QUINTA
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Par. Ciclo A)
P.
Julio González Carretti ocd
Lecturas bíblicas
a.- Is. 58, 7-10: Entonces nacerá tu
luz como la aurora.
El profeta ha señalado el pecado del
pueblo y ha anunciado la salvación a quienes buscan amparo en Dios (cfr. Is.
56, 9-57,21). En medio de este pueblo pecador se encuentran el Resto de Israel,
los siervos del Señor, los que dan testimonio de la vigencia de la alianza,
haciendo lo que le agrada al Señor con ello indican el camino hacia el monte
Sión. Camino que debe hacerse evitando la idolatría y la injusticia,
practicando la misericordia a la luz de Yahvé. El Señor le exige al profeta que
así como proclama la palabra, también denuncie la rebeldía y pecado del pueblo
(cfr. Is.58, 1-2). Censuran a Yahvé quienes ayunan, porque no escucha, ni
ve sus prácticas penitenciales. El Señor
ignora dichas prácticas porque persiguen
sus intereses, mientras oprimen a sus obreros y ganan dividendos injustos.
Yahvé prohíbe este tipo de ayuno y otras manifestaciones penitenciales, como
vestirse de saco, echarse ceniza sobre sus cabezas (cfr. Is.58,3-4; Mal.3,14; Am.5,21-23; Mt.6,16). Censurado el ayuno inútil, el profeta describe
el ayuno agradable a Dios que mediante preguntas traza las características que
consiste en: partir al hambriento su pan, a los pobres sin hogar recibir en su
casa, vestir al desnudo, ayudar al prójimo (cfr. Is.3,5;
10,2: Am.4,1;8,4: Sal.9,19; Pr.30,14). Este ayuno querido por Yahvé constituye
la exigencia social y núcleo del mensaje profético (cfr. Is.1, 16-17; 33,15;
Jr.34, 8-9; Am.5, 14.21-23; Mi.6,6). Conocido el
querer divino con el objetivo que el pueblo retorne a la alianza que rompió con
su rebeldía, puesto que es la alianza el único pacto que hará que el pueblo
pueda sentirse nuevamente el pueblo de Yahvé (cfr. Is.58,6-7; Lev.26,3.12).
Exigencias que recogerá Mateo, como condición para alcanzar la salvación o
condenación (cfr. Mt.25, 31-40). Finalmente, describe las gracias divinas sobre
el pueblo que cumple los preceptos divinos (vv. 8-10). La luz irradiará sobre
Israel y su herida quedará sana. El pueblo reflejará la gloria, es decir, la
luz y justicia divina, convirtiéndose en testimonio de la salvación de Yahvé.
La herida hecha por Yahvé, debido a la idolatría quedará sana porque
restablecido el cumplimiento de la alianza, la nación refleja la presencia
divina que lo guía como luz que resplandece en su día.
b.- 1Cor. 2, 1-5: Os he anunciado a
Cristo Crucificado.
El apóstol no pone su confianza en la
sabiduría humana, sino en la fuerza de su mensaje, concretamente en Jesús
Crucificado. La elocuencia y la sabiduría humana, contradice la verdad desnuda
de la cruz de Cristo. Pablo les predicó de Jesús Crucificado sin triunfalismos
(vv.1-2). Manifiesta su pobreza humana, precisamente donde se manifiesta el
poder de Dios. Con lo que se hace esencial el conocimiento de Jesucristo
Crucificado. El trato con el Señor Jesús, es el fundamento de la verdadera
predicación. Lo que convierte la fe, como la única fuerza que poseemos: fe
vivida y transmitida. La fe es la trasmisión de una vivencia personal y
comunitaria lo que crea la suficiente libertad, seguridad, para testimoniar en las situaciones adversas, sin
perder la esperanza. El mejor servicio que les prestó Pablo a los corintios,
presentándose no con la palabra de un hombre culto, evitando equívocos, sino
con la fuerza de Dios que encontraba en la predicación (vv.3-4). Pablo no quiso
discípulos persuadidos por la elocuencia humana, sino llevar a los hombres a la
luz de Cristo. El apóstol sólo cuenta con la sabiduría de la Cruz y la
demostración del Espíritu y su poder, fuente de toda conversión a Jesucristo
(v.5). La fe entra en la vida de los hombres por la fuerza de Dios y la sabia
adhesión del hombre, no tanto al discurso como al Espíritu que lo lleva a
Cristo.
c.- Mt. 5, 13-16: Vosotros sois la sal
de la tierra y la luz del mundo.
El evangelio define la misión del
apóstol: ser sal (v.13), y luz del mundo (vv.14-16). Es la imagen del hombre
nuevo de las Bienaventuranzas. La sal del cristiano debe consistir en que ya
sumergido en las realidades temporales le debe ayudar a descubrir el sentido de
la vida desde la fe, para que no piense ni obre con criterios del mundo. Si la
sal fue utilizada para evitar la corrupción de los alimentos en la antigüedad,
hoy debe ayudar a preservar al cristiano y a la sociedad de la corrupción del
pecado y la injusticia; hacer de la comunidad humana un espacio de convivencia
pacífica y justa, donde los derechos
humanos sean respetados, donde el matrimonio y la familia sean el lugar normal
de crecimiento de las nuevas generaciones, porque sin Dios la sociedad se
convierte en un espacio de muerte, y al hombre lo corrompe la maldad de creerse
señor del bien y del mal. La humanidad necesita de la sal de los cristianos,
espera que la vigoricen, sazonar la sociedad, esa es la vocación de los
cristianos. Si llevan el espíritu de las Bienaventuranzas se convierten en una
fuerza para la desalentada humanidad. Esta existencia cristiana que vive del reino de Dios y confía en él, se
convierte en el vigor interno de cada hombre y del ambiente en que vive. La
sal, además, tiene otro significado importante que se refiere a la sabiduría,
el cristiano posee la verdadera sabiduría que encierra la plenitud de lo humano
y divino, que le viene del Evangelio, la palabra de Dios. Pero Jesús también
nos advierte: “Pero si la sal se hace insípida, ¿con qué se le devolverá el
sabor? Ya no sirve para nada, sino para tirarla afuera y que la pisoteen los
hombres” (v.13). Así pues las fuerzas que sirven a Dios, la vocación, pueden
debilitarse, lo mismo la confianza en Dios. Si se derrumba el discípulo,
también la entrega a los demás. Necesitamos esta sal de la fe, ninguna otra la
suple, la necesita la sociedad; en cambio, la sal insípida se arroja (cfr. Mt.
22, 12; 25,30). Es una vocación excelsa la del cristiano, ser sal, pero si no
se cuida puede malograrse, escurrirse y caer en la indiferencia, incluso contar
con el castigo de ser echado fuera por insípido. Si Israel, y ahora la Iglesia,
son depositarias de la palabra de Dios, la metáfora de la sal, nos viene a
decir, que esta palabra no debe perder su sabor, su poder de convocar al pueblo
a la fe. En un segundo momento, tenemos la metáfora de la luz (vv.14-16), si
bien antes se había relacionado con Israel (cfr. Is. 49,6), ahora son los
discípulos de Jesús, los llamados a ser
luz del mundo (cfr. Flp. 2,5; Ef. 5, 8. 13). El cristiano será luz del mundo,
en la medida en que esté unido a Jesucristo, que es la verdadera luz del mundo
(cfr. Jn. 8,12; 9,5; 12,46). Esta metáfora de la luz también hace referencia a
la palabra de Dios, porque esta palabra es una manifestación de su presencia en
medio de los hombres; no olvidemos que Jesús, luz del mundo, es portador del
evangelio de la gracia. Su palabra es luz y verdad. La referencia a la ciudad
edificada sobre el monte, alude a Jerusalén, lugar de peregrinación de todos
los pueblos de la tierra (v.15; cfr. Is.2, 3; Sal.121,3).
Jesús lo aplica a los discípulos, porque ahora son el nuevo Israel, luz que no
se apaga y se ve desde lejos, es decir, su brillo ilumina a todos. Ser la sal y
la luz del mundo, se reduce a dar testimonio del amor infinito que Dios ha depositado
en el corazón del cristiano, le que le da sentido auténtico a su vida. Las
obras de la fe son la luz que traspasa la vida del cristiano, son la verdad de
fe hecha realidad, vivida. Son luz que fluye de la fe sin mérito propio, las
obras no son motivo de alabanza personal, sino para que Dios sea ensalzado. La
luz del cristiano, remite al Padre de las luces (cfr. Samt.1, 17). Esta
vocación del cristiano hace cercano y manifiesto a Dios con toda la vida,
iluminada por el amor y las obras nacidas de la verdad.
Teresa de Jesús, muchas veces sintió
la presencia amorosa de Jesús en su vida. Bastó una vez para decirle su Sí
definitivo; las otras veces fue para realizar obras que demostraran su amor,
por tan gran Señor. “No nos deja de llamar para que nos acerquemos a él” (2M
1,2).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 8,1-7.9-13: Traslado del Arca
dela alianza.
b.- Mc. 6, 53-56: Curaciones en
Genesaret.
Este breve pasaje, sumario propio de
Marcos, no añade nada nuevo, sin embargo, esconde secretos muy humanos, donde
lo divino baña todo de nueva luz. Siguen las muchedumbres acudiendo a donde
Jesús se encuentra, los enfermos quieren tocarle, porque emana de ÉL una fuerza
curativa (vv.54-55;cfr. Mc.3,10;5,28.30). Él acepta la
fe, de hombres y mujeres, que lo buscan como
fuente de salud. Cual peregrino del reino de Dios, Médico divino, Jesús recorre
pueblos y ciudades, donde sus únicos compañeros son el silencio y el poder
curador que sale de su cuerpo y manos. La gente comprende que el mensaje del
Evangelio, no es una idea, o una quimera, sino Alguien, una persona y su poder
los sana de sus enfermedades. Después de las grandes manifestaciones, como la
multiplicación de los panes y el caminar sobre las aguas, el evangelista,
muestra a Jesús tranquilo y a la
expectativa; el pueblo lo busca, como Salvador y taumaturgo, sin que alumbre
necesariamente todavía la fe. Se pasa de la visión nocturna de Jesús caminando
sobre las aguas, a la actividad en medio del pueblo de Galilea (cfr. Mc.6,
45-52). Sin embargo, los entendidos señalan un alejamiento interior de Jesús
respecto del pueblo, particularmente en su actividad, en estas tierras de
Genesaret, Galilea, para ir a tierras más lejana (cfr. Mc.7, 24). Lo buscaban
para tocarlo, gesto muy humano, pero que el cristiano comprende con un sentido
mejor que los galileos: creer en ÉL como Mesías prometido, enviado de Dios,
inaugurador del reino de Dios con sus palabras y obras, en definitiva como Hijo
de Dios. Marcos, deja constancia que Jesús, es un hombre divino, del que emanan
fuerza curativas, sanadoras. También había curanderos helenistas, en cambio,
Jesús aparece como el Médico de pobres y enfermos, pero luego de la
multiplicación de los panes y de andar sobre las aguas, el cristiano, lo
descubre como un ser superior a cualquier curandero. Su poder tiene su origen
en Dios mismo, en su filiación divina. Llama la atención desde el comienzo de
este relato, que la iniciativa es de la
gente, no de Jesús, que le lleva los enfermos donde ÉL va. Les permite tocar su
manto, pero Marcos, no señala que fueran sanados, sino salvados, con lo cual se
entiende que el pueblo sin haber visto a Jesús caminar sobre las aguas, lo ve
como un ser divino. El tocar su manto vendría a significar, que su sanación va
más allá de lo físico, alcanza también su espíritu. Hoy nosotros tocamos a
Jesús con la fe, pues creemos en ÉL, con lo es para nosotros Sacramento de
encuentro con Dios, su Padre.
La S. Madre Teresa de Jesús, nos
muestra otra forma de acercarnos a
Jesús, que encontramos en los Sacramentos, lo experimentó así: “¡Oh Jesús mío!,
¡qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando Vos por
vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce la
multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el
deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los
ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; … aquí es el parecer
que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa;
el acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que
Dios en ello puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para
nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. ¿Y quién,
Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan
crecida, a traición tan fea y abominable?; que no sé cómo no se me parte el
corazón cuando esto escribo, porque soy ruin” (V 19, 5).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.8, 22-23.27-30: Oración
personal de Salomón.
b.- Mc. 7, 1-13: Dejáis a un lado los
mandamientos de Dios, por conservar vuestras tradiciones.
Este evangelio está centrado en el
tema de las tradiciones judías, específicamente en el tema, de lavarse las
manos antes de comer (vv.1-7), y la ley del korbán (vv.8-13).
Jesús se encuentra en territorio de Galilea. Los fariseos y escribas venidos de
Jerusalén, pretenden enfrentar a Jesús y que responda por la ruptura con la
tradición que está generando con sus actitudes. La referencia a las tradiciones
judías, habla a las claras, de que sí practicaban los judíos estas costumbres,
añadidas a los mandamientos por los maestros de la ley y los fariseos. Dichas
tradiciones llegaron a equipararse a la ley mosaica y eran una carga
insoportable para el pueblo, quienes no las observaban eran considerados
trasgresores (cfr. Jn.7,49; Mt.23,23). Las prácticas
aludidas, obligaban a los sacerdotes en el templo, pero los fariseos las
querían extender a todo el pueblo, preparando así un pueblo santo y sacerdotal
para Dios. Buscaban la pureza del corazón, pero sólo miran lo exterior del
hombre, y no desde su voluntad y el corazón, lo que convierte a la religión en
algo insignificante, o al menos dichas prácticas. Independiente de la actitud
del corazón, y de la recta intención, el hombre, según esta interpretación,
efectivamente puede encontrarse al margen de Dios. La respuesta de Jesús es un
texto de Isaías que los retrata de cuerpo entero, una verdadera denuncia:
honran a Dios con los labios (cfr. Is. 29,13). Jesús no condena el culto, sino
el servicio litúrgico sin el correspondiente sentimiento, la estrechez
ritualista, que posterga la voluntad de Dios, colocando las tradiciones y
prescripciones por encima de ella. En un
segundo momento, Jesús pone el caso en que un precepto humano, quebranta un
precepto divino: el hijo declara ofrenda al templo, lo que debía ser ayuda para
sus padres, olvida el mandamiento de honrar padre y madre (cfr. Ex. 20, 12; Dt.
5,16), por el voto del korbán. Con lo cual, todos los
bienes pasaban al templo y quedaba liberado de toda obligación con sus padres,
pero, el que profesaba este voto, no tenía obligación, luego de entregar sus
bienes al templo, sino que podía reservárselos para sí. La frase final de Jesús: “Y hacéis muchas
cosas semejantes a ésta” (v.13), es toda un advertencia. Dios no quiere ser
honrado a costa del amor al prójimo, Jesús tiene la convicción que Dios es
Amor, amor al prójimo, con lo cual también es amado (cfr. Mc.1, 22; 12, 23. 30;
16,6-9) Lo que Jesús nos pide verificar la validez y la autenticidad de la
pureza del corazón en nuestras prácticas de piedad.
Santa Teresa de Jesús, enseña que la
coherencia interior comienza aceptando a Jesús como enviado del Padre, Mesías,
Hijo de Dios. Teniendo a Jesús sentado en el trono de nuestro corazón, habiendo
desterrado todo lo que lo ofende,
podemos afirmar: “Si queréis ser buen deudo, ésta es la verdadera
amistad; si buena amiga, entended que no lo podéis ser sino por este camino.
Ande la verdad en vuestros corazones como ha de andar por la meditación, y
veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos.” (V 20,4).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.10,1-10:
La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón.
b.- Mc. 7, 14-23: Lo que sale de
dentro es lo que hace impuro al hombre.
Este Evangelio es esencial para
comprender la nueva moralidad que Jesús quiere enseñar. Lo que quiere dejar en
claro, en una primera parte, es cómo conjugar esta novedad con la doctrina
esencial judía acerca de lo que es puro y que es impuro (v.14). Son tan
originales estas palabras, que no es extraño que Jesús sea incomprendido. En
casa les explica a los apóstoles, que ningún alimento que come el hombre lo
separa de Dios, en cambio, lo que produce la separación se encuentra en lo
interior, lo que sale del corazón del hombre (vv.15-16). Sólo quien opta, en
contra de los designios de Dios, ese
está lejos de Yahvé; Jesús para hablar de la fuente de la moralidad, se refiere
a lo interior, al corazón como sede de todo acto moral. Con estas palabras y
actitudes que propone, cuestiona algunos aspectos de la Ley mosaica, en
particular lo referente a la pureza legal (vv. 19-20; cfr. Lev.11-15; Dt.
14,3ss; Gn.1-3). En cambio, Jesús se abre al mundo y su afirmación de las cosas
creadas, punto de vista que asume la Iglesia primitiva: se elimina la
distinción entre animales puros e impuros y las prescripciones en las comidas
(v.19; cfr. Hch.10,11-15.28). Se quita el obstáculo
que los separaba del mundo pagano. Del interior del hombre sale lo que
verdaderamente contamina al hombre, las malas acciones y los vicios (vv.21-23).
Con ello establece Jesús el principio de la moralidad: ancla la moral en la
constante decisión del hombre, inserta la vida religiosa en el campo de la
moral dándole mayor interioridad. Jesús conoce el corazón del hombre y sabe que
tiene una tendencia hacia al mal, la concupiscencia, fuente de inmoralidad,
vicios y pecados, aunque somos conscientes de la bondad de la Creación y la
alta estima de ser hechos a imagen de su Creador (cfr. Gn. 9,6; 8,21). Marcos
señala el catálogo de vicios pensando en sus lectores cristianos venidos del
paganismo (vv. 21-22); si bien, no nos trasmite el Sermón de las
Bienaventuranzas, nos comunica un mensaje esencial de la doctrina moral de
Jesús. Con ello, sabemos el profundo conocimiento del corazón del hombre que
tiene Jesús, el corazón, como afirma, es fuente primera de la conducta buena o
mala. Si el corazón es puro, germinan las obras buenas, como de un manantial
purísimo. La libertad interior, que nos da la Ley de Cristo, ley del Espíritu,
es una exigencia de mayor fidelidad personal con un corazón habitado por Dios e
inflamado en amor a ÉL y su prójimo. Darle el corazón a Jesús, es tarea de
trabajar la salvación en nuestra vida de cada día; no dejar que los ídolos lo desplacen.
Teresa de Jesús, Madre de los
espirituales, propone como objeto de una vida de oración de calidad, las buenas
obras, fruto de ese diálogo con Dios y los hombres. “Pues hagamos cuenta que
dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de
oro y piedras preciosas, en fin, como para tal señor; y que sois vos parte para
que este edificio sea tal, como a la verdad es así que no hay edificio de tanta hermosura como
un alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las
piedras y que en este palacio está este
gran Rey que ha tenido por bien ser vuestro Padre, y que está en un trono de
grandísimo precio, que es vuestro corazón.” (CV 28,9).
Lecturas bíblicas
a.-1Re.11,4-13: Infidelidad de
Salomón a la alianza.
b.- Mc. 7, 24-30: Deja que coman
primero los hijos.
Con la libertad interior que acaba de
proclamar, Jesús se dirige a los gentiles, a los que los judíos consideraban
pecadores. Llega a Tiro, quiso pasar inadvertido, pero era conocido por esta gente
(cfr. Mc. 3,8), una mujer siro-fenicia
le pide saque un espíritu inmundo de su hija. La respuesta de Jesús, si bien es
algo irónica, busca una reacción de parte de la mujer: “Espera que se sacien
los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los
perritos” (v. 27), es decir, a los paganos. La mujer, sin embargo, tiene fe en
Jesús, le llama Señor, propio de Marcos (cfr. Mt. 8,10; 15, 28; Lc. 7, 9),
confesión de fe auténtica y que el evangelista resalta en un ambiente pagano
como ese, así como el centurión le proclamará Hijo de Dios al pie de la Cruz.
La mujer no pide para sí, sino para su hija, y esos milagros que ha hecho para
los judíos, quiere los haga también entre ellos los paganos, así hay que
entender el lenguaje de las migajas caídas de la mesa de los niños, que ellos
también las puedan gustar. Jesús reconoce que la fe supera los nacionalismos,
la mujer tiene fe y eso basta: “Por lo que has dicho, vete; el demonio ha
salido de tu hija” (v. 29), lo que es lo mismo, por tu fe. Este es el momento
en que el pan de los hijos, también será dado ahora a los paganos, los
perritos. El pan representa la realidad
de Jesús, el Reino de Dios, las promesas que llegan para todos los hombres sin
exclusión de nadie. El Reino de Dios se abre para los gentiles. La hija de la
mujer viene a representar, si queremos a los gentiles que viene a la fe y
formarán la comunidad cristiana. Jesús, es como el padre que da de comer
primero a los hijos el pan de la vida, y luego, que coman también los paganos,
una vez saciados los hijos, realiza el milagro, y termina dando de comer a
todos (cfr. Jn. 2,4; 4, 48). Cumple Jesús su plan de salvación de liberar al
hombre del poder de Satanás y esa niña fue rescatada, y volvió a la vida. En su
sencillez la madre representa la oración de tantas madres que piden por sus
hijos con la misma fe, confianza y perseverancia. ¡Cuán preciosa es esa
plegaria, atraviesa los cielos, y llega a presencia de Dios! Si esa oración es
hermosa, pensemos en la que hace Jesucristo por todos y cada uno de nosotros al
orar al Padre para que mantengamos la fe que recibimos, nos veamos libres del
mal y permanezcamos en el Reino de Dios, que inauguró con su venida a nosotros.
El que ora, es porque tiene fe, si persevera en ella, Dios la aumenta y
purifica hasta hacerla ilustradísima por las verdades que ella encierra,
iluminan la mente, el corazón y la voluntad para responder al querer de Dios.
S. Teresa de Jesús, en la Eucaristía,
encontró a Jesucristo, vivo y Resucitado. “Así que, hermanas, tenga quien
quisiere cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos
recibir el nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no
se pueden deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del
alma y se le dé a conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos y
que sustenta la vida.” (CV 34,5).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.11, 29-32; 12,19: Se
independizó Israel de la casa de David.
b.- Mc. 7, 31-37: Hace oír a los
sordos y hablar a los mudos.
En el evangelio, Jesús sana a un
tartamudo sordo, luego se dirá, que hablaba correctamente (v. 35). Este
enfermo, representa todo el proceso de conversión que hace el pagano hasta la
confesión de fe comprometida. El evangelista, quiere resaltar la misericordia
de Jesús para con los paganos, en territorio netamente gentil. Le presentan
este enfermo, para que le imponga las manos sobre él (v.34). Separado de los
suyos, y de la multitud, para evitar la curiosidad, que no tiene fe en ÉL,
excepto los que lo presentan al enfermo, poseen una fe inicial y confianza
grande, en que Jesús puede hacer algo por él. Jesús le introduce los dedos en
los oídos y toca su lengua con su propia saliva, y luego de gemir dice: “Effetá, que quiere decir: ábrete” (v. 34). Ese gemido de
dolor que sale del alma de Jesús, quiere significar, la molestia que siente
porque los hombres sufran ese tipo de males o enfermedades. (v.34; cfr. Mc.1,
41). La saliva representaba en esa cultura la concentración del aliento, es
decir, la vida de la persona. Llega al enfermo, lo más íntimo de Jesús, su sacratísima Humanidad, Jesús comparte su
vida con el necesitado. El gesto de levantar los ojos al cielo y gemir,
significa unión con la divinidad, comunión con su Padre. Pero además significa,
el dolor por la situación del hombre caído, enfermo. Manifiesta el Padre, en las obras de Jesucristo, su ternura
de Abbá con el sufrimiento humano. Amor que redime, purifica y une con Dios definitivamente. El “Effetá” pronunciado por Cristo Jesús, encierra la fuerza
sanadora de Dios; el Reino está actuando en la vida de los que creen (cfr. Mc.
4,10). Abiertos los oídos y soltada la lengua de sus ataduras, el enfermo
hablaba correctamente. Jesús, impone el secreto mesiánico; porque más allá de
su resultado material, lo que interesa a Jesús es destacar, la apertura de los
gentiles a la fe en Dios: oír la palabra y pronunciarla. Es de tal magnitud el
prodigio que Jesús realiza, que es imposible no pregonarlo, su fama crecía a su
pesar, porque sabía que lo consideran un taumaturgo, pero no como ÉL hubiera
querido: enviado del Padre, inaugurador del Reino de Dios, pregonero del
evangelio de la gracia. El pueblo exclama: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a
los sordo y hablar a los mudos” (v. 37). Palabras que evocan las grandes
hazañas de Yahvé, ahora revividas por su Hijo muy amado, son los tiempos
mesiánicos y del cumplimiento de las antiguas profecías (Gn. 1,31; Is. 35,
5-6). El evangelio ha llegado a los gentiles, acción creadora de Dios y su
bondad; las que salvan son las palabras y obras de Jesús. Digámosle al Señor de
la vida, que repita en nosotros su “effetá”, para que
abiertos oídos y lengua, podamos escuchar, y proclamar sus misericordias las
hechas en nosotros día a día.
S. Teresa de Jesús, enseña que la voz
del Maestro, el alma la escucha desde los primeros grados de oración; luminosa
palabra para el camino hasta llegar a la fuente de la contemplación.
“Deshaciéndome estoy, hermanas, por daros a entender esta operación de amor y
no sé cómo porque parece cosa contraria dar a entender el Amado claramente que
está con el alma y parecer que la llama con una señal tan cierta que no se
puede dudar y un silbo tan penetrativo para entenderle el alma que no le puede
dejar de oír;... ¡Oh mi poderoso Dios, qué grandes son vuestros secretos, y qué
diferentes las cosas del espíritu a cuanto por acá se puede ver ni entender,
pues con ninguna cosa se puede declarar ésta, tan pequeña para las muy grandes
que obráis con las almas!” (6M 2,3).
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 12,26-32; 13,34: Jeroboán hizo dos becerros de oro.
b.- Mc. 8, 1-10: La gente comió hasta
quedar satisfecha. Segunda multiplicación de los panes.
Nos encontramos con la segunda
multiplicación de los panes, esta vez para los paganos, la primera fue a favor
de los judíos (cfr. Mc. 6, 31-34). ¿Qué sentido tiene este doble milagro? La
intención del evangelista es comunicarnos, que al banquete eucarístico ya no
sólo se sentarán judíos, sino también los gentiles. Marcos, recoge una
tradición griega o pagana. El motivo de este milagro es la iniciativa de Jesús:
“Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen
conmigo y no tienen qué comer. Si les despido en ayunas a sus casas,
desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos” (vv. 2-3).
En la primera multiplicación, la motivación la dan los discípulos, que mandan a
Jesús despedir a la gente (cfr. Mc. 6,36). En “aquellos días”, evoca las
profecías que anunciaron la entrada de los gentiles y la nueva alianza que
Cristo sellará con su sangre. El número de los panes, siete y no cinco, como la
primera multiplicación, nos hace pensar en las Setenta naciones (cfr. Gn.
10-11) y en los siete diáconos de la primitiva Iglesia. Teniendo en sus manos
el pan, Jesús, pronuncia la bendición, como en el primer milagro (cfr. Mc. 6,
41), la gente se sienta sobre la tierra, evoca la universalidad, y no sobre la
hierba (cfr. Mc. 6, 39) que remite a la primavera, es decir, la pascua judía.
La comunión con Jesús es plenitud de vida, lo único que sacia de verdad. Las
sobras ya no fueron doce cestas (cfr. Mc. 6, 43), como en el primer milagro,
una por cada apóstol, sino siete, los siete días de la Creación, las setenta
naciones, los siete diáconos (cfr. Gn.1; 10-11; Hch.
6, 1-7), mientras que los que asisten a esta multiplicación son alrededor de
cuatro mil. Este nuevo pueblo ahora puede pertenecer al pueblo de Dios, sin
tener necesidad de abrazar las categorías de la religión judía. Caen las
barreras que separaban a judíos y gentiles, han llegado los días esperados por
los profetas. La nueva familia de Jesús, se reúne en torno a la Eucaristía, sin
división alguna entre los pueblos. La palabra, el pan, la fraternidad y la
oración, son sus elementos esenciales en toda la Iglesia universal. Toda la
humanidad queda invitada desde hoy, al Banquete Eucarístico que Jesús prepara
domingo a domingo, para crecer en nuestra condición de ser partes de su
familia, crecer en fraternidad y en oración perenne al Padre por este pan de
vida que nos regaló en su Hijo muy amado.
Santa Teresa de Jesús, tiene la
experiencia contemplativa de este Pan
celestial, que satisface el hambre espiritual
de todo cristiano. “¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos
cuerpos este santísimo Manjar y gran medicina aun para los males corporales? Yo
sé que los es, y conozco una persona de grandes enfermedades, que estando
muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba
buena del todo. Esto muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían
fingir, a mi parecer. Y porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en
los que dignamente le reciben son muy notorias” (CV 34,6).
P.
Julio González C.