Caminando con Jesus Pedro Sergio Antonio Donoso Brant LAS MORADAS o CASTILLO INTERIOR Santa
Teresa de Jesus MORADAS
QUINTA |
CAPÍTULO 1 Comienza a tratar cómo en la oración se une el ama con
Dios. Dice en qué se conocerá no ser engaño. 1. ¡Oh hermanas!, ¿cómo os podría yo decir la riqueza y
tesoros y deleites que hay en las quintas moradas? Creo fuera mejor no decir
nada de las que faltan, pues no se ha de saber decir ni el entendimiento lo
sabe entender ni las comparaciones pueden servir de declararlo, porque son
muy bajas las cosas de la tierra para este fin. Enviad, Señor mío, del cielo luz para que yo pueda dar
alguna a estas vuestras siervas, pues sois servido
de que gocen algunas de ellas tan ordinariamente de estos gozos, porque no
sean engañadas, transfigurándose el demonio en ángel de luz (1), pues todos
sus deseos se emplean en desear contentaros. 2. Y aunque dije "algunas", bien pocas hay que
no entren en esta morada que ahora diré. Hay más y menos, y a esta causa digo
que son las más las que entran en ellas. En algunas cosas de las que aquí
diré que hay en este aposento, bien creo que son pocas; mas
aunque no sea sino llegar a la puerta, es harta misericordia la que las hace
Dios; porque, puesto que son muchos los llamados, pocos son los escogidos
(2). Así digo ahora que aunque todas las que traemos este hábito sagrado del
Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque éste fue nuestro
principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del
Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo
buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos), pocas nos
disponemos para que nos la descubra el Señor. Porque cuanto a lo exetiror vamos bien para llegar a lo que es menester; en
las virtudes para llegar aquí, hemos menester mucho, mucho, y no nos
descuidar poco ni mucho. Por eso, hermanas mías, alto a pedir al Señor, que
pues en alguna manera podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé su
favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé
fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido (3), pues es
verdad que le hay en nosotras mismas, que esto querría yo dar a entender, si
el Señor es servido que sepa. 3. Dije "fuerzas en el alma", porque entendáis
que no hacen falta las del cuerpo a quien Dios nuestro Señor no las da; no
imposibilita a ninguno para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que
tuviere, se contenta. Bendito sea tan gran Dios. Mas mirad, hijas, que para
esto que tratamos no quiere que os quedéis con nada; poco o mucho, todo lo
quiere para sí, y conforme a lo que entendiéreis de
vos que os han dado, se os harán mayores o menores mercedes (4). No hay mejor
prueba para entender si llega a unión o si no nuestra oración. No penséis que
es cosa soñada, como la pasada (5). Digo soñada, porque así parece está el
alma como adormezida, que ni bien parece está
dormida ni se siente despierta. Aquí con estar todas dormidas, y bien
dormidas, a las cosas del mundo y a nosotras mismas (porque en hecho de
verdad se queda como sin sentido aquello poco que dura, que ni hay poder
pensar, aunque quieran, aquí no es menester con artificio suspender el
pensamiento; [4] hasta el amar si lo hace no entiende cómo, ni qué es lo que
ama ni qué querría; en fin, como quien de todo punto ha muerto al mundo para
vivir más en Dios, que así es: una muerte sabrosa, un arrancamiento del alma
de todas las operaciones que puede tener estando en el cuerpo; deleitosa,
porque aunque de verdad parece se aparta el alma de él para mejor estar en
Dios, de manera que aun no sé yo si le queda vida para resolgar (ahora lo
estaba pensando y paréceme que no, al menos si lo hace no se entiende si lo
hace) (6), todo su entendimiento se querría emplear en entender algo de lo
que siente y, como no llegan sus fuerzas a esto, quédase
espantado de manera que, si no se pierde del todo, no menea pie ni mano, como
acá decimos de una persona que está tan desmayada que nos parece está muerta.
¡Oh secretos de Dios!, que no me hartaría de procurar dar
a entenderlos si pensase acertar en algo, y así diré mil desatinos, por si
alguna vez atinase, para que alabemos mucho al Señor. 5. Dije que no era cosa soñada (7), porque en la morada
que queda dicha, hasta que la experiencia es mucha queda el alma dudosa de
qué fue aquello: si se le antojó, si estaba dormida, si fue dado de Dios, si
se transfiguró el demonio en ángel de luz. Queda con mil sospechas, y es bien
que las tenga, porque como dije (8) aun el mismo natural nos puede engañar
allí alguna vez; porque aunque no hay tanto lugar para entrar las cosas
ponzoñosas, unas lagartijillas sí, que como son agudas por doquiera se meten;
y aunque no hacen daño, en especial si no hacen caso de ellas como dije
porque son pensamientillos que proceden de la imaginación y de lo que queda
dicho, importunan muchas veces. Aquí, por ayudas que son las lagartijas, no
pueden entrar en esta morada; porque ni hay imaginación, ni memoria ni
entendimiento que pueda impedir este bien. Y osaré afirmar que si
verdaderamente es unión de Dios, que no puede entrar el demonio ni hacer
ningún daño; porque está Su Majestad tan junto y unido con la esencia del
alma, que no osará llegar ni aun debe de entender este secreto. Y está claro:
pues dicen que no entiende nuestro pensamiento, menos entenderá cosa tan
secreta, que aun no la fía Dios de nuestro pensamiento (10). ¡Oh gran bien,
estado adonde este maldito no nos hace mal! Así queda el alma con tan grandes
ganancias, por obrar Dios en ella sin que nadie le estorbe, ni nosotros
mismos. ¿Qué no dará quien es tan amigo de dar y puede dar todo lo que
quiere? 6. Parece que os dejo confusas en decir si es unión de Dios
y que hay otras uniones. Y ¡cómo si las hay! Aunque sean en cosas vanas,
cuando se aman mucho, también los transportará el demonio; (11) mas no con la
manera que Dios ni con el deleite y satisfacción del alma y paz y gozo. Es
sobre todos los gozos de la tierra y sobre todos los deleites y sobre todos
los contentos y más, que no tiene que ver adonde se engendran estos contentos
o los de la tierra, que es muy diferente su sentir como lo tendréis
experimentado. Dije yo una vez (12), que es como si fuesen en esta grosería
del cuerpo, o en los tuétanos, y atiné bien, que no sé cómo lodecir mejor. 7. Paréceme que aún no os veo satisfechas, porque os parecerá que os podéis engañar, que esto interior es cosa recia de examinar; y aunque para quien ha pasado por ello basta lo dicho, porque es grande la diferencia, quiéroos decir una señal clara por donde no os podréis engañar ni dudar si fue de Dios, que Su Majestad me la ha traído hoy a la memoria, y a mi parecer es la cierta. Siempre en cosas dificultosas, aunque me parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este lenguaje de que "me parece"; porque si me engañare, estoy muy aparejada a creer lo que dijeren los que tienen letras muchas; porque aunque no hayan pasado por estas cosas, tienen un no sé qué grandes letrados, que como Dios los tiene para luz de su Iglesia, cuando es una verdad, dásela para que se admita; y si no son derramados sino siervos de Dios, nunca se espantan de sus grandezas, que tienen bien entendido que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque algunas cosas no tan declaradas, otras deben hallar escritas, por donde ven que pueden pasar éstas. 8. De esto tengo grandísima experiencia, y también la
tengo de unos medioletrados espantadizos, porque me
cuestan muy caro (13). Al menos creo que quien no creyere que puede Dios
mucho más y que ha tenido por bien y tiene algunas veces comunicarlo a sus
criaturas, que tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Por eso,
hermanas, nunca os acaezca, sino creed de Dios mucho más y más, y no pongáis
los ojos en si son ruines o buenos a quien las hace, que Su Majestad lo sabe,
como os lo he dicho; (14) no hay para qué nos meter en esto, sino con
simpleza de corazón y humildad servir a Su Majestad y alabarle por sus obras
y maravillas. 9. Pues tornando a la señal que digo es la verdadera (15),
ya veis esta alma que la ha hecho Dios boba del
todo para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría, que ni ve ni oye ni
entiende en el tiempo que está así, que siempre es breve, y aun harto más
breve le parece a ella de lo que debe de ser. Fija Dios a sí mismo en lo
interior de aquel alma de manera que cuando torna en
si en ninguna manera pueda dudar que estuvo en Dios y Dios en ella. Con tanta
firmeza le queda esta verdad, que aunque pase años sin tornarle Dios a hacer
aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo.
Aun dejemos por los efectos con que queda, que éstos diré después; (16) esto
es lo que hace mucho al caso. 10. Pues diréisme: ¿cómo lo vio
o cómo lo entendió, si no ve ni entiende? No digo que lo vio entonces, sino
que lo ve después claro; y no porque es visión, sino una certidumbre que
queda en el alma que sólo Dios la puede poner. Yo sé de una persona que no
había llegado a su noticia que estaba Dios en todas las cosas por presencia y
potencia y esencia, y de una merced que le hizo Dios de esta suerte lo vino a
creer de manera, que aunque un medioletrado de los
que tengo dichos (17) a quien preguntó cómo estaba Dios en nosotros (él lo
sabía tan poco como ella antes que Dios se lo diese a entender) le dijo que
no estaba más de por gracia, ella tenía ya tan fija la verdad, que no le
creyó y preguntólo a otros (18) que le dijeron la
verdad, con que se consoló mucho. 11. No os habéis de engañar pareciéndoos que esta
certidumbre queda en forma corporal, como el cuerpo de nuestro Señor
Jesucristo está en el Santísimo Sacramento, aunque no le vemos, porque acá no
queda así, sino de sola la divinidad. Pues ¿cómo lo que no vimos se nos queda
con esa certidumbre? Eso no lo sé yo, son obras suyas: mas sé que digo la
verdad, y quien no quedare con esta certidumbre, no diría yo que es unión de
toda el alma con Dios, sino de alguna potencia, y otras muchas maneras de
mercedes que hace Dios al alma. Hemos de dejar en todas estas cosas de buscar
razones para ver cómo fue; pues no llega nuestro entendimiento a entenderlo,
¿para qué nos queremos desvanecer? Basta ver que es todopoderoso el que lo
hace, y pues no somos ninguna parte (19) por diligencias que hagamos para
alcanzarlo, sino que es Dios el que lo hace, no lo queramos ser para
entenderlo. 12. Ahora me acuerdo, sobre esto que digo de que "no
somos parte", de lo que habéis oído que dice la Esposa en los Cantares: Llevóme el rey a la bodega del vino, o metiome, creo que dice (20). Y no dice que ella se fue. Y
dice también que andaba buscando a su Amado por una parte y por otra. Esta
entiendo yo es la bodega adonde nos quiere meter el Señor cuando quiere y
como quiere; mas por diligencias que nosotros hagamos, no podemos entrar. Su
Majestad nos ha de meter y entrar El en el centro de nuestra alma y, para
mostrar sus maravillas mejor, no quiere que tengamos en ésta más parte de la
voluntad que del todo se le ha rendido, ni que se le abra la puerta de las
potencias y sentidos, que todos están dormidos; sino entrar en el centro del
alma sin ninguna, como entró a sus discípulos cuando dijo: Pax vobis, y salió del sepulcro
sin levantar la piedra (21). Adelante veréis cómo Su Majestad quiere que le
goce el alma en su mismo centro, aun más que aquí mucho en la postrera
morada. 13. ¡Oh hijas, qué mucho veremos si no queremos ver más de nuestra bajeza y miseria, y entender que no somos dignas de ser siervas de un Señor tan grande, que no podemos alcanzar sus maravillas! Sea por siempre alabado, amén. NOTAS MORADAS V, c. 1 1 Utiliza de nuevo la imagen paulina de 2 Cor 11, 24, como
en M I, 2, 15. 2 Mt 20, 16. - Gracián reformó
la frase siguiente, substituyendo el somos ccon
"seguimos regla de ser", y añadiendo después del paréntesis "y
quizá" pocas... 3 Alusión de la parábola del tesoro escondido: Mt 13, 44. 4 Es la consigna de la total entrega: "darnos todas
al Todo sin hacernos partes", dirá en Camino 8, 1. - Pasaje mal leído
por fray Luis. 5 La pasada: oración de las moradas precedentes (cf. c. 3,
n. 11). 6 Por culpa de los numerosos incisos, la frase que da
inconclusa. Fray Luis la redondeó así: "deleitosa, porque aunque está en
él, según la verdad, parece se aparta el alma de él, para mejor estar en
Dios: es de manera que aun no sé yo si le queda vida para resollar. Ahora lo
estaba pensando, y paréceme que no, a lo menos si lo hace no lo entiende,
todo su entendimiento querría emplear en entender algo de lo que siente"
(p. 90; conservamos la puntuación original). 7 En el n. 3. Sigue una alusión a las moradas precedentes.
8 En las M IV, c. 3, nn. 11-14. 9 Aconsejó no hacer caso de esas lagartijillas agudas en M
IV, c. 1, nn. 8-12 (cf. n. 3), que son
pensamientillos que proceden de la imagiación y de
lo que queda dicho: en ese mismo capítulo de las moradas cuartas advirtió que
no proceden del entendimiento (n. 8) y los atribuyó a "la miseria que
nos quedó del pecado de Adán" (n. 11). 10 Gracián castigó intensamente
este pasaje del autógrafo. Retocó la primera frase: si es unión de Dios
"con sola el alma", para cercenar en la siguiente las palabras
esencia del alma: cambió pensamiento en entendimiento en la frase: no
entiende nuestro pensamiento; y finalmente anotó al margen: "entiéndase
de los actos de entendimiento y voluntad, que los pensamientos de la imaginación
claramente los ve el demonio, si Dios no le ciega en aquel punto".
Ribera tachó una a una todas las enmiendas de Gracián
(p. 92). 11 Transportará: en sentido figurado de embelesar, sacar
de sí (como en V 29, 12). 12 Probablemente alude a su comentario a los Cantares:
"como si echasen en los tuétanos una unción suavísima" (Conc 4, 2). Cf. 31, 10: "los contentos de la vida
paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de
ella, digamos". El sentido de la frase es: que los contentos y gozos de
la tierra son como percibidos en la grosería del cuerpo; la paz, el gozo de
la unión, como si se percibiesen en lo hondo del ser (en los
"tuétanos"). 13 Ya en Vida se lamentaba: "Gran daño hicieron a mi
alma confesores medioletrados" (V 5, 3). 14 Lo ha dicho en M IV, 1, 2; IV, 2, 9. 15 La ha enunciado y razonado en el n. 7. 16 Hablará de los efectos de esta forma de oración infusa
en el c. 2 (cf. título y nn. 7-14). - También en
este número y en el siguiente atenuó Gracián las expresiones
que denotaban seguridad o certeza, con tres monótonos "me parece":
"pues tornando a la señal que digo que me parece que..." (n. 9);
"en ninguna manera le parece a ella que puede dudar" (n. 9);
"no digo que lo vió entonces sino que [tacha
"lo ve"] después le quedó a su parecer [tachando: "claro y
porque es visión sino"] (n. 10); y más abajo: "lo vino a
entender" en lugar de "lo vino a creer". Fray Luis prescindió
de las enmiendas de Gracián. 17 En el n. 8 y en V c. 25, n. 22 y c. 13, n. 19. 18 Uno de ellos "fray Vicente Barrón", según
anota Gracián en V 18, 15; cf. R. 54. 19 Ser parte; y en el n. 12
"tener parte": participar activamente. 20 Ct 2, 4; y 3, 2. 21 Jn 20, 19. - Adelante veréis: cf. moradas sextas, 2, 3,
en que reanuda este tema. Alegará de nuevo el texto de San Juan en moradas
séptimas 2, 3.
CAPÍTULO 2 Prosigue en lo mismo. Declara la oración de unión por una
comparación delicada. Dice los efectos con que queda el alma. Es muy de
notar. 1. Pareceros ha que ya está todo dicho lo que hay que ver
en esta morada, y falta mucho, porque como dije hay más y menos (1). Cuanto a
lo que es unión, no creo sabré decir más; mas cuando el alma a quien Dios
hace estas mercedes se dispone, hay muchas cosas que decir de lo que el Señor
obra en ellas. Algunas diré y de la manera que queda. Para darlo mejor a
entender, me quiero aprovechar de una comparación que es buena para este fin,
y también para que veamos cómo, aunque en esta obra que hace el Señor no
podemos hacer nada, mas para que Su Majestad nos haga esta merced, podemos
hacer mucho disponiéndonos (2). 2. Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría la seda,
que sólo El pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que dicen
que es a manera de granos de pimienta pequeños (que yo nunca la he visto,
sino oído, y así si algo fuere torcido no es mía la culpa) (3), con el calor,
en comenzando a haber hoja en los morales, comienza esta simiente a vivir;
que hasta que hay este mantenimiento de que se sustentan, se está muerta; y
con hojas de moral se crían, hasta que, después de grandes, les ponen unas
ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen
unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba este gusano que
es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica
blanca, muy graciosa. Mas si esto no se viese, sino que nos lo contaran de
otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué razones pudiéramos sacar
que una cosa tan sin razón como es un gusano y una abeja, sean
tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria, y el
pobre gusanillo pierda la vida en la demanda? Para un rato de meditación
basta esto, hermanas, aunque no os diga más, que en ello podéis considerar
las maravillas y sabiduría de nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la
propiedad de todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos en pensar estas
grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y poderoso. 3. Tornemos a lo que decía. Entonces comienza a tener vida este gusano, cuando con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del auxilio general (4) que a todos nos da Dios y cuando comienza a aprovecharse de los remedios que dejó en su Iglesia, así de continuar las confesiones, como con buenas lecciones y sermones, que es el remedio que un alma que está muerta en su descuido y pecados y metida en ocasiones puede tener. Entonces comienza a vivir y vase sustentando en esto y en buenas meditaciones, hasta que está crecida, que es lo que a mí me hace al caso, que estotro poco importa. 4. Pues crecido este gusano que es lo que en los
principios queda dicho de esto que he escrito (5), comienza a labrar la seda
y edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí,
que es Cristo. En una parte me parece he leído u oído que nuestra vida está
escondida en Cristo, o en Dios, que todo es uno, o que nuestra vida es
Cristo. En que esto sea o no, poco va para mi propósito (6). 5. Pues veis aquí, hijas, lo que podemos con el favor de
Dios hacer: que Su Majestad mismo sea nuestra morada, como lo es en esta
oración de unión, labrándola nosotras. Parece que quiero decir que podemos
quitar y poner en Dios, pues digo que El es la morada y la podemos nosotras
fabricar para meternos en ella. Y ¡cómo si podemos!, no quitar de Dios ni
poner, sino quitar de nosotros y poner, como hacen estos gusanitos; que no
habremos acabado de hacer en esto todo lo que podemos, cuando este
trabajillo, que no es nada, junte Dios con su grandeza y le dé tan gran valor
que el mismo Señor sea el premio de esta obra. Y así como ha sido el que ha
puesto la mayor costa, así quiere juntar nuestros trabajillos con los grandes
que padeció Su Majestad y que todo sea una cosa. 6. Pues ¡ea, hijas mías!, prisa a hacer esta labor y tejer este capuchillo, quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidas a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración, mortificación, obediencia, todo lo demás que sabéis; que ¡así obrásemos como sabemos y somos enseñadas de lo que hemos de hacer! ¡Muera, muera este gusano, como lo hace en acabando de hacer para lo que fue criado!, y veréis cómo vemos a Dios (7) y nos vemos tan metidas en su grandeza como lo está este gusanillo en este capucho. Mirad que digo ver a Dios, como dejo dicho que se da a sentir en esta manera de unión. 7. Pues veamos qué se hace este gusano, que es para lo que
he dicho todo lo demás, que cuando está en esta oración bien muerto está al
mundo: sale una mariposita blanca (8). ¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale una
alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan
junta con El; que a mi parecer nunca llega a media hora! Yo os digo de verdad
que la misma alma no se conoce a sí; porque, mirad la diferencia que hay de
un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma
hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien de dónde le pudo venir,
quise decir, que bien sabe que no le merece; vese
con un deseo de alabar al Señor, que se querría deshacer, y de morir por El
mil muertes. Luego le comienza a tener de padecer grandes trabajos, sin poder
hacer otra cosa. Los deseos de penitencia grandísimos, el de soledad, el de
que todos conociesen a Dios; y de aquí le viene una pena grande de ver que es
ofendido. Y aunque en la morada que viene se tratará más de estas cosas en
particular (9), porque aunque casi lo que hay en esta morada y en la que
viene después es todo uno, es muy diferente la fuerza de los efectos; porque
como he dicho (10) si después que Dios llega a un alma aquí se esfuerza a ir
adelante, verá grandes cosas. 8. ¡Oh, pues ver el desasosiego de esta mariposita, con no
haber estado más quieta y sosegada en su vida, es cosa para alabar a Dios! Y
es que no sabe adónde posar y hacer su asiento, que como le ha tenido tal,
todo lo que ve en la tierra le descontenta, en especial cuando son muchas las
veces que la da Dios de este vino; (11) casi de cada una queda con nuevas
ganancias. Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano, que era
poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas,
¿cómo se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le
hace poco cuanto puede hacer por Dios, según son sus deseos. No tiene en
mucho lo que pasaron los santos, entendiendo ya por experiencia cómo ayuda el
Señor y transforma un alma, que no parece ella ni su figura. Porque la
flaqueza que antes le parecía tener para hacer penitencia, ya la halla
fuerte; el atamiento con deudos o amigos o hacienda (que ni le bastaban
actos, ni determinaciones, ni quererse apartar, que entonces le parecía se
hallaba más junta), ya se ve de manera que le pesa estar obligada a lo que,
para no ir contra Dios, es menester hacer. Todo le cansa, porque ha probado
que el verdadero descanso no le pueden dar las criaturas. 9. Parece que me alargo, y mucho más podría decir, y a quien
Dios hubiere hecho esta merced verá que quedo corta; y así no hay que
espantar que esta mariposilla busque asiento de nuevo, así como se halla
nueva de las cosas de la tierra. Pues ¿adónde irá la pobrecica?
Que tornar adonde salió no puede, que como está dicho (12) no es en nuestra
mano, aunque más hagamos, hasta que es Dios servido de tornarnos a hacer esta
merced. ¡Oh Señor!, y ¡qué nuevos trabajos comienzan a esta alma! ¿Quién
dijera tal después de merced tan subida? En fin, fin, de una manera o de otra
ha de haber cruz mientras vivimos, y quien dijere que, después que llegó
aquí, siempre está con descanso y regalo, diría yo que nunca llegó, sino que
por ventura fue algún gusto, si entró en la morada pasada, y ayudado de
flaqueza natural, y aun, por ventura, del demonio, que le da paz para hacerle
después mucha mayor guerra. 10. No quiero decir que no tienen paz los que llegan aquí,
que sí tienen y muy grande; porque los mismos trabajos son de tanto valor y
de tan buena raíz, que, con serlo muy grandes, de ellos mismos sale la paz y
el contento. Del mismo descontento que dan las cosas del mundo nace un deseo
de salir de él tan penoso, que si algún alivio tiene es pensar que quiere
Dios viva en este destierro, y aun no basta, porque aun el alma con todas
estas ganancias no está tan rendida en la voluntad de Dios, como se verá
adelante (13), aunque no deja de conformarse; mas es con un gran sentimiento,
que no puede más, porque no le han dado más, y con muchas lágrimas. Cada vez
que tiene oración es ésta su pena. En alguna manera quizá procede de la muy
grande que le da de ver que es ofendido Dios y poco estimado en este mundo y
de las muchas almas que se pierden, así de herejes, como de moros; aunque las
que más la lastiman son las de los cristianos, que aunque ve es grande la
misericordia de Dios, que por mal que vivan se pueden enmendar y salvarse,
teme que se condenan muchos. 11. ¡Oh grandeza de Dios!, que pocos años antes estaba
esta alma, y aun quizá días, que no se acordaba sino de sí, ¿quién la ha
metido en tan penosos cuidados? Que, aunque queramos tener muchos años de
meditación, tan penosamente como ahora esta alma lo siente no lo podremos
sentir. Pues ¡válgame Dios!, si muchos días y años yo me procuro ejercitar en
el gran mal que es ser Dios ofendido y pensar que estos que se condenan son
hijos suyos y hermanos míos, y los peligros en que vivimos, cuán bien nos
está salir de esta miserable vida, ¿no bastará? Que no, hijas, no es la pena
que se siente aquí como las de acá; que eso bien podríamos con el favor del
Señor tenerla, pensando mucho esto; mas no llega a lo íntimo de las entrañas
como aquí, que parece desmenuza un alma y la muele, sin procurarlo ella y aun
a veces sin quererlo. Pues ¿qué es esto? ¿De dónde procede? Yo os lo diré. 12. ¿No habéis oído que ya aquí lo he dicho (14) otra vez,
aunque no a este propósito de la Esposa, que la metió Dios a la bodega del
vino y ordenó en ella la caridad? Pues esto es; que como aquel alma ya se
entrega en sus manos y el gran amor la tiene tan rendida que no sabe ni
quiere más de que haga Dios lo que quisiere de ella (que jamás hará Dios, a
lo que yo pienso, esta merced sino a alma que ya toma muy por suya), quiere
que, sin que ella entienda cómo, salga de allí sellada con su sello. Porque
verdaderamente el alma allí no hace más que la cera cuando imprime otro el
sello, que la cera no se le imprime a sí, sólo está dispuesta, digo blanda; y
aun para esta disposición tampoco se ablanda ella, sino que se está queda y
lo consiente. ¡Oh bondad de Dios, que todo ha de ser a vuestra costa! Sólo
queréis nuestra voluntad y que no haya impedimento en la cera. 13. Pues veis aquí, hermanas, lo que nuestro Dios hace
aquí para que esta alma ya se conozca por suya; da de lo que tiene, que es lo
que tuvo su Hijo en esta vida; no nos puede hacer mayor merced. ¿Quién más
debía querer salir de esta vida? Y así lo dijo Su Majestad en la Cena: Con
deseo he deseado (15). Pues ¿cómo, Señor, no se os puso delante la trabajosa
muerte que habéis de morir tan penosa y espantosa? No; porque el grande amor
que tengo y deseo de que se salven las almas sobrepuja sin comparación a esas
penas; y las muy grandísimas que he padecido y padezco, después que estoy en
el mundo, son bastantes para no tener esas en nada en su comparación. 14. Es así que muchas veces he considerado en esto, y
sabiendo yo el tormento que pasa y ha pasado cierta alma que conozco (16) de
ver ofender a nuestro Señor, tan insufridero que se
quisiera mucho más morir que sufrirla, y pensando si una alma con tan poquísima
caridad, comparada a la de Cristo, que se puede decir casi ninguna en esta
comparación, sentía este tormento tan insufridero,
¿qué sería el sentimiento de nuestro Señor Jesucristo, y qué vida debía
pasar, pues todas las cosas le eran presentes y estaba siempre viendo las
grandes ofensas que se hacían a su Padre? Sin duda creo yo que fueron muy
mayores que las de su sacratísima Pasión; porque entonces ya veía el fin de
estos trabajos, y con esto y con el contento de ver nuestro remedio con su
muerte y de mostrar el amor que tenía a su Padre en padecer tanto por El,
moderaría los dolores, como acaece acá a los que con fuerza de amor hacen
grandes penitencias, que no las sienten casi, antes querrían hacer más y más,
y todo se le hace poco. Pues ¿qué sería a Su Majestad, viéndose en tan gran
ocasión, para mostrar a su Padre cuán cumplidamente cumplía el obedecerle, y
con el amor del prójimo? ¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de
Dios! Mas en ver tan continuo tantas ofensas a Su Majestad hechas, e ir
tantas almas al infierno, téngolo por cosa tan
recia, que creo, si no fuera más de hombre, un día de aquella pena bastaba
para acabar muchas vidas, ¡cuánto más una! NOTAS MORADAS V, c. 2 1 En las moradas V, I y II, dijo ya que hay grados de
"más y menos" dentro de una misma morada, o dentro del estado de
unión. 2 Diferencia entre recibir y disponerse. Las gracias
místicas son "obra que hace el Señor" en nosotros. Disponernos es
lo que nosotros sí "podemos hacer". 3 Todo este paréntesis fue tachado en el autógrafo por Gracián, que además cambió "de pimienta
pequeños" por "de mostaza", y añadió al margen: "así es,
que yo lo he visto". Ribera respetó la enmienda, y fray Luis omitió la
frase en su edición (p. 98). 4 Auxilio general, en contraste con el auxilio particular
de que habló en moradas III, 1, 2: equivalen a la gracia que Dios otorga a
toda persona; y a las gracias singularísimas que El
dispensa a algunas o en algunas ocasiones (cf. V 14, 6). 5 Es decir, todo el proceso de moradas I-IV. Nótese la
correspondencia del símbolo del castillo, con su símil del gusano de seda. 6 Col 3, 3-4. - Gracián enmendó
los titubeos de la Santa. Fray Luis, en su edición, omitió la frase: "en
que esto sea o no poco va a mi propósito". Esa coletilla no se refería
al contenido del texto paulino, sino al titubeo de la cita, entre Cristo y
Dios. 7 Gracián tacha vemos y escribe
contemplamos, temeroso de que la Santa se comprometa con la afirmación de la
"visión" de Dios en esta vida; bastaba y sobraba la aclaración que
la Santa hace a renglón seguido. - Como dejo dicho: en el c. 1, nn. 10-11. 8 Frase no muy clara. Fray Luis creyó que el segundo
"está" era repetición maquinal (véase un ejemplo al principio del
n. 13), y lo suprimióm leyendo así: "Pues
veamos lo que se hace de este gusano (que es para lo que he dicho todo lo
demás:) que cuando está en esta oración bien muerto al mundo, sale una mariposica blanca" (p. 101). 10 En el c. 1, nn. 2-3 y 13. 11 Vino que Dios da a la mariposilla. Sorprendente
asociación debida al cruce de las dos imágenes: la bodega de los Cantares y
la mariposa liberada del capullo. 12 Tornar adonde salió: elipsis, por "tornar al lugar
de donde salió", es decir, a la oración de unión, o a la bodega de los
Cantares, o al centro del alma... como "ha dicho" en el c. 1, n.
12; cf. los textos paulinos del n. 4; y M IV, c. 2, n. 9. 13 En las M VI y VII; cf. M VI, 10, 8; y M VII, 3, 4. 14 En el c. 1, n. 12. - La cita es de Ct
2, 4. 15 Lc 22, 15. - También este pasaje hubo de ser glosado
por fray Luis con una nota apologética al hacer la 2a edición del Libro
(Salamanca 1589, pp. 77-78). 16 Ella misma: cf. Vida c. 39, n. 9; y c. 38, n. 18:
"hace un espanto al alma grande de ver cómo osó ni puede nadie osar
ofender una Majestad tan grandísima".
CAPÍTULO 3 Continúa la misma materia. Dice de otra manera de unión
que puede alcanzar el alma con el favor de Dios, y lo que importa para esto
el amor del prójimo. Es de mucho provecho. 1. Pues tornemos a nuestra palomica
(1) y veamos algo de lo que Dios da en este estado. Siempre se entiende que
ha de procurar ir adelante en el servicio de nuestro Señor y en el
conocimiento propio; que si no hace más de recibir esta merced y, como cosa
ya segura, descuidarse en su vida y torcer el camino del cielo, que son los
mandamientos, acaecerle ha lo que a la que sale del gusano, que echa la
simiente para que produzcan otras y ella queda muerta para siempre. Digo que
echa la simiente, porque tengo para mí que quiere Dios que no sea dada en
balde una merced tan grande; sino que ya que no se aproveche de ella para sí,
aproveche a otros. Porque como queda con estos deseos y virtudes dichas, el
tiempo que dura en el bien siempre hace provecho a otras almas y de su calor
les pega calor; y aun cuando le tienen ya perdido, acaece quedar con esa gana
de que se aprovechen otros, y gusta de dar a entender las mercedes que Dios
hace a quien le ama y sirve. 2. Yo he conocido persona que le acaecía así (2), que,
estando muy perdida, gustaba de que se aprovechasen otras con las mercedes
que Dios le había hecho y mostrarles el camino de oración a las que no le
entendían, e hizo harto provecho, harto. Después le tornó el Señor a dar luz.
Verdad es que aún no tenía los efectos que quedan dichos. Mas ¡cuántos debe
haber que los llama el Señor al apostolado, como a Judas, comunicando con
ellos, y los llama para hacer reyes, como a Saúl (3), y después por su culpa
se pierden! De donde sacaremos, hermanas, que para ir mereciendo más y más y
no perdiéndonos como éstos, la seguridad que podemos tener es la obediencia y
no torcer de la ley de Dios; digo a quien hiciere semejantes mercedes, y aun
a todos. 3. Paréceme que queda algo oscura,
con cuanto he dicho, esta morada. Pues hay tanta ganancia de entrar en ella,
bien será que no parezca quedan sin esperanza a los que el Señor no da cosas
tan sobrenaturales; pues la verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con
el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no
tener voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios. ¡Oh, qué de
ellos habrá que digamos esto y nos parezca que no queremos otra cosa y
moriríamos por esta verdad, como creo ya he dicho! (4) Pues yo os digo, y lo
diré muchas veces, que cuando lo fuere, que habéis alcanzado esta merced del
Señor, y ninguna cosa se os dé de estotra unión regalada que queda dicha, que
lo que hay de mayor precio en ella es por proceder de ésta que ahora digo y
por no poder llegar a lo que queda dicho si no es muy cierta la unión de
estar resignada nuestra voluntad en la de Dios (5). ¡Oh, qué unión ésta para
desear! Venturosa el alma que la ha alcanzado, que vivirá en esta vida con
descanso y en la otra también; porque ninguna cosa de los sucesos de la
tierra la afligirá, si no fuere si se ve en algún peligro de perder a Dios o
ver si es ofendido; ni enfermedad, ni pobreza, ni muertes, si no fuere de
quien ha de hacer falta en la Iglesia de Dios; que ve bien esta alma, que El
sabe mejor lo que hace que ella lo que desea. 4. Habéis de notar que hay penas y penas; porque algunas
penas hay producidas de presto de la naturaleza, y contentos lo mismo, y aun
de caridad de apiadarse de los prójimos, como hizo nuestro Señor cuando
resucitó a Lázaro; (6) y no quitan éstas el estar unidas con la voluntad de
Dios, ni tampoco turban el ánima con una pasión inquieta, desasosegada, que
dura mucho. Estas penas pasan de presto; que, como dije (7), de los gozos en
la oración, parece que no llegan a lo hondo del alma, sino a estos sentidos y
potencias. Andan por estas moradas pasadas, mas no entran en la que está por
decir postrera, pues para esto es menester lo que queda dicho (8) de
suspensión de potencias, que poderoso es el Señor de enriquecer las almas por
muchos caminos y llegarlas a estas moradas y no por el atajo que queda dicho.
5. Mas advertid mucho, hijas, que
es necesario que muera el gusano, y más a vuestra costa; porque acullá (9)
ayuda mucho para morir el verse en vida tan nueva; acá es menester que,
viviendo en ésta, le matemos nosotras. Yo os confieso que será a mucho o más
trabajo, mas su precio se tiene; así será mayor el galardón si salís con
victoria. Mas de ser posible no hay que dudar como lo sea la unión
verdaderamente con la voluntad de Dios (10). Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la
que pido siempre a nuestro Señor y la que está más clara y segura. 6. Mas ¡ay de nosotros, qué pocos debemos de llegar a
ella, aunque a quien se guarda de ofender al Señor y ha entrado en religión
le parezca que todo lo tiene hecho! ¡Oh!, que quedan unos gusanos que no se
dan a entender, hasta que, como el que royó la yedra
a Jonás (11), nos han roído las virtudes, con un amor propio, una propia
estimación, un juzgar los prójimos, aunque sea en pocas cosas, una falta de
caridad con ellos, no los queriendo como a nosotros mismos; que, aunque
arrastrando cumplimos con la obligación para no ser pecado, no llegamos con
mucho a lo que ha de ser para estar del todo unidas con la voluntad de Dios. 7. ¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del
todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como Su Majestad le
pidió (12), mirad qué nos falta para llegar a esto. Yo os digo que lo estoy
escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por mi culpa; que no ha
menester el Señor hacernos grandes regalos para esto; basta lo que nos ha
dado en darnos a su Hijo, que nos enseñase el camino. No penséis que está la
cosa en si se muere mi padre o hermano, conformarme tanto con la voluntad de
Dios que no lo sienta; y si hay trabajos y enfermedades, sufrirlos con
contento. Bueno es, y a las veces consiste en discreción, porque no podemos
más, y hacemos de la necesidad virtud. Cuántas cosas de éstas hacían los
filósofos, o aunque no sea de éstas, de otras, de tener mucho saber. Acá
solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es
en lo que hemos de trabajar (13). Guardándolas con perfección, hacemos su
voluntad, y así estaremos unidos con El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer,
como debemos a tan gran Dios, estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su Majestad nos dé gracia para que merezcamos
llegar a este estado, que en nuestra mano está, si queremos. 8. La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si
guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque
si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender
que le amamos; mas el amor del prójimo, sí (14). Y estad
ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el
amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago
del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por
mil maneras. En esto yo no puedo dudar. 9. Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo
andamos en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho;
porque creo yo que según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de
raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del
prójimo. Pues tanto nos importa esto, hermanas, procuremos irnos entendiendo
en cosas aun menudas, y no haciendo caso de unas muy grandes, que así por
junto vienen en la oración, de parecer que haremos y aconteceremos por los
prójimos y por sola un alma que se salve; porque si no vienen después
conformes las obras, no hay para qué creer que lo haremos. Así digo de la
humildad también y de todas las virtudes. Son grandes los ardides del
demonio, que por hacernos entender que tenemos una, no la teniendo, dará mil
vueltas al infierno. Y tiene razón, porque es muy dañoso, que nunca estas
virtudes fingidas vienen sin alguna vanagloria, como son de tal raíz; así
como las que da Dios están libres de ella ni de soberbia. 10. Yo gusto algunas veces de ver unas almas, que, cuando
están en oración, les parece querrían ser abatidas y públicamente afrentadas
por Dios, y después una falta pequeña encubrirían si pudiesen, o que si no la
han hecho y se la cargan, Dios nos libre. Pues mírese mucho quien esto no
sufre, para no hacer caso de lo que a solas determinó, a su parecer; que en
hecho de verdad no fue determinación de la voluntad, que cuando ésta hay
verdadera es otra cosa; sino alguna imaginación, que en ésta hace el demonio
sus saltos y engaños; (15) y a mujeres o gente sin letras, podrá hacer
muchos, porque no sabemos entender las diferencias de potencias e imaginación
y otras mil cosas que hay interiores. ¡Oh hermanas, cómo se ve claro adónde
está de veras el amor del prójimo en algunas de vosotras, y en las que no
está con esta perfección! Si entendieseis lo que nos importa esta virtud, no
traeríais otro estudio (16). 11. Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la
oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se
osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de
gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán
poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí
está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si
ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder
esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a tí; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma,
no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la
verdadera unión con su voluntad, y que si vieres loar mucho a una persona te
alegres más mucho que si te loasen a tí. Esto, a la
verdad, fácil es, que si hay humildad, antes tendrá pena de verse loar. Mas
esta alegría de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa, y
cuando viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras y
encubrirla. 12. Mucho he dicho en otras partes (17) de esto, porque
veo, hermanas, que si hubiese en ello quiebra vamos perdidas. Plega al Señor nunca la haya, que como esto sea, yo os
digo que no dejéis de alcanzar de Su Majestad la unión que queda dicha.
Cuando os viéreis faltas en esto, aunque tengáis
devoción y regalos, que os parezca habéis llegado ahí, y alguna
suspensioncilla en la oración de quietud (que algunas luego les parecerá que
está todo hecho), creedme que no habéis llegado a unión, y pedid a nuestro
Señor que os dé con perfección este amor del prójimo, y dejad hacer a Su
Majestad, que El os dará más que sepáis desear, como vosotras os esforcéis y
procuréis en todo lo que pudiereis esto; y forzar vuestra voluntad para que
se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de vuestro derecho, y
olvidar vuestro bien por el suyo, aunque más contradicción os haga el
natural; y procurar tomar trabajo por quitarle al prójimo, cuando se
ofreciere. No penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar
hecho. Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que por
librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz. NOTAS MORADAS V, c. 3 1 Palomica: mariposa o "mariposica" (M V, 4, 1) en que se ha metamorfoseado
la crisálida del capítulo anterior. - La alegoría del gusano de seda llega
quizá a prevalecer sobre la del "castillo" en los capítulos que
siguen: casi todos comienzan con la típica alusión la palomica
o mariposica (cf. c. 4, n. 1; M VI, 2, 1; VI, 4, 1;
VI, 6, 1; VI, 11, 1 ("la palomilla o mariposilla"): M III, n. 1
("ahora pues decimos que esta mariposica ya
murió"). 2 Ella misma; cf. V c. 7, n. 10. 3 El desenlace dramático de las dos figuras bíblicas,
Judas y Saúl, será recordado otras veces en el Castillo (VI, 7, 10; VI, 9,
15). 4 En el c. 2, nn. 6-7. 5 Para entender rectamente este pasaje, téngase en cuenta
las dos "maneras de unión" que la Santa distingue: "unión
regalada" (gozosa, infusa) de que habló en los capítulos anteriores, y
"unión no regalada" (no infusa, que podemos "muy bien
alcanzar... si nos esforzamos a aprocurarla"):
de esta última trata el presente capítulo. El sentido, pues, es: si lográis
conformar de verdad vuestra voluntad con la de Dios (= unión no regalada),
ninguna cosa se os dé de esotra unión (= regalada) que queda dicha (en cc.
1-2); lo que hay de mayor precio en ella (= en la unión regalada) es por
proceder de ésta (= de la unión no regalada); y por no poder llegar a
aquella, sin ésta. - Fray Luis omitió parte de este pasaje (p. 110). 6 Jn 11, 35. 7 En el c. 1, n. 6 (cf. M IV, c. 1, nn.
4-5; y c. 2, nn. 3-5). - Lo que aquí llama gozos
equivale a los contentos de las M IV. En este mismo número los ha llamado con
este segundo vocablo. En las M V, c. 1, n. 6 los llamó "gozos",
"deleites", "contentos". 8 En el c. 1, nn. 3-4. 9 Acullá: en la unión regalada u oració
infusa (cf. n. 3); acá: en la unión no regalada, de pura conformidad de
voluntades. - Ayuda para morir: para morir a sí mismo: téngase presente el
símbolo del gusano de seda (c. 2, n. 7). 10 El sentido es: que sea posible esta muerte
("matarnos nosotras") no hay que dudar, con tal que la unión (=
conformidad con la voluntad de Dios) sea verdadera. 11 Jonás 4, 6-7. 12 Jn 17, 22; Mt 5, 48. 13 Alusión al doble precepto del amor: Mc 12, 31. 14 Cf. 1 Jn 4, 20. 15 Saltos y engaños: asaltos y asechanzas (cf. M V, 4,
10). 16 Estudio: interés, deseo (cf. M III, 2, 12). 17 En el amino c. 7; Fund. c. 5.
Prosigue en lo mismo, declarando más esta manera de
oración (1). Dice lo mucho que importa andar con aviso, porque el demonio le
trae grande para hacer tornar atrás de lo comenzado. 1. Paréceme que estáis con deseo de ver qué se hace esta palomica y adónde asienta, pues queda entendido que no es
en gustos espirituales ni en contentos de la tierra: más alto es su vuelo. Y
no os puedo satisfacer de este deseo hasta la postrera morada, y aun plega a Dios se me acuerde o tenga lugar de escribirlo;
porque han pasado casi cinco meses desde que lo comencé hasta ahora; (2) y
como la cabeza no está para tornarlo a leer, todo debe ir desbaratado y por
ventura dicho algunas cosas dos veces. Como es para mis hermanas, poco va en
ello. 2. Todavía quiero más declararos lo que me parece que es
esta oración de unión. Conforme a mi ingenio pondré una comparación; después
diremos más de esta mariposica, que no para (aunque
siempre fructifica haciendo bien a sí y a otras almas) (3), porque no halla
su verdadero reposo. 3. Ya tendréis oído muchas veces (4) que se desposa Dios
con las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su misericordia que tanto se
quiere humillar! Y aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más
pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio. Porque
aunque de diferente manera, porque en esto que tratamos jamás hay cosa que no
sea espiritual (esto corpóreo va muy lejos, y los contentos espirituales que
da el Señor, y los gustos (5), al que deben tener los que se desposan, van
mil leguas lo uno de lo otro), porque todo es amor con amor, y sus
operaciones son limpísimas y tan delicadísimas y
suaves, que no hay cómo se decir, mas sabe el Señor darlas muy bien a sentir.
4. Paréceme a mí que la unión aún no llega a desposorio
espiritual; sino, como por acá cuando se han de desposar dos, se trata si son
conformes y que el uno y el otro quieran, y aun que se vean, para que más se
satisfaga el uno del otro, así acá (6), presupuesto que el concierto está ya
hecho y que esta alma está muy bien informada cuán bien le está y determinada
a hacer en todo la voluntad de su Esposo de todas cuantas maneras ella viere
que le ha de dar contento, y Su Majestad, como quien bien entenderá si es
así, lo está de ella, y así hace esta misericordia, que quiere que entienda
más y que como dicen vengan a vistas (7) y juntarla consigo. Podemos decir
que es así esto, porque pasa en brevísimo tiempo. Allí no hay más dar y
tomar, sino un ver el alma, por una manera secreta, quién es este Esposo que
ha de tomar; porque por los sentidos y potencias en ninguna manera podía
entender en mil años lo que aquí entiende en brevísimo tiempo; mas como es
tal el Esposo, de sola aquella vista la deja más digna de que se vengan a dar
las manos, como dicen; porque queda el alma tan enamorada, que hace de su
parte lo que puede para que no se desconcierte este divino desposorio. Mas si
esta alma se descuida a poner su afición en cosa que no sea El, piérdelo todo,
y es tan grandísima pérdida como lo son las mercedes que va haciendo, y mucho
mayor que se puede encarecer. 5. Por eso, almas cristianas, a las que el Señor ha
llegado a estos términos, por El os pido que no os descuidéis, sino que os
apartéis de las ocasiones, que aún en este estado no está el alma tan fuerte
que se pueda meter en ellas, como lo está después de hecho el desposorio, que
es en la morada que diremos tras ésta; porque la comunicación no fue más de
una vista como dicen (8) y el demonio andará con gran cuidado a combatirla y
a desviar este desposorio; que después, como ya la ve del todo rendida al
Esposo, no osa tanto, porque la ha miedo, y tiene experiencia que, si alguna
vez lo hace, queda con gran pérdida y ella con más ganancia. 6. Yo os digo, hijas, que he conocido a personas muy
encumbradas, y llegar a este estado y con la gran sutileza y ardid del
demonio, tornarlas a ganar para sí; porque debe de juntarse todo el infierno
para ello, porque, como muchas veces digo (9), no pierden un alma sola, sino
gran multitud. Ya él tiene experiencia en este caso; porque, si miramos la
multitud de almas que por medio de una trae Dios a sí, es para alabarle mucho
los millares que convertían los mártires: ¡una doncella como Santa Ursula!
Pues ¡las que habrá perdido el demonio por Santo Domingo y San Francisco y
otros fundadores de Ordenes, y pierde ahora por el Padre Ignacio, el que
fundó la Compañía!, que todos está claro como lo leemos (10) recibían
mercedes semejantes de Dios. ¿Qué fue esto, sino que se esforzaron a no
perder por su culpa tan divino desposorio? ¡Oh hijas mías!, que tan aparejado
está este Señor a hacernos merced ahora como entonces, y aun en parte más
necesitado de que las queramos recibir, porque hay pocos que miren por su
honra, como entonces había. Querémonos mucho; hay
muy mucha cordura para no perder de nuestro derecho. ¡Oh, qué engaño tan
grande! El Señor nos dé luz para no caer en semejantes tinieblas, por su
misericordia. 7. Podréisme preguntar o estar con duda de dos cosas: la primera, que si está el alma tan puesta con la voluntad de Dios como queda dicho (11), que ¿cómo se puede engañar, pues ella en todo no quiere hacer la suya? La segunda, ¿por qué vías puede entrar el demonio tan peligrosamente que se pierda vuestra alma, estando tan apartadas del mundo y tan llegadas a los sacramentos y en compañía podemos decir de ángeles, pues por la bondad del Señor todas no traen otros deseos sino de servirle y agradarle en todo?; que ya los que están metidos en las ocasiones del mundo, no es mucho. Yo digo que en esto tenéis razón, que harta misericordia nos ha hecho Dios; mas cuando veo como he dicho que estaba Judas en compañía de los Apóstoles, y tratando siempre con el mismo Dios, y oyendo sus palabras, entiendo que no hay seguridad en esto (12). 8. Respondiendo a lo primero, digo que si esta alma se
estuviese siempre asida a la voluntad de Dios, que está claro que no se
perdería; mas viene el demonio con unas sutilezas grandes, y debajo de color
de bien vala desquiciando en poquitas cosas de ella
y metiendo en algunas que él le hace entender que no son malas, y poco a poco
oscureciendo el entendimiento y entibiando la voluntad y haciendo crecer en
ella el amor propio, hasta que de uno en otro la va apartando de la voluntad
de Dios y llegando a la suya. De aquí queda respondido a lo segundo; porque no hay
encerramiento tan encerrado adonde él no pueda entrar, ni desierto tan partado adonde deje de ir. Y aun otra cosa os digo, que
quizá lo permite el Señor para ver cómo se ha aquel alma a quien quiere poner
por luz de otras; que más vale que en los principios, si ha de ser ruin, lo
sea que no cuando dañe a muchas. 9. La diligencia que a mí se me ofrece más cierta (después de pedir siempre a Dios en la oración que nos tenga de su mano, y pensar muy continuo cómo, si El nos deja, seremos luego en el profundo, como es verdad, y jamás estar confiadas en nosotras, pues será desatino estarlo), es andar con particular cuidado y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes: si vamos mejorando o disminuyendo en algo, en especial en el amor unas con otras y en el deseo de ser tenida por la menor y en cosas ordinarias; que si miramos en ello y pedimos al Señor que nos dé luz, luego veremos la ganancia o la pérdida. Que no penséis que alma que llega Dios a tanto la deja tan a prisa de su mano, que no tenga bien el demonio que trabajar, y siente Su Majestad tanto en que se le pierda, que le da mil avisos interiores de muchas maneras; así que no se le podrá esconder el daño. 10. En fin, sea la conclusión en esto, que procuremos siempre ir adelante, y si esto no hay, andemos con gran temor, porque sin duda algún salto nos quiere hacer el demonio; pues no es posible que, habiendo llegado a tanto, deje ir creciendo, que el amor jamás está ocioso, y así será harto mala señal. Porque alma que ha pretendido ser esposa del mismo Dios y tratádose ya con Su Majestad y llegado a los términos que queda dicho, no se ha de echar a dormir. Y para que veáis, hija, lo que hace con las que ya tiene
por esposas, comencemos a tratar de las sextas moradas, y veréis cómo es poco
todo lo que pudiéremos servir y padecer y hacer para disponernos a tan
grandes mercedes. Que podrá ser haber ordenado nuestro Señor que me lo
mandasen escribir para que, puestos los ojos en el premio y viendo cuán sin
tasa es su misericordia, pues con unos gusanos quiere así comunicarse y
mostrarse, olvidemos nuestros contentillos de tierra y, puestos los ojos en
su grandeza, corramos encendidas en su amor. 11. Plega a El que acierte yo a
declarar algo de cosas tan dificultosas; que si Su Majestad y el Espíritu
Santo no menea la pluma (13), bien sé que será imposible. Y si no ha de ser
para vuestro provecho, le suplico no acierte a decir nada; pues sabe Su
Majestad que no es otro mi deseo, a cuanto puedo entender de mí, sino que sea
alabado su nombre, y que nos esforcemos a servir a un Señor que así paga aún
acá en la tierra; por donde podemos entender algo de lo que nos ha de dar en
el cielo, sin los intervalos y trabajos y peligros que hay en este mar de
tempestades. Porque, a no le haber de perderle y ofenderle, descanso sería
que no se acabase la vida hasta el fin del mundo, por trabajar por tan gran
Dios y Señor y Esposo. Plega a Su Majestad merezcamos hacerle
algún servicio, sin tantas faltas como siempre tenemos, aun en las obras
buenas, amén. NOTAS MORADAS V, c. 4 1 Sigue tratando de la oración de unión: cf. el título del
c. 2, y el n. 2 del presente capítulo. 2 Penosa alusión a las dificultades que acompañaron la
composición de este libro; comenzado en Toledo el 2 de junio de 1577 (cf.
prólogo, n. 3), en menos de mes y medio estaba redactado hasta el c. 2
(inclusive) de las moradas quintas, a pesar de las contínuas
interrupciones impuestas por "los negocios y la salud"(M V, 2, 11).
A mediados de julio, el viaje de la Autora desde Toledo a Avila
impone una interrupción que casi se convierte en suspensión definitiva de la
obra: escribe el c. 3 de las moradas quintas durante el largo viaje o en sus
primeros días de vida avilesa; siguen meses de abandono total de la tarea,
hasta que a principios de noviembre se ve precisada a reanudar la redacción
con el capítulo 4, de las moradas quintas: "han pasado casi cinco meses
desde que lo comencé hasta ahora", y aún no estaba a la mitad de la
obra; pero en menos de un mes escribirá el resto: datará el epílogo en Avila el 29 de noviembre. 3 La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa entre
líneas y al margen. 4 Ya tendréis oído: no es difícil asociar esa alusión a
las pláticas de fray Juan de la Cruz por aquellas mismas fechas. 5 Y los gustos, comparados al gusto que... 6 La Santa, muy amiga de la elipsis, abusa de acás, acullás, eliminados en
más de una ocasión por fray Luis (cf. el n. 5 del c. anterior; ed. príncipe p. 111). - En este pasaje, el primer acá se
refiere al uso profano: el segundo, a la vida espiritual. 7 Que, como dicen, vengan a vistas: en las usanzas del
siglo de oro, "venir a vistas" o "a vista" (cf. n. 5) era
un rito prenupcial, anterior al desposorio, en que los novios se conocían
mutuamente y entrecruzaban los primeros regalos. - Al introducir en su libro
esta tercera alegoría matrimonial, la Santa irá tocando muy de pasada -como
en las dos anteriores: castillo y gusano de seda- los elementos reales o
materiales, que luego cargará de contenido simbólico. Así acaba de aludir al
"concierto" previo (n. 4), y en seguida al "dar y tomar"
los dones (n. 4), al "enamoramiento" (n. 4), al "dar las
manos" (n. 4), y sucesivamente al "desposorio" y
"matrimonio". Estos dos últimos elementos tendrán amplio desarrollo
en las moradas VI y VII respectivamente. Podemos facilitar al lector un
esquema -sumarísimo y sólo aproximado- de la versión alegórica dada a los
otros elementos: el "concierto" corresponde vagamente a las gracias
preparatorias de las cuartas moradas; las "vistas" son
ilustraciones brevísimas de entendimiento y voluntad para iniciar al alma en
un conocimiento de Dios más hondo y despertar en ella un amor nuevo (nn. 4-5); el "enamoramiento" importa una
permanente herida de amor (M VI, c. 1, n. 1); el "darse las manos"
indica el compromiso de vigilancia y protección del esposo divino sobre el
alma: "que no ha de tocar nadie en ella" (M VI, 4, 16); el mutuo
intercambio de dones tiene su correspondencia mística en las tres "joyas
que comienza el Esposo a dar a la esposa": "conocimiento de la
grandeza de Dios", "propio conocimiento" y desprecio de lo
terreno (M VI, 5, 10-11). 8 Intencionadamente insiste en el léxico del lenguaje
corriente: "no fue más de una vista, como dicen". Ese "como
dicen" ya lo había repetido dos veces en el número 4 para introducir
otros elementos de la alegoría. 9 Así en las M IV, 3, 9-10. 10 Vaga alusión a las lecturas de vidas de Santos,
corrientes en los Carmelos ya por los años de la Santa.
Véase, sin embargo, un lugar paralelo al pasaje que sigue, en Fund c. 4, n. 6-7, escrito años antes, 1573. - Santa
Ursula es la protagonista de la leyenda de los "Once mil mártires".
11 En el n. 4; y cc. 1-3 passim.
12 Véanse las alusiones a Judas y Saúl en el c. 3, n. 2. 13 Que... meneen la pluma: invocación motivada por el acercamiento a un nuevo plano místico (cf. M IV, 4, 1; VI, 1, 1).
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