HAGASE TU VOLUNTAD

Y 

COMENTARIOS AL CAPITULO 32 DE CAMINO DE PERFECCION DE SANTA TERESA DE JESUS, CONTEMPLACIÓN PERFECTA

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

«Si alguno cumple la voluntad de Dios, a ese le escucha» (Jn 9,31).


1 INTRODUCCION

2 EVANGELIO Mt, 6,9

3 NUESTRA DISPOSICIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS

4 CUANDO EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO LA DE DIOS

5 LOS MOMENTOS DIFICILES

6 JESUCRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES LA VOLUNTAD DEL PADRE

7 JESUCRISTO NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS LA VOLUNTAD DE  DIOS

8 JESUCRISTO ENALTECE A SU MADRE, QUE HA ACEPTADO LA VOLUNTAD DE DIOS

9 LOS QUE CUMPLEN CON LA VOLUNTAD DE DIOS, ENTRARAN EN LOS CIELOS

10 HAGASE TU VOLUNTAD EN EL COMENTARIO DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESUS

11 VENGA A NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD, REFLEXION DE JUAN PABLO II

12 HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO, DEVOCIONARIO ANOMIMO

 


1.                 INTRODUCCION

Al llegar a los capítulos 32 y 33 de Camino de Perfección, escritos por Santa Teresa de Jesús, nos parece que hemos a un punto muy alto del camino, bien se podría decir, que estamos llegando a la cima. Desde el primer capitulo, nos damos cuenta que venimos caminando en oración con la Santa Madre Teresa de Jesús, por una trayecto angosto y extenso, ella lo ha recorrido y se lo enseña a sus hija. En su día Teresa sabía bien donde conducía a su hijas, y a leerla, nos damos cuenta hacia donde nos conduce.

Es en este punto del camino donde podemos decir, si queremos llegar, tenemos que darnos en forma total, pero para ello, estamos condicionados a cuanto de corazón estamos dispuestos a aceptar que sea la voluntad de Dios la que debemos aceptar. La respuesta la podremos encontrar nosotros mismos, si quedamos inmersos en la fuente de agua viva  de la contemplación, ahora exigida a su mayor intensidad, a la mayor entrega de cada uno, a la mayor entrega a Dios. Habrá tanta unión cuanto despojo.

La contemplación es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre. La contemplación es la gracia que sobreviene al hecho de haberse dado del todo a El.

Así es como la Teresa de Jesús les enseña a sus hijas: “EI no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. Esto es cosa cierta, y porque importa tanto os lo recuerdo tantas veces” CP 28,12).

La Santa Madre Teresa de Jesús, busca convencernos y luego nos exhorta a decidirnos a entregar nuestra persona, para ello nos presenta delante a Cristo, que se entregó totalmente al Padre y sin poner condiciones.

Jesús dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada a Él”. En la oración de su agonía, acoge totalmente esta Voluntad: “No se haga mi voluntad sino la tuya”.

2.                 EVANGELIO Mt, 6,9

Jesús les enseña a sus discípulos: “Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.”

“Conformarse con la voluntad de Dios es la oración más hermosa del alma cristiana” (san Alfonso María de Ligorio).

Jesús al enseñarle a orar, les pide sus discípulos ayer y hoy a nosotros, renunciar  a los propósitos personales y aceptar que se realicen los de Dios. Entonces, cuando repetimos esta oración, frente a lo que realmente deseamos, decimos “hágase tu voluntad”, es decir lo que yo quiero es lo tu quieras Señor. El mismo Jesús nos da su propio ejemplo cuando reza: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”  (Mateo 26,42)

3.                 NUESTRA DISPOSICIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS

Nosotros oramos esta plegaria de “hágase tu voluntad”, ¿pero realmente estamos dispuestos y alegres a aceptar lo que Dios quiera?, antes de responder hay que meditar que estamos dispuestos a no hacer por Dios o que estamos dispuesto a dejar de hacer por Dios. En efecto, cuando perdemos algún privilegio, nos aparecen ciertas soberbias por haber perdido algo que creíamos importante, a modo de ejemplo, deseábamos cierto puesto para nosotros y la voluntad de Dios fue dárselo a otro. ¿Cuántas veces hemos sido sorprendidos por Dios, haciéndose una voluntad que no era la que esperábamos?,  ¿y después de eso, que hacemos?, ¿nos preguntamos porque Señor, o rezamos luego diciendo Señor estoy contento que tu voluntad haya sido hecha?

Jesús, nos pide, que le supliquemos a Dios, permitirle a El, que haga de nosotros, aquí ahora en la tierra y luego cuando el quiera en el cielo, es decir, Jesucristo quiere que sintamos que Dios es lo primero en todo en nuestra vida, y ante todo lo que queramos. La aceptación de la voluntad de Dios esta por sobre todo, reconociendo en el “EL Señor”.

La primera voluntad que debemos aceptar entonces es, que El es “El Señor”, y nadie más. Señor de la vida y de la muerte, y deben ser aceptada de la misma forma la alegría y el dolor, esto es, en todo donde la voluntad de Dios se manifieste, debe ser aceptada. "Hágase tu voluntad" es entregarse a las realidades recibidas.

4.                 CUANDO EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO LA DE DIOS

Mientras todo va bien, oramos: Me pongo en tus manos porque eres El Señor, mi Dios, mi Padre, y te doy gracias, por todo lo que haces por mí y para mí. Sin embargo si nos ocurre algo que nos esperábamos, decimos con aire de pesimismo: que le vamos a hacer, es la voluntad de Dios.

En otra ocasiones hacemos alguna oración buscando torcer la voluntad de Dios a nuestros deseos, y nos hacemos falsas ilusiones pensando: Dios es bueno y me lo va a conceder, y no queremos dejar a Dios que el decida que es lo bueno para nosotros.

También sucede que buscamos favorecer nuestros intereses, creyendo que lo nuestro es lo que vale, y lo único que nos falta es que Dios no se nos oponga o se no se nos moleste, entonces necesitamos pacificar a Dios, y pensamos que con la oración se producirá un milagro y hará desistir al Señor de mandarnos su ira, y frescamente decimos igual “hágase tu voluntad".

5.                 LOS MOMENTOS DIFICILES

Cuando estamos de acuerdo que las cosas que nos ha mandado Dios, es decir su voluntad, son buenas para nosotros, estamos aceptando su voluntad, si pensamos que no lo son, estamos rechazando su voluntad.

Si vemos que un niño inocente, tiene un mal terrible, exclamamos ¡Por qué Señor!, si alguien tiene un accidente fatal, exclamamos pidiéndole respuestas al Señor, esas exclamaciones son justas, porque no nos parecen obras de Dios. Frente a estas situaciones u otras desgracias, no podemos decir “hágase tu voluntad”, porque sería contra nuestros sentimientos. Sin embargo, no es ir en contra de estos sentimientos aceptar la voluntad de Dios. Esto es, una cosa es ver la voluntad de Dios y la otra aceptar esta voluntad. Por tanto siempre es posible querer una voluntad de Dios y otra aceptar esta voluntad.

Reza Jesucristo en Getsemaní: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.  (Mateo 26, 39) Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.  (Mateo 26, 42)

Otro gran ejemplo lo pone Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. (Juan 4,34) y el no hace nada por su cuenta, Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 5, 30),  porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 6, 38, 40)

6.                 JESUCRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES LA VOLUNTAD DEL PADRE

La Voluntad de Dios, es un misterio y no es fácil descubrir lo que Dios quiere, sin embargo nos han enseñado que es fiel, aquel que se complace en hacer la voluntad de Dios.

Y cual es esa voluntad?, dice Cristo Jesús: “porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.  (Juan6, 38-40)

7.                 JESUCRISTO NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS LA VOLUNTAD DE  DIOS

En un momento en que Jesús, rodeado de gentes, predica, su madre y sus “hermanos” desean verle. (Lc 8, 19-21) Como no pueden acercarse, por la multitud, se le pasa un recado. Y Jesús aprovecha aquella oportunidad, no para negar el afecto filial y de piedad a los suyos, sino para comparar el simple afecto familiar humano al otro afecto de la gran familia cristiana.

Por eso, desde este punto de vista, para cualquiera que “oye” la “palabra de Dios,” término exclusivo de Lucas, y la “pone por obra,” tiene para Él el afecto entrañable y familiar, aunque aquí sobrenatural, que corresponde a ese otro motivo más alto que los simples lazos de la sangre. Son los miembros del Reino.

Ante la presencia de estos vínculos familiares, Jesús aprovecha la oportunidad para dar una gran lección, señalando con la mano a sus discípulos, agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, pues añadió: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. En efecto, Jesús, no niega el amor a su madre ni a sus familiares, El habla de esa otra gran familia cristiana. No queda atado al solo amor humano de una familia. Hay otra familia espiritual a la que ama, en un orden espiritual y sobrenatural, con amor más íntimo y profundo que el amor humano con que se ama a la madre y a los hermanos.

8.                 JESUCRISTO ENALTECE A SU MADRE, QUE HA ACEPTADO LA VOLUNTAD DE DIOS

"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38)

Jesús, como hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba, la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es Mi madre.

Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron.” Y Jesús le respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28).No es tal vez María la primera entre aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque guardaba la palabra y la conservaba cuidadosamente en su corazón.

9.                 LOS QUE CUMPLEN CON LA VOLUNTAD DE DIOS, ENTRARAN EN LOS CIELOS

No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo (Mt 7, 21-29)

Jesucristo nos advierte en este fragmento del evangelio, como reconocer a aquellos que aparentan llevar una buena vida en las palabras, pero en los hechos y en sus obras no son ejemplos de nada. Esto, porque los hechos y las palabras son necesarias de cumplir por igual a los que sirven al Señor. Y aún hay más exigencia, una y otra cosa son necesarias, pero estas deben ir acompañada de de la aceptación y del cumplimiento de la voluntad de Dios.

Es necesario entonces estar atentos para distinguir de los buenos y los malos maestros. Debemos en otras palabras, cuidarnos de nos ser engañados por los que hablan en nombre de Cristo, pero entienden mal las verdaderas enseñanzas y las acomodan a su manera y sus estatus de vida.

Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. No es otra la voluntad del Hijo que la del Padre que esta en los cielos, son palabras que hemos oído con mucho énfasis de Jesús. Pongamos nosotros el mismo empeño, el mismo interés y esfuerzo en imitar a Jesús, aceptando y haciendo la voluntad del Padre en los hechos y las palabras. Pero no dejemos de tener presente, que para pertenecer al Reino, no basta con invocar al Señor, auque sintamos que lo hacemos con fe viva, es indispensable cumplir la voluntad de Dios y hacer una vida coherente a los principios y enseñanzas de Jesucristo.

Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.  (Juan 9, 31)

Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos flagelos; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más. (Lucas 12,47)

De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. (Mateo 18,14)

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?  (Mateo  21,31)

Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Romanos 12,2)

Y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros. El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén. (Romanos 15,32)

10.             HAGASE TU VOLUNTAD EN EL COMENTARIO DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESUS

La Santa Madre Teresa de Jesús, nos muestra como Jesucristo nos ha enseñado a pedir “venga a nosotros tu Reino”, para que podamos pedir y cumplir que “se haga su voluntad”, la del Padre, y que es que lleguemos a beber en la fuente de agua viva.

Para Teresa de Jesús, decirle a Dios “hágase tu voluntad” no es una oración cualquiera. Es una palabra que marca uno de los hitos sumos de la oración cristiana. Es hacer el don de sí, es abrirse al don de la contemplación, al pleno don de El, en amistad consumada. Es llegara la “fuente de agua viva”.

Si Dios no nos diera su reino, ¿cómo podríamos santificar su nombre y cómo seríamos capaces de darle efectivamente nuestra voluntad?

Cuando el orante hace el don de sí, Jesús está de por medio (C 32,1), hace de embajador nuestro (C 32,3), suple y robustece nuestras cobardías y deficiencias.

Escribe la Santa Madre: “Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, en pedir la petición pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros. Porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros: porque hecha la tierra cielo, será posible hacer en mí vuestra voluntad. Mas sin esto, y en tierra tan ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis” (C 32,2).

Teresa no sabe hablar de oración sin hacerla. Una vez más lleva esto a la práctica. Pasa del diálogo con Cristo al diálogo con las lectoras: “Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí!”, “Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí” CC 32,4).

Así es, como el capítulo 32 de Camino de Perfección, está lleno de expresiones orantes, que nos acercan a la experiencia de Teresa. Decir al Padre “hágase tu voluntad” es ofrecerle la nuestra. Petición en la forma, oferta profunda en el fondo. Ejemplo de esta petición es la que hace Jesús en el Huerto.

“Cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y que damos todo lo que podemos, si lo damos como decimos” CP 32,1.

No es extraño que orar de verdad esta petición cueste. A veces lo decimos entre el miedo y la superficialidad.

“Querría yo preguntarles”,  lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos. O es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo” CP 32,3.

Teresa insiste en este acto de entrega. En esto está el todo, “en darnos todo al todo sin hacernos partes” CP 8,1

“Todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya, y desasimos de las criaturas” (C 32,9).

“Démosle ya una vez la joya del todo” (C 32,8) con determinada determinación. “Así que, hermanas, si tenéis amor, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor” (C 32,7).

“Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo” conforme a ella, nunca deja (EI) beber del agua viva de la fuente•” CP 32,9).

La contemplación es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre. La contemplación es la gracia que sobreviene al hecho de haberse dado del todo a El.

“EI no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. Esto es cosa cierta, y porque importa tanto os lo recuerdo tantas veces” CP 28,12).

Teresa hace ante nosotros un momento de viva y real contemplación. “Todo lo demás estorba e impide decir fial voluntas tua: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte de mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues El me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforma a vuestra voluntad. Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don”! CP 32,10-1 1).

La mayor asimilación a Cristo. Cuando el orante ha superado sus miedos y por fin ha sido capaz de decir al Padre: “haz en mi tu voluntad”, está bien seguro de cuál va a ser ésta. “Ni riquezas ni deleites ni honras ni todas estas cosas de acá. No os quiere tan poco!” CP 32,6). “Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno, y el amor que tiene a Su Majestad. A quien amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco” CP 32,7). Porque “la medida de llevar gran cruz o pequeña es la del amor” CP 32,7).

“Unión” es un término muy usado en Teresa. Únicamente en la unión va a ocurrir el hecho terminal de la santificación del orante. Santidad que acontece por la presencia de Dios en él.

Decir hágase “si va con la determinación que ha de ir, no puede menos de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en Sí, y hacer una unión del Criador con la criatura” (CP 32,11).

Horizontes insospechados. “Porque no contento El con tener hecha esta alma una cosa consigo por haberla ya unido a Sí mismo, comienza a regalarse con ella, a descubrirle sus secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado, y que conozca algo de lo que la tiene por dar: hácela ir perdiendo los sentidos exteriores, porque no le ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y comienza a tratar con tanta amistad, que no solo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella” (C 32,12).

Aquí ya no hay técnicas ni méritos. El orante está en el reino de la gracia. Aquí “la pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den. Y esta es su mayor riqueza: quedar, mientras más sirva, más adeudada” (C 32,1 3).

11.             VENGA A NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD, REFLEXION DE JUAN PABLO II

Con estas palabras los creyentes invocan la venida del reino divino y el retorno glorioso de Cristo. Este deseo, sin embargo, no los aparta de su misión diaria en el mundo; al contrario, los compromete aún más. La venida del reino ahora es obra del Espíritu Santo, que el Señor envió -- a fin de santificar todas las cosas, llevando a la plenitud su obra en el mundo -- (Misal romano, Plegaria eucarística IV).

En la cultura moderna se ha difundido un sentido e espera de una nueva era dé paz, bienestar, solidaridad, respeto de los derechos y amor universal. La Iglesia, iluminada por el Espíritu, anuncia que este reino de justicia, de paz y de amor, ya proclamado en el Evangelio, se realiza misteriosamente en el curso de los siglos gracias a personas, familias y comunidades que optan por vivir de modo radical las enseñanzas de Cristo, según el espíritu de las bienaventuranzas. Con su esfuerzo, estimulan a la sociedad temporal hacia metas de mayor justicia y solidaridad.

La Iglesia proclama también que la voluntad del Padre es -- que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad -- (1 Tm 2, 4) mediante la adhesión a Cristo, cuyo mandamiento, que resume todos los demás y que nos manifiesta toda su voluntad, es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado --  (Catecismo de la Iglesia católica, n. 2822).

Jesús nos invita a orar por esta intención y nos enseña que no se entra en el reino de los cielos diciendo -- Señor, Señor --, sino haciendo -- la voluntad de su Padre que está en el cielo -- (cf. Mt 7, 21).

12.             HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO, DEVOCIONARIO ANOMIMO

Estas palabras tienen un sentido doble. Hay una voluntad de Dios que el hombre tiene que cumplir con sus obras. Hay otra que debe respetar y sufrirla con paciencia. Mas ambas voluntades debemos tomar como con ambas manos. De ahí que esta petición contiene primero el sincero propósito de cumplir la voluntad de Dios; segundo, la generosa resolución de aceptar todas las disposiciones de la Divina Providencia, aun las más pesadas y dolorosas, con plena sumisión y entrega de si mismo; tercero, el fervoroso ruego por el auxilio de la divina gracia para el constante cumplimiento de estos propósitos.

Toda mi felicidad y mi valor depende de si me someto con toda mi alma a la voluntad de Dios o no. Yo renuncio a mi propia voluntad y a mis deseos particulares. ¿Qué importa todo eso, con tal que se cumpla la voluntad de Dios? Sólo aquello tiene razón de ser, que deriva de la siempre santa, siempre amable, siempre bondadosa voluntad divina y está en conformidad con ella.

Danos, oh Padre, tu poderosa gracia que nos hace abrazar y cumplir siempre lo que Tú quieres, y nos mantiene firmes y fuertes en todo lo que dispone o permite tu santa Providencia.

En el cielo ya no hay desobediencia, ni murmuración, ni tardanza, ni vacilación en el cumplimiento de la voluntad divina. Allí todos quieren sólo lo que Dios quiere, y lo quieren con amor puro. El perfecto cumplimiento de la divina voluntad es la bienaventuranza de todos los bienaventurados. Ojalá también nosotros en la tierra no trabajáramos por ningún otro ideal que el cumplir, como los ángeles y santos del cielo, la voluntad de Dios, en lo grande como en lo pequeño con toda perfección asequible con el auxilio de la divina gracia.

El fiat (hágase en mí según tu palabra) de la Madre de Dios dio la señal para que se verifique el gran misterio de la Encarnación del Verbo Eterno con todas las bendiciones que de ahí vinieron sobre los hombres.

Otro fiat de la boca del Divino Salvador en el jardín de Getsemaní significaba la aceptación del cáliz de la Pasión para el ofrecimiento del sacrificio cruento, por el cual el Cordero de Dios quitó los pecados del mundo y nos abrió el cielo.

En la misma línea está ahora el fiat que el divino Maestro pone en nuestra boca en el Padre nuestro, y que diariamente sube de nuestros labios a las alturas del cielo.

Digamos, pues, este nuestro fiat con el mismo espíritu y con la misma generosidad con que El y su santísima Madre pronunciaron el suyo.

Hasta aquí, el devoto que ora, piensa más en el Padre celestial que en sí mismo. El defiende más los intereses de Dios que lo suyos propios. Es evidente que con ello procura, a la vez, en realidad, su propia felicidad. En estas tres primeras peticiones está el centro de gravedad del Padre nuestro; y cuanto más ellas llenan nuestra alma, tanto más fuerza tendrán ante Dios las siguientes peticiones, en las que recomendamos a la bondad divina nuestros propios asuntos y aspiraciones diciendo implícitamente: Por la gloria de tu santo nombre, danos, oh Padre, el pan de cada día, perdónanos nuestras deudas, no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal.

El Señor les Bendiga

Pedro

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