TERCERA
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Par. Ciclo A)
P.
Julio González Carretti ocd
Lecturas bíblicas
a.- Is.
9,1-4: En la Galilea de los Gentiles, el pueblo vio una gran luz.
La primera lectura, nos invita a la
alegría porque cesaron las tinieblas del exilio y la deportación a Babilonia y
viene el gozo de la luz para los que regresan a Jerusalén (cfr. Is. 8, 23). La alegría liberadora, comienza por Galilea de
los gentiles, Zabulón y Neftalí, tierra fértiles y con buenas comunicaciones
para sus productos hacia el mar. Galilea había sufrido la devastación y la
guerra, pobreza y desesperanza, verdaderas sombras de muerte por parte de
Asiria que los deportó. La tierra de Zabulón y Neftalí es camino de humillación
para Israel y Judá, pero ahora es camino victorioso para los israelitas
liberados ahora del exilio babilónico (cfr.Jos.19,10-16.32-39;
2 Re.15,29-30;17,5-41). La humillación sufrida por Israel en tiempos de Ajaz,
la sumió en la oscuridad (cfr. Is.9,2); la
entronización de Ezequías fue una gran luz, ya que propició el desarrollo del
país, se reveló contra los asirios y venció (cfr.2Re 16,8; 18,1-8; 20,20-21).
Babilonia se había convertido en la bota, el yugo y la vara que humilló a
Israel, tiempo de oscuridad y sombras para el pueblo elegido. Entre los que
regresaron del exilio está Zorobabel, legítimo
heredero al trono de Judá, simboliza la
luz grande, según la promesa hecha por Yahvé a Natán,
causa de alegría y gozo entre los deportados (cfr.2Sam.7,1-17;Is.9,2;
54,1-55,5). Pero no reinó como se esperaba. Desde la perspectiva teológica,
había que esperar al Emmanuel, al Ungido de Yahvé, el que tomará el cetro de
Judá, que posee una estrella que lo anuncia, dirigente de Israel, rey justo y
victorioso (cfr. Gn.49,10;Nm.24,17; Mi.5,1-5;; Za.9,9). Mateo, nos presenta la
aparición del Mesías en Galilea, que dará cumplimiento a esta profecía, el
Emmanuel, Salvador definitivo está presente en Jesús de Nazaret en medio de su
pueblo. Su luz brilla por medio de su palabra y predicación, instaura la paz
definitiva (cfr. Is.8,,23s; 9,6; 7,14; Mt.1,23;
Lc.2,14). Allí se obrarán serán grandes signos de la presencia del Mesías y del
Reino de Dios que ha llegado en medio de la vida de los hombres.
b.- 1Cor. 1,10-13.17: Poneos de
acuerdo y no andéis divididos.
El apóstol afronta el problema de las
divisiones al interior de la comunidad de Corinto: hay grupos enfrentados. No
sabemos las causas que las originaron, pero se puede pensar, que se trata del
modo de presentar el mensaje evangélico por los diversos predicadores. Se
quedan mucho en lo humano lo que condiciona que no lleguen al núcleo del
evangelio: Jesucristo. El apóstol apunta a lo central, la fe en Cristo, elemento básico, para la
adhesión a su Evangelio, y no quedarse en los medios humanos para llegar a ÉL.
Pablo enseña, que en lo que a él atañe, no es causa de la adhesión a la fe,
sino Cristo, de ÉL viene la salvación, no de otra causa. El apóstol establece
que ha bautizado a pocos, porque esa no fue su primera misión, sino la de
predicar el evangelio, preparación próxima al bautismo de los gentiles. Aludía
a la costumbre de las religiones mistéricas griegas, al vínculo que se
establecía entre iniciador e iniciado (cfr. 1 Cor.1, 13-16).También hoy en la
Iglesia existen grupos, corrientes teológicas y posturas, pero debemos apuntar
a lo esencial: Jesucristo, nuestra condición de bautizados y nuestro ser
Iglesia.
c.-
Mt. 4,12-23: Jesús en Cafarnaúm.
El evangelio nos presenta a Jesús, en
el comienzo de su ministerio pastoral en Galilea. Detenido y encarcelado Juan
Bautista, es la señal para Jesús, según en el evangelista, para comenzar su
actividad. Mientras el Precursor había preparado el camino hacia el Señor,
luego comienza la obra el Mesías. Pero más que el sentido histórico, se refiere
su cumplimiento como profeta: había sido encarcelado, había sido entregado,
como Jesús a su pasión (cfr.Mt.14, 3; 20,18s; 26,2), lo que habla de la
inocencia del arrestado, que pareciera abandonado por Dios, como Jesús en la
Cruz. Es el destino de los profetas, Juan es el Precursor, en la predicación
respecto a Jesús, pero además en su testimonio le precede en la muerte. Jesús
marcha a Galilea, quizás para esquivar el mismo destino, pero sobre todo,
porque es la región determinada por Dios para comenzar el Hijo su actividad. Ya
se había dicho que Jesús residiría en
Galilea en Nazaret, ahora en Cafarnaúm, territorio de la tribus de Zabulón y
Neftalí, por lo tanto ciudad agraciada, bendecida (vv.16-17; cfr. Jos.19,
10-16. 32-39; Mt. 2,23). En ella alborea la luz de la
salvación, se realizan grandes milagros, sin embargo, sus habitantes no se han
convertido, por ello el Juicio contra ellos será implacable (cfr.Mt.11, 23s).
En Nazaret, en la ciudad en que Jesús había vivido, ya tiene sentencia sobre sí
misma, por no haber creído, por eso no obró Jesús entre ellos ningún milagro
(cfr. Mc.6,6; Mt.13,58); ahora en Cafarnaúm es
amenazada por el Juicio de Jesús que ha visto sus milagros, pero no se ha
convertido (cfr.13, 54-58). Mateo ve cumplida en Jesús otra profecía: Dios
había humillado a la tierra de Zabulón y Neftalí con los asirios, ahora será
rehabilitada con la salvación que deslumbre en ella, Galilea de los gentiles (cfr.
Is.8,23; Mt.8,18.28). Ahora la luz resplandece en las
tinieblas, Jesús, su persona y doctrina; Jesús es luz, trae la luz, enseña la
verdad y sana a los ciegos, su palabra es luz. “Desde entonces Jesús empezó a
predicar y decir: «Arrepentíos, pues ha llegado el reino de los cielos” (v.17).
Si con Juan Bautista, el acento recaía en la conversión, con Jesús se recalca
el reino de los cielos ha llegado con ÉL. Motivo de inmensa alegría debido a
que Dios otorga la salvación a todos los hombres. El reino está cerca,
significa que está viniendo continuamente, no puede ser detenido, lo que no ha
llegado todavía es su plenitud y poder glorioso. Dios no fuerza a nadie a
creer, pero sí espera una respuesta ante esta realidad que pone delante del
hombre. De ahí que el llamado a la
salvación indique conversión. Toda la vida del cristiano, discípulo y
misionero, es convertir la mente, el corazón y la voluntad para asumir la
voluntad de Dios, lo que nos comunicó Jesús. En este contexto, Jesús escoge a
sus primeros cuatro discípulos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan, que era
pescadores. Les dice: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (v.19).
Seguirán siendo pescadores, pero ahora de hombres, pasan a ser trabajadores del
reino de Dios. Conquistarán a esos hombres con la predicación y con los poderes
que Jesús les va a conferir (cfr. Mt.10,1s), y luego
de la resurrección, con el mandato de evangelizar a todos los pueblos.
La Santa Madre Teresa era exigente a
la hora de escoger maestro de espíritu para sus comunidades, quería hombres
letrados y santos. Amante de los estudios y sobre todo de las Sagradas
Escrituras. “Así que importa mucho ser maestro avisado digo de buen entendimiento y que tenga experiencia; si con esto tiene
letras, es grandísimo negocio; mas, si no se pueden hallar estas tres cosas
juntas, las dos primeras importan más, porque letrados pueden procurar para
comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad. Digo que a los principios, si
no tienen oración, aprovechan poco letras. No digo que no traten con letrados,
porque espíritu que no vaya comenzado en verdad, yo más le querría sin oración,
y es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos
dan luz, y llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que
debemos.” (V 13,16).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam.5, 1-7.10: Tú serás el pastor
de mi pueblo Israel.
b.- Mc. 3,
22-30: Satanás está perdido.
Los fariseos, venidos de Jerusalén,
levantan dos calumnias a Jesús: que está poseído por Satanás y que se habría
aliado con él para expulsar a los demonios. La calumnia significa que Jesús es
un poseso y que sus éxitos se debe al poder demoníaco. Es una imputación
absurda, porque el que expulsa los demonios con el poder del Espíritu de Dios,
no puede tener un espíritu malo o estar aliado con el demonio (cfr. Mt.12,28). Si esto fuera verdad, Jesús se habría aliado con el
enemigo de Dios, convirtiéndose en siervo de Satanás (cfr. Jn.12,31). La parábola de la casa en guerra contra sí misma,
rechaza toda alianza con el demonio; si Satanás lucha contra sí mismo o contra
los suyos, se derrumbaría su reino. Sólo Jesús es más fuerte que Satanás,
porque lo vence con la fuerza de Dios, lo que nos habla de la conciencia que
tenía el propio Jesús de su obra salvífica (cfr. Mc.1, 12-13). Deja bien a las
claras, que su obra no se separa de su persona: es Él por quien tienen efecto
la expulsión de demonios, por ÉL irrumpe el reino de Dios entre los hombres
(cfr. Lc. 11, 20), por sus obras, Satanás es vencido
(cfr. Lc. 10, 18). En el símil de la casa, el fuerte,
es vencido por el más fuerte, sólo puede ser Jesús. Testimonio clarísimo que
Jesús tiene de ser más fuerte que Satán, y de que vence con la fuerza de Dios.
La blasfemia, siempre es un ataque al honor y poder de Dios, en forma directa o
indirecta, por medio de injurias o desprestigio de los enviados de Dios. Es un
pecado horrible, pero Jesús asegura que todo pecado se perdonará, a excepción
de los que se comentan contra el Espíritu Santo. Dios en su infinita sabiduría
perdona, solo si hay arrepentimiento verdadero. La exigencia de la conversión
es esencial (cfr. Lc. 13, 1-5; 15, 7. 10. 18ss);
cuando el pecador se convierte, es cuando, como dice Jesús, el Padre se dispone
a perdonar todo pecado (cfr. Mt. 18, 23-35). ¿Por qué
no se perdonará una blasfemia contra el Espíritu Santo? Porque ese hombre
endurece de tal modo su conducta, que es contraria totalmente a la conversión,
por eso Dios no le perdona. El pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo, no
es sólo un hecho, es una disposición interior permanente, ceguera culpable por
sí misma, es un resistirse a la salvación de Dios. Se trata del misterio del
endurecimiento del corazón (cfr. Mc.4,12). Atribuir al
demonio, la acción del Espíritu Santo, reconocible en Jesús, es manifestar una
clara oposición a Dios. Surge entonces la pregunta: ¿Quién podrá salvarse? Para
los hombres es imposible, no así para Dios misericordioso, pero por otra parte,
nos presenta lo que sucede al hombre que se resiste a la acción del Espíritu de
Dios y a su enviado Jesucristo, el Señor.
Santa Teresa de Jesús, como mística
tuvo especiales relaciones con el misterio de la Santísima Trinidad: Dios hizo
una historia de salvación en esta mujer admirable, en un tiempo muy complejo
para la Iglesia y la Orden Carmelitana. La acción del Espíritu Santo en ella es
una joya de la más fina orfebrería cristiana. “Estando un día muy penada por el
remedio de la Orden, me dijo el Señor: «Haz lo que es en ti y déjame tú a Mí y
no te inquietes por nada; goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande;
mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama». (R 13).
Lecturas bíblicas
a.-2Sam.6,12-15.17-19: Llevan el
arca entre vítores.
b.- Mc. 3,
31-35: La nueva familia de Jesús, los que cumplen la voluntad de Dios.
La nueva familia de Jesús, la componen
desde ahora, los que hacen la voluntad de Dios en sus vidas. Nuevamente el
evangelista, nos presenta a la familia de Jesús, con una visión completamente
nueva (cfr. Mc. 3, 20-21). Jesús, pertenece cada vez
más a Dios, por lo mismo se ha escogido una familia de carácter más espiritual
o de fe. Echa una mirada alrededor y esos hombres y mujeres que lo rodean los
llama sus hermanas y hermanos, su madre. Pensamos que el mirar de Jesús, es
amor que atrae, purifica y une (cfr. Mc. 3, 5; 5, 37;
10, 23; 11, 21). Son sus parientes, porque escuchan atentamente su palabra,
pero más aún, porque cumplen, guardan, hacen realidad la voluntad divina en su
existencia. Es la forma de entrar en comunión con Jesús, es ahora la comunidad
la que atenta a la palabra de Jesús, porque escucha, pero, más aún, está
dispuesta a cumplir la voluntad de Dios, en forma exclusiva y plena como en el
caso de María en casa de Lázaro (cfr. Lc. 10, 42). El
texto no habla expresamente de escuchar su palabra, aunque se presuponga, sino
cumplir, hacer realidad esa palabra. Se relaciona con la corrección que Jesús
hace la mujer del pueblo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra
de Dios y la guardan” (Lc.11,27s). Llamada y
exhortación, a saborear las palabras de Jesús para entrar en comunión
espiritual con ÉL mediante el cumplimiento de la voluntad de Dios. Es en esa
conciencia donde se forma la comunidad, la nueva familia del Hijo enviado por
el Padre, la Iglesia.
Santa Teresa de Jesús se caracteriza
en su espiritualidad por la experiencia de contar siempre con la voluntad de
Dios en su vida, sobre todo luego de su conversión. “¡Oh buen Jesús! ¡qué claro habéis mostrado ser una cosa con el Padre, y que
vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra!” (R 27,4).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam. 7,4-12: Estableceré después
de ti un descendiente tuyo y consolidaré tu trono.
b.- Mc. 4,
1-20: Salió el sembrador a sembrar.
El evangelio nos presenta la parábola
la parábola del sembrador completa, es decir, las tres partes que la conforman:
la narración de la parábola (vv.1.9), porqué Jesús habla en parábolas
(vv.10-12), y la explicación de la parábola (vv.13-20). A Jesús ya no le basta
la casa de Pedro, las sinagogas para predicar, necesita un espacio amplio: la orilla
del mar, desde la barca, sentado predica a la gente reunida en la orilla. En un
primer momento, la atención de la parábola se centra en la diversidad del
terreno y su rendimiento. Propone tres situaciones desfavorables: el camino y
las aves (v.4), las piedras y falta de tierra (v.5-6) y los cardos que
ahogaron la semilla (v.7); en cambio, otras cayeron en tierra buena, que produjo abundantes frutos, el
treinta, el sesenta y el cien por uno (v.8). En un segundo momento, encontramos
la explicación de la parábola. Esta Palabra de Dios está destinada a todos,
pero su aceptación varía: desde quien no
asume ningún compromiso, pasando por la superficialidad de algunos, la
buena intención de otros, hasta el compromiso de aquellos que con fe comprenden
su pleno sentido. El evangelista centra todo, dada la respuesta de Jesús a los
apóstoles: “A vosotros se os ha comunicado el misterio del reino de Dios”
(v.11). Si las parábolas, eran comprensibles
por la sencillez de sus imágenes, se condena a quedar ciegos “a los de
fuera” (v.12); sólo los discípulos, han
sido admitidos al misterio del Reino de Dios. La fuerza de este reino de Dios
se descubre por la palabra y las obras; pero encuentra resistencias como
Satanás, y las calumnias de los hombres. La semilla ya está sembrada, las
fuerzas del reino ya comienzan a actuar con Jesús en este mundo. Basta tener
ojos para ver las curaciones, resurrección de muertos, expulsión de demonios,
etc. Se enfrentan dos grupos de personas: los prudentes y sabios a los que
permanece oculto el reino y los pequeños e incultos, a quien Dios les revela el
reino por medio de la fe (cfr. Lc.10, 21.23; Mt.13,16s;
11,25). Los de fuera son los incrédulos, sin la inteligencia de la fe, para
quienes Jesús es un enigma. El texto de Isaías viene a significar el
endurecimiento culpable de los hombres que escuchando y viendo las obras de
Jesús, se niegan a creer a su palabra (v.12; Is.6,9-10).
Toda una exhortación a no dejar pasar la hora de la salvación, y no a la
desesperación. Finalmente, (vv.14-20), viene la explicación de la parábola,
donde encontramos una aplicación de la Iglesia a quienes se convierten a la fe.
Se pasa de la siembra y la cosecha a los hombres sembrados, es decir, ahora
ellos son la tierra donde ha caído la semilla. Los que están al borde del
camino son aquellos a quienes los enemigos de la fe les arrebatan la fe
original. Otros no tienen hondura en sí mismos ni consistencia cono lo cual
llevan la casusa de sus apostasía en su vida. No han comprendido el sentido de
la cruz, el seguimiento de Cristo, por ello ante las persecuciones y
tribulaciones sucumben con facilidad.
Las preocupaciones del mundo, en otros les hacen olvidarse de la Dios y
de su propia salvación, porque su seguridad lo ponen en las riquezas y el
bienestar, lo que ahoga la palabra y queda sin fruto. Dios no siembra en vano,
porque cuando cae en buena tierra da frutos abundantes. Todo un consuelo y una
apelación para los convertidos a la fe, ante la apostasía de muchos. De este
modo el reino de Dios se hace presente con la predicación de Jesús y la de la
Iglesia hoy. La comunidad revive el misterio del reino de Dios con las obras
que nacen de la fe y el amor, la eficacia de las fuerzas liberadoras que en
ella mueven desde lo interior de su
existir.
La Santa Madre Teresa buscó luz en el
Evangelio, para su vida cristiana y carmelitana, y tanto fue su afán, que todas
sus obras están impregnadas de sabiduría bíblica. “En la Sagrada Escritura que
tratan los letrados, siempre hallan la verdad del buen espíritu” (V 13,18).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam.7, 18-19.24-29: ¿Quién soy yo
mi Señor, y qué es mi familia?
b.- Mc.
4,21-25: Cómo recibir y trasmitir la enseñanza de Jesús.
El evangelista nos presenta cuatro
sentencias: una acerca de la luz (vv. 21), otra acerca de lo oculto que debe
ser revelado (v.22), otra sobre la
medida con que seremos medidos (v. 24) y la última sobre el que tiene y se le
dará más todavía (v.25). Las primeras, se refieren todavía al reino de Dios,
las segundas en cambio, a la escucha fructuosa de la palabra de Dios. La imagen
de la lámpara, está en el campo de la
luz, vocablo clave en la Biblia. Esta imagen recuerda que el anuncio del Reino de Dios, llevada a cabo por
Jesús, ha de llegar a todos, todos
pueden ser iluminados, todos pueden llegar hasta la fuente de la Buena
Nueva. Es el esfuerzo de escuchar,
comprender y llevar el Evangelio a la propia vida. No hay excusas, todos seremos juzgados acerca de
nuestra acogida y buena voluntad en
ponerla en práctica. Jesús es la luz del mundo (cfr. Jn.8,12), lo nuestro es dejarnos
iluminar. Es un absurdo pensar
que la palabra de Dios no iluminará a quien la
acoge, porque ese es su fin. La verdad de Cristo, saldrá a la luz e
iluminará a todo el que la acepte en su
vida; es la obra salvífica de la Buena Noticia. La eclosión vendrá después cuando la semilla da fruto,
cuando la lámpara es colocada en el
candelero. Cuando Marcos escribe, Jesús Resucitado brillaba en las
comunidades eclesiales y en los
corazones de los fieles. La segunda sentencia, se refiere a la gravedad en lo
que se refiere a la comprensión y
acogida del Reino de Dios. El sentido íntimo de la predicación, su comprensión,
que ahora permanece oculto deberá
manifestarse y lo secreto se dará a conocer. Así como el misterio de la
persona y la obra de Jesús, sobre todo después de la Pascua. Es la comunidad la
que debe estar atenta prestar oído y actuar en el mundo, la Iglesia, debes ser un signo en el mundo y testigo de la
acción divina. La tercera sentencia va precedida de una advertencia de Jesús:
“Atended a lo que escucháis” (v. 24). La
sentencia se refiere a que la medida que usemos, es decir, la dosis de atención que damos a Jesús, al
hermano, a la palabra será la medida
que prestemos al mensaje del Reino, lo
que luego redundará en una ganancia abundante. Esta imagen se relaciona también
con el juicio al hermano o con la
exhortación a dar generosamente (cfr. Mt.7,1;
Lc.6,38), pero Marcos agrega “ y con creces” (v. 24), lo que viene a significar
que quien da cabida a la palabra de Dios
y deja que se desarrolle, obtendrá una buena ganancia. La cuarta sentencia se
comprende así: a quien ya posee los dones de la fe y el amor para vivir las
exigencias de la vida cristiana, se le otorgarán nuevos dones, mediante la
escucha atenta de la palabra de Dios. Pero a quien no tiene nada de esto, se le
quitará hasta la fe que no practica, hasta quedar sin nada. La palabra lleva a
la fe o la incredulidad; es su función crítica la que no podemos olvidar. La
palabra encierra la fuerza divina, por eso hay que recibirla con ánimo bien
dispuesto, protegerla, para vivirla en forma incontaminada, y dar frutos que el
Espíritu de Jesús, fecunda en el alma, mente y voluntad del cristiano y de la
Iglesia en la sociedad de hoy.
Santa Teresa de Jesús recibió muchas
visitas de Jesús Esposo, donde le manifestaba la obra que estaba haciendo en
ella. “Dijéronme, sin ver quién, más bien entendí ser
la misma Verdad: No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en
que mucho me debes; porque todo el daño que viene al mundo es de no conocer las
verdades de la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella. A mí
me pareció que siempre había creído esto, y que todos los fieles lo creían. Díjome: ¡Ay, hija, qué pocos me aman con verdad!, que si me
amasen, no les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad?
Entender que todo es mentira lo que no es agradable a Mí. Con claridad verás
esto que ahora no entiendes en lo que aprovecha a tu alma.” (V 40,1).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam.11,1-4.5-10.13-17:
Te has burlado de mí casándote con la mujer de Urías.
b.- Mc. 4,
26-34: La semilla crece sola y el grano de mostaza.
El evangelio nos presenta dos
parábolas: la parábola de la semilla que crece sola (vv.26-29), y la del grano
de mostaza (vv.30-32). La primera es propia de Marcos, y quiere profundizar en
el tiempo que va entre el anuncio y la cosecha. La enseñanza de Jesús es
evidente para sus oyentes: luego de la siembra, el campesino espera la
recolección con paciencia. La tierra produce por sí sola hasta que se recoge el
fruto maduro. Jesús ha sembrado con éxito, de ahí que espera que su predicación
no fuese inútil. Pero la intención de Jesús es enseñar a sus oyentes, que si
bien la predicación ya fue hecha, la fuerza divina sigue trabajando, aunque en
forma oculta, callada, germinando en la tierra. La cosecha llegará sin tardar,
hay que esperar pacientemente, confiar en la acción de Dios. La actividad del
hombre, no suple la acción de Dios, la iniciativa es siempre suya, por lo tanto,
el reino de Dios, no lo hacen los hombres, sino la gracia divina. Maduro el
fruto se mete la hoz, ha llegado el tiempo de la siega (cfr. Joel 4,13). Los
oyentes deben poner su confianza en Dios
y en su obrar: el reino llega, ya está entre nosotros, pero actúa calladamente,
sin que notemos su crecimiento. La predicación de la comunidad primitiva, llena
de infortunios y persecuciones, puso su confianza en Dios, enseñanza a tener
presente hoy, donde lo que cuenta es la cercanía siempre operante de Dios y no
tanto la proximidad temporal de la cosecha o recolección (cfr. Mc. 9,1; 13, 30; 13, 28). Sólo Dios Padre conoce el día y
la hora (cfr. Mc. 13, 32), y esa confianza en su
obrar callado pero fecundo, nos da paz y fortaleza. La parábola del grano de
mostaza, quiere destacar el insignificante comienzo y su esplendoroso final.
Ese grano de mostaza contiene la fuerza para formar un gran árbol, donde hasta
los pájaros pueden anidar. Imagen bíblica del reino de Dios, que acoge a muchos
pueblos hasta convertirlo en su morada definitiva. Este reino de Dios, actúa en
la Iglesia, pero también fuera de ella, en toda la tierra; no es visible como
la Iglesia, pero está presente en todas partes porque crece por la fuerza de
Dios. Las parábolas del grano de la mostaza y de la levadura quieren constatar
la llegada del reino de Dios entre los hombres, independiente de la intensidad
y extensión de la actividad de la Iglesia. Jesús, cuenta con la Iglesia, pero
también con esas fuerza divina y con el resultado final ese recolección de
frutos de santidad. Esta parábola quiere estimular una gran dosis de fe
inquebrantable, y una esperanza cierta en su cumplimiento, es decir, de
victoria. Esto no quita realismo al evangelista, que mira este futuro
espléndido, porque sabe que antes que Jesús venga al final de los tiempos, no
sólo se anunciará el evangelio en todas partes sino que padecerá la Iglesia
persecuciones y grandes angustias (cfr. Mc. 13, 10;
13, 5-23). El triunfo final es de Dios.
Teresa de Jesús, propone que la vida
de oración hay que comenzarla con una determinada determinación, es decir,
fijos los ojos en Jesucristo, que inició este camino hasta llegar al Reino de
Dios. Qué bien lo comprendió Teresa de Jesús: “Por esto y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de oración, en la
primera agua, que es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose a
desasir de todo género de tormentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a
llevar su cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo quieren servir
a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo reino
que pretendemos ganar.” (V 15,11).
Lecturas bíblicas
a.- 2Sam.12, 1-7.10-17: He pecado
contra el Señor.
b.- Mc. 4,
35-41: ¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Este pasaje de la tormenta calmada,
hace comprender a los discípulos la soberanía que tiene Jesús sobre los
elementos naturales, el mar y la fuerza del viento, que se calman a una orden
suya. La comunidad y los discípulos están llamados a una fe inconmovible en ÉL,
en su Señor. Las palabras: “Calla, enmudece” (v. 39), son las mismas que usa
Jesús para increpar a los demonios (cfr. Mc. 1, 25;
9, 25). Viento y mar, se calman a la voz de Jesús. Ese tipo de tormentas se
producen con cierta frecuencia, son de poca duración y no debieran haber sido
un problema para pescadores experimentados como los discípulos. ¿Qué pasó? Los
invade una angustia de muerte y luego de realizado el prodigio, nace el temor
ante Quien, había realizado todo, sólo con el uso de su voz. El poder
demostrado por Jesús, lo pone como vencedor sobre los elementos naturales, y
también, sobre los demonios y la muerte. En este pasaje, vemos a Jesús como un
hombre, que después de predicar y estar con las muchedumbres, se siente cansado
y se duerme, no lo despiertan el ruido del mar y la borrasca. Su reacción
cuando lo despiertan: “¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?”
(v. 40). Sólo Dios salva de los peligros del mar, debido a la oración de
hombres piadosos: aquí alguien actúa en nombre de Dios ya su voz se produce la
calma del viento y del mar. La pregunta de los discípulos es la mejor
respuesta: “Pues, ¿quién es éste que hasta el
viento y el mar le obedecen?” (v. 41). El poder de Jesús está oculto,
pero no deja de manifestarse en forma concreta. El asombro de los discípulos es
total, rasgo propio de Marco, en los Sinópticos son siempre los hombres, los
otros, quienes se admiran de las obras
de Jesús. La angustia les impidió ver a Quien tenían en la barca, el miedo
superó a la fe que ardía en sus corazones, de ahí el reproche divino: son
miedoso y cobardes. Marcos recalca la falta de fe, más que los otros
Sinópticos, que hablan de poca fe (cfr. Mt. 8, 26; Lc. 8,25). La fe de los discípulos es todavía muy
elemental, falta la reflexión sobre la persona de Jesús, como Mesías e Hijo de
Dios. Es una fe que hay que vivirla y manifestarla, frente a todas los ataques
del enemigo de Dios. Sin la fe no se comprende el reino de Dios, y la última
pregunta es una invitación a tener una fe en Cristo Jesús. La comunidad, la
Iglesia, ven este milagro como una gran exhortación a mantener la fe en medio
de su devenir histórico, ya conoce las persecuciones y tribulaciones, y la fe
se ve combatida, pese a la cercanía del Señor (cfr. Mc.13). La debilidad
mostrada por Jesús en su pasión, es la fuerza que la comunidad eclesial,
necesita para mantener su fe en esa fuerza divina, que oculta, está presente en
Jesús, en su resurrección. La comunidad, la Iglesia, no sucumbirá, es la nave
donde siempre está Jesús. Es la fe la que obra milagros, precisamente lo que
les faltó a los apóstoles.
Santa Teresa, no duda que Jesús hará milagros, acogiendo la
fe que nos propone el evangelio de la gracia. “¿Qué hay que dudar que hará
milagros estando tan dentro de mí, si
tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele su Majestad pagar mal la posada si
le hacen buen hospedaje” (CV 34,11).
P. Julio González C.