DOMINGO DE LA
SANTISIMA TRINIDAD y OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo C)
Contenido
Lecturas
bíblicas
a.- Prov. 8,
22-31: Antes de comenzar la tierra, la Sabiduría ya había sido engendrada.
Dos son los temas de este pasaje bíblico: la Sabiduría
fue creada antes de toda criatura (v.22), y trabajó en la formación del
universo entero (vv. 27-31). Una vez creada, la Sabiduría preside e inspira el
resto de la obra de la Creación del universo. Ella es como una hija, delicia
del hogar, delicia de su padre y de sus hermanos. A estas alturas de la
revelación, la Sabiduría es solo una personificación, y todavía no una persona,
en vías de revelación del misterio y
dogma trinitario. Poco a poco la Sabiduría comienza como una personificación, hasta conseguir realismo y entidad (cfr. Prov.
14,1; 1,20-33; 3,16-19; Eclo. 4,11-19; 14,20; 15,10; 24,1-29). Aquí la Sabiduría
habla en primera persona, de sí misma, hasta que en forma ascendente parece
participar de la naturaleza divina, ya que el misterio trinitario, se habría de
revelar en el NT, aunque usando los conceptos y términos del Antiguo. Jesús
anunciado como Sabiduría de Dios, al igual que la sabiduría, Cristo participa
en la creación y conservación del mundo (cfr. Mt. 11,9; Lc. 11, 49; 1 Cor. 1,
24-30; Col. 1, 16-17; 1Cor. 10,4). Reflejo e influjo de este pasaje de la
Sabiduría, la encontramos en la cristología de Juan, en el prólogo de su
evangelio, nos presenta la vida intra-trinitaria del
Verbo de Dios (cfr. Jn.1,1-5).
b.- Rm. 5, 1-5: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones.
El apóstol Pablo, insiste en el tema de la gratuidad de
la fe, y por lo mismo, es una propuesta a hacer a los hombres de buena
voluntad, con temor y temblor, a todos lo que quieran escucharlo. De esa
gratuidad de la fe, nace la esperanza de la gloria de Dios, es decir, los
bienes escatológicos: la resurrección y la vida eterna. El realismo paulino,
existencial acepta las tribulaciones del tiempo presente, pero ellas, ayudan a
fortalecer la constancia, la autenticidad, la esperanza que no defrauda. La
vida del cristiano, está marcada por la esperanza teologal, ya posee la
reconciliación con Dios, pero, no ha superado todas sus debilidades,
particularmente la muerte. Pero Dios Padre tiene la iniciativa de un amor
gratuito, para superar el pesimismo de la vida de muchos. Su amor ha sido
derramado en el corazón de los hombres, por medio del misterio pascual de
Jesucristo y la acción del Espíritu
Santo. El amor con que Dios nos ama, del que el Espíritu Santo es prenda, y por
su presencia activa, es testigo (cfr. Rm. 8,5: Gal.
4,5). Por medio de este amor nos dirigimos al Padre desde nuestra condición de
hijos, porque el amor es recíproco. Por él también amamos al prójimo con el
mismo amor con el Padre ama al Hijo y cada uno de nosotros.
c.- Jn. 16,
12-15: Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu recibirá de lo mío y os
lo anunciará.
El evangelio nos muestra a Jesús en diálogo de despedida
con sus discípulos, donde tiene muchas otras cosas que enseñarles, pero les
advierte que por el momento no pueden comprender plenamente todavía. Les
faltaba tiempo para su comprensión, muchos hechos en su momento, no fueron
captados en su totalidad, puesto que debieron esperar la luz de la Resurrección
y sobre todo de Pentecostés (cfr. Jn. 2, 22; 12, 16). La verdad completa se
comprende, no en un sentido de un cúmulo de verdades, que Jesús no alcanzó a
enseñar en vida, pero que el Espíritu
Santo conducirá a la plena comprensión e inteligencia de la revelación. La
verdad completa, se refiere a la comprensión en profundidad del misterio de la
persona de Jesucristo y de su misión redentora, evangelizadora. Sin el
Espíritu, la revelación se convierte en una serie de verdades, insoportables e
inconducentes; con el Espíritu el cristiano y la Iglesia son guiados a la
verdad completa. La revelación de Cristo se entiende como dada y universal con
carácter definitivo. Toda esta misteriosa realidad, no podía ser captada por
los discípulos, debieron esperar la Resurrección y Pentecostés, y el devenir de la vida de la
Iglesia, para conseguir la suficiente claridad, sobre el misterio de la persona
de Jesús como Mesías y Enviado del Padre. Un testimonio de cuanto decimos, lo
encontramos en los evangelistas, los hechos de los apóstoles, Juan y Pablo,
principalmente. El apóstol habla de la verdad completa, no de nuevas verdades,
es decir, de un conocimiento más hondo de cuanto dijo e hizo Jesús. No hay
contradicción, por lo tanto, cuando afirma a los apóstoles, que les ha
comunicado, todo cuanto había oído a su Padre (cfr. Jn. 15, 15). Este
conocimiento de la verdad, debe llevar al cristiano, a conocer profundamente la
realidad en que se vive, como los profetas del AT, evitando así la
superficialidad de una fe, que no influye en la sociedad, sino que cultiva una
dimensión profética. Guiar a la verdad plena no es otra cosa que el movimiento
vital de la fe y de la comunidad eclesial en su relación viva con Jesús de
Nazaret, sostenida y colmada por el Espíritu Santo. “Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío
y os lo explicará a vosotros” (Jn.16, 14s). Es el Espíritu Santo quien
glorifica a Jesús, porque será ÉL quien haga, comprender a los discípulos el
misterio de humillación vivido por Cristo Jesús en su Pascua, principio de su
exaltación y elevación hacia el Padre. En lo inmediato, era ser guiados a
comprender los acontecimientos que estaban por suceder, como la elevación de
Cristo en la Cruz, su muerte redentora, su elevación a la gloria del Padre
(cfr. Jn.16, 8-11). En este proceso no se trata de una nueva revelación paralela a lo revelado
por Cristo, sino que más bien la acción del Espíritu está unida a la revelación
dada por Jesucristo. La predicación del Espíritu y de la Iglesia, no pueden
separarse de ese fundamento, básico de esa tradición. La verdad histórica de la revelación dada por
Jesús y la verdad de Dios forman una unidad indisoluble. Era necesario que
descubrieran en Cristo, al enviado del Padre para la salvación del mundo. Sólo
Cristo Jesús que conoce los secretos de Dios, como su Espíritu, podía darlo a
conocer, revelarlo a los hombres. Pero la revelación de Jesús, también apunta
al futuro, es insuperable por ÉL, abierto al futuro escatológico y eterno. De
ahí que cada época y la Iglesia no logran su plena realización en cuanto que el
evangelio no está plenamente establecido ni realizado. Es el ministerio
profético el que expresa el carácter futuro de lo revelado por Cristo. Guiar a
la verdad plena se realizará en la comunidad bajo la acción constante del
Espíritu Santo de múltiples formas desde la exposición teológica, pasando por
la catequesis y la meditación hasta la crítica profética. Esta acción vigorosa
del Espíritu es obra de toda la comunidad, no sólo de la jerarquía.
Santa Teresa de Jesús, comprendió, cuanto se puede en
esta vida, el misterio trinitario. “Estando una vez rezando el Salmo de “Quicumque vult,” se me dio a
entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me
espanté y consolé mucho. Hízome grandísimo provecho
para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas; y para cuando pienso o
se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme de mucho contento.” (Vida 39,25).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo. 27, 5-8: No alabes a nadie antes de oírle
hablar
El texto bíblico nos introduce en el conocimiento de los
hombres en clave de sabiduría y de experiencia. ¿Cómo conocer a los hombres?
¿Su moralidad en negocios externos? La Escritura señala tres criterios: el de
la criba, el del horno y la del fruto. Así como la criba separa el trigo de la
paja, así la bondad o maldad se refleja en sus palabras y acciones. Las
deficiencias de la alfarería dependen de la cocción en el horno, así las
pasiones del hombre se revelan en el calor de las discusiones; de la misma forma
los árboles se conocen por sus frutos, lo mismo los pensamientos y el corazón
de los hombres se conocen en sus palabras y obras. En definitiva, antes de dar
una opinión acerca de un hombre, es necesario conocer su modo de pensar, hablar
y obrar. El pasaje bíblico nos recomienda prudencia a la hora de juzgar a los
demás, porque queda siempre presente el principio que el interior del hombre,
su conciencia, sólo lo conoce Dios, es un santuario donde entra sólo el hombre
donde lo espera Dios. Toda persona merece respeto, pero sus obras exteriorizan
en parte su interior, por lo mismo, sujeto al juicio de su prójimo, pero la
prudencia recomienda que no sea hecho con ligereza, sino con sabiduría.
b.- 1Cor.
15,54-58: Nos da la victoria por nuestro Señor.
El apóstol Pablo, nos enseña que en el momento de la
Resurrección, el cuerpo corruptible se vestirá de incorruptibilidad: el cuerpo
será el mismo, pero no lo mismo, de miserable en glorioso, de débil en robusto.
En síntesis, se siembra o entierra un cuerpo natural y resucita un cuerpo
sobrenatural. El primer Adán fue una vida viviente, el segundo es un espíritu
vivificador; el primero, llevó a la muerte a toda la humanidad con su pecado,
el segundo, lleva a la humanidad a la
vida eterna, es decir, al cielo. De la victoria de Cristo sobre la muerte,
participamos efectivamente todos los creyentes, por medio del Bautismo; es la
vida del Resucitado, de la que participa el cristiano, la vida de Aquel
que está sentado a la derecha del Padre
en los cielos.
c.- Lc. 6,
39-45: Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
En evangelio nos presenta una serie de sentencias que
Jesús pronuncia en el llano, luego de
bajar de la montaña. Poseen un sabor sapiencial: ciegos en el hoyo (v.39), maestro y discípulo (v. 40), mota y viga en
el ojo (vv.41-42), árbol y frutos (vv.43-44), corazón y boca (v.45), casa
y obras (vv.46-49; cfr. Mt. 7,1ss). La
corrección fraterna es buena, cuando es la caridad la que la motiva, como ejercicio de conversión
personal. El peligro está en convertirse en
juez del hermano, lo que exige la autocrítica de la cual desaparezca
todo lo que suene a actitud farisaica
que suponga superioridad. Así se entiende: “¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano,
deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero
la viga de tu ojo, y entonces podrás ver
para sacar la brizna que hay en el ojo de tu
hermano.” (v.42). Si Dios actuara de ese modo con nosotros estaríamos
perdidos, condenados, pues nadie es
perfecto excepto ÉL; en su infinita sabiduría se fija no tanto en lo que somos,
sino más bien el intento de ser mejores. Juzgar y condenar
al hermano, es intolerancia que germina de la soberbia, viga en el ojo,
que impide ver lo que somos en realidad
y no lo que creemos ser, es decir, mejores que los demás. Precisamente Jesús nos invita a ser
compasivos, a no condenar al prójimo, a
perdonar y a amar incluso a los enemigos (cfr. Lc. 6,27-38). Sólo Dios
puede juzgar al prójimo, no nosotros, pues
ÉL conoce el corazón del hombre y sus
debilidades que son perdonadas; debemos imitar la bondad de Dios, como
lo expresa en la parábola del trigo y la
cizaña (cfr. Mt. 13, 24ss) y la del fariseo y
publicano (cfr. Lc. 18, 9-14). El fariseísmo parece estar en el ánimo de
muchos cristianos, con lo cual se
distorsiona la relación con Dios y el prójimo, lo que nos impide ver lo que somos de verdad. Todos
hemos sido fariseos en alguna
oportunidad, incluso cuando nos reconocemos pecadores. La falsa humildad, es la
forma más refinada de soberbia y orgullo espiritual. Ser discípulos
significa imitar a Jesús, quien aceptó a
sus discípulos con todos sus defectos: algunos con afanes del nacionalismo judío, traición, dudas, faltas
de fe, etc. No condenó a nadie, sino que
trató de salvarlos, rescatarles del pecado como a la adúltera, la
pecadora del banquete en casa del
fariseo, Zaqueo, etc. Toda nuestra vida de relaciones con los demás debe estar guiada por el amor al
prójimo, como Dios nos ama y perdona, nos
comprende y nos invita a la conversión. De la misma manera debemos tratar
a nuestro prójimo, de ahí que el
testimonio cristiano sea más atractivo, que vivir condenando a los demás. Con más frecuencia
deberían resonar en nosotros las
palabras de Pablo en nuestra alma: “La caridad no acaba nunca… Ahora
subsisten la fe, la esperanza y la
caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.” (1Cor.13,
1-13). Es en el amar donde se resume toda la ley de Cristo, lo que nos capacita
para soportar y excusar los defectos
ajenos y reconocer sus cualidades. Basta pensar
que cómo el prójimo nos comprende, para darnos cuenta del amor que nos
tienen. Recordemos que “El amor solo con
amor se paga”, enseña S. Juan de la
Cruz.
Santa Teresa de Jesús nos invita a nos juzgar: “Esta
manera de amar es la que yo querría
tuviésemos nosotras; aunque a los principios no sea tan perfecta, el Señor la irá perfeccionando. Comencemos en los
medios, que aunque lleve algo de
ternura, no dañará. Como sea en general, es bueno y necesario algunas
veces mostrar ternura en la voluntad, y
aun tenerla, y sentir algunos trabajos y
enfermedades de las hermanas, aunque sean pequeños; que algunas veces
acaece dar una cosa muy liviana tan
grande pena como a otra daría un gran trabajo, y a personas que tienen de natural apretarle
mucho pocas cosas. Si vos le tenéis al
contrario, no os dejéis de compadecer; y por ventura quiere nuestro
Señor reservarnos de estas penas y las
tendremos en otras cosas, y de las que para
nosotras son graves aunque de
suyo lo sean para la otra serán leves.
Así que en estas cosas no juzguemos por
nosotras, ni nos consideremos en el tiempo que, por ventura sin trabajo nuestro, el Señor nos ha
hecho más fuertes, sino considerémonos
en el tiempo que hemos estado más flacas.” (CV 7,5
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo.
17,24-26.29: Retorna al Altísimo aléjate de la injusticia
b.- Mc. 10,
17-27: Vende lo tienes y sígueme.
Encontramos dos momentos en este pasaje evangélico: el
encuentro con un joven rico (vv.10-22), y la enseñanza sobre las riquezas que
da a los discípulos (vv.23-37). El joven saluda a Jesús llamándole: “Maestro
bueno” (v.17). La respuesta de Jesús es que sólo Dios es bueno (v.18). Quiere
alcanzar la vida eterna, ha cumplido todos los mandamientos desde su infancia.
La respuesta de Jesús es que venda todo lo que posee, lo dé a los pobres, así tendrá un tesoro en el cielo, y luego lo
siga. Con cumplir la Ley no basta, se necesita algo más, el desprendimiento de
todo lo que se posee, la pobreza voluntaria, para ser discípulos de Cristo. Es
toda una propuesta que superó las expectativas vocacionales del joven, se
marchó, ya que poseía muchas riquezas. No se puede ser discípulo de Cristo, con
alma de rico, es decir, poner la confianza en las riquezas, impide alcanzar la
vida eterna. De ahí que Jesús use la hipérbole: es más fácil que un camello
entre por el ojo de una aguja, a que ingrese un rico en el Reino de los Cielos
(v.25). En la segunda parte, Jesús enseña el peligro que entrañan las riquezas
para todo cristiano, rico o pobre, puesto que todos buscamos hoy el dinero, por
la seguridad que nos otorga; es el espíritu de codicia, que nos embarga,
poniendo en duda nuestra confianza en Dios. El apego a las riquezas, endurece
el alma y los corazones, como al joven rico; aleja al prójimo de nosotros,
enfría las relaciones personales, esclaviza al hombre, puesto que el cristiano
está llamado a ser señor de su dinero, en definitiva, dificulta asimilar los
valores del Reino de Dios. En los discípulos se produce un conflicto, porque
desde el AT., la riqueza, es considerada una bendición de Yahvé, ahora Jesús,
nos enseña que para alcanzar la vida eterna, debemos entregar la vida por ÉL y
el evangelio, cuanto más las riquezas, para que no ocupen el espíritu, el
corazón del discípulo, llamado a amar
libremente a Dios y al prójimo. ¿Quién
podrá salvarse? preguntan los discípulos (v. 26). Es imposible para los
hombres, pero todo es posible para Dios (v.27), responde Jesús. Recibir el
Reino de Dios con espíritu de niño, entraña, la capacidad de reconocer la
propia pequeñez y debilidad, y poner la confianza en el poder de Dios, y poner
la vida a su disposición para que su Espíritu actúe en nosotros. Debemos
aprender, como los discípulos, a contar la ayuda de la gracia divina, para
llevar adelante el proyecto salvador y redentor de Jesús. Se necesita la
apertura a la acción de Dios, vaciándonos de nosotros mismos, para servir a
Dios y al prójimo.
Teresa de Jesús, nos enseña a vivir la pobreza de espíritu
y el último grado de amor, que es la confianza absoluta en Dios, amarlo sólo
por lo Dios es no por lo que nos pueda dar: “Quien a Dios tiene, nada le falta;
sólo Dios basta” (Poesía 9).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo.35,1-15: Quien guarda
los mandamientos, ofrece sacrificio de acción de gracias.
b.- Mc. 10,
28-31: Recompensa prometida al desprendimiento.
En el evangelio, es Pedro, quien a nombre de sus
compañeros, le recuerda a Jesús, que lo han dejado todo, y lo han seguido. La
respuesta de Jesús, es la promesa a quien lo ha dejado todo por ÉL, recibirá el
céntuplo en esta vida, con persecuciones, y en el futuro la vida eterna.
Dejarlo todo…encierra afectos familiares, posesiones materiales, pero en la
comunidad del Reino, comunidad eclesial, encontrará todo eso, y más de lo que
materialmente dejó. Las persecuciones, a las que hace alusión el texto, nos
hace pensar que seguir a Jesús, no libra al discípulo de la persecución, que
vive a propósito de su fe, son las borrascas que se levantan en la sociedad y
en el espíritu de los hombres, frente al discípulo de Cristo. No podemos ser
discípulos de Jesús, sin la cruz, es parte del camino para llegar al Reino de
los Cielos. La vida eterna, es la culminación de esa vida de desprendimiento y
pobreza voluntaria, para adquirir los bienes de Reino de Dios: la comunión con
Dios y vivir en la verdad, la justicia,
el amor y la paz. Estos valores que Cristo nos enseñó, para vivirlos, hay que
cultivarlos. Los que ahora son los últimos, serán los primeros en el Reino de
Dios. Esta propuesta de Jesús, la pobreza voluntaria, es una llamada a creer,
firmemente en las riquezas de Dios. Nosotros sabemos de quien nos fiamos, de
Jesús y su evangelio, es aprender a vivir en la pobreza de espíritu afectiva y
efectiva, en libertad interior, donde la fe obra y la libertad, verdaderamente
libera del poder seductor de las riquezas. Desde esta perspectiva, se va a la búsqueda de la fuente de la felicidad
que está en lo interior del hombre. Es el hombre plenamente realizado, realidad
que no se compra con riquezas, Jesús lo exige, para ser su discípulo.
Deberíamos sentirnos plenamente realizados, siguiendo a Jesús, lo que significa
estar en el Reino de Dios y en el camino a la vida verdadera. La Iglesia
trabaja desde siempre para que todos, especialmente los pobres, tengan
participación de los bienes de la tierra en un compromiso de solidaridad y
justicia, que nace de una fe y esperanza creativa y operante.
La Santa Madre Teresa, nos recomienda vivir la pobreza de
espíritu para alcanzar de estimar la pobreza afectiva y efectivamente por
seguir a Jesús de Nazaret. “Sería engañar al mundo otra cosa; hacernos pobres
no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior” (Camino de Perfección de
Valladolid 2,3).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo.
36,1-2.5-6.13-19: Que sepan las naciones que no hay Dios fuera de ti.
b.- Mc.
10,32-45: El Hijo del Hombre va a ser entregado.
En este pasaje encontramos tres temas: el tercer anuncio
que hace Jesús de su pasión (vv.3234), la petición de los apóstoles Santiago y
Juan (vv. 35-40), y, los que son constituidos en autoridad deben servir en la
comunidad del Reino de Jesús (vv. 41-45). En este tercer anuncio de su Pasión,
agrega en “manos de los gentiles” (v. 33), en los otros anuncios, era en manos
de los sumos sacerdotes y en manos de los hombres (cfr. Mc. 8, 31; 9, 31),
todos ellos conformarán, la maraña de intereses, que desembocan en la entrega
libre de Jesús, a la Pasión, en obediencia al Padre (Jn.10,17-18).
Será en Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas, en donde será humillado,
morirá pero resucitará. En un segundo momento, encontramos la petición de los
hermanos Zebedeos, luego de este anuncio habla de lo
poco que entienden a Jesús; quieren un lugar a la derecha y a la izquierda en
su gloria o en su Reino mesiánico. Era el pensamiento de todos los judíos,
esperaban un Reino político, con Jesús como rey. Su respuesta: “No sabéis lo
que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el
bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.»
Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis
bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes
está preparado.» (vv. 38-40). Se ve, que la gracia obró en ambos, porque
participaron efectivamente en la Pasión de Cristo, pero el puesto a la derecha
e izquierda, los designa el Padre. Aprovecha Jesús la ocasión, para instruir a
los apóstoles, en el tema de la autoridad en la nueva comunidad y entramos en
la tercera parte de este pasaje evangélico. Todos sabían cómo gobernaban los
reyes a sus pueblos, con la opresión y la tiranía para mantener el orden y
ganancias políticas y económicas. Nada de eso, deberá ocurrir en la comunidad
de los discípulos, sino que el que quiera ser grande, deberá servir a sus
hermanos; lo mismo, si quiere ser el primero, será esclavo, servidor de todos.
Todavía hoy hay muchos que gobiernan con autoritarismo y explotación de los
subordinados a nivel ideológico, político, económico y también en lo religioso.
Se trata del afán de poder, y no de servir, que está a la raíz de todo, el
pecado original, origen de la lucha y la competencia cruel. El cristiano, debe
propiciar, aumentar y fortalecer el
espíritu de servicio, sin esperar pago ni recompensa. En la comunidad eclesial,
es el espacio ideal para servir, desde la jerarquía hasta el último miembro de
la Iglesia; es servicio a Jesús y al prójimo, servicio vital por el Reino de
Dios. El primer Servidor de la comunidad es el propio Jesús, que dio la vida en
rescate de todos; servir es reinar en el Reino de Dios desde esta vida.
Teresa de Jesús, siempre con el realismo que la
caracteriza, nos ayuda a concretar el servicio a Dios y al prójimo; las
virtudes o dones recibidos en la oración deben estar al servicio de la
comunidad. “Sí, que no está el amor de Dios en tener lágrimas, ni estos gustos
y ternura que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos; sino en
servir con justicia y fortaleza de alma y humildad” (Vida 11,13).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo. 42,15-26: La gloria del Señor se muestra a
todas sus criaturas.
b.- Mc.
10,46-52: Maestro, haz que pueda ver.
Este evangelio, nos narra la curación del ciego Bartimeo,
hijo de Timeo, durante la última etapa del viaje de Jesús a Jerusalén. Esta
ciudad para el autor, no es sólo la ciudad geográfica, sino la ciudad santa,
donde están las autoridades de Israel. Este ciego pide limosna junto al camino,
no estaba en el camino de Jesús, pero había abandonado Jericó, ciudad mundana.
Este hombre, es ejemplo de oración perseverante, a pesar de las dificultades,
se da ánimos, va al encuentro de Jesús, le pide ver, y la gracia le es
concedida, y con gran alegría sigue a Jesús. La delicadeza de parte del Maestro
es haberle hecho llamar y preguntarle: “¿Qué quieres que te haga?» El ciego le
dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu
fe te ha salvado.” (vv. 51-52). El ciego llamó a Jesús “hijo de David, Jesús,
ten compasión de mí” (v. 47), desde la comprensión del dolor, desde la fe, se
puede seguir a Jesús hasta el Calvario, pero algunos lo hacían callar. Esta
invocación, es preludio de las que oirán todos, cuando Jesús entre en Jerusalén
aclamado por el pueblo. Le atribuye a Jesús, el título del mesianismo judío,
sabe sólo que ÉL es poderoso. La súplica del ciego es un grito oracional, que pide
la vista de sus ojos, pero también los del espíritu, para comprender el
seguimiento del Maestro Jesús. Por ir a su encuentro el ciego, lo ha dejado
todo, la ciudad, el manto, símbolo de poder, da un brinco y está como desnudo,
dispuesto a lo que se le mande; descubre a Jesús, lo ve, es el Maestro de
Nazaret. Realizado el prodigio Jesús le dice: “Vete tu fe te ha salvado” (v.
52). Recobrada la vista, el ciego entra en el camino de Jesús, le seguía por el
camino (v. 52). Jesús, ha llenado de luz sus ojos, por esto, le sigue como otro
de sus discípulos. Pidámosle al Espíritu Santo le efusión perenne de su amor,
para con su luz, guíe nuestros pasos en
el seguimiento de Cristo Jesús.
Teresa como el ciego elevo su plegaria ante Jesús y fue
escuchada, comprendió la verdad del seguimiento de Cristo. Luego de su
conversión encontró en Jesús de Nazaret, la luz para su vida, la oración continua fue la vía por donde vino el Maestro a su vida: “La
oración es adonde el Señor da luz para entender las verdades” (Fundaciones
10,13).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo.
44,1.9-12: Los antepasados fueron hombres de bien, su fama dura por siempre.
b.- Mc. 11,
11-25: La higuera seca. Mi casa se llama casa de oración.
Este relato de la higuera, para algunos autores, es puro
símbolo; los que la consideran histórica, ven que Jesús la usa en forma
simbólica. A Israel, se le comparó con una higuera seca (cfr. Miq. 7, 1; Jr. 8,
5-13); Marco, relaciona la higuera con
el templo. Buscó en ella frutos, y no los encontró, solo vio un frondoso
follaje. También el Templo estaba lleno de riquezas, e incluso malas obras
(cfr. Is. 5,7). Si bien, no era tiempo de higos, anota el evangelista, a Israel
se le había pasado el tiempo, el momento de los frutos, la alianza había dado
sólo hojas, había sido un tiempo estéril en obras. Los discípulos, escucharon
la maldición que le echó Jesús, como una advertencia. La expulsión de los
vendedores del templo, va dirigida no sólo a los vendedores, sino también,
contra los que compraban los animales, para el sacrificio. Hay que pensar en el
comercio que había en el templo, fuente de riqueza para la ciudad; Jesús se
opone a toda operación de tipo negociante, en ese lugar sagrado. El templo, es
casa de oración, (cfr. Is. 56,7), para todas las gentes, y no un mercado, peor
todavía, una cueva de ladrones (cfr. Jr. 7, 11), porque ahí estaba el tesoro
del templo. Son las autoridades
religiosas las que deciden darle muerte, pero no se atreven a hacerlo, por la
autoridad que gozaba entre el pueblo. La admiración, venía porque Jesús, era
evangelio puro, su predicación era ÉL mismo; para ÉL, no contaba ni el dinero,
ni prestigio ni el placer. La predicación de Jesús, consistía en poner al
hombre en relación inmediata con Dios, involucrado en la vida de los hombres; hablaba,
como quien acaba de conversar con Dios. Se preocupaba de los problemas de la
gente, en medio de los pobres y pequeños. Para Jesús, sólo Dios es absoluto, y no la Ley,
comunicaba la imagen de un Dios nuevo e inmediato. Finalmente, se vuelve al
tema de la higuera, ahora ya seca. La esterilidad de Israel, se debe al propio
orgullo, y ambición. Según los profetas, el templo era el lugar de culto a
Yahvé, para todos los pueblos de la tierra, pero esto no sucedió, por la falta
de fe de Israel. ¿Es que en el templo no se oraba? Claro que se oraba, pero al
mismo tiempo, se faltaba al amor al prójimo y a la justicia. Faltaba el amor y
el servicio al hermano peregrino, de ahí que la oración, no era escuchada por
Yahvé, sólo la fe podía perdonar al enemigo, para así recibir el perdón de
Dios. En la comunidad eclesial, el culto, debe nacer de la fe y el amor a Dios,
y al hermano que comparte nuestros compromisos religiosos, desde una profunda
vida de oración.
Teresa de Jesús, nos invita a servir a Dios con pureza de
intención y santidad de vida: “Andan ya las cosas del servicio de Dios y tan
flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros los que le sirven” (Vida
7,22).
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo.
51,17-27: Daré gracias al que me enseñó.
b.- Mc. 11, 27-33:
¿Con qué autoridad haces esto?
Este texto evangélico,
es la respuesta de las autoridades religiosas, a la situación vivida en el templo por parte de
Jesús, al echar a los vendedores y volcar las mesas de los cambistas. Además,
recordemos su entrada triunfante en Jerusalén, eran motivos como para indagar,
más acerca de la persona de Jesús de Nazaret. La pregunta, que le hacen tiene
dos momentos: ¿con qué autoridad obraba así? y ¿quien
le había dado esa autoridad? La pregunta fue bien pensada, ya que sólo el
Mesías de Dios, podía actuar de esa manera, según ellos. Si respondía
afirmativamente, es decir, afirmar que ÉL era el Mesías, corría el riesgo, que
le abrieran un proceso legal, por actuar o pretender como falso Mesías. Jesús
sabe que sus interlocutores no tienen fe, por lo mismo, la respuesta la
transforma en pregunta: “Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa.
Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era
del cielo o de los hombres? Respondedme.» Ellos discurrían entre sí: «Si
decimos: "Del cielo", dirá: "Entonces, ¿por qué no le
creísteis?" Pero ¿vamos a decir: "De los hombres?"» Tenían miedo
a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues,
a Jesús: «No sabemos.» Jesús entonces les dice: «Tampoco yo os digo con qué
autoridad hago esto.» (vv. 29-33). Marco, quiere resaltar la incredulidad de
los interlocutores de Jesús. Con ello, el Señor nos enseña, que siempre ha
obrado en la verdad, con sinceridad, es más, sabe que sus acciones, lo pueden
llevar a la condena. Usa una artimaña, para no contestar directamente a los
sacerdotes, porque de la verdad sólo se puede hablar con aquellos que son
dignos de ella, y las autoridades, habían demostrado claramente sus torcidas
intenciones. Jesús fue sincero, pero no ingenuo, frente a personas de mala fe,
no hay obligación de decir la verdad. Aquí viene muy bien el refrán: “Sed,
pues, prudentes como las serpientes, pero sencillos como las palomas” (Mt. 10,
16). Claramente las autoridades no habían aceptado el bautismo de Juan;
pensaban que venía de los hombres, pero no lo decían, por temor a la gente, que
tenía a Juan por profeta. El los había acusado, en la
parábola de la viña de cómo había rechazado a todos los enviados de Dios,
también a Juan, pensaba Jesús (cfr. Mc.12,1-12). No
les responde y cómo ellos tampoco respondieron, entendiendo que rechazaban el
bautismo de Juan, se siente libre de toda responsabilidad de responder a sus
preguntas. Aunque les hubiese respondido no le creerían, porque precisamente su
ministerio entre los hombres, comenzó con el bautismo dado por Juan. Ahí fue
donde el Padre, lo declara su Hijo amado, en quien se complace; ahí está la
fuente de su autoridad. Si no aceptaron a Juan, tampoco aceptan la autoridad de
Jesús, que en su Bautismo, fue revestido de toda fuerza y poder por Dios,
puesto que vive en unidad perfecta con su Padre.
Teresa de Jesús tuvo siempre en gran estima andar en la
verdad de Dios y la propia. “Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de
andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a
los prójimos” (Camino 20,4).
Fr. Julio
González C. OCD