CUARTA SEMANA  DE CUARESMA

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

DOMINGO   1

a.- 1Sam. 16, 1. 6-7. 10-13: David es ungido rey de Israel. 1

b.- Ef. 5, 8-14: Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. 2

c.- Jn. 9, 1-41: Curación del ciego de nacimiento. 2

LUNES   4

MARTES   5

MIERCOLES   7

JUEVES   9

VIERNES   12

SABADO   14

 


DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.- 1Sam. 16, 1. 6-7. 10-13: David es ungido rey de Israel.

La primera lectura, nos presenta la unción de David  por manos del profeta Samuel. Encontramos tres versiones que nos hablan de la asunción de David a la vida política de Israel. La primera versión vemos a David que como músico, que entra al servicio de rey Saúl para alegrar su vida; en la segunda versión, David es un joven pastor que entra al servicio del rey Saúl, luego de matar a Goliat (cfr. 1 Sam. 16,14-23; 17,12-30; 17,55-18,2). La versión que leemos hoy, la primera, resalta la predilección de Yahvé por los pequeños, los pobres, el hijo menor. Israel  había sido elegido por ser el pueblo más pequeño entre las naciones, no por ser el mejor ni el más numeroso. Se manifiesta así la gratuidad de Dios: Israel fue elegido por puro amor gratuito (cfr. Dt. 7, 7-8). Lo mismo ha sucedido con hombres y mujeres a los que Dios les ha confiado una misión: Gedeón, Saúl, Pablo, le habla a la  comunidad de Corinto, que fueron escogidos, no por ser sabios o nobles, sino por su debilidad y pequeñez (cfr. Jc. 6, 15; 1 Sam. 9, 21; 1 Cor.1, 26-28).

b.- Ef. 5, 8-14: Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

San Pablo, exhorta a los efesios, a vivir en la luz y dejar las obras de las tinieblas. El apóstol, introduce la antítesis  de las luz y las tinieblas, vida pagana y vida cristiana, pura tiniebla era la vida moral de los primeros, en cambio, todo es luz en la vida de los que creen en Cristo Jesús. También había virtud y mérito en la vida de los paganos, lo que hace Pablo, es destacar la vida cristiana, pero los vicios de los paganos eran resaltados incluso hasta la divinidad. Los cristianos no comulgan con las obras de las tinieblas, lo que se debe hacer es ponerlos en evidencia: la virtud es virtud y el vicio es vicio. La intención del apóstol, es destacar, que mientras en las tinieblas reina la confusión más absoluta, ya que se presenta el vicio como virtud, en la vida cristiana el pecado aparece con todo su realismo. La realidad nos enseña, que en la vida cristiana, también hay pecado, pero al estar en la luz, éste queda de manifiesto, y tiene la posibilidad de arrepentirse y enmendar la propia vida puesta de cara a Dios.

c.- Jn. 9, 1-41: Curación del ciego de nacimiento.

El evangelio nos presenta la curación de un ciego de nacimiento. Si Jesús es la luz del mundo, con este signo, comunica la luz a un ciego de nacimiento (v. 5; cfr. Jn. 12, 8). Aquí hay más que un signo, hay toda una catequesis bautismal: destacar la persona de Jesús, es la intención cristológica del evangelista, pero también, la soterología, es decir, su significado para el hombre. El ver, de parte del ciego, es todo un símbolo de la fe, que alcanza su cima en la declaración del ciego: “Creo, Señor” Y se postró ante él” (v. 38). Jesús es luz, lo que hace con ello, es suscitar la fe de unos y la incredulidad de otros. Jesús y los discípulos ven a un ciego de nacimiento (vv.1-5). Surge la pregunta: ¿Quién es responsable de su ceguera? (vv.2-3). Dios no es responsable, tampoco sus padres (cfr. Ex.20, 5; Nm. 14,18; Dt. 5,9; Tob. 3,3-4). Jesús trasciende la pregunta y responde que en ese hombre se manifestarán las obras de Dios, e incluye en sus obras a los discípulos en hacer las obras del que lo envió (vv.3-4). Jesús habla al ciego de nacimiento (vv.5-6). Le unta los ojos con saliva y barro y le manda ir a lavarse a las aguas de la piscina de Siloé, que significa, el Enviado; regresó, viendo. Aceptar las palabras de Jesús, lleva al milagro, la fiesta de los Tabernáculos como trasfondo, nos hace pensar que es el contacto con el Enviado, es la que produce la sanación y no tanto, el contacto con las aguas (cfr. Jn. 2,1-12; 4,46-54; 5,2-9). Se confirma lo que Jesús había dicho en el templo: ser agua viva  y luz del mundo, el Enviado devuelve la vista a un hombre que nunca ha visto la luz (cfr. Jn. 7,37; 8,12; 9,5; 9,7; 3,17.34; 5,36). Los vecinos del ciego tratan de reconocerlo (vv.8-12). El hombre no sabe cómo han ocurrido las cosas; sólo se limita a narrar los efectos físicos (vv.10-11), respecto a quién lo había sanado: un hombre llamado Jesús (v.11). Los fariseos y el ciego (vv.13-17). Llevan al ciego a los fariseos; había sido en sábado cuando Jesús había hecho barro para sanarle. Jesús no puede venir de Dios, si rompe el sábado, el milagro es innegable. Le preguntan sobre el que lo sanó: es un profeta (v.17). Los padres del ciego (vv.18-23). Los fariseos, no creen que el hombre hubiese nacido ciego, sus padres afirman que sí; con su interrogatorio los fariseos pretenden que los padres mientan, diciendo que no había nacido ciego. Ellos no entran en esa discusión, porque sabe que quien confesare que Jesús era el Cristo, sería expulsado de la Sinagoga (v.22). Los fariseos y el ciego (vv. 23-34). Antes de hacer un juramento o confesión de culpabilidad, le piden al ciego, dar gloria a Dios, pero no el Dios de Jesús, sino el de ello que sabe que Él es un pecador (cfr. Jos.7,19; 1Cro.30,6-9; Jr.13,16).  El hombre ahora sano no está preparado para recibir ese conocimiento, saber si Jesús es un pecador o no, pero sí sabe, que Jesús hizo un signo en él. Le piden nuevamente que narre el cómo fue el milagro, más que quién hizo el milagro, ¿acaso quieren convertirse en discípulos suyos? (v.27). Ellos son discípulos de Moisés y no de ese hombre, Jesús (v. 29). No conocen su origen, aceptan a Moisés, pero la perfección de ese don que encontramos en Jesús, porque no aceptan que viene de Dios (cfr. Jn.1, 17-18). Hay un nexo entre el que lo sanó y sus orígenes: el que hace la voluntad de Dios. A ese escucha Dios, y no al pecador (v.31). El hombre, sólo sabe que lo que le aconteció a él, no ha sucedido antes, por ello debe haber una relación especial entre la persona que hace estos signos y Dios que hace germinar esta nueva creación (v.33). Jesús y el ciego (vv.35-38). Finalmente, sabiendo Jesús que el hombre había sido expulsado por los fariseos se encuentra con él y le pregunta si cree en el Hijo del Hombre (v.35). No sabe quién es el Hijo del Hombre, el que habla contigo lo estás viendo, le dice Jesús (v.37). Es   imposible ver a Dios (cfr. Jn.1,18; 5,37), pero Jesús revela lo que ha visto junto al Padre, aquellos que creen en Jesús verán (cfr. Jn.1,50-51), en cambio, los que se niegan a ver serán condenados (cfr. Jn.3,36; 5,37-38; 6,36). La suprema revelación de Dios, tendrá lugar cuando el creyente en Jesús, mire al Hijo del Hombre (cfr. Jn.3, 13-15). El hombre acepta que en Jesús encuentra la revelación de Dios. Todo termina con una confesión de fe: “Creo, Señor. Y se postró ante él” (v.38). El hombre hizo todo un itinerario de fe en Jesús como hombre, como profeta, y finalmente se postra ante Jesús que viene de Dios, da a conocer a Dios, el Enviado, la luz del mundo. Volvemos al comienzo, ese hombre ciego hizo su camino para que se manifestara en él las obras de Dios.

San Juan de la Cruz, maestro de la fe y del amor nos lleva a vivir esta dimensión bautismal para que sea al amor quien nos descubra todos los tesoros de la fe y de la unión con Dios. San Juan de la Cruz: “Porque la fe que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios y el amor es la guía que la encamina” (CB 1,11).


LUNES

Lecturas bíblicas:

a.- Is. 65, 17-21: Yo creo cielos nuevos y tierra nueva.

La primera lectura, nos deja claro la inseparable unión de la naturaleza y el destino del ser humano, como parte de la fe bíblica. El profeta usa la imagen de los cielos nuevos y la tierra nueva, para reflejar la nueva situación de los redimidos, de los rescatados del exilio babilónico. Se trata de que todos los hombres vivan según la fe recibida y el desorden moral y espiritual que provoca el pecado desaparezca. Entonces se podrá decir, que estamos en una nueva creación, que esperamos alcanzar al final de los tiempos, en forma definitiva, con el triunfo de Jesucristo Crucificado y Resucitado, cuando vencida la muerte, todo será nuevo. El resto del pasaje son consecuencias de ese vivir en Dios, sin dolor sino con alegría por una vida larga, disfrutar de las casas que construyan y de las viñas que planten. Es el paso de la realidad, un pueblo en formación, a las realidades mesiánicas; Dios nos habla en nuestro lenguaje, con lo cual vislumbramos la dicha que Dios prepara para cuantos confían en ÉL.

b.- Jn. 4, 43-54: Jesús en Galilea. Tu hijo vive.

El evangelio, comienza afirmando que nadie es  profeta en su tierra (v.43). Nazaret, era la patria de Jesús, pueblo de Galilea, aunque para Juan, el Mesías fue enviado a los judíos, cuya centro era Jerusalén, pero al no ser reconocido allí, se vuelve a Galilea, donde lo reciben bien, puesto que algunos creyeron en ÉL (cfr. Mc. 6,1ss; Jn. 1,11). El segundo signo, que realiza Jesús lo hace en territorio pagano, Cafarnaún. Jesús se sumerge en el dolor de una familia, que pierde a uno de los suyos. Un oficial de alto rango, al servicio de Herodes Antipas, judío, o quizás pagano acude a Jesús, por la salud de su hijo que se muere. El oficial cree sólo en la palabra de Jesús; es fe pura y desnuda. El diálogo de Jesús con el oficial, pone en evidencia la confianza en la palabra del Maestro, una fe inicial pero que alcanza cotas de conversión y aceptación del evangelio. Más allá de devolverle la salud, la vida al hijo del oficial, la mirada del evangelista ilumina más de lo que nos describe, porque quiere resaltar el poder de la palabra de Jesús, que sana a distancia a ese hijo, no lo vio ni tocó, fue su palabra la que llegó hasta él y lo sanó. Los criados confirmaron el signo, la hora séptima, que coincide con la misma hora en que Jesús pronuncia las palabras: “Tu hijo vive” (v. 53). El padre acepta esta sanación desde la proclamación de su fe en el poder vivificante de Jesús Salvador. Que importante resulta durante esta Cuaresma dejar que la palabra de Dios, el evangelio, obre en cada cristiano, su obra salvadora y vivificante. Ella nos quiere sanar de todas nuestras enfermedades físicas y espirituales, de la mente y del corazón. Dejemos que la palabra llene nuestra vida de la presencia de Jesús sanador, médico divino, en esta cuaresma.

San Juan de la Cruz habla “Palabras sustanciales” las mismas que dijo Jesucristo al funcionario real: “Vete, que tu hijo vive” (v. 50). Palabras que fueron vida para su hijo, para él y toda su familia. Palabras sustanciales que le comunicaron la fe y creyó en Jesús, signo, que transformó sus vidas como quiere transformar también las nuestras. Sus palabras hay que oírlas en silencio amoroso, con música callada, en fe dialogante. “Y este es el poder de su palabra en el Evangelio, con que sanaba los enfermos, resucitaba los muertos, etc., solamente con decirlo. Y a este talle hace locuciones a algunas almas, sustanciales. Y son de tanto momento y precio, que le son al alma vida y virtud y bien incomparable, porque la hace más bien una palabra de estas que cuanto el alma ha hecho toda su vida” (2S 31,1).


MARTES

Lectura bíblica

a.- Ez. 47.1.9-12: La fuente del templo.

La primera lectura, nos habla del río de agua que brota de las entrañas del templo (cfr. Ez. 43,1ss). Se trata de la manifestación de la gloria de Yahvé, que se manifiesta en la naturaleza, en el templo, en su pueblo, que el torrente alcanza su cima. Es una mirada a una nueva era, pero mirando al comienzo de la Creación: la gloria de Yahvé, transformará la naturaleza en medio de Israel. Si antes el profeta habló del espíritu, ahora usa la imagen del río caudaloso de aguas vivificantes, que nacen del templo, centro político y religioso de Israel. Ahora ya no son cuatro ríos, como en el paraíso (cfr. Gn.2,10-14; Is. 51,3; Ez.28,13; 31,9), sino un sólo riachuelo que baja por el torrente Cedrón, llevando aguas que fecundan las tierras hasta el Mar muerto, cuyas aguas se hacen dulce haciendo posible la vida en ellas. Es el contraste entre vida y muerte, estepa y fertilidad, mar muerto y mar lleno de vida: recoger peces de ese mar ahora con vida, frutos, cosechas y vegetación, todos comestibles; hierbas medicinales, todo regado con aguas que brotan del santuario. El sentido es claro: la vida de la nueva Jerusalén, en los tiempos escatológicos, la presencia de Yahvé se manifestará vivificante y creadora. Esta imagen la aplicará  Jesucristo, fuente de aguas vivas que saltan hasta la vida eterna, a su doctrina, sus palabras llenas de sabiduría divina (cfr. Jn. 4.13-14; Is. 55,1-3; 58,11; Si. 15,3; 24,21). Quien guarda esta palabra no conocerá la muerte, vivirá para siempre; símbolo de la vida vivificante que se encuentra en la fuente y bautismal, vida eterna (cfr.Jn.8,51; 12,50;Dt.30,15-20; Pr.13,14; Jn.7,37-39). Agua que simboliza al Espíritu Santo en la vida del cristiano.

b.- Jn.  5,1-3.5-18: Has recobrado la salud; no peques más.

En el evangelio, tenemos el tercer signo que realiza Jesús en Jerusalén. Jesús sube nuevamente a Jerusalén, a celebrar una fiesta,  la Pascua o la fiesta de los Tabernáculos (v.1). La piscina de Siloé, creía la gente, que poseía poderes curativos, y allí a había un hombre postrado que esperaba un milagro desde hacía treinta y ocho años. Sabiendo todo esto Jesús le propone sanarlo (v.6). Este hombre representaría al Israel peregrino por el desierto, treinta y ocho años y dos más, que caminaron como castigo (cfr. Dt. 2, 14); este hombre, Israel,  encuentra a Jesús que lo introduce en la tierra prometida. Pero a pesar de que la iniciativa es de Jesús,  sana al enfermo, el pueblo no llega a la fe, ya que los fariseos se vuelven contra ÉL, porque sanó en sábado (v.9). El relato de Juan, tiene sus características propias: la iniciativa es de Jesús, y provoca el deseo de la salud en  el enfermo, sin conocerle, obedece a su palabra, y quedó sano; pero ese día era sábado (v.9). Los fariseos les reprochan al hombre que ha quebrantado el sábado por llevar su camilla  (cfr.Sa,7,2; 10,5; Ex.20,8-11; Jr.17,19-27). El sólo hace lo que le mando un desconocido que lo había sanado (v.11; cfr. vv.8-9); los fariseos quieren saber quién es ese desconocido. Todo se centra en la celebración del sábado y la persona de Jesús. El encuentro en el templo es significativo para ese hombre, porque habiendo recobrado la salud, Jesús le previene que no vuelva a pecar, no sea que le suceda algo peor (v. 14). Le da una orden para que cuide su salud, no se a que se peor que antes (vv.5.14). El que habla en el templo al enfermo, es más que un hacedor de milagros, trasciende la autoridad humana y las leyes del sábado. En la Casa de Dios no se habla del nexo entre pecado y enfermedad, como pensaban los fariseos, rompe con aquello de pecado y castigo divino. Pero Jesús mira más allá, el pecado es más dañino que la enfermedad. Estas palabras se pueden referir al Juicio de Dios, que más allá de las miserias humanas, por el pecado puede conducir a la condenación y sería la mayor de sus desgracias. La identificación de Jesús que hace el hombre a los fariseos, inicia un proceso legal en su contra, por haber actuado en sábado, lo que hace que se defienda a sí mismo revelando la verdad. Dios sigue trabajando y Jesús con ÉL, incluso en sábado (v. 17). El sábado era el memorial de un Dios Creador y Redentor; se celebraba la soberanía de Dios por su pueblo Israel. Que Jesús trabaje igual que el Padre provoca las iras de los fariseos (v.18). Si Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, es la lógica consecuencia de la plenitud del don que al comienzo había hecho a Moisés, la gracia y la verdad nos vinieron por ÉL (cfr. Jn.1,17-18). Que esta Cuaresma sirva para una  oración de mayor calidad, ayuno de todos nuestros vicios y limosna con quien la necesita.

San Juan de la Cruz, el místico, nos exhorta a busca a Dios por el camino de la fe oscura y desnuda, dejar que Dios se manifieste en la vida cotidiana pero agudizar  la mirada de amor para descubrir su presencia  en todo su proceso de conversión para evitar que todo quede en ilusión o buenas intenciones. “Porque cuanto Dios es más creído y servido sin testimonios y señales, tanto más es del alma ensalzado, pues cree de Dios más que las señales y milagros le pueden dar a entender” (3 S 32,3).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Is.  49, 8-15: Yo no te olvido.

La primera lectura, nos habla del regreso de Israel del exilio babilónico, previsto por el profeta. La historia no coincide con la visión teológica ya que la esclavitud en muchos casos era llevadera, con propiedades, cargos importantes; volver a un país en ruinas no era la mejor opción. La esperanza entusiasta por el regreso, verdadera lucha por mantenerla en alto del profeta, con un ideal, la protección divina. Recurre a imágenes ya conocidas donde hasta la naturaleza colabora: verdes pastizales, manantiales de agua, caminos llanos etc. Yahvé los guiará como buen Pastor que los apacentará. Otro motivo para el regreso era asegurarles que podrían ser dueños de la tierra que habiten, ya que Yahvé repartirá la tierra, como lo había hecho Josué en su tiempo. Los presos verán la luz, serán libres. Finalmente, el reencuentro de todos los exiliados y de la diáspora, en Jerusalén, por lo cual el profeta prorrumpe en un canto que invita a la naturaleza a alegrar por el gran consuelo que Yahvé brinda a su pueblo. Sión se equivocó si pensó que Yahvé la había olvidado, es como una madre que no olvida a su hijo. Aunque ella se olvidara Yahvé no lo hace. “Yo no te olvido” (v. 15).

b.- Jn. 5, 17-30: La obra del Hijo: El que escucha mi palabra, tiene vida eterna.

El evangelio nos presenta la controversia sobre la actuación de Jesús en sábado, lo que le da la posibilidad para exponer la doctrina sobre su obra hecha en comunión con el Padre. Es el discurso sobre la obra del Hijo (cfr. Jn. 5, 17-18ss). Si Dios había descansado en el séptimo día y sostiene el universo, ¿cómo se conjuga esa actividad incesante con el descanso sabático? Jesús deja claro que Yahvé no ha dejado de trabajar, por eso actúa Jesús y su curación en sábado no se puede comparar con el trabajo de un médico común, sino que el signo de Jesús, sólo se puede comparar con el actuar de Dios. La identificación de Jesús con Dios como su Padre, era verdadera, pero los fariseos lo acusan de igualarse a Dios como si fuera un hombre cualquiera (v.18). El evangelista nos ha dicho, que Jesús es el Logos de Dios, su Palabra hecha carne (cfr. Jn. 1, 14), por eso viene todo un discurso sobre el Hijo, que obedece al Padre y obra en comunión con ÉL; sus obra reflejan las acciones del Padre, por medio de las cuales, se hace presente entre los hombres (cfr. Jn. 1, 18). Lejos de ser una limitación a la filiación divina o a la divinidad de Cristo, nos habla de la comunión de amor entre el Padre y el Hijo; el Padre le ha comunicado todo cuanto posee y a su Hijo.  La Resurrección y la vida, comunión del Padre y del Hijo, llega ahora al hombre que cree en Jesús. Resurrección y vida que comienza ahora, en el Bautismo, no al final de los tiempos, sino que depende de la actitud del hombre, quien escucha la palabra, ya tiene vida eterna, no será juzgado, posee la vida. La muerte tiene sus días contados, puesto que la Vida se ha hecho presente por la Palabra vivificante de Jesús, los muertos en el espíritu, escucharán su voz, para renacer con la palabra de Jesús con lo cual la muerte física y el Juicio ya están superados (vv. 24-25). El discurso termina, con la afirmación de parte de Jesús, que todos resucitarán, los que hicieron el bien, están destinados a la vida eterna, en cambio, los que hicieron el mal, resucitarán para la perdición.  Finalmente, se vuelve al tema original: la comunión entre el Padre y el Hijo a la hora del juicio, el Hijo escucha al Padre.

San Juan de la Cruz, quiere que la Palabra del Hijo sea vida nueva para quien la escucha debemos acogerla en clima de oración y contemplación. No dejemos la oración, como aconseja el místico, y Dios revelará nuestra vocación a la vida nueva, que penetra y baja hasta lo profundo del alma, y encuentra en nosotros su morada, no como concepto frío y abstracto, sino como comunión de luz y amor con ÉL en el silencio que labra y dibuja al hombre nuevo, con mano fuerte y toque delicado. “Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno” (D. 185).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Ex. 32,7-14: Este es un pueblo de dura cerviz.

La primera lectura, nos presenta el tema del becerro de oro, la consiguiente ira de Yahvé, y el fervoroso ruego de Moisés. El diálogo de Yahvé y Moisés, se refiere al culto que está dando el pueblo a un becerro de oro, toda una violación de los mandamientos; Dios quiere destruir ese pueblo y formar otro, que comience con Moisés. La intercesión de Moisés, consiste en recordarle a Yahvé, que ese mismo pueblo que ahora ha pecado, es su pueblo, el que sacó de Egipto, que posee las promesas hechas a los patriarcas. Moisés no desea iniciar otro pueblo; Yahvé atiende su súplica por este pueblo pecador. Su pecado consiste en haber representado a Dios en la imagen de un toro; símbolo común, en el culto de los cananeos relacionado a la fertilidad y que Israel adoptó en los tiempos del rey Jeroboam (cfr. 1 Re. 12, 26-30). Al comienzo se pensó que se daba culto a Yahvé de esa forma, pero pronto se dieron cuenta que el pueblo lo asociaba a otra forma del culto cananeo. Más allá del relato lo que la lectura denuncia es la infidelidad del pueblo a la alianza, es el alejamiento de Yahvé, realidad que el pueblo vivió desde el principio. La continuidad del pueblo depende en gran medida de la misericordia y apertura de Yahvé al perdón, pero basado el mismo pueblo de la distancia que han tomado respecto de Dios. La figura de Moisés mediador fuerza las palabras ante la presencia de Yahvé para recordarle que sacó de Egipto a su pueblo y no se aparte de él para crear otro, como si Israel ya no fuera su pueblo. El mediador rechaza las expresiones de Yahvé: ÉL fue quien sacó a Israel de la esclavitud de Egipto, y no él; está ligado a Israel por la historia, los egipcios tendrían ocasión para rechazar sus intenciones de sacar a Israel de Egipto; su palabra está comprometida con los patriarcas y sus descendientes. En fin, Yahvé no se mostrará glorioso, si no obra con firmeza y perseverancia en su palabra y acción. La respuesta de Yahvé a la súplica de Moisés confirma su palabra y su obrar, de nuevo llama al Israel infiel su pueblo. Todo se puede concluir con una enseñanza fundamental: el pueblo de Dios, consistente y fuerte por momentos, sólo en la fidelidad de una sola persona, posee una tarea salvadora en medio de la historia. Ahí se encuentran las semillas del verdadero pueblo de Dios, llamado a ser fermento que transforme toda la humanidad. 

b.- Jn. 5, 31-47: El Padre ha dado testimonio de mí.

El evangelio, nos hace escuchar el testimonio de Jesús acerca del Padre. El testimonio que da Jesús acerca del Padre, tiene mucho de proceso, por eso habla de la invalidez del testimonio de sí mismo, cuando defiende su actividad en sábado (vv.31-32). Según la praxis judía no basta probar la verdad, sino se necesita el testimonio de testigos cuya palabra fuera de confianza (cfr. Dt.19, 15). Jesús admite esta realidad y remite su testimonio a “Otro” que siempre da testimonio de él (v.32). Los judíos no están dispuestos a reconocer ese testimonio de Dios respecto de Jesús, de ahí que remita su testimonio a los ya conocidos Juan Bautista (vv.33-35), y las obras de Jesús (vv.36). El testimonio de Juan. Jesús les recuerda a los judíos que había mandado mensajeros a Juan, el Bautista, había dado testimonio de Jesús al señalarlo como el Cordero de Dios (cfr. Jn.1,19.26-27.29.36), el Hijo de Dios (cfr. Jn.1,34), el más fuerte (cfr. Mt. 3,11), el preexistente (cfr. Jn.1,17-18). Jesús se somete a este juicio con tal que se salven los que lo acusan (v.34; cfr.1,14; 3,16-17); juicio que puede llevarle a la muerte (cfr. Jn.5,16-18). La alusión que hace de Juan Bautista, como lámpara, en la que los judíos se recrearon cuando daba testimonio del futuro Mesías, pero alegría que ahora se acabó desde el momento en que no aceptan a Aquél de quien dio testimonio Juan el Bautista (v.35; cfr. Sal.131,16-17; Eclo.48,1; Jn.1,11). El segundo testimonio, lo encontramos en las mismas obras hechas por Jesús, su testimonio es mayor (v.36). Según el evangelista, fueron hechas para que creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Las obras testimonian que Jesús que es el enviado del Padre. Tiene una misión, cuyo origen se encuentra en Dios (cfr. Jn.4,34), tarea que cumple continuamente como respuesta a Quién le envió, obras que Jesús hace en forma perfecta (v.36; cfr. Jn.5,20). Estas obras perfectas, más que hablar de sí mismo, dan testimonio de la verdad, es decir, que él es el enviado del Padre (v.36). Un tercer testimonio, lo da el propio Padre a favor de su Hijo (vv.37-41). Se aclara quien es el Otro (v.32); mientras los testimonios de Juan el Bautista y de Jesús son visibles, con el del Padre, no ocurre lo mismo. Los judíos no lo han  visto ni oído, suponen tener su palabra que habita en ellos, pero rechazan al Dios ha enviado, lo que hace falsa esa creencia. Jesús es la palabra y rostro del Padre; Jesús no es el Padre pero sí su Enviado. La voz de Dios es el logos de Jesús.   Finalmente, la Escritura es el último testimonio a favor de Jesús (vv.39-40). Los judíos estudiaban las Escrituras para asegurarse la vida eterna, pero ellas hablan de Jesús, desconocen el poder vivificante que viene de reconocer que las Escrituras hablan de Jesús. Su decisión de procesar y matar a Jesús, su interpretación del sábado, es un abuso, desconoce el testimonio del Padre que habla de Jesús, voz y figura del Padre; creer en ÉL conduce a la presencia de Dios, no hacerlo revela su falta de fe (vv.18.37-38). Rechazan acercarse a Jesús, lo que los excluye de la presencia de Dios (v.40).  La gloria de Dios y su amor (vv.41-44). Jesús declara que no tiene interés alguno en la gloria que procede de los hombres, pero asegura que los judíos no tienen el amor de Dios en ellos (vv.41-42). Si bien ellos aseguran tener vida por su escrudiñar las Escrituras, no muestran signos del amor de Dios (v.42), de ahí que rechacen a su enviado, y acepten a cualquiera que dice venir en nombre propio (v.43). Mientras Jesús se fija en Dios, los judíos juzgan según las apariencias externas; su incapacidad para creer viene de su elección por la estima y gloria que se dan unos a otros (v.44). No ven ni encuentran la gloria que procede de Dios; Jesús Señor del sábado, da a conocer la gloria del verdadero Dios que al Hijo ha mostrado todas las cosas, para que ÉL las mostrase a quien quiera y aún mayores (v.20). Rechazar la revelación del Hijo, equivale a rechazar al Dios del sábado, a quien dicen defender, no aceptan a Jesús, porque sólo se aceptan así mismos (vv.16-18). Todo termina con el testimonio de Moisés, que  los acusa (vv.45-47). Si ellos creyeran en Moisés, a quien consideraban mediador entre Dios y su pueblo (cfr. Ex.32,11-14.30-33; Dt.9,18-29). La ley primero don de Dios a Israel había llegado por Moisés, los dones se han perfeccionado en y por medio de Jesucristo (cfr. Jn.1,17). Un mediador sustituye al otro en el plan de Dios, rechazar a Jesús, hace a Moisés acusador contra ellos (v.45). Si creyesen en Moisés creerían en  Jesús, porque él escribió de Jesús, pero los judíos no creen en ÉL (v.46). Jesús perfecciona todo lo que Moisés había dicho  (cfr. Jn.1,16-17). Si no creen lo escrito por Moisés, tampoco creen en la palabra de Jesús (v.47).  Esta cuaresma nos ayude a profundizar en el conocimiento de Jesús como enviado del Padre con la lectura asidua y meditada de su evangelio.  

San Juan de la Cruz, nos invita a dar culto al verdadero Dios. “Porque la causa por que Dios ha de ser servido es sólo por ser el quien es, y no interponiendo otros fines. Y así, no sirviéndole sólo por quien el es, es servirle sin causa final de Dios” (3S 39, 3).


VIERNES

Lecturas bíblicas:

a.- Sab. 2,1.12-22: Condenemos al justo a una muerte humillante.

La primera lectura nos presenta al justo perseguido, víctima del odio de los malvados. Este pasaje es unos de los más realistas del autor sagrado respecto de las actitudes de los  impíos frente a la sociedad, frente a la existencia del justo, también en la vida presente (vv. 1-5; 6-9; 10-20). La actitud del impío frente a la sociedad, está en contra de la doctrina fundamental de la Sabiduría, porque Yahvé, no creó la muerte, su justicia es inmortal, porque todo lo hizo para que subsistiera (cfr. Sab. 1,13-15). En muchos textos, es verdad, encontramos la realidad del hombre limitado, de cortos días de vida y que después de la muerte no se sabe nada, nadie vuelve del Hades (cfr. Jb. 14,1-2; Ecle. 3, 18-21). La diferencia entre los impíos del libro de la Sabiduría y los hombres justos de Job y Eclesiastés es, que estos son creyentes en Yahvé, mientras que los primeros son agnósticos. Los justos, son los judíos fieles, que viven en la Alejandría del s. I a. de Cristo, rodeados de paganos y lo peor, judíos apóstatas. Los enfrenta el tema de la fe, mientras los primeros creen, los segundos no tienen fe, lo que se concretiza en que no aceptan su forma de vida sobria y religiosa, denuncias sus faltas; se declaran sabios, es más, se tenían por justos (cfr. Rm. 2, 17-20). Su existencia es un reproche para ellos, llevan una vida distinta, los consideran bastardos,  se apartan de ellos. Los impíos pasan a la acción: persiguen a los justos, quieren acabar con su vida. En estos pasajes, se inspiraron los autores del NT, para mostrar la pasión de Cristo, el Justo, por antonomasia, víctima de los ataques de paganos y judíos, pecadores y políticos. (cfr. Mt. 27, 43; Heb. 12,3). Finalmente al autor sagrado da su veredicto: “Así discurren, pero se equivocan; los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad ni creen en el premio de las almas intachables.” (vv. 21-22). Juicio temible, pero real. Habrá que esperar a los tiempos del Mesías, para conocer la salvación y la verdadera justicia.

b.- Jn. 7,1-2.10.25-30: Jesús sube a Jerusalén a la fiesta y enseña.

El texto evangélico tiene dos momentos: la subida de Jesús a enseñar al templo (vv.1-10), y la discusión sobre los orígenes de Jesús (vv.25-30). El evangelista deja bien en claro la postura de los galileos que acepta a Jesús con ciertas reservas como taumaturgo, no comprendido, pero puede vivir entre ellos; en cambio en Jerusalén, Judea, lo buscan para matarlo, no creen en ÉL y no aceptan su mensaje. Sus hermanos le invitan a subir a Jerusalén para que muestre su mensaje y sus obras con motivo de la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos (v.3-4). Jesús sabe que el mundo no recibe su palabra. Porque sus obras son perversas, no ha llegado todavía su tiempo, en cambio el tiempo de sus hermanos está siempre a mano, por eso el mundo nos los odia, porque son como los que no creen en Jesús (vv.5-7). Estos hermanos son ciudadanos de Galilea, que lo toleran pero no aceptan su mensaje, no creían en las Escritores. De ahí que Jesús no quiere subir a la fiesta con ellos, no ha llegado su tiempo (v.8). Sin embargo, Jesús sube a Jerusalén, más tarde que sus hermanos, no a celebrar sino a enseñar en el Templo (v.14). Durante la fiesta los judíos, las autoridades buscan a Jesús para matarlo, en cambio, otros piensan que es bueno, otros lo consideran un seductor (vv.10-13). Esta no era la fiesta de Jesús, está por inaugurar la era de la Espíritu que habían anunciado los profetas; las autoridades religiosas celebran el pasado, pero se cierran al futuro (cfr. Jn.4,14; 6,35;19,34). Si alguien quiere hacer la voluntad de Dios, descubrirá que su mensaje es la verdad. Su doctrina, no es suya sino de Dios, porque quiere hacer la voluntad de Dios, de ahí lo sublime de su conocimiento (vv.16-18). No es verdad, que quebrante el sábado por haber sanado en ese día, pues ellos permiten la circuncisión; si se permite sanar un miembro, cuánto más al hombre entero (vv. 23-24; cfr. Jn. 5,1-18). En un segundo momento, Juan quiere que la doctrina de Jesús sea reconocida, por ello se preguntan: ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? (v. 25), no le pueden identificar como Mesías, porque todos conocen sus orígenes. Jesús deja en claro que es un Enviado, su palabra es expresión de la sabiduría de Dios. Se arroga un conocimiento superior respecto a Dios al de sus oyentes, sólo ÉL lo conoce, por ello vive de Dios (vv.28-29). La Escritura lo que ha hecho, es preparar el camino a este Enviado, el que nos va a proporcionar el verdadero conocimiento de Dios (cfr.Jn.1,8; 7,28-29). Esta auto-identificación con Dios provoca las iras de sus oyentes y la decisión de detenerle, pero nadie le puso la mano sobre su hombre, porque no había llegado su hora. Venir del Padre y conocerle, no introducen en una dimensión diferente a todos los personajes bíblicos conocidos; es un nivel de conciencia que sólo Jesús posee respecto de su Padre, como realidad humana y divina a la cual quiere que entremos abriéndonos a su Persona y misterio por medio de la fe. 

San Juan de la Cruz sabe por experiencia que en las tribulaciones que se sufren por la fe, está la puerta para entrar en la espesura de la Cruz y la sabiduría, de la que habla quien supo bien escoger supo llamarse Juan “de la Cruz”. Su palabra es auténtica, palabra vivida, transida de amor humano y divino. Por ello escribe: “¡Oh si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios, que son de muchas maneras, sino es entrando en la espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en esto el alma su consolación y deseo, y cómo el alma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer en la espesura de la cruz para entrar en ella!” (CB  36,13).


SABADO

Lecturas bíblicas:

a.- Jr. 11,18-20: Cordero manso llevado al matadero.

Este texto nos descubre la interioridad de un profeta, una auto-confesión de sus luchas y temores, sufrimientos y dudas. Los diálogos con Yahvé o sus monólogos dejan ver todo aquello que supera su misión carismática. Vemos como el profeta se ve ante los proyectos de muerte de sus adversarios. Descendientes de Abiatar no veían con buenos ojos el sacerdocio del templo de Jerusalén, menos que uno de ellos fuera a predicarles; quizás pensaban que era ellos los que habían enviado a Jeremías a predicarles destrucción. Cuando se entera de su destino, el profeta se vuelve agradecido a Dios por avisarle de su situación. Todo esto le hace reflexionar sobre su destino y el verdadero sentido de la existencia humana. Su vida, es como la de un cordero llevado al matadero; hasta sus amigos y familiares se han vuelto contra él, quieren incluso que desaparezca su nombre. “Talemos el árbol en su vigor” (v. 19). El profeta, quizás olvidándose de sí, no pide misericordia sino justicia; sabe que su dolor es por ser profeta de Yahvé, no es por otra cosa. El texto termina pidiendo venganza por parte del profeta contra sus enemigos. Seis siglos más tarde, Jesucristo, clavado en Cruz, perdonará a sus enemigos. Será el triunfo no de la venganza, sino del amor de Dios por la el cual se transformará la vida de los hombres (cfr. Lc. 23, 34).

b.- Jn. 7, 40-53: Nuevas discusiones sobre el origen de Jesús.

El evangelista va mostrando que a medida que Jesús da a conocer su misterio, su revelación, agudiza las conciencias de sus oyentes, por las que desfilan personajes bíblicos señeros como el Profetas o el Mesías, pero este último no podía venir de Galilea; Jesús un nuevo Moisés (cfr.Jn.7,37-39;Ex.17,1-17;Nm.20,1-11;Dt.18,15;Ez.7,37-39). Entre los oyentes hay quienes quieren detenerle, los guardias enviados por las autoridades tampoco lo hacen cautivados por las palabras de Jesús (v.46). Lo que demuestra que Jesús es verdaderamente hombre y sabiduría de Dios. Los hombres de la ley, maestros fariseos y sacerdotes se ajustaban a la sola Escritura, de ahí el rechazo de Jesús, porque de Galilea no podía  venir nada ningún profeta que trajera la salvación. Cuando los guardias vuelven sin haber atrapado a Jesús, se percibe cómo ellos habían implantado la tiranía de la Ley, sin permitir que hubiera disensión entre ellos, porque los fariseos pensaban que sólo ellos podían cumplir la ley, los demás eran unos malditos, por desconocer la voluntad de Dios manifestada en ella. Les reprochan a los guardias, si también ellos se ha dejado engañar, porque ninguno de ellos, fariseos y sumos sacerdotes, han creído en ÉL (v.48). La defensa que hace Nicodemo de Jesús es tan pobre, nacida de la Ley, no de la inocencia de Jesús; no se podía juzgar a nadie sin oírlo. Es el mismo Nicodemo que juzga a Jesús con una medida desde lo humano, que ante los argumentos legales de los suyos, calla (vv.51-52). El argumento de fondo, es que no se puede tomar en serio a ningún hombre que venga de Galilea, con pretensiones salvíficas para el pueblo de Yahvé. Argumento irónico porque sí hay un profeta que nació en Galilea, Jonás ben Amittai, cerca de Nazaret (cfr. 2Re.14,25), con lo que se ve que los fariseos habían identificado Judea como espacio de salvación, no así Galilea porque ahí existían sincretismo religioso. Nicodemo recibe el consejo de escrudiñar las Escrituras, donde se había anunciado que de Galilea, el pueblo que andaba en tinieblas, contemplarían una gran luz, la aurora de la salvación (cfr. Is.9,1; Mt.4,15). Ahora la luz de salvación está en nuestra orilla, gocemos  de la salvación que nos trajo Jesús, desde su misterio personal y entrega en su  misterio pascual. Debemos quedarnos con lo que ÉL nos comunicó en su Palabra, lo que la Iglesia nos enseña en cada celebración litúrgica, y  lo su Espíritu nos entrega en lo íntimo de la oración que es unción que nos inspira a seguirle cada día, sobre todo en este tiempo de Cuaresma. Jesús viene del Padre, para mostrarnos el camino de la salvación a todos. Su entrega total a la voluntad del Padre, nos debe disponer a tomar en serio su ejemplo, para movernos a imitarle, seguirle, la identificación con ÉL, hasta revivir su misterio pascual en la propia existencia (cfr. Rm. 8, 29). 

San Juan de la Cruz nos enseña: “El camino de padecer es más seguro y aún más provechoso que el de gozar y hacer: lo uno, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el hacer y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y purificando el alma y haciendo más sabia y cauta” (2N 16,9).

P. Julio González C.  


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