CENTRO DE ESPIRITUALIDAD CARMELITANO-BIBLICO

“LA FONTE” (o.c.d.)

CUARTO GRADO DE ORACIÓN AGUA DE LLUVIA

 

CUARTO GRADO DE ORACIÓN AGUA DE LLUVIA

Dios eleva al hombre a gran dignidad en este grado.

Libro Vida, Capítulo 21

(El lenguaje esta actualizado al castellano del siglo XX)

 

Continúa y termina el último grado de oración. Lo que siente el alma que ha vivido en este grado de oración cuando tiene que volver a vivir en el mundo. Señor le da luz sobre sus engaños.

1. Pues terminando el tema que estaba desarrollando, digo que Dios no necesita pedir el consentimiento del alma para que acepte entrar en el arrobamiento, porque ella ya se lo dio y sabe El que se ha entregado en sus manos con toda su voluntad, y que a El no le puede engañar, porque lo sabe todo.

No es como en esta vida, que toda está llena de engaños y dobleces; cuando os parece que tenéis ganada una voluntad, juzgando por sus palabras, os dais cuenta de que todo es mentira. No hay ya quien viva en medio de tanto barullo, sobre todo si se mezcla un poco de interés.

¡Bienaventurada alma conducida por el Señor a entender verdades! ¡Oh, qué estado éste tan a propósito para los Reyes!

¡Cuánto más les interesaría procurar llegar a este grado de oración (1) que conseguir gran poder! Que rectitud habría en el reino! ¡Cuántos males se evitarían y se habrían evitado! (2),

Aquí no se teme perder la vida ni el honor por amor de Dios. ¡Qué gran bien éste para quien tiene mayor obligación de buscar la gloria del Señor que todos sus súbditos, pues éstos siguen, obedecen e imitan a los reyes!

Mil reinos perdería, y con razón, para aumentar un grado su fe y haber llevado algo de luz a los herejes.

Otro es este ganar: un reino que no se acaba, que sólo con una gota que gusta un alma de él le da asco todo lo de la tierra. Pues ¿qué le ocurrirá cuando esté engolfada totalmente en él?

2. ¡Oh Señor! Si me pusieras en situación donde pudiera decir a voces esto, no me creerían, como les ocurre a muchos que lo saben decir de otra forma que yo; mas al menos me desahogaría (3).

Creo que me jugaría la vida por dar a entender una sola verdad de éstas; después no sé lo que haría, pues no hay que fiarse de mí.

Viendo la que soy, me dan grandes ímpetus de decir esto a los que mandan, que me deshacen.

Cuando no puedo más me dirijo a Vos, Señor mío, para pediros remedio de todo; y bien sabéis Vos que de muy buena gana me desposeería yo de las mercedes que me habéis hecho, permaneciendo en estado de gracia, y se las daría a los reyes; porque sé que sería imposible consentir cosas que ahora se consienten y que sería fuente de grandísimos bienes.

3. ¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues los quisisteis Vos señalar en la tierra hasta el punto de que incluso he oído decir que hay señales en el cielo cuando alguno muere.

Es cierto que cuando pienso esto me da devoción que queráis Vos, Rey mío, que hasta en esto se den cuenta de que os deben imitar en su vida, pues de alguna manera hay señal en el cielo en su muerte, como cuando moristeis Vos.

4. Mucho me atrevo. Rómpalo V. si le parece mal, y sepa que se lo diría mejor a ellos personalmente si pudiera o pensara que me han de hacer caso, porque los encomiendo a Dios mucho y quisiera que fuera eficaz mi súplica 4.

Todas las mercedes recibidas le mueven a jugarse la vida, que muchas veces quisiera perderla, y sería poco para ganar mucho; porque ya no hay quien viva viendo con los propios ojos el gran engaño en que estamos y la ceguedad que padecemos.

5. Llegada un alma aquí no sólo son deseos los que tiene de Dios; Su Majestad le da fuerzas para que los realice.

Se lanza a cualquier empresa que juzgue de la gloria de Dios y esto sin ningún esfuerzo, pues ya ve claro que todo lo que no sea agradar a Dios es nada.

El sufrimiento está en que no se les presenta oportunidad de hacer algo por ser tan inútiles como yo. Disponed Vos, Bien mío, que se me presente la ocasión de que pueda hacer algo con que pueda pagar alguna monedita de lo mucho que os debo.

Ordenad Vos, Señor, que esta sierva vuestra os pueda servir en algo. También otras eran mujeres y han hecho cosas heroicas por vuestro amor.

Yo no sé hacer más que hablar y por eso no queréis, Dios mío, confiarme obras; todo mi servicio se va en palabras y deseos, y aun para esto no tengo libertad, porque quizá faltaría en todo.

Fortaleced Vos mi alma después de prepararla, Bien de los Bienes y Jesús mío, y disponed pronto los medios para que yo haga algo por Vos, que no hay ya quien resista recibir tanto y no pagar nada.

Cueste lo que costare, Señor, no queráis que me presente delante de Vos con las manos tan vacías, pues conforme a las obras se ha de dar el premio.

Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra (6).

Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas unida a Vos, subida a esta atalaya donde se ven verdades, no apartándoos de mí, todo lo podré; pues si os apartáis de mí, por poco que sea, iré adonde estaba, que era el infierno.

6. ¡Oh, cuánto sufre un alma que ha llegado aquí al tener que volver a tratar con todos, a mirar y ver la farsa de esta vida tan mal organizada, a gastar el tiempo cuidando de su cuerpo, durmiendo y comiendo! (8)

Todo le cansa, no sabe cómo huir, se ve encadenada y presa. Entonces siente más verdaderamente la esclavitud del cuerpo y la miseria de la vida.

Se da cuenta de cuánta razón tenía San Pablo al suplicar a Dios que le librase de ella (Rom 7,24); da voces con él; pide a -Dios libertad, como he dicho otras veces; mas en este grado de oración grita con tal ímpetu muchas veces, que parece que el alma se quiere salir del cuerpo, ya que no la sacan a buscar esta libertad.

Está como vendida en tierra extraña, y lo que más le hace sufrir es no encontrar muchos que se quejen con ella y pidan esta liberación del cuerpo, pues lo que todos desean es vivir.

¡Oh, si no estuviésemos atados a nada, ni tuviésemos puesto nuestro contento en ninguna cosa de la tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin alegría amortiguaría el miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera!

7. Considero algunas veces que si una como yo, porque el Señor me ha dado esta luz, teniendo tan tibia caridad y el descanso tan incierto, por no haberlo merecido mis obras, muchas veces siente tanto verse en este destierro, ¿qué sería el sentimiento de los Santos? ¿Cuánto sufrirían San Pablo y la Magdalena y otros como ellos que vivían sumergidos en el fuego del amor de Dios? Debía de ser un continuo martirio.

Creo que los que me dan algún alivio y descanso en su trato son las personas en quienes encuentro estos deseos; digo deseos con obras; digo con obras, porque hay algunas personas que creen que están desprendidas y así lo publican, y así debía de ser, ya que así lo exige su estado y los muchos años que hace que algunos comenzaron el camino de la perfección; mas conoce muy bien esta alma desde muy lejos a los que tienen estos deseos sólo de palabra y a los que lo han demostrado con sus obras; porque sabe lo poco que progresan unos y lo mucho que progresan los otros, que esto es lo que ve con mucha claridad el que tiene experiencia.

8. Después de haber hablado de los efectos que producen los arrobamientos que proceden de espíritu de Dios, téngase en cuenta que en ellos hay grados. Pues al principio, aunque producen estos efectos, aún no están avalados por sus obras y por eso no se nota que los tiene.

El progreso de la vida cristiana exige tiempo y a medida que el alma avanza van desapareciendo defectos hasta que no queda ni recuerdo de una telaraña de defecto.

Y cuanto más crece el amor y la humildad en el alma mayor perfume exhalan las flores de las virtudes, tanto para sí como para los otros.

Aunque es verdad que el Señor puede obrar con tanta eficacia en un rapto de éstos, que poco tendrá que trabajar el alma para conseguir la perfección; porque es tanto lo que le da el Señor en este momento, que nadie, si no lo experimenta, lo creerá, pues no hay esfuerzo nuestro que pueda conseguir, a mi parecer, tanto como el Señor le dio.

9. No es que, con el favor del Señor, practicando durante muchos años con grandes esfuerzos y sufrimientos las enseñanzas de los maestros que han escrito sobre la oración, no pueden llegar a la perfección y a conseguir gran desprendimiento, pero no lo conseguirán con tanta rapidez como lo hace el Señor, pues sin ningún esfuerzo nuestro, de golpe, saca al alma de la tierra y le da señorío sobre lo que hay en ella, aunque no tenga más méritos que los que yo tenía, que no lo puedo encarecer más, pues casi no tenía ninguno.

10. Por qué lo hace Su Majestad, es porque quiere, y como quiere lo hace, y aunque no esté el alma preparada, la prepara para que reciba el bien que Su Majestad le da.

No siempre da, pues, estos regalos porque se los ha merecido trabajando bien el huerto, aunque es muy cierto que, al que trabaja bien y se esfuerza en desprenderse, no dejará de recompensarle, sino porque es voluntad suya manifestar su grandeza algunas veces en la tierra más ruin, como he dicho, disponiéndola para todo bien, de manera que parezca que ya no puede vivir ofendiendo a Dios como solía.

Ahora tiene el alma el pensamiento tan habituado a pensar lo que es verdadera verdad, que todo lo demás le parece juego de niños.

Se ríe entre sí algunas veces cuando ve a personas importantes de oración y vida consagrada que hacen caso del honor que esta alma tiene ya bajo los pies.

Dicen que lo hacen por discreción y para consolidar su autoridad y poder servir mejor a la Iglesia. Pero esta alma sabe muy bien que haría más fruto en un día que dejase su autoridad por amor de Dios, que con tanta autoridad en diez años.

11. Así, esta alma vive vida trabajosa y siempre con cruz, mas aventaja mucho en la vida cristiana. Cuando la miran quienes tratan con ella, la ven muy en la cumbre.

En poco tiempo ha mejorado mucho, porque Dios constantemente la favorece; es alma suya; es El quien la cuida y así se le nota; porque parece que tiene sobre ella una especial asistencia guardándola para que no le ofenda y favoreciéndola y despertándola para que le sirva.

12. Cuando llegó para mi alma la hora que Dios le hiciese esta merced, cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para salir de ellos y no me impresionaba encontrarme en ocasiones de faltar y con gente que antes me distraía; era como si no existieran para mí estos peligros, al revés, lo que antes me perjudicaba ahora me ayudaba.

En todo encontraba medios para conocer más a Dios y amarle y darme cuenta de lo que le debía y dolerme de haber sido como fui.

Bien entendía yo que aquello no venía de mí, ni lo había conseguido con mi esfuerzo, y aún no había tenido tiempo para ello. Era Su Majestad quien me había dado fortaleza para ello por sola su bondad.

13. Desde que el Señor comenzó a darme arrobamientos hasta hoy, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y por su bondad me ha tenido cogida de su mano para que no volviera atrás.

Y me parece que las almas que reciben del Señor estas mercedes pueden tratar con cualquier clase de gente; aunque sea la más disipada y viciosa no le hará daño, siempre que vayan con humildad y temor y con el convencimiento de que es el mismo Señor el que lo hace, y nosotras casi nada.

Y no sólo no le perjudicará, sino que le ayudará y será motivo de mucho mayor provecho.

Son éstas ya almas fuertes escogidas por el Señor para ayudar a otras, aunque esta fortaleza no es de ellas.

14. Cuando el Señor ha conducido hasta este grado a un alma, poco a poco le va comunicando grandes secretos.

En este éxtasis les hace las verdaderas revelaciones y le da grandes mercedes y visiones y todo sirve para humillar y fortalecer al alma y para que menosprecie las cosas de esta vida, y conozca con más claridad las grandezas del premio que el Señor tiene preparado para los que le sirven.

Quiera Su Majestad que la grandísima largueza que con esta miserable pecadora ha tenido contribuya un poco a que se esfuercen y animen las que lean esto a dejarlo todo del todo por Dios.

Pues tan cumplidamente paga Su Majestad, que si aún en esta vida se ve claramente el premio y la ganancia que tienen los que le sirven, ¿qué será en la otra?

COMENTARIOS:

Autor: Jesús Marti Ballester

1 Sí, por ahí andan los tiros hoy!...

2 Miren cómo el compromiso cristiano eficaz dimana de esta fuente, o de esta lluvia. Drogadictos, zonas de pobreza, niñez explotada, hambre, inseguridad ciudadana, tráfico de influencias..., narcotráfico..., tenemos la solución. Es cuestión de ir rectos al fondo de los problemas.

El celo de la gloria de Dios la deshace, como a todos los profetas. Véase a Jeremías, por ejemplo: “Entonces alargó Yavé su mano y tocó mi boca’“. Y me dijo Yavé: ‘Mira que he puesto mis palabras en tu boca” (Jer 1,7). La palabra de Dios es horno encendido en las entrañas del profeta, de todos los profetas, también de Teresa, que quiere volver los hombres a Dios mediante su carisma de oración, ya que no puede ejercer otro, como dice en Camino 1,2, y su magisterio tan largo, y hondo, y ancho, y exquisito: “Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu Palabra para mí un gozo y alegría de corazón...” (ib, 15,16). Véase también la vocación de Isaías (6,6-10), todos los textos de todas las vocaciones de profetas conocidos nos hablan de urgencia de caridad, como la de Pablo, “caritas Christi urget nos”, nos apremia. (iCor 5,14) “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, me has podido...; la palabra del Señor se me volvió escarnio y burla constantes... Pero la sentía dentro, como fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía esfuerzos por contenerla y no podía” (Jer 20,7-9).

4Encomienda a Dios a los reyes en la línea de san Pablo: “Te ruego que se hagan peticiones, oraciones, súplicas por los reyes y por todos los constituidos en dignidad...” (lTim 2,2).

5 Muy pronto va a comenzar la reforma. Estas páginas y deseos los escribió la Santa a principios del año 1562, y el 24 de agosto del mismo año se inauguró el monasterio de san José de Avila, primer monasterio descalzo.

6 Éste es el leitmotiv del poema suyo “Vuestra soy, para Vos nací...”.

7 La oración de cuarto nivel.

8 “Es grandísima pena... haber de comer” (Relaciones 3,6).

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant