DECIMA SEPTIMA SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO
(Año Par. Ciclo A)
P. Julio González
Carretti ocd
a.- 1 Re. 3, 5. 7-12: Pediste discernimiento.
b.- Rm. 8, 28-30: Nos predestinó a ser imagen de su
Hijo.
c.- Mt. 13, 44-52: Parábola del tesoro y la perla fina.
a.- Jr. 13,1-11: El pueblo será como un cinturón, que ya
no sirve para nada.
b.- Mt. 13, 31-35: El grano de mostaza y la levadura.
a.- Jr. 14, 17-22: Recuerda, Señor, y no rompas tu
alianza con nosotros.
b.- Mt. 13, 36-43: Explicación de la parábola de la
cizaña.
a.- Jr.15, 10. 16-21: ¿Por qué se ha vuelto crónica mi
llaga? Si vuelves estarás en mi presencia.
b.- Mt. 13, 44-46: El tesoro y la perla.
a.- Jr. 18,1-6: Vosotros, estáis, en mi mano Israel.
b.- Mt. 13, 47-53: Parábola de la red.
a.- Jr. 26, 1-9: El pueblo se juntó el templo del Señor.
b.- Mt. 13, 54-58: Y no hizo allí muchos milagros, a
causa de su falta de fe.
a.- Jr. 26,11-16.24: El Señor me ha enviado a predicar
estas palabras.
b.- Mt. 14,1-12: Martirio de Juan el Bautista.
El autor
sagrado destaca de la vida de Salomón tres rasgos fundamentales para comprender
su figura. Ser sabio (cc. 3-5), gran constructor (cc. 6-9), y hombre rico en bienes materiales y espirituales
(c.10). Lo que más se destaca en el texto es su sabiduría extraordinaria,
superó con creces a los sabios de Oriente, por lo que se hizo famoso en todos
los pueblos del entorno de Israel (cfr.1 Re. 5, 9-14). El texto quiere hacer su
sabiduría en el arte de gobernar, con la reorganización administrativa del reino
de Israel, pero también en su relación con el resto de las naciones (cfr. 1 Re.
3, 16-28), sin olvidar que su saber se extendió a las artes y letras. La
sabiduría de Salomón, quiere el autor sagrado, con fuerza señalar que es un don
de Dios, fruto de su oración en el templo de Gabaón, acompañado de sacrificios
gratos a los ojos de Dios. Un reflejo de esa sabiduría es la oración sabia e
inteligente por eso fue agradable a Dios, no se dejó llevar por el egoísmo,
sino que pidió sabiduría para saber juzgar, discernimiento entre el bien y el
mal, en definitiva, saber gobernar. La respuesta divina habla de su
magnanimidad a la hora de colmar de bienes al hombre, como a Salomón, sabiduría
y riquezas materiales (cfr. 1 Re. 10, 14-29; Lc. 6, 38). Una interpretación de
dicha oración de Salomón la debemos al libro de la Sabiduría: “Por eso pedí y
se me concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de Sabiduría. Y la
preferí a cetros y tronos y en nada tuve a la riqueza en comparación de ella.
Ni a la piedra más preciosa la equiparé, porque todo el oro a su lado es un
puñado de arena y barro parece la plata en su presencia. La amé más que la
salud y la hermosura y preferí tenerla a
ella más que a la luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche. Con
ella me vinieron a la vez todos los bienes, y riquezas incalculables en sus
manos. Y yo me regocijé con todos estos bienes porque la Sabiduría los trae,
aunque ignoraba que ella fuese su madre.” (Sab. 7, 7-12). Hermoso texto que
habla de lo esencial de la vida del hombre, discernir entre lo eterno y lo
superfluo.
En estos
breves versículos San Pablo, se encuentra encerrada una gran riqueza teológica
donde deja en claro la acción salvadora de Dios y la vida del hombre con todo
su quehacer cotidiano, pero de lo que se vale Dios para llevar adelante su
obra, hasta llegar a su glorificación final. Enumera el apóstol las obras que
pertenecen a actos eternos de Dios: la presciencia y predestinación a ser conformes
a la imagen de su Hijo, vocación a la fe, justificación y glorificación; los
otros actos pertenecen al hombre o realizados en el tiempo. La presciencia
consiste en ese conocimiento que tiene Dios del beneficio o la gracia de ser
conformes a la imagen de su Hijo, es decir, reproducir en sí mismos los rasgos
esenciales de su Hijo, como Hermano mayor de una numerosa familia, con el
destino de gloria que ello conlleva. Este es el fin último de la obra de Dios:
la gloria de Cristo, cuya soberanía aquí se quiere resaltar (Col. 1, 15-20).
El
evangelio nos presenta la segunda parte del discurso parabólico de Mateo: las
parábolas del tesoro en el campo (v.44), la perla (vv.45-46), y la red
(vv.47-50), con clara alusión al Reino de los cielos. La palabra tesoro suscita
todo tipo de expectativas desde la esperanza de cambiar de vida hasta la
despreocupación el futuro, libre de preocupaciones. Jesús habla de un tesoro,
alguien lo encuentra, reconoce su valor va y vende todo lo que tiene, y
adquiere aquel campo. A esto se agrega la alegría por haber encontrado el
tesoro. Todo cuanto se tenía, dejó de tener valor. El hombre se hace dueño del
campo por la vía legal, porque encontró el tesoro, así será dueño del suelo y
subsuelo, como mandaba la ley judía. Este tesoro es el reino de Dios, y por
tanto, es el mismo Dios. El que encontró el mensaje de Jesús, renuncia a todo
lo demás, encontró la verdad y la vida. Teniendo a Dios lo tiene todo, sólo
Dios basta, esta lección sólo se aprende en la vida real. La segunda parábola
es la de la perla fina (vv. 45-46). La palabra perla fina, suscita la idea de
un altísimo valor y belleza de forma y de luz. El reino de Dios no sólo posee
un alto valor sino también el bien más bello y perfecto que se pueda alcanzar.
El que encontró la perla fina, se dedicaba a buscar este tipo de perlas, a
diferencia del hombre, que encontró el tesoro por casualidad, como muchos que
encontraron a Jesús, sin haber tenido el afán de encontrarlo. En esta parábola
se puede pensar en quien busca la verdad como Nicodemo o la Samaritana (cfr.
Jn.3, 1; 4,1). Este hombre es un gran comerciante de joyas, que al encontrar
esta fina perla, vende todo lo que tiene por adquirirla, sabiendo que bien vale
la inversión. Mientras Jesús no rebaja
las exigencias, encontrada la salvación el hombre lo entrega todo hasta la
propia vida con la alegría fontal del hallazgo. La
búsqueda hecha con dedicación alcanza lo que se buscaba. Estas dos parábolas
hablaban del tiempo presente. La parábola de la red, habla del tiempo futuro.
Actividad muy común en el mar de Galilea: la red llena de peces, la sacan a la
playa, para hacer la selección de los peces buenos y malos. Antes se usó la
metáfora de la siega, que separaba el trigo de la cizaña, aquí son peces juntos
que los pecadores separan. En la realidad escatológica, la separación es sólo
incumbencia de Dios, el hombre no puede realizarla aunque quiera. La parábola
pone a Dios como el Señor del juicio, juicio que ha traspasado al Hijo, para
gloria del Padre (cfr. Mt.16, 27; 25,31). El final de la parábola quiere
resaltar el temor a la reprobación, más que la idea de la separación. El día
del juicio se verá la real calidad del cristiano si buscó verdaderamente su
reino o de una piedad que se buscaba sólo a sí mismo. La pregunta del Señor nos
habla no sólo de oír, sino entender, ya que la acción dependerá de haber
comprendido lo proclamado y aceptado en lo interior. El sí de los apóstoles es
fundamental para su tarea en la Iglesia. El que quiere enseñar debe andar muy
bien instruido, conocida la verdad del reino, es la parte didáctica de esta
enseñanza. Nace una nueva categoría de escribas del reino de Dios con una nueva
palabra, la de Jesús, que desde ahora interpretará toda la Escritura. El
verdadero maestro en la comunidad
eclesial, como un padre saca para sus hijos de lo antiguo y de lo nuevo, de su
tesoro, lo que necesitan (v.52). Jesús no suprimió el AT, sino que lo ha
perfeccionado con lo nuevo. Lo antiguo es el reino de Dios que empezó con
Israel, ahora, lo nuevo es el mensaje de Jesús; la Iglesia actualiza el pasado
en el presente por medio de la tradición perenne de la comprensión más profunda
y perfecta del evangelio de Jesús.
Teresa de
Jesús, pide en el Padre Nuestro: el Pan
nuestro de la Palabra y de la Eucaristía. “Pues visto el buen Jesús la
necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que
nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: «El pan
nuestro de cada día, dánosle hoy, Señor». Entendamos, hermanas, por amor de
Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de
corrida por ello, y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de
recibir.” (Camino 33,1).
Lecturas
bíblicas
El
evangelio nos sitúa en el discurso parabólico de Mateo, con la parábola del
grano de mostaza (vv.31-32) y la levadura (v. 33), y porqué Jesús habla en
parábolas (v. 34). El árbol de mostaza alcanza la altura de árbol, pero ello es
vistoso, se convierte el árbol más alto de la huerta. Puede que detrás de esta
imagen encontramos la idea de un árbol ideal, es decir de amplias ramas donde
los pájaros habitarán, símbolo que usa el profeta como signo de fertilidad,
vida y estabilidad, el árbol universal (cfr. Ez. 17, 22). Será el mismo Dios
quien plantará este árbol de nuevo en el tiempo futuro (cfr. Ez. 31,1ss; Dan.
4, 6ss). Vemos que Jesús trae a la
memoria la imagen del árbol, para darle un sentido nuevo, lo mismo sucederá al
final de los tiempos con la obra de Dios que ahora empieza como una humilde
semilla. La idea de la parábola, es dar a conocer los humildes inicios del Reino
de Dios, pero también la grandeza de su consumación. La oración del discípulo
confía en que Dios de algo humilde puede convertir en algo fuerte y grande, si
puede sacar hijos de Abraham de las piedras, también puede formarse un pueblo
numeroso (cfr. Mt. 3, 9). El pensar de Dios, es bien distinto, al pensar de los
hombres. Todavía encontramos otra idea, la del
crecimiento, es decir, la semilla que se convierte en árbol frondoso
tiene su dinámica propia de progreso, encaminado a su meta final, porque es Dios
quien conduce la historia hacia su consumación gloriosa. La levadura (v.33), en medio de la masa, es
otra de las imágenes para expresar la misma idea: en esa cantidad de harina un
poco de levadura fermenta toda la masa y la mujer puede cocer el pan. Se
produce un milagro en el tiempo, la masa queda toda ella fermentada, se ha
producido un cambio sorprendente, entre el comienzo y el fin; así son los
comienzos del Reino de Dios. Los humildes inicios nos hablan de la vitalidad,
poder y grandeza que puede alcanzar en el tiempo. La levadura es el comienzo de
su crecimiento, todo lo demás está contenido en ella. El comprender de Dios es
distinto al pensar del hombre: más allá de pensar en lo pequeño y grande,
también se puede agregar lo débil y lo eficaz. Es en lo pequeño y débil, donde
radica toda la vitalidad y la fuerza del mensaje (cfr. Gál. 4, 13; 1 Cor.1, 25.
27; 2, 3; 2 Cor. 12, 8). El discípulo de Cristo tiene nuevo espíritu y nuevo
corazón, porque se dejó transformar, cual levadura para sí y su entorno. La
fuerza vital que lleva la comunica a las personas y también a todo lo que se le
confía. Su misión es fermentar las realidades que vive desde la humildad de su
existencia cotidiana para asentar todo en la vida de Dios. Esta es la vida de
Dios en nosotros. Concluye el texto con el tema de la enseñanza por medio de
parábolas se sintetiza sí: Jesús habla en parábolas porque el pueblo no presta
atención al mensaje ni cree, sólo se explican a quienes quieren escuchar y
comprender, por ello la cita del Salmo 77,2, porque Jesús habla según las
Escrituras. Dios ofrece la comprensión plena de sus misterios sólo a los
abiertos al Espíritu, tanto al antiguo Israel, como ahora en la Iglesia.
A los que
comienzan vida de oración, Teresa de Jesús los invita a no dejar la oración,
camino seguro para ingresar en el Reino de Dios. “Y verdaderamente un alma en
sus principios, cuando Dios la hace esta merced, ya casi le parece no hay más
que desear, y se da por bien pagada de todo cuanto ha servido. Y sóbrale la
razón: que una lágrima de éstas que, como digo, casi nos la procuramos, aunque
sin Dios no se hace cosa, no me parece a mí que con todos los trabajos del
mundo se puede comprar, porque se gana mucho con ellas. ¿Y qué más ganancia que
tener algún testimonio que contentamos a Dios? Y así, quien aquí llegare,
alábele mucho, conózcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su
casa, y escogido para su reino, si no torna atrás.” (Vida 10,3-4).
Lecturas
bíblicas
Esta
explicación corresponde en realidad a la lectura que hizo la primitiva
comunidad y que Mateo nos comparte. La primera parte corresponde a saber quién
es quién en la parábola, explicación que da el propio Jesús (vv. 37-39). Luego,
se explica el destino contrapuesto entre la cizaña y el trigo (vv. 40-43). Se trata de la suerte del justo
y el pecador en el juicio final, que se describe con tonos apocalípticos: el
horno encendido, llanto y rechinar de dientes. Si bien sabemos de la
coexistencia de buenos y malos, justos y pecadores en la Iglesia, el acento de
esta explicación se pone en el final de la historia, el día del Juicio. El Hijo del Hombre, es el
sembrador, el campo es el mundo, la buena semilla son los hijos de Dios, la
cizaña los hijos del demonio; el enemigo es Satanás, la siega el drama del
Juicio final. En esta explicación se persigue centrarse en la siega futura, en
la parábola era dejar crecer el trigo y la cizaña, la sabia decisión del dueño
del campo. Hay un deseo de la Iglesia
primitiva de rebatir una temeraria seguridad entre los llamados a la salvación,
acentuando la gravedad del Juicio. El que siembra, es el Hijo del Hombre, en el
hoy, del campo, el mundo, judíos y paganos, sin distinción (cfr. Dan.7,13); la buena semilla, son los hijos del reino, los
llamados, que alcanzarán la filiación plena si mantienen su elección (Mt.5,9;
22,14). Poseen una esperanza justificada de conseguir esa posesión, porque
llamados han respondido a ese llamado. Están también los hijos del Maligno, que
tientan a los hijos del reino, pero que también están presentes en la Iglesia,
sembrando discordia, seducir y atraer a la apostasía, en todo caso cooperan con
el malo contra Dios. En la segunda parte se explica el destino de los malos y
buenos. El que juzga es el Hijo, los malos será arrojados muy lejos de Dios,
exclusión definitiva de la gloria y vida de Dios, de ahí la desesperación de
los condenados. Escandalosos y malvados, ambos grupos son culpables, son lo
contrario a la obra de Jesús, vida de amor a Dios y al prójimo, perfección de
la nueva ley. Los justos brillarán por su fidelidad a Dios a y a la filiación
divina que alcanza así su perfección.
Teresa de
Jesús, nos invita a dejarlo todo por el Reino de Dios. “Por esto y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de oración, en la
primera agua, que es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose a
desasir de todo género de tormentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a
llevar su cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo quieren servir
a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo reino
que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto delante, en especial en los
principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester olvidarlo para
vivir, que procurarlo traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es
todo nada y en lo nonada que se ha de
estimar el descanso.” (Vida 15,11).
Lecturas
bíblicas
Las
parábolas del tesoro (v.44), y la perla
(v.45) son muy semejantes. En la primera el hortelano descubre el tesoro y
quiere comprar el campo para ser dueño del tesoro. Quiere ese campo renunciando
a todo lo demás. El mercader al descubrir una perla de gran valor está
dispuesto a vender lo que tiene por conseguir esa perla. Con esta actitud de
ambos protagonistas el evangelista, nos quiere enseñar acerca de la entrega
incondicional que el Reino de Dios exige. Pero, a la entrega total por el Reino
de Dios se añade, la alegría por haber encontrado el tesoro y la perla, es
decir, el Reino de Dios, ante el cual todos los bienes que posee pierden valor.
Nada le parece excesivo con tal de conseguir ese tesoro. Ambos han encontrado
algo que llena su vida y le da un sentido nuevo, que los transforma desde lo
interior. El verdadero tesoro es haberse encontrado con Jesucristo, que encarna
el Reino de Dios, con su presencia salvadora, su evangelio, y sus actitudes de
vida nueva, en definitiva amar a los demás como ÉL las ama: ser perla preciosa
y tesoro para el prójimo, desde el amor que recibe de ÉL y a ÉL vuelve con nuevo
rostro y palabra hecha oración, el prójimo.
Teresa de
Jesús vive el gozo de alabar a Dios por ese Reino que no tiene fin, y a la que
nos vamos encaminando. “Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado
el que tenéis. Cuando en el Credo se dice: «vuestro reino no tiene fin», casi
siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para
siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a
hablar con Vos, sea sólo con la boca.” (Camino 22,1).
Lecturas
bíblicas
Esta
parábola, si bien representa un aspecto común de la vida de los apóstoles, como
era echar las redes al mar de Galilea, tiene un trasfondo escatológico. Una vez
fuera del agua y la red llena de peces, comienza la selección, escoger lo
recogido para la venta o comida. La parábola busca darnos luz sobre las
verdades o realidades últimas, es decir, lo que sucederá al final de los
tiempos. Como ese tiempo no ha llegado todavía, pero caminamos a su
consumación, deben coexistir buenos y malos, trigo y cizaña hasta que llegue el
fin. Todos los peces están en la red por el momento, hasta que llegue el tiempo
de la selección. Sólo al final de los tiempos, se descubrirá la verdadera
comunidad de los hijos de Dios, libres ya del pecado y la muerte, de aquellos
que confesaban a Cristo sólo con los labios, del fariseísmo de muchos. Todos aquellos que no tienen nada que ver con
la verdadera comunidad de los hijos de Dios, quedarán excluidos de la vida
eterna en el cielo, correrán la misma suerte que los peces que son dejados en
la playa, es decir, en la oscuridad para siempre. El Reino de Dios se hace
presente en la persona de su Hijo, el Señor, que nos comunica su buena noticia,
el evangelio, para nuestra salvación. Nos
propone un modo de vida, amar a Dios y al prójimo, con el espíritu de
las bienaventuranzas. La participación futura en el Reino de Dios, se inicia
con un compromiso con la fe, la esperanza y la caridad, es decir, un compromiso
social de vivir la vida cristiana en nuestra sociedad, testimoniando el evangelio
y anunciando la salvación a todo hombre. Este compromiso llevado con una vida
litúrgica participativa y oración continua, va transformando la vida cotidiana
en servicio activo a Dios y a los hermanos, lo que nos asegura un lugar en el
Reino de Dios.
Teresa de
Jesús, confía en que seremos juzgados por Quien hemos amado y servido toda la
vida. Ella está hablando de la conveniencia de procurar siempre el amor y el
temor de Dios cuando comenta las palabras: Y no nos dejes caer en tentación.
Líbranos del mal. “Plega a Su Majestad nos le dé
antes que nos saque de esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte
ver que vamos a ser juzgados de quien habemos amado
sobre todas las cosas. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no
será ir a tierra extraña sino propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos
ama. Acordaos, hijas mías, aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de
la pérdida en no le tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan
crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal.” (Camino
40,8).
Lecturas
bíblicas
El
evangelio nos presenta la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret. Ahí se
había establecido Jesús, José y María, luego de regresa de Egipto, actuaba
según lo mandado por la Escritura (Mt. 2, 23). También allí, Jesús en sábado,
en la sinagoga de su pueblo, propone su buena noticia. La gente quedó admirada,
maravillada, sorprendida, como cuando la muchedumbre escuchó el sermón de la
montaña (Mt.7, 28). Es la reacción irritante de verse heridos en la propia
estimación de unos, amenazados, se ponen a la defensiva; otros conmovidos en su
interior, están dispuestos a cambiar de vida. ¿De dónde le viene esa sabiduría
y esos milagros? (v. 54). Reconocen su sabiduría, pero como algo ajeno para el
hijo del carpintero, sus acciones poderosas, más que una señal, es un desafío,
porque le conocen, saben de dónde procede.
Saben que su familia es pobre, su familia es muy conocida, “Jesús hijo
del carpintero… ¿Entonces de dónde le viene a éste todo eso?” (vv.55-56) Jesús
ha sido engendrado por obra del Espíritu Santo, que había descendido sobre ÉL
(Mt.1,18; 3,16), dedicado a la predicación y respecto
a los milagros podía hacerlos si quería, pues siendo Dios no depende de las
determinaciones del hombre (cfr. Mc. 6, 3. 5). Los habitantes de Nazaret se
cierran a Jesús preguntando por su origen no quieren oír, no han oído nada en
la sinagoga. Se escandalizan de ÉL, con lo cual el evangelista nos quiere
introducir en el misterio de Jesús. Hay dos actitudes frente a Jesús: se abren
a Jesús con fe o se cierran con escándalo. Sus compatriotas se mostraron ciegos
y obstinados, porque en lugar de secundar el querer divino lo rechazaron
demostrando su infidelidad a la alianza, por eso se escandalizan de su Profeta
y Mesías, Jesús de Nazaret. La incredulidad, no la propia impotencia, hace que
Jesús no realice, ningún milagro. El milagro nace de la verdad y de la
confianza en el hombre, hasta hacer obras mayores, siempre que esté de por
medio lo esencial: creer.
La mayor
merced que Dios nos hizo fue entregarnos a su Hijo, enseña Teresa de Jesús.
“Pues veis aquí, hermanas, lo que nuestro Dios hace aquí para que esta alma ya
se conozca por suya; da de lo que tiene, que es lo que tuvo su Hijo en esta
vida; no os puede hacer mayor merced. " (5 Morada 2,13).
Lecturas
bíblicas
Este pasaje
de Mateo, nos presenta su visión del martirio de Juan el Bautista. El relato
tiene mucho de historia, pues nos habla de Herodes Antípas,
hijo de Herodes el grande; gobernaba sobre todo el norte de Israel, Galilea y
Perea, lugar donde Jesús realizó gran parte de su ministerio hasta que fue a
Judea. La decapitación de Juan Bautista, se debe a su predicación que
denunciaba la inmoralidad en que vivía el tetrarca Herodes, por tener por
mujer, a la esposa de su hermano Filipo. La recia personalidad de Juan y su
irrenunciable actitud de no temer las amenazas del poder, hacen que su palabra
sea fuerte en denunciar el error, con una moral que no cede ante la mentira.
Juan Bautista, no es caña que se doble ante cualquier viento (cfr. Mt. 11, 7),
es el profeta y precursor del Mesías. Su vida está estrechamente unida al
sufrimiento, rechazo y muerte violenta, como la de Jesús (cfr. Mt. 23, 29. 37;
Lc. 13, 33). Con este relato el evangelista, nos quiere mostrar que Jesús
seguirá un camino semejante. Juan, muere por defender los mandamientos del
Yahvé, el adulterio de Herodes Antipas, va contra la voluntad de Dios, más
tarde Jesús defenderá estos mandamientos denunciando la malicia que había en la
interpretación que hacían los dirigentes religiosos del pueblo de Israel. Lo
odian a Jesús, como a Juan Bautista porque denuncia la maldad, la mentira, sus
obras son malas (cfr. Mt. 5,21; Jn. 7, 7). Lo mismo habían vivido los profetas
en el pasado, antes que Juan y Jesús y pero que experimentarán más tarde sus
discípulos (Mt. 5, 12; 10, 17ss.34). Pero Mateo, insiste en la relación entre
ambos, al señalar que a la decapitación de Juan, sucede que sus discípulos lo
enterraron y fueron a comunicar a Jesús la noticia. Con lo que nos quiere
indicar que los discípulos de Juan, deberán ir a Jesús. En ÉL encontrarán la
plenitud de la revelación, por ÉL, la verdad, dio Juan la vida, quien había
asegurado que Jesús era superior a él, que bautizará con Espíritu Santo y
fuego, que era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Como Juan y
Jesús, la Iglesia sigue su mismo camino al denunciar la maldad de muchos y de
instituciones de maldad que esclavizan a los hombres, y lo hace anunciando a
Jesucristo, el Señor de la vida, la verdad y el amor. La Iglesia vive en
camino, hecho de testimonio y de sufrimiento, cuando es perseguida y
martirizada en sus hijos los profetas de nuestro tiempo.
La vida del
cristiano comprometido y la del buen religioso es un largo martirio, enseña
Teresa de Jesús. “Torno a decir que está el todo o gran parte en perder cuidado
de nosotros mismos y nuestro regalo; que quien de verdad comienza a servir al
Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida; pues le ha dado su voluntad,
¿qué teme? Claro está que si es verdadero religioso o verdadero orador, y
pretende gozar regalos de Dios, que no ha de volver las espaldas a desear morir
por él y pasar martirio. Pues ¿ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen
religioso y que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es un largo
martirio? Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, puédese llamar largo; mas toda es corta la vida y algunas
cortísimas. Y ¿qué sabemos si seremos de tan corta, que desde una hora o
momento que nos determinemos a servir del todo a Dios se acabe? Posible sería,
que, en fin, todo lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello; y pensando
que cada hora es la postrera, ¿quién no la trabajará? Pues creedme que pensar
esto es lo más seguro.” (Camino 12,2).
P. Julio González C.