DECIMA QUINTA SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO
(Año Par. Ciclo A)
P. Julio González
Carretti ocd
a.- Is. 55, 10-11: La lluvia hace germinar la tierra.
b.- Rm. 8, 18-23: La creación espera la manifestación de
los hijos de Dios.
c.- Mt. 13, 1-23: Salió el sembrador a sembrar.
a.- Is.1,11-17: Lavaos, apartad de mi vista vuestras
malas acciones.
b.- Mt. 10, 34-11,1: No he venido a sembrar paz, sino
espadas.
a.- Is. 7,1-9: Si no creéis, no subsistiréis.
b.- Mt. 11, 20-24: Ay de las ciudades impenitentes.
a.- Is.10,5-7.13-16: ¿Se envanece el hacha contra quien
la blande?
a.- Is. 26,7-9.12.16-19: Despertarán jubilosos los que
habitan en el polvo.
b.- Mt. 11, 28-30: Soy manso y humilde de corazón.
a.- Is. 38,1-6. 21-22. 7-8: He escuchado tu oración, he
visto tus lágrimas.
b.- Mt. 12, 1-8: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
a.- Miq. 2,1-5:
Codician los campos y se apoderan de las casas.
b.- Mt. 12, 14-21: Jesús, es el Siervo de Yahvé.
Lecturas bíblicas
EL profeta
Isaías, invita al banquete escatológico de los tiempos mesiánicos; basta tener
sed, hambre de Dios. En los momentos más importantes de la relación de Yahvé
con su pueblo los acuerdos y alianzas se confirmaron con un banquete y un
sacrificio hasta que al final se promete una nueva alianza y un banquete en el
reino de Dios. Comer y saciar la sed, son las imágenes para significar los
grandes anhelos del hombre que busca su felicidad. El diálogo con la Samaritana
es el mejor modelo de esa búsqueda y saciedad. Pero en todo este proceso hay
una exigencia básica: escuchar la palabra de Dios, manifestada en la ley, en la
alianza. El que escucha, vivirá, no cualquier tipo de vida sino en Dios; el NT,
la identificará con la vida eterna. La Nueva y eterna alianza, (cfr. Is.
55,3ss), se realizará no por la fuerza militar o política, sino atraídos los
pueblos subirán a Sión por el Santo de Israel, por la justicia y santidad de su
pueblo fiel a la Nueva alianza. El regreso de los exiliados, redimidos y
perdonados es imagen de la liberación de todas las demás esclavitudes, incluido
el pecado. Ahora se comprende que cuando Yahvé, habla su palabra es eficaz,
como la lluvia, su palabra no vuelve vacía, sin antes penetrar la tierra para
fecundarla, sin alcanzar su fin. Su palabra es salvación para el hombre, que
Cristo Jesús, manifestará en el NT, ÉL es su palabra encarnada. Un anticipo del
banquete celestial, es la Eucaristía, palabra hecha carne y bajada del cielo
para ser ofrecida en sacrificio y alimento para los hambrientos y sedientos de
justicia, de verdad, de paz y amor.
El apóstol
Pablo, nos introduce de lleno en el drama de la creación cuyo origen lo tenemos
en el pecado del hombre que participa de su mismo destino. Pablo insiste en
proponer una visión global en el sentido de la salvación que llega, no sólo al hombre sino también a su contexto
a la creación entera. Sigue la tradición bíblica que no separó al hombre de su
Creador y redentor. Pablo afirma, que la creación fue sometida por el hombre
pecador al sin sentido, como su existencia; teniendo siempre presente que fue
Dios quien le dio sentido a la vida del hombre y a la creación (cfr. Gn. 1-3).
Si bien el hombre abusó de su libertad, permanece siempre la esperanza de la
liberación de la corrupción que será junto a la creación, es decir, desde
dentro de la creación, salvará su alma y su cuerpo. El gemido de la creación y
del cristiano, es oración no para huir de la realidad, sino desde ella, se
convierte en fuerza que renueva toda la creación. Por lo tanto, así como el
hombre integral está llamado a la salvación y glorificación final. Es todo un
avance en el pensamiento, ya que la filosofía griega consideraba como mala la
materia, el cuerpo, el cristianismo libera incluso la materia, no sólo el
espíritu, lo que incluye toda la realidad creada. El cristiano posee las
primicias del Espíritu, por ello, desea alcanzar la liberación cuanto antes,
así se explica todo el camino de la vida teologal.
En este
evangelio encontramos tres momentos: la parábola del sembrador (vv.3-9), porqué
Jesús habla en parábolas (vv.10-17) y explicación de la parábola del sembrador (vv.18-23).
El evangelio nos presenta a Jesús que sale de casa y se sienta a orillas del lago de Genesaret, la multitud
lo rodea para escucharle. La casa se entiende como el espacio íntimo, familiar,
de la formación especial para los discípulos, distinta de la que dirige a
todos. Jesús, debido a la gran multitud que se acerca, sube la barca y se
sienta, actitud del Maestro que va a enseñar a las gentes, desde la otra orilla
(vv.1-2). Los hombres acuden donde pueden escuchar la palabra de Dios, donde el
Espíritu, da testimonio eficaz en Jesús de Nazaret. Una experiencia común en Palestina como es la
siembra; el sembrador esparce la semilla, consciente que sólo la que cayó en
tierra buena, dio una buena cosecha el 30, 60 y el 100 por uno (vv. 4-9; cfr. Mc. 4, 11). En un segundo
estadio los discípulos preguntan a Jesús la razón de su hablar en parábolas (vv.
10-17), y lo hacen en público porque interesa a todos los que oyen a Jesús. Las
parábolas son una forma de enseñar al hombre, especie de lenguaje secreto, no
como una abierta instrucción sobre el reino de Dios. Quizás la inquietud nace
al comprobar que la predicación de Jesús no daba los frutos que se esperaba. El
rechazo y la incredulidad es posible sea el origen de hablar en parábolas.
Jesús responde con unas palabras consoladoras: “a vosotros se os ha concedido
conocer los misterios del reino de los cielos
pero a ellos no” (v.11). Es un misterio sólo quien escucha solícito
puede reconocer lo que es el reino de Dios; realidad que no se impone al
hombre, tampoco lo supera, es un misterio. Si bien Jesús no excluye a nadie,
pero será dónde se cultive su palabra, unos la acogerán y darán fruto, en otros
apenas echará raíces, se perderá enseguida o con el paso del tiempo. ¿Por qué
unos sí y otros no? Es un misterio de vocación y elección que sólo el oyente
bien dispuesto puede dar fruto. Pura gracia, donde al hombre no le conviene
preguntar a Dios nada (cfr. Ex. 33,19; Rom.9,19s). A
los bien dispuestos se le dará la perfección de la nueva alianza, Dios prodiga
sus bienes libérrimamente hasta conseguir la vida eterna. A los no dispuestos,
ni con el oído y la vista se les quitará hasta lo que creen poseer hasta que en
día del juicio lo pierdan todo. Es el infierno del sinsentido; la decisión
respecto a Jesús es radical. Habla en parábolas porque “viendo no ven y oyendo
no oyen ni entienden” (v. 13; cfr. Is. 6,9-10). Jesús contesta ahora
directamente la pregunta de los discípulos. Isaías había recibido el mandato de
Yahvé de endurecer el corazón de Israel, porque no obedeció la alianza con el
Señor. Dicha aniquilación comienza con no querer ni ver ni oír, es decir, con
el endurecimiento del corazón. Dios encargó al profeta anunciar el juicio sobre
Israel, que comenzaba con sus palabras. Como con el profeta, también con Jesús
aparece el misterio de obstinación. De ahí que el lenguaje sea en parábolas; no
se quieren salvar, por lo mismo, son culpables (v. 15, cfr. Mc.4,11s). Jesús declara dichosos a los discípulos porque ven y
oyen. Muchos quisieron ver y oír lo que ellos ven y escuchan (cfr. Mt. 23,29;
Rom.16,25; Ef.3,4-5; Col.1,26). ¿A quién ven y
escuchan? A Jesús de Nazaret, sus palabras y obras; la llegada del Reino de
Dios (cfr. Mt.13,11). S pasa del adviento que fue para los profetas
y la venida, es decir, esta manifestación que ellos no conocieron pero sí los
discípulos, por eso ahora son dichosos. De ahí que ven y conocen, oyen y
entienden porque en y con Jesús experimentan el misterio de Dios (cfr. Col.1, 24s).
Finalmente, encontramos la explicación de la parábola (vv.18-23). La buena
tierra es obra de Dios y del hombre, de su salvación aceptada y comprendida,
puesta por obra con la fuerza del Espíritu de Jesús; lo que le corresponde al
hombre, es responsabilizarse de su fe y comprometerse, dejarse guiar por el
amor de Dios, su poder salvador, y la realidad que la necesita para que tenga
sentido vivirla.
Santa Teresa
de Jesús, nos exhorta a obrar como consecuencia de nuestra fe: “Todas hemos de
procurar ser predicadoras de obras” (CV 15,6). O bien: “Los del mundo harto harán
si tienen determinación de cumplirlo. Vosotras hijas diciendo y haciendo,
palabras y obras” (Camino 32,8).
Lecturas bíblicas
Este
evangelio nos presenta tres partes: Jesús señal de contradicción (vv.34-36),
renuncia para seguir a Jesús (vv.37-39), y la conclusión del discurso
apostólico (vv. 40-42). Las palabras de Jesús
son como espadas, que exigen
tomar postura, hacer una elección. Miqueas había anunciado la perdición de su
pueblo, la corrupción invadía a las instituciones, los lazos familiares se
había roto hasta convertirse el prójimo en un enemigo. EL pueblo experimentó la
acción del tribunal de Dios al conocer en su propia vida las consecuencias de
su apostasía de Yahvé. Jesús tiene
presentes las palabras del profeta (Miq. 7,1-7). El juicio de Dios, vislumbrado
por el profeta ha llegado a su punto culminante con la venida de Jesús e inicio
del reino de Dios. Viene como separación, como espada. Jesús viene como espada,
que no sólo separa a los hombres entre
los que creen o no, sino que es la decisión ante la cual Dios pone al hombre. La paz que menciona
Jesús, no es la de Dios y los hombres,
sino la que existe entre los hombres, una paz corrompida que deja todo como
estaba, como si Jesús no hubiera venido, la de Dios y Satán, la que no
puede darse. Esta palabra más tajante
que espada de doble filo, lo penetra todo (cfr. Hb. 4, 12), incluso el tejido familiar, para
descubrir a los que están a favor o en contra
de Dios; la opción, conlleva la separación, o enemistad de los seres más
queridos. En un segundo momento se nos habla del amor a Jesús. El amor a Jesucristo es exclusivo, por lo que
los parientes, incluidos padres y
hermanos, quedan en segundo plano. Es precisamente en esa libertad, que
el discípulo, aprende a amar a Dios y a su prójimo, o lo que es lo
mismo, amar al prójimo en Dios y por
amor a Dios. Los parientes son su primer prójimo. La decisión por Cristo, precede a la vivencia de este
amor. Quien no hace esta opción, no es
digno de Cristo, porque significa que no hay entrega de la vida,
imitación de Cristo y es el fracaso como
discípulo. En cambio, quien entrega su vida y corazón, lo recupera con la fuerza del divino amor. La
Cruz aparece en el horizonte del
discípulo, como signo de seguimiento, señal de su amor, como el dar la
vida, por quien se ama. Siendo esta
última, la mayor prueba de amor por el prójimo. Al seguimiento diario, precede el asimilar su
modo de pensar y de vivir. La Cruz nos
acompaña en nuestra vida sacramental, desde que nacemos hasta que
volvemos a la casa del Padre. Abrazar la
Cruz significa asumir la vida de cada día con sus luces y sombras, alegrías y penas, descanso y
esfuerzo con Cristo, es decir, no olvidar
nuestro destino, el mismo que el suyo, su misterio pascual de muerte
y resurrección. La cruz, es signo de
vida y no de muerte, de victoria y no de derrota. La mística de la cruz, y la renuncia es
actividad fecunda del amor, que destruye los
criterios y modo de pensar del hombre viejo, creando un hombre nuevo,
imagen de Jesucristo, que en el bautismo
recibió la fe y por ello creen firmemente en ÉL. “El que encuentre su vida, la perderá; y el que
pierda su vida por mí, la encontrará.”
(v. 39). Finalmente, todo lo que hagamos por el Reino de Dios tendrá su
recompensa, así sea dar un vaso de
agua.
Si bien
Teresa de Jesús está pensando en sus comunidades religiosas, hoy pensamos en
con ella en la Iglesia, la familia, la sociedad, finalmente en cada uno en
forma personal. Necesitamos de la paz que nace del encuentro frecuente con
Jesucristo, Príncipe de la paz (Is. 9, 5). “Paz, paz, hermanas mías dijo el
Señor, y amonestó a sus Apóstoles tantas veces. Pues creedme, que si no la
tenemos y procuramos en nuestra casa, que no la hallaremos en los extraños” (2 Moradas
1,9).
Lecturas bíblicas
Estas
ciudades mencionadas están alrededor del mar de Genesaret, donde más estuvo fue
Cafarnaúm. Tiro y Sidón, que también son mencionadas como ciudades paganas,
fueron acreedoras de la ira divina (cfr. Is.23; Am.1,9-10),
sin olvidar Sodoma y Gomorra, ciudades pecadoras por excelencia (cfr.
Gn.18,16-19,29; Mt.10,15). Fueron invitadas a la penitencia y no respondieron;
a mayor actividad de Jesús, mayor responsabilidad de parte de ellos. “¡Ay de
ti!” (v. 21), es toda una llamada a la desventura, contrario a bienaventurados
(cfr. Mt.5,3; 23,11ss). Ciudades que serán juzgadas
con mayor severidad, que las ciudades de Tiro y Sidón, mencionadas por los
profetas, por su por su riqueza y altiva arrogancia (cfr. Is. 23,1-14; Ez.
26-28). Es en, Corazaín y Betsaida, donde se han
hecho grandes milagros de parte de Jesús; si en Tiro y Sidón se hubiesen hecho
los milagros que ahora el Mesías realiza, esas ciudades se habrían convertido,
por ello serán tratadas mejor el día del juicio
(vv. 21-22). Pero el juicio más fuerte es para su propia ciudad: “Y tú,
Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar?
¡Hasta el Hades te hundirás!
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en
ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá
menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti.” (vv. 23-24; Mt. 9,1).
¿Cuáles milagros fueron hechos en estas ciudades? No lo sabemos con exactitud.
Los milagros son obras de Jesucristo, que actúa con el poder de Dios, sobre
Satanás, los elementos de la naturaleza, la enfermedad, y la muerte. Milagros
que son predicación y obras al mismo tiempo, que llaman a la conversión sobre
todo en las ciudades más pecadoras. La más responsable es Cafarnaúm, porque ahí
Jesús estuvo más tiempo, se hacía presente el Reino de Dios, con su presencia y
palabra, milagros y acciones. Las palabras que usa Jesús, son la referidas por
el profeta cuando condena a Babilonia (cfr. Is. 14, 13-15). Han rehusado el don
de la gracia y han dejado pasar el tiempo de la decisión. La predicación de
Jesús, ayer como hoy, exige una respuesta personal a su invitación; la
respuesta es tan importante, que tiene repercusión en el ingreso a la vida
eterna o en su auto-exclusión de la misma.
La verdadera respuesta es la conversión personal a la que nos llama la
Iglesia, en nombre de Jesús, a los valores y actitudes del Reino de Dios. Vemos
tanta falta de Dios e increencia entre los hombres, egoísmo manifestado en todas sus formas, que
Dios nos pide generosidad para creer en eso que Jesús nos predicó y enseñó con
su vida. La oración frecuente al Espíritu Santo y la vida teologal, como
sacramental, son la fuente de la cual mana la savia divina que nos hace
testigos veraces del Resucitado.
La nueva
Teresa de Jesús, nace del encuentro con Jesús de Nazaret, convertida a su amor,
gracia de arrepentimiento y unión que la purifica y levanta al diálogo divino
con Aquel, que la ama desde siempre en lo interior.
“Comencé a leer las Confesiones de San Agustín…Cuando llegué a su conversión y
leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio
a mí (la conversión)” (Vida 9, 8).
Lecturas bíblicas
Este
evangelio nos habla de la filiación divina de Jesucristo, Hijo de Dios, su
relación con su Padre. Esta realidad nos hace pensar que Dios es Padre de Jesús
y nuestro a través de ÉL de todos los creyentes, centro de su predicación a los
hombres. La paternidad divina, define de algún modo la relación de los hombres
con Dios, si la aceptan, pero sobre todo es de Dios a los hombres, porque la
iniciativa es suya. Encontramos una acción de gracias a Dios Padre, por la
revelación que hemos conocido y la hace Jesús a nombre de todos. El contenido
de dicha revelación son los misterios del Reino y termina este pasaje con una
invitación a llevar su yugo. La acción de gracias por haberla ocultado a los
sabios y entendidos de este mundo, es una referencia al rechazo que escribas y
fariseos había hecho de la persona y palabra de Jesús de Nazaret. Ellos eran
los sabios de la Ley, en cambio, los misterios del Reino desbordan los límites
de la sabiduría humana. Sólo aceptan los misterios del Reino los que son
conscientes de su pobreza interior, pequeñez que busca de Dios para llenar ese
vacío de la propia existencia. Características que se pueden encontrar en
aquellos que buscan la verdad, doctos o no, como el ejemplo de Nicodemo (cfr.
Jn. 3,1-21). Sólo donde hay humildad, se despliega el misterio de la paternidad
divina, en cambio, donde se refleja la autosuficiencia religiosa, es imposible
conocerlo y mucho menos aceptarlo. En otro momento de este evangelio, Jesús se
define como el único revelador del
Padre, y esto es fruto del conocimiento
que tiene de ÉL. Conocimiento que el pueblo judío admitía, como reconocimiento
de la elección que Yahvé había hecho de Israel su pueblo elegido. Sólo su
pueblo elegido conocía a Dios; ÉL había entregado su revelación. La relación de
Jesús con su Padre, se justifica desde la intimidad divina: “Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre
le conoce bien nadie sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (v. 27; cfr. Jn. 3, 11. 20). Dios
se revela a los sencillos y de corazón humilde; aceptar a Jesucristo, consiste
no en ciencia alguna sino en acoger la revelación gratuita de Dios a los que
ama. La fe, es la ciencia de creer en Dios Padre y en su Hijo, su objeto es la
experiencia de vida, de comunión con Dios y el prójimo y especialmente una
vivencia entrañable de la intervención de Jesucristo en el que tiene fe y lo
acepta como Señor. Sólo los humildes conocen a Dios, intuyen su querer, conocen
sus secretos y en este sentido los Santos Doctores de la Iglesia como Teresa de
Jesús, Juan de la Cruz, son un ejemplo de creyentes de excelencia.
Teresa de
Jesús, nos invita a vivir la humildad delante de Dios y de los hombres, pero
sobre todo con nosotros mismos, en el sentido de conocernos lo suficiente para
saber cuánto necesitamos de Dios y de los demás, reconocerlo y obrar de acuerdo
a la voluntad de Jesús que se hizo uno de nosotros por nuestro amor y
salvación. “No está el amor de Dios en lágrimas…sino en servir con justicia, fortaleza
de ánima y humildad” (Vida 11,13).
Lecturas bíblicas
En este
evangelio encontramos una invitación al descanso. Uno podría preguntarse: ¿De
qué estamos cansados? Delante de sí tiene Jesús a las personas a las que ha
dedicado su amor: los pobres, los ignorantes, enfermos y la gente sencilla. Le
han llevado sus enfermos, han escuchado sus palabras, han procurado tocarle
aunque sean los bordes de sus vestidos. Ahora los invita a Sí a todos y les
promete aliviarlos; son como ovejas sin
pastor (cfr. Mt. 9,36). En los tiempos de Jesús, el yugo se refería a la
observancia estricta de la Ley mosaica, que el pueblo ya no soportaba, eran tantas
prescripciones, que por lo mismo, ya ni
las conocen ni observaban (cfr. Ez. 20,13). Por eso, los maestros fariseos y
escribas, consideraban como malditos de Dios al
pueblo ignorante (cfr. Hb. 15,10). El descanso al que invita Jesús, es a
sentirse aliviados del peso de la Ley de Moisés, su absolutismo, y acoger el
yugo suave de su doctrina, que consiste primeramente en la acción del Espíritu
Santo en lo interior del creyente, poniendo la fuerza necesaria para cumplir
los mandamientos, las bienaventuranzas, y lo más importante el amor a Dios y al
prójimo. El yugo de Cristo, es suave y ligero, porque viene al hombre con
humildad, desde su misterio de haberse hecho uno como nosotros (cfr. Flp. 2,5);
lo acoge para que descanse en ÉL y le invita a la mansedumbre, para que desde
esta experiencia, comience el camino de una intimidad divina que lo haga un
discípulo y revelador del amor de Dios en su vida para el prójimo. La ley de
Cristo, es yugo llevadero porque nace de la alegría y de la confianza en Dios;
Jesús es más exigente, como vemos en las bienaventuranzas, que los rabinos
judíos, pero la diferencia está en que es Maestro manso y humilde, y no
despótico (cfr. Zac. 9, 9). Su yugo es suave, no es pesado, porque sólo exigen
entrega y amor. Considerando todo la voluntad de Dios es un yugo y una carga,
pero se hace liviano, si hacemos lo que nos dice Jesús: aprended de mí. El
propio Jesús lo vive, su misión es un yugo y un peso, él lo ha aceptado como
Siervo humilde. Se hizo como uno de tantos, hace la voluntad de Dios, se hizo
servidor de todo. Aunque el Padre le entregó todo, se hizo esclavo de todos.
Jesús promete el descanso para quien hace la voluntad de Dios en la vida
cotidiana, en las cosas pequeñas. Quien vive para Dios, ejercita el amor, es
levantado interiormente a la unión divina. Esa religión y moral, basada en
normas y leyes, sin alegría, desgraciadamente todavía se vive en la Iglesia de
hoy porque muchos cristianos, lo entienden como un mero cumplimiento. La
religión fundada por Jesucristo está basada en el evangelio, anuncio alegre de
la salvación, libertad y gozo, amor a Dios y al prójimo. Creemos y seguimos a
Jesús, creemos en su palabra y en los valores que encarnó y predicó; exige una
respuesta de amor. Como bautizados, el Espíritu Santo ora en nuestro interior,
como hijos con el Hijo al Padre. ¡Padre nuestro! Esta relación de filiación
divina posibilita la respuesta a la voluntad de ese Padre Dios que nos ama y
une a su Hijo e ingresar en la vida eterna.
La Santa
Madre Teresa, exige cultivar esta virtud para ser verdadero cristiano orante y
contemplativo; conocer la propia verdad o realidad a la luz de la verdad de
Dios. “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo
de esta virtud que la humildad, y púsome delante
esto: que es porque es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad” (6 Moradas
10,7).
Lecturas bíblicas
Nos
encontramos con Jesús, en uno de los enfrentamientos con los fariseos y
escribas, en su afán de liberar al hombre de la esclavitud de la religión
judía. Lo peor es que lo hacían en nombre de Yahvé y de su ley. El sábado se
santificaba con el descanso de todo tipo de trabajo y se pasó de una ley
humanitaria a una institución sagrada, pero no al servicio del hombre, sino más
bien, para ser servida por el hombre. Jesús proclama que el sábado fue hecho
para el hombre, y no al revés (cfr. Mc. 2, 27); palabras que sonaron a
blasfemia. Se había llegado a medir los pasos que el piadoso judío debía
caminar para no faltar al descanso del sábado (cfr. Hb. 1,12). ¿Arrancar
espigas y comerse los granos mientras se va de camino, se puede considerar un
trabajo? ¿Era lícito o no hacerlo en
sábado? (v. 2). Estaba permito el coger espigas y comerlas, no así el
cosechar algo ajeno (cfr. Dt. 23, 25). Los fariseos le acusan de que lo
consintiese, y no lo impidiese en sábado. Jesús responde recordando lo
acontecido con David y los suyos, que huyendo de Saúl, le pidió al sacerdote Aquimelec los panes reservados para los sacerdotes en el
templo, para él y sus hombres, aunque este texto, no señala que fuera en sábado
(cfr. 1Sam. 21,2-7). Se resalta aquí la libertad de David y de Jesús. Con ello
establece que Jesús que el sábado no es un absoluto: primero está la necesidad
humana, antes que la ley del sábado, como hizo David y sus hombres. El segundo
argumento es más fuerte todavía, se refiere al culto que los sacerdotes
tributaban a Dios en sábado, lo que implicaba trabajo: la inmolación de los corderos, la recolección de los dones, la
purificación de las vasijas, etc. Los sacerdotes lo hacían y no incurrían en
culpa. Esa libertad es ahora cuanto más debe estar presente, porque en el
templo hay uno que es más grande que el templo; el templo lo habita sólo Dios,
en Jesús no sólo habita sino que obra por medio de Él, hecho hombre. Esa
dignidad es mayor que toda la Casa de Dios, hecha de piedra y madera. Finalmente,
Jesús usa un tercer argumento: les pide a sus adversarios que mediten qué
significa: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Os. 6, 6; Mt. 9,13). Jesús en
línea profética, apela a un orden de valores: Dios quiere el corazón, la
obediencia, la verdadera justicia, la bondad. Si se cumple con estos valores
entonces Dios acepta también los sacrificios. Lo que no puede faltar es la
misericordia, de lo contrario, nos alejamos de la voluntad de Dios. Los
argumentos de Jesús superan la queja y dan con el profundo sentido de la ley de
Dios y las referidas al culto divino. No es una objeción al templo, al culto o
a los sacrificios. Más importante que el sábado y los sacrificios del templo,
es la misericordia con el necesitado, con el hambriento en este caso y esto sí
es voluntad de Dios. Jesús inaugura el tiempo de los que adoran a Dios en espíritu y en verdad (Jn.4,
23). Primero será la obediencia y la misericordia y luego las rúbricas
litúrgicas. El culto divino adquiere ahora con la nueva alianza una gran
dignidad porque es ofrecido por Jesús, sumo sacerdote. Llevar el culto
dominical a la vida, y la vida al culto, es cosa de hacerlo más humano y
divino. Sólo quien hace la voluntad de Dios y obedece a Jesús encuentra
salvación. La celebración eucarística nos dona su Palabra, su Cuerpo y Sangre
para tener vida eterna. Jesús es Señor
del sábado.
Teresa de
Jesús, en la Humanidad de Cristo, descubrió el camino para ir a Dios, en un
tiempo, como ahora, en ciertas corrientes espirituales, la Humanidad de Cristo
era considerada un impedimento para los orantes avanzados. La Santa luchó
contra estas teorías: Jesús es camino siempre hacia el Padre. “Veía que aunque
era Dios, era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres” (Vida
37,5).
Lecturas bíblicas
El
evangelio nos presenta otro encuentro de Jesús enfrentado con los fariseos, que
le critican que sanara a un hombre con la mano paralizada, en sábado, y en la
misma sinagoga (Mt.12,9-14). ÉL justifica su acción
argumentando, que si estaba permitido salvar una oveja que caía al pozo en
sábado, con cuánta mayor razón, se podía sanar un hombre enfermo; el hombre
valía mucho más que una oveja (cfr. Mt.12,11). El
hombre no había nacido para servir al sábado, sino que todo debe estar a su
servicio. Este es el momento, en que los fariseos deciden eliminar a Jesús (v.
14), ÉL sigue haciendo el bien a quienes lo necesitan, sólo les pide a la
gente, que no lo digan a nadie. ¿Cuál es el motivo para imponer silencio? Es el
secreto mesiánico. La prudencia le aconseja evitar nuevos controversias con los
fariseos, necesitaba tiempo para exponer su doctrina y su mesianismo, por ello
Jesús se retira de esa región (v.15). Pero la razón más importante es de carácter
teológico: Jesús, es el Siervo de Yahvé (cfr. Is. 42,1-4), que actuará sin
ostentación, con sobriedad que busca a los pobres y necesitados, concederá la
justicia a todos incluidos los paganos. Jesús, es el Siervo de Yahvé, en que se
cumplen las esperanzas de las naciones, vive oculto en el misterio, pero que se
esclarece con su muerte y resurrección, en total sintonía con el hombre pecador
al que vino a rescatar para hacerlo hijo de Dios. Al Siervo no se le retira
nada de lo que se la había confiado desde el principio: ser el Emmanuel y
salvar a su pueblo de los pecados (Mt.1, 21.23). La voz de Jesús, del Mesías, su
palabra, es no sólo para Israel, sino para todas las naciones, como lo había
anunciado Isaías; pero la actividad del Siervo es internamente sanadora, no
porfía ni grita sino que delicada misericordiosamente cura las heridas, alienta
el desánimo, se inclina sobre el pecador. Delante de sus adversarios, Jesús no
hace otra cosa que defender los derechos de Dios y obedecer a su palabra manifestada
en Jesús. El retirarse de Jesús de escena no es una derrota sino el triunfo de
la soberanía de Dios. En su Nombre esperan todas las naciones, incluida Israel.
El camino del Mesías va de la humillación al ensalzamiento, del retiro a la
manifestación (cfr. Mt.10, 27). San Juan manifiesta el mismo proceso pero a la
inversa: el Verbo desciende del Padre, la Palabra preexistente viene de Dios a
la humillación de hacerse hombre, para volver exaltado al seno del Padre con
toda la humanidad redimida (Jn.16, 28). La Cruz se alza desde entonces, como
esperanza nuestra, fuente de vida.
El alma
poética de Teresa de Jesús, nos invita en estos versos a descubrir en la Cruz
el camino de la vida verdadera que nos dejó abierto con su ofrenda al Padre
Jesucristo, el Señor por toda la humanidad. “En la Cruz está la vida y el
consuelo, y ella sola es el camino para el cielo” (Poesía 19).
P. Julio González C.