Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
POESÍAS DE SANTA TERESA DE LISIEUX
POESÍAS,
(Tercera parte)
POESIA 11
EL CÁNTICO DE CELINA
1 ¡Hoy me gusta evocar
los recuerdos benditos de mi infancia!
Para guardar la flor de mi inocencia
siempre pura y sin mancha,
Dios puso en torno mío una cerca de amor (1),
me hallaba rodeada de ternura,
y de mi corazón en lo más hondo
nació la fiel promesa de desposarme un día
con Jesús, Rey de los cielos, Rey de los elegidos.
3 Desde la primavera de mi vida
a la Virgen María y a san José yo amaba.
Y ya mi alma se abismaba (2) entera,
extasiada y feliz, cuando en mis ojos
el cielo reflejaba su belleza.
4 Me gustaban los campos, los
trigales,
la colina lejana y la llanura.
Y era tanta mi dicha cuando con mis hermanas
cogíamos las flores,
que hasta el aliento a veces me faltaba.
5 Me gustaba coger las hierbezuelas,
las florecillas todas, los acianos.
Me gustaba muchísimo el perfume
de las moradas violetas claras,
y el de las primaveras, sobre todo.
6 Me gustaban la blanca margarita,
los hermosos paseos del domingo,
el pájaro ligero gorjeando en la rama
y el radiante color azul del cielo.
7 Me gustaba poner todos los años
junto a la chimenea mis zapatos,
y apenas despertaba, iba corriendo
y cantando canciones
de la fiesta del cielo. ¡Navidad!
8 De mamá me encantaba la sonrisa,
su mirada profunda parecía decir:
"La eternidad me atrae, me cautiva,
al cielo azul iré ¡para ver allí a Dios!
9 "Encontraré en la patria
a la Virgen María y a mis ángeles (3)...
¡Y de las hijas que en la vida dejo,
los corazones y también las lágrimas
ofreceré a Jesús.
10 Amaba a Jesús Hostia,
que vino en la mañana de mi vida (4)
a prometerse a mi alma enajenada.
¡Oh, con cuánta alegría el corazón le abrí!
11 Y más tarde amé a la criatura
que yo veía más pura,
a Dios buscando en su creación.
Y en El, sólo en él hallé la paz.
12 Y también me gustaba, en aquel
mirador
inundado de luz y de alegría,
recibir de mi padre los besos y caricias,
y acariciar yo misa sus cabellos
blancos como la nieve.
13 Sentada con Teresa (5)
en sus rodillas,
durante las veladas, largo rato
a las dos nos mecía, lo recuerdo muy bien,
y aún me parece oír de sus tonadas
y de su voz el dulce y grave acento.
14 ¡Recuerdos dulces, que entrañáis
sosiego
y me hacéis revivir tantas cosas lejanas...,
las cenas, el perfume de las rosas,
los Buissonnets, henchidos de una limpia alegría,
y los claros veranos!
15 Al llegarse la noche,
cuando todo rumor vano se apaga,
me sentía feliz expansionando mi alma
con mi Teresa en dulce desahogo.
Mi corazón y el suyo
formaban, confundidos, uno solo.
16 Entonces se mezclaban nuestras
voces,
las manos se enlazaban,
y cantábamos juntas
nuestras futuras y sagradas bodas,
soñando en el Carmelo...
y soñando en el cielo.
17 En Suiza y en Italia me
encantaron (6)
los frutos de oro bajo el cielo azul.
Me gustó, sobre todo, la mirada,
toda llena de vida,
que el santo anciano, el papa,
el Pontífice Rey, me dirigió.
18 Con amor te besé,
¡oh tierra bendita del Coliseo augusto!
La bóveda sagrada y silenciosa
de las santas y oscuras catacumbas
repitió dulcemente el eco de mi canto.
19 Tras mi dicha vinieron el dolor y
las lágrimas (7).
¡Muchas y amargas lágrimas!
Me vestí la armadura de mi Esposo,
y fue su cruz mi escudo y mi consuelo.
20 Durante largo tiempo estuve
desterrada,
lejos, ¡ay, si, qué lejos!, de mi familia amada;
y sin tener siquiera, cual pobre cierva herida,
el refugio de un simple agavanzo en flor.
21 Mas un atardecer, mi alma
enternecida
percibió la sonrisa de María (8),
y una gota bendita de su sangre
se tornó (¡ah, qué dicha!) en leche para mí
22 Gustaba, por entonces,
de apartarme del mundo y de sus ruidos,
para oír cómo el eco, desde lejos,
respondía a mi voz,
y en el fecundo, en el umbroso valle (9),
en medio de mis lágrimas, yo recogía flores.
23 Me gustaba escuchar
de la lejana iglesia la campana
tañendo vagamente.
Me sentaba en el campo
para oír el susurro de la brisa
al caer de la tarde.
24 Me embobaba mirando
las golondrinas en su raudo vuelo,
y escuchando, callada,
el plañidero canto de las tórtolas.
Me gustaba sentir el ruido de alas
y el bronco bordoneo del insecto.
25 Me gustaba la gota de rocío,
la cantora cigarra,
la virginal abeja preparando la miel
desde su mismo despertar.
26 Gustaba yo de recoger el brezo,
corriendo sobre el leve y blando musgo;
cazar las mariposas,
en frágil vuelo sobre los helechos
y pintado en sus alas el puro azul del cielo.
27 Amaba a las luciérnagas en la
sombra,
y amaba las estrellas incontables.
Y, sobre todo, el disco plateado
de la luna en la noche (10).
28 En su última vejez
me gustaba rodear a mi padre de ternura.
El lo era para mí todo en la vida:
hijo, dicha, riqueza.
¡Ah, cuántas veces y con qué cariño
le estrechaba en mis brazos!
29 Nos gustaba escuchar el dulce
ruido de las olas
y el retumbo encendido de la oscura tormenta,
y en la quietud profunda de la tarde
del ruiseñor la voz en el fondo del bosque.
30 Pero su hermoso rostro una mañana
la imagen, con sus ojos, buscó del crucifijo...
Al marchar, me dejó su postrera mirada,
la prenda de su amor. ¡Aquella era mi parte!
31 Con su divina mano, con su
amorosa mano,
a Celina Jesús le arrebató
el único tesoro que tenía,
¡y llevándolo lejos, lejos de la colina,
lo colocó en el cielo, cerca del Dios eterno!
32 Ahora estoy prisionera (11),
muy lejos de la tierra y de sus bosques.
vi que todo es en ella
efímero y caduco (12),
¡toda mi dicha, en ella, vi apagarse y morir!
33 Bajo mis pies se magulló la
hierba,
y en mis manos la flor se marchitó...
Jesús, por tu pradera (13) correr quiero,
no dejarán en ella mis pies huella.
34 Como un ciervo sediento
va suspirando por las aguas vivas,
así, desfallecida, ¡oh Jesús!, a ti corro.
Para calmar mi sed y mis ardores
hacen falta tus lágrimas...
35 Sólo tu amor me arrastra. En la
llanura
mi rebaño dejé, ya no lo cuido (14).
Complacer sólo quiero
a mi nuevo Cordero, a mi Cordero único.
36 El Cordero a quien amo eres tú,
mi Jesús.
Me bastas, ¡bien supremo!, todo lo tengo en ti (15),
tengo la tierra y hasta tengo el cielo.
Tú eres la flor, Rey mío, que yo corto (16).
37 Jesús, Lirio del valle, me
cautivó tu aroma.
Ramillete de mirra, corola perfumada,
dentro del corazón quiero guardarte
y en él darte mi amor.
38 Junto a mí va tu amor, siempre
conmigo.
En ti tengo los bosques y campiñas,
los ríos, las montañas, la pradera,
la lluvia de los cielos y la nieve.
39 Todo lo tengo en ti:
los trigos y las flores entreabiertas,
los botones de oro, las miosotis y rosas.
El perfume poseo y la frescura de los blancos lirios (17).
40 En ti tengo la lira melodiosa (18),
la soledad sonora, los ríos y las rocas,
la graciosa cascada, el gamo saltador,
la gacela, los corzos y la ardilla.
41 En ti tengo también
el arco iris y la nieve pura,
el inmenso horizonte y la verdura,
las ínsulas extrañas y las maduras mieses,
las leves mariposas,
los campos y la alegre primavera.
42 En tu amor, ¡oh Jesús!, también
encuentro
las palmeras esbeltas que el sol dora,
la noche en par de los levantes de la aurora (19),
las aves y el suave murmullo del arroyo.
43 Tengo en ti los racimos
deliciosos,
las graciosas libélulas,
la selva virgen llena de flores misteriosas.
Tengo a todos los niños, rubios, pequeñitos,
con sus alegres cantos.
44 Tengo en ti las colinas y las
fuentes,
Tengo vincapervincas, madreselvas,
agavanzos, bejucos,
flores blancas de espino y los frescos nenúfares.
45 Tengo la avena, loca y
tembladora,
la voz grave y potente de los vientos,
el hilo de la Virgen,
la llama ardiente, el céfiro ligero,
los zarzales floridos y los nidos.
46 Tengo el hermoso lago,
el valle solitario, oscuro de árboles,
la ola plateada del océano,
peces dorados
y los raros tesoros de los mares.
47 Yo tengo en ti la nave que navega
por alta mar y lejos de la playa,
el surco de oro (20) y la tranquila costa.
Tengo el fuego del sol cuando se va del cielo
festoneando con su luz las nubes.
48 En ti, Jesús, yo tengo la palmera
pura;
y bajo el burdo sayal de que me visto,
valiosas joyas, ricos aderezos,
anillos y diamantes, brillantes y collares.
49 Tengo en ti la brillante y clara
estrella.
Muchas veces tu amor se me descubre,
y entonces yo percibo, como a través de un velo,
al declinar el día,
la caricia divina de tu mano.
50 Tú sostienes los mundos con tu
mano,
tú plantas las profundas, las oscuras florestas,
y en un volver de ojos las fecundas (21).
Con mirada de amor (22) me sigues siempre.
51 Tengo tu corazón y tu adorado
rostro,
y esa mirada tuya que me ha herido.
De tu sagrada boca el beso tengo.
Te amo, Jesús, y nada más deseo.
52 Iré a cantar al cielo con los
ángeles
de tu sagrado amor las alabanzas.
Haz que yo vuele pronto a formar en sus filas,
¡que yo muera de amor (23), Jesús, un día.
53 La mariposa se lanza contra el
fuego,
fuertemente atraída
por su encendida y clara transparencia.
De ese modo tu amor es mi esperanza,
quiero volar a él y en él quemarme 24>...
54 ¡Oigo ya que se acerca, mi Dios,
tu eterna fiesta!
Tomaré de los sauces mi arpa muda
y en tus rodillas (25) a sentarme iré,
¡para allí verte...!
55 Y muy cerca de ti veré a María,
a los santos veré y a mi familia amada.
Después de este destierro de la vida,
yo volveré a encontrar allá en el cielo
el hogar (26) paternal...
Fecha: 28 de abril de 1895. - Compuesta para: sor
Genoveva, a petición de ésta, para su cumpleaños (veintiséis). - Publicación:
HA 98, cincuenta y una estrofas, dos de las cuales fueron modificadas, y
treinta y cuatro versos corregidos. - Melodía: Combien
j'ai douce souvenance.
Es el "Cántico de las criaturas" de Celina,
pero más aún de Teresa. Tras la cúspide de su Vivir de amor, Teresa va
recorriendo con verdadero júbilo las riquezas de la creación, que luego volverá
a descubrir, trascendidas, en su Amado.
Esta sinfonía de flores, de perfumes, de verdor, de
pájaros es toda una orquestación a dos versos de Celina. Un domingo de 1895,
cuando sor Genoveva está a punto de cortar el primer narciso, su hermana la detiene:
"¡Hace falta permiso!" Al volver a su celda, la novicia intenta
consolarse recordando a Jesús, en una poesía, lo que ha dejado por él. Sólo una pocas palabras consiguen traspasar la capa de tristeza:
La Flor que yo corto, Rey mío,¡eres
Tú!
Teresa viene en ayuda de Celina y, con certero
instinto de maestra espiritual, se esmera por que no quede en la sombra ninguna
de las alegrías del pasado, aun cuando esto la lleve a desleir
demasiado la poesía, que es la más larga de todo su repertorio en cuanto al
número de estrofas (cincuenta y cinco).
Y serán sus recuerdos comunes de la infancia y de la
juventud (el Ms A está en vías de redacción) lo que
Teresa rememorará en este poema de amor, de familia y sobre todo de la
naturaleza. Un poema que se divide en dos grandes partes: antes de la entrada
en el Carmelo (estr.
El influjo de san Juan de la Cruz es innegable
(Cántico Espiritual, canc. 14-15), y la propia Teresa
lo indica así en una carta de 1892 (Cta 135). La gran
similitud entre los dos santos reside en una intuición fundamental común: en
Cristo se recapitula la profusión de todas las riquezas creadas.
Estrofas
(1) Cf Ms A
4vº.
(2) Se plonger
o être plongé (abismarse),
usado de forma incorrecta, sin complemento (lo mismo que en Cta
54; Ms A 31vº; o PN 54,18,3
= P 36,18,3) es una expresión de la familia Martin
que indica asombro, recogimiento admirativo.
(3) Sus cuatro hijos, muertos muy
pequeñitos.
Estrofas
(4) Primera comunión de Celina, el 13
de mayo de 1880.
(5) Teresa se pone a sí misma en escena
en el mirador; cf P 6,7.
(6) El viaje a Roma en noviembre de
1887.
Estrofas
(7) Una secuencia propia de la vida de
Celina: la enfermedad del señor Martin (19-20) y su
muerte (30-31), con los recuerdos felices de las vacaciones en La Musse en el intervalo (22-27), y sobre todo con su padre
(28-29).
(8) Dos gracias de María a la
desterrada: cf Poésies, II, pp
126s.
(9) Lugar privilegiado en la topografía
teresiana; cf P 36,3; RP 3,14vº; RP 5,7; Cta 142,
146, 165; aquí se percibe una reminiscencia del Cántico Espiritual de san Juan
de la Cruz, canc. 14.
(10) Teresa, hija del sol, y que concede
tanto espacio a las estrellas, muy pocas veces habla de la luna (Ms A 48rº; Ms C 26rº; P 15,6 y
17,4).
Estrofas
(11) El Carmelo es una "prisión
bendita" (Ms A 67rº); cf Cta
106. Celina, al igual que Teresa, se constituye voluntariamente prisionera en
él (Ms A 58rº, 81vº); pero no prisionera de las
rejas, sino prisionera del amor a Jesús (P 20,E5; Cta 201), como Jesús lo está del nuestro; cf Or 17.
(12) Cf Ms A
69vº; Cta 245 y 260; P 11,32; 29,1; 31,2; PN 50,2.
(13) Cf las praderas del cielo de
24.9.4. Como hija que es de la Normandía, es lógico
que Teresa conceda mucho espacio a la pradera (veintitrés veces en sus
escritos), que pertenece también a su imaginería celestial. También san Juan de
la Cruz compara el cielo a un "prado de verduras, de flores esmaltado"
(Cántico Espiritual, canc. 4).
(14) Cf P 7,4+.
(15) Cf Oración del alma enamorada, de
san Juan de la Cruz: "Míos son los cielos y mía es la tierra (...) y todas
las cosas son mías. Y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y
todo para mí". Cf infra, el título de PN 18 bis
["Quien tiene a Jesús lo tiene todo"].
(16) Los dos versos de Celina que dieron
origen a la poesía; cf supra, introducción a la
misma.
Estrofas
(17) Esta es la única vez que Teresa
menciona el "muguet", el lirio de los
valles, con esa palabra, al que Celina atribuye el sentido de "amor
escondido".
(18) Símbolo que le gustaba mucho a
Celina; cf Cta 149+.
(19) Cf Cántico Espiritual, canc. 15.
(20) Cf P 2,2+.
(21) Cf LAMARTINE: "Tú, que con una
mirada vuelves fecunda la inmensidad" (La Prière).
(22) La mirada de Dios, que se posa con
amor sobre la criatura y le da vida y belleza, es uno de los grandes temas
sanjuanistas; cf Or 6, nota 11. ¡Qué lejos está esto
de un "vigilante" airado por el pecado! Esa mirada de amor recíproca
e incesante está en el corazón mismo de la vida contemplativa de Teresa.
Estrofas
(23) Cf P 10,14+.
(24) Cf Ms A
38vº; estrofa que sintetiza en pocas palabras todo este largo poema.
(25) Cf Cta
211+.
(26) El hogar [toit
en el original] es una palabra rara en los escritos de Teresa (Ms A 59vº, 65 rº, 75rº, 82rº).
Pero la idea del cielo como casa y como hogar [foyer]
paterno les es familiar a los dos hermanas: cf Ms A 41º, muy cercano a esta estrofa, y Ms
A 75rº.
MI CIELO EN LA TIERRA
1 Es tu imagen inefable (1)
astro que guía mis pasos.
Tu dulce rostro, Jesús,
bien lo sabes,
es en la tierra mi cielo.
Mi amor descubre el encanto (2)
de tu rostro
embellecido de llanto.
Y a través de mis lágrimas
yo sonrío
contemplando tus dolores.
2 Quiero, para consolarte (3),
vivir ignorada (4) y sola
aquí en la tierra.
Tu hermosura,
que tan bien sabes velar,
me descubre
todo su inmenso misterio,
y a ti quisiera volar.
3 Tu faz es mi sola patria,
ella es mi reino (5) de amor,
es mi riente pradera
y mi sol de cada día.
Ella es el lirio del valle,
cuyo aroma misterioso (6)
a mi alma desterrada
en su destierro consuela,
dándole a gustar la paz
de los cielos.
4 Es mi descanso y dulzura
y mi lira melodiosa...
Es tu rostro,
¡oh mi dulce Salvador!,
el ramillete divino
de mirra, que guardar quiero
prendido sobre mi pecho (7).
5 Es tu faz
mi única y sola riqueza,
ninguna otra cosa pido.
En ella, escondida siempre (8),
a ti me pareceré (9).
Deja en mí, Jesús, la huella
de tus dulcísimos rasgos,
y muy pronto seré santa,
y hacia ti los corazones
atraeré.
abundante mies dorada,
con tu fuego quémame.
No tardes, Amado mío,
en darme tu eterno beso.
¡Con tus labios bésame!
12 de agosto de 1895
NOTAS P 12 - MI CIELO EN LA TIERRA
Fecha: 12 de agosto de 1895. - Compuesta para: sor
María de la Trinidad (entonces María Inés de la Santa Faz), para sus veintiún
años. - Publicación: HA 98, cinco versos corregidos. - Melodía: Les regrets de Mignon.
Al día siguiente de la Transfiguración, en ese clima
de resplandor del Tabor, Teresa siente que todo su ser se dilata, seducido por
el Rostro divino. Y al igual que en la santa montaña, sus versos evocan los
"dolores" de la pasión, pero para embellecerlos enseguida y bañarlos
de dulzura. En pleno corazón del verano de 1895, este poema es como un anticipo
del Cara a cara del que hablara algunas semanas antes en el Acto de ofrenda.
Sin embargo, no tenemos que buscar en esta composición
toda la riqueza que este tema tiene en Teresa. También otros escritos suyos
aportan o aportarán elementos complementarios, por ejemplo las Or 11, 12, 14, 16, ó RP 2, centrada toda ella en el
carácter gozoso, doloroso y glorioso de la Faz de Jesús. También las Ultimas
Conversaciones ofrecen datos del mayor interés (por ejemplo, CA 5.8.9). Cf Poésies, II, p. 135.
(1) La representación de la Santa Faz
según el modelo de Tours.
(2) Cf 15,24.
(3) Consolar es la forma teresiana de
la reparación ( PN 19,2,3; 41,1,6; P 15,31; 29,5). Y
se manifiesta sobre todo con la "semejanza".
(4) Cf Im I,2,3: "querer ser ignorada y tenida en nada",
citado en Ms A 71rº (escrito unas semanas después de
P 12), en Cta 145 y 176. Según María de la Trinidad,
esa era la constante aspiración de Teresa: "Muchas veces, en la recreación
o en otras partes, cuando yo le decía: ¿En qué piensas?, dime algo: -¿Que qué
pienso?, respondía con un profundo suspiro, Que quisiera ser ignorada y tenida
en nada..." (PO 466).
(5) Cf Ms A
77vº.
(6) Ese aroma designa la patria con la
que sueña Teresa (Ms C 6vº).
(7) Cf en Or
11 la reproducción de la Santa Faz (según el modelo de Tours) que pronto Teresa
"llevará sobre su pecho" permanentemente.
(8) Cf PN 11,3 y 12,8, compuestas para
esta misma novicia.
(9) Sobre el deseo y la necesidad de
parecerse a Jesús, sobre todo en su humildad y en su anonadamiento, cf Cta 87, 145 y 201; P 8,1 y 20,E2.
CÁNTICO DE UN ALMA QUE HA ENCONTRADO
EL LUGAR DE SU REPOSO
1 ¡Hoy rompes, Jesús mis lazos <1>!
En la Orden de María
podré hallar todos los bienes
de verdad.
Si abandono a mi familia
entrañable,
de tus celestes favores tú la sabrás colmar.
Y a mí el perdón me darás de los pobres pecadores...
2 En el Carmelo, Jesús,
debo vivir, pues tu amor
a este oasis me ha llamado.
Aquí te quiero seguir,
amarte, y pronto morir <2>.
¡Aquí, mi Jesús, aquí!
3 En este día, Señor, colmas todos
mis deseos.
En adelante podré, cerca de la Eucaristía <3>,
inmolarme noche y día, inmolarme silenciosa,
y esperar en paz y en calma tu llegada para el cielo.
Exponiéndome a los rayos de la hostia inmaculada,
en esta hoguera de amor pronto me iré consumiendo,
y te amaré, Jesús mío, como un serafín del cielo.
4 Cuando terminen, Señor,
mis días aquí en la tierra,
que será pronto, a la playa
eterna <4> te seguiré.
¡En el cielo vivir siempre!
¡Amarte y nunca morir!
¡Para siempre! ¡Para siempre...! <5>
NOTAS P 13 - CÁNTICO DE UN ALMA QUE
HA ENCONTRADO EL LUGAR DE SU REPOSO
Fecha: 15 de agosto de 1895. - Compuesta para: María Guérin, a su entrada en el Carmelo (sor María de la
Eucaristía). - Publicación: HA 98, un verso corregido. - Melodía: "Connais-tu le pays" de Mignon.
Era costumbre que la postulante cantase
"algo" a la comunidad la noche de su entrada. María Guérin está dotada de una hermosa voz de soprano; y Teresa
quiere que se luzca eligiendo para ello una romanza apropiada. Y, cosa muy
extraña, la poesía plagia muy de cerca a su modelo, al menos en el estribillo.
Teresa realiza con destreza la transposición del amor humano al amor místico. A
pesar del título [según el original, Cántico de un alma que ha encontrado el
lugar de su reposo], un impulso profundo atraviesa este poema, que presuntamente
iba a ser de "reposo".
Esta palabra aparece cinco veces en las Poesías entre
1895 y 1896 (P 10,9; 12,4; aquí; 15,20 y 32; PN 27,4), y describe acertadamente
el clima espiritual de Teresa en esta época; pero a comienzos de 1896 ella
misma escribirá extrañada: "No puedo vivir siempre así, en el
sosiego" (Ms C 31rº).
Teresa dedicará dos poesías más a su prima: Sólo
Jesús (P 24, el 15 de agosto de 1896) y Mis armas (P 32, para su profesión, el
25 de marzo de 1897).
<1> Partiendo de un versículo que le
ofrece el salmista, Teresa juega con una anfibología: tristeza por la
separación de la familia, pero liberación del mundo y libertad para Jesús (cf Ms A 67vº).
<2> Acerca de esta profunda aspiración
de María Guérin, cf LC 114 (CG, p. 491), Cta 92 y 190.
<3> Esta estrofa -breve compendio
teológico sobre la adoración ante la hostia- demuestra la fuerte atracción de
María por la Eucaristía; cf LC 113 y 130 (CG, pp. 485 y 546), Cta 109 y 234.
<4> La rivera eterna, expresión tan
frecuente en Teresa (cf Ms A 41r+), es importante en
esta poesía, que habla de travesía más que de reposo.
<5> Cf Ms A
69vº, de redacción casi contemporánea.
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
1 Junto al sepulcro santo,
María Magdalena, en lágrimas deshecha,
se arrodilló en el suelo, buscando a su Jesús.
Los ángeles vinieron a suavizar su pena,
pero no consiguieron suavizar su dolor.
Luminosos arcángeles,
Mas no era vuestro brillo, luminosos arcángeles
lo que esta alma ardiente venía aquí a buscar.
Ella quería ver al Señor de los ángeles,
tomarle en sus brazos y llevarle muy lejos.
2 Junto al sepulcro santo ella quedó
la última,
y al sepulcro volvió antes de amanecer.
Su Dios se hizo también
presente, aunque velando su presencia,
no pudo ella vencerle en la lid del amor...
Cuando llegó el momento,
desvelándole él su faz bendita
envuelta en propia luz,
brotóle de los labios una sola palabra,
fruto del corazón.
Jesús el dulce nombre murmuró de: "¡María!"
y devolvió a María la alegría y la paz.
....................................................
3 Un día, mi Señor, como la
Magdalena,
quise verte de cerca, y me llegué hasta ti.
Se abismó mi mirada por la inmensa llanura
a cuyo Dueño y Rey yo iba buscando.
Al ver la flor y el pájaro,
el estrellado cielo y la onda pura,
exclamé arrebatada:
"Bella naturaleza, si en ti no veo a Dios,
no serás para mí más que un sepulcro inmenso.
4 "Necesito encontrar
un corazón que arda en llamas de ternura,
que me preste su apoyo sin reserva,
que me ame como soy, pequeña y débil,
que todo lo ame en mí,
y que no me abandone de noche ni de día".
No he podido encontrar ninguna criatura
capaz de amarme siempre y de nunca morir.
Yo necesito a un Dios que, como yo, se vista
de mi misma y mi pobre naturaleza humana,
que se haga hermano mío <2> y que pueda sufrir.
5 Tú me escuchaste, amado Esposo
mío.
Por cautivar mi corazón, te hiciste
igual que yo, mortal,
derramaste tu sangre, ¡oh supremo misterio!,
y, por si fuera poco,
sigues viviendo en el altar por mí.
Y si el brillo no puedo contemplar de tu rostro
ni tu voz escuchar, toda dulzura,
puedo, ¡feliz de mí!,
de tu gracia vivir, y descansar yo puedo
en tu sagrado corazón, Dios mío.
6 ¡Corazón de Jesús, tesoro de
ternura,
tú eres mi dicha, mi única esperanza!
Tú que supiste hechizar mi tierna juventud,
quédate junto a mí hasta que llegue
la última tarde de mi día aquí.
Te entrego, mi Señor, mi vida entera,
y tú ya conoces todos mis deseos.
En tu tierna bondad, siempre infinita,
quiero perderme toda, Corazón de Jesús.
7 Sé que nuestras justicias y todos
nuestros méritos
carecen de valor a tus divinos ojos.
Para darles un precio,
todos mis sacrificios echar quiero
en tu inefable corazón de Dios.
No encontraste a tus ángeles sin mancha.
En medio de relámpagos tú dictaste tu ley
¡Oh corazón sagrado, yo me escondo en tu seno
y ya no tengo miedo, mi virtud eres tú <3>!
8 Para poder un día contemplarte en
tu gloria,
antes hay que pasar por el fuego, lo sé.
En cuanto a mi me toca, por purgatorio escojo
tu amor consumidor <4>, corazón de mi Dios.
Mi desterrada alma, al dejar esta vida,
quisiera hace un acto de purísimo amor,
y luego, dirigiendo su vuelo hacia la patria,
¡entrar ya para siempre
en tu corazón...!
NOTAS P 14 - AL SAGRADO CORAZÓN DE
JESÚS
Fecha: 21 de junio o de octubre de 1895. - Compuesta
para: sor María del Sagrado Corazón, a petición de ésta. - Publicación: HA 98,
nueve versos corregidos. - Melodía: Le petit soulier de Noël.
Para no alterar la nueva numeración de las Poésies de 1975, se ha conservado en la Edición del
Centenario la fecha que se conjeturaba como más probable -octubre de 1895- y
que desde 1907 atribuía generalmente a este texto (HA 07, p. 388). Sin embargo,
la fecha del 21 de junio parece más probable. (cf Poésies,
II, p. 147), lo cual nos llevaría a colocar Al Sagrado Corazón después del
Cántico de Celina.
La cuestión de este pequeño problema cronológico
estriba en que la contemplación del Sagrado Corazón -tal como la "ve"
Teresa- habría preparado y acompañado la iluminación del domingo de la
Trinidad. Sea como fuere, es innegable la similitud entre el Acto de Ofrenda (Or 6), P 14 y Ms A 84rº/vº.
Teresa no se queda en el símbolo, entonces tan en
boga, del Corazón herido por la lanza. Ella ve directamente a la realidad: al
amor personal de Jesús, a sus sentimientos profundos, al amor que llena su
Corazón. Y la manifestación suprema de este amor, Teresa la encuentra, no en la
escena de Getsemaní o en el Corazón traspasado por la lanza en el Calvario,
sino en la respuesta del Resucitado a la búsqueda apasionada de María
Magdalena: en el murmullo de su nombre.
Fortalecida con esa respuesta, que le garantizaba que
"el corazón de su Esposo era sólo para ella, como el suyo era sólo para
él", la confianza de la esposa ya no conocerá barreras. Irá cada vez más lejos
en su audacia, hasta entrar ya "sin reserva" alguna en el Corazón de
su Dios. Este extraordinario dinamismo es lo que da unida al poema. Un cuadro
de gran fuerza expresiva en el que se ve plasmado un amor a la vez humano y
sobrenatural de enorme intensidad.
<1> Cf P 15,15 y 30,3.
<2> Aquí Jesús es el Hermano-Amigo, es
decir, el Esposo del Cantar de los Cantares (Ct 4,9 ó
5,2); cf, por ejemplo, Cta 158, 164; RP 3,23rº bis; P
20,5; Or 12. Pero el sentido de nuestra fraternidad
con Jesús reviste muchos matices.
<3> Cf Ms A
32rº y Cta 197.
<4> ¿Alusión (que sólo ella entiende) a
la herida de amor que ha sufrido poco tiempo antes (14/6/1895, cf CA 7.7.2)? Es
conocida la insistencia con que san Juan de la Cruz recuerda la fuerza
purificadora de la Llama de amor viva, semejante a la del purgatorio (canción
2, explicación del verso 5). Cf P 10,6+.
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
p.s.donoso@vtr.net