VIGESIMA
SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año
Impar. Ciclo C)
Fr.
Julio González Carretti
Contenido
Lecturas
bíblicas
a.- Eclo. 3,
17-18. 20.28-29: Hazte pequeño, y alcanzarás el favor de Dios.
El libro del Eclesiástico, nos habla
de los deberes de los hijos para con los padres, y de la humildad, virtud a practicar en nuestra relación con el
prójimo. La actitud a cultivar, es aquella
de no considerarse por encima de los demás, sino saber cuál es el lugar
que le corresponde a cada uno, lo que es más importante que la generosidad. Un
hombre, que conoce su realidad, sus límites, piensa, habla y obra según su
condición, esto atrae el aprecio de su prójimo. Ser grande o pequeño, depende
de la imagen que cada hombre posea en el interior de sí mismo, valores
personales, situación económica y rol que ocupe en la sociedad. A pesar de
esto, el hombre no debe olvidar nunca su condición de criatura, tomar
conciencia de su pequeñez, como Abraham
(cfr. Gn. 18, 27). El hombre sólo atraerá la bendición divina, cuando se abaje
y se humille delante de Dios. Sólo el humilde, vislumbra la distancia entre la
realidad humana y la grandeza de Dios, es más, sólo el humilde puede reconocer
y glorificar la majestad de Dios. Sólo él posee el arma para defenderse de la
soberbia espiritual, la humildad de conocer sus límites y la gran distancia que
lo separa de Yahvé. No cae en la autosuficiencia o excesiva confianza en sí
mismo, quien no sobrepasa sus límites.
El humilde glorifica a Dios, porque se abre a la verdadera sabiduría.
b.- Hb. 12,
18-19. 22-24: Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo.
El apóstol clarifica la situación del
cristiano, entre la antigua revelación que tuvo lugar en el Sinaí, y la nueva, la revelación definitiva, que nos
viene por Jesucristo. En la primera, el pueblo de Dios, se encontraba al pie
del monte, contempló todas las manifestaciones de Dios, hasta oír su voz. Era
tal el espectáculo que contemplaba lo que infundía pavor a Moisés y los suyos; fue una
experiencia dominada por el miedo. Yahvé había promulgado la Ley; hay que
obedecerla, para no caer en el juicio de Dios.
En cambio, el cristiano se encamina hacia el monte Sión, la Jerusalén
celestial, la ciudad de Dios, contemplado por miles de ángeles, la asamblea de
los primogénitos, los justos en definitiva, va al encuentro de Dios. El monte donde
suben los cristianos, es el lugar de la presencia amorosa de Dios, lugar de
salvación, ciudad construida y habitada por el mismo Dios, por los ángeles y
justos (cfr. Is.2; Heb. 11, 10; Gál. 4, 26).
Son los inscritos en el libro de los justos, y todos los cristianos
pueden llegar, porque hasta ahí llegó Jesús, único Mediador de la Nueva Alianza,
ÉL es el camino para llegar a Dios, a esa comunión viva, a la ciudad del Dios
vivo. La Alianza sellada en el Sinaí ha
sido superada; Jesús murió y resucitó, su sangre es más valiosa que la de Abel,
porque no pide venganza, sino misericordia y perdón. La aspersión de la sangre
purificaba a los hombres para entrar en la presencia de Yahvé; la sangre de
Cristo, lava la conciencia de los pecados, por eso, habla mejor que la de Abel.
c.- Lc.14, 1.
7-14: Todo el que se humilla será
enaltecido.
El evangelio, nos presenta a Jesús en
un banquete, donde hace alusión al reino de Dios. Él propone dos actitudes para
acceder a este banquete del reino: la humildad y el amor desinteresado al
prójimo. Encontramos dos momentos en este evangelio: la parábola de los puestos
en la mesa (vv.7-11), y la elección de
los convidados (vv.12-14). La primera parte de este evangelio se dirige a todos
los invitados: hay que escoger los últimos puestos, y no buscar los primeros, como hacían los fariseos.
Porque se deja la oportunidad al
anfitrión de ponerte en un lugar más adelante; esta propuesta de Jesús, además
de ser una norma de educación, es una actitud humilde y religiosa en vista al
banquete del reino de Dios. En la comunidad eclesial, el que sirve es el
primero, porque la humildad y la fraternidad, se viven en relación con el otro.
Un segundo momento, es la elección de los convidados, donde se debe evitar el
interés en convidar a ciertas personas escogidas, pensando en lo que se pueda
recibir luego como recompensa, porque el reino de Dios, es don gratuito al
hombre. Por lo tanto, hay que invitar a los pobres, quienes no podrán
corresponder, y ser pagado en la resurrección de los justos. Se exhorta a
practicar la humildad, principio básico de la vida comunitaria; humilde, es el
que reconoce la distancia que lo separa de Dios. El hombre debe aprender a
situarse frente a Dios, tarea de la humildad, que no lo disminuye, sino que lo
coloca en su justo lugar, como criatura e hijo de Dios Padre. Se trata, que en
nuestras relaciones, aprendamos a ser pobres de espíritu, realismo de aceptar
la propia condición, es decir, vacíos de sí mismos, para ser invadidos en lo
interior por su gracia salvadora, que perdona y une con ÉL. Siempre tendremos
que poner los ojos en Cristo Jesús, porque se humilló hasta la muerte de cruz;
por lo que fue luego exaltado a la gloria de la resurrección. La humildad,
se debe cultivar al interior de la vida eclesial, y también en la vida
social, para testimoniar el modo de actuar de Jesús, el cristiano vive de cara al reino de Dios y de
su prójimo más cercano.
Teresa de Jesús, da una definición de
humildad que hay que considerar siempre a la hora de querer trabajar esta
virtud en la vida cristiana: “Una vez estaba yo considerando por qué razón era
nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme
delante, a mi parecer, sin considerarlo sino de presto, esto: que es porque
Dios es suma Verdad y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no
tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no
entienda, anda en mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad,
porque, anda en ella. ¡Plega a Dios, hermanas, nos
haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén!” (6 M 10,7).
Lecturas
bíblicas
a.- 1Tes. 4,13-17:
A los que han muerto en Jesús Dios los llevará con ÉL.
b.- Lc. 4,
16-30: Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres.
El evangelista nos presenta la visita
de Jesús a la sinagoga de Nazaret, su pueblo. Lee un pasaje del profeta Isaías,
con el cual se siente plenamente identificado (vv. 18-21; cfr. Is. 61,1-2). “El Espíritu está sobre mí”, en tiempos
de Jesús, se consideraba, todo un anuncio de la llegada del profeta
escatológico y ÉL se lo aplica, inaugurando ese momento. Este comienzo tiene
sus características en la misión de Jesús: predica la buena nueva a los pobres,
la clase más olvidada de los poderosos, y la que más refleja su necesidad de
Dios, y en todos aquellos que se abren a la acción de la salvación. Anuncia la libertad a los cautivos,
alusión profética a los exiliados. Esta libertad en la mente del evangelista,
encierra lo físico, lo moral y lo espiritual; sanar la ceguera, significa
también ver el camino de Dios, tener acceso a la salvación; el profeta
escatológico es la luz del mundo (cfr. Is. 42, 6-7). Proclama la libertad a los oprimidos. Todo lo que no hicieron los
antepasados, en particular los reyes de Israel, lo hará el profeta con una
justicia para los más pobres. Proclama un año de gracia del Señor o jubilar,
que más que coincidir con fechas del calendario judío, es un tiempo especial de
salvación que inaugura en ese momento. Terminada la lectura, todos en la
asamblea lo miran dirigiendo a ÉL sus interrogantes, un joven rabino que ha
vuelto después de un tiempo de estar fuera de Nazaret (vv. 21-22). El hoy de Jesús se prolonga en el
tiempo, su palabra y obras, se hacen realidad en todo creyente, que lo acepta
como Señor de su existencia. Escucharle significa dar una respuesta, sabiendo
que la salvación, viene del profeta escatológico ahora presente en medio de su
pueblo. La palabra y autoridad de Jesús, provocó la admiración de sus paisanos,
reconoce que Dios, estaba detrás de sus palabras (cfr. Dt. 8,3). Ha cambiado el ambiente de la sinagoga, de la
admiración, se pasa al rechazo, porque no era posible que una familia tan
pobre, un hijo del pueblo, diera un año jubilar, trajera la liberación a
Israel; demasiado mensaje y muy poco profeta. Jesús, adivina su incredulidad, e
indignación, se aplica varios proverbios (vv.23-24), lo que supone, que ellos no
aceptan que haya hechos grandes milagros en Cafarnaún,
y no los haga ahora en su Nazaret natal; en fin, ningún profeta, es bien recibido en su
tierra (v. 24). Provoca a la asamblea al recordarles la actitud de Elías y
Eliseo, que sanaron a paganos, como la viuda de Sarepta y el leproso Naamán,
el sirio (cfr.1Re.17-18; 2Re. 5, 1-14). Con esto, la ira llegó a su punto
máximo contra Jesús, ya que comparó a los nazarenos con paganos; lo sacaron de
la sinagoga, pidiéndole que se marchara. El cristianismo es fe en el hoy de
Dios, no es mirar el pasado, sino fe en la palabra de Dios. El creyente ha de
vivir con alegría el hoy eterno de Dios, que desde su palabra, nos hace nacer
cada día en el Espíritu de Cristo Resucitado.
Teresa de Jesús, mujer de la Iglesia
del Concilio de Trento, sufrió la ruptura protestante y por eso uno de los
fines de la Reforma de la Orden Carmelitana fue orar por la Iglesia y los
sacerdotes que defendían con la santidad de vida, la predicación y sus escritos
la verdad de la fe católica. “Todas ocupadas en oración por los…predicadores y
letrados que defienden la Iglesia” (CV 1,2).
Lecturas
bíblicas
a.- 1Tes. 5,1-6.9-11:
Murió por vosotros para que vivamos con Él.
b.- Lc. 4,
31-37: Jesús enseña en Cafarnaún y sana a un
endemoniado.
Este evangelio nos muestra a Jesús,
que enseña una doctrina nueva (vv.31-32), y la autoridad que tiene sobre los
demonios y su victoria sobre sobre el mal (vv.33-37). En la primera parte,
encontramos que Jesús baja de Nazaret a Cafarnaún, a
la orilla del lago. Rechazado en su ciudad, Nazaret escoge esta segunda ciudad;
la palabra viene de Galilea, allí se reúnen los primeros creyentes. Los palanes
de Dios, siguen adelante a pesar de la oposición de los hombres (cfr. Hch. 2, 7). En Cafarnaún actúa
como en su pueblo, enseña en la sinagoga durante la liturgia, interpreta la
Palabra como realidad cumplida de las antiguas promesas. La palabra de Jesús
tiene poder, autoridad, el Espíritu da vida a su palabra para convertirla en
fuerza creadora. “La palabra de Dios es viva y operante” (Heb. 4,12). En un
segundo momento, vemos a la palabra sigue la acción poderosa. El espíritu
maligno domina al poseso, lo vuelve impuro. El demonio no soporta la presencia
de Jesús, grita, confesando su identidad: es el Santo de Dios (v.34; cfr. Jn.6,
69; Lc. 1,35). El tiempo de la salvación, trae la ruina a los demonios. A la
confesión de ángeles y demonios se une la de los hombres que hacen su camino hacia
esa profesión de fe (cfr. Flp.2, 9ss). Ya se habían enfrentado Jesús y Satanás en el
episodio de las tentaciones (cfr. Lc. 4, 1-13). Jesús le manda callar, expulsa al demonio, se da un signo de la
expulsión como es la caída del poseído, es decir, sin daño físico, y la gente
queda admirada (vv. 36-37). La amenaza de Jesús tiene fuerza divina, los
demonios se inclinan ante ÉL, pues sus palabras son la amenaza de Dios. La
profesión de fe del demonio, es rechazada por Cristo, puesto que ella debe ir
acompañada de buenas obras que agraden a Dios (cfr. Sant. 2, 17-20). Si bien el
demonio se resiste, no causa ningún daño al hombre (v.35). Lo extraordinario de
Jesús, está en la autoridad con que expulsa los demonios, pues estos le
reconocen, como un profeta, con una misión específica: destruir el poder del
mal. El evangelista, quiere dejar en claro que el prodigio se realizó con el
poder de Dios, lo mismo, cuando devuelve la salud, por la santidad de su vida y
su doctrina verdaderamente salvadora,
rescata al hombre del mal, de la enfermad y de la muerte. Se confirman
las palabras de Juan el Bautista, cuando anunciaba que Jesús es más fuerte que
él, que hasta las fuerzas del mal le obedecen (cfr. Mt. 3,11). Dios actúa por medio de ÉL, el Santo de Dios,
por lo cual, Dios se muestra como el Santo, el totalmente distinto, el Otro,
poderoso. La acción poderosa de Jesús, provoca la admiración, el asombro, el
respeto; las gentes hablan entre sí, con temor quizás, de romper ese ambiente
de manifestación de la gloria de Dios. Todos esos sentimientos son los
preliminares de la fe, es decir, reconocer a Dios y su revelación en Jesús. Se
admira la palabra de Jesús, que tiene poder, autoridad divina, y su mejor eco
de su mensaje, es la buena fama se difunde por todos los rincones de la región.
Recomienda la Santa Madre Teresa mucha
oración para no ser tentados por el demonio de dejar la oración, primer modo de
alejar al cristiano de Jesucristo. “Este modo de traer a Cristo con nosotros
aprovecha… para… andar seguros de los peligros que el demonio puede poner en la
oración” (V 12,3).
Lecturas
bíblicas
a.- Col. 1,1-8:
El mensaje de la verdad ha llegado a vosotros y al mundo entero.
b.- Lc. 4,
38-44: También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios.
En este pasaje encontramos tres
momentos diversos: la curación de la suegra de Pedro (vv. 38-39); las numerosas
curaciones (40-41) y la exigencia de extender el mensaje del reino fuera de
Cafarnaúm (v. 42-44). Jesús se acerca a la enferma, a suegra de Pedro, e
inclinándose sobre ella increpa a la fiebre, como había hecho con los demonios,
la palabra produce efecto inmediato, sobreviene la sanación. Nada se opone a
la palabra de Dios pronunciada por
Jesús. La recién sanada, se pone a servir la mesa. Totalmente recuperada la
mujer por la palabra de Jesús, ahora sirve a su familia. En Cafarnaún
Jesús encuentra, en casa de Pedro, un
nuevo hogar. Se cumple aquello de escuchar la palabra y ponerla en práctica
(cfr. Lc. 8,21). La casa de Pedro se convierte casi en otra sinagoga, porque
también aquí, se proclama la palabra y se realizan obras salvíficas, o dicho de
otro modo la palabra sale de la sinagoga y llega a la casa de los hombres. En
el tema de las curaciones, segundo momento, Jesús ofrece a todos la salud,
confirmando la acción del Espíritu, que comienza a transformar la vida de los
hombres (cfr. Lc. 4, 18-21). Su acción vence a la enfermedad y al mal, en la
vida de los hombres, salvación y liberación, es un nuevo modo de vida. Jesús
actúa como el Salvador de todos, por ello, la gracia de Dios se desborda en
Jesús al imponerlas manos. Es el Espíritu que poseía Jesús, que comunica por
medio de la imposición de sus manos, a cada uno, comunica la fuerza que posee y
sana; su bondad le hace interesarse por cada uno. El hecho que los demonios lo
reconozcan como el “Hijo de Dios” (v. 41), significa, que saben que lucha
contra todo lo que es sufrimiento y opresión para los hombres, con la fuerza
del Espíritu. Jesús no se detiene, sabe que lo que destruye al hombre no es de
Dios, y lucha por vencerlo. La grandeza de Jesús está en su nombre: Hijo de
Dios, es el Mesías, el Ungido. Cristo, es desde el comienzo, lleno del Espíritu
Santo (cfr. Lc.1, 35). Jesús no los dejó hablar, no quiere recibir su confesión
de fe de los demonios. La auténtica confesión de parte del discípulo, será
fruto del misterio pascual de Jesús (cfr. Flp. 2, 8ss). Finalmente, Jesús al
amanecer decide marcharse a un lugar solitario, la gente quiere retenerle, como
si fuera un simple curandero, pero les advierte: “También a otras ciudades
tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.» E iba predicando por las
sinagogas de Judea.” (vv. 43-44). Jesús no permite que le retengan, su vida es
una peregrinación, camina para anunciar la palabra que necesita extenderse a
otras ciudades. Sólo cuando sea exaltado, se cumplirá plenamente su deseo
porque ya no se proclamará en la sinagoga sino en la Iglesia y pueblos, plazas,
y caminos del mundo entero.
Teresa de Jesús experimentó muchas
veces, la fuerza de la palabra de Dios, comunicaciones directas del Señor Jesús
a su alma: “Quedé… con grandísima fortaleza…para cumplir con todas mis fuerzas
la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me
pondría delante que no pasase por esto” (V 40,2).
Lecturas
bíblicas
a.- Col. 1, 9-14:
Hemos recibido la redención, el perdón de sus pecados.
b.- Lc. 5, 1-11:
Vocación de los primeros cuatro discípulos.
En este evangelio encontramos tres
momentos: una panorámica de la actividad de Jesús (vv.1-3), una historia de la
pesca milagrosa (vv.4-9), y la llamada vocación de Pedro y sus compañeros
(10-11). La intención de Lucas, es colocar la llamada vocacional, luego de un
periodo de enseñanzas y milagros, con lo que la respuesta de los apóstoles a
Jesús, resulta más verosímil. La gente se acercaba a Jesús, para oír la palabra
de Dios y ÉL les enseñaba en las orillas del lago de Genesaret. Había subido a
la barca de Pedro, se sienta y como maestro comienza a enseñar a las gentes que escuchaban. Este
nuevo encuentro de Jesús con Pedro, que ya se conocen, había sido su huésped,
le sanó a la suegra, pero a su vez Pedro conoce el poder de la palabra de Jesús.
La adhesión de Pedro a Jesús es algo que ha sido preparado con tiempo; es la
palabra de Dios que se posesiona del hombre. Acabado de predicar Jesús manda a Pedro que
bogue mar adentro, lo hace él y sus compañeros, para echar las redes se
necesitaban, por lo menos, cuatro hombres, pero habiéndole advertido que habían
pasado la noche sin coger nada durante la noche, tiempo para pescar, menos
cogerán ahora por la mañana. La palabra de Jesús se dirige a Pedro, sólo a él,
lo distingue de la multitud. “Por tu palabra echaré las redes” (v. 5), y nuevamente
echaron las redes. La elección y la vocación exigen fe, aunque no se comprenda
racionalmente, es la esperanza contra toda esperanza (cfr. Rom. 4,18). Es la fe
de Abraham, Isaac y Jacob, de María de Nazaret (cfr. Rm.4, 18-21; Gen.15,5). Recogieron una gran redada de peces y Pedro se echa a
los pies de Jesús y le pide alejarse de él por considerarse un pecador (vv.
8-9). ¿Qué había sucedido? Simón reconoce que la palabra de Jesús tiene
autoridad y que realiza lo que las fuerzas humana no pueden lograr, a su
palabra nada se puede oponer. La fe en la palabra poderosa del Maestro, no se
ve frustrada, las redes estaban a punto de romperse debido al número de peces.
Pedro ve en Jesús una manifestación de la gloria de Dios, lo que suscita la
conciencia de su condición de pecador, lo que lo hace alejarse de ÉL (cfr. Is.
6,5; Lc.3,21; Hch.5,19; 12,17). Finalmente la llamada
vocacional. Hasta ahora, Jesús ha estado sólo en su actividad evangelizadora, luego
de la admiración de Pedro y sus compañeros, le dice: “No temas. Desde ahora
serás pescador de hombres” (vv.10-11). Si bien la palabra se dirige a Pedro
esto incluye a los cuatro primeros discípulos: Santiago y Juan, Pedro y Andrés.
(cfr. Mc. 1,16-20; Mt. 4,18-22). ¿Qué vio Jesús en estos hombres? Pescadores de
hombres que lo seguirán como discípulos (vv. 10-11). Jesús quita de Pedro el
temor reverencial a Dios, fundamento de toda vocación, en la que Dios se
muestra como el Santo y Fuerte. Hasta ahora Pedro había recogido peces del
lago, en adelante pescará hombres para el Reino de Dios. Pedro, Santiago y
Juan, dejaron las redes y lo siguieron. Lo que llenará la vida de Pedro y los
suyos, es Jesús, el Reino y la pesca de hombres. La manifestación de Dios, en
Jesús, Pedro la vive con ÉL, se reconoce
pecador con temor revente y recibe la vocación para la salvación. Ha comenzado
el tiempo de la salvación.
Bien comprendió Teresa de Jesús, eso
de ser discípula de tan gran Maestro, puesto que se puso a su escucha y
servicio, por esto les propone a sus hijos e hijas este pensamiento: “No es
pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama” (CV 26,10).
Lecturas
bíblicas
a.- Col. 1, 15-20:
Todo fue creado por ÉL y para ÉL
b.- Lc. 5,
33-39: El vino añejo es el mejor.
En este evangelio tenemos el tema del
ayuno (vv.33-35), luego las parábolas del vestido y del vino nuevo (vv.36-39). El
tema del ayuno en la vida de Jesús no es problema, por una razón muy sencilla, porque
estaba mandado ayunar por la ley de Moisés, lo que lo hacía del ayuno una
práctica habitual de la religiosidad judía (cfr. Lv.
16,29-31; 23,27-32). Jesús y sus discípulos participan de los banquetes,
mientras los fariseos y escribas velan por la santidad del pueblo. Ellos como
Juan Bautista ayunan y hacen oración con frecuencia. Con ello querían señalar lo transitorio de la
vida del justo y para otros, una forma de apresurar la venida del Mesías. Pero,
¿por qué los discípulos de Jesús no ayunan como ellos? Para Cristo Jesús y sus
discípulos hay más motivos para estar alegres, que para hacer penitencia. Si
unos esperaban al Mesías con ayunos, los discípulos ya lo encontraron, por lo
tanto, en su lugar se impone la alegría, tiempo de bodas, por el Esposo Cristo
que está en medio de ellos; el reino de
Dios ha sido inaugurado por ÉL, en sus palabras y obras. La espera acabó,
estamos en tiempo de bodas, nadie invita a los comensales de una boda a ayunar (vv. 34-35). El tiempo de salvación ha
llegado, lo compara Jesús con tiempo de bodas y tiempo de alegría. Es el año
del Señor, tiempo más propicio de banquetes que de ayunos. Cuando les sea
arrebatado el novio, entonces ayunarán, dice Jesús (v.35), es decir, los
discípulos ayunarán, en memoria de la muerte violenta de Cristo. Mientras tanto
es el Mesías, el Esposo prometido, tiempo marcado por la alegría que provoca la
salvación que ya alborea entre los hombres. En un segundo momento de este
evangelio Jesús les propone dos parábolas que describen la novedad del
evangelio: una usa la imagen del manto o vestido nuevo y la otra habla del vino
nuevo. ¿Cómo se han de distinguir los discípulos de Jesús? Los fariseos
pensaban que la renovación religiosa consistía en alejarse de lo impuro con
nuevas prácticas religiosas, ayunos y oraciones, en cambio Jesús piensa en renovar
las actitudes interiores. Lo que anuncia Jesús no es un remiendo sobre un manto
viejo, como el judaísmo, el evangelio es algo nuevo que supone conversión total
en el modo de pensar del hombre. Hay que hacer un manto nuevo con la palabra y
persona de Jesús. Tampoco se puede verter, el vino nuevo en los viejos odres o
moldes, de la religiosidad judía; quien recibe a Jesucristo en su vida, debe
cambiar sus odres, sus esquemas, sus valores, todo. Se trata de comenzar una
vida nueva desde ÉL y con ÉL. El mejor vino es el añejo, es decir, Jesús y su
evangelio; sus discípulos, son el mejor vino de Jesús y de la Iglesia, porque
ha descubierto la alegría de creer. Muchos creyentes no han descubierto la
novedad del evangelio y llevan en sus vidas remiendos de cristianismo;
necesitan revestirse de Jesucristo esposo del alma y beber el vino nuevo de la
fidelidad.
Este pasaje del Cantar de los
cantares, expresa la experiencia de Teresa de Jesús de saber que la caridad, su
amor eterno, ordena toda su voluntad, todo su querer, la hace criatura nueva.
“La metió Dios en la bodega del vino, y ordenó en ella la caridad” (5M 2,12;
cfr. Ct. 2, 4).
Lecturas
bíblicas
a..-
Col. 1,21-23: Habéis sido reconciliados.
b.- Lc. 6, 1-5:
¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Este pasaje del evangelio, se refiere
a las tradiciones judías, a la correcta interpretación de la Ley. El texto,
compara a Jesús con David, y sus discípulos sus con militares, demostrando así
que, si el rey obró legalmente, también lo hizo Jesús con sus seguidores. En
los dos casos, la Ley aparece como
servidora de los hombres, y no al revés, los hombres servidores de la
ley. Jesús camina con sus discípulos, atraviesa unos campos de trigo, y como
tenían hambre, cogieron espigas, las frotaban en las manos, y comían los
granos, pero los fariseos que sus obrar, reprochan al Maestro el actuar de sus
discípulos. Se permitía coger espigas de un campo ajeno, siempre que no se
metiera la hoz (cfr. Dt. 23, 26; Ex. 34,21). La crítica no estaba en haber
cogido las espigas, sino en haberlas frotado, considerado ese acto como un
trabajo en sábado, día de reposo, día del Señor; estaba prohibido preparar
comida en ese día de descanso, pero los discípulos, por su itinerancia no la
pudieron preparar el día anterior. Jesús usando el mismo método de ellos, el de la dialéctica, para defender su causa,
trae a la memoria el episodio de David y sus compañeros, que regresado de una
batalla, cansados y hambrientos, usó el pan consagrado para alimentar a sus
soldados, pan que le concedió el sacerdote Ajimélek y que se acababa de retirar
del altar; alimento que sólo comían los sacerdotes del templo. Les exigió eso
sí, que estuvieran limpios de mujer, antes de comer el pan. Jesús sabe que lo
que hizo David no era legal, pero lo interpreta correctamente, y espera que los
fariseos cambien de actitud, pero éstos no consideran a Jesús uno de los suyos.
La frase última del texto sobre el Hijo del Hombre, se refiere a que ÉL, es
Señor del sábado, darle su sentido original al sábado como tiempo sagrado, para
hacer el bien, sanar a los enfermos, escuchar su palabra, en definitiva alabar
y bendecir a Dios (cfr. Gn.2,3; Lc.6,9; 4,3; 13,16). Pronto la comunidad
cristiana dejó el sábado por el domingo, día de la Resurrección del Señor
Jesús, para celebrar la palabra de Dios, alimentarse de la Eucaristía y hacer
obras de misericordia con el prójimo.
Teresa de Jesús, descubre en el
misterio de la Eucaristía, una de las manifestaciones de la kénosis
de Cristo Jesús, es decir, ese abajamiento suyo para estar cerca del hombre
pecador, del redimido hasta hacerse alimento sustancioso para su vida. “Cuando
yo veo una Majestad tan grande disimulada en cosa tan poca como es la Hostia…me
admira sabiduría tan grande” (V 38, 21).
P.
Julio González C.