DECIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO   

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

Contenido. 1

DOMINGO.. 1

a.- Os. 6, 3-6: Quiero misericordia y no sacrificios. 2

b.- Rom. 4, 18-25: Abraham creyó contra toda esperanza. 2

c.- Mt. 9, 9-13: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores. 2

LUNES.. 4

a.- 1Re. 17,1-6: Elías sirve al Señor, Dios de Israel. 4

b.- Mt. 4,25 - 5,1-12: Las Bienaventuranzas. 4

MARTES.. 5

a.- 1Re. 17,7-16: La viuda de Sarepta y el milagro de la harina. 5

b.- Mt. 5,13-16: Vosotros sois la sal y luz del mundo. 5

MIERCOLES.. 7

a.- 1Re. 18,20-39: Yahvé es el Dios verdadero. 7

b.- Mt. 5,17-19: No vine a abolir, sino a dar cumplimiento. 7

JUEVES.. 8

a.- 1Re.18, 41-46: Elías oró, y el cielo dio su lluvia. 8

b.- Mt. 5, 20-26: Superar la justicia de fariseos y letrados. 8

VIERNES.. 10

a.- 1Re. 19, 8-9. 11-16: Aguarda al Señor en el monte. 10

b.- Mt. 5, 27-32: El adulterio. 10

SABADO.. 12

a.- 1Re. 19, 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías. 12

b.- Mt. 5, 33-37: Sea vuestro lengua sí, sí, no, no. 12

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.- Os. 6, 3-6: Quiero misericordia y no sacrificios.

El autor de la primera lectura está pensando en una liturgia penitencial, ante el inminente castigo divino (v. 5), el pueblo se exhorta a sí mismo a volver al Señor, pero un regreso efímero, como rocío matinal que pasa, pero sin conversión interior (vv. 4-6). Surge entonces el querer de Dios: “Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocausto” (v. 6). Esta es una idea frecuente en los profetas que criticaron el culto vacío y la hipocresía de los que creen que por practicar ciertos ritos y ceremonias, ayunos y purificaciones, se olvidan mientras tanto de la justicia y del amor al prójimo y la reconciliación fraterna. Su religión es vacía e inconsistente.

b.- Rom. 4, 18-25: Abraham creyó contra toda esperanza.

El apóstol nos exhorta a tener una fe madura, cuyo padre y prototipo es Abrahán, el padre de todos los creyentes. El don de la fe que nos salva, lo da Dios al que confía totalmente de él, y cree contra toda esperanza humana de ser padre, con los años que tenía y con su mujer estéril. “No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente estéril. Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido. (vv. 19-21). Todo le valió para ser considerado justo, pero no sólo a él, sino también a nosotros si creemos en Aquel que resucitó a Jesucristo para nuestra justificación, como termina afirmando el apóstol Pablo (vv. 23-25).

c.- Mt. 9, 9-13: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores.

El evangelio, hace la misma denuncia de la primera lectura, sólo que en labios de Jesús, tiene una fuerza impresionante, respecto a la postura de los fariseos en relación a la vocación de Mateo, un publicano, convertido en apóstol de Jesucristo. “Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (v. 13). El Maestro ha llamado a sus filas a Mateo, un recaudador de impuestos para Roma, pecador público, es la denuncia de los fariseos. Lo quiere entre los suyos, Mateo ha dejado todo y lo ha seguido, organiza un banquete y Jesús es invitado con sus discípulos. A Jesús, lo acusan los fariseos de varias cosas, entre esas, de comer con publicanos y pecadores, sin embargo, su conducta tiene una explicación: “Mas él, al oírlo, dijo: No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” (vv. 12-14). El Dios tres veces Santo, en Cristo, viene a por el pecador para redimirlo. Queda clara la opción de Cristo por las ovejas perdidas de Israel, su misericordia para con los pecadores, de ahí que se entienda que fueron los pequeños, los débiles, los pobres pecadores quienes comprendieron la salvación que traía Jesús, mejor que todos aquellos que se consideraban justos, sanos y sabios. Mateo, con ser un recaudador rico era, sin embargo, un pecador público, un discriminado social, como hoy prostitutas y alcohólicos, drogadictos etc. La llamada de Jesús, le devolvió su dignidad humana y religiosa, como hijo de Dios, desde que escuchó ese “sígueme”. Le restituyó la pureza verdadera, no la legal, sino la conversión al amor, a la piedad y a la misericordia. La frase de Jesús, cita de Oseas, también da pie para reflexionar sobre el verdadero culto, la verdadera religión. El Maestro de Galilea, no propone abolir el culto, sino que se viva una religión autentica que comprenda al hombre todo y al prójimo. Jesús, critica el culto vacío y ritualista, pero propone una celebración centrada en la fraternidad, en la verdad, en la justicia. Que la verdadera religión una con Dios y con los hombres. A donde se dé apertura al misterio de Dios celebrado en una absoluta disponibilidad ante él, no olvidando la justicia y misericordia, la reconciliación ante las fracturas que sufre a veces la comunión, en pocas palabras culto en espíritu y en verdad a decir de San Juan (Jn. 4, 24). Si este culto es celebrado según el querer de Jesús, todos los pecadores pueden entrar en el reino de los cielos. A la invitación de Jesús a seguirlo, siguió la invitación de Mateo a su casa, del mismo modo vive Dios en el alma de todo ser humano, más todavía si es cristiano, enseña el místico Juan de la Cruz. Vive la unión sustancial, como criatura de Dios, pero también la unión de voluntades en el amor, cuando el alma limpia de todo lo que repugne la santidad de Dios, hace de su casa morada y cielo donde se gozan en la mutua contemplación.

San Juan de la Cruz: “Para entender, pues, cuál sea esta unión de que vamos tratando, es de saber que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente… Y así, cuando hablamos de unión del alma con Dios, no hablamos de esta sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión y transformación del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino sólo cuando viene a haber semejanza de amor. Y, por tanto, esta se llamará unión de semejanza, …; la cual es cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra. Y así, cuando el alma quitare de sí totalmente lo que repugna y no conforma con la voluntad divina, quedará transformada en Dios por amor” (2S 5, 3).


LUNES   

Lecturas bíblicas

a.- 1Re. 17,1-6: Elías sirve al Señor, Dios de Israel.

b.- Mt. 4,25 - 5,1-12: Las Bienaventuranzas.

Las Bienaventuranzas son todo un camino de santidad, síntesis de todo este primer  discurso  de Mateo (cc. 5-7). El Reino de Dios ha llegado, se cumple la palabra del  profeta (cfr. Is.61, 1-3). Se anuncia la Buena Nueva: la felicidad se encuentra en la  pobreza. Aquellos que el mundo desprecia, son dichosos, porque desde su  indigencia se abren y acogen el don de Dios: Jesús, manso y humilde de corazón  (Mt.11, 28-30). A quienes van dirigidas las Bienaventuranzas, son en quienes  resplandece la gracia de la riqueza de Dios. Camino que recorrió Cristo Jesús y  ahora propone a sus discípulos, pasó haciendo el bien a todos los hombres, durante  su ministerio de evangelización. No exige a nadie, algo que antes Él no viviese,  experimentase y así abre caminos que llevan a Dios y a lo más noble del ser  humano. Vivir o experimentar estos momentos de felicidad, o de gracia, son  actitudes que se viven todos los días, para convertirlos en una bienaventuranza, es  necesaria la vida teologal. Hay que tener fe, creer para no quedarse sólo en la  aflicción, la pobreza, la injusticia, el hambre y sed de justicia, etc. Hay que darse  cuenta, que son promesas para el futuro, es decir, se hace lo que pide Cristo, pero  el fruto de esa acción, la entrega por medio del Espíritu Santo, cuando ÉL lo  establece, en su mejor tiempo. En cada Bienaventuranza hay una promesa que  cumplir sin más, pero también, se cumplen en el presente, porque siempre está la  oportunidad de iniciar este camino de transformación interior, con el deseo de  transformar la realidad, que nos toca contemplar día a día. Jesús consoló a los  afligidos, dio pan a los pobres (cfr. Mt.14,13-21; 15,32-39), alabó a quienes ponen  su corazón en los bienes eternos, fue misericordioso con los pecadores, alabó la  pureza de corazón de quienes buscan a Dios sólo porque ÉL es, príncipe de la paz  (cfr. Is. 9,5), sembró la paz con su sacrificio en la Cruz (cfr. Ef. 2,16), fue  perseguido por la justicia en su infancia (cfr. Mt. 2,13-18) y luego como Mesías,  predicador, enviado del Padre, como hijo de Dios. ÉL nos dio ejemplo, por lo tanto,  hay que mirarlo e imitar sus actitudes  de cara al Reino de Dios en medio de la  sociedad de hoy. Son dichosos los pobres, porque Cristo se configuró con ellos, el  Reino les pertenece, siendo ÉL rico se hizo pobre (cfr. 2Cor. 8, 9); dichosos los  humildes, los que esperan con paciencia la salvación de Dios; dichosos los tristes,  los que sufren la maldad del mundo, derraman lágrimas de arrepentimiento y oran;  dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque desean una justicia  íntegra para los que padecen la injusticia; dichosos los misericordiosos, es decir,  son los que viven las exigencias para entrar en el Reino de Dios, perdón al hermano  y ayuda oportuna al necesitado. Dichosos los limpios de corazón, aquellos que no  permiten el mal del mundo en su corazón, se les promete ver a Dios (cfr. Ap. 22,  4); dichosos los que construyen la paz, son reconocidos como hijos de Dios (cfr.  Mt.5, 45). La octava bienaventuranza se refiere nuevamente a la justicia, voluntad  de Dios, pero en sentido comunitario, es bienaventurado quien se adhiere  incondicionalmente a Jesús y a la voluntad del Padre, dispuesto a sufrir por esta  causa. Es seguimiento incondicional hace de los discípulos, sal que da sabor a la  vida por el evangelio que predican y son luz, porque anuncian a Jesús luz del  mundo, con lo que por sus obras dan gloria a Dios. Es el paso de Cristo por nuestra  casa, por nuestras vidas, sentimos que camina con nosotros. Hay que reconocerlo,  como lo mejor de todas las bienaventuranzas. Bienaventurados los que te conocen,  aman y sirven ayer, hoy y siempre a Jesucristo Señor.      

Si bien S. Teresa de Jesús no habla de las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús, el término  bienaventurado, es común en sus escritos: “Bienaventurada alma que la trae el  Señor a entender verdades” (Vida 21,1). 


MARTES   

Lecturas bíblicas 

a.- 1Re. 17,7-16: La viuda de Sarepta y el milagro de la harina. 

b.- Mt. 5,13-16: Vosotros sois la sal y luz del mundo.   

El evangelio define la misión del apóstol: ser sal (v.13), y luz del mundo (vv.14-16). Es la imagen del hombre nuevo de las Bienaventuranzas. La sal del cristiano, debe consistir en que ya sumergido en las realidades temporales, le debe ayudar a  descubrir el sentido de la vida desde la fe, para que no piense ni obre con criterios  del mundo. Si la sal fue utilizada para evitar la corrupción de los alimentos en la  antigüedad, hoy debe ayudar a preservar al cristiano y a la sociedad, de la  corrupción del pecado y la injusticia; hacer de la comunidad humana, un espacio de  convivencia pacífica y justa, donde  los derechos humanos sean respetados, donde  el matrimonio y la familia sean el lugar normal de crecimiento de las nuevas  generaciones, porque sin Dios la sociedad se convierte en un espacio de muerte, y  al hombre lo corrompe la maldad de creerse señor del bien y del mal. La  humanidad necesita de la sal de los cristianos, espera que la vigoricen, sazonar la  sociedad, esa es la vocación de los cristianos. Si llevan el espíritu de las  Bienaventuranzas se convierten en una fuerza para la desalentada humanidad. Esta  existencia cristiana que vive  del reino de Dios y confía en él, se convierte en el  vigor interno de cada hombre y del ambiente en que vive. La sal, además, tiene  otro significado importante, que se refiere a la sabiduría, el cristiano posee la  verdadera sabiduría que encierra la plenitud de lo humano y divino, que le viene del  Evangelio, la palabra de Dios. Pero Jesús también nos advierte: “Pero si la sal se  hace insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada, sino para  tirarla afuera y que la pisoteen los hombres” (v.13). Así pues las fuerzas que sirven  a Dios, la vocación, pueden debilitarse, lo mismo la confianza en Dios. Si se  derrumba el discípulo, también la entrega a los demás. Necesitamos esta sal de la  fe, ninguna otra la suple, la necesita la sociedad; en cambio, la sal insípida se  arroja (cfr. Mt. 22, 12; 25,30). Es una vocación excelsa la del cristiano, ser sal,  pero si no se cuida, puede malograrse, escurrirse y caer en la indiferencia, incluso  contar con el castigo de ser echado fuera por insípido. Si Israel, y ahora la Iglesia,  son depositarias de la palabra de Dios, la metáfora de la sal, nos viene a decir, que  esta palabra no debe perder su sabor, su poder de convocar al pueblo a la fe. En un  segundo momento, tenemos la metáfora de la luz (vv.14-16), si bien antes se  había relacionado con Israel (cfr. Is. 49,6), ahora son los discípulos de Jesús, los  llamados  a ser luz del mundo (cfr. Flp. 2,5; Ef. 5, 8. 13). El cristiano será luz del  mundo, en la medida en que esté unido a Jesucristo, que es la verdadera luz del  mundo (cfr. Jn. 8,12; 9,5; 12,46). Esta metáfora de la luz también hace referencia  a la palabra de Dios, porque esta palabra es una manifestación de su presencia en  medio de los hombres; no olvidemos que Jesús, luz del mundo, es portador del  evangelio de la gracia. Su palabra es luz y verdad. La referencia a la ciudad  edificada sobre el monte, alude a Jerusalén, lugar de peregrinación de todos los  pueblos de la tierra (v.15; cfr. Is.2, 3; Sal.121,3). Jesús lo aplica a los discípulos,  porque ahora son el nuevo Israel, luz que no se apaga y se ve desde lejos, es decir,  su brillo ilumina a todos. Ser la sal y la luz del mundo, se reduce a dar testimonio  del amor infinito que Dios ha depositado en el corazón del cristiano, le que le da  sentido auténtico a su vida. Las obras de la fe, son la luz que traspasa la vida del  cristiano, son la verdad de fe hecha realidad, vivida. Son luz que fluye de la fe sin  mérito propio, las obras no son motivo de alabanza personal, sino para que Dios  sea ensalzado. La luz del cristiano, remite al Padre de las luces (cfr. Samt.1, 17).  Esta vocación del cristiano hace cercano y manifiesto a Dios con toda la vida,  iluminada por el amor y las obras nacidas de la verdad. 

Teresa de Jesús, muchas veces sintió la presencia amorosa de Jesús en su vida.  Bastó una vez para decirle su Sí definitivo; las otras veces fue para realizar obras  que demostraran su amor, por tan gran Señor. “No nos deja de llamar para que nos  acerquemos a él” (2M 1,2).


MIERCOLES   

Lecturas bíblicas 

a.- 1Re. 18,20-39: Yahvé es el Dios verdadero. 

b.- Mt. 5,17-19: No vine a abolir, sino a dar cumplimiento.   

El evangelio nos presente la postura de Jesús frente a la Ley de Moisés. La ley fue dada por Yahvé, para ordenar santamente la vida de Israel. Dada también para el creyente para nutrir su pensamiento, sus pensamientos y acciones éticas y religiosas.  La voluntad de Dios, está presente en cada palabra de esa ley, pero junto  a ella están los profetas donde también está expresada dicha voluntad. La ley fue presentada por Moisés en el Sinaí, y el pueblo aceptó su cumplimiento. Si esta ley paso a las generaciones posteriores, palabras y obras, hasta convertirse en la norma interna que rige la vida moral y espiritual del pueblo. Tan sagrado vínculo, ¿puede derribarse en un momento lo que expresó la voluntad de Dios, porque vino de ÉL, en forma tan inequívoca lo que actualizó durante siglos, porque lo dice Jesús? ¿No era que Él quería cumplir toda justicia? (Cfr. Mt. 3,15). Jesús ha venido de parte de Dios a dar cumplimiento, no vino a abolir la ley  sino a dar cumplimiento (v.17). La ley y los profetas no es lo definitivo, sino que con Jesús alcanzan su última perfección. Es ÉL quien enseña cómo hay que llevar a cabo la voluntad de Dios en forma real, efectiva, sólo podemos leer las Escrituras, a la luz de la revelación de Jesús. Pero para los fariseos todavía no había sido descorrido el velo por su falta de fe (cfr. 2Cor. 3,14-16; 4,6). La afirmación de Jesús, acerca del cumplimiento de toda la palabra de la ley (v.18), viene a significar la permanencia de la palabra, No dejará de estar vigente, es palabra de Dios, ha hablado por ellas, en cambio, la palabra de los hombres pasa, es fugaz. Ahora Dios nos habla su palabra definitiva en Jesús, no ya por la ley o los profetas, la ley alcanzará su perfeccionamiento por medio de la doctrina de Jesús. Su cumplimiento pasa por la vida de Jesús, su persona, su destino, su muerte, no se contenta sólo con enseñar su cumplimiento. Cuando todo se cumpla, se revelará que Jesús es el verdadero profeta, la última palabra de Dios, el revelador del querer de Dios, camino y verdad para el creyente. Finalmente, se recalca el cumplimiento y la enseñanza de estos mandamientos, sólo que ahora se pueden vivir a la luz de la revelación de Jesús. Se invita a cumplir incluso los mandamientos menores con la misma entrega y amor, lo que preserva a creyente de la arrogancia de no dar importancia a las cosas sencilla de la vida. En el Reino de Dios seremos tal como hayamos vivido,  conservado y enseñado el tesoro de la fe.

S. Teresa de Jesús, “Madre de los espirituales”, como se le designa a la Santa de  Ávila, nos enseña como el Señor la condujo por el camino de la vida interior.  “Entiendo que, sin ruido de palabras, le está enseñado este Maestro divino,  suspendiendo las potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si  obrasen. Gozan sin entender cómo gozan; está el alma abrasándose en amor, y no  entiende cómo ama; conoce que goza de lo que ama, y no sabe cómo lo goza; bien  entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle; abrázale la  voluntad sin entender cómo; mas en pudiendo entender algo, ve que no es este  bien que se puede merecer con todos los trabajos que se pasasen juntos por  ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del cielo, que, en fin, de cómo quien  es. Esta, hijas, es contemplación perfecta.” (Camino de Perfección 25,2).


JUEVES   

Lecturas bíblicas

a.- 1Re.18, 41-46: Elías oró, y el cielo dio su lluvia.

b.- Mt. 5, 20-26: Superar la justicia de fariseos y letrados.   

Comienza Jesús a instruir a sus discípulos, en forma muy concreta, sobre la nueva justicia, superior a la antigua. La presencia de  la nueva justicia en las Bienaventuranzas (cfr. Mt. 5, 6.10) es el tema que recapitula y  sintetiza las exigencias de la ley establecida en el Sinaí; la asume, con un nuevo  contenido, destinada a los miembros de la comunidad cristiana. Comienza, el  discurso llamado de las antítesis, es decir, “habéis oído que se dijo” y “yo os digo”,  lo nos enseña ahora (cfr. Mt. 5, 21-43). Pide que hay que ir más allá de lo  mandado, es decir, no quedarse en lo externo sino ir más allá, comenzando por interiorizar la ley. De  ahí que establezca que si la justicia, santidad de sus discípulos, no es mayor que la  de los fariseos y letrados, no entrarán en el Reino de los cielos. También los escribas y fariseos buscaban la justicia, los primeros en las Escrituras, la enseñan a los niños son los maestros oficiales de Israel, hacen de jueces en los procesos; los segundos, son radicales, quieren observar la ley con gran celo, van más a la práctica que a la doctrina (cfr. Lc.1,52). Las nuevas  actitudes que pide Jesús son exigencias mayores que las que viven y proponen escribas y fariseos. Si bien,  hunden sus raíces en la anterior ley, ahora adquieren una nueva dimensión, que  desborda a las primeras. En el evangelio de Mateo, tanto la novedad que  representa  Jesús y su evangelio, que sobrepasa las exigencias de la Ley (cfr.  Mt.5, 21-47), como la continuidad de las actitudes reclamadas anteriormente  (cfr.  Mt. 6, 2-6), establecen la conexión, pero al mismo tiempo, fijan la distinción entre  ambos períodos, se entienden mejor con el término nueva justicia, que usa el evangelista.  Lo que propone Jesús debe superar la actitud de justicia de escribas y fariseos. Miradas en su conjunto, las antítesis expresan la importancia de la Ley, para la  llegada del Reino de Dios, le da una nueva luz. “No matarás” (v.21; cfr. Dt.5,17). Toda vida viene de Dios, y es santa, por ello, posesión de la divinidad. La sangre derramada clama al cielo, a nadie está permitido matar, y quien lo haga será juzgado (cfr. Gn.9,2s; 4,10; 9.6; Lev.24,17-20). Es un imperativo, el de Jesús, pero enseña  que quien se deja llevar por la ira, o llama a su hermano loco o inútil, es reo de  responder en un tribunal (v.22). Se puede matar la honra, el nombre de otro, no con las  armas, sino con las actitudes del desprecio, del odio, o de renegar contra el  hermano. Jesús va más allá, insiste  en lo interior. Va a la raíz del acto de denigrar al  otro. Para favorecer más esta actitud de interiorizar la ley de Dios, establece otro  criterio fundamental, como es, unir la vida moral al culto divino, ofrenda y fraternidad. El israelita consideraba hermano al de la misma sangre y de la misma fe, para el cristiano es hermano de Jesucristo, todo cristiano. El símil de la  ofrenda en el altar explica esta realidad (v. 23). No basta entonces, para ser un  buen discípulo de Cristo, la rectitud moral, para eso no se necesita fe, sino que esa  vida sea fruto de una íntima relación con Dios, que hace de las actitudes otras  tantas virtudes que florecen del sano equilibrio entre principios morales y una  dinámica de vida teologal. La justicia, es decir, la santidad del cristiano será  auténtica, si a la voluntad de querer hacer las cosas bien, se unen sólidos principios  morales nutridos por la fe y el amor de Dios. En la convivencia diaria, muchas veces  ofendemos al prójimo de forma constante: cuando hablamos mal, calumniamos,  hacemos daño al hermano también con nuestras omisiones, etc. Jesús pide respeto  por la vida del prójimo, en todas sus formas, para hacer del culto público y privado  que rendimos a Dios, algo auténtico; hacer de la propia vida una verdadera  religión, mejor dicho, una ofrenda humilde y agradable en la presencia del Altísimo,  que en el corazón tiene su altar donde se ofrece continuamente el sacrifico del  amor a Dios y al prójimo.

Santa Teresa de Jesús enseña que a grandes gracias del Señor, debe haber una mayor colaboración y responsabilidad del cristiano, una conciencia limpia y agradecida. “Y que no  piense que, por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva  el Señor a cada una cómo ve que es menester. Aparejo es para venir a ser muy  sierva de Dios, si se ayuda; mas, a las veces, lleva Dios por este camino a las más  flacas; y así no hay en esto por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes,  y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a  nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede  saber acá hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos  espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender.  ¡Sea por siempre alabado, amén!” (6 Moradas 8,10).


VIERNES  

Lecturas bíblicas

a.- 1Re. 19, 8-9. 11-16: Aguarda al Señor en el monte. 

b.- Mt. 5, 27-32: El adulterio.

La segunda de las antítesis se refiere al mandamiento: “No cometerás adulterio” (v.27; cfr. Dt.5,18). Comienza Jesús su discurso sobre el adulterio, estableciendo que quien desee una  mujer en su corazón, comete adulterio (v. 28). Jesús está por la fidelidad conyugal  en el amor. Declara inmoral no sólo el adulterio, sino también el deseo de adulterio  en el corazón. Jesús interioriza la Ley, en contra de los maestros judíos que  separaban la intención de la acción, el deseo equivale a la acción en el hombre. El  radicalismo de Jesús, queda reflejado en el ejemplo del ojo arrancado y de la mano  cortada, cómplices del deseo del corazón (v. 29). En cuanto al divorcio, Jesús  afirma la indisolubilidad del matrimonio, remitiéndose a la voluntad del Creador  desde el comienzo, que fue anulada por la permisividad de la ley mosaica, como la  interpretaron las escuelas rabínicas. El matrimonio indisoluble que Cristo predica,  devuelve la dignidad y los derechos de la mujer y los equipara a los del varón (cfr.  Dt. 24,1ss; Mt.19, 4-6). Estas antítesis, contraponen el cumplimiento externo de la  Ley y las actitudes internas del hombre. De esta forma, Cristo desacredita la  casuística judía, la del mínimo legal, la del mínimo esfuerzo, la que se conforma con  el cumplimiento externo, la sola letra de la Ley, sin el espíritu nuevo que Jesús le  infunde. El Maestro de Nazaret, exige más bien, el espíritu de la norma,  observancia impulsada por el amor sin límites, que es lo que da plenitud a la Ley. Si  Jesús le da la primacía al espíritu, sobre la Ley, es para enseñarnos que la vida  cristiana, no es un cumplimiento legalista, o la observancia de un código de  preceptos. Este es un peligro que nos puede acechar, si no estamos vigilantes. La  vida cristiana y la moral son mucho más que leyes. Es la respuesta personal a la  salvación, don de Dios, manifestado en Cristo Jesús, animada por la fe. El fin de la  Ley de Cristo, es hacernos hijos de Dios, libres y no esclavos de la Ley. Mientras no  nos liberemos del legalismo, no habremos comprendido el discurso de las  Bienaventuranzas, porque la Ley de Cristo, es un crecimiento en el amor. Es la  primacía de las actitudes interiores, sin descuidar las manifestaciones externa, la  opción por Dios y su Reino, los valores que Jesucristo nos enseñó. La libertad que  Cristo nos consiguió con su misterio pascual, es para vivir en la libertad de los hijos  de Dios (cfr. Gál. 5, 1). En esa libertad, se encuentra la raíz de la moral cristiana,  respuesta personal, fiel y llena de gratitud al don del amor de Dios en Cristo Jesús  (cfr. Gál. 5, 13s).       

Teresa de Jesús, siguiendo la tradición bíblica y patrística, considera a Jesucristo Esposo del  alma bautizada. Si la monja carmelita se desposa con ÉL con la consagración, debe  gozar de todos los bienes de Quien la llamó y amó desde siempre. “Sí, llegaos a  pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis  hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece  ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede; su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en  estas grandezas que tiene nuestro Esposo, y que entendamos con quién estamos  casadas, qué vida hemos de tener.” (CV 22,7).


SABADO   

Lecturas bíblicas 

a.- 1Re. 19, 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías. 

b.- Mt. 5, 33-37: Sea vuestro lengua sí, sí, no, no. 

Sigue enseñando Jesús a sus discípulos, esta vez a no jurar por nada: ni por el  cielo, ni por la tierra, ni por Jerusalén (v.33; cfr. Ex.20,7; Lev. 19,12; Nm.30,3; Dt.23,22). Jurar por Dios, es colocar a Dios por  testigo de algo que puede ser verdadero o falso. Para evitar toda duda, es mejor no  jurar, enseña el Señor. Se trata de dos mandamientos, el primero se refiere a invocar a Yahvé como testigo de lo que se declara, es lo que llamamos juramento. Exige al hombre que cuanto exponga debe ser verdad, lo contrario, haría a Dios cómplice de una mentira, testigo de un error, ÉL es santo y veraz. El otro caso, se refiere a las promesas hechas a Dios, nace un juramento, lo que denominamos voto. El hombre debe cumplir sagradamente esa promesa. Hemos de cuidar estos compromisos respetando la santidad de Dios. El principio que introduce Jesús, es mucho más exigente porque  se requiere sinceridad, lo auténtico debe estar presente en nuestro trato con el  prójimo, con nosotros mismos y con Dios. Todo esto se consigue con una mayor cercanía con Dios, no sólo para evitar el pecado y hacer el mal, sino la idea de Jesús es llegar con estos mandamientos a una mayor profundidad. Quiere evitar en los discípulos, las actitudes de los fariseos que observando los mandamientos, sin embargo ofendían la santidad de Dios. No juraban por Dios, pero sí, por el cielo, la tierra, o Jerusalén, es decir, trono de Dios, el escabel de sus pies, o el lugar escogido de su presencia, en el fondo, siempre se hacía alusión a Dios. Jesús quiere evitar la ligereza, el abuso, la falsedad de sentimientos respecto las realidades divinas, y su sutil manejo, jurar por ellas quebranta el honor de Dios (vv.34-35; cfr. Is.66,1; Sal.47,3). Tampoco se puede ofrecer la cabeza, como precio a la veracidad, para hacer ostentación de una afirmación ridícula. No puede cambiar la fecha de tu edad o fijarla, detrás de esta sentencia sencilla y profunda está la verdad que Dios es Señor de tu vida. Todo tu ser le pertenece a Dios; el llamado es a no exagerar y no disponer de algo que no se tiene (cfr. Mt.10, 30). “Sea vuestro lenguaje: sí, sí; no, no; lo  que pasa de aquí, viene del Maligno” (v.37). Cuando se hable, que las palabras sean lo que piensa el corazón: el sí que sea sí, el no que sea no. Esto tiene validez ante Dios y los hombres; quien se abre a Dios, también sea veraz, y abierto ante los hombres. Más que una regla ética dada a los hombres, en un ambiente mundano, a disposición de los hombres, la palabra de Jesús siempre se hará presente desde el punto de vista de Dios. En esta nueva justicia de Jesús, ve a Satanás. Las habladurías ligeras, los juegos de equilibrio del honor de Dios, fuera de ser una imperfección son un pecado. Vivir en el límite del mandamiento, lo permitido y prohibido, de la palabra de Dios interpretada estrechamente, en lo externo, pero interiormente hipócrita a la hora de vivirla. No hay que recurrir al juramento para vivir en la verdad, es preciso ser veraces desde lo interior del espíritu humano iluminado por luz de la fe y del amor que viene de Dios manifestada en Jesús.  

Según Santa Teresa el amor de Dios ilumina el corazón del cristiano,  está asegurado el amor al prójimo. “Ande la verdad en vuestros corazones como ha de  andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los  prójimos.” (CV 20,4).

P. Julio González C.


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