PRIMERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo C)

 (13 al 19 de enero)

HOMILIAS DEL FR. JULIO GONZALEZ C. OCD

 

 

BAUTISMO DEL SEÑOR

Lecturas Bíblicas

a.-  Is. 40,1-5.9-11: Se revelará la gloria del Señor.

El profeta abre este capítulo, presentándonos al Siervo y Ungido del Señor, personaje misterioso, que encierra en sí los rasgos más sobresalientes, tanto del pueblo, como de algunos personajes históricos. Estamos en el primero de los cuatro Cánticos dedicados a este Siervo doliente; escritos por un discípulo del Deuteroisaías, en los años del destierro. Este Siervo es presentado como un nuevo Adán: “Yo Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé” (v. 6). Tiene la misión de crear un mundo nuevo, un nuevo orden de las cosas, a través de una Nueva Alianza realizada con su pueblo. Con ÉL todo será nuevo: los ciegos o paganos abrirán sus ojos a la revelación; los presos será liberados de las tinieblas del error y del destierro. Otro aspecto de su misión, será implantar el derecho, o sea, la Toráh con las características propias de un Rey, Profeta y Sacerdote muy unidas. Como Rey la justicia y el derecho, serán implantados en toda la tierra, muy superior a lo conocido, puesto que implica una actividad salvífica, cimentada en la voluntad de Dios. Como Sacerdote, también vela por implantar el derecho; como Profeta, anuncia la voluntad de Dios al pueblo, y a todas las naciones. Muy distinto a todos los Reyes, Profetas y Sacerdotes del momento. Es la manifestación humilde de Dios, que por medio de este Siervo, transforma el interior de los hombres, reviviendo la llama que está a punto de extinguirse, hasta conseguir la transformación de los corazones y de la sociedad deseada por Dios, por medio del derecho, la justicia y la paz. Este Siervo, será continuamente sostenido por la acción del Espíritu: en el bautismo y en la transfiguración de Jesús se ve cumplida esta profecía. Hoy es la Iglesia, desde Pentecostés, la comunidad de salvación universal.

b.- Tit. 2,11-14; 3,4-7: Nos ha salvado por el Bautismo y la acción del Espíritu.

En los Hechos, encontramos este discurso de Pedro en casa de Cornelio, con motivo de su conversión a la fe cristiana, predicada por los apóstoles. Lo primero, que se dice es que Cornelio, era hombre piadoso y temeroso de Dios, amigo de los judíos, y gran benefactor (cfr. Hch. 10,1-2), por lo mismo, acepto a Dios y a la comunidad eclesial. Pedro, en su discurso, establece un principio claro antes de predicar, luego de lo vivido, exclama: “Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.” (vv. 34-35). En Dios no hay discriminaciones de ningún tipo, y Pedro, reconoce que lo que está haciendo, no está conforme a la Ley judía: haber entrado en casa de un pagano. Mediante la visión que tuvo: el mantel, con los animales puros e impuros, comprendió que Dios, no puede considerar impuro a ningún ser humano, por el hecho de pertenecer a un determinado pueblo. Nadie queda excluido de la salvación, los temerosos de Dios, son una porción de los llamados, es verdad, también que el pueblo de Israel, fue el primer llamado, pero Jesús ha venido para establecer la paz entre Dios y los hombres, es el Señor de todos, y quien cree en ÉL, sus pecados, le serán perdonados (cfr. Hch. 10, 34-36. 43).  Pedro, destaca luego los elementos esenciales al kerigma de la predicación apostólica: “Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel,  anunciándoles la Buena Nueva de la paz  por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret, le ungió con el Espíritu Santo  y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (vv. 36-38). La unción de Jesús, hecha por Dios (cfr. Is. 61, 12); la presentación de Jesús, como poseído por el Espíritu Santo, es la cristología vista por Lucas; pasó haciendo el bien a todos. Ellos fueron testigos privilegiados de todo esto, desde la Resurrección de Jesús (cfr. Hch 10, 39.41-42). Este pasaje, termina con la efusión del Espíritu Santo sobre aquellos paganos. Fue la Pentecostés pagana; no se podía negar el bautismo, a quien Dios había concedido el Espíritu Santo. Los paganos, ingresan a la Iglesia, para ser hijos de Dios y herederos de la vida eterna.

c.- Lc. 3, 15-16. 21-22: Tú eres mi Hijo.

El evangelio, nos narra el Bautismo de Jesús, encontramos que se hace entre el anuncio y práctica del bautismo de agua de Juan, y el de fuego y Espíritu Santo, que dará el Cristo Jesús (vv. 15-16). El bautismo de Juan, está en la línea de las purificaciones judías, es una invitación a la conversión, ante el juicio inminente, preparando la venida del Espíritu Santo. Jesús, recibe el bautismo de Juan (cfr. Mc. 1, 9), pero es precisamente allí, donde se devela su misterio: el cielo se abrió, desciende el Espíritu sobre ÉL, y se oye la voz del Padre, que lo proclama como su Hijo (v. 22). El evangelista centra todo en la acción del Espíritu, prescinde de Juan, y en la voz de lo alto. Quiere con ello significar, el Bautismo como praxis de la Iglesia, como lo vive y celebra. Ella sabe que esta esperanza se ha cumplido en Jesús, por eso bautiza a los hombres, con agua, Espíritu y fuego, o sea, los introduce en clima de juicio, que purifica y bajo la acción del Espíritu que lo transforma en lo interior y lo crea hijo de Dios. El Bautismo, es epifanía de Dios, en Jesucristo, desde ahora el Hijo, su misterio se comprende desde el Padre y su Espíritu. Jesús es el Ungido, porque recibe toda la fuerza del Espíritu, como los reyes que al ser coronados eran ungidos con aceite, para representar a Dios ante el pueblo. Jesús es mucho más, porque con la unción del Espíritu es de verdad el Hijo, el escogido en forma definitiva: expresión, presencia y enviado del Padre. El misterio de Jesús, implica ser el Mesías, el Ungido por el Espíritu, e introduce a los hombres ante el Juicio, pero también, porque está unido al Padre, es portador de la Palabra creadora. Es cristiano, quien descubre en Jesús de Nazaret, el amor del Padre  y la fuerza del Espíritu, que obra por su medio, vivido como gracia y responsabilidad, verdad revelada, y el Juicio de Dios sobre la historia de los hombres. Será la conversión predicada por Juan al pueblo, la raíz de todo este proceso de transformación interior, que anima el Espíritu de Dios en el hombre que busca a Dios en un clima eclesial.    

Santa Teresa de Jesús, nos invita a considerar con Quién estamos unidos por la fe y qué vida debemos llevar como cristianos y carmelitas. Renovemos nuestra adhesión a Jesucristo rememorando nuestro Bautismo: “Nosotras estamos desposadas con el Señor, y todas las almas por el bautismo” (Camino del Escorial 38,1).

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 1, 1-6: Dios nos ha hablado por su Hijo.

b.- Mc. 1, 14-20: Convertíos y creed en la buena noticia.

Jesús comienza su ministerio, luego de la misión de Juan, o mejor, después de su encarcelamiento. El término, “fue entregado” (v. 14), viene a significar que el ministerio de Jesús no va ser paralelo al de Juan, porque éste representa al AT. Ese es el significado de: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (v.15). Comienza su ministerio en Galilea, tierra de judíos y paganos, con lo cual ya se perfila por dónde irá la predicación del evangelio. Jesús predicaba la Buena Nueva de Dios, quiere decir, que Dios  sí es la buena noticia, que se revela como gracia y ternura, del reino de Dios que está entrando en la vida de los hombres por la predicación. Del Reino de Dios habían hablado los profetas, la novedad está en que Jesús lo hiciera en Galilea, la provincia siempre sospechosa de sincretismo y no en Jerusalén, la sede del gobierno y del templo. La colaboración del hombre consiste en un cambio de mentalidad, la metanoía, es decir, adhesión a la buena nueva. En la sociedad de los tiempos de Jesús cada grupo religioso-político entendía el Reino de Dios según sus necesidades y expectativas, aunque para todos revestía un carácter escatológico, era el cumplimiento de lo anunciado por los profetas. De ahí que no fuera fácil para Jesús darse a entender a sus discípulos y las gentes que lo escuchaban, sobre todo cuando se lo presentaba como Mesías. El Reino proclamado por Jesús viene del cielo, por lo mismo milagroso, sobrenatural. La conquista del Reino se hace con paciencia, porque crece en el hombre sin que él sepa cómo (Mc. 4, 26-29). Si se acoge con fe, humildad y obediencia, significa que ha entrado en la órbita de ese Reino que ha llegado sin su trabajo o esfuerzo, sino que para él es realmente, Buena Noticia.

En un segundo momento Jesús llama a sus cuatro primeros discípulos. Marcos siempre muy parco en noticias nos habla cómo se dan las cosas cuando Jesús llama a su seguimiento. Lucas, justifica la llamada, luego de la pesca milagrosa (Lc. 5), Juan, nos dice que Pedro y Juan eran discípulos del Bautista (Jn. 1, 35). Según el evangelista ante la llamada de Jesús, no queda más que obedecer. Sólo nos dice que Pedro y Juan eran pescadores; los llamados están en su trabajo, por lo tanto, no estaban preparados, Jesús los llama desde su vida cotidiana. Otra particularidad es que Jesús llama a sus discípulos, los escoge, al revés de lo que se hacía con los rabinos que eran sus discípulos los que escogían sus maestros. La llamada en Cristo Jesús, equivale a la palabra que crea la decisión de seguirlo (cfr. Sal. 33, 9; Is. 55, 10ss). De ahí la inmediatez de la respuesta, sin objeciones de parte de los pecadores, es el momento de la gracia que actúa eficazmente. Seguir a Jesús es fruto de la gracia contenida en la llamada, es decir, en su palabra. Seguirle, es esencialmente obediencia activa, dejar todo lo que impide dicho seguimiento (cfr. Dt. 8,19; 1Re. 18, 21). Marcos, da por entendido que los llamados reconocen en Jesús al Hijo de Dios, para seguirle con esa inmediatez. Sólo a Dios se le sigue y obedece, como lo presenta el evangelista. Esto es importante dejarlo claro, sólo a Jesucristo se obedece en la comunidad eclesial, ya que los responsables de ella, también deben obedecer, porque sólo ÉL es Dios. Los responsables son ministros, servidores de sus hermanos de comunidad. Como resucitado en medio de su comunidad, Jesús sigue llamando al hombre a su seguimiento. Como el profeta, hay que dejarse seducir por el llamado y por ÉL que llama a seguir sus huellas desde la vida cotidiana donde nos encontremos.

Teresa de Jesús cuenta con los amigos más íntimos de Jesús, los santos, los que se han tomado en serio el Evangelio. “Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena, y muy muchas veces pensaba en su conversión” (V 9,2).

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 2,5-12: Jesús, guía de nuestra salvación. 

b.- Mc. 1, 21-28: Les enseñaba con autoridad.

Este evangelio nos presenta la diferencia esencial entre los que hacían los escribas, que interpretaban a los profetas y la palabra de Jesús que se presenta con autoridad a la hora de enseñar como un auténtico profeta, revestido de un poder que viene de Dios. Lo vemos enfrentado, por primera vez, ante el caso de un endemoniado. Lo importante para el evangelista, es la actitud de Jesús frente a estas manifestaciones que podían ser enfermedades mentales, epilepsia o verdadera posesión diabólica. Jesús actúa con poder y es así como expulsa a los demonios: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.” (vv. 24-26). El poder de Dios, que porta Jesús, obra desde el comienzo a favor del hombre. Él venía a liberar  al hombre del pecado, pero también, de la enfermedad, el mal y la muerte, cosas no queridas por Dios; busca para el hombre la felicidad. Jesús anuncia el reino de Dios, pero también hace las obras, libera al ser humano de su dolor. La reacción de los asistentes es importante considerarla: “Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.» Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.” (vv. 27-28). La palabra de Jesús libera de toda posesión que esclavice al hombre, porque lo que quiere es la libertad del hombre frente a Dios, y poder oírle y seguirle para hacer de su existencia un auténtico discipulado. La comunidad eclesial ofrece momentos claves para el encuentro con Jesús: la Eucaristía dominical, la lectura asidua de la Palabra y la oración frecuente como diálogo con quien sabemos nos ama. El sacramento de la reconciliación es otra fuente de liberación interior, donde Jesús despliega todo su poder sanador, junto a la Eucaristía, remedio de todos nuestros males del alma y del cuerpo.          

Teresa de Jesús sabe que con la oración y las obras, ayuda tanto a la Iglesia como los teólogos y predicadores. “Todas ocupadas en oración por los defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío” (CV 1,2).

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 2,14-18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser compasivo.

b.- Mc. 1, 29-39: Curó a muchos enfermos de males.

La curación de la suegra de Pedro es la primera acción de este tipo que narra el evangelista Marco; pasado el sábado, seguirá sanando  de sus males a muchos enfermos; junto a las expulsiones de demonios, manifestación de la llegada del reino de Dios al hombre, el reino de Satanás, tiene los días contados (v. 34). En una jerarquía de importancia, será la predicación de la palabra de Dios lo más importante, esa es su misión, para eso ha venido, ella llega directamente a los hombres (v. 38). Las curaciones que realiza Jesús son signo de la salvación que Dios reserva a los hombres, pero siempre late el peligro de quedarse en lo externo, la liberación de ciertos males, sin profundizar lo suficiente el hecho salvífico que está aconteciendo. Contrarresta esta actitud, una tentación de mesianismo fácil, la búsqueda de la soledad para orar al Padre que tiene Jesús (v. 35). Pasado el sábado Jesús sigue en casa de Pedro, la gente lo espera para sanar a muchos de sus enfermedades y nuevamente expulsar demonios, pero la intención del evangelista es mostrar la compasión de Dios con esos enfermos, pero los hombres no lo entienden así y sólo buscan la curación (v. 37). Cuando menciona los demonios deja claro que Jesús no les permitía hablar porque sabían quién era (v. 34), quiere que hablen los hombres y reconozcan el poder sanador de Dios, reflexión que les lleve a comprender el sentido de esas acciones realizadas por el maestro de Nazaret. Consciente de su misión Jesús nutre su actividad con la oración solitaria, comunión con su Padre del cielo, para seguir, en otro pueblo la predicación, evitando todo protagonismo, porque para eso ha venido. La Iglesia primitiva aprendió que esa generosidad a la predicación es el primer paso para llevar a los hombres de todos los tiempos a las fuentes de la salvación. También hoy Jesús sigue sanando, desde lo interior al hombre por la fuerza de su Espíritu con la palabra de vida y luz venida del cielo para liberar de toda esclavitud. La buena fama de Jesús es aurora de la entrada del Evangelio en nuestras vidas.

La Santa Madre Teresa siempre tuvo mala salud, sin embargo, eso no la detuvo para emprender grandes empresas. San José fue su médico celestial.  “Determiné acudir a los médicos del cielo para que me sanasen, que todavía deseaba la salud…pensaba que serviría mucho más a Dios con salud” (Vida 6,5).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 3,7-14: Animaos unos a otros, mientras dura este hoy.

b.- Mc. 1, 40-45: La lepra se le quitó y quedó limpio.

La situación del leproso en tiempos de Cristo era triste, porque prácticamente era un muerto en vida (cfr. Jb. 18,13). Vivían aislados, a las afueras de las ciudades, eran proscritos como pecadores, se pensaba que habían cometido pecados graves y por eso recibían ese castigo divino. El sacerdote debía certificar su curación (v. 44), más Jesús no quiere ser conocido como taumaturgo, pero sus obras hablan por sí solas. A la prohibición de Jesús de comentar el hecho, la noticia de la curación se extiende rápidamente. La voluntad de Jesús permanece: ocultarse en lugares solitarios, más la gente lo busca (cfr. Mc. 3, 7-12). ¿Por qué Jesús pretende ocultar su divinidad? ¿Qué persigue Marco con esta idea? El evangelista nos presenta a Jesucristo como siervo obediente a Dios que realiza su misión evangelizadora y quiere ocultar su dignidad y divinidad, pero al mismo tiempo sale de ÉL una fuerza de atracción muy poderosa que mueve a las gentes. El evangelista cree en la gloria de Jesús después de su resurrección y ascensión al cielo, como Hijo de Dios exaltado a la diestra del Padre, fundamento de toda su actividad en este mundo. Quiere ir por el camino de la humildad y la obediencia, antes de su resurrección, camino de dolor y de cruz. Su propósito es evitar centrar la atención sobre su persona y actuar como heraldo del Evangelio únicamente. Por este motivo vemos situaciones aparentemente contradictorias y tensas que presenta el evangelista: Jesús va a todas las aldeas de Galilea para predicar, pero huye de las multitudes y se dirige a lugares solitarios (Mc. 1, 39. 45); sana al leproso, le prohíbe hablar del hecho, pero que certifique su curación un sacerdote del templo (v.44). Más adelante va al lago con sus discípulos, pero cuando las turbas lo cercan, sana nuevamente a muchos, pero prohíbe a los demonios lo delaten (Mc. 3, 7-12). Reúne a los que serán sus discípulos y los envía de dos en dos, luego se retira con ellos, pero una vez más se compadece del pueblo que lo ha seguido al desierto (cfr. Mc.  6, 10. 7-13. 34). De todo esto se desprende que Jesús era un gran predicador, un taumaturgo extraordinario que sana los males de la multitud, pero que al mismo tiempo, mantiene distancia frente a la multitud. El evangelista centra todo su misterio en la filiación divina, que la resurrección devela con todo su poder y significado. En esta vida Jesús sigue el camino de la obediencia y la humildad, es la interpretación creyente de las actitudes de Jesús y plantearon interrogantes a los que lo acompañaron en esas jornadas misioneras. La actitud humilde del leproso y por lo mismo confiada, hace que Jesús se sienta movido a compasión y lo sana. La cólera de Jesús, no es porque el leproso actúe contra la ley, sino contra Satanás que lo ha entregado a la muerte (v. 41; cfr. Lv. 13,41-46). Tocar al enfermo, gesto de curación, toca lo intocable, era un leproso y responde a la petición del enfermo: “Quiero; queda limpio” (v. 41). La frase: “para que les sirva de testimonio” (v. 44), se dice nos sólo para que crean los que han contemplado el milagro, sino, que se un testimonio divino para los que no creían en Jesús (cfr. Mc. 6, 11; 13,9). Hay que añadir que este ex leproso se convierte en predicador, pregonero de lo que Jesús hizo en él. Después de la resurrección se comprenderá esta acción: el leproso fue rescatado de la muerte, porque Jesús es dador de salud y vida. Pese a sus esfuerzos por ocultarse, la intuición de las multitudes que captaban la fuerza que salía de Él era cierta, pero no todos la percibieron. Era la luz divina en medio de la oscuridad, que Jesús recorrió en obediencia al Padre camino de la gloria de la resurrección. En la Iglesia hay miles de personas que apuestan por los marginados de hoy: hambrientos, refugiados, ancianos, encarcelados, enfermos etc. Éstos han comprendido que el amor no margina a nadie, como Jesús, ellos hacen presente el Espíritu sanador y el amor del Padre por cada uno de sus hijos necesitados.

Hay que asumir la falta de salud, como  signo de madurez y humildad, pero no detenerse sólo en ello, sino que seguir adelante. Santa Teresa aprendió al ritmo de alegría y sinsabores todo esto en medio de grandes trabajos. “Si no nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca haremos nada” (CV 10, 8).

VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 4,1-5,11: Empeñémonos en entrar en aquel descanso.

b.- Mc. 2, 1-12: El Hijo de Dios tiene poder para perdonar pecados.

Jesús regresa a casa de Pedro. Le traen un paralítico, que debido al gentío, es descolgado por sus amigos desde el techo donde se encontraba Jesús. Sus primeras palabras son para el enfermo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: “¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?” (vv. 5-7). Aquí está el eje del relato, Jesús declara su potestad de Hijo de Dios para perdonar pecados sobre la tierra (v.10), poder que la Iglesia mantiene vivo porque ÉL se lo entregó para reconciliar a los hombres con Dios (cfr. Jn. 20, 22-23). La curación de la enfermedad  y el perdón de los pecados están muy relacionados. El perdón de los pecados, rompe la idea que se tenía que las enfermedades eran consecuencia de pecados graves. Cuando Jesús perdona los pecados, elimina la raíz del mal, y al desaparecer la enfermedad,  fruto de la  curación, confirmación que sus pecados han sido perdonados. Si Jesús puede realizar lo más difícil como el sanar a un enfermo, algo comprobado, bien podía perdonar los pecados de ese hombre. Ahí está demostrada la potestad de Jesús de perdonar los pecados; su palabra no era vana, al contrario, creadora. Con ello vence a sus adversarios, los escribas, ¿podía Dios darle la facultad de perdonar los pecados a un blasfemo, como lo declararon ellos, o devolverle la salud a un enfermo de parálisis?   A la pregunta de Jesús: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."» (vv. 9-11). La comunidad primitiva comprende que perdonar pecados es lo más importante, la acción más poderosa que realiza Jesús Resucitado, porque tiene el poder para hacerlo (cfr. Jn. 20, 22). La acción salvadora de Dios no es para el final de los tiempos, sino que está actuando hoy, de la que participa la comunidad eclesial ahora, y que comienza con el perdón de los pecados. Dios misericordioso, se vuelve compasivo con el pecador y el enfermo, lo reconcilia primero para introducirlo luego en las vías de la salvación. La conexión causal, enfermedad pecado queda rota y la comunidad cristiana se liberó de ese concepción judía. La verdadera salvación está en la reconciliación con Dios que se realiza con el perdón de los pecados. El Hijo del Hombre perdona los pecados por potestad propia, él mismo que vendrá con poder y gloria al final de los tiempos ejerce  ya ese derecho de perdonar los pecados de los hombres en la Iglesia hasta su manifestación definitiva.

Teresa de Jesús se sabe pecadora pero profundamente amada por Jesús salvador. “En los santos que después de ser pecadores el Señor tonó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome…que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí; salvo que una cosa me desconsolaba, como he dicho: que a ellos solo una vez los había El Señor llamado y no tornaban a caer, y a mí eran ya tantas que esto me fatigaba. Más considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié; de mí, muchas veces” (V 9,7).

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 4,12-16: Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.

b.- Mc. 2, 13-17: No he venido a llamar  justos sino pecadores.

Este relato evangélico deja en claro la actitud básica de Jesús respecto de los pecadores: ha sido enviado  precisamente a los pecadores, sobre los cuales el Padre quien volcar su misericordia. Hay que destacar también que esta actitud Jesús la lleva adelante independientemente de la opinión de los hombres, en este caso concreto, de los escribas y fariseos (v.16). Es precisamente en casa de Leví, un pecador público, un recaudador, también llamado Mateo (Mt. 9, 9). Todos estos tenían fama de ladrones e impuros en relación a la Ley, debían ser tratados como paganos pues no conocían o no vivían de acuerdo a ella (cfr. Lc. 19, 1-10; Lc. 19,8), el pueblo los odiaba. Jesús pasa por sobre todas esas opiniones y llama a Leví a su seguimiento, y éste renunciando a todo va tras sus huellas. Es la confianza divina que llama a los pecadores. El banquete se celebra en casa del propio Leví, Jesús se sienta con publicanos y pecadores, gesto contrario a la Ley, pues se contaminaba al tener contacto con ellos, sostenían los doctores y fariseos. Jesús que los oye hablar así les enseña: “No necesita médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a justos son a pecadores” (v.17). Deja entrever claramente el cometido de su venida: llamar a los pecadores, y no a los justos. Todo esto nos lleva al misterio de la voluntad divina respecto a los pecadores: Jesús está muy unido a Dios, conoce el querer divino, pero también conoce la fragilidad humana frente al pecado, por eso come con ellos. Es precisamente en un festín, en ese ambiente fraterno y de alegría, donde manifiesta su voluntad y razón de su venida y estadía entre ellos.

En ese banquete, Jesús, no sólo expresa su voluntad, sino que también es manifestación de su humanidad. Comparte la alegría, la comida y la bebida, habla con todos; no busca un encuentro exclusivo, no hace separación entre justos y pecadores. También los pecadores dejan espacio para acoger la llamada de Dios, precisamente porque conocido el desconsuelo y tristeza lejos de Dios, están mejor capacitados para una mayor recepción del amor a Dios, que aquellos que se consideran puros y santos porque observan perfectamente la ley de Moisés. Jesús ama a los pecadores con amor humano y divino, no condena a los justos, porque no necesitan de ÉL como los enfermos y pobres, lo que la sociedad considera pecadores. Sin embargo, Jesús viene por todos, como también exige a todos la conversión (Mc. 1, 15). Sólo quien asume su condición pecadora y se humilla ante Dios Padre, conocerá el amor salvador y misericordioso en su vida. Esos comensales del banquete, en especial, los publicanos y pecadores, representan a todos los que siguen a Jesús y que en la Eucaristía se sientan a su mesa para escuchar  su palabra y compartir el pan de la vida cada domingo.

Santa Teresa ora por los pecadores, porque de ellos salió, guiada por la misericordia de Jesús salvador. “¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío, que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor mío, que venís a buscar los pecadores; éstos, Señor, son los verdaderos pecadores. No miréis nuestra ceguedad, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramó vuestro Hijo por nosotros. Resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Válganos vuestra bondad y misericordia.” (Excl. 8,3).

Fr. Julio González Carretti


 

www.caminando-con-jesus.org