TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo C)

Fr. Julio González Carretti OCD


Contenido

DOMINGO   1

LUNES   1

MARTES   2

MIERCOLES   2

JUEVES   3

VIERNES   3

SABADO   3

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- 2Mac. 6, 1; 7, 1. 2. 9-14: El rey del universo nos resucitará para una vida eterna.

La primera lectura, nos narra el martirio de siete hermanos y su madre en defensa de su fe; mueren con la esperanza en la vida eterna. Este relato exalta la lealtad y la fidelidad a la Ley en medio de la persecución con temas importantes como son: el valor expiatorio del sufrimiento del justo y la esperanza de la resurrección. Lo primero queda expresado en la idea que con sus sufrimientos, el martirio, puede cesar la ira de Dios (v. 38). La esperanza en la vida eterna, la expresa el segundo de los hijos: “Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.» (v. 9). Es en este tiempo, cuando aparece en los textos bíblicos, la idea de una vida después de la muerte; no hubo claridad sobre la resurrección hasta este pasaje de los 2 Macabeos y en el libro de Daniel, y algunas intuiciones en los Salmos (cfr. Sal. 16, 10-11; 49, 16; 73, 24; Dn. 12, 1-3). Lo único en lo que creían los judíos en que todos iban al Sheol, el lugar de los muertos (cfr. Sal. 6, 6). Los libros de Job y el Qoelet, abren caminos nuevos al poner en duda la retribución de los buenos, y el castigo a los malos; ¿cómo se explica el dolor de los justos y buenos? ¿Dónde está, Yahvé para responder a ello? Los profetas también contribuirán a extender la idea de una justicia de Dios para quien vive la fe en el destierro en el dolor, los que dan su vida por la causa de Dios y de la Ley (cfr. Is. 26,14 y 19; Dn. 12,13). También el libro de la Sabiduría lo manifestará más claramente (cfr. Sab. 1-5). El cuarto hermano niega al rey Antíoco Epífanes y a todos los impíos, la vida eterna, cuando en sus últimas palabras dice: “Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.” (v. 14; cfr. Mt. 10,28). Sólo Dios es el dueño de la vida; el Hijo nos ha revelado, que unos resucitarán a la vida eterna, y otros a la condenación eterna (cfr. Jn.5, 27-29).

b.- 2Tes. 2, 16; 3,1-5: El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y obras.

Este pasaje de Pablo, se encuadra en medio de una gran exhortación a la perseverancia en la fe (cfr. 2Tes. 2,11s). Los cristianos han sido llamados a la salvación mediante el Evangelio. Recordemos que la vocación y elección de los creyentes, es uno de los pensamientos centrales del pensamiento de Pablo (cfr. 1Tes.1, 4; Rm.8, 29). Es interesante, que en esa acción salvífica, lo menciona el apóstol, intervienen las Tres Personas de la Santísima Trinidad (cfr. 2Tes. 2, 13.16), sin olvidar e aporte humano de la fe en la verdad. Lo importante, es conservar la fe y las tradiciones aprendidas, progresar en el conocimiento de la palabra de Dios, y su propagación (v.1), por medio de predicadores, que iluminen la vida de los hombres. Tradiciones que traducimos por enseñanzas o instrucciones. La comunidad debe esperar la consolación de Dios, que los amado en Cristo y dado la esperanza; amor de Dios como fuente de la acción salvadora e la vida del creyente (cfr. Rm.5, 5; 8, 35. 37. 39; 2 Cor.5, 14; 13,13; Gál.2, 20). Esta exhortación, es más bien una petición a la comunidad para que ore por la divulgación de la palabra de Dios, sin obstáculos. Estas dificultades provienen del Maligno, y hombres perversos, que le secundan que están en contra de la palabra de Dios (vv. 2-3). La comunidad cristiana pone su confianza en Jesús, que es fiel y los afianzará librándolos de la tentación, si son fieles a lo mandado por Jesús, guiándolos hacia el amor de Dios (V.5), confirmándolos en toda obra y palabra buena.

c.- Lc. 20, 27-38: Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.

La respuesta de Jesús a los saduceos, que no creían en la resurrección de los muertos, es contraria, al grupo de los fariseos, que sí creían en ella (cfr. Hch.4,1s; 23, 6s). Los saduceos aceptaban como norma sólo el Pentateuco, y no la tradicional oral o tradición de los mayores. Los rabinos habían tratado, a través del tiempo, de fundamentar la idea de la resurrección con pasajes de la Escritura (cfr. Ex. 6, 4; 15,1; Nm. 15,31; 18,28; Dt. 31, 16). Se acercan los saduceos, le llaman Maestro, pero ese saludo no siempre es sincero, no indica necesariamente buena disposición. La pregunta que le formulan tiene que ver con la ley del Levirato (cfr. Dt. 25,5). Siete hermanos tuvieron la misma mujer, en la otra vida, de ¿quién será mujer?; la exageración hace absurda la pregunta, y por otro lado, establece que la vida eterna sería igual a la actual. Jesús comparte la idea con los fariseos y el pueblo de que hay una resurrección de los muertos. Los saduceos, grupo aristocrático, político y religioso, quieren ridiculizar a Jesús. La respuesta del Maestro, deja claro que la ley no cuenta con la resurrección de los muertos. Ahora la clave está Jesús y su palabra. La vida eterna, no es igual a lo de aquí; sólo aquí hombres y mujeres se pueden casar. Los que alcancen la vida eterna, es decir, con lo cual, advierte que no todos llegan allá (cfr. Rm. 5, 29); en el cielo no se desposarán, porque serán hijos de Dios, son como hermanos, no tienen hijos, porque tampoco mueren. Serán como ángeles, hijos de Dios, hijos de la Resurrección (cfr.Job.1,6; 2,1; Hch.12,7; Rom.8,18; 1Cor.15,44; 15,42s). Pero también Jesús recurre a la Escritura: la zarza ardiente que no se consume donde Moisés descubre a Yahvé como el habían venerado los patriarcas (cfr. Dt. 12,2; Ex.3,2-6), enseñando que Dios es Dios seres vivos y no de muertos, puesto que cuenta con que sus oyentes creen que los patriarcas están vivos junto a Dios, ya que quien se relaciona con Dios, tiene como destino la resurrección.  La resurrección no es sólo inmortalidad del alma sino del hombre todo, seremos transformados, viviremos en cuerpo y alma (cfr.1Cor.15,52; 2Tes.1,5). Los escribas, alaban la respuesta de Jesús, puesto que ellos creían en la Resurrección (cfr. Hch. 23, 6-7); no preguntarle nada más, quiere significar, que con su inteligencia Jesús acalló el sarcasmo de los saduceos y aumentó su fama como Maestro. De ÉL tiene la Iglesia sobre la resurrección de los muertos. La muerte de los hombres, ahora debe reinterpretarse desde la Pascua de Cristo, si creemos en la resurrección, es porque Cristo resucitó. Como Iglesia, su Cuerpo, estamos llamados a participar de su misma gloria en la vida eterna.

Teresa de Jesús desde pequeña quiso alcanzar la vida de los santos en el cielo, hombres y mujeres que pasaron por este mundo, haciendo el bien cuya herencia es la bienaventuranza eterna. “Considerando lo que gozan los bienaventurados, nos alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos gozan” (1 M 1, 3).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Sab. 1,1-7: El espíritu del Señor llena la tierra.

b.- Lc. 17, 1-6: Si tu hermano te ofende, perdónalo.

Este evangelio nos habla del escándalo (vv.1-3), de la corrección fraterna (vv.3-4)  y del crecimiento de la fe (vv.5-6). Después del evangelio del rico y Lázaro, Jesús  habla del escándalo que puede dar no sólo el rico respecto del pobre, sino todo  hombre que cree en Dios a su prójimo. El dilema del AT., era ver como al rico que  no observa la Ley, todo le va bien, mientras que el pobre que pone su esperanza en  Yahvé, lleva una vida miserable (cfr. Sal.73). Los pobres en la comunidad primitiva,  no siempre fueron bien tratados (cfr. Sant. 2, 5. 12; 1Cor. 11, 20-22). Tanto el  rico, como el cristiano, no pueden dar escándalo, menos para los pobres. El  escándalo es personal, y puede ser un obstáculo para la fe, y llevar a la apostasía.  Quien quiere cumplir la Palabra de Dios, debe resistir a los escándalos, están dentro  del plan de Dios por la debilidad humana, pero en el día del Juicio, serán arrojados  al infierno el que los cause, sin arrepentirse de ello (cfr. Mt. 13, 38. 41; 7, 23;  18,7; 13,41). Debemos estar atentos, a no ser instrumentos del escándalo, porque  su fin es la perdición eterna. Pero más grave es el efecto que provoca el  escandaloso, en los pequeños, es decir, los pobres, desheredados, despreciados,  como el pobre Lázaro. Yahvé ha llamado a los pequeños su Reino de los Cielos; su  voluntad, es que no se pierda ninguno de ellos (cfr. Lc. 6, 20; Mt. 18,14). En un  segundo momento, se habla de la corrección fraterna; en la Iglesia todos somos  hermanos, por lo tanto, si alguien peca hay que perdonarlo. Para los judíos,  hermanos eran los compatriotas y otros judíos, lo mismo sucedió con los cristianos.  Deben en consecuencia obrar como hermanos, que tienen solicitud por la  santificación de los hermanos de comunidad. La comunidad eclesial está compuesta  por santos y pecadores, por lo mismo, el que peca no puede permanecer impasible,  se busca su salvación. Hay que reprenderlo, de lo contrario, pueden todos hacerse  culpables por no haber hecho nada (cfr. Lev. 19,7). Si logra convertirse, reconocerá  su culpa y perdonará a su hermano, habremos salvado al hermano. El efecto  comunitario de este perdón, es la santificación de la comunidad, por eso hay que  perdonar todas las veces que haga falta. Dios, entonces,  perdonará a él su propia  culpa, y así, el nuevo pueblo de Dios será santo. El tercer momento, es la reacción  lógica ante las palabras de Jesús, es la petición que hacen a Jesús: “Auméntanos la  fe” (v. 5). Todas estas exigencias exigen un aumento de fe, pero en otra  oportunidad, les dice que lo que parece imposible al hombre, es posible para Dios  (cfr. Lc. 18, 26). Jesús anuncia la salvación, pone condiciones, pero también ayuda,  es decir, da fuerzas para cumplirlas. Él es poderoso en palabras y obras. El primer  don de la salvación es la fe, con ella se enfrentan las dificultades, sólo a ella se la  ha prometido la salvación. Dios da fuerza divina a quien quiere hacer la voluntad de  Jesús, si cree que Él ha inaugurado el reino de Dios, tiempo de salvación, y si confía plenamente en lo que ÉL anuncia. Reconocer su propia pobreza e incapacidad,  confiado en la obra salvífica de Cristo, logra algo sobre humano: la vida nueva. La  fe abre las posibilidades de vivir la misma vida de Dios, es decir, vida eterna. Si el  discípulo ha de perdonar siete veces al día, es resultado, de la infinita misericordia  del amor de Dios que une,  purifica y perdona.    

Teresa de Jesús, vivió la experiencia del perdón, sobre todo antes de su famosa  conversión: “No puedo yo creer que alma que tan junto llega a la misma  misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios deje de  perdonar luego con toda facilidad” (CV 36,12).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Sab. 2,23-3,9: Ellos esperaban la inmortalidad.

b.- Lc. 17, 7-10: Hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Este evangelio quiere dejar en claro, la actitud del hombre frente a Dios. La parábola puede resultar irritante para nosotros, pero Jesús no se pronuncia sobre sobre esa situación social, sino que la toma como imagen para una enseñanza a los apóstoles. Tampoco la parábola es una imagen de Dios, sino que habla de la actitud del hombre ante Dios. El servicio  que le debemos a Dios es de siervos: Dios manda y el hombre obedece, cumple con  lo que se ha comprometido. Dios no le debe nada, la menor recompensa, ni  siquiera gratitud. Más aún, si ha hecho todo lo mandado, no ha hecho sino cumplir  con su deber. Esta actitud lleva al hombre a ser libre de sí mismo, humilde y pobre,  Dios le concederá los bienes del Reino a su servidor, que se vacía de su egoísmo.  Bienaventurados los pobres porque el Reino les pertenece (cfr. Mt. 5, 3). Doctores  de la ley y fariseos, concebían la relación con Dios como un contrato: yo te doy para  que tú me des, servicio y recompensa. Si se cumple con la ley, lo mandado por  Dios, hay que esperar recompensa. La parábola de Jesús echa por tierra esta  teoría: Dios no debe nada al hombre, ni siquiera las gracias. El hombre es su  criatura, y por ello, le debe todo a Dios, desde el soplo vital, hasta los bienes de la  tierra. La parábola va dirigida a los apóstoles. Ellos que lo han dejado todo por  Cristo, ¿pueden esperar recompensa? (cfr. Mt.5, 11). ¿Pueden exigir derechos, por los servicios  prestados? (cfr. Mt. 19,27). La recompensa que Dios brinda, supera con mucho los  servicios que podamos prestarle; en definitiva, hasta esa recompensa es don de su  bondad divina. La clave de la parábola está en las últimas palabras: “De igual modo  vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos  inútiles; hemos hecho  lo que debíamos hacer.» (v. 10). Somos siervos de Dios que  laboran y construyen su Reino, dona su misericordia, proclamándola, por medio de  ellos, se muestra magnánimo. Pablo proclamará que no es punto de gloria predicar  el evangelio, sino más bien, una necesidad: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”  (1Cor. 9, 16). Sólo desde al amor apasionado de Cristo Jesús, por la gloria de Dios  Padre y la salvación de los hombres, podemos servir sin estar pensando en la  recompensa, o en el castigo. La amistad y la confianza en Dios, nos hace pensar  que ÉL se preocupa de cada uno de sus discípulos. Esta experiencia de amistad,  oración y servicio al Señor Jesús está más allá del plano de la ley, del mérito y el  premio, porque está cimentada en el amor y la confianza. Lo que es bueno lo  hacemos por amor, nos ponemos en sus manos; nos concederá más de lo podemos  pensar y desear. Estar con ÉL, desde hoy y para siempre, es el mejor premio que  podamos gozar.    

Santa Teresa de Jesús, invita al cristiano a contentar a Dios en todo. ¡Qué bien  entendí ella estas verdades!: “Para eso es la humildad, para tenerse por dichosa  en servir a las siervas del Señor” (CV 17,1).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Sab. 6,2-12: Oíd, reyes, para que aprendáis sabiduría.

b.- Lc. 17, 11-19: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

El evangelio nos recuerda que Jesús va camino de Jerusalén, donde le aguarda la  cruz y elevación (cfr. Lc.9, 51; 13,22). A los leprosos les estaba permitido entrar en  las aldeas, no así en las ciudades como Jerusalén (cfr. Lv.13, 45). Hasta ahora sólo  los apóstoles le habían llamado Maestro, admirados de su poder, gloria (cfr. Lc.  5,5; 8,24; 9,33; 9,49), a lo que los leprosos agregan una invocación de  misericordia. La súplica es todo un grito de fe: “¡Jesús, maestro, ten compasión de  nosotros!” (v. 13). Jesús es maestro de la ley, lleno de poder y misericordia; ÉL  trae el alba del Reino de Dios que se revela a los hombres. Jesús, les manda  cumplir con lo estipulado en la ley de Moisés respecto a los leprosos, en obediencia  a la ley encontrarán la salvación, el que escucha a Moisés y a los profetas, se salva.  Todo esto antes del milagro (cfr. Lc. 16,29; Lev.14, 2; Jn. 4,22). Los envía a  quienes podían certificar que estaban sanos como era los sacerdotes del templo,  para que vuelvan a la comunidad, es decir, al templo y a su hogar. Nueve de los  judíos siguen su camino y van al sacerdote, el milagro se produce mientras iban de  camino, sólo uno regresa glorificando a Dios, que se postra delante de Jesús,  porque reconoce que Dios actúa en ÉL, con su acción de gracias (vv.15-16). Era  un  samaritano, un extranjero,  que vuelve a Jesús, para agradecer a grandes voces el  don recibido al sentirse próximo a Dios (cfr. Lc.4, 33; 8,28; 19,37; 23,23; Hch.7,  60). Su postración es ante Dios presente en Jesús Maestro (cfr. Lc.5,12; 8,41),  donde se reúnen la fe, la gratitud, sentimientos muy humanos que acompañan, el  creer en la palabra de Dios, donde se encierran la ley y los profetas. El samaritano  representa el camino del Evangelio hacia los paganos (cfr. Lc. 8,15). Jesús  esperaba que regresaran todos, y dieran gloria a Dios por ÉL, por ÉL vienen las  bendiciones del cielo (cfr. Hch. 4,12). Como extranjero, sólo recibe como una gracia  inmerecida, al no ser parte de Israel, y por ello lo agradece. Los judíos, no  agradecen nada, porque son hijos de Israel, los dones de Dios les corresponden. Lo  que revela que les faltan las actitudes fundamentales para recibir la salvación: la fe  y la gratitud, espíritu de pobreza y de alabanza. El camino de la salvación está  abierto a todos extranjeros, pecadores, gentiles, enfermos…La despedida que le da  Jesús confirma esta realidad: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado” (v. 19). La  súplica orante se convirtió en salvación para el leproso. Todo un compromiso  eclesial por aliviar el dolor del prójimo en todas sus manifestaciones, en nuestra  sociedad hoy. Lo que salva es la fe, la decisión y entrega a la palabra de Jesús y la  acción salvífica que Dios realiza por medio de ÉL. 

Santa Teresa de Jesús una de las grandes virtudes que supo practicar, fue ser muy agradecida con los  hombres y con Dios: “Agradecer al Señor que nos deja andar deseosos de  contentarle aunque sean flaca las obras” (V 12,3).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Sab.7, 22-8,1: La sabiduría es reflejo de la luz eterna.

b.- Lc. 17, 20-25: El reino de Dios está dentro de vosotros.

El tema de este evangelio es la llegada del reino de Dios. En esta denominación “reino de Dios” se sintetizan todas las esperanzas de Israel (cfr. Lc. 19, 11; 21,7; Hch. 1,6). En todos los ambientes esta pregunta era latente: ¿Cuándo vendrá? Desde el profeta Daniel que se esperaba su pronto cumplimiento: Israel vivió en la cautividad de Babilonia (cfr. Jer. 25, 11; 29, 10), antes de recuperar la libertad; los grandes sufrimientos eran una señales del tiempo mesiánico (cfr. Dn. 12,1). La respuesta de Jesús los desconcierta, porque nadie sabrá cuando vendrá: “el reino de Dios ya está en medio de vosotros, ya está presente” (v. 19). En la acción de Jesús se muestra la llegada del reino de Dios: sana los enfermos, vence a Satanás, derrota a la muerte, libera al hombre de todo lo que lo oprime (cfr. Lc.10,18; 11,20) La ley y los profetas llegan hasta Juan, desde ahora se anuncia el reino de Dios como buena nueva; Jesús satisface las esperanzas de Israel respecto al reino de Dios Sólo quien tiene fe en la palabra de Jesús, capta la llegada del reino, y después de su exaltación en la acción del Espíritu Santo que envió a su Iglesia (cfr. Mc. 4, 11; Lc. 8,10; Lc. 24, 49; Hch. 1, 4). Jesús es el profeta de los últimos tiempos, pregonero de la misma, conoce el misterio del reino de Dios. Pero es más que esto, porque actúa con el poder de Dios (cfr. Lc.11, 20). Si bien a los fariseos Jesús, les habla de la venida del reino de Dios, a los apóstoles les habla del Hijo del hombre. Sus días comenzarán cuando ÉL aparezca revestido de gloria, con todo su poder (cfr. Lc. 23, 43; Dan. 7,13; 21, 28; 12, 8). El Hijo del hombre es el propio Jesús (cfr. Lc. 12, 8), ha inaugurado el reino de Dios pero hay que esperar los días del Hijo del Hombre. Anuncia días de tribulación, que los discípulos mirarán hacia los días del Hijo del Hombre y esperarán la segunda venida del Mesías. Pero ante los discípulos serán probados (cfr. Lc. 21, 28). Es un vivir entre el ya presente y el todavía que no ha manifestado, es el tiempo de la Iglesia, tiempo de la realización y la expectativa, entre la posesión y la esperanza, entre el gozo y el temor (cfr. Rm. 12, 12). Pero Jesús, deberá primer pasar por su bautismo de sangre, es decir, su misterio pascual, ser rechazado por los hombres y sufrir la humillación de la muerte en cruz hasta la gloria de la resurrección. En ese caminar de Jesús hacia Jerusalén se perfila el camino del discípulo y de la Iglesia. Ella sufre la persecución y el dolor del martirio y la tribulación por voluntad divina, antes de alcanzar el gozo sempiterno.

Teresa de Jesús, encontró que el reino de Dios, efectivamente está dentro de nosotros, en su interior: es la fuente de la contemplación. “Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma, adonde está el que le hizo y la tierra acostumbrar a no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos exteriores, crea que leva excelente camino y que no dejará de llegar a beber el agua de la fuente (la contemplación), porque camina mucho en grave tiempo” (CV 28,5).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Sab. 13,1-9: Si lograron desvelar el cosmos, ¿cómo no descubrieron  a su Señor?

b.- Lc. 17, 26-37: El día en que se manifieste el Hijo del hombre.

Este evangelio nos habla de la manifestación del día del Hijo del hombre, su última  venida. Los días del Hijo del Hombre vendrán cuando se manifieste plenamente desde el cielo (cfr. Col. 3,3); será día de salvación y condena, puesto que el Hijo del Hombre viene como Juez (cfr.1 Cor.1,7; 2Tes.1,7; 1 Pe.1,7.13). Se acentúa en ese día el Juicio, la sorpresa, lo inesperado. Jesús recuerda  la despreocupación con que la gente vivía en tiempos de Noé y Lot, respecto a la destrucción de Sodoma, así  sucederá con la segunda venida del Señor, día del Hijo del hombre. No se convirtieron a la palabra de justicia de Noé, ni se dejaron convencer por testimonio de Lot (cfr. Gn. 6,11- 13; 18,20; 2Pe. 2,7; 3,5-7). La sentencia cayó sobre ellos excluyéndolos del mundo futuro (cfr.Dt.32,32; Is.1,10; Jer.23,14; Ez. 16,45-59; 2 Pe.2,6s). El fuego y el agua vienen a simbolizar, la fragilidad, la catástrofe que se avecina, pero representan el Juicio de Dios (cfr. 2 Pe.3,5-7). ¿Qué tendrá consistencia y valor ese día del Señor? Todo se desvaloriza,  porque lo único importante será la venida del Señor. Ese día lo único importante será salir airoso del Juicio de Dios (cfr. Lc.21,36). Es la actitud escatológica que  debemos cultivar para alcanzar la vida verdadera, la vida en el reino de Dios, la salvación. La mujer de Lot salió de Sodoma, cuando vino el  castigo, pero como seguía apegada a lo que había dejado, se convirtió en estatua  de sal (cfr. Sab.10,7). Su mención es para escarmentar a los discípulos de Jesús. Consigue la vida sólo quien la pierde por Cristo y su  evangelio, la muerte engendra vida, el Hijo deberá conocerla para entrar en su  gloria (cfr. Lc.9, 23). La venida del Mesías, se pensaba sería de noche, comenzará  con la separación de  justos e injustos, mientras los primeros serán llevados ante el  Señor, los otros conocerán la perdición (cfr. Mt.13,48; 25,32;1Tes.4,16s). La  sentencia será para todos, ¿qué determinará la sentencia?, la vida que han llevado,  las actitudes interiores. Mientras unos viven para los placeres o intereses  puramente mundanos, los otros esperan la venida de Jesús, el Hijo del Hombre,  como un bien salvífico. Mientras unos están dormidos en lo interior, los otros están  en vela, esperando la vida verdadera (cfr. Lc.13, 26ss). Si la pregunta por el cuándo  (v. 20), abre el discurso, el dónde lo cierra (v.37). La mención de los buitres atraídos por los cadáveres, viene a significar que el Juicio de Dios de condena caerá sobre los pecadores (v.37). El Reino de Dios, ya está  presente en Cristo Jesús, ahora queda esperar el cumplimiento de la promesa de su  parusía. Lo importante no es la cuestión dónde será el juicio, como la liberación del  pecado, la conversión. Si Jesús anuncia el final de la historia, y exhorta a la  misericordia y a la penitencia, es porque habrá misericordia con todo pecador en  este tiempo de la Iglesia.

Teresa de Jesús, considera que la vida de oración es también vivir cada el día el juicio de Dios porque al presentarse ante la Verdad que es Dios con la propia verdad, experimenta el examen en al amor al que tendremos que enfrentarnos todos. “Será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgadas de quien habemos amado sobre todas las cosas” (CV 40,8).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Sab. 18,14-16; 19,6-9: Se vio el mar Rojo como camino.

b.- Lc. 18, 1-8: ¿Cuando vuelva el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra?

Este evangelio nos habla de la necesidad de orar sin desfallecer para que venga pronto el Hijo del Hombre y su justicia. Es la Iglesia primitiva la que espera la llegada de su Señor que cree inminente. El juez de la parábola no es hombre religioso, porque no teme a Dios ni a los hombres (v.2), tampoco era un buen juez, porque olvida lo esencial de su profesión: dar protección a los menos favorecidos. La viuda, mujer seguramente pobre, con pleito financiero o de herencia que no puede resolver si no interviene el juez. Pide que sus derechos sean respetados, que la otra parte cumpla sus obligaciones y por lo mismo, pide día a día que el juez cumpla con su deber: impartir justicia. La mujer pertenece a grupo de los justos que interceden a Yahvé para que venga el Hijo del Hombre. Del juez la mujer no esperaba compasión sino que éste, pensó que sus visitas le estaban impacientando, su reputación podía venirse abajo si no obraba, por lo cual decidió hacerle justicia. La viuda ha tenido éxito con su insistencia, su perseverancia hasta convertirse en modelo para los apóstoles y todo cristiano de una oración incesante ante Dios. La explicación de Jesús es hacer una comparación entre el juez y Dios en cuanto hacedor de favores. Si el juez que era malo hizo el bien a la viuda, cuánto más hará Dios por sus elegidos. En el trasfondo de la parábola está la importancia de la oración continua y por otra parte, encontramos que Dios hará justicia a los que sufren por su causa, castigando a los poderosos (cfr. Ex. 35, 11-24). Los elegidos, el pequeño resto de Israel, luego se convirtió en denominación de los que permanecieron fieles, los cristianos asumieron se nombre y contenido (cfr. Rom. 8, 33). La tardanza  de Dios en responder es un problema serio y por ello se habla de la paciencia de Dios para con el hombre para que se convierta y le da tiempo para ello o también que Dios pone a prueba la fe de los hombres y les concede gracias para sigan creyendo y no desfallezcan. Lo seguro es que Dios actuará, de repente, de improviso, pero actuará, finalmente hará justicia. La pregunta de Jesús acerca de si habrá fe cuando ÉL vuelva, se entiende porque va camino de Jerusalén y sabe que los suyos lo abandonarán, si lo hacen en ese momento sublime de su vida, ¿qué será al final de los tiempos? (cfr. Mt. 24,10; 2Tes. 2,3). En la pregunta se entrevé la tristeza de Jesús, antes de llegar a la ciudad santa y su trágico desenlace. Lucas, quiere inculcar en sus lectores este principio: quien deja de rezar y orar pierde la fe. La esperanza de ver en su plenitud la justicia de Dios manifestada en el regreso glorioso de Cristo Jesús, donde los malvados desaparecerán para siempre y los elegidos entrarán en el gozo de su Señor.

El tema de este evangelio es sobre la oración perseverante. Tiene amplia experiencia Teresa de Jesús en saber persevera en la oración después de su conversión: “Si en la oración persevera…tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación” (Vida 8, 5).

P. Julio González C.


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