San Juan de la Cruz

(1542-1591)

APUNTES DE CLASES

“BIOGRAFÍA DE SAN JUAN DE LA CRUZ”.

Profesor: José Vicente Rodríguez

Clase basado en su Libro SAN JUAN DE LA CRUZ, La Biografía

CITES-Ávila, Pascua 2016

Tomado directamente de clases como apuntes

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant (Alumno)

 

 

 

 

 

 

Con el Padre  José Vicente Rodríguez OCD


ADVERTENCIA

Apuntes-guiones: APUNTES DE CLASES SOLO PARA FINES DE ESTUDIO o DIDACTICOS.

Estos apuntes biográficos sobre san Juan de la Cruz son unas simples notas y material de apoyo de la exposición en la clase. Hay en ellos partes con una redacción normal; también partes  en las que se remite a otras fuentes o escritos, y que serán convenientemente incorporados en las explicaciones orales si se quiere utilizar para explicarlas. Para servirse con utilidad y beneficio  suficiente de estos guiones hay que ser de alguna manera  c o a u t o r e s, recurriendo cada uno personalmente a los lugares citados. No se ha modificado el lenguaje utilizado. La clase es oral si utilizar Power Point. El Profesor no dicta, lee, explica, comenta, reflexiona y concluye. No se ha modificado el esquema presentado, no obstante la numeración es arbitraria del alumno para llevar un orden de los apuntes.

Si necesita tomar nota de algo, no olvide citar al Autor.

 


 

Contenido

 

BIOGRAFIA DE SAN JUAN DE LA CRUZ, CONTADA POR EL PADRE JOSE VICENTE RODRIGUEZ. 6

PRIMERA PARTE JUAN DE YEPES (1542-1563). 6

1.      Apellido y familia. 6

2.      Lugar de nacimiento. 7

3.      Año y día del nacimiento, nombre: 8

4.      Orfandad y pobreza. 8

5.      "La peregrinación del hambre". 9

6.      Al agua. 9

7.      A Arévalo. 9

8.      Medina del Campo / estudios y oficios/. 10

9.      El colegio de los doctrinos. 10

10.         La iglesia y el convento de la Magdalena de Madres Agustinas. 10

11.         Otra vez al agua. 11

12.         El colegio de los jesuitas. 11

13.         Vocación religiosa de Juan de Yepes. 12

14.         De las aulas a los conventos. 12

15.         Orfandad prematura. 13

SEGUNDA PARTE   JUAN DE SANTO MATÍA (1563-1568). 13

16.         Carmelita  en Santa Ana de Medina del Campo. 13

17.         Universitario en Salamanca. 14

18.         Atención a enfermos en el hospital de Santa María la Blanca. 15

19.         En el Colegio de San Andrés. 15

20.         El Padre General en España. 15

21.         Evolución de los hechos. 16

22.         Resumen y evaluación del segundo periodo (1564-1568). 18

TERCERA PARTE JUAN DE LA CRUZ (1568-1591). 19

23.         Duruelo: inauguración de la vida descalza. 19

24.         Traslado a Mancera. Viaje a Pastrana. 21

25.         Alcalá y Pastrana. 22

26.         Trasladado a Ávila. 23

27.         Su trabajo en la Encarnación. 24

28.         Fundación del convento de las descalzas de Segovia. 24

29.         Escritos de Juan de la Cruz en Ávila: 26

30.         Maestro en el barrio Ajates de Ávila. 26

31.         “Desobedientes, rebeldes y…contumaces”. 26

32.         “La elección machucada”. 27

33.         ¿Terminará fray Juan  en la cárcel?. 28

34.         La hora de apresarlos llegó en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1577. 28

35.         Vida del encarcelado. 29

36.         Cambio de carcelero. 30

37.         Nace la poesía lírica más pura en la cárcel 30

38.         Escena a recordar. 30

39.         “Fray Juan de la Cruz soy”. 31

40.         Una de las oyentes recuerda: 32

41.         A tierras de Andalucía. 33

42.         Y ¿cómo era la celda de Juan de la Cruz?. 33

43.         Fundador  en Baeza. 35

44.         Oráculo de los doctos. 36

45.         Juan de la Cruz y sus enfermos del “catarro universal”. 36

46.         Cortijo de Santa Ana”. 37

47.         “Desterrado y solo por acá”. 38

48.         Fundación de las descalzas en Granada. 39

49.         En  los santos mártires de Granada. 40

50.         Fundador de las  Carmelitas Descalzas de Málaga. 41

51.         Capítulo provincial en Almodóvar del Campo: 1583. 42

52.         Capítulo Provincial en Lisboa-Pastrana: 1585. 42

53.         Juan de la Cruz vicario Provincial de Andalucía. 43

54.         Capítulo provincial de 1587 en Valladolid. 46

55.         Capítulo Provincial  de 1588 en Madrid. 47

56.         En el Gobierno de la consulta. 50

57.         Capítulo General de 1590. La bomba del breve salvatoris et domini 51

58.         Diálogo con el Señor de la Cruz a cuestas. 52

59.         El Sino del breve pontificio. 52

60.         Capítulo General de 1591 en Madrid. 53

61.         En la Soledad de la Peñuela, 55

62.         Úbeda. Última enfermedad, muerte gloriosa 1591. 57

63.         Fama del enfermo en Úbeda. 58

64.         Evaluación del tercer periodo. 60

65.         Vicario provincial de Andalucía (1585-1587), 61

66.         Glorificación eclesial 61

67.         «El cristo de San juan de la Cruz».  La biografía, pp.256-258. 61

APÉNDICE. 63

SOBRE LAS BIOGRAFIAS. 64

1.      La biografía  como género literario. 64

2.      Antigüedad cristiana. 64

3.      Edad media: 64

4.      Evolución de la biografía espiritual en la época moderna. 65

5.      ¿Qué método seguir para componerla?. 65

Biografías Sanjuanistas. 65

6.      Necesidad e importancia. 65

7.      Biografías antiguas de san Juan de la Cruz. 66

8.      Otros autores del siglo XX y XXI 67

9.      Calidad. 68

10.         El "barroco" y el modelo de santidad barroco. 68

11.         Hagiografías y biografía histórica sanjuanista. 68

12.         Cronología. 69

13.         Geografía. 69

14.         Fuentes para la biografía de san Juan de la Cruz. 70

15.         Otras fuentes. 71

16.         En los demás libros. 73

17.         Declaraciones y juicios de santa Teresa. 74

18.         Actas de gobierno y declaraciones. 75

19.         Otras fuentes. 76

FIN.. 76

 


 

BIOGRAFIA DE SAN JUAN DE LA CRUZ, CONTADA POR EL PADRE JOSE VICENTE RODRIGUEZ

División de la biografía

Todo lo dicho hasta aquí tiene un carácter introductorio. Pasando ya a la biografía propiamente dicha, creo muy útil dividirla en tres períodos que responden a los tres nombres del biografiando: a los tres apellidos sucesivos para un hombre y para un nombre solo, y el hombre se llama JUAN:

JUAN DE YEPES (1542-1563)               

JUAN DE SANTO MATIA (1563-1568)

JUAN DE LA CRUZ (1568-1591).  

Y el hombre nuevo y el nombre definitivo por el que será más conocido será SAN JUAN DE LA CRUZ, al ser canonizado por Benedicto XIII en 1726.

PRIMERA PARTE JUAN DE YEPES (1542-1563)

FONTIVEROS, ORIGEN DE JUAN

1.    Apellido y familia

El apellido de Yepes hace referencia al pueblo toledano de ese nombre, de donde procedía su padre. Según las noticias que tenemos (discutibles en algunos detalles, pero aceptables en otros) su padre se llamaba Gonzalo; Gonzalo también su abuelo paterno; y Gonzalo, igualmente el bisabuelo. El tatarabuelo se llamaba Pedro, y el padre de éste Francisco.

Catalina Alvarez, la madre, era toledana. Pero vivía en Fontiveros cuando conoció a Gonzalo. Aquí se casaron. Catalina era una empleada o trabajadora en el telar de una rica viuda que la había traído consigo de Toledo. El matrimonio de Gonzalo con Catalina disgustó enormemente a los parientes de él  que prácticamente le desheredaron y le dejaron, como se dice vulgarmente, en la calle. El motivo que se aduce para ese disgusto familiar tan grande era la desigualdad social y económica de la familia de Gonzalo y de Catalina. Francisco de Yepes, el hermano mayor del santo, certifica: "el padre era noble". Con todo, Gonzalo y Catalina tuvieron  tres hijos; Francisco de Yepes, el mayor, luego Luis de Yepes y finalmente Juan de Yepes.

El segundo, Luis, murió muy pequeño. En la iglesia parroquial se enseña la tumba del padre y de este hijito, bastante atrás y lejos del presbiterio, siendo ya esta lejanía del altar mayor una señal de la pobreza de la familia. Francisco sobrevivió a todos y murió en Medina del Campo en 16O7. Se publicó enseguida su biografía, escrita por José de Velasco, O. Carm. (Hay referencia en el  n. 9. de la Biografía, JVR)

En la Biografía (JVR) se puede ver un Excurso: ¿De estirpe judía? (pp.74-76), donde se presenta este tema. Por mi parte (Comentario de JVR)  “no acabo de convencerme del todo, aunque me parece muy probable”, que fuera de estirpe judía. En aquella sociedad en que había tanta presencia judía, es más difícil probar que no fuera  de estirpe judía, que probar que lo fuera.

“Lo que me llama la atención poderosamente es que, si Juan de la Cruz tenía noticia de esos sus orígenes, se despachara tan fuertemente en su Cántico espiritual al comentar su verso ¡Oh ninfas de Judea!, diciendo: “Judea llama a la parte inferior del alma, que es la sensitiva. Y llámala Judea porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la gente judaica” (CB, 18, 4).

2.    Lugar de nacimiento  

No hay ninguna duda de que fue en Fontiveros (Ávila) donde nació Juan. Sobre Fontiveros, su historia, monumentos, ha escrito brevemente Balbino Velasco en la primera parte de su librito “De Fontiveros a Salamanca pasando por Medina del Campo, EDE Madrid 1991. El mismo autor  en su libro más reciente: “San Juan de la Cruz. A las raíces del hombre y del carmelita”, EDE, Madrid 2009, pp.13-53.

Estos libros están  centrados sobre la figura de Juan de Yepes, y sobre el ambiente del pueblo en aquel momento. Por lo que se refiere al tema del hambre en la infancia de Juanito, recoge el libro las disposiciones excepcionales que dejó escritas el Visitador general de la diócesis de Ávila en abril de 1546. El texto es suficientemente elocuente acerca de la situación penosa de la población, especialmente de los más pobres.

Dice así: "otrosí, porque la necesidad de los pobres es muy grande y en tal tiempo es  lícito vender plata e joyas que la iglesia tenga para socorrer a los pobres y porque los hospitales de esta villa puedan repartir  todo lo que los dichos hospitales tienen a  pobres, y  mando en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión al arcipreste de Ávila o a otro cualquiera lo pase en quenta y no lo contradiga y asimismo la  limosna de arca de Santa  María por esta vez". Por otra parte, parece que los hospitales de FONTIVEROS a que se alude andaban muy escasos de medios por la mala administración y por gastarse "las rentas de los dichos hospitales en fiestas y cosas profanas".

http://www.ayuntamiento.org/fotos/ayuntamiento-fontiveros-58491773.jpg

No sabemos lo que pudo tocar a la familia de Catalina del reparto que se hiciera. José Jiménez Lozano en su libro delicioso - pequeña novela – EL MUDEJARILLO, Barcelona 1992 dice: "Cinco monedas de plata pequeñas correspondieron a Catalina, la de Yepes, para el invierno porque eran cuatro bocas a mantener"(p.13). El librito comienza con una presentación novelesca - o novelada - de la llegada del Visitador de la diócesis y pinta muy bien cómo fue mandando que se vendieran joyas, cálices y otros bienes para ayudar a los pobres (p.11-13) ¡"que se venda"! 

 

3.    Año y día del nacimiento, nombre:

De lo que no tenemos documentación directa ni sobre el año ni el día del nacimiento. Retengo segura como fecha la de 1542. “A cuantos se han lanzado alegremente a defender y propalar que Juan de Yepes nació en 1540 (Efrén-Steggink, José María Javierre, Pablo M. Garrido, etc.), fundándose en el testimonio del padre Velasco en la Vida de Francisco de Yepes, donde dice: «Nació en Ontiveros el año de 1540, hay que recordarles que el mismo padre Velasco, años más tarde, en el proceso apostólico de Medina, declara que Juan nació en 1542, «siendo cierto y sin duda lo que este artículo refiere», es decir, que nació en Fontiveros en 1542 (24, 62-63). Ya Alonso, que conocía el libro de Velasco, dejó a un lado esa afirmación y siguió optando por 1542” (JV. La biografía, p.79). Del día de su nacimiento no tenemos nada seguro. Lo que sí sabemos de fijo es que su nombre de Juan respondía a Juan Bautista, no a Juan Evangelista.  

4.    Orfandad y pobreza

Al poco de nacer JUAN, su padre Gonzalo enfermó gravemente y, después de dura enfermedad, murió. Si mala era la situación familiar, desde un punto de vista económico, mucho peor se puso al morir Gonzalo. Francisco, el hijo mayor, hace el punto de la nueva situación, diciendo: “la madre, después de viuda, pasó muchos trabajos".  Y el biógrafo de Francisco amplia la situación en aquellos años estériles, diciendo:"... no se hallaba pan por ningún dinero, ni qué comer. Y cuando podían haber algún pan de cebada, lo tenían a buena dicha". Como los males no vienen nunca solos, al de la orfandad vino a sumarse el de la escasez y carestía del pan, como indica el biógrafo de Francisco y como conocemos por otras fuentes históricas.

NB- El historiador Serafín de Tapia ha publicado un estudio muy bueno con el título Disponibilidades alimenticias de Fontiveros en tiempo de San Juan de la Cruz, en Cuadernos Abulenses, n.14, julio-diciembre 199O, pp.11-22, y comienza así: "Es sabido que la niñez de San Juan de la Cruz estuvo caracterizada por las extremas dificultades económicas soportadas por su familia, dificultades que hicieron del hambre y la malnutrición unos visitantes excesivamente asiduos en el hogar de los Yepes". En las páginas que dedica al tema se limita el autor a establecer el volumen demográfico y el nivel anual de producción de trigo; a partir de ambos datos se pueden conocer aproximadamente los recursos alimenticios con que contaban los vecinos del lugar, ya que por entonces en esta zona el nivel de integración comercial era muy bajo, siendo predominante el autoconsumo.

Juan de Yepes tuvo al menos una hermana de leche, habiendo sido su madre Catalina nodriza de una hermana de María Velázquez de Mirueña. Esto entraba en la necesidad de ganar algún dinero para sus hijos. Y así sabemos que el padre de la hermana de leche de fray Juan solía decir muchas veces "que quería dar más cuatro reales más a la de Yepes cada mes porque le criase su hija por ser tan virtuosa que a otra mujer menos". Hablo particularmente de esta clave de la pobreza en: P. Crisógono de Jesús y su Vida de San Juan de la Cruz, ABCT, (1995), n.30, p.260-262; allí puede verse una breve referencia al estudio de A. Marcos en Actas del Congreso Internacional Sanjuanista, Valladolid, II, 1993, pp. 143-184, cuyo título es San Juan de la Cruz y su ambiente de pobreza.

5.    "La peregrinación del hambre"

Todos los factores aludidos (muerte de Gonzalo, viudedad de Catalina, orfandad de los niños, años de esterilidad y de carestía, etc.,) crearon una situación familiar agobiante.

Catalina se decidió a abandonar el pueblo y comenzó con sus hijos lo que me gusta llamar "la peregrinación del hambre", es decir, emigrar en busca de pan y de medios de vida. Lo que hay de esta peregrinación y sus diversas estaciones queda recogido en JV. La biografía, pp.85-87 y en San Juan de la Cruz, profeta..., p.28-

NB- advierto que del viaje a tierras toledanas habla sólo (al menos yo no conozco otra documentación) entre los antiguos el biógrafo de Francisco de Yepes. José de Velasco: ed. Ana de Medina, pp.75-76. Los famosos biógrafos Alonso, Jerónimo, Quiroga, Francisco de Santa María no dicen nada; y eso que conocen la Vida de Velasco. Los más modernos Bruno, Silverio, Crisógono, Javierre, Efrén- Steggink vuelven a hablar de ese viaje, pero la única fuente sigue siendo el libro de Velasco, que pudiera estar informado por Francisco. A pesar de estas carencias documentales, uno de los testigos del Proceso ordinario de Medina del Campo, Tomás Pérez de Molina, amanuense de Francisco de Yepes, pudiera referirse a esta peregrinación cuando declara: “que le fue forzoso salir de la villa de Hontiveros. Y últimamente habiendo andado en diversas partes con ellos, se vino a vivir a esta dicha villa de Medina del Campo (BMC 22, 117).

6.    Al agua

Con este título hablo en JVR. La biografía, pp.90-91, de la aventura infantil de Juan de Yepes cuando jugando con otros niños cae en una laguna o charca cenagosa en Fontiveros. La cosa es histórica, no invención novelesca. Y el recuerdo de esta aventura infantil no lo olvidó nunca el santo.

7.    A Arévalo

Sobre la estancia de la familia YEPES en Arévalo es suficiente lo escrito en San Juan profeta, p.29-30 y en DIOS HABLA EN LA NOCHE, pp.17-25. En Lectura varia sanjuanista, Revista de Espiritualidad 52 (1993) 286-289, hago presente cuán poco hablan los historiadores antiguos de la estancia en Arévalo. Alguien leyendo esas páginas ha creído que pongo en duda esa estancia de la familia Yepes en Arévalo. No la pongo en duda de ninguna manera; únicamente manifiesto mi sorpresa al ver cómo habla de ello casi únicamente el padre José de Velasco. Y, por mi parte, me atrevo a sugerir que volvieron a Fontiveros y ya desde allí pasaron a Medina del Campo, como dice el mismo Francisco de Yepes.

8.    Medina del Campo / estudios y oficios/

Ver Dios habla en la noche, cap.2, pp.29ss; y SJ, profeta, p.3O-32, y JV. La biografía, capítulo. 2, pp.95-123. Retengo que llegaron a Medina en 1551.

La vida de Juan de Yepes en Medina se va organizando,  se va a desarrollar en torno a varios puntos de referencia:

·         la casita de los suyos

·         el Colegio de los doctrinos o de la Doctrina

·         las calles y las plazas de la villa

·         la iglesia y el convento de la Magdalena, de monjas   agustinas, que entonces se llamaba de la Penitencia

·         el hospital de las bubas o de nuestra Señora de la  Concepción

·         el Colegio de los jesuitas

·         el convento de Santa Ana de Padres Carmelitas. Calzados.

La casita de los suyos: estaba en la calle de Santiago, próxima al convento de la Magdalena, de Madres Agustinas. Catalina, Francisco y su mujer Ana Izquierda trabajan en un telar. En el hogar JUAN ve cómo se vive en cristiano y cómo se practican de un modo especial algunas de las obras de misericordia.

9.    El colegio de los doctrinos

La primera educación - aparte lo que pudo aprender en Fontiveros y en Arévalo- la recibió Juan de Yepes en Medina del Campo en el Colegio de los doctrinos o "Colegio de la doctrina cristiana": En Dios habla en la noche, p.54-55 Teófanes Egido configura debidamente este tipo de "institución", que funcionaba en Sevilla, Valladolid, Salamanca, Toledo, Medina del Campo.

Francisco, hermano de Juan, que en el ejercicio de las letras fue muy torpe,  parece recrearse y alegrarse contándonos en sus Relaciones los éxitos de su hermano: "Juan, siendo niño, era muy hábil y aprendía bien, y así le pusieron para que aprendiese en los niños de la doctrina en Medina del Campo, y en poco tiempo se dio tan buena maña que aprendió mucho".

Con la misma sencillez y verdad habla también de lo que pudiéramos llamar fracasos de Juan en cuestión de oficios manuales: "Probó a poner a su hijo menor a oficio, y probando el de carpintero, sastre, entallador y pintor, a ninguno de ellos asentó, aunque era muy amigo de trabajar con el trabajo que su madre"  Estas experiencias le serán muy útiles y más tarde harán acto de presencia en sus escritos no pocos detalles relativos a estos oficios.

Nacido pobre, y sabiendo por experiencia personal lo que significa pasar necesidad, parece que no le cuesta a Juan andar pidiendo "para los niños de la doctrina"., que este fue otro menester que le encomendaron, viéndole tan juicioso y formal.

Su hermano Francisco que es el más enterado sigue hablando de su hermano, de cómo desde el colegio de la doctrina "le enviaban al monasterio de la penitencia para que sirviese la iglesia y ayudase a misa"  "y las monjas le tenían mucho amor por ser muy agudo y hábil"

Aparte estos ambientes y quehaceres se le abren al niño otras posibilidades y otros campos:

10.  La iglesia y el convento de la Magdalena de Madres Agustinas

Iglesia y convento estaban muy vinculados a la institución de los doctrinos, como una contraprestación que tenían que hacer los niños a quienes se daban estudios y se trataba de adiestrarlos en algún oficio manual, haciendo de ellos aquellos aprendices que más tarde podrían ser maestros o expertos en algunos de esos oficios.

El hospital de la Concepción o de las bubas este era uno de los 14 hospitales de la villa. Acerca del régimen hospitalario de Medina, ofrece una buena síntesis Teófanes Egido en Dios habla en la noche, p.56.El hospital en el que sirvió como enfermero Juan de Yepes se le conoce en la historia con el nombre de hospital de "las bubas", o de la Concepción: "las bubas" por la enfermedad a que se refería: "buba": tumor blando comúnmente doloroso y con pus que se presenta de ordinario en la región inguinal como consecuencia del mal venéreo y también a veces en las axilas y en el cuello"(Diccionario de la Academia). Cobarrubias habla también de lo mismo y lo relaciona con el mal francés, es decir, con la sífilis. Se llamaba también el Hospital de la Concepción, porque lo tenía a su cargo la cofradía de la Concepción”. En la historia han quedado los años 1556 y 1557 catalogados como "años de fiebres malignas", estupor, letargo, etc.,

11.  Otra vez al agua

En Fontiveros cayó a una charca o laguna; aquí en Medina a un pozo en el hospital. El dato está muy bien documentado, como cuentan dos empleados en el hospital. (BMC 22, 109). De ello hablan también algunos religiosos a quien Juan de la Cruz se lo contó años después.

12.  El colegio de los jesuitas.

 Los jesuitas llegaron a Medina por primera vez en 155O en misión de apostolado: predicación junto a la puerta de Santiago”.

La primera piedra del Colegio la puso san Francisco de Borja en 1553. El verdadero fundador del Colegio fue otro rico mercader, Pedro Quadrado. San Ignacio había escrito a Felipe II en 1556:"Todo el bien de la cristiandad y de todo el mundo depende de la buena educación de la juventud".

"En 156O (cuando ya era alumno Juan de Yepes) el número de jesuitas era de trece. Juan de Yepes tuvo como profesores a jóvenes jesuitas escolares pero que llegaban a la Compañía equipados con frescos títulos universitarios obtenidos en las Universidades de Salamanca o Alcalá". El número de alumnos externos, entre los que se contaba Juan de Yepes,  era bastante alto: la asistencia era completamente gratuita. En 156O eran 160; muchos más en 1561. Entre los profesores de latinidad de Juan de Yepes se encontraban Miguel Ángel de Anda y Gaspar de Astete; este último es el autor del hasta nosotros famoso Catecismo de la Doctrina cristiana. Además pudo conocer al otro famoso catequista y autor de otro catecismo Jerónimo de Ripalda. En JV. La biografía, he publicado las Reglas de los alumnos externos, pp.108-110.

El principal preceptor de Juan de Yepes fue el  P. Bonifacio. Francisco de Yepes dice de su hermano: “Fue su preceptor el padre Bonifacio, que hoy vive”.

Santa Teresa escribiendo a su hermano Lorenzo en Quito le recuerda que puede venirse a Ávila y que encontrará medios más que suficientes y centros para la educación de sus hijos en la propia ciudad de Ávila y da las características del Colegio de los jesuitas en Ávila, de modo que es un testimonio indirecto del estilo pedagógico de los jesuitas en sus colegios y así podemos pensar en que llevaban ese mismo estilo en el colegio de Medina, donde había estudiado Juan de Yepes. Dice la Santa: "Olvidóseme de escribir en estotras cartas el buen aparejo que hay en Ávila para criar bien esos niños. Tienen los de la compañía un colegio donde los enseñan gramática, y, los confiesan de ocho a ocho días y hacen tan virtuosos que es para alabar al Señor"(Carta desde Toledo, 17 de enero de 157O, n.11).

Los criterios pedagógicos de Juan Bonifacio tenían esta triple formulación:

·         "tratar con amor a los discípulos"

·         no basta saber hacer,

·         es preciso "hacer hacer"

Pedagogía activa y dinámica, discusión oral, lanzándose preguntas unos estudiantes a otros para estimularse en el estudio.

“Otro de los elementos de la pedagogía del colegio consistía en hacer «representaciones teatrales» con textos compuestos por los propios alumnos. El mismo padre Bonifacio, que era un gran dramaturgo, como demuestran sus escritos en el gran códice de Villagarcía, nos hace saber: «Como dejase ordenado el padre provincial que hubiese vacacion esto dos los caniculares, ordenáronse unas conclusiones para el día que fenecían las lecciones, a las cuales se hallaron muchas personas de calidad como el fundador, el Padre  prior de la iglesia mayor y mercaderes muy ricos, hombres también de letras [...]. Los estudiantes, después de ser fenecidos los argumentos que ellos y los de fuera propusieron, representaron la historia de Absalón contra su padre David, compuesta por ellos mismos en verso, y tuvimos mucho que hacer en persuadir a los oyentes que era de estudiantes aquella». Ya en el primer año de colegio de Juan de Yepes, «a la tarde –19 de octubre de 1559–, se hizo una comedia muy bien y graciosamente, con lo cual creció y crece siempre el número de los estudiantes más que suele». En la misma fiesta de San Lucas del año 1560 los estudiantes recitaron poemas y discusiones e intervinieron cerca de 20 alumnos en lengua castellana, esta vez.

A estos años de colegio debe no poco Juan de Yepes, en lo humano, en lo espiritual y en el ámbito del saber, en su amor a la poesía, al buen estilo, acaso también a la pintura” (JV. La biografía, pp.117.

En una de las cartas de Bonifacio de años más tarde dice a un amigo, gran retórico: «Los alumnos que tengo ahora no son como los que tenía en el tiempo a que te refieres». Y añade este suspiro: « ¡Cuánto los echo de menos!» ¿Entraba en esa lista de añorados Juan de Yepes? 

13.  Vocación religiosa de Juan de Yepes

Termina sus estudios en los jesuitas a los 21 años. Y le llega la hora de elegir su camino. Don Alonso Álvarez  de Toledo, director del tal le rogaba que cantase allí misa y se quedase por capellán del hospital. Con esta solución que se le ofrecía podría socorrer a su familia con las ganancias de su oficio. Alguien informa que “ya muchacho, codiciado de todos, amado y querido de muchas religiones, por su virtud y muestras que daba de santidad, quiso ser religioso”. En la villa había benedictinos, dominicos, franciscanos, trinitarios calzados, premostratentes, jesuitas, carmelitas calzados. Juan de Yepes opta por entrar en la Orden del Carmen.

Su hermano Francisco dice gráficamente: «Él se acogió a lo más seguro y, determinando entrar en religión, puso los ojos en la del Carmen, y así se fue muy secretamente al convento de Santa Ana del Carmen de esta (Medina), donde pidió el hábito, y el prior y frailes se le dieron al punto.

Con mucho contento» .Lo más seguro es, como certifican e insinúan varios testigos, que se decidió a entrar en el Carmelo por su amor y devoción a la Virgen María (cfr.  JV. La biografía, pp.128-130).

14.  De las aulas a los conventos

Del colegio de los jesuitas salieron para hacerse religiosos en 1563 ocho alumnos: uno de estos era JUAN DE YEPES. De cuán bien formados salían los estudiantes del colegio de la Compañía dan fe los siguientes datos: En el Informe del colegio, dado en carta del padre Olea, fechada en Medina en 1563, se dice: “Ocho han ya entrado en religión; cuatro en Santo Domingo, tres en el Carmen y uno en San Francisco; de los cuales están sus superiores tan satisfechos, que uno de ellos, viéndoles tan bien  instruidos, así en letras como en virtud, dijo a sus frailes:” Padres, dejemos de leer teología y predicar y demonos a leer gramática, porque pienso  haremos más provecho por esta vía, que es tomar la instrucción de las almas de fundamento, como hacen los Padres de la Compañía”

Evaluación y resumen del primer periodo (1542-1563)

Dejando por ahora a un lado lo que pueda haber influido en Juan de Yepes su tierra castellana, lo que sin duda lo ha marcado fuertemente y  ha ido configurando su personalidad han sido sus experiencias infantiles y juveniles:

15.  Orfandad prematura.

Pobreza familiar, que obliga a diversos desplazamientos en busca de una solución familiar.

Sus primeros estudios y oficios en Medina del Campo, trabajando y estudiando al mismo tiempo sucesivamente en los doctrinos y en los jesuitas.

Su alternar en aquel mundo de feriantes, pícaros y enredadores, teniendo también que andar por calles y plazas pordioseando para el Colegio de los doctrinos, primero, y después para los enfermos del Hospital de las bubas.

Su experiencia de enfermero al contacto con las peores enfermedades del tiempo, cuál era la sífilis, en aquel hospital de las bubas.

Su saber por experiencia lo que es la pobreza, lo que son las privaciones, le fue configurando en su opción por la pobreza y por la austeridad y por saber contentarse con bien poco, con lo imprescindible.

En el seno de una familia tan pobre aprendió igualmente lo que significa ocuparse y preocuparse por los pobres, por los más pobres que lo que era su familia.

Hay en sus obras (3S, 25, 4) unas líneas que saben a experiencia personal padecida. Dice así hablando de quienes se complacen indebidamente en las cosas del sentido: «De gozarse en olores suaves le nace asco de los pobres, que es contra la doctrina de Cristo».

El haberse criado con tan poco regalo y en tanta pobreza fue haciendo espontáneamente de él un amador de la cruz conforme a aquella observación suya (1N 7, 4).

SEGUNDA PARTE   JUAN DE SANTO MATÍA (1563-1568)

16.  Carmelita  en Santa Ana de Medina del Campo

Juan López Osorio, que lo conoció muy de cerca (y que según parece estuvo con él en los doctrinos de Medina y acaso también en el hospital) y que escribió la Historia de Medina, cuenta acerca de Juan de Santo Matía, novicio,  que así se llamó en la Orden, al entrar en el convento de Santa Ana: «Después que en el dicho hospital general se vio algo crecido y aprendió los principios de sus estudios, con la devoción tan grande que tenía de la Virgen nuestra Señora, tomó el hábito de carmelita de la Observancia en el monasterio de nuestra Señora del Carmen, advocación de santa Ana, de esta villa, donde le vi». Otro testigo, Pedro Fernández Bustillo, que le conoció también siendo estudiante, declara: «... Se salió del dicho hospital donde estaba y se fue al convento de Santa Ana, de la Orden de nuestra Señora del Carmen en esta villa y tomó el hábito del Paño. Y allí le vi y hablé con él; que con mucha humildad y oficios trabajosos, se ejercitaba con mucha devoción, ayudaba a las misas con deleite y gozo, obligándose a ello»

El convento medinense se había fundado en 1556. Se debió más que a nadie al famoso Diego Rengifo que había sido confesor del Emperador Carlos V, y que luego se había hecho carmelita calzado. Parece bastante seguro que Juan de Yepes se confesara con este Padre antes de entrar en la Orden. Alguien llegó a pensar que Rengifo había sido el maestro de novicios de fray Juan; pero esto no es así, habiendo Rengifo muerto entre abril-mayo de 1563, y el novicio ingresó ese mismo año al terminar el curso en los jesuitas.

No conocemos el nombre del maestro de novicios; sí el del prior o rector del convento, que se llamaba Ildefonso Ruiz. Conocemos muy poco de la clase de formación que pudo tener en el año de noviciado. Ciertamente se les explicaba la Regla del Carmen y las Constituciones de la Orden. Podemos pensar también con buen fundamento sobre la posibilidad de que leyera o le comentaran el libro De Institutione primorum monachorum (De la Institución de los primeros monjes) ya en el noviciado. En ese libro tan original –y prohijado nada menos que al patriarca de Jerusalén Juan XLIV de principios del siglo V–, obra de Felipe Ribot, que lo escribió en la última mitad del siglo XIV, ahí podía leer fray Juan de Santo Matía cosas muy claras sobre el ideal de la vida religiosa en la que estaba entrando.

En ese libro  podía leer en latín: «Como es sabido esta vida tiene un doble fin; uno que adquirimos con nuestro trabajo y ejercicios virtuosos, con la ayuda de la divina gracia. Este consiste en ofrecer a Dios un corazón santo y puro –purificado– de toda mancha actual de pecado. Alcanzamos este fin cuando somos perfectos y escondidos en Charith, esto es, en aquella caridad de la que dice el Sabio que la caridad cubre todos los pecados (Prov 10,12). A cuyo fin, queriendo Dios que llegase Elías, le dijo: “Escóndete en el torrente Charith”».El otro fin de esta vida se nos confiere por puro don de Dios, es decir, no sólo después de la muerte, sino también en esta vida mortal, se nos da a gustar de algún modo en el corazón y a experimentar en la mente la virtud de la presencia divina y la dulzura de la gloria celestial. Y esto de beber del torrente de las delicias, este fin se lo prometió el Señor a Elías diciéndole: «Y allí beberás del torrente». Por estos dos fines, el monje ha de abrazar la vida eremítica, diciendo el salmista: «En tierra deserta seca y sin camino parecí delante de ti, para ver tu virtud y tu gloria» (Sal 62,3)  7(Hay  una nueva edición Felipe Ribot, O. Carm., Libro de la Institución de los primeros monjes, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2012).

Lo más seguro es que profesara en el verano de 1564, ya cuando había sido elegido General de la Orden el Padre Juan Bautista Rossi, Rubeo.

No se conserva el Libro de Profesiones, es decir, ha desaparecido, y allí según los que lo vieron y hablan  de él no se ponía la fecha de la profesión.

17.  Universitario en Salamanca.

Juan de Santo Matía estuvo en la Universidad de Salamanca estudiando Artes o Filosofía, como hacen ver sus matrículas universitarias, los cursos: 1564-1565; 1565-1566; 1566-1567; y Teología el curso de 1567-1568; este último después de haberse entrevistado con santa Teresa en Medina del Campo en el verano-otoño de 1567. Se había ordenado sacerdote en 1567; tampoco sabemos ni el año ni el día documentalmente; pero tuvo que ser en 1567.

Para enterarse de los cursos que siguió, los posibles profesores y demás hay que recurrir al estudio, del profesor Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares,  titulado La formación universitaria de Juan de la Cruz Junta de Castilla y León, Valladolid, 1992.

En el primer curso (1564-1565)  en la visita a cátedra  del 20 de diciembre le toca intervenir  a Juan de Santo Matía como uno de los declarantes  (textual)  «Visita del curso de Artes de Súmulas del doctor Pero García, colegial. En Salamanca a veinte días del mes de diciembre e del dicho año [1564] los dichos señores vicerrector e visitador estando leyendo el dicho doctor Pero García su curso de Artes e con gran copia de oyentes se lo visitaron, e recibieron juramento de fray Baltasar de Angulo, natural de Toledo, de la orden de la Santísima Trinidad e de fray Juan de Santo Matía de la orden de Nuestra Sra. del Carmen, oyentes ordinarios del dicho curso, los cuales juraron en forma de vida de derecho de decir verdad, e habiendo jurado ambos a dos contestes dieron que sobredicho comenzó a leer por el San Lucas desde el principio de los Términos por el maestro Soto, e ahora va de oraciones, leyendo arreo sin haber fecho salto alguno, no dotando ni dando teórica ni tratado, e repara de dos y media asta las tres, e de tres a cuatro lee, e cuesta es la verdad para el juramento que han fecho, etc.»

Luis Enrique deja bien claro que la grande ocupación de fray Juan como alumno ordinario en la Universidad “hacía prácticamente imposible lo que algunos han imaginado que serían también clases regulares en el Colegio de la Orden, en el Colegio de San Andrés. Podrían tener y tendrían acaso alguna conferencia o exposición suelta o eventual, pero no cursos formales. Y que fray Juan asistiera a las clases permanentemente lo hacen ver las intervenciones en votaciones de cátedras, que  hemos señalado en el segundo y tercer curso de Artes y en el único de Teología. Lo mismo demuestra su intervención en la visita de cátedras del primer curso”.

18.  Atención a enfermos en el hospital de Santa María la Blanca

Muy interesante el dato debido también a Luis Enrique, de que los religiosos del Colegio de San Andrés atendían pastoralmente a los enfermos del hospital de Santa María la Blanca, aquejados principalmente del llamado mal gálico o sífilis.  Algo así como había hecho ya en Medina en el Hospital de las bubas le tocará hacer en Salamanca.

19.  En el Colegio de San Andrés

El convento-Colegio de los calzados donde vivió Juan de Santo Matía en Salamanca se llamada de San Andrés. Los superiores de la Orden, no sólo de la provincia de Castilla sino del centro de la Orden, lo cuidaban con esmero. En uno de los Capítulos generales celebrado en Venecia  se emanó la orden siguiente: ”Ordenamos que el convento de San Andrés de la ciudad de Salamanca o Universidad de Salamanca  sea no sólo monasterio, sino Colegio General para todas las provincias de España; que se observen allí todos los decretos dados anteriormente por los vicarios generales, y que el prior de aquel convento reciba a todos los estudiantes de las otras provincias, con las debidas dimisorias de sus respectivos superiores. Por cada uno percibirá diez escudos anuales»3. Y como si esto no fuera bastante se aconsejaba: «Así el prior como los conventuales de Salamanca traten a los estudiantes honesta y copiosamente, so pena arbitraria a imponer al provincial y al prior de dicho convento»

A los pocos años de esta ordenanza ya comenzaron a matricularse en la Universidad salmantina 12 carmelitas entre artistas y teólogos; y así se fue haciendo los años sucesivos. La Orden no perdía de vista este colegio y así, en 1564, en el capítulo presidido por el P. Juan Bautista Rossi, Rubeo, se determinó que se ampliase el edificio para que pudiera recibir más estudiantes; al mismo tiempo se recordaba que fuesen bien alimentados, y que no se rechazase a ningún estudiante de las provincias de España y Portugal, sino que sean recibidos con toda benignidad.

Para Rubeo los estudiantes eran «las entrañas de nuestra Orden» y de ahí su interés por ellos y por su mejor formación.

20.  El Padre General en España

En 1564 hubo capítulo general de la orden en Roma. El 20 de mayo fue elegido Superior General el padre Juan Bautista Rubeo de Ravena (Rossi).

El papa Pio IV le nombra, el 8 de mayo de 1565,  comisario apostólico para toda la Orden. Revestido de los más amplios poderes tendrá que llevar a cabo la reforma decretada por el Concilio tridentino.

El 13 de mayo llegaba a España. A últimos de junio empezaba la visita a los conventos de Andalucía y a continuación a los de Portugal.

El 4 de febrero  de 1567 llegaba a Salamanca. Hace la visita al Colegio de San Andrés.

Este curso hay sólo cuatro teólogos y siete artistas. Entre estos últimos estudiantes de Filosofía, se encuentra estudiando su último año de Artes Juan de Santo Matía. No se conservan los apuntes del Padre General que recogía lo que le iban diciendo los religiosos; es una lástima, pues nos gustaría saber lo que pudo decirle fray Juan de Santo Matía de la situación de la comunidad, de religiosos particulares, y lo que pudieron decir de él los demás. Y nos quedamos también sin saber si fray Juan le ha manifestado la idea que le anda rondando la cabeza: de pasarse a la Cartuja. 

Rubeo llega a Ávila el 16 de febrero y visita el gran monasterio de La  Encarnación. Visita San Pablo de la Moraleja, las monjas de Fontiveros y de aquí vuelva a Ávila, adonde llega el 11 de abril.

Al día siguiente abre el Capítulo provincial  que presidirá personalmente.

Fray Juan viaja a Ávila con los demás estudiantes para asistir a las disputaciones públicas que van a celebrar en estas jornadas, a donde llegaban también maestros y graduados

En Ávila el padre General  mostró gran deseo de ver el nuevo monasterio de San José y el Obispo le trajo al  monasterio. Rubeo quedó muy satisfecho de la visita y dijo a la Madre “que hiciese tantos monasterios cuantos pelos tenía en la cabeza”.

La Santa anda alimentando el deseo y la ilusión de que haya también frailes de la nueva familia carmelitana que ella ha iniciado entre las monjas. El obispo y otras personas se lo pidieron a Rubeo pero aunque él lo quisiera hacer “por no alterar,   lo dejó por entonces”. La que no dejó su idea fue la Madre y escribió           rápidamente al padre General “una carta suplicándole lo mejor que yo supe, dando las causas por donde sería gran servicio de Dios, y los inconvenientes que podía haber no eran bastantes para dejar tan buena obra, y poniéndole delante el servicio que haría a Nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que lo negoció; porque esta carta llegó a su poder estando en Valencia, y desde allí me envió licencia para que se fundasen dos monasterios, como quien deseaba la mayor religión de la Orden» Puestos de acuerdo los dos provinciales, el actual y el anterior, por la intermediación del obispo de Ávila, todo quedó listo para emprender esta nueva obra. La fecha del permiso del general o de la patente para la fundación de los frailes es del 10 de agosto de 1567.

21.  Evolución de los hechos

Santa Teresa consolada con la licencia que le ha llegado describe así su situación anímica: “«Vela aquí una pobre monja descalza, sin ayuda de ninguna parte, sino del Señor, cargada de patentes y buenos deseos, y sin ninguna posibilidad para ponerlo por obra. El ánimo no desfallecía ni la esperanza, que, pues el Señor había dado lo uno, daría lo otro. Ya todo me parecía muy posible, y así lo comencé a poner por obra» (Fund 2,6).

Cómo lo fue poniendo por obra,  lo va contando ella misma: Llegó a Medina del Campo, como dice en  Fundaciones, c. 3 el 14 de agosto de 1567 para la fundación del segundo de sus conventos de descalzas, que se inauguró el día siguiente día de la Asunción de nuestra Señora. Además de andar metida en la fundación de Medina anda la santa con su “cuidado por los monasterios de los frailes”. Tiene ya la patente del padre General para poder fundar un par de conventos de frailes; busca lugar dónde comenzar y más que nada busca los sujetos de la Orden que quieran empezar esa obra.

Todo esto cae sobre ella y con gran instinto humano-divino trata de discernir los sujetos que se le vayan presentando. El Prior de Medina, Antonio de Heredia , que anda con idea de irse a los cartujos, una vez que supo del proyecto teresiano, se le ofreció “y me prometió que sería el primero”  La Madre lo tiene por cosa de burla, de broma y así se lo dice: “porque aunque siempre fue buen fraile  y recogido y muy estudioso y amigo de su celda, que era letrado, para  principio semejante no me pareció sería ni tendría, espíritu, ni llevaría adelante  el rigor que era menester, por ser delicado y no mostrado a ello”. La santa le ruega que vaya despacio y que se ejercite en las cosas que habrá de prometer. “Y así se hizo”; y la santa viendo cómo se va comportando piensa que “le iba su majestad disponiendo para esto” (Fundaciones, 3, 16).

En esta espera, viene a ver Dios a la madre Teresa. Hay que dejar a ella que lo cuente: “Poco después, acertó venir allí un padre de poca edad, que estaba estudiando  en Salamanca, y él fue, con otro por compañero, el cual me dijo grandes cosas de la vida que este padre hacía. Llámase fray Juan de la Cruz”. Ella misma sigue contando el impacto de aquella entrevista, el diálogo que tuvieron y los resultados a que llegaron: “Yo alabé a nuestro Señor, y hablándole, contentóme mucho, y supe de él cómo se quería también ir a los cartujos.  Yo le dije lo que pretendía y le rogué mucho esperase hasta que el Señor nos diese monasterio, y el gran bien que sería, si había de mejorarse, ser en su misma orden, y cuánto más serviría al Señor. Él me dio la palabra de hacerlo, con que no se tardase mucho” Y sigue toda alborozada: “Cuando yo vi ya que tenía dos frailes para comenzar, parecióme estaba hecho el negocio, aunque todavía no estaba tan satisfecha  del prior, y así aguardaba algún tiempo, y también por tener adónde comenzar” (Fundaciones 3, 17).

Juan de Santo Matía volvió a la Universidad de Salamanca para matricularse en teología en el curso 1567-1568.  Mientras tanto la santa, además de otros asuntos fundacionales en  Malagón  y sus gestiones para fundar en Segura de la Sierra, el 30 de junio sale de Ávila para Duruelo, con una compañera y con el famoso  Julián de Ávila,  tratando de encontrar la alquería que le ha ofrecido un caballero para establecer allí ese primer convento de descalzos. Después de un viaje lleno de peripecias y extravíos llegaron al lugar,  muertos de cansancio,  poco antes de la noche. Al entrar en la casa se la encontraron llena de suciedad y no se atrevieron a quedarse allí .La Madre ya comenzó a planear sobre lo que se podría hacer allí para acomodar  el recinto a convento: en el portal se podría hacer la iglesita; en el desván el coro y dormir en la cámara.

La compañera dijo a la santa: ”cierto, madre, que no haya espíritu, por bueno que sea, que lo pueda sufrir; vos no tratéis de esto”.  Julián pensaba lo mismo, pero no quiso contradecir a la madre Teresa. Después de estos coloquios, “fuímonos a tener la noche en la iglesia, que para el cansancio que llevábamos no quisiéramos tenerla en vela” (Fundaciones, 13, 2-3).

Al día siguiente salieron de Duruelo  camino de Medina. La Madre contó al P. Antonio la situación de pobreza  de lo que se les ofrecía como sede del primer convento. “A él le había puesto Dios más ánimos que a mí, y así dijo que no sólo allí, más que estaría en una pocilga. Fray Juan de la Cruz estaba en lo mismo” (Ibid., 4).

Confiada en el Señor en que podría alcanzar el beneplácito del Provincial actual, Ángel de Salazar y del anterior Alonso González, encargó al P. Antonio “que tuviese cuidado de hacer todo lo que pudiese en allegar algo para la casa”. 

La Madre el 9 de agosto salió de Medina para la fundación de Valladolid  y llevó consigo a fray Juan. Es, como siempre ella misma la cronista de aquella estancia de fray Juan en su compañía: “Y como estuvimos algunos días con oficiales para recoger la casa, sin clausura, había lugar para informar al padre fray Juan de la Cruz  de toda nuestra manera de proceder, para que llevase bien entendidas todas las cosas, así de mortificación como del estilo de hermandad y recreación que tenemos juntas; que todo es con tanta moderación , que sólo sirve de entender allí las faltas de las hermanas y tomar un poco de alivio para llevar el rigor de la Regla. Él era tan bueno, que, al menos yo, podía mucho más deprender de él que él de mí: más esto no era lo que yo hacía, sino el estilo del proceder de las hermanas”  (Ibid., 5).

Por esta narración teresiana tan puntual se entiende  cómo la madre fundadora hace el receptor y transmisor de su carisma  a  fray Juan.  Esto ha quedado preciosamente proclamado en las actuales Constituciones de los carmelitas descalzos (1986):”Al realizar la santa  Madre su proyecto, la divina Providencia le dio a san Juan de la Cruz por compañero. En efecto, tan pronto como Teresa lo conoció  y echó de ver que estaba movido de sus mismos deseos y preparado por el Espíritu Santo, lo ganó para su carisma, descubriéndole la idea de la renovación espiritual en las misma orden de la santísima Virgen. Sin pérdida de tiempo lo inició en el estilo de vida que había implantado entre las monjas. Así nuestro santo Padre comenzó en Duruelo esa forma de vida en total sintonía con los criterios y el espíritu de Teresa [...] Así, pues, los dos Santos, por el hecho de impulsar toda la Orden carmelitana, lo mismo la masculina que la femenina, aun nuevo estilo de vida, “echaron en cierto modo los nuevos cimientos de la Orden” (n. 11).

Concluida aquella especie de segundo noviciado a que santa Teresa había sometido a fray Juan en Valladolid, y obtenidos  los permisos de los dos provinciales, como lo exigía el P. General  para poder fundar, parte fray Juan para Duruelo. La santa, además de unos dinerillos,  le entrega “unas estampas de pared y un Cristo que trajo una novicia” asegurando que así “ya tenía  con qué adornar el coro y las ermitas que se había de hacer”. Se detiene en Medina  y las descalzas le entregan jergones y otras cosas necesarias para la fundación.

La madre fundadora  le ha entregado también  cartas de recomendación para personas de Ávila. Sólo ha llegado hasta nosotros la escrita a don Francisco de Salcedo, el caballero santo. Si Fray Juan  hubiera leído la carta, habría tenido de seguro tentaciones de no entregarla por lo que decía de él. Allí leemos: “Hable vuestra merced a este padre, suplícoselo, y favorézcale   en este negocio, que, aunque es chico, entiendo es grande en los ojos de Dios. Cierto, él nos ha de hacer acá harta falta, porque es cuerdo y propio para nuestro modo, y así creo le ha llamado nuestro Señor para esto. No hay fraile que no diga bien de él, porque ha sido su vida de gran penitencia. Aunque ha poco tiempo, más parece le tiene el Señor de su mano, que, aunque hemos tenido aquí algunas ocasiones en negocios (y yo que soy la misma ocasión, que me he enojado con él a ratos), jamás le hemos visto  una imperfección. Ánimo lleva; mas, como es solo, ha menester lo que nuestro Señor le da para que lo tome tan a pechos. Él dirá a vuestra merced cómo acá nos va” (Cta. n.2). 

Sigue con otros temas en la carta  a don Francisco y en la posdata le vuelve a insistir: “Torno a pedir en limosna a vuestra merced me hable a este padre, y aconseje lo que le pareciere para su modo de vivir. Mucho me ha animado el espíritu que el Señor le ha dado y la virtud entre hartas ocasiones, para pensar llevamos buen principio. Tiene harta oración y buen entendimiento; llévele el Señor adelante”.

22.  Resumen y evaluación del segundo periodo (1564-1568)

Importante en este segundo período la formación carmelitana de fray Juan en el noviciado (aunque sepamos tan pocas cosas), después de haber optado tan libremente por el Carmelo; importantes sus años de estudios universitarios, dentro de los cuales se replantea su discernimiento vocacional más profundo, de modo que está decidido a hacerse  cartujo. Pero el factor de mayor interés es el encuentro con la santa en 1567. La fuerza persuasiva de esta mujer tuvo que ser enorme en este caso. Ella cuenta que fray Juan le dio la palabra de seguir sus indicaciones y no abandonar la Orden, etc., pero condicionadamente: «Él me dio la palabra de hacerlo, con que no se tardase mucho» (F, 3,17), y también es de notar lo que podemos llamar «su segundo noviciado» o «novicio de santa Teresa», donde se echa de ver cómo la santa, que ha recibido el carisma de la renovación de la Orden, lo comparte o se lo transmite a fray Juan, que así llega a ser, de hecho, el receptor de ese mismo carisma y comenzará a encarnarlo en Duruelo, desde donde se difundirá e irá configurando mejor, aunque no sin luchas y dificultades.


TERCERA PARTE JUAN DE LA CRUZ (1568-1591)

23.  Duruelo: inauguración de la vida descalza

Terminada su breve estancia en Ávila, parte fray Juan para su nuevo destino. Le acompaña desde Valladolid un albañil que le ayudará en la transformación de la alquería. Les toca probablemente andar preguntando a alguien que encuentren, como le pasó antaño a la madre Teresa, dónde se encuentra la alquería que buscan. Al fin, dan con ella.. Un biógrafo antiguo, Jerónimo de San José, puntualiza: “Está el sitio de este lugar entre Ávila y Salamanca, a media legua de la villa de Mancera, en un valle cerca de un río pequeño, llamado Rioalmar, y no lejos de un monte, en partes mal poblado de encinas. Por la desdicha u mudanza de los tiempos, vino a despoblarse Duruelo. Era un tiempo de más de 200 vecinos, y cuando se fundó allí nuestro primer convento, de muy pocos: hoy  de ninguno, porque totalmente está  desierto y con pocos vestigios de su antigua población”.. Nada más llegar, fray Juan cambió su hábito negro de calzado por el marrón de descalzo que le habían  preparado entre la santa y las monjas de Medina y de Valladolid..

Pasada la primera noche, bien pronto al día siguiente pusieron manos a la obra.  Fray Juan hace de peón de albañil  a las órdenes de su compañero y comienzan a transformar la casa conforme a las indicaciones de la madre Teresa acerca del portal, del desván, etc., . En aquella primera jornada trabajaron de sol a sol, sin haber comido nada en todo el día. Fray Juan, “siendo ya cerca de la noche, envió al hombre,  que digo le acompañaba,  a que pidiese por el lugar alguna cosa para comer. Y habiendo vuelto a cabo de rato, trajo unos pedazos de pan con que acudieron a su necesidad, y me acuerdo oírle decir  al Siervo de Dios, cuando nos contaba esto: “yo os prometo que nos supieron esos mendrugos de pan, como si comiéramos faisanes” (BMC  25, 116: declara Jerónimo de la Cruz).  

La acomodación de la casa y la iglesita se terminó pronto. Santa Teresa dirá: “Tardóse poco en aderezar la casa, porque no había dinero, aunque quisieran hacer mucho” (Fundaciones 14, 2).

Adornos devotos por todas partes: cruces,  y estampas que llamaban la atención de quienes se acercaba por allí en plan de curiosos mayormente.

 Pasa aviso a la madre y al Padre Provincial sobre la preparación de la casa. El P. Antonio renunció a su oficio de Prior de Medina y  sigue mentalizándose acerca de  la nueva vida que va a emprender. Entre tanto, fray Juan, ya más libre de las obras materiales de acomodación se entrega fervorosamente a la contemplación y al  posible apostolado ante la gente que se acerca y en los pueblos comarcanos. 

Cuenta ya con la presencia de su hermano Francisco que ha venido desde Medina  Es el propio Francisco quien nos da algunos datos  acerca del trabajo apostólico y del modo de ser de su hermano: “Salía  el padre fray Juan de la Cruz a las aldeas a la redonda predicar. Y cuando llegaba temprano, gastaba el tiempo que había hasta ser hora de misa en oír confesiones  Huía tanto de que le agradeciesen el trabajo que tomaba en esto, que le acaeció  en acabando un sermón bajar del púlpito y llamar a su hermano, que a la sazón se había hallado en el convento de Duruelo y le llevaba consigo cuando salía a predicar, como no había fraile que le acompañase; y con él salió muy aprisa de la iglesia y del lugar y se fue a una fuente que había en el camino de su monasterio. Y allí, después de muy cansado de predicar y confesar, se sentó a comer  un poco de pan, que del convento había traído.   Vino luego un labrador de parte del cura a pedirle que se fuese a comer con él. El Padre se excusó todo lo que pudo; y así se fue el labrador. Y él dijo a su hermano que no aceptaba la merced  que le hacían, porque en las cosas que hacía  por Dios no quería paga ni agradecimiento de otro. Y así aunque algunas personas de aquellas aldeas, cuando iba a predicar, le daban en limosna algunas cosas de su pobreza, jamás lo quería aceptar” (BMC 26, 261, 293).    

El 27 de noviembre se presentó en Duruelo el Provincial Fray. Alonso González, “harto buena cosa y sin malicia” (Fundaciones 13, 6). Vienen con él Lucas de Celis, que va  a quedarse en plan de prueba, fray José, diácono, y el P. Antonio de Heredia. El Provincial  llora de emoción al ver el conventito; al contrario, el Padre Antonio se lamenta que fray Juan se le haya  adelantado, habiéndose puesto ya el  nuevo hábito de la Descalcez. 

La inauguración del convento se hace al día siguiente;¡: 28 de noviembre de 1568, primer domingo de Adviento. Dice la misa el Provincial: los padres Antonio y Juan, y el diácono fray José comenzaron a llamarse Antonio de Jesús, Juan de la Cruz y José de Cristo. Renunciando a la Regla mitigada por Eugenio IV,  prometen vivir según la Regla  primitiva, confirmada por Inocencio IV.  

La madre fundadora no estuvo presente en la inauguración de Duruelo, pero tenía buena noticia de ello y  se deshacía en poder ir a visitar a sus frailes “en aquel portalito de Belén, que no me parece era mejor” el conventito de Duruelo (Fundaciones 14, 6).  La posibilidad de acercarse a Duruelo, sabiendo ya esta vez dónde encontraba, se le presentó “viniendo  a la fundación de Toledo,  me vine por allí”.  El 28 de febrero había salido de Valladolid, pasó por Medina y pernoctó, acaso, en las carmelitas de Fontiveros; y de allí a Duruelo.

El encuentro con los primitivos de Duruelo es la misma santa quien lo cuenta con un  estilo magnífico. Arranca diciendo: “Llegué una mañana. Estaba el Padre Antonio barriendo la puerta de la iglesia, con un rostro de alegría que tiene él siempre.  Yo le dije: “¿Qué es esto, mi padre?, ¿qué se ha hecho de la honra?”  Díjome estas palabras, diciéndome el gran contento que tenía: “Yo maldigo el tiempo que la tuve”.

Después de este diálogo se da a inspeccionarlo todo con la libertad  que le atribuye su categoría de fundadora y de madre. “Como entré en la iglesia, quédeme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí. Y no era yo sola, que dos mercaderes que habían venido de Medina hasta allí conmigo, que eran mis amigos, no hacían otra cosa sino llorar. ¡Tenía tantas cruces, tantas calaveras!”. Ha quedado especialmente grabado en su memoria   lo siguiente: “Nunca se me olvida una cruz pequeña de palo que tenía el agua bendita, que tenía en ella pegada una  imagen de papel  con un Cristo, que parecía ponía más devoción que si fuera de cosa muy bien labrada”.

Conforme al plano del convento que ella había trazado en su primera visita al lugar, verifica que “el coro era el desván, que por mitad estaba alto, que podían decir las horas; más habíanse de abajar mucho para entrar y oír misa”. Más datos: “tenían a los dos rincones, hacia la iglesia, dos ermitillas, adonde no podían estar sino echados o sentados, llenas de heno (porque el lugar era muy frío, y el tejado casi les daba sobre las cabezas)  con dos ventanillas hacia el altar  y dos piedras por cabeceras, y allí sus cruces y calaveras. Supe que después que acababan Maitines, hasta Prima no se tornaban a ir, que les acaecía ir con harta nieve los hábitos cuando iban a Prima, y no lo haber sentido”

Hecho este recuento de la vida de oración litúrgica y personal  en silencio y de las grandes austeridades que practicaban, pasa la madre a  la  descripción de la acción apostólica de sus primeros frailes. Y lo hace con fruición: “Iban a predicar a muchos lugares que está por allí comarcanos sin ninguna doctrina, que por esto también me holgué se hiciese allí casa; que me dijeron que ni había cerca monasterio ni de dónde la tener, que era gran lástima. En tan poco tiempo era tanto el crédito  que tenían, que a mí me hizo grandísimo consuelo cuando lo supe. Iban, como digo, a predicar legua y media, dos leguas, descalzos (que entonces no traían alpargatas, que después se las mandaron poner), y con harta nieve y frío; y después que habían predicado y confesado, se tornaban bien tarde a comer a su casa. Con el contento, todo se les hacía poco” (Fundaciones 14, 8).

Después de lo espiritual, recala la madre en lo material y puntualiza: “De esto de comer tenían muy bastante, porque de os lugares comarcanos les proveían más de lo que habían menester” (Ibid., n.9)

En un espíritu tan agradecido como el de la madre Teresa no podía por menos de brotar la acción de gracias por todo lo que estaba viendo :”Pues como yo vi aquella casita, que poco antes no se podía estar en ella, con un espíritu que a cada parte, me parece, que miraba, hallaba con qué me edificar, y entendí de la manera que vivían, y con la mortificación y oración y el buen ejemplo que daban (porque allí me vino a ver un caballero  y su mujer, que yo conocía, que estaba en un lugar muy cerca, y no me acababan de decir de su santidad y el gran bien que hacían  en aquellos pueblos), no me hartaba de dar gracias  a nuestro Señor,  con  un gozo interior grandísimo, por parecerme que veía comenzado un principio para gran aprovechamiento de nuestra Orden y servicio de Nuestro Señor”.

No era sólo la madre la que estaba emocionada: “los mercaderes que había ido conmigo me decían, que por todo el mundo no quisieran haber dejado de venir allí. ¡Qué cosa es la virtud, que más les agradó aquella pobreza que todas las riquezas que ellos tenían, y le hartó y consoló su alma! “(Ibid., n.11).

Teresa “la de la gran cabeza”,  inspeccionó todo el conventito muy bien, se enteró de la vida contemplativa y activa de sus frailes y, sentada a la mesa con ellos, trató algunas cosas en especial. Y señala  con claridad:”les rogué mucho no fu4esen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande; y como me había costado tanto de deseo  y oración que me diese el Señor quien lo comenzase, y veía tan buen principio, temía no buscase el demonio cómo los acabar antes que se efectuase  lo que yo esperaba”. Esta llamada de atención la atribuye la santa, generosamente,  a su flaqueza y ruindad y poca fe y dice: “ellos, como tenían estas cosas que a mí me faltaban, hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras; y así me fui con harto grandísimo consuelo, aunque no daba a Dios las alabanzas que merecía tan gran merced” (Ibid., 12).  

Además de la visita de Francisco, ya recordada,  y de esta de santa Teresa estuvieron por allí un tiempo su madre Catalina Álvarez  y  Ana,  Izquierda, la mujer  de Francisco.  para servir a los frailes y traer lo que fuera menester, la madre hacía de cocinera, la cuñada lavaba la ropa y Francisco le daba a la escoba. (BMC 26, p. 293). .

24.  Traslado a Mancera. Viaje a Pastrana

En la primavera de 1569 reciben  la visita del Padre Provincial  Fray Alonso González.   Como para dar ya forma más jurídica a la casa “la eleva a la categoría de priorato, con la consiguiente autorización para recibir novicios. Nombra Prior al P. Antonio y subprior al padre fray Juan de la Cruz”

 La vida descalza inaugurada en tanta estrechez  y en espacio tan reducido empieza a expansionarse. Hay que hacer obra  material para poder acoger a la gente.. Uno que tomó el hábito en septiembre de 1569 cuenta  cómo cuando llegó al convento “habían hecho dormitorio del aposento bajo”, excepto el espacio necesario para hacer dos confesonarios hacia la parte que caía a la iglesia, para la gente de la comarca que acudía a confesarse”. Otras acomodaciones afectaban a la cocina, “de la que hicieron dos partes, quitándole la mitad para refectorio, etc.,

La necesidad de  trasladarse  a  otra parte donde estuvieran más holgados parece que comenzó a sentirse bastante pronto. Ya santa Teresa cuando relata su visita en la cuaresma de 1569 dice cómo “venían allí a confesar  algunos caballeros que estaban en aquellos lugares, adonde les ofrecían ya  mejores casas y sitios”. Uno de estos caballeros se llamaba don Luis  de Toledo, que había hecho  una iglesia en Mancera de Abajo para una imagen de la Virgen  que habían recibido desde Flandes sus antepasados. La santa vio el retablo y asegura “que yo no he visto  en mi vida (y otras muchas personas dicen lo mismo) cosa mejor”. Encandilada la madre con la imagen y el retablo, refiere cómo “el padre fray Antonio de Jesús, como fue a aquel lugar  a petición de este caballero, y vio la imagen, aficionóse tanto a ella, y con mucha razón, que aceptó de pasar allí el monasterio” (Fundaciones 14, 9).

La traslación se hizo, el día 11 de junio de 1570,  de modo solemne, por voluntad del Padre Provincial, que estuvo presente   con otros siete carmelitas. Fueron en procesión  acompañados de gente  desde Duruelo hasta Mancera.

Dijo la misa solemne al P. Provincial y predicó el P. Antonio. Los cargos de la comunidad siguen siendo los mismo que en Duruelo: Prior, el padre Antonio; suprior y maestro de novicios fray Juan de la Cruz.  Estando ausente el Padre Antonio en Madrid  por negocios de la Orden, el 8 de octubre hacen su profesión fray Juan Bautista, natural de la ciudad de Ávila y fray Pedro de los Ángeles, natural de Lanzahita (Ávila) “en manos del padre fray Juan de la Cruz, subprior de esta casa”, como se dice en la fórmula de la profesión de estos dos primeros candidatos que habían comenzado su noviciado en Duruelo.

Fray Juan tiene que emprender viaje a Pastrana (Guadalajara) para orientar y poner en marcha el noviciado de aquella casa fundada  en  julio de 1569  en la ermita de San Pedro, Será uno de los conventos más famosos y principales de la Orden. ¿Cuándo fue el viaje de fray Juan? No acabamos de saberlo con toda certidumbre. Pienso que tuvo que ser  entre junio y septiembre  o de mediados de octubre a mediados de noviembre o algo más tarde. De todos modos se trató de una estancia bastante breve. . Entre profesos y novicios hay ya en Pastrana unos 15 religiosos. Fray Juan hace su labor de organización para la buena marcha  del noviciado y regresa pronto  a Mancera.

Desde Mancera se acercó fray Juan a Alba de Tormes y estuvo presente con santa Teresa en la fundación de aquel monasterio de descalzas que se inauguró el 25 de enero de 1571

25.  Alcalá y Pastrana

El Colegio de descalzos de Alcalá de Henares había sido fundado en noviembre de 1570. El Comisario apostólico Pedro Fernández  le envió la patente al padre Juan de la Cruz para que fuera a Alcalá a ser el Rector de Colegio,  y éste partió de Mancera  en abril de 1571.

El comisario apostólico Pedro Fernández que visita aquellos días el colegio, queda edificado de cómo se comportan, del buen ejemplo que dan  y los anima a que sigan armonizando el estudio con el fervor monástico. Es cierto que llaman la atención los estudiantes carmelitas descalzos en las aulas universitarias y por la calle de la ciudad.

Fray Juan recogió no pocos frutos con su apostolado entre los universitarios de Alcalá. Ayudó a más de uno a discernir su verdadera vocación y los envió como novicios a Pastrana. No eran sólo sus palabras lo que atraía a la gente era su ejemplo y fama. .

Tranquilo en su Colegio de Alcalá, va a tener que ir a Pastrana otra vez a remediar la situación de desconcierto que allí se ha creado, por culpa del maestro de novicios.  Se trata de Ángel de San Gabriel. Apenas cantó misa el 1 de noviembre de 1571, fue a estudiar metafísica en Alcalá para quedarse allí de Rector del Colegio, de modo que se pensó que el padre Juan de la Cruz fuese a Pastrana ser maestro de novicios.

El modo de llevar el noviciado a base de rarezas increíbles, iba a desnaturalizar el espíritu carmelitano más auténtico: “los novicios tenían que salir a las plazas de la villas  para hacer el ridículo; también tenían que hacer de “bestias de carga”, llevando a cuestas grandes cargas de leña”. Se contaban, en fin, otras mil extravagancias. Enterado el Comisario Apostólico Pedro Fernández de lo que estaba sucediendo en Pastrana,  encargó al Padre fray Juan de la Cruz que fuese allá y buscase  el remedio oportuno a tanto desbarajuste. Allá se presentó fray Juan  y trató de aclarar las cosas y ponerlas en su punto, moderando penitencias insoportables, cortando, por otra parte, abusos  de andar correteando por las calles y haciendo el ridículo para que los tengan por santos.  Educó en el silencio y en el camino de la oración más auténtica  y trata de poner cordura en todo aquello. No sabemos de fijo los frutos de su intervención.

La Santa  recibió entonces una carta del extravagante maestro y ésta la envió al P. Domingo Báñez, OP, para que le diese su parecer acerca de todo este asunto. La respuesta de Báñez es un monumento de cordura y de prudencia religiosa, desacreditando totalmente los métodos del maestro. Sus puntos de vista son los de fray Juan. La carta del dominico es un monumento de sentido común y de sensatez religiosa, desmantelando los criterios y prácticas del maestro de novicios. La firma Báñez  De San Esteban de Salamanca, a 23 de abril de 1572.

La Madre, que había tenido su parte en el nombramiento de Ángel de San Gabriel como maestro de novicios, escarmentada,  dirá de él que era “fraile harto mozo y sin letras y de poquísimo talento ni prudencia para gobernar; y experiencia no la tenía, porque había poco que había entrado” (Fundaciones 23, 9). Terminada esta aventura pastranense, vuelve fray Juan a su rectorado de Alcalá.

26.  Trasladado a Ávila

Antes de la llegada de Juan de la Cruz a Ávila conviene recordar algo singular:”Poco tiempo en sitio; poco tiempo en otro y con encomiendas muy serias que cumplir: este parece el sino de Juan de la Cruz; y él se aviene a lo que la obediencia le ordenare. De Alcalá a Pastrana, de Pastrana vuelve a Alcalá, y bien pronto le va a llegar otro requerimiento, otro nombramiento. Menos mal que esta vez va a estar cinco años seguidos de asiento en Ávila” /La biografía, 245/.

Veamos: se halla ya integrado  en su rectorado de Alcalá cuando le llega   orden del Comisario Apostólico Pedro Fernández, una vez consultado el Nuncio Ormaneto, para que se trasladase a Ávila  para ser allí confesor y vicario de las monjas del monasterio de la Encarnación.

Priora de La Encarnación era la madre Teresa de Jesús  desde octubre del año 1571. Aquel nombramiento, hecho por el Comisario Apostólico, liberando a la Madre del Priorato de Medina, disgustaba a las monjas de la Encarnación... La entrada de la madre como nueva Priora de aquella casa fue dramática por la oposición cerrada de la comunidad. Resuelto el asunto debidamente, la Santa comenzó a pensar que necesitaba alguien como fray Juan a su lado para mejorar la situación de aquella macrocomunidad en la que había más de 150 monjas.  Ya con el permiso en la mano la Madre comunicó a sus monjas: “Tráyoles un padre, que es santo, por confesor”.

En Ávila le va a tocar:

·         ocuparse como vicario y confesor de la Encarnación;

·         acción apostólica en otros ambientes

·         ejercer de “exorcista” en varios casos, especialmente en uno de ellos, muy sonado; dar clases o clasecillas a niños, como si fuera un maestro de barrio

·         terciar en composiciones poéticas y otros escritos ocasionales,

·         acompañar a la Madre Teresa a la fundación del monasterio de Segovia.

·         cumplir algún otro mandato de la Madre Teresa, yendo, por ejemplo a Medina del Campo a examinar el caso de una monja, por si era posesa por el maligno.

·         et., etc.,

27.  Su trabajo en la Encarnación

Debió llegar fray Juan  a Ávila en mayo de 1572. Ya  a finales de setiembre escribe la Madre a su hermana Juana de Ahumada: “Gran provecho hace este descalzo que confiesa aquí; es fray Juan de la Cruz”.

Como fruto evidente de su trabajo de guía espiritual en el monasterio, todo el mundo ponderaba el cambio que se había producido en La Encarnación: Santa Teresa declaraba:_“A mí me atribuyen la conversión y remedio de esta casa; yo puedo decir que fue fray Juan  de la Cruz y su compañero”. Y la beata Ana de San Bartolomé da este testimonio: “Decían algunas personas: Podemos decir a las monjas de la Encarnación: dinos con quien paces y diremos lo que haces, dinos tu maestro y sabremos tu ciencia”. Ya no es la Encarnación la que solía, ya no hay entretenimientos mundanos, ya comen pasto divino; no buscan libertades ni salen a la puerta sino a beber al agua viva del espíritu de fray Juan  de la Cruz, que en gustando éste, lo demás se conoce ser falso y engañoso”.

Uno de los lances más famoso entre santo y  santa es el que se refiere al momento del matrimonio espiritual de la Santa. Lo cuenta ella misma. Sucedió el 18 de noviembre de 1572: “Estando comulgando partió la forma el P. Fr. Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las formas...Díjome su Majestad: No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí... Representóseme por visión imaginaria muy en lo interior y diome su mano derecha, y díjome: mira este clavo, que es una señal que serás para mí esposa desde ahora; hasta ahora no lo habías merecido. De aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: Mi honra es ya tuya y la tuya mía”  (CC 25ª, o Rel  35). 

Aparte estos lances  en que interviene Juan de la Cruz hay otros detalles  que dan a entender el trato espiritual y fraterno con que se relacionaban los dos santos, con alguna que otra broma  de buen gusto. Acerca de los escritos (Vejamen, Desafío...) en que intervienen  ambos, hablaremos más adelante:

Solía haber siempre otro carmelita descalzo como compañero de Juan de la Cruz; estos se iban alternado, una vez era uno, otra vez otro…;  los veinte primeros meses de la estancia de fray Juan en Ávila  los pasó en el convento de los calzados. La Madre fue levantando una casita para él y para su compañero junto a las tapias la Encarnación. El Padre Comisario Apostólico concedió la licencia necesaria y se trasladaron a la casita que se llamó “Casa de la Torrecilla. Aquí vivía fray Juan y desde aquí seguía atendiendo a las monjas del monasterio.

28.  Fundación del convento de las descalzas de Segovia

Teresa y Juan de la Cruz  van juntos a Segovia a la fundación de las descalzas en marzo de 1574. Va también Julián de Ávila  y la comitiva de monjas fundadoras con la Madre Teresa; además el caballero de Alba Antonio Gaitán. La misa de inauguración del convento la dijo Julián de Ávila en la festividad de San José; fray Juan  dijo una segunda misa. Más tarde pasa por allí don Juan de Orozco y Cobarrubias, sobrino del obispo y canónigo de la catedral. Y se pone a decir otra misa.

En esto se oyen voces de alguien furioso. Es el Provisor de la Catedral Hernando Martínez de Hiniesta. Llega enfurecido  y va a pedir cuenta a ver quién ha inaugurado aquello sin permiso. Al canónigo que está en el altar le espeta: “¡Esto estuviera mejor por decir!”

Se enfrenta con fray Juan que está oyendo aquella tercera misa con su devoción acostumbrada y le dice: “¿Quién ha puesto esto aquí, Padre? ¡Quitarlo luego todo! Cierto que estoy por enviaros a la cárcel!”. Julián de Ávila, como él dice: “amparéme  de una escalera que había quedado en el portal”, y  tuve por bien recogerme de suerte que no me viese”. Y desde su escondite veía lo que estaba pasando, y así pudo contarlo con su gracejo especial.

La Santa cuenta el acaecido con mesura:  tenía permiso solo de viva voz del Obispo, que estaba entonces ausente en Madrid, y con ese permiso oral había abierto el monasterio..

Fray Juan se volvió a Ávila, y la Madre se quedó en Segovia  cosa de medio año, hasta últimos de septiembre. Vuelto a Ávila, aparte la atención a las monjas de la Encarnación una testigo de vista condensa así la acción apostólica de fray Juan: “Y este celo y gracia para tratar almas y traerlas a perfección era para con todo género de personas;  y así estando aquí en la Encarnación  acudía también a confesar y tratar de oración y cosas de perfección con diversas personas  de otros monasterios y con otras personas, y a todas atraía  a la perfección de vida” (BMC 14, pp.301-302: Ana María de Jesús).  Se dirigía espiritualmente con él don Lorenzo de Cepeda, hermano de la Santa, que tratará con él en 1576. Lo cuenta la propia santa: “Holgádome he que vea que le entiende fray Juan (Carta 17-1- 1577)

Como fruto de su acción espiritual en las religiosas del monasterio, al ir quitando abusos y producirse cambios de conducta en las personas, quienes, de fuera del monasterio, se relacionaban excesivamente y con exceso de visitas con alguna de las monjas se sintieron molestos y se dio el caso de un caballero airado que juró vengarse; y una noche, ya oscurecido, cuando el confesor sale de la iglesia y se va hacia su casita se abalanza sobre él y lo muele a palos, y allí queda maltrecho” (BMC 13, 399).

También tuvo en ese tiempo la peor tentación de su vida por una joven que se le metió en casa y le tentó descaradamente “convidándole e instándole  con su persona” (La biografía, 248-249).

En LA BIOGRAFÍA hay un capítulo, el 11, que título “A brazo partido con el diablo en Ávila.” Se trata del caso de una monja agustina, posesa, llamada María de Olivares Guillamas.

Grandes personajes: insignes teólogos de Salamanca: Bartolomé de Medina, Mancio de Corpus Christi, dominicos; Juan de Guevara y Luis de León, agustinos, y otros, se acercaron a Ávila a ver el prodigio de esta monja que habla de todo lo divino con una brillantez inusitada; y dan por bueno y por de Dios aquel espíritu. Pero los superiores de la Orden de San Agustín no ven claro y piden al jovencito padre Juan de la Cruz, que tiene entonces 32 años que intervenga en el caso, que examine aquel espíritu. El padre General de los agustinos que anda por España le ruega también que intervenga. Fray Juan acepta e intervendrá con el permiso de la Inquisición del distrito.

Esta labor de exorcista, pues desde el primer día que vio a la monja sentenció que estaba posesa del demonio, le resultó larga y penosa, con unas incidencias tremendas, hasta que logró libar a la pobre criatura del enemigo: en La biografía, puede verse al detalle la intervención del Santo y el resultado positivo, después de más de siete meses de trabajos (pp.263-269). El Memorial que fray Juan envió a la inquisición, ha desaparecido.

Aquí y ahora no podemos alargarnos más, lo mismo que en algunos otros casos en la misma ciudad de Ávila (La biografía, 272-273).

Santa Teresa viendo el éxito que había tenido Juan de la Cruz con esta posesa encomendó al santo que fuese a Medina del Campo a ver si una de las descalzas, llamada Isabel estaba también posesa. Juan de la Cruz va a Medina; habla con la monja y dictamina:”Esta hermana no tiene demonio, sino falta de juicio y una grandísima locura”.

29.  Escritos de Juan de la Cruz en Ávila:

Comentario a la letrilla: Vivo sin vivir en mí. Compone este comentario en verso, lo mismo que hace la Santa por su parte.

El Vejamen. En este escrito de la Santa se nos da noticia de lo que fray Juan contestó a la Madre Teresa que preguntó a Francisco de Salcedo, a Julián de Ávila, a Juan de la Cruz y a Lorenzo de Cepeda sobre el significado de aquellas palabras : “Búscate en mí”, oídas por ella en la oración. En las Obras de la Santa se puede ver el juicio que da ella de lo escrito por cada uno de los interrogados, conforme a lo que se llamaba Vejamen, es un escrito más bien irónico, que hay que saber entender correctamente.

A este tiempo pertenece lo que se titula El desafío, respuesta a los frailes y monjas de Pastrana.

En estos años hizo el  diseño del Cristo en la Cruz: al final de estos apuntes van unas páginas sobre este dibujo. 

30.  Maestro en el barrio Ajates de Ávila

Tenemos una noticia muy bonita acerca de otra actividad de Juan de la Cruz y de su compañero Germán de San Matías en el barrio donde se halla el monasterio de la Encarnación. Uno de los niños de aquel entonces hace esta declaración:” «Me acuerdo muy bien que vivieron y moraron en las dichas casillas, que están junto al dicho monasterio de monjas de La Encarnación, dos frailes descalzos de la Orden de carmelitas; que uno se llamaba el padre fray Germán y el otro el padre fray Juan de la Cruz. Y el dicho padre fray Germán era muy bermejo, de buena estatura y una señal de herida encima de la sien. Y el padre fray Juan de la Cruz era pequeño y barbinegro. Y los conocí estar en las dichas casillas hará más de treinta y cinco años; porque yo, siendo muchacho, hablaba con ellos y me enseñaban a leer en cartillas y la doctrina cristiana y a rezar, porque vivía mi madre en una casa más arriba de donde vivían los dichos padres».

31.   “Desobedientes, rebeldes y…contumaces”

Estos tres calificativos van caer sobre los descalzos. ¿Qué sucedió? El General de la Orden, Juan Bautista Rubeo (Rossi) convoca Capítulo  general en Piacenza (Italia), en mayo-junio de 1575. Se deroga el nombramiento de los Comisarios apostólicos de fuera de la Orden para los descalzos. En el Capítulo se nombra Visitador de los carmelitas en España al Padre Jerónimo Tostado. En el Capítulo se toman una serie de medidas frente a (por no decir directamente en contra de…) los descalzos.  El tono es duro y sostenido, como se ve por las siguientes cláusulas, que traducimos del original latino: «Y porque algunos desobedientes, rebeldes y contumaces, que se llaman vulgarmente descalzos, contra las patentes y estatutos del prior general han habitado y habitan fuera de la provincia de Castilla la Vieja, es decir, en Granada, Sevilla y La Peñuela, y no han querido humildemente, aduciendo engaños y cavilaciones y tergiversaciones, aceptar los mandatos y cartas del mismo superior general, les será significado a los mismos carmelitas descalzos, bajo penas y censuras apostólicas, invocando también, si fuere necesario, el brazo secular, que en el término de tres días salgan absolutamente de esos lugares». Cierto que no llama con esos calificativos a todos los descalzos…..

Comenzaron a llegar a España noticias de lo acaecido en el Capítulo, y la Santa escribe ya al padre General el 18 de junio de 1575, aclarándole las cosas con toda libertad; y  en enero-febrero le envía otra carta  en la que le dice:”Yo supe la Acta que viene del Capítulo General para que yo no salga de una casa”. Y se retirará a Toledo, considerando aquello “a modo de cárcel”.

A la reunión que Gracián convoca para  setiembre de 1576 en Almodóvar del Campo acude Juan de la Cruz. Gracián por la facultad que tiene  de comisario y visitador apostólico  anuncia que va a erigir provincia aparte de los Calzados, para terminar con todas esas luchas. Pero ya en la reunión cambia de parecer y dice que esto de la provincia descalza se difiere y deja mandado al padre Antonio de Jesús, como primer definidor que convoque él el capítulo en caso de que termine la comisión de Gracián o le sea revocada o pro ausencia o muerte del Nuncio.

También acuerdan que Juan de la Cruz renuncie  al cargo de confesor y vicario de La Encarnación; pero vuelto a Ávila, el Nuncio le reconfirma en los mismos oficios y allí sigue en Ávila.

32.  “La elección machucada”

En 1574 terminaba la madre Teresa su priorato en ese monasterio. La que le siguió en el oficio terminó, a su vez, en 1577. Tiene que haber elección de nueva priora. A raíz del Capítulo de Piacenza ha sido nombrado por Rubeo Visitador de los conventos de España Jerónimo Tostado, de nacionalidad portuguesa, de la provincia religiosa de Cataluña. En la Patente que le da el Padre General habla del oficio del Tostado como “presidente, reformador, visitador, corrector y comisario general”. Por estas fechas ya andaba por España y va a tener que ver con esta “elección machucada”.   

El 7 de octubre es la fecha señalada para la elección; y por orden del Tostado, llega a Ávila el padre Provincial y su socio.  Convocada la comunidad preside la elección el provincial Juan Gutiérrez de la Magdalena. Les dice que le envía el Visitador General. Lo que allí pasó lo cuentan como nadie las propias monjas.

Como primera provisión mandó que se fueran de la sala los confesores que otras veces solían asistir. Al quedarse solo el provincial con su compañero “ al convento que estaba ya ayuntado leyó una carta del dicho vicario general de ciertas exhortaciones; y tras esto leyó otra del mismo, poniendo muchas excomuniones a cualquiera que votase por monja fuera de casa»  El vicario en esta última cláusula se refería particularmente a la madre Teresa; así lo entendieron de sobra las presentes, aunque no hubiese citado su nombre.  El relato de las monjas prosigue: «Acabadas de leer las excomuniones, ninguna respondió palabra, y habiendo ofrecido todas sus votos por orden, al tiempo de regularlos, el segundo leyose de la madre Teresa de Jesús; y entonces comenzaron el padre provincial y su compañero a echar terribles maldiciones sobre cuyo era aquel voto, diciendo a gran furia que no era digna el alma de cuya era de ser socia de aquella cuyo era el primero. Tanto que estábamos admiradas de ver tales géneros de maldiciones nunca oídas. Y a todos los votos que iban saliendo de la madre Teresa de Jesús, íbase martillando con una llave grande y maldiciendo a cuyos eran. Y acabados de leer los votos, los quemaron con grande ira».

La Madre Teresa habla de machucar las papeletas que salían con su nombre, pero no sabe que las machucaban con una llave grande que tenía a mano; así la reprobación era más ruidosa y contundente.

Las votantes eran 98; la madre Teresa obtuvo 54 votos; la oponente 39. Hay que hacer otra votación, dice el provincial; y las votantes por la madre Teresa replican que ya ha habido elección. Nuevas maldiciones y excomuniones. Y dicen que escribirán al Visitador y que habrá que esperar su respuesta. Entonces «las echó con nuevas maldiciones y excomuniones y las hizo salir de allí [...]; y saliéndose todas juntas (las 54) se fueron al coro alto, delante de un crucifijo afligidas, y mandó luego las fuesen a echar de allí. Y las echaron y cerraron con llave el dicho coro.    

La elección trajo secuelas perniciosas. Aquella situación tan irregular de un grupo tan grande de monjas “excomulgadas”  se va prolongando y todavía el 1º de noviembre no han sido absueltas, Santa Teresa que sigue desde su convento de San José el suceder de las cosas entiende que si “ha de durar mucho, es recia cosa estarse así”, y añade: “Que no se sufre estar así mucho ni aun nada ya, que es gran inquietud y no puede dejar de haber ofensas de Dios”.

Y sigue interesándose por la solución  ella desde fuera  y cree que si se continúa así “será una casa en confusión, como hoy (10 noviembre) me escribe en ese billete fray Juan”.

La situación de Juan de la Cruz no era nada fácil. Entre los letrados que defendían a las “excomulgadas” (que no lo estaban en hecho de verdad) se contaba Bartolomé de Medina, profesor en Salamanca, el doctor Rueda, buen canonista, canónigo de Ávila que había sido profesor de Juan de la Cruz en Salamanca, Bartolomé Muñoz, prior de los dominicos de Ávila, y otros. Y a este parecer se acostaba, sin falta, Juan de la Cruz.

La Madre Teresa escribiendo a Felipe II le cuenta que “ahora, un fraile (H. Maldonado Prior de Toledo) que vino a absolver a las monjas las ha hecho tantas molestias y tan sin orden  y justicia,  que están bien afligidas y no libres de las penas que antes tenían, según me han dicho”.

33.  ¿Terminará fray Juan  en la cárcel?

A Juan de la Cruz ya una vez el Provisor de la diócesis de Segovia le amenazó con llevarlo a la cárcel, y en 1576 ya estuvo preso con Germán de San Matías en Medina del Campo hasta que por orden del Nuncio se les puso en libertad.

Ahora, esta vez, va a ser muy distinto. Cuando el Prior de los calzados de Toledo vino a absolver a las monjas “excomulgadas” ya anduvo  cavilando acerca de quitar del medio a los confesores descalzos de La Encarnación, y muy en particular a Juan de la Cruz. Fray Juan contará años más tarde en Andalucía  que los calzados habían tentado  “con mano armada muchas veces prenderlos”; pero no pudieron porque algunos caballeros que los querían mucho los defendían  con gente que muchas noches los velaban.

34.  La hora de apresarlos llegó en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1577.

El 4 de diciembre ya han desaparecido de Ávila los presos y ya ese mismo día la Madre Teresa escribe al Rey Felipe II, le pone al corriente de todo, pide justicia y presiona al monarca: “Por amor de Nuestro Señor suplico a vuestra majestad mande que con brevedad le rescaten  y que se dé orden  como no padezcan tanto con “los del paño” estos pobres descalzos  todos, que ellos no hacen sino callar y padecer y ganan mucho más das escándalo en los pueblos”. E insiste más todavía:”Cada día lo harán  pero si Vuestra Majestad  no manda poner remedio; no sé en qué se ha de parar, porque ningún otro tenemos en la tierra”. 

** NB: ni a esta carta ni a otras comunicaciones indirectas respondió el Rey. Es algo inexplicable…..

A fray Juan le llevan al convento del Carmen de Toledo. Al llegar, muchos de los religiosos acudieron a verle y cada uno decía lo que le parecía. ; pero se le presenta como desobediente, rebelde y contumaz.

Se le pone en la cárcel conventual, Desde el primer momento se dan cuenta sus detentores que el preso  no dará un paso atrás;  y terminarán por llamarle “lima sorda”. En la cárcel conventual estuvo cosa de dos meses. Cuando llegó a Toledo la noticia de que el otro preso con fray Juan, Germán de San Matías, se había fugado de la suya, cambiaron a Juan de la Cruz a otra más segura y protegida.

Era como un «hueco en una pared, poco más o menos como una sepultura, pero mucho más alto, sin luz; sólo tenía un agujero del ancho de tres dedos que daba bien poca luz”. El primer biógrafo, José de Jesús María (Quiroga) la describe «por haberla visto no sin harta veneración por lo que sabía que había sucedido en ella» (Lib. 2, c. 4, 294: 

NB. Alonso de la Madre de Dios, biógrafo y postulador de la Causa hace prácticamente la misma descripción (BMC 24, 300; y Lib. 1, c. 33, 246); y en el siglo XVIII, como la carcelilla seguía igual uno de los padres Calzados, José Maestro, la describe al detalle: puede verse JVR, La biografía, pp.305-307). 

35.  Vida del encarcelado

En JV   La biografía (307-309) se hace un resumen a base de la documentación que poseemos, que reproduzco aquí ahora:

Cama: Unas tablas con unas mantas, con dos manticas viejas. No disfrutó ni un solo día de una cama estera en que pudiera dormir.

Libros: El libro de rezo, el Breviario y acaso otro libro espiritual, que pudo ser La imitación de Cristo. No consta que tuviese la Biblia; por el Breviario se acercaba a la palabra de Dios: Salmos, fragmentos de epístolas y de evangelios.

 

Ropero: En todo este tiempo no le dieron ropa para que se cambiase, excepto una túnica o camisa ya al final del cautiverio. Con esta carencia tan enorme «le daban mucho tormento los piojos» habiendo «cargado tanta máquina de piojos, que le daban muy gran tormento»

Comida: Pan, agua, sardinas, no siempre una entera sino sólo media. Algunos días le llevaba el carcelero algo de las sobras de la comunidad. Ayuno a pan y agua, lunes, miércoles y viernes en el refectorio de la comunidad, de rodillas, en el suelo. Es para reírse conocer el extraordinario menú de la comunidad en el día de la fiesta del Carmen, que llamaban la fiesta del hábito. No sé si ese día le llegaría algo de más entidad alimenticia. Alguien dice: «Y la cama y comida era como de delincuente que con la falta de sustento le ayudan a que se muera presto».

Disciplinas: El carcelero segundo que tuvo declara cómo ya en la última parte del encarcelamiento «le bajaban al refectorio, estando allí los frailes, tres o cuatro veces, para que recibiera allí disciplina»

Reprensiones: Aunque los frailes iban viendo cuán sólido e inquebrantable era el preso y que no iba a cambiar, se le daban reprensiones y, en público, en la comunidad se le echaba en cara haber dado en el disparate de descalzarse, y que traía la Orden revuelta. Y le tocaba oír: «Mas, ¿quién sino un frailecillo como él es el que nos pone en tantos alborotos?». A veces las reprensiones eran tan fuertes y despiadadas que los religiosos más jóvenes lloraban de compasión y se decían: «Este es santo, digan lo que quieran».

Lavado de cerebro: No sé si es exactamente esto, pero tiene algo que ver con no pocas de las situaciones en que se vio metido y agredido fray Juan, para ver si cambiaba la manera de pensar. Por la parte de fuera de su carcelilla hablan con toda intención para que lo oiga el preso y comentan que los descalzos se van terminando, durarán ya muy poco. Ya libre de la cárcel confesará que lo que más le afligía y preocupaba era oír a sus detentores que la Reforma de la Orden tenía los días contados.

También le toca oír: « ¿Qué aguardamos de este hombre? Empocémosle, que nadie sabrá de él»

De lo que más le afligía: aparte todo lo que fabulan estos frailes con toda la mala idea, en medio de las aflicciones interiores y noches oscuras en que estaba sumido tantos momentos, dirá él mismo en confianza a Ana de San Alberto: «A ratos me desconsolaba pensar qué dirán de mí, que me he ido volviendo las espaldas a lo comenzado y sentía la pena de la Santa Madre»

Un cúmulo de cosas que,  añadidas a las pruebas interiores, a las noches oscuras que padeció, convierten la vida de fray Juan en un retablo de trabajos y miserias.

36.  Cambio de carcelero

En mayo de 1578 hay cambio de carcelero. El nuevo se llama Juan de Santa María. Enseguida con un gesto de humanidad hace que un viernes no baje al refectorio para la disciplina circular de los frailes y las reprimendas consiguientes. Y fray Juan  le dice:”Hermano, ¿por qué me ha privado de este merecimiento?”, Otro gesto bien bueno: desde que ha entrado en la prisión no se ha podido cambiar de ropa interior. Juan de Santa María le trae una túnica limpia  y se puede cambiar.  Y sigue cogiendo más confianza con el nuevo llegado y un día le pide que le haga “la caridad  de un poco de papel y tinta, porque quería hacer  algunas cosas de devoción  para entretenerse. Y se lo trajo”.

37.  Nace la poesía lírica más pura en la cárcel

Ya con pluma y papel va fray Juan a hacer el trasvase de los versos que lleva en la memoria al cuadernillo que le ha traído el carcelero. La copista encargada por fray Juan de hacer copias de sus versos Magdalena del Espíritu Santo nos acerca a ese punto del milagro poético, diciendo: 

”Sacó el santo padre, cuando salió de la cárcel, un  cuaderno que estando en ella había escrito de unos Romances sobre el evangelio In principio erat Verbum, y unas coplas que dicen: Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche, y las canciones o liras que dicen: Adónde te escondiste, hasta la que dice: Oh ninfas de Judea» Completando esta declaración tenemos la de Ana de San Alberto, que recoge de la boca el santo: «Allí hice [...] la otra canción que comienza: “Por cima de las corrientes en Babilonia hallaba”»                                                                              

Total lo único que escribió en la cárcel fue poesía:

31 canciones del Cántico espiritual;

El poema trinitario-eucarístico

¡qué bien sé yo la Fonte que mana y corre aunque es de noche!                  

El Romance de  310 versos sobre el prólogo de San Juan

La paráfrasis del salmo 117 Súper flumina Babilonis…

38.  Escena a recordar

El 14 de agosto, víspera de la Asunción, visita al preso en su cárcel el prior del convento, padre Maldonado. Fray Juan de espaldas a la portezuela está sumido en oración. «¿Por qué no os levantáis viniendo yo a veros?», le dice el prior. Fray Juan responde sumisamente que no puede levantarse tan de prisa y pensaba que era el carcelero. El prior sigue preguntándole: «Pues ¿en qué pensáis ahora?». Y fray Juan: «En que mañana es día de Nuestra Señora y gustará mucho decir misa». Y el prior: «No en mis días», y sale bufando. Así se lo contó el santo a Martín de la Asunción. El prior se debió escandalizar de que un condenado por desobediente y rebelde y excomulgado quisiera, sin más, decir misa.

Visto lo visto y que no le llega la liberación por ningún lado, cree obligación de conciencia lanzarse a salvar su vida. Con la confianza que ha ido cogiendo con el segundo carcelero le pide que le deje abierta la puerta de la carcelilla algún rato; así podrá él mismo ir a verter el servicio que tiene para sus necesidades.

El preso en ese momento no pierde el tiempo; además de oxigenarse se fija bien en cómo es el cierre de la cárcel: un candado y sus tornillos. Cuando ya la siesta de los frailes va a llegar a su fin, volvía el carcelero “y abría la sala y decíale se recogiese; y el bienaventurado padre lo hacía luego, poniendo las manos y agradeciéndole la caridad que le hacía”.

Al día siguiente la misma caridad, y el recluso comienza a aflojar los tornillos  del candado.  Y llega otra petición: le pide unas tijeras, aguja e hilo  para remendar un poco el hábito. Concedido,  y con el hilo que le sobra, atando a un extremo una piedrecilla lo lanza por una de las ventanas para medir la altura a que se encuentra. Ahora hay que buscar una soga o fabricarla, como sea. De dos pequeñas mantas que tiene hará algo así como una soga y atará  una tuniquilla vieja, y listo. 

“Salí  sin ser notada”

Habían llegado aquella noche el provincial y otros dos maestros y les prepararon las camas en la sala antistante a la carcelilla de fray Juan. Pero ya tenía que marcharse esa misma noche: el 16 o 17 de agosto.  Llega la hora deseada y temida. Cuando supone que ya están bien dormidos aquellos sus vecinos empuja la puerta; saltan los tornillos y el candado haciendo gran ruido. Uno de ellos grita: “Deo gratias, ¿quién es?. El preso detiene la respiración y espera. Cuando ya después los oye roncar «recoge las tiras de las mantas y el garabato del candil, sale de la cárcel, pasa sigilosamente por entre las camas de los frailes, que duermen; sale de la sala al corredor y va derecho a la ventana de arco que da al Tajo».

Y por aquella ventana comenzó a descolgarse, asiéndose con las manos y con entrambas rodillas por las mantas abajo. Por fortuna no se despeñó y sigue por la muralla hacia la izquierda, hasta dar en un corralillo sin salida; se da cuenta de que está en el corral de las monjas de la Concepción de que le ha hablado el carcelero. Aquí su angustia fue atroz. Después de esos momentos tan  críticos y angustiosos, así, como pudo, comenzó a arrimarse a una esquina del correal  y asiéndose por unos agujeros o mechinales que tenía, ya, casi sin pensar se vio encima.  Y por un derrumbadero de la muralla se  dejó caer  y sin daño ninguno se encontró en la calle.

39.  “Fray Juan de la Cruz soy”  

Después de pasar unas horas por la ciudad, esperando a que amanezca, comienza a preguntar por el convento de las carmelitas descalzas fundado por santa Teresa. Le encaminan al monasterio, que se encuentra hoy en la calle Nuñez de Arce, entonces de Las Carretas. Llega y la puerta exterior está todavía cerrada. Llama y le abre la mujer que hace de demandadera. Fray Juan se acerca al torno; la tornera pregunta: “Ave María purísima, ¿quién es? ¿qué desea?”  Y le responde con un hilo de voz: “Hija, fray Juan soy, que me he salido esta noche  de la cárcel.  Dígaselo a la Madre Priora”.

La Priora corre al torno y fray Juan le pide que le protejan, que le amparen, que le escondan, pero de prisa, “porque, si le topaban los frailes del Carmen – decía él-  que le harían migajas”.

Rápidamente encuentra la Priora la solución a todas esas peticiones. Hay una monja enferma que pide confesión. Se abre la puerta de la clausura y entra Juan de la Cruz a confesar y atender espiritualmente a la enferma, Ana de la Madre de Dios,

NB- en JV, La biografía se pueden ver las declaraciones lastimeras de las monjas, de una por una ante  aquel hombre tan flaco y descaecido que apenas podía sostenerse en pie: pp. 331-332.

108. Hay que darle algo de comer; y no encuentran  cosa mejor que unas peritas asadas con canela. Sabemos hasta el nombre de la cocinera-enfermera  que se las preparó: Teresa de la Concepción.

** En JVR, La biografía,  puede verse un precioso soneto de José Luis Martín Descalzo titulado precisamente Peras  con canela (pp. 332-333).

En las cerca de tres horas que pasa dentro del convento ha hecho ya tantas cosas: ha tomado sus peritas con canela tan ricas, ha confesado a la enferma, ha contado bastante largamente los percances de su fuga, el deambular por la ciudad buscando el convento, las penalidades de tantos meses de reclusión, etc. Sus hermanas, que le han adecentado y arreglado el hábito, le han enterado de la marcha de la descalcez, y han hablado de la madre Teresa, por la que él ha preguntado con veneración filial. Y le han informado de que ella ha estado todo este tiempo buscándole, como una madre, y removiendo cielo y tierra para encontrarlo.

Ahora va a pasar a la iglesia por una puerta interior que comunica con ella; así no tiene necesidad de salir a la calle, donde todavía le andan buscando los frailes del Carmen.

Y en la iglesita  comienzan a revolotear versos y versos de Juan de la Cruz que llegan a aquellas hermanas como en deliciosa primicia.

40.  Una de las oyentes recuerda:

«El santo estaba con nosotras por la reja de la iglesia hablando cosas muy altas de Nuestro Señor y de una obra que había hecho, en la prisión, de la Santísima Trinidad, que era un gozo del cielo oírle» Otra declara que «dijo unos romances que traía de cabeza y una religiosa los iba escribiendo. Son tres, y todos de la Santísima Trinidad. Esto pasó estando yo novicia en Toledo», dice Isabel de Jesús. No sabemos si además de ese gran Romance que se sabía de memoria, les habrá recitado algunas canciones del Cántico espiritual. Acaso también les ha recitado el romance autobiográfico sobre el Salmo “Super flumina Babilonis”, en el que, desde la paráfrasis bíblica, cuenta los azares de su destierro carcelario.

Las monjas de Toledo enviaron un propio a Santa Teresa haciéndole saber que  Fray Juan había aparecido. Aunque la Priora le haya confirmado antes  que estaba preso en Toledo, esta noticia debió llegarle a la Madre  el día 20, pues vemos que el día 19 no lo sabe todavía, y ya lo sabe al día siguiente. Así prácticamente le llegan al mismo tiempo las dos noticias: está preso en Toledo y se ha fugado de la cárcel y está aquí fuera de peligro.

** NB- Ver en JVR La biografía, pp. 319-320.

Ya al atardecer de aquel día de agosto la Priora, Ana de los Ángeles, llama al canónigo toledano don Pedro González de Mendoza, le explica el caso y le suplica que quiera llevar consigo a Juan de la Cruz  por una temporada a su casa en el Hospital de Santa Cruz. El canónigo accede generosamente  y una de las monjas cuenta que el caritativo canónigo  se lo lleva en su carroza “vestido con un hábito  de sacerdote de clérigo  encima del suyo, porque no fuese conocido de nadie, porque no le volviesen a prender; y estuvo en su casa con grande secreto y hasta tanto que se sintió  para poderse poner en camino”.

La Santa, si antes mientras estaba preso fray Juan no hacía más que hablar de él, ahora que ya está libre sigue hablando, aludiendo a él, a sus penalidades, etc., Por eso cuando se entera de que ha ido a Almodóvar  del Campo a una reunión  o capítulo  de frailes, escribe a Gracián: ”Harta pena me ha dado la vida que ha pasado fray Juan , y que le dejasen  estando  tan malo ir luego por ahí. ¡Plega a Dios  que no se nos muera! Procure vuestra paternidad que le regalen en Almodóvar y que no pase de allí, por hacerme a mí merced. Y no se descuide de avisarlo. Mire no se olvide. Yo le digo que  quedan pocos a vuestra paternidad como él, si se muere”.

Así muestra una vez más su aprecio por fray Juan; si él desaparece quedan pocos, no queda nadie como él. En Almodóvar se le asigna  un enfermero que se ocupe de él, en la persona de fray Pedro de Jesús, para quien fue una dicha y un privilegio ocuparse de un enfermo así.

En la reunión de Almodóvar eligen un provincial, al padre Antonio de Jesús, tratan otros asuntos y nombran a fray Juan  superior del  convento  del Calvario, en lugar de Pedro  de los Ángeles, que irá a Roma  con otro para ir procurando  la separación  de los descalzos en provincia aparte de los calzados.

No han terminado todavía el capitulillo cuando se presenta en Almodóvar el padre Juan de Jesús (Roca) hombre de cánones. Cree con certeza y seguridad que la reunión es ilegal: “Se trata de un ejercicio de jurisdicción - elección de Provincial, nombramiento de Superiores locales, como el del Calvario, designación de procuradores para Roma -, y los descalzos carecen en absoluto de ella. Son, pues, ilícitas e inválidas las resoluciones tomadas". A1 pobre Roca le retienen el Almodóvar "en una celda, donde estuvo preso un mes", no sea que vaya a Madrid y le cuente al Nuncio todo lo sucedido en la reunión.

El padre Antonio, tan contento con su provincialato organiza una visita al Nuncio Sega con la mayor parte de los asistentes a la mencionada reunión en Almodóvar. Apenas los ve en Nuncio lanza insultos a  los frailes, a la madre Teresa, “inquieta y vagabunda”, etc.,  y les hace saber que todo lo allí acordado es nulo. Fray Juan no asiste a este encuentro clamoroso.

41.  A tierras de Andalucía

PRIMER DESTINO: Convento del CALVARIO, en el término de Villanueva del arzobispo, a unos 15 km de Beas de Segura, entre las sierras de Segura y Cazorla, en la provincia de JAEN. .

En el viaje hace una parada en Beas para saludar y ver a las monjas de la comunidad de descalzas fundada por Santa Teresa en 1575.

Es Priora de la comunidad Ana de Jesús (Lobera). La imagen del recién llegado que retienen las monjas en su memoria y que luego refieren se parece bastante a la que tuvieron sus hermanas de Toledo al verlo llegar de la cárcel. Ha mejorado un poco, pero "venía como un muerto, no más del pellejo sobre los huesos, y tan enajenado de sí y tan acabado, que casi no podía hablar", dice una. Estaba flaquísimo y denegrido", dice otra; "flaco y cansado", añade una tercera.

Después de los saludos y de intercambiar algunas noticias, la Priora dice a una monja, Lucía de San José, buena cantora que entone algunas coplillas alusivas a las penas y dolores; el visitante se emociona  todo y pide que cese la música; su sensibilidad le puede.

** NB- puede verse en JVR La biografía, cómo lo cuentan las testigos, pp. 348.

Sigue su camino y llega al CALVARIO, donde hay una comunidad de entre 30 y 40 religiosos. El nuevo Prior llega con la encomienda  de mitigar  aquella vida de tanto rigor. El Prior anterior, a quien se le había pedido lo mismo, no había hecho caso de la recomendación.

Una cosa muy importante que introdujo Juan de la Cruz fue dar una celda a cada uno, conforme a la Regla del Carmelo.

42.  Y ¿cómo era la celda de Juan de la Cruz?

Uno de los amigos de la comunidad que frecuenta mucho el convento, Cristóbal de la Higuera, dice:” no vio más de una humilde cama, que era una tarima de madera, un coto (medio palmo) levantada del suelo, donde no había  más de una frezada. […] Y muchas noches arrimaba la dicha frezada o cobertor y dormía en la tabla o tarima desnuda. Y en la dicha celda no  le conoció ni vio este testigo más de una cruz, una imagen de nuestra Señora la Virgen María y uno o dos libros, una calavera y su disciplina, que por ella se echaba de ver estar bien usada”.

Algunos testimonios de cómo vivían aquellos solitarios pueden verse en JVR. La biografía, pp.352-354: mucho silencio, mucha oración, ayunos, etc.,

Juan de la Cruz comienza ya a en esta casa a exhortar a la confianza en la providencia del Padre Celestial. Uno de los religiosos declarará desde su experiencia allí vivida desde 1579-1581 que “había entre los religioso grande amor y caridad, tanto que los unos  a los otros ayudaban a llevar los trabajos y los sentían como propios”.

Además de la atención material al convento, Juan de la Cruz cuida el magisterio espiritual de sus frailes; era un hombre carismático en este aspecto. Uno de los frailes testimonia acerca de lo que llama “«gracia del cielo para explicar a lo espiritual y místico pasos dificultosos de la Sagrada Escritura dejando admirados a los religiosos, oyéndoselo declarar con sentidos tan fáciles y provechosos, con que los aficionaba al amor divino, que era el fin principal de todas sus pláticas; las cuales en todo tiempo eran espirituales, sin cansarse ni cansar a los que las oían»

Además de los testimonios de los religiosos sabemos de este magisterio amplio y hermoso por las declaraciones de un “retraído”  que Juan de la Cruz había recogido y amparado en el convento. Se llamaba Francisco Enríquez de Paz. Le admitía a casi todos los actos de comunidad. Este personaje testimonia que allí “se vivía con gran paz, silencio, perfección de vida, recogimiento y oración  y unión, para las cosas del mayor servicio y agrado de Dios”. Y las pláticas de Juan de la Cruz  “no eran de otra cosa de día ni de noche, ni en la ordinaria recreación que la Religión tiene, sino decir de cosas espirituales y de devoción”. En los problemas graves que tenía el retraído  confiesa que  «sólo las palabras y pláticas del venerable padre fray Juan le consolaban a tener paciencia y animaban en ellos»; si no hubiera sido por los consejos del santo y por el ejemplo de la vida que veía en él, le habría sido imposible soportar sufrimientos tan atroces. Las instrucciones del padre fray Juan le llevaban tanto a mejorar que «si entonces pudiera ser religioso, lo fuera».  Y, años más tarde hablando de la  r vida cristiana que llevaba él y su mujer Gaspara de Avellaneda, confiesa: «Todo lo cual le vino a él y a su casa, después de Dios, por la comunicación y trato que tuvo con el dicho venerable padre fray Juan de la Cruz”.

En el gobierno de la comunidad trata Juan de la Cruz de imitar lo que él llama “el estilo de Dios” (2S 17, 2): orden, suavidad, acomodarse a cada una de las personas. Básico su magisterio espiritual, ya mencionado, y notables algunos detalles que los religiosos saben apreciar: «Nos sacaba muchas veces al campo y allí nos decía que con aquellas hierbecitas, y como ellas, alabásemos a nuestro Criador, Y, cantando salmos, se apartaba de nosotros con un rostro encendido que parecía le salía fuego de él». Por lo que se refiere al trabajo manual, funcionaba de la siguiente manera: «Los ratos que quedaban libres de los ejercicios espirituales se gastaban en labrar la tierra para el majuelo o en segar el pan a su tiempo y en las demás labores del campo así sacerdotes como hermanos legos»

Salir al campo no era solo para trabajar o/y contemplar sino también para recrearse, descansar y merendar; aunque él en esto de merendolas era sumamente parco, se alegraba de que participasen los demás y se alegrasen.

El bien espiritual que hacía a cuantos le visitaban en el Calvario era muy notable, como refieren los que se beneficiaron del trato con Juan de la Cruz. Aparte este apostolado comenzó enseguida a acudir a las descalzas carmelitas de Beas de Segura, como le había pedido la Santa Madre Teresa. Solía ir a pie, regularmente, los sábados; las atendía ya parte de ese día, al día siguiente las confesaba y dirigía y el lunes se volvía,  también a pie,  a su convento. En este tipo de ministerio se irá manifestando padre y maestro extraordinario.

** NB. En JVR. La biografía pueden verse unos cuantos diálogos formativos con las descalzas; pp.363-367.

No todo iba a ser cosa espiritual sino que Juan de la Cruz en Beas sabía hacer de hortelano, albañil, sacristán.  Lo cuentan las religiosas del convento: «tenía grande cuidado con huir la ociosidad, y en teniendo algún rato desocupado escribía, o pedía la llave de la huerta e iba a limpiarla de las malas hierbas o cosas semejantes. Y algunas veces se ocupó en hacer algunos tabiques y suelos en nuestro convento. Y si tenía compañero, le entraba para que le ayudase, y si no, pedía le diesen recaudo algunas de las hermanas. También gustaba de aderezar los altares y lo hacía con grande aseo y silencio y limpieza»

43.  Fundador  en Baeza.

La estancia de Juan de la Cruz en el Calvario no llega ni a un año. Doctores de la Universidad de Baeza, monjas y personas del pueblo  andan pidiendo que los descalzos funden en la ciudad. Llega la hora de hacerlo, conforme al mejor espíritu de la Madre Teresa que deseaba que sus frailes fundasen en ciudades universitarias.

El fundador va a ser JUAN DE LA CRUZ  con otros tres: Inocencio de San Andrés, Juan de Santa Ana, y Pedro de San Hilarión, que aún no es sacerdote. Habidas las licencias necesarias para la fundación, salen del Calvario y todo lo que traen  con mesa y aderezos para el altar “todo venía en una jumenta”; y ellos a pie  con sus báculos y guardando sus ayunos. Llegan a Baeza la noche del 13 de junio, vigilia de la Santísima Trinidad. Preparan lo necesario durante la noche, el altar, la campanita que cuelgan de una ventana “hasta que por la mañana tocaron a misa”. Ante la novedad acude gente; y durante el día se llegaron a la casa doctores de la Universidad que estaban deseando aquella fundación.

La presencia de Juan de la Cruz y sus descalzos en Baeza fue de lo más beneficioso para el pueblo llano, que estaba muy sensibilizado con la vida espiritual de oración y dirección espiritual. Juan de la Cruz se volcó en esa asistencia  de un modo singular. Inocencio de San Andrés, uno de los fundadores,  ha dejado el siguiente testimonio:

«Sabe este testigo que tenía el dicho santo padre grande celo del aprovechamiento de las almas, y así muy de ordinario acudía al confesonario a confesar y tratar muchas personas, en las cuales hizo mucho provecho y mucha mudanza de vida. Y de esto era todo su trato con los seglares de que se aprovechasen sus almas y se ejercitasen en la virtud, y nunca trataba de otra cosa ni de otros negocios, ni daba lugar a ello, y esto con todo género de personas; y así acudían muchas personas a él a ser enseñadas por el mucho lenguaje que de Dios tenía, así hombres doctos como gente ordinaria. El mismo cuidado tenía de que acudiesen a la predicación y confesión los padres que para esto estaban dedicados, porque daba demostración de holgarse con el consuelo y aprovechamiento de las almas. Y dijo asimismo este testigo, que, habiendo vivido muchos años con el dicho santo padre en el Colegio de Baeza, nunca se han continuado tanto las confesiones como en el tiempo que él estuvo en el dicho colegio, aunque se confiesa de ordinario mucha gente; pero el tiempo que él estuvo en el dicho Colegio de Baeza por prelado, todos los días, así por la mañana como por la tarde, asistían los confesores en los confesonarios, y no podían acabar de confesar toda la gente que acudía, aunque al presente no se confiesa por las tardes, porque lo ha dispuesto la Religión así»

Estamos ante una declaración directa de amplio espectro acerca de la intensidad apostólica de aquella comunidad primera. Así se funcionaba durante el rectorado de fray Juan. Para poder atender al máximo a la gente había cambiado los horarios, haciendo las dos horas de oración pronto por la mañana, atendiendo luego al pueblo y lo mismo toda la tarde. Más adelante, cuando soplaron otros aires, se cambió.

Y como tenían tanto confesonario, Juan de la Cruz introdujo en su colegio la lección de Moral, (que más tarde se mandó por Constitución) obligando a que cada confesor sustentase un día  la tesis o caso de moral.

Y «mandaba asistir a ellas a todos los coristas hasta los novicios. Y en los argumentos daba distinciones y respuestas tales, que los más entendidos decían no lo podía hacer sin ilustración particular de Dios y juntamente decían podía presidir en Alcalá y Salamanca y causar admiración».

44.  Oráculo de los doctos

Entre los «hombres doctos» que acudían muy de ordinario a tratar y consultar con Juan de la Cruz nos encontramos prácticamente con los mismos que estaban pidiendo la fundación, con los que acudieron el primer día. Los nombres que más recuerdan los testigos son los doctores Ojeda, Diego Pérez, Carlebal, Becerra, el maestro Sepúlveda. Todos estos discípulos de san Juan de Ávila, del Maestro Ávila, tienen ahora por oráculo a Juan de la Cruz y «gastaban con él muchas horas en muchos días». Se hacen lenguas de su sabiduría y se les oye decir. «¡Qué hombre tan profundo este!».

Otro de los que frecuentan el convento, el doctor Becerra, tiene fama de gran predicador, predicador de campanillas. Por su púlpito le llamaban «el divino», y fue Juan de la Cruz quien «de predicador vano le hizo predicador apostólico de Cristo», como él mismo confesará en los funerales del santo.

Desde Baeza sigue yendo a Beas de Segura a atender como siempre a aquella comunidad.

 “Desde Baeza venía a este convento a confesar a las religiosas como de antes, de quince a quince días, como podía, o de mes a mes. Y como venía de más lejos, se estaba en esta villa más tiempo confesando y predicando”.

De cuando en cuando hacía también un viaje  o, según las posibilidades una visita al Calvario y “con su  presencia, ejemplo y pláticas espirituales reforzaba  a los dichos religiosos y los dejaba alentados para con mayor devoción acudir  al servicio de Dios, como dice un testigo presencial.

Pero atención muy principal para él era el cuidado de sus frailes, de sus estudiantes: De aquí salieron personajes ilustres y muy bien preparados, que estudiaron en la Universidad de Baeza.

** NB- En JVR La biografía, pp.. 377-387, hay datos sobre unos cuantos que, como en una mesa redonda aparecen dando su testimonio acerca de Juan de la Cruz, de sus valores espirituales y culturales, etc., Ahí están en este plan los nombres de Alonso Palomino, Jerónimo de la Cruz, Juan de San Pablo, Sebastián de San Hilarión y otros grandes hijos y discípulos del Santo. 

45.  Juan de la Cruz y sus enfermos del “catarro universal”

Merece capítulo aparte  el mundo de los enfermos  en la comunidad de Baeza.  En 1580 se desencadenó la pandemia  llamada “el catarro universal”. Juan de la Cruz se encontraba en Beas y le llega la noticia de cómo en su convento están todos en cama sin que nadie esté en pie para atender a los demás. Sale inmediatamente para Baeza y cuando llega se encuentra, efectivamente,  con los 18 de comunidad encamados.

Los relatos de algunos de ellos son de antología. Juan de Santa Ana, uno de los cuatro fundadores de la casa, cuenta su caso:

«Cuando volvió nos halló a todos en la cama enfermos, sin haber quedado alguno en pie que pudiese acudir a los demás. Él llegó a tal tiempo, que es cierto si no viniera entonces muriéramos algunos. De mí digo lo tengo por muy cierto muriera, porque ya estaba sin poder comer bocado. Llegó él muy afligido».

Hay que obrar con rapidez, se dijo fray Juan, y ¿qué se le ocurre?

Manda traer a toda prisa «un cuarto de carne y lo hizo aderezar, y él mismo iba a llevarlo y hacernos comer, aunque sin gana, poniéndonos delante el mérito de la obediencia; y fue con tanto cuidado y caridad que en pocos días estábamos todos buenos»

En este trance tan delicado la cosa se complica, porque llegan otros nueve enfermos del convento del Calvario.

Cuando los ve llegar el procurador de la casa se asusta y dice al rector que hay que salir a buscar entre los bienhechores la ayuda necesaria para el caso. Fray Juan le dice, frenándolo: «Dios proveerá». Y la providencia en este caso les llega “con más de veinticuatro o veinticinco colchones y cantidad de almohadas y sábanas y algunas camisas». Todo este envío que nadie ha pedido lo recibe fray Martín, entonces enfermero. También es testigo de que Teresa de Ibros, penitenta del santo, a la que llamaban «la madre Teresa», trae treinta pollos y otros muchos regalos para los enfermos. Fray Juan, viendo tanta generosidad, dijo. « ¿Veis como es bueno confiar siempre en Nuestro Señor?»

Aparte de los buenos consejos espirituales que da a sanos y a enfermos, en el caso de estos últimos, además de ir él mismo a darles de comer, «les decía cuentos para alegrarlos, y decía que aquellos, aunque eran del mundo, no eran ociosos, sino de provecho, pues alegraban y aliviaban al enfermo; y así nos avisaba lo podíamos hacer sin escrúpulo, siendo como eran cuentos muy honestos y dichos muy agudos, porque no nos escandalizásemos él decía aquellos cuentos de los sucesos en el mundo».

También le gustaba poner música a los enfermos para que se alegrasen y entonasen. En fin, hacía algo a lo parecido que se usa actualmente  en el trato con enfermos : la geloterapia y la meloterapia. Curación a través de la risa y la música.

** NB. Otros testimonios acerca de cómo atendía a los enfermos pueden verse en JVR La biografía, p. 411-412.  Ahí mismo se cuenta lo que dice a fray Martín que en casa de sus padres donde hay 16 enfermos no morirá ahora ninguno. Y así fue; pero allá lejos en Medina del Campo murió en 1580 Catalina Álvarez, la madre de Juan de la Cruz. Está enterrada dentro del claustro del convento de las carmelitas Descalzas, con  esta inscripción: “Aquí yace la venerable señora Catalina Álvarez, madre de nuestro padre san Juan de la Cruz”

46.  Cortijo de Santa Ana”

Este título hace referencia a la finca rústica que regaló la viuda doña Elvira Muñoz al colegio de San Basilio de Baeza, del que era rector Juan de la Cruz, que aceptó el cortijo. No se trataba de una nueva fundación sino de algo así como una filial de Baeza; el superior de Baeza y del cortijo era el mismo Juan de la Cruz.

Juan de Santa Ana con algún otro religioso fue destinado por el santo a vivir en la finca, trabajar en ella y atender espiritualmente a la gente del contorno. El mismo Juan de Santa Ana cuenta:

“El padre fray Juan de la Cruz, como era rector iba muy de ordinario allá, porque no estaba de Baeza más que cinco o seis leguas. Estábase – en la finca – algunas veces una semana; salíase por aquellos campos cantando salmos  y en especial a las noches; llevábame algunas veces consigo y luego trataba de la hermosura  del cielo y luz de tantas estrellas. Y me decía que, con ser tantas, diferían en especie unas de otras, como el caballo del león, y otras cosas de la armonía de los cielos y música que hacen grandísima con sus movimientos; y luego iba subiendo, hasta llegar al cielo de los bienaventurados. De allí decía lindezas de su hermosura y ¡qué sería la del que a ellos se la dio! Con esta plática se quedaba callando por gran rato. Yo, entendiendo se dormía, por ser gran rato de la noche, le decía: ¡Padre, vámonos, que se duerme y es ya muy noche   y le hará mal el sereno. Respondíame:”Ea, vámonos, que yo sé que tiene buena gana de dormir también Vuestra Reverencia”

Hasta pitagórico andaba Juan de la Cruz, escuchando la armonía de los astros y su musicalidad.  Cuando ya estaba para irse a Baeza, miraba lo que había en la casa, se fijaba en los dineros y arramblaba con ellos y con lo demás que le parecía poca pobreza. “Yo lo sentía y decía para qué lo tenía y las trazas que iba dando, para que no faltase algo en aquella soledad. Y respondía: “Frailes descalzos no han de ser frailes de trazas: sino frailes de espera en Dios”

Al capítulo de separación en Alcalá de Henares

La separación de los descalzos en provincia aparte de los calzados fue de lo más trabajoso con propuestas y contrapropuestas, buscar inconvenientes de todas clases, etc., Finalmente, se consiguió y el Breve  del Papa Gregorio XIII Pía consideratione donde se concedía,  lo llama la Santa “muy copioso”.

Presidirá el Capítulo,  que comenzará el 3 de marzo de 1581 en Alcalá de Henares.  Juan de las Cuevas, dominico, Prior de San Ginés de Talavera de la Reina.

Juan de la Cruz asiste como Rector del colegio de Baeza con su socio Inocencio de San El 4 de marzo fueron elegidos los definidores en la persona de Nicolás de Jesús María (Doria; Antonio de Jesús (Heredia); Juan de la Cruz; Gabriel de la Asunción.

El mismo día, a las 11 de la mañana, se tuvo la elección del Provincial. El resultado de las votaciones fue el siguiente:

·         1 voto: Gabriel de la Asunción.

·         1 voto: Nicolás de Jesús María (Doria).

·         7 votos: Antónimo de Jesús (Heredia)

·         11 votos: Jerónimo Gracián de la Madre de Dios.

Quedó elegido Jerónimo Gracián, conforma los deseos de la Madre Teresa, que había andado muy metida en propaganda electoral (Puede verse este tema “propagandístico” en JVR, La biografía, pp.418-419).

En el Capítulo se aprobaron las Constituciones de los frailes y las monjas, en la ciudad se tuvieron conclusiones de Filosofía y otras cosas semejantes, según la costumbre del momento.

Juan de la Cruz, terminado el Capítulo  el día 16 de marzo,  vuelve a su convento de Baeza, y el 2 de abril recibe la profesión de uno de sus más queridos frailes: Jerónimo de la Cruz.

47.   “Desterrado y solo por acá”

Esto no es título de ninguna novela   sino la queja de Juan de la Cruz en una de sus cartas que conviene leer por entero. Escribe a Catalina de Jesús y le dice:

Jesús sea en su alma, mi hija Catalina.

Aunque no sé dónde está, la quiero escribir estos renglones, confiando se los enviará nuestra madre, si no anda con ella; y, si es así que no anda, consuélese conmigo, que más desterrado estoy yo y solo por acá; que, después que me tragó aquella ballena y me vomitó en este extraño puerto , nunca más merecí verla ni a los santos de por allá . Dios lo hizo bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para gran luz el padecer tinieblas. ¡Plega a Dios no andemos en ellas!

¡Oh, qué de cosas la quisiera decir!; más escribo muy a oscuras, no pensando la ha de recibir; por eso, ceso sin acabar. Encomiéndeme a Dios. Y no la quiero decir de por acá más porque no tenga pena.

De Baeza y julio 6 de 1581.

Su siervo en Cristo, FRAY JUAN DE LA +

Sobrescrito: Es para la hermana Catalina de Jesús, carmelita descalza, donde estuviere.

Podíamos creer que Juan de la Cruz después de varios años en Andalucía estará ya bien aclimatado  a esta tierra; pero no parece que sea sí. Y a acrecentarle esta desgana concurre santa Teresa que  en carta al provincial del 23/24 de marzo de este mismo año 1581 le dice:” «Olvidábaseme de suplicar a vuestra reverencia una cosa en hornazo; plega a Dios la haga. Sepa que consolando yo a fray Juan de la Cruz de la pena que tenía de verse en Andalucía (que no puede sufrir aquella gente) antes de ahora, le dije que, como Dios nos diese provincia, procuraría se viniese por acá. Ahora pídeme la palabra; tiene miedo que le han de elegir en Baeza. Escríbeme que suplica a vuestra paternidad no le confirme. Si es cosas que se puede hacer, razón es de consolarle, que harto está de padecer».

Se ve que fray Juan le insiste de nuevo a la madre para que vea de conseguir su traslado. Personalmente pienso que el Provincial hizo muy bien en no hacer caso ni al uno ni a la otra; y Juan siguió en Baeza, siguió en Andalucía, tan feliz, una vez que se fue recuperando de ese su tono anímico bajo, del que no hay que extrañarse después de aquellos nueve meses  de prisión, cuyas secuelas no es tan fácil dominar. ¿Qué pensaría hacer santa Teresa con él si vuelve en esos momentos a Castilla?

48.   Fundación de las descalzas en Granada

La fundación de carmelitas descalzas en Granada era una vieja aspiración de la Madre Teresa. Gracián instituye Vicario suyo en Andalucía a Diego de la Trinidad “dándole mis veces y plena autoridad para todo lo que en la dicha provincia yo podía hacer”.

La Santa sigue pensando y actuando en orden a esa fundación. En noviembre de 1581 interviene el mencionado padre Vicario provincial, y envía este documento al santo:

“«Mando, debajo de precepto, al reverendo padre fray Juan de la Cruz, rector del colegio de San Basilio de Baeza, vaya a Ávila, y traiga a nuestra muy reverenda y muy religiosa madre Teresa de Jesús, fundadora de las madres descalzas, priora de San José de Ávila, a la fundación de Granada; con el regalo y cuidado que a su persona y edad conviene, con las demás monjas que fueren necesarias para la dicha fundación. Es su data lunes, trece de noviembre de mil y quinientos y ochenta y uno».

Juan de la Cruz sale rápidamente para Ávila, acompañado del Padre Pedro de la Purificación. La entrevista con Santa Teresa tuvo lugar en San José de Ávila el día 28 de noviembre por la tarde. Es el último encuentro entre los dos. No tenemos la narración de lo que trataron,  como en aquel primer encuentro en Medina en 1567. La Madre tuvo que decir a Juan de la Cruz que no podía ir personalmente por estar ya comprometida para ir a la fundación de Burgos. 

La Santa cuenta a Gracián  lo que anduvo haciendo fray Juan antes de emprender la vuelta: Le dice la Madre: “Harto quisiera fray Juan de la Cruz  enviar a vuestra reverencia  algún dinero y harto contaba si podía sacar de lo que traía para el camino, mas no pudo. Creo lo procurará enviar a vuestra Reverencia”.

Fray Juan lo siente en el alma, pero tiene que conformarse. Emprenden el viaje de vuelta  el 29 de noviembre con las monjas de Ávila señaladas por la Santa para la fundación: María de Cristo, Antonia del Espíritu Santo,  en Malagón se asocia Beatriz de Jesús, sobrina de la Santa. Llegaron a Beas  el día de la Inmaculada, 8 de diciembre. 

Ana de Jesús (Lobera), que será la  priora de la nueva fundación, sintió mucho que no viniera la Madre Teresa y tuvo que contentarse con una carta que le traían en mano, en la que le decía “que por solo mi contento quisiera poder venir, más que nuestro gran Dios había de hacer todo bien en Granada, y me había de ayudar su Majestad mucho”.

Juan de la Cruz se volvió, después de unos días, a su convento de Baeza, donde pasó las Navidades, en espera de acompañar a las monjas a Granada. A pesar de todas las complicaciones que habían ido surgiendo, Juan de la Cruz  y Pedro de los Ángeles con Ana de Jesús y otras seis monjas  salieron de Beas, camino de Granada el lunes  15 de enero de 1582 a las tres de la mañana.

Se vio que el Vicario provincial era poco sagaz en los negocios; ese mismo día, el que le había alquilado una casa se volvió atrás “diciendo que no sabía que era para monasterio cuando la dio; más que ahora que lo sabía, que no saldría de ella  él, ni mucha gente que estaba en ella, y así lo hizo”. Estando ya para llegar las monjas  don Luis de Mercado, oidor de la Audiencia de Granada, sugirió a su hermana doña Ana de Peñalosa que sería bien acoger en su casa  a las fundadoras “dándoles un pedazo en que estén por sí, hasta que hallen un rincón en que meterse”.  Doña Ana, que será la gran dirigida de fray Juan, accede gustosa “y con grande priesa comenzó a aderezar su casa y a componer todo lo necesario  para la iglesia y nuestro acomodamiento, que nos lo hizo harto bueno, aunque con estrechura, por la poca casa que había”. Así lo cuenta Ana de Jesús.

La comitiva de Beas llegó a Granada  el 20 de enero, “a las tres de la mañana”. A la puerta  de su casa estaba doña Ana de Peñalosa  que las recibió gustosa  y acomodó lo mejor que pudo en su casa.  Ana de Jesús, siempre precavida y juiciosa, envió un recaudo al arzobispo  anunciándole sus llegadas, e invitándole a que viniese a poner el Santísimo y demás. El Prelado respondió con mucho amor, dándoles la bienvenida  y  a las siete de la mañana  llegó el provisor don Antonio Barba, cantó la Misa con toda solemnidad, haciendo de diácono Juan de la Cruz y de subdiácono Pedro de los Ángeles. Así se inauguró la nueva comunidad de carmelitas descalzas en la ciudad de Granada.

Ese mismo día fueron a ver al arzobispo el hermano de doña Ana y el licenciado Laguna para darle las gracias por el permiso que había dado para  la fundación “y hallárosle echando chispas porque habíamos venido”. Entonces, por qué ha dado el permiso: “No pude hacer menos, que harto forcé mi condición, porque no puedo ver monjas”.

A los siete meses pudieron alquilar una casa en la calle Elvira y se trasladaron allí.

** NB. Recibieron una carta de Santa Teresa  escrita el 30 de mayo de 1582 desde Burgos. Es la llamada “carta terrible”, en la que la Santa (informada a medias) arremete duramente contra Ana de Jesús, echándole en cara, además que se hayan metido en casas de la Peñalosa.

49.  En  los santos mártires de Granada

Juan de la Cruz no ha venido a Granada solo para acompañar a las fundadoras de las descalzas sino que ha venido a quedarse en los Mártires, título del convento de los descalzos en esta ciudad. Y va a tomar posesión de este su primer priorato granadino. En JV. La Biografía se da noticia de la fundación de esta casa fundada en 1573, pp.443-447.

Además de las muchas obras que han ido haciendo los superiores anteriores, le va a tocar a Juan de la Cruz emprender obras importantes en los años que va a estar en esta casa (1582-1588). El tema de la conducción del agua  le llevó  a construir “un acueducto que salve el desnivel  y lleve al agua  directamente  y sin desperdicio  hasta el estanque de  la huerta y hasta la misma casa”. Además  acometió la construcción de habitaciones, de celdas, de alguna sala y del claustro que solían Lamar “claustro cuadrado”.

A su diligencia se debe también el estanque grande  con que se riegan la huerta alta y la baja, la viña, y olivar que dentro tiene.

Impórtame la obra material pero mucho más la construcción espiritual. En JV. La biografía se puede ver, (a imitación de lo que se hizo al hablar de Baeza) la galería de testigos: Jerónimo de la Cruz, Baltasar de Jesús (Ramírez Cazorla), Jorge de San José, Martín de San José, Diego de la Concepción , Alonso de la Madre de Dios(Ardilla), Agustín de San José, Luis de San Ángel, Agustín de la Concepción Juan Evangelista…,, cómo y cuán bien testimonian acerca de Juan de la Cruz, dándonos entre todos una semblanza maravillosa e históricamente segura de cómo era aquel hombre.

Como padre y maestro de su comunidad sigue perfeccionándose en su estilo pedagógico ya conocido en el Calvario y en Baeza. También el toca en estos años atender solícitamente a los enfermos y curar con su gran arte a alguno más melindroso que enfermo de verdad.

Juan de la Cruz fue Prior de Granada la primera vez: 1582-1583; es reconfirmado en el cargo en 1583; en 1585 cesa en el Priorato al ser elegido Vicario Provincial de Andalucía; terminado este oficio, en 1587 es elegido de nuevo Prior de Los Santos Mártires.  

Cuida y mima su comunidad de frailes; y se desvive por el convento de las carmelitas descalzas, donde ha tenido un cenáculo de personas insignes, con las que en La Biografía he levantado otra galería de testigos que le conocieron muy bien: Ana de Jesús (Lobera), Beatriz de San Migue, Agustina de San José, María de la Cruz (Machuca), Isabel de la Encarnación, María de la Madre de Dios. Todas estas grandes discípulas de Juan de la Cruz.

Entre las personas espirituales de la calle se cuentan especialmente dos Ana de Peñalosa y Juan de Pedraza y atiende también a dos beaterios.

128. Continúa además su ministerio ante las descalzas de Beas. Una de las monjas nos informa:” «Nos avisaba desde Granada que tenía un buen suprior; que pidiésemos licencia y, luego que le enviábamos la licencia del padre provincial, venía y se estaba con nosotras un mes y más y nos consolaba y animaba para todo lo bueno con un espíritu tan grande que parecía que abrasaba el alma y corazón en amor de Dios».

50.  Fundador de las  Carmelitas Descalzas de Málaga

La fundación de los descalzos en Málaga se hizo en 1584, el 27  de junio. Al año siguiente, el provincial, Jerónimo Gracián,  delegó en Juan de la Cruz, su Vicario Provincial “ad casum”,  que llevase a cabo la fundación ya aprobada de las monjas.  Fray Juan alquiló la casa, escogió las monjas: tres  del convento de Granada y 2 de Beas. En febrero  de 1585 las acompaña desde Granada. La fundación se hizo  el 17 de febrero de 1585. Juan de la Cruz hizo el Acta muy detallada; al final dice:

”Fundóse en pobreza, sin ningún arrimo temporal. Sea Dios servido de conservarle en ella hasta la consumación del siglo, para que goce en las riquezas eternas para siempre con Dios. Amén”.

51.  Capítulo provincial en Almodóvar del Campo: 1583

Atención: al  anticipo cronológico que hemos hecho en números anteriores, para hablar conjuntamente de todos los años granadinos de Juan de la Cruz. .. 

En 1583 llegaba a Almodóvar Juan de la Cruz como Prior de Granada  con su socio para este segundo Capítulo de la Descalcez.  Durante el viaje de unos y otros al lugar suceden cosas que hoy nos hacen reír, pero que entonces se las tomaban muy en serio (Véase JV. La biografía, pp.481-482) El Capítulo, en el que no habrá elecciones de Provincial y de superiores locales, se discute  el modo de la elección de los Priores.

En un momento dado se levantó Juan de la Cruz y, enardecido, presenta las razones poderosas  para defender la no reelección de los superiores. Alonso de San Alberto, asistente, declara que Juan de la Cruz defendió

«que no hubiese reelecciones en la Orden, sino que los prelados que acababan de serlo, inmediatamente quedasen sin oficio alguno de prelacía”. Y añade que «esforzó lo que decía con tanta energía y viveza de razones y ponderaciones, que hizo gran admiración a todos los que nos hallamos presentes».

Aunque se aprobó lo que decía fray Juan, se dijo que esto no obligaría hasta dentro de 6 años por la falta actual de religiosos aptos para gobernar los conventos. Y, curiosamente, en ese mismo Capítulo fueron reelegidos  todos los Priores, y Juan de la Cruz, otra vez de los Santos Mártires de Granada.

Aunque los primeros misioneros enviados a Angola – lo que entonces se llamaba el Congo -  se ahogaron, el Provincial repropone enviar otra expedición; se aprobó y se hicieron a la mar  ese mismo año  de 1583.

Se discutió también si se fundaba fuera de España o no. Se autoriza al Padre Nicolás Doria para que funde en su tierra, en Italia.

Se aprobaron también algunas determinaciones litúrgicas y espirituales.

Por lo que se refiere a la cuestión de la corrección de las culpas, Juan de la Cruz dijo las propias y el Provincial, por su parte, le acusó de que visitaba poco la gente seglar y le exhorta a  que lo haga para obtener más limosnas para el convento. Juan de la Cruz, pide la palabra, y dice:”

«Padre nuestro, si el tiempo que yo he de gastar en visitar estas personas y persuadirlas a que me hagan alguna limosna lo ocupo yo en nuestra celda en pedir a Nuestro Señor mueva a esas almas a que hagan por él lo que habían de hacer por mi persuasión, y Su Majestad con esto me provee mi convento de lo necesario, ¿para qué he de visitar, si no es en alguna necesidad u obra de caridad?»

El provincial no le discute aquellas afirmaciones tan sinceras y todos, en definitiva, le dan la razón.

Terminado el Capítulo, Juan de la Cruz vuelve a Granada, reelegido Prior de la comunidad.  

52.  Capítulo Provincial en Lisboa-Pastrana: 1585.

Al final del cuatrienio se tiene este Capítulo ordinario, que comienza en Lisboa en mayo de 1585.

El 10 de mayo está ya en Lisboa. El 11 fue la elección de definidores, que quedó así: 1. Jerónimo de la Madre de Dios (Gracián; 2. Juan de la Cruz. 3. Antonio de Jesús (Heredia).4. Gregorio Nacianceno. Por renuncia del Padre Antonio fue elegido después  Juan Bautista, el “rondeño”.

Gracián que terminaba su oficio de Provincial presentó al Capítulo su Informe acerca de la marcha de la Provincia y Una Apología y defensa contra las calumnias que se han dicho  contra fray Jerónimo Gracián de la Madre  de Dios, en los cuatro años  de su provincialato, y lo que en este tiempo se ha aumentado la provincia.

La elección del Provincial tuvo lugar el día 12. Salió elegido Nicolás de Jesús María (Doria)  con 26 votos  de los 28 votantes. Doria no estaba en el Capítulo, sino en Génova; y se designaron  a Pedro de la Purificación  y Cristóbal de San Alberto para que fueran a buscar al nuevo elegido. Entre tanto se siguió celebrando el Capítulo. A petición de Gracián,  como primer definidor,  se aprobó ir a fundar en México. El 17 de mayo se extendió la Patente para Juan de la Madre de Dios  y once compañeros para que puedan pasar a las Indias. Firman todos los definidores,  entre ellos Juan de la Cruz y el secretario Bartolomé de Jesús.

Y en Lisboa «no se ordenó otra cosa alguna, porque luego comenzaron a escrupulizar si era válido lo que se ordenase estando el provincial ausente» Y así se remitió la prosecución del Capítulo hasta que viniese de Génova el provincial electo.

Durante esta estancia de Juan de la Cruz en Lisboa tiene lugar su negación absoluta a ir a ver a la famosa monja de las llagas. Juan de la Cruz, siempre pensó que era un fraude, un engaño garrafal, y así resultó: En JV. La biografía, pp.518-521. Puede verse tratado el caso.

Continúa el capítulo en Pastrana: octubre 1585.

El elegido Provincial Nicolás Doria se embarcó en Génova  el 7 de agosto. Llegó a España ya en octubre y enseguida convocó a la continuación del Capítulo en Pastrana el 17 de octubre. 

El Capítulo se abrió  el 18 de octubre. El 27 de octubre  Doria y los definidores del Capítulo  mandan  al Vicario Provincial de Castilla Gregorio Nacianceno que se ocupe de trasladar el cuerpo de la Madre Teresa de Jesús de Alba a Ávila.

Ha quedado como famoso, algo único, el discurso clamoroso  del nuevo Provincial. Comienza así:” ¡Observancia rigurosa, padres míos, que nos vamos perdiendo muy apriesa con la poca que Vuestras Reverencias ven!”, etc., etc., y termina: “Aun después  de muerto, mis huesos, dándose unos contra otros en la sepultura, han de clamar: ¡Observancia regular, observancia regular!”

El Capítulo sigue su curso. Doria, viendo la multiplicación de los conventos, propone que  se den cuatro padres coadjutores al Provincial, en las personas de los definidores. Y estos serán Vicarios Provinciales para las casas, colegios y conventos de frailes y monjas en las diversas regiones.

En la región de la Bética o Andalucía  será el Vicario el Padre Juan de la Cruz, Terminado el Capítulo, fray Juan regresa a Granada, y  seguirá teniendo su residencia en el mismo convento de los Mártires, aunque tendrá que ausentarse mucho por razón de visitas a los conventos, en cumplimiento de su  nuevo oficio.

53.  Juan de la Cruz vicario Provincial de Andalucía

En el Capítulo de Pastrana deja de ser Prior de los Mártires y le toca sumir el oficio de Vicario Provincial de Andalucía. En JVR, La biografía, p.537 se enumeran los conventos que van a estar bajo su jurisdicción. Adviértase que también entra Caravaca, aunque sea de la Provincia civil de Murcia. Los poderes de los Vicarios provinciales  se recogen en las Actas del Capítulo: «A los dichos vicarios y definidores otorgamos y concedemos todo el poder que tiene el reverendo provincial, de visitar, corregir y ordenar cuanto sea bien al régimen de nuestra provincia y transcribir los dichos de todos los religiosos de forman que hagan fe, aunque parecieren cosas de poco momento, y todo se presentará junto con los escrutinios a la consultación de la Dieta»

La que llamaron Dieta en el texto latino, corrientemente el santo la llamará Junta en alguna de sus cartas.

** Ya como Visitador se encuentra en Caravaca  en febrero de 1586. Dice que va a estar allí una semana, pero tiene que irse antes para ir a Beas donde acaba de morir la madre Catalina de Jesús. // Véase en La biografía, p.537, nota 6 lo que allí se dice y cómo Juan de la Cruz hace de amanuense  de una parte de la autobiografía de esa gran monja //.

Anteriormente en eln.14 se transcribe la CARTA  de fray Juan de junio de 1586 donde enumera todas sus actividades como Vicario Provincial. Véase allí. La fundación de frailes en Córdoba a que alude en esa carta  la hizo  el 18 de mayo  de1586.   .

La traslación de las descalzas de Sevilla  a la nueva sede el 16 de mayo de 1586.

El conflicto con los Padres de la Compañía de Jesús con las monjas de Caravaca no se arregló definitivamente sino  en 1595.

En la carta de junio de 1586 habla tres veces de la JUNTA  con el Provincial en Madrid, a la que tiene que acudir.

La Junta  comenzó el día 13 de agosto en Madrid y terminó el 4 de setiembre..Pasa por  Malagón y se acerca a Toledo, donde se detienen allí cosa de un mes, con las monjas que va a fundar en Madrid.. Fray Juan ha caído enfermo. Ya recuperado sigue su camino y llega a Madrid el 14 o 15 de agosto. La Junta ya ha comenzado el día 13, sin la asistencia de Juan de la Cruz. El 14 y 15 no hubo Junta. La hubo ya el 16, 17, 18 «y en todos estos días entró y firmó el santo». La Junta se suspendió hasta el día 29. Volvieron a reunirse los días 29, 30, 31 de agosto; 1, 3 y 4 de septiembre (26, 138-142)17. La Junta se cerró el 4 de setiembre.

Entre otras cosas “se comete al padre fray Juan de la Cruz […] que sin renta y conforme a nuestras constituciones (haga la fundación en la Manchuela) lo reciba  y haga sobre ello las escrituras y diligencias necesarias”.

En la JUNTA aprueban que se haga la impresión de las Obras de la Santa Madre Teresa  el 1 de setiembre. Juan de la Cruz que firma el Acta con los demás, dirá de la publicación de los libros teresianos:

”La bienaventurada Teresa de Jesús nuestra madre dejó escritas de estas cosas  de espíritu admirablemente: las cuales espero en Dios, saldrán presto impresas a luz” (CB 13, 7).

El día 4, en que termina la JUNTA  se conceden poderes a Juan de la Cruz para que vaya a Almodóvar  y vea lo que hay en el pleito de aquella comunidad de frailes  por una herencia  de Ana de Ayora. Y lo arregló satisfactoriamente: puede verse en JVR. La biografía, p.550.

Vuelto a Andalucía se ocupa rápidamente en la fundación de La Manchuela /o después Mancha Real /. Juan de Ocón, arcipreste de Úbeda que pedía  la fundación, ofrecía huerta, olivares y tierra y otras cosas. El santo firma las escrituras de la fundación. 

Ante toda aquella hacienda que se le ofrecía, viendo «mucha más cantidad de lo que habían de haber...», se contentó con muy poca cosa, diciendo que «a los frailes descalzos les bastaba con poco»  añadió: « ¡Señor, esto nos basta para nuestro sustento; tenga vuestra merced salud, para que nos acuda!». Y comenta quien lo refiere: Y lo sé, porque se lo oí decir, porque me hallé presente cuando lo dijo»

Aquel acto de desprendimiento hizo muy buena impresión al arcediano, a sus familiares y criados y a cuantos vinieron a enterarse.

Está presente en la elección del nuevo Rector de Baeza, y a quienes le preguntan por quién deben votar, les dice: “Hijos míos, voten por quien juzgaren será más digno  para prelado de esta casa”. Tiene que intervenir igualmente en la elección de la Priora de Granada, al haber ido Ana de Jesús a fundar a Madrid.

Le toca  visitar como Vicario Provincial Los Remedios de Sevilla y  allí tiene que amonestar al maestro de novicios sobre el modo que ha de llevar en la formación  de aquel nuevo plantel. Además, cumpliendo con su conciencia, llama la atención a Diego Evangelista y a Francisco Crisóstomo, grandes predicadores, para que no abusen  de las salidas a predicar, para eternizarse fuera del convento sin razón. Aquí le nacen dos enemigos que quedaron malamente resentidos contra él y, a su modo indebido, se lo harán pagar.

Visita también el convento de monjas de Sabiote y el de frailes de la Fuensanta. Y donde haya una profesión o una toma de hábito, allí, pudiendo, acude. Visita no una sola vez sino más a las monjas de Beas; anda metido  en los trámites  para fundar un convento en  la villa cordobesa de Bujalance, cuando le llega un aviso del Provincial que requiere su presencia en Madrid. El tiempo es malísimo, frío intenso, intenso; los religiosos  le dicen que espere unos días a ver si mejora el tiempo y él responde:” que si hace eso,  y no acude rápidamente a lo que la obediencia le pide, cómo les puede exhortar a ellos a ser obedientes “faltando él en ella, y así se partió y fue a la villa de Madrid”.

Así era de exigente consigo mismo; así funcionaba este hombre, pequeño y frágil de cuerpo, pero gigante de espíritu. Terminado el encuentro madrileño, volvió a su Andalucía y sigue ocupándose de los problemas más pequeños y grandes y de los quehaceres que le salen al paso por razón de su oficio.

A últimos de febrero ya preside la elección de la Priora de Caravaca. Ya  el 1 de marzo erige  la fundación de los descalzos en esa misma villa, poniendo el Santísimo Sacramento, aunque la erección de la comunidad  se había hecho antes, el 18 de diciembre.

Y sigue..y sigue…. El 2 de marzo  firma la licencia  para que las monjas de Caravaca puedan pleitear contra los jesuitas y en Guadalcázar (Córdoba)

Acude a hacer las escrituras de aquella fundación en 1586,  que ya se había hecho en 1584.

En la carta de junio de 1586 le oímos decir que  no esperara él muchas andulencias  para lanzarse a trabajar; aquí le vemos lanzado y sin parar, de modo que se enfermó en Guadalcázar y allí tuvo que someterse a curas médicas fuertes, aunque él mismo dijo  que no era llegada la hora de su muerte, “que no está bien labrada la piedra”;  durante el tiempo de su convalecencia se dio a escribir  la historia de las dos imágenes famosas de la villa: Nuestra Señora de la Caridad y el Santo Cristo.

Hizo, ciertamente,  muchas más cosas de las aquí referidas; pero podemos entender por estas pocas que era no solo contemplativo, sino grandemente activo.

A pesar del gran trajín que se trae  y de tantas ocupaciones y viajes no se ha olvidado nunca de sus monjas de Beas y, cuando no puede ir allá, se comunica con ellas por carta, como lo certifica la preciosa escrita desde Málaga  el 18 de noviembre de 1586. 

Advertencia:

Cuando la Santa habla de la consecución de provincia aparte para los descalzos, escribe: “Ahora estamos todos en paz, Calzados y Descalzos; no nos estorba nadie a servir a nuestro Señor” (F 29, 32).

Pero la falta de paz y los conflictos nacieron y se desarrollaron en la familia de los Descalzos con no poca vehemencia.

Especialmente de aquí en adelante se batalla con tres problemas, que turban la paz de la Descalcez:

el Caso GRACIÁN, que, procesado,  terminará siendo expulsado de la Orden en 1592.

La revuelta de las monjas, sobre todo, al conseguir de la Santa Sede, de Sixto V el Breve Salvatoris, confirmando las  Constituciones de las Descalzas, el 5 de junio de 1590.

El nuevo tipo de gobierno introducido en la Descalcez: La Consulta.

De una manera o de otra estos problemas afloraban en los Capítulos de la Descalcez de estos últimos años de la vida de Juan de la Cruz.

54.  Capítulo provincial de 1587 en Valladolid

Conforme a la nueva legislación a los Vicarios provinciales competía junto con el Provincial preparar  los temas, las materias del capítulo. Juan de la Cruz está ya en Madrid el día 7 de abril  para este trabajo. El Capítulo se celebró  del 18 al 25 de  abril de 1587.

Pasando a la elección de los Priores, Juan de la Cruz que terminaba su oficio de Vicario Provincial,  fue elegido una vez más Prior de Granada. Uno de los presentes cuenta que fray Juan, de rodillas ante todo el capítulo  confesó su incapacidad para el gobierno “y pidió con mucha humildad del absolviesen del oficio, que él desde luego lo renunciaba”. No se le admitió. Las diferencias sobre cosas de gobierno que ya antes habían comenzado a tener entre ellos Gracián y Doria estuvieron bien presentes en el Capítulo.

A la mesa de los capitulares llegan peticiones de las monjas  acerca de sus leyes, temiendo que los frailes las vayan a cambiar. La respuesta oficial del Capítulo fue que se les había hecho cosa nueva tal petición por estar ellos en conservar dichas leyes  “por el amor y reverencia que  a la buena Madre Teresa de Jesús tenían, y que no era posible sino que algún fraile nos había inquietado”.  La alusión certera se refería a Gracián.

El P. Doria presentó la iniciativa  de introducir un nuevo género de gobierno  en la Descalcez: La Consulta o el Definitorio perpetuo. Lo que quiso aquí decir  lo describía así más tarde en 1590: «El hacer que los definidores que en el Capítulo se eligen, duren de continuo, y asistan con el prelado a los negocios de la Orden que le están reservados y son de su cargo».

Algunos asintieron  a lo que se les proponía; pero cuando  llegó la vez de hablar a Gracián, éste se opuso con algunas razones, y le siguió la mayor parte del Capítulo; cosa que disgustó grandemente al Provincial Nicolás Doria.

Se habló también de las Misiones, y se señalaron  doce religiosos para llevar cabo el proyecto misionero en China, aunque después no se pudo realizar. Se dialogó acerca de que los formandos de la Orden estudiasen Filosofía  en los colegios de la Orden, sin necesidad de que fueran a estudiar fuera, como hacían en Baeza y Alcalá. Y ya se comenzaron a impartir clases en la misma comunidad de Valladolid.

Juan de  la Cruz volvió a Granada, concluido el Capítulo, que fue llamado “el grande” por los 46 capitulares más otros cuantos que intervendrían en las  tesis o conclusiones escolásticas  que entonces se usaban.  Su modo de gobernar en el nuevo Priorato sigue siendo el mismo de los prioratos anteriores.

Sigue con sus apostolados en la ciudad y no olvida tampoco a las monjas de Beas, a las que escribe una carta preciosa el 22 de noviembre de 1587.

55.  Capítulo Provincial  de 1588 en Madrid

La celebración de este Capítulo a un año de distancia del anterior obedecía a que Doria ha conseguido un Breve d Sixto V Cum de statu,  en el que  se concede que los descalzos puedan elegir un vicario general en el próximo Capítulo Provincial, y que se le den seis consejeros con cuya ayuda gobierne la congregación, etc.

El Capítulo comenzó el 19 de junio en  Madrid. En el Capítulo no estaba el padre Jerónimo Gracián. Doria explicó brevemente el contenido del Breve pontificio, y, terminada su alocución inicial,  se pasó a la elección de definidores, resultando elegidos: Juan de la Cruz, primer definidor, Agustín de los Reyes, segundo; Antonio de Jesús, tercero; Elías de San Martín. Cuarto.

Cuando está para pasar a la elección del Vicario general hubo “cierta conmoción y escarapela entre los gremiales”.  Cinco o seis se levantaron a preguntar por qué no estaba el Padre Gracián en el Capítulo, pues siendo Vicario Provincial de México tenía derecho  asistir. Doria se enfureció y dijo que  Gracián estaba privado de voz y voto y lugar, y mandó que ninguno votase por él.

Calmados un poco los ánimos se procedió a la elección del Vicario general .Salió elegido el P. Nicolás Doria con sólo 32 votos de 58 votantes. Como se ve no le sobraron muchos votos: 58 votantes; la mitad eran 29 justos; la mitad más uno para poder ser elegido serían 30; y total, sólo sacó 32. Pienso que si hubiera estado Gracián en el Capítulo Doria hubiera sacado muchos menos votos y acaso el vicario general hubiera sido Jerónimo Gracián, como ya pensaron algunos frailes entonces mismo. En este supuesto –que no deja de ser un puro futurible– la orientación de la descalcez habría sido muy otra.  Lo cierto es que fue cuestionada hasta la validez de dicha elección.

Queda, pues, como Vicario General Nicolás Doria, y Juan de la Cruz como vicario del Vicario, será el segundo en el gobierno de la Descalcez. El número de provincias  en que se dividió la hasta entonces única provincia fue de cinco. La tercera, con la advocación del Ángel de la Guarda, era la de Andalucía.

Nicolás Doria, no se sabe con qué idea escoge como compañero suyo a Jerónimo Gracián  a quien ha quitado antes la voz y voto. Esta elección personal fue del agrado de las monjas. Pero siete días después de esa designación el 27 de junio Doria tiene que anular  el nombramiento que ha hecho de Gracián, pues Felipe II manda que Gracián  siga en Évora para algunos negocios  de Su Majestad, y así le manda que se quede tranquilo en Portugal. 

Juan de la Cruz en Segovia

La fundación de Segovia se había hecho en 1586. Aunque Juan de la Cruz no estuviese presente entonces se le considera como fundador moral del convento, ya que fue él quien  aconsejó  a su hija espiritual en Granada Ana de Peñalosa que fundase convento de descalzos en Segovia, dando cumplimiento a los deseos de su difunto marido.

Juan de la Cruz llegó a Segovia por primera vez acompañando a santa Teresa de Jesús cuando esta vino a fundar su monasterio de descalzas en 1574. Una segunda vez estuvo en Segovia en abril de 1587, cuando, por el mal tiempo, tuvo que detenerse dos o tres días, a su paso para Valladolid. También paró aquí a su vuelta de la ciudad del Pisuerga.

A raíz del Capítulo se escogió el convento de Segovia como sede  de la Consulta (o nuevo gobierno de la Orden). Juan de la Cruz vino a Segovia  en calidad de definidor mayor  y consiliario del Vicario General.

Las jornadas sanjuanistas segovianas a lo largo de estos años agosto de 1588-julio de 1591) se caracterizan por un sinfín de actividades, ocupaciones y preocupaciones en las que da la medida de sí mismo, sin perder nada de su singularidad.  Por el cariz que van tomando los acontecimientos de la Orden y por lo que le ha tocado ver en el Capítulo de 1588, de aquí en delante estos años en Segovia van a ser los más comprometidos de su vida. Para él verse como el segundo de a bordo en el nuevo gobierno de a Consulta y tener que intervenir en la maraña de tantos asuntos no va ser ninguna prebenda.

Se determinó hacer un convento de nueva planta, libre de  las grandes humedades por la filtración de las aguas y la cercanía del río. Y le tocó a Juan de la Cruz ocuparse de todo: compra de mayores terrenos, mediciones, etc., Una vez comprados los terrenos  le tocó a Juan de la Cruz entrar y andar y pasearse  “por las peñas y terrezuelas y tiró algunas piedras de una parte a otra y arrancó algunas hierbas,  e hizo otros actos en señal de posesión”.

** NB.En JVR. La Biografía, se historia todo esto detalladamente, pp.604-616.

En JV, La biografía, cap. 28, se historia el poder de la palabra de Juan de la Cruz entre los religiosos y religiosas de la Descalcez segoviana; en el cap. 29 se presenta su actividad con los eclesiásticos  de la ciudad y de la diócesis. Aquí fue el director espiritual de unos cuantos canónigos y sacerdotes.

Y también su apostolado entre los seglares fue muy notable, siendo la primera beneficiada doña Ana de Peñalosa, a cuyo palacio en la ciudad subía Juan de la Cruz y , como cuenta una de las criadas, que vio tantas veces a fray Juan, y se confesaba con él, cómo llegado a la casa hablaba con doña Ana y su sobrina Inés de Mercado y Peñalosa, y le vio «delante de todas sus criadas, hablar y tratar cosas espirituales y santas y del cielo, en orden a cómo serían santas, y que sus palabras eran siempre de esto; y que algunas veces tratando de esto, les leía algunas cosas devotas, y otras les dejaba libros donde estaban escritas, para que así tratasen y sirviesen a nuestro Señor».

Fue famoso el caso de  Ángela de Alemán, a quien Juan de la Cruz trajo con su magisterio y trato a servir seriamente al Señor (JVR, La biografía, pp.649-650.)

También trató fray Juan con un grupo de jóvenes en el verano de 1590. Uno de ellos, Jerónimo de Alcalá Yáñez y Ribera, luego médico de profesión, es autor de varios libros, entre otros la novela picaresca El donado hablador. A él se debe también el libro Verdades para la vida cristiana, impreso en Valladolid en 1632. Precisamente al frente de esta segunda obra dice: «Y también me precio de haber tenido por maestro todo un verano al santo padre fray Juan de la Cruz, honra de los padres carmelitas, a cuyo convento íbamos a que nos leyese y explicase los himnos algunos condiscípulos míos, que, movidos con su ejemplo, recibieron su hábito, yo, como inútil, hube de seguir otro modo de vida; lo más cierto, por no merecer aquella, tan aventajada en virtudes».

Conocemos con nombres y apellidos otros dos jóvenes que trataron espiritualmente como dirigidos con Juan de la Cruz: Miguel de Ángulo, y Antonio de Alemán. El primero se empeñaba en decir a fray Juan que quería ser fraile carmelita; y el santo le decía que no, que no valdría para fraile. Como no lo admitía se dirigió a los franciscanos y estando ya para irse fue a despedirse de fray Juan, que le volvió a repetir que no valía para fraile. Fue pero no perseveró y volvió a tratar de cosas de su espíritu con el santo. El otro era un joven estudiante en el colegio de los jesuitas y frecuentando la escuela e Juan de la Cruz asegura que en lenguaje  se descubría “mucho amor y caridad, blandura y sosiego”. 

Al lado de este ministerio directo y personal ejerce estos años Juan de la Cruz el apostolado especial  de la pluma con sus cartas. Titulándolas cartas segovianas dedico un capítulo de La Biografía, el 31 a este aspecto de la persona de Juan de la Cruz (pp. 653- 665).

Como modélica y espléndida la carta a Juan de Pedraza del 12 de octubre de 1589. Merece la pena presentarla:  para poder admirar  el gran mensaje doctrinal acerca de la oscuridad y sequedad interior, acerca del realismo cristiano con que hay que enfrentar la vida, y ejemplar sobre todo por la programación teologal de toda la vida y por el sentido de la misma que despliega ante los ojos de su destinataria con un vigor extraordinario.

Bien merece una presentación detallada y es como asistir entre bastidores a unas cuantas horas de dirección espiritual.

Después del saludo, protesta por si la destinataria piensa, como le ha dado a entender, que la tiene olvidada. No puede ser tal cosa, pues la lleva en el alma: «Harto me hace rabiar pensar si, como lo dice lo cree», es decir, que ella se considera olvidada de fray Juan. De este sentimiento que padece la destinataria, pero que no responde a la realidad en el corazón de su padre espiritual, y del convencimiento que tiene ella de ese olvido, se eleva enseguida el santo al campo espiritual. No le extraña en absoluto que doña Juana crea que él la tiene olvidada, pues también en su noche oscura le parece que le falta Dios, que la tiene abandonada, que se ha olvidado de ella, etc. Trata, pues, de deshacer esta impresión de su dirigida y se esfuerza por tranquilizarla. Todo son sospechas sin fundamento, sin causa.

Señales de buena salud espiritual: «Nunca mejor estuvo que ahora». ¿Por qué? Porque nunca estuvo tan humilde, ni tan sujeta, ni teniéndose a sí tan en poco y a todas las cosas del mundo ni se conocía por tan mala ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente, como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizás solía.

Cinco preguntas: La carta está llena de riquezas que van surgiendo al paso de la reflexión y la pluma del santo, que va engarzando una serie de preguntas.

Pregunta básica: ¿Quién no anda en tinieblas? Respuesta: quien no quiere otra cosa sino a Dios, aunque más oscuro y pobre se vea, se sienta y se palpe. Quien no hace su voluntad propia, ni es presuntuosa ni anda a la caza de gustos en Dios y en las criaturas, esté tranquila, no tropezará. Como diagnóstico final de este discernimiento, este bien claro: «Buena va, déjese y huélguese». Y por si no lo ha entendido bien se lo repite con una interrogación apremiante: « ¿Quién es ella para tener cuidado de sí? Buena se pararía».

Después del diagnóstico con que la asegura espiritualmente, sigue dialogando con ella, y en otras cinco preguntas presenta un cuadro de realismo cristiano de lo más acertado:

1ª: ¿Qué quiere?

2ª: ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida?

3ª: ¿Qué piensa que es servir a Dios? Respuesta: Servir a Dios es no hacer males; Guardando (=guardar) sus mandamientos; Andar en sus cosas como pudiéremos, es decir, lo mejor que podamos. Esta es la base segura.

4ª: Ampliadora y clarificadora y especie de razonamiento escalonado: como esto (todo lo anterior) haya: «¿Qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma que con sus entenderes y apetitos se engaña y embelesa y sus mismas potencias la hacen errar?».

Si lo contenido en la pregunta es así, es grande merced de Dios cuando oscurece nuestras potencias «y empobrece al alma de manera que no pueda errar con ellas».

Advertencia: con estos párrafos esclarece magistralmente lo que enseña en la Noche oscura cuando habla de esos momentos o períodos en que Dios parece que bloquea toda la actividad interior de la persona de modo que no pueda equivocarse: 2N 16, 1

5ª: Y «como no se yerre, ¿qué hay que acertar?». Es decir, ¿cuál es el camino y cómo hay que recorrerlo? La contestación se puede distribuir así:

Ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia y...Sólo vivir en fe oscura y verdadera, y esperanza cierta y caridad entera. Esperar allá nuestros bienes.

Viviendo acá como peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin nada, esperándolo allá todo. Acá y allá, allá y acá para tejer la vida entera. La beligerancia que se concede a lo teologal no puede ser mayor.

Optimismo: «Alégrese y fíese de Dios; ese fiarse comporta dejarse guiar, llevar por el camino que Dios ha trazado al alma, que es lo mejor para ella, que es el único camino». Esta carta y la anterior hacen ver la confianza reinante entre fray Juan y doña Juana, de la que quiere recibir más cartas, «y si fuesen tan cortitas, sería mejor».

56.  En el Gobierno de la consulta

Teniendo que ocuparse del gobierno del convento, de las obras en curso, de atender apostólicamente a tantas personas, acaso lo que más le cuesta hacer sea la labor de la Consulta, teniendo que estar al tanto de tantas cosas de los conventos de frailes y monjas. El trabajo se le aumenta pues le toca presidir cuando el Vicario General está fuera de Segovia, como por ejemplo del 16 de setiembre de 1588 hasta  el 33 de marzo de 1589; y otras veces.

** NB. En JVR, La biografía, se puede ver la serie de intervenciones de Juan de la Cruz como presidente interino de la Consulta (pp.668-686). 

Aparte el trabajo que le toca cuando preside, tiene también buen trabajo cuando preside el padre Nicolás Doria (JV, La biografía, pp.686-691)

Entre los temas candentes de los que le toca ocuparse aparece también el caso del Padre Gracián. Hay que decir honradamente que Juan de la Cruz estuvo un cierto tiempo un tanto engañado sobre el particular, hasta que abrió bien los ojos y entonces  defendió a Gracián como un león: JV, La biografía, (pp.671ss; 685-686). Importantísimo lo que bajo este punto de vista cuenta Juan Evangelista, confidente del santo, confesor y amigo del alma  sobre lo que le contó acerca de sus vivencias espirituales tremendas relativas al caso Gracián y a sus jueces (JV, La biografía; pp 714ss). 

Todavía otra noticia sobre el proceso a Jerónimo Gracián: Aparte un Breve de Gregorio XVI a favor de Pedro de la Purificación, para que Juan de la Cruz  y Elías de San Martín revisen el proceso seguido a ese padre.

Pero lo más importante es que llega otro breve de Roma (¿de marzo?), para que el padre Juan de la Cruz y Nicolás de San Juan Bautista averigüen la causa del P. Gracián y la sentencien.  La declaración de Juan de Santa Ana que le acompañó en este Capítulo de 1591 esclarece bien las cosas y nos hace ver el tono anímico de Juan de la Cruz.

Dice así:

«Siendo definidor mayor del Capítulo General y prelado del convento de Segovia, que fue cuando se fundaba la provincia de Cataluña y yo era uno de ellos; y llegando a Madrid, donde él estaba entonces, no quiso que pasase adelante, sino que me fuese con él a Segovia, donde estuve con él hasta el Capítulo General que se celebró en Madrid, siendo vicario general el padre fray Nicolás de Jesús María, y él vino al Capítulo y me trajo por su compañero. En este Capítulo le eligieron por visitador de los conventos de Indias. En aquel Capítulo le afligieron mucho, y todo era, como él me dijo (como ambos estábamos en una celda), porque volvía por el padre fray Jerónimo Gracián en las cosas que le habían impuesto, y había venido un breve para que él y el padre fray Nicolás de San Juan averiguasen su causa y la sentenciasen».

Como acaba de informarnos Juan de Santa Ana al santo le afligieron en el Capítulo porque defendía a Gracián y por la llegada del breve. ¿Qué pasó, pues, con este breve? ¿Logró Doria anularlo? No lo sabemos. Pero todo es posible, dada su costumbre y capacidad para hacer cosas semejantes.

57.  Capítulo General de 1590. La bomba del breve salvatoris et domini

Doria adelantó el segundo Capítulo General un año antes del plazo establecido, y así se abrió  en Madrid  el 10 de junio de 1590.  Juan de la Cruz asiste como miembro de la Consulta. Una parte de los asistentes preguntó por qué  se tenía penitenciado al Padre Gracián. El Vicario General contestó alargándose en explicaciones sobre la vida de Gracián y dijo a los presentes que le encomendasen al Señor  porque estaba a pique de caer en graves errores.

La revolución en la Descalcez surgió de la llegada del Breve Salvatoris et Domini  de Sixto V, del 5 de junio. Se trata del Breve agenciado por Ana de Jesús (Lobera) a espaldas del Vicario General. Es seguro que Doria conocía el texto del Breve. Y en unas de las sesiones del Capítulo los Padres capitulares “renunciaron en manos de Su Santidad el gobierno de las monjas “por el bien de la paz y por no tener   pleito con ellas y por otras razones que a esto les movieron”.

Juan de la Cruz es presentado como contrario, en el Capítulo, a esa dejación, «diciendo no ser acertado que por lo que habían hecho pocos monasterios culpasen y diesen de mano a muchos que habían hecho finezas por no salir del gobierno común habiendo llegado los contrarios a persuadírselo». Esta era su opinión, pero prevaleciendo los votos contrarios «hicieron dejación de ellas en manos del papa».

Se revisó también el texto de las Constituciones  de los frailes  y se promulgaron ese mismo año, poniendo al frente del texto una Carta de la Consulta a religiosos y religiosas  resaltando los aspectos positivos del nuevo gobierno. La carta va firmada por  el Vicario General y consiliarios, entre ellos Juan de la Cruz. 

El caso Gracián no apareció sólo al principio del Capítulo sino que, tomada visión por los capitulares de toda la documentación referente al caso se mandó que nadie  de la Orden “por sí ni por interpósita persona se escriba con el dicho Padre Gracián”. Menos mal que este mandato quedó en suspenso por motivo de la visita  de Gracián en Portugal y no se le comunicó sino un año más tarde.

Me imagino el tormento interior de Juan de la Cruz que ha roto con Doria en cuanto a no asistir en Madrid a las sesiones en que se tratase de Gracián y ahora  en el Capítulo le toca escuchar todo esto.

En este segundo Capítulo General, por si faltaba algo, «se trató de quitar las recreaciones; y con ser todos los padres del Capítulo que se quitasen, sólo nuestro padre (Doria) y el santo fray Juan de la Cruz fueron del parecer que no se quitasen».

En el Capítulo  se encomendó a Juan de la Cruz  que fuese al convento de las descalzas de Cuerva para resolver algún problema importante; acaso se trataba de aclarar la situación canónica de la fundadora, Aldonza  Niño de Guevara, que en 1585 entró en este convento y vivió en él con hábito hasta la muerte, aunque sin profesar.

Le acompañaba en este desplazamiento  Andrés de Jesús María, quien cuenta después las incidencias de aquel viaje. Llegando a un lugar apacible dice Juan a su compañero que será bien detenerse un poco; descabalgan  y Juan internándose  en la espesura montana se pone en oración. Pasa el tiempo; se va a poner el sol y no vuelve; Andrés va en su busca  y le encuentra  en oración, arrebatado  y levantado del suelo en el aire casi un estado, de que admirado se estuvo esperando a que cesase el rapto”.

Terminada la encomienda en Cuerva vuelve a Madrid y llega a tiempo de firmar las Actas del Capítulo el 13 de julio.

Terminadas las labores capitulares Fray Juan vuelve a su convento de Segovia, a sus labores y oficios. Vuelve, sin falta, con no pocos interrogantes en el alma y tratando de apaciguarse ante los problemas de la Orden. Es santo, pero no tonto, y los temas de Gracián, de las monjas y otros descalabros le afectan muy en serio.

58.  Diálogo con el Señor de la Cruz a cuestas

Ya en su convento de Segovia, se presenta por allí, creo que fue en 1590, su hermano Francisco de Yepes. Come y cena con los  frailes, tiene una celda para él y, como contaba él mismo “le hacían mucha caridad los frailes por amor  de Dios y por su hermano”. Cuando lleva allí dos o tres días, dice a fray Juan que ya se va a volver a Medina del Campo. El santo le pide que se detenga algún día más que a acaso no se van a volver a ver. Obedece y nos informa como si estuviera hablando con nosotros: «Acabando de cenar una noche tomome por la mano y llevome a la huerta. Y estando allí solos, me dijo: “Quiero contaros una cosa que me sucedió con Nuestro Señor. Y teníamos un crucifijo en el convento; y estando yo un día delante de él, pareciome estaría más decentemente en la iglesia. Y con deseo de que no sólo los religiosos le reverenciasen, sino también los de fuera, hícelo como me había parecido. Después de tenerle en la iglesia puesto lo más decentemente que yo pude, estando un día en oración delante de él, me dijo: Fray Juan, pídeme lo que quisieres, que yo te lo concederé, por este servicio que me has hecho. Yo le dije: “Señor, lo que quiero que me deis es trabajos que padecer por Vos y que sea yo menospreciado y tenido en poco. Esto pedí a Nuestro Señor; y Su Majestad lo ha trocado de suerte, que antes tengo pena de la mucha honra que me hacen tan sin merecerla”». Y remata: «Después de esto Nuestro Señor le dio los trabajos que había pedido”.

Después de unos días se despidió Francisco y fray Juan “le dio dineros para el camino”, y añade el mismo Francisco: “Y bien se echó de ver lo que le dijo que no sabía cuándo se verían, pues no le vio más en este mundo. Y ya debía él saber cuándo Dios le había de llevar por las palabras que dijo que no sabía cuándo se verían”.

59.  El Sino del breve pontificio

La ejecución del Breve Salvatoris et Domini venía encomendada in solidum a fray Luis de León y a don Teutonio de Braganza, obispo de Évora.

A la larga carta de Doria del 21 de agosto de 1590 a las carmelitas descalzas disgustado por la consecución del Breve se le opone enseguida  como-contra carta otra e Juan Vázquez del Mármol, toda ella inspirada por Gracián, en la que se rebate todo lo que dice el Vicario general en la suya. Doria vuelve a escribir otro documento muy largo  en el que expone las razones por las que la Consulta se opone al Breve y lo recusa. Analizando Doria la situación  de los conventos de las monjas, unos 30, los cataloga así: “Las monjas entre sí se han dividido en tres partes: unas se han arrimado a las que han sacado el Breve; otras, por el contrario, le han renunciado; otras están a la mira a ver en qué para”.

** NB. En JV, La biografía, pp.704-708, se presentan los diversos monasterios y sus opciones y se descarta toda intervención de Juan de la Cruz en la consecución del mencionado Breve, contra la opinión de algunos (Efrén y Otger).

Según el Breve el vicario general tenía la obligación de convocar Capítulo para que en él se publicasen las constituciones que el papa había confirmado a los conventos de monjas y se hiciesen las demás cosas allí prescritas y concedidas. Don Teutonio de Braganza, se muestra desesperado por no poder conseguir de Doria que acepte pacíficamente el breve y don Teutonio por razón de salud ha remitido todo a fray Luis de León

Como Doria seguía remoloneando y no quería convocar de ninguna manera el Capítulo en que tendría que presidir fray Luis de León, es este quien  pasado el tiempo de un mes concedido para poder convocarlo, lo convocó él mismo el 2 de octubre de 1590, pero se presentaron dos o tres provinciales sólo; no habiendo  quorum para el Capítulo, que se iba a celebrar el 25 de noviembre. se prorrogó la celebración para el 2 de febrero de 1591, cosa que tampoco se hizo. Doria, con sus recursos a Felipe II, lo paraba e impedía todo. Así el 28 de enero de 1591 Doria y sus consejeros, entre los que se  hallaba Juan de la Cruz, instan al Rey para que se oponga a la celebración del Capítulo convocado por Fray Luis.

Mientras tanto lo que andaba tramitando Doria era la concesión de otro breve que anulase el anterior sobre el caso de las monjas Salvatoris et Domini, y lo consiguió. El nuevo breve, Quoniam non ignoramus, lleva fecha del 25 de abril de 1591. Con este nuevo documento se confirma el breve de erección de la congregación, se establecen normas complementarias relativas a la reelección de los provinciales, a la autoridad del definitorio general y del prior local, al gobierno de las descalzas y a la reelección de las prioras. Y responde a cuatro dudas sobre las constituciones de las descalzas y prohíbe el gobierno de las mismas a personas extrañas a la Orden, abrogando el oficio de comisario.

60.  Capítulo General de 1591 en Madrid

Teniendo ya el nuevo Breve  de Gregorio XIV se celebra el Capítulo General en Madrid. Comienza el 2 de junio de 1591, día de Pentecostés.

Juan de la Cruz acude acompañado de Juan de Santa Ana.

Se eligen los 6 consiliarios que han de asistir al Vicario General en el Gobierno de la Consulta.  Juan de la Cruz cesó entonces en su oficio.

Se revisan una vez más las Constituciones, por razón de normas complementarias que han ido surgiendo.

En el Capítulo había tres puntos especialmente delicados: Leyes, actitud de las monjas y el caso Gracián.  Juan de la Cruz tenía bien claras las ideas en los tres casos y habló de cada uno de ellos claramente. No era partidario, sino, enemigo de multiplicar leyes y más leyes y así lo manifestó. Acerca del gobierno de las monjas, repite lo que ya manifestó en el Capítulo anterior: no hay que abandonar el gobierno de las monjas ni que todas vayan a pagar  lo que hayan hecho algunas pocas.

En el caso Gracián no tenía mucho que decir, y Doria lo sabía bien,  después de las cartas “apretadas”  que había enviado desde Segovia a algunas reuniones tenidas en Madrid para dilucidar el asunto. De todos modos, parece que se manifestó abiertamente sobre el particular, tenido además la encomienda de Roma de interesarse por el caso y de tratar de solucionarlo.

Acerca de uno de los puntos por los que se le procesaba: por el mucho   trato que tenía y había tenido con las monjas. En un documento del 27 de noviembre de 1588 se dice: «Muchas de las culpas que imputan a Gracián son de otros. Y en lo que dicen de la frecuencia en los monasterios de monjas, ninguno de los vicarios ha dejado de tener el mismo trato; y en particular un religioso escribió al padre Nicolao que si por aquello había de castigar al padre Gracián, comenzase por él».  Ese religioso era Juan de la Cruz, que había tratado mucho más que Gracián con las monjas de la Orden.

Todavía dentro del Capítulo, fray Juan “se ofreció a ir, si se lo mandaban a México”. La petición fue aceptada; el Capítulo expidió esta especie de patente: «En Madrid, a 25 de junio de 1591 años, estando juntos los padres vicario general y definidores, vista la demanda de los padres de la provincia de México de la Nueva España, en que piden que se les envíen una docena de religiosos, y el ofrecimiento que el padre fray Juan de la Cruz ha hecho a todo el Capítulo y que iría de buena gana allá, enviándole, propúsose que se envíen los doce padres a México y se acepte el ofrecimiento del dicho padre fray Juan de la Cruz para esta jornada, y se envíen otros once, que sean tales cuales la provincia de México pide, y vayan de su voluntad.. Pasó con todos los votos y lo firmaron».

Lo que pasó después acerca de esta ida a México lo cuenta detalladamente Juan de Santa Ana que había sido encargado por el propio Juan de la Cruz  de recoger las firmas de los religiosos que quisieran in con él a México.: «Luego que llegué a Granada, y en los conventos por donde pasé de camino, hablé a algunos religiosos y cobré las firmas de ellos y se las envié. No me respondió ninguna cosa por muchos días, aunque le escribí otras cartas. Respondiome a todas, después de muchos días, desde nuestro convento de La Peñuela, agradeciéndome la diligencia que había hecho en lo que me había pedido y que ya se había desconcertado la ida de Indias y se había venido a La Peñuela para embarcarse para otras Indias mejores, y que allí pensaba acabar los pocos días que le quedaban de vida y preparar el matalotaje para la embarcación, y amonestándome hiciese lo propio, diciéndome muchas cosas acerca de esto, y se me quitase la gana que le significaba de la ida a Indias tenía, que las verdaderas Indias eran estotras y tan ricas de tesoros siempre sus pláticas eran a las almas eternos; que me fue una carta de grandísimo consuelo para el alma, que siempre sus pláticas eran a las almas».

Con esta cita hemos adelantado un poco las fechas. Terminado el Capítulo Juan de la Cruz volvió a Segovia con su destino a ir a tierras mejicanas.

Pero antes de partir escribe a  algunas monjas de Segovia, que sabe que están tristes e intranquilas porque le han dejado sin ningún oficio en el Capítulo, cuando ellas le esperaban como Provincial de Castilla.

No obstante la patente para pasar en su momento a México, Doria trató de convencerle para que se volviese a Segovia y siguiese al frente de la nueva construcción que él había comenzado en convento e iglesia. 

Va a Segovia visita los frailes y las monjas y otras personas y hace saber a Doria que no se quedará allí. Y pidió sencillamente a Doria: ”Sírvase Vuestra Reverencia  de darme licencia  para irme al convento de La Peñuela en Sierra Morena”, si le parece.

Se despide, pues, de todos y abandona Segovia. ¿a qué punto estaban las obras del convento e iglesia?

El padre Alonso, biógrafo y postulador del santo, puntualiza: «Y así en los tres años que nuestro santo padre vivió aquí, plantó la iglesia y convento en la forma que hoy se ve, dejando cuando se fue de Segovia la obra en partes acabada y en partes demediada, asistiendo él muchas veces por su persona»

En el Libro de Becerro, se consigna: «Y así concluido el Capítulo (de 1588)  se vino luego a esta ciudad de Segovia y abrió las zanjas del convento en que hoy se vive porque antes estaban desacomodados los religiosos [...]. Y dejó acabado el cuarto (=pabellón) que mira al río, y el que mira al alcázar. Alegrábase mucho de ver crecer un edificio que había de ser seminario de letras y virtud, como después se ha visto por obra. Daba mucha prisa que creciese la obra trabajando él mismo y muchos religiosos y otra mucha gente en ella».

A pesar de las ganas que tenía  de que la obra adelantase, uno de los hermanos que tanto trabajó en casa, Lucas de San José, declara: ”Esmerábase en que tuviesen los religiosos lo necesario  y porque en esto no hubiese falta, decía cesase la obra del convento cuando fuese menester  para los templos vivos, que así llamaba a los religiosos”

61.  En la Soledad de la Peñuela,

A Juan de la Cruz, como hemos visto  le costó no poco aclimatarse a tierras de Andalucía cuando llegó allí la primera vez después de su fuga de la cárcel toledana. Ahora vuelve contento a esa tierra y en ella pasará los últimos meses de su vida. Tenía fray Juan una cierta querencia al convento solitario de La Peñuela, que ya había visitado, como hemos visto varias veces en su estancia anterior en estas tierras. Ahora va ser conventual del monasterio y, como alguien ha advertido, «en términos legislativos de la Orden, a la hora de su muerte, era jurídicamente miembro de la comunidad de La Peñuela y huésped de Úbeda».

En el viaje hace un alto en Toledo, adonde llega en 1591 a las cuatro de la mañana. Los religiosos habitan ahora en el Torno de las Carretas una sede cercana a lo que fue el convento de las descalzas, al que Juan se acogió al salir de la cárcel de Toledo en 1578.

Saludó a los religiosos; dijo la Misa, la dijo igualmente Elías de San Martín y acto seguido, así lo cuenta uno de los presentes, «se encerraron y se estuvieron hablando y consolando el uno al otro hasta muy de noche, y llegando a llamarlos para que fuesen a comer una y más veces, respondieron ambos que no habían menester comer, que los dejasen, y nuestro venerable padre, partiendo aquella misma noche para El Calvario, dijo públicamente que con la merced que Dios le había hecho aquel día iba muy consolado, y dispuesto a sufrir y padecer cualquier trabajo que se le ofreciese. Y el dicho padre fray Elías quedó también tan consolado, que siempre traía a la memoria el consuelo que había tenido con el santo padre fray Juan de la Cruz»

Siguió camino y  después de varias jornadas se plantó en Baeza, desde donde escribió a Antonio de Jesús, entonces provincial de Andalucía. Antonio le contestó que escogiese la casa de la provincia  que más gusto le diese y que se fuese allá. Y fray Juan: “Padre, yo no vengo  a hacer mi voluntad  ni a elegir casa. Vea donde quiere que vaya y allí iré”.  Y le significaba  que “se hallaba  con deseo  de soledad y retiro”.

Así, pues, se retira al convento solitario de la Peñuela, llegando allá el 10 de agosto. Los religiosos del convento le reciben con inmensa alegría, era Prior Diego de la Concepción, muy amigo suyo.

Desde aquí escribe a doña Ana de Peñalosa contándole las incidencias de su viaje y lo bien que se encuentra en esta soledad, pues “el ejercicio del desierto es admirable”. A continuación le da noticias de su vida campesina: “Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así, las mañanas. Otro día los trillaremos. Es lindo manosear estas criaturas mudas, mejor que no ser manoseados de las vivas”. Aunque lo quiera disimular no puede olvidar lo que le ha tocado sufrir y “ser manoseado” hace unos meses.

Las descripciones que hacen unos y otros de fray Juan entre ellos son deliciosas, espiritual y literariamente:

”Sabe que el año de 1591, acabando de ser definidor general , se retiró sin oficio al convento de La Peñuela, en Sierra Morena, que es una gran soledad. Y allí, lleno de contento por verse sin oficio y desocupado para más servir a Dios, gastaba santamente el tiempo y se levantaba antes que fuese de día y se iba a la huerta, y entre unos mimbres, junto a una acequia de agua, se ponía en oración, hasta que el calor del sol lo echaba de allí y se venía al convento. Y decía misa con mucha devoción, y acabada la misa, se venía a su celda y se ponía en oración; y en esto gastaba todo el tiempo que quedaba después de las cosas de la comunidad y oficios divinos. Otras veces se salía por aquel desierto y andaba como suspenso en Dios. Y algunos ratos se ocupaba en escribir unos libros espirituales que dejó escritos. Y todos los religiosos de aquella casa estaban muy contentos en tenerle allí como padre a quien tenían por santo».

Diego de la Concepción, el Prior,  cuenta entre otros detalles:

«En lo postrero de su vida que acerté a tenerle en mi convento de La Peñuela, era tan observante en la guarda de los tres votos, constituciones y Regla, y tanto y mucho más súbdito que si fuera un novicio, pidiéndome licencia para cualquiera cosa [...]. El cuidado que tenía de la perfección de su alma era continuo. Y esto sé bien, porque viví con él mucho tiempo. Siendo el prelado fui su confesor mucho tiempo y su compañero en diversos caminos y visitas y últimamente le tuve, aunque indigno, aquí en La Peñuela, por súbdito». Y puntualiza que a Juan de la Cruz no se le echaba de ver ningún otro cuidado que el amor del Señor y «le acaecía estando en La Peñuela que, acabando en la mañana de decir misa, le pedía licencia a este testigo para ir por aquel monte y soledad a vacar a la contemplación». Y añade: «Y tiene por cierto fue el hombre tan contemplativo como lo hubo hasta su tiempo en la Iglesia de Dios, porque su vida de noche y de día siempre era estar orando»

Otro testigo cuenta cómo “de ordinario  con la comodidad  de aquel convento de La Peñuela, se recogía a unas cuevas que había entre unos zarzales dentro de la huerta, para estar con más quietud en oración”.

** NB. En JVR, La biografía, pp. 744-745., se puede leer detalladamente lo que fue una tormenta y un incendio pavoroso, y cuya cesación atribuyen los testigos a la intercesión de Juan de la Cruz que se plana de rodillas, en el camino del fuego, y ante el cual “repentinamente  se retiró el fuego hacia atrás”. 

Hasta aquella soledad llegan también ecos, noticias de las insidias de Diego Evangelista contra Juan de la Cruz; igualmente  de la persecución contra Gracián…

Y le llegan también las que él llama en carta “unas calenturillas”. Por una carta a doña Ana de Peñalosa nos vamos enterando. Le escribe el 21 de setiembre y le dice:” Mañana me voy a Úbeda a curar de unas calenturillas, que, [como a más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan], paréceme habré menester ayuda de medicina; pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien”.  A continuación felicita don Luis, hermano de Ana por su ordenación sacerdotal.

Termina la carta diciendo: “Ahora no me acuerdo más que escribir, y por amor de la calentura también lo dejo, que bien me quisiera alargar”. La fecha del viaje a Úbeda no fue al día siguiente de escrita esta carta sino días más tarde.

Uno de los presentes en La Peñuela; Juan de la Madre de Dios, después de decirnos que la cama  de fray Juan “era un zarzo de varas, tejidas con unas tomizas, refiere que los postreros días de su estancia “estuvo allí de quince a diez y ocho días con calentura continua, sin manifestarla ni querer comer carne ni otro regalo aquellos días. Y hasta que le dio el mal en la pierna, todo lo disimuló; más después los Padres le cargaron la conciencia y así se dejó llevar  a curar  a Úbeda”.

62.  Úbeda. Última enfermedad, muerte gloriosa 1591

Puesto Juan de la Cruz enfermo a escoger dónde ir a curarse fuera de La Peñuela, es decir: a Baeza o a Úbeda, escogió Úbeda, descartando Baeza donde era muy conocido y estimado; en Úbeda sabe que suenan otros aires de la pobreza del convento, del desafecto que le tiene el prior actual Francisco Crisóstomo, etc. Parece que está  aplicándose sus propias consignas: “Procure siempre inclinarse: no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto” (1S, 13, 6).

Parte, pues, para Úbeda, pero con el “intento”, dice él, de volver a La Peñuela, una vez restablecido de su mal.

Parte, pues, para Úbeda acompañado de un mozo. Llegan al puente de Ariza; hay que hacer un alto a la sombra. El acompañante le ha ido preguntando  si quiere tomar algo; finalmente, le contesta: ”Comería unos espárragos si los hubiera”. Acercándose  al río, descubre el mozo un manojo de espárragos sobre una piedra cerca del agua. Como por allí no se nadie, el enfermo le dice:” Id y tomadlo y mirad lo que vale y ponedlo  sobre una piedra junto donde está el manojo de espárragos”. Así se hizo, calculando el precio de cuatro maravedís que quedaron allí encima de una piedra.

Llegan a Úbeda y es Juan de la Cruz mismo  que cuenta medio riendo lo sucedido con los espárragos. Uno de la comunidad nos dice: “Esto todo oí contar al dicho padre fray Juan  por modo de risa cuando llegó al convento de Úbeda. Y soy testigo de que vi los dichos espárragos, los cuales le guisaron aquella noche para cenar”, habiendo sido fray Juan quien “dijo que se los aderezasen para cenar”.

Al enfermo los religiosos le reciben con alegría, en contraste con el Prior Francisco Crisóstomo que no puede disimular su desagrado. Y es una prueba de ello el dato de que asigna al recién llegado “la celda más pobre y más estrecha que había en el convento”, en la que estuvo y en la que murió, “sin tener en ella más que una pobre cama y un Cristo”.

Aquella primera noche «se le hizo en el empeine del pie derecho una mancha como una hoja de rosa carmesí, encendida y dolorida, y en breve le apostemó el pie y la pierna».

La primera cura que le hizo al día siguiente el cirujano Ambrosio de Villarreal  abriéndole con su lanceta y tijeras una cuarta en la parte  infectada horroriza a cuantos la presenciaron. Uno de ellos dice que a él aquello le produjo “grande temblor y horror”.

El enfermo responde: “Si es menester cortar más, corte norabuena, y hágase la voluntad de mi Señor Jesucristo, que yo estoy muy dispuesto para lo que Su Majestad mandare”.

Al sufrimiento físico, que irá cada día a más,  se van sumando otras pruebas más dolorosas; la primera,  por parte del Prior del convento que se muestra insensible y “porque una vez se excusó fray Juan de ir al refectorio, le envió a llamar y le reprendió ásperamente”.  Y viendo cómo fray Bernardo, enfermero, le cuida  con toda delicadeza le quita del oficio con un precepto. El enfermero pierde la paciencia y comunica la cosa al Provincial, Antonio de Jesús, que viene y reprende al Prior seriamente, manda a todos que visiten al enfermo y repuso en el oficio al enfermero.

El Prior de La Peñuela, de cuyo convento sigue siendo conventual el enfermo, reprende también al Prior de Úbeda por su mal comportamiento y por sus continuos lamentos acerca de lo que se gasta con fray Juan, y le promete que le enviará lo necesario para su alimentación y “le envié, dice, cuatro fanegas  de trigo para su convento  y al enfermo seis gallinas” Por fortuna el Prior de Úbeda  fue cambiando de comportamiento y se fue volviendo más humano, especialmente en los últimos días de fray Juan. Y él mismo, Francisco Crisóstomo  hablando años más tarde estos dos meses y medio confesaba, dolorido, “se espantaba de sí mismo y del desabrimiento y  dureza que entonces tuvo con el bienaventurado padre”.

166.  NB. Otra prueba, objetivamente más dolorosa,  fue la persecución de Diego Evangelista contra Juan de la Cruz. En JV, La biografía, me extiendo en describir esa que llamo la persecución más infame sufrida por el santo. Era necesario historiarla, no por gusto, sino por autenticidad histórica y para entender el comportamiento heroico de Juan de la Cruz ante tan grande irracionalidad: pp.828-840. Aquí y ahora no hace falta detenerse en la persecución en cuanto tal, en los interrogantes históricos que entran en juego, etc., Se piensa que esta especie de inquina de Francisco Crisóstomo y de Diego Evangelista contra Juan de la Cruz obedecía a las correcciones que fray Juan tuvo que hacerles en su Visita, como Vicario Provincial al convento de los Remedios de Sevilla: véase anteriormente, n.135.

63.  Fama del enfermo en Úbeda

Juan de la Cruz vino a Úbeda asegurando que allí no le conocían; pero su fama se extendió enseguida por toda la ciudad en los dos meses y medio en que estuvo en ella; y no creo que saliera ni una sola vez a la calle o a visitar a nadie. Pero se interesó por él un gran número de personas. Cada uno aporta lo que puede para alivio del enfermo. Hay quienes lavarán las vendas, quien envía sábanas nuevecitas para la cama, quien trae la comida para el enfermo… 

Desde su lecho y desde su soledad llega fray Juan con sus consejos a conectar con diversas personas. No pocos seglares acceden a su habitación para ver aquel modelo de paciencia y de mansedumbre.

El padre Antonio, su compañero de Duruelo, le visitó otras veces, además de aquella en que vino requerido por el enfermero y puso un poco de orden. El 27 de noviembre, miércoles, llegó acompañado de otro religioso. Saluda al enfermo y le dice: «Padre, mañana hace 24 años [eran 23] que comenzamos la primera fundación». Los presentes le piden que cuente cómo fue aquello. Fray Juan le suplica que no lo haga; ahí se corta la conversación; y le advierte: «Padre, ¿es esa la palabra que nos hemos dado de que en nuestra vida no se había de tratar ni saber nada de eso?». Al poco rato Antonio va diciendo alguna cosa y fray Juan, con fina ironía: «Él se lo irá diciendo poco a poco»

¿Qué día es?

Cosa de ocho días antes de su muerte, probablemente desde el 6 de diciembre, no hace más que preguntar: ¿qué día es?

Son los días más plenos de su existencia, y los acaricia en su mente y se regala con la respuesta que se le da; el viernes,  sí que es el día más pleno de la vida de fray Juan de la Cruz.

Vamos a fijarnos en un manojo de datos acerca de los tres últimos días:

miércoles día 11: El enfermo pide por la tarde los auxilios espirituales y “recibió los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía con grande devoción y con profundísima humildad y amor, y pidió perdón a los que estaban presentes”. 

Jueves día 12: llama al Padre Bartolomé de San Basilio, “y pidiéndole lumbre, rasgó y quemó todas las cartas  que tenía en un fardelillo debajo de su cabecera, que eran en cantidad”, Y quemó hasta los sobrescritos. No quería que quedase rastro de aquella correspondencia en la que lo más seguro se le hablaba de la persecución de Diego Evangelista contra él. Nadie tenía que saber quién acusaba a su perseguidor.

viernes día 13: por la tarde recibió la Unción de enfermos atentísimo, rezando y contestando   al preste con los demás del convento. Por la tarde habla con el padre Prior   y le pide afectuosamente que le traiga  el Santísimo Sacramento para adorarle. Y una vez que entró el Señor en su celda dijo muchas cosas de ternura y devoción  al  Santísimo Sacramento, de modo que a todos los circunstantes les movió a devoción. Y despidiéndose dijo: “Ya Señor no os tengo de volver a ver  con los ojos mortales”.

Otra vez  llama fray Juan  al Padre Prior y le dice, después de pedirle perdón por todo el trabajo que haya dado a la comunidad con su enfermedad: “Padre nuestro, allí está el hábito de la Virgen, que he traído a uso; yo soy pobre y necesitado  y no tengo con qué enterrarme; por amor de Dios suplico a vuestra reverencia que me le dé  de limosna”. Y el dicho padre Prior le echó la bendición y se salió de la celda”,  enternecido y  llorando”.

Este día ya no pregunta ¿qué día es? sino ¿qué hora es?

¿Qué hora es? ¿Las nueve?:” ¡Que aún me quedan tres horas!”

Cuando llega el momento de la recomendación del alma y el prior echa mano del Ritual, el enfermo le dice: «Dígame, padre de los Cantares, que eso no es menester» (13, 426). El prior le obedece, «haciendo intervalos a cada sentencia, porque percibía cómo aquella alma se inflamaba en aquellos retornos amorosos místicos que pasaban entre ella y Dios, porque repitiendo el santo padre algunas de aquellas amorosas sentencias decía: “¡Oh, qué preciosas margaritas!”. Horas antes, oyendo que eran las nueve, besando el crucifijo que tiene consigo, “al que le decía, de rato en rato, palabras muy tiernas y devotas”, dice: “¡Que aún me faltan tres horas!” ¡Ay de mí cómo se prolonga mi peregrinación!».

¿Qué hora es? ¿Las diez? ¿A qué tañen?  “Son las monjas de la Madre de Dios que tocan a maitines”.

Y fray Juan: “Y yo también, por la bondad del Señor, los tengo de decir con la Virgen nuestra Señora, al cielo”. ”Gracias os doy infinitas, Reina y Señora mía, por este favor que me hacéis en querer salga de esta vida en vuestro día de sábado” 

¿Qué hora es? ¿Las once? “Ya  se nos acerca la hora de los maitines que diremos en el cielo”.   Y en enfermo pone toda el alma en los besos que da al crucifijo que tiene en la mano.

 

¿Qué hora es, vuelve a preguntar? Las once y media. Y él:”Ya se llega mi hora; avisen a los religiosos” que él había mando a descansar a las diez 

¿Qué hora es? Todavía no son las doce. Y él:”A esa hora estaré yo delante de Dios Nuestro Señor diciendo maitines”. 

Al poco rato “tomó  el crucifijo que tenía encima de la cama y comenzó a hacer algunos actos interiores” “Dio el reloj las doce de media noche; y tañeron la campana de maitines, y el dicho Santo preguntó: “¿A qué tañen?”,  a Maitines; y fray Juan exclamó: “¡gloria a Dios, que al cielo los iré a decir!”. 

Bartolomé de San Basilio, testigo presencial, añade algunos detalles deliciosos:

“En dando el reloj de las doce, tocó en casa la campana a maitines. Y entonces abrió el Santo los ojos y nos miró, pasando los ojos por todos, como despidiéndose de sus hijos”  y besando los pies del crucifijo, dijo: In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum”,  “y dio su alma  al Creador con grande serenidad y paz a la entrada del sábado, 14 de diciembre del año 1591 [   ] quedando su rostro muy sereno y hermoso y alegre, que parecía estaba durmiendo”.

Palabras de fray Juan: Como quien describiera anticipadamente su propia muerte comenta  que en ese trance ”vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma y van allí a entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales están allí ya tan anchos y represados que parecen ya mares; juntándose lo primero y lo postrero de sus tesoros, para acompañar al justo, que va y parte para su reino, oyéndose ya las alabanzas desde los fines de la tierra, que, como dice Isaías (24, 16), son gloria del justo” .

64.  Evaluación del tercer periodo

Interesa subrayar la presencia activa de Juan de la Cruz en la preparación, inauguración y evolución de la vida descalza en Duruelo-Mancera-Alcalá-Pastrana-Baeza-Granada-Segovia.

Diego de la Concepción, el Prior,  cuenta entre otros detalles:

«En lo postrero de su vida que acerté a tenerle en mi convento de La Peñuela, era tan observante en la guarda de los tres votos, constituciones y Regla, y tanto y mucho más súbdito que si fuera un novicio, pidiéndome licencia para cualquiera cosa [...]. El cuidado que tenía de la perfección de su alma era continuo. Y esto sé bien, porque viví con él mucho tiempo. Siendo el prelado fui su confesor mucho tiempo y su compañero en diversos caminos y visitas y últimamente le tuve, aunque indigno, aquí en La Peñuela, por súbdito»21. Y puntualiza que a Juan de la Cruz no se le echaba de ver ningún otro cuidado que el amor del Señor y «le acaecía estando en La Peñuela que, acabando en la mañana de decir misa, le pedía licencia a este testigo para  ir por aquel monte y soledad a vacar a la contemplación». Y añade: «Y tiene por cierto fue el hombre tan contemplativo como lo hubo hasta su tiempo en la Iglesia de Dios, porque su vida de noche y de día siempre era estar orando»

Otro testigo cuenta cómo “de ordinario  con la comodidad  en aquel convento de La Peñuela, se recogía a unas cuevas que había entre unos zarzales dentro de la huerta, para estar con más quietud en oración”.

** NB. En JVR, La biografía, pp. 740-741, se puede leer detalladamente lo que fue una tormenta y un incendio pavoroso, y cuya cesación atribuyen los testigos a la intercesión de Juan de la Cruz que se plana de rodillas, en el camino del fuego, y ante el cual “repentinamente  se retiró el fuego hacia atrás”. 

Hasta aquella soledad llegan también ecos, noticias de las insidias de Diego Evangelista contra Juan de la Cruz; igualmente  de la persecución contra Gracián…

Y le llegan también las que él llama en carta “unas calenturillas”. Por una carta a doña Ana de Peñalosa nos vamos enterando. Le escribe el 21 de setiembre y le dice:” Mañana me voy a Úbeda a curar de unas calenturillas, que, [como a más de ocho días que me dan cada día y no se me quitan], paréceme habré menester ayuda de medicina; pero con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa soledad me hallo muy bien”.  A continuación felicita don Luis, hermano de Ana por su ordenación sacerdotal.

Termina la carta diciendo: “Ahora no me acuerdo más que escribir, y por amor de la calentura también lo dejo, que bien me quisiera alargar”. La fecha del viaje a Úbeda no fue al día siguiente de escrita esta carta sino días más tarde.

Uno de los presentes en La Peñuela; Juan de la Madre de Dios, después de decirnos que la cama  de fray Juan “era un zarzo de varas, tejidas con unas tomizas, refiere que los postreros días de su estancia “estuvo allí de quince a diez y ocho días con calentura continua, sin manifestarla ni querer comer carne ni otro regalo aquellos días. Y hasta que le dio el mal en la pierna, todo lo disimuló; más después los Padres le cargaron la conciencia y así se dejó llevar  a curar  a Úbeda”.

Interesa subrayar la presencia activa de Juan de la Cruz en la preparación,  inauguración  y evolución de la vida descalza en Duruelo-Mancera-Alcalá-Pastrana-El Calvario-Baeza.-Granada- Segovia.

Su eficacia en la acción de gobierno y formación de la nueva familia, habiendo sido: maestro de novicios,

maestro de estudiantes, superior de las comunidades de El Calvario, Alcalá, Baeza Granada, Segovia,

65.  Vicario provincial de Andalucía (1585-1587),

Su participación activa en todos los capítulos de la Descalcez, desde el primero en Alcalá de Henares (1581) hasta el último en Madrid (1591)

Consejero del gobierno general de la Orden (1588-1591).

Hay que subrayar también su fortaleza en las pruebas, y esto dentro de su gran sensibilidad, cárcel; algo así como marginación, persecución estúpida e infame al final de sus días...

Hay que poner de relieve su acción múltiple: apostólica en diversos ambientes; confesor y director espiritual de monasterios; director espiritual de seglares; su trabajo magisterial de viva voz o con la pluma; su ejemplo de obediencia cuando queda sin oficio ninguno de responsabilidad; su ejemplo de caridad fraterna en toda la línea: pensamientos, palabras y obras.

La grandeza y heroicidad de sus virtudes, su espíritu de oración y contemplación,  quedó ya evaluada perfectamente en los Procesos canónicos de u glorificación y elevación a los altares: virtudes bien macizadas y con raíces profundas en su persona  en todos los tramos de su vida. Lo dejó dicho Santa Teresa: ““Le tienen por un santo, y  en mi opinión lo es y ha  sido toda su vida”. “Uno, que llaman fray Juan de la Cruz, todos le tienen por Santo, y todas”

66.  Glorificación eclesial

Muerto en Úbeda, fueron trasladados sus restos en 1593 a Segovia

Donde está enterrado.

Ya tranquilo en Segovia, le han alcanzado las fechas de su beatificación por el papa Clemente X en enero de 1675, de la canonización por el papa Benedicto XIII en diciembre de 1726, y del doctorado de la Iglesia por el papa Pío XI en agosto de 1926. Y en 1982 el 4 de noviembre vino a verle Juan Pablo II que años más tarde, con su breve apostólico Inter praeclaros poetas del 8 de marzo de 1993, le nombró Patrono de los poetas de lengua española. Anteriormente, el 21 de marzo de 1952, comienzo de la primavera, había sido proclamado patrono de los poetas españoles por ellos mismos, quienes hacían gran fiesta con profusión de poesías en ese día cada año.

67.  «El cristo de San juan de la Cruz».  La biografía, pp.256-258

Con este título no me refiero ahora directamente a la obra de arte de Dalí que lleva ese nombre, sino al diseño del Cristo muerto en la cruz que hizo fray Juan. Ana María monja en La Encarnación de Ávila,  es la que puede dar las noticias más seguras sobre el particular. La biografía del diseño viene a ser la siguiente: un día entre 1574 y 1577 está fray Juan en La Encarnación orando en una tribuna del monasterio que da al templo. Le llega una visión del Señor tal como había quedado en la cruz cuando expiró. Toma una pluma y lo pinta en un papel, en una cuartilla, como lo había visto.

Entrega el escorzo a Ana María «por el bien que a su alma se le podía seguir, y le dijo lo que le había pasado». Años más tarde esta entrega el original sanjuanista al padre fray Juan de San José, maestro de novicios de los calzados en San Andrés de Salamanca. Este llama «estampa» el diseño y cuenta cómo «la tuvo mucho tiempo y la estimaba y tenía por reliquia, ya que, de sólo mirarla, se enternecía y compadecía de Cristo. Pero volviósela a pedir la dicha madre Ana María y se la hubo de dar»

Vuelve Ana María de Salamanca con el precioso tesoro y, cuando está para morir, entrega el original a la monja María Pinel, que lo coloca en un relicario. Cuando María Pinel muere en 1641, el diseño se coloca en otro relicario que dura hasta 1969.

En 1968 se procede a la restauración del dibujo en el Instituto Central de Conservación y Restauración de Obras de Arte, Arqueología y Etnología de Madrid. El diseño se puede visitar en La Encarnación de Ávila, donde se conserva en un nuevo relicario, obra de un joyero madrileño en 1969. Cualquiera de nosotros puede ahora mismo examinar el diseño y describirlo a su modo. Alguien como el maestro de novicios, que lo tuvo tanto tiempo consigo, lo miró y lo remiró y nos daba ya sus impresiones personales. Le llamaba la atención que la obrilla, «con no ser más que pintada con pluma y tinta en bosquejo, movía a quien la miraba a gran compasión y ternura; y se echaba de ver en ella cuán terribles fueron los dolores que Cristo Señor Nuestro pasó en aquel lugar» .Puesto a describir como él lo veía, dice a continuación: «Estaba cargado todo el cuerpo sobre las cabezas de los clavos, desarrimadas las manos de la cruz, como que quería dar consigo en tierra». Ya los antiguos biógrafos hablan con admiración de ese diseño y van a verlo. Especialmente Jerónimo de San José, alma de artista, quiso examinarlo muy de cerca y con conocimiento del arte y dice que para ello «me hube primero de hacer capaz de lo muy primoroso de aquella arte».  Mandó, además, sacar algunas reproducciones «y habemos visto errar y en las copias que han sacado del original teniéndole presente». A él se debe el grabado de Panneels, que inserta en su historia de fray Juan.

Los biógrafos posteriores han seguido ocupándose del pequeño diseño: Bruno, Crisógono, etc. Este último nos transmite las dimensiones exactas del diseño: «El largo de la cruz es de cinco centímetros y siete milímetros; sus brazos tienen cuatro centímetros y siete milímetros, con un grueso en ambos de tres milímetros. El Cristo aparece de lado y más bajo que el observador. De aquí su perspectiva especial, que le hace medir desde los pies al extremo del brazo izquierdo, en línea recta, dos centímetros, mientras al izquierdo hay seis. De la mano derecha del Señor se desprenden cuatro gotas perfectamente visibles. Tiene el cabello tendido sobre la espalda, desnuda y desgarrada; la cintura estrechísima, como vista de lado, y las piernas encogidas por el peso del cuerpo, que no pueden sostener».

El interés por esta pieza minúscula creció enormemente en el siglo XX, interesándose por él críticos y artistas. Es de justicia nombrar aquí al biógrafo carmelita descalzo Bruno de Jesús María, quien presentó su biografía en 1945 y 1950 respectivamente a dos grandes pintores españoles: el muralista José María Sert y Salvador Dalí. Para José María Sert, fray Juan dibuja su Cristo en posición horizontal. Para otros hay datos objetivos que desautorizan esa afirmación y demuestran que lo pintó en posición vertical. El Cristo de San Juan de la Cruz es el nombre que da Salvador Dalí a su famoso cuadro, conservado desde 1962 en la Glasgow

Art Gallery. En una nota autógrafa de Dalí reconoce que su comunión espiritual con el padre Bruno y con José María Sert «fue el origen de mi Cristo de san Juan de la Cruz».

// Juan Bosco San Román escribe muy puntualmente en F. RUIZ SALVADOR (ed.) Dios habla en la noche, 146-149 sobre El Cristo dibujado en Ávila por san Juan de la Cruz, señalando el origen, la historia posterior, reinterpretación, restauración. Y el mismo en vila 1991, 78-80//.

FINAL.

Aquí terminan estos apuntes-guiones sobre san Juan de la Cruz , dados por el PADRE JOSE VICENTE RODRIGUEZ, en el CITeS a los alumnos del Master en Espiritualidad curso años 2015-2016. Por los que se ha podido seguir la cronología de su vida, con buena parte de las incidencias de su existencia.   Para conocer más y mejor la personalidad de Juan de la Cruz, invito a leer en LA BIOGRAFÍA, Libro del Padre JVR,   los capítulos siguientes: Cap. 36: Materiales para una semblanza de san Juan de la Cruz. “Constantes de comportamiento” en su vida y  Cap. 37: el magisterio oral de san Juan de la Cruz, y  Cap. 38: magisterio escrito de san Juan de la Cruz.

APÉNDICE

Examen grafológico de la escritura de san Juan de la Cruz, hecho por Suzanne Bressard, del Instituto Carrel, publicado en francés en París por el biógrafo padre Bruno en L’Espagne mystique, París 1946, 33-55.

El texto traducido del francés dice así: «La escritura de san Juan de la Cruz, lenta, precisa, de rica presión y matizada, de formas armoniosamente arqueadas, muestra a una personalidad presente a lo que emprende, atenta a los detalles, pero afincada sobre lo esencial, con una capacidad de amor de amplitud y profundidad conmovedoras. Todas sus facultades, todas sus fuerzas parecen confluir sin premura y sin descuido en un horizonte de plenitud para fundirse en él. Esta escritura demuestra un vivo sentimiento de la excelencia de las cosas sobre los varios planos en los que se manifiesta la vida. La sensibilidad aparece muy impregnable pero muy diferenciada, a la vez humana y desprendida, vibrante, tierna, íntima.

Los movimientos de la sensibilidad y del corazón descubren armonías tan acentuadas y tan exuberantes que parece que este hombre ha probado todo y ha percibido todo. Esta apertura total de corazón, que ninguna otra escritura nos ha revelado en tal grado hasta ahora, y los tesoros de dulzura que ella comporta, sintoniza con todos los sentimientos, sin crispación ni amargura. Tal receptividad en un temperamento menos fuerte anularía la voluntad o desviaría el buen juicio. Ahora bien, a través de la escritura de san Juan de la Cruz aparece una gran vigilancia sobre los posibles elementos de degradación y un gran cuidado para ejecutar hasta el menor detalle en su momento, que es una manera de simple buen sentido que sirve para contrapesar las alocadas efusiones del corazón.

Para el grafólogo que se guía por el estudio del rasgo gráfico la percepción de este ardor sin agresividad, de estos arrebatos sin avidez, es un motivo de reflexión, porque nunca hubo tantas llamas juntas y nunca menos riesgo de incendios.

En esta escritura hay también un sentimiento del desarrollo de la vida, donde se confunden el sentido del presente y del infinito, donde se leen la exactitud en los actos y el despojo en los pensamientos. Estas disposiciones pueden conducir a una perseverancia que alguna vez podría tomarse por obstinación, pero la ausencia de toda rutina que se observa a la vez no es compatible con una tal apreciación.

Si san Juan de la Cruz ha podido ser inflexible en algunas decisiones es porque comprendía que se había llegado al límite de actuar con firmeza.

Sería vano analizar su inteligencia separándola de sus intuiciones y de sus sentimientos. Es fina y puntualizada, sutil sin ser engreída, ávida de verdad y muy pegada al sentido de lo bello. Muy inspirada y colorista con su nota de armonía, no parece que esté tan abierta si no es para ensanchar el campo de la actividad del sentimiento y no para brillar sola con un fulgor tan fascinante como endeble.

Lo que impresiona en esta escritura es la fuerza de un amor no atado que ahí se descubre. Ese talante manso, libre y venturoso, esta autoridad serena de un ser sin ambiciones que vive plenamente, sin impurezas, dan una singular y preciosa imagen de la perfección sin afeites».

Finalmente, comparando la escritura de Juan de la Cruz y de Teresa de Jesús, dice la grafóloga: «Si se compara la escritura de san Juan de la Cruz y la de santa Teresa de Ávila, se reconoce la misma calidad de alma, el mismo modo de ser llevados más allá de los propios límites por una fuerza que los sobrepasa y les llena de firmeza, cada uno en su propio estilo. La escritura de santa Teresa de Ávila es más viril, más y mejor hecha para dictar leyes y principios; la de san Juan de la Cruz, más inspirada, muestra un alma que se expresa en un canto».

 


SOBRE LAS BIOGRAFIAS

Material informativo entregado por el Padre José Vicente Rodríguez

1.    La biografía  como género literario

Uno de los grandes géneros literarios, al lado del drama, la parábola, la fábula, el cuento, la epopeya, el mito, la novela, la poesía, etc., es el biográfico: la biografía. Muy cultivado en todos los tiempos, antiguos y modernos, y en todos los pueblos. Y así hay biografías de hombres célebres en Grecia y Roma, en Francia, Italia, Rusia, Alemania, España, Inglaterra, América, China, etc.,etc.,

Quien quiera ver una exposición amplia y documentada sobre el particular, pero ya dentro del ámbito de la Iglesia o de escritores eclesiásticos, puede consultar el gran Dictionnaire de Spiritualitè, t.I, c.1624-1719, la voz Biographies Spirituelles, donde se habla del tema, y se van escalonando biografías y biografías en los diversos momentos históricos:

2.    Antigüedad cristiana

biografías cristianas en Occidente (SS. Cipriano, Pablo el ermitaño, Hilarión, Martín, Agustín, Ambrosio, etc.,

17 títulos de biografías célebres..

biografías cristianas en Oriente (SS. Antonio, Macrina, etc.,

21 títulos.

Época bizantina (s.VII...)

3.    Edad media:

Con un número interminable de obras biográficas, particularmente de famosos de Ordenes religiosas:

benedictinos, cistercienses, dominicos, franciscanos, otras Ordenes, jerarquía eclesiástica...

Época moderna

Países Bajos (Bélgica-Holanda), Alemania, Inglaterra, Francia, España, Portugal, América Latina, Italia..

Por lo que se refiere   más en concreto  a los siglos de Oro español, José Simón Díaz en Cuadernos Bibliográficos: XLVI  ha publicado Mil biografías de los siglos de Oro (Índice bibliográfico) Madrid C.S.I.C. 1985  

El Cuaderno abarca los siguientes apartados:

I. Religión; II. Historia; III. Filosofía; IV. Literatura; V. Medicina. En  el primer apartado se reseñan vidas de Santos, Beatos, Mártires, etc., y en esta sección aparecen las Vidas de Santa Teresa (nn. 370-378)  y de San Juan de la Cruz. (nn. 570-578).  El espacio cronológico a que se refieren estas mil biografías  va desde  1501 a 1700.

4.    Evolución de la biografía espiritual en la época moderna

Después de los recuentos biográficos que se hacen en el  Dictionnaire  se examina el tema de la evolución de la biografía espiritual moderna: Bolandistas y sucesores: Jean Bolland (1592-1665), con un equipo de jesuitas comenzó en Bélgica la gran tarea de depurar críticamente los textos originales de las vidas de los santos:  cfr. en AA.VV. Aspectos históricos de San Juan de la Cruz, Ávila 1990, José Vicente, Historiografía sanjuanista. Inercias y revisiones,  pp. 18-19.

Los criterios de los bolandistas innovadores  y de sus seguidores  vienen a ser muy claros: cómo concebir  la mejor biografía

5.    ¿Qué método seguir para componerla?

Entre otras cosas se dice: “los documentos apócrifos serán descartados, sin más. Los documentos auténticos han de ser objeto de un examen serio, antes de ser utilizados, ya que los acontecimientos de la vida de un santo han sido frecuentemente un poco idealizados, embellecidos, hasta por sus propios contemporáneos. Y esto con la mejor intención del mundo"(c.1718).

Biografías Sanjuanistas

6.    Necesidad e importancia

Conocer la biografía de Juan de la Cruz es sumamente útil por lo que significa su persona: "Se puede afirmar que actualmente Juan de la Cruz es el doctor de la Iglesia más leído, junto con Teresa de Jesús y Teresa de Lisieux. Su figura interesa al mundo de las artes y de las letras, de la psicología, la historia, la teología y la mística; se le considera como puente entre Oriente y Occidente, y en el movimiento ecuménico tiene también su palabra. Su capacidad de convocatoria es enorme, no sólo para su familia religiosa del Carmelo, que lo considera como "la imagen viva del auténtico carmelita" (Constituciones PP, n.12), sino para toda la Iglesia, de la que es Doctor [desde 1926] y para los grandes sectores de la humanidad entera. Cima de la poesía española, es también cima de la teología mística" (José Vicente Rodríguez, Diccionario de los Santos,  San Pablo, Madrid 2000, vol. II, p.1331).

Interesa también conocer la biografía de Juan de la Cruz por su calidad de altísimo poeta  y de alguien que ha podido hablar de Dios como él lo ha hecho precisamente por su “capacidad de comunicar la belleza de la entrega de Dios al hombre de todos los tiempos”. Por otra parte: la importancia de modelos de identificación en la vida humana, cristiana y religiosa de la gente es notoria. Como modelo de referencia en el camino de Dios y en tantas actitudes como le caracterizan será sumamente útil conocer la biografía de este Fr. Juan; y conocerla también para entender más adecuadamente su doctrina; si sus escritos fueran obra de un anónimo tendríamos doble trabajo para estudiarlos y entenderlos. Como quiera que en sus escritos hay tanto de él, de sus experiencias espirituales, todo lo que podamos saber de su biografía íntima será una ayuda importante para la lectura de  sus obras. 

Cantidad

7.    Biografías antiguas de san Juan de la Cruz

ALONSO DE LA MADRE DE DIOS (Asturicense): 1568-1635, Vida, virtudes y milagros del santo padre fray Juan de la Cruz, editada por Fortunato Antolín, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1989. Concluida seguramente en 1630, publicada sólo ahora en 1989.

FRANCISCO DE SANTA MARÍA (Pulgar) 1567-1649, Reforma de los descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia... II, Diego Díaz de la Carrera, Madrid 1655. La vida del santo ocupa los libros VI, VII y parte del VIII.

JERÓNIMO DE SAN JOSÉ (EZQUERRA): 1587-1654, Historia del venerable padre fr. Juan de la Cruz, primer descalzo carmelita, compañero y coadjutor de santa Teresa de Jesús en la fundación de su Reforma, Diego Díaz de la Carrera, Madrid 1641. Edición moderna preparada por José Vicente Rodríguez, 2 vols., Junta de Castilla y León, Salamanca

1993. A lo largo de los siglos fue prevaleciendo la historia de Jerónimo y además su Dibujo del venerable varón fray Juan de la Cruz; este dibujo se imprimía en las ediciones de las Obras, desde 1630, tanto en ediciones españolas como en las traducciones.

JOSÉ DE JESÚS MARÍA, O. C. D. (Francisco de Quiroga), Historia de la vida y virtudes del Venerable P. Fr. Juan de la Cruz, primer religioso de la Reformación de los descalzos de N. Señora del Carmen, con declaración de los grados de la vida contemplativa por donde N. S. le levantó a una rara perfección en estado de destierro. Y del singular don que tuvo para enseñar la sabiduría divina, que transforma las almas en Dios..., Bruselas, Juan Meerbeedck, 1628. Edición moderna preparada por Fortunato Antolín, Junta de Castilla y León, Salamanca 1992.

VELASCO J. DE, O. Carm. (1564-1651), Vida y virtudes del venerable varón Francisco de Yepes, que murió en Medina del Campo, año de 1607. Contiene muchas cosas notables de la vida y milagros de su santo hermano el P. F. Juan de la Cruz, carmelita descalzo. En particular se trata de las cosas maravillosas, que en una medalla, en que está un poco de carne de su bendito cuerpo, se muestran... Ahora de nuevo corregida y aumentada por el mismo autor. Valladolid, J. Murillo, 1617. Existe edición moderna Ana Díaz Medina. Salamanca, Junta de Castilla y León, 1992. Lo que se refiere a san Juan de la Cruz, como se anuncia en el título, puede verse: 89-111.

b) Vidas menores

Al lado de estas grandes biografías se fueron publicando otras que llamamos vidas menores en varias lenguas hasta el siglo XX, que pueden verse Por Manuel Diego en su gran obra San Juan de la Cruz. Bibliografía sistemática, nn. 816-922.

José de Jesús María, Alonso de la Madre de Dios y Jerónimo de San José, antes de escribir las biografías más amplias, habían probado sus  plumas redactando relatos biográficos más breves:

ALONSO DE LA MADRE DE DIOS, Suma de la vida y milagros del venerable padre fray Juan de la Cruz.

JERÓNIMO DE SAN JOSÉ (Ezquerra), Dibujo del venerable varón Fray Juan de la Cruz.

JOSÉ DE JESÚS MARÍA (Quiroga), Relación sumaria de la vida y virtudes del venerable padre fray Juan de la Cruz.

Estas tres biografías breves han sido publicadas juntas por F. ANTOLÍN, Primeras biografías y apologías de san Juan de la Cruz, Junta de Castilla y León, Salamanca 1991.

Biografías críticas de la primera mitad del siglo XX

Ya en el siglo XX aparecen las que han sido calificadas de biografías críticas. Anteriormente hay que recordar a:

BARUZI J., Saint Jean de la Croix et le problème de l’expérience mystique.

F. Alcan, París 1924, con segunda edición en 1931 (trad. esp. De Carlos Ortega, San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística, Valladolid 1991. Traducción de la primera edición francesa.

Debieran haber traducido la segunda revisada por el autor.

- Bruno de Jesús-Marie 1892-1962, Saint Jean de la Croix, préface de Jacques Maritain. Plon, París 1929. Tiene otras muchas ediciones y traducciones a multitud de lenguas.

- Crisógono de Jesús Sacramentado, Vida y obras de san Juan de la Cruz. Biografía inédita del santo por r. p. Crisógono de Jesús, O. C.D., premiada por el Ministerio de Educación Nacional con ocasión del IV Centenario del nacimiento del místico doctor, BAC, Madrid 1946. Otras ediciones y traducciones a muchas lenguas.

- Silverio de Santa Teresa, Historia del Carmen descalzo en España, Portugal y América V. San Juan de la Cruz: 1542-1591, Monte Carmelo, Burgos 1936.

Los tres escribían bajo la preocupación de reconstruir la figura real y verdadera del santo frente a las deformaciones circulantes en la mente de no pocas personas. Sus juicios sobre este particular pueden verse recogidos por JVR. El avance de la biografía sanjuanista durante el siglo XX. En AA.VV. La recepción de los místicos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Salamanca 1997, 271-292.

8.    Otros autores del siglo XX y XXI

Todavía en el siglo XX han aparecido otras dos:

Efrén de la Madre de Dios-Steggink, O.,  Tiempo y vida de san Juan de la Cruz, Edica, Madrid 1992.

Javierre, J.M.,  Juan de la Cruz, un caso límite, Sígueme, Salamanca 1991.

También contiene la biografía del santo el libro Dios habla en la noche, EDE, Madrid 1990, con 12 capítulos biográficos, 8 redactados por José Vicente Rodríguez y 4 por Federico Ruiz Salvador.

Y ya en el siglo XXI han aparecido:

Martínez E. J., Tras las huellas de Juan de la Cruz. Nueva biografía, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2006.

Rodríguez,  J. V., Juan de la Cruz, chico y grande, San Pablo, Madrid 2007;

100 fichas sobre san Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos 2008: las 41 primeras fichas: 10-89.

Ros C., Juan de la Cruz, celestial y divino, San Pablo, Madrid 2011, 542pp.

Finalmente ha aparecido  la escrita por José Vicente Rodríguez, San Juan de la Cruz .La biografía. San Pablo, Madrid 2012, 954 páginas.  En la Colección MONUMENTA. En enero de 2016 ha salido ya la segunda edición, revisada y ampliada, en la misma Editorial de San Pablo...

Como autor del libro sólo quiero decir que es ciertamente la más completa de todas las antiguas y modernas; y las 8 o 10 recensiones que se han hecho de ella son muy positivas y laudatorias.

Advertencia: cómo se va a citar con alguna frecuencia esta obra, lo haré así: JV. La biografía, citaré ya por la segunda edición

9.    Calidad

A propósito de cómo creía san Juan de la Cruz que debía ser un libro de historia, el biógrafo Alonso , “el asturicensse” (1567-1616) recoge la siguiente noticia:”Pidiéronle al varón del Señor aquí en Alcalá ciertas personas devotas escribiese las vidas de los santos niños mártires Justo y Pastor, patronos de aquella villa. Él se excusó de ello, y dando después la razón de haberse excusado, dijo no lo hacer según  se le pedía, por parecerle que, poniéndose a escribirlas, había de hacer un libro de oración lo que pedía ser libro de historia”

Junto a la cantidad hay que decir una palabra sobre la calidad de las mismas. Refiriéndome ahora a las antiguas biografías, las primeras palabras sobre ellas son dos preguntas que formulo en el mencionado estudio: Historiografía sanjuanista (p.8)

+ Primera....

+ Segunda....

10.  El "barroco" y el modelo de santidad barroco

Acaso sea útil recordar lo que  se entiende por barroco, (simplificando mucho las cosas), "el período de la cultura europea, y su influencia y desarrollo en América, en que prevaleció ese estilo de ornamentación fastuoso...en que predomina la línea curva. Se ve también en el mobiliario, etc., Dicho estilo artístico va desde finales del siglo XVI hasta los primeros decenios del siglo XVIII. No se refiere exclusivamente a la arquitectura y pintura, sino también a la literatura con esa ornamentación un tanto recargada. Había una mentalidad barroca, que dominaba en todos los ámbitos de la vida y del arte; era una moda, un estilo y un modo de ser.

En el campo de las biografías del tiempo prevalece ese estilo casi necesariamente. Hay que reconocer que las biografías antiguas del santo se llaman justamente hagiografías, no sólo porque tratan de la figura, de la persona de un santo que es su objeto, sino por responder a un modelo particular de santidad barroca, quiero decir, un modo de configurar y de entender la santidad de las personas.

7. En el libro , FRAY JOSE DE VELASCO, Vida, virtudes y muerte del venerable varón Francisco de Yepes, Salamanca 1992, edición hecha por la profesora Ana Díaz Medina, escribe ella con mucha precisión y claridad lo que significa escrito hagiográfico, como contradistinto a biografía histórica:"...nos encontramos ante un estudio hagiográfico, no ante una biografía. Con todo lo que esta afirmación supone. Esto es, un escrito que debe responder al modelo de santidad barroca, […]; de ahí que a la hora de hacer su relato, a la hora de escribir sobre la vida de quien se afirma sea beato o santo, y generalmente santo perteneciente a su propia orden, sus planteamientos teórico.-críticos quedan necesariamente a un lado, porque la misión del hagiógrafo es convencer al lector de la excelencia del personaje centro de su narración. Para que  sirviera de ejemplo de comportamiento a los lectores y, lo que podía ser aún más importante, que criara el clima adecuado para un proceso de beatificación y canonización.. Este tipo de biografía  tiene unos modelos, unos estereotipos y unas pautas comunes, o tópicos, a los que debía adaptarse el relato que se centran corrientemente puntos muy concretos: santidad mostrada tempranamente, incluso con milagros en la infancia; recibir la llamada de Dios; lucha permanente contra el demonio, o contra legiones de demonios; muerte que se produce dentro de unos parámetros que muestran santidad; después de la muerte, apariciones, milagros, y culto a sus reliquias"(p.2O-22).

11.  Hagiografías y biografía histórica sanjuanista

 En las Actas del Congreso Internacional sanjuanista tenido en Ávila en setiembre de 1991, hay todo un volumen, el II dedicado a la cosa histórica y hay un título HAGIOGRAFIAS Y BIOGRAFIA, de Eulogio PACHO.  Ya el solo título está indicando que se va a exponer la polémica acerca de hagiografía y biografía histórica. Y así lo hizo, Una cosa parece cierta según Eulogio Pacho (y estoy de acuerdo con él o él conmigo, ya que me hace el honor de citarme y retener que mi postura moderada es la correcta): "no cabe la confrontación excluyente entre hagiografía y biografía" (p.131), y "no es posible rechazar la existencia de hechos y personas, aunque estén consignados en fuentes "hagiográficas" (p.138), o porque estén consignadas en esas fuentes hagiográficas.

Apunte sobre cronología y geografía sanjuanistas Además de conocer las fuentes documentales o de información y aplicar correctamente los  criterios de discernimiento, hay que atender a lo que tradicionalmente se llaman los ojos de la historia: la cronología y la geografía. Y así tendremos encuadrado en el tiempo y en el espacio a nuestro personaje.

12.  Cronología

La experiencia enseña la utilidad de tener a mano una cronología, aunque sea mínima, del personaje. Cronología mínima puede verse en la Vida de Crisógono, 12ª ed., pp. XXII-XXIV; cronología intermedia o un poco más amplia puede verse en mi primera ed. de OC del santo, Madrid 1957, pp. VII-XIX, y también un poco más amplia y revisada en Documentos. Juan de la Cruz. IV centenario (Diario de Ávila) bajo el título: Tres apellidos para un hombre, 2-6. Cronología amplísima la escrita por Eulogio Pacho y publicada en Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, pp. 45-58, y republicada en sus Estudios sanjuanistas I, Burgos 1997, 11-25. Y se publica también en JV. LA BIOGRAFÍA, (pp.873-890)

Antonio Fortes ha escrito sobre Cronología larga y corta de san Juan de la Cruz (22, 414-427).

13.  Geografía

Juan de la Cruz tuvo poca geografía: vivió sólo en España y algunos días en Portugal. El punto más alto que tocó en el mapa de la Península ibérica fue Valladolid, adonde acompañó a santa Teresa en 1568 y adonde volvió en 1574 a declarar ante el tribunal de la Inquisición sobre su intervención en el caso de la posesa de Ávila, María de Olivares Guillamas; y una última vez llegó a la ciudad castellana en 1587 en el Capítulo de la nueva provincia de descalzos. El punto sur más extremo en que estuvo varias veces fue la ciudad de Málaga; en el oeste, la ciudad de Lisboa en 1585. La villa murciana de Caravaca es el punto extremo al este, donde estuvo no pocas veces.

Dentro de esa geografía tan reducida recorrió unos 27.000 kilómetros, caminando más que nada a pie o a lomos de un humilde borriquillo.

A todo este tema viajero está dedicado el capítulo 23 de JV. La biografía, y en  Dios habla en la noche los capítulos 9 y 10.

Dentro de la cronología más larga  escrita por Eulogio Pacho para situar debidamente al personaje en todos sus años se pone el marco religioso en el que se pueden ver todos los acontecimientos del momento. Para situarlo dentro del Siglo de Oro en el que vivió y murió (1542-1591), se puede consultar en el libro Introducción a la lectura de santa Teresa, editorial de Espiritualidad, Madrid 2ª ed. 2002, la Cronología Teresiana, en la que se señalan los acontecimientos principales de España y del mundo entero(37-61). Al ser los dos santos estrictamente contemporáneos  estos datos sirven para entrambos. Pero, para enterarse de mil cosas importantes leáse TEÓFANES EGIDO, Claves históricas para la comprensión de San Juan de la Cruz , en Introducción a la Lectura de San Juan de la Cruz, Junta de Castilla y León, Salamanca 1991, 61-124.

En mi libro 100 Fichas sobre San Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos 2008, 10 me hacía una pregunta acerca del Santo: ¿Estamos ante un personaje  ahistórico?, y me contestaba:

En sus escritos no hay, evidentemente, la mies de datos, alusiones, referencias históricas, como hay en las obras de santa Teresa. No escribió fray Juan su autobiografía, como la escribió la madre Teresa. Y ya sólo por este hecho podemos entender que el santo no se refiera tanto al entorno en que le tocó vivir ni a multitud de personajes con los que tuvo que alternar.

Aunque esto sea así, no hay que pensar en un fray Juan intemporal o ahistórico:

”Fray Juan  ni quiso ni pudo eludir su mundo. La impresión de un evadido, ante una lectura superficial de sus escritos, se enmienda tan pronto como se engarzan los hilos que sustentan la trama.  Abundan en sus páginas ecos  del ambiente circundante; la biografía recoge datos y episodios que testimonian protagonismo directo”.

Hay en sus libros alusiones claras  a hechos históricos de sus días , tales como el descubrimiento de América (CB 14-15, 8); su confesión expresa de copernicanismo a favor del movimiento de la tierra, cuando aún se discutían las tesis de Copérnico  y su sistema heliocéntrico (Ll B 4, 4). La ruptura de la cristiandad por el protestantismo y la dura crítica a algunas de sus doctrinas (3S 5, 2). Un tremendo alegato, en aquel ambiente de reforma de toda la Iglesia, contra los obispos remisos en predicar la palabra de Dios (2S 7, 12). En la Llama alude con gran ironía al fenómeno del Alumbradismo (Ll 3, 43).

Pero a Fray Juan se le encuentra  más metido en los problemas de orden espiritual o religioso y ahí es donde mejor se le encuadra, pues es ahí  donde se movía como pez dentro del agua. En este universo le vemos denunciando el espíritu milagrero y visionario de tantas personas (3S 31, 3 .8-9). Aludiendo , sin más a su tiempo, no a tiempos pasados: “Y espántome yo mucho de los que pasa en estos tiempos y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios, y suponen que es así, diciendo: “Díjome Dios”, “respondióme Dios “; y no será así, sino que...ellos las más veces se lo dicen” (2S 29, 4).

Su denuncia más descarnada y fuerte se centra en  la gran carencia  de guías idóneos en los caminos del espíritu que descubría  en  sus días y el excesivo número de inexpertos y presuntuosos, con el gran daño que se seguía para la Iglesia (Subida, prólogo;(Ll B 3, 30-62). Escribe precisamente muchas de sus páginas para subsanar estas deficiencias  y con esto está demostrando cuán metido anda en el mundo de los espirituales, en doble sentido de esta palabra: de quienes viven la vida espiritual y de quienes se ocupan de escribir y aclarar las vías del espíritu. .En este su universo mental se puede configurar un mapa bastante preciso de temas que vienen a ser al mismo tiempo, en varios casos, las denuncias proféticas bien pensadas de un místico: Un mundo variopinto de aquel momento el que diseña en tema de religiosidad  popular, religiosidad que valora, pero que quiere verla libre  y purificada de tantas adherencias y resonancias extrañas (3S. cc. 35-44) Podríamos aumentar este tipo de datos, pero ya son suficientes para darnos cuenta de cuál era el mundo más propio de Juan de la  Cruz.

14.  Fuentes para la biografía de san Juan de la Cruz

Yo catalogaría y ordenaría  los materiales para escribir una buena biografía de Juan de la Cruz por este orden (y así lo he hecho en La biografía)

Noticias autobiográficas.

Declaraciones y juicios de santa Teresa sobre Juan de la Cruz.

Actas de gobierno y primeras declaraciones de los testigos en BMC y algunos otros documentos de ese género.

Procesos de beatificación y canonización del santo.

15.  Otras fuentes.

Noticias autobiográficas

En el Epistolario

Juan de la Cruz no escribió su autobiografía, pero sí dejó no pocas noticias bien precisas acerca de su vida en su epistolario que, «reducido en número, es uno de los mejores caminos, si no el mejor, para conocer de cerca los quilates humanos y divinos de Juan de la Cruz». Se puede comenzar por la carta a Ana de San Alberto,   Sevilla, junio 1586:

Jesús sea en su alma.

Al tiempo que me partía de Granada a la fundación de Córdoba, la dejé escrito de priesa; y después acá, estando en Córdoba, recibí las cartas suyas y de esos señores que iban a Madrid, que debieron pensar me cogerían en la Junta.

Pues sepa que nunca se ha hecho, por esperar a que se acaben estas visitas y fundaciones; que se da el Señor estos días tanta priesa, que no nos damos vado.  Acabóse de hacer la de Córdoba de frailes con el mayor aplauso y solemnidad de toda la ciudad que se ha hecho allí con religión ninguna; porque toda la clerecía de Córdoba y cofradías se juntaron, y se trajo el Santísimo Sacramento con gran solemnidad de la Iglesia Mayor; todas las calles muy bien colgadas y la gente como el día del Corpus Christi. Esto fue el domingo de la Ascensión, y vino el señor obispo y predicó, alabándonos mucho. Está la casa en el mejor puesto de la ciudad, que es en la collación de la Iglesia Mayor.

Ya estoy en Sevilla, en la traslación de nuestras monjas, que han comprado unas casas principalísimas, que, aunque costaron casi catorce mil ducados, valen más de veinte mil. Ya están en ellas, y el día de San Bernabé  pone el cardenal el Santísimo Sacramento con mucha solemnidad. Y entiendo dejar aquí otro convento de frailes antes que me vaya, y habrá dos en Sevilla de frailes. Y de aquí a San Juan  me parto a Écija, donde con el favor de Dios fundaremos otro, y luego a Málaga, y de allí a la Junta.

¡Ojalá tuviera yo comisión para esa fundación como la tengo para éstas!, que no esperara yo muchas andulencias; más espero en Dios que se hará y en la Junta haré cuanto pudiere . Así lo digo a esos señores a los cuales escribo.

Pesádome ha de que no se hizo luego la escritura con los padres de la Compañía, porque no los tengo yo mirado con los ojos que son gente que guarda la palabra, y así entiendo que no sólo se desviarán en parte, mas, si se difiere, se volverán de obrar en todo, si les parece les está bien. Por eso, mire que la digo que, sin decirles nada a ellos ni a nadie, trate con el señor Gonzalo Muñoz de comprar la otra casa que está de esotra parte y hagan sus escrituras, que ellos, como ven que tienen cogida la cuerda, ensánchanse; y va muy poco que después se sepa que las compramos sólo por eso de redimir nuestra vejación; y así ellos vendrán a buenas sin tanto quebradero de cabezas, y aun les haremos venir a lo que más quisiéremos. Dé cuenta a pocos y hágalo, que no se puede vencer a veces una cautela sin otra .

El librico de las Canciones de la esposa querría que me enviase, que ya a buena razón lo tenga sacado Madre de Dios.

Mucho se dilata esa Junta, y pésame por amor de la entrada de doña Catalina 15, porque deseo dar....

De Sevilla y junio de 1586.

Su siervo, FRAY JUAN DE LA +

Carísima hija en Cristo: Mire que me dé un gran recaudo al señor Gonzalo Muñoz  que, por no cansar a su merced, no le escribo, y porque vuestra reverencia le dirá lo que ahí digo.

Sobrescrito: Para la madre Ana de San Alberto, priora en las descalzas carmelitas en Caravaca

Es una carta, como se ve,  de tono triunfalista y llena de noticias autobiográficas y de datos  históricos:

la fundación de los descalzos de Córdoba,

el traslado de las monjas de Sevilla a casa nueva,

el pleito con los Padres jesuitas,

la actividad febril del santo como Vicario provincial de Andalucía, etc.,

Además de esta carta, en estado fragmentario, que se sale de lo corriente, en las demás piezas del epistolario se pueden señalar otras de tipo autobiográfico-informativo; y todas en absoluto concurren a acercarnos a la persona de fray Juan de la Cruz.

La 1ª. Su destierro en tierras de Andalucía, como él dice, y su alusión a la cárcel de Toledo.

La 2ª. A una hija espiritual en la que le da noticias de su estancia en Granada, de su priorato en aquella casa.

Las no pocas relativas a los últimos meses de su vida, a la persecución por parte de Diego Evangelista, a quien no nombra en persona, pero en esas misivas hay ecos y resonancias inequívocas de lo que estaba sucediendo y de cómo lo sobrellevaba con toda elegancia y virtud. Cartas 25-26 («donde no hay amor, ponga amor y sacará amor») 27, 30, 32-33.

Las cartas 10 y 18 sobre los negocios de la Orden, a los padres Ambrosio Mariano y al padre Doria, vicario general.

Las dos cartas (7 y 8) a las monjas de Beas son pura intercomunicación y manifestación de sus sentimientos y planes espirituales.

La serie de cartas a las fundadoras de Córdoba: 15, 16, 17, 21, 22... no sólo contienen consejos espirituales sino noticias históricas.

Histórica asimismo la 14 a Ana de los Ángeles, priora de Cuerva, la que era priora de Toledo que acogió a fray Juan cuando se fugó de la cárcel.

La carta (9) a Leonor Bautista es de lo más fino para levantar el ánimo de la destinataria, con la que se duele de sus tribulaciones y le enseña a superarlas.

Escribe también (12) a una doncella de tierras de Ávila que terminará por ser monja y le da una preciosa catequesis sobre tres puntos principales de su vida espiritual. Siempre con mano de maestro.

Las cartas a doña Juana de Pedraza (11, 19) juntan a la noticia personal y a la confianza el ejercicio del magisterio espiritual más exquisito.

Las escritas a doña Ana de Peñalosa: 28, 31, están llenas de noticias personales: llegada del santo a La Peñuela en agosto de 1591, y su viaje a Úbeda para curarse.

Y comoquiera que la carta por definición sea una comunicación entre personas ausentes, nos encontramos siempre con un Juan de la Cruz que con su gran empatía acude a sus destinatarias con algún consejo saludable (cartas 3-4, 6, 24, 29). Todas estas cartas con nombres y apellidos de los destinatarios nos acercan a esas personas con más conocimiento de causa que las que tenemos dirigidas a personas, cuyos nombres no son desconocidos, como la 23, llena de preciosa doctrina; en ella, decía Andrés de la Encarnación, enseña el santo «una acendrada desnudez de los dones de Dios».

Otro ejemplo de anónimo la 20, modelo de comprensión y de remedios espiritualmente eficaces para combatir los escrúpulos. Igualmente no conocemos al religioso a quien dirigió la 13, que viene a ser un tratadito de alta espiritualidad.

Repasando las que llamamos cartas perdidas30, conocemos bastantes cosas y bien importantes: acerca de su proyectado viaje a México que, al fin, no llegó a darse, noticias sobre el caso del padre Jerónimo Gracián, etc. Véanse cartas perdidas nn. 19, 24, 27, etc.

Tenía razón Jerónimo de San José cuando en su Historia del venerable padre fr. Juan de la Cruz., hablando del Epistolario sanjuanista, escribía: «Declárase en ellas más la calidad, espíritu y talento del que escribe, y en aquella facilidad y llaneza familiar se representa muy al descuidado lo que apenas con mucho cuidado se puede significar de un interior. Por esto siempre que encuentro carta de nuestro venerable Padre, hago reparo en ella, y me parece es un pedazo de su ánimo historiado por él mismo; y así juzgo obligación el elegirla en su historia».

No lamentaremos nunca bastante la destrucción de muchas de sus cartas en los últimos meses de su vida, a causa de la persecución emprendida contra él por parte de Diego Evangelista. Valga por todas la declaración de Agustina de San José, carmelita descalza de Granada: «Hiciéronme a mí guardiana de muchas cartas que tenían las monjas como epístolas de san Pablo, y cuadernos espirituales altísimos, una talega llena; y como eran los preceptos tantos, me mandaron lo quemara todo, porque no fuera a manos de este visitador, y retratos del santo los abollaron y deshicieron»32. El citado Jerónimo de San José escribe desconsolado: «Esta tragedia de las cartas fue una muy grande pérdida para la religión y aprovechamiento de las almas y una de las mayores granjerías que el demonio sacó de esta tormenta».

Esto por lo que se refiere al Epistolario sanjuanista, fuente muy válida para la biografía del santo. El hecho de que en este epistolario tan reducido contemos ya con un caudal tan notable de noticias hace que nos sumemos espontáneamente al desconsuelo del antiguo biógrafo.

16.  En los demás libros

En sus obras espirituales y llenas de grandes experiencias místicas se pueden rastrear también no pocas alusiones y noticias personales. Al no ser un personaje ahistórico34 encontramos en sus escritos alusiones claras a hechos históricos de sus días, tales como el descubrimiento de América (CB, 14-15, 8); su confesión expresa de copernicanismo a favor del movimiento de la Tierra, cuando aún se discutían las tesis de Copérnico y su sistema heliocéntrico (LlB, 4, 4)35. La ruptura de la cristiandad por el protestantismo y la dura crítica a algunas de sus doctrinas (3S, 5, 2). Un tremendo alegato, en aquel ambiente de reforma de toda la Iglesia, contra los obispos remisos en predicar la palabra de Dios (2S, 7, 12). En la Llama alude con gran ironía al fenómeno del Alumbradismo (Ll, 3, 43).

Pero a fray Juan se le encuentra más metido en los problemas de orden espiritual o religioso y ahí es donde mejor se le encuadra, pues es ahí donde se movía como pez en el agua. En este universo le vemos denunciando el espíritu milagrero y visionario de tantas personas (3S, 31,3.8-9). Aludiendo, sin más, a su tiempo, no a tiempos pasados, dirá: «Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de estas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios, y suponen que es así, diciendo: “Díjome Dios”, “respondiome Dios”; y no será así, sino que... ellos las más veces se lo dicen» (2S, 29, 4). Poco antes ha dado otro testimonio personal diciendo: «Yo conocí una persona que, teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto verdaderas y sustanciales que formaba del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, había algunas que eran harto herejías» (2S, 29, 4).

Su denuncia más descarnada y fuerte se centra en la gran carencia de guías idóneos en los caminos del espíritu que descubría en sus días y el excesivo número de inexpertos y presuntuosos, con el gran daño que se seguía para la Iglesia (Subida, prólogo; LlB, 3, 30-62). En este su universo mental y espiritual se puede configurar un mapa bastante preciso de temas que vienen a ser al mismo tiempo, en varios casos, las denuncias proféticas bien pensadas de un místico36: un mundo variopinto de aquel momento el que diseña en tema de religiosidad popular, religiosidad que valora, pero que quiere verla libre y purificada de tantas adherencias y resonancias extrañas (3S, cc. 35-44)

Podríamos aumentar este tipo de datos, pero ya son suficientes para darnos cuenta de cuál era el mundo. Puede verse el estudio de J. V. RODRÍGUEZ, Lamentos y lástimas de Juan de la Cruz. Identificación temática y pathos personal, en AA.VV., Experiencia y pensamiento en san Juan de la Cruz,o.c., 379-399.

Aparte de lo que haya de autobiográfico en todas estas cosas, hay puntos en los que se pronuncia abiertamente, como en Llama B 1, 15- 16, cuando habla de la generosidad divina que se comunica amplísimamente a las almas, y allí le vemos imponiendo su parecer y diciendo a quienes dudan, a quienes niegan ese proceder de Dios: «A todos estos yo respondo...».

Naturalmente, no es sólo en esta ocasión en que emplea el pronombre personal «yo», pero esta vez lo hace con toda solemnidad para hacer saber lo que piensa y lo que defiende, y así nos queda constancia histórica de su postura, y de su pensamiento.

En JV. La biografía pp.41-46, se habla de los elementos autobiográficos en las demás piezas de su epistolario y en los demás escritos sanjuanistas.

17.  Declaraciones y juicios de santa Teresa

Los escritos de Santa Teresa acerca de fray Juan de la Cruz  son una fuente fidedigna y más abundante de lo que se podría pensar. Ella, como buena lapidaria, es decir, como experta en piedras preciosas,  supo valorar los quilates de su “senequita”. Perderá los estribos por su padre Jerónimo Gracián, todo lo que queramos,  pero ni de él ni de ningún otro  dirá tantas y tales alabanzas como las que dijo  sobre san Juan de la Cruz. Que no pensase en él y que más bien le excluyese, para primer provincial de su nuevo Carmelo, no importa. Ella tenía sus preferencias legítimas y con esta exclusión daba a fray Juan una de sus más grandes alegrías, aunque acaso se equivocaba, pues fray Juan  fue un excelente Vicario provincial en Andalucía, demostrando que no sólo sabía gobernar uno u otro convento, sino una provincia entera.

En la biografía damos, pues,  toda la cabida que se merecen a los testimonios de la Santa. Entre los testimonios extraprocesales,  por la categoría de la persona y por la inmediatez de juicios que emite la autora, tiene un valor especial ese  gran acervo de noticias que suministra. Tomás Alvarez ha hecho un trabajo muy bueno y útil que puede verse en AA.VV. Experiencia y Pensamiento en San Juan de la Cruz, con este título: La madre Teresa habla de fray Juan de la Cruz: Repertorio de textos teresianos sobre el Santo, EDE,  Madrid 199O,pp.4O1-459. Lo ha vuelto a publicar en Tomás Álvarez en  Estudios Teresianos I, Carmelo 2OOO, Burgos 1995, pp.337-4O4. Reproduce los textos teresianos en su integridad, reconstruye el contexto y los anota debidamente. Estudio muy bueno y útil. Baste por ahora esta somera referencia.

18.  Actas de gobierno y declaraciones

Entre los testimonios extraprocesales tiene un valor especial por la categoría de la persona y por la inmediatez de juicios que emite la santa Madre Teresa de Jesús. El P.Tomás Alvarez ha hecho un trabajo muy bueno y útil que puede verse en AA.VV. Experiencia y Pensamiento en San Juan de la Cruz, con este título: LA MADRE TERESA HABLA DE FRAY JUAN DE LA CRUZ: Repertorio de textos teresianos sobre el Santo, EDE Madrid 199O,pp.4O1-459. Lo ha vuelto a publicar en TOMAS ALVAREZ, Estudios Teresianos I, Carmelo 2OOO, Burgos 1995, pp.337-4O4. Reproduce los textos teresianos en su integridad, reconstruye el contexto y los anota debidamente. Estudio muy bueno y útil.

16. * Actas de gobierno….Estos textos se encuentran recogidos en BMC 26 titulado S. Juan de la Cruz Actas de Gobierno y Declaraciones primeras de los testigos, Ed. El Monte Carmelo 2000 (ed. de Antonio Fortes). Actas (1564-1591); Declaraciones primeras sobre el Santo (1592-1618).

17. * Procesos de beatificación y canonización

Han sido publicados en BMC, tomos: 14, 22-23-24-25. Véase una presentación en JV. La biografía, pp.50-54.

Conviene recordar aquí algunas cosas:  JV. La biografía, p.52: Las fuentes más abundantes para la reconstrucción histórica de la figura de fray Juan son, sin duda, sus procesos canónicos de beatificación y canonización. Acertar a discernir la verdad histórica que a través de esas declaraciones se nos ofrece ha sido siempre una de mis preocupaciones.

Y con toda razón se ha escrito, y no puede ser de otra manera, que en la masa monumental de los procesos, inédita en gran parte, «hay cómo no material abundante aprovechable siempre que se aplique un tratamiento metodológico adecuado»( T. EGIDO, Juan de la Cruz, un santo sin biografía, Ínsula 537 (1991) 3-4).Publicada ya enteramente esa gran masa de los procesos, mi preocupación, después de leer y releer todo pacientemente, ha sido hacer tesoro  de ese «tan abundante material aprovechable», y servirme de él para historiar la vida de fray Juan de la Cruz. En definitiva, de lo que se trata es de aplicar con todo rigor los criterios de discernimiento a las fuentes, que se hallan en grandísima parte en los procesos de beatificación y canonización. Y de acuerdo que hay que revisar las biografías o hagiografías antiguas y modernas y hay que aplicar las mejores normas de la crítica a las declaraciones de los procesos, como a cualquier otro documento extraprocesal.

Lo que no puedo admitir es la afirmación de un historiador, buen amigo mío, que escribe, a modo de síntesis: «Milagros, visiones, endemoniados, hechizos, revelaciones, reliquias, apariciones, penitencias extremadas..., es lo que aporta el material informativo de los procesos». ¿Solo eso? Por favor…( J. L. SÁNCHEZ LORA, El diseño de la santidad. La desfiguración de san Juan de la Cruz, Universidad de Huelva, Huelva 2004, 217)

18. Gabriel Beltrán (1928-1998), OCD, trabajador incansable, escribió un artículo muy bueno: San Juan de la Cruz: Procesos de beatificación, carmelitas descalzos testigos oculares,  en Monte Carmelo 106 (1998) 419-452.donde recoge los nombres de tales testigos, indica el tiempo de su convivencia con el santo, aporta pequeños datos biográficos sobre cada uno de ellos. Importante este trabajo para poder calibrar el valor de los testimonios de cada uno de los declarantes. El artículo lo había entregado a la revista, y el autor murió el 21 de abril de ese mismo año, 1998. Podía haber escrito este mismo investigador otro artículo parecido acerca de las carmelitas descalzas que declaran también, como testigos oculares, en los procesos del santo. Si repasamos atentamente las declaraciones de los testigos más cercanos vemos que sus testimonios no son fantasías o invenciones, sino datos fehacientes históricos sobre cosas vistas y comprobadas por ellos. Puede ser que se equivoquen, por no recordar bien, en cuestión de cronología, pero saben muy bien lo que dicen al enjuiciar la personalidad de fray Juan en los casos concretos de que hablan..

19.  Otras fuentes.

Son también abundantes y algunas de toda solvencia, como por ejemplo, las matrículas de sus estudios en la Universidad de Salamanca. Interesa también, y, además, como extraprocesal, aunque hecha en los años del proceso apostólico, la Información sobre el bautismo de Juan de Yepes (san Juan de la Cruz) en Fontiveros.  La publiqué en la revista San Juan de la Cruz, segunda etapa, Año XXI/Nº 35/ 2005[I] 81-109: donde doy el texto del Informe hecho en Fontiveros el 22-23 de julio de 1627. Acompaño el texto con un largo comentario. El documento está lleno de noticias sobre el santo, la familia, sus ocupaciones, etc. Últimamente ha publicado esta misma Información Balbino Velasco en su libro San Juan de la Cruz. A las raíces del hombre y del carmelita, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2009, 332-340..

Todos los declarantes dan  por cierto y notorio el hecho de que, sea Francisco, sea Juan, nacieron en Fontiveros, e invocan también el testimonio de familiares suyos, quién el de su madre, quién el de su padre, quién el de personas mucho más viejas, quién el de su tío, «que era hombre de mucha noticia y de más de setenta años». Se invoca el propio conocimiento y la voz de la tradición. Estas averiguaciones tienen de bueno que, a través de ellas, se llega a otra serie de noticias auténticas, las cuales son:

La familia de Gonzalo y Catalina con sus hijos vivía en la calle de Cantiveros.

Varios de los testigos coinciden, ya casi por rutina mental y por inercia, en que «los dichos dos hermanos (Francisco y Juan) y sus padres y demás ascendientes fueron gente muy temerosa de Dios y buenos cristianos y limpios de toda -raza», («limpios de toda mancha y raza»).

El padre, Gonzalo, era tejedor de algodón.

Francisco de Yepes era tejedor de buratos.

De Catalina Álvarez se magnifica que es «tan virtuosa».

Documentación de primer orden: MHCT: Monumenta historica Carmeli Teresiani. Documenta primigenia: I (1560); II (1578-1581); III (1582-1589); IV (1590-1600), Teresianum, Roma 1973-1985.

- MH: Memorias historiales de Andrés de la Encarnación, ed. de María Jesús Mancho (dirección y coordinación), 3 vols., Salamanca 1993.

Aparte toda la documentación más oficial,  hay otros muchos testimonios de particulares, en cartas a historiadores o biógrafos que hablan del santo y nos dan noticias de él, hacen acaso su semblanza espiritual, etc., Parte de esta documentación, la ha publicado el padre Silverio en los apéndices a algunos de  los tomos de su gran edición: BMC 10, p.319ss, t.13, p.345-426.

FIN