SEMANA DE PASION
(Ciclo C)
Evangelio para la Procesión:
- Lc.19, 28-40: ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor!
Lecturas de la Eucaristía:
a.- Is. 50, 4-7: El Siervo paciente
del Señor.
El
profeta nos presenta al Israel que ha sido fiel a Yahvé. Lo representa el
Siervo sufriente de Yahvé, descrito con rasgos personales muy sólidos. Es un
testimonio personal de la profecía de Israel,
dentro del plan de Dios. Este Siervo escucha, habla, y comunica la
enseñanza revelada. Su palabra es fuerza para el débil, al Israel histórico,
que se mueve entre la incredulidad y falta de confianza. El Siervo escucha,
porque Yahvé le ha abierto el oído (vv. 4-5). Todas las humillaciones y
vejaciones descritas, son símbolo de lo que sufrió Israel cuando fue cautivo en Egipto, en Babilonia,
por ser fiel a la alianza con Yahvé. Este Siervo representa al “resto” de
Israel, el de la fe, resultado de muchas
generaciones de hombres y mujeres que fueron fieles, que sufrieron en su carne,
la violencia y la vejación. Los Sinópticos, usan este texto del profeta para
presentarnos la situación que vive Jesús ante Pilatos, y lo que a nosotros nos
falta por completar de la Pasión de Cristo. Es también un testimonio del
profeta, que también sufrió en su vida, este dolor moral y espiritual,
sufrimientos amargos, y a pesar de todo, seguir confiando en Yahvé. En ÉL
encontraba su fuerza y el sentido de su dolor, porque su esperanza estaba
puesta en Quien era su justificador, lo tenía muy cerca. Era la certeza de
saber que Dios, defiende al inocente, mientras todos lo acusan, lo condenan los
poderosos. El Siervo de Yahvé, nos conduce a Cristo Jesús, Mesías
Crucificado.
b.- Flp. 2, 6-11: Se rebajó a sí
mismo; por eso Dios lo exaltó.
El
texto de Pablo, tiene como trasfondo, la
afirmación: Cristo es el Señor. Se refiere a su triunfo sobre la muerte, su
estar sentado a la derecha del Padre y su poder sobre la Iglesia, y toda la
creación, que quiere alcanzar su liberación (cfr. Rm.
2, 5-11). Ahora toda autoridad en la Iglesia, deberá seguir el ejemplo de
Cristo, es decir, su mismo proceso de
despojamiento de toda ambición de poder, para servir a la comunidad. En un
primer estadio Pablo, nos presenta a Jesucristo en su condición divina, es Dios
y hombre verdadero, libre de toda miseria humana. Dios se hizo hombre, pero lo
admirable, no es sólo el misterio de su Encarnación, sino el haberse despojado
de los privilegios divinos que poseía, para vaciarse, los que eran inherentes a
su condición de Dios. Hace su proceso de kénosis. Un
segundo estadio, nos presenta a este Dios-Hombre, despojado voluntariamente de
toda su condición divina. Hace su kénosis,
sumergiéndose en todo el caudal humano; se hace hombre, uno cualquiera,
sometido a todas las limitaciones humanas, incluida la tentación y la muerte; y
morir crucificado era la peor de las muertes. Se sumerge en la miseria humana
que iba a redimir, en el mismo pecado, se hizo carne de pecado por nosotros
(cfr. 2Cor. 5, 21; Rm. 8, 3). Finalmente, el tercer
estadio, se produce la redención, después de todo este proceso de encarnación
en la miseria humana. Por esto, Dios lo exaltó, para que toda lengua proclame
que Cristo Jesús, “es el Señor”, para gloria de Dios Padre (v. 11). En esta
forma Pablo propone como todo cristiano, contando con todo su caudal humano al
servicio de la redención, descubra la necesidad que tiene de la Cruz, donde
encuentra la sabiduría de Dios. Solo quien se sumerge en la existencia personal
y del prójimo, descubre la gracia de la redención, en su propia carne, podrá
luego gozar del señorío de Cristo en el cielo.
c.- Lc.22, 7.14-71; 23,1-56: Pasión de
N.S. Jesucristo según San Lucas.
Brevemente
comentamos la Pasión de Jesús según Lucas. Comienza con el relato de la cena
pascual e institución de la Eucaristía:
1.-
Jesús, Pan de vida. “Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;
y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento
en el Reino de Dios.» (22, 14-16). El evangelista le quita toda fatalidad a la
Pasión de Cristo, porque lo contempla en su ascensión hacia el Padre. Jesús
muere porque lo sentencian los hombres, pero también, porque quiere, entrega su
cuerpo y sangre, como alimento de vida que sostiene la vida de los que creen en
ÉL (cfr. Lc. 22, 15).
2.-
Jesús, entrega su Reino. “Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en
mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre
lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis
sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.” (22, 28-30). Si bien
Jesús vive su pasión derrotado por los hombres, pero todavía posee el Reino de
Dios, por esto lo entrega a los que quieran seguirle hasta el final.
3.-
Jesús en el Huerto de los Olivos. “Y se apartó de ellos como un tiro de piedra,
y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta
copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Entonces, se le apareció un
ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en
su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.”
(22, 41-44). Experimenta Jesús la tentación final de su vida, la que proviene
de la sensación de fracaso, pero se mantiene fiel a la voluntad del Padre. Toda
una invitación a recorrer el camino de la obediencia a la fe.
4.-
Jesús ante el Sanedrín. “En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de
Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín
y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo digo, no
me creeréis. Si os pregunto, no me responderéis. De ahora en adelante, el Hijo
del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.» Dijeron todos:
«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les dijo:
«Vosotros lo decís: Yo soy.” (22, 66-70). Jesús, es Dios, Señor del universo,
porque estará a la derecha del Padre. Él es ahora el puente entre Dios y los
hombres. No hay otro. El que ha sido constituido Juez de vivos y muertos, es
condenado por un tribunal religioso y político.
5.-
Jesús ante Pilato. “Ningún delito encuentro en este hombre” (23,4). Pilato
quiere liberar a Jesús, basado en la verdad y la justicia. Pero se deja vencer
por la política de no arriesgar su cargo por un fanático religioso que sus
connacionales entregan para ser juzgado. Aquí se ve, como la política presiona
muchas veces sobre la verdad y la justicia y el político de turno cede y sufren
y mueren muchos inocentes.
6.-
Jesús y Barrabás. “Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!» (23,18). Ahora Israel
debe escoger entre Jesús y Barrabás. Luego de un proceso injusto, Jesús es el
agitador político contra Roma y el malhechor, verdadero zelota, queda libre.
7.-
Jesús y las mujeres. “Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se
dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros
hijos.” (23,28-29). Israel se queda solo porque ha condenado a Jesús, no sabe
que Jerusalén se condena a sí misma. El lamento de Cristo, es anuncio de ruina
de la ciudad que mata a los profetas.
8.-
Jesús perdona a sus verdugos. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Se repartieron sus vestidos echando a suertes” (Lc. 23, 34). Elevado entre el
cielo y la tierra, en un trono de ignominia, Jesús no quiere ser causa de
maldición para las gentes. Termina el poder de la ofensa y la venganza, de
pecado y maldición con Jesucristo clavado a la cruz, se despliega el poder del
perdón de Dios a todos los hombres.
9.-
Jesús ofrece el cielo al buen ladrón. “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso” (Lc. 23,43). Jesús condenado a muerte por los jefes religiosos del
pueblo, se muestra como el dueño de la salvación, que antes ha comunicado a
todos los pecadores, ahora, en la hora de la muerte se la comunica al ladrón
arrepentido. Acompañarán a Jesús todos los que no encuentran salvación en esta
vida, los pobres, los publicanos, pecadores, etc.
10.-
Jesús muere en la Cruz. “Padre, en tus manos encomiendo tu espíritu” (Lc. 23,
46). La naturaleza se rinde ante la muerte del dueño de la vida. Todo comienza
de nuevo, la muerte se convierte en vía hacia la casa del Padre. Jesús,
asciende al Padre, queda abierto el camino que lleva a la verdad, a la vida, a
la comunión plena con Dios. Es el camino de la Iglesia, que tiene como Cabeza a
Cristo, sentado a la diestra del Padre. La verdad de la muerte de Jesús tiene
su sede en la Cruz; entrar en el paraíso para todo pecador será pasar por la
Cruz, ella es el hoy de la salvación que Jesús nos propone. La gloria de la
Resurrección y Ascensión de Cristo, que ahora se manifiesta estuvo siempre en
la Cruz del Redentor. En la Pasión que nos narra el evangelista Lucas,
descubrimos el amor del Padre hacia su Hijo y hacia los hombres. La Cruz es el
Sacramento de la misericordia divina.
Lecturas bíblicas
a.- Is. 42, 1-7: El Siervo del Señor
es manso, pero tenaz.
La
primera lectura, corresponde al primero de los
cánticos del Siervo sufriente (cfr. Is. 49,1-6; 50, 4-9; 52,13-53,12).
Este personaje misterioso, el Siervo, el Ungido por Yahvé, que representa en sí
lo más característico del pueblo elegido y de sus personajes más entrañables.
En este primer cántico, se presenta al Siervo con rasgos distintos al del
pueblo de Israel, con tareas a realizar: renovar la alianza hecha con Israel y
la de repatriar a los exiliados y restablecer la verdadera religión entre las
naciones vecinas. Con la presencia de este Siervo, todo es nuevo, por ello, el
lenguaje es el de una nueva creación, “te formé” (v.6), como si fuera el primer
hombre. Es como si con este Siervo todo comenzara de nuevo: nuevo mundo, nuevo
orden, la realidad cambia, por medio de la nueva alianza, realizada con su
pueblo: los ciegos, incluidos los paganos, verán la revelación, los presos
serán liberados de las tinieblas del error y del destierro. Creador y redentor,
todo lo hizo con el soplo de su Palabra. Implantará la ley desde sus
prerrogativas de sacerdote, profeta y rey. Como rey y sacerdote, implantará el
derecho, la Ley, y justicia en la tierra; como profeta será el que comunique la
voluntad divina a su pueblo. Todo un contrapunto precisamente para reyes,
sacerdotes y profetas de su tiempo. Va a transformar lo interior de cada
hombre, la llama de la mecha que casi se extingue, la revivirá, como precioso
fruto de la justicia va a revindicar los derechos de Dios en el corazón de los
hombres. Nada de armas, ni legalismos, sino las armas de la paz. En el Bautismo
y en el Tabor, se cumple plenamente esta profecía en Jesús de Nazaret, como
Siervo de Dios y Mesías sufriente, Mesías Crucificado y Resucitado. Así como al
Siervo de Isaías lo anima la dinámica del Espíritu de Yahvé, Jesús luego de su
Ascensión entrega su Espíritu Santo a la naciente Iglesia, como sacramento
universal de salvación.
b.- Jn. 12, 1-11: Unción de Jesús en
Betania
En
este evangelio vemos a Jesús viajar a Betania, seis días antes de la Pascua.
Cena con una familia amiga. Es una nueva comunidad que crece en torno a ÉL:
Lázaro, el que había resucitado, Marta y María, sus hermanas, una que se
preocupa del servicio y María que unge a Jesús. Tres hermanos amigos de Jesús.
Durante la cena, María, unge los pies de Jesús, con un perfume de nardo
carísimo, cuyo olor invade toda la casa,
con sus cabellos enjuga los pies del Maestro (cfr. Ct.
1, 3.12; 7,6). María, se encuentra plenamente centrada en Jesús. Lo que hace
con ÉL, no es el lavado ritual de bienvenida, que suponemos ya le había ofrecido
el dueño de casa, sino algo completamente distinto. Unge los pies de Jesús con
perfume y luego, los seca con sus cabellos, parte del ungüento queda en la
cabellera de María. Por toda la casa se esparció el olor de aquel ungüento.
María, en este momento representa a la nueva comunidad, que rinde como esposa,
un homenaje de adoración y amor a Jesucristo Esposo de las almas bautizadas, de
la Iglesia. Amor y servicio, en la Casa de Dios, Marta y María lo representan.
La intervención de Judas, es un contrapunto, va dirigida a Jesús por permitir
semejante derroche; Jesús defiende la acción de la mujer, porque en cierta
forma está anunciando su próxima muerte. La referencia a los pobres, quiere
recordar, que primero está la entrega del discípulo a Cristo y, desde esa
entrega, tiene sentido en la nueva comunidad eclesial la ayuda a los pobres.
Dios se identifica con ellos, luego serviles, es encontrar a Jesús. Pero el
amor a los pobres, no dispensa de la adoración personal a Dios. La acción
llevada a cabo por María, nos lleva a pensar en la sepultura de Jesús, donde
habrá gran cantidad de perfumes proporcionados por Nicodemo. Todo el trasfondo,
lo proporciona el libro del Cantar de los Cantares: el jardín, los ungüentos,
el hombre y la mujer, palabras veladas que encontrarán ahí su sentido pleno. La
escena de hoy, con María que unge los pies de Jesús y su sepultura, tiene mucho
en común; ahora María, le puede ungir y abrazar los pies, en el sepulcro luego
de resucitado a otra María, la Magdalena, no se lo permitirá: “Deja de tocarme,
que todavía no he subido al Padre” (Jn. 20, 17). María de Betania, entregó en
ese ungüento carísimo, trescientos denarios, toda su vida, puesto que ese era
el sueldo de todo un año. Toda su existencia, lo que tenía para vivir, lo ha
entregado a Jesucristo, como expresión del más purísimo y excelso amor nacido
del corazón de una mujer enamorada. Jesús, acepta esta oblación; es como si
hubiera quedado preso en los cabellos de María (cfr. Ct.
7,6). Ella, contraviniendo las costumbres de su tiempo, no podía presentarse en
público, con los cabellos descubiertos, ha puesto por encima de cualquier
convencionalismo, su ardiente amor a Jesucristo, hasta llevar en sus cabellos,
el perfume de su Amado. Otro ambiente, muy distinto, se vive fuera de la casa,
muchos vinieron a ver a Jesús y a Lázaro, pero eso trajo como consecuencia que
los Sumos sacerdotes dieran sentencia de muerte también contra Lázaro
(vv.10-11), porque por su causa muchos creyeron en Jesús.
Lecturas bíblicas
a.- Is. 49,1-6: Te hago luz de las
naciones
Esta
lectura corresponde al segundo cántico del Siervo de Yahvé, donde se identifica
con Israel, pero no el histórico, rebelde y pecador, objeto de juicio de parte
de Dios, sino con el Israel teológico, a quien el Siervo tiene la misión de
congregar. Es el resto de Israel, del que habla Isaías, los veinte mil que
volvieron a reconstruir la nueva
Jerusalén. El canto se dirige a todas las naciones gentiles, su espada es la
palabra, ajena a la violencia física, pero eficaz con la violencia moral. Dios
hace del profeta su siervo, “tú eres mi siervo Israel, en quien me gloriaré”
(v. 3); la reacción, es de debilidad humana, puesta en las manos de Yahvé. Es
sólo en ese momento cuando Dios, lo confirma en su misión, es más, le hace comprender
lo insignificante de su misión entre sus compatriotas hasta hoy, lo que viene,
será muy superior porque lo hace “luz de las gentes para que mi salvación
alcance hasta los confines de la tierra” (v. 6). El Siervo se ha convertido en
rey, sacerdote y profeta de la humanidad. El NT agregará a esta visión que el
verdadero Siervo, es la comunidad eclesial,
unida a su Cabeza Cristo, el Ungido del Padre. El nuevo pueblo de Dios,
es el encargado de llevar la salvación a toda la humanidad.
b.- Jn. 13,21-33. 36-38: Traición de
Judas y anuncio de la negación de Pedro.
El
evangelio nos presenta el anuncio de la traición de Judas y el anuncio de las
negaciones de Pedro (vv.21.38). Dentro del relato de la Cena del Señor, se
viven momentos muy fuertes para Jesús, como anunciar que uno de los doce lo va
a traicionar, el pan mojado en el plato que Jesús entrega a Judas (vv. 26-28) y
ante esa traición, proclama el mandamiento del amor (vv. 34-35). Los tres
apóstoles, en la cena se presentan tal cual son, en sus vidas: Juan como el
discípulo amado, Judas como el traidor, y Pedro el que vacila; cada uno
resuelve el misterio de la Pasión desde su propia realidad. Jesús sufre en lo
interior, se conmueve ante el rechazo del amor que vive Judas, porque rechaza
al Padre, y su salvación, más aún
rechaza a su Enviado (cfr. Jn. 11,33; 12,37). Aquí el término entregar, tiene
un sentido pleno, ya que el discípulo, Judas, entrega a su Maestro, a su vez
los Sumos sacerdotes, lo entregarán a Pilato, y éste a sus soldados para que lo
crucifiquen (cfr. Jn. 18, 30. 35. 36; 19, 16). Esta entrega, en la mentalidad
de Juan, es obra del mundo de las tinieblas, en definitiva de Satanás. Los
discípulos, no sospechan de Judas. El discípulo amado, Juan, pregunta quién es
el traidor a Jesús, por la insistencia de Pedro, y Jesús le revela con el signo
de la entrega del bocado, quién es la persona (cfr. Jn. 6, 64. 71). Juan se
encuentra muy cerca de Jesús, se recuesta sobre el pecho del Maestro, signo de
intimidad, figura opuesta a Judas, que
rechaza el amor y la persona de Jesús. Será un bocado lo que delate a Judas,
pero en ese bocado era el mismo Jesús, pan de vida eterna, carne y sangre que
hay que comer (cfr. Jn. 6), que se entrega a Judas, como última esperanza para
recuperarlo. En el fondo Judas, comió su propia condenación (cfr.1 Cor.11, 29),
puesto que tras el bocado, entró Satanás. “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”
(v. 27), fue el mandato de Jesús. Los discípulos, piensan en la festividad de
la Pascua: creían que Jesús le mandaba comprar algo para la fiesta, cuando la
verdadera Pascua era esa última Cena con su Maestro. La limosna a los pobres,
recuerda el evangelista al cristiano, que ellos son los que realmente los que
constituyen las comunidades de Jesús; entregar la vida a ellos, como servicio
al prójimo como hizo ÉL. La noche que se dejó caer, anota Juan, luego de salir
Judas a cumplir su obra de traición, anuncia las tinieblas que vienen
provocadas por la ausencia de Jesús, oscuridad densa en que entraba Judas. Se
levanta, sale para hacer un éxodo, en dirección totalmente contraria a la de
Jesús y sus discípulos, va hacia la noche del sin sentido de la existencia, el
vacío de la noche más profunda que acaba en suicidio (cfr. Mt. 27, 5). Jesús,
se despide de sus discípulos, les recuerda que lo buscarán, pero no lo podrán
seguir hacia donde ÉL va, lo que da pie a Pedro para decirle que está dispuesto
a seguir donde vaya, está dispuesto a dar la vida por ÉL (v. 37). No termina de
comprender, que para dar la vida como Jesús, primero hay que unirse a su
designio de amor redentor: comunión con ÉL y con el Padre. Pedro, entiende que
Jesús va a morir, quiere acompañarlo, pero no reconoce su debilidad. La
respuesta que le da es que más tarde lo seguirá (v.36), pero esa misma noche,
le negará tres veces. Este capítulo comenzó con el amor infinito de Jesús por
sus discípulos, en un contexto de celebración de la verdadera Pascua, la
Eucaristía, la respuesta de amor incondicional de Juan, por su Maestro, la
traición de Judas, que rechaza dicho amor y termina con las dudas de Pedro, que
demuestran que falta madurar en su entrega a la intención de Jesús. Les falta
que Cristo viva su misterio pascual y descienda la fuerza del Espíritu Santo,
para que alcancen su plenitud en la fe y seguimiento del Resucitado.
Lecturas bíblicas
a.- Is. 50, 4-9: Pasión del Siervo del
Señor.
La
primera lectura nos presenta el tercer cántico del Siervo de Yahvé. Este Siervo
de Yahvé, se muestra más como un sabio, que como profeta, receptor y transmisor
de la enseñanza divina, fiel maestro de la tradición. Con su palabra sostiene
al Israel histórico, cansado, escéptico y desilusionado. El poema testifica en
forma personal, la función profética de Israel, a pesar de las vejaciones que
tiene que sufrir. A pesar del destierro, azotes, las bofetadas, el Siervo ha
sabido obedecer a Yahvé. Los sinópticos van a identificar a este Siervo, con
Jesús ante Pilatos. Aunque se identifique a este Siervo con el “resto de
Israel”, este Siervo, representa a muchos individuos, que fieles a su fe,
sufrieron violencia a causa de ella. Entre ellos Jesús y también nosotros, que
completamos a la Pasión de Jesús (cfr. Col.1, 24). El Siervo confía en Yahvé su
justificador, tiene puesta en Él toda su esperanza, es su fuerza y vive de
ella. Su seguridad está en la cercanía de Dios, que salva al inocente, a pesar
de que todos lo acusan. Poco a poco, este Siervo, nos va conduciendo a Cristo
Jesús, un Mesías Crucificado, doliente, que confía plenamente en Yahvé.
b.- Mt. 26,14-25: ¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!
El
evangelio nos presenta al traidor, Judas Iscariote, uno de los Doce. Lo
entregará en manos de los enemigos, por unas cuantas monedas (v.15). Sus
verdaderas motivaciones son mucho más profundas. Hay un acuerdo monetario entre
Judas y los sumos sacerdotes. El evangelista, presenta la pasión desde el
comienzo, como el cumplimiento del plan de la economía de la salvación,
establecida por Dios Padre. El precio de la traición había sido anunciado por
la Escritura (cfr. Zac. 11,12-13). Al detalle del precio, se une que el profeta
presenta al Mesías, como el rey manso y humilde (cfr. Zac. 9, 9). Mateo, nos
presenta el final desesperado de Judas: al ver que habían condenado a Jesús, se
arrepiente de su traición (v.3), que germina como remordimiento, pero, que no
se abre a la búsqueda de perdón. No es el caso de Pedro, que vuelve a Jesús, en
cambio, Judas vuelve a aquellos con los que había pactado, que finalmente, no
le ayudan a recuperar la paz de su conciencia, más bien, se muestran
indiferentes a su nueva situación (v.4). La conciencia de pecado de Judas, es
acompañada por una inmensa y amarga soledad, que termina en una determinación
terrible: el suicidio. Quizás en la mente del evangelista tiene como trasfondo
la figura de Ajitófel, que traicionó a David (cfr.
2Sm.17, 23). La figura de Judas representa, el rechazo del pueblo de Israel a
Dios, a Jesús, al Mesías; su final, es una seria advertencia a la comunidad
eclesial, el nuevo Israel. Todos los discípulos fueron invitados por Jesús, a
formar parte de una comunidad de vida, también Judas, solo ellos son los
conocedores de los misterios de Dios. El fracaso de Judas, tiene un precio,
treinta denarios de plata. En la entrega se agregarán otros personajes. ¿Cómo
pudo traicionar a Jesús? El corazón humano es un abismo y la libertad hace que
el hombre opte lo que puede convertirse en un estado de gracia y paz o
desesperación y muerte. Nadie se imagina el dolor de Jesús en su corazón, por
haber acogido a Judas entre los suyos, y no abrir su corazón a su amor
redentor. Encerrado en sí mismo, Judas paga caro el orgullo de no pedir perdón,
y se condena a sí mismo al suicidio. Había escuchado muchas veces a Jesús,
predicar sobre el amor de Dios por el hombre, de su misericordia para con quien
peca, Judas no acoge la gratuidad del amor. Esta realidad, es quizás lo que más
cuesta aceptar al creyente, porque quiere trocar, comprar, capacitarse por sus
propias fuerzas a fuerza méritos para acoger ese amor divino. Cuando se aprecia
la propia pobreza, la soberbia nos humilla, avergüenza, y nos encierra hasta
hacernos insensibles ante un Cristo llagado, que así y todo, nos perdona
nuestros delitos. Es entonces, cuando brilla en lo alto la Cruz gloriosa, única
esperanza; es consolador saber que Dios, es más grande que nuestro orgullo y
soberbia, sólo ÉL comprende nuestro corazón y sus obras, porque ÉL mismo lo
creó; sólo ÉL tiene la palabra en este juicio sobre el hombre y su Hijo
crucificado por amor. La Última Cena de
Jesús, fue la celebración judía de la cena pascual. En la víspera de la fiesta,
le preguntan a Jesús, dónde quiere celebrarla, como lo mandaba la ley. ÉL era
considerado el jefe de esta nueva familia, cenará con ellos, como cualquier
padre en Israel. Esta familia, es formada por libre elección. No se dice nada,
de quién le prestó la sala para el festín (cfr. Mc. 14, 13), lo mismo sucede
cuando ingresa a Jerusalén y pidió a otro le dejase un asno (cfr. Mt. 21, 1-3).
Pero en ambos casos, Jesús ordena y su petición es cumplida. Sin embargo, Jesús
está preocupado que se acerca su hora: “Mi tiempo está cerca” (v. 18). No se
refiere al tiempo de la cena o festividad pascual, sino su tiempo, su Hora de
pasar de este mundo al Padre (cfr. Jn.13,1). Todas las
familias judías celebraban la Cena pascual, pero la Cena que Jesús va a
celebrar es especial, porque estará sólo Jesús con sus discípulos, en una casa
de arriendo, y sin la familia de ninguno de ellos. Este es su tiempo, no otro,
y que no posee siempre. Es el Padre quien lo ha determinado, Jesús sabe que su
Hora se acerca. Jesús dispone de hacer todo lo acostumbrado para celebrar la
Pascua: comprar el cordero, los panes ázimos, las bebidas, etc. Así como
dispuso todo con las multitudes que lo seguían, en las verdes planicies, y los
alimentó con panes y peces, ahora dispone la celebración de algo totalmente
nuevo (cfr. Mt. 14,13-21; 15,32-39). Con todos esos detalles, Mateo, nos enseña
que Jesús era el único Maestro y Señor, a quien los discípulos obedecen con
docilidad.
Fr.
Julio González C. OCD