SEXTA SEMANA DE PASCUA, 

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

Contenido. 1

DOMINGO.. 2

a.- Hch. 8, 5. 8. 14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. 2

b.- 1Pe. 3,15-18: Cristo murió y volvió a la vida por el Espíritu. 3

c.- Jn. 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor. 4

LUNES.. 5

a.- Hch. 16, 11-15: San Pablo en Filipos: la conversión de Lidia y su familia. 5

b.- Jn. 15, 26-27; 16,1-4: El Espíritu procede del Padre y del Hijo. 6

MARTES.. 7

a.- Hch. 16,22-34: Pablo y Silas en la cárcel. 7

b.- Jn. 16, 5-11: Si no me voy, no vendrá el Paráclito. 8

MIERCOLES.. 8

a.- Hch. 17, 15. 22-34; 18,1: Discurso de Pablo en Atenas. 9

b.- Jn. 16, 12-15: El Espíritu Santo os guiará hasta la verdad plena. 9

JUEVES.. 11

a.-  Hch. 18,1-8: Fundación de la Iglesia en Corinto. 11

b.-  Jn. 16, 16-20: Jesús anuncia su pronto retorno. 12

VIERNES.. 13

a.- Hch. 18, 9-18: Pablo ante el tribunal de Galión. 13

b.- Jn. 16, 20-23: Vuestra tristeza se convertirá en gozo. 14

SABADO.. 15

a.- Hch. 18, 23-28: ¿Apolo, seguidor del Bautista o cristiano?. 15

b.- Jn. 16, 23-28: Pedid en mi Nombre. El Padre os quiere porque me queréis a mí. 16

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas:

a.- Hch. 8, 5. 8. 14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

La primera lectura nos hace vislumbrar, dentro del tiempo de Pascua, la presencia del Espíritu Santo prometido por el Señor Jesús. La tarea de Felipe de evangelizar, se ve recompensada con la adhesión de los samaritanos a la fe en Jesucristo, el Señor. La figura de Simón el Mago, que creía tener un poder divino, nos enseña cómo también él se somete al único poder que salva: la fe, puesto que termina reconociendo el bautismo, y se convierte por la palabra de Felipe. Fue una conversión en cierto modo por interés, pero que termina con un arrepentimiento, por no haber comprendido bien las cosas desde el comienzo (cfr. Hch. 8, 19-24). Pedro y Juan, son enviados a Samaría, ante lo ocurrido, y oran por este grupo de nuevos convertidos para que recibieran el Espíritu Santo, ya que sólo habían sido bautizados en el Nombre del Señor Jesús (v.16). La imposición de manos y el don del Espíritu Santo lo recibieron con abundancia en su nueva vida de cristianos. La presencia de estos dos apóstoles habla del interés de Lucas de dejar clara la preocupación de la Iglesia de Jerusalén por la ortodoxia, además, en un territorio como Samaría, siempre sospechosa para la mentalidad judía. A esto hay que agregar que Felipe, pertenecía al grupo de los helenistas, por lo mismo algo progresista para los judíos. La presencia de los apóstoles además de dar el visto bueno o verificar los efectos de ella, completa la misión de Felipe, con la imposición de las manos y la efusión del Espíritu Santo que ellos realizan. Si bien eran bautizados y habían recibido el Espíritu Santo, lo que faltaba ahora era su efusión, una nueva Pentecostés: el don de lenguas, el don de profecía, etc. En este sentido, Lucas, deja claro que la efusión del Espíritu es por la imposición de manos de los apóstoles y no efecto de la magia, como creía Simón, el Mago. Esta presencia apostólica viene a confirmar que el Evangelio ha sido predicado en Samaría, que han recibido el Espíritu Santo y la unión que debe existir entre la Iglesia de Jerusalén y esta nueva comunidad de cristianos. Los samaritanos excluidos de la sinagoga ahora son parte de la Iglesia, por la imposición de manos y la unción del Espíritu Santo.            

b.- 1Pe. 3,15-18: Cristo murió y volvió a la vida por el Espíritu.

El apóstol Pedro, declara dichosos a los que tengan, por ahora, que sufrir un poco, por la fe en Cristo Jesús, por la justicia, por hacer el bien. En algunos lugares profesar la cristiana era considerada un crimen, con obligación para los otros ciudadanos de denunciarlos y así entablar juicios. Todo esto nos habla que quien practica su fe en Cristo, no pasa desapercibido para los demás, lo que tiene consecuencias, no siempre gratas, debido a la conducta que el cristiano posee como camino de vida. ¿Qué actitud tomar en estas circunstancias? Jesús ya lo había anunciado en el anuncio de las bienaventuranzas, su recompensa será grande en los cielos (cfr. Mt. 5,12); ese premio es un estímulo para permanecer en la prueba dando testimonio. El miedo puede causar estragos en el cristiano perseguido, puede renegar de su fe, por ello Pedro, acude, para eliminar este peligro a la palabra profética, donde se exhorta a los israelitas a no dejarse contagiar del pánico de sus jefes y estar dispuestos a toda clase de compromisos con Yahvé, el único santo, el único a quien hay que servir con santo temor (cfr. Is. 8, 12-13). El cristiano debe glorificar a Cristo en su corazón, es decir, darle el espacio que le corresponde, y no al miedo, con lo cual se tendrá la valentía necesaria para resistir la persecución de los hombres o enemigos. El miedo puede llevar a renunciar a la fe, Pedro algo sabía de esto, pero el cristiano convencido da razón de su fe ante quien sea (cfr. Mt. 26,73). Desde otra perspectiva, defender la propia fe, es un ejercicio, un apostolado, una exigencia de la fe cristiana; ejercicio que se puede hacer, no necesariamente, en ambiente de persecución ni coacción, sino en clima de diálogo fecundo y sincero para presentar un camino alternativo a lo que la realidad ofrece como filosofía de vida (cfr. Flp. 1,13-14). Se trata, en definitiva, de abrir las puertas del reino de Dios a todos lo que se encuentren en clave de búsqueda y esperanza. La alegría es componente de la vida teologal, creer, esperar y amar con gozo es parte sustancial de la vida cristiana. El apóstol, sin embargo, recomienda que la defensa de la fe, se haga con dulzura y respeto por el que no cree o está en camino de búsqueda de algo que dé sentido a su vida; la razón última el mandato de amor al prójimo (v.16). La buena conciencia debe ser fuente de libertad, serenidad y valentía, claridad y caridad a la hora de defender y proponer la fe en Cristo; si esto se hace con visión de esperanza puede resultar que el adversario reconozca su error y recapacite. Termina exhortando el apóstol, a que el hombre se aparte del mal, no del bien, así tenga que sufrir por su fe. Nuestra fe rechaza el mal, no el sufrimiento que lo acompañará siempre, como muchas veces la injusticia. Pero nos da una esperanza que sintetiza todo lo anterior: Jesucristo, murió, por los pecados de todos, el justo por los injusto, pero volvió a la vida, resucitó, por la acción del Espíritu. 

c.- Jn. 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor.

El evangelio nos introduce en la experiencia que Jesús tiene del Padre, y en la que el Espíritu Santo realizará en la vida del cristiano. La verdadera comunión de los discípulos con Jesús se dará en si guardamos sus mandamiento. ¿Cuáles? Ha hablado de su  mandamiento, de sus palabras, de mi palabra (cfr. Jn. 8, 28. 31. 43. 51). Este mandamiento se debe extender a toda su actividad reveladora, permanecer en su amistad, condición sine qua non, para que puedan hacerse dignos de recibir su herencia: su Espíritu Santo, el Paráclito, el Abogado. Aquí el evangelista, no se aparta de la concepción bíblica, cuando equipara “mandamientos” con “palabra”, ya que para el Deuteronomio, la ley es ante todo revelación divina, de hecho el Decálogo, es llamado las “diez palabras” en el AT.  Cuando Jesús habla del Espíritu se trata de su Espíritu, Espíritu de la Verdad, que permanecerá con ellos y en ellos (cfr. Jn. 14,26; 15,26; 16,7-11.13-15). Por esto, les enseña que si bien se va, no los dejará huérfanos, volverá pronto (v. 18), se refiere a su muerte y resurrección pero también, a su nuevo de presencia en la comunidad en los días de Pascua, y en el tiempo del Espíritu y de la Iglesia hasta que el vuelva. Este Espíritu Santo tiene por misión dar a conocer que Jesús vive en el Padre y el Padre en Jesús, pero la guarda de los mandamientos, es decir, la palabra de Jesús es indispensable para vivir la experiencia de Jesús resucitado. El mundo no comprende esto, se mantuvo lejos de  Jesús y lo mismo hará con el Espíritu, por ello dice el Maestro, que el mundo no lo ve ni lo conoce (v.19). Es interesante constatar que en Juan, el Espíritu habla al mundo a través de la Iglesia, el Espíritu permanece sólo en la Iglesia, y actúa en el mundo sólo a través de ella. No aparece en este evangelio ninguna acción directa del Espíritu en el mundo, excepto que convence al mundo de su culpa, pero también por medio de la comunidad eclesial. Jesús insistirá en que guarden su palabra, palabra que no es suya sino del Padre, manifestación de que el discípulo lo ama a ÉL, y promete que se manifestará a quien los guarde, más aún, será amado por el Padre, porque lo ama a ÉL (v. 21; cfr. Jn.14,7-11). Todo lo cual manifiesta que los discípulos no podrán vivir sin ÉL, les cuesta a los discípulos asumir que el Maestro vaya a la muerte y los deje sin su presencia. Por su muerte, les explica, que se va y el mundo no lo verá, pero sus discípulos si lo verán, porque ÉL vive, lo mismo que sus discípulos, porque está en el Padre, como los discípulos en él y ÉL en ellos (v. 20). Quiere Jesús, procurarles una mayor presencia, no sólo de ÉL, sino también del Padre. La presencia del Padre se abre por Cristo en espacio para que ingresen los discípulos. No olvidemos que Juan escribe, después de la Pascua, donde los frutos de los que Jesús prometió antes de su despedida, se verifican. No olvidemos la presencia del Espíritu, que comienza a ser protagonista como el Padre, donde el evangelista, exige para vivir esta experiencia trinitaria la guarda de los mandamientos, comunión con su existencia resucitada, por medio del amor. Presencia y amor del Padre y del Hijo, se vinculan a la guarda de los mandamientos, de la palabra del Hijo. Todas estas promesas tienen evidentemente un componente escatológico, es decir, la presencia de Dios en la vida de los discípulos de ayer y de hoy en medio de su pueblo. Esa experiencia también hoy habría que dimensionarla desde la mística, por lo que Dios envuelve y penetra la vida del hombre hasta lo más íntimo de su ser hasta regenerarlo, que le da sentido a su vida y sacia sus anhelos hasta el infinito. De esta forma la comunidad apostólica y la eclesial de hoy quedan introducidas en la morada de la Trinidad.

San Juan de la Cruz: “Cuando en las palabras y conceptos juntamente el alma va amando y sintiendo amor con humildad y reverencia de Dios, es señal que anda por allí el Espíritu Santo” (2S 29, 11). El Espíritu Santo de Dios, enseña Juan de la Cruz, va dejando su huella en el espíritu del creyente cuando encuentra disposición interior de querer caminar en la verdad revelada y en la propia, sembrando unión de amor y voluntad con el Padre y el Hijo.


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 16, 11-15: San Pablo en Filipos: la conversión de Lidia y su familia.

La estadía de Pablo en Filipos, fue fructuosa por la predicación y por los resultados, como la conversión de la familia de Lidia. El hospedaje al que consiente Pablo, nace de la invitación que hizo esta noble dama, y por otra parte, es el tributo a Dios, por la palabra y el bautismo recibidos, de parte de Pablo en su evangelización de esas personas. Vemos como lo humano y lo divino se une en admirable convivencia, haciendo del hombre y de la mujer en este caso, mejores personas. Lucas, le da una importancia relativa, pero un significado especial, muy en línea de su evangelio. En éste nos ha presentado a Jesús como el Salvador, por los demás débiles, entre esos la mujer. En el evangelio de Lucas, las mujeres son promovidas como seres humanos y abiertas a la palabra de Dios; la primera creyente de Europa es una mujer, trabajadora, empresaria diríamos hoy, porque maneja el negocio de la púrpura. En lo religioso Lidia es temerosa de Dios, capaz de acoger a unos misioneros judíos, que siempre acudían a otros connacionales; la casa de esta buena mujer se convierte en centro de reunión de los cristianos. Esta es la cuna de una de las comunidades más fervorosa fundadas por Pablo, pero el autor sagrado quiere destacar, que la conversión de Lidia es obra de Dios porque “le abrió el corazón” (v.14).

b.- Jn. 15, 26-27; 16,1-4: El Espíritu procede del Padre y del Hijo.

El evangelio nos habla del testimonio que el Espíritu Santo y el creyente están llamados a dar a favor de Jesucristo, el Señor. Su testimonio de entrega a la voluntad del Padre, su misterio pascual, es con lo que cuente el discípulo a la hora de dar testimonio, sobre todo, en la persecución de la que también habla Juan. Pero ahora se agrega al testimonio cristiano, la fuerza del Espíritu Santo de Dios, verdad que procede del Padre. La presencia del Espíritu asegura, entre los discípulos, la palabra de la verdad, que en la voz del discípulo se hace presente en la sociedad y sobre todo a los enemigos de la fe cristiana, que de alguna forma, prolongan el juicio del mundo contra el propio Jesús, en la vida de su Iglesia y de sus discípulos. El cristiano, tiene que estar preparado para la persecución, a causa de su adhesión a Jesucristo. Las palabras que pueda decir en su defensa las pondrá el Padre en su boca, “porque el espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros” (Mt. 10, 19ss). Hoy más que nunca, se necesita el testimonio de quien conoce realmente a Jesucristo, para saber defender o proponer, si es el caso, su visión del hombre y de la realidad, ante la mentira que propone la sociedad en que vivimos. “Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas.  E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán  porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho” (Jn. 16, 1-4). La ignorancia religiosa puede ser en buena parte culpable de esta situación de persecución, pero cuando daña a las personas e instituciones y se abandona lo racional o el derecho, se puede caer en el caos más absoluto. Será la oración constante la que asegure el testimonio del cristiano y la fuerza del Espíritu Santo que también da testimonio de Cristo Jesús, la que mantendrá al discípulo en pie y como hizo ÉL, vencerá al mundo y sus mentiras. La vida teologal que plantea el místico pasa por la obra que el Espíritu Santo hace en el alma del creyente, lo que significa que las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, armen al cristiano, no sólo para el combate sino para vivir el evangelio en todas las circunstancias de su existencia. Las tres facultades del hombre: entendimiento, memoria y voluntad, quedan al servicio de la vida teologal. Es la fuerza del Espíritu la que transforma la vida de la Iglesia y del cristiano desde lo interior.

San Juan de la Cruz, nos enseña que Dios toma la voluntad del hombre si se la entrega y comienza a transformar al creyente desde lo interior. Ahí la acción del Espíritu Santo es esencial: “Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida en el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza de Espíritu Santo, y así la voluntad ya acerca de Dios no obra humanamente; ya ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprehensiones eternas de gloria” (2N 4,2).


 MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 16,22-34: Pablo y Silas en la cárcel.

La actuación de Pablo, librar a una esclava posesa de un espíritu adivinatorio, le trae como consecuencia la cárcel y la flagelación junto a Silas.  Le había arruinado el negocio a sus dueños, en el arte de adivinar, que les dejaba buenas ganancias. La reacción fue acusarlos de perturbadores y de predicar costumbres no aptas para romanos (v. 21). El terremoto, que aflojó los cerrojos, y las puertas se abrieron, produjo el estupor del carcelero, que pensó hasta quitarse la vida, pensando que los presos habían escapado. Pablo, le impide hacerse daño, y el carcelero pide el bautismo para él y toda su familia. La reacción de Pablo como ciudadano romano que era, hacer valer sus derechos, que habían sido vulnerados al flagelarlo, hace que pide que sea el pretor quien los deje libre y no los lictores. Finalmente el pretor les ruega dejen la ciudad y estos van a casa de Lidia. Por predicar el evangelio y liberar a esa joven esclava del poder de Satanás, sufrieron la cárcel y la flagelación, pero la conversión del carcelero y su familia, los llenó de gozo a ellos y a los recién convertidos.

b.- Jn. 16, 5-11: Si no me voy, no vendrá el Paráclito.

El evangelio, nos da a conocer la tristeza, que embarga el corazón de los discípulos, por la pronta ida de Jesús a vivir su misterio pascual y su regreso al Padre. Sin embargo, nuevamente promete el Espíritu Santo, de ahí que les convenga que ÉL se marche (v.7). Importante es la tarea que le asigna al Espíritu Santo: convencer al mundo de la realidad y significado del pecado y su relación con la justicia y el juicio que recaerá sobre los que lo ignoran y actúan como si Dios no existiera. El Espíritu demostrará que el pecado está condenado y proscrito. La fidelidad de los apóstoles y de la Iglesia a Cristo a lo largo de la historia, es un argumento en contra de los que no creen en Jesús. La justicia de Jesús y de los que creen en ÉL, consiste en proclamar la resurrección y exaltación del Señor Jesús a la diestra del Padre. Volvió de donde vino. El Espíritu Santo garantiza que la causa de Jesús es justa, como la de los creyentes: proclamar los valores del Reino como la justicia, la verdad, la paz y el amor. Valores humanos y cristianos. El Juicio es para Satanás y los que no creen en el Hijo de Dios, ahora glorioso a la diestra del Padre, pero que fue rechazado por los hombres. El Espíritu Santo, que da testimonio de Jesús en la Iglesia, será un recuerdo permanente de este Juicio de Dios contra los que no creen, un mundo embriagado de soberbia y autosuficiencia, que no admite a Dios en su existencia, más aún, que vive de espaldas a ÉL. Si no estamos atentos a lo interior, podemos caer también en la falta de fe en la palabra de Jesús y el testamento de sus valores del reino de Dios. En cambio, la vida cristiana intensa hecha de Palabra y Sacramentos, Eucaristía y comunidad, todo ungido por la oración asegura la presencia del Espíritu Santo y la mayor comprensión del misterio de Cristo en su Iglesia.

San Juan de la Cruz, asegura que los actos del cristiano son divinos, porque son movidos en su vida teologal por el Espíritu Santo y la obra que desde lo interior hace la presencia de Dios en su existencia cristiana, redunda en obras que glorifican al Padre y edifican la comunidad eclesial. “Y así en esta estado no puede hacer actos que el Espíritu Santo los hace y mueve a ellos; y por eso, todos los actos son divinos, pues es hecha y movida por Dios” (LB 1,6).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 17, 15. 22-34; 18,1: Discurso de Pablo en Atenas.

Es en Atenas, donde Pablo estrena un nuevo modo de presentar el evangelio a los griegos: templos, dioses, hombres y mujeres cultas, escuelas de filosofía, maestros insignes, el Aerópago y los discursos socráticos, pero también una sociedad muy religiosa. Pablo comienza con un recurso técnico como es la “captatio benevolentiae”, captar la atención de los oyentes, pero con suavidad y maestría critica su idolatría y superstición paganas. Pero a su religiosidad, la ciudad de Atenas, era un magnifico templo filosófico, difícil de distinguirla de la carga teológica que todas las manifestaciones religiosas tenían y que guiaba la vida de griegos y romanos. La filosofía del momento era la estoica. A ellos dirige Pablo su discurso, acogiendo  la manifestación que Dios ha tenido con ellos, aunque sabemos, que los judíos la encontraban en la Escritura, pero filósofos y poetas griegos, alcanzaron cierto grado de comunión con Dios con su reflexión. Pablo apunta a la naturaleza espiritual de la divinidad como punto de convocación para judíos y griegos. Por eso, habla de Dios como Creador del mundo, punto central de la fe judía, pero también, dice que Dios no necesita nada ni nadie, ni templos ni sacrificios, principio de la filosofía estoica, tema común con la fe hebrea (cfr. Gn.1,1; Is. 42,5). Con este discurso Pablo quiere llevar a sus oyentes a conocer al “Dios desconocido” (v. 23), pero lo importante es destacar que sin conocer al Dios verdadero, sin embargo, lo adoran. Esta es la plataforma que permite a Pablo hablar del Dios verdadero a paganos confundidos por la ignorancia, pero al mismo conocedores de este Dios verdadero. Entre este mundo de la filosofía y la fe, hay puentes de comunión, pero será la resurrección la barra difícil de saltar a la fe cristiana, es más, para los oyentes se convierte en piedra de escándalo. Se puede afirmar, que si bien Dios se ha manifestado a Israel,  también a los paganos, por lo cual, nadie puede hablar de ignorancia en lo cultural, moral y en el juicio final. Pero Dios en su sabiduría ha preparado un camino de felicidad para cada hombre si convierte a este Dios desconocido hasta el momento para ellos, pero que la palabra de Pablo, les presenta. Es necesaria la conversión, desde el Juicio que llevará a cabo Aquel, el hombre aprobado por Dios mediante su resurrección (v. 31), Jesucristo el Señor.  

b.- Jn. 16, 12-15: El Espíritu Santo os guiará hasta la verdad plena.

El evangelio nos va desentrañando la obra del Espíritu, además de juzgar al mundo (Jn.16, 8-11), es la de enseñar, definen la acción del Espíritu dentro de la comunidad (vv.12-15), introducirnos en el misterio de Cristo Jesús. “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta,  sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir” (vv. 12-13). La verdad plena consiste en introducir a los hombres de fe en el misterio de Cristo en forma personal, por la que la tarea del Espíritu es continua con cada creyente. Abrir siempre el sentido de la revelación cristiana. Por una parte, se quiere resaltar la torpeza de los apóstoles para entender, por otra, el efecto que se había llevado a cabo en Pentecostés (v.12). El no revelará nada que Jesucristo no nos haya enseñado; reveló todo cuanto el Padre le confío y nos lo comunicó (cfr. Jn. 15,15). Es sólo el Espíritu quien conduce a la inteligencia de la revelación, comprensión del mensaje de Jesucristo. La labor del Espíritu, es recordarnos su Palabra, y ayudarnos a asumirla en la existencia cristiana de cada día. Profundizar la Palabra y doctrina del Maestro, es tarea del discípulo, comprenderla significa la voluntad no sólo de guardarla, observarla con amor. Guiados por el Espíritu, el creyente, alcanza la verdad plena (v.13) y completa en cuanto alcanza a ir comprendiendo el misterio de Cristo, de su Evangelio, de la Iglesia, etc. La calidad de esa comprensión es fundamental, para explicar la relación personal con ese misterio, a nivel de crecimiento espiritual y como discípulo. La verdad de la revelación más que un conjunto de verdades se trata más bien, de la unidad, simplicidad y validez, universalidad, dada en forma definitiva. Para Juan, la verdad es Jesús, guiar a la verdad, es el movimiento vital de la fe en su relación con Jesús desde una comunidad que hace suya la causa de Jesús. No se puede quedar el creyente en la categoría de admirador de Jesucristo o de la Iglesia, sin descubrir como ese misterio de fe alcanza o cubre su vida entera de hombre de fe. La tarea del Espíritu consistirá en acompañar, y dar los elementos necesarios al creyente, según el estado en que esté de su itinerario, para avanzar, progresar si quiere llegar a la verdad, que es Jesús para su vida. La predicación del Espíritu y de la comunidad, no se pueden separar de la revelación de Jesús, y de la verdad de Dios, forman una unidad indisoluble (vv.14-15). Este mensaje apunta también al futuro, queda abierto a lo escatológico y eterno. La labor de la comunidad eclesial, además de la liturgia, es reconocer que posee los elementos para evangelizar y guiar a los cristianos a comprender el significado profundo del misterio de Cristo, y del propio ser humano en la visión cristiana de la realidad de cada época, concentrando todo este significado en el misterio pascual. Cada tiempo está tras el mensaje de Jesús, sin que se alcance su pleno desarrollo, ni su completa realización, porque todavía no está plenamente establecido ni realizado (v.13). La liturgia despliega a lo largo de todo el año el misterio de Jesucristo, de ahí la importancia de asistir dominicalmente a la Iglesia y escuchar la Palabra de Dios, ofrecer la vida precisamente para se vaya incorporando con mayor calidad e intensidad en el misterio eucarístico que se celebra. Es el Espíritu Santo quien comunica a la Iglesia todo lo  que recibe de Jesucristo así como ÉL nos entregó lo que recibió del Padre.  El Espíritu y la Iglesia, le  darán gloria a Jesucristo para siempre (vv.14-15).

En Cántico Espiritual, Juan de la Cruz, deja establecido cómo el hombre desea que se le revelen los misterios que cree por la fe plenamente, como si ya estuviera en la eternidad. Pedagogía divina que baña el alma de gloria cada vez que el hombre vislumbra en calidad su avance en el  misterio de Cristo, porque él se va asemejando a su divino Maestro en el pensar y obrar. Es la configuración con Cristo, punto de arranque y meta de la vida cristiana. “¡Oh si esas verdades que informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo!” (CB 12,5).


JUEVES

Lecturas bíblicas:

a.-  Hch. 18,1-8: Fundación de la Iglesia en Corinto.

Pablo en Corinto, ciudad más romana que griega, ya que había sido reconstruida por Julio César. Ciudad importante por su situación geográfica y su puerto comercial, pero también lugar de paso de muchas corrientes morales y religiosas, lo que también traía corrupción en la población. Es precisamente ahí donde surge una floreciente comunidad cristiana, la que más problemas dio a Pablo. Viene de Atenas, a Corinto, se hospeda en casa del matrimonio de Aquila y Priscila, trabaja con ellos en la fabricación de tiendas. Va a la sinagoga a predicar a Jesucristo a los judíos. Se unen a la misión de Pablo, provenientes de Macedonia, Silas y Timoteo. El autor de los Hechos centra toda la actividad de Pablo en la predicación del evangelio a los judíos, concretamente en la mesianidad de Jesús. Realidad que ellos niegan, no aceptan que el Cristo sea Jesús de Nazaret (v.5). La reacción de Pablo fue marcharse a predicar a los gentiles: “Como ellos se opusiesen y profiriesen blasfemias, sacudió sus vestidos y les dijo: Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza; yo soy inocente y desde ahora me dirigiré a los gentiles” (v. 6). Sin embargo, junto a la Sinagoga, vivía Justo, Pablo es acogido en su casa y, Crispo, jefe de la Sinagoga, se convierte con toda su casa y algunos otros corintios. Lo que llama la atención de otros judíos, que también aceptan la nueva fe. El Señor Jesús, exhorta a Pablo a seguir predicando porque “yo estoy contigo” (Hch. 18,10). Esos son los comienzos de la Iglesia de Corinto.

b.-  Jn. 16, 16-20: Jesús anuncia su pronto retorno.

El evangelio nos presenta palabras enigmáticas las de este evangelio, cuando se lee sin considerar el contexto en que fueron pronunciadas. “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” (v. 16). Se viene sobre ÉL su pasión, muerte y resurrección. Jesús desaparece y reaparece con su Resurrección. Es su misterio pascual que lo ocultará a los ojos de los discípulos, pero la resurrección y exaltación a la diestra del Padre y la venida del Espíritu Santo lo vuelven a hacer presente  a sus discípulos y al mundo entero (cfr.1 Tes.4,13-18; Flp.4,20; 1Jn.3,2; Ap. 22,29). En este nuevo orden los que crean entrarán comunión con el Padre y el Hijo. Esta terminología: “dentro de poco” era conocida en la en el AT  así hablaban los profetas y también en el NT  (cfr. Ap. 6,11). Importante es comprender que las palabras de Jesús se referían al futuro inmediato de su muerte y resurrección, pero también se pueden entender a su retorno glorioso como Juez de la historia al final de los tiempos. El evangelista usa dos verbos distintos para cada vez que habla de “ver”. El primero se refiere a lo corporal y el segundo ver se refiere al creer, es decir, ver a Jesús desde la fe, que cambiará la tristeza de su partida por el gozo de reencontrarlo resucitado y glorioso. Una vez más Juan deja en claro la ignorancia de los apóstoles, pero une la partida de Jesús al Padre y su regreso, cuando nuevamente le verán, enlazando así su partida con la pascua. La respuesta de Jesús aclara su sentencia (vv.19-22). La muerte de Jesús afectará a la comunidad por su ausencia y sin su apoye en este mundo, queda expuesta a los ataques, la tristeza, las acusaciones, la tribulación y el desconcierto (cfr. Jn.16,4-6). Deberá contar con la alegría del mundo incrédulo porque venció eliminando a Jesús, porque resultaba incómodo. Pero la fe tiene la promesa de Jesús: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo” (v.20), por ello la Iglesia deberá contar siempre con la tribulación, los ataques, serán circunstancias que corresponden  a su estar en el mundo, pero la alegría  de una vida nueva en Cristo Jesús. Este “dentro de poco” del tiempo de la Iglesia, tiempo del Espíritu Santo, es para que el cristiano viva alegre su nueva condición de hijo de Dios a la espera de Señor que ya viene. La fe en la resurrección de Cristo, es la esperanza de la nuestra, lo que da una capacidad superior para superar las asperezas de esta vida. Es el Espíritu quien nos comunica la vida de Cristo resucitado. Quizás deberíamos potenciar nuestra forma de expresar el gozo y la alegría que el Espíritu Santo deja en nuestro espíritu después de su visita, luego de la oración (cfr. Rm.6,5; 1Pe.3,15). El gozo define nuestra vivencia de la fe en Cristo resucitado.

San Juan de la Cruz nos enseña a saber dónde está el Amado del alma, Jesucristo, dentro de cada creyente es fundamental, tan cerca para buscarle y tan dentro para unirse a ÉL. “Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él, ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora, y el retrete y escondrijo donde está escondido, que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza esté tan cerca de ti, que esté en ti, o por mejor decir, tú no puedas estar sin él” (CB 1,7).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 18, 9-18: Pablo ante el tribunal de Galión.

La lectura nos entrega datos históricos que hay que tener en cuenta: la expulsión de los judíos de Roma por un decreto del emperador Claudio (41-54), provocada por la actuación de los judíos frente a la secta de los cristianos. Motivo por el cual Aquila y Priscila, llegan a Corinto. Por otra parte, tenemos la figura de Galión, hermano de Séneca, que los judíos quieren defienda la ortodoxia de su fe, frente a la herejía del cristianismo. Galión juzgará a  Pablo  si ha cometido una falta contra la ley romana, pero como los judíos hablan de su Ley, no se quiere inmiscuir en un juicio sobre temas de religión, y los despacha a todos del tribunal (v. 13). La reacción de Galión nos habla a las claras que la conducta de los cristianos no viola las leyes romanas; las acusaciones contra Pablo de parte de los judíos son de tipo teológico: el mesianismo de Jesús y la Ley (v.15). Los cristianos políticamente son inocentes, no han creado problemas a Roma.  Todos estos acontecimientos van distanciando cada vez más la comunidad cristiana de la sinagoga, Pablo se va convirtiendo en el apóstol de los gentiles, dejando bien en claro que no fueron los cristianos la causa que los judíos no aceptaran en evangelio. La actitud de Galión de despacharles del tribunal, es reconocer que no tenían razón, por lo mismo reconoce la inocencia de unos hombres y mujeres que no ofendían en lo estrictamente jurídico a Roma y sus leyes. Así y todo, Pablo se queda año y medio trabajando por el Evangelio, las dificultades, dejan ver la luz de la palabra de Dios, que ilumina la vida de sus testigos y los cuida con una amor especial.  

b.- Jn. 16, 20-23: Vuestra tristeza se convertirá en gozo.

El evangelio nos habla de la alegría, que nace del dolor de la separación, provocada por la marcha de Jesús, no verle,  sobre todo, por tiempo de su muerte y resurrección. Pone el ejemplo de la mujer que da a luz, se olvida del dolor, una vez que ha nacido un varón para el mundo (v. 21). Imagen común o recurrente en la literatura del AT y de los profetas, donde también en los evangelios queda de manifiesto que al día del Señor, le precederá una gran tribulación para los elegidos, preludio del gozo y alegría que vivirán al final, lo mismo que la mujer dolorida por el parto, da a luz una vida nueva, se llena de alegría. La causa de nuestra tristeza y luego de nuestra alegría, es la muerte y resurrección de Jesucristo, victoria sobre el pecado, la muerte y el demonio. Para Juan, la cruz y la resurrección de Cristo, como hecho salvífico, significa el cambio de paradigma, se pasa de los dolores del tiempo mesiánico, de cara a la pasión y resurrección de Jesús, a la alegría escatológica que comienza con la pascua de resurrección.  El misterio pascual de Jesucristo, supuso el parto de una nueva humanidad, nueva creación, mediante la resurrección del que es el hombre nuevo (cfr. Rm. 5).  Sigue inmediatamente la promesa: “Pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (v.22). El tiempo y la hora de su venida, están totalmente en manos de Jesús, con lo que Juan une parusía y pascua: Jesús volverá a verles. A ese reencuentro se une la experiencia de la alegría colmada que nadie les podrá arrebatar, porque se trata de alegría escatológica, alegría eterna. Los discípulos ayer y hoy están en los tiempos de la tribulación escatológica lo constituye la fe de quien está en el mundo: cruz y resurrección. Pero precisamente la fe en la resurrección, en la predicación y celebración, la alegría y la esperanza la comunidad experimenta el retorno salvador de Jesús exaltado, lo que define el presente de la Iglesia. Es el Paráclito quien recrea la vida del resucitado en la vida de los fieles y donde reside la alegría de éstos al saberse justificados por Cristo ante el Padre. Esa vida nueva, ganada por su misterio pascual, ahora es de los que son de Cristo, y los guarda del mal y de la corrupción, a la que se ve acechada por el pecado. La alegría y el gozo de la fe, es el mejor antídoto contra el desánimo en las  cosas de Dios y de la vida cristiana. El Espíritu Santo, está más presente de lo que pensamos en la vida de la Iglesia, y de quienes luchan por los valores del reino de Dios en este mundo. Seremos mejores cristianos en la medida, no sólo en que nos dejemos guiar por el Espíritu de Dios, sino en que nos abramos a comprender que estos valores nos hacen más humanos y a su acción santificante, donde nos encontramos y reconciliamos entre nosotros y con nosotros mismos, nos abrimos al prójimo, fruto de la comunión con Dios, alegría infinita. El cristiano consciente de su vocación trinitaria por la inhabitación en la que vive, es un hombre siempre alegre, porque posee a Dios en su interior y comparte su vida y su amor su felicidad, anticipo de vida de la gloria sempiterna. Gloria que comienza en esta vida, como enseña el místico carmelita Juan de la Cruz, con la alegría del conocimiento que viene de la fe, y el amor que infunde la presencia del Espíritu Santo en la vida del orante contemplativo.

Juan de la Cruz, nos enseña: “En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda interior y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento de su feliz estado” (LB 2,36).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 18, 23-28: ¿Apolo, seguidor del Bautista o cristiano?

Los Hechos nos presentan este personaje Apolo, que precedió a Pablo en su estadía en Éfeso. Este hombre parece ser era cristiano, pero a pesar de lo que dice Lucas, acerca de su instrucción: conocía las Escrituras y todo lo referente a Jesús, pero sólo conocía el bautismo de Juan (vv. 24-25).  ¿Fue miembro de algún grupo seguidor del Bautista y más tarde se hizo cristiano? Parece que fue educado en la escuela alejandrina por el célebre filósofo y teólogo Filón de Alejandría. Ahora bien, que se declare cristiano y no conocer el bautismo de Cristo, parece difícil aceptar así su identidad.  Al entrar en la comunidad cristiana de Éfeso, tiene gran éxito con su predicación, debido quizás a su formación alejandrina. Recordemos que Alejandría era uno de los mayores centros de formación de griegos y judíos de la época. Ahí se había el esfuerzo académico de interpretar la Escritura desde las categorías filosóficas. Es precisamente esa interpretación la que hacía la diferencia entre Apolo y Pablo. Más tarde un grupo de cristianos de Éfeso se va identificar con este Apolo (1 Cor. 1, 17ss; 2,1). Será Aquila y Priscila quienes van a completar su formación catequética, lo que habla de su amplitud de miras, al aceptar el modo de interpretar en definitiva de Pablo que estos catequistas le enseñaron, sobre el acontecimiento Cristo, evangelio, sacramentos, etc. De Efeso, Apolo pasa a Corinto, con cartas de recomendación para esa comunidad de parte de los hermanos, lo que habla de las buenas comunicaciones que había entonces. Entre las comunidades. Ciertamente Apolo, con su excelente formación bíblica fue una gran ayuda para los corintios, penetrar en el misterio de Jesucristo desde la Escritura, lo que establecía diferencia y claridad entre la interpretación judía y la cristiana. Su método interpretativo, la alegoría y la incorporación de principios filosóficos, eran la clave de su predicación. Muchos aceptaron la fe en Cristo por su elocuencia al exponer el misterio de la fe cristiana, también en Corinto, con gente de un nivel superior de formación religiosa y cultural, al resto de la comunidad (1 Cor. 1, 26).

b.- Jn. 16, 23-28: Pedid en mi Nombre. El Padre os quiere porque me queréis a mí.

El evangelio nos muestra el fruto de vivir la comunión con Jesús y con su Padre y de los discípulos entre sí surgen la oración confiada y un mayor conocimiento del mismo Jesús como revelador del Padre. Encontramos cuatro sentencias de Jesús que se cumplirán con su regreso, poseen un claro tono escatológico: se acabarán las preguntas y cuanto se pida al Padre en su Nombre será concedido (vv.23-24); ya no hablará en parábolas, sino claramente acerca del Padre (vv.25-27); Jesús vuelve al Padre (v.28). “Aquel día” (v.23), se refiere en principio al día de su retorno, el día de Yahvé, día del Juicio escatológico (cfr.Am.5,16-20;Jl.2,1-11;Zac.12,1-11;Mc.12,32;Mt.7,22;24,38;Lc.6,23; 1Cor.1,8; 3,13; 2Cor.1,14; Flp.1,6; Rm.13,12s). En Juan, sin embargo, es la nueva manera de hacerse presente en Espíritu, luego de Resucitado y Exaltado, aquel día, es ya un presente para los creyentes. No preguntarle nada a Jesús, alude a lo que ya sucede en la comunidad eclesial. Si la comunidad ya ha experimentado la alegría escatológica prometida a la fe, si ha sido colmada la revelación, ya no hay espacio para las preguntas, porque ésta ha perdido su carácter enigmático. Hasta ahora los apóstoles le preguntaban a Jesús y había malas interpretaciones, con lo que Juan demuestra que preguntas e interpretaciones equívocas marcan una frontera de principios que distingue y separa la comunidad del mundo, por lo tanto, de la conducta y los pensamientos mundanos, del Revelador de Dios y sus palabras. No hacer preguntas, es haber ingresado en la dimensión del amor divino, del que Jesús es testigo, revelador y mediador, su muerte es la mejor manifestación de cuanto decimos. Un segundo tema son las veces que Jesús, asegura que cuanto pidamos al Padre en su Nombre se cumplirá; tenemos la seguridad, que al menos esa petición será escuchada (vv. 23. 24. 26; cfr. Jn.14,13-14). Es consciente que todavía no ha sido glorificado, por eso todavía los discípulos no han pedido nada y porque no han recibido el don del Espíritu Santo, fruto precisamente de haber subido a la diestra de su Padre Dios. Así como nos enseña a pedir en su Nombre, también del Padre se recibe en su Nombre. De ahí que la oración no debe ser siempre sobre los problemas de la vida, sino mirar a la comunión con Dios y la meta de la vida eterna donde se alcanzará la alegría perfecta (v. 24). Esta intimidad con el Hijo y con el Padre, ha ido pedagógicamente de las parábolas hasta el conocimiento claro acerca del Padre. ¿Qué quiere decir Jesús? Hasta ahora ha usado parábolas para comunicar su mensaje de salvación y para hablar de su Padre. He llegado la hora de hablar claro de su relación con su Padre, al cual, por medio de ÉL, también nosotros tenemos acceso, pues nos considera sus hijos en Cristo (v. 25). El motivo de que el Padre nos ama y nos concederá cuanto le pidamos, es que amamos a su Hijo y creamos que salió del Padre (v. 27). Es importante entonces, para vivir esta comunión con el Hijo y con el Padre, reconocerlo como Hijo de Dios, y amarlo como lo ama su Padre. La oración será la mejor herramienta, la mejor llave para mantener la comunión con Cristo. La eficacia de la misma radica en que hay que hacerla en su Nombre; es fruto de la comunión vital del discípulo con Jesús, en quien cree firmemente, ama con profundidad y cuya palabra guarda en su corazón, haciendo de su existencia un templo de la Trinidad. Es la inhabitación trinitaria en el alma del justo (cfr. Jn. 14, 13. 23). Si bien Jesús es el único Mediador entre Dios y los hombres, deja abierta la posibilidad que los hijos acudan directamente al Padre por la confianza y el amor que el Hijo y el Espíritu Santo han infundido en el alma del creyente  (vv. 26-27). Esto se entiende, desde la perspectiva de saber que la relación de amor de los creyentes, es tan fuerte por la presencia de Jesús en sus vidas por la obra que realiza el Espíritu Santo que se dirigen  directamente al Padre por el amor con que sienten que los ama, el mismo amor con que ama a su Hijo desde siempre. Pedirá, no por ellos sino con ellos al Padre, en su nueva vida de resucitado en la gloria y en su Iglesia. Se forma una unidad de vida y amor entre la Trinidad y los creyentes, una comunión, hasta convertirse éstos en alabanza de su gloria (cfr. Ef. 1, 6. 12.14). Desde esta visión se comprende que la oración del discípulo, es también la oración y la alabanza de Jesucristo al Padre. Somos escuchados y atendidas nuestras peticiones, precisamente porque oramos con el Hijo y con el Espíritu, cuando no sabemos pedir lo que nos conviene. Lo hace con gritos inefables (cfr. Rm. 8, 26) resonando su voz en el cielo y en el corazón del hombre.

En Llama de amor viva, San Juan de la Cruz, vierte la experiencia que posee y dice: “Oh llama del Espíritu Santo…ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no sólo no desfallece mi sentido y espíritu en ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi corazón y mi carne se gozan en Dios vivo (Sal 83, 2), con grande conformidad de las partes, donde lo que tú quieres que pida, pido, y lo que no quieres, no quiero ni aun puedo ni me pasa por pensamiento querer; y pues son ya delante de tus ojos más válidas y estimadas mis peticiones, pues salen de ti y tú me mueves a ellas, y con sabor y gozo en el Espíritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro (Sal 16, 2), que es cuando los ruegos precias y oyes, rompe la tela delgada de esta vida y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea mi alma sin término ni fin” (LB 1,36).

P. Julio González C.


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