EPIFANIA Y LAS FERIAS DE NAVIDAD

Del 5 al 11 de enero

P. Julio Gonzalez Carretti OCD.


Contenido

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR   (5 de Enero de 2013) 1

DIA 6 DE ENERO   1

DIA 7 DE ENERO   2

DIA 8 DE ENERO   2

DIA 9 DE ENERO   2

DIA 10 DE ENERO   3

DIA 11 DE ENERO   3


SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR   (5 de Enero de 2013)

La Epifanía, es la manifestación de Dios  a todos los pueblos de la tierra. Es la fiesta de los Reyes, la Epifanía del Señor;  la universalidad de la salvación es para todos los hombres  y naciones. Fiesta que pasó a la iglesia latina en el s. IV, desde la iglesia de Oriente. Isaías, nos presenta su visión de apertura de la salvación más allá de las fronteras de Israel. La gloria de Dios se manifiesta sobre Jerusalén, lugar de reunión de todos los pueblos. Son los Reyes de Oriente, quienes hoy representan a todos esas naciones paganas llamadas a la fe, guiados por una estrella, vienen a adorar al Rey de los judíos. Se cumple en Cristo, la palabra de Isaías, también los pueblos paganos, pueden recibir el cumplimiento de las promesas hechas a Israel.

Lecturas bíblicas:

a.- Is. 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti.

El profeta, nos presenta una visión de las naciones invitadas a subir a Jerusalén, imagen de la Iglesia. La profecía, anuncia el regreso de los exiliados en Babilonia, la ciudad, es como una madre que sufre por la dispersión de sus hijos, pero todo ello cesará, cuando ellos regresen (vv.3-4). Vuelven a la ciudad con ofrendas, dromedarios cargados de oro, incienso, riquezas del mar, que para nosotros también, significan sus costumbres y cultura, bienes espirituales, invisibles, sus tradiciones religiosas, que enriquecerán la experiencia de contemplar la gloria de Yahvé, junto a toda esa muchedumbre. Muchos elementos culturales deberán ser rechazados o purificados ya que la Iglesia reconoce la verdad y bondad en muchos valores de los pueblos que traen estos valores culturales, signos de la presencia de Dios, en medio de sus corazones e inteligencias, valores que no perecen, sino que son purificados y elevados y consumados para gloria de Dios (cfr. AG 9). Esta profecía se cumple plenamente en la Iglesia que acoge a todos las naciones de la tierra para escuchar, y vivir la Nueva Alianza que Dios hace con cada pueblo en su Jesucristo, el Señor. 

b.- Ef. 3, 2-3. 5-6: También los gentiles son coherederos.

S. Pablo, el antiguo fariseo, reconoce que la gracia que le ha sido dada, es olvidar su antigua condición farisaica, de tipo nacionalista, y sólo con su nuevo kerigma dirigirse ahora a los gentiles (cfr. Flp. 3,5). Lo que fue considerado por los demás judíos como una traición, incluso por los judeocristianos, que  en sus cartas aparecen como sus acérrimos adversarios. Ahora prisionero por Cristo y los gentiles, le fue revelado el misterio escondido por siglos, para comunicarlo a los paganos; ha sido constituido en ministro del misterio de Cristo Jesús (vv.3.7; Rm.1, 5; 15,15; 1Tm. 2,7; Gál. 2,9; Flp.1,7; Hch.9,15), que también, los gentiles están llamados a la salvación. Esta gracia de Dios, revelada a Pablo consiste en anunciar a los paganos, que se terminó el monopolio de Dios a favor de Israel, y que la salvación, que ofrece en Cristo Jesús, es para todas las naciones. Los gentiles también son: “coherederos, miembros del cuerpo y partícipes de la promesa en Cristo por medio del Evangelio” (v.6; cfr. Gál. 3, 6). Es la gran noticia de Pablo al mundo gentil, el Evangelio, es también, para los no judíos, ellos pueden ser discípulos de Cristo, si lo aceptan en su vida. Esta revelación, ha sido gradual, el misterio en el pasado no fue revelado como ahora a los apóstoles y profetas, por el Espíritu (v.5). Pablo comparte la misión con otros apóstoles, lo que si quiere dejar en claro, que la predicación de este misterio, esta misión le fue conferida por Cristo, evangelizar a los incircuncisos, así como Pedro debía ir a los judíos (cfr. Gál. 2,7). Este misterio escondido en Dios, es ahora revelado a los gentiles y la depositaria única de este misterio de la sabiduría es la Iglesia. Cristo está vivo y sigue convocando a su Iglesia a todos los hombres de la tierra. Escuchar el llamado de la Iglesia, ha evangelizar para que creyente  encuentre a Cristo Resucitado en la palabra y la Eucaristía, la Comunidad eclesial, en el prójimo, en la oración.

c.- Mt. 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey.

Este relato, viene a ser una reacción ante el nacimiento de Cristo Jesús, pero además, el cumplimiento de profecías del AT, que reúnen las promesas hechas a los  judíos del exilio y gentiles que en los tiempos mesiánicos, escatológicos, vendrían a adorar y ofrecer dones a Yahvé en Jerusalén. La finalidad de Mateo y de la Iglesia  primitiva, es ofrecer un anuncio de la acogida de Jesús, por parte de los gentiles, y  el rechazo de Israel. Es el nacimiento del verdadero pueblo de Israel, que el  evangelista ofrece en su evangelio.  Los Reyes Magos, eran hombres de ciencia, sabios,  que conocían  los astros del cielo, y su importancia, en la vida de los hombres y de  la historia. Mago, significa, partícipes del Don, representado por consejeros políticos, sacerdotes, hombres con altos cargos en general. Lo de Reyes, les vino  cuando se les aplicó ciertos textos bíblicos (cfr. Sal.72, 10; Is. 49,7; 60,10); lo más  acertado, sería llamarlos astrólogos, y que eran tres, se inspira en los tres dones  que ofrecen al Niño Jesús. Son los gentiles, que buscan a Dios. Llegan  preguntando: “¿Dónde está  el Rey de los judíos que ha nacido?” Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos  venido  a adorarle.» (v.2). Una estrella, se atribuía al Mesías,  la que debía  anunciar el nacimiento de Cristo, según la mentalidad de la época y vienen a  adorarlo (v.2; cfr. Nm. 24,17). Estos hombres, reconocen al Mesías, no siendo judíos, ni  creyentes en Yahvé, y nos llama la atención, su sincera humildad. Los sabios de  Israel, doctores de la Ley, especialistas en la Escritura, sin embargo, no lo  reconocen como el Mesías esperado. Herodes, y todo Jerusalén con él, se turbaron e inmediatamente, se  busca el lugar de su nacimiento, y el Sanedrín, responde que será en Belén de  Judea (v.6; cfr. Miq. 5,1). Los Reyes Magos, se dirigen a Belén, se ponen en  camino, si hasta ahora, la estrella les guiaba en forma imprecisa hacia Jerusalén,  ahora es la Escritura, quien la ilumina en plenitud y los lleva en forma exacta, donde está Jesús Niño. Luego se cumplen los oráculos mesiánicos, que anunciaban  la estrella del Mesías, y la venida de los Reyes gentiles, con sus dones al Mesías  para compartir la salvación que trae a los judíos. Se alude al oráculo de Balaam  (cfr. Nm. 24,17), al gozo y a la adoración (cfr. Is. 49,23; 60,6; Salm.72, 12), y al  ofrecimiento de los dones oro, incienso, y mirra (cfr. Sal.72, 11-12; Is. 60, 6). Finalmente, el evangelista señala la protección que Dios proporciona al Niño, contra  la astucia de Herodes, haciendo que los Reyes se vuelven a su tierra por otro  camino. Aquí encontramos el inicio de una veta constante en el evangelio de Mateo: el rechazo por  parte del pueblo de Dios, que padece Cristo Jesús, y la aceptación de los gentiles. Lo que significa, que ante Dios, no hay acepción de personas, con lo que se rompen  las barreras de creer que sólo el pueblo judío, recibía la salvación de Dios. Desde  ahora, se afirma, el universalismo de la salvación a todos los pueblos, a todos los  hombres de la tierra. En Cristo Jesús, se cumplen todas las esperanzas, no sólo las que se refieren a los judíos, sino la de todos los hombres. Un rey universal, pero humilde y oculto,  encontrarlo, es motivo de gozo y alegría, que lo convierten en Rey y Señor de la  vida, y se le rinde, el homenaje cuidado, y exquisito del oro de nuestro  amor, de la  mirra del sacrificio, y el incienso de la oración incesante ante su presencia.

Teresa de Jesús, ve en los Reyes aquellos que representan a toda la humanidad a los pies del Niño Jesús. Nos enseña a estar muy cerca del Hijo de Dios y como los Reyes ofrecerle la oración de  una vida consagrada a ÉL, el incienso de nuestra oración y contemplación y la mirra  de nuestra pobreza y debilidad para que la convierta en vida resucitada. “Pues la  estrella/ es ya llegada, /vaya con los Reyes/ la mi manada./ Vamos todos juntos/ a  ver el Mesías, /pues vemos cumplidas/ ya las profecías. /Pues en nuestros días, /es  ya llegada,/ vaya con los Reyes/ la mi manada./ Llevémosle dones/ de grande  valor,/ pues vienen los Reyes,/ con tan gran hervor./ Alégrese hoy/ nuestra gran  Zagala,/Vaya con los Reyes/ la mi manada./ No cures, Llorente,/ de buscar razón,/  para ver que es Dios/ aqueste Garzón./ Dale el corazón,/ y yo esté empeñada,/  Vaya con los Reyes/ la mi manada.” (Poesía 17, En la fiesta de los Reyes)


DIA 6 DE ENERO

Lecturas bíblicas:

a.- 1Jn. 3, 22-24; 4,1-6: Su mandamiento es que creamos en Jesucristo y nos amemos.

El apóstol Juan, nos enseña a vivir como hijos de Dios. La primera condición para ello, es romper con el pecado (cfr.1Jn.1,8), la segunda, es guardar los mandamientos (cfr.1Jn.3,11), especialmente la caridad, y la tercera guardarse de los anticristos y del mundo (1Jn.4,1ss).  La tranquilidad de la conciencia va a venir al cristiano, si con sinceridad, vive los mandamientos de Dios, ama a su prójimo, con lo cual, la oración que realice será eficaz. No se podría recitar el Padre nuestro, si faltamos gravemente al precepto del amor, porque el fundamento último de la oración, está en la vivencia de la paternidad y la filiación para con Dios y los hermanos. El autor, sintetiza magistralmente la voluntad de Dios, en creer en Jesucristo y amar al prójimo, lo que suscita la comunión con Dios. Los cristianos, hombres y mujeres del NT, son conscientes de la acción del Espíritu Santo, en la comunidad eclesial. Así como el profeta, movido por el Espíritu, interpretó los acontecimientos en el pasado, anunciando el futuro, así hoy los cristianos pueden hablar en nombre de Dios. Es el Espíritu quien inspira los más diversos carismas y funciones en su Iglesia, del mismo modo hombres hablaron en nombre de Dios, pero el  autor, da criterios para discernir los verdaderos de los falsos profetas (cfr. Dt. 13,1-4) en la Iglesia. El criterio es: Quien afirme cosas contrarias a la fe, no debe ser oído. Y la fe se resume en esto: Jesucristo vino a nosotros en carne mortal. Quien sostenga que niegue o dude de la humanidad de Cristo o que niegue que Jesús, es el Cristo no debe ser aceptada. Quien sostenga tales afirmaciones no posee el Espíritu de Dios, no es verdadero profeta. Juan lucha así contra los gnósticos, corriente filosófica y cristiana que ponían en el conocimiento un camino de salvación sin implicancias morales, no aceptaban la humanidad de Cristo, solo la divinidad (cfr. 1 Jn. 2, 22). Ellos se han desviado de la verdad. El apóstol, se dirige a los cristianos, ellos están en la verdad, Dios está con ellos, por ello vencerán, porque es más poderoso que el anticristo y de todos los poderes hostiles de tipo cultural-religioso. Es el poder del Espíritu Santo quien guía a la Iglesia, para no degenerar en una secta gnóstica. Los enemigos presentan otra versión del cristianismo, ellos son del mundo, por eso el mundo los escuchan, el mundo acepta la moral más fácil y de acuerdo a sus intereses. Juan, se presenta a la comunidad y con la comunidad cristiana como un testigo de la verdad: es de Dios, son de Dios, le pertenecen. De ahí que abren sus oídos para escucharle, pero los cierran para las enseñanzas del mundo. Para Juan o se está en la verdad o en el error; estar en la fe, significa confesar a Jesucristo, estar en el error, niega el

b.- Mt. 4,12-17.23-25: Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca.

El evangelio, nos presenta los primeros pasos de la predicación de Jesús en Galilea de los Gentiles, luego que Juan Bautista fuera encarcelado, con lo que Jesús da inicio a su labor evangelizadora. No sólo le prepara los caminos a Señor a Jesús, sino que le precede en su destino como profeta con sui palabra y muerte. Nos presenta su predicación y enseñanza en Galilea, concretamente en Cafarnaúm cumpliéndose la palabra del profeta que había anunciado que el Mesías actuaría en Galilea (cfr. Is. 9,1-2; Jos.19, 10-16. 32-39). Esta ciudad verá surgir la luz, los mayores milagros de Cristo, sin embargo, no se convertirá (cfr. Mt.11, 23; 13,54-58). Con el texto del profeta, el evangelista quiere recalcar que el evangelio, está destinado no sólo a los judíos sino también a los paganos. El texto del profeta, deja en claro, que Jesús es la luz del mundo, trae la luz a los hombres, enseña la verdad y da la vista a los ciegos (cfr. Is.8, 23-9,1-2; Jn.8,12 ). Las primeras palabras de Jesús son: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.» (v.17; cfr. Mt. 3,2). La invitación es la de volver a Dios con una mayor profundidad y radicalidad, porque ahora Dios se vuelve a nosotros con palabra y rostro humano. Ante la predicación precedente del Bautista la diferencia que su anuncio del Reino ahora está presente en la persona de Jesús. Realizó curaciones admirables, las más graves: posesos, lunáticos y paralíticos. En el trasfondo, se contempla al Siervo de Yahvé, que cargaría sobre sí todas nuestras enfermedades: Jesús es el Siervo de Yahvé. Si bien, para el evangelista, es importante presentarlo a Jesús, como un gran taumaturgo, más interesante es presentarlo como predicador de la palabra de Dios. Con este sumario, Mateo nos presenta a Jesús que predica y enseña. ¿Dónde está diferencia? Enseñaba, es decir, una presentación del evangelio, la palabra de Dios en forma de exposición, como discusión, como veremos en la sinagoga. En cambio, la predicación se centra en el anuncio del evangelio del Reino, porque está presente entre los hombres el reinado de Dios y Jesús, heraldo de dicho Reino, causa de nuestra alegría. La tarea de la conversión es permanente centrada en creer en Dios y amarlo en el prójimo más cercano; creer y amar actitudes fundamentales del cristianismo. Fe y amor, se fecundan mutuamente, es la fe que salva, por medio de la caridad, en una vida moralmente tranquila y serena, porque fe y obras van unidas. Es en la Eucaristía donde todo se funde: fe, obras y caridad, convertidas en pan para compartir, Cuerpo de Cristo que alimenta, y vino para celebrar,  Sangre preciosa de Cristo que purifica y reconforta, para servir al Reino de Dios. Fe y amor don divino y responsabilidad nuestra que conforma la vida del cristiano y la comunidad eclesial.

Santa Teresa de Jesús enseña: “Los que sirven a Dios y le quieren servir ¿por qué han de dejar la oración…? Cierto les he lástima, que a su costa sirven a Dios” (V 8,8). Estas palabras son una exhortación a no dejar la oración para luego emprender la tarea evangelizadora. La oración es el alma de todo apostolado. 


DIA 7 DE ENERO   

Lecturas bíblicas:    

a.- 1Jn. 4,7-10: En las fuentes del amor y dela fe.   

El apóstol Juan, nos enseña, que Dios es amor, por lo tanto, quien permanece en el  amor, permanece en Dios, el amor es el único camino para la unión con Dios (cfr. 1 Jn. 3,  10). Dios nos ha amado primero, por lo mismo, debemos amarnos  los unos a los otros. La insistencia del apóstol, acerca del amor al prójimo, es porque lo ha  presentado en forma negativa, es decir, quien no ama está en pecado, no conoce  a  Dios (cfr. 1Jn. 3,11.15.22); ahora tiene el autor la oportunidad de presentarlo, desde el  punto de vista positivo: Dios es amor, el amor viene de Dios, es más, el amor es lo  central del mensaje del evangelio de la gracia, que nos predica Jesucristo, el único  Señor. Si Dios es amor, la vía para llegar a ÉL, es la del amor. Esta enseñanza, se  puede mal entender, como en el caso de los gnósticos, los cuales, entendían por  amar a Dios conocerlo y sentirlo próximo, aseguraban que el hombre amaba a Dios,  pero era sólo, conocimiento intelectual. El apóstol, quiere manifestar la naturaleza  del amor que el hombre tiene a Dios, es siempre una respuesta a su amor fontal, amor primero.  Dios ha manifestado históricamente su amor al hombre, en la persona de  Jesucristo, en su hecho salvífico. Un amor creativo y unitivo, manifestado  por Yahvé en el AT,  en cada una de sus intervenciones concretas a favor de Israel, ahora en el NT, su  amor se manifestado en la persona y misión de su Hijo. El amor  que el hombre puede sentir por Dios, es siempre una consecuencia, de su amor  eterno, redentor, amor que santifica y  unifica. La acción amorosa de Dios por el hombre,  encuentra en Jesucristo, el significado pleno del verdadero amor. Amor hecha  entrega de la propia vida; amor desinteresado, purísimo, sin sombra de egoísmo  alguno. Este es el único amor que redime al hombre de su pecado, remedio que  expía una humanidad decadente. Este amor fontal de Dios por el hombre, se  convierte en argumento esencial, para el amor al prójimo. Si amamos a nuestros  hermanos en la comunidad eclesial, es porque, cada uno ha experimentado el amor  de Dios en su vida, con las categorías que lo definen, creador de una nueva vida,  redimidos por la resurrección de Cristo y santificados por la acción amorosa de su  Espíritu.      

b.- Mc. 6, 34-44: Primera multiplicación de los panes.  

El evangelista, nos presenta esta primera multiplicación de los panes y los peces, en un ambiente judío. Encontramos a Jesús, como buen Pastor que lleva a su rebaño,  representado por los apóstoles,  a un lugar apartado para que descansen y puedan comer. Pero lo primero que hace el Pastor con la muchedumbre, según parámetros  bíblicos, es dar a conocer la palabra de Dios, “enseñarle muchas cosas” señala el  evangelista (v. 34). Este milagro, tiene como trasfondo, uno de los milagros del  profeta Eliseo, que también multiplicó los panes de cebada (cfr. 2Re. 4, 42-44). El milagro que  realiza Jesús, no consiste en deslumbrar a las gentes, sino satisfacer su hambre  material, darles de comer en forma tan real, esa es la causa de tanta maravilla de  parte de los hombres. Dar a los hombres el pan de cada día, viene a decir que el  evangelio de Jesús, no son sólo hermosas palabras, sino fuerza creativa, vital, que  libera a los hombres del hambre material y espiritual, con lo cual revoluciona la  historia. Reflexionando podemos señalar ciertos hitos que nos ayuden a  comprender este milagro. Primero, la compasión que Jesús siente al contemplar al  pueblo, como un rebaño sin pastor. Los adoctrina sobre el evangelio, los alimenta  con la palabra de Dios, para luego alimentarlos con este otro pan.  En un segundo  momento, son los apóstoles los preocupados por despedir a la gente, para que  tomen  alimento por el camino. Jesús les manda: “Dadles vosotros de comer.” (v.  37). Con este mandato, se quiere significar, que si se está en una comunidad  eclesial, ella se hace responsable del hermano hambriento. Con cinco panes y dos  peces, lo que tenían los apóstoles, Jesús prepara el banquete para su pueblo.  Banquete para la comunidad judía, por ahora, al modo y estilo judío: que se sienten  como familia, aunque lo hagan como cuadros de cien y de cincuenta, sentados, sobre la hierba (v. 39; Ex.18, 25);  Jesús, es el  buen Pastor    que los lleva a verdes pastizales, el nuevo Moisés (cfr. Sal.23, Jn. 6,14.32).  El gesto de elevar los  ojos al cielo, mientras pronuncia la bendición, gesto propio de los judíos, que luego repetirá en la institución de la Eucaristía, el dato que nos proporciona sobre la hierba verdad (v.39), alude a la primavera, indica el tiempo pascual, con lo cual, se relaciona con la última Cena (cfr. Mc.14,25, Jn.6,4)). Finalmente, son los discípulos, los que  distribuyen el pan y los peces multiplicados, y luego recogen lo que sobró. El  evangelista, remarca que todos comieron y se saciaron, es decir, que  el banquete  que prepara Jesús, nadie es excluido, nadie queda con hambre. Recogieron doce  canastos de sobras, número que evoca las doce tribus de Israel, y el cumplimiento   del festín anunciado por los profetas. Espléndido banquete de fraternidad, belleza y  saciedad de una muchedumbre que sigue a Jesús, aunque no comprenda todavía su  palabra en su plenitud. Este milagro es anuncio de la Eucaristía, pero ahí, si bien,  saciaron su hambre, no comprendieron el sentido fraterno que Jesús les quiso  imprimir en todo su significado. Nosotros tenemos la oportunidad de hacer este milagro, cada vez que participamos en la Eucaristía, con Jesús que nos prepara el pan de la palabra y del Pan, que  multiplica el pan para el  hermano que lo necesita. El amor de Jesús por nosotros se hace Pan de vida,  nuestro trabajo entregárselo  a  ellos.   

Teresa de Jesús nos invita a que alimentados por la Eucaristía sirvamos al prójimo: “No está el amor de Dios…sino en servir con justicia y fortaleza de ánimo y  humildad” (V 11,13).


DIA 8 DE ENERO  

Lecturas bíblicas   

a.- 1Jn. 4, 11-18: El amor perfecto exilia el temor.   

El apóstol Juan, nos introduce en el tema del amor fraterno. Si Dios nos ha amado  primero, es nuestro deber, amarnos como verdaderos hermanos.  Si nos amamos,  Dios vive en nosotros, y nosotros en ÉL, y sólo así, sabemos que es el Espíritu,  quien nos habita y el amor ha llegado en nosotros a su plenitud. Juan, testifica que  Jesús, es el Salvador del mundo, enviado por el Padre, porque lo ha visto, y esta  confesión, asegura estamos en ÉL y ÉL en nosotros. Pero este amor conocido, y en  el cual creemos, aumenta la  confianza para el día del Juicio, porque queremos ser  como es ÉL, es decir, somos y pensamos, como pensó y obró Jesús. Por esta  identificación, imitación de Cristo, desaparece el temor, porque el amor divino  expulsa el temor, ya que encierra el esperado castigo; si hay amor, es porque se  alcanzó la plenitud en el camino de la justificación y glorificación en Cristo Jesús.   

b.- Mc. 6, 45-52: Jesús camina sobre las aguas.   

El evangelio, nos presenta otra de las manifestaciones de Jesús, caminar sobre las  aguas, ante la admiración de los apóstoles. Jesús obliga a los apóstoles, a subir a la  barca y dirigirse a Betsaida, territorio semi pagano, se trata de abrirse a la  universalidad. Despide a la gente, que se había saciado con la multiplicación de los  panes, y sube al monte a orar. El viento, les es contrario, por lo mismo, era  fatigoso para los apóstoles el remar, y Jesús se hace presente en medio de la  tormenta y de sus discípulos (vv. 49-50). La expresión: “Soy Yo”, identifica a Jesús con Yahvé, como  Señor del mar (cfr. Job. 9, 8; 38, 16; Ex. 33, 22; 34, 6). Esta manifestación sobre humana de Jesús les permite vislumbrar el misterio de su ser divino, pero sin comprender nada todavía hasta después de su Resurrección (cfr. Mt.14,33). La turbación de los  apóstoles, el que vieran a Jesús como un fantasma, manifiesta, lo poco que  le comprendían. Sin embargo, esta epifanía dejó ver parte de la gloria de Jesús ante los ojos de los discípulos, como Moisés o Elías, Jesús vino a ellos, como Yahvé que se acercó a estos profetas de manera misteriosa (cfr. Ex.33, 21-23; 1 Re.19, 11s). El “Soy yo”, suena majestuoso, como cuando Yahvé  revelaba a Moisés su Nombre, pero que en el caso de Jesús van vinculada esta formulación a sus promesas de salvación (cfr. Ex. 3,14; Is.43, 10s; Jn.6, 35.48; 8,12; 9,5; 10,9; 10,11; 11,25; 14,6; 15,1.5). Jesús,  sube a la barca y todo vuelve a la calma, el viento cede, penas y esfuerzos de esa noche han pasado. Los apóstoles experimentan el espanto íntimo ante lo extraordinario, la impresión que produce Jesús en la muchedumbre (cfr. Mc. 1,22; 2,12; 4,41; 5,42; 6,2; 7,37; 11,18). El texto termina poniendo en relación este hecho con la multiplicación de los panes, que de haber comprendido lo sucedido en el desierto, hubieran comprendido lo sucedido esa noche. El dispensador de vida, es también vencedor de la muerte, el que colma las necesidades del pueblo es el mismo el que camina sobre las olas. Las profundidades de las aguas simbolizan las potencias maléficas, pero es Dios quien camina sobre las olas del mar (cfr. Jos. 9, 8; Sal.32,6; 69,2.15s; 93,2; 144,7). El caminar de Jesús sobre las aguas manifiesta su poder divino, su venida a los discípulos manifiesta su protección y salvación. Para todos es Salvador y Redentor, pero les enseña que su obra salvífica supera con creces sus esperanza mesiánicas. No es sólo un segundo Moisés que soluciona las carencias del pueblo, sino que es el verdadero Hijo de Dios.  Solo la entrega total a Jesús, la confianza en su  amor salvador, nos libera de todos los miedos que amenazan la vida del hombre de  hoy. Jesucristo, es el  Sacramento del encuentro de Dios con el hombre, lo busca para redimirlo, lo que  significa, esperar una respuesta que debemos dar día a día (GS 13). La Iglesia, en la que  está presente el Señor, por lo mismo, con ÉL por muchas borrascas que enfrente la  comunidad de los fieles, siempre nos dirá: “Soy yo, no temáis”.  

Teresa de Jesús nos invita a  servir a Dios con toda la vida. “Quien de verdad  comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida... Y qué  sabemos si sernos de tan corta vida, desde…nos determinamos a servir del todo a  Dios, se acabe?” (CV 12,2).


DIA 9 DE ENERO   

Lecturas bíblicas

a.- 1 Jn. 4, 19-21; 5,1-4: Quien ama a Dios, ame a su hermano. 

El apóstol, nos presenta el amor al prójimo, como expresión de fe, de cumplimiento  del mandamiento y de amor a Dios. Juan nos exige vivir el amor fraterno, como  realidad esencial  de la fe cristiana. La primera razón, para amar al hermano, es que  Dios nos amó primero (v.19). El hecho que el cristiano ame, es siempre una  respuesta al amor, que experimenta en su vida de parte de Dios Padre, manifestado  en su Hijo. La iniciativa es siempre de Dios, no es que el hombre, en este caso el  discípulo, haya alcanzado a Dios por la vía del amor; al contrario, es Dios quien  conquista amorosamente al hombre, por el hecho salvífico e histórico manifestado  en Cristo Jesús. Un segundo argumento, es que si la persona no ama a quien ve, a  su prójimo, es difícil que ame a Dios a quien no ve (v.20). Muchos se refugian en el  amor de Dios, para desligarse del compromiso que implica el amor al prójimo, vivir  abstraídos y centrados en Dios, pero lejos de la realidad que los circunda. Ese Dios  a quien adoran, no llega a su vida, no toca tierra, olvidan que Dios se encarnó, se  hizo hombre y asumió nuestra naturaleza. Es en los gnósticos, en quien está  pensando Juan, cuando escribe, porque se centraron en lo divino, olvidando lo  humano de Jesucristo, por ello también olvidaban los principios morales. En su  doctrina, Jesús unió admirablemente, con el mismo rango y valor, el amor a Dios y  al prójimo. No se puede pensar la perfección cristiana, sin el cumplimiento de  ambos mandamientos, así lo estableció Jesús: quien ama a Dios ame también a su  hermano. Si nos consideramos hijos de Dios Padre, todos somos hermanos, por lo  tanto, quien ama al Padre, ame también a sus hijos. Finalmente, el último  argumento, es de fe y amor: quien confiesa su fe en Jesucristo, quien creen en ÉL,  como Hijo de Dios, debe amar a todos los que como él creen en Cristo Jesús, son  hermanos de fe unidos por el amor. Se forma la gran familia de los hijos de Dios,  por las venas de sus almas, circula la misma fe en Cristo, el mismo amor de Dios,  por lo tanto, ese amor se refleja en el amor al prójimo, nacidos todos y  engendrados en ÉL en la fuente bautismal y en la palabra por la acción del Espíritu  Santo en su Iglesia. Hilando fino, debemos tener en cuanta, que si no amamos  al  prójimo, a quien vemos, tampoco amamos a Dios, porque el autor había afirmado  que el amor a Dios se demuestra por el amor al prójimo. El amor al prójimo nace  del mandato de Cristo, no es un amor nacido de un humanitarismo, o sólo por el  hombre, filantropía,  este mandamiento se debe cumplir desde un amor real y  sólido a Dios. No hay que olvidar, la estrecha relación que Juan establece, entre  amor a Dios y cumplimiento de los mandamientos: amar a Dios es cumplir sus  mandamientos. Como partícipe de la victoria de Cristo en su Resurrección, el  discípulo asume su mandamiento del amor, no lo considera una carga; su yugo es  suave y llevadero (cfr. Mt.11, 30), porque es el Espíritu Santo, quien lo graba a  fuego en su espíritu, como cristiano comprometido con su fe.        

b.- Lc. 4,14-22: Hoy se cumple esta Escritura.  

El evangelio, nos da cita en la sinagoga de Nazaret.  Lucas, comienza la predicación  de Jesús, con el cumplimiento de la profecía de Isaías y la fuerza renovadora del  Espíritu: “Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga  todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura, que  acabáis de oír, se ha cumplido hoy.” (vv. 20-21). El Espíritu ha descendido sobre  Jesús, y su vida pública, es una manifestación de la fuerza y el Reino de Dios, está  presente en su persona y palabra de Cristo, en medio de los hombres. El Reino ya  no es futuro, sino presente en la palabra y hechos de Cristo que redimen, rescatan al  enfermo de la muerte y a los oprimidos por el mal son rescatados; el Reino está actuando, y  transformando la vida de los que creen en Jesús. Hoy como ayer, existe esclavitud,  encubierta con muchas máscaras, pecado, desengaño, pero hay un Mesías con  poder, con la fuerza del Espíritu de Dios, que conduce a los que creen, a la libertad  y a la justicia verdadera (cfr. Is.11,1-2). Posee el Espíritu, precisamente para  desatar y romper las cadenas de todos los que se sienten oprimidos por toda clase  de esclavitudes, ofrece un camino de sanación interior, para quien está dispuesto a  recorrerlo, no sólo, sino con ÉL, es la acción de su Espíritu. Actualización de la  profecía de Isaías. La especificación que hace el evangelista, acerca de los  beneficiados por la acción del Mesías, tiene su sentido ya que los ciegos  representan a quienes sufren en su cuerpo alguna enfermedad; los oprimidos,  sufren la maldad de los perversos y poderosos de este mundo, que corrompidos por  el dinero, someten voluntades; los cautivos de mil cosas, que soportan los males de  nuestra sociedad consumista, y que impide a los hombres ser libres, ya que se  encuentran atrapados en redes de muerte (drogas, dinero mal avenido, redes de  corrupción, etc.), y finalmente a los pobres, carentes de medios económicos, sociales,  culturales, etc., se les anuncia la palabra de Dios Todos ellos esperan el año de gracia que Jesús promete, abiertos a  la acción del Espíritu, y que ya está actuando. “Esta Escritura que acabáis de oír se  ha cumplido hoy” (v. 21). Toda la vida pública de Jesús palabras y milagros, son  una liberación, de toda clase de opresión para los necesitados, pasó haciendo el  bien (cfr. Hch.10, 38), una buena nueva de vida que alcanza su plenitud en su  Resurrección. El Espíritu Santo sigue animando a la Iglesia, a cada cristiano, a  llevar el evangelio de la gracia y la verdad, a la propia existencia, la libertad a los  cautivos de todo tipo, ayuda a los más pobres, sólo entonces habremos  comprendido que Jesucristo, continúa presente haciendo el bien a todos.        

Teresa de Jesús, enseña como el camino de la vida cristiana es de amor, pero un  amor bautismal crucificado: “Conozco personas que van por el camino del  amor…por sólo servir a su Cristo Crucificado” (4 M 2,9).


DIA 10 DE ENERO  

Lecturas bíblicas   

 a.- 1Jn. 5, 5-13: El que cree en Jesús vence al mundo.   

El apóstol Juan, nos introduce en las fuentes del amor y la fe cristiana. Quien cree  en Jesús, vence al mundo por medio de la fe. Victoria que supone, lucha por vivir la  voluntad de Dios, expresada en los mandamientos. Es el sano, pero difícil equilibrio,  entre hacer la voluntad de Dios y vivir en medio del mundo, sabiendo que Dios, y lo  mundano se excluyen mutuamente. Pero el cristiano posee el secreto de la victoria,  en la fuerza que ejerce la fe, don de Dios y responsabilidad nuestra, de vivir esa  secreta presencia divina, que es poder divino, no dado por el mundo, sino contrario  a él. Realidad que garantiza la victoria, porque viene de Dios Padre, superior a la  fuerza del mundo; la victoria, no viene del esfuerzo humano, sino de participar en  la vida misma de Dios (cfr. Jn. 16, 33). Este trabajo de vida cristiana, proviene, y  se dirige a Jesucristo, que vino a nosotros, por el agua y la sangre, es decir, por el  bautismo de Juan y su muerte en cruz; el rito que los hizo cristianos a esos  primeros creyentes, a quienes escribe el apóstol, y la eucaristía. Agua y Espíritu,  que les dio nueva vida. Espíritu que garantiza la verdad de la fe del cristiano, con  dos acontecimientos históricos, el bautismo de Jesús y su muerte de Cruz;  realidades vividas por Cristo. Verdades que los gnósticos, no aceptaban  plenamente, desde el momento que sólo creían en la divinidad de Jesús, de ahí la  insistencia de Juan, de enseñar que Jesús, vino a nosotros con agua y con sangre,  es decir, es Hombre y Dios verdadero. Con el bautismo recibido y la Eucaristía,  Sacramentos que actualizan la muerte redentora de Cristo, y que el Espíritu, hace  vida, en los miembros de su Iglesia; fecunda con ello, el testimonio apostólico de  los creyentes. Se trata, que este testimonio penetre lo interior  de cada cristiano,  ya que el testimonio primero es de Dios, para que el hombre acepte a Jesucristo en  su vida, mientras que quien lo rechaza, rechaza a Aquel, que ha dado testimonio de  Dios Padre. Ahí está la razón, por la cual, Dios envió a su Hijo al mundo, para  rescatar al hombre del pecado, y concederle la gracia de la fe, a quien lo acepta en  su vida como salvación, vida nueva. El encuentro con Cristo, es también, encuentro  con el testimonio de Dios acerca de ÉL. Quien lo acepta posee vida eterna, quien lo  rechaza, la pierde; es cosa de vida o muerte. La vida eterna está en el Hijo de Dios,  la unión con ÉL es vital, don del Padre y no logro humano. Lo decisivo, es la  intimidad divina, con la persona de Jesucristo, plenamente hombre y Dios, por  medio de la fe, decisión personal, fruto de la gracia, que obra en el creyente. El  cristiano, posee vida eterna en sí mismo, por la vida que Jesucristo siembra con su Palabra y  sacramentos principalmente la Reconciliación y la Eucaristía.   

b.- Lc. 5,12-16: Curación de un leproso.  

El evangelista nos narra la curación de un leproso, por parte de Jesús, en una ciudad que visita en su viaje de misión (cfr. Lc.4, 44). Los leprosos no debían acercarse a las ciudades, la enfermedad al hombre lo convertía  en un impuro, desde la perspectiva  de la ley de Moisés, alejado del culto y de la comunidad (cfr. Lev.13, 45s). Este enfermo estaba cubierto de lepra, señala Lucas, que era médico, enfermedad incurable, casi se les consideraba  muertos en vida. Así y todo, se presenta delante de Jesús, su poder lo atrae, es más grande que las limitaciones que le impone  la Ley y la muerte. Postrado, confiesa su mal, en su plegaria denota confianza: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (v.12). Jesús obra con compasión, lo toca, pasa por encima de la ley, y actúa con misericordia. El gesto de tocarle lo hace sentirse en comunión con los hombres, con Dios: “Quiero, queda limpio” (v.13). Su voluntad lo limpia de la lepra y con ello vuelve a la vida, puede participar en el culto y volver al seno  familiar. De esta forma Jesús actúa como Eliseo que curó a Naamán en sirio, la autoridad que daba a los sacerdotes del templo la ley de Moisés que declaraba limpios a los leprosos una vez curados. Sólo que Jesús, es más que todos ellos, basta una sola palabra suya y los enfermos quedan sanos. Jesús obediente a la ley, quiere que ella se cumpla y manda al hombre a presentarse al sacerdote, y ofrecer el sacrificio prescrito para la purificación (cfr. Lev.13,49; 14,1-32). Los sacerdotes debían saber, que el tiempo de la salvación había comenzado, este hombre era un testimonio vivo, que se cumplía lo anunciado por el profeta, que el tiempo de salvación traería salud y curación de las enfermedades (cfr. Is.35,5; 61,1). La fama de Jesús, crece y su acción salvífica se extiende cada vez más, si bien, le prohibió hablar al hombre ahora sano, la noticia se conoció. La palabra lleva en sí un dinamismo que la expande progresivamente, lo que atrae a multitudes hacia Jesús para escucharle y ser sanados de sus enfermedades (v.15). Jesús se retira a la soledad para orar. Sus obras nacen de la íntima relación con su Padre en la oración. Jesús obra, porque Dios Padre está en y con ÉL (cfr. Hch. 10,38), lo que nos habla de una comunión profunda y dinámica.  Oración y servicio al necesitado, todo un  programa de evangelización para nosotros hoy.        

La Santa Madre Teresa de Jesús, pide pureza de intención a la hora de emprender  el camino del servicio de Dios. “No es otro mi deseo sino que…nos esforcemos a  servir a un Señor, que así paga aun acá en la tierra” (V M 4,7).


DIA 11 DE ENERO   

Lecturas bíblicas   

a.- 1 Jn. 5, 14-21: La oración por los pecadores.   

El apóstol, nos habla de la oración por los pecadores. Pareciera que la intención de  este apéndice, es ver la posibilidad de hacer algo por aquellos, que no comparten plenamente la fe de la Iglesia, se está pensando en los gnósticos, blasfemos contra  el Espíritu Santo, que negaban la Encarnación, o apóstatas. Juan había hablado de  la oración y la eficacia de su poder. Pero la oración, como diálogo con Dios, debe ser según su voluntad, no para satisfacer deseos propios. Orar por quienes no  están en comunión con la fe de la Iglesia (gnósticos, apóstatas, blasfemos), no vale  la pena, es inútil. Enseña el apóstol, que hay que orar por los que han cometidos  pecados, que no llevan a la muerte, pero no así, por los que han cometido pecados  que sí llevan a la muerte. Se distingue, entre pecados graves que rompen  deliberadamente la comunión con Dios y con Cristo, otros no, es decir, los pecados   que no incluyen ese rechazo definitivo. También el antiguo Israel, hacía esta  distinción (cfr. Núm. 15, 30; Lev. 4,2), ahora se entiende, por qué el apóstol,  niegue la intercesión por quienes han ofendido a Dios gravemente (cfr. Jn. 17,9).  No se les condena, sino que el juicio acerca de ellos queda en las manos de Dios; siempre quedaba la oportunidad para que rectificaran y volvieran al seno de la Iglesia, convertidos.  Termina la carta el apóstol, con tres certezas: “Sabemos” que el Hijo está sobre el  pecado, por lo mismo, el creyente está protegido, y el mal no lo daña (v.18; 1Jn. 3,  6. 9; 5,4); el creyente es propiedad de Dios, por lo mismo, contrario al mundo (v.19; 1Jn. 5,  4; 4,3-4; Jn. 8,23; 17,14), y finalmente, por la venida de Jesucristo adquirimos el  verdadero conocimiento de Dios o inteligencia, que se puede poseer desde la  experiencia personal, de la comunión establecida con ÉL (cfr. Jn. 17, 3). La  recomendación final, es la de evitar todo tipo de idolatría, de la que judíos y  cristianos, han evitado siempre porque poseedores de la verdad. 

b.- Jn. 3, 22-30: Ministerio de Jesús en Judea, último testimonio de Juan.   

El evangelio, nos presenta la actividad de Jesús y el último testimonio que da Juan,  el Bautista, acerca del Mesías. Vemos como los discípulos de ambos, compiten en  popularidad, y los de Juan, en cierta forma reprochan a su maestro, teniendo en  cuenta, que ha sido el mismo Precursor, que ha preparado el éxito de Jesús con su  testimonio. El evangelista, sin embargo, deja ver a los dos protagonistas, actuando  simultáneamente, bautizando, Jesús, casi en la desembocadura del Jordán, y Juan,  en el norte, lejos del rey Herodes Antipas, y del gobernador romano. Si la gente iba  a Jesús, enseña Juan Bautista, es porque su éxito viene de Dios, es el enviado de  Dios (v. 27). Les recuerda a sus discípulos, haber afirmado claramente, que él no  es el Mesías, sino su heraldo, su Precursor. Una vez aparecido Cristo Jesús, mayor  en categoría que Juan, es Él quien debe crecer, en estima, consideración y  aceptación de parte del pueblo. Usa el símil del amigo del novio, que prepara la  boda, importante sí, pero cuando aparece el Esposo para la boda, el novio, lo es todo junto a la esposa, el organizador desaparece. Hay una alusión a Israel, como  la esposa de Yahvé y Yahvé como el Esposo amante y fiel de Israel (cfr. Os.2,20; Is.62, 4-5;Jer.2,2; 3, 20); Juan tenía como trabajo presentar a Israel, como la  esposa al Esposo Cristo, con lo cual, el evangelista pone a Jesucristo, como Yahvé,  el único Esposo de Israel. Juan Bautista, sabe ser humilde, puesto que su  existencia, es referida a Jesucristo, ser testigo de la luz, vivir para ÉL, como el  amigo del Esposo. Cada cristiano desde su bautismo está desposado con Cristo por  la fe, la esperanza y el amor, su trabajo, es ser testigo y discípulo, en medio de  nuestra sociedad, de la verdad de Dios, que el hombre busca en su vida y que el Bautista nos dice que para   encontrarla hay que ir a Jesús de Nazaret.       

La Santa Madre Teresa invita a vivir la intimidad divina con Cristo. “De esta  compañía tan continua de Jesucristo…nacen unos deseos…de entregarse toda a su  servicio” (6M 8,4).

P. Julio Gonzalez Carretti OCD.


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