SEXTA SEMANA DE
PASCUA
(Ciclo C)
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 15, 1-2. 22-29: Hemos
decidido, el Espíritu Santo y nosotros,
no imponeros más cargas que las indispensables.
La
llegada de algunos hermanos venidos de Jerusalén, exigiendo la obligatoriedad
de la circuncisión como requisito para la salvación, llevó a la comunidad a
mandar a Pablo y Bernabé a Jerusalén a consultar a los apóstoles sobre esta
cuestión. Nace la primera reunión de la comunidad eclesial: el Concilio de
Jerusalén. De la reunión conciliar, sale una resolución respecto a la
obligatoriedad para los gentiles, que se
incorporaban a la Iglesia. Nombran dos delegados propios, Judas y Silas, además de Pablo y Bernabé embajadores de la comunidad de Antioquía,
llevan por escrito lo acordado. Esta decisión deja ver la autoridad de la Iglesia de Jerusalén. La
carta en cuestión, es enviada a Antioquía y otras comunidades que habían sido
violentadas, en cierta forma, por las palabras de los judaizantes. La decisión
de proclamar la libertad del Evangelio, respecto a la Ley, fue asumida por el
Espíritu Santo y los miembros de la comunidad. Santiago, movido por el mismo
Espíritu, habla basado en la Escritura (cfr. Am. 9,11-12), pero además supo
exponer el pensar de la comunidad. Vemos la profunda convicción de Hechos, que
el Espíritu Santo actúa en la Iglesia, no sólo en los momentos de conflicto o
crisis, o cuando hay que tomar una decisión, sino siempre: “Hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros…” (v. 28). El Espíritu Santo y los dirigentes de la
comunidad, son los dos testimonios autorizados para tomar una decisión
trascendental para la Iglesia y su futuro. Las cuatro prohibiciones están
tomadas del libro del Levítico: no contaminarse con la carne ofrecida a los
ídolos; abstenerse de la fornicación; la
prohibición de comer animales con su sangre, prohibido consumir su misma sangre
(cfr. Lv. 17, 8. 10ss; 18, 6-18). Se trata de evitar la idolatría y la
inmoralidad sexual, ideas que rechazaba la Ley de Moisés y los propios judíos.
Este comunicado causó gran alegría en la Iglesia, porque las Escrituras se
habían cumplido en su tiempo y en esos acontecimientos que les tocaban de forma
directa. No es de menor importancia la alabanza que el autor reserva para Pablo
y Bernabé, como hombres que han consagrado la vida por la causa de Jesucristo,
el Señor (v. 26). Alabanza no menor, si se piensa que Lucas, no menciona los
sufrimientos que ello significó, sobre todo para Pablo, pero define la vida del
apóstol como una consagración total a la causa del Evangelio, respuesta de fe,
a la entrega que hizo Jesucristo de sí mismo por los hombres (cfr. 2 Cor. 8, 5;
Mc. 10, 45; Jn. 10, 17-18). Crecía la importancia de Jerusalén, que apoya y
confirma la acción de Pablo y condena el obrar de los judíos convertidos.
b.- Ap. 21, 10-14. 22-23: Me enseñó la
ciudad santa, que bajaba del cielo.
La
visión del apóstol nos muestra la Jerusalén celestial, con un fuerte lenguaje
metafórico, nos presenta la belleza y perfección de la casa de Dios puesto que
ahí reside la gloria de Dios. Es la Jerusalén mesiánica y celestial, ya que
todavía existen las naciones paganas que todavía pueden convertirse (cfr. Ap.
21, 24; 22,2). La descripción nos recuerda la misión que se le encomendó a Ezequiel, de medir el templo y la
ciudad donde había de residir la gloria de Dios. La ciudad que describe Juan,
es perfecta en todas sus medidas, lo que ya no puede decirse del templo de
Jerusalén, porque aquí reside la presencia viva de Dios y del Cordero. El culto
y la peregrinación se hacen hacia la Jerusalén celestial, desde la comunidad
cristiana donde brilla una luz resplandeciente para toda la humanidad.
c.- Jn. 14, 23-29: El Espíritu Santo
os irá recordando todo lo que os he dicho.
El
tema de mantenerse en el amor a Jesús y cumplir su palabra viene de antes (Jn.
14, 15); la pregunta de Judas que pide le explique, por qué no habrá una
revelación para el mundo (v.22), hace que se retome el tema de cumplir su
palabra si de veras le amamos a ÉL (vv. 23-24).
Desde el comienzo de su evangelio, Juan deja en claro, que la autorrevelación de Jesús a los discípulos, la visión de la
gloria de Dios (cfr. Jn.1,14;2,11; 11,4-.40), está
abierta a todos aquellos que se asoman a su palabra (cfr. Jn.1,9-13.19-51;
2,1-4,54). La necesidad de la fe es fundamental en este discurso de despedida,
pero también e hecho de amar a Jesús (cfr. Jn.14,1.11-12; 14,15.21.23-24). El Jesús que se va, se
manifestará a los discípulos que crean en sus palabras y le amen. Dicha
revelación es imposible para un mundo que se opone a creer y a amar. En este v.23 se da prioridad al hecho de amar
a Jesús; quien lo ame, guardará su palabra. Esta seguridad nace de la
convicción que el discípulo vive en el tiempo con la garantía que le dan las
palabras de Jesús, en las que afirma que el Padre amará a los discípulos amen y
crean. Pero Jesús promete mucho más: vendremos a él y haremos morada en él
(v.23). ¿Cuándo sucederá esto? El Padre y el Hijo establecerán una morada permanente
en los que cumplan la palabra de Jesús de Nazaret y o amen (cfr. Jn.14,18-21). En su
discurso se habla de un tiempo intermedio entre su eminente partida y su
regreso al final de los tiempos, tiempo del Espíritu Santo, tiempo que será
llenado por la presencia del Paráclito y del Señor exaltado a la derecha del
Padre, presencia vivificante en medio de una comunidad que le rinde culto
(Jn.14,16-17.17-21). Es el amor del Padre que asegura la presencia del Padre y
del Hijo, ausente durante este tiempo intermedio, pero la presencia de la
morada, la imagen, prometen una presencia definitiva y permanente del Padre y
del Hijo en la vida del cristiano. Ellos establecerán su morada en aquel que
ama a Jesús y se mantiene en su palabra (v.23). El evangelista nos propone un
criterio para saber si amamos a Jesús,
saber, cuánto cumplimos sus mandamientos, o mejor dicho, su único
mandamiento: amor a Dios y al prójimo. Pero no se limita a sólo este
mandamiento, sino a toda la revelación que nos ha comunicado, es decir,
permanecer en su palabra, condición indispensable para recibir al Paráclito. El
Jesús que se marcha no deja huérfanos a sus discípulos, los que creen y aman
experimentan su presencia en la ausencia, y pueden esperar todavía más, una
llegada final en que Jesús y el Padre celebrarán la unión definitiva con los
creyentes. Sin embargo, estas promesas
tienen un aspecto negativo para aquel que rechace esta revelación, ya que
rechaza no sólo al Enviado, sino al Padre, porque estas palabras son suyas.
Este rechazo acontece en el presente y se prolonga a la comunidad llena del
Espíritu Santo, si bien Jesús se marcha, la revelación prosigue, en y mediante la comunidad de los discípulos
que poseen el Espíritu y está animada por la presencia ausente de Jesús. La
presencia del Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, permanecerá en los
creyentes, en la medida que guarden los mandamientos de Jesús; aunque él se
marche nos los dejará huérfanos. La misión del Espíritu, consistirá en hacerles
saber que el Padre y el Hijo, vive en ellos, por el conocimiento y el amor (v.
23). Guardar su palabra, es fundamental para vivir esa experiencia de la
inhabitación trinitaria pos-pascual en el alma del creyente. Jesús evoca la
presencia de Yahvé, en medio de su pueblo (cfr. Ex. 25,8; 29, 45; Lv. 26, 11),
experiencia propia de los tiempos mesiánicos, anunciada por los profetas (cfr.
Ez. 37, 26; Za. 2, 14; Ap. 21, 3-22). Se trata de
dejar trasvasar su personalidad, habitar en el creyente, hacer morada en
nosotros, es lo que quiere el Padre y el Hijo. También podemos afirmar que
somos templo del Espíritu Santo. Como Cristo Jesús, es tienda del encuentro del
hombre con Dios (Jn.1,14); ahora el cristiano puede
vivir esta experiencia. Lo que interesa a Juan, es hacernos comprender, que sin
Jesús, no podemos vivir: su muerte ahora no la comprenden, pero insiste en que
será procurarles una mayor presencia no sólo suya, sino también la del Padre.
Juan se mueve en este sentido, en un doble plano, un antes de la muerte y
resurrección de Cristo y la era del Espíritu Santo. Enseña a leer la
experiencia de la muerte de Cristo, desde la luz pos-pascual y desde esa
realidad, leer los diversos tiempos por esto el evangelista fija su atención
ahora en la figura del Espíritu Santo. Enviado por el Padre, a nombre de Jesús,
su misión será recordar la enseñanza de ÉL a sus discípulos a través del
tiempo. Profundizar su magisterio en la vida de los fieles y de la Iglesia.
Además les promete una paz estable a los que creen en su palabra, a pesar de
las asechanzas del mundo con su Señor, y contra de los fieles: no hay nada que
temer (v. 27). Les exhorta a la alegría, porque va al Padre para volver, con la
posibilidad de una mayor comunión con ellos. El Padre es mayor, en cuanto
origen, de toda la historia de salvación, porque va a glorificar al Hijo y
enviará al Espíritu Santo, pero el Padre y el Hijo son una sola cosa. Jesús
entregará libremente su vida, todo termina con una confesión de amor y
obediencia al Padre (vv. 28-29).
Santa
Teresa de Jesús, en las cumbres de la mística cristiana, la palabra sigue
iluminando la vida del cristiano como al comienzo de ella. “La paz interior y
la poca fuerza que tienen contentos ni descontentos por quitarla de manera que
dure... Esta presencia tan sin poderse dudar de las tres Personas, que parece
claro se experimenta lo que dice San Juan, «que haría morada con el alma»
(Jn.14,23),
esto no sólo por gracia, sino porque quiere dar a sentir esta presencia,
y trae tantos bienes, que no se pueden decir, en especial que no es menester
andar a buscar consideraciones para conocer que está allí Dios. Esto es casi
ordinario, si no es cuando la mucha enfermedad aprieta; que algunas veces
parece quiere Dios se padezca sin consuelo interior, mas nunca, ni por primer
movimiento, tuerce la voluntad de que se haga en ella la de Dios. Tiene tanta
fuerza este rendimiento a ella, que la muerte ni la vida se quiere, si no es
por poco tiempo cuando desea ver a Dios; mas luego se le representa con tanta
fuerza estar presentes estas tres Personas, que con esto se ha remediado la
pena de esta ausencia y queda el deseo de vivir, si Él quiere, para servirle
más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi
intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar
en la gloria.” (Rel. 66,10).
Lecturas bíblicas:
a.-
Hch. 16, 11-15: San Pablo en Filipos.
Vemos
a Pablo y sus compañeros en Filipos, nuevo campo misional. Ciudad romana, que
se remonta a Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Si bien, se hablaba
griego, el latín, tenía una mayor impronta, puesto que el ambiente y
administración eran al estilo romano. Quizás los misioneros se sentían algo extraños en ese lugar, al no
encontrar judíos, y un lugar donde efectuar la reunión de los sábados. Buscaron gente y encontraron algunas mujeres,
entre ellas Lidia, comerciante en púrpuras. A oír a predicar a Pablo, se
convierte ella y toda su familia al recibir el bautismo (v. 15); los misioneros
fueron recibidos en su casa. Esta sección además de presentar un itinerario del
viaje, Lucas, nos presenta la historia de Lidia, en la misma línea de su
evangelio, donde nos muestra a Jesús, como Salvador de los más débiles,
especialmente de las mujeres. La primera creyente de Europa, es una mujer importante,
comerciante en púrpuras, temerosa de Dios. Consigue que los misioneros, se
hospeden en su casa, convertida en centro de reunión de cristianos (cfr. Hch.
16, 40). Dios había abierto el corazón de Lidia, para hacer de ella instrumento
de salvación (v.14).
b.- Jn. 15, 26-27; 16,1-4: Testimonio
del Espíritu y del creyente.
El
evangelio nos habla del testimonio que
dará el Espíritu Santo de Jesús, en la vida de los creyentes, recordando sus
palabras e interpretándolas (cfr. Jn. 14,26), para convertirlos en verdaderos
discípulos. Serán testigos de la acción del Espíritu de Jesús, para adquirir la plena inteligencia del
misterio de Cristo. Anuncia a sus discípulos, que serán expulsados de la
sinagoga, y que muchos al matarlos, pensarán que dan gloria a Dios (v. 2). Esto
lo vivieron los apóstoles, después de la destrucción de Jerusalén, excomunión
de la sinagoga para todos los que creían o reconociese en Jesús, como Mesías,
jefe de la fe cristiana. Los judíos podían castigar la blasfemia contra Yahvé,
con la muerte, los cristianos eran considerados como tales (cfr. Flp. 3, 6). La
invitación final de Jesús, es a conocer más
al Padre y a Él, profundizar en lo que nos enseñó para una vida
cristiana, guiados por el Espíritu Santo. La tarea de la Iglesia es acompañar a
los hombres en este continuo crecer en el conocimiento de la voluntad de Dios,
por medio de la tarea de las parroquias y colegios, misiones, grupos
apostólicos, pero todo funcionará bien, en la medida en que se invoque la
presencia del Espíritu Santo en una oración continua, para que derrame sus
dones sobre la comunidad eclesial, como un nuevo Pentecostés. Recordar las
palabras no se refiere solamente a traer a la memoria su Evangelio, es
necesario, pero lo fundamental es su Presencia en medio de la comunidad, en las
situaciones difíciles a nivel personal como en la sociedad.
Santa
Teresa de Jesús, vive su relación con el Espíritu Santo y la palabra,
desde el amor de Jesús su Esposo del
alma. “Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y
Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace encender en fuego
soberano, que tan cerca está. ¡Oh Señor, qué son aquí las misericordias que
usáis con el alma! Seáis bendito y alabado, por siempre, que tan buen amador
sois. ¡Oh Dios mío y criador mío! ¿Es posible que hay
nadie que no os ame? ¡Oh, triste de mí, y cómo soy yo la que mucho tiempo no os
amé, porque no merecí conoceros! ¡Cómo baja sus ramas este divino manzano, para
que unas veces las coja el alma considerando sus grandezas y las muchedumbres
de sus misericordias que ha usado con ella y que vea y goce del fruto que sacó
Jesucristo Señor nuestro de su Pasión, regando este árbol con su sangre
preciosa con tan admirable amor! Antes de ahora, dice el alma que goza del
mantenimiento de sus pechos divinos; como principiante en recibir estas
mercedes, la sustentaba el Esposo. Ahora va ya más crecida, y vala más habilitando para darle más.” (Meditación sobre los
Cantares 5,5).
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 16, 22-34: Pablo y Silas en
la cárcel.
La
exitosa misión de Pablo y Silas en Filipos, termina con ellos en la cárcel.
Todo se suscitó, porque los misioneros,
Pablo en concreto, liberó del espíritu de adivinación,
que poseía una mujer, lo que ocasionaba ganancias económicas a sus amos. Fueron
acusados de hacer propaganda a favor de costumbres judías, en una ciudad romana, que ellos no
estaban dispuestos ni a aceptar ni a practicar; de ahí que sean azotados y
llevados a la cárcel. Gracias a un fuerte terremoto, fueron liberados, pero no
escaparon, con lo que Lucas, nos enseña, que
Dios es más poderoso que los hombres, y que las dificultades, las
convierte en medios para confirmar su palabra. La conversión del carcelero, nos
lleva a pensar que los sufrimientos de los cristianos no son en vano, están
dentro de los planes de Dios, pasando de una teología de la cruz, a una
teología de la gloria, es decir, ver como Dios ha dirigido esa misión en una
ciudad pagana liberándoles de la muerte. El autor de Hechos, quiere mostrarnos
cómo la Iglesia nunca fue un peligro para la ley y el orden dentro del Imperio
romano, fueron ellos, los equivocados. Como ciudadano romano, Pablo exigió,
cuando los liberaron y mandaron marcharse de la ciudad, que fueran los mismos
pretores, quienes vinieran a cumplir esa orden. Vinieron y les pidieron dejar
la ciudad; salieron de la cárcel, como triunfadores con el homenaje del
carcelero, los pretores y los hermanos de fe (vv. 29. 39). Con esta narración
Lucas, nos quiere presentar el éxito de la primera misión de los cristianos en
Europa, bendecidos por las mismas obras del poder de Dios realizados en
Jerusalén, sólo que ahora en medio de paganos, como Pedro fue bendecido entre
los judíos. El anuncio de Cristo les costó sufrimiento y éxito, donde la providencia
divina trabajó para conservarlos con vida y con los frutos de la cosecha a la
vista de todos.
b.- Jn. 16, 5-11: Si no me voy, no
vendrá el Paráclito.
La
partida de Jesús, causa tristeza en el corazón de los discípulos: “Os conviene
que yo me vaya” (v.7). La partida de Jesús, es necesaria y conveniente para los
discípulos: habla de su próxima muerte por ellos y si no lo hace, no vendrá el
Espíritu Santo, el Abogado. La venida de este Espíritu, dará sentido a la
muerte de Jesús, saber ¿quién es Jesús?,
el sentido de su misión entre los hombres, y sobre todo, su misterio pascual de
muerte y resurrección. Debían dar razón de su esperanza, de sus certezas, antes
las gentes a las que anunciaban el
kerigma cristiano. El Espíritu Santo, vino luego de haber vivido ellos el
misterio pascual de Jesús, debían experimentar como testigos, esa realidad para
comprender la necesidad de ser iluminados en la mente y el corazón por la luz
de este Espíritu, para comprender el trasfondo último del misterio de Jesucristo
y la redención del hombre pecador. La Iglesia, como comunidad necesita un
Abogado para entenderse muchas veces con la sociedad, con el mundo, porque
siempre intentarán demostrar que Jesús no es Dios, ni mesías salvador. Los
judíos, consideraban blasfemos a los cristianos, por dar nombre divinos a
Jesús. No se puede poner la fe en un hombre que terminó crucificado y que su
muerte, fue el resultado de la aplicación de las leyes judías y romanas. La
tarea del Espíritu Santo, será demostrar que el pecado fue de ellos. La
continuidad de la fe intacta en Cristo Jesús, la Iglesia la conserva, en su
fidelidad a lo que recibió de su Maestro, y que
propone a lo largo de los siglos a los hombres, como camino de
salvación. La justicia de Jesús, está en que volvió al Padre glorificado, y
está sentado a la derecha de Dios. La Iglesia vive de la resurrección de Jesús,
aunque ausente, está presente por medio de su Espíritu, y este mismo Espíritu,
testimonia su palabra, sus obras y su Presencia salvadora. La causa de Jesús y
su continuidad, habla que es justa a los ojos de los creyentes y quien la
sostiene en el tiempo es el Espíritu de Verdad. La glorificación de Jesús y su
exaltación, es la condena de Satanás, desposeído de su poder, pero, además del
mundo, por haber rechazado y condenado a Jesús. El testimonio del Espíritu en
la Iglesia, es un juicio perenne de Dios, contra el mundo pagano, indiferente e
incrédulo, cerrado en su orgullo y soberbia, que no permite la entrada Dios ni
de su luz. Al contrario, hay oasis de luz y de gracia, donde se reúnen los
cristianos para orar, celebrar su fe y proclamar la resurrección de Jesucristo
a los hombres.
Santa
Teresa de Jesús, vivió la experiencia de ser habitada por la Santísima
Trinidad. “Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a
entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría
El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus
mandamientos. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y
creerlas, a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta
más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que
notoriamente ve, de la manera que queda dicho, que están en lo interior de su
alma, en lo muy muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es,
porque no tiene letras, siente en sí esta divina
compañía.” (7M 1,6).
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 17, 15. 22-34; 18,1: Discurso
de Pablo en Atenas.
Este
texto, nos presenta a Pablo en Atenas, donde una lectura atenta, nos habla de
una ciudad con muchos templos paganos, y
dioses a quien rendir culto, escuelas de filosofía, hombres sabios que discuten
y dialogan. Atenas, era la representación del mundo de la filosofía griega, y
en particular, la filosofía estoica. Entre las discusiones con los filósofos y
el discurso en el Aerópago, encontramos las
discusiones que Pablo sostenía con los judíos en la sinagoga (v.16).
Propiamente, el discurso es una fuerte crítica a la idolatría que contemplaba
en la ciudad, lo mismo que el culto, sacrificios y fiestas paganas, etc. La
filosofía dominaba la vida de los atenienses, con una gran carga teológica
también en ella, la del momento era la corriente estoica. ¿Cómo dirigirse a
ellos? Recurre a la literatura y la revelación natural que Dios ha hecho de sí
mismo, como lo enseñaban los poetas y filósofos. Pablo usa la filosofía estoica
y citas del A. Testamento para hablar de Dios como Creador del mundo, como
también, Dios no necesita de nadie, ni de templos, ni tampoco de sacrificios.
Temas comunes a la fe judía y a la filosofía griega (cfr. Gn. 1, 1; Is. 42, 5).
Pablo lo que hace es llevar a sus oyentes hacia el Dios desconocido, es decir,
no conocen al Dios verdadero, sin embargo, lo adoran. Excelente plataforma,
para remontar el discurso hacia el Dios desconocido. Si bien, había grande
aproximaciones entre ambas corrientes, el salto del paganismo a la fe, pasaba
por la resurrección de Jesucristo, la que no fue aceptada por los filósofos del
Aérópago, convertida en piedra de escándalo para
ellos. Dios se reveló a su pueblo, pero además
a los paganos, si bien parcialmente. Todos los hombres pueden ser
salvos, si se convierten al Dios verdadero, para ser juzgados por
Jesucristo, que resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre.
b.- Jn. 16, 12-15: El Espíritu Santo
os guiará hasta la verdad plena.
Este
pasaje de Juan, nos habla del poco tiempo que tuvo Jesucristo para enseñarles a
los apóstoles todo lo que hubiera querido. Quedaban muchas cosas por
comunicarles, pero también hay que contar con la falta de compresión de los
apóstoles para recibir todo ese caudal, todo su magisterio. Es el propio Juan,
quien nos dice que muchas cosas no fueron comprendidas por los apóstoles,
cuando sucedieron, sino después de la resurrección (cfr. Jn. 2, 2; 12,16; 21,
24-25). La verdad completa, no se refiere a un catálogo de verdades que nos
revelará el Espíritu Santo, sino, profundizar en el misterio de la persona de
Jesús y su obra, su misterio pascual, la universalidad de la salvación, el
llamado a construir el Reino de Dios, etc. Evidente los discípulos tampoco tuvieron
tiempo de asimilar todo esto “in situ”. Será a la luz de la resurrección y de
Pentecostés y el trabajo evangelizador de la Iglesia que germinarán las
enseñanzas de Jesús con una primavera doctrinal y pastoral, fecundada por la
acción del Espíritu Santo. Surgirá la claridad en las mentes y en el corazón la
luz del Evangelio, con la férrea voluntad de Iglesia de pastorear la vida de
los hombres. Buen ejemplo de todo esto son las cartas escritas por Pedro,
Pablo, Juan, cuyo contenido es precisamente el desarrollo de todo lo enseñado
por Jesús. Fue ÉL quien predicó la verdad completa, y no el Espíritu Santo, lo
suyo será guiar la reflexión de los hombres, a una mayor profundización de su
misterio salvador. Este tema de la verdad completa, no contradice, lo dicho
anteriormente, que a sus discípulos ha revelado todo lo que ha oído al Padre
(cfr. Jn. 15, 5). A lo largo de la
historia de la Iglesia, juega un papel muy importante, el espíritu de profecía,
extendiendo, no tanto la mirada al futuro, como centrado en el presente que
había que interpretar. Esa fue la misión confiada a los profetas del A.
Testamento, descubrir la profundidad y el trasfondo de los acontecimientos del
momento, para convertirlos en un lugar teológico. La tarea confiada a la
comunidad eclesial y al Espíritu Santo, es profundizar desde el misterio de
Jesucristo, la dimensión profética de los acontecimientos que presenta cada
época de la historia de la Iglesia y la sociedad. Este mismo Espíritu, es el
que glorificará a Jesús, luego de su humillación en la Pasión, corresponde la
máxima exaltación, su elevación hacia el Padre. Sólo el Espíritu Santo, que
conoce los secretos del Padre, como el Hijo, puede dar a conocer a Jesucristo,
como el enviado de Dios para comunicar al hombre la salvación.
Santa
Teresa de Jesús, se alegra de vivir la experiencia de la reunión de los Tres en
su espíritu. “¡Oh ánima mía! considera el gran deleite y gran amor que tiene el
Padre en conocer a su Hijo, y el Hijo en conocer a su Padre, y la inflamación
con que el Espíritu Santo se junta con ellos, y cómo ninguna se puede apartar
de este amor y conocimiento, porque son una misma cosa. Estas soberanas
Personas se conocen, éstas se aman y unas con otras se deleitan. Pues ¿qué
menester es mi amor? ¿Para qué le queréis, Dios mío, o qué ganáis? ¡Oh, bendito
seáis Vos! ¡Oh, bendito seáis Vos, Dios mío para siempre! Alaben os todas las
cosas, Señor, sin fin, pues no lo puede haber en Vos. Alégrate, ánima mía, que
hay quien ame a tu Dios como El merece. Alégrate, que hay
quien conoce su bondad y valor. Dale gracias que nos dio en la tierra quien así
le conoce, como a su único Hijo. Debajo de este amparo podrás llegar y
suplicarle que, pues Su Majestad se deleita contigo, que todas las cosas de la
tierra no sean bastante a apartarte de deleitarte tú y alegrarte en la grandeza
de tu Dios y en cómo merece ser amado y alabado y que te ayude para que tú seas
alguna partecita para ser bendecido su nombre, y que puedas decir con verdad:
Engrandece y loa mi ánima al Señor” (Excl. 7,2).
Lecturas bíblicas:
a.-
Hch. 18,1-8: Fundación de la Iglesia en Corinto.
Nos
encontramos a Pablo en Corinto. Célebre ciudad por su puerto, pero conocida
además por su libertinaje moral. Aquí nace una floreciente comunidad cristiana,
pero la que más disgustos y sufrimientos tuvo que vivir el apóstol. La
narración de Lucas, se centra en la predicación del evangelio entre los
gentiles. Encuentra una familia que lo acoge y le da trabajo (vv.1-2). Los
sábados, predica en la sinagoga y cuando llegan, Silas y Timoteo, aumenta su
trabajo, responde a la hostilidad de los judíos, Crispo, jefe de la sinagoga,
se convierte al Evangelio, lo que trae otras conversiones (vv.5-9). Este texto,
nos habla de cómo se fue enraizando la vida cristiana en esta ciudad, y de la
expulsión de Roma de los judíos decretada por Claudio, lo que motivó la
conversión de Aquila y Priscila, y por esos caminos de Dios llegaron a Corinto, y encontraron a Pablo.
b.-
Jn. 16, 16-20: Jesús anuncia su pronto retorno.
Este
evangelio nos presenta unas palabras de Cristo algo oscuras de comprender:
“Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” (v.
16). Se trata de los acontecimientos que se acercan: su pasión, muerte y
resurrección. Jesús desaparece ante sus ojos durante el tiempo de la Pasión y
muerte, para volver en su Resurrección, a encontrarse con ellos. La frase
habría que entenderla entonces entre el tiempo de la Ascensión y su retorno en
el día del juicio final. Otra lectura, es comprender esta frase que se refiere
a la muerte y resurrección de Jesucristo, su exaltación o subida al Padre, la
venida del Espíritu Santo y la nueva creación llevada a cabo por Jesús, es
decir, la nueva condición del hombre redimido y santificado, partícipe de la
intimidad divina en la vida trinitaria.
Las preguntas que surgen en los apóstoles, hacen que Cristo aclare sus
palabras: había anunciado su camino hacia el Calvario, el Hijo del hombre,
sería arrestado, maltratado y muerto, pero, al tercer día resucitará (cfr. Mc.
9, 9). “Dentro de poco…”, era una frase común en quien tenía un visión de
futuro, judíos y cristianos, confiesan un fin del mundo, no sabiendo, eso
sí, cuándo sucederá. Los mismo profetas,
Jesús, Juan en el Apocalipsis, usaron este lenguaje (cfr. 6,1). Jesús está
anunciando lo que sucederá en el futuro, no lejano, tiempo antes del juicio
definitivo, es el tiempo del Espíritu, y de la Iglesia, tiempo de Dios que va
desde la Ascensión hasta su venida gloriosa. Los apóstoles, algo atrevidos, se
creían con el derecho de saber todo, cómo serían esas cosas, de ahí, que
terminen diciendo: “no sabemos lo que quiere decir” (v. 18). Ahora todos comprendían que esos días serían
tiempos revueltos de tribulaciones y persecuciones, preludio de las alegrías
mesiánicas, la imagen de la mujer que da a luz refleja ese momento duro, pero
breve. Si los apóstoles hubieran sabido lo que significaba subir al Padre, como
Jesús que lo vivió, estarían tranquilos, pero sabemos, que todo comienza por
comprender el misterio de la persona de Jesús.
Tarea nuestra es aprender a conocerlo y cuanto más le conozcamos mejor
comprenderemos nuestro tiempo y la actitud de fe de tantos y mujeres que
permanecen fieles, a pesar de lo vivimos en la Iglesia y fuera de ella.
Santa
Teresa de Jesús, comprende el misterio de la Trinidad desde un amor a la
palabra de Dios, guiada por la acción del Espíritu Santo con la recta
interpretación de la Iglesia. “El martes después de la Ascensión, habiendo
estado un rato en oración después de comulgar
con pena, porque me divertía de manera que no podía estar en una cosa, quejábame al Señor de nuestro miserable natural. Comenzó a
inflamarse mi alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente a toda
la Santísima Trinidad en visión intelectual, adonde entendió mi alma por cierta
manera de representación, como figura de la verdad, para que lo pudiese
entender mi torpeza, cómo es Dios trino y uno; y así me parecía hablarme todas
tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente,
diciéndome que desde este día vería mejoría en mí en tres cosas, que cada una
de estas Personas me hacían merced: la una en la caridad y en padecer con
contento, en sentir esta caridad con encendimiento en el alma. Entendí aquellas
palabras que dice el Señor: que estarán con el alma que está en gracia las tres
divinas Personas, porque las veía dentro de mí por la manera dicha.” (Rel. 14,
1).
Lecturas bíblicas
a.-
Hch. 18, 9-18: Pablo ante el tribunal de Galión.
El
apóstol se siente confortado por el Señor Jesús, antes que suceda lo que estaba
por venir. Jesucristo lo alentó con estas palabras: “No tengas miedo, sigue
hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima
para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad.» Y permaneció
allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la Palabra de Dios.” (vv.
9-11). Fueron los judíos quienes quisieron ganarse para su causa a Galión, nuevo procónsul de Acaya,
con sede en Corinto. Pensaban que podía ayudarles a conservar la ortodoxia judía,
contra toda nueva doctrina, o herejía, que los cristianos representaban esta
última realidad. Galión, recibe la acusación contra
Pablo, de enseñar una doctrina contraria a la Ley de Moisés. Su tarea era
vigilar si el nuevo movimiento representado por Pablo, violaban alguna ley
contra Roma. El gobernador no se quiere inmiscuir en un juicio, sobre temas de
religión, y los despacha del tribunal, que se arreglen entre ellos. Queda
claro, por la reacción de Galión que los cristianos
no violaban ninguna ley romana. La acusación de los judíos, tendrían un
carácter más bien teológico, y no político; seguramente se referían a la Ley o
al Mesías, por ello, los despide del tribunal (vv. 15-16). Lucas, deja claro,
todo un tema en los Hechos, es dejar clara la postura de los cristianos frente
a Roma. Son inocentes, no han ofendido la ley del Imperio. A pesar de todo,
Pablo, siguió predicando y permaneció un buen tiempo más en Corinto. Las
dificultades le enseñaron a Pablo la veracidad de la predicación y la protección
que acompaña a los testigos del evangelio por parte del Señor Jesús. El propio
Pablo, lo experimenta día a día en su vida.
b.- Jn. 16, 20-23: Vuestra tristeza se
convertirá en gozo.
El
evangelio, presenta la imagen de la mujer que da a luz, que se olvida del
dolor, una vez que ha nacido un varón para el mundo (v. 21). Este tiempo que
precede a la alegría, tiempo de dolor y persecuciones, establece la realidad
que vivirá la comunidad eclesial y el mundo; unos sufren otros gozan. ¿Cuál es
la razón de esta situación? La tristeza
del cristiano, se fundamenta en que no siendo del mundo, debe vivir en él; pero
también del odio del mundo por Jesús, la Iglesia y los cristianos. El mundo, evidentemente no ama lo que no es
suyo, que no piensa como él, todo lo que ataca su soberbia y vanidad. El mundo
se alegra de la partida de Jesús, por su persona y palabra, porque son un
ataque a su seguridad, se alegra de las persecuciones de la Iglesia y los
creyentes, porque son una prolongación de la presencia del Señor Jesús. Pero,
es el mismo Jesús que nos dice que esa tristeza se convertirá en gozo por la
verdadera libertad interior que el cristiano debe vivir respecto de todo
aquello que no es Dios (cfr. Jn. 8, 32). Fundamental para adquirir esta
libertad interior, es la comunión con Cristo Resucitado, causa de alegría
perenne, porque se ha realizado la reconciliación entre Dios y cada creyente.
Finalmente, la oración celebrada en forma individual y comunitaria, es otra
fuente de fe y alegría, porque está animada por el Espíritu Santo.
Santa
Teresa de Jesús, mediante la liturgia va comprendiendo las grandes verdades de
nuestra fe. “Estando una vez rezando el
salmo de “Quicumque vult”,
se me dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro,
que yo me espanté y consolé mucho. Hízome grandísimo
provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para cuando
pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede ser, y esme mucho contento.” (V 39,25).
Lecturas
a.- Hch. 18, 23-28: Apolo, un
cristiano a medias.
Es
Apolo el protagonista de esta lectura bíblica, hombre elocuente en palabras que
conocía sólo el bautismo de Juan, por lo mismo, sabía poco del Evangelio. Era
un cristiano, poco instruido en la doctrina. Entra en Éfeso y se pone en
contacto con la comunidad, donde tiene gran éxito en su predicación. Es posible
pensar que fuera instruido en la escuela de Alejandría, donde los maestros
judíos habían hecho un gran esfuerzo por interpretar el AT., con el lenguaje de
la filosofía griega. ¿Era ese el origen de su sabiduría? Es probable, ya que un
grupo de la comunidad de Corinto, se gloriaba de tener por maestro a un tal
Apolo (cfr. 1Cor. 1, 17; 2,1). Este Apolo llegó antes que Pablo a Éfeso,
misionero libre, no ligado a ninguna comunidad. Su predicación privilegiaba la
interpretación alegórica-espiritual de la Escritura, cuyo sentido descubrimos
en el misterio de Cristo Jesús. Al entrar en contacto con Aquila y Priscila,
completa su formación cristiana, deja su interpretación, para asumir la visión
de Pablo. Luego de esto, Apolo pasa a
Corinto, con carta de recomendación de los hermanos para ser bien recibidos por
los de Corinto, lo que habla de la buena comunicación que existía entre las
comunidades. Muy buena, fue su ayuda para esta comunidad, pues desde la
Escritura, les ayudaba a penetrar en el misterio de Cristo. Mucho debía saber
Apolo, para diferenciar entre las pretensiones judías, y las afirmaciones que
hacían los cristianos, desde la Sagrada Escritura. Todo su saber, lo puso al
servicio del Evangelio, lo que nos enseña, que un buen grupo de personas,
fueron bien instruidas en la fe, contando con su aporte filosófico, lo que los
convertía en un grupo culturalmente superior al resto de la comunidad eclesial.
Vemos así como Dios se valió de Apolo para ponerlo al servicio de Jesús de
Nazaret y demostrar que era el Mesías, enviado por el Padre.
b.- Jn. 16, 23-28: Pedid en mi nombre.
El Padre os quiere porque me queréis a mí.
El
evangelio nos presenta el acceso cada vez mayor que Jesús, hace a su Persona y
a su misterio de salvación. Es a la luz de la Resurrección y de Pentecostés,
que se vive esta comunión de la que Jesús, nos hace partícipes y nos guía hacia
la verdad completa (cfr. Jn. 16, 12-15). Jesús, les garantiza a los discípulos,
que su oración será escuchada; esto es, una novedad, puesto que los judíos
pensaban que esa proximidad con el misterio divino, era cosa del futuro, en
cambio, Jesús lo hace algo presente. Juan, prácticamente en toda su obra, hace
que aquello que se esperaba para el futuro, por el camino de la fe en Jesús, pueda ser un bien presente. Lo
mismo que aquello de “dentro de un poco me veréis…” es causa de tristeza y de
alegría, porque sin su partida no puede darnos lo más íntimo de sí: el Espíritu
Santo. Por una parte, quedan abandonados los discípulos sin Jesús, pero es
causa de alegría por su regreso, nuevo modo de presencia, por medio de su
Espíritu. Desde ahora, la comunión con Dios es una realidad, tanto que el
creyente tiene la certeza de ser escuchado, no sólo porque lo ha dicho Jesús,
sino porque el Padre nos ama, porque haberlo amado a ÉL. Todos los
protagonistas de esta historia de salvación: el Padre omnipotente el Hijo
Salvador, el Espíritu Santificador, la Iglesia, y cada creyente forman una
comunión de amor (cfr. Jn. 15,13). Jesús si bien bajó del cielo, nunca dejó de
estar con el Padre; tampoco ha abandonado a los suyos, está presente, solo que
de un modo diferente en su Espíritu, que
anima y sopla fuerte en la comunidad eclesial en oración perenne.
Santa
Teresa de Jesús, supo lo que significa
decir hágase tu voluntad, en su vida. Qué importante que Jesús medie entre el
Padre y nosotros cuando pedimos una gracia. “Cuando yo pienso esto, gusto de
las personas que no osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el
dárselos luego. No hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no
serán para sufrirlos; aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir
este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar
a los que por temor no los piden de que luego se los han de dar, lo que dicen
cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por
decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien. Mirad que
parece aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido intervenir entre
nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no
sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo
digamos.” (CV 32,3).
Fr. Julio González C. OCD