta que un hombre ha trabajado con sabiduría, ciencia y
habilidad, reuniendo una riqueza respetable. Todo esto es vanidad, absurdidad,
porque cuando muera, dejará todo a unos parientes, herederos que no trabajaron
como él. La pregunta, que se hace es: “Pues ¿qué le queda a aquel hombre de
toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el sol? Pues todos sus días
son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También
esto es vanidad.” (vv. 22-23). En conclusión, se puede afirmar, con el autor
sagrado, que el esfuerzo del hombre, los afanes, no corresponden a los
resultados obtenidos, puesto que no se satisfacen las grandes aspiraciones del
corazón del hombre, no se llega a la meta final. Por lo mismo, trabajo y
riquezas son vaciedad y absurdo, pues no satisfacen las aspiraciones verdaderas
del hombre. Su satisfacción plena está más allá de las cosas materiales; deberemos
esperar la plenitud en la revelación que Cristo Jesús propondrá en su evangelio
con su vida, mensaje y obras.
b.-
Col. 3, 1-5. 9-11: Buscad los bienes de arriba donde está Cristo.
El apóstol Pablo, nos exhorta a buscar
los bienes de arriba, como bautizado que vive unido a Cristo Jesús, por ello se
habla de una muerte y resurrección, vive la coherencia fruto de esa unión. Como
el fin del misterio pascual es glorioso, exaltado a la diestra del Padre, de
ahí la búsqueda de los bienes de arriba, para tener una existencia de
resucitados. Se trata de fundamentar en
Cristo, una conducta, es la vida que procede de ÉL: “Cristo vida nuestra”
(v.4). La motivación, para dicha estilo de vida, más que un mandato, es algo
mucho más ontológico, toca el ser mismo de ser creyente. Se vive, se obra de un
determinado modo, porque en sí misma, ella conlleva ese modo de actuar. Se
trata de vivir una realidad humana cristificada,
según la voluntad de Dios, manifestada en Cristo. La realidad, es que la
existencia humana sigue sometida a los límites de las pasiones, pero llamada a
someterse a la vida de bautizados, que se ha de manifestar en el futuro
escatológico. El apóstol contrapone la vida, y conductas anteriores, mortificando
las pasiones que asedian al hombre, y que han de morir progresivamente, para
que este hombre renazca en Cristo Jesús hasta alcanzar un conocimiento mayor,
es decir, recobrar la rectitud interior y el conocimiento moral que había
perdido en el Paraíso (v. 5; cfr. Gn.1,26;; 2,17; Rm. 5,12; 6,6; 8,29; Ef. 4,22; 2,15). Este vivir en Cristo,
revestirse de ÉL, se consigue por medio de la unión, de ahí, que el hombre
nuevo es el Cristo mismo viviendo en su discípulo (cfr. Col. 3, 3-4). Este
nuevo estilo de vida, hunde sus raíces en la Creación, es decir, el plan
original de Dios y el aporte del misterio pascual de Cristo, modelo de la
Creación y destino final de la misma. El amor y el agradecimiento, lleva a
superar, desde la moral cristiana, toda discriminación, ya no hay judíos y
griegos, hombres y mujeres, esclavos y libres, puesto que todo son uno, en
Jesucristo, el Señor. Por lo tanto, toda esclavitud hoy es inadmisible desde el
Evangelio, lo mismo clases sociales sostenidas por sistemas económicos.
c.-
Lc. 12, 13-21: No acumular riqueza.
El evangelio nos presenta la actitud
de Jesús frente a las riquezas: la verdadera riqueza del creyente, es el Reino
de Dios, y sus valores. No por seguir a Cristo, el hombre deja de preocuparse
por los bienes de la tierra, de ahí la importancia de adoptar una actitud
frente a ellos. Un hombre se presenta ante Jesús, y le pide ser una especie de
abogado, de sus derechos, sobre una herencia con su hermano mayor. Los derechos
de herencia estaba regulado por la Ley de Moisés, la sentencia al respecto
tocaba a los doctores de la Ley (cfr. Dt. 21,16-17). El hombre acude a Jesús,
como doctor de la Ley, para ejerza presión, con su autoridad, sobre su hermanos
mayor que no comparte la herencia. Jesús
rechaza ser árbitro y juez, en los asuntos de los hombres. En ese sentido obra
como Moisés (cfr. Ex. 2,14). Jesús tiene clara conciencia de su misión
cimentada en la voluntad de Dios y en la palabra profética, como lo proclamó en
la sinagoga de Nazaret: anunciar a los pobres el Evangelio, exhortar a la
conversión a los pecadores, ir en busca de los que estaban perdidos, dar la
vida en rescate de muchos, en definitiva, traer la vida divina de comunión con
Dios a la humanidad (cfr. Lc.4, 16-22; 5,32; 19,10; Mc.10, 45; Jn.10,10). Le enseña un
principio fundamental: guardarse de toda clase de codicia, porque aunque uno
tenga bienes, la vida no depende de ellos (v. 15). La vida no se compra, se
tiene o no se tiene, tampoco se vende, ni mucho menos, se asegura con el
dinero. La vida, es un don maravilloso de Dios, por lo tanto, quien tiene como
base de su existir, los bienes materiales, en el fondo, es una persona vacía,
pobre en humanidad y ante Dios carente de sentido, sus existir. En las palabras
de Jesús encontramos dos imperativos, tener cuidado y evitar la codicia. Nadie
debe hacer que su vida dependa de las riquezas, sino de Dios Padre, puesto que
el dinero hará que los hermanos compitan entre ellos por la herencia y se
alejen de su Creador; la codicia es considerada como una idolatría (cfr. Ef.5,
5). El rico de la parábola, define su vida como disfrutar al máximo: comer,
beber y pasarlo bien, vivir es disponer de una vida larga; para muchos años es
asegurar la vida: ahora descansa. ¿Cómo alcanzar este ideal de vida? Almacenará
en sus nuevos graneros la cosecha. Pensamiento conocido para el hombre del AT.,
(cfr. Ecl.8, 15). Su proyecto flaquea desde el momento que se considera
dueño y señor de su vida, dialoga consigo
mismo, hasta que Dios interviene; es insensato desde el comienzo, por no
dialogar con los hombres y con Dios, no le interesan, en el fondo niega a ambos
(cfr. Sal.14,1). No se critica su laboriosidad, diseñar su futuro, recoger su
abundante cosecha, conservar lo producido. Lo que se pone en tela de juicio que
todo es sólo para él, lo que vemos en sus expresiones, mis graneros, mi trigo y
mis bienes (v.18); en sus pensamientos no hay nadie más que él. Es la muerte,
quien le enseña al rico, que la vida no se asegura con los bienes y las
posesiones: esa misma noche, le reclamarán el alma. Se creía dueño de su
futuro, hasta que cuando se le exige la vida, percibe su pobreza y vaciedad
ante Dios (v. 20). Bien poco, le valió su mirada de futuro. Todo lo acumulado
¿de quién será?, es decir, no lo aprovecha, tiene que dejarla en manos de otros
que no han trabajado esa herencia. Sólo quien acumula tesoros que Dios reconoce
como tales, sacará provechos en esta vida y en la eternidad (cfr. Sal. 39,7).
Quien busca asegurar la vida, la pierde, la conserva sólo quien la entrega a
Dios y a su voluntad. Mientras la riqueza de la tierra, mata al hombre sobre sí
mismo, otra riqueza lo abre al misterio de Dios y de sí mismo, abierto al Evangelio
de la gracia y del amor divino manifestado en Cristo Jesús y su Reino del que
lo hace partícipe. Por otra parte, el evangelista quiere resaltar, como todo
don de Dios en la vida del creyente, es don también para el prójimo; toda
verdadera riqueza, es para ponerla al servicio de los demás, así se tenga mucho
o poco. Ese hombre ha comprendido que su verdadera riqueza es la fe, y todo
cuanto tiene, adquiere un nuevo valor,
respecto de los valores y bienes del Reino. Repartir es la palabra que
atraviesa toda la parábola, sin embargo, así como el hermano no quiso repartir
la herencia, como tampoco el rico, Jesús quiere que lo hagamos nosotros, como
fruto de nuestra adhesión a su persona y evangelio.
Teresa de Jesús, ve en la Humanidad de
Jesucristo, el mayor don que nos pudo hacer el Padre, porque es Dios entre
nosotros, es decir, es carne nuestra. Por lo mismo, la Eucaristía nunca la
habríamos podido tener ni conocer, si el
Verbo, la segunda Persona de la Trinidad,
no se hubiera hecho hombre. “Su Majestad nos le dio como he dicho este
mantenimiento y maná de la humanidad; que le hallamos como queremos, y que si
no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras
quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación.
No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar si
comenzamos a gustar de los suyos.” (CV 34,2).
Lecturas
bíblicas
a.-
Nm.11, 4-15: Yo sólo no puedo cargar con este pueblo.
b.-
Mt. 14, 13-21: Primera multiplicación de los panes.
Este milagro tiene reminiscencias en
el AT., donde vemos que la harina y el pan son multiplicados en tiempos de
Elías y Eliseo (cfr.1Re 17,9-16), pero lo más importante, es la palabra de
Yahvé: “Comerán y sobrará” (2Re 4,42-44). Los judíos contaban entre los bienes
mesiánicos, con un pan milagroso, como el maná en tiempos de Moisés; realidad
que se cumplió en Cristo Jesús (cfr. Jn. 6, 32). Con esta primera
multiplicación de los panes, Jesús quiere dejar en claro, que han llegado los
tiempos mesiánicos con su persona entre ellos, y su mensaje de salvación. Esta
primera multiplicación de origen palestino, se realiza en el lado occidental
del lago; la segunda que recoge la tradición de origen pagano, sucede en el
lado oriental del lago (cfr. Mt. 15, 32-39). El Mesías debía dar respuestas a
los problemas más urgentes de las personas, como el hambre, en este caso. El
señorío de Cristo, llega a toda la realidad del hombre necesitado de bienes
espirituales y materiales, aunque el esfuerzo humano, también se requiere para
que obre Dios, con su providencia divina. Los apóstoles le señalan a Jesús que
se ha hecho tarde, están en descampado, le piden despache a la gente y se
compren comida (v.15). Jesús sabe lo que quiere hacer, pero serán los apóstoles
quienes deban crecer en el conocimiento del Señor. Hay sólo cinco panes y dos
peces; el mandato ha sido: “Dadle vosotros de comer” (v.16). Los discípulos muy
poco pueden hacer, hay que poner los ojos en Jesús; ellos están con las manos
vacías, sólo podrán entregar lo que Jesús les ofrecerá. Todos se sientan
alrededor de Jesús, sobre la hierba, los discípulos le proporcionan los
alimentos, los toma, mira al cielo y alaba al Padre. Como un padre de familia antes
de la comida da la bendición a los alimentos como padre de todo el pueblo;
parte el pan y los peces, y lo da a los apóstoles para que los repartan a las
gentes. Todos comen y quedan saciados, una verdadera bendición divina, todo un
signo. Si leemos bien este signo, Jesús no les quitó el hambre ni la
preocupación por el pan cotidiano, pero al menos una vez todos quedaron
saciados, y sobraron doce canastos llenos (v. 20). Cuando Jesús está en medio
de ellos, nada les falta sacia todos su apetitos, crecía la unidad entre ellos.
Todo resultado de una situación puntual, como cuando sana enfermos, expulsa
demonios o resucita muertos, da de comer a la multitud. Yahvé había alimentado
a su pueblo, asegurándoles su existencia (cfr. Ex. 16,13-15). Se repiten los
prodigios del pasado, Dios está más cerca de su pueblo con Jesús de Nazaret, en
medio de ellos. En una segunda lectura de este acontecimiento salvífico,
encontramos una imagen de la Iglesia: Jesús, en medio de ella como el Revelador
del Padre, dador de todos los bienes del Reino, en especial el Pan de la
Palabra y de la Eucaristía. Los apóstoles son los que están más cerca de ÉL,
entregan sus dones, son sus brazos extendidos. Cuando bendice, Jesús, mira al
cielo, hace las obras que el Padre le ha encomendado; obra más que como
Mediador, como el caso de Moisés, como fuente de vida, dador de vida nueva. La
Eucaristía, es la mejor manera de gozar de su compañía, vivir caritativamente,
toda la comunidad, los elegidos para el banquete del reino de los Cielos. Bien
dijo Santa Teresa: Sólo Dios basta.
La Santa Madre Teresa de Jesús, nos
invita a comer de este Pan vivo bajado del cielo que es Jesús eucaristía. “Y
así le dice su Hijo, que, pues no es más de un día, se lo deje ya pasar en
servidumbre; que pues Su Majestad ya nos le dio y envió al mundo por sola su
voluntad, que Él quiere ahora por la suya propia no desampararnos, sino estarse
aquí con nosotros para más gloria de sus amigos y pena de sus enemigos. Que no
pide más de hoy, ahora nuevamente, que el habernos dado este pan sacratísimo
para siempre. Su Majestad nos le dio, como he dicho, este mantenimiento y maná de la humanidad;
que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos
de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el
Santísimo Sacramento sabor y consolación” (CV 34,2).
Lecturas
bíblicas
a.-
Nm.12, 1-13: Quejas de María y Aarón contra Moisés.
b.-
Mt. 14, 22-36: Jesús, camina sobre las aguas y Pedro con él.
Este evangelio nos presenta a Jesús que
camina sobre el mar. Si bien en la multiplicación de los panes, Mateo, nos
presenta a Jesús, como Mesías a la muchedumbre, hoy nos lo presenta en una
verdadera teofanía, como Hijo de Dios, a sus discípulos. Vemos todo un progreso
en la fe. El evangelista, en varias ocasiones ha confesado la filiación divina
de Jesucristo: en el bautismo, cuando fue tentado por Satanás, la confesión de
los espíritus malos, cuando se habla de la filiación divina de los discípulos,
que nace de la de Jesús (cfr. Mt. 5, 9. 16. 45. 48; 6, 9). Este milagro, como
otros, además de mostrar la divinidad de Jesucristo, tiene como finalidad la
predicación y el anuncio del Evangelio, nacido de una necesidad concreta de los
discípulos. El reconocimiento surge por haber dado solución al miedo y haber
salvado a Pedro de las aguas: “verdaderamente eres el Hijo de Dios” (v.
33). Dijimos que este milagro era una
teofanía como las del AT. , que describe la soberanía de Yahvé sobre el mar
(cfr. Sal. 77, 20). Jesús caminando sobre las aguas, es puesto al mismo nivel
que Yahvé, demostrando su divinidad. Este Jesús, Hijo de Dios ora, es decir,
acude a la oración en la que pasa largo tiempo en la montaña, durante la noche.
Con esto se muestra verdadero hombre y verdadero Dios, como lo confiesa la fe
cristiana, pero al mismo tiempo, descubrimos, con su ejemplo, la frecuencia y
la necesidad que tiene el hombre de orar siempre. Un capítulo aparte es la
persona de Pedro apóstol. La presentación que hace Jesús: “¡Ánimo! Soy yo; no
temáis” (v. 27). Pedro buscó su apoyo en el milagro, más que en la palabra de
Jesús: “Señor, si eres tu mándame ir a ti sobre las aguas” (v. 28). Poseía una
fe muy imperfecta, le faltó una apertura a Dios y dejar que actuara la palabra
de Jesús en su vida, incluso en los momentos más difíciles de la propia
existencia. La fuerza del oleaje y del viento hizo dudar a Pedro, es decir,
falta de fe en la palabra de Jesús, lo que lo lleva a hundirse en las agitadas
aguas (v.30). La duda lo detuvo, pudo seguir caminando hacia Jesús. La actitud
de Pedro, es toda una personificación del caminar hacia Jesús, que no está
exento de dudas, pero la certeza en la palabra de Jesús, nos hace caminar hacia
lo que no conocemos, fiándose sólo de Dios. Abraham, salió de su tierra hacia
lo desconocido, confió sólo en la palabra de Yahvé. La falta de fe, es lo peor
que nos puede suceder, porque es estar como un caminar sin rumbo, aunque se
experimente el vacío, es entonces, cuando el grito de Pedro se convierte en
oración de fe: “Señor sálvame” (v.30); también nosotros podamos confesarlo
plenamente: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (v. 33), desde una fe más
sólida, más confiada en su Evangelio.
Teresa de Jesús nos enseña que con
Jesús dentro de nosotros todo puede ser mejor, referencia eucarística, de hecho
cuando Jesús sube a la barca todo se vuelve paz y los discípulos recobran la
confianza hasta hacer su confesión de fe. “¿Qué hay que dudar que hará milagros
estando tan dentro de mí si tenemos
fe y nos dará lo que le pidiéremos, pues
está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen
buen hospedaje” (CV 34,8).
Lecturas
bíblicas
a.-
Nm.13, 2-3. 26; 14,1. 26-30.34-35: Despreciaron una tierra envidiable.
b.-
Mt. 15-21-28: Mujer, que grande es tu fe.
Este es el evangelio de la cananea o sirofenicia (cfr. Mc. 15, 21-28), con ello se quiere
afirmar que era pagana, no judía. En el AT., Tiro y Sidón como Cananea, eran
consideradas como tierra de paganos. Vemos un crescendo en la escena que nos
presenta Mateo: Jesús no contesta a la primera interpelación de la mujer, luego
Él, delimita su misión sólo a los judíos, y finalmente, se establece la dura
distinción entre los hijos y los perros, es decir, los paganos. En el fondo,
quiere presentar a Jesús frente al mundo de los paganos, si bien Jesús vino por
los judíos y con ellos quiso realizar su obra de salvación, con esta mujer,
hace una gran excepción. La única razón que nos da Mateo, es la gran fe que
esta mujer profesa en Jesús y su poder sanador. Se establece entonces un
principio básico, que si los paganos tienen fe, pueden gozar de los mismos
privilegios que los judíos. Ante esto Jesús alaba su fe: “Mujer, grande es tu
fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó curada su hija.” (v.
28). Se repite lo mismo que había sucedido con el centurión romano (cfr. Mt. 8,
5-10). Se da entonces un nuevo criterio, para pertenecer al nuevo pueblo de
Dios que nace entorno a Jesús: tener fe en ÉL. La Iglesia aplicó este principio
hasta hoy, comenzando por Pablo al crear nuevas comunidades (cfr. Rm.1-5). La
cananea se dirige a Jesús con el título de “hijo de David”, “Señor” y el “ten
piedad de mí” que resuena con constancia en los Salmos y en la liturgia
cristiana (vv. 23.25) La oración de la
cananea, es más que una oración de petición, es una oración que nace de la fe
en Dios, en Jesús que lo encarna, en que puede hacer lo que se le pide y una
confianza grande en que lo hará (v.28). La fe recibe lo que quiere porque lo
que quiere es voluntad de Dios. El diálogo de la cananea y Jesús, es una
muestra de aquello de pedir, buscar y llamar, como parte de todo un proceso
dinámico de fe y amor en Jesucristo el Señor, en que pobreza y humildad juegan
un rol fundamental (cfr. Lc.11,9-10). La oración es
lucha perseverante con Dios, teniendo la palabra de Dios como garante:
recibirán, hallarán, se les abrirá (cfr. Mt. 7,7). La oración hecha con fe,
abre puertas y corazones entre los hombres y particularmente las manos y el
corazón de Dios. En la celebración de la Liturgia de las Horas, Laúdes y Vísperas,
la Iglesia, cual esposa amante, implora de su Esposo Cristo, las gracias que
sus hijos y la humanidad entera necesita, luego de adorar, bendecir y agradecer
a Dios todo cuanto ha recibido, como parte de su historia de salvación.
Teresa de Jesús, constata que Jesús
encontró leyendo los evangelios, más en las mujeres que en los discípulos.
Velada crítica al machismo de la época. “Pues no sois Vos, Criador mío,
desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os suplican, sino mucho
más; ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andábais
por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y
hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra
sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos y por tener su hábito, … Señor,
de vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del
mundo, que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay de mujer
que no tengan por sospechosa” (CE 4,1).
Lecturas
bíblicas
a.-
Nm.20, 1-13: Ábreles tu tesoro, la fuente de agua viva.
b.-
Mt. 16, 13-23: Confesión de Pedro y primado de Pedro.
Este evangelio comienza con esta
pregunta: ¿Quién es Jesús? Se da una clara identificación entre Jesús de Nazaret
y el Hijo del Hombre. La pregunta se puede responder desde la perspectiva
puramente humana y la de Dios, el de la revelación, y el conocimiento
sobrenatural. Ahora bien, el texto nos revela precisamente la opinión de los
hombres y lo que piensan los más cercanos a ÉL, sus discípulos. La respuesta de
los primeros, fue recurrir a las grandes figuras del pasado de Israel, que
podían volver en la persona de Jesús. Reconocer en Jesús un profeta no era
difícil en ese contexto. Pedro responde por todos, es la respuesta cristiana de
la fe: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (v. 16). Esa confesión, como
dice Jesús, no procede ni de la carne ni de la sangre, es decir, no se llega a
través de la razón, sino de la revelación, que hace el Padre de su Hijo, a quien
quiere. A la confesión de Pedro, sigue
la promesa formal de Jesucristo: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (vv. 18 - 19). La
misión confiada a Pedro es única: ser fundamento visible de la Iglesia,
mientras que el invisible no puede ser otro, que el propio Jesucristo, el
Señor. Pedro y Jesús resucitado, son la garantía de indefectibilidad que tiene
la Iglesia a través de la historia (cfr.1 Cor. 3, 10-12). Este poder de
servicio se expresa en la imagen de las
llaves, y el atar y desatar, es decir, autoridad sobre la casa y la
capacidad de permitir y prohibir. Vivir la comunión es fundamental entre los
creyentes, pero especialmente con el Papa y su Magisterio. El problema es que
la comunión eclesial a lo largo de los siglos ha sufrido el dolor de las
herejías y cismas, las críticas destructivas de personas que se dicen
creyentes, pero no son practicantes, otros que reducen su hablar a criticar
miserias humanas de aquellos que forman la comunidad eclesial. La presencia
constante y activa del Espíritu Santo, en la Iglesia hace que el diálogo
fructifique, el respeto crezca y la caridad sea efectiva en la comunión
eclesial, dentro del pueblo de Dios, guiados por los legítimos pastores, que
Dios dona a su Iglesia.
Santa Teresa de Jesús, coloca como
fundamento de la vida comunitaria de sus nuevas fundaciones a Jesucristo, hasta
conseguir que cada comunidad fuese otro colegio apostólico o colegio de Cristo.
Olvidando la casa paterna, el carmelita sigue al Señor. “Esto no viene aquí,
porque en esta casa nunca plega a Dios haya acuerdo
de cosas de éstas (los bandos): sería infierno; sino que la que fuere más, tome
menos a su padre en la boca; todas han de ser iguales. ¡Oh colegio de Cristo
que tenía más mando san Pedro, con ser un pescador y le quiso así el Señor, que
san Bartolomé, que era hijo de rey! Sabía Su Majestad lo que había de pasar en
el mundo sobre cuál era de mejor tierra, que no es otra cosa sino debatir si
será buena para adobes o para tapias. ¡Válgame
Dios, qué gran trabajo traemos!” (CV 27,6).
Lecturas
bíblicas
a.-
Nm. 4, 32-40: Amó a tus padres y después eligió a su
descendencia.
b.-
Mt. 16, 24-28: Condiciones para seguir a Jesús.
Este evangelio, señala las condiciones
para seguir a Jesús: negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle a ÉL. Perder
la vida por Jesús, es entregarla en servicio al prójimo, no hacerlo es sinónimo
de egoísmo, sólo pensar en sí mismo, y no mirar más allá de las propias necesidades.
Entregar la vida, o perderla por Cristo, significa aceptar las persecuciones e
incluso el martirio; el discípulo es parte de la familia de Jesús, no se
pertenece a sí mismo sino a Dios, autor de la vida. Le pertenecemos a Dios
desde nuestra condición bautismal, toda nuestra vida debe estar en sus manos,
desde la cual adquiere su dimensión eterna. Aferrarse a la vida en forma
egoísta, es entrar en una dimensión de muerte. Llevar la cruz, significa,
aceptar con humildad el día a día y sus preocupaciones, asumir el día con el
Señor Jesús que lo preside, porque esa jornada es un servicio a Dios.
Santificar el día, con la oración y la entrega de la vida es santificarse, se
propone hacer todo para mayor gloria de Dios Padre y santificar con el propio testimonio
según el propio estado y condición. De qué le sirve al hombre conseguir muchos
bienes materiales, si al final vendrá sobre esa persona la ruina, la
destrucción, no tiene sentido luchar por ellas, si peligra la vida, la
salvación eterna. “¿Pues de que le servirá al hombre ganar el mundo entero si
arruina su vida?” (v. 26; cfr. Mt. 12,16-21). De cara a Jesucristo como Juez no
contará lo que tiene, sino lo que es, e hizo con su vida, si amó a Dios y
sirvió al prójimo que se le confió. Las obras siguen al hombre, los bienes
quedan aquí, entregar la vida, sólo se justifica desde la vida y las obras
buenas recibirán su premio. Unos resucitarán para condenación, en cambio, otros
resucitarán para la vida verdadera porque sus obras lo acreditan. Respecto a la
venida de Jesús, como Hijo del Hombre en su Reino, palabras finales del texto,
se ha dado varias interpretaciones, desde la visión de entenderlo como el Juicio
final. Otros entienden que la Resurrección o la instalación de la Iglesia, son
otras formas de presencia de Jesucristo, como Hijo del Hombre y su Reino entre
los hombres. Lo único importante es que Jesús Resucitado y su Reino vienen
continuamente a la comunidad eclesial, para darle los bienes necesarios y así
alcanzar la vida eterna por medio de la celebración litúrgica.
Sólo el amor que tengamos a
Jesucristo, será la medida con que llevemos la cruz que nos tiene reservada a
cada uno de sus discípulos. Escuchemos a Teresa de Jesús. “Pues veis aquí,
hijas, a quien más amaba lo que dio, por donde se entiende cuál es su voluntad.
Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a
los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al
ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare
mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo
para mí, que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña, es la del amor.
Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las
que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere.
Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y
rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a
guardar muy bien.” (CV 32,7).
Lecturas
bíblicas
a.-
Dt. 6,4-13: Amarás al Señor con todo tu corazón.
b.-
Mt. 17, 14-20: Si tuvieras fe, nada os sería imposible.
Esta curación de un niño epiléptico,
es bastante especial, porque pasa de la intervención fallida de los discípulos
a las manos de Jesús. ¿Qué falló en los discípulos, que no pudieron hacer bien
el exorcismo? La respuesta de Jesús, es la falta de fe de ellos (cfr. Mc. 9,
29). El padre se arrodilla delante de Jesús, para pedir la salud para su hijo y
le llama, “Señor”, característica de Mateo, que busca resaltar la divinidad de
Jesús, pero además, la actitud del hombre en actitud de adoración (cfr. Mt.
8,2; 9,18; 14,33; 20,20; 28, 9.17). El milagro, expulsión del demonio y
recuperación del niño quiere hacer notar el poder de la fe, con la contraparte,
la ausencia de fe del pueblo judío, “generación incrédula y pervertida” (v.17;
cfr. Dt. 32, 5). La ausencia de fe, incluiría a los discípulos, que poseen una
fe titubeante; la verdadera fe es confianza en Dios, se apoya en ÉL. Habían
olvidado aquello de que Yahvé, es la Roca de Israel, apoyarse en ÉL, es crecer
en fe, da seguridad, como casa construida sobre roca. La fe es una verdadera
participación en el poder de Dios, se cuanta con su poder como lo hizo Abraham
(cfr. Rm. 4, 17-21). Con la imagen que la fe puede
trasladar montes, Jesús quiere enseñar que para Dios, no hay nada imposible
(cfr. Sal. 90,1-2; 114,4); el discípulo por ser creyente, debe aprender que con
Dios, se pueden superar todos los óbices que encontramos en nuestro camino
(cfr. Lc. 1, 37).
Teresa de Jesús, a lo largo de su
vida, tuvo muchos quebrantos de salud, pero fue sanada por el poder de Dios y
la intercesión de San José (V 6). Así y todo, llevó a cabo la reforma de la
Orden del Carmen, fundó conventos de monjas y frailes por casi toda la
geografía española, escribió obras maestras de oración, que con el correr del
tiempo, se han convertido en clásicos de la literatura mística de la vida
cristiana. “Fue Dios servido de …darme tanta salud,
que parecía que nunca había tenido mal…¿Para qué es la vida y la salud, sino
para perderla por tan gran Rey y Señor?” (F. 28,18)
Fr.
Julio González C. OCD