DOMINGO DE PENTECOSTÉS y SEPTIMA SEMANA TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo C)


DOMINGO DE PENTECOSTES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo.

Luego de la Ascensión de Jesús al cielo, lo más importante para Lucas, es describir la venida del Espíritu Santo, que llevará a los discípulos a la verdad completa. Recurre a la tradición, donde se sabe que en una de las apariciones de Jesús resucitado había soplado sobre sus discípulos (cfr. Jn. 20, 22). En el trasfondo, tenemos la idea de la primera creación, ahora se describe, la segunda creación, entendiendo por ello, la redención; así como al principio contamos con el aliento vital (cfr. Gn. 2,7), ahora el soplo del Espíritu, crea al hombre nuevo. Lucas, usa todos los elementos de las epifanías del AT. El Espíritu viene de Dios, del cielo, pero como el Espíritu es imperceptible, se describe como viento impetuoso, es el pneuma. Ese viento o Espíritu, destinado a los apóstoles llena toda la casa, donde estaban reunidos. Las lenguas de fuego, tienen su origen en la tradición judía que decía que en el Sinaí, la palabra de Dios, se convirtió en 70 lenguas, según se creía eran setenta los pueblos de la tierra, de modo que cada pueblo pudiera recibir la Ley en su propia lengua (cfr. Gn. 10-11). Pentecostés, era la fiesta que evocaba la entrega de la Ley en el Sinaí. Siempre en esa tradición, la llama se convirtió en lengua, es decir, la manifestación de Dios, se hizo inteligible, ya que el hombre se manifiesta a través de la lengua a los demás. Lucas, quiere mostrar en Pentecostés, la fuerza y el poder del Espíritu a todos los judíos de la Diáspora y los venidos a la fiesta, en el fondo se trata de hablar de universalidad. Se habla de 12 regiones distintas, y todos oyen hablar de las maravillas de Dios, con ello se confirma la presencia y obra del Espíritu Santo en medio de ellos. Las maravillas de Dios, se refieren al contenido del evangelio y al universalismo que está alcanzando. El milagro de las lenguas, en que todos se entendían, se refiere no sólo a la superación de las lenguas sino a que el evangelio, está llamado a ser destinado a todo el mundo. Todas las lenguas hablarán el evangelio de Jesús.

b.- 1Cor. 12,3-7.12-13: El Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

El texto de Pablo, es la respuesta a una inquietud de descubrir si toda exaltación espiritual es o no de un verdadero creyente en Jesucristo, autentica manifestación de uno que acepta al Señor Jesús en su vida. También los Corintios habían vivido experiencias religiosas significativas o espirituales, en sus religiones paganas, antes de convertirse. El creyente carismático: ¿es un auténtico creyente? Los carismas vienen de Dios y es el Espíritu, quien los comunica en forma concreta como aptitudes concretas que deberá poner al servicio de la comunidad eclesial. Estos carismas, si bien dados en forma personal, buscan la unidad de todo el cuerpo eclesial, no deben ser jamás causa de división, porque se trata de enriquecer a todo el cuerpo. Se trata de evitar el paternalismo o tiranía, se pretende alcanzar la contribución de todos los hombres y mujeres carismáticos, a la unidad al servicio de la Iglesia, en su amplia diversidad.

c.- Secuencia del  Pentecostés

- Ven, Espíritu divino,/ manda tu luz desde el cielo. / Padre amoroso del pobre;/ don en tus dones esplendido; /luz que penetra las almas;/ fuente del mayor consuelo.

- Ven, dulce huésped del alma,/ descanso de nuestro esfuerzo,/ tregua en el duro trabajo, / brisa en las horas de fuego,/ gozo que enjuga las lágrimas /y reconforta en los duelos.

- Entra hasta el fondo del alma,/ divina luz, y enriquécenos./ Mira el vacío del hombre / si tú le faltas por dentro;/  mira el poder del pecado/ cuando no envías tu aliento.

- Riega la tierra en sequía,/ sana el corazón enfermo,/ lava las manchas, infunde/ calor de vida en el hielo,/ doma el espíritu indómito,/ guía al que tuerce el sendero.

- Reparte tus siete dones/ según la fe de tus siervos. / Por tu bondad y tu gracia/ dale al esfuerzo su mérito;/ salva al que busca salvarse/ y danos tu gozo eterno. Amén.

c.- Jn. 20,19-23: Recibid el Espíritu Santo.

En esta aparición del Resucitado, Juan ha querido dejar en claro lo específico de este encuentro con los discípulos: la paz  os dejo, el envío de los discípulos, el don del Espíritu a la naciente comunidad eclesial y el perdón de los pecados. El don de la paz, primer don, es más que un saludo, ya que aparece con frecuencia en los labios de Jesús, el darnos su paz (cfr. Jn. 14, 27), fruto de la pasión, muerte y resurrección que se dispone a vivir. Con su paz envía a los apóstoles a predicar el evangelio a toda la comunidad eclesial por ellos representada; este es el segundo don del Señor. Esta realidad se hará fecunda en la labor misionera que nos relatarán los Hechos, donde la predicación del kerigma gastó la vida de todos estos hombres, que siguieron a Jesús. Recibieron el mandato, como ÉL lo había recibido de su Padre. El don de predicar, movidos y guiados en todo por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo fue dado en forma particular a los apóstoles; es el tercer don del Resucitado y el primer encuentro de la comunidad apostólica con el Espíritu Santo, que comenzará a ser el verdadero protagonista de los Hechos de los apóstoles. Lo verdaderamente importante, es cómo comenzó a ser una realidad viva y operante desde el primer instante hasta hoy. Un símbolo recurrente para significar esta manifestación es el soplo, que hace el Resucitado sobre los apóstoles para que reciban el Espíritu Santo; el mismo de la primera creación. Este don de Jesús a sus discípulos, es dado en la misma forma en que Dios comunicó el aliento de vida a Adán en el paraíso (cfr. Gen. 2,7; Ez. 37, 1-14).

El cuarto don es el perdón de los pecados; este don del Espíritu es dado como antídoto contra el pecado; Jesús lo comunica a sus discípulos y a los sucesores de los apóstoles. Concede a la Iglesia, representada en los apóstoles, la capacidad de perdonar y retener el perdón, de admitir un miembro, como de excluirlo de la comunidad eclesial. El poder debía venir de Jesús para la comunidad y sus miembros (cfr. Mt. 16, 16-19; 18, 18). Estos cuatro dones del Resucitado a la Iglesia, son maravillosos en la medida en que el Espíritu Santo los recrea en la comunidad, la Iglesia siempre para dar la vida nueva a los creyentes. ÉL nos había prometido vida en abundancia (cfr. Jn. 10,10), ahora la poseemos gracias a la acción del Espíritu en el interior de la Iglesia y en el espíritu de cada cristiano que vive esta intimidad divina.


LUNES  

Lecturas bíblicas

a.- Eclo. 1, 1-10: Antes que todo fue creada la Sabiduría. 

b.- Mc.  9, 14-29: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.   

La curación en este evangelio, es de un niño epiléptico endemoniado, que Marco  describe con lujo de detalles, en un escenario de mucha gente que espera a Jesús, luego que baja del monte de la Transfiguración. Pide explicaciones, por la discusión  que se ha desatado entre los apóstoles, antes que llegase ÉL. Los discípulos,  no han  podido sanarle, han sido superados por el mal.  Hay un padre que sufre por su hijo  enfermo, y ante el fracaso de los apóstoles en el intento de sanarlo, acude  con humildad a Jesús diciendo: “Si algo puedes, ayúdanos, compadécete de  nosotros.» Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien  cree!» (vv. 22-23). La débil súplica, la convierte Jesús, en fuerte esperanza, para  quien cree, todo es posible, la fe hay que vivirla, como abandono en las manos del  Padre, estar con ÉL, nos hace fuertes, para vencer al demonio. En el relato el  evangelista, quiere manifestar el poder de Jesús sobre la enfermedad y el demonio,  una muestra de la necesidad de oración y fe en Cristo Jesús, y anuncio velado  de la propia resurrección. Levantarle, cogerle de la mano y ponerle en pie, acciones  que realiza Jesús con el niño, vienen a designar la resurrección. El niño  verdaderamente se siente resucitado a una vida nueva,  gracias a la acción de  Jesús y a la oración de intercesión de fe hecha por el padre. Falta de fe, es la causa  del fracaso de los apóstoles a la hora de curar al enfermo, cosa que lamenta Jesús;  en cambio, aprecia la actitud del padre que optó por creer en Jesús (v.19). “Cuando  Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros  no pudimos expulsarle?» Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con  la oración.» (vv. 28-29; cfr. Mt. 17, 19). En este relato se puede ver la necesidad  que tenemos de la fe y de la oración, como diálogo con quien sabemos nos ama,  como enseña Santa Teresa de Jesús (V 8, 5). Si oramos es porque tenemos fe, un ejercicio de creer en Dios, experiencia de amor gratuito, y no de interés. De ahí la  importancia de orar con frecuencia, la oración que nos enseñó Jesús, el primer  Adorador en espíritu y en verdad de su Padre y nuestro Padre. La oración cristiana  no debe ser para pedir favores, sino para vivir la intimidad con Dios desde la  condición de hijo que se relaciona con su Padre, al estilo de Jesús. Si hoy no se ora,  es porque tampoco se cree en Dios lo suficiente, lo que provoca una crisis a nivel personal, eclesial y social, porque el cristiano no está respondiendo a lo que se  espera de él.  La oración puede despertar la fe y así la identidad cristiano de cada  discípulo sea clara y nítida para el testimonio de vida en medio de una sociedad  pagana como la nuestra. La súplica del padre del niño hay que convertirla en  oración: Señor quiero creer, ayuda a mi poca fe hoy.     

Santa Teresa de Jesús, al hablar de la cercanía de Jesús en la Eucaristía, al  comentar las palabras  “danos el pan de cada día” del Padre Nuestro, y ensea qué  duda cabe que obrará milagros, si está dentro de nosotros. Somos más afortunados  que aquellos que se conformaban con slo tocarle el manto. “Esto pasa ahora y es  entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos; sino que,  pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan que  está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues si cuando andaba en  el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que  hará milagros estando tan dentro de mí  si tenemos fe y nos dará lo que le  pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la  posada si le hacen buen hospedaje” (Camino de Perfección 34,8).


MARTES

 a.- Eclo. 2,1-13: Prepárate para las pruebas.

 b.- Mc. 9, 30-37: Quien quiera ser primero, sea el último de todos.   

En este evangelio, encontramos un segundo anuncio de la Pasión. El camino a  Jerusalén,  es una toma de conciencia por parte de Jesús, de ser el Mesías  esperado,  y el contrapunto  lo dan los apóstoles con su irresponsabilidad,  al discutir  quién era el mayor entre ellos. Mientras les habla de la mejor actitud frente a la pasión, su doctrina, parece no ser escuchada. Si bien, no comprendían bien todo  ese anuncio, temían preguntarle, sobre el tema de su muerte (v. 32). Dos discursos  distintos, porque mientras Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, su  entrega, dar vida por amor, los apóstoles están preocupados quién era el mayor  en el futuro movimiento. Jesús va formando a sus discípulos, pero debe combatir su  ambición, normal en ese ambiente de nacionalismo judío frente al poder romano. Recordemos, que ellos  esperaban efectivamente,  un Mesías triunfador. El evangelista,  presenta a los  apóstoles muy humanos, aunque Dios está en medio de ellos. Pero la intención, es  presentar más tarde, su completa conversión al evangelio de su Maestro. Quiere  enseñarles que lean esos acontecimientos como misterio pascual. Cada vez, que les  anuncia el misterio pascual, los discípulos están pensando en sus propios intereses,  no se atreven a preguntar, ni ahondar en el sentido misterioso de sus palabras.  Mientras El anuncia que entregará su vida en manos de los hombres, los discípulos,  piensan en el poder, el contraste es evidente, pero con paciencia divina, les sigue  educando en la dinámica pascual, de servicio humilde y desinteresado, quien desee  ser el primero deberá ser servidor de todos (v. 35). A la ambición política, Cristo   contrapone el servicio a los hermanos en la comunidad, en su círculo más cercano. ¿Quién manda aquí? es pregunta habitual en muchos ambientes sociales. Jesús es muy claro: en su  comunidad el que quiera ser el primero en el grupo de los creyentes, debe hacerse  el último, y el servir a todos. Quien asume este compromiso, debe trabajar  la  abnegación, renunciar a los propios intereses, y con una gran dosis de madurez de vida  espiritual. Jesucristo, si exigió algo a los suyos, primero lo realizó en su vida, para  darnos ejemplo y enseñar con el propio testimonio. Siendo el Hijo de Dios, entiende  y enseña su autoridad como humilde servicio a sus hermanos, ya sean los propios  apóstoles o la gente que le escucha. Las palabras Jesús las acompaña, como los  antiguos profetas, con un gesto, y coloca a un niño en  medio de ellos, para  señalarles que hay que aprender a  acogerle a ÉL, como a eso pequeño (cfr. Jn.13, 12-15). Se identifica  con el niño, da valor a una realidad que no contaba en aquella sociedad, con los  humildes, para prepararse a subir a Jerusalén a vivir el sacrificio: su pascua será en  Jerusalén, es su pascua y nuestra pascua. En la comunidad eclesial, el servicio  comienza por los Pastores, que sirven a sus fieles con la predicación, los  Sacramentos y la caridad con los más pobres. Los fieles sirven a su comunidad  eclesial, en la diversidad de ministerios reconocidos por la Iglesia, desde la  catequesis en todas sus manifestaciones, servicios litúrgicos, las muchas  pastorales, etc., en definitiva se trata, que la Iglesia debe presentarse como  servidora de la sociedad. Gracias a Dios, la misma sociedad reconoce el servicio de  la Iglesia con los más humildes, no sólo en tierra de misión, sino las nuevas  pastorales con las nuevas necesidades: jóvenes drogadictos, extranjeros sin  papeles, madres adolescentes, etc. La opción por Cristo, es opción por el servicio a  todos desde la fe, la esperanza y la caridad que arde en lo interior.       

Teresa de Jesús, en el  Castillo Interior o Moradas, deja bien en claro lo que es ser  perfectos cristianos: “¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del  todo perfectas, que para ser unos con él y con el Padre, como Su Majestad le pidió  (Jn. 17,22), mirad ¡qué nos falta para llegar a esto! Yo os digo que lo estoy  escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por mi culpa; que no ha  menester el Señor hacernos grandes regalos para esto, basta que nos ha dado en  darnos a su Hijo que nos enseñase el camino. .. La más cierta señal que, a mi  parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del  prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes  para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que  mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios;  porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que, en pago del que tenemos  al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto  yo no puedo dudar.” (5 Moradas 3,7-9).


MIERCOLES

Lecturas:

a.- Eclo. 4,12-22: Dios ama a los que aman la sabiduría.

b.- Mc. 9, 37-39: Empleo del Nombre de Jesús.

La narración de este pasaje evangélico, es curiosa, por decir lo menos, ya que un exorcista usa el Nombre Jesús, sin ser del número de sus discípulos. Si esto es extraño, más son las palabras de Cristo: “Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» (vv. 39-40). Algo parecido había sucedido en los tiempos de Moisés, cuando Josué quiso impedir que dos hombres, Eldad y Medad, recibieran el espíritu profético, porque no habían asistido a la asamblea con el resto de ancianos, para recibir tal poder. La respuesta de Moisés, fue que ojalá todo el pueblo recibiera el espíritu profético, de parte de Yahvé (cfr. Nm. 11, 29). En ambos casos, se trataba de monopolizar un carisma, partiendo de una estrechez de espíritu y de mente. Moisés y Jesús, coinciden en su postura de apertura a la obra del Espíritu de Dios.  Bien a las claras Jesús, enseña que su comunidad eclesial, no es algo cerrado, sino abierta a todos. Aunque no pertenezcan a la comunidad, existen personas buenas, honradas, que a su modo buscan a Dios en sus vidas, practicando el bien, la caridad, la justicia y el amor, mejor, incluso, que los mismos creyentes. Todos esos aunque no lo sepan, están con Cristo, es decir, con la asamblea eclesial. Cristianos anónimos,  se les ha denominado, el problema está en que son los inscritos, los bautizados, los que los ignoran, porque como decían los apóstoles, no son de los nuestros. También hoy encontramos hombres y mujeres que adhieren a Jesucristo, al Reino de Dios, pero no a la Iglesia formalmente. El Reino es mucho más que los límites de la Iglesia, por lo tanto, existen muchos que de buena voluntad aman a Dios y al prójimo, y se comprometen en causas justas y nobles como los derechos humanos en países en conflicto, o luchan por una sociedad más humana, y mientras no rechacen a Cristo, están a su favor, es decir con la comunidad eclesial, con sus seguidores. Por caminos misteriosos reciben los bienes de la salvación, desde el sacrificio en la Cruz cuyos bienes alcanzan a toda la humanidad. Antes de la Pascua de Jesús y de Pentecostés, los apóstoles se sienten depositarios únicos del mensaje, del poder y misión de Jesús. Luego de estos acontecimientos la comunidad cristiana comprende que lo que enseñó, entregó y mandó el Señor Jesús, no pertenece a nadie sino a toda la comunidad eclesial: jerarquía y fieles. Lo que se necesita que los carismas y funciones estén claras y en sabia y prudente armonía se sirva a Dios y al prójimo, sin sentirse dueños de los mismos sino humildes administradores.

Nuestra Santa Madre, Teresa de Jesús, ante la realidad que le toca vivir con la reforma protestante del s. XVI,  eleva cual sacerdote al Padre, una oración para que conserve entre nosotros a su Hijo en la Eucaristía, salve a la Iglesia, y entre los hombres exista paz verdadera. “Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan sacratísimo, y aunque nos le disteis, tornároslo a dar y suplicaros, por los méritos de vuestro Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya, Señor, ya haced que se sosiegue este mar; no ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, salvadnos, Señor mío, que perecemos.” (Camino 35, 4-5).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Eclo. 5, 1-10: No tardes en volverte al Señor.

b.- Mc. 9, 40-49: El escándalo.

Esta serie de dichos se refieren  al escándalo, que puede provocar el hombre en el alma de los creyentes en Jesús. La referencia a los pequeños, se puede referir a los niños, como también a los débiles en las cosas de la fe, como a los que han iniciado el camino de creer en Dios. A los que quitan la fe, con malas intenciones, les espera un castigo grave, como ser echado al mar atado a una piedra de molino. La imagen de morir en el agua, hay que conjugarla con la muerte en el fuego de la gehena por castigo (v.46). Con ello se destaca la seriedad de inducir en la apostasía a un pequeño, y la seriedad del castigo que le espera. Jesús pasa de la visión general, a lo parcial con la mención de partes del cuerpo humano, que pueden ser motivo de escándalo. Manos y pies corresponden a la zona de la acción premeditada, así entendían los judíos la personalidad humana, y los ojos,  a la zona del pensamiento emotivo. Mientras la primera zona, marca la vía de relación con el mundo exterior, la de los ojos el mundo interior, donde anidan la voluntad, la inteligencia, la comprensión, la emoción; ambas realidades, señala Jesús, poseen la capacidad de inducir al escándalo de la persona total. La automutilación es entendida en forma hiperbólica, se comprende como autocontrol, necesidad de mayor atención sobre las propias acciones,  y sobre la actividad sanadora de Jesús, que desde que comenzó su misión ha atendido personas con problemas en las manos, pies, en la vista. En todo este proceso, la fe es fundamental, precisamente por su acción liberadora en personas vulnerables, como los enfermos, los pequeños. Las sentencias hablan de la oposición entre la vida y la gehenna, la recompensa y el castigo, mientras a la primera se entra, la segunda, significa, pérdida de autonomía, es arrojado al fuego. Las mutilaciones hacen alusión a lo practicado con los enemigos de Israel, o relacionadas a la Ley del Talión  (cfr. Jue.1, 6-7; 16,21, Ex. 21,4;  Lv. 24,17-21; Dt. 19,21). El mejor ejemplo de cuanto decimos, son Eleazar y la madre de los Macabeos, que son inducidos por el rey a abandonar la fe en Yahvé (cfr. 2 Mac. 6-7). Contextualizadas estas sentencias, pueden hablar de la situación de la comunidad cristiana del propio evangelista, cuyos pequeños serían cristianos poco maduros en la fe, vulnerables para quienes social, política o religiosamente se siente más fuertes y usan la opresión para con ellos. La serie termina, hablando de la gehenna y del gusano que no muere (cfr. Is. 66, 24; Jdt. 16,17), imágenes de juicio y del reinado de Dios, donde las palabras de Jesús suenan ya a victoria. Y, ¿ la sal? “Pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.” (vv. 49-50).  Se refiere a la capacidad de la sal, de mantener el fuego en los hornos, es decir, los discípulos han de tener la capacidad de mantener la fuerza y el calor de la fe, y que tengan paz entre ellos. Las discusiones sobre quién  era el mayor entre los discípulos, las comparaciones, las fronteras excluyentes conducen a la violencia. La sal aviva el fuego, pero una vez perdida su propiedad, como cuando alimentaba el calor en los hornos, convertida en cristales por la combustión, la pérdida de su salinidad, se vuelve nula por completo y hay que tirarla (v.50). La exhortación es a mantener el fuego sagrado de la fe en la comunidad, en cada cristiano, y tener una  gran veneración, por la fe que anida en el alma del prójimo cristiano, los pequeños. Del reino de Dios.

Santa Teresa de Jesús, nos exhorta a  entrar en nuestro propio castillo interior, es decir, nuestra alma. Aunque en el camino de la oración, siempre existe el peligro de volver atrás, debido a que el Señor va mostrando lo que realmente somos y que debemos con humildad, el perfecto conocimiento de Dios y de nosotros mismos. “Podría alguna pensar que si tanto mal es tornar atrás que mejor será nunca comenzarlo sino estarse fuera del castillo. Ya os dije al principio y el mismo Señor lo dice: que quien anda en el peligro en él perece, y que la puerta para entrar en este castillo es la oración; pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino.” (2Moradas 1,11).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Eclo. 6,5-17: Un amigo fiel no tiene precio.

b.- Mc. 10,1-12: Pregunta sobre el divorcio.

El matrimonio cristiano es  un camino de santidad, un modo concreto de vivir el compromiso de la fe en sociedad, en comunidad. Frente a la pregunta de los fariseos si es posible el divorcio, Jesús ratifica la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio cristiano. Se trata de volver la mirada al proyecto original de Dios Padre (vv. 4-12). Con esta afirmación, Jesús le devuelve a la mujer su dignidad, en una sociedad machista en las que apenas tenía derechos. Marcos, refleja la posibilidad del divorcio de parte de la mujer respecto al marido, es decir, que ella lo pueda repudiar, admitido por el derecho romano vigente, no así en la ley judía, en que sólo el hombre gozaba de ese derecho. Esta divergencia diferencia a Marco respecto de Mateo en este mismo pasaje (cfr. Mt. 19, 3ss). El divorcio permitido por Moisés, consistía en una carta de libertad y de repudio que firmaba el hombre, el marido y devolvía la mujer a su padre o familia. (cfr. Dt. 24,1-4). Para Jesús, este acto responde a la terquedad e incapacidad moral de los judíos respecto a los valores del matrimonio y la familia. Abolida esa ley, Jesús proclama la indisolubilidad del matrimonio, volviendo a la voluntad de Dios que manifestó desde el principio. Por lo tanto, esta condición de indisolubilidad, no nace de una norma externa al mismo matrimonio, sino de su misma naturaleza y condición, tal como Dios lo quiso desde el principio. San Pablo, luego de la experiencia de Pentecostés, añadirá su fundamento cristológico y eclesial, al Sacramento del amor de los esposos cristianos, como una prolongación del amor de Cristo por su Esposa la Iglesia (cfr. Ef. 5, 21ss). El amor para que sea fiel necesita una gran dosis de sacrificio personal, oblación pura y sincera del propio egoísmo, para hacer feliz al otro, donde en lugar de disparar cada cual según su proyecto personal, converjan todos los proyectos afectivos, familiares, profesionales, amorosos, eclesiales. Es lógico entregarse a un amor fiel, único e indisoluble, un proyecto matrimonial y familiar para toda la vida. En el sacrificio está la voluntad de vivir una fidelidad enamorada del amor verdadero y fecundo en lo matrimonial y eclesial.

Santa Teresa de Jesús,  recibió la gracia del matrimonio espiritual, el último grado de amor. “Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico).  Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.” (Relaciones 25).


SABADO

Lecturas bíblicas:

a.- Eclo. 17, 1-13: Dios hizo al hombre a su imagen.

b.- Mc. 10, 13-16: Jesús y los niños.

Este evangelio los protagonistas son los niños. Sólo Marco, menciona que los abrazaba y bendecía imponiéndoles las manos, mientras que en los otros evangelios le piden que les impusiera las manos y orase por ellos (cfr. Mt. 19, 13-15), aquí le piden que los tocara (Lc. 18, 15-17). Era costumbre que los rabinos bendijeran a los niños, que les presentaban los padres. La molestia se la llevaron los apóstoles, que no dejaban que se acercaran al Maestro por esto reacciona  (vv. 15-16). Con estas palabras Jesús, declara que también los niños, como sus madres, son parte del Reino de Dios, ya que en ese tiempo la religión era cosa de adultos y de hombres. La condición para entrar en el Reino es acogerlo con humildad y sencillez, con la gratitud de un niño. Esta actitud de Jesús para con niños, no es para favorecer el infantilismo, al contrario, quiere destacar el talante, la disposición del adulto, que como niño ante Dios Padre, se sabe dependiente, pequeño, pobre de espíritu, necesitado de su gracia y amor, como también de la ayuda que los hermanos de fe le puedan brindar en el seguimiento de Cristo. Es poner todo el caudal humano en actitud de apertura ante Dios, para recibir su Reino predicado por su Hijo en la existencia diaria. Hacerse niños, es en palabras de Jesús, volver a nacer, del agua y del Espíritu (cfr. Jn. 3, 1-21), para entrar en el Reino de Dios. Como don del Padre y del Hijo, es su iniciativa y por lo mismo la actitud del discípulo es aquella de quien recibe un regalo, con madurez y responsabilidad, con sentido de gratitud. Ser como niños o hacerse tal es asumir la filiación divina, sabernos hijos en el Hijo, que saben apreciar su dignidad y la viven para hacer presente los valores del Reino, en particular el amor y la justicia para con Dios y el prójimo. Queda de manifiesto el amor del Padre, en la experiencia de quien se siente hijo de verdad y lo llama Abbá, principio de conversión y de vida nueva, porque se siente seguro en ÉL y amado sin límites. Vivir este amor, es ser ya ciudadano del Reino de Dios (cfr.1 Jn. 3,-3). Si todos asumimos nuestra condición de hijos, vamos a ver en nuestro prójimo, verdaderos hermanos (cfr.1 Jn. 4, 11), y de esta manera ser como niños con la confianza, la libertad y la gratitud de quien ama a su Padre, solo porque lo que ÉL es. El amor sólo se paga con amor.

Santa Teresa insiste en esto para que aprendamos a conocernos con el pan de la humildad, es decir, aceptarnos como somos no para quedarnos así, sino para con la gracia divina comenzar el camino de conversión y reconocer con la gratuidad del niño que todo es gracia y don de responsabilidad ante tanto amor y benevolencia. “Y, aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni hay alma en este camino tan gigante que no haya menester muchas veces tornar a ser niño y a mamar y esto jamás se olvide, quizá lo diré más veces, porque importa mucho, porque no hay estado de oración tan subido que muchas veces no sea necesario tornar al principio; y en esto de los pecados y conocimiento propio es el pan con que todos los manjares se han de comer, por delicados que sean, en este camino de oración, y sin este pan no se podrían sustentar. Mas hase de comer con tasa, que después que un alma se ve ya rendida y entiende claro no tiene cosa buena de sí, y se ve avergonzada delante de tan gran Rey, y ve lo poco que le paga para lo mucho que le debe, ¿qué necesidad hay de gastar el tiempo aquí?, sino irnos a otras cosas que el Señor pone delante, y no es razón las dejemos, que Su Majestad sabe mejor que nosotros de lo que nos conviene comer” (Vida, 13,15).

                                                     

P. Fr. Julio González Carretti OCD


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