TRIGESIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo C)

Fr. Julio González Carretti


Contenido

DOMINGO   1

LUNES   1

MARTES   2

MIERCOLES   2

JUEVES   3

VIERNES   3

SABADO   3

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Eclo. 35, 15-17. 20-22: Los gritos del pobre atraviesan las nubes.

El tema central de las lecturas bíblicas, nos presenta a Yahvé como un Juez íntegro, un Dios justo, que no hace acepción de personas: escucha la oración del pobre, del oprimido, del huérfano, de la viuda, cuando elevaban su plegaria al cielo.  Se trata de exaltar el poder de la oración del humilde ante Dios. Lo mismo  quien acompaña el servicio litúrgico, con ofrendas en el templo, con buenas disposiciones interiores, sabe que sus plegarias serán atendidas por Dios. Aquí vemos la eficacia de la oración de los humildes, y si la acompaña la perseverancia, vemos que se convierten en las condiciones  básicas para alcanzar las gracias necesarias. Dios es siempre Juez justo e imparcial, si es parcial está siempre de parte de los débiles e indefensos; precisamente su parcialidad es manifestación de su suprema justicia, ejercicio de su actividad salvífica. Una continuación de cuanto decimos, lo encontraremos en Jesús de Nazaret y su opción por los pobres.

b.- 2 Tim. 4,6-8. 16-18: Ahora me aguarda la corona merecida.

El apóstol prácticamente se despide de Timoteo, está a punto de ser martirizado, derramado cual libación, pero ha llegado a la meta, el final de su vida, con la fe que un día le comunicó Cristo Jesús y lo constituyó el apóstol de los gentiles. Pablo expone su vida a Timoteo para exhortarlo a cumplir con sus responsabilidades, porque él ya no tiene más tiempo para tener ministerio en Éfeso y así poder apoyarlo y orientarlo en los problemas que se le puedan presentar. Timoteo y otros tendrán que reemplazar a Pablo en el ministerio; el ejemplo de Pablo debe motivar su vida, finalmente la corona de gloria que Pablo espera recibir, debe crear la misma esperanza en Timoteo, si es un digno ministro del Señor. Con diversa imágenes sintetiza su vida, su ministerio y su futura muerte: la compara a una libación, derramar su vida en sacrificio agradable a Dios, como en los sacrificios de judíos y paganos que le derramaba aceite, vino o agua sobre las víctimas (cfr. Flp. 2,17; Rm.15,16; Nm.15,5,7.10; 28,7; Ex.29,40; Sal.16,4). La actitud de Pablo de Pablo se cimienta en su fidelidad  a su ministerio: ha combatido, como en una competencia deportiva, no dice que ha luchado bien, sino que esta competencia es noble, porque el ministerio cristiano, es bueno y noble, por su propia naturaleza. Hace mención de una nueva comparecencia ante las autoridades ante los tribunales, pero absolutamente sólo tuvo la oportunidad, para proclamar su fe ante los gentiles. Se libró de la boca del león (cfr. Sal.22, 22). Ahora espera ser partícipe del reino celestial. Toda una invitación a la perseverancia en la oración y trabajo apostólico.

c.- Lc. 18,9-14: El publicano bajó a su casa justificando, el fariseo no.

El evangelista, al referirse a algunos que confían demasiado en sí mismos, está retratando a los fariseos, y a los que en la Iglesia pasan a Dios la cuenta de sus méritos en el cumplimiento de la ley ante Dios, las buenas obras que han hecho y los propios derechos frente a Dios. El fariseo sabe de la importancia de la oración y la hace, pero, es un diálogo vacío, primero porque habla consigo mismo, no busca a Dios, busca su grandeza personal, se contenta con su propia medida de perfección. El fariseo tiene asegurada la entrada en el reino de Dios, todo cimentado en el propio rendimiento. Desprecia a todos aquellos, que no poseen esos méritos, no conocen la ley ni su interpretación, como el pueblo (cfr. Jn.7, 49). Su propia justicia lo mide todo, eleva y abaja, desprecia y alaba; la condena a los demás es condena propia (cfr. Jn. 6,37). El fariseo y el publicano suben al templo con un mismo fin: orar y ser justificados, perdonados, para el Juicio de Dios. Ambos oran en voz baja, en su interior, están delante de Dios que todo lo sabe (cfr, 1Sam. 1,13; Mt. 6,8). El fariseo ora de pie, su oración es de acción de gracias y alabanza (cfr. Mc.11, 25). En su oración, se percibe su confianza en su propia justicia y su desprecio por los otros; sin embargo, hace todo según la interpretación que ellos le daban a la ley (vv.11-12; Lev.16, 29; Mt. 23, 23; Dt.12, 17; Sal. 17,2-5). Pronto Dios, pasa a segundo plano, en la oración del  fariseo, para dar paso a su yo, que lo tiene por justo y  desprecia al prójimo. Como el fariseo, también el publicano, es un ser apartado de los demás; segregado y repudiado,  como pecador rechazado por los buenos por ello se queda atrás, no merece estar entre personas religiosas. No levanta la mirada, tiene conciencia de no ser santo, por ello, no podría soportar la mirada de Dios; se golpea el pecho, sede de su conciencia, arrepentido de su culpa. Su oración es concisa, breve pero profunda, la confesión de un pecador (v.13; cfr. Sal. 51,3). Si había robado, debía devolver buena parte de lo mal adquirido, según la doctrina de los fariseos, si quería obtener el perdón. El publicano espera que Dios acepte su corazón contrito y su misericordia le perdone (cfr. Sal.51, 19).  ¿Cuál de los dos salió justificado del templo? O ¿quién es justo en el Juicio de Dios?  El fariseo es un escrupuloso cumplidor de los muchos y difíciles preceptos de la ley, en cambio, le publicano, es colaborador con el poder opresor como era Roma y con fama de ladrones. Jesús conoce el juicio de sus oyentes, pero les dice: “Yo os digo que éste descendió a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado” (v.14). Él es el profeta Dios, su Juicio es el de Dios. El publicano es declarado justo delante de Dios, justificado se va a su casa.  El fariseo sale justificado, pero no como el publicano. ¿Se prefiere la justicia del publicano, a la del fariseo? ¿Rechaza Jesús definitivamente la justicia del fariseo en favor de la del publicano? ¿Dónde quedan los méritos del fariseo? El hombre se hace justo a los ojos de Dios, por un don de Dios, no basta el propio esfuerzo (cfr. Lc.16, 15; Mt. 5,3). Muy frágil es la justicia y santidad humana, si Dios no dona su justicia (cfr. Mt.5, 20). La parábola termina con una sentencia: el hombre que confía sólo en sí mismo, se ensalza; el juicio de Cristo, anticipa el juicio definitivo, lo humilla (cfr. Lc.14, 11; Mt.23, 12). El que se humilla, confiesa su pecado y debilidad, es ensalzado por Jesús. Dios lo justificará al momento del Juicio final.   

Teresa de Jesús, desde la más profunda humildad de su nada, como el publicano recomienda, recibir las gracias  que se reciben en la vida de oración, con gratitud. “El primero es, que como se ven en aquel contento y no saben cómo les vino, al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales una tentación: que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer; no es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más detendremos esta merced, es con entender claro que no podremos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano.” (CV 31,6).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Rm. 8,12-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos.

b.- Lc. 13,10-17: También esta es hija de Abraham.

Este texto nos presenta los tiempos del Mesías, alba de la salvación, pero también, tiempos de decisión respecto a Jesús, comienzo de la conversión a Dios, o tiempo de eterna perdición. La mujer lleva dieciocho años encorvada, está poseída por un mal espíritu, que la mantiene sin poder levantar la cabeza inclinada hacia tierra. Para los judíos, la posición erecta, mirar de frente y al cielo era fundamental, por lo tanto, la postura de la mujer era grave. Ella acude a la sinagoga, en sábado,  Jesús la llama, movido por la compasión, y con su palabra comienza un camino de sanación de sus males (cfr. Jc. 3,14; 10,8). Queda liberada de su enfermedad,  de la influencia de Satanás, con lo cual, se resalta el poder de Jesús. Le impone las manos, le comunica su Espíritu, y la mujer queda sana, glorifica a Dios, reconociendo en Jesús su Mediador (v.13). Jesús cumple con su programa de salvación de proclamar la salvación y devolver la salud a los enfermos (cfr. Lc. 4,18). La reacción del jefe de la sinagoga, aunque no se dirige directamente a Jesús, sino a la asamblea, pide que vengan a sanarse en otros días de la semana, pero no en sábado (v.14). No reconoce los signos de los tiempos mesiánicos; sabe interpretar los signos del firmamento y de la tierra, se aferra a las tradición humana, lo que lo convierte en un hipócrita, sin amor y misericordia para con la mujer necesitada. La iniciativa fue de Jesús, no de la mujer, fruto de la compasión del Maestro de Nazaret (vv.12-13), es verdad, que podía haber venido otro día ya que la enfermedad no era de muerte, pero a diferencia del jefe de la sinagoga que ve el sábado sólo como día de descanso, Cristo lo ve como día de salvación y compasión con el prójimo. Día para glorificar a Dios, celebrar la vida que recibimos de ÉL. Jesús no faltó a la Ley de Moisés, porque no hizo trabajo alguno, sólo impuso las manos sobre la enferma. El trabajo lo hizo Dios, que vence el poder de Satanás, ha llegado a los hombres, el reino de Dios en Cristo Jesús. El sábado, recupera su sentido de estar al servicio del hombre, éste recupera su dignidad de hijo de Dios, por sobre, el de los animales. La respuesta que da el Maestro, lo toma de la vida común, si lo animales no pueden pasar un día sin beber, incluyendo el sábado, ¿por qué esperar un día para sanar a una mujer enferma? ¿Se debía tener más compasión con los animales, que con los seres humanos? (cfr. Mt.12, 11; Lc.14, 15). ÉL sábado recordaba el fin de la esclavitud de Egipto, por esto sanaba en sábado Jesús, los  redime de la pesada interpretación de la ley; Jesús definirá su ley, como yugo suave (cfr. Mt.11, 28; Dt. 5,12-15). De ahí que el sábado, se convierte en día de gozo para el pueblo, la obra de la creación contempla la plenitud de los tiempos (cfr. Gn.1, 31). A la mujer, la llama hija de Abraham (v.16), perteneciente al pueblo de Israel, ahora liberada de las ataduras de Satanás, recupera su dignidad de hija de Dios. La asamblea se divide entre los avergonzados fariseos, porque su conducta ha sido descubierta (cfr. Is. 45, 16), y los que se alegran por las maravillas que ven obrar a Jesús, donde se refleja la gloria de Dios en medio de su pueblo Israel (cfr. Ex. 34, 10). Era como ingresar en el descanso o reposo de Dios después de la Creación en sábado (cfr. Heb. 4,9-11);  ya que el texto apunta,  no al juicio, sino a la salvación y redención definitiva del hombre, mediada por Cristo Jesús, para quien quiera acceder al amor de Dios Padre.

Teresa de Jesús, conoció la enfermedad en carne propia, por lo mismo procura la salud del alma del cuerpo y del alma. La oración es fuente de salud para el espíritu, vida que comunica Jesús a sus amigos. “¡Vida de todas las vidas!…de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino  sustentáis la vida del cuerpo con más salud, y dáisla al alma” (V 8,6).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Rm. 8,15-25: La creación entera gime de dolor.

b.- Lc. 13, 18-21: El grano de mostaza y la levadura.

Este evangelio nos presenta dos parábolas: la del grano de mostaza (vv.18-19), y la de la levadura (vv.20-21), que luego Jesús asemeja con el reino de Dios y que  tienen como fin, hacer un contraste entre la pequeñez de los comienzos y su grandioso final. La semilla de mostaza es la más pequeña, pero puesta en tierra, se transforma en un gran árbol, que hasta los pájaros, hacen nidos en sus ramas (cfr. Mc.4, 31). Lo mismo, se puede decir de la levadura, que la mujer, coloca en la noche en la masa para que fermente, y hacer el pan el día siguiente. El reino de Dios, se ha iniciado con la acción de Jesús, que lo anuncia, y lo promete a los discípulos. El reino de Dios está ya presente en sus curaciones, expulsión de demonios, resurrección de muertos, signos todos del tiempo nuevo del Mesías. Pero si bien las señales son claras, no todos descubren su presencia, sólo el que posee sabiduría de Dios. La fe es el camino y la llave, que abre el tesoro de este conocimiento. Sólo los discípulos, por el momento, son los que lo poseen, lo que no les exime de orar para que venga el reino (cfr. Lc. 11, 2), los que forman un pequeño rebaño (cfr. Lc. 12, 32). Si bien el comienzo es sencillo, el final está garantizado Jesucristo, vendrá con gloria. Por el momento, comienza a germinar, pronto florecerá hasta llegar a penetrarlo todo. Jesús trajo el reino, tiempo de salud, aunque con un pequeño grupo de fieles que están a los comienzo de ese reinado, al final serán muchos, pero estamos en el tiempo intermedio, es decir, desde la Ascensión hasta su regreso en gloria y majestad;  el reino sigue creciendo como la levadura en la masa. La acción del reino de Dios sigue su trabajo en forma visible, por medio de la comunidad eclesial, los cristianos todos, desde el Papa hasta el último cristiano. El reino sigue creciendo, donde hombres y mujeres, aceptan el mensaje salvífico, se bautizan y comienzan su período de formación en la fe. También crece el reino de Dios con el servicio que presta la Iglesia en la predicación de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y el servicio de caridad a los más pobres de nuestra sociedad en su multiforme de llegar al hermano.

Teresa de Jesús  enseña en la medida en que nos damos a Dios somos introducidos en los misterios del reino de los cielos: “Rey sois, Dios mío sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice: Vuestro reino no tiene fin, casi siempre me es particular regalo” (CV 22, 1).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Rm. 8,26-30: A los que aman a Dios todo les sirve para el bien.

b.- Lc. 13,22-30: Se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.

Este evangelio nos presenta a Jesús, que atraviesa ciudades y aldeas, enseñando, camino de Jerusalén. Enseña que las promesas de los profetas se están cumpliendo, les muestra las vías de la salvación, la entrada en la vida eterna (cfr. Lc. 4, 21; 13,23; 20,21; Hch.16, 17). Jesús no responde a la pregunta sobre el número de los que se salvarán (v. 23), tema frecuente entre los fariseos, y hoy muchos tienen la misma preocupación (cfr.Lc.17, 20; 18,18; 22,28). Él no vino a satisfacer la curiosidad de nadie y por eso exige: “Luchad por entrar por la puerta estrecha” (v. 24). Los judíos del tiempo de Jesús hubieran respondido que se salvan sólo los judíos, y los gentiles se condenan. La salvación se consigue con el esfuerzo personal, el empleo de todas las fuerzas hasta alcanzar la victoria, como el propio Jesús que combate en Getsemaní y toma el cáliz de la pasión y muerte (cfr. Lc.22, 44; 9,57-62; 2Tim.4, 7s). La puerta de la salvación todavía está abierta, pero algún día se cerrará, cuando Jesús venga a juzgar. La llamada de Jesús es a tomar una decisión, que no se puede diferir (cfr. Lc.4, 21).  El Padre ha tenido a bien dar el reino, es un pequeño rebaño, es estrecha la puerta y angosto el camino (cfr. Lc.12, 32; Mt.7,14); Jesús nos urge a tomar una decisión.  Levantado el amo, comienza el banquete, cierra la puerta (vv.25-26), viene a significar que el tiempo se terminó, y llega la hora del Juicio final. El texto nos enseña, como algunos que se creen amigos de Jesús, le exigen que les abra las puertas del reino (v. 25), porque han escuchado su palabra y comido en su mesa, pero en realidad han sido sus enemigos, son obradores de iniquidad (v. 27). Su palabra no fue tomada en serio, no se actuó, según la voluntad del Padre. Su querer consiste en escuchar a su Hijo, poner por obra su palabra, aceptar la salvación por medio de Jesús. Todos los argumentos caen, si no ha habido obediencia de obra a las palabras de Jesús, si no nos decidimos por ÉL. (cfr. Mt.7, 21; 1 Cor.10,1-11). Los excluidos, delante la puerta cerrada, llorarán y rechinaran los dientes desesperados, no apreciaron la gracia, ni la salvación. Su lugar será ocupado por los gentiles que vendrán de Oriente y Occidente (v. 29) y se sentarán a la mesa con los patriarcas y profetas en el reino de Dios. Mientras para el cristiano, este evangelio es una llamada a la coherencia y conversión, para los paganos, puede ser un motivo de esperanza. La justicia de Dios se manifiesta como salvación en Cristo Jesús, por lo tanto, los cristianos deben ampliar la mirada y descubrir cómo Dios trabaja por la salvación de todos los hombres, incluso fuera de la Iglesia, hasta que llame a sus hijos y vengan de los cuatro confines del mundo  a sentarse al banquete del reino de Dios. Los que eran últimos ahora son primeros y los primeros últimos.

Teresa de Jesús experimentó la riqueza de participar del banquete de la Eucaristía anticipo del banquete del reino de Dios. Jesús prepara cada domingo para sus hermanos es te banquete divino: “Que no pide más de hoy, ahora nuevamente, que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre. Su Majestad nos le dio, como he dicho, este mantenimiento y maná de la humanidad; que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación.” (CV 34, 2).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Rm.8, 31-39: Nada nos puede separar del amor de Cristo.

b.- Lc. 13, 31-35: No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

En este pasaje evangélico, encontramos reflejado el destino de Jesús, a su paso por Galilea y Perea, territorio de Herodes Antipas  (vv.31-33), y el de la ciudad de Jerusalén, que rechaza su persona y su mensaje (vv. 34-35). Herodes como político, le incomoda Jesús, como lo había hecho con Juan el Bautista, e intenta darle muerte. Le molesta un profeta agitador de las gentes, con características mesiánicas, de ahí el mensaje que le envía, al parecer, por medio de los fariseos (cfr. Lc. 9,7; Mc. 6, 24-26;  9,9). Jesús lo califica de zorro, porque con astucia, busca su beneficio personal (v.32); su respuesta en la línea de los profetas, es no detener su trabajo de predicar y sanar, su misión de anunciar el reino viene de Dios, que no depende de los hombres, no vive de amenazas de Herodes (cfr. Ez. 43,4). El rechazo de Herodes, le causa dolor a Cristo, porque es manifestación oficial del rechazo de Israel, a la oferta de salvación que viene de Dios,  lo que anuncia su muerte. Pero su destino, no se resuelve en Galilea, sino en Jerusalén, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén, la ciudad de David, centro gravitante de su pueblo (v. 33). Es la única vez que los fariseos muestran interés por Jesús, quizás mandados por el propio Herodes, para alejarlo de su territorio (cfr. Am. 7, 10-17). Pero él les manda que relaten a Herodes, que “hoy y mañana” seguirá sanando a los enfermos y expulsando demonios, redimiendo al hombre de lo que lo esclaviza, y al tercer día será consumado (v.30; Hch.10,38). Más tarde Herodes, tendrá la oportunidad de matarlo, pero no lo hace (cfr. Lc. 23,15). Jesús no abandona su ruta,  que terminará en Jerusalén. Jesús sabe que debe pasar por la muerte que se avecina, el día de su consumación se acerca, con la oposición de las autoridades de su pueblo, causa de la entrega de su vida; cumplimiento del asesinato de profetas, y ÉL queda abandonado. No teme a Herodes, porque dentro de tres días, otras manos lo tomarán para matarlo (v. 32; cfr. Ex. 19, 10; Os. 6, 2). Su actividad se corona con su muerte y resurrección (cfr. Lc.12, 50; Jn.19, 30; 2Cor.11, 23-33). En un momento, encontramos este lamento de Jesús, son el llanto por la suerte de su pueblo: Israel queda abandonado, lo mismo, el templo, pierde su sentido. La ciudad donde se daba sentencias de muerte a los brujos, idólatras, malos hijos, a los transgreden el sábado y condena a los profetas (cfr. Lv. 20, 27; Dt. 17, 2-7; 21, 18-21; Nm. 15, 32-36; Jer. 26,21-23; 38,4-6), la misma que mata y apedrea a los enviados de Dios ofreciéndoles la salvación, como blasfemos. Jesús, quiere proteger a los habitantes de Jerusalén; habla en nombre de Dios, como la gallina a sus polluelos (v. 34; cfr. Dt. 32,10s; Is. 31, 5; Sal. 3,8). Consecuencias del rechazo de Jesús, es que la casa de Israel, quedará vacía,  el templo también, como cuando Israel fue al exilio (cfr. Jr. 44, 4-6), y no sólo se refiere al templo, sino a Israel toda. Quedará privada de habitantes y hasta Dios  se ausenta, cuando cansado de la infidelidad de Israel lo anuncia por boca de su profeta (cfr. 1Re. 9,7s; Jer.12, 7; Ez. 11, 22-23. Pero la muerte de Jesús, no es el fin de todo. Será saludado el Mesías, como el enviado de Dios, al Hijo del Hombre con las palabras: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (v. 35; cfr. Sal. 117, 26) en su pasión, en la ciudad que prepara su muerte, pero donde Dios lo exaltará a su derecha en el cielo hasta que vuelva con poder y gloria (cfr. Lc. 22, 69). Antes que Jesús vuelva, Israel se convertirá y será salvo, es la esperanza de Pablo y la Iglesia (cfr. Rm.11, 25).

Teresa de Jesús nos invita a mirarle con los ojos del alma: “Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco” (4 M 4, 8).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Rm. 9, 1-5: Pablo busca el bien de sus hermanos judíos en Cristo.

b.- Lc. 14, 1-6: ¿Es lícito curar en sábado o no?

En este evangelio contemplamos a Jesús, en casa de un fariseo importante, hombre piadoso, fiel a la ley de Moisés (cfr. Lc. 8, 41; 23,13.35; Jn.3, 1). Era sábado, día en que se conmemoraban: la creación y la liberación de la esclavitud de Egipto (cfr. Ex. 20, 8-11; 31,13; Dt. 5, 12-15). En este ambiente Jesús quiere culminar la obra de Dios; es invitado de honor como doctor de la ley, como profeta (cfr. Lc. 7, 16-17). Se le observaba desde la religiosidad farisaica, si cumple o no cumple la ley: en casa del fariseo Simón (cfr. Lc. 11, 37-57), ahora será enjuiciado acerca de la santificación del sábado. En general, los fariseos piensan que no es un profeta, no habla de Dios, no responde a sus expectativas, y sobre todo a su doctrina. Ellos consideraban que su camino de observancia exacta de la ley, era la forma de presentar a Dios, a  un pueblo santo. Los pecadores, quedaban por lógica fuera de esta comunidad, no pensaban que pudiera haber otro camino para ir a Dios. El no invitado, es un hidropónico que había ido a ver a Jesús (cfr. Lc. 7, 37; 19, 3). La pregunta de Jesús, es manifestación de interés por los fariseos, por eso les pregunta: si es lícito sanar en sábado (vv. 3-6). La consabida respuesta era: si el enfermo estaba en peligro de muerte, se podía violar el sábado, pero si no era así, había que dejar pasar el sábado, y entonces recibía ayuda. En este caso, no había peligro de muerte, por lo tanto, la pregunta es más bien una provocación de parte de Jesús, habría que repensar la interpretación dada hasta ahora (cfr. Mc.7,5; Mt. 5, 17-48). Ante el silencio de los fariseos, Jesús, llama al enfermo y lo sana en su presencia. La curación es un signo del reino de Dios, que está con ÉL, obra por medio de ÉL, con su misma autoridad (cfr. Hch. 10, 38); mientras ellos privilegian la observancia del sábado, Jesús le devuelve al sábado su sentido original, día de salvación y amor, misericordia de Dios para con el hombre. Solo así el sábado se convierte en el día del Señor. El enfermo se marcha sano, en el día del Señor, porque encontró a Jesús (cfr. Hch.3,21; Ap.1,10). A la segunda pregunta de Jesús, tampoco responden. Cuando sus intereses estaban en peligro: el buey y el hijo, interpretaban la ley humanamente cuando está en juego su propio ínterés: había que salvarlos, pero si no es así, el caso del enfermo o el prójimo, se niega a éste, lo que se dan a sí mismos. La ley no puede poner límites al amor, tampoco el amor de Dios conoce límites; el reino de Dios que anuncia Jesús, es el reinado de la misericordia divina. En la Iglesia encontramos de palabra y de obra la acción redentora de Jesucristo, el gran acontecimiento de la misericordia divina, perpetuado por ÉL en el día del Señor: el banquete de la Eucaristía y el Sacramento de la Reconciliación. Ésta debe darnos la fortaleza para encarnar entre los hombres el gran amor de Dios, don y responsabilidad nuestra. El banquete eucarístico que celebramos como día del Señor cristiano, está en medio del sábado judío y el banquete en el reino de Dios en el gran sábado final (cfr. Hb.4,9). Lo importante que Dios está presente siempre y nos comunica la salvación.   

Teresa de Jesús, conoció la misericordia de Cristo Jesús para con ella, sobre todo antes de su conversión. “¿En quién, Señor, pueden así resplandecer vuestras misericordias como en mí? Válgame ahora, Señor vuestra misericordia” (V 4,4).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Rm. 11,1-2.11-12.25-29: Pablo espera el regreso de Israel a Cristo.

b.- Lc. 14, 1.7-11: El que se  humilla será enaltecido.

En este pasaje evangélico, nos encontramos con la capacidad de observación de Jesús en el banquete, al que había sido invitado: cada uno buscaba su puesto según su presunta dignidad. Los fariseos cuidaban su honra, querían los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes, hasta creían saber cuál sería el puesto que tendrían en el banquete del reino de Dios. Jesús les recuerda algo, que ya sabían de memoria: no ubicarse en un puesto hasta que el dueño de casa te designe el lugar (cfr. Prov. 25, 6). La doctrina de Jesús, lejos de ser reglas de urbanidad, expresa una verdad: para entrar en el reino de Dios hay que hacerse pequeño, es decir nada de pretensiones de creerse  justo. La sentencia final es la clave: Dios humillará al que se ensalce. Quien se cree justo y quiera hacer valer derechos delante de Dios; Dios mismo lo excluye de su reino; en cambio, al pequeño, el que no se tiene por digno de los dones de Dios, lo admite en su reino para siempre (cfr. Eclo. 3,20). Esta es la primera condición para ingresar al reino de Dios (cfr. Lc. 6, 20). Vemos que para el cristiano hasta el comportamiento en la mesa familiar, revela una actitud interior, ya que el reino de Dios, lo abarca todo: desde el comer, el trabajo, la vida social, el estudio, el matrimonio y noviazgo, el deporte, etc. Todo hay que integrarlo en esa visión: Dios lo es todo en todo. En la última cena surgió una discusión entre los discípulos, sobre quien debía ser tenido por el mayor. Jesús les enseña con el ejemplo, y se pone a servirles, es decir, se haga pequeño. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lc. 22, 24-27). La Eucaristía se celebra en un ambiente de servicio al hermano y ser pequeño. Pasamos del  banquete familiar, al banquete del reino de Dios, y en medio está la celebración eucarística, en las tres celebraciones, el Señor se ha hecho Servidor. Jesús pasa de caminar hacia Jerusalén, hasta la Última Cena con los suyos donde sirviendo, entrega su vida por muchos en la Cruz y Resucita y nos espera para el banquete del reino que ya gustamos en la Eucaristía.

Teresa de Jesús, quiere la humildad para sus hijos como fundamento de toda su vida espiritual: “Una vez estaba yo considerando porqué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsome delante esto; que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad” (6 M 10,7).

P. Julio González C.


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