A Santa Teresa de Jesus

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

SANTA TERESA DE JESÚS

LAS FUENTES DE INFORMACION DE LA MAESTRA DE ORACION

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Edición: Pedro S.A. Donoso Brant

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1)      LA PRIMERA FUENTE DE INFORMACIÓN DE SANTA TERESA, ES LA HUMANA.

Sorprende al estudioso de santa Teresa la abundancia de doctrina que encuentra en sus obras, más si se tiene en cuenta el ambiente cultural de su época, en el que la mujer tenía la puerta cerrada a las letras. Aún así, Teresa conoce toda la teología católica. Es más. No quiere oración que no vaya fundamentada en doctrina sólida: "de devociones a bobas nos libre Dios". Es verdad que ella tiene varias fuentes de información y de formación. A la humana, y a ésta me refiero ahora, ha accedido por via de lectura personal y por la escucha, también individual y personal, de los mejores teólogos de su tiempo: "Yo he tratado a muchos, pues los he buscado y siempre fuí amiga de ellos": Domingo Báñez, el Padre Ibáñez, García de Toledo, y un largo etcétera, a quienes ella consultó, escuchó y cuya enseñanza asimiló, de qué manera... ¡Cuánta gratitud rebosa ella, tan agradecida, a "estos hombres que nos enseñan a los que sabemos poco y nos dan luz y nos enseñan a entender las verdades de la Sagrada Escritura"! "Había de ser muy continua nuestra oración por estos que nos dan luz".

2)      NECESIDAD DE TESTIGOS HOY.

"En un mundo secularizado las huellas de Dios se van borrando y por este motivo la concentración en el Dios Trino como origen y base firme de nuestra vida y de todo el mundo constituye la tarea más urgente", ha dicho Juan Pablo II a un grupo de profesores de Teología. Estas palabras nos ha afianzado más en la idea de que Santa Teresa de Jesús puede aportar al mundo eso que urgentemente necesita y precisa que se lo digan más que los maestros, los testigos, y testigo es ella que se ha visto inmersa experimentalmente en la inmensidad de la vida trinitaria.

3)      LA SEGUNDA FUENTE DE INFORMACIÓN DE SANTA TERESA

La divina. Enseña Santo Tomás que la tarea del teólogo al servicio de la doctrina sobre Dios constituye un acto de amor al hombre (II-II, 181 a 3 c; 182, a 2, c; I, 1 a 7 c). Santa Teresa demuestra su amor al hombre aún hoy iluminándonos con sus palabras el misterio, para lo cual la ha capacitado la segunda y más misteriosa y privilegiada fuente de información de que ha sido dotada, la divina, que le ha llegado de arriba. "Muchas cosas que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que me las decía mi Maestro celestial" (Vida 39, 8). Enseñada por el Maestro que fue "su libro vivo" y subida a la atalaya de la oración "donde se aprenden verdades", sumergida en el misterio de Dios, "vio lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón sintió" (1 Cor 2, 9). Por eso es imposible no sentirse invadidos y como sacudidos por una oleada de firmeza en la fe ante la experiencia teresiana del misterio de la Trinidad, de Cristo, de la Eucaristía, de la gracia y del pecado, de la vida celeste, de la terrible realidad del infierno, de la visión de la creación según los designios del Creador y, en suma, de todas las verdades mistéricas. Ante la presencia tan impresionante reflejada por las palabras candentes de la Doctora Mística, ¿cómo no ver la evidencia del amor de Teresa a los hombres al abrirles su corazón henchido de amor de Dios?. En ella se realizan las palabras de Santo Tomás que refrendan el acto de amor al hombre del teólogo. Y sobre todo del místico. Por eso he querido poner a Santa Teresa en contacto con Santo Tomás, a la Doctora Mística con el Doctor Angélico y Místico también. Situar a Santa Teresa en la línea del pensamiento de Santo Tomás, con el esquema de la Suma dejándole una acomodada organización que le aporte ordenación, claridad y sistematización, siendo Santo Tomás y Santa Teresa diferentísimos, pues aquél es la razón y el orden y la serenidad intelectua y ésta, el ímpetu del espíritu y la espontaneidad de la intuición maternal. ¡Siendo tan distintos, los dos uncidos al mismo yugo pueden abrir surcos profundamente divinos! Unidos no por su semejanza, sino por su complementariedad. Anduvo siempre Teresa en busca de teólogos que le autenticasen su espíritu, y antes de conquistar para su reforma a san Juan de la Cruz, encontró en Avila a Domingo Báñez, célebre comentarista de santo Tomás, que sería profesor en Alcalá, Valladolid y Salamanca, y que, sin duda, no sólo fue su confesor durante seis años, sino también su formador y maestro. No le viene extraña pues, la Suma Teológica de santo Tomás a Teresa, integrada en esa escuela encabezada por el Maestro Báñez, y continuada por otros, si no tan famosos, como los padres Ibáñez y García de Toledo, también dominicos. San Juan de la Cruz tomista también. Después vendrá san Juan de la Cruz, su "Senequita", "no he hallado en toda Castilla otro como él..., porque es de grandes experiencias y letras" (Cta 282), y éste se ha formado en teología con los dominicos también, en Salamanca. El es quien redujo científica y orgánicamente el cuerpo de doctrina de la fundadora, cimentando sobre los sólidos principios de la teología tomista, las enseñanzas de la vida de perfección a la que ella conducía a sus hijas. Los escritos de la Santa no tienen forma científica. Están llenos de intuiciones profundas, pero carecen de desarrollo sistemático. Suplirá san Juan de la Cruz esta carencia. Mientras ella afirma por intuición, él explicará y razonará y argumentará los caminos de la intimidad con Dios. Pero el mismo santo Doctor confiesa, que él "no trata en sus obras de virtudes y sus hábitos y ejercicio, y el de las obras de misericordia, y la guarda de la ley de Dios". No era ese su campo.

4)      PERVIVENCIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO.

La Suma Teológica, Carta magna de la Teología Católica. Fue el Angélico entre los teólogos del siglo XIII, el gran adalid del progreso. La teología tradicional, heredada del siglo XII y codificada en el libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, era hostil al uso de la razón en la explicación de los dogmas y se limitaba a coleccionar y ordenar los argumentos de los Padres, especialmente del mayor de todos, San Agustín. Los excesos de Roscelín, de Gilberto de la Porrée y de Abelardo les habían prevenido contra el uso de la Dialéctica, que consideraban como una especie de racionalismo y la sustituían por un misticismo piadoso y contemplativo, derivado de San Bernardo y cultivado con brillantez por Ricardo y por Hugo de San Víctor. Los teólogos por un lado, y los filósofos, abusando de la autoridad de Aristóteles con sus adherencias árabes y judías por otro, abrían cada vez más hondo el foso que iba separando y oponiendo la Teología a la Filosofía, por no tener la perspicacia para descubrir, como ocurre también hoy, que no hay contradicción entre la Teología y las ciencias humanas, sino diferentes metodologías. Y, como afirma Pablo VI: "la separación entre el Evangelio y la cultura es un caso dañino de nuestro tiempo como lo fué en otras épocas" (EN 20). Por eso llegó a tiempo San Alberto Magno para advertir la necesidad de revisar las mútuas posturas, tratando de armonizar en la Filosofía a Platón con Aristóteles, con lo cual unía a San Agustín, representante del platonismo, con Aristóteles. También la Teología debía utilizar los servicios de la Filosofía, aunque permaneciendo ésta como "ancilla Teologiae". San Alberto Magno, hombre de más erudición que originalidad, de más curiosidad que penetración, no logró dominar plenamente los vastísimos materiales que con su estudio e investigación había acumulado; le faltó la crítica y no consiguió evitar un cierto eclecticismo, que traduce sin pretenderlo, un espíritu de compilador, y por eso no pudo lograr la síntesis. Quedaría la culminación de esta empresa colosal para su discípulo predilecto, Tomás de Aquino. Este, con la aprobación de la Santa Sede, trabajó sobre una traducción directa de Aristóteles, y un estudio profundo sobre el Estagirita y sobre San Agustín le descubrió que el espíritu de ambos no era divergente y podía ser armonizado. Con una síntesis propia y personal hizo suyo el espíritu de ambos, y situó en la base la experiencia y la técnica aristotélicas y en el vértice las geniales intuiciones agustinianas, enriquecidas con sus agudas aportaciones personales. Este trabajo y agudeza determinará que, a partir de él, la Teología se convierta, sin perder nada de su altura y afectividad, en verdadera ciencia. Ya no será puramente mística y subjetiva, sino también científica y objetiva. En adelante, va a ser más difícil su estudio, pero en compensación, resultará más rica y fecunda. Por eso con Santo Tomás comienza una época nueva para la Teología y para la Filosofía. Fue un cambio profundo y gigantesco. La colaboración de la fe y la razón aseguraba a la Teología fundamento inconmovible (cf Santiago Ramírez, Introducción a la Suma). Valorando la Suma, dice el mismo autor: "Santo Tomás se sumerge hasta lo más hondo de los problemas, buceando sus reconditeces más ocultas con una facilidad y agilidad pasmosa. Nada de titubeos, nada de saltos en el vacío, nada de pasos atrás. Montado sobre principios indiscutibles y evidentes, puestos al principio de cada tratado..., se lanza imperturbable al sondeo de las conclusiones más recónditas, avanza con paso firme, explora con ojos de lince, recoge solícito las conclusiones anudándolas fuertemente a sus principios, y sobre ellos vuelve a emerger, exhibiendo su presa a la luz del día, en un lenguaje todo sencillez y transparencia".

5)      NO ESPIRITUALIDAD SIN TEOLOGÍA.

Santa Teresa no quería "devociones a bobas" y buscaba maestros, teólogos, casi todos tomistas, después que alzó el vuelo. He dicho antes, que Santo Tomás estuvo presente a través de ellos en su formación, y es hallazgo sorprendente comprobar que en casi todos los temas fundamentales de la Suma tiene algo que decir Santa Teresa, aunque sólo sea a veces de manera muy sumaria. Doctora de la Iglesia, la caracteriza sobre todo su don de oración, que a la vez que tiene a Dios tan cercano, se remonta a la trascendencia del hombre y se acerca y llega al hombre y a la mujer de hoy para dar solución a las aspiraciones del humanismo contemporáneo, desencantado ante tantos ídolos caídos, en esta cultura nuestra posmoderna de las postrimerías del siglo XX. Lejos quedan afortunadamente, los tiempos en que, por no haber teología, la filosofía se encerró en el estudio de la materia como su objeto exclusivo. Y los que por la desorientación e ignorancia del camino cristiano, y de la Iglesia como misterio, hasta en algunos monasterios de clausura llegó a prohibirse la lectura de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, como afirma Menéndez Reigada. Otra corriente más conforme con el predominio de la inteligencia, ha infravalorado como camino no científico y de categoría no intelectual, la dedicación al estudio o, mejor, la vivencia teologal, y la formación mística del cristiano interior; ha considerado la iniciación de la familiaridad experimental con el misterio de Dios, como apta para personas menos intelectuales.

6)      EL PELIGRO DE UN CRISTIANISMO "HUMANISTA".

Una falta de integración del Evangelio con el Antiguo Testamento ha dado un conocimiento de Jesús de forma abstracta y ha dado pie a inventar un poco su figura, y ha podido ser convertido en un personaje sociológico, humanista, romántico y futurista; y su Iglesia en una institución humana más. "Con una lectura parcial del Concilio se ha hecho una presentación unilateral de la Iglesia como una estructura meramente institucional, privada de su misterio", ha constatado el Sínodo de los Obispos a los 20 años del Concilio. Tal afirmación nos da la clave del desmedulamiento a que se ha llegado en la praxis y en la concepción del hecho cristiano. La conjunción de esta "Suma Antológica" con la Suma Teológica de Santo Tomás, intenta dar vigor nuevo racional a la lectura espiritual, desarbolando a un tiempo estas concepciones erróneas, de escaso calado teológíco y bíblico.

7)      RAÍCES DE LA DESCRISTIANIZACIÓN DE LOS PUEBLOS.

Del teocentrismo al antropocentrismo. La pérdida del sentido de Dios comenzó en el siglo XVI con la renovación del paganismo, y con el renacimiento de la soberbia y de la sensualidad paganas en los pueblos cristianos. Creció con el protestantismo, que llevaba consigo la negación del Sacrificio eucarístico y del sacramento de la confesión, de la infalibilidad de la Iglesia, de la Tradición, del Magisterio y de la necesidad de guardar los mandamientos para conseguir la vida eterna. Errores graves que, como el cáncer, han introducido en el pueblo y en la Iglesia un principio activo de muerte. Cuando estaba bien cuajado este movimiento de descristianización progresivo llegó la Revolución Francesa, basada en el Deismo y en el Naturalismo, con un Dios, Ser abstracto al que sólo le importan las leyes universales y no se preocupa de las personas indivíduales. Ni existe lo sobrenatural, ni el pecado ofende a Dios. El robo no es pecado, y la que peca es la propiedad individual. De ahí, se precipitan en cadena los errores: el liberalismo, el radicalismo, el racionalismo y, por reacción, el romanticismo, el socialismo y de éste el comunismo con su materialismo dialéctico y ateo, la persecución y negación de la religión como "el opio del pueblo", de la propiedad individual, de la familia, y el reduccionismo de la vida a la actividad económica. En 1917, la Virgen en Fátima, profetizó de éste: "Si no se reza y no se hace penitencia, Rusia extenderá muchos errores en el mundo". Así ha ocurrido hasta nuestros días. El año 1989 ha sido testigo del desmoronamiento del marxismo, pero como estaba larvado, junto al "vacío espiritual provocado por el ateísmo, ha dejado sin orientación a las jóvenes generaciones", según la "Centessimus annus". Las sociedades arrasadas con la moral por los suelos, tratan de dulcificar con eufemismos, pecados y crímenes gravísimos.

8)      A GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS.

Pero ¿se pone remedio a tanto mal grave? Al menos, ¿se sabe ver dónde está el remedio? ¿Se acierta en su diagnóstico? Una predicación con poca solidez doctrinal y sin robustez de fe, que no provoque la conversión del corazón y no construya al hombre interior, y una acción apostólica dañada por el activismo, no serán suficientes. No se puede curar un cáncer con aspirinas. Los brotes de un cierto neoromanticismo, muy pernicioso; la afirmación del yo, el exclusivismo en el apostolado, la independencia, la proclamación a ultranza de los derechos del hombre, muchas veces contra los de Dios y en pugna con la legislación positiva; la vanidad, la presunción y búsqueda de sí mismo y la ostentación de la propia personalidad y la jactancia, pueden hacer estéril la nueva evangelización. La innovación y la predicación de un Jesús de Nazaret fácil, producto del sentimiento y de la imaginación, que todo lo tolera y permite; guerrillero, unas veces, humanista y permisivo, otras; que ni es el Jesús del Evangelio, ni revela genuinamente al Padre, no será el remedio decisivo. Un Jesús falsificado, el Jesús de la Pascua y no el de la cruz; una separación entre la Pascua y la Cruz, como si la primera fuera la fiesta, y el llanto la segunda, disociables, y no unidas, con ignorancia intolerable y culpable, no trae la Buena Noticia. ¿No dijo Nietzsche: "Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, le ha salido bien, porque el hombre ha creado un Dios hecho a su imagen y semejanza también"? Pues ahí asoma el peligro.

9)      LA ORACIÓN ES LA SOLUCIÓN CLAVE DE LOS PROBLEMAS.

Cuando los discípulos de Jesús habían fracasado en el intento de expulsar al demonio, el padre del joven endemoniado se dirigió a Jesús, y le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y donde le coge le tira; echa espuma, rechina los dientes y se pone rígido. He pedido a tus discípulos que lo alejen, pero no lo han conseguido". Cuando le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Por qué no hemos podido expulsarlo nosotros? Jesús respondió: Esta especie sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno" (Mc 9, 28). Habían fracasado los discípulos de Jesús, a quienes él estaba formando para continuar su acción; los mismos que mientras Jesús oraba en Getsemaní, dormían (Lc 22, 45). El Espíritu Santo en Pentecostés les enseñará a decidirse por la oración: "Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra" (Hch 6, 4). Según Santo Tomás la enseñanza y la predicación brotan de la plenitud de la contemplación. He ahí el gran remedio que necesita nuestro mundo: la oración. Ha escrito Trueman Dicken: "El único remedio al que nuestro señor mismo prometió coronar con el éxito..., no ha sido aplicado seriamente: el remedio de la oración... La oración es la clave indispensable de la situación" (El crisol del amor). Si Santa Teresa pudo corresponder tan vigorosamente a los deseos de Dios fue debido a la oración. De ella le vino todo, porque antes "no entendía como lo había de entender, en qué consiste el amor verdadero a Dios". Pero al "Príncipe de este mundo" le interesa que no se de con el remedio, y que se vayan dando palos de ciego, a ver si se acierta por casualidad. El problema no está en disparar al blanco, sino en hacer diana. "No luchamos contra la carne y la sangre, sino contra los imperios y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos", que saben lo que se juegan cuando una persona se decide de veras a vivir el misterio de la cruz y del amor. "Les presenta el demonio tantos peligros y dificultades ante sus ojos, que no es menester poco ánimo para no volver atrás, sino mucho y mucho favor de Dios", dice Santa Teresa.

El método teresiano. La Doctora Mística en sus obras afirma, pero raras veces razona, las verdades cristianas. Sobre todo, vive, ha vivido, exhorta a vivir en cristiano, narra sus experiencias humanas, a veces dramáticas, cristianas y celestiales infusas. Es Doctora sin ínfulas porque es también y a la vez, Madre. Es Madre, no abuela, por eso, con claridad y firmeza, puede y educa a sus hijos, a quienes no consiente, pero comprende, porque ella también se sabe de barro y ha tenido que luchar consigo misma, y porque sabe que "por muchas caídas, como tenga amor de Dios el alma y no deje la oración, el Señor le da la mano tantas cuantas veces caiga, para que se levante". Uno de los tratados más intensamente esparcido por todas sus obras es el amor de Dios y el amor a Dios. Amor a Dios y al hombre, sobre todo en su vocación y valor supremo, la llamada a la identificación con Dios por amor. Con ello se constituye en realizadora de los Mandamientos del Sinaí, que se resumen en amor a Dios y al prójimo y, sobre todo, del Evangelio y del Mandato de Jesús. ¿Cómo podría ser de otra manera si Dios es Amor?

Hoy que tanto se horizontaliza el amor, necesitamos oir a Teresa y aprender de ella el amor teologal, pues "si el amor a los hermanos no nace de la raiz del amor de Dios", no amaremos con perseverancia, constancia y con sacrificio a los hermanos, "porque nuestra raiz está muy dañada". Puede ella hablar con autoridad del amor porque el que habita en un fuego luminoso devorador e inextinguible, le abrasó las entrañas en su fuego vivificante. El arquero clavó en su corazón la saeta envenenada y extinguió en ella la raiz de Adán y la creó mujer nueva: Mujer humana para un mundo selvático; mujer celestial para unos hombres mundanos; mujer divinizada para un mundo transfigurado, que aspira ¡a que pase ya "la representación de este mundo afeado por el pecado, y llegue la morada nueva donde habita la justicia que Dios nos prepara y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y de rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano" (GS, 39). Arde la Santa en santa exigencia, pero ésta, si es iluminada y positiva, y lo es su magisterio, se acata y se sigue porque ilumina y porque también es vigorizante y porque ella camina con el discípulo. Como ella camina en la luz, proyecta la luz a los demás. Porque vive en la verdad, arrastra hacia la vida, que ella vive con una manera de ser y de pensar en la que los mandatos y las prohibiciones son expresión de una convicción profunda y fluyen de su ser, no como una ascesis dolorosa, sino como una explosión gozosa que mueve y apasiona. No define ni pontifica, sino que aplica la doctrina a la vida; sólo una definición se ha permitido, la clásica, afortunada y conocida de la oración: "tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". Humildemente explica, y a cada paso como que pide disculpas por atreverse a decir lo que dice. En una palabra: educada. Cuando explica lo que vive con Dios, aunque ahí radica el Doctorado teresiano como "Madre de los espirituales", sólo una vez apela a su derecho a enseñar como Madre y Priora. Más que afirmar indiscutiblemente lo que vive (nuestra sociedad hoy tan dogmática y absoluta, mientras huye de lo dogmático y presume de demócrata), lo refiere como "que le parece". "Le parece que ha oído, que ha visto, que ha sentido", aunque le constan con certeza todas esas percepciones suyas, como quien manifiesta que está pronta a rendirse al Magisterio de la Iglesia y a sus confesores.

Santa Teresa demuestra muy especialmente su enseñanza en la oración y en las virtudes. Sus palabras son teología pero sobre todo, experiencia de quien ha vivido y vive lo que enseña. Las virtudes son frutos de la oración: "para esto es la oración, para que nazcan obras, obras". Obras en su idioma son actos, actos de virtudes, de todas, pero tres son sus predilectas, "virtudes grandes" las llama: la caridad, el desasimiento y la humildad. La obediencia no la incluye en las tres grandes pero, a pesar de eso, es piedra de toque del camino de santidad del que es Maestra. La obediencia para ella es la consecuencia de la humildad y de la fe.

Teresa Maestra de virtudes y ¡qué silencio tan clamoroso hoy en torno a ellas". Quien ha de hacer algún provecho debe tener las virtudes fuertes". La pobreza de virtudes en los cristianos es causa de escándalo y de esterilidad, de vacío y de desierto. Porque se va la fuerza en el enmarañado trazado de esquemas, y de planes pastorales muy racionalizados, es necesario dar un golpe de timón, un cambio de rumbo según el estilo de Santa Teresa. La conversión del mundo antiguo al cristianismo fue el fruto de la fe encarnada en las virtudes de los cristianos primitivos, y no el resultado de una actividad muy elaborada y sumamente planificada.

"Después que el Señor ya me había fortalecido en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años, muchos", cuando antes, "sin virtudes", "en muchos años solos tres se aprovecharon". Esta es una voz de alarma dirigida a los maestros de todos los tiempos. "La nueva evangelización no va a ser realizada con teorías astutamente pensadas", ha escrito Ratzinger. Debe comenzar con la vida abnegada y virtuosa. En la práctica, el tratado de las virtudes, diseminado por las obras de Santa Teresa, es el más eficaz evangelizador. Si no se practican virtudes, parecerá que se hace, pero no se hace, que se hace el bien, pero para quedar bien. Frutos con gusano dentro, espectaculares, pero inútiles, cuando no dañinos.

El tratado original de las cuatro maneras de regar el huerto, está lleno de belleza, e inventiva y energía, y ha conseguido montones de flores olorosas y sabrosas frutas. Ellas solas tienen energía suficiente para llenar de olor a todo el mundo y para construir un mundo mejor, convertido en verdadero paraiso.

JESUS MARTI BALLESTER

 

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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