OCTAVA DE PACUA, PRIMERA SEMANA DE PASCUA,  

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

INTRODUCCION   1

LUNES   3

a.- Hch. 2,14. 22-33: Dios resucitó a Jesús. 3

b.- Mt. 28, 8-15: Aparición de Cristo a las mujeres. Soborno a los soldados. 4

MARTES   5

a.- Hch. 2, 36-41:Convertíos y bautizaos. 5

b.- Jn. 20,11-18: Aparición a la María Magdalena. 6

MIERCOLES   7

a.- Hch. 3, 1-10: Pedro y Juan sanan a un paralítico. 7

b.- Lc. 24,13-35: Los discípulos de Emaús. 8

JUEVES   9

a.- Hch. 3,11-26: Dios ha resucitado a su Siervo. 9

b.- Lc. 24, 35-48: Jesús resucitado se aparece a los discípulos. 10

VIERNES   12

a.- Hch. 4, 1-12: Ningún otro Nombre puede salvar. 12

b.- Jn. 21, 1-14: ¡Es el Señor! 13

SABADO   15

a.- Hch. 4, 13-21: Valentía de los apóstoles. 15

b.- Mc. 16, 9-15: Id al mundo entero y predicad el evangelio. 15

 

INTRODUCCION

Comenzamos las celebraciones de la Pascua con la gran Vigilia, sigue la  Cincuentena o Siete semanas hasta Pentecostés. La Resurrección de Cristo Jesús es la máxima celebración del año litúrgico, misterio que conmemoramos cada domingo  en la Eucaristía semanal, también denominada la Pascua semanal. La Resurrección  de Cristo, es el misterio central de nuestra fe cristiana, fuente de nuestra fe y  esperanza. Realidad cumbre en la vida de Jesucristo y de la economía de la  salvación, de la que brota la vida nueva para ÉL a la diestra del Padre y para  nosotros sus discípulos.  Es claro que la Resurrección no es un dato que podamos  comprobar por método científico alguno, es un dato que está más allá de la  historia. Es un misterio de fe, obra de Dios Padre, que nosotros recibimos por la  predicación apostólica. Es el testimonio de los apóstoles en que se fundamenta la  Iglesia para predicar la Resurrección de Jesucristo. Su testimonio de vida, fue sellado  con su propia existencia y muerte en el martirio;  a lo que se une el testimonio de la  Escritura y los profetas. La realidad de la Resurrección y la fe en ella,  no es algo  ilusorio, sino que basado en el testimonio de los apóstoles, que vieron a Jesucristo,  vivo después de su muerte en cruz. Murió por los pecados de los hombres y  Resucitó por nuestra salvación, enseñará el kerigma primitivo (cfr. Rm. 4, 25). Su  testimonio es fidedigno, plenamente creíble: creemos en Cristo Jesús, como Señor  de la historia humana y Juez de vivos y muertos, dador de vida a quienes creen en  ÉL. “¡Dichosos los que no han visto y han creído!” (Jn. 20, 29), en Jesús.

El  fundamento último de la Resurrección son los relatos evangélicos, donde  encontramos datos imprescindibles: el sepulcro vacío, el mensaje de los ángeles  revelándoles el misterio de la Resurrección a los testigos de primera hora: las  mujeres. Un segundo dato, son las apariciones del Resucitado, que vienen a  confirmar lo anterior. Finalmente, el don del Espíritu, que unida a la tarea  evangelizadora, les comunica la nueva vida de Jesús a los apóstoles. Si bien el sepulcro vacío y el  mensaje de los ángeles, centra la atención de la liturgia de la Vigilia y del día de  Pascua, será la propia experiencia del Resucitado, visión y comunión vital con Jesús  vivo, lo que resultará decisivo a la hora de creer en ÉL. Al  mismo que habían visto morir, ahora lo contemplan vivo para siempre, y presente  entre ellos. Sus apariciones confirman la palabra de los ángeles y proporciona la  razón que explica el sepulcro vacío. Esta solemnidad nos llena de gozo y la  proclamamos a todos los hombres para que tengan vida. Nuestra vida de  resucitados con ÉL, es para buscar los bienes definitivos allá donde está Cristo,  barriendo la vieja levadura del pecado y ser así masa nueva, criaturas nuevas.

Comenzamos estas celebraciones con la semana de la Octava de Pascua, semana que la Iglesia dedica a la celebración de la Resurrección de Cristo, como si fuera un solo día Domingo. Se inauguran los Cincuenta días del tiempo pascual previos a la Solemnidad de Pentecostés. Las apariciones del Resucitado son el centro de cada una de las lecturas de estos días; se une a ellas, el caminar de la naciente Iglesia, con las peripecias que sufrieron los apóstoles por el anuncio del Evangelio.


LUNES

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 2,14. 22-33: Dios resucitó a Jesús.

En la primera lectura, nos encontramos con el segundo sermón de Pedro a los judíos. Se ha cumplido la profecía de Joel (cfr. Jl.3, 1-5), con la Resurrección de Jesús de entre los muertos, han llegado los últimos tiempos. Pedro expone el kerigma de Jesús, hombre acreditado por Dios en todo lo que hacía, milagros, prodigios y signos (vv. 22-23). Sin embargo, Jesús muere por designio divino,  anunciado por las Escrituras y cuyos responsables son ellos, los judíos. “A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros  veis y oís. Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. «Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.» (vv. 32-36). Desde antes de su Encarnación, Jesús era Mesías, y Señor, solo después de su Misterio Pascual; se ha sentado a la diestra del Padre, siendo constituido Señor, mejor dicho: Jesús es el Señor (cfr. Hch. 3, 36). Esta es la fórmula original de la confesión cristiana, de los primeros testigos de origen judío. A las palabras de Pedro, sigue el arrepentimiento de los judíos, caen en la cuenta, que han llegado los últimos tiempos, es decir, el momento del Juicio está cerca. Estamos en los inicios de la tarea evangelizadora de la Iglesia, con los primeros testigos del acontecimiento Cristo Jesús, los apóstoles, que con su vida sembraron la semilla del Evangelio en los corazones de los hombres. La Iglesia, va tomando Cuerpo, precisamente por la Palabra y celebración de la Eucaristía; “la Iglesia hace la Eucaristía, la Eucaristía hace a la Iglesia”, enseñaba el P. Pablo VI. 

b.- Mt. 28, 8-15: Aparición de Cristo a las mujeres. Soborno a los soldados.

En el evangelio, encontramos el anuncio de la Resurrección de Jesús por parte del ángel bajado del cielo. Dado que el sepulcro estaba sellado y vigilado por guardias, las piadosas mujeres sólo se acercaron para verlo. Salen las mujeres del lugar convertidas en pregoneras de la Resurrección del Señor Jesús, y los soldados, muertos de miedo con lo acontecido, van a los Sumos sacerdotes para comunicarles lo ocurrido (cfr. Mt.28,4). Las mujeres no deben temer nada porque fieles al Maestro en la hora del dolor, ahora se les anuncia que ha resucitado (Mt.28, 5-10). Ellas buscaban al Crucificado muerto, pero encontraron, con una alegría desbordante a Jesús Resucitado que les sale al encuentro (vv.9-10). La carrera de las discípulas termina en Jesús, que les dice que no teman y lleven al anuncio a sus hermanos. Es la carrera de la palabra, que suscita la fe, pero también va acompañada de la calumnia de la incredulidad, mientras a la primera la acompaña la alegría, a la segunda la sigue la ceguera de no descubrir la aurora de la salvación que sube en el horizonte del corazón de los hombres de buena voluntad. A los apóstoles se les manda ir de Jerusalén a Galilea, donde todo había comenzado, ahí lo encontrarán glorificado. Estaban dispersos, ahora deben reunirse en torno a Jesús, Señor glorioso, lleno de poder. Los que no lo vieron muerto, porque habían huido, lo verán ahora resucitado. Los soldados no confesaron que se habían dormido, como tampoco que temían a la reacción de Pilatos cuando se enterara de esta falta. ¿Qué interés podían tener los soldados en difundir esta historia? Si los corazones ya estaban endurecidos, por todo lo que habían vivido los judíos, muchos creyeron esta mentira. Sin embargo, la noticia de la Resurrección de Jesucristo, el Mesías, es como luz en medio de las tinieblas. Hizo lo que el Padre le encomendó, descansó y al tercer día resucitó. Los soldados percibieron la intervención sobrenatural, pero quedaron presos de la avidez, incredulidad; en cambio las piadosas y humildes discípulas, quedaron sus corazones iluminados por la antorcha de la fe que surgió del sepulcro vacío, que se vuelve camino de encuentro con los hermanos. Las mujeres que acompañaron a Jesús hasta la sepultura de su palabra sacaron la fuerza de fidelidad para servirle hasta el final. Por su perseverancia las premia el Señor Resucitado saliendo a su encuentro, también nos espera a nosotros en medio de la tinieblas, para conducirnos a su misterio pascual. El alba de la Resurrección se nos hace presente nuevamente, como aurora de gracia y salvación a cada uno de nosotros hoy.

Santa Teresa vivió el poder de Cristo Jesús cuando le devuelve la salud del cuerpo y las fuerzas del espíritu para retomar su vida religiosa carmelitana. “Es verdad, cierto, que me parece estoy con tan gran espanto llegando aquí y viendo cómo parece me resucitó el Señor, que estoy casi temblando entre mí. Paréceme fuera bien, oh ánima mía, que miraras del peligro que el Señor te había librado y, ya que por amor no le dejabas de ofender, lo dejaras por temor que pudiera otras mil veces matarte en estado más peligroso. Creo no añado muchas en decir otras mil, aunque me riña quien me mandó moderase el contar mis pecados, y harto hermoseados van. Por amor de Dios le pido de mis culpas no quite nada, pues se ve más aquí la magnificencia de Dios y lo que sufre (24) a un alma. Sea bendito para siempre. Plega a Su Majestad que antes me consuma que le deje yo más de querer” (Vida 5,11).


MARTES

Lecturas:

a.- Hch. 2, 36-41:Convertíos y bautizaos.

Continua el segundo Sermón de Pedro a los judíos, y hoy meditamos, la reacción de la gente a sus palabras: “Qué hemos de hacer, hermanos?” (v. 37). La respuesta de Pedro es clara: convertirse, bautizarse y recibir el Espíritu Santo. Las palabras de Pedro conmueven a los oyentes. ¿Qué los lleva a reflexionar? Pedro los exhorta a reconocer su culpa, con lo que nace el arrepentimiento; se dan cuenta, que han llegado los últimos tiempos. Si bien, no se habla de la segunda venida de Cristo, el tema del juicio, está incluido en el mensaje del profeta Joel. Surge espontánea la pregunta, también para nosotros: ¿qué hemos de hacer? La respuesta: conversión, bautismo, acoger al Espíritu Santo. El bautismo tiene una nueva dimensión, desde la muerte y resurrección de Cristo: ahora se administra en su Nombre, el creyente le pertenece para siempre, queda bajo su autoridad, es agregado a su familia, el nuevo pueblo, la Iglesia. El Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo, se comprende como el principio, que cambia la vida del creyente, desde dentro y, por lo mismo, la vida de la comunidad eclesial. Todos los que respondieron a la llamada de Dios, les han sido perdonados los pecados, y responden con una adhesión de fe a Jesucristo, que es el Señor. La confesión de fe, es la que nos libra de esta generación perversa, es decir, todos aquellos que se oponen a Cristo o son un obstáculo, para que otros, crean en el Señor. Ese día, hubo un número considerable de bautismos (v.41), enseña Lucas, con lo que se quiere poner  de relieve, la fuerza de la predicación, la acción del Espíritu Santo y la bendición de Dios sobre la naciente iglesia.

b.- Jn. 20,11-18: Aparición a la María Magdalena.

El evangelio nos presenta la aparición de Jesús a María Magdalena. Una vez que los discípulos marcharon a casa (Jn.2010), ella, está afuera llorando porque se han llevado al Señor y no sabe dónde le han puesto (v.11). La ausencia de Jesús provoca su tristeza, se cumplen así las palabras de Jesús, pero esa tristeza se convertirá en alegría (cfr. Jn. 16, 20). Ella permanece en la oscuridad, en la incredulidad e incomprensión de lo ocurrido; su llanto evoca la muerte de Lázaro (cfr. Jn.11,31.33;11,35). Dos ángeles, custodian el sepulcro, como un espacio sagrado, y como señal de la Resurrección de Jesús, con lo que se quiere señalar, clarísimo testimonio que Dios ha entrado en la historia. La pregunta de los ángeles, prepara el encuentro con el Señor Jesús, María mira hacia atrás y ve a Jesús, sin reconocerle y lo confunde con el hortelano, media el tiempo en que pasa del plano humano al divino o sobrenatural (cfr.Jn.1,41;18,4). Paradojalmente a quien busca la Magdalena, le pregunta, a quien busca; su falta de fe se incrementa cuando confunde a Jesús con el hortelano. Ella insiste en que si se lo entrega, ella se llevará el cuerpo (v.15). Pasa de la incredulidad a la visión de fe, se cumplen las palabras de Buen Pastor cuando María, escucha su nombre, entonces reconoce a Jesús Resucitado (cfr. Jn.20, 1-2.11-12; 10,3.14). Lo reconoce y le llama  como la gente durante su ministerio: Rabbuní, Maestro (v.17). Es un primer acto de fe en Jesús, al Maestro que conoció durante  su ministerio, querer tocarle, es querer atrapar el pasado (cfr. Jn.3,-21; 4,16-26). La relación que tuvo con ÉL ya no será como antes. A través de la cruz, Jesús ha llegado a la perfección, que Dios le había encomendado alcanzar (Jn.4,34; 5,36; 17,4; 19,30).  También los discípulos deberán experimentarlos frutos de la glorificación de Jesús, está a punto de cumplirse su promesa de volver al Padre, pero su relación con el Jesús histórico ha terminado (cfr. Jn.14,12.28; 16,10.28). Desde el momento en que Jesús sube al Padre, los discípulos son constituidos en hermanos de Jesús; el Dios y Padre de Jesús, será también, Dios y Padre de los hermanos de Jesús  (v.17). María hace exactamente lo que le manda Jesús, va los discípulos movimiento que tiene otro significado: ella ha pasado de la incredulidad, la oscuridad, a la fe que le hace reconocer a su Rabbí. Ahora se convierte en mensajera que anuncia las palabras de los ángeles y lo que le ha dicho Jesús, es el paso de una fe inicial al a fe perfecta en el Señor Resucitado en medio de sus hermanos. 

Santa Teresa de Jesús hablando a los que comienzan el camino de oración en su primer grado, les exhorta a la consideración de la Pasión y Resurrección. “Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado aunque me he divertido mucho en otras cosas por parecerme muy necesarias es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo. Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que proceden de aquí. Y de pensar la gloria que esperamos y el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección, muévenos a gozo que ni es del todo espiritual ni sensual, sino gozo virtuoso y la pena muy meritoria” (Vida 12,1).


MIERCOLES

Lecturas:

a.- Hch. 3, 1-10: Pedro y Juan sanan a un paralítico.

La primera lectura, nos habla del primer milagro que obraron Pedro y Juan, dentro de un marco de sana de convivencia de judíos y judíos cristianos. Los dos apóstoles, acuden a la oración de las tres de la tarde, hora en que se sacrificaba el cordero en el templo de Jerusalén. El lugar exacto, era la puerta hermosa, donde encontraron a un tullido de nacimiento que pedía limosna, una buena ocasión que tenían los judíos para dar limosna a los pobres, obra equivalente a la oración. El autor de los Hechos, recalca estos milagros, como los hechos por Jesús, porque son testimonio de la nueva era que inauguró Cristo Jesús con su vida y obras, pero especialmente con su Misterio Pascual. Se cumple la palabra de Jesús, que les había encargado de  sanar enfermos y predicar el evangelio, con los mismo poderes con que sanaba ÉL y que les había confiado (cfr. Lc. 9, 2). La palabra de los apóstoles es confirmada, por los milagros que obraban (cfr. Lc. 8, 6); los milagros eran la mejor ocasión para predicar sobre Jesús, la salvación que traía a los hombres, pero, que provocaba una reacción muchas veces adversa de parte de los judíos por la adhesión de algunos a la fe (cfr. Hch. 5, 17; 14,8). La curación de este paralítico, marca un hito en la vida de ese hombre que pasa de la muerte a la vida, y en los apóstoles, revivir el poder sanador de Jesucristo, en beneficio de los necesitados. El Nombre de Jesús es invocado, es decir, su persona y autoridad; los apóstoles obran con el poder de Jesús, e invitan al enfermo a dirigirse y poner su confianza personal en ÉL. Pedro intenta demostrar que Jesús de Nazaret, está vivo, que ha sido constituido en Mesías y Señor (cfr. Hch. 2, 36).

b.- Lc. 24,13-35: Los discípulos de Emaús.

El evangelio nos pone en camino junto a Pedro que sale de Jerusalén (cfr. Lc.24, 12),  y a dos discípulos que se dirigen a Emaús. Seguramente eran discípulos que se hospedaron en Emaús al encontrar alojamiento en Jerusalén con motivo de las fiestas pascuales. Van conversando de todo lo acontecido los últimos días; han sido días muy duros para los seguidores de Jesús. Se les une otro caminante, Jesús Resucitado, pero con su cuerpo glorioso, no le reconocen, como la Magdalena. Los dos discípulos creen que se trata de otro peregrino, pero ante la pregunta de qué hablaban, no pueden creer que alguien que venga de la ciudad, no sepa lo sucedido con Jesús de Nazaret (vv.18-19). Hacen una pausa. Cleofás hace un sumario de lo acontecido: el  Mesías, en que habían confiado, ha terminado mal: crucificado, muerto, y sin resucitar. Se había dicho que era un profeta, ante Dios y los hombres, poderosos en palabras y obras, los líderes de Israel son los responsables de su muerte, pensaban que sería el liberador de Israel del dominio romano, que colmaría la esperanza de los profetas; la misma liberación que esperaba Zacarías (cfr. Jr.14,8; Lc.1,68-79). Todo se había acabado puesto que hacía tres días que Jesús había muerto, no había esperanza de vida. Han escuchado que esa mañana han sucedido hechos extraordinarios: las mujeres encontraron la tumba vacía; dos ángeles que aseguran que Jesús vivía; en Lucas, en ningún momento las mujeres ven a Jesús (cfr. Jn. 20,11-18). También los discípulos fueron, pero no vieron nada (v.24). Entonces interviene Jesús que les reprocha no saber interpretar los hechos según las Escrituras; hay desilusión en las palabras de Jesús, como la de los ángeles cuando se dirigen a las mujeres, ya que no han sido capaces de creer lo antes anunciado (cfr.Is.3,8). La razón a la que alude Jesús es que su inteligencia y su corazón no han estado a la altura de creer lo que ÉL enseñó; faltó fe a sus palabras por ello los califica como insensatos. El mismo Jesús, se denomina Cristo, debía padecer para entrar así en su gloria, donde el enunciado teológico, se convierte en necesidad nacida  de la voluntad de Dios. Lo mismo que los ángeles había recordado a las mujeres (cfr. Lc.24, 5-8). Como en Lucas, hay tiempo entre su resurrección y su ascensión, su entrada en la gloria se pospone; una gloria con la que va a ser investido, que recibe de Dios, a cuyo lado se sentaría, para venir con poder y gloria (cfr. Lc. 9, 31-32; 21,27, Sal.110,1). Es precisamente la muerte la que hizo entrar a Jesús en su gloria, lo contrario, de lo que querían sus enemigos. Jesús se dedicó a explicarle las Escrituras, desde Moisés y los profetas, en lo que se refería a ÉL (cfr. Sal.118, 22; 110,1; Is. 53,12). Avanza la tarde, y llega la hora de cenar, el interés de los caminantes por el desconocido ha ido en aumento y el deseo que permanezca con ellos (vv.28-29). Cuando el forastero reparte el pan, da la bendición, entonces se les abren los ojos de la fe (vv. 30-31. 34). Todo se centra en esto: Jesús Resucitado les repartió el Pan, es decir, Jesús está vivo en la Eucaristía, escondido si se quiere, puesto que cuando quieren retenerle con su mirada, desaparece. Jesús está allí, como Pan y Vida nueva para los suyos, con lo que ilumina todo el misterio de su muerte y resurrección. Los apóstoles regresan por donde habían venido, han experimentado que Jesús está donde se reúnen los hermanos (vv.32- 33), y se encuentran con la confesión de la comunidad: “Es verdad. ¡El Señor ha resucitado, y se ha aparecido a Simón!” (v. 35; 1Cor.15,5). Cada uno de ellos había experimentado el encuentro con Jesús Resucitado, pero especialmente Pedro, por la tarea que Jesús le había encomendado: confirmar la fe de sus hermanos. Dios suscitó la fe de los discípulos para que también nosotros, a través de la misión de la Iglesia en el tiempo, podamos experimentar el encuentro con Jesús Resucitado y con Pedro decir: es verdad el Señor ha Resucitado y está vivo en la Eucaristía.

Teresa de Jesús, defenderá siempre que la Humanidad de Cristo es la  puerta para la vida mística y no otras teorías llamativas de su tiempo. La Eucaristía, presencia sacramental de Cristo Resucitado, tema profundo para la vida de oración y servicio eclesial. “Pues si todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la Pasión, no se sufre, ¿quién nos quita estar con El después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado, y no le miraremos tan fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de los que hacía tanto bien, no creído de los Apóstoles?” (Vida 22,6).


JUEVES

Lecturas:

a.- Hch. 3,11-26: Dios ha resucitado a su Siervo.

Luego de sanar al tullido de nacimiento, el milagro es la plataforma para exponer el  kerigma cristiano. La reacción de la gente, es de admiración hacia los apóstoles, pero Pedro establece, que no es por su piedad o poder que han hecho caminar al tullido. Ha surgido una nueva realidad, capaz de salvar y sanar al hombre, sin alternar la historia de la revelación; el mismo de Dios de Abraham, Isaac y Jacob sigue actuando y cumpliendo las promesas del AT. Introduce la explicación del Nombre de Jesús, el juicio en que ellos pidieron su muerte, pero a ese, al Jefe que lleva a la vida, Dios lo Resucitó de entre los muertos, y ellos son testigos, de esa acción (v.15). Puesta la fe en ese Nombre, ellos han podido sanar a ese hombre tullido; se trata de contar con ese nombre y poder sanador y salvífico que Dios ha hecho aparecer entre los hombres. Jesús en su pasión fue rechazado por los hombres, pero ha sido glorificado por Dios, la actitud de Israel debe ser de conversión, ya que las antiguas promesas se cumplen en Jesús (cfr. Dt. 18, 15). A Israel, le es ofrecida la gracia de la conversión, y el arrepentimiento, en primer lugar, en el templo, corazón de la fe judía. Pedro denomina a Jesús, como Autor de la vida, o líder,  pionero, Jefe que conduce a la vida u originador de la vida (v.15), Él nos introduce en la vida nueva de resucitado, porque ha vencido a la muerte, posee la vida en plenitud. Obtiene ese título porque la vida le pertenece, parecido al que se da a Moisés, figura de Cristo (cfr. Hch. 7,25. 35). Hay también un rol importante de la fe en esa curación, pues en su Nombre, por su poder y autoridad, se realizó el milagro. En el trasfondo del discurso, se habla de la culpa de Israel, mitigada por la ignorancia con que actuaron en su momento al pedir la muerte de Jesús. Conversión y penitencia, es exigencia recurrente desde Moisés y los profetas hasta Jesucristo; quien no acepte la fe, no será reconocido el día de juicio como judío (vv.22-26), a ellos fue enviado primeramente, porque las promesa hechas a Abraham se cumplen en Cristo (v. 26).  

b.- Lc. 24, 35-48: Jesús resucitado se aparece a los discípulos.

El evangelio nos presenta dos momentos: las apariciones del Resucitado a sus discípulos (vv.36-43), y las últimas instrucciones a los apóstoles (vv.44-48). En ese mismo domingo, cuando siguen los ecos de las palabras de las palabras de los discípulos de Emaús sucede esta aparición de Jesús a los Doce. El saludo de paz, más que saludo es cumplimiento de traerles la paz que les había prometido (cfr. Lc.2,14;7,50;19,42). Esta presencia repentina del Resucitado, causa algo de miedo, porque este nuevo modo de ser de Jesús Resucitado, está más allá de la compresión humana. Este pasaje de Lucas, se podría denominar el de las pruebas de la Resurrección. Creen que es un espíritu, las apariciones del Resucitado no son producto de la imaginación, fantasía o visiones internas. Pareciera que estas apariciones estuvieran en contra de todas la historia de la salvación del antiguo Israel o revelación bíblica. Esas apariciones no tienen nada que ver con el Resucitado, ya que eran sombras respecto de lo que habían sido  (cfr. Is.8,19; 1Sam. 28,3-19). Jesús calma su miedo dando pruebas de su identidad, les manda tocar sus manos y sus pies, para confirmar que tiene huesos y carne, a la vista y oído se une  el tacto (vv.38-40; cfr.Jn.20,16.19-23,1Cor.15,35-49; 41.44). Como Lucas, escribe para griegos que dudaban de la Resurrección insiste en la realidad física del cuerpo de Jesús, por ello es que el mismo Jesús, sus pies y manos, las que dan testimonio de su cuerpo, llevan las marcas de los clavos de la crucifixión (cfr. Jn. 20, 25. 27). Su cuerpo glorioso tiene carne y huesos, es más, para probarles, que está vivo, les pide algo de comer, le trajeron algo de pescado asado y comió (v. 42-43). Al miedo, le siguió la alegría. Pero, ¿no será que el ansia y las esperanzas que habían puesto en ÉL, les hace verlo vivo? Los discípulos viven la plenitud de su fe en el Resucitado, perturbados por la alegría y gozo ante su presencia; experiencia que deben saber conjugar con su razón. La insistencia de Lucas en estas comidas nos habla no del Jesús histórico, sino en la realidad del Jesús Resucitado, experiencia que no tiene semejanza con ninguna hasta ese momento (cfr.Hch.1,3-8; 10,41; Jn.21,9). En un segundo momento encontramos las últimas instrucciones del Resucitado para sus discípulos. No hay novedad en la enseñanza, más bien continuidad entre el Jesús histórico y el Resucitado: “Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.” (vv.44-45). El Resucitado, les abre el entendimiento para que comprendan las Escrituras. Se necesitaba esta gracia de comprender en profundidad las Escrituras, comprender que toda la historia de Israel culmina en el acontecimiento de la Pascua  de Jesús (cfr. Lc.1,20; 4,21; 9,31; 21,24; 22,16). Jesús en medio de sus discípulos les encomienda la tarea de la evangelización que ÉL había comenzado (vv.46-47). La alusión al sufrimiento y resurrección de Jesús y predicar viene a significar que el discípulo va en nombre de Jesús y no por libre; la autoridad dada por el At, a Yahvé la recibe el Resucitado, como su Mediador. Si obran así participan de la autoridad y poder de Cristo haciendo eficaces su mensaje. La pasión estaba predicha en las Escrituras, dentro del plan de Dios, para el perdón de los pecados y predicar la conversión a todas las naciones comenzando por Jerusalén  (cfr. Jl 2,32; Is.42,6; 2,3). Desde ahora los discípulos y discípulas, son testigos de todas estas cosas (v.48). La predicación de un Mesías que muere crucificado y resucita y la incorporación de los gentiles, no será tarea fácil llevar adelante para los discípulos, por ello, les promete enviar la promesa del Padre, el Espíritu Santo, una vez que suba a la diestra del Padre. Comienza una nueva relación de los discípulos con Dios Padre.

Santa Teresa de Jesús, llegada al matrimonio espiritual, tuvo la experiencia de contemplar a Jesucristo Resucitado, luego de comulgar. Son experiencias subidísimas de la presencia de Dios en el alma. “Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio, aunque esta gran merced no debe cumplirse con perfección mientras vivimos pues si nos apartásemos de Dios, se perdería este tan gran bien. La primera vez que Dios hace esta merced quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no esté ignorante de que recibe tan soberano don. A otras personas será por otra forma, a ésta de quien hablamos, se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y Él tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir”. (7 M 2,1).


VIERNES

Lecturas:

a.- Hch. 4, 1-12: Ningún otro Nombre puede salvar.

El milagro realizado por Pedro y Juan, tuvo su lógica reacción hostil de parte de las autoridades religiosas de la ciudad de Jerusalén. Se mencionan a los Sumos sacerdotes y saduceos por una parte, y los escribas y fariseos, por la otra. Los primeros tenían el control y administración del templo, de ahí su interés, y promueve el arresto de  Pedro y Juan, por los posibles disturbios que se pudieran producir, en realidad son los primeros padecimientos de la Iglesia. La verdadera razón, es el tema de fe en resurrección de Jesús, en la que los saduceos no creían, motivo de la oposición y encarcelamiento de los apóstoles. En cambio, los fariseos sí creían en la resurrección de los muertos. Pedro en su respuesta, tercer discurso, confirma que la palabra de Jesús se ha cumplido al enviar al Espíritu Santo para defenderlos, cuando fuesen encarcelados por su causa (cfr. Lc. 12, 11-12). Un segundo tema, es que son acusados por una obra buena que hicieron, como fue darle la salud a un enfermo, no por un crimen cometido. Esto le da pie a Pedro para ir a la causa de esa sanación: haber invocado el nombre de Jesús Nazareno, y su poder de sanación. Nueva ocasión, para exponer al Sanedrín, es decir, ante todo Israel, el kerigma cristiano: “sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros  crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es  la piedra que  vosotros,  los constructores,  habéis  despreciado y que se ha convertido en piedra  angular. (Sal. 118,22). Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.» (vv. 10-12). Las palabras del Salmo, delata a los constructores de la casa, que son ellos, los jefes del pueblo. Despreciaron la piedra angular, Cristo, Dios rechazando su actuar,  ha convertido a la piedra en cimiento de todo el edificio. Sólo en el Nombre de Jesús, dice Pedro, se encuentra la salvación, y también es la causa por qué han sido sometidos ellos a juicio. Hay que hacer notar, la fuerza expresiva y argumentativa de Pedro, es la acción del Espíritu Santo, que comienza a guiar el caminar de la naciente Iglesia de Jesucristo.

b.- Jn. 21, 1-14: ¡Es el Señor!

El evangelio, nos presenta dos momentos: otra aparición o manifestación de Jesús Resucitado al grupo de los discípulos en el mar de Tiberíades (vv.1-8), y la comida de los discípulos con Jesús Resucitado (vv.9-14). Luego de pasar la noche pescando, Pedro y sus seis compañeros no consiguieron nada (v.3; cfr. Jn.6, 67-69; 13,6-9; 20, 2-7). Regresan a la playa y Jesús Resucitado, al que no habían reconocido (cfr. Lc.24,13-35.36-38), les pide algo para comer, a la respuesta negativa, les manda que echen las redes a la derecha de la barca, con lo que lograron una gran cantidad de peces, ciento cincuenta y tres, para ser más exactos (cfr. Lc. 5, 1-11). La respuesta obediente a Jesús da sus ubérrimos frutos; Jesús ejerce su autoridad sobre los elementos de la naturaleza como sobre los discípulos (cfr.Jn. 2,1-11; 6,1-15; 16,21). Los que reconocen al Señor son Pedro y Juan, el discípulo amado, protagonistas como en la tumba vacía, es éste quien confiesa su fe en Jesús Resucitado, mientras Pedro responde poniendo se la ropa y se lanza al agua (v.7; cfr. cfr. Jn. 4, 49; 16,21). Pedro de noche no consigue nada, porque la noche en Juan, refleja la ausencia de Jesús. El segundo momento, encontramos al Desconocido que les prepara una comida, ÉL ya no necesita alimento, ellos sí lo necesitan. Las brasas, que cocinan el pescado y el pan, recuerdan esas brasas de la noche de Pasión, en que Pedro negó a Jesús, mientras que ahora lo confiesa (cfr. Jn. 18,18). Jesús los invita a comer de los pescados que ÉL tiene, y los que le manda traer a Pedro (vv.10-11). Pedro está restituyendo su regreso a Jesús, no hace mucho se había unido a quienes habían ido a prender a Jesús en Getsemaní, ahora es el propio Jesús que a una comida preparada con otro fuego de carbón. Arrastra la red a tierra con los ciento cincuenta y tres peces, y ésta no se rompe. El que no se rompiera la red, viene a significar que todos los pueblos, los peces, son llamados a la Iglesia, simbolizan la unidad de ella, que a pesar de ser tantos, no se rompe la unidad de la comunidad eclesial. Por la palabra de Jesús hubo una gran cantidad de peces, la universalidad de la Iglesia, resultado de la iniciativa de Jesús, el liderazgo de Pedro y el discípulo amado y la participación de los discípulos, explican el objetivo simbólico de este relato. Quizás el evangelista, este pensando en la túnica sin costura de Jesús, que tampoco se rompió (cfr.Jn.19, 23-24).  Jesús los invita a la primera comida del día; los discípulos pasan de no reconocer a Jesús y ahora guiados por la fe de Juan y Pedro, no se atreven a decir Quién es el que los invita a comer, pero ahora reconocen que es el Señor Resucitado está ahí presente (v.12). El pan y pescado evocan los milagros que se multiplicaron para una muchedumbre durante la celebración de la Pascua; los gestos de Jesús al dar al pan y el pescado aluden a las celebraciones eucarísticas de la comunidad joánica (cfr.Jn. 6,1-15. 51-58; 13, 21-38; 19,35). Cenan juntos en un contexto de Eucaristía; esta comida habla de la misión, pero sobre todo de la Eucaristía donde encontramos a Jesús vivo, Resucitado para alimentarnos con su nueva vida.  

Santa Teresa de Jesús, a los comienzos de su camino de oración, recibe la primera visión de Cristo Resucitado. “Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer. Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo. ..Un día de San Pablo, estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo dije, y así no hay para qué tornarlo a decir aquí. Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria; ¿qué será adonde del todo se goza tal bien?” (Vida 28,1.3).


SABADO

Lecturas:

a.- Hch. 4, 13-21: Valentía de los apóstoles.

Esta lectura nos presenta el reconocimiento que hacen los jefes religiosos de Jerusalén, de la valentía que Pedro y Juan, a la hora de hacer su defensa. Se admiran de ellos, porque saben que son hombres sin instrucción. Valentía que nace de la fe en Jesucristo Resucitado. Situación muy diferente a aquella del Sanedrín, que actuaba por intereses creados, faltos de libertad interior, faltos de fe. Los acusadores se convierten en acusados, porque Jesús Resucitó, el mismo que ellos crucificaron. El motivo de la acusación, la sanación del tullido, es la mejor defensa de los apóstoles, Dios legitima en ese hombre, ahora sano, el poder de Jesús y la predicación de sus enviados. Los incultos se convierten en maestros y los sabios en necios; ellos interpretan la Escritura y los jefes religiosos la leen, pero no la comprenden. Ante esta situación, les manda callar y no enseñar al pueblo en nombre de Jesús, pero los apóstoles presentan una disyuntiva: ¿obedecer a Dios o a los hombres? La orden, iba en contra de la voluntad de Dios. Lo que habían visto y oído con Jesús de Nazaret, y luego con el Resucitado, no se podía callar, conocían cual era la voluntad de Dios. Los que verdaderamente quedaron mudos fueron los propios jefes religiosos. No tenían pruebas en contra de los apóstoles, sabiendo que predicaban a Jesús, al que ellos habían  matado. El hombre, ahora  sano y el pueblo estaba con los apóstoles; los dejaron libres y sin castigo.

b.- Mc. 16, 9-15: Id al mundo entero y predicad el evangelio.

 Este evangelio es una síntesis,  de las apariciones del Resucitado, que relatan los otros evangelios, en especial Lucas (cfr. Lc. 24,13-35; 36-43) y Juan (cfr. Jn. 21,11-18), y los Hechos (10,41). Se habla de las apariciones a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y los Once. Se recalca la incredulidad de los apóstoles, ante los enviados, con el mensaje de fe que habían visto al Señor. Es una amonestación a los futuros creyentes, para creer a los testigos de la Resurrección, aunque no lo hayan visto en forma personal (cfr. Jn. 20, 29). La aparición a la Magdalena, es presentada como aquella de la que Jesús, sacó siete demonios, es decir, sanada de una enfermedad funesta (cfr. Jn. 20,11-18; Lc. 7,36-50). Es curioso que el autor no mencione, la tumba vacía y tampoco las lágrimas de la Magdalena, porque había desaparecido el cuerpo de Jesús. Los discípulos, “tristes y llorosos” (v. 10),  no creyeron el anuncio que les hizo: Jesús vivía y ella lo había visto. No dan crédito a las palabras de la mujer. La aparición de Jesús a los discípulos de Emaús (cfr. Lc. 24), es descrita con mucha sobriedad, se presentó con “otra figura” (v.12), fueron a comunicárselos a los demás, pero tampoco les creyeron. No se dice nada que fue al partir el pan, que los discípulos reconocieron a Jesús. Finalmente, se refiere la aparición a los Once, tomada de Lucas (cfr. Lc. 24,36-43), en que también se hace mención de la incredulidad de los apóstoles. Jesús, les reprocha una vez más su incredulidad y dureza de corazón por no haber creído a quienes lo habían visto Resucitado. El deseo de las palabras de Jesús es presentar la necesidad de una fe bien dispuesta en la comunidad eclesial hoy. La segunda parte, tenemos el discurso de la misión del Señor Resucitado. A la tarea misionera, se une la idea que la fe y el bautismo, requisitos para la salvación. La predicación, será acompañada por signos de salvación, como la expulsión de demonios, hablarán lenguas nuevas, el veneno de serpientes no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y comunicarán salud. Jesús sube a los cielos, se sienta a la derecha de Dios, se separa de los discípulos (cfr. Lc. 24, 50-53; Hch. 1,3-14; 2, 33ss). Es el comienzo de una Iglesia comprometida en una misión universal de evangelización.

Santa Teresa de Jesús, contempla a Cristo vivo en su alma. Se trata de la confirmación de que su oración es auténtica, era respuesta a su amor divino. “No digo que es comparación, que nunca son tan cabales, sino verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no más ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos y sin cuento mundos y cielos que Vos crearais, entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada para ser Vos señor de ello.” (Vida 28,8)

P. Julio González C.  


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