TIEMPO DE CUARESMA

(CICLO C)

MIERCOLES CENIZA A SABADO DESPUES DE CENIZA

MIERCOLES

JUEVES

VIERNES

SABADO  

 


MIERCOLES DE CENIZA

 

Comienza el tiempo de Cuaresma. Tiempo fuerte de reflexión sobre la propia condición humana y nuestra respuesta de conversión a la fe cristiana que profesamos. Es el tiempo de preparación a la Pascua del Señor Jesús, lo que significa, revivir en la propia vida su misterio de muerte y Resurrección,  este tiempo privilegiado, es una nueva oportunidad para una mayor configuración con Cristo Jesús (cfr. Rm 8, 29). La configuración con su Pasión, es para gozar de su gloriosa Resurrección, de ahí la importancia de hacer penitencia en el sentido, de morir al pecado, asumiendo los criterios de Cristo Jesús, hacer su voluntad por sobre la nuestra, siempre inclinada al egoísmo. Debemos esforzarnos, con la gracia y el amor de Dios, por mejorar un aspecto de nuestra vida ordinaria: ser más pacientes, más generosos, aprender escuchar, más tiempo de oración, más tiempo con la familia, y menos trabajólico, quizás, más amor a la esposa y los hijos, etc. Se trata de trabajar ese aspecto que queremos mejorar de nuestra vida, cosa que el día de Pascua, podamos resucitar con Cristo a una nueva vida. Ha vencido su amor de resucitado por sobre nuestro egoísmo. El tema de la liturgia de la palabra, es la rectitud de intención a la hora de trabajar nuestra conversión, nuestra salvación.

a.- Jl. 2,12-18: Convertíos al Señor, Dios vuestro.

El profeta Joel, al comienzo de la Cuaresma, nos invita a la penitencia y a la conversión, pero ¿quién estará limpio el día de la ira del Señor? La penitencia verdadera es la que convierte el corazón por medio del ayuno, el llanto y el luto. Lo que hay que rasgar es el corazón y luego las vestiduras (v.13). La conversión es un volver a Dios, ya que el pecado nos aleja de Yahvé, pero además nos dice de “todo corazón”, es decir, que el regreso no sea algo esporádico, ocasional, ficticio o interesado. Una conversión de todo corazón, es un llamado sincero, firme, con  propósito  de enmendar el propio rumbo hacia Dios. ¿Cuáles son los motivos que Joel ofrece para comenzar este camino de conversión? De parte de Dios no dice: “Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos,  volved a Yahveh vuestro Dios,  porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará, y dejará tras sí una bendición, oblación y libación  a Yahvé vuestro Dios!” (vv. 13-14). He ahí el fundamento de su oración y esperanza, y también el  nuestro, lo que viene a significar, que no todo está definitivamente perdido, si el hombre no se resiste, sino que de verdad convierte su corazón a Yahvé (cfr. Mt. 7, 7). De parte del hombre, el temor a que una vez que pase la plaga de langosta, si llega, se pueda volver a tener algo de agricultura para restablecer el culto y la ofrenda, se espera la bendición (v.14). La invitación que hace al pueblo a la penitencia el profeta, es para pedir el perdón divino, pero lo que le interesa de verdad destacar no es el castigo sobre el pueblo pecador, sino el honor de Yahvé, delante de los otros pueblos. Verán que su Dios, no pudo salvarlos hasta preguntarse: “¿Dónde está su Dios?” (v. 17). La respuesta de Yahvé, ante la conversión y penitencia de su pueblo fue: “Y Yahvé se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo. Respondió Yahvé y dijo a su pueblo: “He aquí que yo os envío grano, mosto y aceite virgen: os hartaréis de ello, y no os entregaré más al oprobio de las naciones.” (vv. 18-19). Todos participaron de este movimiento de regreso al Señor: ancianos y niños, sacerdotes y casados, porque todo comprometidos con Yahvé y su Alianza.

b.- 2 Cor. 5, 20-6,2: Ahora es tiempo de gracia y salvación.

La reconciliación que pide Pablo a los cristianos venidos del paganismo, es  reconocer el mal cometido en otro tiempo, causa de la separación con Dios, pero esto implica, la creación de una realidad nueva, a la que los hombres pueden dirigir sus pasos, más allá de su pecado: Dios ha intervenido, ha creado algo nuevo: la reconciliación en Cristo. La Cruz del Calvario, señala la sentencia que el tiempo pasado terminó, e inaugura algo totalmente nuevo. El que es de Cristo o vive en Él, es criatura nueva. Pablo, es embajador de esa novedad del perdón de Dios: “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.” (vv. 20 - 21). Jesucristo, siendo el Cordero inocente que quita el pecado del mundo, dio su vida por cada uno de nosotros cómo no vamos a dar la nuestra por ÉL. La gracia que nos concede, es decir, su amistad, no la podemos despreciar o dejar caer, como algo sin importancia, porque el tiempo se acaba. Hoy es día de salvación, mañana no sabemos. Su gracia nos hace puros y limpios a sus ojos, porque somos bañados de la luz de su Resurrección.

c.- Mt. 6,1-6; 16-18: Limosna, oración y ayuno.

Mateo, nos presenta todo un programa de vida evangélica, para comenzar la Cuaresma; toda una hoja de ruta para seguir a Jesús. Sus discípulos deberán cumplir la Ley de Moisés con mayor perfección que los propios fariseos y escribas (cfr. Mt. 5, 20). Ahora hay que aplicar este principio en aquellas prácticas religiosas que los judíos observaban, como parte esencial de la religión: la limosna, la oración y el ayuno. La crítica de Jesús se dirige a la forma en que se practicaban, no a estas prácticas en sí mismas, porque ellas poseían un fin noble, y que hay que vivirlas, desde lo interior del hombre creyente y piadoso. Quienes las observaban para ser alabados por los hombres, ya tienen su paga o retribución; quien hace uso de la rectitud de intención, y lo hace por ser expresión de la voluntad de Dios, de recibirá de su parte la retribución prometida. Las limosnas muchas veces eran anunciadas, sobre todo, cuando eran generosas; Jesús manda que se hagan, pero en secreto, y sin vanagloriarse de ello. La oración, hecha en el templo o en la sinagoga, se hacían con mucho fervor, incluso en las calles, pero esto se prestaba a la ostentación; Jesús manda que se haga en secreto, en la propia habitación, cuando es personal, hablar con  un lenguaje  sencillo al Padre. No se puede concluir que Jesús critique el culto público, como buen judío, también asistía al templo. El ayuno, era una manifestación externa de la propia conversión interior. Isaías había enseñado acerca del verdadero ayuno (cfr. Is. 58, 5-10) fuente de vida nueva, para el que lo observa, pensando en su prójimo; lo mismo para Jesús es fuente de alegría y libertad, porque se libera de su egoísmo y maldad, para dejar espacio a la voluntad de Dios; debe practicarse en secreto, porque es trato personal con el Padre. De su mano y bondad recibirá a su tiempo, el premio de haber trabajado su conversión de cara a ÉL.

Nuestra Santa Madre Teresa, cuando andaba su vida espiritual por el suelo, siendo joven monja de clausura, había dejado la oración, y estaba dividida entre Dios y el mundo exterior, descubre en la Pasión la fuente de su verdadera conversión al Señor Jesús. “Pues ya andaba mi alma cansada y aunque quería  no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.” (Vida 9,1).


JUEVES DESPUES DE CENIZA

a.- Dt. 30,15-20: Elegir entre bendición y maldición.

El tema de los dos caminos, es la conclusión lógica de la proclamación de la ley deuteronómica, y la renovación de la alianza en Moab. La propuesta fue aceptada por el pueblo libremente (cfr. Ex. 24, 3. 7; Jos. 24, 16-24). En el fondo, se trata de dos propuestas que significan dos modos de vida, definidas por las bendiciones y maldiciones (Dt. 11, 26-28). Testigos de todo esto pone Yahvé  al cielo y a la tierra (v. 19). La proclamación, busca despertar en el oyente la responsabilidad a la hora de optar por la vida o la muerte, el bien y el mal, dicha e infelicidad, posesión de la tierra o su pérdida. Estas opciones se centran en dos actitudes del hombre y del pueblo, lo que los sabios calificaron de sabiduría o necedad, justicia o maldad (Eclo. 15, 14-17; Sal.1; Jer. 21,8), pero, que también se entiende como amor, obediencia, observar los mandamientos o todo lo contrario si elige el camino del mal. El sentido que tiene, es que los cielos y la tierra sean testigos,  no ya los dioses, sino estas realidades cósmicas, son creación del único Dios verdadero. Toda la creación, la naturaleza, es instrumento de bendición o maldición, con sus bienes y calamidades. Otra lectura de este pasaje bíblico, es la importancia que se da a la responsabilidad del hombre y del pueblo en su destino definitivo. El cielo no lo obliga, sino que lo hace optar en el mundo, su destino por el bien o el mal, la vida o la muerte. Es evidente que la decisión que tome, va más allá de lo físico y abarca su existencia moral: felicidad o desdicha, bien, bendición, tierra de gozo o todo lo contrario. La verdadera vida, corresponde a una actitud de justicia para con Yahvé, lo que significa amarlo y obedecerle. Todo esto traerá prosperidad y paz, cumplimiento de las promesas hechas a sus padres. La alianza está por encima de las infidelidades, el amor es fuente de la dicha y de la vida plena para el justo que confía y espera en Dios. 

b.- Lc.  9, 22-25: El que pierda su vida por mí la ganará.

Luego del primer anuncio de la Pasión, Jesús establece las condiciones para quien quiera seguirle. Quien le confiesa Mesías, debe seguirle por la senda que ÉL traza, es decir, acompañarlo llevando la propia cruz y asumir su mismo destino muerte. Se trata de perder la vida, para recuperarla, como Jesús Resucitado. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?” (vv. 23-25). Cargar la cruz de Jesús, no es otra cosa, que escuchar a Jesús, asumir sus criterios de vida y sus actitudes, y seguirlo hasta el final. Mantenerse en comunión con su misterio de vida y amor, de perdón y misericordia que brota de la Cruz, para aprender a perdonar al prójimo. Cuidar la propia vida, no se refiere a la salud, sino cuidarla en forma egoísta, de no hacer nada por los demás pudiendo hacerlo, centrarse sólo en sí mismo y satisfacer sus necesidades, como si fuera lo único importante en la vida. Ese camino es de perdición, en cambio, entregar la vida o perderla por ÉL y el evangelio, es salvarla del egoísmo, del pecado, de la muerte, de una vida sin amor. Como Cristo Jesús entregó su vida por los hermanos hasta la muerte en Cruz, para recuperarla en su Resurrección, así también, el creyente, en cuanto da su vida por los hermanos,  la va recuperando para la Resurrección final. En este sentido, se gana perdiendo y se pierde ganando; se gana lo que se pierde, lo que ofrece a los demás, es bien del otro; lo contrario es retener, lo que los hombres retienen en forma egoísta, en el fondo lo han perdido. En la Cruz, Cristo perdió la vida, con la Resurrección la recuperó. Resucitó, lo que se entregó, la vida por el otro. Me amó y se entregó por mí, dirá Pablo (cfr. Gál. 2, 20).  La invitación es entonces en esta Cuaresma, a dar la vida por quienes nos han sido confiados desde nuestra perspectiva cristiana: familia, hermanos de comunidad eclesial, ancianos, enfermos, jóvenes, niños, etc.

Teresa de Jesús, fue mujer de grandes servicios a Dios, a la Iglesia y a la Orden del Carmelo. “Estos deseos de amar y servir a Dios y verle, que he dicho que tengo, no son ayudados con consideración, como tenía antes cuando me parecía que estaba muy devota y con muchas lágrimas; mas con una inflamación y hervor tan excesivo, que torno a decir que si Dios no me remediase con algún arrobamiento, donde me parece queda el alma satisfecha, me parece sería para acabar presto la vida.” (R 1,13).


VIERNES DESPUES DE CENIZA

a.- Is. 58, 1-9: El ayuno que Dios quiere

A las quejas del pueblo acerca de su observancia de la ley y del ayuno, que al parecer no sirve de nada ante Yahvé, porque  no oye ni entiende nada, se contrapone la voz del profeta, que denuncia la hipocresía de las clases dirigentes. Si era tan importante el día de ayuno, ese día como un acto social, debían privarse el rico y el pobre, para ofrecer su ayuno, sentirse iguales. ¿Qué les reprocha el profeta?  El día de ayuno, los ricos hacen sus buenos negocios, cuando venían los peregrinos a Jerusalén los engañaban. Ese no es el ayuno que agrada al Señor. El quiere que se respeten los deberes morales y derechos humanos con el prójimo, desde lo más básico como la comida, casa, romper las cadenas y los yugos, etc. Son las obras de misericordia, de las que hablará Jesús en su discurso escatológico, de las que dependerá la entrada en la vida eterna, el día del Juicio final (cfr. Mt. 25, 31-46).   Se trata de la verdadera religión, la que brota de lo interior, la que exigieron todos los profetas después del exilio. Ellos vigilaron que se cumplieran todas las exigencias éticas del AT. En esta lectura, se busca que el hombre razone, y se convierta al Señor de verdad. A pesar de la palabra profética, el legalismo llegó hasta los tiempos de Jesús, y también hoy muchos conservan ese espíritu hasta los nuestros.

b.- Mt.  9, 14-15: Discusión sobre el ayuno.

“Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.” (vv. 14-15). Lo primero que hay que decir al respecto, es que el ayuno no tan fue importante, para la primitiva comunidad cristiana. Lo más importante para Jesús, es que han llegado los tiempos mesiánicos, tiempos en que se cumplirán todas las promesas del AT., tiempo del Reino de Dios en  medio de la vida de los hombres. Jesús es el Mesías esperado, el Esposo de las bodas que  están por celebrarse: bodas de Dios con la humanidad redimida. La celebración de las bodas, es tiempo de gozo y salud, tiempo de salvación. Cristo se presenta como el novio, el Esposo, el portador de los bienes prometidos, bienes que traen la salvación. La Biblia, usa la imagen del matrimonio, en otras  ocasiones, la novedad está en que Jesús se presenta como el novio, es decir, asume el contenido del símbolo utilizado por Dios, para plastificar su relación de amor con su pueblo (cfr. Os. 2, 18-20; Is. 54, 5-6). ¿No sabían los judíos que algún día Yahvé se iba a presentar a Israel, como el  esposo fiel, como un verdadero marido para su pueblo? La respuesta es afirmativa, y ahora se ha cumplido. La segunda cosa importante, es entrar en el círculo de los amigos del novio para alegrarse con ÉL. Es la misma alegría que experimentó Juan Bautista, cuando confirmó que había llegado el tiempo de  bodas de Jesucristo con la humanidad: “Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. ”El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud.” (vv. 28-29). Es tiempo de alegría desbordante, porque se es parte de la familia de Jesús, porque se hace su voluntad en la  propia vida y porque invitados a su boda son cada hombre que lo acepta y reconoce como enviado del Padre y Mesías. La vida teologal acompañada de una vida sacramental y de oración ferviente mantiene ese clima espiritual de alegría por estar siempre cerca de Jesús, Esposo del alma cristiana. Cada Pascua de Resurrección, el bautizado renueva su alianza bautismal con Jesucristo resucitado, alianza siempre nueva para quien cree en el Dios de la vida verdadera.

Santa Teresa de Jesús en su condición de esposa de Cristo, supo responder desde su condición de mujer contemplativa a esta realidad, abriendo con su experiencia dolorosa y festiva, caminos para el alma femenina en este aspecto de la vida religiosa. Toda esta experiencia, nace de su condición de orante, que se sabe amada por Jesucristo, llamada a velar por su honra en la Iglesia y en la sociedad. Quiere acompañar a su Esposo hasta el Calvario y la Resurrección: “O somos esposas de tan gran Rey, o no. Si lo somos ¿qué mujer honrada hay que no participe de las deshonras que a su esposo se hacen?” (CV 13,2).


SABADO DESPUES DE CENIZA

-       Is. 58, 9-14: Partir el pan con el hambriento.

Continúa el profeta a explicar la verdadera religión. La primera exhortación a quitar todo tipo de yugo, lo indigno de la persona humana, todo tipo de violencia, para crear un clima de fraternidad, de igualdad entre los hombres. El pan se convierte, en símbolo de cuanto unos poseen y otros carecen, compartirlo será para el rico, acoger la confianza que el pobre tiene en Yahvé. Cuando los hombres que poseen,  compartan con los que carecen de todo, será signo de que los tiempos mesiánicos han comenzado, donde la prosperidad material es imagen de esta realidad. La luz irrumpe sobre las tinieblas, y Yahvé como Pastor, conducirá a su pueblo a buenos pastos y aguas cristalinas. Más aún, ellos mismos llevarán en sí la fuerza de Yahvé y su vitalidad, hasta convertirse en huertos y fuentes de aguas porque comunicaran a otros su experiencia. “Te guiará Yahveh de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan. Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas,  levantarás los cimientos de pasadas generaciones,  se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados. Si apartas del sábado tu pie,  de hacer tu negocio en el día santo,  y llamas al sábado «Delicia», al día santo de Yahveh «Honorable», y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, entonces te deleitarás en Yahveh, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Yahveh ha hablado.” (vv. 11-14). El templo será reconstruido y sus murallas, premio de Yahvé a la vivencia de esta verdadera religión. La santificación del sábado era otra de las grandes instituciones de Israel, lugar como Sión, y el tiempo del sábado serán santos, en la medida en que el hombre los hace santos con sus actitudes. La santificación del sábado, consistirá en dedicar el tiempo para el Señor y para los hermanos en ese día. Observar el sábado, sin dedicarlo a Yahvé, es una profanación, además de una gran  hipocresía. La herencia de Jacob, se refiere al cumplimiento de las promesas, en los que son fieles a la verdadera religión, exaltados a la derecha del Padre.

b. - Lc. 5, 27-32: Vocación de Mateo, el publicano.

En este evangelio hay dos momentos importantes, como son la vocación de Leví (vv.27-28), y el banquete que éste le ofrece  Jesús (vv. 29-32). Llama a un publicano o un recaudador entre sus discípulos, un hombre colaborador de Roma. El gesto de Jesús, adquiere un gran valor, al llamar a este hombre, desde su lugar de trabajo, para ser su discípulo. Le regala la vocación a un pecador público, un impuro al que hay que evitar, según la mentalidad farisea. Desde ahora la gracia de Dios llega a todos, Jesús la comunica a quien quiere. El pecado ya no es barrera para la salvación, más aún, el que trae la salvación, Jesús, antes perdona los pecados, para que ésta puede ser acogida en la propia existencia por el hombre. Mirada luminosa y penetrante es la que dirige Jesús  a Leví, acompañada de palabras tan poderosas, que el publicano Leví, deja todo lo que posee, y a lo que había servido, para seguir al joven maestro de Nazaret. Su llamada cambia la existencia.

La llamada produce un efecto inmediato: la recepción de la salvación se traduce en un banquete en honor de Jesús y sus discípulos, y los que tienen trato con los publicanos. Lucas,  tiene la particularidad de presentar a Jesús conversando, como invitado en los banquete griegos, donde se desarrollan diálogos profundos (cfr. Lc. 7, 36ss; 13,38ss; 14,1ss; 19,1ss; 24,29ss). En ese clima fraterno, las murmuraciones de los fariseos y escribas producen tensión: critican el sentarse a la mesa con pecadores públicos, trasgresores de la ley mosaica. Ellos se consideran íntegros, santos, apartados de lo que no es santo; aplican las rígidas leyes de pureza. Lo que fue una norma para el sacerdote en funciones, se extendió al pueblo y los fariseos sus defensores. El Señor Jesús sigue un camino diverso, no excluye a nadie ni provoca el alejamiento, busca la curación del pecador o de lo pecaminoso. Se hace necesario el trato con los pecadores, los busca, los acerca a la salvación, se las ofrece con tal de ganar a algunos para el Reino de Dios. Lo que hace en definitiva Jesús, es obrar como un médico. Si el médico se ocupase sólo de los sanos y se apartase de los enfermos no cumpliría con su profesión. Jesús, quiere salvar a los hombres, desde la salud física hasta la salud espiritual, perdonando los pecados. El tiempo de la salud corresponde al tiempo de la misericordia con los pobres, enfermos, y hombres sin esperanza o sometidos al mal. Jesús llama a pecadores a la conversión, único camino para llegar a la salvación. La conversión y santificación de los discípulos de Cristo pasa, no por apartarse de los pecadores, sino en ofrecerles la salvación a justo y pecadores, preocupados en amar y servir a todos, antes de estar demasiado preocupados por la propia salvación. La crítica que hacen a Jesús los fariseos, es porque desconocen que es enviado por Dios Padre, que ha venido a buscar y llamar a los pecadores, no a los santos. Ellos no lo necesitan. Sólo la fe en Jesús, y que habla por Jesús puede superar el escándalo que provoca su forma de actuar. Los fariseos no reconocen en Jesús, el inicio de los tiempos mesiánicos, porque ciegos para ver la obra de Dios.  

Teresa de Jesús, buscando remediar la soledad de su alma,  cómo buena lectora, encontró en San Agustín, en especial en sus Confesiones, un buen aliado para sus anhelos de mejorar su vida espiritual. El santo Doctor le dio la clave: entrar en su mundo interior.  “Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí, comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leía cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón; estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas y entre mí misma con gran aflicción y fatiga. ¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan mortal.” (Vida 9,8).

Fr. Julio González C.  OCD

 


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