SEPTIMA SEMANA DE PASCUA, 

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

Contenido. 1

DOMINGO.. 1

a.- Hch. 1,1-11: Jesús se elevó a la vista de ellos. 2

b.- Ef. 1,17-23: El Padre lo sentó a su derecha. 2

c.-  Mt. 28,16-20: Se me ha dado pleno poder en el cielo y la tierra. 3

LUNES.. 5

a.- Hch. 19,1-8: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo?. 5

b.- Jn. 16, 29-33: No estoy sólo, porque el Padre está conmigo. 6

MARTES.. 7

a.- Hch. 20,17-27: Pablo habla a los presbíteros de Efeso. 7

b.- Jn. 17, 1-11: Padre, glorifica a tu Hijo. 8

MIERCOLES.. 10

a.- Hch. 20,28-38: Despedida de los presbíteros de Efeso. 10

b.- Jn. 17,6. 11-19: Padre, santifícalos en la verdad. 11

JUEVES.. 12

a.- Hch. 22, 30; 23, 6-11: Pablo ante Sanedrín. 12

b.- Jn. 17, 20-26: Padre, que sean uno con nosotros. 13

VIERNES.. 14

a.- Hch. 25, 13-21: Pablo ante el rey Agripa. 15

b.- Jn. 21, 15-19: Simón, ¿me amas? Apacienta mis ovejas. 15

SABADO.. 16

a.- Hch. 28,16-20.30-31: San Pablo en Roma. 17

b.- Jn. 21, 19-25: El discípulo amado. 17

 

DOMINGO 

Lecturas

a.- Hch. 1,1-11: Jesús se elevó a la vista de ellos.

La primera lectura, nos narra la exaltación de Cristo glorioso a la diestra del Padre en el cielo. Subyace, sin embargo, un doble plano de realidades, mientras Jesús les habla  de la promesa del Padre, la venida del Espíritu Santo (v. 4), los apóstoles están pensando en el reino mesiánico, como una restauración del reino de David (v. 6; cfr. Mt.4,17). Late siempre en ellos, la visión temporal de las cosas de Dios: poder político y religioso. Jesús les manda esperar en Jerusalén (v.4), para ser bautizados con Espíritu Santo, y lo define en cierto modo, como una fuerza que viene de lo Alto, de la cual, ellos serán revestidos, para ser sus testigos, partiendo de Jerusalén hasta los todos confines de la tierra (v. 8). La nube, representa la presencia de lo divino, que está presente en las grandes teofanías del AT (v.9; cfr. Ex. 13, 22; Dn.7, 13), y también del NT (cfr. Lc. 9, 34-35; Mt. 24, 30; 1 Tes. 4, 17; Ap. 1,7; 14,14-16). Jesús, fue levantado, arrebatado al cielo, para sentarse a la diestra del Padre, e interceder  ante el Padre por todos nosotros y ejercer su poder sobre el cielo y la tierra. Los ángeles, anuncian su regreso, en la parusía final (v. 11). Mientras tanto, los discípulos tienen la misión de anunciar el Evangelio, la Buena Nueva hasta los confines de la tierra.

b.- Ef. 1,17-23: El Padre lo sentó a su derecha.

El apóstol Pablo, explica en este texto, el triunfo,  la supremacía de Cristo, y la participación de la Iglesia como Cuerpo y Plenitud de Cristo, que participa de su señorío. Es un contexto de acción de gracias a Dios que el apóstol pide al Padre que conceda a los efesios, sabiduría y revelación, para que lo conozcan  como el “Padre de la gloria” (v.17), origen de la salvación llevada a cabo por Cristo y luz que se necesita para conocerlo progresivamente mejor. No hay una petición de dones abstractos, intelectuales, sino conocimiento y aceptación de los designios amorosos de la voluntad de Dios; conocimiento que también  es amor y fe en el corazón que ve a través de la luz de la fe. El apóstol quiere que los efesios tengan un claro conocimiento de la esperanza a l que fueron llamados, la herencia que todavía esperan y el poder manifestado por Dios en la resurrección de Jesús y ahora también se manifiesta en los creyentes hasta que resuciten como lo anunció Jesús. La vida cristiana se mueve en su dinamismo salvífico entre la acción de gracias por lo ya recibido y lo se espera recibir. Contrarrestando la creencia del mundo helenista acerca del dominio de los poderes cósmicos que dominaban los destinos del hombre, Pablo deja claro que Cristo con su Ascensión es Señor en el cielo y en la tierra, sin límite de espacio y tiempo por sobre los poderes celestiales y fuerzas del cosmos (v.21). A la comunidad eclesial, le ha sido dada como cabeza a Jesucristo, el Señor del universo, lo que la convierte en cuerpo. Así como la cabeza es parte de un cuerpo, así Cristo es Cabeza que da vida y unidad a la Iglesia, reúne a los fieles en un solo cuerpo y les da vida nueva. Una segunda afirmación sobre la Iglesia se refiere a que ella es plenitud de Cristo. Es en Cristo Jesús, quien da plenitud a la Iglesia y no al revés, puesto que en Él encuentra su origen. ÉL es el que lo acaba todo en todos. La Iglesia es plenitud de Cristo, en el sentido que participa de la nueva vida del resucitado, de la regeneración universal, que produce el bautismo, en medio de la humanidad, bajo la autoridad de Cristo Señor y Cabeza (v. 23; cfr.1Cor.12,12; Ef.3,19; 4,13; Col.1,15-20; 1Cor.12,6; 15,28; Col.3,11). La Iglesia es ese espacio, que vive del amor de Cristo en el mundo, y sirve al mundo; obra con el mismo amor que lo llevó hasta la entrega de cruz (cfr. Ef. 3,18). Su señorío, su poder de amor, lo quiere ejercer a través de la comunidad eclesia,l llamada a ser el vínculo vigoroso de amor que se entrega al prójimo hasta llevarlo a la plenitud de la unión con Dios.       

c.-  Mt. 28,16-20: Se me ha dado pleno poder en el cielo y la tierra.

El evangelio nos da a conocer las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos. Es en Galilea donde fueron citados por el ángel y luego por el mismo Resucitado (cfr. Mt. 28, 7. 10). El monte es lugar del encuentro de Dios con el hombre, espacio de grandes revelaciones y proclamaciones, como la Ley de Moisés y las Bienaventuranzas (Mt.5,1). Ahora Jesús, desde un monte manda hacer discípulos a todos los hombres y mujeres, enseñándoles su palabra y bautizarles en nombre de la Santísima Trinidad. Hay que destacar esta nueva reunión, el Maestro y sus discípulos, menos el que lo traicionó (cfr. Mt. 26,32); el pequeño rebaño con su Pastor. Se postran y adoran al Señor de cielo y tierra, y de todo el universo (cfr. Mt.14,33). Posee todo poder en el cielo y en la tierra, porque ahora el Padre recompensa su obediencia concediéndole, no sólo el perdonar los pecados (cfr.Mt.9,6), enseñar (cfr.Mt.21,23), dar la salud y expulsar los demonios, sino un poder sin límites como Hijo de Dios y Juez de vivos y muertos que regresará al final de los tiempos. Este es el mesianismo que Dios le otorgó y que manifestó en el ministerio de Cristo Jesús que pasó por este mundo haciendo el bien. Las palabras de  Jesús, hay que entenderlas como un traspaso de mando, es decir, les confía su poder para realizar su misión en el tiempo de la Iglesia: hacer discípulos suyos a todos los pueblos de la tierra. El método será por medio de la enseñanza y el Bautismo, pero esto no basta, hay que prolongar esta realidad doctrinal y sacramental a la vida de cada día con la aceptación continua de la enseñanza del Maestro. El bautismo será en nombre de la Trinidad, no tendrá un carácter penitencial, como el bautismo de Juan, para el perdón de los pecados, tampoco será un bautismo de muerte como el de Cristo en la Cruz (cfr. Mt. 3,6.11; Mc. 10, 38); el bautismo suyo será para la vida abundante que nos prometió (cfr. Jn. 10,10).  Los hombres serán bautizados en el nombre del Padre, lo que significa que reciben el don de la filiación divina; serán hijos de Dios, pero para mantener tan alta dignidad, deben vivir como hijos, a imitación del Hijo, hasta alcanzar la perfección, don y meta de ser santos como el Padre es Santo (cfr. Mt. 5,45.48; Rm. 8,29). Pero también será bautizados las gentes en el nombre del Hijo, se establece una comunión con su misterio pascual con su vida y salvación. Todos los bautizados serán hermanos de Jesús y toda obra buena que se haga al prójimo tiene el sello de amistad con ÉL, es como si esa obra se la hubiésemos hecho al mismo Jesús (cfr. Mt. 10,40). Cada obra referida al prójimo tiene repercusiones en el día del Juicio final, porque Jesús se declarará a favor  sólo de quien lo reconociera en su prójimo necesitado. Negará a quien lo haya negado, así como quien hizo una obra caritativa con el prójimo tendrá el gozo de descubrir que lo hizo al propio Jesús (cfr. Mt. 10,32; Mt. 25,40). Jesucristo es hermano de todos, porque hizo a todos partícipes de su filiación divina (cfr. Gál. 4, 6ss). El Espíritu Santo es invocado sobre el bautizado y se establece la unidad de vida con ÉL. Es el Espíritu quien lo hizo hombre en el seno de María Virgen, lo entronizó en su misión de Mesías en su bautismo en el Jordán y lo condujo al desierto para pasar la primera prueba como Mesías probado en lo que afecta a la vida de todo hombre mortal: la seducción del mal (cfr. Mt. 4,1). Con esa misma fuerza del Espíritu Santo, trajo el Reino de Dios, expulsó a los demonios, resucitó a los muertos, dio la salud a los enfermos y sobre todo predicó la Buena Nueva al pueblo (cfr. Mt. 12,28). Si deben dar testimonio ante los tribunales, no deben temer qué van a decir, porque el Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros” (Mt. 10, 20). Con este Espíritu los creyentes podrán no sólo seguir a Cristo sino imitarlo, configurar su existencia con la suya, aunque ello incluya la entrega de la vida en el martirio. Poseen el testimonio de Cristo que se ha ofrecido a sí mismo en sacrificio redentor por la humanidad (cfr. Hb. 9,14).  La instrucción que nutrirá la vida de los cristianos debe consistir en todo lo que Jesús les ha encargado, o sea, el evangelio, en especial los grandes discursos, diálogos íntimos donde deja claro quién es el verdadero discípulo y se inicia el camino del evangelio de la gracia que conduce a Dios. Se trata del “camino de la justicia” (Mt. 21, 32), su palabra permanece pura, inalterable, que ahora el Resucitado, el Señor, Kyrios, confirma para siempre. Llevar el mensaje del evangelio a todos los pueblos no es una empresa humana, no están abandonados a sus fuerzas, cuentan con la presencia de su Espíritu Santo, su palabra, su Eucaristía y sobre todo la comunidad. Todos son espacios donde están presentes los discípulos convocados por el Resucitado. Donde se dan todos estos elementos Jesús asegura su presencia en medio de ellos para siempre. La Eucaristía reúne, de alguna forma, todos estos elementos, pero con una clave misionera o evangelizadora. Si escuchamos y celebramos la Palabra de Dios y el evangelio, si recibimos a Jesús en la comunión, luego que abandonamos la reunión, estamos suficiente capacitados para anunciar el mensaje salvador de Cristo a  todos.

San Juan de la Cruz, nos recuerda en clave mística, que en el Bautismo recibimos la pureza original, la misma de Adán, pero que luego del pecado podemos recuperar a partir de nuestro Bautismo pero ahora fruto del misterio pascual de Cristo que sana, purifica y une en amor divino al hombre con Dios. Cuando comenta los versos: “Y luego me darías/ allí, tú, vida mía, / aquello que me diste el otro día”, comenta: “Llamando a el otro día al estado de la justicia original, en que Dios le dio a Adán gracia e inocencia, o el día del bautismo, en que el alma recibió pureza y limpieza total, la cual dice el alma en estos versos que luego se la daría en la misma unión de amor” (CA 37,5).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 19,1-8: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo?

A la pregunta del apóstol Pablo, si habían recibido el Espíritu Santo los efesios, éstos respondieron que ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo, sólo habían recibido el bautismo de Juan. El apóstol los bautizó en el nombre del Señor Jesús, recibieron el Espíritu Santo y los carismas, por la imposición de sus manos. Muchos en la Iglesia, han recibido el Espíritu Santo por medio de los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación, pero si se les preguntara por  su significado, la respuesta  sería semejante a la de los efesios. La falta de catequesis en la preparación de los sacramentos, falta de experiencia personal y comunitaria de su obra en el cristiano y en la Iglesia, y,  finalmente carencia de lectura de la Escritura donde está presente su itinerario de fuerza y poder, de entrega de dones y carismas para el servicio a la comunidad eclesial, hacen del Espíritu Santo un desconocido en la vida de muchos cristianos. La acción del Espíritu Santo la encontramos en los textos bíblicos realizada fuera de la comunión trinitaria, ad extra, diríamos, en las personas y en la Iglesia. En Jesús, desde su concepción hasta su resurrección, en los apóstoles en su acción evangelizadora y hoy en el trabajo de la Iglesia y de cada cristiano. Las imágenes, al no tener definiciones acerca del Espíritu Santo, ayudan a comprender su labor: fuego, fuerza, espíritu de la verdad, abogado, defensor, dador de carismas y dones, etc. Sabemos que es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, don de Cristo Resucitado a su Iglesia. Es el Amor del Padre y del Hijo, que es derramado en nosotros, nueva dimensión de ser hijos de Dios y hermanos de toda la humanidad.

b.- Jn. 16, 29-33: No estoy sólo, porque el Padre está conmigo.

En el evangelio, Jesús les comunica que el Padre los ama, porque lo aman a ÉL y creen que salió de Dios (cfr. Jn. 16, 27), les anuncia entonces la dispersión que sufrirán a causa de su Pasión, y cómo lo dejarán sólo. Pero Jesús no pierde la calma, al contrario, los reconforta diciendo que busquen la paz en ÉL, porque ha vencido al mundo (v. 33). La situación es distinta al final de este discurso de Jesús: los discípulos lo comprenden porque habla claro, no en parábolas, no necesitan hacerle preguntas, porque le creen que ha salido de Dios (vv. 29-30). Es común en el Evangelio de Juan, que las palabras y discursos, sean recibidos en un clima de abierta incomprensión e incredulidad. Debe ser así, porque Jesús ha hablado con mayor claridad respecto al Padre y su relación filial, en un contexto de despedida (cap.14-16), pero por otra parte, la vida de la comunidad es fortalecida, guiada e iluminada por el Espíritu Santo. A la mayor claridad en el hablar de Jesús, corresponde una mayor aceptación del enviado del Padre, el que revela, y de la revelación que comunica a los apóstoles. Sólo la palabra de Dios da certeza, por lo mismo, el futuro, desde la fe, se puede ver, como un presente, es la vida eterna, que ha comenzado para los que guardan la palabra de Dios en sus vidas. El texto, deja clara la omnisciencia de Cristo, fundamento para creer en ÉL a una, como en el caso de los apóstoles (v. 30). No necesita que nadie le preste información, y por lo mismo, no necesita preguntar nada a nadie. Esta omnisciencia de Cristo es presentada como un atributo divino, pero que es comunicado al hombre, no permanece en abstracto. Es el enviado del Padre, el que revela su palabra, y responde los interrogantes fundamentales del hombre. Si la fe es la garantía para aceptarlo, comienza su trabajo que más que responder, ilumina la existencia del hombre y sólo van apareciendo las respuestas escondidas en la luz de la fe (cfr.Jn.1,47-50; 2,23-25; 4,16-19; 1Jn.3,19-20). Sorprendido Jesús  pregunta: “¿Ahora creéis?” (v. 31). Estas palabras de Jesús se pueden entender como una confirmación de la fe de los discípulos, o de admiración luego de la confesión que acaban de hacer. La mejor hipótesis es relacionarla en el contexto de despedida mirando a la pasión; Jesús no quedará sólo, el Padre está con ÉL (v.32). Creer es un riesgo, no es una posesión absolutamente segura, fe que deberá pasar la prueba de la Hora de Jesús, es decir, la pasión, la cruz. Es el escándalo que provocará desesperación y dispersión, el abandono de parte de la mayoría de los discípulos (v.32; cfr. Is. 53,6; Mc.14, 27s; Zac.13,7; 16,7). A pesar del futuro abandono de los apóstoles, Jesús les asegura que tengan paz en ÉL (v. 32), es decir, si tienen fe, esta les dará paz, porque el fundamento último de esa fe es ÉL. Es la obra salvadora de Jesús, es la que fundamenta y asegura la paz; certeza de fe que no se apoya o encuentra en el creyente, sino en Aquel en quien cree. Jesús resucitado ha vencido al mundo, su victoria es sobre la muerte, con su miedo y tribulación. Pero la fe, ha ingresado con Jesús como dador de vida escatológica en la vida de los hombres como fuerza liberadora en medio de un mundo de muerte. La pasión de Jesús, en Juan es un camino hacia la victoria final.

San Juan de la Cruz, cuando habla de no poner el gozo en los bienes materiales, es precisamente para alcanzar libertad de espíritu, y la fe nos irá revelando cuanto mayor dicha hay en cimentar la vida cristiana en Cristo y su palabra. Vencer al mundo comienza venciendo la propia naturaleza inclinada siempre al pecado, pero que no tiene la última palabra, porque ésta la tiene la gracia y al amor de Dios y nuestra sana colaboración en este proyecto de trabajar nuestra salvación. “De los dichos provechos se sigue el último, que es un generoso bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la libertad del espíritu, con que fácilmente se vencen las tentaciones, y se pasan bien los trabajos, y crecen prósperamente las virtudes” (3S 23,6).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 20,17-27: Pablo habla a los presbíteros de Efeso.

Los Hechos nos narran el último discurso de Pablo en Éfeso a los presbíteros. Lucas, presenta la figura de Pablo, insistiendo en la ejemplaridad de su vida y apostolado.  La primera parte, se refiere a su pasada actividad en Efeso (vv. 17-21), la segunda, se refiere al presente, prisionero,  (vv. 22-24), la tercera, a su futuro de muerte (vv. 26-27), la cuarta se refiere a la Iglesia (vv. 28-32) y finalmente bendiciones y avisos a estar vigilantes con los más débiles (vv. 33-38). Esa vida ejemplar, que propone Lucas, y que encontramos en varias de sus epístolas (cfr. 1Co. 4, 16; 11,1; Gal. 4,12; 2 Cor. 3,1), está pensada más para sus lectores que para los presbíteros que oían a Pablo, porque muchos de ellos habían sido testigos de su vida y ministerio. Toda la vida de Pablo es un gigantesco servicio al Evangelio y a Jesucristo desde la humildad (cfr. Gal. 1, 10; Flp. 1,1; 2,22), las lágrimas y preocupaciones pastorales (cfr. 2Cor. 2, 4; Gal. 4, 19-20), llevando sobre sí los sufrimientos de Cristo (cfr. 2 Cor. 1,5ss; Col. 1, 24), en medio de los ataques de los judíos. Es el incansable predicador de la conversión a Dios y a creer en Jesucristo (v. 21), y todo esto por fidelidad al mensajero de la gracia de Dios (v.24). El evangelio, Pablo lo presenta, como predicación de la gracia (cfr. Hch. 14,3), mensaje de la gracia (cfr. Hch. 20,24), palabra de la cruz (cfr. 1Cor. 1, 18), palabra de la reconciliación (cfr. 2Cor. 5, 19), palabra de la verdad (cfr. Ef. 1,13), palabra de vida (cfr. Ef. 5, 26).

b.- Jn. 17, 1-11: Padre, glorifica a tu Hijo.

En el evangelio, el Maestro, comienza su Oración Sacerdotal, que podemos dividir en tres partes: Jesús ora por sí mismo (vv.1-5); ora por los discípulos (vv.6-19); y finalmente por los que creerán en ÉL en futuro (vv.20-26). El primer tema de esta oración es: “Esta es la vida eterna” (v.3). En esta primera parte encontramos que la oración se abre con una serie de peticiones que Jesús eleva al Padre, sobre la gloria de Dios Padre y del Hijo.  La razón para pedir, es haber llevado a su perfección, la misión encomendada por el Padre. Jesús pide su propia glorificación, no porque busque su gloria, sino que con ellos traerá vida eterna a la humanidad, su gloria y la del Padre son una sola cosa. Jesús eleva sus ojos al cielo y se dirige al Padre: ha llegado su Hora, es decir, el tiempo de la glorificación del Hijo (cfr.Jn.12, 23. 32-33). La oración nos conduce a comprender el enigma de su partida  hacia la pasión y crucifixión, que es la revelación de la gloria de Dios y glorificación de Jesús. Esta oración la pronuncia Jesús bajo la sombra de la cruz.  El rol de Jesús, como aquel que glorificará a Dios, y será glorificado, se debe a las prerrogativas, que recibió de Dios. El poder de Jesús de dar vida a los que el Padre le había confiado, como también, su autoridad para juzgar (v.2; cfr.Jn.6,37; Eclo.17,1-4; Jn.1,12-13; 5,19-30). La glorificación del Padre y del Hijo,  surge de la vida eterna que el Hijo da a los que creen en ÉL. Por eso Juan insiste en dar a conocer la vida eterna, que consiste en conocer a Dios, desde lo que el Enviado, nos reveló con palabras y obras (vv.2-3; cfr.Jn.5,21-24; 1,14.16-18; 3,14-15.16-17.31-36; 4,13-14; 5,24-25; 6,35.51; 7,37-38; 8,12; 9,5; 10,27-29; 11,42; 13,18-20; 14,6-7). Es una promesa de vida, para los que creen en Jesucristo, que ha contado la historia de la salvación de Dios. El creyente tiene vida eterna, en la medida en que conozca al Dios revelado por Jesús, el Logos de Dios. La revelación de Dios, Jesús la ha completado, y por ello, pide al Padre le glorifique, mediante la Hora del levantamiento. La Hora ha llegado, pero el clímax de la revelación de la gloria de Dios, mediante la cual ÉL será glorificado, está próxima (vv.4-5; Jn.11,4; 12,23.32-33; 13,31-33; 3,13-14; 7,39; 8,28; 11,4; 13,18-20.31-32). En un segundo momento, Jesús nos dice que ha dado a conocer a Dios a los hombres. Ha manifestado su Nombre a los hombres (v.6-8; cfr. Ex.3,14-15). ÉL ha dado a conocer a Dios, su ministerio ha terminado, a los Doce los ha sacado del mundo, son iniciativa exclusiva del Padre. El Padre se los dio a Jesús, y ÉL les ha dado las palabras que el Padre le dio a ÉL. Purificados por la palabra de Jesús, los Doce saben que todo cuanto saben de Jesús procede de Dios, aceptando con el que Jesús es el Enviado de Dios (vv.7-8; cfr. Jn. 3,10; 15,9-10; 15,15). Finalmente, Jesús ora por sus discípulos (vv.9-11). Jesús está a punto de partir, pero sus discípulos quedan aquí, en el mundo; Jesús no ruega por el mundo, sino por ellos, que son del Padre y ÉL se los ha confiado a Jesús. Pide al Padre que sea eso, un padre para ellos que los cuide, manteniéndoles a salvo. Todo cuanto pertenece al Padre ha sido dado al Hijo y los hijos forman parte de ese don, pero tienen su propia responsabilidad: Jesús es glorificado en ellos (v.10; cfr.Jn.14,13; 15,18-19.21;16,3). Esta auto-donación de Jesús actualizada por sus discípulos, revelará, confirmará, que son sus discípulos. Así como Jesús, ha terminado la tarea encomendada por el Padre, glorifica al Padre, la vivencia de dicha actitud de amor entre sus discípulos dará gloria a Jesús  (cfr. Jn.13, 34-35; 15,12.17). La misión de los discípulos acaba de comenzar. Jesús pide al Padre que los guarde en su Nombre (v.11), mantenga la unidad entre los discípulos, imagen de la existe desde siempre entre Él y su Padre, y que ahora experimentan esa misma unidad.  

Juan de la Cruz nos enseña: “Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu Santo, al cual siente ya el alma en sí, no sólo como fuego que la tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, de más de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama, cada vez que llamea, baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina. Y ésta es la operación del Espíritu Santo en el alma transformada en amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son inflamaciones de amor en que unida la voluntad del alma, ama subidísimamente, hecha un amor con aquella llama.” (LB 1,3).


MIERCOLES

Lecturas

a.- Hch. 20,28-38: Despedida de los presbíteros de Efeso.

Este discurso a los presbíteros de Éfeso, reunidos en Mileto, es el único dirigido a ellos, en los Hechos, a los que se les pide celo apostólico, humildad, renuncia al egoísmo, como si Pablo, después de hablarles de la propia responsabilidad y ejemplo en la dirección de las comunidades cristianas, quisiera comunicarles esta responsabilidad como presbíteros de la Iglesia. Como “vigilantes” (v. 28) del pueblo que Jesucristo se adquirió con su sangre y que el Espíritu Santo les ha confiado. Es el Espíritu quien guía a la Iglesia y obra en la elección de aquellos que ejercen el ministerio de gobierno (cfr. Hch. 13,1ss). La imagen del pastor y de la grey es común en el AT (cfr. Is. 40, 11; Jr. 2,8; Ez. 34,2). En el NT, Cristo Jesús, es el pastor y la grey, ahora es la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, más tarde, serán los apóstoles quienes representarán a Cristo (cfr. Jn. 21, 15-17; 1 Cor. 9,7). Los pastores deben ser conscientes que la Iglesia no es propiedad personal, sino de Dios, que su Hijo adquirió con su sangre en la cruz, origen de la Iglesia. El peligro de la herejía y del gnosticismo, que se había introducido en el judaísmo, puesto es anterior al cristianismo, estaba largamente difundido en esa sociedad. Pablo, deja claro que ese problema doctrinal no es responsabilidad de la comunidad. Pablo, hizo todo lo que estaba a su alcance para anunciar el mensaje del Evangelio; trabajó para ganarse el pan con sus propias manos para él y sus compañeros, la predicación fue su trabajo con intervenciones públicas y privadas. El apóstol como hombre y misionero, es el ideal a imitar. Los presbíteros deben imitarlo en el modo de vida y de ministerio, en el gobierno y en el servicio, en la vigilancia y en la entrega sana de la doctrina. Confiar a los presbíteros  la comunidad es encomendarla a Dios, para que no quede incompleta la obra iniciada por Cristo, su palabra y su gracia, sostienen la comunidad.   

b.- Jn. 17,6. 11-19: Padre, santifícalos en la verdad.

En  este pasaje del evangelio Jesús, pide la protección del Padre para sus discípulos y que los santifique en la verdad. Comentamos el segundo tema de esta oración sacerdotal de Jesús: “Santifícalos en la verdad” (v. 17). La idea es que no sólo los proteja de todo aquello que los pudiera hacer desistir de su fe y de la vida nueva de cristianos, sino que sean santificados por un Dios todo Santo, por el conocimiento de Dios en la verdad. Retomamos el tema de la solicitud de Jesús al Padre que proteja los que le confió. Los ha guardado en el nombre de Dios, con una protección que ninguno de ellos se ha perdido, salvo el hijo de la perdición (v.12). Se alude tanto a Judas, como a Satanás, que planificó la traición del apóstol (cfr. Jn.13,2; 2 Tes.2,3.8-9). Jesús compartió con Judas, le lavó sus pies, le dio el bocado en la última Cena, a pesar del plan de Satanás, no obstante entró luego en Judas, para se cumplieran las Escrituras (cfr.Jn.13, 18. 27). La intervención de Judas está dentro del amplio plan de Dios, revelado en Cristo sobre sus frágiles discípulos, incluido Judas (cfr.Jn.13,18-20). Todas las promesas hechas antes en el discurso, ahora que Jesús se marcha, vencida toda ansiedad sobre el futuro de los discípulos, les traerá alegría plena, por su apertura a la realidad del Padre. Ellos no pertenecen al mundo, es decir, no forma un grupo selecto, sino que no pertenecen al príncipe de este mundo, a Satanás, a la oscuridad, a las fuerzas del mal, que se unen contra Jesús para matarle (vv.14-15; cfr. Jn.11, 49-50.57; 12,9-11). No ruega al Padre para que los saque del mundo, sino que los proteja del Maligno (v.16). Finalmente, Jesús pide al Padre: “Santifícalos en la verdad” (v. 17). Santifícalos, equivale a conságralos en la verdad para que sean santificados en el conocimiento de la verdad de Dios. Es la identificación con la voluntad de Dios lo que los hará santos, ser santo significará ser uno con el Padre, que es Santo. Jesús ruega para que tengan una existencia santa, que refleje la santidad de Dios, que se les ha revelado en Cristo Jesús. Así como la relación de Jesús con su Padre, determinó su existir, lo mismo ha de suceder en la relación de los discípulos con Jesús, que les reveló la verdad, ha de determinar la suya. Ahora son los discípulos los enviados por Jesús a dar a conocer  al Padre al mundo, lo mismo que Jesús, el Enviado por un Dios Santo (v.18). La revelación de un Dios Santo, exigía un Enviado Santo, la misión de los discípulos al dar a conocer a Dios,  exige santidad, en quien asume la misión (vv.17.19). Jesús llevará a cabo su total auto-donación, su máximo acto de amor, identificado totalmente con el plan salvífico de Dios, acción salvadora, unitiva y judicial, lo que constituye la esencia de su santidad  (cfr. Jn.4,34; 5,19.30.36; 17,4). En lo que constituye su Hora, Jesús se atribuye su acto de amor final, como acto consumado de santidad, la pasión, levantamiento en la cruz, la reunificación de los hijos dispersos de Dios, la gloria de Dios y del Hijo, en definitiva, su amor por los suyos y lejanos. Pero la santidad de Jesús, no constituye un fin en sí misma, sino que en presencia de sus discípulos, en su auto-donación, les manifiesta cómo ha de ser también la suya (v.19; cfr.3,16-17; 10,14-18; 13,1; 15,13). La misma unión de Jesús con el Padre, fundamento de su santidad, la unión de los discípulos con el Dios que les ha sido revelado, ha se der lo que constituya su santidad, Jesús pide sean santificados en la verdad. La santidad de Dios, manifestada ahora en la historia humana, encuentra correspondencia en los discípulos de Jesús, por el don de santidad que Jesús hace a los suyos, a quienes envía al mundo a dar a conocer a Dios. Su éxito en la misión consistirá en ser santos, como Dios Padre es Santo, (cfr. Lev.11,44; Jn.17,11.17.19), y como el que los envió, Jesucristo, el Santo de Dios.     

El místico Juan de la Cruz, apunta a que seamos conscientes de ese vivir en la verdad de Dios y en nuestra propia verdad leída a su luz y a su vera.  “Que es comunicándoles el (Padre) mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor; como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo están en unidad de amor. De donde las almas estos mismos bienes poseen por participación que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación semejantes y compañeros suyos de Dios.” (CB 39,5).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 22, 30; 23, 6-11: Pablo ante Sanedrín.

Este pasaje de los Hechos, nos muestra todas las vicisitudes que Pablo ha tenido que padecer por Cristo y el evangelio; antes enviaba a los cristianos a la cárcel con cartas del Sanedrín, ahora él está delante del tribunal supremo de justicia en Israel. Pablo se declara hombre que ha actuado con rectitud de conciencia hasta ahora, por lo cual es hecho callar con una bofetada. Declara ser fariseo y que está en la cárcel, por predicar la esperanza en la resurrección de los muertos (v. 6). Se levantan los ánimos de saduceos, que niegan la resurrección, y el de los fariseos que la aceptaban encontrando apoyo en la Escritura, provocando un gran altercado entre las partes; lógicamente Pablo encontró apoyo en los fariseos. El tribuno rescata a Pablo de sus jueces, porque todo hay que decirlo, a ambas facciones los unía la intangibilidad de la Ley, por ello condenan a Pablo y la interpretación que hacía de ella. La idea de Lucas, es más que narrar un hecho histórico, es plastificar en la persona y actitud de Pablo, la justificación del cristianismo, y la decadencia o decrepitud del judaísmo. Pablo fue injustamente acusado por el judaísmo, y por lo mismo, se presenta abiertamente con su testimonio de hombre nuevo en Cristo. Hay que destacar otra intención de Lucas, al narrar estos hechos: la fe común en la resurrección de los muertos entre cristianos y fariseos. Pero, también señala el autor, el desconcierto que proviene de los fariseos, es que no aceptan la resurrección de Jesús, confirmada por quienes la vivieron, los testigos cualificados: los apóstoles, incluido Pablo. Si la resurrección y mesianismo de Jesús, no se contradicen con esta parte de la fe judía, ella no es coherente al no aceptar estas realidades en Jesús de Nazaret. 

b.- Jn. 17, 20-26: Padre, que sean uno con nosotros.

Este evangelio concluye la oración sacerdotal de Jesús (vv.20-26). El Maestro ha orado por sus discípulos que lo acompañan a la mesa, pero su oración es también por los que creerán en el futuro por la acción evangelizadora de los apóstoles (v.20). Ruega por aquellos que no están presentes en ese momento, pero las generaciones posteriores se identifican con estas palabras de Jesús, estos son la presencia continuada, de aquellos que sí estaban presentes con Jesús, fruto de la predicación de esos Doce (cfr. Jn.4, 35-38). La revelación dada a conocer por Jesús, respecto de Dios su Padre, abre la posibilidad de ingresar a formar parte en la unión que existe entre el Padre y el Hijo. Jesús pide primero que siendo muchos sean uno, como el Padre está en el Hijo, así, tendría que suceder entre los creyentes. Pero dicha unión, no es un fin en sí misma, sino para que el mundo crea que ÉL es el Enviado de Dios, así como ahora los discípulos son enviados al mundo (v. 21). Jesús no ruega por el mundo, pero como Enviado al mundo, ruega por los discípulos  que también son enviados al mundo. La acción misionera, debe continuar y otros creyentes deberán gozar y reflejar en la historia, la unión del Padre y del Hijo, para que también ellos, puedan creer que Jesús es el Enviado de Dios. Jesús hace una confidencia al Padre, aunque la escuchen los discípulos ahí presentes, que la reciprocidad, de la que ellos gozan,  se las ha manifestado a los discípulos, es gloria (v. 22). La gloria de Dios, es su manifestación hacia nosotros: su mayor manifestación es Cristo, y Cristo comunica esta gloria a los creyentes. Retorna la idea bíblica de la revelación de Dios, primero por medio de su Ley, ahora por el amor y la unión entre el Padre y el Hijo que existe desde siempre se ha manifestado en el don del Hijo. La vida, las palabras y signos de Jesús han sido manifestación de la gloria de Dios, una gloria que fue rechazada por los judíos porque prefirieron darse gloria entre ellos (cfr. Jn.1,1-2.14; 2,11; 3,16; 5,44; 17,5.18; 8,50-54; 11,4-40;12,43). Sin embargo, algunos han recibido el amor de Dios manifestado en la gloria de Jesucristo. La gloria de Dios está presente en la historia de los hombres, es decir, el amor del Padre entregado al Hijo, y que Jesús ha dado a los creyentes.  Jesús pide al Padre que la recíproca inhabitación, sea entre ÉL y los creyentes, pero también con el Padre y el Hijo, con dos consecuencias: la primera que los creyentes alcancen la perfección de unión, para ser perfectamente uno, pero como dicha unión no es fin en sí misma, dicha unión dé a conocer a Dios  al mundo (v.23). La gloria dada al Hijo por el Padre y comunicada por Jesús a los discípulos traspasa los límites de la comunidad, dicha gloria que los une, dé a conocer a Dios al mundo. Finalmente, pide al “Padre justo” (v. 25), que todos los que conozcan su amor a través del tiempo, todos los que el Padre le ha confiado estén con ÉL  en la gloria, gloria, que es fruto del amor, con que el Padre lo ha amado, desde antes de todos los tiempos (v.26). Es el deseo de Jesús, de alcanzar con su amor a todos los que crean, amor que construye la vía necesaria, entre la unión del Padre y del Hijo, con todos los creyentes que están en mundo, pero no son del mundo. Comienza la misión de los discípulos, de dar a conocer a Dios desde su experiencia amorosa del Padre, que su Hijo nos reveló, gloria que todos los que crean, podrá contemplar eternamente.

Juan de la Cruz enseña: “La primera, revelación acerca de lo que es Dios en sí, y en ésta se incluye la revelación del misterio de la Santísima Trinidad y unidad de Dios. La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras. Y en ésta se incluyen los demás artículos de nuestra fe católica y las proposiciones que explícitamente acerca de ellas puede haber de verdades” (2S 27,1).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 25, 13-21: Pablo ante el rey Agripa.

Encontramos nuevamente a Pablo dando testimonio de la verdad, ahora frente a Festo, el nuevo gobernador romano en Judea. Este hombre quería un juicio justo para Pablo, y no sólo una condena, como querían los judíos, tarea que no había realizado Félix el anterior gobernador. Llevado a cabo el juicio en Cesaréa, acusado y acusadores están presentes, pero no puede haber condena, porque considera Festo que las querellas no son suficientes para condenar a Pablo a  muerte. Lo planteado contra Pablo era cuestiones estrictamente religiosas, discusiones acerca de su religión, y de un tal Jesús, que ha muerto y que Pablo asegura que ahora está vivo (v.19). Es la misma idea que se hizo Claudio Lisias (cfr. Hch. 23,29) y que ahora Festo lleva al terreno de la superstición; lo que Pablo había juzgado respecto a los ateniense cuando los visitó (cfr. Hch. 17, 22). Todo lo cual estaba fuera de su competencia, por lo cual propone trasladarlo a Jerusalén para hacer un juicio real, con informes más fiables de personas que conocieran al acusado. Pero Pablo había apelado al César, por lo tanto, debía ser custodiado a Roma. Nuevamente es Lucas quien quiere demostrar no sólo la inocencia de Pablo, sino de la fe cristiana. Nada se opone a la a las leyes de Roma o al orden público de parte de los cristianos, de parte de Pablo. La resurrección es el tema de judíos y cristianos, también hoy con los que no creen, pero la conducta de los cristianos en la sociedad es lo que debe reflejar su fe en el Resucitado.

b.- Jn. 21, 15-19: Simón, ¿me amas? Apacienta mis ovejas.

En el evangelio, tenemos el encuentro de Jesús Resucitado, con Pedro, y su triple confesión de amor. Es la tercera aparición de Jesús a sus discípulos (cfr. Jn. 21,14). La triple confesión de amor, corona la triple negación de Cristo en la Pasión (cfr.Jn.18, 17. 25-27). Si bien allí  negó a Jesús, ahora confiesa su fe y amor  a Jesús resucitado, ante el resto de sus compañeros, ante los futuros lectores del evangelio, la comunidad eclesial. Jesús pide a Pedro, que lo ame más que a los demás discípulos, que están en la comida. A cada una de las preguntas de Jesús, Pedro responde con un amor incondicional a su Maestro, Jesús le exige cuidar de su grey (vv.15-16.17). Se crea una relación en entre el rol de Pedro y el de Jesús, como buen Pastor (cfr. Jn.10,14-18). La triple confesión de amor, supera la triple negación donde a pesar de toda la fragilidad de Pedro, éste se ha mantenido cerca de Jesús durante todo su ministerio evangelizador (cfr. Jn. 1,40-42; 6, 67-69;13,6-10.36-38;18,15), cercanía que se trizó durante la pasión. El levantamiento sobre la cruz, la fundación de la incipiente familia o comunidad de Jesús, el don del Espíritu, han estado marcados por la presencia del Juan, el discípulo amado y la usencia de Pedro (cfr.Jn.19,17-37; 25-27). Las negaciones ahora deben ser vencidas, cada pregunta de Jesús, esconde una confesión de parte del resucitado, me negaste una vez, en cada pregunta, se repite, como una acusación. Las honestas respuestas de Pedro, hacen que el Resucitado acepte su confesión de su amor, lo que establece una nueva revelación: Jesús nombra a Pedro pastor de su rebaño. Se le hace encargado de apacentar y alimentar a los corderos y las ovejas de Jesús (vv.15-19; cfr. Jn.10,10-18). Las palabras de Jesús  sobre el futuro de Pedro son la consecuencia lógica de su vida de pastor de la Iglesia. Cuando era joven, durante el ministerio de Jesús, se mostró siempre disponible, pero finalmente lo negó; era el tiempo en que Pedro se ceñía sólo e iba donde quería, superadas las negaciones con su amor incondicional a Jesús se ha comprometido con ser el pastor del rebaño de Cristo. Llegará el tiempo, cuando sea viejo, Pedro entregará la vida, por las ovejas que Jesús le había confiado. Otro será el que le ciña y le llevará donde no quiera ir, es decir, Pedro extenderá sus manos y un soldado le ceñirá a  la cruz y entregará su vida por las ovejas de Cristo. Muerte que como la de Jesús glorificará a Dios, por ello el texto termina con la gran invitación a Jesús a Pedro: Sígueme, por el camino de la entrega generosa, del discipulado por el resto de sus días hasta su martirio en Roma. La plena adhesión a Cristo y a su Iglesia representada en su Vicario, son ciertamente un camino continuo de conversión, para que como Pedro, podamos decirle, con el cumplimento fiel de su voluntad: Señor tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

Solo el amor de Cristo, santificó a Pedro, lo purificó en pureza de amor, enseña Juan de la Cruz, de todo aquello que se oponía a su conversión, sus miedos y amor propio, por la humildad nacida del Calvario y de la resurrección del divino Maestro. Librarse de todos lo modos bajos de obrar, significa contar con el amor de Dios en nuestra vida que no solo purifica sino que une. San Juan de la Cruz: “¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?” (D 27).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 28,16-20.30-31: San Pablo en Roma.

Esta lectura de Hechos nos muestra el último viaje de Pablo, camino a Roma, pasando por Malta, Siracusa Reggio, Puzzuoli, cerca de Nápoles, ahí encuentra una comunidad cristiana, lo que habla de una relativa libertad de la que gozaba Pablo de parte de sus guardianes. Se queda con ellos una semana, luego el camino era por tierra a Roma por la Vía Apia, le salen al encuentro hermanos cristianos en el Foro Appio y en Tres Tabernas. Este relato lo quiere describir como la entrada triunfal de Pablo a Roma; este primer encuentro con los cristianos es fundamental para Pablo. El evangelio llega al corazón del mundo conocido, por  ello da gracias a Dios. Su presencia viene a significar la misión a los gentiles comienza con el rechazo del evangelio de parte de los judíos. El recorrido del Evangelio, personificado en Pablo ha venido de Cesarea un camino triunfal hasta Roma. Pablo es el apóstol de Dios que encadenado y todo no deja de evangelizar por donde pasa, de alguna forma se cumplen las palabras de Jesús: Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra (cfr. Hch. 1, 8). Hasta en la cárcel, Pablo, puede evangelizar, lo que habla de la benevolencia de los romanos con el cristianismo. Reúne a los judíos, quiere saber si han llegado informes sobre él a Roma; la única acusación que le habían hecho era conspirar contra las costumbres del pueblo de Israel. Tuvo que acudir al emperador, porque si bien las autoridades lo querían dejar libre, los judíos se opusieron. La esperanza de Israel, es la causa de su prisión. Los judíos dicen no saber nada de su proceso, sólo han oído que la secta de los cristianos en todas partes se la contradice (v. 22). Pablo expone el tema del Reino de Dios, les presenta a Jesús, desde la Ley y los Profetas. Unos se aceptaron su mensaje, otros lo rechazan y la escena termina recordando el apóstol que tal endurecimiento de parte de los judíos había sido anunciado por Isaías (6,9-10), serán los gentiles los que escucharán el mensaje de salvación. Luego de los dos años de libertad vigilada, se piensa que Pablo recuperó la libertad, continuando con su actividad misionera. Sufre una segunda cautividad hasta dar la vida por Cristo en el martirio.    

b.- Jn. 21, 19-25: El discípulo amado.

El evangelio nos muestra una vez más a Pedro y Juan el discípulo amado, juntos, siguiendo a Jesús (v. 20). El futuro de Pedro ya está claro, pero le preocupa a Pedro lo que sucederá con Juan. Estos dos apóstoles han estado entrelazados en esta última parte del evangelio como en la última cena (cfr.Jn.13, 23-25);  en el patio del sumo sacerdote (cfr. Jn.18,17-18); y en la tumba vacía (cfr.Jn.20,3-10). En otras ocasiones la autoridad de Pedro es indiscutible, mientras que en aquella se apoya y edifica, la del segundo, el discípulo amado (cfr. Jn.13,23). Éste desaparece de escena, cuando Pedro niega por tres veces a Jesús, y es el único que llega a creer en la tumba vacía (cfr.Jn.18,17-18;20,8). En ausencia de Pedro, Juan ha sido confiado a la Madre de Jesús y viceversa por el Crucificado (cfr. Jn.19, 25-27). La respuesta de Jesús sobre el futuro de Juan, no debe preocupar a Pedro; Jesús no dijo, que Juan no moriría antes de su venida, si no que su futuro estaba ligado a su voluntad (v.22). Equiparado al nombramiento de Pedro como Pastor universal de la Iglesia, el último redactor del evangelio, quiso dejar en claro, la relevancia del discípulo amado, desde que recibe a María y el Espíritu a los pies del Crucificado, lo consideraba la comunidad como su fundador. Este discípulo fundador es además, el relator, escritor, de la vida y obra, muerte y resurrección de Jesús (v.24). Pedro es el Pastor del rebaño de Cristo, Juan, el portador de la tradición acerca de Jesús, el Señor. El tiempo en que fue escrito este evangelio, el martirio era la máxima expresión de fe y de glorificar a Dios. Por otra parte, hay que considerar que muchos esperaban la venida del Señor, muchos ya habían muerto, se pensaba que Juan, no moriría (v. 23), y por lo mismo, estaría presente a su regreso. El mismo Juan se encarga de aclarar y corregir esta situación, porque en este evangelio siempre está presente la realidad de la vida eterna con todo lo que tiene de presente y de futuro. El discípulo amado da testimonio de todo cuanto está escrito en este evangelio, porque él lo escribió. Detrás del cuarto evangelio, está el discípulo amado, con toda su autoridad. Sabemos que su testimonio es verdadero, y el “nosotros lo sabemos” (v. 24), son la comunidad nacida alrededor del apóstol y de su palabra. Son testigos de que lo escrito en el evangelio, proviene de Juan, aunque se admite que esta última parte o segundo final, puede haber sido escrito por algún discípulo de Juan. Es un testigo inmediato y directo de cuanto dijo e hizo Jesucristo, para aceptemos su evangelio de gracia y amor. Nuestra fe se apoya en el testimonio de los apóstoles, porque ellos creyeron, gracias a ellos, también hoy nosotros podemos creer en Jesucristo y en su evangelio. Nuestro ser Iglesia es santa, católica y apostólica y porque no decirlo también romana, porque ahí entregaron su vida Pedro y Pablo, dos hombres gigantes en espíritu de fe y en testimonio de amor a Jesucristo el Señor. La tarea nuestra será edificar, como ellos, la Iglesia, con nuestro testimonio apostólico.

En la visión de Cántico espiritual, Juan de la Cruz explica cómo los Santos son la corona de Jesucristo y de su Iglesia, en especial los mártires que derramaron su sangre por la fe. Cuando comenta los versos: “Haremos las guirnaldas”, escribe: “Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo en el cual la Iglesia, Esposa suya, habla con él diciendo: Haremos las guirnaldas entendiendo por guirnaldas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo. Y también se puede entender por las hermosas guirnaldas, que por otro nombre se llaman lauréolas, hechas también en Cristo y la Iglesia las cuales son de tres maneras: La primera, de hermosas y blancas flores de todas las vírgenes, cada una con su lauréola de virginidad, y todas ellas juntas serán una lauréola para poner en la cabeza del Esposo Cristo. La segunda lauréola, de las resplandecientes flores de los santos doctores, cada uno con su lauréola de doctor, y todos juntos serán una lauréola para sobreponer en la de las vírgenes en la cabeza de Cristo. La tercera, de los encarnados claveles de los mártires, cada uno también con su lauréola de mártir, y todos ellos juntos serán una lauréola para remate de la lauréola del Esposo Cristo. Con las cuales tres guirnaldas estará Cristo Esposo tan hermoseado y tan gracioso de ver, que se dirá en el cielo aquello que dice la Esposa en los Cantares (3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón. Haremos, pues, dice, estas guirnaldas en tu amor florecidas.” (CB 30,7).

P. Julio González C.


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