LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA  (14 de Agosto)

ASUNCION DE MARÍA A LOS CIELOS (15 de Agosto)

Fr. Julio González Carretti OCD

Contenido


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LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA  (14 de Agosto) 1

ASUNCION DE MARÍA A LOS CIELOS (15 de Agosto) 1


LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA  (14 de Agosto)

Misa vespertina

La celebración del dogma de María Asunta a los cielos, nos presenta el triunfo de la Madre de Dios sobre la muerte, es decir, su Resurrección. Si bien la Escritura no nos habla de este dogma, si lo afirma ampliamente la Tradición, que lo creyó siempre y lo encontramos manifestado en los escritos de los Padres de la Iglesia. Este fue el fundamento desde el cual el Papa Pío XII, el 1 de Noviembre de 1950, declaró solemnemente que María “terminado el curso de vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial” (Bula Munifcentissimus Deus, DS 3903). El Papa, afirma la íntima unión de la Madre con el Hijo en la obra de la redención humana, de donde le deriva la participación en el triunfo glorioso del Hijo en su Resurrección y exaltación a la gloria eterna. La teología, a lo largo de los siglos, encontró en la Maternidad divina y la Correndención, el fundamento de este dogma. La referencia de la vida y función de María, es siempre su Hijo y la Iglesia, lo que se traduce en Maternidad divina y Maternidad espiritual. En la primera, encontramos un vínculo indisoluble, corporal y espiritual, que adquiere su máxima expresión en la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, luego de morir. La Corredención, a su vez, es la asociación de María al misterio Pascual del Hijo, es decir, a la Cruz, a su Resurrección gloriosa y a su exaltación a la derecha del Padre. Cristo Jesús, triunfa sobre la muerte con su Resurrección, del que nos hace partícipes a todos los cristianos bautizados, con mayor razón a su Madre, la primera redimida, en su Inmaculada Concepción, la primera cristiana, discípula y creyente excepcional. María Asunta, es prefiguración de la Iglesia, que resucita en cada uno de sus hijos, esperanza de lo que debemos alcanzar como pueblo de Dios.

Lecturas bíblicas:

a.- 1 Cro. 15,3-4.15-16; 16,1-2: Pusieron el arca en la tienda del Señor.

La primera lectura, es una relectura del traslado del arca, la primera había sucedido hacía varios siglos atrás (cfr. 2Sam. 6); entre ambos relatos hay casi tres siglos de distancia (s. III y s. VI), con lo que se comprueba que los historiadores, no son fieles al dato en cuanto tal, pues más bien son teólogos. Se constata así que la palabra de Dios, no es algo estático, sino textos dinámicos, vivos, lo que estimula al autor a una actualización del pasaje en cuestión. Con respecto al primer texto, aquí la presencia de los levitas es casi protagónica, sólo ellos tienen acceso a los vasos sagrados; en el primer relato no están presentes; se glorifica la figura de David y se quita lo poco decoroso de su obrar, como su baile ante el Arca de Dios, y la crítica que recibe de Mical, apenas se mencionan. Mientras en el primer relato, contemplamos una fiesta popular del traslado del Arca, en el segundo, es toda una ceremonia litúrgica de la nación que instala el Arca, donde había dispuesto David en la ciudad de Jerusalén. Se trata de una sacralización de la historia del pueblo de Israel, la propuesta de este autor. En el desarrollo de la historia de la salvación, veremos a María, como Arca de la Nueva alianza, porque lleva en su seno al Hijo del Hombre, al Hijo de Dios, Jesucristo el Señor.

b.- 1 Cor. 15, 54-57: Nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo.

El apóstol Pablo, nos enseña que en el momento de la Resurrección, el cuerpo corruptible se vestirá de incorruptibilidad: el cuerpo será el mismo, pero no lo mismo, de miserable pasará a ser glorioso, de débil en robusto. En síntesis, se siembra o entierra un cuerpo natural y resucita un cuerpo sobrenatural. El primer Adán fue una vida viviente, el segundo es un espíritu vivificador; el primero, llevó a la muerte a toda la humanidad por su pecado, el segundo lleva a la humanidad, la conduce a la vida eterna, es decir, al cielo. De la victoria de Cristo sobre la muerte, participamos efectivamente todos los creyentes por medio del Bautismo y la Eucaristía, es decir, en la vida del Resucitado, sentado a la derecha del Padre en los cielos. Es uno de los pasajes más esperanzadores  para la vida cristiana. Pablo usa el término revestir, que viene a significar una mutación real (Gal. 3, 27). Se trata de un nuevo nacimiento, el hombre se transforma radicalmente, es nueva imagen de Cristo. Seremos revestidos de inmortalidad, celestial, puesto que viene de arriba (cfr.1Cor.15, 40. 47-50; 2 Cor.5, 2). Ese nuestro cuerpo miserable se vestirá de incorruptibilidad, glorioso como el de Jesucristo (cfr. Flp. 3, 20-21). Lo que hace horrible la muerte es el pecado, reforzada por la Ley. El sólo denuncia el mal, pero sin fuerza suficiente para resistirlo. Sólo Cristo libera de la tutela de la Ley, prisionera del mal la conciencia ahora, liberada por la acción del Espíritu graba a fuego la Ley evangélica de la caridad (cfr. Rm.7, 1-7.14-15; 5,5). Demos gracias a Cristo que nos da la victoria por Jesucristo, es decir, que el realismo de la vida se sustenta en el amor y la libertad de los hijos de Dios. Con Cristo Resucitado, el discípulo vence el temor a la muerte, vence como ÉL a la muerte. Nada ni nadie le quita la certeza de su glorificación en Cristo Jesús: la muerte es tránsito a la gloria sempiterna.

c.- Lc. 11,27-28: Dichoso el vientre que te llevó.

El evangelio, nos presenta la alabanza de una mujer del pueblo que lanza a María, la Madre de Jesús. Si bien, pareciera quedar todo en un plano meramente biológico, María se convierte en un vientre fecundo y unos pechos generosos; visión veterotestamentaria, donde la mujer concibe hijos para su esposo. La respuesta de Jesús, explica que la verdadera bienaventuranza del creyente, se encuentra en escuchar y vivir la palabra de Dios, en todo lo que encierra de misterio de gracia y exigencia (v. 28). Con esta palabras la dignidad de la mujer, se eleva por sobre toda esclavitud; la mujer no se reduce a solo biología o sexo, por sobre todo, es persona y su bienaventuranza es igual a la del hombre, que luego se traduce en un vida cristiana muy concreta. Lucas, es el evangelista de María y de la dignidad de las mujeres. María es la Madre de Jesús, modelo de fe para todo creyente; Ella como mujer, excelso miembro del género humano, fue escogida para ser la portadora de la salvación a la tierra por ser llena de gracia (cfr. Lc. 1, 28), colabora en el nacimiento del Mesías (cfr. Lc. 1, 31-33. 35); con su Si se realiza el gran misterio de la Encarnación: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. En la humilde fe de una joven hebrea, comienza a germinar la vida nueva de los hombres; la plenitud de Dios en Ella se hace don y comunicación de vida, confianza mutua, que manifiesta la respuesta creyente de María. La bienaventuranza de María, comienza en su fe creyente, y luego en su vientre y pechos se hace vida nueva, que germina en su interior. Porque ha creído, María es bienaventurada y recibe la alabanza de esa mujer del pueblo, pero también fuente de júbilo y bendición para todos los que como Ella han creído en su Hijo. María se mantiene fiel hasta la cruz y resurrección del Hijo, ha confiado plenamente en la palabra de Jesús, modelo y fundamento del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. María mujer, la Madre de Jesús, es modelo de santidad, siempre abierta al misterio de vida y respuesta fecunda y generosa a la palabra de Dios que ha escuchado y le ha dirigido su Hijo.


ASUNCION DE MARÍA A LOS CIELOS (15 de Agosto)

Misa del día

Lecturas bíblicas:

a.- Ap. 11, 19; 12,1-6.10: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

En la primera lectura, encontramos al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, representado por la mujer, porque es la gran señal. María es señal de la Nueva Alianza que se comienza a vislumbrar en el AT,  hasta llegar a la Alianza definitiva: el nacimiento de Cristo, de María Virgen por obra del Espíritu Santo, según el designio del Padre. Nueva Alianza, que se realizará plenamente en el Misterio Pascual de Cristo, y que se corona con la Asunción de la Madre de Jesús. ÉL no quiso volver sólo a la casa del Padre, quiso volver con toda la humanidad, y María representa a todo el género humano redimido, señal de la paz que Cristo selló con su Sangre para siempre con todos los hombres. Por lo tanto, Ella es señal del triunfo del bien sobre el mal, de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte, de la libertad sobre la esclavitud... María, en su Asunción es señal eficaz del triunfo de Cristo sobre muerte en cada creyente. Ella la primera. María es "la gran señal" porque es portadora del Redentor: de la Alianza eterna, del amor y la misericordia... y del triunfo final, que se realiza anticipadamente en su Asunción.

b.- 1Cor. 15, 20-26: Primero, Cristo como primicia, después, todos los cristianos.

El apóstol Pablo, nos invita a sentirnos parte del triunfo de Cristo sobre la muerte con su Resurrección, por lo tanto, celebramos a María porque es primicia de los redimidos, ya que Ella, fue la primera en recibir la redención en su Inmaculada Concepción, es lógico que sea también, la primera que resucite después de Cristo Jesús. La Asunción de la Madre de Jesús al cielo en cuerpo y alma, manifiesta que Ella ha participado de los frutos de la muerte, Resurrección y Ascensión de su Hijo, anticipada y totalmente, en cuerpo y alma. Es lógico que Cristo, su Hijo, la lleve al cielo; por eso, cumplido el curso de su vida terrestre, una vez que muere, fue Asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, donde nos espera orando por todos los redimidos.

c.- Lc. 1, 39-56: El poderoso ha hecho obras grandes en mí; enaltece a los humildes.

El evangelista nos presenta el canto de María en el contexto de la Visitación. Su prima Santa Isabel ha exaltado la grandeza de María, inspirada por el Espíritu Santo, declarándola: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (vv. 42-45). Son tres las proclamas que hace Isabel de María:

- Bendita entre las mujeres…porque trae en su seno la salvación esperada desde siglos, comienzo de la nueva humanidad de los salvados.

- La madre de mi Señor, venga a mí…Isabel reconoce en su prima a la Madre de Dios, lo que de ella nacerá, es obra del Espíritu Santo, será el Hijo de Dios.

-Feliz porque has creído…María ha dejado al Espíritu obrar en su vida, porque en ella la fecundidad humana es asumida en la fecundidad de Dios y hace nacer al Hijo, en la familia humana.

El cántico de María es la respuesta con que concluye el AT y comienza el nuevo, es decir, la fe de una joven hebrea abierta y orientada hacia Jesús, el Hijo de Dios. Este cántico de María, es el mejor testimonio que llega el cambio decisivo de la historia de los hombres: Jesús, es el portador de la salvación que lleva a la plenitud escatológica, que Israel buscaba desde antiguo. Con palabras y textos del AT, María se sitúa en la cúspide de la historia de la salvación, la plenitud de los tiempos, los tiempos mesiánicos en que los hombres descubrirán el nuevo camino del Señor entre los hombres. Su paso, su caminar es ahora con los hombres, entre los hombres. Este cántico de María, descubre el verdadero rostro de Dios, que la injusticia de los poderosos había borrado de la vida de los hombres y de los pueblos, pero un resto mantenía la esperanza en las promesas hechas a Abraham. Con ese trasfondo, despunta el alba de la salvación, se revela la intimidad de Dios, por medio de Jesucristo, que con su misericordia enaltece a los humildes, colma a los hambrientos y deja vacíos a los antes ricos. Es el cambio total de los fundamentos de la historia humana, porque ahora Dios habita entre nosotros, se ha abajado hasta los más humildes para socorrerlos y levantarlos hasta convertirlos en sus hijos predilectos. Con este cántico, queda claro que la única riqueza del hombre, es Dios, porque demuestra que quien está lleno de sí mismo, en el fondo está vacío. Solo quien camina en la hondura de Dios y de su amor redentor, recibe su perdón y lo extiende al prójimo se descubre inmensamente rico. Finalmente, este cántico es un himno a la gloria de Dios con qué sido colmada María, Madre de Jesús. Es glorificada porque ha creído en Dios, le ha permitido por medio de su Espíritu realizar grandes maravillas en Ella por eso la proclamarán bienaventurada todas la generaciones hasta llegar a contemplarla en la gloria celestial junto al Hijo como Iglesia que llega a su meta, como cristianos que alcanzan la unión definitiva con Dios. Así sea.

Fr. Julio González Carretti OCD


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