UNDECIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO   

(Año Par. Ciclo A)

P. Julio González Carretti ocd


Contenido

Contenido. 1

DOMINGO, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.. 2

a.- Ex. 34, 4-6.8-9: Señor, Señor Dios compasivo y misericordioso. 2

b.- 2Cor. 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. 2

c.- Jn. 3,16-18: Dios mandó a su Hijo al mundo para que se salve por ÉL. 3

DOMINGO, DEL TIEMPO ORDINARIO.. 5

a.- Ex. 19, 2-6: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. 5

b.- Rm. 5,6-11: Fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su Hijo. 5

c.- Mt. 9, 36-10, 8: Compasión hacia la muchedumbre y misión de los Doce. 6

LUNES.. 7

a.- 1Re. 21, 1-19: Nabot ha muerto apedreado. 7

b.- Mt. 5, 38-42: Rechazo de la venganza efectiva y el deseo de la misma. 7

MARTES.. 8

a.- 1Re. 21,17-29: Has hecho pecar a Israel. 9

b.- Mt. 5, 43-48: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan. 9

MIERCOLES.. 10

a.- 2Re.2,1.6-14: Los separó un carro de fuego y Elías subió al cielo. 10

b.- Mt. 6,1-6.16-18: Tu Padre te recompensará. 10

JUEVES.. 11

a.- Eclo. 48,1-15: Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu. 11

b.- Mt. 6, 7-15: La oración del cristiano: el Padre Nuestro. 11

VIERNES.. 13

a.- 2Re.11,1-4. 9- 18.20: Ungió a Joás, y todos aclamaron. ¡Viva el rey! 13

b.- Mt. 6, 19-23: El tesoro en el cielo y la luz de los ojos. 13

SABADO.. 14

a.- 2Crón. 24,17-25: Zacarías,  a quien matasteis entre el templo y el altar. 14

b.- Mt. 6, 24-34: Verdadero servicio a Dios. 14

 

DOMINGO, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Lecturas bíblicas

a.- Ex. 34, 4-6.8-9: Señor, Señor Dios compasivo y misericordioso.

En esta lectura encontramos la renovación de la Alianza y Yahvé se manifiesta misericordioso con su pueblo. El pueblo ha llegado a la meta el Sinaí, luego de su salida de Egipto. Durante la travesía Yahvé se ha mostrado solícito para con su pueblo, defendiéndolo en los peligros y como respuesta el pueblo se ha comprometido a cumplir con el pacto (cfr. Ex.19,4; 24,3-7). Pero sus palabras parecen ser vacías de contenido, ya que recién concluido el primer pacto, Israel conoce la idolatría adorando al becerro de oro. Es la intercesión de Moisés quien logra la restauración de la Alianza, lo que consigue la historia de la salvación continúe siendo posible (cfr. Ex.32.33.34).   Esta teofanía responde a la oración de Moisés, ver la gloria de Dios, Dios pasa revela su Nombre: Dios compasivo, clemente, paciente, misericordioso y fiel (v.6; cfr. Ex.33, 17. 20). Fórmula frecuente en el AT., que ha comprendido la forma de relacionarse con Dios, pero reconociendo que ha sido un pueblo duro de cerviz, que sigue adorando becerros de oro o ídolos muertos. Pero Israel sigue siendo la heredad  de Yahvé, no por sus méritos propios, sino por la misericordia y el perdón divino, que siempre está presentes coronado el actuar de Yahvé (cfr. Nm.14,18; Sal. 86,5). Si bien Moisés no ve a Dios, pero sí siente su acción gozosa, tampoco el pueblo lo vio, comprenden su forma de actuar y la aceptan. Quizás nosotros deberíamos recitar con mayor frecuencia esta plegaria de Moisés.

b.- 2Cor. 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo.

El apóstol Pablo, se despide de sus amados hijos de Corintio con una  exhortación a vivir la vida cristiana con una meta la santidad, recorriendo todo  el camino bajo la amorosa mirada de Dios Trinidad. Toda una exhortación a  vivir la santidad como estado de perfección. Lo primero que invita a cultivar es  la alegría, signo de los tiempos mesiánicos, con carácter eminentemente  social, es decir, la comunión entre los miembros del Cuerpo de Cristo (vv. 11-12).  Compartir con el hermano y el congraciarse con él, serán parte del patrimonio  cristiano (cfr. 1Cor.12, 26), considerándose al mismo tiempo, como el mismo  Pablo, colaborador del gozo de sus hermanos, porque permanecen firmes en la  fe (cfr. 2Cor. 1, 24). Manifestación de esa fraternidad es el beso litúrgico, el ósculo de la paz (v.12; cfr. Rm.16,16;1Cor.16,20; 1Ts.5,26). En este texto, encontramos además, como tempranamente en la Iglesia, ya existían fórmulas que expresaran tan claramente el misterio fontal de la fe cristiana. Esto supone que la comunidad comprendía lo que se expresaba en ellas, lo proclamado, lo que habla de una vivencia trinitaria, la reflexión sobre este misterio, es fruto temprano, y no una creación tardía.  La mención de la Trinidad, la presenta el apóstol, no como algo abstracto, sino realidad dinámica en la vida cristiana. La gracia, el amor y la comunión se relacionan con cada una de las Divinas Personas, lo que no las hace algo lejano o irracional, o para que el hombre renuncie a su entendimiento, sino misterio revelado para comunicarse con el hombre, fomentar una comunión con el hombre, que cambia su vida. Misterio que se acomoda al lenguaje y razonamiento humano para ser acogido y a su vez  el hombre sentirse amado y unido a Dios Uno y Trino. Ese Dios Trinidad, nos ama y se entrega a cada creyente para que el hombre conozca y ame en plenitud. Todos podemos colaborar en el hacer de nuestras  asambleas litúrgicas, una verdadera comunidad eclesial, animada por el amor  y la paz de Dios.

c.- Jn. 3,16-18: Dios mandó a su Hijo al mundo para que se salve por ÉL.

El evangelio nos presenta la entrevista de Nicodemo con Jesús y la necesidad de nacer de nuevo y de lo alto (cfr. Jn.3,3-8). Nacer de arriba es sinónimo de nacer del Espíritu. En estos breves, pero densos versículos, Jesús  va revelando su propio misterio desde su Padre Dios, en su diálogo con  Nicodemo. Hasta ahora  Jesús  ha dicho, que  nadie ha subido al cielo, sino el que bajó de él, por lo tanto, es el revelador de  Dios, porque antes que ÉL nadie ha subido al cielo: patriarcas y profetas,  incluido Moisés, recibieron de Dios parte de la revelación; sólo Jesús, el Hijo  del Hombre, ha estado en el cielo, en el seno de Dios, ha contemplado su  rostro (cfr. Jn.3,9-18). Hay una clara alusión a la elevación en la Cruz, y a la  Ascensión de Jesús a los cielos. Esta única Ascensión tiene como razón, que  sólo Jesús ha bajado del cielo (cfr. Jn. 3, 14-15). Él no sólo escuchó a Dios, sino que es su única  Palabra, es más, es la Palabra, ha visto a Dios, tiene una experiencia única. El  evangelista en el fondo, quiere decir, que Jesús es la máxima experiencia de  Dios, la palabra de Dios, la revelación, más que visiones y audiciones, apunta a  la revelación que comunica Jesús con su palabra y obras (cfr. Jn.1.1-18). Este es el Hijo del  Hombre, del que nos habló Daniel (cfr. Dn. 7,13-14), el Dios ha constituido Señor de la  historia. Pero aquí viene lo paradojal: ese Señor lleno de poder y gloria, debe  pasar por la humillación de la Cruz, realidad que la Ley consideraba una  maldición de Dios (cfr. Dt. 21,22). Nicodemo representa la teología de los fariseos, concepción religiosa que consideraba que Dios se había manifestado definitivamente sólo por la Ley de Moisés. Por lo tanto, también la relación del hombre con Dios pasa por la obediencia a la Ley. Jesús le hace una propuesta completamente distinta: Dios ya no se manifiesta sólo por la Ley, sino por su Hijo. No se revela como Supremo legislador, sino como Padre, el Hijo no enjuicia desde lo exterior, leyes, normas preceptos por cumplir, sino que quiere que creamos en ÉL y aceptemos, a Aquel que lo envío. Lo que seremos en el futuro dependerá de la actitud que tengamos con respecto a su Hijo. Dios Padre entrega al Hijo, para que el hombre sea salvo, y no perezca en la muerte eterna. He aquí la máxima expresión del amor de  Dios al hombre: entrega al Hijo a la muerte. Ese Hijo es Jesús, sólo es el  enviado del Padre, es además su Hijo. Todo lo cual se había anunciado en el  pasado: la serpiente levantada en el desierto, anunciaba al Mesías alzado en la  Cruz del Calvario (cfr. Nm. 21, 4-9), y más atrás en el tiempo, cuando Dios  pidió la vida de Isaac a Abraham, se anunciaba la pérdida del propio Hijo  entregado a la muerte (cfr. Gn.22). Comprender esto un judío fariseo como Nicodemo,  exige un cambio de mentalidad, una nueva fe, un nuevo nacimiento. Dios ha  enviado al Hijo, para salvar al mundo, todo obra de la Trinidad: el Espíritu es  del que se debe nacer, Jesús nos prepara recibir su Espíritu, el Padre, fuente  de todo, envía a su Hijo al mundo, Luz del mundo, pero que el hombre, si  prefiere las obras de las tinieblas, puede rechazar ese luz porque no rompe su  relación con ellas. El que se deja traspasar por la luz de Jesucristo, vivará este  nuevo nacimiento por el bautismo y la salvación será la fuente de su nuevo  obrar. Porque cree en Jesús, el enviado del Padre, ya posee la vida eterna, no  conocerá el juicio, porque sus obras son según Dios. Gloria y honor a la  Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.  Amén.   

Es San Juan de la Cruz, quien no describe esa misma vida de amor y gozo que  vive la Santísima Trinidad. La comenzamos a vivir en lo interior, si somos  conscientes de nuestra condición bautismal, es decir, saber que somos  auténticos hijos de Dios y como tales debemos vivir. “En ti solo me he  agradado, ¡Oh vida de vida mía!. Eres lumbre de mi lumbre, eres mi sabiduría,  figura de mi sustancia, en quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo,  a mí mismo le daría, y el amor que yo en ti tengo ese mismo en él pondría, en  razón de haber amado a quien yo tanto quería” (Romance sobre el evangelio de Juan. “In principio erat Verbum” acerca de la Santísima Trinidad).


DOMINGO, DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas Bíblicas

a.- Ex. 19, 2-6: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

La primera lectura nos presenta el caminar, el éxodo de Israel hacia el monte Sinái, lugar del encuentro con su Dios, ahí se constituye como pueblo de ahí que sea su punto de llegada, pero también de partida. Se define como pueblo de la alianza con Yahvé. Es en ese lugar donde se dan acontecimientos históricos importantes, sin olvidar que nace también todo el cuerpo legislativo de Israel. El lugar tenía fama de ser el lugar del Dios de Israel, antes del pacto, antes de la alianza, ahí los esperaba Yahvé, es más ÉL viene a estar con su pueblo. Moisés hace de intérprete de la voluntad divina y el pueblo acepta los términos y se desencadena la teofanía que convierte a Moisés en mediador entre Dios y su pueblo: será una nación santa, un pueblo sacerdotal. La clave de esta lectura está en la obediencia a los mandatos divinos que bien conocemos y que debemos aplicar a la vida concreta de cada día. Ahí la oportunidad para ser fiel, aprovechemos la posibilidad que el mismo Dios nos regala.

b.- Rm. 5,6-11: Fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su Hijo.

Pablo nos introduce en el tema de la gratuidad de la fe y de la salvación. Podríamos preguntarnos:¿Qué hicimos para obtener tan grandes dones? Nada, aparte de ser pecadores, es más enemigos de Dios, por nuestra soberbia y egoísmo. Pero es que precisamente el creer, aceptar ese don de la fe, es la llave que abre los tesoros de la justificación en Cristo. La vida cristiana es una oferta, no una imposición y por los mismo, la oferta incluye no sólo creer sino ser salvo en Cristo de la muerte, el pecado y el domino del mal en la vida del que cree. Instalado en este espacio de gratuidad, el hombre sigue siendo nutrido, apoyado en la esperanza de la gloria de Dios. Las tribulaciones que trae la fe, producen la constancia, la paciencia, la autenticidad. Esta esperanza en Dios no decepciona porque está cimentada en Dios, manifestada en el quehacer de Cristo Jesús en su amor redentor. Instalado en la esperanza, supone haber asumido la reconciliación por Cristo, con Dios en su muerte y resurrección, pero todavía le queda superar sus debilidades personales y finalmente la muerte. Si Dios inició este proceso en Cristo, cuando éramos pecadores, con cuanta mayor razón ahora que estamos ya reconciliados seguirá salvando al pecador a lo largo de su vida en la medida que éste corresponda a su gracia. El abre la posibilidad de superar todo o que impide su propia realización humana y espiritual.

c.- Mt. 9, 36-10, 8: Compasión hacia la muchedumbre y misión de los Doce.

El evangelio nos presenta la preocupación de Jesús por su pueblo Israel, que ve caminar, sin pastor, es decir, sin rumbo (vv.35-38), y la llamada de los primeros apóstoles y la misión que Jesús les confía (cfr.Mt.10,1-8). Jesús recorría los pueblos enseñando, sanando a los enfermos que encontraba, pero sobre todo, anunciaba la palabra de Dios a su gente. La misión de Jesús nace del Padre que lo envía, a su vea la misión de los apóstoles tiene su origen en la de Jesús, Buen Pastor, que se compadece de su pueblo.  No hay responsables que los reúna y gobierne buscando sólo su bien. En su tiempo Ezequiel había denunciado en nombre de Dios a los pastores, magistrados y príncipes que no apacentaban el rebaño sino a sí mismos. El mismo Dios ejercerá de pastor de Israel (cfr. Ez.34, 2.11s). Ahora es Jesús quien en nombre  de Dios reúne las ovejas perdidas de Israel, extendiendo su mandato y misión al futuro pueblo de Dios y a los nuevos apóstoles (cfr.1Pe.5,4). Es la misericordia la que mueve a Jesús a pedir al Padre que envíe nuevos operarios a su mies, es decir, hay que pedir ser enviados por ÉL, porque la mies es suya y sólo ÉL los puede mandar a su campo. El mencionar la mies, supone el tiempo de la cosecha, es decir del cumplimiento de las promesas e inicio del Reino de Dios llevado a cabo en la persona de Jesús. También los profetas hablaron de la mies, como ellos ve los campos maduros, con la llegada del reino separará su trigo y cada hombre decidirá su futuro para el día del juicio que comienza con la separación entre los que creen en Jesús los que lo rechazan (cfr. Mt. 3,12). Al haber pocos operarios, hay que orar al Dueño de la mises que envíe nuevos operarios. Esa misericordia es afectiva y efectiva, en el sentido que se pasa inmediatamente a la acción, enviando trabajadores a la mies en nombre de su Padre. ÉL es quien llama y envía, como Jesús es su enviado por el Padre (vv. 1-5; Mt.10,40). Oración que habrá que hacer siempre mientras dure el tiempo de la Iglesia, tiempo escatológico de la cosecha. En un segundo momento Jesús llama Doce hombres, número evocador de las Doce tribus de Israel, con lo que sugiere estar haciendo la última llamada a Israel (vv.1-8). Los apóstoles aparecen como un pueblo colegiado, que pertenece a Jesús, en la lista, ocupa un lugar especial Simón Pedro (cfr. Mc.3,13-15; Lc.6,12). Los envía dándoles instrucciones muy concretas, les da poder sobre los demonios para expulsarlos y sobre toda dolencia (cfr. Mt.9,35). Deberán ir a los israelitas, primero el lugar, Jesús dispone el camino que debe tomar la salvación, según la voluntad de Dios, de los judíos a los gentiles. Esta obediencia del Hijo al Padre, es parte de la abnegada misión que se la confiado por la que fuimos redimidos. Ahora el contenido de la misión: predicar que el reino está cerca; como Jesús con poder sanara los enfermos, resucitar muertos, expulsar demonios (cfr. Mt.4, 23; 8,17; 8,1-4.16. 28-34; 9,18.23-26; Lc.10,17-20; Mc.9,14-29; Mt.17,14-21). Así como Jesús comunica sus dones gratuitamente así deben ser comunicados a los hombres evitando en la predicación toda apariencia de intereses no evangélicos.  

Santa Teresa nos invita a ser compasivos con los hermanos. “Si ves una enferma a quien puedas dar alivio…te compadezcas de ella” (5M 3,11).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- 1Re. 21, 1-19: Nabot ha muerto apedreado.

b.- Mt. 5, 38-42: Rechazo de la venganza efectiva y el deseo de la misma.

El evangelio nos presenta la Ley del Talión que reguló la vida de Israel y de otros pueblos primitivos como ellos (cfr. Lev. 24, 19-20), cuando la venganza parecía no tener límites. En el tiempo de Jesús, ya se cambiaban las penas por multas en pago de dinero. Esta ley se basaba en el principio de retribución, es decir, podía hacer, el agraviado lo mismo que le había hecho su agresor. Se trata de vida por vida, ojo por ojo, diente por diente; puedes cobrarte la venganza pagando con la misma moneda (cfr. Ex.21,23-25). Sentimiento muy arraigado en el corazón humano. Jesús, invalida este principio, es más, sus discípulos no deben buscar la venganza. Rechaza la venganza en sí misma, como el deseo de la misma, hasta renunciar a la justicia vindicativa y toda violencia activa, incluso como autodefensa. Es lo más duro de la doctrina de Cristo para sus discípulos. Pone cuatro situaciones a modo de ejemplo: la bofetada, el pleito, requerimiento y préstamo. Situaciones paradójicas que no hay que tomar en forma literal, sino rescatar el espíritu de perdón, reconciliación y fraternidad. Paradojalmente, es el mismo Jesús que pide explicaciones cuando es herido y es humillado (cfr.Jn.18,23); busca como defenderse con una espada (cfr. Lc. 22,49); más tarde Pablo, recurre a su calidad de ciudadano romano cuando es apresado (cfr. Mc. 14,18; Jn. 18, 23; Lc. 22, 33; Hch. 22, 25). Evangelio sublime, pero ciertamente incómodo para nuestro egoísmo y mezquindad. Porque Jesús conoce el corazón humano, es que propone este camino de liberación de la violencia para afianzarnos en el amor, en su fuerza activa de perdón. Jesús, propicia los derechos humanos pero por sobre lo estrictamente jurídico coloca el amor; no propone la resignación sino la no violencia activa del amor; no propone cualquier tipo de pasividad y silencio ante la injusticia, sino que busca la humanización de la justicia y la fraternidad. Son necesarios hombres de fe y amor, amantes de sus enemigos, dispuestos a dar la vida, como muchos hoy, por los derechos de sus hermanos, aunque les cueste la vida. Sufrir la injusticia, no quita que ésta sea denunciada en forma profética. Cristo sufrió la mayor de las injusticias, ser contado como un criminal, y sin embargo, por su misterio pascual y el don del Espíritu Santo a sus discípulos, nos transforma en hombres y mujeres nuevos, capaces de perdonar,  hacer el bien y orar hasta por el enemigo. Se trata de amar, como Cristo Jesús hasta el final, amor que hace creíble el evangelio, porque seduce al hombre que lo vive íntegramente y también lo hace creíble.  

S. Teresa de Jesús, nos invita a revisar nuestra oración en clave de reconciliación con el prójimo: “Cuando… un alma en la oración…no sale muy determinada… de perdonar cualquier injuria… no fie mucho de su oración” (CV 36,8).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- 1Re. 21,17-29: Has hecho pecar a Israel.

b.- Mt. 5, 43-48: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan.

En el evangelio se habla de amar y orar por los enemigos (v.43). Los judíos habían escuchado: amarás a tu prójimo, pero odiarás a tu enemigo (v.43; cfr. Lv. 19, 17-18; Jr. 15,15). Si bien uno de los mayores mandamientos era amar al prójimo, este se entendía a otro miembro del pueblo de Israel. Más tarde se extendió al extranjero que vivía en el país, pero con algunas reservas al respecto. Hacer el bien a otra persona, más allá de lo mandado por la justicia. Para el antiguo Israel un ataque a Israel era una ofensa a Yahvé,  que era contestado en forma irreconciliable. En ninguna parte sin embargo, se dice que se odie al prójimo, pero al amar a Dios, se agregó, odiarás a tu prójimo como consecuencia natural. Jesús lo que hace es poner de manifiesto lo que se oculta tras la práctica trasmitida por la tradición, elimina la división entre amigos y enemigos, el discípulo no tiene enemigos. Jesús no sólo amplía el concepto de prójimo a todo hombre, sino que extiende el amor y la oración el enemigo (v.44). Para el que ama como Jesucristo, no hay más que hermanos, hijos todos del mismo Padre Dios (cfr. Lc. 6, 27ss). No debemos dejar de pensar el en el difamador, el vecino mal intencionado, el envidioso. Jesús y sus discípulos cuando estaban juntos y después en su misión evangelizadora lo experimentaron en vivo: orar por los que los persiguen y amara los enemigos. Siempre tendrán que vencer el odio con amor, no responder con la aversión, ni odio. La oración debe alcanzar a los que están más allá de los que comparten nuestros mismos sentimientos, sino que debe ser amplia y generosa. Por esta vía el cristianismo logró victorias sin violencia, con humildad y generoso amor. El objetivo es llegar a ser hijos del Padre (v.45). Si el amor no se abre a todos, no tiene mérito, enseña Jesús, lo mismo hacen los paganos, ¿qué mérito tiene amar, a los que nos aman?, ¿dónde está lo extraordinario? (vv.46-47). Los escribas y publicanos aman a los suyos, el cristiano deberá amar y saludar extender su comunicación a todos los demás, porque su saludo es intercambio de la vida de la gracia (cfr. 1Tes. 5,26). ¿Qué recompensa tendremos? El discípulo no se mueve sólo por la recompensa, sino la actitud que Dios Padre tiene con nosotros, y que debemos imitar. Quien vive de este amor, recibe su recompensa, la filiación divina, cuanto más se vive en Dios, tanto más se hace todo por amor a ÉL (cfr. Mt.5,45). “Sed, pues, perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial” (v.48; Mt.5,17). El término perfecto, es sinónimo de justo, vivir la justicia, pero cuyo significado se aplica a la pureza  de la ofrenda en los sacrificios, es decir, la víctima. El hombre es perfecto, cuando se entrega de corazón a Dios y cumple la ley. En cambio el discípulo de Jesús será santo, si imita a Dios Padre, en su manera de pensar y sentir, pero sobre todo desde el amor que es la manera de ser de Dios. Nace así  el afán de santidad en la tradición espiritual de la Iglesia que el mismo Dios suscita en el corazón del creyente por el amor que infunde el Espíritu Santo. Así Jesús cumple la ley de la gracia y del amor que tiende a la vida verdadera en Dios. Los santos son el mejor testimonio de este amor divino que infunde vida.  

S. Teresa de Jesús, nos invita a padecer los trabajos de la religión: “Los que llegan a la perfección, no piden al Señor los libre de los trabajos… ni de las persecuciones” (Camino 38,1).  


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- 2Re.2,1.6-14: Los separó un carro de fuego y Elías subió al cielo.

b.- Mt. 6,1-6.16-18: Tu Padre te recompensará.

El evangelio nos enseña que la Ley debía ser vivida por sus discípulos con mayor perfección que los escribas y fariseos, así lo había planteado el Señor (cfr. Mt. 5,20). Es necesario aplicar el principio, a algunas de estas prácticas de piedad: limosna (vv.1-4), oración (vv.5-6) y ayuno (vv.16-18). Jesús no  critica estas prácticas en sí mismas, sino la forma y finalidad con que se practican, en especial por los fariseos, que hacían ostentación de ellas. Las tres se rigen por el principio de la retribución: quien las hace por los hombres, para ser alabado y estimado, obtiene su paga, su recompensa viene de los hombres, y no de Dios. En cambio, quien las hace sólo por Dios, sólo de ÉL obtiene su retribución.  La limosna hecha sólo por Dios, la ve el Padre, queda oculta a los ojos de los hombres, y el hombre de fe, recibe su recompensa. La denuncia que hace Jesús, es hacer notar que se es generoso; recibe como recompensa, la alabanza de los hombres, no la recompensa de Dios Padre. Jesús manda hacer limosna en secreto. La oración del discípulo de Jesús será hecha en su cuarto, con la puerta cerrada, y en esa calma ora a su Padre celestial. Jesús manda orar en forma sencilla, en secreto al Padre, sin ostentación. Él conoce lo que necesitamos antes que se lo pidamos. No hay aquí una manifestación contra el culto público del templo; ÉL mismo asistía a la sinagoga, como al templo de Jerusalén (cfr. Lc.2,41-47; Mc1,21-22; 4,15-22).  Finalmente, respecto al ayuno se aplica el mismo criterio  anterior: el verdadero ayuno será aquél que observe sólo Dios Padre, que escondido, lo pagará. Lavarse la cara, perfumarse, es para que nadie note esta práctica, sólo Dios. Lo contrario, será desfigurar el rostro, para que lo noten los hombres y recibir la paga propia de los hombres: la lisonja, pero no la recompensa de Dios (cfr. Is. 58, 5-6). Jesús ve el ayuno hecho como exteriorización de una profunda conversión, motivo de alegría. La conversión es cosa entre  Dios y el hombre, cuestión personal, debe mantenerse en secreto. La llamada de atención, es a la honradez y sinceridad, al realismo, de no vivir de los halagos humanos, sino pendientes del querer del Padre. 

S. Teresa de Jesús, nos invita a orar siempre: “Convida a orar…la oración fundada en humildad” (Vida 10,5).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Eclo. 48,1-15: Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu.

b.- Mt. 6, 7-15: La oración del cristiano: el Padre Nuestro.

El Padre Nuestro es la oración cristiana por excelencia. Juan Bautista, había enseñado a sus seguidores a orar, lo mismo piden los discípulos a Jesús (cfr. Lc. 11, 1-4). Padre nuestro que estás en los cielos (v.9) En el AT., Dios es llamado padre de Israel, por ser su pueblo escogido, al que sacó de la esclavitud de Egipto y que cuidó con entrañable amor (Cfr. Ex.3,13; 4,22; Os.11,1; Jr.31,9). Jesús, es el único Hijo de Dios, sus discípulos participan de su filiación divina. De ahí que el Padre nuestro, es la oración de los hijos de Dios. Jesús distingue entre el padre de la tierra y del cielo, por lo mismo, está por encima de las cosas de la tierra. La proximidad filial no pierde el profundo respeto. Santificado sea tu nombre (v.9). En la Biblia, el Nombre de Dios es el mismo Dios; el nombre es idéntico a la persona. Dios es el Tres veces Santo, el Santo por excelencia, el totalmente Otro, trascendente. Dios trascendente se ha manifestado y revelado, por los profetas al principio, luego por su Hijo. Es lo que pedimos al decir santificado sea tu nombre, que no deje de revelarse, que cumpla sus promesas. Venga a nosotros tu reino (v.10). Comienzan las peticiones a Dios. La predicación de Jesús se centra en el Reino de Dios, es el nuevo orden de cosas, en el que sea reconocida, su soberanía el cielo y la tierra nueva, donde sean vencidos los poderes contrarios a Dios. Es Jesús, su Enviado que hace presente y operante este Reino de Dios entre los hombres. Este Reino es actualidad y presencia con Jesús, en medio de la comunidad apostólica y eclesial,  se espera su manifestación en el futuro. Debe ser la oración del discípulo: Dios debe manifestarse, ser Señor del mundo, perfeccionar lo iniciado por Jesús de Nazaret. Que Dios reine se consigue, si se vive profundamente en Dios, con una mirada de la fe, penetrar el mundo actual en su realidad más dramática, pero también su belleza y armonía. Hágase tu voluntad (v.10). Se pide que la voluntad de Dios, manifestada en Cristo, se cumpla en toda la tierra así como el cielo. Dios cuida que su voluntad sea cumplida, si los hombres abrazan dicha voluntad y hacerla suya. Cuando queremos lo que Dios quiere, el reino de Dios se cumple en esta vida. El primer actor es Dios que nos introduce en su reino, pero el hombre con sus facultades es invitada a hacer su voluntad para que reine en su vida. El pan de cada día, dánosle hoy (v.11). Se pide a Dios satisfacer las necesidades diarias, pero sobre todo se pide el pan del cielo, es decir a Jesucristo, en su Palabra y en la Eucaristía. Dios conoce nuestras necesidades, antes que se las pidamos. No pedimos más que el pan diario, lo indispensable para la familia, muchos hoy no tienen ni siquiera lo básico. Petición del discípulo que pone el reino de Dios primero que nada, confía que Dios le dará lo necesario para vivir.  Perdónanos nuestras deudas (v.12). Las deudas son los pecados o  culpas, que nosotros perdonamos porque nos han ofendido. Con Dios tenemos deudas, porque agraciados por su amor, no hemos sido fieles a Él. Pero este perdón que pedimos está condicionado al perdón que concedemos o no, a nuestros deudores. No nos dejes caer en la tentación (v.13). La tentación se entiende aquí como prueba, contrariedades de todo tipo. El hombre, según cómo reaccione será juzgado por Dios Padre. Pedimos a Dios de librarnos de la apostasía, renegar de la soberanía de Dios y perseverar en la fe hasta el final de nuestra vida (cfr.Mt.24,41). Líbranos de mal (v.13). Se pide vernos libres de la influencia de Satanás, de sus acechanzas. Para el cristiano la oración diaria es como el aire que respira, es la vida del alma del discípulo, por lo tanto, esta petición, junto a esta oración, hay que meditarla al orarla y contemplarla, al meditarla. La última recomendación, una ley, mejor dicho, es que no podemos decir esta oración si no estoy antes, reconciliado con el hermano.

S. Teresa de Jesús, “Cómo nos dáis en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis nos tenga por hijos… Pues en siendo Padre nos ha de sufrir… hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre?“ (Camino 27,2).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- 2Re.11,1-4. 9- 18.20: Ungió a Joás, y todos aclamaron. ¡Viva el rey!

b.- Mt. 6, 19-23: El tesoro en el cielo y la luz de los ojos.

Este evangelio nos habla de no acumular tesoros en la tierra (vv.19-21), y de la luz de  los ojos que es lámpara de los ojos (vv.22-23). Una lectura superficial de este  evangelio, da la impresión que Jesús condena la posesión de bienes. El afán de  poseer es propio de la naturaleza humana; su pensamiento se dirige a producir y  aumentar bienes adquirirlos y aumentarlos. Aquí se trata más que de bienes, de poseer  tesoros, acumulación de dinero, casas, tierras, ornamentos etc. La polilla roe el  vestido, la herrumbre corroe y los ladrones, perforan las paredes y roban, tantos  esfuerzos, para bienes inciertos e inestables… Jesús enseña un objetivo que sea digno de todo afán y cuyo valor permanece para siempre: “Atesorad tesoros en el cielo”  (v.20), es decir, ahí los valores están en lugar seguro. Ese cielo, es Dios. ¿Cuáles  son esos tesoros? Primero el corazón, las buenas obras, la justicia hasta amar al  enemigo, los ejercicios de piedad, la vida teologal, la oración, el servicio al prójimo,  fruto de la caridad, etc. El mismo evangelio, paradojalmente, nos señala otra cosa,  ya que es el mismo Jesús,  quien permite tener casa y campos  a sus discípulos (cfr. Mc.  10, 29-30); Leví y Zaqueo, tenían bienes abundantes (cfr. Mc. 2, 15; Lc. 19, 8), las  mujeres que le seguían, precisamente con sus bienes le socorrían a ÉL y los  apóstoles (cfr. Lc. 3, 8; 10, 38). Hay que tener en cuenta la mentalidad de la época  quien era justo, daba limosnas, poseía un tesoro en el cielo. Jesús propone algo  mucho más profundo: todos los bienes de este mundo, son pasajeros e inciertos. El  corazón, no es sólo sede de la afectividad, sino de ahí nacen los deseos más  íntimos y profundos del hombre. Cuando el corazón está orientado hacia el cielo, es  decir, está orientado hacia Dios, único tesoro seguro y cierto (cfr. Mc.7,21-23). La segunda parte de este evangelio, se  refiere a que el ojo es la luz del cuerpo (vv.22-23), porque nos permite ver. El ojo  sano ve bien; el ojo enfermo ve poco o nada, es como si estuviera en tinieblas. En  otra clave el ojo sano, del corazón, es el bueno; el ojo enfermo, es el ojo perverso.  El ojo también se entiende como el corazón, refleja todo el hombre, pensamientos y  reflexiones, la pureza o corrupción de su vida. El ojo es el espejo del alma, si esta  lámpara es luminosa y nítida también el cuerpo lo es, todo el hombre. Si el ojo es  malo, corrompido y perverso, entonces todo el cuerpo está en tinieblas. Jesús  termina con unas palabras significativas, pero enigmáticas: “Y si la luz que hay en ti  son tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas!” (v.23). El corazón del discípulo debe  estar orientado hacia Dios, vivir de los tesoros del Reino, entonces el hombre está  sano. En cambio, si se ha disipado u orientado a los bienes de la tierra, se ha vuelto  ciego para los bienes del Reino, todo el hombre está en tinieblas. El hombre, limpio  de corazón es reflejo de la luz divina. A su tiempo verá con sus ojos iluminado de  amor pureza a Dios (cfr. Mt.5,8). Para el cristiano Jesucristo sigue  siendo la luz del mundo, quien camina en sus sendas, es decir, hace su voluntad no  conoce la oscuridad jamás, porque su palabra y presencia es luz.

La Santa Madre Teresa nos pide poner los ojos en Jesús y este Crucificado: “Poned  los ojos en el Crucificado, y se os hará todo poco” (7M 4, 8). O bien: “Este  verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes” (Vida 11,1).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- 2Crón. 24,17-25: Zacarías,  a quien matasteis entre el templo y el altar.

b.- Mt. 6, 24-34: Verdadero servicio a Dios.

En este pasaje del evangelio hay dos temas fundamentales: no angustiarse y confiar en la Providencia divina (vv.25.31-34) Comienza contraponiendo el servicio a Dios y el servicio que podemos prestar al dinero. Nadie puede servir a dos señores, a Dios y al dinero (v. 24). La solución a esta realidad, la plantea el propio Jesús: abandonarse a la Providencia divina del Padre. Si Dios se preocupa de mantener la belleza de la naturaleza creada, cuánto más el cuidado del hombre. Es Dios quien busca el corazón del hombre, a todo el hombre, en exclusiva. La insistencia de Jesús va dirigida al pobre como al rico, a  uno porque le sobra al otro porque le falta, a lo mejor, hasta lo básico. El otro señor es el dinero, que en el corazón del hombre se convierte en un ídolo, que exige adoración, cuando esto sucede, se olvida al verdadero Señor, faltando al primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. Por más de cuatro veces Jesús pide  que no nos preocupemos del mañana, porque puede impedir la búsqueda de Dios (cfr. Lc. 10, 41; Mc. 4, 19). El cristiano que ha hecho una opción por Cristo Jesús, establece una escala de valores donde lo fundamental es Dios y su Reino, sin excluir todo lo demás. El Señor sabe que hay que vivir, comer, estudiar, formar familia, trabajar, etc. todo eso es verdad, pero contando con la Providencia amorosa de Dios Padre. La postura del cristiano frente al dinero, le otorga relativa seguridad para vivir con dignidad, pero siempre que no sea un obstáculo para su fe y confianza en Dios. Si coloca toda su seguridad en el poder del dinero, entonces caemos en el juego de buscar seguridad para todo, es avocarse al tener y poseer en forma obsesiva. La fe, por el contrario, es actitud de peregrino, de riegos, no nos libra de avatares e infortunios, pero si son asumidas como pruebas, el hombre termina aquilatando ese creer hasta convertirlo en una fe ilustradísima. La fe y confianza es en Aquel, que nos ama como hijos, que conoce nuestras necesidades, pero que nos pide orar para tener el pan de cada día, sin olvidar lo verdaderamente importante, su Reino y su justicia. El cristiano se preocupará de construir el Reino de Dios, precisamente en las estructuras de lo humano y temporal procurando que los bienes de este mundo, estén al servicio de toda la humanidad. Se preocupará de no salirse del Reino de Dios o señorío de Dios, no perderle como Señor y olvidar servirle. Petición central del Padre nuestro y corazón de las Bienaventuranzas. No salirse de su justicia y de la salvación introduce al hombre en la vida eterna, fruto del trabajo hecho con toda perfección y del esfuerzo humano vivido desde la fe.

Santa Teresa enseña: “Quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida…¿Y qué sabemos si seremos de tan corta vida, que desde… que nos determinemos a servir del todo a Dios se acabe?” (Camino 12,2).

P. Julio González C.


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