TIEMPO DE NAVIDAD

OCTAVA DE NAVIDAD

 P. Julio González C. ocd


Contenido

DIA 26 DE DICIEMBRE, SAN ESTEBAN, DIACONO Y PROTOMARTIR, Día Segundo en la Octava de Navidad  1

DÍA 27 DE DICIEMBRE, SAN JUAN, APOSTOL Y EVANGELISTA, Día Tercero en la Octava de Navidad  1

DÍA 28 DE DICIEMBRE,  LOS SANTOS NIÑOS INOCENTES, Día Cuarto en la Octava de Navidad  1

DIA 29 DE DICIEMBRE, Día Quinto en la Octava de Navidad  2

DIA 30 DE DICIEMBRE, Día Sexto en la Octava de Navidad  2

DIA 31 DE DICIEMBRE, Día Séptimo de la Octava en la Navidad. 3

 

 

La Octava de Navidad, como la Octava de Pascua de Resurrección, trata de conmemorar la Navidad, dentro de los ocho días siguientes, como si fuera un solo día, una sola la Solemnidad. Las lecturas bíblicas, nos recuerdan el misterio del Nacimiento de Jesús en Belén, y nos presentan a los primeros Santos, testigos de Cristo Jesús, la Palabra de Dios, hecho Hombre, para que el cristiano  aprenda a conocer y amar a Dios Padre, desde su nueva condición de hijo de Dios, acción que realiza el Espíritu Santo desde nuestro Bautismo en la Iglesia. La Palabra de Dios, viene al hombre para hacerlo testigo del Dios con nosotros, manifestado en Cristo Jesús. Esta Palabra tiene sus testigos: Esteban, primer mártir, Juan apóstol y evangelista, los Santos Inocentes, el anciano Simeón, y la profetisa Ana, en el templo de Jerusalén, Juan, el Bautista, y María de Nazaret, la Madre del Señor. Cada día. la Octava de Navidad, recuerda a estos primeros testigos de la fe cristiana y modelos de vivencia eclesial.

DIA 26 DE DICIEMBRE, SAN ESTEBAN, DIACONO Y PROTOMARTIR, Día Segundo en la Octava de Navidad

Lecturas Bíblicas

a.- Hch. 6, 8-10; 7, 54-60: Martirio de Esteban.

Esteban, uno de los siete diáconos, elegido por la comunidad, confirmado por el Colegio Apostólico y colaborador en la atención de la comunidad de Jerusalén. Ejerce el ministerio de la palabra y realiza signos en el pueblo, al estilo de Jesús, lo que le granjeó el odio de los Jefes de la Sinagoga (cfr. Hch. 6, 8-10). El relato del martirio de Esteban, es un eco de  la pasión de Cristo Jesús. En su discurso ante el Sanedrín, Esteban, hace una revisión de toda la historia de salvación, donde hay una constante: la infidelidad de Israel desde la construcción del templo, orgullo de los judíos, como el rechazo a la palabra de Dios. Confirmaba esto con dos hechos de la tradición judía, el haber martirizado a todos los profetas, llegando hasta el presente con la muerte del único Justo, Jesús, el Mesías (cfr. Hch. 3, 14). Jesús, representa al Siervo paciente, de Isaías, y el Justo perseguido, del libro de la Sabiduría (cfr. Sab. 2,10). La otra tradición era, que la Ley había sido dada por ángeles, pero ellos, los judíos la rechazaron; Ley que tenía que llevarles a Cristo. Como consecuencia la Ley había sido superada, lo mismo que el templo. La crítica de Esteban, contra el Sanedrín era contundente; ellos rechinan sus dientes (v. 54), hasta que se enciende su ira, con la mención del Hijo del Hombre, que Esteban afirma ver, una vez  que los cielos se han abierto y puede contemplarlo en su gloria (v.56).  Realidad insufrible para los judíos, porque significaba, afirmar que Esteban había tenido una teofanía: Dios aprobaba sus palabras, los cristianos estaban en el recto camino. Jesús es presentado como Hijo del hombre, de pie a la derecha de Dios, para recibir a su mártir y diácono Esteban, a quien sale a recibir. Sus afirmaciones, como que ve a Jesús participando de la gloria de Dios, les resultaban blasfemas a los judíos, ellos que habían matado  a Jesús, precisamente por blasfemo (cfr. Mt.26, 65). El acusado, se había convertido en acusador, del Sanedrín respecto a Jesús. A Esteban lo sacan de la ciudad, según la Ley y lo matan mediante  lapidación, se cumplen en él, las palabras del evangelio,  su testimonio lo conocerán  todos, hasta los confines de la tierra. Muere entregando su espíritu a Dios Padre y, pidiendo el perdón para sus verdugos (vv. 59-60; cfr. Lc. 23, 34). La muerte de Esteban le da la oportunidad a Lucas de presentarnos a Pablo, a cuyos pies dejaron los judíos sus mantos (v.58). La oración de Esteban tomada del Salterio (cfr.Sal.31,6), se dirige a Dios, pero él, la reorienta directamente al Señor Jesús. Esto viene a significar, que Jesús es el centro de la vida del creyente, por ello, Esteban, lo invoca en su muerte. Pone su confianza en Jesús exaltado, sentado a la derecha de Dios. La petición de perdón para sus verdugos, por parte de Esteban, lo asemeja más a Jesús, en la acusación que ha sufrido, y en la pasión que vive, como la de su Maestro (Lc.23, 43). Jesús frente al Sanedrín había afirmado: “Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo” (Mt. 26, 64). Esteban ve cumplida esta palabra en su martirio, antes de entregar su vida por Cristo y su Iglesia. 

b.- Mt. 10, 17-22: No hablaréis vosotros, sino el Espíritu.

La persecución, es señal para el profeta, como para el apóstol y testigo, de la autenticidad de su misión. Lo contrario, sería dejarse seducir por este mundo y ser  entregado a la concupiscencia de los ojos, de la carne y del dinero (cfr. 1 Jn. 2,16). El testimonio del cristiano es, en definitiva, una denuncia. ÉL nos previno afirmando que si el mundo lo odió a ÉL, también nosotros sufriríamos su desprecio (cfr. Jn. 15, 18-19). A la autenticidad de la misión probada por la persecución, se agrega la fidelidad de la cual es un aviso. La fidelidad al evangelio y a los valores del Reino, es una denuncia, contra quien detenta el poder y transgrede los derechos fundamentales del hombre y de la convivencia social, más elemental. En este evangelio, encontramos  una profecía, pero además  la amarga experiencia de la Iglesia naciente de Jerusalén, es decir, su cumplimiento. En este texto, se pasa de las palabras de Jesús, a la experiencia vivida en el seno de la comunidad. Cuando escribe Mateo, año 70, la comunidad experimenta el rechazo oficial de la Sinagoga, que había prohibido a cualquier judío, profesar que Jesús era el Mesías. Vino la persecución, la entrega a los tribunales, encarcelación; el apóstol Pablo personifica esta realidad en los Hechos. Todo esto trajo problemas graves a las familias, divisiones, pues unos estaban a favor de Jesús, otros en contra, unos pertenecían a la Iglesia, otros a la Sinagoga. Jesús aconseja prudencia: ser astutos como la serpiente (cfr. Gn. 3, 1), sencillos como palomas ante los hombres, es decir, ante los que no creen en Dios (cfr. Mt. 8, 27; 10, 32). Si bien, la persecución es causa de dolor, vista desde otro parámetro, es una bendición. Los apóstoles son llevados a los tribunales de los hombres, Pedro y Juan, Esteban y Pablo, por ser mensajeros de la Palabra de Dios; el Evangelio desciende a las cárceles, llevado a esos hombres impíos. Ahí se ve que Dios está a favor de ellos, pues se juzga en el fondo, la Palabra de Dios, a Jesucristo mismo, da a los discípulos la palabra oportuna para defenderse. Dejarán mudos a las autoridades  reyes y jefes religiosos, teniendo en cuanta que eran “hombres sin instrucción y cultura”, como escribe Lucas (Hch. 4, 13). El rechazo de Israel, Mateo, no lo ve como algo definitivo, ya que como Pablo (cfr. Rm.11), espera que finalmente, acepte el mensaje del Mesías y se convierta.  La Iglesia, muchas veces tiene que levantar su voz, para defender a las personas y sociedades, por caminos de diálogo y de justicia, velar por los derechos humanos, la fraternidad, la libertad religiosa, cuando los Estados olvidan su rol. Se puede dar también, que el rechazo, no sea al Evangelio en cuanto tal, sino a los cristianos, pastores y fieles, que no damos el testimonio que la sociedad exige de nosotros, hombres y mujeres que dicen tener fe en Dios.  

Teresa de Jesús, nos invita a contemplar la vida verdadera en la Faz del Niño Jesús que reverbera la luz de Dios: “¡Ah, pastores que veláis/ por guardar vuestro rebaño! Mirad que os nace un Cordero, / Hijo de Dios soberano/ ¡Soncas!, que estoy aturdido, / de gozo y de penas junto. / Si es Dios el que ha nacido, / ¿cómo puede ser difunto?/ Oh, que es hombre también junto, / la vida estará en su mano! / Mirad que es este Cordero/ Hijo de Dios soberano” (Poesía 11 Pastores que veláis).


DÍA 27 DE DICIEMBRE, SAN JUAN, APOSTOL Y EVANGELISTA, Día Tercero en la Octava de Navidad

Lecturas Bíblicas

a.- 1 Jn. 1,1-4: Os anunciamos lo que hemos visto.

Juan, apóstol y evangelista, es otro testigo de la luz de Cristo. Testigo de los momentos más importantes de la vida del Señor Jesús: su Transfiguración, su agonía en Getsemaní, pasión y muerte y el primero, en contemplar la tumba vacía, hasta verlo Resucitado. El primero en creer en Jesús Resucitado, guiado por la fe y el amor lo reconoce vivo (cfr. Jn. 20, 9). El testimonio de los apóstoles acerca de la Resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Lo que vieron y oyeron, contemplaron y palparon de la Palabra de Vida que es Jesucristo, es lo que el apóstol anuncia a los hombres de su tiempo y del nuestro para que también nosotros entremos en comunión con ÉL, como ellos lo hicieron en su tiempo. Se trata de entrar en comunión con Cristo y el Padre (vv.1-4). El apóstol Juan, quiere establecer lo esencial, desde el comienzo de su carta: la comunión con Dios, fuente de vida eterna. Comunión que encuentra su inicio en la Encarnación del Logos eterno, en carne mortal, y que ahora se manifiesta en la comunidad eclesial, donde prima el amor fraterno. Jesús es la palabra de la vida, conociendo el evangelio de Juan, así lo presenta como palabra y vida para el hombre que cree y lo acepta como Enviado del Padre. Él quiere comunicar esa vida, y lo hace por medio de su Palabra (cfr. Jn. 10,10).

b.- Jn. 20, 1-8: Juan llegó el primero al sepulcro.

A Juan le interesa, no tanto el Cristo histórico, sino la Palabra de  vida, vida que nos comunicó, y que la Iglesia vive día a día, desde el principio, es decir, desde el momento de la Resurrección, el encuentro con sus discípulos hasta hoy. Los apóstoles, sin mencionarlos son los testigos privilegiados, lo importante, es lo que contemplaron, lo que vieron: Dios se ha manifestado en Jesús de Nazaret. Enriquecidos con su Evangelio, los cristianos ahora gozan de la participación en la vida de Dios. Lo que ahora viven, lo quieren compartir con los demás, hasta llegar al gozo completo, o perfecto de la unión con Dios (1Jn.1,4). La alegría cristiana, se fundamenta en la comunión con Dios, y en aquello que aleja las causas de tristeza, en la certeza, que los pecados son perdonados, y en la exclusión de una muerte eterna.  La comunión con Dios, da una alegría para siempre, ya en esta vida para continuarla en la eternidad. Ese mismo Jesús, que fue envuelto en pañales en el portal de Belén, deja el sudario, con que fue sepultado, porque ya no lo necesita su cuerpo glorioso de Resucitado. Su Resurrección, es garantía de la nuestra. Desde la cuna de Belén, Jesús revela la gloria de Dios, con su venida en carne mortal, pero sobre todo en su Resurrección. El Bautismo y la Eucaristía, nos hacen partícipes de esa vida del Crucificado y Resucitado. Gracias a este testigo privilegiado, Juan apóstol,  tenemos varios documentos escritos, como son su evangelio, cartas, y el Apocalipsis. Tema fundamental de su obra, es la gloria de Dios, y su Palabra, manifestada en Cristo Jesús, el Mesías, el Enviado del Padre. Su evangelio, tiene las características de un proceso judicial, donde se contraponen la mentalidad de Jesús y los judíos. Como también, lo nuevo y lo viejo, la luz y las tinieblas, la fe y la incredulidad, los discípulos y la sinagoga. Extremos irreconciliables y radicales. Para Juan, ese juicio del mundo contra Cristo continua hoy. ¿De qué parte estamos nosotros?    

Santa Teresa de Jesús, nos invita a contemplar el Bien, atributo divino recostado en el pesebre de Belén. “¡Ah, pastores que veláis por guardar vuestro rebaño! Mirad que os nace un Cordero, Hijo de Dios soberano. / No sé para que le piden, /pues le dan después tal guerra. / Mía fe, Gil, mejor será/ que nos torne a su tierra. / Si el pecado nos destierra, / y está el bien en su mano, / ya que ha venido, padezca/ este Dios tan soberano” (Poesía 11 Pastores que veláis).


DÍA 28 DE DICIEMBRE,  LOS SANTOS NIÑOS INOCENTES, Día Cuarto en la Octava de Navidad

Lecturas Bíblicas

a.- 1Jn. 1, 5-2,2: Caminar en la luz. Dios es Luz.

Si Dios es Luz, debemos, por ello, los cristianos caminan en la luz. La luz viene a significar, todo lo bueno y lo puro; lo malo, es simbolizado por las tinieblas (cfr. Jn. 3, 19-20). Con estas categorías, el apóstol quiere reflejar las implicancias morales, que el ser de Dios, impone al cristiano. Luz y tiniebla, verdad y mentira, bondad y maldad, gracia y pecado, son incompatibles en una persona. Aplicado a la vida cristiana, significa, que la comunión con Dios exige ser consciente de las implicancias personales que conlleva dicha unión. Quien vive en las tinieblas, miente, si dice que está unido a Dios. ¿Cómo obrar en la verdad, sin romper con el pecado? Se trata de hacer la voluntad de Dios, romper con el pecado, para hacer vivir lo manifestado por Cristo (cfr. Jn. 3, 21). ¿Quién nos garantiza que el pecado, no rompa esta unión, en aquel que quiere vivir en la luz? Sólo la sangre de Cristo, nos purifica de todo pecado, de toda injusticia (vv. 7 y 9). El hombre, experimenta sólo su impotencia frente al pecado, la liberación, viene dada por Dios que fortalece la comunión con Jesús. Tener conciencia del propio pecado, es andar en la verdad, esta es la condición que Dios exige, para derramar su gracia sobre el cristiano arrepentido; sólo así se entiende, que Dios sea justo y fiel. Por esa fidelidad a la Alianza, su Hijo derramó su sangre por el pecador. Si el cristiano peca, la Iglesia peca, pero cree firmemente en el perdón de sus pecados; por la acción que Dios realiza en Cristo Jesús, por esa sangre preciosa derramada en el altar de la Cruz, para la salvación del mundo entero. Si la comunión se ve rota por el pecado, tenemos en Jesucristo, nuestro abogado ante Dios  y, más aún, es nuestra expiación ante el Padre,  nuestro Padre.

b.- Mt. 2, 13-18: Herodes mandó matar a todos los niños de Belén

Hoy tenemos testimonio de los Santos Niños Inocentes de Belén. Este relato quiere ser un complemento de los dos anteriores: la adoración de los Magos, y la huida a Egipto de la Sagrada Familia (cfr. Mt. 2, 1-12; 13-15). Herodes quiere matar al Niño, pero el rey que se cree astuto, es burlado por Dios, llamando a su Hijo a Egipto, entonces su reacción es de ira es brutal y feroz: manda matar a todos los niños varones, inocentes, con menos de dos años de vida nacidos por esas fechas en su reino. Pasaron de los brazos maternos, a los de Dios Padre, cortejo inmaculado, que acompaña al Cordero Inocente de Dios, en la gloria eterna del cielo (cfr. Ap. 14,4-5). Estas víctimas inocentes, nos refieren a Jesucristo, Cordero sin mancha, que quita el pecado del mundo, desde su muerte en Cruz y Resurrección (cfr.Jn.1, 29). La huida a Egipto, de la Sagrada Familia de Nazaret, es el inicio de una interminable huida de exiliados, de todos los tiempos. Mateo, piensa en el Israel en Egipto, cuando faraón, que por el miedo al vigor y crecimiento de los israelitas, mandó matar a los niños varones, encargo que debían cumplir las comadronas, pero al eludirla, pudo reservarse Yahvé a Moisés el libertador; lo mismo ahora Jesús, el Mesías, se libre del derramamiento de sangre en Belén.  Mateo hace referencia a Raquel que llora a sus hijos que está en Ramá, al norte de Jerusalén y no a Belén que se encuentra al sur, porque las lamentaciones son las mismas. Mientras Raquel lloraba a sus hijos, antepasada de las tribus de Benjamín y Efraím, desterrados en Asiria. La desolación de la ciudad, está también en su alma (cfr. Jr. 31, 15; 2Re 17,5; 18,9ss; Gn.35, 19ss; 48,7). Es el dolor de Israel, desgracia nacional, por su desobediencia a Yahvé, causa de su lamento. De la misma índole es el dolor de las madres de Belén por la pérdida de sus hijos, sino que además revela la misma desobediencia de Israel a los designios divinos, porque el crimen que se comete es perpetrado por el rey de Israel. El testimonio de los cristianos, jerarquía y fieles, a muchos es no sólo incomodo, sino irresistible y la persecución, es una forma de acabar con ellos. En la Iglesia primitiva, en la que se quiso eliminar a los seguidores de Jesús, resultado fue la muerte de los primeros mártires de la fe cristiana (cfr. 2Tim. 3,12). También nos recuerdan muchas víctimas inocentes, que mueren por diversas razones hoy: hambre, injusticia, abortos, terrorismo, etc. La persecución, la Iglesia la conoce desde sus inicios, por eso la fuerza del Espíritu, la sostiene hoy, y siempre, aunque sean tiempos de tribulaciones.

La Santa Madre Teresa desde pequeña deseó ser mártir a manos de los moros y con su hermano menor organizó el viaje para morir por Cristo (cfr. Vida 1,4). La Orden del Carmelo a lo largo de su historia ha conocido el martirio de muchos de sus hijos e hijas, frailes, monjas y laicos,  hasta el día de hoy. Ese Niño Jesús terminará dando la vida por todos nosotros: “Es para alabar a Dios mucho los millares de almas que convertían los mártires” (5 M 4,6).


DIA 29 DE DICIEMBRE, Día Quinto en la Octava de Navidad

Lecturas Bíblicas

a.- 1Jn. 2, 3-11: Guardar el mandamiento del amor.

La primera lectura, nos habla de cómo debemos conocer a Dios, guardando sus mandamientos, en especial, el mandato del amor. Se une de este modo fe y obras, porque quien dice que ama a Dios, y no ama a su prójimo, permanece aún en las tinieblas, no camina en la luz que brilla en Cristo Jesús, su Hijo, luz de las naciones, como canta Simeón en el templo (cfr. Lc.2,32). El apóstol Juan, nos da conocer a Dios, y las implicancias, que contiene dicho acercamiento. El auténtico conocimiento de Dios, se confirma por la  observancia de los Mandamientos, es decir, obediencia a Dios a su voluntad. Dios se había manifestado entregándoles los Mandamientos, para ser obedecidos. Jesús, no hizo otra cosa, al respecto, que perfeccionar esta verdad del AT.; quien permanece en ÉL, debe comportarse como vivió ÉL (v. 6). El núcleo de estos Mandamientos, es el amor a Dios. El amor, hace de puente entre el conocimiento y el mandamiento nuevo, que Jesús nos dejó: amarnos los unos a los otros como ÉL no ha amado (cfr. Jn. 13, 34). El mandamiento antiguo y nuevo, está desde el principio, es decir, desde la era del cristianismo, cuya característica es la luz. El mundo pagano, y por lo tanto, sumergido en las tinieblas, alejado de Dios, ya pasó, y la luz, es algo presente en nuestra realidad. No existen sólo las tinieblas, sino que ahora existe el camino de la luz de la fe. El apóstol, recurre al mandamiento del amor fraterno, como criterio de discernimiento del verdadero amor: quien está en la luz, ama a su hermano; no se puede estar en la luz y odiar al hermano, más bien, está en las tinieblas. El amor fraterno, es el criterio para saber si el hombre, está haciendo la voluntad de Dios en su existencia.

b.- Lc. 2, 22-35: Luz para alumbrar a las naciones.

El evangelio, nos narra la presentación del Niño Jesús en el templo, y la purificación de María (vv. 22-28), y el cántico y profecía de Simeón (vv. 29-35). La Ley establecía la purificación de la madre, después de dar a luz (cfr. Lv.12, 1-4). Quizás el mejor sentido de purificación de la madre, se refiera también se refiera a la consagración del Niño a Dios, que a diferencia de los animales que era ofrecidos, el hijo primogénito era rescatado (cfr. Ex. 13,12; 13,14ss); su precio eran cinco  siclos (cfr. Nm. 3, 47). Entregaron la ofrenda de los pobres, es decir, un par de pichones (cfr. Lev. 12,6-8). Jesús fue presentado al templo, lo que equivalía a consagrado a Dios posesión suya, como Samuel, Juan Bautista (cfr.1Sam.1,28; Lc.1,35ss). La presentación en el templo manifiesta lo que estaba oculto a Israel acerca de ÉL. Así como los pastores de Belén proclamaron la grandeza del Niño recién nacido, así lo hacen ahora Simeón y Ana, que iluminados por el Espíritu Santo dan testimonio salvífico del Niño Jesús. El anciano Simeón, varón justo, temeroso de Dios, él aguarda el consuelo de Israel, la salvación mesiánica y  Aquel que la deberá traer (cfr. Is. 49,13). Es profeta, Dios le ha dado el Espíritu Santo: antes de morir, verá al Mesías de Dios, el Ungido del Señor (vv. 26-33). Simeón movido por el Espíritu va al templo, penetrado de la fe, toma en sus brazos al Niño y bendice a Dios; lo acoge con cariño y amor, es la fe la que penetra su misterio salvífico y el fin es la alabanza de Dios, la bendición de Aquel que es fuente de toda bendición. El cántico de Simeón, vespertino en su vida, es la respuesta a la revelación que acaba de recibir acerca de este Niño. Lo sostiene la palabra profética que ha sido interpretada a la luz de los hachos salvíficos (cfr. Is.40,5; 42,6; 46,13; 52,10). Ahora Simeón satisfecho su deseo, ver al Mesías, puede partir de la vida en paz. Jesús es el enviado por Dios para la salvación a la vista de todos los pueblos (cfr. Is. 52,10). Este Niño que tienen en sus brazos es luz para iluminar las naciones (cfr. Is. 60,1-3; 49,6; 42,6). La salvación alborea no sólo sobre Israel, sino también llega a las naciones paganas. Son atraídas por esta luz los pueblos gentiles al pueblo de Dios para ser iluminados donde habita el Salvador. Israel adquiere gloria por la presencia de Jesús en medio de ellos, resplandor de Dios por lo que las naciones glorifican a Israel. Jesús es salud para todos los pueblos, porque la pueden ver, como lo había anunciado el profeta (cfr. Is. 3,6; Hch. 28,28). José y María, quedan maravillados de lo que escuchan acerca del Niño (v. 33). Finalmente los dos ancianos profetas Simeón y Ana profetizan acerca de este Niño Jesús, sobre el cual Israel deberá tomar una decisión: si uno está con ÉL será salvado, quien está en contradicción, cae en la perdición (cfr. Is.8,14; 28,16; 65,2; Rm.10,21;Hch.7,21). La suerte del Hijo toca a la Madre hasta llevarla al pie de la cruz, donde la espada atravesará su alma, consecuencia última de la contradicción. El dolor de la Madre y la contradicción del Hijo tienen una clara finalidad fijada por Dios, para que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones, ante la señal que es Jesús (v. 35; Jn.3, 19). Mayor contradicción será el Crucificado y María, la Madre estará junto a Él; la verdadera contradicción es la humanidad de Jesús, donde la obediencia de los suyos es entrega, en cambio, la desobediencia de sus enemigos que lo acompañarán en el Gólgota, será seria contradicción (cfr. Lc. 4,22; 7,23; 23,35; Lc. 23, 35-46). Concluye todo con la palabra de la profetiza Ana, testigo de la hora de gracia vivida en el templo; apóstol de la liberación que trae el Redentor. Una nueva Luz brilla en Jerusalén, porque Jesús está en medio de ellos, pero brillará más cuando sea exaltado a la gloria del Padre, entonces el nuevo  pueblo de Dios se reunirá, y de ahí partirán llevando el mensaje de salvación de Cristo a las naciones de la tierra.    

Si ponemos los ojos en el Niño Jesús, Teresa de Jesús, nos dice que su luz ilumina nuestro camino, nuestra vida. Caminemos hacia Belén. “Los ojos en El y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (cfr. Mal. 3, 20), ni nos deje caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a Él.” (V 35,14).

DIA 30 DE DICIEMBRE, Día Sexto en la Octava de Navidad


Lecturas Bíblicas

a.- 1Jn. 2, 12-17: Guardarse del mundo.

Un gran tema de esta carta de Juan, es hacer la voluntad de Dios, sea en el estado de vida en que cristiano se encuentre, como un claro testimonio de fe y de amor. Se dirige al término hijos, a padres y jóvenes de la comunidad, recordándoles lo que han recibido de parte de la fe y el estado actual de sus vidas, en forma de agradecimiento, que compromete en el tiempo. Comienza, recordándoles que sus pecados han sido perdonados (v.12), que han conocido a Jesús, desde el principio (v.13), quizás en su vida terrena, otros poseen un conocimiento más profundo, como el que da la fe. A los jóvenes, les recuerda que han vencido el mal, porque dijeron Sí a Jesús, y no a Satanás. Significativo, es la mención que hace de la fortaleza espiritual de estos jóvenes, su permanencia en la Palabra de Dios, lo que los aleja de ir con el enemigo. El hecho de ser hombres jóvenes, hace que posean pasiones más fuertes, por lo mismo, su victoria, adquiere un significado mayor de victoria (v. 13). Todo esto se consigue, si permanecen en Dios y se alejan del mundo (vv.15-17). Ambas realidades se autoexcluyen; entendiendo por mundo, todo aquello que se opone a Dios, y lo excluye de la vida de los creyentes (cfr. Jn. 17, 25). Un mundo de los hombres, que en su absoluta autoafirmación, expulsa a Dios y sus mandamientos (v. 15). El cristiano, se ha de alejar de la concupiscencia de la carne, es decir, de los apetitos sensuales y el desorden sexual donde la lucha debe ser guiada por el Espíritu Santo (v.16). Concupiscencia de los ojos, es decir, de los bienes materiales, que le dan seguridad, a lo cual, el cristiano responde, fijos los ojos en el Señor, mantiene la comunión con ÉL (v.16). Finalmente, la concupiscencia de la vida, es decir el orgullo, cimentado en las riquezas que desplaza a Dios en el corazón del hombre (v.16). El mundo con sus pasiones pasa, por lo tanto, el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre. De las mismas entrañas del mundo, nace la oposición a Dios, motivo más que suficiente para permanecer con ÉL para siempre.  

b.- Lc. 2, 36-40: Testimonio de la profetisa Ana.

Al profeta Simeón, se une la profetiza Ana. Laicos humildes y llenos de fe que pertenecían al resto de Israel, los pequeños a quienes el Padre, les revela su secreto acerca de su Hijo. Israel conoció también a mujeres movidas por el espíritu de Dios (cfr. Ex.15, 20;Jc. 4,4; 2Re.22,14). Estaba anunciado que en los últimos tiempos profetizarán los hijos e hijas de Israel (Jl. 3,2; Hch.2,18). A las duras palabras acerca de la contradicción y de la espada que atravesará el alma de la Madre Jesús, siguen palabras de consuelo y de esperanza. Ana y los nombres de sus antepasados, Ana, (Dios se ha compadecido), Fanuel (Dios es Luz) y Aser (Felicidad), son fuente de salvación y bendición, porque lo que ellos significan, emana de sus personas, de su testimonio, son introducidos en la luz de la gracia y favor de Dios para con su pueblo. Son los tiempos del Mesías, profusión de luz sobre Israel. Ana como Simeón, viven de la fe veterotestamentaria, su ancianidad habla de sabiduría y la complacencia de Dios para con ella, que al momento del encuentro con Jesús, contaba con más de cien años. Su matrimonio duró sólo siete años, consagró su castidad para servir a Yahvé en el templo con ayunos y oraciones (v.37; cfr. Jd.8, 4ss; 16, 22s). La profetisa Ana es modelo de viuda cristiana (cfr.1Tim.5, 5). Ana reconoce con la luz de Espíritu al Mesías en el Niño Jesús llevado en brazos por María  al templo. Glorificó a Dios, como Simeón, por la venida del Mesías, su gozo la convierte en apóstol, hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén (v. 38). Jesús es la liberación de Jerusalén, con su presencia en el templo se inicia la liberación de todos los enemigos, mediante la gracia de Dios que perdona, redime; en ÉL está la salvación escatológica. El ala presentación de Jesús al templo se acepta la contradicción contra Jesús y la aceptación creyente de su presencia, la salvación y la condenación, la exaltación y la caída del que lo rechaza. Es día de Juicio y de salvación para Jerusalén y sus habitantes, del templo dimana una gran luz también para los gentiles, donde queda de manifiesta la gloria de Jerusalén. A la humillación que sufrirá el Hijo en la ciudad que mata a los profetas en su pasión, el Padre responderá con la máxima exaltación de Cristo a la gloria del cielo. El nuevo pueblo de Dios reunirá en Jerusalén y los mensajeros partirán a las naciones para que todos pueblos conozcan el evangelio, el perdón de los pecados y bautizados formen la Iglesia en torno a la única señal que se nos ha dado: Cristo Salvador.   

Teresa de Jesús, coloca al anciano Simeón como modelo de este encuentro con Dios hecho Niño en Belén. “Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia por mejor decir, como hizo al justo Simeón (cfr. Lc. 2, 29), porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que ya está junto cabe su Dios, que por poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con El que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mismo Niño a entender (cfr. Lc. 2, 25-35).” (CV 31,2).

DIA 31 DE DICIEMBRE, Día Séptimo de la Octava en la Navidad.


Lecturas Bíblicas

a.- 1 Jn. 2,18-21: Estáis ungidos por el Santo.

El apóstol escribe, condicionado por la idea, que el mundo llegaba a su fin, idea común entre los cristianos del primer siglo de la historia de la Iglesia, y que Dios inauguraría una nueva era. El anticristo es la imagen de todo lo que se opone al reino de Dios, aunque aquí ese término, viene a significar los errores de los herejes. Es la personificación de las fuerzas que se oponen a Jesucristo y su Iglesia, y en la mente del apóstol, son los herejes del momento en que escribe. Habla también de los que estaban en la Iglesia, pero que efectivamente, no eran de ellos porque siguieron doctrinas opuestas al Evangelio. Si hubieran sido de ellos, hubieran sido fieles a su fe. Distinta es la situación de los que han recibido la unción del Espíritu Santo, es decir el Bautismo, entrando en comunión con Jesucristo y han llegado a conocer la verdad completa (cfr. 2Cor.1, 2; Jn. 14, 26). Los cristianos profesaban que el Hijo de Dios, es el Cristo, enviado por el Padre. Los herejes, no creían que Jesús fuese el Cristo, era una figura mitológica, cuya humanidad nos constituía una verdad de su fe. No creían  que nada del mundo divino estuviera presente en Jesús.  Esto respondía a la filosofía gnóstica, donde era imposible pensar que el mundo de Dios, pudiese descender a lo humano, es decir, a lo malo, de ahí que la salvación se entendía como un liberarse de lo material. De ahí nace su herejía, y por lo mismo, su oposición al evangelio, a la comunidad eclesial, a la verdad en definitiva. En cambio, los que disciernen en el espíritu, permanecen en la Iglesia, en la verdad, en el evangelio, en Cristo Jesús, Dios y Hombre verdadero. Los ungidos por el Espíritu del Señor son los que permanecen fieles a Dios, a la Palabra y reconocen a Jesús como el Mesías. Es una clara advertencia, contra los que se han apartado de la comunidad, y niegan que Jesús sea Mesías. Es la propia palabra la que nos refiere a Jesús como palabra del Padre, más aún Palabra hecha carne, hecha hombre. La Palabra se ha hecho también hijo del hombre, para estar entre los hombres y darles vida eterna por la fe en ÉL.

b.- Jn. 1,1-18: En el principio existía la Palabra.

Jesucristo, es palabra de Dios, en lenguaje humano. La palabra en lo humano, es espacio de encuentro personal. La palabra posee fuerza que crea y da vida, pero puede ser causa de caída y perdición. Cristo es palabra de Dios en lenguaje humano; posee todo la riqueza del lenguaje de los hombres. Es comunicación y comunión de Dios para con el hombre, que lo invita a poseer su propia vida divina. Palabra que es vida, verdad, luz; palabra que fecunda el corazón humano, espada que penetra a fondo, y juzga los pensamientos y actitudes del creyente (cfr. Is. 55,11; Hb. 4,12). El evangelista, nos presenta la preexistencia del Logos eterno (vv.1-5), afirma su eternidad, personalidad y divinidad, razones para creer que nos puede hablar de Dios. La revelación y salvación que posee esta Palabra se encuentra en su misma naturaleza. Esta Palabra busca ser acogida, espera una respuesta de unos destinatarios, para los cuales es luz y vida. En un segundo momento, nos presenta la entrada el Logos en el mundo de los hombres (vv. 6-13). La luz de los hombres, es no una idea, sino Alguien inmerso en la historia, es el Logos o la Palabra encarnada. Juan el Bautista será testigo de la luz verdadera, que ilumina el misterio del hombre. Su ingreso en la historia pone al hombre ante la necesidad de tomar una decisión, frente a esta Palabra, que quiere dialogar, o se la acepta o se la rechaza. No creer, no recibirla, es sinónimo, de un no al Evangelio. En cambio, recibirla significa aceptar la revelación que nos trae Jesucristo, su palabra, su misterio personal y obras a favor e los hombres. Es sinónimo de fe, de recibir la filiación divina, como iniciativa divina y no puramente decisión del hombre, es decir, no procede del deseo de la carne o la sangre. En un tercer momento, se nos presenta la Encarnación del Verbo o Logos eterno (vv. 14 - 18). Dios entra en la historia como mentor de la misma; había ingresado en ella, como Sabiduría, como Espíritu creador en el génesis del universo. La Encarnación, es la última razón que se le ofrece al hombre para ser hijo de Dios. El Verbo o Logos se hizo carne, hombre, pero que quiere decir, débil, en lo caduco e impotente. La Encarnación del Verbo, salva la infinita distancia entre el Logos y la carne. En definitiva, es el amor lo que salva esta infinita distancia, el amor infinito de Dios Padre. Dios ya no vive en la tienda, en el templo, en el tabernáculo, puesto que puso su Morada, su tienda entre los hombres, de ahí que podamos contemplar en Jesucristo la gloria de Dios. Visión accesible sólo a los creyentes: hemos visto su gloria. Para acentuar más la Encarnación, contrapone al Verbo hecho carne con Moisés. Por Moisés, nos vino la Ley, como aval de la fidelidad de Yahvé con su pueblo, en cambio, por Jesús hemos recibido gracia tras gracia; la verdad y la gracia nos vienen por ÉL. “A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (v. 18). Cristo es Camino, Verdad y Vida que conduce al Padre. Quien ve a Jesucristo, ve al Padre, impronta de su ser, su Rostro humano, clave de lectura. Tanto nos ama el Padre, que nos entrega a su Hijo, en la Encarnación y en su Nacimiento, bondad de su gracia, amor de su amor con que el corazón del creyente, queda más que colmado de felicidad.

Santa Teresa de Jesús, nos invita a dejarnos trasparentar por esta luz que nos viene del cielo. La Palabra es gracia y verdad, y vida de Dios para el hombre que cree, que la recibe como luz que brilla en lo alto que vence las tinieblas del mundo. A nosotros la luz nos viene del portal de Belén: “Cuando mira este divino Sol, deslúmbrale la claridad” (V 29,20).

P. Julio González C. 


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