QUINTA SEMANA DE PASCUA, 

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

Contenido  1

DOMINGO   2

a.- Hch. 6, 1-7: Eligieron a siete varones llenos de Espíritu Santo. 2

b.- 1Pe 2, 4-10: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real. 2

c.- Jn. 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padres sino por mí. 4

LUNES   5

a.- Hch. 14,5-18: Curación en Listra. 5

b.- Jn. 14, 21-26: El que me ama guardará mi palabra. 6

MARTES   7

a.- Hch. 14,19-28: Fin del primer viaje apostólico  7

b.- Jn. 14, 27-31: La paz os dejo, mi paz os doy  7

MIERCOLES   8

a.- Hch. 15, 1-6: Controversia en Antioquia. 9

b.- Jn. 15,1-8: La vid y los sarmientos. 9

JUEVES   10

a.- Hch. 15,7-21: Concilio de Jerusalén. 10

b.- Jn. 15, 9-11: Permaneced en mi amor. 11

VIERNES   12

a.- Hch. 15, 22-31: Carta apostólica de Jerusalén. 12

b.- Jn. 15, 12-17: Esto os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13

SABADO   14

a.- Hch. 16,1-10: Pablo inicia el segundo viaje. 14

b.- Jn. 15,18-21: El odio del mundo a Cristo y a sus discípulos. 14

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 6, 1-7: Eligieron a siete varones llenos de Espíritu Santo.

En la primera lectura, a la sana convivencia de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, se añade un nuevo servicio, el de los diáconos. Las viudas se quejan, que no son atendidas en sus necesidades materiales, o la ayuda  a los necesitados. Si bien en la comunidad todos eran judíos, otros eran venidos de la diáspora, es decir, eran de habla griega. La solución mejor que encontraron los apóstoles fue seleccionar siete varones insignes y probos en la fe y virtudes cristianas, Lucas añade, llenos del Espíritu Santo (v. 3), para encargarse de la ayuda a los pobres, con la predicación de la palabra y la caridad. Los apóstoles seguirán con su ministerio de evangelización. Los siete diáconos tienen nombres griegos: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas, Nicolás; los apóstoles les impusieron las manos, orando por ellos y su futuro ministerio. También hoy el ministerio de los diáconos es un gran servicio a la Iglesia, servicio que hay que promover, para renovar la comunidad eclesial en su entrega y dedicación a Dios y a los hombres.

b.- 1Pe 2, 4-10: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real.

Hasta el momento el apóstol nos ha presentado la vida cristiana de lo que significa ser santos (cfr.1Pe.1,13-21); la regeneración por la palabra y el misterio pascual (cfr.1Pe.1,22-25), y lo que nos propone hoy la vida cristiana como sacerdocio a la luz de Cristo, piedra angular de la Iglesia (cfr.1Pe.2, 4-10). Todo tiene como trasfondo la preparación de la Pascua del AT, completada por la nueva luz del Nuevo Testamento (cfr. Ex.12, 21-28).  A medida que leemos el texto aparecen títulos para el nuevo pueblo de Dios, que se habían pronunciado para el antiguo Israel: raza elegida, por haber sido escogida entre todas las naciones (cfr. Ex. 19,5; Dt. 7,6; 14,2; reino de sacerdotes (cfr. Ex.19,6), capacitados para ofrecer sacrificios espirituales de la nueva alianza (v.5; cfr.Ex.24,5-8; Ap.1,6); nación santa porque escogida, por la acción del Espíritu, pueblo adquirido por la sangre del Hijo de Dios (cfr. Hch.20,28;1Pe.1,19), finalmente, pueblo de Dios, que atrae no sólo a los miembros de las Doce tribus, sino las naciones gentiles (v.10; Is.9,1). Esta Nueva alianza, se realiza en torno a la nueva roca, una piedra viva que es Cristo Resucitado; la antigua alianza se llevó a cabo a los pies del Sinaí, piedra a la que,    el pueblo no podía acercarse, bajo pena de muerte, aquí ahora todos pueden acercase a ÉL  (vv.4-8; Ex.19, 23). Este pueblo puede reunirse en torno a una persona, que fue rechazado, muerto, pero escogido, resucitado. Los cristianos en torno a Jesucristo, formar una templo espiritual, que ofrece no rito sino actitudes espirituales, personales, no abluciones, sino compromiso de fe (vv.5-8; cfr. Rom.12,2; Hb.13,16). De ahí que los cristianos ofrecen sacrificios de orden moral, conversión incesante, caminar hacia Cristo. La palabra cual leche espiritual alimenta y nutre el proceso bautismal de conversión la permanente renovación de los fieles (cfr.1Pe.1,22-25). Finalmente, los cristianos constituyen el nuevo y verdadero Israel, con las mismas prerrogativas que tuvo el antiguo pueblo de Dios (v.9; cfr. Ex.19,5-6; Is.43,20-21). Los discípulos están seguros de ser el nuevo Israel, por el conocimiento personal que tenían del Resucitado, la piedra del nuevo pueblo. La Iglesia de Pedro se reconoce como el nuevo pueblo escatológico, en el que se cumplen todas las promesas del antiguo Israel. El hecho de la muerte y resurrección de Cristo, s para la Iglesia, tan importante como la revelación de Yahvé en el Sinaí. Tal acontecimiento es el núcleo de la constitución del nuevo pueblo y fundamento de su sacerdocio real. Las tablas de la antigua alianza son sustituidas por una Persona, Cristo, que se ofrece en sacrificio por amor a toda la humanidad, que ofrece una nueva alianza cimentada en un corazón nuevo, capaz de ofrecerse totalmente a la voluntad del Padre y edifica el templo espiritual lugar donde se ofrece el único culto agradable a Dios. Se trata del sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial no se excluyen, sino que se complementan, son dos ministerios diferentes en esencia y en  grado, pero ambos, participan del único sacerdocio de Cristo (cfr. LG 10). Este sacerdocio de los fieles se vive desde el bautismo, con el testimonio de vida y la oración, auténtico sacrificio de ofrecer la propia existencia con todos sus trabajos, dolores y alegría, día a día en el altar del propio corazón. Es el culto en espíritu y en verdad al Padre, que concretamos en la celebración eucarística, culto espiritual que enseñará Pablo (cfr. Rm. 12, 1). El Padre que se construya un pueblo en torno a la nueva piedra, lo que es anterior a toda fe individual. De ahí que la celebración eucarística tiene todas estas características: pueblo de Dios en acto de ofrecer el sacrifico espiritual, cuando responde todo él al llamado divino, y cuando ofrece, como sacrificio su fe en Jesús resucitado y confiesa su adhesión a la nueva ley de amor que Cristo proclama como mandato a su pueblo.

c.- Jn. 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padres sino por mí.

El evangelio nos presenta la revelación del  Padre, y  cómo llegar a ÉL. La marcha de Jesús, que les preocupa sobre manera a los discípulos, posee un secreto: la realidad del Padre. De ÉL ha venido Jesús, a ÉL retorna, pero no sólo, sino que sube con todos los redimidos. Esa relación con el Padre, que los discípulos conocen, es raíz y origen de toda su existencia. La comunidad, realidad palpable es testigo de cómo la ida de Jesús, es necesaria, para que se de esa misma relación que tiene con el Padre, en cada uno de sus discípulos. El Padre lo desea abiertamente, Jesús quiere dar a conocer su misterio (vv. 7-8). Las palabras de Felipe, son un abrir el misterio de la comunión trinitaria, por parte de Jesús, porque no sólo se hablará del Padre, sino del Espíritu Santo (cfr.  Jn. 14, 16-17), en el momento justo en que se constituye la comunidad, manifestación viva del misterio de Dios cercano y oculto a la vez, comunidad de Amor Trinidad.  Vemos entonces, que las palabras de Jesús, hacen presente la realidad del Padre, su misterio y revelación, pero no se agota ahí, queda abierto al futuro. “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también mí” (v. 1; cfr. Jn. 11,33; 13,21). La adhesión plena a Jesús, es también adhesión al Padre (cfr.  Jn. 10,30. 38; 14, 11-20; 17, 21-23). La misma fe, se debe tener en el Padre, como en el Hijo (cfr. Jn. 12, 44; 1Jn. 2,23). Contando con la fe de los discípulos, comienza a develar el sentido de su partida: su muerte es un volver al Padre. Por medio de su resurrección se crea una nueva relación con el Padre, su humanidad será glorificada. Va a preparar una morada para los suyos en el cielo, Casa de su Padre, lo que también se pude entender como la presencia mutua que existe entre el Padre en el Hijo y viceversa, que ahora se abre también para los discípulos. La casa del Padre es donde Cristo Jesús nos prepara un lugar (vv.3-4). La pregunta de Tomás (v. 5), busca tomar conciencia del camino que ellos deben hacer, por eso Jesús afirma: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí” (v. 6). El camino hacia el Padre está trazado, Jesús lo va a recorrer en su última etapa; los discípulos lo comenzarán a recorrer con el inicio de la pasión, muerte y resurrección de su Maestro. Sólo quien entra en el camino de Jesús, comprende que es Vida y Verdad, no sólo al inicio, sino siempre. Como único camino al Padre, el Hijo del Hombre, se compara a la escala de Jacob, lugar de la comunicación con Dios (cfr. Gn. 28,10-22). Jesús es el Camino hacia el Padre, la Verdad y la Vida, son su explicación. La Verdad con la que se identifica Jesús, es expresión de Dios, su palabra definitiva en la que todo fue creado. Jesús encarna todo el proyecto del Padre, como Mediador, Revelador y Salvador. Quien asume este Camino, encuentra la Vida, sinónimo de la paz mesiánica, pero además la experiencia del Resucitado y del Espíritu y el encuentro del hombre con Dios en la eternidad. No duda Jesús en afirmar entonces: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mí Padre desde ahora lo conocéis y lo habéis visto” (v. 7). La pregunta de Felipe, expresa la necesidad más profunda de los discípulos: ver al Padre: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (v. 9). La exclusividad es absoluta: Jesús es el único Camino hacia el Padre. Ver al Padre se entiende como comprensión en fe de su misterio, experiencia de su revelación, presencia de Dios vivificante en la vida del discípulo. Toda la vida de Jesús es obra del Padre, incluidos los signos y las obras. Mirando al futuro, serán los discípulos quienes continúen esas obras, que bajo la moción y unción del Espíritu, serán más grandes que las realizadas por Jesús (v.12). Finalmente, la comunión tan estrecha que existe entre Jesús y su comunidad, imagen de la que ÉL tiene con el Padre, ahora le corresponde a ella, a la comunidad, expresarla como lo hizo Jesús a sus discípulos. Esta es la nueva dimensión en que ingresan los discípulos, y nosotros, gracias al camino que Jesús abre en su retorno al Padre. La experiencia que tengamos de Jesús es ya haberse puesto en camino hacia la morada del Padre.

Traer memoria de la vida eterna, es vivir el evangelio puesta la mirada en Cristo, camino, verdad y vida nuestra, en ejercicio de santa esperanza. Cuanto más esperemos de esa vida más alcanzaremos, enseña Juan de la Cruz. “Tenga ordinaria memoria de la vida eterna, y que los más abatidos y pobres y en menos se tienen, gozarán de más alto señorío y gloria de Dios” (D 87). 


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 14,5-18: Curación en Listra.

La curación del tullido provoca en el pueblo el deseo de ofrecerles en sacrificio  un toro en honor de Pablo y Bernabé, como si fueran dioses. Los consideraban dioses que habían realizado un gran prodigio en el hombre tullido de pies y que ahora puede estar de pie y caminar. Ellos rompen las vestiduras en señal de indignación, y les exhortan a que se vuelvan al Dios vivo, el mismo que les entrega la lluvia del cielo y los bienes de las estaciones y de la  tierra. Las palabras de Pablo si bien no hace referencia  a la Escritura ni al misterio de Cristo, presenta la naturaleza como dominio del Dios vivo, y desde donde despliega sus dones al hombre para que lo reconozca: Señor de cielo y tierra.

b.- Jn. 14, 21-26: El que me ama guardará mi palabra.

El evangelio nos propone guardar la palabra de Jesús, ponerla en práctica, considerarla importante, lo que Jesús ya había anunciado  (cfr. Jn.14,15). Sólo quien observa lo que enseña Jesús, su modo de proceder, lavar los pies de sus hermanos, ése es quien ama a Jesús no sólo de palabra, sino con obras y verdad. Quien tiene esta conducta entra también en la comunión divina de Jesús con el Padre y contará con su amor como cuenta para ÉL. También Jesús le amará y se manifestará a ÉL. Desde la fe se le abre al creyente por medio de Jesús la plena comunión con Dios. Los cristianos son amados por Dios, porque el amor del Padre los une a ÉL, y a través de ÉL, participan de la comunión entre el Padre y el Hijo. La revelación se comunica, no como doctrina, sino más bien como participación, comunicación personal de Jesús, y por su palabra comunicación personal con Dios (cfr. Jn.1,14; 7,17). Pero una vez más, surge la incomprensión, por parte de Judas, no el Iscariote, cómo se va a manifestar al mundo sin una relación con ese mundo, como querían los judíos. La pregunta parece no ser escuchada ni respondida, porque en el fondo no es una pregunta sino la instancia para hacer la diferencia entre un mundo que queda sin la revelación de Jesús y la comunidad de creyentes. Cabe el peligro, por eso Jesús no responde, de querer que Dios se revele de tal manera, que no queden incrédulos. Tanto la fe, el amor y la revelación tienen su certeza en sí mismos no dependen de confirmaciones ni del mundo, ni de la sociedad; la fe descansa en su fundamento último, la palabra de Jesús. Quien la acoge ingrese en la comunión trinitaria del amor divino. La manifestación de Jesús consistirá en el amor y la obediencia al Padre, por esto se manifiesta sólo a los creyentes, no al mundo. El Padre y el Hijo y los apóstoles, forman una comunidad de amor y obediencia, de amor y verdad, basado en el conocimiento mutuo. Jesús había comunicado todo, cuanto era necesario a los apóstoles, quizás no entendieron mucho, pero para ello, les enviará, una vez regresado al Padre, el Paráclito, el Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará todo cuanto les había anunciado (v. 26; cfr. Jn.14,16ss). Tarea de esta Abogado divino será profundizar e interpretar la palabra de Jesús en toda su dimensión; crea y sostiene la vida de la comunidad eclesial, en oposición al mundo incrédulo. Contiene la idea de dos épocas de la salvación: el tiempo de Jesús y de la Iglesia. El tiempo de Jesús ha llegado a su fin, es la luz en medio de las tinieblas (cfr.Jn.12, 35s. 44-50). El Espíritu Santo lo envía el Padre en nombre de Jesús como Maestro interior (cfr.Jr.31,31-34;Mt.23,2-12). La autoridad docente del Espíritu, no es otra que la constante autoridad de Jesús como único Maestro de la comunidad eclesial. Recordar segunda labor del Espíritu, es la aplicación fructuosa de la revelación de Jesús en nuevos conceptos para la comunidad eclesial ayer y hoy. 

La única que el Padre, nos entregó, es Jesucristo, enseña San Juan de la Cruz. “Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra” (2 S 22,5).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 14,19-28: Fin del primer viaje apostólico

Concluye el primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, habían sembrado a manos llenas la Palabra del Señor, habían conseguido una buena cosecha de fieles. El dolor de la lapidación sufrida por Pablo a manos de judíos venidos de Antioquía a Iconio, le hace exclamar más tarde. “Es necesario que pasemos muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (v. 22). Organizar esas nuevas comunidades dejando presbíteros, animando a los fieles a la perseverancia, y encomendándoles a la gracia y al poder de Jesucristo fue su apostolado. Vueltos a Antioquia contaron sus experiencias y cuanto Dios había hecho con ellos y cómo habían abierto la puerta  de la fe a los gentiles.

b.- Jn. 14, 27-31: La paz os dejo, mi paz os doy

El evangelio nos presenta la conclusión de este primer discurso de despedida de Jesús a sus discípulos donde les deja su paz, antes de partir al huerto de los Olivos (v.27.31). El concepto paz en su sentido amplio  y pleno, es don y promesa, que se entiende desde el ámbito de lo que Jesús comprende por fe. Su rico significado va desde el bienestar material, ausencia de guerras, de enemistades personales, hasta la alegría, la prosperidad, el éxito, la felicidad y la salvación en sentido religioso (Cfr. Sal.72,2-7). La paz aparece aquí como la conocida y deseada paz mesiánica, tiempo de una paz universal, prosperidad y reconciliación entre los hombres, incluso con la naturaleza. En ese sentido se entiende el canto de los ángeles con el nacimiento de Jesús como Mesías (cfr. Lc.2,14). Con la aparición del Mesías comienza la era de la paz escatológica que va desde el buen deseo, el saludo hasta la paz  entendida como salvación del hombre y del mundo entero (cfr. Flp.4,7; Mt.10,34, Lc.12,51; Jer.6,14, Mt.10,13; Rm.5,1; Ef.2,14). Jesús da su paz, bien escatológico, que no puede dar sino a los suyos. Esa paz adquiere contenido sólo desde Jesús, pertenece al donante y no se puede separar de Jesús, porque es ante todo, un don del resucitado, que incluye el perdón de los pecados (cfr.Jn.20,19.21.26). Este don incluye la creación nueva, distante del mundo, que también tiene su paz asegurada por las armas, muy distinta de la que existe en la comunidad de los  discípulos de Jesús. Paradojalmente la paz, que no es de este mundo, gracias a Jesús, está en el mundo. El lugar de esa paz es la Iglesia, la comunidad de los creyentes que celebra a Jesús Resucitado, que se deja definir por su palabra. Sin embargo esa paz de Dios, es combatida por el mundo por ello nos recomienda: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también mí” (v. 1). La comunidad no está libre de turbaciones, precisamente porque creen en Jesús, su promesa de paz se cumple, en medio de esos conflictos. Jesús se va pero vuelve, los discípulos si realmente aman a Jesús deberían alegrarse, porque Jesús va al Padre, regresa a Dios. La pascua es comienzo de ese retorno, pero también está presente en la comunidad eclesial por medio de su palabra, de su Espíritu Santo, sin dejar de estar junto al Padre. Ambas cosas no se excluyen, es más la ida de Jesús al Padre, es la condición para su presencia permanente en la comunidad. El discurso termina con la despedida y marcha de Jesús a su pasión. Es el enfrentamiento entre histórico y salvífico de Jesús, Hijo y Revelador,  y Satanás, príncipe de este mundo (cfr. Jn.12,31; 14,30; 16,11). Durante la pasión Jesús, destruye el poder de Satanás, hasta convertirse en Kyrios, Señor (cfr. Jn.4,34); la humanidad ingresa en un nuevo señorío definida por la voluntad salvífica de Dios, marcada por la cruz y resurrección de Cristo Jesús.

La invitación de Juan de la Cruz,  es a que si conocemos a Jesucristo y a su Padre, el Dios de la paz, queramos servirle en un fecundo silencio, hecho oración que dibuja una nueva realidad para nuestro entorno con el testimonio personal. “Procure conservar el corazón en paz; no lo desasosiegue ningún suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar” (D 153).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 15, 1-6: Controversia en Antioquia.

Toda apertura a la novedad, crea sentimientos de incertidumbre, pero al mismo tiempo el miedo lleva a fortalecer los deseos de integrismo. Es lo que sucedió a la Iglesia de Antioquia, donde algunos judíos venidos de Jerusalén vinieron a exigir la práctica de las prescripciones mosaicas, como condición para la salvación. Todo esto es resultado del impacto que causó en la comunidad la apertura de la Iglesia a los gentiles, con la misión de Pablo y Bernabé y la visita de Pedro y conversión de Cornelio y su familia a la fe. Fueron comisionados Pablo y Bernabé para ir a consultar el asunto a los apóstoles en Jerusalén, dando origen al primer concilio, que optó por la evangelización de todos los pueblos.

b.- Jn. 15,1-8: La vid y los sarmientos.

El evangelio nos presenta el segundo discurso de despedida de Jesús, usa la imagen de la vid y los sarmientos, trata de las relaciones del Maestro con sus discípulos y la función de la comunidad. Busca reforzar los lazos que Jesús ya estableció en el capítulo precedente donde deja claro que quien lo ama cumplirá su Palabra y la Trinidad hará morada en el alma del creyente (vv.4-5; cfr. Jn.14,23-24). La imagen que usa Juan posee en el AT, una significación del Israel, la viña que cuida el propio Yahvé, en el NT será Jesús quien cuide del nuevo pueblo de la Alianza, la Iglesia. Esta metáfora de la viña en el AT, establece la relación de la viña con la vid y la fecundidad (cfr.Is.5,1-7;Jr.2,21;Ez.15,1-6;19,10-14;Sal.80,9-15). “Yo soy la vida verdadera” (v.1), es una auténtica revelación, Jesús como revelador del Padre, es la verdad, con fundamento, frente a otras que pretenden serlo. Sólo Él puede, como Hijo de Dios, designarse como la vida de los hombres. De alguna manera Jesús ocupa ahora el lugar del pueblo de Israel, su venida pone fin al culto en el templo de Jerusalén, como a la comunidad cultual israelita (cfr. Jn.2,13-22; 4,21-26; 8,31-59). De este modo la imagen de la vid adquiere una dimensión cristológica, es decir fundada en Dios, que envía a su Hijo, y eclesial, los sarmientos llamados a dar frutos abundantes. Israel no dio los frutos esperados, ahora se nos enseña cómo conseguir los frutos (cfr. Is.5, 2-4). Se mencionan dos actividades: cortar los sarmientos que no dan frutos y la poda de los buenos para que den más frutos. Permanecer en Jesús apunta al juicio final, que forma parte de la fe en Cristo, lo mismo que dar frutos. La comunidad y el individuo que  dejan de vivir en el amor y la fe serán cortados, de lo contrario, sólo deben esperar la poda, signo de confianza de parte del viñador. Estar limpios o puros es la disposición necesaria para dar frutos, más allá de otro tipo de pureza moral y ritual, el encuentro con la palabra, pone al hombre en la disyuntiva de creer, conduce a la fe, a la vez que purifica. Dar fruto más que logro humano, es obra del don de la fe, la iniciativa es siempre de Jesús. Permanecer en Jesús viene a significar, confianza y lealtad mutua, condición indispensable para dar frutos abundantes, al contrario, sin la unión con la cepa el sarmiento no puede hacer absolutamente nada.  Lo medular del discurso está en la identificación que hace Jesús con la vid en su totalidad, vid y sarmientos, son una sola cosa (v.5). Sólo la unión con ÉL asegura los frutos deseados, la separación trae consigo la infecundidad radical, con lo que Juan alude a la incredulidad, lo que lleva al  juicio (vv. 2-10; cfr. Mt.5,13; 21,39). Permanecer en Jesús se define por la oración que se hace de sus palabras si permanecen en los creyentes y es obedecida, será escuchada. Concluye el discurso con la glorificación del Padre que el Hijo le dará con su muerte y resurrección, así también es glorificado por los frutos que lleven sus discípulos. La verdadera vida de los hombres consiste en la unión con Jesús, realización de una existencia cristiana, para mayor gloria de Dios.

En Cántico espiritual, Juan de la Cruz, habla de la viña florida, que precisamente da frutos porque unida al Amado. La viña es el alma del creyente donde la vid verdadera, Jesucristo, hace florecer las virtudes teologales y cardinales, todas prontas en sus frutos, en las cuales se gozan el alma y su Amado.  Comentando es tos versos: “Cazadnos las raposas, Que está ya florida nuestra viña”. El místico escribe: “La viña que aquí dice, es el plantel que está en esta santa alma de todas las virtudes, las cuales le dan a ella vino de dulce sabor; esta viña del alma está florida cuando según la voluntad está unida con el Esposo, y en el mismo Esposo está deleitándose según todas estas virtudes juntas” (CB 16,4).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 15,7-21: Concilio de Jerusalén.

El discurso de Pablo es apremiante, ante las maravillas que Jesucristo y el Espíritu Santo realizan entre los paganos. Exige una respuesta, una postura de parte de la comunidad de Jerusalén. La misma gracia que los conforta a ellos en la predicación, salva a los nuevos cristianos que se bautizan y aceptan la fe, es decir, una es la fuente de la gracia para judíos y gentiles: Jesucristo resucitado. Un factor importante es la humildad con que Pablo reconoce que la Ley no ha sido cumplida ni en el pasado ni en presente con toda perfección, ¿cuál es la razón entonces para imponerla a los nuevos creyentes del mundo grecorromano? Con el silencio que se produjo en la sala, se confirmaba, el argumento de Pablo y se abría el Evangelio a los nuevos prosélitos (vv.10-12). La cita de Amós (9,11-12), que recuerda Santiago en su discurso, es para reforzar el argumento, que todos las naciones están llamada a conocer al Señor y ser consagradas a ÉL puesto que se ha invocado su Nombre sobre ellas (vv. 16-17) con lo que el Evangelio debe ser también predicado a los gentiles. La carta enviada a Antioquia prescribe abstenerse de la carne inmolada a los ídolos, puesto que significaba cierto grado de comunión con ellos, prohibición de comer la sangre de animales, pues la sangre es vida y pertenece a Dios y abstenerse de comer animales estrangulados. Todas las leyes rituales son para custodiar la pureza legal.

b.- Jn. 15, 9-11: Permaneced en mi amor.

El evangelio exhorta a vivir la obediencia a la fe y el amor que se debe conjugar a la hora de  amar y cumplir la voluntad del divino Maestro; porque el amor se prueba en la obediencia y fidelidad al Evangelio. En labios de Jesús todo eso se  denomina: permanecer en su amor. Con ello nos abre a una realidad totalmente nueva: la comunión de amor con el Padre y el Hijo de la cual el discípulo participa por medio de la fe y la obediencia al querer divino. Permanecer en su amor, significa, pasar de la rivera de nuestro egoísmo para vivir, fuera de nosotros mismos, haciendo la voluntad de Otro; hasta que renovados, podamos hacer nuestra su voluntad divina, y bien entrenados en ello, permanecer en su amor. Amor y obediencia, obediencia y amor van entrelazados en  la existencia del cristiano que sabe descubrir la clave: el amor nace de la obediencia y la obediencia acrecienta el amor en cada manifestación de ella; estrechamente unidas se apoyan y caminan de plenitud en plenitud. La inmolación de la propia voluntad, conformándose con la del Otro, va madurando el amor y la verde espiga de ayer, hoy, ya está dorada y frondosa, de granos y frutos. Se agrega el gozo colmado y la alegría vivida, desde el cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida. El gozo y la alegría mesiánicos nacen de la comunión de amor del Padre y del Hijo, al que somos invitados por Cristo a participar. La tarjeta de embarque es el permanecer en el amor que nos ha comunicado el Hijo. Todos necesitamos sacudirnos de la propia vida el egoísmo y ser felices en la fe recibida y vivida día a día, para que los problemas no nos abrumen en lo personal, familiar y en el trabajo. La ausencia de amor mata el alma y la vida, la falta de interioridad, de oración destruyen al hombre desde dentro. Tomemos en serio a Jesús, permanezcamos en su amor.

Llevado el amor a su vértice más sublime, como es la experiencia de los místicos, en su poema Noche Oscura, el poeta y místico Juan de la Cruz, declara cómo en una noche oscura el alma cristiana por la obediencia y el amor a su Amado queda convertida en amada, en el Amado transformada. Dejada tranquila y sosegada la casa del sentido, entra a vivir en la casa del espíritu, hasta donde viene el Amado a desposarla y transformarla, por la voluntad y el amor que ha conquistado para Sí y su Padre celestial y a la cual el alma se rinde con fervor y realismo de saberse criatura nueva. San Juan de la Cruz: “¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste / Amado con la amada, /amada en el Amado transformada!” (Poema V Noche Oscura).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 15, 22-31: Carta apostólica de Jerusalén.

De la reunión conciliar sale una resolución respecto a la obligatoriedad o no de la Ley mosaica para los gentiles que se incorporaban a la Iglesia. Nombran dos delegados, Judas y Silas,  además de Pablo y Bernabé  que fueron los portavoces de la Iglesia de Antioquia, que llevan por escrito lo acordado. Esta decisión pone de relieve la importancia, la autoridad, que tiene la Iglesia de Jerusalén. La carta en cuestión comienza quitando autoridad a los judaizantes, diciendo que han actuado por propia iniciativa. La decisión de abrir el Evangelio a los gentiles fue tomada por el Espíritu Santo y los miembros de la comunidad. Santiago, movido por el Espíritu Santo, habla basado en la Escritura (cfr. Am. 9,11-12), pero también supo exponer el pensar de la comunidad. Vemos la convicción de los Hechos de los Apóstoles, que el Espíritu Santo obra en la Iglesia, no sólo en los momentos de conflicto o crisis, o cuando hay que tomar una decisión, sino siempre. El Espíritu Santo y la comunidad representada por sus dirigentes, son los dos testimonios autorizados para tomar una decisión trascendental para la Iglesia y su futuro.  Las cuatro prohibiciones están tomadas del libro del Levítico (17,8): la carne ofrecida a los ídolos antes de ser vendida en el mercado y que luego podía ser consumida en los ritos paganos; la abstinencia de la impureza o fornicación (Lev. 18, 6-18); la prohibición de comer animales con su sangre, es decir, animales que no habían sido desangrados y prohibido consumir su misma sangre (cfr. Lv. 17, 10ss). La sangre es vida y por lo mismo pertenece a Dios. Las prohibiciones se resumen a evitar la idolatría y la inmoralidad sexual, ideas que rechazaba la Ley de Moisés y los propios judíos.

b.- Jn. 15, 12-17: Esto os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado.

El evangelio nos habla del amor de Cristo,  fuente de todo amor en la comunidad eclesial y en la vida del creyente. Son dos realidades las que involucra este mandato: el amor de Jesucristo para con sus discípulos y el fruto de esta amistad, el amor fraterno en el grupo. El mandato se podrá cumplir y adquirirá su pleno significado, una vez, que comprendamos que para amar al prójimo primero hay que comprender que ÉL nos ha amado primero. Sólo así se entiende que nos podamos amar entre nosotros. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (v. 12). Entregar su vida por sus amigos, sus discípulos, es la máxima expresión de su amor por ellos (v. 13). Un amor crucificado, una vida hecha entrega, una sangre derramada por su salvación, para darles vida nueva de hijos de Dios. “A vosotros os llamo amigos, si hacéis lo que yo os mando” (v. 14). Es Jesús, quien inicia esta amistad, los escoge para ser sus amigos, sus discípulos, continuadores de su misión. Depositarios de todo cuanto el Padre le ha confiado a su Hijo, de todos sus secretos. Porque ÉL los ha escogido, cuanto pidan al Padre en su Nombre, les será concedido. Resumiendo: Amor, obediencia y amistad son un ramillete de criterios y actitudes básicas que el discípulo debe manejar a la hora de establecer contacto con Cristo y dejarse guiar por la mano del Padre hacia su Hijo. El amor al prójimo, al grupo, a la comunidad, tiene su modelo en el amor de Jesucristo: la entrega de la propia vida. Amor crucificado que viene a significar olvido de sí a la hora de entregar tiempo y amor al necesitado, triste, acongojado etc., amor auténtico que sabe a caridad divina. 

El Doctor del amor, como también se conoce  San Juan de la Cruz, nos invita a entregarnos al amor auténtico, verdadero, que deja la vida en las obras y empresas que emprende y no se cansa ni cansa, por que ha encontrado la fuente del amor en  Cristo y sabe que todos los trabajos se pasan porque sabe que la obra no es suya es de ÉL. Vive para contentar y glorificar a Dios con sus obras, frutos de un amor maduro y fecundo, entrenado y recio. c.- San Juan de la Cruz: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa” (D 96).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 16,1-10: Pablo inicia el segundo viaje.

En este pasaje se contempla a Pablo emprender su segundo viaje apostólico y en Derbe y Listra toma por compañero a Timoteo, cristiano bautizado, hijo de hebrea y padre gentil. Pablo, circuncida a Timoteo, a causa de los judíos de esos lugares. La razón para comprender este problema es que si bien era judío y no había sido circuncidado, es que para ser compañero de Pablo debía tener una digna reputación y  una historia que fuera aprobada en el judaísmo. Este rito no agregaba nada a Timoteo, pues ya era bautizado, pero la razón práctica se impuso a la hora de escogerlo como compañero de misión. Tampoco se le podía aplicar las resoluciones del Concilio de Jerusalén, del que Pablo se hace un difusor (v.4), entre las iglesias que visitaba. Con esta visión Lucas, quiere dejar en claro, cómo se cumplía con las disposiciones de la Iglesia madre de Jerusalén en las iglesias fundadas en tierras de gentiles. Cohesión eclesial, cuerpo desde el comienzo, descrita en esta misión de Pablo, en plena comunión con la actividad de toda la Iglesia. Esta misión se convirtió en un gran viaje apostólico encaminado a las grandes urbes grecorromanas como Éfeso y Pérgamo, pero cuando se acercaban a ellas, el Espíritu, no lo permitía y los encamina hacia el Asia Menor. Lucas, quiere recalcar que la obra misional es guiada por el Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, escribe el autor (v. 6-7). Para él, Jesús está lleno del Espíritu Santo desde siempre, así lo había evidenciado en su Evangelio, ahora es la Iglesia la que es guiada por su Espíritu, ahora que Jesús está Resucitado y exaltado en su gloria. El odio y la persecución a Cristo y sus discípulos, por parte del mundo, es el tema del Evangelio de hoy. Esta realidad forma parte de la relación con Jesús, puesto que sus criterios, apartan al discípulo del mundo y por lo mismo lo hacen distinto en su pensar y actuar. Juan, deja ver la persecución que sufre la Iglesia, debida a la Sinagoga y al imperio romano.

b.- Jn. 15,18-21: El odio del mundo a Cristo y a sus discípulos.

El evangelio advierte al cristiano que debe saber vivir en este mundo, y no ser comprendido, puesto que esta realidad la vivió el propio Cristo Jesús desde nació hasta que murió y venció al mundo. “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (vv. 18-20). La vida cristiana vivida en serio, separa al cristiano del mundo, porque ha optado por el Padre y el Hijo, a los cuales rechaza el mundo. Si bien la incredulidad de los judíos hace fracasar en parte a Jesús, por el momento, los que creen tienen asegurada la victoria sobre el mundo, porque ÉL lo venció en la cruz y con su resurrección (cfr. Jn. 16, 33). Precisamente ahí radica la victoria del cristiano, por eso Jesús advierte, que así como lo han perseguido a ÉL, también el discípulo correrá la misma suerte (v. 20). En su fe en Cristo, el discípulo tiene entre sus manos, la victoria sobre el enemigo que es el mundo, la carne y el demonio que buscan apartar y hacer sucumbir al cristiano. Perseguir al cristiano, es querer perseguir en él a Cristo Jesús. La respuesta del cristiano, al odio del mundo y la sociedad en que vivimos, es el amor. El cristiano sufre por la opción hecha por Dios y el Evangelio, puesto que los criterios se enfrentan con los del mundo, pues desconoce a Dios y su Hijo. La cruz de Cristo y sufrir por esta opción, son un escándalo para la sabiduría de la sociedad y del hombre de hoy. Pero para el cristiano es fuerza de Dios y sabiduría de Dios, amor hecho oblación hasta el sacrificio, hasta la cruz por mantener su fe. El bautizado ama a Dios y a sus enemigos, son también su prójimo. Si sigue a Jesús, deberá hacer el bien, sólo el amor nos hace testigos de Jesucristo, con una nueva vida, con nuevos criterios; quien no ama, sigue atado a la muerte y criterios mundanos. Renovados por la Pascua de Jesucristo, será el amor quien venza al odio y al egoísmo, aunque tengamos que sufrir por ello. En ello se nos va la vida, porque también es nuestro propio triunfo con Cristo, sobre el pecado y la muerte que también hay en nosotros, pero que con el testimonio vamos haciendo nuestra su victoria. De lo macro, la sociedad, debemos pasar a lo micro, la comunidad donde el testimonio de vida nueva debe ser más actual que nunca porque si bien no hay enemigos, hay diferencias y roces que no siempre hacen feliz la convivencia.

La vida cristiana es un martirio, si se lo toma en serio, por lo que significa el morir a uno mismo y de entrega de la vida por Cristo y su Iglesia cada día.  San Juan de la Cruz enseña: “Porque se cumplirá y podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será dándole el amor y premio de mártir esencialmente; y así le da verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba (ser mártir) y lo que el  prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por él, como mártir. Porque aquella manera de morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente; de manera que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba” (2 S 19,13).

P. Julio González C.  


www.caminando-con-jesus.org