VIGESIMA
QUINTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Impar. Ciclo C)
Fr.
Julio González Carretti
a.-
Am. 8, 4-7: Contra los que compran con dinero al pobre.
La primera lectura, es una denuncia de
la ambición de los defraudadores y explotadores, un oráculo, es la cuarta
visión del profeta, denuncia de las injusticias sociales del tiempo, pero
también para hoy. Los ambiciosos son insaciables que ya no celebran las fiestas del Señor con recta intención, una
dedicación al Señor, sino como una carga, porque desean que pasen pronto para hacer
negocios injustos, usando malas artes, para conseguir más dinero con los
peregrinos. Era la sociedad de consumo de la época de Amós, faltaba tiempo para
hace suculentos negocios, que ocultaba las injusticias contra los pobres. Al
ansia por lo terreno en lo económico se agrega, el sufrimiento por no poder
negociar los días de descanso se unen lo sucio e ilegal que ofenden la justicia
y moral hebrea de siempre. Se denuncia la falsificación de las balanzas,
achicar las medidas, aumentar los pesos, etc. Muchos pobres llegaban al grado de vender la propia libertad
al mejor postor, para seguir viviendo; es el pecado social de todos los
tiempos. El Señor jura hacer justicia, en “aquel día” que no tiene fecha, pero
que llegará (vv.7-8) y que va adquiriendo en la literatura profética y
apocalíptica características netamente escatológicas. Las palabras finales del
pasaje poseen fuerza hasta hoy: “¡Jamás he de olvidar todas sus obras!” (v.7).
b.-
1Tm. 2,1-8: Pedid por todos los hombres a Dios, que quiere que se salven.
El apóstol Pablo, nos invita a elevar
nuestra oración a Dios Padre, por medio de Jesucristo, por la sociedad, es
decir, por todos los hombres, en el contexto de la religión imperial romana,
que oraba no por el César, sino al César. El apóstol enseña a orar por todos
los hombres, incluidos los que han sido constituidos en autoridad, porque todos
en definitiva, están sujetos a Dios, porque es la única autoridad y de fuente
de toda autoridad terrena. Con ello Pablo, niega que el hombre pueda ser
divinizado, y los que poseen autoridad, que el pueblo les ha confiado, lo han
de asumir como un servicio, reconoce el ejercicio de sus funciones y la
necesidad de la institución, pero deben ejercerla como entrega a los demás. Se
trata de una oración que reconoce a Dios, como única autoridad y su proyecto de
salvación universal, como programa de vida para el cristiano; con lo que
también se reconoce que será autoridad quien sirva al proyecto de Dios. El
cristiano orante debe aprender que deberá tener una actitud crítica, y
revitalizadora de toda autoridad. La
comunidad cristiana desea con su oración, “una vida tranquila y pacífica con
toda religiosidad y dignidad” (v.2), se trata de la supervivencia de la comunidad
eclesial esparcida en todo el mundo. De ahí que la Iglesia, no se identifica ni
con territorios, ni ideologías, ni naciones, ni gobierno de este mundo. Por
ello, habla toda lengua, para indicar la universalidad de la salvación.
c.-
Lc. 16,1-13: No podéis servir a Dios y al dinero.
El evangelio tiene tres secciones: la
primera tenemos la parábola del administrador infiel (vv.1-18), el buen uso de
los bienes (vv.9-12) y el tema de servir a Dios y al dinero (v.13). El
texto, nos introduce en la riqueza del
reino de Dios para el hombre, donde elección y perdón, se hacen una realidad
dinámica en su existencia: gracia de Dios y las exigencias de las obras, el
amor y el reino, vida humana convertida en don para el prójimo. Lucas, nos
presenta esta parábola sobre este hombre rico, que debido a denuncias contra su
administrador, le pide cuentas, de la malversación de sus bienes, quedando
desde ahora sin trabajo. La pregunta del rico, viene a significar estar muy
disgustado con él. El diálogo consigo mismo del administrador lo lleva a
considerar la nueva situación. Luego de hacer sus consideraciones, decide
perdonar a los deudores de su señor, y
así tendrá un buen trato de parte de ellos. Vemos que al administrador no tiene
problemas de escrúpulos o de conciencia; todavía le queda la posibilidad de hacerse
amigos, que quedarán obligados y le darán albergue; todavía es administrador,
puede negociar con lo que se le ha confiado. Sólo quiere salvar su futuro, con
su obra se asegura un largo porvenir, como no se conforma con poco, es atrevido
en lo mucho (vv.5-7). Y el rico señor alabó la sagacidad con que actuó el
administrador infiel. “Pues los hijos de este mundo son más sensatos en el
trato con los suyos que los hijos de la luz” (v.8). La pregunta que podemos hacernos:
¿Quién es el que alaba al administrador infiel? Es Jesús. Su alabanza no va
dirigida a la desvergüenza del administrador, sino a la sagacidad, la audacia y
resolución, que con su realidad actual saca ventajas provechosas para su
futuro. Es una parábola que quiere suscitar la atención, precisamente sobre el
futuro. A discípulo la basta saber que el Señor viene y pedirá cuentas, que en
el día a día procede con valor y resolución a fin de triunfar, el que perdona
hoy a fin de asegurarse el futuro (cfr. Lc. 12,42-46). Los hijos de este mundo,
como el administrador, están lejos de Dios, su objeto es el mundo y sus afanes
quedan sujetos a la influencia de Satanás (cfr. Jn.12, 31). En cambio los hijos de la luz, ven la realidad
de la vida, el mundo, el hombre a la luz de Dios (cfr.Jn.12, 36; 1Jn.1,5; 8,12; Mt.17,2; 1Tes.5,5; Ef. 5,8). La queja de Jesús es
porque estos hijos de la luz, en comparación con los hijos de este mundo, son
perezosos, irresolutos y no invierten en la vida eterna. Los hijos de este mundo
son sagaces en los negocios, en el trato con los suyos, en cambio no son
audaces en lo que se refiere al mundo futuro porque no lo reconocen. El buen
discípulo se procurará con sus bienes amigos para la vida eterna, dando
limosnas, haciendo el bien con ellos. Las obras de caridad intercederán por él
en el momento de la muerte, haciéndolo digno de ver a Dios (cfr. Lc.12, 20.33).
En definitiva se trata de ser fieles y justos, sólo así se nos confiará la
salvación, sirviendo a Dios y no al dinero.
Santa Terea de Jesús, cuánto
necesitamos comprender la oración que Jesús nos enseñó: “Pues dice el buen
Jesús que digamos estas palabras en que pedimos que venga en nosotros un tal
reino: «Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino». Mas mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro
Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este
reino. Mas como vio Su Majestad que no podíamos santificar ni alabar ni
engrandecer ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno conforme a lo
poquito que podemos nosotros de manera
que se hiciese como es razón si no nos
proveía Su Majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno
cabe lo otro. Porque entendamos, hijas, esto que pedimos y lo que nos importa
importunar por ello y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo.
Si no os contentare, pensad vosotras otras consideraciones, que licencia nos
dará nuestro Maestro, como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia y
así lo hago yo aquí.” (CV 30,4).
Lecturas
bíblicas
a.-
Esd.1, 1-6: Reedificar el templo del Señor.
b.-
Lc. 8, 16-18: Como recibir y transmitir la enseñanza de Jesús.
Esta pequeña sección posee tres
enseñanzas: la primera está relacionada con la luz (v. 16), la segunda, se
refiere a la verdad de la existencia de los hombres (v. 17) y la tercera, habla de recibir la plenitud del reino de Dios
(v. 18). No se debe ocultar la luz, su esencia es expandirse e iluminar la vida
de los hombres; esa luz es Cristo y su evangelio, que tiene necesidad de ser
comunicada. La semilla de la verdad del reino que Cristo Jesús ha sembrado en
la tierra, ahora se expande y da frutos, a pesar de la oposición de algunos
hombres que tratan de ocultarla. El triunfo de la luz, y su expansión
definitiva a todo el mundo, la victoria del evangelio, lo encontramos en la
base del mensaje de Jesucristo y de la Iglesia. Ella está llamada a hablar
todas las lenguas del mundo, portadora de la luz del evangelio, realidad que se concreta
en la presencia de cristianos en todas las naciones, ellos son luz de las
gentes, pero conscientes que todavía a muchos les falta esta radiante luz de
salvación para sus vidas. La segunda sección se refiere a cómo la luz de Cristo
ilumina la verdad profunda del hombre. La interioridad del hombre, su verdad,
puede ser ambigua en la medida que ocultarla signifique una existencia egoísta,
o también, puede significar una vida de gracia que se abre al prójimo, porque
centrada en el amor. La luz de Cristo, transforma la interioridad del hombre,
lo hace traslúcido, abierto al misterio de la vida del resucitado, salvando la
intimidad del creyente que la comparte desde Cristo con sus hermanos. Pero esa
misma luz revela la contradicción de
quien no se abre a la gracia de Dios, centrado en sí mismo, expande no luz,
sino puro egoísmo. Vive para sí y las cosas de la tierra. La tercera sección, es quizás la más difícil de comprender porque
era a los pobres a los que se les ofrecía el reino de Dios y a los que
confiaban en sus riquezas quedaban vacíos. ¿Cómo es que ahora dice, que al que
tiene se le dará más todavía? El que tiene el reino de Dios, que está abierto a
la gracia divina, que es la vida que Cristo le ofrece, recibirá más, o sea, la
plenitud del reino; en cambio, quien no tiene, el que no está abierto a la vida
de Cristo, al reino de Dios, perderá hasta la oportunidad que tiene de salvarse,
sino se convierte. No se ha dejado penetrar de la gracia y luz de Cristo, es el
fracaso total, la perdición eterna, aunque en otros aspectos de su vida tuviera
éxito, la salvación eterna es el negocio más importante de la vida.
Santa Teresa establece que la oración
es el mejor camino para ingresar en el reino de Dios. “Por esto y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de oración, en la
primera agua, que es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose a
desasir de todo género de tormentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a
llevar su cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo quieren servir
a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo reino
que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto delante, en especial en los
principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester olvidarlo para
vivir, que procurarlo traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es
todo nada y en lo nonada que se ha de
estimar el descanso.” (CV 15,11).
Lecturas
bíblicas
a.-
Esd.6,7-8.12.14-20: Construyeron el templo y
celebraron la Pascua.
b.-
Lc. 8, 19-21: El verdadero parentesco de Jesús.
En este evangelio Jesús está hablando,
rodeado de gente, quizá la visión y audición se hacía difícil; hasta que
alguien grita que están su madre y sus hermanos y quieren verle a ÉL y sus
obras maravillosas (v.20). La respuesta
que da Jesús establece una nueva familia
en torno a su persona y misión. El que Jesús no salga a recibir a su familia
biológica quizás es el mejor pretexto para establecer una nueva relación con
los que escuchan y ponen por obra su palabra; los lazos familiares profundos,
como los maternales y fraternos, son un hermoso símbolo de cuanto quiere
conseguir con quienes le escuchan y acompañan. Esta es la nueva familia de
Jesús, no hecha de lazos de sangre, sino del espíritu que nace de su palabra y
de su amor por los hombres; es la semilla que cayó en buena tierra y da fruto
en la respuesta queda el hombre a Dios (cfr. Lc. 8, 4-21). Jesús va a lo
esencial, que no es verle, sino escuchar y poner en práctica la palabra de
Dios. Ahora el discípulo posee la palabra, ahí está la acción salvífica de
Dios. El que escucha y pone en práctica la palabra de Dios, es madre y hermano
de Jesús. La comunión con Jesús no viene por lazos sanguíneos, sino por el oír
y hacer vida esa palabra. La Iglesia es edificada por la palabra, su alma más
entrañable, y la Iglesia su mejor fruto, Iglesia siempre viva. Esta viene a ser
la familia de Jesús, que escucha y vive la palabra. La Madre de Jesús, es la
tierra donde germina la palabra de Dios, la Sierva, que da su Sí a la palabra y
la hace germinar en su seno inmaculado (cfr. Lc.1, 38). La Madre que conserva
en su corazón cada palabra del Hijo y la medita (cfr.Lc.2, 19). Lleva lo
meditado y lo comunica a Isabel convirtiéndola en trovadora de las
misericordias de Dios (cfr. Lc. 1,46-55). Si ser Madre del Mesías es una gloria,
para esta joven escogida de entre todas las de Nazaret, mucho mayor esplendor adquiere
su maternidad, porque escuchó e hizo
vida la palabra de Dios que Jesús nos comunicó. Doble corona para la Madre de
Jesús de Nazaret. Es la visión cristológica y mariológica de Lucas,
donde la Iglesia, los creyentes dan testimonio eficaz de esta palabra de Jesús.
La clave para ingresar en esta familia tan singular de Jesús, es escuchar su
palabra y hacer la voluntad del Padre.
Teresa de Jesús concibió sus
comunidades de frailes y monjas, como la familia de Jesús, donde ÉL sea en
centro de todo. “¡Oh colegio de Cristo que tenía más mando san Pedro, con ser
un pescador y le quiso así el Señor, que san Bartolomé, que era hijo de rey!
…Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús; no se conozca aquí otro padre
para tratar de Él; y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros
con El y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí si sois buenas
hijas; pues ¿quién no procurará no perder tal Padre? ¡Oh, válgame Dios!, y que
hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo quiero dejar a
vuestros entendimientos; que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal
Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo que enamore vuestra
voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran
interés.” (CV 27,6).
Lecturas
bíblicas
a.-
Esd.9, 5-9: Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud.
b.-
Lc. 9, 1-6: Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.
Este evangelio nos narra el primero de
los envíos que encontramos en Lucas (vv. 1-3) y los consejos para ir a la
misión (vv.4-6). Este primer envío es protagonizado por los Doce, el otro por los
Setenta y dos discípulos, con los cual se refleja que la evangelización de
judíos y paganos, que no sólo los Doce tenían esa misión (cfr.Lc.10,1-16). Lo primero que encontramos es el traspaso de
autoridad, luego de ser testigos de un buen número de prodigios realizados por
Jesús, los Doce son enviados en misión: serán pescadores de hombres.
Proclamarán el reino de Dios con poder, sobre demonios, enfermedades, es decir,
realizar ahora lo que hasta ese momento sólo había realizado Jesús. Se trata de
sanar, curar al hombre por medio de la palabra de Dios, lo que provoca la
conversión. En un segundo momento, encontramos los consejos para la misión que
consisten básicamente en vivir de la Providencia divina y la generosidad de los
que escuchan la palabra de Dios, con lo cual se quiere resaltar el carácter
profético y escatológico de la misión. La hospitalidad la conseguirán, lo mismo,
que la comida, de la gente de buena voluntad que acoge el mensaje y al
mensajero (cfr. Lc. 10,7). Deben permanecer en la misma casa, mientras dure la
misión, para evitar el deseo de buscar mayor comodidad, nada les faltará (cfr.
Lc.22, 35). Finalmente, Jesús les advierte, que así como el evangelio y el
mensajero, es decir, ÉL, fueron rechazados, también ellos conocerán el rechazo por eso los instruye: a la salida del
pueblo deben sacudir el polvo, testimonio claro, del rechazo que han padecido.
Gesto que hacían los judíos cuando salían de un pueblo de paganos, unido al
tema de la impureza y signo de la absoluta separación con las demás naciones de
parte de los judíos. El rechazo del mensaje, es rechazo a Dios, un Dios que no
han aceptado en sus vidas, lo que encierra juicio en contra de ellos mismos por
su cerrazón. La palabra era predicada, termina el texto, era anunciada por
aldeas y ciudades, es decir, tiene un sentido universal. El envío inicial
corresponde renovarlo continuamente, por una razón muy simple, el hombre de hoy
también necesita ser sanado de muchos males, para eso es la misión de predicar
el evangelio en todo tiempo y lugar. Tarea hoy de la Iglesia que con el ejemplo
y la palabra construye el reino de Dios.
Teresa de Jesús, buscó buenos
confesores, predicadores y teólogos que la ayudasen a vivir su vida cristiana y
religiosa, pero se comprometía no sólo a orar por ellos sino que procuraba
esforzase de ser tal, buenas contemplativas, en la Iglesia para ayudarles en su
misión. “Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías, que lo
que hemos de pedir a Dios es que en este castillito que hay de buenos
cristianos no se nos vaya ya ninguno con los contrarios, y a los capitanes de
este castillo o ciudad los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son
los predicadores y teólogos; y pues los más están en las Religiones, que vayan
muy adelante en su perfección y llamamiento, que es muy necesario; … Y pues
para lo uno ni lo otro no valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos
ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios,
que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado
para ayudar ahora al Señor.” (CV 3,2).
Lecturas
bíblicas
a.-
Ag.1, 1-8: Construid el templo para que pueda complacerme.
b.-
Lc. 9, 7-9: Herodes y Jesús.
En este breve pasaje, encontramos lo
que se decía de Jesús, desde el vulgo hasta el palacio de Herodes corren los
rumores acerca de sus actividades y el deseo de éste de conocerle. Tiene
interés en verle actuar (cfr. Lc. 23, 6-12), le llegan noticias acerca de la
actividad de Jesús, por el momento no es un peligro para él, como lo fue Juan,
pero llegará el momento en que decida matarlo (cfr. Lc. 13, 31). Le llegan
rumores y Herodes piensa que ese predicador es Juan que ha resucitado, o Elías
que ha regresado o cualquiera de los antiguos profetas. Relacionarlo con Elías,
supone que el profeta ha regresado a terminar su trabajo. Elías es el hombre
celoso de la gloria de Yahvé, cuya palabra es fuego caído de lo alto, que está
en el cielo, sin haber pasado por la muerte; volvería a convertir a las gentes
a su Dios, hará regresar a los dispersos y preparará el camino del Señor. Elías
era el centro de la esperanza judía (cfr. 1Re18; 2 Re. 2, 1ss; Mal. 3,1ss;
Eclo. 48,10). Más difícil para Herodes, es identificarlo con Juan Bautista,
porque significa creer que continúa su obra, profeta escatológico que regresa,
para terminar su labor. Lo que llamaba la atención de Jesús a la gente,
seguramente era su semejanza a un nuevo profeta enviado por Dios. Herodes sabe
que ha Juan lo mandó matar, por eso se pregunta: ¿Quién es este del que oigo
tales cosas? (v. 9). Herodes no cree en la resurrección de muertos (cfr. Hch. 17,32; 26,24), por ello recuerda que él mandó matar a
Juan, entonces: ¿Quién es Jesús? Es la misma interrogantes que se hicieron los
discípulos, después de ver caminar a Jesús calmar los vientos y que estos le
obedezcan luego de la borrasca (cfr. Lc. 8, 25). Para los discípulos fue un
interrogante que nació de una experiencia de salvación, en cambio, la de Herodes,
surge de una inquietud, del temor que
alguien cuestione su poder y modo de vida. Relacionarlo con personajes del
pasado de Israel, da la impresión que Jesús no hubiera hecho nada personal,
pero por otra parte, los que están cerca de ÉL, lo reconocen en la misma línea
de los antiguos profetas. Hay que resaltar la novedad del Señor. Todo cristiano
debe continuamente preguntarse por la persona de Jesús, profundizar su
evangelio, su misión, y su alcance en nuestra existencia, es decir, conocerlo
desde sus palabras, y vivir desde el misterio entrañable de su vida nueva en
Dios.
Teresa de Jesús, desde pequeña anheló
ser mártir, el Señor no se lo concedió, pero su vida de carmelita, con todos
los trabajos que tuvo, bien vale decir, que fue un auténtico martirio. “La vida
del buen religioso y de los allegados amigos de Dios, es un largo martirio” (V
12,2).
Lecturas
bíblicas
a.-
Ag.1, 15-2,9: Llenaré de gloria este templo.
b.-
Lc. 9, 18-22: Profesión de fe de Pedro y primer anuncio de la Pasión.
En este evangelio encontramos dos
momentos: la profesión de fe de Pedro (vv.18-21) y primer anuncio de la Pasión
(vv.21-22). Vemos a Jesús en un círculo más íntimo, sólo con sus discípulos, en
un clima de oración e inicio de la misión apostólica. Su oración la interrumpe
para hacer varias preguntas a los discípulos; Lucas destaca estos momentos de
intimidad de Jesús con el Padre (cfr. Lc.6, 12; 22, 32s). Por una parte, encontramos la opinión de los
hombres, lo que dicen de Jesús, lo identifican con un antiguo profeta o uno de
los profetas que preparan el tiempo final, en cambio, Pedro en nombre de todos
los apóstoles, confiesa a Jesús, como el Cristo, el Ungido (cfr. Is.61,1-2). Le sigue la revelación de Jesús, como el Hijo del
Hombre, que padece, muere y resucita. En
la respuesta de Pedro hay un trasfondo que corresponde a las expectativas
mesiánicas de Israel: le reconocen como Mesías. En las palabras de Pedro eres:
“El Cristo de Dios” (v. 20), si bien representa un triunfo de Jesús, queda abierto su misterio para descubrirlo,
ya que no abarca toda su realidad el reconocerle como Hijo del Hombre. Acepta
esa definición, pero para evitar confusiones de carácter político, añade el
tema de la pasión, muerte y resurrección. Les manda callar ya que sabemos por Marcos,
que Pedro será precisamente el que se oponga a la pasión de su Maestro (cfr.
Mc. 8, 32), con lo que manifiesta su idea del mesianismo que quería para Jesús;
Lucas, elimina la reacción de Pedro, ya que cuando escribe, Pedro ya es cabeza
de la Iglesia de Jesús. El silencio que impone a sus discípulos se puede
entender, como el tiempo prudente para manifestar su idea de mesianismo que va
a vivir, ya que precisamente una vez vivido su misterio pascual, el lema será
no callar nada, sino proclamar la buena noticia a todo el mundo. También se
puede pensar en que necesitaba tiempo, para que las autoridades judías no se
sorprendieran de sus pretensiones mesiánicas y así instruir a sus discípulos. En
segundo momento encontramos el primer anuncio de la pasión, es el mejor complemento
a la declaración de Pedro, al Cristo de Dios hay que unirlo al Mesías que
sufre, Hijo del Hombre, y el Siervo de Isaías, van unidos según Lucas (cfr. Is.
52, 13; 53,3-4.8.11.12). La mención de los enemigos de Jesús: ancianos, sumos sacerdotes
y escribas (v.22), es para dar a conocer a los que tuvieron que ver con su
muerte. Desenlace trágico, muere el Inocente por excelencia, por los culpables, un asesinato, ya que el Juicio
celebrado por el Sanedrín, no fue tal, pero Dios preparaba la Resurrección de
su Hijo, auténtico triunfo de su amor salvador.
La Santa Madre Teresa de Jesús como
esposa del crucificado contempla en la Pasión el precio de su rescate, pero
sobre todo el amor que tuvo Jesucristo para padecerlo todo por cada pecador.
“Hay muchas almas que aprovechan más en otras meditaciones que en la de la
Sagrada Pasión…La Pasión y vida de Cristo, es de donde nos ha venido y viene
todo bien” (CV 10,13).
Lecturas
bíblicas:
a.-
Zac. 2,5-9: Yo vengo a habitar dentro de ti.
b.-
Lc. 9, 43-45: Segundo anuncio de la Pasión.
En este segundo anuncio de la pasión,
encontramos cómo la gente se maravilla por las acciones que realizadas por
Jesús: acaba de expulsar un demonio de un epiléptico; Jesús anuncia su pasión,
lo que no entienden sus discípulos y temen preguntarle por ello (v.45). Es un
deambular de sentimientos humanos, que van de la admiración a la traición, y la
manifiesta necesidad de escuchar al Maestro para evitar ambigüedades. Todo lo
que hacía Jesús, atraía a las muchedumbres hacia ÉL, causa admiración, pero más tarde, se va a
convertir en rechazo, camina hacia el momento de la traición y el calvario. La
llamada de atención que hace Jesús (v. 44), es porque lo que va anunciar es muy
importante, se confirman las palabras del Padre en la Transfiguración: hay que
escuchar al Hijo (cfr. Lc. 9, 35). Esta idea sólo de Lucas, se relaciona con la
llamada que hace Yahvé a Moisés para que escriba sus palabras en un libro (cfr.
Ex. 17, 14; Lc. 8,8; 14, 35). Jesús sabe que será entregado en manos de los
hombres, también sabe que la admiración de la gente no durará mucho, es toda
una preparación de sus discípulos al momento apremiante que se avecina. Así lo
ha dispuesto el Padre (cfr. Is. 53,6). ¿Por qué ha de pasar por la pasión el
camino de Jesús a la gloria? ¿Por qué ha de ser el camino de sus discípulos y
de su Iglesia? Los discípulos no entienden ese lenguaje, aunque el mensaje era
claro, no parecía entrar esa idea en lo previsto por Dios según ellos. Les
estaba velada su comprensión (v. 45), da la impresión, por la fuerza del mismo
Dios, hasta el momento oportuno; no están capacitados para comprender el futuro
de Jesús, por ahora. No formularle preguntas, viene a significar que intuían
que algo inesperado le iba a suceder, pero además, porque en el fondo, se
revelaban contra la muerte de Jesús, sabiendo que Jesús rechaza esos
pensamientos (cfr. Mc. 8,32). También nosotros podemos quedarnos callados
frente a Cristo, cuando es necesario preguntarle en la oración, profundizar
sobre su persona, para que nos descorra el velo de su misterio con su
Resurrección (cfr. Lc.24, 6ss). Mientras unos admiran de lejos a Jesús y
algunas facetas de su vida, el orante se deja seducir por su misterio de Hombre
y Dios verdadero, una amistad que no defrauda, un amor fecundo que purifica y
une, que se identifica con la entrega diaria al prójimo que hace el creyente de
vida y tiempo, por ser ÉL, modelo de entrega al Padre y a los demás. Cristo
Jesús es verdaderamente sublime como Hombre y adorable como Dios verdadero. La
humillación de Jesús sólo se comprende desde la glorificación dada por el Padre
a su Hijo.
Teresa de Jesús como buena
contemplativa supo sacar frutos espirituales de la Pasión de Cristo, para
asemejarse cada vez más a ÉL en el padecer y resucitar a vida nueva. “Si estáis
con trabajos o triste, miradle camino del Huerto; ¡qué aflicción tan grande
llevaba en su alma!; pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queja de
ella. O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas
pedazos por lo mucho que os ama: tanto padecer, perseguido de unos, escupido de
otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El,
helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis
consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no
le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos
ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar
los vuestros, sólo porque os vais vos con El a consolar y volvais
la cabeza a mirarle.” (CV 26,5).
P.
Julio González Carretti