VIGESIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo C)

Fr. Julio González C.  OCD


Contenido

DOMINGO.. 1

LUNES. 6

MARTES. 9

MIERCOLES. 11

JUEVES. 13

VIERNES. 15

SABADO.. 19

 


DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Jr. 38,4-6.8-10: Jeremías en la cisterna.

Este pasaje de Jeremías, nos sitúa en el momento más álgido de su vida y de Jerusalén; ciudad sitiada, el profeta condenado a muerte. Yahvé, amaba a su pueblo y su templo, su lugar santo y a su profeta. Profeta de desgracias, enemigo del pueblo, en eso se había convertido el profeta Jeremías, aconseja la rendición ante los caldeos, anuncia la caída de Jerusalén. Los jefes del pueblo prefieren soliviantar el orgullo nacionalista y la resistencia militar. Se trataba de olvidar los designios de Yahvé, su alianza, a cambio de alianzas humanas con las naciones. Jeremías, lo denuncia así pero no es oído, es más, debe morir, para que no perezca el pueblo entero. El rey Sedecías decide meterle en una cisterna fangosa, donde Jeremías se hunde desde tres aspectos: física, sicológica y simbólicamente. El foso pasó a ser símbolo del sheol y de la muerte. Será un eunuco Ebedmélek,  etíope quien interceda por Jeremías, por considerarlo un hombre justo. Sedecías, hace lo que le pide, porque internamente, también cree que el profeta es un hombre justo, lo consultaba secretamente, puesto que lo estimaba. Jeremías, fue sacado de la muerte para seguir con su misión salvífica, en medio del pueblo que no lo comprende. Jeremías es prototipo de Jesucristo, la interioridad de la palabra hecha hombre; el profeta de la interioridad de la Nueva Alianza.

b.- Hb. 12, 1-4: Corramos la carrera sin retirarnos.

Es bueno encontrar testigos del camino de la fe, que con su ejemplo, alientan a los que comienzan dicho camino. El autor de la carta a los Hebreos, los menciona a varios hombres de fe: Abel, Henoc, Noé, Abraham, Isaac, Moisés, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté,  David, Samuel y los profetas; todos estos se mantuvieron firmes, en la fe, a pesar de las dificultades. Los cristianos, ante las dificultades y persecuciones, que les acechan deben mantenerse firmes, y comprender la propia existencia desde la fe. La imagen de la carrera, es válida para dar a entender que todos estos testigos de la fe, nos contemplan y alientan a correr con ardor, la carrera hasta ser bien calificados en el combate, y así alcanzar la santidad. Para estar ágiles, deben estar libres del peso del pecado, de todo lo que no es Dios en su vida, o lo que se opone a su voluntad. El cristiano que corre debe tener los ojos fijos en la meta que es Cristo, pero además su inspirador y consumador de nuestra fe. Los mencionados por el autor sagrado no alcanzaron el cumplimiento pleno de las promesas, las contemplaron de lejos en vuelo de fe y esperanza, sólo en Jesús se cumplieron, dando paso a su exaltación hasta el trono de Dios Padre, ÉL abrió el camino y perfeccionó la fe. Su testimonio es mayor, como las pruebas que padeció, sufrió la cruz, precisamente de parte de aquellos, por quienes ofrecía el sacrificio de su vida. Su premio, fue la exaltación a la gloria, luego de la sublime humillación por la que pasó. El atleta cristiano, debe pensar en Jesús, en su cruz y victoria sobre la muerte, así no se cansará en la carrera. El autor une a la imagen de la carrera, la de la lucha hasta el martirio, como Jesús, aunque ellos hasta ese momento han sufrido lo soportable. 

c.- Lc. 12, 49-53: No he venido a traer paz, sino discordia.

Si Jesús trae la salvación, es porque esta incluye un tiempo de paz; el Mesías es portador de paz. ¿Qué sucede entonces? Hay falta de paz, en el ambiente, hasta en las familias. El tiempo inaugurado por Jesús es tiempo de decisión. Jesús tiene que cumplir una misión que Dios le ha encomendado. Esta consiste en echar fuego sobre la tierra, traer el Espíritu Santo con su fuerza que purifica y une en amor con Dios. Arde en deseos que se verifique este envío del Espíritu. Pero antes ÉL debe ser bautizado con un bautismo de sufrimientos y está angustiado hasta que llegue ese día. Es la pasión que va a su sufrir, es Getsemaní que envía sus primeras sombras. La salvación final va precedida por la pasión, la subida al cielo se efectúa por la cruz; ese es su camino a Jerusalén, donde le espera la gloria que se seguirá a la muerte. Este evangelio, es sorprendente, por decir lo menos, ya que el Príncipe de la paz  (cfr. Is. 9,6), declara que no ha venido a traer paz, sino la discordia. Su nacimiento trae la paz a los hombres de la tierra (cfr. Zac. 9,10; Lc.2,14; Ef.2,14ss). Los días del  Mesías serán días de paz, tiempo de salvación, es más, Él trae la paz. La paz es salvación, sin embargo, hay falta de paz. Miqueas lo había anunciado: “Porque el hijo ultraja al padre, la hija se alza contra su madre, la nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su casa. Mas yo miro hacia Yahveh, espero en el Dios de mi salvación: mi Dios me escuchará” (Miq.7,6). Jesucristo,  tiene la misión de anunciar el evangelio, lo que produce en algunos hombres, es inquietud  porque tienen que optar por ÉL o rechazarlo. Ahora se produce la discordia. Hoy como ayer, los hombres se dividen ante la persona  y obra de Jesús, porque deben decidir (cfr. Lc. 2, 34). Para los que lo aceptan en su  vida, les trae paz, amor y unidad, lo que provoca la diferencia con los que no creen  en Dios, ni lo aman ni esperan en ÉL. Ahí está la diferencia: quien cree en  Jesucristo piensa, vive y actúa como ÉL, según su enseñanza. El que lo rechaza, en  forma manifiesta y pública, o, por medio de la indiferencia, obra y actúa como  piensa la sociedad de hoy. Todo esto revela que la división en este sentido nos  recuerda que estamos en la última etapa de la historia, en la cual a todos se exige  una decisión final. La indiferencia, a todo lo cristiano hoy, es sencillamente  negación de todo vestigio de trascendencia en la sociedad y vida del hombre. Es un  querer vivir como si Dios no existiera. La misión de la Iglesia, y de cada cristiano,  es asumir lo que se es: bautizados, hijos de Dios, miembros de una comunidad de  fe y herederos de la vida eterna.

La Santa Madre pide que nunca falte al cristiano el alimento de vida eterna. “Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os deje hoy a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin Él; que baste para templar tan gran contento que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para recibirle dignamente.” (CV 34, 3).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Jc. 2, 11-19: El Señor hacía surgir jueces, pero no les hacían caso.

b.- Mt. 19, 16-22: El joven rico. Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes.

Este evangelio, toca un tema fundamental para los judíos del tiempo de Jesús, la vida eterna; también para los que acogen la salvación hoy, puesto que debemos plantearnos el  tema de la santidad cristiana. ¿Qué se entendía por ello, en la Ley de Moisés, y  ahora, en la nueva economía de la salvación o evangelio de la gracia?  La inquietud  del joven, parece que estuviera de más, en alguien, que confiesa haber hecho todo  para alcanzar la perfección, o sea, la salvación. El hombre pregunta por el fin  perseguido por ese seguimiento, que es la vida eterna. Conoce el fin, pero  pregunta, por el camino que debe conducir a algo bueno, la bondad de desearlo, y  el don de la vida eterna regalada por Dios en el cielo, se unen para este único fin.  Sabe, por otra parte, que debe hacer algo, no se consigue el don de Dios, sin  esfuerzo del hombre o colaboración. A diferencia de Marcos, Mateo plantea el tema  de lo bueno en forma objetiva, a nivel personal. “Uno solo es Bueno” (v.17), es  decir, es el dechado de todo lo bueno que existe. Jesús entiende que cuando le  pregunta por lo bueno, le está preguntando por Dios. Sólo por Dios, se mide la  bondad de lo que el hombre pueda conocer y anhelar, las cosas que se ven  participan en el bien absoluto, es decir, en el mismo Dios. Sigue la primera parte de  la respuesta de Jesús, que se centra en los mandamientos (vv. 16-20). Jesús se  centra en los que se refieren al hombre, y su servicio, y no menciona los que se  refieren a Dios, con lo que se señala que hay que hacer lo bueno que se relaciona  con el hombre para alcanzar la vida eterna. El joven todo eso lo había cumplido, es  decir, que según la mentalidad judía dominante ese hombre era un hombre justo.  Entonces, para qué pregunta: ¿qué le falta? Lo más seguro es pensar que se trata  de un hombre generoso, puesto creía que podía hacer algo más. Quizás el joven,  esperaba una novedad de parte de Jesús, porque sus palabras, y persona,  despertaban esa apariencia nueva de presentar la fe. La primera respuesta, era la  tradicional, el joven quería algo extraordinario. Jesús le propone ser perfecto, lo  mismo a todos, los que quieran ser sus discípulos, porque la finalidad, es igual para  todos, alcanzar la vida eterna (v. 21). Todos deben ser perfectos como su Padre  Celestial es perfecto (Mt. 5, 48). Todo un programa de santidad, exigente, para un  alma, hasta ahora generosa: hacer la voluntad de Dios, manifestada en los  mandamientos, ser pobre de espíritu o sea afectivamente y efectivamente, es decir,  ser pobre voluntariamente, y entonces seguirle. Vender lo que tiene, el producto de  la venta dárselo a los pobres. Es toda una llamada personal a este joven que posee  muchos bienes, su corazón está dividido, aunque haya cumplido los mandamientos,  su corazón está pendiente de ellos. Por eso, no es perfecto, ama lo que posee, su  corazón no está indiviso ante Dios. Todavía no sabe que no puede servir a Dios y al  dinero, ni tampoco distingue entre el tesoro que corroe la polilla, y el tesoro que es  Dios en el cielo (cfr. Mt. 6,19-21.24). Su tesoro en la tierra, puede ser su tesoro en  el cielo; esa es la invitación que le hace Jesús. Si reflexiona y obedece demostrará  que efectivamente le interesa servir a Dios y alcanzar la vida eterna. La perfección  consistirá, en ser libres para servir a Dios, pero eso se conseguirá sólo en el  seguimiento de Cristo. Sólo cuando el hombre ha hecho todo para ser libre,  entonces, puede emprender el camino para seguir a Cristo. Hoy en la Iglesia,  vemos que hay hombres y mujeres, llamadas a la vida religiosa, que renuncian a  todo por el Reino de Dios, otros sin embargo, sin esta renuncia radical, optan por  no poner su confianza o entregar su corazón al dinero, no acumular riquezas, sino  compartir con los más pobres. Así y todo, hay un compromiso eclesial de luchar  contra la pobreza social, de todos los cristianos, está el deseo por compartir los  bienes, es decir, comenzar a vivir la pobreza evangélica.  

Teresa de Jesús sabe lo que significa emprender el camino de la santidad. “Si el que comienza se esfuerza con el favor de Dios a llegar a la cumbre de perfección, creo que jamás va sólo al cielo, siempre lleva mucha gente tras de sí”. (V 11,4).


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Jc. 6,11-24: Gedeón salva a Israel. ¡Yo te envio!

b.- Mt. 19, 23-30: Peligro de las riquezas. El que por mí lo deja todo, recibirá cien veces más.

Este evangelio nos presenta la reacción de los discípulos ante la actitud del joven rico. La afirmación de Jesús, que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos, desata la reflexión acerca de las riquezas. El proverbio que usa el Maestro, no da ninguna posibilidad refiriéndose al camello y la aguja; el hombre de cara a la salvación, está imposibilitado como el camello. Lo mismo se afirma del rico, que pone su confianza en las riquezas que posee, sólo la acción salvadora del reino de Dios, puede rescatarlo de su egoísmo o ceguera. Se puede afirmar, que el rico debe nacer de nuevo desde la fe y la oración (cfr. Jn. 3, 3). Las objeciones planteadas por Pedro, acerca del seguimiento, haberlo dejado todo por ÉL, ¿qué obtendrán a cambio? Jesús les promete sentarse sobre doce tronos, recibir el ciento por uno de lo que ha dejado, y además la vida eterna (cfr. Dn. 7, 9-14). El destino de los discípulos está unido al de Jesús, de ahí que les habla como Hijo del hombre, donde la dimensión judicial, y ser revelador del misterio reino se unen en la persona del Maestro de Nazaret. Las doce tribus de Israel, habían desaparecido hacía tiempo, pero la  expresión se usaba para expresar al pueblo de Dios, pero ahora se aplica al nuevo pueblo que nacerá después de la Pascua (cfr. Ap. 7,4-8). Todos aquellos que han seguido a Jesucristo en la regeneración, es decir, en su bautismo, heredarán la vida eterna (cfr. Tit. 3, 5). Este es el momento de la regeneración, tiempo de gracia, pero fija la mirada en la última intervención de Dios en la historia; pero ésta ha tenido lugar en la venida de Jesucristo. La regeneración además de esas dos dimensiones mencionadas es más bien el hoy de la salvación, que cambia la vida del creyente. Es el tiempo de la Iglesia, como comunidad viva de salvación, donde el Espíritu de Jesús, comunica la salvación a todos sus miembros. El cristiano lo ha dejado todo, para ser discípulo de Jesús, por lo tanto, plenamente partícipe de las promesas de Jesús. Lo mejor es saber que Dios Padre, nos prepara un premio maravilloso, que no es otro, que la comunión de conocimiento y amor sempiterna con la santa Trinidad. 


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Jc.9, 6-15: Reine un rey sobre nosotros. Vuestro rey es el Señor.

b.- Mt. 19,30; 20, 1-16: Parábola de los obreros de la viña.

Este evangelio nos habla del trabajo de los viñadores, que están en la plaza para ser contratados. La jornada de trabajo, era de  la salida del sol hasta el atardecer, y se pagaba un denario por día. La parábola nos presenta las diversas horas en que son contratados varios grupos de obreros, a las primeras horas, a las nueve, a las tres de la tarde, a las cinco, es decir, en  seis oportunidades contrató gente (vv. 1. 3. 5. 6) para ir a trabajar a su viñedo. Este detalle se hace importante a la hora de señalar las llamadas que hace Dios a lo largo de la vida. El dueño de la viña manda al administrador pagar al atardecer en orden contrario a la hora de la llegada, lo convenido: un denario. La ley mandaba pagar el sueldo el mismo día en que se había realizado el trabajo (cfr. Lv. 19, 13; Deut. 24,15). Las protestas de los primeros obreros es motivada por la envidia, ellos han trabajado más es verdad, pero el dueño no es injusto, porque les paga lo que habían convenido. Se lo atribuye a “su ojo malo”, es decir, la animosidad contra sus compañeros de la última hora. Esta parábola sólo pretende destacar las veces que el amo llamó trabajadores para su viña, y la diversidad de los trabajos que ahí se realizaron. No se mete con el tema de la justicia como lo veríamos hoy. Lo medular de la parábola, la encontramos en la respuesta del duelo de la viña: “¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?” (v. 15). Lo mismo hace Dios en su inmensa libertad, con la que obra en medio del mundo, y con las personas. Incomprensible para los hombres, según los criterios humanos, pero lógica, desde su voluntad divina. ¿Quién le puede pedir cuentas a Dios? Nadie, el hombre es su hijo y también su siervo. El premio, pago o recompensa siempre en Dios será pura gracia, don de su benevolencia, en todo caso como cristianos podemos esperar la vida eterna, porque antes nos dio la gracia de la filiación divina. Felices los llamados a trabajar en la viña del Señor, porque sin merecerlo se hacen parte del premio de los hijos de Dios. Trabajar en su viña ha de ser motivo de gozo espiritual. Los primeros son el pueblo escogido, los judíos, llenos de privilegios particulares y con derecho, creían ellos, de pasar la cuenta, en cambio, el nuevo pueblo hecho de judíos y gentiles, trabaja en la viña del Señor Jesús, y contento espera el premio prometido: la unión con Dios en la vida sin ocaso.

Teresa de Jesús no invita a darnos del todo al Todo como se da ÉL. “Tengo para mí que hay muchos con quien Dios nuestro Señor hace esta prueba, y pocos los que se disponen para gozar de esta merced; que cuando el Señor la hace y no queda por nosotros, tengo por cierto que nunca cesa de dar hasta llegar a muy alto grado. Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación que El se da a nosotros, harto hace de dejarnos en oración mental y visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña; mas estotros son hijos regalados, ni los querría quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su mesa, dales de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele.” (CV 16,5).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Jc. 11, 29-39: El voto de Jefté.

b.- Mt. 22, 1-14: Parábola del banquete nupcial.

Esta parábola refleja el rechazo a la invitación de Dios, concretamente a participar en su reino. Este rechazo está representado por aquellos que sólo confían en sus propias fuerzas, su justicia, en sus esfuerzos por cumplir meticulosamente la Ley de Moisés, rechazan en cambio, la novedad del reino de Dios y su justicia. Esta parábola posee elementos alegóricos, donde el rey es Dios; el banquete de bodas es la felicidad mesiánica, ya que el hijo es el Mesías; los enviados son los profetas y los apóstoles; los invitados que rechazan la invitación son los judíos; los llamados en los caminos son los pecadores y los gentiles; el incendio de la ciudad, la caída de Jerusalén. Mateo, redacta la parábola para describir la historia de la salvación: Dios envía a su Hijo. Las palabras del rey o de Jesús nos deben hacer pensar: “Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." (vv. 8-9) o la versión de Lucas, es más fuerte la expresión: “Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.»(Lc. 14, 24). El rechazo de la invitación no había sido sólo a los mensajeros, los profetas y ahora al Hijo, sino a Dios Padre. La invitación es a aceptar al Hijo y su mensaje de salvación y la invitación a la vida eterna. Un segundo momento, es el tema del traje de bodas, se refiere al juicio final. Al llamado a la fe, es decir, el hombre que responde, debe ir acompañado de las obras de la fe. Significa, revestirse de Jesucristo, es la acción de Dios, de su gracia en el interior del hombre que lo transforma y lo hace criatura nueva (cfr. Is. 61,10; Ap. 19,8; 22,14). Hombre justificado, hombre santo, fruto de la acción de la gracia santificante; quien no lleve este traje difícilmente entrará en el banquete de bodas de la eternidad. Final feliz para quien comprende que la conversión exige despojarnos del hombre viejo y revestirnos en lo interior del mensaje de la salvación que nos trae Jesús de Nazaret.

La Santa Madre Teresa, tiene la esperanza de alcanzar la vida eterna por la gran misericordia de Dios que pone en su corazón la confianza en su poder salvador. “Recuperad, Dios mío, el tiempo perdido con darme gracia en el presente y porvenir, para que comparezca delante de Vos con vestiduras de bodas, pues, si queréis, podéis (Mt. 22, 11)” (Excl. 4,2).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Rut. 1,1-8.14-16.22: Noemí con Rut, la moabita, volvió a Belén.

b.- Mt. 22, 34-40: El mandamiento principal.

El evangelio, nos presenta cómo Mateo, inserta la discusión sobre el mandamiento  principal de la Ley en el contexto de una polémica en Jerusalén con los jefes del  pueblo. Reunidos los fariseos, uno de ellos le pregunta para ponerle a prueba, acerca ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? (vv. 34-40; cfr. Dt.6,5; Lev.19,18-34). La respuesta la conocían todos, pero la interpretación que ellos habían  hecho de la Ley había sido tan abultada, con un sin fin de preceptos positivos y  negativos, interpretaciones, que a la hora de la verdad, ya no se sabía qué era lo fundamental, de lo que no eran más que interpretaciones, de las escuelas rabínicas. La idea de ellos era, que la respuesta dejara descontenta a una parte del auditorio.  Se sabía que lo central era el amor a Dios, repetido varias veces al día, en la oración del Shemá Israel (cfr. Dt.6,4-9), pero a otros mandamientos se le atribuía la misma importancia.  Lo novedoso, es que Jesús, une ambos preceptos, en lo que se refiere a Dios y al  prójimo. Jesús, centra toda la Ley y los profetas en la observancia de estos dos  únicos preceptos. Define el amor a Dios y al prójimo, como lo esencial de la ley y  los profetas, tema algo olvidado por escribas y fariseos, perdidos en su casuística.  Su palabra ilumina la relación con Dios y el prójimo, el sentido de cómo vivir estas  relaciones vitales para la fe. Su respuesta está en la línea de la Escritura, donde  hay una jerarquía entre los mandamientos, y absolutamente el amor a Dios es lo  primero, pero, el segundo es semejante al primero (v. 39). Ahí se encuentra el  cimiento, las columnas, que sostienen toda la Escritura. No debe darse un  desequilibrio entre la vida y la fe en la praxis de estos mandamientos, de lo  contrario, no amamos a Dios ni al prójimo, porque precisamente éste es camino de  encuentro con Dios y el hermano. Dios nos lleva a amar y servir al hermano  necesitado. Quizás sea en este tiempo de tanta calamidad y dolor, cuando más y  mejor se ha comprendido por parte de la Iglesia, y los fieles la urgente necesidad  de ayudar al necesitado de toda condición, raza, lengua y religión, sólo porque es  un hijo de Dios, necesitado. La unidad del precepto de amar a Dios y al prójimo, es  indisoluble para Cristo Jesús; ahí se resume la Ley. Declara que es el amor mucho  más que un vago sentimiento, es una realidad que implica toda la persona humana: espíritu. Voluntad, intelecto y sensibilidad. Estas facultades deben estar  completamente orientadas al amor de Dios, dadas para vivir en plena comunión con  Dios. Si ÉL nos manda amarle, es porque nos creó por amor, ese es nuestro fin, el  amor, dándonos la posibilidad de alcanzar metas que van más allá de nuestras  capacidades humanas. Dios lo derrama ese amor por la acción de su Espíritu en el  corazón cristiano (cfr. Rom. 5, 5). Nuestra realización como hijos de Dios, es  distinguir entre nuestros muchos imperativos, el primero y principal: amar a Dios  con todo nuestros ser. Se comprueba esta orientación en la relación con las  personas y situaciones que abordamos diariamente. Cuando implica todo nuestro  ser, entonces tiene sentido lo que dice Jesús respecto a que el amor al prójimo es  semejante al primero porque se comprueba en la vida diaria. Hagamos de nuestra  caridad, un fruto precioso de nuestra fe y esperanza teologal en Dios y en el  hombre, que de pie alaba y ama a su Señor. No olvidemos que Dios es amor, y el  hombre fue creado para amar, por lo tanto ambos se definen por el amor: el Padre  y el Hijo, el creyente y el discípulo, el orante y el testigo. Sólo el amor es eterno, y  comunica su esencia a quien lo acoge, convirtiéndolo al cristiano en amor que  ilumina, cual lámpara, en la Iglesia de Dios y en la sociedad.

Teresa de Jesús procura en sus nuevas fundaciones que se cumpla este precepto del amor a Dios y al prójimo. “¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas, que para ser unos con él y con el Padre, como Su Majestad le pidió (Jn. 17,22), mirad ¡qué nos falta para llegar a esto!...! Acá solas estas dos nos pide el Señor: amor a Su Majestad y del prójimo es en lo que hemos de trabajar; guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con él. Mas ¡qué lejos estamos de hacer como debemos a tan gran Dios estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su Majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra mano está, si queremos.” (5 M 3,7).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Rut. 2,1-3.8-11; 4, 13-17: El Señor te ha dado hoy quien responda por ti. Fue el padre de Jesé , padre de David.

b.- Mt. 23, 1-12: Hipocresía y vacuidad de los escribas y fariseos.

Este capítulo 23 de Mateo, recoge quizás uno de los ataques más duros contra los fariseos. Los escribas o letrados, eran los profesionales de la Ley, los doctores de la Ley de Moisés. Influyentes en la sociedad puesto que formaban a los hombres en la voluntad de Dios, dictaban sentencias de justicia, dar sentido a la ley, y a las normas de conductas que había que observar. En general, reemplazaron a la aristocracia judía, y vivían de alguna profesión laica. Los fariseos, eran laicos piadosos, que encontraban en la Ley, todas las disposiciones para regular el orden civil y religioso de la sociedad, pero también a nivel individual. La Ley, era intangible y válida para ellos; eran los puros, separados de los demás. Interpretaban la Ley en forma literal, hasta los más mínimos detalles. Muchos de estos hombres piadosos, provenían de los doctores de la Ley que se unían a los fariseos. Ambos grupos, aparecen en los evangelios como opresores del pueblo: los escribas que aplicaban el peso de la Ley, hombres poco escrupulosos,  no presumían de ser santos; en cambio, los fariseos, por su puritanismo exclusivista, habían olvidado el humanismo de la Ley, sin contar con las necesidades del prójimo. Ambos grupos interpretaban la Ley, como Moisés, pero también castigaban las trasgresiones. Pero estos maestros e intérpretes, no eran modelos de virtud a seguir. Había hecho de la ley un yugo insoportable para el pueblo, pero que ellos mismos no estaban dispuestos a cumplir (cfr. Hch. 15, 10). Todo lo hacían para ser vistos por la gente, sin un principio de interioridad, que los moviera a buscar a Dios en su vida. Ostentaban de llevar las filacterias y los flecos del manto, para mostrar que obedecían los preceptos de la Ley (cfr. Deut. 6,11; Ex.13; Num.15, 38ss). En el fondo, era el deseo de ser respetados, movidos por la soberbia y vanagloria de este mundo. Jesús prohíbe a sus discípulos llamar padre a nadie, entendiéndose esto desde el profeta Jeremías que había anunciado: en los tiempos mesiánicos, Dios enseñará a todos, por lo tanto, el único Maestro es Dios (cfr. Jr. 31,34). Esto porque todos los discípulos son hermanos, y tienen solo a Dios por Padre. Los judíos se gloriaban de tener por padre a los patriarcas, especialmente a Abraham (cfr. Mt. 3, 9; Jn. 8, 33). La paternidad de Dios y la filiación que nos dio a conocer Jesús, cambian el orden de las cosas. No llamar maestro a nadie, es otro título que Jesús entre sus discípulos. El único Maestro de los cristianos es Cristo Jesús, es más, el único camino hacia el Padre es el Hijo. ¿Qué les queda a los discípulos? El servicio a la comunidad, a los hermanos, cuanto mayor es el servicio, mayor es la dignidad que se adquiere, lo que aumenta la exigencia de servicio. En cambio, el orgulloso será humillado, mas quien se humille ante Dios será por ÉL enaltecido.   

Teresa de Jesús nos confiesa que jamás conoció la hipocresía ni vanagloria en su vida, cuando ya había optado por Cristo, luego de su famosa conversión. “Y así no es de culpar a la casa  donde estaba, porque con mi maña procuraba me tuviesen en buena opinión, aunque no de advertencia, fingiendo cristiandad; porque en esto de hipocresía y vanagloria  gloria a Dios  jamás me acuerdo haberle ofendido  que yo entienda; que, en viniéndome primer movimiento, me daba tanta pena, que el demonio iba con pérdida y yo quedaba con ganancia; y así en esto muy poco me ha tentado jamás. Por ventura si Dios permitiera me tentara en esto tan recio como en otras cosas, también cayera; mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en esto  sea por siempre bendito, antes me pesaba mucho de que me tuviesen en buena opinión como yo sabía lo secreto de mí.” (V 7,1).

                                                                        Fr. Julio González C.  OCD


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