VIGESIMA TERCERA SEMANA

(Año Impar. Ciclo C)


Contenido

DOMINGO.. 1

LUNES.. 1

MARTES.. 2

MIERCOLES.. 2

JUEVES.. 3

VIERNES.. 4

SABADO.. 4

 

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Sb. 9, 13-19: ¿Quién comprende lo que Dios quiere?

Esta primera lectura está tomada de una oración del rey Salomón para pedir  el don de la Sabiduría. La Sabiduría es un atributo divino, por lo tanto, está en Dios: conoce sus obras, estaba presente y le asistió en la Creación del Universo (cfr. Sb. 8, 23-31); pero además la Sabiduría ha estado presente en la obra de la revelación: conoce lo que es agradable a sus ojos, según sus mandatos. Desde los cielos, pide Salomón, descienda la Sabiduría, desde el trono de gloria de Dios, para que esté a su lado, y lo asista, y guíe en sus trabajos, de manera que en todo, se ajuste al querer divino su labor de gobernar a Israel. Será la luz de la Sabiduría la que guíe sus empresas, como la columna en el desierto, ella con sus resplandor guiará el camino del rey (cfr. Ex. 14,19; 23,20). La Sabiduría es luz que alumbra sin ocaso al hombre que cree y espera en Dios (cfr. Sab. 7, 10). 

b.- Flm. 9.10.12-17: Recíbelo no como esclavo, sino como hermano querido.

Pablo, intercede por Filemón, ante Onésimo, su antiguo señor, para que lo reciba como hermano en la fe, puesto que con el apóstol  conoció la fe y se bautizó y hecho cristiano. Ahora Filemón servirá a Dios en casa de su amo, ya no como esclavo sino como un hermano, que también Onésimo por su fe y caridad sirve a Jesucristo, el único Señor.

c.- Lc. 14, 25-33: El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

El evangelio tiene dos momentos: nos invita a la renuncia a todo lo que se ama (vv.25-27), y la renuncia a los bienes (vv. 28-33). Esta palabra nos invita a considerar las exigencias que tiene el ser discípulo de Cristo. Camina detrás de ÉL una muchedumbre, van tras ÉL; Jesús camina hacia Jerusalén hacia su glorificación final, pero pasando antes por su pasión y cruz (cfr. Lc.13, 24; 14,18-20). ¿Qué significará seguirle, caminar con Él? El que viene en pos de ÉL debe colocar todo lo que posee a los pies de Jesús, o dicho de otro modo, poner a Jesús en el centro de su vida, y todo queda en un segundo plano: la familia, los bienes, incluso la propia vida. Jesús exige un amor mayor que el que podamos tener a la propia familia a y los bienes, dicho de otra forma, aprender a amar a la familia desde Cristo y darle su justo valor evangélico a los bienes respecto del reino de Dios (cfr. Mt.10, 37). Leví dejó todo por servir a Yahvé en el templo, a la ley y la alianza, ahora es Jesús, la nueva realidad de Dios en medio de los hombres, la nueva ley, la revelación de Dios, la verdad, sólo en ÉL se encuentra salvación (cfr. Jn.14,6; Hch.4,12). Sólo será discípulo del Crucificado, quien lleve su propia cruz y lo siga. Por el momento la cruz es palabra figurada, aunque todos saben a lo que se refiere (cfr. Ez.9,4-6; Gén.22,6). Jesús nos precede hacia el Calvario, quien lleva su cruz, pierde la vida la fama, quien quiera seguir a Jesús asume todo ese significado. Sin embargo, es lo que más repugna al hombre semejante panorama, y sin embargo, Jesús Maestro y Señor, el Mesías, asume la cruz y será Crucificado en ella, hasta morir y resucitar para elevarse luego a la diestra del Padre. Todos los que ahora le siguen, ¿estarán dispuestos a seguirle hasta el final?  En un segundo momento, tenemos las parábolas de la torre y de la guerra,  resaltan el cálculo y la prudencia a la hora de construir, o de presentarse a entablar una batalla; lo mismo, el que quiere seguir a Cristo, tarea costosa, deberá mirar sus fuerzas, lo que asume y arriesga, en definitiva, lo que tendrá que invertir en este discipulado. Todo proyecto humano, familiar y personal exige costos,  sacrificios, un plan de trabajo, lo mismo se debe dar en el seguimiento de Cristo, la forma, el sentido y la exigencia lo ve, Lucas, como el gran negocio del discípulo. Esta es la torre o castillo que debemos construir, la batalla que debemos ganar en forma personal, y como comunidad eclesial. La invitación es a que con todo realismo, analicemos si vamos a decidirnos por este proyecto personal o simplemente decidimos abandonarlo, es decir, no seremos discípulos de Cristo. La renuncia a los bienes exige ordenarlo todo en relación al reino de Dios, las personas, lo bienes materiales; usar de los bienes como medios, nunca como fines, abierto a las necesites personales y del prójimo. En este proyecto de ser discípulos de Cristo, como Salomón, debemos suplicar la sabiduría divina para que nos asista en este, el gran negocio de nuestra vida: nuestra  salvación eterna.     

Teresa de Jesús, amó la Cruz, donde Jesús realizó la salvación del mundo y por ellos siempre debe estar el sentido redentor en la oración del cristiano, llevar los frutos de su entrega hasta los confines de la tierra. “El oficio de los contemplativos es…llevar en alto la cruz, no dejarla de las manos por peligros en que se vean” (CV 18,5).


LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Col. 1, 24-2,3: Pablo es ministro de Dios.

b.-  Lc. 6, 6-11: Estaban al acecho para ver si curaba en sábado.

Este evangelio nos presenta un nuevo encuentro de Jesús con los fariseos, esta vez, los desafía. Luego de enseñar en la sinagoga, viendo que esperaban  que curara en sábado, para tener de qué acusarle, Jesús actúa (v. 7). Comprendiendo la situación, mandó al hombre de la mano paralizada, ponerse en medio de la asamblea, y les lanza la pregunta a los fariseos (vv. 9-10). Él quería hacer el bien, aunque fuera en sábado, y no podía salvar una vida humana, que sufría, porque era sábado, día del Señor. A la voz de Jesús, el hombre quedó sano. Si el sábado era el día del Señor, conmemoración de la salida de Egipto, ¿qué mejor que liberar a un hombre de la enfermedad? Sin embargo, la cerrazón farisaica, prohibía sanar en sábado, pero paradójicamente, permitían salvar la vida de un animal accidentado (cfr. Mt. 12, 11). Gran incoherencia, porque significaba poner la ley, por sobre el bien del ser humano, lo cual encierra una visión errada del querer de Dios, que Jesús con su obrar quiere corregir. ¡Qué lejos estaban de comprender que Dios ama al hombre, sobre todo si es necesitado y enfermo! Sólo la compasión de Cristo cumple la voluntad de Padre. La observancia del sábado y la circuncisión adquirieron exigencia y notoriedad; eran signos de la alianza, su identidad más profunda, síntesis de la ley mosaica. Jesús toma partido por el hombre, cuando hace suyo el texto del profeta  (cfr. Is. 61, 1-2), proclamado en la sinagoga de Nazaret (cfr. Lc. 4, 18ss). Lo mismo la Iglesia en su evangelización, anuncia el Reino de Dios, es decir, la liberación integral del hombre, de todas las formas de esclavitud. Hay esclavitudes que nacen del pecado personal, otras, en cambio, del pecado social o estructural, donde se violan los derechos humano más elementales como vida digna y educación, libertad religiosa, trabajo digno y salario, familia y vivienda, etc.  No hay que dejar que el mal se adueñe de más personas, que disfrutan de la vida en forma egoísta a costa del dolor de miles de personas que sufren. Es el Evangelio donde encontramos la clave de esta liberación integral del hombre.

Teresa de Jesús conoció de muchas enfermedades, desde joven laica y religiosa carmelita; supo asistir a su padre en su última enfermedad, al que introdujo por los caminos de la oración, cuando ella vivía una de las grandes crisis en ese campo, los comienzos de su andar en los caminos del espíritu humano. “En este tiempo dio a mi padre la enfermedad de que murió…Fui  yo a curar, estando más enferma en el alma que él en el cuerpo…Pasé harto trabajo en su enfermedad; creo le serví algo de las que él había pasado en las mías” (V 7, 14).  


MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Col. 2,6-15: Dios os dio vida en Cristo.

b.- Lc. 6,12-19: Pasó la noche orando. Escogió a Doce y los nombró apóstoles.

Este evangelio recoge dos momentos: la elección de los Doce  (vv.12-16), y un sumario acerca del ministerio de Jesús (vv.17-19).  Su oración la hace en la montaña, de noche, al Padre, para recibir la revelación, vivir la intimidad  divina, y abrirse al misterio de Dios para los hombres. Mientras sus adversarios quieren acabar con ÉL, Jesús piensa en el futuro de su obra, prepara la hora con oración a Dios. Las tinieblas cubren el mundo, todo desaparece ante la grandeza de Dios. La oración descubre su contenido, en la elección de los hombres escogidos; la elevación a Dios y el envío a los hombres, constituyen la misión de Jesús.  Los Doce son hombres escogidos por Cristo, son los únicos apóstoles, los demás son discípulos. Son los enviados teniendo presente el principio jurídico: el enviado de una persona es como ella misma (cfr. Jn.13, 16). Luego el evangelista nos da la lista de los nombres de los apóstoles, ellos serán los Doce patriarcas del nuevo pueblo de Dios. En un segundo momento tenemos la primera acción que realizan en conjunto con Jesús, es acompañarle, bajar de la montaña e ir al encuentro de la muchedumbre que está en el llano esperándoles. Jesús baja de la montaña, como Moisés en otro tiempo, de la comunión con Dios al pueblo. Dios está con ÉL. Jesús es el centro, rodeado de los apóstoles, luego están los discípulos y gentes que quieren escucharle, tocarle y ser sanados de sus enfermedades.  ÉL se irradia esa fuerza sanadora, ÉL está Ungido por el Espíritu, por ello quien entra en estos círculos recibe las bendiciones del tiempo de la salvación. Hoy Jesucristo sigue ofreciendo su palabra y las acciones salvíficas, el ingreso al reino, en su Iglesia, y una vida nueva de discípulo, comprometido con su evangelio de gracia y amor, de valores sempiternos.

Teresa buscaba la intimidad divina, pero fue la cercanía con Jesús, quien se la procuró, representarse en la oración del huerto la ayudó a procurarse la amistad con Jesús. “Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor a mi parecer, de las partes adonde le veía más solo…Parecíame a mí que estando sólo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí…me hallaba muy bien en la oración del Huerto;… allí era acompañarle…” (V 9,4).


MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Col. 3,1-11: Habéis muerto con Cristo.

b.- Lc. 6, 20-26: Las bienaventuranzas y las maldiciones.

El evangelio nos presenta la versión lucana de las bienaventuranzas (vv.20-23), y las maldiciones (vv.24-26). En un primer momento, encontramos el mensaje de estas cuatro bienaventuranzas, síntesis de  buena parte de la enseñanza de Jesús. Su palabra revela a un Dios que se abaja con un poder de salvación, que  rescata a los pequeños de la esclavitud del pecado, del mal de la sociedad y de la muerte, para enriquecerlos con el reino que inaugura Jesús con su palabra y milagros. Las bienaventuranzas, son la expresión de la presencia de Dios en la existencia de los hombres. Verdadero misterio de gracia, y de bondad para  con los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, etc., ahora son dichosos, porque con Jesús se ven enriquecidas sus vidas por el mensaje de Dios que contiene el Evangelio que les predica. Estos pobres, hambrientos y los que lloran, no poseen bienes materiales y sufren pero esperan en Dios, confían a Dios su miseria, por ello Jesús les levanta el ánimo con una palabra de consuelo. Israel tiene experiencia que Dios toma bajo su protección de los pobres y oprimidos cuando conoció la esclavitud en Egipto, el exilio en Babilonia (cfr. Is. 49,13; Sal.86,1; Lc.4,18). Jesús llama bienaventurados a todos ellos, porque les da el reino de Dios. Cuando Dios tome posesión de su reino serán saciados, reirán y gozarán porque han puesto su mirada en Dios y no han puesto su seguridad en los bienes aunque los necesiten y creer que lo tienen con ello todo asegurado. Estas bienaventuranzas, descubren otras riquezas del espíritu humano, escondidas, que no se miran con los ojos, sino con la luz de la fe. Es mirar la vigencia del hombre, no su miseria material o moral, sino la necesidad de bien, de justicia, de vida verdadera que sólo la fe cristiana, puede dar abiertos a la gracia y al amor de Dios Padre. Hoy hablamos de los derechos humanos que siempre hay que defender para el progreso del hombre integral. La cuarta bienaventuranza se dirige a los discípulos perseguidos (v.22), que por confesar su fe en Jesús, sufren el odio, la persecución, muerte violenta. Esto no debe ser motivo de tristeza, al contrario, Jesús los declara bienaventurados, porque les espera una gran recompensa en el cielo. El reino de Dios, depende de la gracia de Dios, es además recompensa, para quien pone su fe en Jesús, perseverancia hasta el final, como discípulo de Jesús. Corre la suerte de los profetas, son perseguidos por la palabra que proclaman y viven, por ello también los discípulos sufrirán persecución por ser representantes de Jesús de Nazaret. En un segundo momento conocemos las imprecaciones o maldiciones que tienen un claro tono profético (cfr. Is.5,8-23). No son una condenación definitiva, sino un aviso un ponerse en guardia y que llaman a la conversión y a la acción. Los ricos que ríen y están hartos son los que tienen abundancia de bienes, lo pasan bien, no les falta nadie. Sin embargo, Jesús los conmina, ay de vosotros, a que reflexiones que por ser ricos, está en peligro su salvación eterna; creen en una seguridad puesta en sus bienes y no en Dios (cfr. Lc.12,15). Los pobres en cambio, confían en Dios, están abiertos a la gracia de Dios, ingresan al reino que se les ofrece y hallan la salvación (cfr. Lc.16, 25; Sant.5,1-5). La última advertencia, es para los discípulos que escapan de la persecución, y pueden convertirse en falsos profetas (cfr. Is.30, 9; Jer. 23,17ss), por no vivir el espíritu de las bienaventuranzas.     

Teresa de Jesús, que provenía de familia acomodada conoció la pobreza evangélica cuando se encontró con Jesús pobre en su conversión, de ahí la preocupación suya por ser pobres de espíritu, para ser pobres también en lo material. “Sería engañar al mundo…hacernos pobres no siéndolo de espíritu, sino en lo exterior” (CV 2,3).


JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Col. 3,12-17: El amor es el ceñidor de la unidad consumada.

b.- Lc. 6, 27-36: Amor a los enemigos y ser compasivos.

En este evangelio Jesús se dirige a sus discípulos, habla con autoridad, anuncio de  lo que Dios quiere (cfr. Mt. 7, 28). Encontramos tres secciones: amar a los  enemigos (vv. 27-30), luego el modo de tratar a ese prójimo (vv.31-35),  finalmente ser compasivos como el Padre es compasivo (v.36). ÉL redujo la ley al  amor de Dios y del prójimo, las bienaventuranzas son el camino hacia el amor de  Dios, pero ahora la atención se centra en el amor al prójimo (vv. 27-30; Lc.10, 27).  El AT, conocía el precepto de amor al prójimo (cfr. Lev.19, 18), Jesús le da gran  importancia a este precepto, aunque la da una visión más amplia: los prójimos son  todos los hombres, incluidos los enemigos. ¿Quiénes son éstos? Los enemigos del  grupo de los discípulos, calumniadores, perseguidores, etc. El amor exige  particularidad, se trata de amar, bendecir, orar por los otros, amar equivaldrá en  vivir para el otro, incluso para el que me odia, maldice y maltrata. Aquí el perdón  del que no se habla, se da por supuesto. No debe quedar rincón, en la vida del  cristiano, sin este amor hacia el enemigo: deseos y palabras, el corazón sede del  amor y por lo mismo de la oración. Si bien este evangelio es difícil, por nuestra  natural inclinación a la venganza, cuando sufrimos una injusticia. Jesús nos exige,  no dejarnos seducir en el espacio del mal, al contrario, nos pide responder y resistir  a él, con la fuerza del bien, cuando se nos golpee la mejilla, o cuando nos roban el  manto, dar sin importar a quien, no tratar de recobrar lo robado, etc. Son criterios  tan distintos a los nuestros, cuando el Reino de Dios no nos ha posesionado ni  transformado; Jesús trae el Reino de Dios y con él la suma de todos los bienes que  cuando se despliega se logra vencer el mal a fuerza de bien. En un segundo  momento, encontramos el modo de tratar al prójimo (vv. 31-35). ¿Cómo poner en  práctica el amor al prójimo, sobre todo al enemigo? Los maestros de sabiduría y  maestros de la ley, formularon la “Regla de Oro”. Regla conocida desde antiguo en  Israel: “Lo que no quieras  para ti, no la hagas a nadie” (Tb. 4,15). Llevamos un  código de comportamiento con el prójimo, lo que uno desea y necesita eso ha de  hacer. Jesús hace su propio enunciado: “Y lo que queráis que os hagan los  hombres, hacédselo vosotros igualmente.” (v.31). Si bien, la idea en el fondo, es no  hacer nada desagradable al prójimo, Jesús va más allá, puesto que incluye como  prójimo también al enemigo. E ahí la novedad, no sólo no hacer mal, sino hacer el  bien incluso al enemigo; el discípulo de Cristo ha de hacer el bien, todo el bien que  desea para sí. El mismo amor, hacia nosotros mismos, se hace ley para amar al  prójimo, incluido el enemigo. El amor que Jesús exige, se expresa con las obras, sin  esperar recompensa alguna, sólo quien cumple puede ser considerado hijo del  Altísimo (v.35), heredero de una gran recompensa, porque imita a Dios Padre, que  es “bueno con los desagradecidos y perversos” (v.35). Finalmente, Jesús nos invita  a colocar al Padre que ama  en forma compasiva y misericordiosa: “Sed compasivos y misericordiosos como vuestro Padre es compasivo” (v.36). La misericordia del  Padre, comienza con el envío de su Hijo al mundo, inaugurado su Reino con su  venida, palabras y obras, el discípulo aprende a conocer lo que ha de hacer, es lo  que los judíos llamaban la imitación de Dios. Jesús hace el bien para que los  hombres renacidos a la gracia, vuelvan sus pasos y corazones al Padre, lo misma  misión tiene su discípulo (cfr. Lc.5, 11-32). Este amor se sabe si es real en nuestra  vida, si se ama al prójimo efectivamente, si se imita la misericordia del Padre. La Iglesia hoy acoge a miles de seres humanos pobres de todos los pueblos de la tierra y les comunica la salvación y una vida digna sin esperar nada a cambio; hombres y mujeres que entregan la vida en las misiones, cárceles, hospitales, etc., sólo para que conozcan que se puede amar al otro, sin recibir nada a cambio, sólo un puñado de fe y esperanzas que ponen en las manos del Dios de la Vida y del Amor verdadero, Jesucristo el Señor, y que ellos tengan una vida nueva.

Teresa aprendió a ser caritativa en la familia y luego en la vida religiosa, porque comprendió cuánta compasión y bondad recibió de parte de Dios toda su existencia, en especial después de su conversión: “Crece la caridad con ser comunicada” (V 7,22).


VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Tm.1,1-2.12-14: Dios tuvo compasión de mí.

b.- Lc. 6, 37-42: No juzgar ni condenar a nadie.

Este evangelio, nos invita a seguir la superación de todo juicio condenatorio contra el prójimo. Se trata de convertir la propia existencia, como Cristo, en un don para el otro. Desde ese trasfondo, se entiende la sentencia sobre el ciego, que quiere conducir a otro ciego, el discípulo que no es más que el Maestro.  La primera sentencia (v. 39), nos quiere enseñar el afán de dominio, lo que aparece a primera vista como amor al prójimo, es puro egoísmo: querer guiar al otro ciego, es hacerse dueño de su destino, y revela la propia identidad. Los dos caerán en el mismo hoyo, con lo que la pretensión suena a necedad. La segunda (v. 40), manifiesta que el discípulo debe estar unido al Maestro; Jesús ayuda al discípulo, camina con él, lo guía si él se lo pide, no lo domina, no juzga al discípulo y a su entorno, al contrario, ofrece lo que posee, es más, lo enriquece ubérrimamente. La tercera sentencia (v. 41), se refiere a quien no ve la propia ceguera, pero descubre los más mínimos defectos ajenos en su prójimo. Las palabras de Jesús, nos invitan nuevamente a no juzgar al prójimo (cfr. Lc. 6, 37-38). Nadie es dueño de la vida del prójimo, ni mucho menos querer dominar sobre los defectos de los demás, podremos aconsejar, acompañar un proceso de conversión, pero jamás dominar, porque les respuesta a la gracia es personal. En nuestra sociedad, todos imponen su autoridad y deciden lo bueno y lo malo, mientras unos mandan, otros deben obedecer. El único camino de realización personal para romper estos esquemas tan rígidos, es el amor y la moral cristiana, que sabe ser responsable y distinguir el bien del mal, lo justo e injusto, los derechos y los deberes. Es verdad, que muchos no comparten nuestra fe y creencias, no debemos olvidar jamás, que la fe ilumina la razón, porque ya se ve que la pura razón no basta y mucho menos la dictadura, y favoritismos de las mayorías o minorías no creyentes. Hay que amarlos es verdad, pero no significa consentir en todo, porque el verdadero amor de Dios se funda en la verdad y la justicia. Recordemos que “El amor sólo con amor se paga”, enseña S. Juan de la Cruz.

La Santa Madre Teresa, infundió en el Carmelo, un espíritu de caridad para crear comunidades de frailes y monjas donde el respeto al otro fuera un modo singular de saber que todos están en camino de conversión y perfección evangélica, cimentados en la oración de unos por otros, la confianza y la sabia dirección de los superiores. “Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéramos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados” (V 13,10).


SABADO

Lecturas bíblicas

a.- 1Tm. 1,15-17: Vino al mundo para salvar a los pecadores.

b.- Lc. 6, 43-49: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?

Este evangelio nos invita a dar frutos de santidad en el verdadero seguimiento de Cristo. Muchos dicen ser discípulos de Cristo, pero ¿cómo saber si son auténticos cristianos? El texto bíblico nos ofrece la imagen del árbol y sus frutos (vv. 43-45) y la segunda (vv. 46-49), se refiere a los cimientos de la casa. El árbol es bueno sólo en la medida, en que da frutos sanos, se considera árbol malo, el que sólo da quizás hermoso follaje, pero frutos agraces. Con esta imagen, se quiere graficar la vida de los discípulos de Cristo, que pueden poseer multitud de cualidades y dones, como sabiduría, liderazgo, capacidad de organizar pastorales, todas estas son follaje engañoso que oculta la falta de frutos, lo que se exige son obras concretas, en bien del prójimo, Lo que importan en el árbol es que la raíz, esté bien profunda, lo mismo la casa, es decir, una conversión que penetre al corazón del discípulo, que transforme su vida de cada día. En el más profundo centro, a decir de Juan de la Cruz, donde se encuentran los cimientos de la persona misma, pues bien, hasta ahí debe llegar la conversión del hombre. La solidez de esos cimientos, deben estar hundidos en el corazón y persona de Jesucristo, que es la roca. Pero son muchos los que acuden al Señor, pero luego siguen sin hacer pie, no dan frutos, creen creer, pero su fe se limita a prácticas piadosas y litúrgicas repetidas,  no profundas, Cristo en el fondo no significa nada, hacen lo que quieren. Cristo es roca firme sólo para los que viven el evangelio y lo cumplen, misterio de gracia y exigencia, don y responsabilidad por la propia vocación a la vida cristiana, portada para hacer presente a Jesucristo en la sociedad. Ese cristiano hunde sus raíces en Cristo, roca firme y da frutos, como árbol plantado en buena tierra y que fructifica a su debido tiempo. 

Teresa de Jesús, usando el símil del huerto establece cómo el Señor después de haber limpiado el jardín comienza a dar flores y a madurar la fruta, es decir, las virtudes que la vida de oración ha hecho germinar en el alma orante: “Crece la fruta y madúrala de manera que se pueda sustentar de su huerto” (V 17,2)

P. Julio González C.


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