Caminando con Jesus

www.caminando-con-jesus.org

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

LAS MORADAS  o CASTILLO INTERIOR

Santa Teresa de Jesus

MORADAS QUINTA

 

 

 

CAPÍTULO 1

Comienza a tratar cómo en la oración se une el ama con Dios. Dice en qué se conocerá no ser engaño.

1. ¡Oh hermanas!, ¿cómo os podría yo decir la riqueza y tesoros y deleites que hay en las quintas moradas? Creo fuera mejor no decir nada de las que faltan, pues no se ha de saber decir ni el entendimiento lo sabe entender ni las comparaciones pueden servir de declararlo, porque son muy bajas las cosas de la tierra para este fin.

Enviad, Señor mío, del cielo luz para que yo pueda dar alguna a estas vuestras siervas, pues sois servido de que gocen algunas de ellas tan ordinariamente de estos gozos, porque no sean engañadas, transfigurándose el demonio en ángel de luz (1), pues todos sus deseos se emplean en desear contentaros.

2. Y aunque dije "algunas", bien pocas hay que no entren en esta morada que ahora diré. Hay más y menos, y a esta causa digo que son las más las que entran en ellas. En algunas cosas de las que aquí diré que hay en este aposento, bien creo que son pocas; mas aunque no sea sino llegar a la puerta, es harta misericordia la que las hace Dios; porque, puesto que son muchos los llamados, pocos son los escogidos (2). Así digo ahora que aunque todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque éste fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos), pocas nos disponemos para que nos la descubra el Señor. Porque cuanto a lo exetiror vamos bien para llegar a lo que es menester; en las virtudes para llegar aquí, hemos menester mucho, mucho, y no nos descuidar poco ni mucho. Por eso, hermanas mías, alto a pedir al Señor, que pues en alguna manera podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido (3), pues es verdad que le hay en nosotras mismas, que esto querría yo dar a entender, si el Señor es servido que sepa.

3. Dije "fuerzas en el alma", porque entendáis que no hacen falta las del cuerpo a quien Dios nuestro Señor no las da; no imposibilita a ninguno para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que tuviere, se contenta. Bendito sea tan gran Dios. Mas mirad, hijas, que para esto que tratamos no quiere que os quedéis con nada; poco o mucho, todo lo quiere para sí, y conforme a lo que entendiéreis de vos que os han dado, se os harán mayores o menores mercedes (4). No hay mejor prueba para entender si llega a unión o si no nuestra oración. No penséis que es cosa soñada, como la pasada (5). Digo soñada, porque así parece está el alma como adormezida, que ni bien parece está dormida ni se siente despierta. Aquí con estar todas dormidas, y bien dormidas, a las cosas del mundo y a nosotras mismas (porque en hecho de verdad se queda como sin sentido aquello poco que dura, que ni hay poder pensar, aunque quieran, aquí no es menester con artificio suspender el pensamiento; [4] hasta el amar si lo hace no entiende cómo, ni qué es lo que ama ni qué querría; en fin, como quien de todo punto ha muerto al mundo para vivir más en Dios, que así es: una muerte sabrosa, un arrancamiento del alma de todas las operaciones que puede tener estando en el cuerpo; deleitosa, porque aunque de verdad parece se aparta el alma de él para mejor estar en Dios, de manera que aun no sé yo si le queda vida para resolgar (ahora lo estaba pensando y paréceme que no, al menos si lo hace no se entiende si lo hace) (6), todo su entendimiento se querría emplear en entender algo de lo que siente y, como no llegan sus fuerzas a esto, quédase espantado de manera que, si no se pierde del todo, no menea pie ni mano, como acá decimos de una persona que está tan desmayada que nos parece está muerta.

¡Oh secretos de Dios!, que no me hartaría de procurar dar a entenderlos si pensase acertar en algo, y así diré mil desatinos, por si alguna vez atinase, para que alabemos mucho al Señor.

5. Dije que no era cosa soñada (7), porque en la morada que queda dicha, hasta que la experiencia es mucha queda el alma dudosa de qué fue aquello: si se le antojó, si estaba dormida, si fue dado de Dios, si se transfiguró el demonio en ángel de luz. Queda con mil sospechas, y es bien que las tenga, porque como dije (8) aun el mismo natural nos puede engañar allí alguna vez; porque aunque no hay tanto lugar para entrar las cosas ponzoñosas, unas lagartijillas sí, que como son agudas por doquiera se meten; y aunque no hacen daño, en especial si no hacen caso de ellas como dije porque son pensamientillos que proceden de la imaginación y de lo que queda dicho, importunan muchas veces. Aquí, por ayudas que son las lagartijas, no pueden entrar en esta morada; porque ni hay imaginación, ni memoria ni entendimiento que pueda impedir este bien. Y osaré afirmar que si verdaderamente es unión de Dios, que no puede entrar el demonio ni hacer ningún daño; porque está Su Majestad tan junto y unido con la esencia del alma, que no osará llegar ni aun debe de entender este secreto. Y está claro: pues dicen que no entiende nuestro pensamiento, menos entenderá cosa tan secreta, que aun no la fía Dios de nuestro pensamiento (10). ¡Oh gran bien, estado adonde este maldito no nos hace mal! Así queda el alma con tan grandes ganancias, por obrar Dios en ella sin que nadie le estorbe, ni nosotros mismos. ¿Qué no dará quien es tan amigo de dar y puede dar todo lo que quiere?

6. Parece que os dejo confusas en decir si es unión de Dios y que hay otras uniones. Y ¡cómo si las hay! Aunque sean en cosas vanas, cuando se aman mucho, también los transportará el demonio; (11) mas no con la manera que Dios ni con el deleite y satisfacción del alma y paz y gozo. Es sobre todos los gozos de la tierra y sobre todos los deleites y sobre todos los contentos y más, que no tiene que ver adonde se engendran estos contentos o los de la tierra, que es muy diferente su sentir como lo tendréis experimentado. Dije yo una vez (12), que es como si fuesen en esta grosería del cuerpo, o en los tuétanos, y atiné bien, que no sé cómo lodecir mejor.

7. Paréceme que aún no os veo satisfechas, porque os parecerá que os podéis engañar, que esto interior es cosa recia de examinar; y aunque para quien ha pasado por ello basta lo dicho, porque es grande la diferencia, quiéroos decir una señal clara por donde no os podréis engañar ni dudar si fue de Dios, que Su Majestad me la ha traído hoy a la memoria, y a mi parecer es la cierta. Siempre en cosas dificultosas, aunque me parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este lenguaje de que "me parece"; porque si me engañare, estoy muy aparejada a creer lo que dijeren los que tienen letras muchas; porque aunque no hayan pasado por estas cosas, tienen un no sé qué grandes letrados, que como Dios los tiene para luz de su Iglesia, cuando es una verdad, dásela para que se admita; y si no son derramados sino siervos de Dios, nunca se espantan de sus grandezas, que tienen bien entendido que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque algunas cosas no tan declaradas, otras deben hallar escritas, por donde ven que pueden pasar éstas.

 

8. De esto tengo grandísima experiencia, y también la tengo de unos medioletrados espantadizos, porque me cuestan muy caro (13). Al menos creo que quien no creyere que puede Dios mucho más y que ha tenido por bien y tiene algunas veces comunicarlo a sus criaturas, que tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Por eso, hermanas, nunca os acaezca, sino creed de Dios mucho más y más, y no pongáis los ojos en si son ruines o buenos a quien las hace, que Su Majestad lo sabe, como os lo he dicho; (14) no hay para qué nos meter en esto, sino con simpleza de corazón y humildad servir a Su Majestad y alabarle por sus obras y maravillas.

9. Pues tornando a la señal que digo es la verdadera (15), ya veis esta alma que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría, que ni ve ni oye ni entiende en el tiempo que está así, que siempre es breve, y aun harto más breve le parece a ella de lo que debe de ser. Fija Dios a sí mismo en lo interior de aquel alma de manera que cuando torna en si en ninguna manera pueda dudar que estuvo en Dios y Dios en ella. Con tanta firmeza le queda esta verdad, que aunque pase años sin tornarle Dios a hacer aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo. Aun dejemos por los efectos con que queda, que éstos diré después; (16) esto es lo que hace mucho al caso.

10. Pues diréisme: ¿cómo lo vio o cómo lo entendió, si no ve ni entiende? No digo que lo vio entonces, sino que lo ve después claro; y no porque es visión, sino una certidumbre que queda en el alma que sólo Dios la puede poner. Yo sé de una persona que no había llegado a su noticia que estaba Dios en todas las cosas por presencia y potencia y esencia, y de una merced que le hizo Dios de esta suerte lo vino a creer de manera, que aunque un medioletrado de los que tengo dichos (17) a quien preguntó cómo estaba Dios en nosotros (él lo sabía tan poco como ella antes que Dios se lo diese a entender) le dijo que no estaba más de por gracia, ella tenía ya tan fija la verdad, que no le creyó y preguntólo a otros (18) que le dijeron la verdad, con que se consoló mucho.

11. No os habéis de engañar pareciéndoos que esta certidumbre queda en forma corporal, como el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo está en el Santísimo Sacramento, aunque no le vemos, porque acá no queda así, sino de sola la divinidad. Pues ¿cómo lo que no vimos se nos queda con esa certidumbre? Eso no lo sé yo, son obras suyas: mas sé que digo la verdad, y quien no quedare con esta certidumbre, no diría yo que es unión de toda el alma con Dios, sino de alguna potencia, y otras muchas maneras de mercedes que hace Dios al alma. Hemos de dejar en todas estas cosas de buscar razones para ver cómo fue; pues no llega nuestro entendimiento a entenderlo, ¿para qué nos queremos desvanecer? Basta ver que es todopoderoso el que lo hace, y pues no somos ninguna parte (19) por diligencias que hagamos para alcanzarlo, sino que es Dios el que lo hace, no lo queramos ser para entenderlo.

12. Ahora me acuerdo, sobre esto que digo de que "no somos parte", de lo que habéis oído que dice la Esposa en los Cantares: Llevóme el rey a la bodega del vino, o metiome, creo que dice (20). Y no dice que ella se fue. Y dice también que andaba buscando a su Amado por una parte y por otra. Esta entiendo yo es la bodega adonde nos quiere meter el Señor cuando quiere y como quiere; mas por diligencias que nosotros hagamos, no podemos entrar. Su Majestad nos ha de meter y entrar El en el centro de nuestra alma y, para mostrar sus maravillas mejor, no quiere que tengamos en ésta más parte de la voluntad que del todo se le ha rendido, ni que se le abra la puerta de las potencias y sentidos, que todos están dormidos; sino entrar en el centro del alma sin ninguna, como entró a sus discípulos cuando dijo: Pax vobis, y salió del sepulcro sin levantar la piedra (21). Adelante veréis cómo Su Majestad quiere que le goce el alma en su mismo centro, aun más que aquí mucho en la postrera morada.

13. ¡Oh hijas, qué mucho veremos si no queremos ver más de nuestra bajeza y miseria, y entender que no somos dignas de ser siervas de un Señor tan grande, que no podemos alcanzar sus maravillas! Sea por siempre alabado, amén.

 

NOTAS MORADAS V, c. 1

1 Utiliza de nuevo la imagen paulina de 2 Cor 11, 24, como en M I, 2, 15.

2 Mt 20, 16. - Gracián reformó la frase siguiente, substituyendo el somos ccon "seguimos regla de ser", y añadiendo después del paréntesis "y quizá" pocas...

3 Alusión de la parábola del tesoro escondido: Mt 13, 44.

4 Es la consigna de la total entrega: "darnos todas al Todo sin hacernos partes", dirá en Camino 8, 1. - Pasaje mal leído por fray Luis.

5 La pasada: oración de las moradas precedentes (cf. c. 3, n. 11).

6 Por culpa de los numerosos incisos, la frase que da inconclusa. Fray Luis la redondeó así: "deleitosa, porque aunque está en él, según la verdad, parece se aparta el alma de él, para mejor estar en Dios: es de manera que aun no sé yo si le queda vida para resollar. Ahora lo estaba pensando, y paréceme que no, a lo menos si lo hace no lo entiende, todo su entendimiento querría emplear en entender algo de lo que siente" (p. 90; conservamos la puntuación original).

7 En el n. 3. Sigue una alusión a las moradas precedentes.

8 En las M IV, c. 3, nn. 11-14.

9 Aconsejó no hacer caso de esas lagartijillas agudas en M IV, c. 1, nn. 8-12 (cf. n. 3), que son pensamientillos que proceden de la imagiación y de lo que queda dicho: en ese mismo capítulo de las moradas cuartas advirtió que no proceden del entendimiento (n. 8) y los atribuyó a "la miseria que nos quedó del pecado de Adán" (n. 11).

10 Gracián castigó intensamente este pasaje del autógrafo. Retocó la primera frase: si es unión de Dios "con sola el alma", para cercenar en la siguiente las palabras esencia del alma: cambió pensamiento en entendimiento en la frase: no entiende nuestro pensamiento; y finalmente anotó al margen: "entiéndase de los actos de entendimiento y voluntad, que los pensamientos de la imaginación claramente los ve el demonio, si Dios no le ciega en aquel punto". Ribera tachó una a una todas las enmiendas de Gracián (p. 92).

11 Transportará: en sentido figurado de embelesar, sacar de sí (como en V 29, 12).

12 Probablemente alude a su comentario a los Cantares: "como si echasen en los tuétanos una unción suavísima" (Conc 4, 2). Cf. 31, 10: "los contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos". El sentido de la frase es: que los contentos y gozos de la tierra son como percibidos en la grosería del cuerpo; la paz, el gozo de la unión, como si se percibiesen en lo hondo del ser (en los "tuétanos").

13 Ya en Vida se lamentaba: "Gran daño hicieron a mi alma confesores medioletrados" (V 5, 3).

14 Lo ha dicho en M IV, 1, 2; IV, 2, 9.

15 La ha enunciado y razonado en el n. 7.

16 Hablará de los efectos de esta forma de oración infusa en el c. 2 (cf. título y nn. 7-14). - También en este número y en el siguiente atenuó Gracián las expresiones que denotaban seguridad o certeza, con tres monótonos "me parece": "pues tornando a la señal que digo que me parece que..." (n. 9); "en ninguna manera le parece a ella que puede dudar" (n. 9); "no digo que lo vió entonces sino que [tacha "lo ve"] después le quedó a su parecer [tachando: "claro y porque es visión sino"] (n. 10); y más abajo: "lo vino a entender" en lugar de "lo vino a creer". Fray Luis prescindió de las enmiendas de Gracián.

17 En el n. 8 y en V c. 25, n. 22 y c. 13, n. 19.

18 Uno de ellos "fray Vicente Barrón", según anota Gracián en V 18, 15; cf. R. 54.

19 Ser parte; y en el n. 12 "tener parte": participar activamente.

20 Ct 2, 4; y 3, 2.

21 Jn 20, 19. - Adelante veréis: cf. moradas sextas, 2, 3, en que reanuda este tema. Alegará de nuevo el texto de San Juan en moradas séptimas 2, 3.

 

CAPÍTULO 2

Prosigue en lo mismo. Declara la oración de unión por una comparación delicada. Dice los efectos con que queda el alma. Es muy de notar.

1. Pareceros ha que ya está todo dicho lo que hay que ver en esta morada, y falta mucho, porque como dije hay más y menos (1). Cuanto a lo que es unión, no creo sabré decir más; mas cuando el alma a quien Dios hace estas mercedes se dispone, hay muchas cosas que decir de lo que el Señor obra en ellas. Algunas diré y de la manera que queda. Para darlo mejor a entender, me quiero aprovechar de una comparación que es buena para este fin, y también para que veamos cómo, aunque en esta obra que hace el Señor no podemos hacer nada, mas para que Su Majestad nos haga esta merced, podemos hacer mucho disponiéndonos (2).

2. Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría la seda, que sólo El pudo hacer semejante invención, y cómo de una simiente, que dicen que es a manera de granos de pimienta pequeños (que yo nunca la he visto, sino oído, y así si algo fuere torcido no es mía la culpa) (3), con el calor, en comenzando a haber hoja en los morales, comienza esta simiente a vivir; que hasta que hay este mantenimiento de que se sustentan, se está muerta; y con hojas de moral se crían, hasta que, después de grandes, les ponen unas ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica blanca, muy graciosa. Mas si esto no se viese, sino que nos lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es un gusano y una abeja, sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda? Para un rato de meditación basta esto, hermanas, aunque no os diga más, que en ello podéis considerar las maravillas y sabiduría de nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la propiedad de todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos en pensar estas grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y poderoso.

3. Tornemos a lo que decía. Entonces comienza a tener vida este gusano, cuando con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del auxilio general (4) que a todos nos da Dios y cuando comienza a aprovecharse de los remedios que dejó en su Iglesia, así de continuar las confesiones, como con buenas lecciones y sermones, que es el remedio que un alma que está muerta en su descuido y pecados y metida en ocasiones puede tener. Entonces comienza a vivir y vase sustentando en esto y en buenas meditaciones, hasta que está crecida, que es lo que a mí me hace al caso, que estotro poco importa.

 

4. Pues crecido este gusano que es lo que en los principios queda dicho de esto que he escrito (5), comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí, que es Cristo. En una parte me parece he leído u oído que nuestra vida está escondida en Cristo, o en Dios, que todo es uno, o que nuestra vida es Cristo. En que esto sea o no, poco va para mi propósito (6).

5. Pues veis aquí, hijas, lo que podemos con el favor de Dios hacer: que Su Majestad mismo sea nuestra morada, como lo es en esta oración de unión, labrándola nosotras. Parece que quiero decir que podemos quitar y poner en Dios, pues digo que El es la morada y la podemos nosotras fabricar para meternos en ella. Y ¡cómo si podemos!, no quitar de Dios ni poner, sino quitar de nosotros y poner, como hacen estos gusanitos; que no habremos acabado de hacer en esto todo lo que podemos, cuando este trabajillo, que no es nada, junte Dios con su grandeza y le dé tan gran valor que el mismo Señor sea el premio de esta obra. Y así como ha sido el que ha puesto la mayor costa, así quiere juntar nuestros trabajillos con los grandes que padeció Su Majestad y que todo sea una cosa.

6. Pues ¡ea, hijas mías!, prisa a hacer esta labor y tejer este capuchillo, quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidas a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración, mortificación, obediencia, todo lo demás que sabéis; que ¡así obrásemos como sabemos y somos enseñadas de lo que hemos de hacer! ¡Muera, muera este gusano, como lo hace en acabando de hacer para lo que fue criado!, y veréis cómo vemos a Dios (7) y nos vemos tan metidas en su grandeza como lo está este gusanillo en este capucho. Mirad que digo ver a Dios, como dejo dicho que se da a sentir en esta manera de unión.

 

7. Pues veamos qué se hace este gusano, que es para lo que he dicho todo lo demás, que cuando está en esta oración bien muerto está al mundo: sale una mariposita blanca (8). ¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale una alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con El; que a mi parecer nunca llega a media hora! Yo os digo de verdad que la misma alma no se conoce a sí; porque, mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien de dónde le pudo venir, quise decir, que bien sabe que no le merece; vese con un deseo de alabar al Señor, que se querría deshacer, y de morir por El mil muertes. Luego le comienza a tener de padecer grandes trabajos, sin poder hacer otra cosa. Los deseos de penitencia grandísimos, el de soledad, el de que todos conociesen a Dios; y de aquí le viene una pena grande de ver que es ofendido. Y aunque en la morada que viene se tratará más de estas cosas en particular (9), porque aunque casi lo que hay en esta morada y en la que viene después es todo uno, es muy diferente la fuerza de los efectos; porque como he dicho (10) si después que Dios llega a un alma aquí se esfuerza a ir adelante, verá grandes cosas.

8. ¡Oh, pues ver el desasosiego de esta mariposita, con no haber estado más quieta y sosegada en su vida, es cosa para alabar a Dios! Y es que no sabe adónde posar y hacer su asiento, que como le ha tenido tal, todo lo que ve en la tierra le descontenta, en especial cuando son muchas las veces que la da Dios de este vino; (11) casi de cada una queda con nuevas ganancias. Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano, que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas, ¿cómo se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le hace poco cuanto puede hacer por Dios, según son sus deseos. No tiene en mucho lo que pasaron los santos, entendiendo ya por experiencia cómo ayuda el Señor y transforma un alma, que no parece ella ni su figura. Porque la flaqueza que antes le parecía tener para hacer penitencia, ya la halla fuerte; el atamiento con deudos o amigos o hacienda (que ni le bastaban actos, ni determinaciones, ni quererse apartar, que entonces le parecía se hallaba más junta), ya se ve de manera que le pesa estar obligada a lo que, para no ir contra Dios, es menester hacer. Todo le cansa, porque ha probado que el verdadero descanso no le pueden dar las criaturas.

9. Parece que me alargo, y mucho más podría decir, y a quien Dios hubiere hecho esta merced verá que quedo corta; y así no hay que espantar que esta mariposilla busque asiento de nuevo, así como se halla nueva de las cosas de la tierra. Pues ¿adónde irá la pobrecica? Que tornar adonde salió no puede, que como está dicho (12) no es en nuestra mano, aunque más hagamos, hasta que es Dios servido de tornarnos a hacer esta merced. ¡Oh Señor!, y ¡qué nuevos trabajos comienzan a esta alma! ¿Quién dijera tal después de merced tan subida? En fin, fin, de una manera o de otra ha de haber cruz mientras vivimos, y quien dijere que, después que llegó aquí, siempre está con descanso y regalo, diría yo que nunca llegó, sino que por ventura fue algún gusto, si entró en la morada pasada, y ayudado de flaqueza natural, y aun, por ventura, del demonio, que le da paz para hacerle después mucha mayor guerra.

10. No quiero decir que no tienen paz los que llegan aquí, que sí tienen y muy grande; porque los mismos trabajos son de tanto valor y de tan buena raíz, que, con serlo muy grandes, de ellos mismos sale la paz y el contento. Del mismo descontento que dan las cosas del mundo nace un deseo de salir de él tan penoso, que si algún alivio tiene es pensar que quiere Dios viva en este destierro, y aun no basta, porque aun el alma con todas estas ganancias no está tan rendida en la voluntad de Dios, como se verá adelante (13), aunque no deja de conformarse; mas es con un gran sentimiento, que no puede más, porque no le han dado más, y con muchas lágrimas. Cada vez que tiene oración es ésta su pena. En alguna manera quizá procede de la muy grande que le da de ver que es ofendido Dios y poco estimado en este mundo y de las muchas almas que se pierden, así de herejes, como de moros; aunque las que más la lastiman son las de los cristianos, que aunque ve es grande la misericordia de Dios, que por mal que vivan se pueden enmendar y salvarse, teme que se condenan muchos.

11. ¡Oh grandeza de Dios!, que pocos años antes estaba esta alma, y aun quizá días, que no se acordaba sino de sí, ¿quién la ha metido en tan penosos cuidados? Que, aunque queramos tener muchos años de meditación, tan penosamente como ahora esta alma lo siente no lo podremos sentir. Pues ¡válgame Dios!, si muchos días y años yo me procuro ejercitar en el gran mal que es ser Dios ofendido y pensar que estos que se condenan son hijos suyos y hermanos míos, y los peligros en que vivimos, cuán bien nos está salir de esta miserable vida, ¿no bastará? Que no, hijas, no es la pena que se siente aquí como las de acá; que eso bien podríamos con el favor del Señor tenerla, pensando mucho esto; mas no llega a lo íntimo de las entrañas como aquí, que parece desmenuza un alma y la muele, sin procurarlo ella y aun a veces sin quererlo. Pues ¿qué es esto? ¿De dónde procede? Yo os lo diré.

12. ¿No habéis oído que ya aquí lo he dicho (14) otra vez, aunque no a este propósito de la Esposa, que la metió Dios a la bodega del vino y ordenó en ella la caridad? Pues esto es; que como aquel alma ya se entrega en sus manos y el gran amor la tiene tan rendida que no sabe ni quiere más de que haga Dios lo que quisiere de ella (que jamás hará Dios, a lo que yo pienso, esta merced sino a alma que ya toma muy por suya), quiere que, sin que ella entienda cómo, salga de allí sellada con su sello. Porque verdaderamente el alma allí no hace más que la cera cuando imprime otro el sello, que la cera no se le imprime a sí, sólo está dispuesta, digo blanda; y aun para esta disposición tampoco se ablanda ella, sino que se está queda y lo consiente. ¡Oh bondad de Dios, que todo ha de ser a vuestra costa! Sólo queréis nuestra voluntad y que no haya impedimento en la cera.

13. Pues veis aquí, hermanas, lo que nuestro Dios hace aquí para que esta alma ya se conozca por suya; da de lo que tiene, que es lo que tuvo su Hijo en esta vida; no nos puede hacer mayor merced. ¿Quién más debía querer salir de esta vida? Y así lo dijo Su Majestad en la Cena: Con deseo he deseado (15).

Pues ¿cómo, Señor, no se os puso delante la trabajosa muerte que habéis de morir tan penosa y espantosa? No; porque el grande amor que tengo y deseo de que se salven las almas sobrepuja sin comparación a esas penas; y las muy grandísimas que he padecido y padezco, después que estoy en el mundo, son bastantes para no tener esas en nada en su comparación.

14. Es así que muchas veces he considerado en esto, y sabiendo yo el tormento que pasa y ha pasado cierta alma que conozco (16) de ver ofender a nuestro Señor, tan insufridero que se quisiera mucho más morir que sufrirla, y pensando si una alma con tan poquísima caridad, comparada a la de Cristo, que se puede decir casi ninguna en esta comparación, sentía este tormento tan insufridero, ¿qué sería el sentimiento de nuestro Señor Jesucristo, y qué vida debía pasar, pues todas las cosas le eran presentes y estaba siempre viendo las grandes ofensas que se hacían a su Padre? Sin duda creo yo que fueron muy mayores que las de su sacratísima Pasión; porque entonces ya veía el fin de estos trabajos, y con esto y con el contento de ver nuestro remedio con su muerte y de mostrar el amor que tenía a su Padre en padecer tanto por El, moderaría los dolores, como acaece acá a los que con fuerza de amor hacen grandes penitencias, que no las sienten casi, antes querrían hacer más y más, y todo se le hace poco. Pues ¿qué sería a Su Majestad, viéndose en tan gran ocasión, para mostrar a su Padre cuán cumplidamente cumplía el obedecerle, y con el amor del prójimo? ¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios! Mas en ver tan continuo tantas ofensas a Su Majestad hechas, e ir tantas almas al infierno, téngolo por cosa tan recia, que creo, si no fuera más de hombre, un día de aquella pena bastaba para acabar muchas vidas, ¡cuánto más una!

NOTAS MORADAS V, c. 2

1 En las moradas V, I y II, dijo ya que hay grados de "más y menos" dentro de una misma morada, o dentro del estado de unión.

2 Diferencia entre recibir y disponerse. Las gracias místicas son "obra que hace el Señor" en nosotros. Disponernos es lo que nosotros sí "podemos hacer".

3 Todo este paréntesis fue tachado en el autógrafo por Gracián, que además cambió "de pimienta pequeños" por "de mostaza", y añadió al margen: "así es, que yo lo he visto". Ribera respetó la enmienda, y fray Luis omitió la frase en su edición (p. 98).

4 Auxilio general, en contraste con el auxilio particular de que habló en moradas III, 1, 2: equivalen a la gracia que Dios otorga a toda persona; y a las gracias singularísimas que El dispensa a algunas o en algunas ocasiones (cf. V 14, 6).

5 Es decir, todo el proceso de moradas I-IV. Nótese la correspondencia del símbolo del castillo, con su símil del gusano de seda.

6 Col 3, 3-4. - Gracián enmendó los titubeos de la Santa. Fray Luis, en su edición, omitió la frase: "en que esto sea o no poco va a mi propósito". Esa coletilla no se refería al contenido del texto paulino, sino al titubeo de la cita, entre Cristo y Dios.

7 Gracián tacha vemos y escribe contemplamos, temeroso de que la Santa se comprometa con la afirmación de la "visión" de Dios en esta vida; bastaba y sobraba la aclaración que la Santa hace a renglón seguido. - Como dejo dicho: en el c. 1, nn. 10-11.

8 Frase no muy clara. Fray Luis creyó que el segundo "está" era repetición maquinal (véase un ejemplo al principio del n. 13), y lo suprimióm leyendo así: "Pues veamos lo que se hace de este gusano (que es para lo que he dicho todo lo demás:) que cuando está en esta oración bien muerto al mundo, sale una mariposica blanca" (p. 101).

9 M VI, 6, 1; y c. 11.

10 En el c. 1, nn. 2-3 y 13.

11 Vino que Dios da a la mariposilla. Sorprendente asociación debida al cruce de las dos imágenes: la bodega de los Cantares y la mariposa liberada del capullo.

12 Tornar adonde salió: elipsis, por "tornar al lugar de donde salió", es decir, a la oración de unión, o a la bodega de los Cantares, o al centro del alma... como "ha dicho" en el c. 1, n. 12; cf. los textos paulinos del n. 4; y M IV, c. 2, n. 9.

13 En las M VI y VII; cf. M VI, 10, 8; y M VII, 3, 4.

14 En el c. 1, n. 12. - La cita es de Ct 2, 4.

15 Lc 22, 15. - También este pasaje hubo de ser glosado por fray Luis con una nota apologética al hacer la 2a edición del Libro (Salamanca 1589, pp. 77-78).

16 Ella misma: cf. Vida c. 39, n. 9; y c. 38, n. 18: "hace un espanto al alma grande de ver cómo osó ni puede nadie osar ofender una Majestad tan grandísima".

 

CAPÍTULO 3

Continúa la misma materia. Dice de otra manera de unión que puede alcanzar el alma con el favor de Dios, y lo que importa para esto el amor del prójimo. Es de mucho provecho.

1. Pues tornemos a nuestra palomica (1) y veamos algo de lo que Dios da en este estado. Siempre se entiende que ha de procurar ir adelante en el servicio de nuestro Señor y en el conocimiento propio; que si no hace más de recibir esta merced y, como cosa ya segura, descuidarse en su vida y torcer el camino del cielo, que son los mandamientos, acaecerle ha lo que a la que sale del gusano, que echa la simiente para que produzcan otras y ella queda muerta para siempre. Digo que echa la simiente, porque tengo para mí que quiere Dios que no sea dada en balde una merced tan grande; sino que ya que no se aproveche de ella para sí, aproveche a otros. Porque como queda con estos deseos y virtudes dichas, el tiempo que dura en el bien siempre hace provecho a otras almas y de su calor les pega calor; y aun cuando le tienen ya perdido, acaece quedar con esa gana de que se aprovechen otros, y gusta de dar a entender las mercedes que Dios hace a quien le ama y sirve.

2. Yo he conocido persona que le acaecía así (2), que, estando muy perdida, gustaba de que se aprovechasen otras con las mercedes que Dios le había hecho y mostrarles el camino de oración a las que no le entendían, e hizo harto provecho, harto. Después le tornó el Señor a dar luz. Verdad es que aún no tenía los efectos que quedan dichos. Mas ¡cuántos debe haber que los llama el Señor al apostolado, como a Judas, comunicando con ellos, y los llama para hacer reyes, como a Saúl (3), y después por su culpa se pierden! De donde sacaremos, hermanas, que para ir mereciendo más y más y no perdiéndonos como éstos, la seguridad que podemos tener es la obediencia y no torcer de la ley de Dios; digo a quien hiciere semejantes mercedes, y aun a todos.

3. Paréceme que queda algo oscura, con cuanto he dicho, esta morada. Pues hay tanta ganancia de entrar en ella, bien será que no parezca quedan sin esperanza a los que el Señor no da cosas tan sobrenaturales; pues la verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios. ¡Oh, qué de ellos habrá que digamos esto y nos parezca que no queremos otra cosa y moriríamos por esta verdad, como creo ya he dicho! (4) Pues yo os digo, y lo diré muchas veces, que cuando lo fuere, que habéis alcanzado esta merced del Señor, y ninguna cosa se os dé de estotra unión regalada que queda dicha, que lo que hay de mayor precio en ella es por proceder de ésta que ahora digo y por no poder llegar a lo que queda dicho si no es muy cierta la unión de estar resignada nuestra voluntad en la de Dios (5). ¡Oh, qué unión ésta para desear! Venturosa el alma que la ha alcanzado, que vivirá en esta vida con descanso y en la otra también; porque ninguna cosa de los sucesos de la tierra la afligirá, si no fuere si se ve en algún peligro de perder a Dios o ver si es ofendido; ni enfermedad, ni pobreza, ni muertes, si no fuere de quien ha de hacer falta en la Iglesia de Dios; que ve bien esta alma, que El sabe mejor lo que hace que ella lo que desea.

4. Habéis de notar que hay penas y penas; porque algunas penas hay producidas de presto de la naturaleza, y contentos lo mismo, y aun de caridad de apiadarse de los prójimos, como hizo nuestro Señor cuando resucitó a Lázaro; (6) y no quitan éstas el estar unidas con la voluntad de Dios, ni tampoco turban el ánima con una pasión inquieta, desasosegada, que dura mucho. Estas penas pasan de presto; que, como dije (7), de los gozos en la oración, parece que no llegan a lo hondo del alma, sino a estos sentidos y potencias. Andan por estas moradas pasadas, mas no entran en la que está por decir postrera, pues para esto es menester lo que queda dicho (8) de suspensión de potencias, que poderoso es el Señor de enriquecer las almas por muchos caminos y llegarlas a estas moradas y no por el atajo que queda dicho.

5. Mas advertid mucho, hijas, que es necesario que muera el gusano, y más a vuestra costa; porque acullá (9) ayuda mucho para morir el verse en vida tan nueva; acá es menester que, viviendo en ésta, le matemos nosotras. Yo os confieso que será a mucho o más trabajo, mas su precio se tiene; así será mayor el galardón si salís con victoria. Mas de ser posible no hay que dudar como lo sea la unión verdaderamente con la voluntad de Dios (10).

Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que pido siempre a nuestro Señor y la que está más clara y segura.

6. Mas ¡ay de nosotros, qué pocos debemos de llegar a ella, aunque a quien se guarda de ofender al Señor y ha entrado en religión le parezca que todo lo tiene hecho! ¡Oh!, que quedan unos gusanos que no se dan a entender, hasta que, como el que royó la yedra a Jonás (11), nos han roído las virtudes, con un amor propio, una propia estimación, un juzgar los prójimos, aunque sea en pocas cosas, una falta de caridad con ellos, no los queriendo como a nosotros mismos; que, aunque arrastrando cumplimos con la obligación para no ser pecado, no llegamos con mucho a lo que ha de ser para estar del todo unidas con la voluntad de Dios.

7. ¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como Su Majestad le pidió (12), mirad qué nos falta para llegar a esto. Yo os digo que lo estoy escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por mi culpa; que no ha menester el Señor hacernos grandes regalos para esto; basta lo que nos ha dado en darnos a su Hijo, que nos enseñase el camino. No penséis que está la cosa en si se muere mi padre o hermano, conformarme tanto con la voluntad de Dios que no lo sienta; y si hay trabajos y enfermedades, sufrirlos con contento. Bueno es, y a las veces consiste en discreción, porque no podemos más, y hacemos de la necesidad virtud. Cuántas cosas de éstas hacían los filósofos, o aunque no sea de éstas, de otras, de tener mucho saber. Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar (13). Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer, como debemos a tan gran Dios, estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su Majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra mano está, si queremos.

8. La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí (14). Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo dudar.

9. Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo andamos en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho; porque creo yo que según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo. Pues tanto nos importa esto, hermanas, procuremos irnos entendiendo en cosas aun menudas, y no haciendo caso de unas muy grandes, que así por junto vienen en la oración, de parecer que haremos y aconteceremos por los prójimos y por sola un alma que se salve; porque si no vienen después conformes las obras, no hay para qué creer que lo haremos. Así digo de la humildad también y de todas las virtudes. Son grandes los ardides del demonio, que por hacernos entender que tenemos una, no la teniendo, dará mil vueltas al infierno. Y tiene razón, porque es muy dañoso, que nunca estas virtudes fingidas vienen sin alguna vanagloria, como son de tal raíz; así como las que da Dios están libres de ella ni de soberbia.

10. Yo gusto algunas veces de ver unas almas, que, cuando están en oración, les parece querrían ser abatidas y públicamente afrentadas por Dios, y después una falta pequeña encubrirían si pudiesen, o que si no la han hecho y se la cargan, Dios nos libre. Pues mírese mucho quien esto no sufre, para no hacer caso de lo que a solas determinó, a su parecer; que en hecho de verdad no fue determinación de la voluntad, que cuando ésta hay verdadera es otra cosa; sino alguna imaginación, que en ésta hace el demonio sus saltos y engaños; (15) y a mujeres o gente sin letras, podrá hacer muchos, porque no sabemos entender las diferencias de potencias e imaginación y otras mil cosas que hay interiores. ¡Oh hermanas, cómo se ve claro adónde está de veras el amor del prójimo en algunas de vosotras, y en las que no está con esta perfección! Si entendieseis lo que nos importa esta virtud, no traeríais otro estudio (16).

11. Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad, y que si vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que si te loasen a . Esto, a la verdad, fácil es, que si hay humildad, antes tendrá pena de verse loar. Mas esta alegría de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa, y cuando viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras y encubrirla.

12. Mucho he dicho en otras partes (17) de esto, porque veo, hermanas, que si hubiese en ello quiebra vamos perdidas. Plega al Señor nunca la haya, que como esto sea, yo os digo que no dejéis de alcanzar de Su Majestad la unión que queda dicha. Cuando os viéreis faltas en esto, aunque tengáis devoción y regalos, que os parezca habéis llegado ahí, y alguna suspensioncilla en la oración de quietud (que algunas luego les parecerá que está todo hecho), creedme que no habéis llegado a unión, y pedid a nuestro Señor que os dé con perfección este amor del prójimo, y dejad hacer a Su Majestad, que El os dará más que sepáis desear, como vosotras os esforcéis y procuréis en todo lo que pudiereis esto; y forzar vuestra voluntad para que se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de vuestro derecho, y olvidar vuestro bien por el suyo, aunque más contradicción os haga el natural; y procurar tomar trabajo por quitarle al prójimo, cuando se ofreciere. No penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar hecho. Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz.

NOTAS MORADAS V, c. 3

1 Palomica: mariposa o "mariposica" (M V, 4, 1) en que se ha metamorfoseado la crisálida del capítulo anterior. - La alegoría del gusano de seda llega quizá a prevalecer sobre la del "castillo" en los capítulos que siguen: casi todos comienzan con la típica alusión la palomica o mariposica (cf. c. 4, n. 1; M VI, 2, 1; VI, 4, 1; VI, 6, 1; VI, 11, 1 ("la palomilla o mariposilla"): M III, n. 1 ("ahora pues decimos que esta mariposica ya murió").

2 Ella misma; cf. V c. 7, n. 10.

3 El desenlace dramático de las dos figuras bíblicas, Judas y Saúl, será recordado otras veces en el Castillo (VI, 7, 10; VI, 9, 15).

4 En el c. 2, nn. 6-7.

5 Para entender rectamente este pasaje, téngase en cuenta las dos "maneras de unión" que la Santa distingue: "unión regalada" (gozosa, infusa) de que habló en los capítulos anteriores, y "unión no regalada" (no infusa, que podemos "muy bien alcanzar... si nos esforzamos a aprocurarla"): de esta última trata el presente capítulo. El sentido, pues, es: si lográis conformar de verdad vuestra voluntad con la de Dios (= unión no regalada), ninguna cosa se os dé de esotra unión (= regalada) que queda dicha (en cc. 1-2); lo que hay de mayor precio en ella (= en la unión regalada) es por proceder de ésta (= de la unión no regalada); y por no poder llegar a aquella, sin ésta. - Fray Luis omitió parte de este pasaje (p. 110).

6 Jn 11, 35.

7 En el c. 1, n. 6 (cf. M IV, c. 1, nn. 4-5; y c. 2, nn. 3-5). - Lo que aquí llama gozos equivale a los contentos de las M IV. En este mismo número los ha llamado con este segundo vocablo. En las M V, c. 1, n. 6 los llamó "gozos", "deleites", "contentos".

8 En el c. 1, nn. 3-4.

9 Acullá: en la unión regalada u oració infusa (cf. n. 3); acá: en la unión no regalada, de pura conformidad de voluntades. - Ayuda para morir: para morir a sí mismo: téngase presente el símbolo del gusano de seda (c. 2, n. 7).

10 El sentido es: que sea posible esta muerte ("matarnos nosotras") no hay que dudar, con tal que la unión (= conformidad con la voluntad de Dios) sea verdadera.

11 Jonás 4, 6-7.

12 Jn 17, 22; Mt 5, 48.

13 Alusión al doble precepto del amor: Mc 12, 31.

14 Cf. 1 Jn 4, 20.

15 Saltos y engaños: asaltos y asechanzas (cf. M V, 4, 10).

16 Estudio: interés, deseo (cf. M III, 2, 12).

17 En el amino c. 7; Fund. c. 5.

 

CAPÍTULO 4

Prosigue en lo mismo, declarando más esta manera de oración (1). Dice lo mucho que importa andar con aviso, porque el demonio le trae grande para hacer tornar atrás de lo comenzado.

1. Paréceme que estáis con deseo de ver qué se hace esta palomica y adónde asienta, pues queda entendido que no es en gustos espirituales ni en contentos de la tierra: más alto es su vuelo. Y no os puedo satisfacer de este deseo hasta la postrera morada, y aun plega a Dios se me acuerde o tenga lugar de escribirlo; porque han pasado casi cinco meses desde que lo comencé hasta ahora; (2) y como la cabeza no está para tornarlo a leer, todo debe ir desbaratado y por ventura dicho algunas cosas dos veces. Como es para mis hermanas, poco va en ello.

2. Todavía quiero más declararos lo que me parece que es esta oración de unión. Conforme a mi ingenio pondré una comparación; después diremos más de esta mariposica, que no para (aunque siempre fructifica haciendo bien a sí y a otras almas) (3), porque no halla su verdadero reposo.

3. Ya tendréis oído muchas veces (4) que se desposa Dios con las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su misericordia que tanto se quiere humillar! Y aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio. Porque aunque de diferente manera, porque en esto que tratamos jamás hay cosa que no sea espiritual (esto corpóreo va muy lejos, y los contentos espirituales que da el Señor, y los gustos (5), al que deben tener los que se desposan, van mil leguas lo uno de lo otro), porque todo es amor con amor, y sus operaciones son limpísimas y tan delicadísimas y suaves, que no hay cómo se decir, mas sabe el Señor darlas muy bien a sentir.

4. Paréceme a mí que la unión aún no llega a desposorio espiritual; sino, como por acá cuando se han de desposar dos, se trata si son conformes y que el uno y el otro quieran, y aun que se vean, para que más se satisfaga el uno del otro, así acá (6), presupuesto que el concierto está ya hecho y que esta alma está muy bien informada cuán bien le está y determinada a hacer en todo la voluntad de su Esposo de todas cuantas maneras ella viere que le ha de dar contento, y Su Majestad, como quien bien entenderá si es así, lo está de ella, y así hace esta misericordia, que quiere que entienda más y que como dicen vengan a vistas (7) y juntarla consigo. Podemos decir que es así esto, porque pasa en brevísimo tiempo. Allí no hay más dar y tomar, sino un ver el alma, por una manera secreta, quién es este Esposo que ha de tomar; porque por los sentidos y potencias en ninguna manera podía entender en mil años lo que aquí entiende en brevísimo tiempo; mas como es tal el Esposo, de sola aquella vista la deja más digna de que se vengan a dar las manos, como dicen; porque queda el alma tan enamorada, que hace de su parte lo que puede para que no se desconcierte este divino desposorio. Mas si esta alma se descuida a poner su afición en cosa que no sea El, piérdelo todo, y es tan grandísima pérdida como lo son las mercedes que va haciendo, y mucho mayor que se puede encarecer.

5. Por eso, almas cristianas, a las que el Señor ha llegado a estos términos, por El os pido que no os descuidéis, sino que os apartéis de las ocasiones, que aún en este estado no está el alma tan fuerte que se pueda meter en ellas, como lo está después de hecho el desposorio, que es en la morada que diremos tras ésta; porque la comunicación no fue más de una vista como dicen (8) y el demonio andará con gran cuidado a combatirla y a desviar este desposorio; que después, como ya la ve del todo rendida al Esposo, no osa tanto, porque la ha miedo, y tiene experiencia que, si alguna vez lo hace, queda con gran pérdida y ella con más ganancia.

6. Yo os digo, hijas, que he conocido a personas muy encumbradas, y llegar a este estado y con la gran sutileza y ardid del demonio, tornarlas a ganar para sí; porque debe de juntarse todo el infierno para ello, porque, como muchas veces digo (9), no pierden un alma sola, sino gran multitud. Ya él tiene experiencia en este caso; porque, si miramos la multitud de almas que por medio de una trae Dios a sí, es para alabarle mucho los millares que convertían los mártires: ¡una doncella como Santa Ursula! Pues ¡las que habrá perdido el demonio por Santo Domingo y San Francisco y otros fundadores de Ordenes, y pierde ahora por el Padre Ignacio, el que fundó la Compañía!, que todos está claro como lo leemos (10) recibían mercedes semejantes de Dios. ¿Qué fue esto, sino que se esforzaron a no perder por su culpa tan divino desposorio? ¡Oh hijas mías!, que tan aparejado está este Señor a hacernos merced ahora como entonces, y aun en parte más necesitado de que las queramos recibir, porque hay pocos que miren por su honra, como entonces había. Querémonos mucho; hay muy mucha cordura para no perder de nuestro derecho. ¡Oh, qué engaño tan grande! El Señor nos dé luz para no caer en semejantes tinieblas, por su misericordia.

7. Podréisme preguntar o estar con duda de dos cosas: la primera, que si está el alma tan puesta con la voluntad de Dios como queda dicho (11), que ¿cómo se puede engañar, pues ella en todo no quiere hacer la suya? La segunda, ¿por qué vías puede entrar el demonio tan peligrosamente que se pierda vuestra alma, estando tan apartadas del mundo y tan llegadas a los sacramentos y en compañía podemos decir de ángeles, pues por la bondad del Señor todas no traen otros deseos sino de servirle y agradarle en todo?; que ya los que están metidos en las ocasiones del mundo, no es mucho. Yo digo que en esto tenéis razón, que harta misericordia nos ha hecho Dios; mas cuando veo como he dicho que estaba Judas en compañía de los Apóstoles, y tratando siempre con el mismo Dios, y oyendo sus palabras, entiendo que no hay seguridad en esto (12).

 

8. Respondiendo a lo primero, digo que si esta alma se estuviese siempre asida a la voluntad de Dios, que está claro que no se perdería; mas viene el demonio con unas sutilezas grandes, y debajo de color de bien vala desquiciando en poquitas cosas de ella y metiendo en algunas que él le hace entender que no son malas, y poco a poco oscureciendo el entendimiento y entibiando la voluntad y haciendo crecer en ella el amor propio, hasta que de uno en otro la va apartando de la voluntad de Dios y llegando a la suya.

De aquí queda respondido a lo segundo; porque no hay encerramiento tan encerrado adonde él no pueda entrar, ni desierto tan partado adonde deje de ir. Y aun otra cosa os digo, que quizá lo permite el Señor para ver cómo se ha aquel alma a quien quiere poner por luz de otras; que más vale que en los principios, si ha de ser ruin, lo sea que no cuando dañe a muchas.

9. La diligencia que a mí se me ofrece más cierta (después de pedir siempre a Dios en la oración que nos tenga de su mano, y pensar muy continuo cómo, si El nos deja, seremos luego en el profundo, como es verdad, y jamás estar confiadas en nosotras, pues será desatino estarlo), es andar con particular cuidado y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes: si vamos mejorando o disminuyendo en algo, en especial en el amor unas con otras y en el deseo de ser tenida por la menor y en cosas ordinarias; que si miramos en ello y pedimos al Señor que nos dé luz, luego veremos la ganancia o la pérdida. Que no penséis que alma que llega Dios a tanto la deja tan a prisa de su mano, que no tenga bien el demonio que trabajar, y siente Su Majestad tanto en que se le pierda, que le da mil avisos interiores de muchas maneras; así que no se le podrá esconder el daño.

 

10. En fin, sea la conclusión en esto, que procuremos siempre ir adelante, y si esto no hay, andemos con gran temor, porque sin duda algún salto nos quiere hacer el demonio; pues no es posible que, habiendo llegado a tanto, deje ir creciendo, que el amor jamás está ocioso, y así será harto mala señal. Porque alma que ha pretendido ser esposa del mismo Dios y tratádose ya con Su Majestad y llegado a los términos que queda dicho, no se ha de echar a dormir.

 

Y para que veáis, hija, lo que hace con las que ya tiene por esposas, comencemos a tratar de las sextas moradas, y veréis cómo es poco todo lo que pudiéremos servir y padecer y hacer para disponernos a tan grandes mercedes. Que podrá ser haber ordenado nuestro Señor que me lo mandasen escribir para que, puestos los ojos en el premio y viendo cuán sin tasa es su misericordia, pues con unos gusanos quiere así comunicarse y mostrarse, olvidemos nuestros contentillos de tierra y, puestos los ojos en su grandeza, corramos encendidas en su amor.

11. Plega a El que acierte yo a declarar algo de cosas tan dificultosas; que si Su Majestad y el Espíritu Santo no menea la pluma (13), bien sé que será imposible. Y si no ha de ser para vuestro provecho, le suplico no acierte a decir nada; pues sabe Su Majestad que no es otro mi deseo, a cuanto puedo entender de mí, sino que sea alabado su nombre, y que nos esforcemos a servir a un Señor que así paga aún acá en la tierra; por donde podemos entender algo de lo que nos ha de dar en el cielo, sin los intervalos y trabajos y peligros que hay en este mar de tempestades. Porque, a no le haber de perderle y ofenderle, descanso sería que no se acabase la vida hasta el fin del mundo, por trabajar por tan gran Dios y Señor y Esposo.

Plega a Su Majestad merezcamos hacerle algún servicio, sin tantas faltas como siempre tenemos, aun en las obras buenas, amén.

NOTAS MORADAS V, c. 4

1 Sigue tratando de la oración de unión: cf. el título del c. 2, y el n. 2 del presente capítulo.

2 Penosa alusión a las dificultades que acompañaron la composición de este libro; comenzado en Toledo el 2 de junio de 1577 (cf. prólogo, n. 3), en menos de mes y medio estaba redactado hasta el c. 2 (inclusive) de las moradas quintas, a pesar de las contínuas interrupciones impuestas por "los negocios y la salud"(M V, 2, 11). A mediados de julio, el viaje de la Autora desde Toledo a Avila impone una interrupción que casi se convierte en suspensión definitiva de la obra: escribe el c. 3 de las moradas quintas durante el largo viaje o en sus primeros días de vida avilesa; siguen meses de abandono total de la tarea, hasta que a principios de noviembre se ve precisada a reanudar la redacción con el capítulo 4, de las moradas quintas: "han pasado casi cinco meses desde que lo comencé hasta ahora", y aún no estaba a la mitad de la obra; pero en menos de un mes escribirá el resto: datará el epílogo en Avila el 29 de noviembre.

3 La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa entre líneas y al margen.

4 Ya tendréis oído: no es difícil asociar esa alusión a las pláticas de fray Juan de la Cruz por aquellas mismas fechas.

5 Y los gustos, comparados al gusto que...

6 La Santa, muy amiga de la elipsis, abusa de acás, acullás, eliminados en más de una ocasión por fray Luis (cf. el n. 5 del c. anterior; ed. príncipe p. 111). - En este pasaje, el primer acá se refiere al uso profano: el segundo, a la vida espiritual.

7 Que, como dicen, vengan a vistas: en las usanzas del siglo de oro, "venir a vistas" o "a vista" (cf. n. 5) era un rito prenupcial, anterior al desposorio, en que los novios se conocían mutuamente y entrecruzaban los primeros regalos. - Al introducir en su libro esta tercera alegoría matrimonial, la Santa irá tocando muy de pasada -como en las dos anteriores: castillo y gusano de seda- los elementos reales o materiales, que luego cargará de contenido simbólico. Así acaba de aludir al "concierto" previo (n. 4), y en seguida al "dar y tomar" los dones (n. 4), al "enamoramiento" (n. 4), al "dar las manos" (n. 4), y sucesivamente al "desposorio" y "matrimonio". Estos dos últimos elementos tendrán amplio desarrollo en las moradas VI y VII respectivamente. Podemos facilitar al lector un esquema -sumarísimo y sólo aproximado- de la versión alegórica dada a los otros elementos: el "concierto" corresponde vagamente a las gracias preparatorias de las cuartas moradas; las "vistas" son ilustraciones brevísimas de entendimiento y voluntad para iniciar al alma en un conocimiento de Dios más hondo y despertar en ella un amor nuevo (nn. 4-5); el "enamoramiento" importa una permanente herida de amor (M VI, c. 1, n. 1); el "darse las manos" indica el compromiso de vigilancia y protección del esposo divino sobre el alma: "que no ha de tocar nadie en ella" (M VI, 4, 16); el mutuo intercambio de dones tiene su correspondencia mística en las tres "joyas que comienza el Esposo a dar a la esposa": "conocimiento de la grandeza de Dios", "propio conocimiento" y desprecio de lo terreno (M VI, 5, 10-11).

8 Intencionadamente insiste en el léxico del lenguaje corriente: "no fue más de una vista, como dicen". Ese "como dicen" ya lo había repetido dos veces en el número 4 para introducir otros elementos de la alegoría.

9 Así en las M IV, 3, 9-10.

10 Vaga alusión a las lecturas de vidas de Santos, corrientes en los Carmelos ya por los años de la Santa. Véase, sin embargo, un lugar paralelo al pasaje que sigue, en Fund c. 4, n. 6-7, escrito años antes, 1573. - Santa Ursula es la protagonista de la leyenda de los "Once mil mártires".

11 En el n. 4; y cc. 1-3 passim.

12 Véanse las alusiones a Judas y Saúl en el c. 3, n. 2.

13 Que... meneen la pluma: invocación motivada por el acercamiento a un nuevo plano místico (cf. M IV, 4, 1; VI, 1, 1).