QUINTA SEMANA DE CUARESMA
(Ciclo C)
Lecturas bíblicas
a.- Is. 43,16-21: Mirad que realizo
algo nuevo y daré bebida a mi pueblo.
En
la lectura del profeta Isaías, nos presenta a Yahvé como Redentor y Santo,
títulos que lo definen. Por lo mismo hará justicia, una justicia redentora. Se
abre la memoria histórica, las grandes hazañas de Yahvé en Egipto y la
liberación de la esclavitud, cómo pasaron por el Mar Rojo: todo lo hizo Yahvé.
Abrió caminos en el mar y apagó el poderío del enemigo. El profeta nos dice
ahora que todo eso se olvidará, cuando contemplemos lo que está Yahvé por hacer
por su pueblo: un nuevo éxodo. A Israel en exilio se le pide fe en las
maravillas que Dios está por realizar.
Aquí es donde la historia y la voluntad de Dios se compaginan para dar una luz
de esperanza al pueblo de Israel. Ciro, el gran general, que conquistó Babilonia
es el nuevo instrumento de Yahvé para la liberación de su pueblo. El mismo Dios
que preparó el camino desde Egipto a la tierra prometida, ahora, prepara
nuevamente la vía que a su pueblo conduce desde
el cautiverio babilónico su tierra Israel. Tendrán agua en abundancia
para ellos y sus ganados, que a su paso van a encontrar en la estepa (v. 20).
La generosidad de Yahvé, no la deben confundir con la idea que todas estas
promesas, son el pago o premio a los méritos que han hecho en su cautiverio. No
han dejado de ser pecadores en el destierro,
no invocaban a Yahvé, lo han olvidado. Todas las promesas nacen de la
generosidad de Dios, responde así a su esencia divina, que es amor. No podía
ser de otro modo.
b.- Flp. 3, 8-14: Todo lo estimo
pérdida comparado con Cristo.
El
apóstol Pablo, nos invita a dejarlo todo por el conocimiento de Cristo, por
estar en Cristo. Todo lo aprendido como fariseo ahora no vale nada en
comparación con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, se coloca en la
misma condición del pagano que recién llega a la fe. Con Jesús, hay que
comenzar de cero, lo mismo el judío que el gentil, lo privilegios pasados de
nada valen ante la justicia de ÉL, no la de los fariseos, como en el caso de
Pablo. Toda su ciencia bíblica y rabínica queda atrás, la considera basura con
tal de ganar a Cristo. El pensamiento paulino es que Dios es más que la Ley de Moisés, más que
la Biblia, más que el creyente, por lo tanto, el discípulo debe correr, no
mirando hacia atrás, sino avanzar hacia la meta, que siempre es Cristo Jesús; y
no hacer como uno que está instalado. La fe es dinámica y no un museo de
verdades religiosas; el cristiano debe otear los vientos del Espíritu que
rondan la sociedad para saber responder a los interrogantes con el conocimiento
adquirido en el seguimiento de Cristo.
c.- Jn. 8,1-11: El que esté sin
pecado, que le tire la primera piedra.
Este
evangelio nos narra la suerte de una mujer sorprendida en adulterio. Jesús
después de predicar del agua viva (cfr. Jn.7, 37-38), se retira al monte a orar
al monte de los Olivas (cfr. Lc.4, 42; 6,12; 9,18; 11,1; 21,3738; 23,39-46). El
pueblo vuelve a la mañana siguiente para dejarse enseñar por Jesús (v.2). Los
fariseos y escribas, le traen una mujer sorprendida in fraganti cometiendo
adulterio, la ponen en medio entre Jesús y el pueblo (v.3). El destino era la
muerte, lo que le da una carácter dramático al hecho,
pero que era lo que menos le importaba a los escribas y fariseos. Ellos la
acusan para desafiar a Jesús (vv.4-5). Ellos saben lo que haría Moisés pero
quieren poner a Jesús frente a Moisés y la Ley (cfr. Jn. 6, 30-31; 9,29). De
ahí la pregunta que le hacen: “Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas
mujeres. ¿Tú qué dices?” (vv. 5-6), lo que nos advierte que la mujer era sólo
un pretexto para enfrenta a Jesús contra la enseñanza de Moisés y tener motivos
para acusarle (v.6). No tienen interés en la mujer, ni en el marido engañado,
sino la posibilidad de encontrar incoherencias en el magisterio del joven
rabino (v.6). El conflicto es fuerte y
público, se esté desarrollando un
verdadero proceso. El marido podía la demanda de divorcio, y esto era concedido
en forma automática, el marido quedaba libre de la mujer, sin obligaciones para
con ella (cfr. Nm. 5). El adulterio era considerado
un pecado grave por la Ley de Moisés; su castigo era la pena de muerte, la
mujer era lapidada (cfr. Dt. 22, 22). El joven rabino no sólo interpreta a
Moisés, sino que es capaz de legislar como él. Si se pronuncia a favor de la
aplicación de la ley, todo su discurso sobre la compasión y misericordia,
quedaría en nada. En ese contexto político, los judíos habían perdido la
capacidad de aplicar la pena de muerte quedaba en manos de los romanos (cfr.
Jn. 18, 31). Si se pronunciaba en contra, estaba en problemas: ¿se podía uno
fiar de un maestro que ahora aplica la ley, el mismo, que se opone de muchas de
sus disposiciones? ¿Dónde queda su autoridad como maestro ante el pueblo?
Después de esto: ¿Dónde quedaban sus pretensiones mesiánicas? Jesús no la condena, escribe en el suelo, se
da tiempo para dar una respuesta sensata y rescata a la mujer de la muerte. Se
puede interpretar su gesto de escribir en el suelo, que así como Moisés
escribió en la piedra, Jesús escribe su ley en la tierra; una ley que cuenta
con la debilidad del hombre, capaz de arrepentirse y enmendarse desde su
fragilidad (cfr. Jr.17,13). También se puede interpretar este gesto como
indiferencia de parte de Jesús, decepción, por el procedimiento, trata de
ignorar lo que se ha hecho. Inclinado sobre el hombre, no ha venido a condenar
sino a salvar. Dado que los fariseos insisten, Jesús se levanta, restableciendo
el diálogo y proponiendo que quien esté libre de pecado, lance la primera
piedra (v.7; Lev.24,1-16;Dt.13,10; 17,2-7). Si bien no
se sabe a qué pecado se refiere Jesús, seguramente se relacionaba a pecados del
ámbito sexual; Jesús vuelve a su posición anterior, escribía en la tierra
(v.8). Se necesitaban dos testigos para
aplicar la pena capital, más que las pruebas, el testimonio de los
testigos era fundamental. Uno de ellos,
pronunciaba la sentencia, tenía el derecho de tirar la primera piedra. La respuesta de
Jesús fue un ataque frontal a esa mentalidad; nadie se atrevió a tirar ni una
sola piedra. Nadie pudo presumir de estar sin culpa. Los ancianos se marchan,
representaban la autoridad y la tradición, quizás también el pueblo; ante Jesús carece de sentido su actuar. Su
ley era de piedra, la suya era escrita en la tierra, es decir, en el corazón del hombre que acepta
a Jesús. Los acusadores, ahora se van como acusados. La mujer sigue de pie y ÉL
agachado sobre la tierra, quedan solos, como cuando lava los pies a sus
discípulos, todo un Dios inclinado para ensalzar al pecador. Una vez solos Jesús se convierte
en Juez, luego de amonestarla, la absuelve, y la invita a no volver a pecar
(v.9). La desdichada mujer ha encontrado la encarnación de la misericordia de
Dios, que la absuelve de su culpa, le devuelve la vida. Jesús se dirige a la
mujer como un tú, y no como un objeto, que se convierte en alguien que entra en
comunión con el rabino al que denomina Señor, la invita a una vida nueva,
cimentada en una relación justa con Dios. Clara
alusión a la nueva alianza, anunciada por los profetas: ley escrita en
el corazón por la fuerza y unción del Espíritu Santo (cfr. 2 Cor.3,6-7; Jr. 31, 31-33; Ez. 36, 25-27). Su palabra salvó una
vida; es la misión de Jesús, signo de la llegada del reino de Dios entre los
hombres y mujeres pecadores hoy en su Iglesia.
Teresa
de Jesús, cuan agradecida de Dios estuvo siempre, del amor y delicadeza, con
que Jesús trató a la mujer en su tiempo y hoy en su Iglesia. “Parece
atrevimiento pensar yo he de ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo, en
estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la
pretenden sino contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran
tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido
para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecisteis,
Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis
siempre con mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas,
o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de
vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil
honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino
por la sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.” (CV 3,7).
Lecturas bíblicas
a.- Dan. 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62:
Susana y los dos ancianos.
En
la primera lectura, encontramos el
triunfo de la pureza y castidad por sobre la maldad humana. Las palabras de
Susana: “Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha
por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no
escaparé de vosotros. Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo
hecho que pecar delante del Señor.» (v. 22-23). El
relato con todos los detalles son una preciosa joya de la literatura hebrea
donde se exalta la virtud de la castidad y de la fidelidad a la Ley de Yahvé.
b.- Jn. 8, 12-20: Yo soy la luz del
mundo.
En
este evangelio, Jesús se declara, Luz del mundo durante de la fiesta de las
Tiendas. Luz que alumbra para todo aquel que quiera seguir a Jesús en forma
personal. En el AT, encontramos símbolos que nos habla de Dios como Luz: la
nube luminosa que acompaña a Israel por el desierto (Ex. 13, 21), la Sabiduría
(cfr. Sb. 9,1-6; 18,1-4), que invita a los hombres a su banquete y la luz que
el Siervo que sufre (cfr. Is. 42,6; 49, 6). El símbolo de la luz acompañó
siempre a la figura del Mesías en la mentalidad rabínica. Antes se había
manifestado como agua (Jn. 7, 37-39). Agua y luz, elementos fundamentales del
Israel del desierto, que ahora convergen en Cristo Jesús. Es el único Maestro,
que conduce a los hombres hacia Dios, porque conoce a Dios, como su Padre, se
identifica con ÉL (cfr. Jn. 8, 19). Lo que comunica Jesús es también “luz de la
vida” (v.12); ha venido para ser la luz de los hombres (cfr. Jn. 1, 4), pero
también para que los suyos tengan vida en abundancia (cfr. Jn. 10,10). Jesús comunica
la vida, su vida de resucitado, como el agua se convierte en el que la bebe en
un manantial (Jn.4,14), la comunidad eclesial, es espacio de vida, alegría,
libertad, así como la sociedad es espacio de dolor, tristeza y muerte. Para
Juan evangelista, Jesús es sobre todo la Vida de los hombres (cfr. Jn. 14,6).
Luz de la vida, es el esplendor de la vida que nace de Jesús. En el diálogo con
la samaritana, quien beba del agua que EL le dará, la misma persona se
convertirá en fuente, manantial que salta hasta la vida eterna (Jn. 4,14; 7,
37-39). Esta experiencia de luz y vida, suscita en quien se adhiere a Cristo,
la actitud de obrar como ÉL. El cristiano se sumerge más y más en el misterio
de Jesús, Hombre y Dios verdadero, que se traduce en comunión íntima y vital
con EL, pero como ÉL, con el Padre (cfr. Jn. 8, 8). Con ese trasfondo de la
fiesta de las Tiendas, los candelabros de oro despedían luz que recordaba el
paso de Israel por el desierto, a cuyo alrededor se bailaba, cantaba, y la alegría acompañaba estas
fiestas. En la comunidad eclesial, los cristianos, su condición con la unción
del Espíritu y la acción de adherirse a Cristo en el Bautismo (cfr. 1Jn. 2,
27). La objeción de los fariseos, de carecer de valor el juicio de quien habla
de sí mismo cae por tierra, porque no sólo les ha dado otros testimonios que no
han aceptado, y ahora Jesús quiere recalcar la comunión con su Padre, que lo
invade desde lo interior, hasta
convertirse en expresión de Dios Padre. Dios de Dios, Luz de Luz decimos
en el Credo, pues es eso lo que intenta comunicar Jesús en su discurso. La
invitación que nos hace Jesús es en esta Cuaresma es a conocerle más; la
inclusión del evangelista al decir, que su discurso Jesús lo hizo en el lugar
donde estaba el tesoro del Templo, en la nueva economía Jesús es el verdadero
templo de Dios y el verdadero tesoro: Luz que es vida para los hombres.
Teresa
de Jesús, paso de las tinieblas a la luz después de su famosa conversión. “No
puedo entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfección. El
Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan
manifiestos peligros, como hay en el andar con el hilo de la gente, y cómo está
la verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los
ojos en El y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia, ni nos deje caminar
de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a El.”
(V 35,14).
Lecturas bíblicas
a.- Num.
21,4-9: La serpiente de bronce.
El
pueblo atraviesa el desierto, lugar vasto donde sufren hambre, sed y el ataque
de enemigos como las serpiente y los escorpiones (cfr. Dt. 8, 15; Is. 14, 29;
30,6). El pueblo se queja por el maná, las serpientes abrasadoras son un
castigo divino, si bien piden perdón mueren muchos, pero la salvación viene de
Dios, como respuesta que los libra de las serpientes. La serpiente en la
antigüedad, e Israel no es la excepción, creía en los poderes curativos de la
serpiente, símbolo de la fertilidad. La historia que escuchamos hoy tiene
resabios de la cultura cananea, que pasó al culto del templo de Jerusalén,
hasta que Ezequías en su reforma la mandó destruir un ídolo que la representaba
(cfr. 2 Re.18, 4). La serpiente en el relato es providencia de Dios y salud de
Dios para su pueblo en el desierto. El símbolo mira a Dios como fuente de
salud y bondad para quien contempla la
serpiente de bronce y que supera al castigo impuesto por el mismo Dios por las
quejas del pueblo. El símbolo de muerte y de vida como es la serpiente de
bronce nos habla también del juicio y la misericordia que prevalece en el obrar
de Dios. Todo gracias a la intercesión de Moisés su siervo, que temeroso sube
al monte a dialogar con Yahvé, trayendo vida para Israel.
b.- Jn. 8,21-30; Cuando levantéis al
Hijo del hombre.
Si
Jesús se ha proclamado luz del mundo ha sido para que los hombres lo sigan;
cuando se marche, los hombres lo buscarán pero no podrán encontrar, sin la
adherencia a ÉL no puede encontrar el camino, hacia donde va, que no es otra
cosa que cumplir la voluntad el Padre en su misterio pascual, entregar la vida
por los hombres. Jesús se manifiesta como expresión nítida de la voluntad del
Padre, lo ha visto y oído, por eso actúa como lo hace. El pecado, es la razón
de la no adhesión a Cristo Jesús, es decir, oposición al plan revelador de
Dios. Para salir del pecado es necesario creen en Jesús en ese “Yo soy” (v.
24); ÉL hace presente a Yahvé, lo invade con su presencia amorosa, se halla en
ÉL, contemplamos en Jesús al Padre. A la pregunta: “Quien eres tú?” (v. 25), Jesús se remite a su experiencia de Hijo, el
Padre en ÉL se muestra veraz y que no lo abandona jamás; lo conforma en que
siempre hace lo que le agrada. Ante sus dudas les remite a su exaltación:
“Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre entonces sabréis que Yo soy” (v.
28), exaltación que se refiere a la crucifixión y a la resurrección. Hay que
recordar que para el evangelista, Jesús comienza a reinar y ser glorificado,
desde la cruz. Los hombres ante estos hechos confesarán que es el Hijo de Dios,
imagen del Padre. Es en la humanidad de
Jesucristo, donde resplandece la gloria de Dios Padre, que culmina con su
entrega en la Cruz. Abiertos sus brazos al cielo, cara a cara con el hombre y
con Dios Padre, es cuando la revelación se hace patente: “sabréis que Soy” (v.
28). Si bien el evangelista habla que muchos creyeron en ÉL, su adhesión era
muy frágil, de hecho Jesús no se fiaba de ellos. Lo siguieron en su discurso,
pero sin fe. La adhesión que quiere Jesús es total, es decir, creer que viene
del Padre y acercarse a ÉL como fuente de la vida verdadera, luz que alumbra
nuestro caminar para seguirle adonde vaya.
La
Santa Madre nos invita a poner los ojos en Jesús, para comprender que es Dios y
que para gozarle debemos vivir su mismo misterio pascual. “Poned los ojos en el
Crucificado, y se os hará todo poco” (7M 3,8).
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Dan. 3,1.4-6. 8.12.14-20.24-25.28:
Los tres jóvenes en el horno.
Esta
lectura de Daniel hay que leerla en clave ya que describe la persecución que
sufren los judíos en tiempos de Antíoco IV (s. II a. C.), para mantener la
fidelidad del pueblo a la alianza hecha con Yahvé, vuelve el autor su mirada a
los tiempos del destierro en Babilonia con el rey Nabucodonor
(s. VI a. C.). Cada uno en su tiempo, mandaron a los judíos, bajo pena de
muerte, adorar un ídolo: en el caso del rey babilonio su propia estatua,
mientras que Antíoco mandó poner a Zeuz
en el templo de Jerusalén. Los tres
jóvenes se niegan y son condenados a muerte. Pero Dios los
libra de las llamas de fuego por la acción de su ángel hasta que finalmente
el rey Nabucodonosor confiesa su fe en el Dios de Sidrac,
Misac y Abdénago cuando
exclama. “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado
a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la orden
del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera de
su Dios.” (v. 95).
b.- Jn. 8, 31-42: Si el Hijo os
libera, seréis libres.
Sigue Jesús en su discurso y lo dirige a los
que lo había seguido en su exhortación, pero que lo seguían con una fe débil,
inicial, sin embargo, queda claro que
también había otros que no lo aceptan, es más, quieren matarlo (v. 37.40).
Las palabras de Jesús develan que el judaísmo y su doctrina son incompatibles.
A aquellos que lo aceptan les pide que permanezcan en su palabra, es decir que
mantengan una comunicación vital con Jesús. Permanecer es mantener la
aceptación de su persona, como algo vital
para el discípulo; sólo así se conoce la verdad y gusta la verdad, que
lleva o converge en la libertad. La muerte ya no tiene domino sobre el
discípulo porque vive la experiencia liberadora de la salvación. Se sienten
libres sus interlocutores porque son descendencia de Abraham, se sienten
orgullosos de ser el pueblo escogido por Yahvé, sin embargo, olvidan la
esclavitud de Egipto, Babilonia y otras; Jesús les reconoce ser descendientes
del patriarca Abraham, pero no poseen su espíritu, por eso no lo reconocen a
ÉL. Quiere salvar al judaísmo, pero a sus interlocutores les falta el espíritu
que recibió Abraham de parte de Yahvé. Prosigue el discurso en forma más intima con aquellos que le siguen: Él habla lo que ha visto
y oído a su Padre y ellos hablan de Abraham, su padre, pero Jesús los
desenmascara, diciéndoles que, el patriarca jamás hubiera querido eliminarlo;
por lo tanto Abraham no es su padre. Ellos se defienden argumentando que no son
hijos de la prostitución, es decir tienen un Padre y que no se han contaminado
con la idolatría, como la llamaban los profetas (cfr. Os. 1,2; Ez. 16, 44).
Todo el sentido del discurso de Jesús se centra en la comunión plena con Dios,
porque lo ha visto y oído. Rechazar a Jesús, su persona y mensaje, es
rechazar a Aquel que lo envió, por lo
mismo tampoco puede ser hijo de Abraham, que era amigo de Dios. La mentalidad
judía que rechaza a Jesús no viene de Dios (cfr. Jn. 1, 11), sino de Satanás,
padre de la mentira. Por el contrario, la verdad y el amor, son atributos de
Dios, quien proviene de ÉL, acoge a Jesús como verdad del Padre y ama sus palabras y obras. En esta Cuaresma
acojamos a Jesús, única verdad del Padre, que vino del cielo para que el hombre
participe de esa categoría de ser hijo de Dios.
Teresa
mujer que luchó por la libertad interior, como espacio para el crecimiento
humano y cristiano del orante, que no nos espante la verdad de lo que somos,
para aceptarla con amor y libertad de espíritu. La voluntad entregada
totalmente al servicio de Dios, hace realidad el “hágase tu voluntad” en la
propia existencia cristiana. “Así que torno a avisar, y aunque lo diga muchas
veces no va nada, que importa mucho que de sequedades, ni de inquietud y
distraimiento en los pensamientos, nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar
libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar
de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor, y con el
contento que anda y el provecho que saca de todo; porque ya se ve, que si el pozo
no mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de estar
descuidados, para que cuando la haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios
por este medio multiplicar las virtudes.” (Vida 11,17).
Lecturas bíblicas
a.- Gen. 17, 1-9: Alianza de Dios con
Abraham.
La
primera lectura nos habla de la alianza de Dios con Abraham, según la versión
sacerdotal. Es en el destierro babilónico, cuando Israel y la alianza parecían
olvidadas los círculos sacerdotales, confirman la alianza de Dios con su pueblo
y con toda la humanidad en la persona de Abraham, quien fue padre de muchos
pueblos porque creyó en la palabra de Dios. Esta lectura es todo un canto a la
esperanza teologal puesto que cuanto le habla Dios, es vuelo de fe y esperanza
en el alma de este patriarca y padre de la fe.
b.- Jn. 8, 51-59: Antes de Abraham
existo yo.
Este
capítulo de Juan comenzó con la proclamación de Jesús como luz del mundo: “Yo
soy” (Jn. 8,12) y lo terminará con un tercer “Yo soy” (v. 58), donde se declara
superior a Abraham porque existía antes que él. Quien se adhiere a Cristo, no
conoce la muerte: todos murieron, lo mismo Abraham y los profetas. Con ello
Jesús se está declarando superior a Abraham. ÉL se contentó al ver el día de
Jesucristo (v. 56). Texto oscuro porque no se dice cual
es el día de Cristo y cómo pudo verlo Abraham, pero es seguro que todo el
existir de Abraham está orientado hacia Cristo Jesús: Él raíz de su esperanza y
todo su gozo (cfr. Gn. 17, 17; 12,1-3). Jesús, llama al patriarca Abraham, vuestro
padre, refiriéndose a los judíos y a Yahvé, su Padre: “Jesús respondió: «Si yo
me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me
glorifica, de quien vosotros decís: "El es
nuestro Dios", y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un
mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra.” (vv. 54-55).
ÉL es expresión, voz y palabra del Padre: lejos de Jesús, todo conocimiento de Dios
no es válido. Finalmente el tercer: “Yo soy” es una introducción que hace Jesús
en la esfera divina, antes de que Abraham existiera en el tiempo, ÉL ya
existía. La reacción de los judíos ante semejante afán de trascendencia,
quieren apedrearle por blasfemo. Jesús, se oculta y sale del templo; se oculta,
la incapacidad de los judíos para descubrirlo; y salir, del centro de la
institución judía, el templo, por haber abandonado la espera del cumplimiento
de las promesas relativas al Mesías que era ÉL. Vayamos al encuentro de Yo soy,
voz, palabra y rostro amoroso de Dios nuestro Padre que encontramos en la Faz
de Cristo Jesús, su evangelio, sus obras en esta Cuaresma.
El
claro conocimiento de Cristo, Verdad y Vida para el cristiano, hacen de Teresa
de Jesús una embajadora de su amor caritativo para con sus hermanas de
comunidad y con todos los hombres. Conocer a Jesucristo, enviado del Padre es
conocerle también al que lo envió. “Quedóme una
verdad esta divina Verdad que se me representó, sin saber cómo ni qué,
esculpida, que me hace temer un nuevo acatamiento a Dios, porque da noticia de
Su majestad y poder de una manera que no se puede decir: sé entender que es una
gran cosa. Quedóme muy gran gana de no hablar sino
cosas muy verdaderas, que vayan delante de lo que acá se trata en el mundo, y así
comencé a tener pena de vivir en él. Dejóme con gran
ternura y regalo y humildad; paréceme que, sin entender cómo, me dio el Señor
aquí mucho; no me quedó ninguna sospecha de que era ilusión. No vi nada, mas
entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para llegarnos
más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la
misma Verdad. Esto que entendí es darme el Señor a entender que es la misma
Verdad.” (CV 40,3).
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 20,10-13: Confesiones de
Jeremías.
Jeremías,
nos introduce en sus confesiones, a sus crisis interiores le acechan las
amenazas exteriores, persecución y odio a muerte. Las crisis interiores las
vive enfrentando a Dios, pero cuando las dificultades vienen del exterior, aunque
venga de los más cercanos, su postura es de seguridad en su interior porque
sabe que Yahvé está con él como fuerte soldado. Sabe que es motivo de otra
conspiración, cuchicheos por doquier, sus enemigos esperan verlo caído, para
acabar con su vida. Sin embargo, no se que de esto, le basta recordar la llamada de Yahvé, conoce
su intimidad por ello espera confiado la derrota de sus enemigos, más aún habla
de venganza (v.12). Se refleja la justicia distributiva y la retribución
terrena, tan propia de ese ambiente judío del AT. El profeta sale de su
situación y pide alabar a Yahvé por sus obras, por lo que ha realizado en él.
Ha sido testigo de la palabra, con dolor y esperanza, pero también de la
salvación y glorificación que le dará en esta vida, ya que toda su existencia
está en las manos de Yahvé. Desde la inseguridad germina la confianza total en
que Dios no lo abandonará.
b.- Jn. 10, 31-42: Jesús se declara
Hijo de Dios.
Por
segunda vez los judíos quieren apedrear a Jesús: por declarar su unidad con el
Padre, lo mismo cuando se consideró superior a Abraham (cfr. Jn. 8, 58-59).
Estaba pretendiendo ser Dios (v. 33). Jesús revela su misterioso origen y
personalidad: «¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he
dicho: dioses sois? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra
de Dios, y no puede fallar la Escritura - a aquel a quien el Padre ha
santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho:
"Yo soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis;
pero si las hago, aunque a mí no me
creáis, creed por las obras, y así
sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.” (vv. 34-38).
Jesús se declara por sobre Abraham, de Israel y todas sus instituciones. Ahora
se confirma que Jesús, es expresión exclusiva del Padre e Hijo de Dios,
entonces adquiere sentido ese “Yo soy” (Jn. 9, 58), coronación de los otros dos
anteriores (cfr. Jn. 9, 24.28). De esa profunda comunión de Jesús con su Padre,
nace la conciencia de saberse enviado.
ÉL se convierte en el espacio donde Dios Padre encuentra su expresión, su
verdadero templo es Jesús: “El Padre está en mí y yo en el Padre” (v. 38). Pero
su plenitud la encuentra Jesús en la expresión “Hijo de Dios”, desde ahí
adquieren sentido todos los lugares y figuras de la presencia de Dios en el AT.
Jesús, acaba la recreación de la historia de Israel, que hace en su vida
pública, sabiendo que el verdadero éxito se producirá luego de su resurrección
(cfr. Jn. 20, 19-23). Aunque vuelve al comienzo, al lugar donde Juan bautizaba,
al Jordán (Jn. 1, 28), Jesús sitúa al Bautista, como su precursor, mas todo lo que él había dicho del
Mesías, ahora reconocen que era verdad. “Y muchos creyeron en él” (v. 42). Creamos en esa unidad del Padre y del Hijo,
que es vida eterna para nosotros y Jesús propone en esta Cuaresma para seguir
el camino.
Teresa
de Jesús vive esa comunión con el Padre y del Hijo, como comunión de salvación
y gracia de la misericordia divina. “Una vez acabando de comulgar, se me dio a
entender cómo este santísimo Cuerpo de Cristo le recibe su Padre dentro de
nuestra alma, como yo entiendo y he visto están estas divinas Personas, y cuán
agradable le es esta ofrenda de su Hijo porque se deleita y goza con El
-digamos- acá en la tierra; porque su Humanidad no está con nosotros el alma,
sino la Divinidad, y así le es tan acepto y agradable y nos hace tan grandes
mercedes; entendí que también recibe este sacrificio aunque esté en pecado el
sacerdote, salvo que no se comunican las mercedes a su alma como a los que están
en gracia: y no porque dejen de estar estas influencias en su fuerza, que
proceden de esta comunicación con que el Padre recibe este sacrificio, sino por
falta de quien le ha de recibir; como no es por falta del sol no resplandecer
cuando da en un pedazo de pez, como en uno de cristal. Si yo ahora lo dijera,
me diera mejor a entender. Importa saber cómo es esto, porque hay grandes
secretos en lo interior cuando se comulga. Es lástima que estos cuerpos no nos
lo dejan gozar.” (Relaciones 57).
Lecturas bíblicas
a.- Ez. 37, 21-28: Serán mi pueblo y
yo seré su Dios.
El
profeta Ezequiel también usa el símbolo para expresar su mensaje al pueblo.
Escribir los nombres de Judá y José o Israel en dos varas y luego de atarlas,
las lleva en sus manos. El mensaje es claro: la historia de Israel desde los
tiempos de David, promete en nombre de Yahvé, la repatriación y la unidad en la
tierra prometida, bajo la égida de un nuevo rey David. Fue este rey quien
consiguió la unidad de Israel, Salomón la conservó pero no la supo transmitir,
tiempo de unidad teocrática. Luego de la división en dos reinos, Israel y Judá,
pierde su unidad teocrática, siendo alejadas de la tierra prometida. El anuncio
de Ezequiel es precisamente el anuncio del retornar a la unidad, bajo la égida
de un nuevo David, tiempo en que no habrá división, fruto del pecado y del
desorden. En esta repatriación será esencial la purificación de toda idolatría,
preparación inmediata a la nueva alianza, alianza de los tiempos mesiánicos,
que Cristo Jesús llevará a cabo en el altar de la Cruz, con su sangre derramada
para el perdón de los pecados. Este pastor, lo identifica así el profeta, con
el mismo Dios, “único pastor” (v. 24) de ellos. Anuncio del misterio de la
Encarnación, garantía de esa insistencia que encontramos en que esta alianza es
para siempre, con una paz y bienestar estable. La nueva alianza tiene características propias: al mismo Dios
que la realiza, Israel ahora será para siempre su pueblo, un santuario en medio
de ellos, presencia vivificante y salvífica; el nuevo David será el único
pastor y finalmente la promesa de convertir a Israel en instrumento de
salvación para todos los pueblos: “Y sabrán las naciones que yo soy Yahvé, que
santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.” (v. 28). La Iglesia es sacramento
universal de salvación.
b.- Jn. 11, 45-57: Para reunir a los
hijos de Dios.
Este
evangelio nos narra la decisión de las autoridades judías para decidir la
muerte de Jesús. Serán los signos que hace Jesús los que provocaron la alarma
de las autoridades, como la resurrección de Lázaro, las que deciden su muerte
inminente. Estos signos pueden provocar en el pueblo un levantamiento a favor
de Jesús, lo que provocaría la intervención de la guarnición romana asentada en
Jerusalén. En el fondo, temían que las instituciones judías, en particular el
Templo, desaparecieran. Caifás teme que la fama de Jesús y su magisterio,
transformen profundamente la religiosidad de los judíos. Sumos sacerdote y
fariseos, pertenecían a los saduceos, amigos de Roma, controladores de las
fianzas, especialmente del templo. El triunfo de toda clase de movimientos
mesiánicos, era su ruina, porque el poder romano caería sobre ellos para
sofocarlos y el fin de su poder sobre la gentes. Sabemos que fue Anás, suegro
de Caifás quien movía en las sombras
todos los poderes de la política, economía y sacerdocio del templo. Con ello el
evangelista nos presenta un sacerdocio, que depende del poder romano. La profecía de Caifás, que propone la muerte
de uno, Jesús, es para que no perezca Israel o todo el pueblo de Dios.
Totalmente contraria, es la idea que nos presenta el evangelista que contempla
la muerte de Jesús, como la que restablece al pueblo de Dios, no solo a judíos
sino también a todos los que crean en ÉL. Pero los propósitos de las
autoridades son conocidos por Jesús, por lo cual se retira al desierto porque
no ha llegado su hora. Este ir al desierto, mientra
el pueblo sube a Jerusalén a purificarse, supone el inicio de un nuevo éxodo, el
de la Pasión. Sin embargo, la gente en Jerusalén pregunta por Jesús, les
interpela su persona y su palabra. Existía la orden de detener a Jesús, si
alguien lo veía por Jerusalén. A ÉL lo podían encontrar en el desierto, no en
el templo, ya había iniciado su éxodo de el y de sus
instituciones, las había superado, ahora se va a iniciar la verdadera
purificación y entonces podrán encontrarlo los que lo busquen.
Santa
Teresa de Jesús no duda un instante en vincular el misterio pascual de Cristo
con la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Estar junto a Cristo es
siempre lo mejor. “Hele aquí sin pena,
lleno de gloria, esforzando a los unos, animando a los otros, antes que subiese
a los cielos, compañero nuestro en el Santísimo Sacramento, que no parece fue
en su mano apartarse un memento de nosotros. ¡Y que haya sido en la mía
apartarme yo de Vos, Señor mío, por más serviros! Que ya, cuando os ofendía no
os conocía; ¡mas que conociéndoos, pensase ganar más
por este camino! ¡Oh, qué mal camino llevaba, Señor! Ya me parece iba sin
camino, si Vos no me tornárais a él, que en veros
cabe mí, he visto todos los bienes.” (Vida 22,6).
Fr. Julio González C. OCD